Roque Dalton en Santiago de Chile
Por Santiago Ruiz Granadino
“Callate, pendejo que ando clandestino, seguime”
SAN SALVADOR – Yo me encontraba auto exiliado en Santiago de Chile, junto a mi esposa y mis pequeños hijos, un día de verano (30 de diciembre) cuando caminábamos con mi esposa por una avenida muy concurrida, reconocí a Roque Dalton que caminaba en dirección a nosotros, él trató de voltear la cara para otra parte para que no lo reconociera, pero mi alegría era tan grande de encontrarme con ese viejo amigo y camarada que lo llamé por su nombre y él se hizo el loco.
Cuando pasó por nuestro lado me dijo: “Callate, pendejo que ando clandestino, seguime”. Después de varios cruces de calles entró a una plaza y bajo un gran árbol posiblemente centenario me invitó a que pasáramos el año nuevo en casa de una amiga suya (una compositora musical muy famosa y muy guapa).
Mi esposa no conocía a Roque y le preocupó la “putiada” que me había dado, yo le expliqué que era un revolucionario salvadoreño con el cual habíamos compartido muchos años como miembros del Partido Comunista, pero que también habíamos disfrutado de la vida universitaria, especialmente en la organización de los desfiles bufos en que nos vestíamos de putas, militares, curas, gorilas, etc, para ridiculizar a nuestros gobernantes y sus políticas públicas.
Nos encontramos el 31 de diciembre varias personas: cuatro salvadoreños revolucionarios que nos encontrábamos en esa ciudad, Regis Debray (del cual había leído varias de sus publicaciones y escuchado conferencias en las principales universidades chilenas), Roque y su amiga compositora. Por supuesto, que conversamos sobre la situación revolucionaria en América Latina y el mundo, específicamente Chile, Centroamérica y por supuesto El Salvador.
Yo me limitaba a escuchar hasta que Roque me señaló diciendo “¿y tú que opinas de la estrategia revolucionaria del que se dice Partido Comunista de El Salvador?”.
Yo le respondí que estaba de acuerdo y expresé varias justificaciones, el Roque me dejó hablar como cinco minutos (el resto había hecho participaciones de diez a veinte minutos) y luego bastante encolerizado me gritó “¡Comé mierda, hijo de puta, culero, con esa estrategia pasaremos siglos comiendo mierda en nuestro país!”.
Yo había leído varios artículos de Roque en que analizaba la realidad revolucionaria en América Latina en los cinco años recientes y me había parecido que él valoraba mucho la estrategia de la guerra popular prolongada utilizada en la revolución china y vietnamita, pero al escuchar la argumentación para robustecer su tesis que la estrategia del Partido Comunista de El Salvador (PCS) era “pura mierda”, comencé a dudar de cuál era la orientación política que ahora tenía mi gran amigo.
Por un lado entendía que había diferencias pero por otro lado, varias coincidencias con la estrategia del PCS.
Cuando ya se había armado la “periquera” en que todos hablan y nadie escuchaba, entonces Roque dijo ceremoniosamente: “Coman mierda todos, estamos disfrutando el estar juntos en este año nuevo y estamos peleando, mejor chupemos civilizadamente”; le pidió a su amiga que pusiera música alusiva al año nuevo al estilo salvadoreño, pero la compositora musical no disponía de esa música.
Por supuesto que el guaro se agotó más rápidamente y cuando eran como las diez y media de la noche me dijo que fuéramos a comprar licor y otras mierdas para comer a un negocio que yo sabía que estaba abierto, cerca de la Plaza Italia.
Mientras escogíamos lo que pensábamos comprar, el Roque jugaba a que se robaba cosas y se las metías en las bolsas sólo para joderme porque yo era amigo del dueño.
(*) Académico economista