Se cumplen 45 años desde la muerte de Ernesto Che Guevara, el revolucionario
latinoamericano que llegó a ser una personalidad importante en el gobierno
cubano como compañero de armas del líder de la revolución, Fidel Castro.
Che Guevara llegó a ser una leyenda en vida: era amado y respetado por
millones de personas y odiado por los poderosos. Ante él se inclinaban como
ante un nuevo Jesucristo y lo consideraban un Don Quijote del siglo XX. Su
filosofía y la idea central del Che –que acabaría costándole la vida- fue
hacer el bien.
Sobre la corta pero intensa vida de Che Guevara se han escrito decenas de
libros y memorias y se han rodado documentales y películas de ficción. Y sin
embargo en torno a su figura continúan circulando muchas especulaciones,
falsificaciones y mentiras intencionadas.
Sobre cómo era en persona Che Guevara, quién ordenó su muerte y sobre otros
aspectos de su vida, ha hablado en una entrevista en exclusiva para RIA
Novosti el teniente general del Servicio de Inteligencia ruso Nikolai
Sergueevich Leónov. Leónov conoció a Che Guevara mucho antes incluso del
triunfo de la Revolución Cubana. Con él ha conversado Valeri Yarmólenko, de
RIA Novosti.
-Nikolai Sergueevich, han pasado 45 años desde la muerte de Che Guevara. En
su opinión, ¿qué valoración cabe hacer hoy en día de su personalidad y sus
hazañas? ¿Qué valor tiene su figura para las nuevas generaciones: para la
juventud, para la que seguramente se ha convertido en un símbolo de la
cultura de masas?
-Es posible que la juventud actual desconozca el significado de la figura de
Che Guevara y, mucho más, los detalles concretos de su biografía. Las
encuestas muestran que, por desgracia, la juventud moderna es cada vez más
ignorante. En general no da la impresión de tener un cierto nivel
intelectual y conocer la Historia. Suele ser presa de distintas formas de
populismo y se queda con las últimas novedades, sin ser capaz de analizar la
actualidad.
En nuestra época la juventud era más seria y se hacía preguntas serias. En
el momento en el que el Che estaba realizando sus hazañas revolucionarias y
cuando murió, la juventud en realidad tampoco sabía demasiado. El pico de su
popularidad coincidió con los acontecimientos del mayo del 68 en París,
cuando los estudiantes se convirtieron en una fuerza política digna de
consideración en Francia.
Hoy en día, la popularidad de Che Guevara es en gran medida una cuestión de
simple imagen. Incluso en Cuba, donde se puede encontrar una gran abundancia
de imágenes relacionadas con el Che. Los mismos cubanos ven esta popularidad
como una parte de un cierto turismo político, pero que a fin de cuentas les
pilla un poco lejos. Y es algo que se puede entender. Por eso es importante
ver la figura de Che Guevara no sólo desde el punto de vista de la juventud.
No pertenece solo a la juventud: es lo suficientemente compleja para que se
puedan identificar con ella todas las generaciones. Ernesto murió a los 39
años, que es la edad de un hombre maduro y no de un jovenzuelo. Su persona
recuerda fuertemente personajes de la literatura y la mitología, que siempre
han ejercido un gran atractivo para la gente. Recuerda por ejemplo a
Jesucristo y a Don Quijote.
-¿Se podría decir que Che Guevara fue el Don Quijote del siglo XX?
-Yo suelo comparar estas dos figuras. Buscaban en realidad lo mismo: cómo
ayudar a la gente, cómo salvarla. Su existencia en la Tierra no tenía otro
objetivo. Y de aquí sacaban su fe, su amor y su deseo de hacer el bien. El
Che tenía precisamente esta filosofía: un deseo mesiánico de liberar a la
inmensa mayoría de las personas de los vicios y males a los que está
sometido el cuerpo humano, de suprimir las injusticias de las que está llena
nuestra vida.
Su sueño vital era librar al hombre de verdad de sus ataduras. Por eso fue
capaz de renunciar a sus intereses personales en favor de esos objetivos más
altos. No es posible encontrar en todo el mundo un ejemplo como éste, el de
una persona que, estando en lo más alto del poder, lo abandona todo para
buscar aventuras revolucionarias, en un momento de crisis absoluta y además
en un lugar en que el éxito era prácticamente imposible.
Hay que recordar que era padre de cuatro hijos menores de edad. Deja todo
eso en Cuba y se embarca en una expedición que no promete nada, excepto una
muerte dolorosa. Leer su carta de despedida, dirigida a Fidel Castro, es
imposible sin que te embargue un gran sentimiento. Es difícil encontrar en
el mundo un ejemplo así de entrega; quizá sólo comparable al de la madre
Teresa, que lo dio todo por los enfermos y los huérfanos.
En el caso del Che, esta entrega tuvo su propia forma. Se puede decir que se
ha hecho un héroe de nuestro tiempo convertido en mito; y esta imagen
perdurará hasta que aparezca otro Don Quijote capaz de eclipsarle. Pero el
Che continuará siendo una especie de pequeña llama eterna.
-Muchos tienden a demonizar la imagen de Che Guevara, hurgando en su vida y
sacando a relucir únicamente los hechos que, según ellos, prueban su
crueldad y la disposición de solucionarlo todo por vía violenta, sin buscar
fórmulas con compromiso con sus rivales. ¿Qué impresión tuvo usted en el
contacto con él?
-Su imagen se intenta inevitablemente empañar, se cuentan cosas
inverosímiles y simplemente nimiedades, porque estorbaba a los
estadounidenses, de quien fue enemigo desde el principio. Lo que ocurre que
toda su vida transcurrió bajo el lema de “hay que crear para Estados Unidos
uno, dos, tres Vietnam”. Y EEUU buscan vengarse por todos los medios. Por
esta razón siguen los intentos de estropear su imagen.
Fui el primer soviético en conocerle en 1956 en México, mucho antes del
triunfo de la Revolución Cubana. Lo vi como un simple hombre, los dos éramos
unos jóvenes como otros cualesquiera. Pero nunca y nadie de quienes
trabajaron con él mencionó ninguna muestra de crueldad por su parte.
-Ahora hay mucha información, incluida la negativa, sobre Che Guevara. Se
llega a asegurar incluso que fue rival de Fidel Castro.
-No es la primera vez que lo oigo: supuestamente su rivalidad con Castro
llevó a que Che Guevara fuera mandado por fuerza a la expedición a Bolivia.
Por supuesto, se pueden seguir inventando cosas, pero nunca ocurrió. Que los
interesados juzguen por los documentos, porque el periodismo imparcial parte
precisamente de los hechos reales. Recientemente se ha editado en Argentina
un libro sobre la correspondencia no publicada de Fidel Castro y Che
Guevara. Se aborda el período cuando en el que el Che estaba combatiendo en
Congo, en 1965. Se cita el texto del telegrama en el que se dice “Che,
déjalo todo, no saldrá nada de esta idea, vuelve a Cuba que te necesitamos
por aquí”.
La respuesta fue “Fidel, no he agotado todavía todas las posibilidades,
necesito otro par de meses”. Era la nota dominante de la correspondencia,
¿de qué sirve inventar que estos dos hombres se odiaban? Habría que
cuestionar la profesionalidad y la honestidad de los que dicen lo contrario.
-La hermana de Fidel y Raúl Castro, Juanita, que conocía bien al Che, contó
después de escapar a Estados Unidos que era una persona propensa a destruir
a sus rivales al surgir la más leve discrepancia.
-Apenas se debería prestar la mínima atención a este tipo de declaraciones.
Al oír las palabras “traidor”, “escapar” no me cabe la menor duda de que
alguna gente tiene que justificar sus actos. Por ejemplo, nuestro agente, el
general de la KGB, Oleg Kaluguin, también escapó y se inventó unas cosas
increíbles para justificar su traición. La hermana de Fidel también escapó a
Estados Unidos y publicó un libro, pero ¿acaso nos deberíamos fiar de los
traidores? Nunca.
-¿Quiere decir que era una persona que dejaba objetar a quienes no estaban
de acuerdo y probaba con sus actos la certeza de sus propios criterios?
-Diría que sí. Cuando traducía sus conversaciones con Nikita Jrushchov, Che
Guevara lo escuchaba todo con atención, lo sopesaba todo y replicaba. No era
de carácter servil, como muchos, era una persona muy íntegra, un político
que obraba siempre en interés de Cuba y, en general, en interés de todos los
pueblos latinoamericanos.
-¿Cuál es el papel de la CIA en la persecución y la muerte de Che Guevara?
-Los agentes de la CIA que participaron en las operaciones de captura y
asesinato del Che no escribieron ni publicaron nada al respecto. En Estados
Unidos está prohibido publicar este tipo de memorias, así que nunca se sabrá
nada de quienes fueron tras Bin Laden y consiguieron su muerte. Hace poco un
marino estadounidense escribió un libro sobre Bin Laden. Y la ley no lo
permite, será sometido a persecución judicial, al igual que está ocurriendo
con Assange.
-Y ¿por qué Che Guevara después de su captura fue asesinado y no procesado o
llevado a la CIA?
-Si lo hubieran dejado con vida, no habrían podido condenarle a la pena
capital. Recordaría demasiado la Biblia, no habrían sido capaces. Estados
Unidos recordaba bien el comportamiento de Fidel durante el asalto al
Cuartel Moncada. En el juicio pronunció un discurso que se convirtió en
crucial para la Revolución Cubana. El Che Guevara no era menos elocuente,
sabía convencer, superaba con creces a sus hipotéticos jueces. De modo que
no habrían tenido ni argumentos ni motivos para condenarle a muerte.
La asistencia de la CIA a las autoridades bolivianas consistió más bien en
asesoramiento, lo han reconocido todos, incluido el ministro de Asuntos
Exteriores de Bolivia de aquellos momentos, Antonio Arguedas, que robó los
diarios del Che, sacó una copia y la envió a Cuba. Ayudó también para que
sus manos cortadas llegaran hasta sus correligionarios y más tarde indicó el
lugar donde había sido enterrado. Incluso entonces Arguedas reconocía que
los estadounidenses los habían asesorado durante toda la operación de
captura del Che.
-Dígame, ¿y se puede asegurar que la orden de asesinar al Che partió de la
CIA?
-Formalmente la orden la emitió el presidente de Bolivia, el general René
Barrientos Ortuño, pero el respectivo consejo se le dio con mucha
insistencia por el representante de la CIA en Bolivia que tenía bajo su
control toda la operación. Dijo: “Acaben lo antes posible, no se demoren”.
Es por esta razón por la que la captura y el fusilamiento fueron cuestión de
escasas horas.
-Es decir, ¿después de la captura del Che los acontecimientos siguieron un
ritmo vertiginoso?
-Efectivamente, presentaba un peligro colosal, mayor que una bomba atómica,
lanzada por el hipotético enemigo sobre el territorio de Estados Unidos. Su
imagen sigue teniendo a Washington en jaque hasta el día de hoy.
-Se reunió con Che Guevara en Moscú. ¿Qué era lo que le impresionó más o,
posiblemente, decepcionó de nuestro país?
-Quedó profundamente impresionado por cómo había recibido el pueblo
soviético la noticia sobre el triunfo de la revolución en Cuba. Participó en
reuniones con las masas y habló en mítines, estableció contacto con la
gente, era para él como una especie de revelación.
Le impresionó también la disposición de nuestro Estado de prestar la más
amplia ayuda a la Revolución Cubana: no había venido a la URSS en calidad de
diplomático, sino para vender dos millones de toneladas de azúcar cubano,
para la que estaba prohibida la entrada en EEUU. Era la misión primordial de
su estancia en nuestro país.
Recordemos que a la Unión Soviética le costó trabajo adoptar aquella
decisión, lo noté en la reacción y los comentarios de Jrushchov. En aquellos
momentos no teníamos necesidad alguna de comprar azúcar. Sin embargo, el
Gobierno optó por reducir las plantaciones de la remolacha azucarera y
comprar 1,2 millones de toneladas de azúcar bajo la garantía de que los
suministros ya no se suspenderían. Esas restantes 800.000 toneladas el Che
consiguió venderlas entre los países del Pacto de Varsovia y otras 200.000
toneladas se enviaron a China y Corea del Norte. De modo que supo resolver
el problema que se le había planteado, un mérito digno de la más sincera
admiración.
Además, le sorprendía enormemente que en un país de 260 millones de
habitantes se viviera sin afán de lucro ni ganas de aprovecharse del
prójimo. Me pidió que le aconsejara algunos libros de autores soviéticos. En
ellos se había plasmado su sueño dorado y la gente vivía libre del poder del
dinero. El dinero, aseguraba, era una “lapa” que nunca le soltaba a uno.
Actualmente operamos con otras categorías: en primer lugar la gente se
interesa por los ingresos, los honorarios y las propiedades, Che Guevara
descartaba esta actitud tajantemente.
-Ahora muchos llaman las actividades del Che en Congo, Bolivia y países
latinoamericanos “exportación de la revolución”. ¿Podríamos compararlo con
lo que presenciamos en estos momentos, es decir, con los intentos de Estados
Unidos de exportar las llamadas “revoluciones de colores” a diferentes
rincones del mundo?
-No creo que sea correcto trazar paralelos entre quienes exportan las
revoluciones de colores y Che Guevara, que tenía unos objetivos sociales muy
precisos. Quería hacer mejor la vida para el pueblo, para la gente, para la
mayoría. Una señora incluso le mandó una carta preguntando si eran
parientes, porque ella también se apellidaba Guevara. Le contesto “Si usted
es capaz de llorar por la desgracia ajena, somos familia. Si no, solo
llevamos el mismo apellido”.
Nadie de quienes promueven en nuestros tiempos las revoluciones de colores
llora al ver el dolor ajeno, pero Che Guevara sí que lo hacía. Por eso viajó
al Congo, a Bolivia, a Cuba. Las revoluciones de colores es una categoría
completamente distinta, tienen el mínimo contenido social.
Y… ¡Los derechos del hombre! Muchos intentaron comerme la cabeza con este
tema. No me da la sensación de que con el régimen de Gaddafi los derechos
humanos se vulneraran en mayor medida que en la actualidad. Estuve en Libia
y el nivel de servicios sociales que se prestaban al pueblo era muy alto. En
el Norte de África no hubo un estado más protegido socialmente que Libia.
Pero allí sí que había un régimen político muy incómodo para Occidente. Y
sí, en un momento dado este régimen apoyó al terrorismo. Había que quitarlo
y lo quitaron. A nadie le importaron los medios. ¿Cree que el régimen de Al
Asad en Siria es o ha sido tan inhumano y cruel como nos dicen? Pues no,
visité Siria en numerosas ocasiones, hablé con la gente, estuve en Alepo y
Damasco. Sentía una fuerte protección social, nada que ver con Rusia, por
eso siempre comparaba el nivel con el de la Unión Soviética. Y en Siria era
más alto, sin lugar a dudas. Lo que molesta es el líder.
-¿Cree que Estados Unidos para eliminar a Al Asad está dispuesto a destruir
el país?
-Por supuesto, porque detrás de él está su partido, parte del cuerpo de
oficiales educado en su mayoría en Rusia. Indudablemente, estamos ante el
intento de destruir un Estado con toda su historia.
-Conoció a Che Guevara mucho antes de la Revolución Cubana, ¿fue un
encuentro casual?
-Pasaron más de 60 años y puedo decir que no fue casual. Nos vimos en el
apartamento donde se hospedaba en México Raúl Castro. A Raúl lo conocía
desde 1953. Aquella vez sí que fue casualidad, fuimos vecinos de camarotes
en un barco. Cuando Raúl se vio emigrado a México fui a visitarlo como viejo
amigo. Yo entonces era becario de la Embajada de la URSS. Raúl no estaba
bien y al lado de su cama vi a Che Guevara. Así fue como lo conocí y me lo
presentaron como un médico emigrante.
-¿Qué período de la vida de Che Guevara debería considerar el más lleno?
-Destacaría dos etapas, la primera es la guerra revolucionaria en Sierra
Maestra. Desde el punto de vista militar la victoria fue posible
precisamente gracias a Che Guevara, cuyas tropas partieron de la zona,
consiguieron llegar hasta el centro del país y tomaron a finales de
diciembre la ciudad de Santa Clara, en pleno centro de la isla. Significó el
final de la guerra, al día siguiente Batista abandonó Cuba.
De modo que fue el Che quien forzó a Batista a huir. Fidel Castro tardó una
semana en llegar hasta La Habana, siendo el segundo después de Che Guevara
en entrar en la ciudad.
Y la segunda etapa es la del martirio, la de la expedición boliviana, donde
demostró su inquebrantable ánimo. Fue grande en su victoria y en su fracaso.
Tomado de RIA Novosti