¿Eres Heterosexual? NO. YO SOY NORMAL

¿Eres Heterosexual?
NO. YO SOY NORMAL

Por Felipe Rivas San Martín

Es verano de 2002. La emisora chilena “Canal 4, RED Televisión”, transmite un programa de conversación al medio día. En esta ocasión hay una invitada especial; es una mujer que ha asumido públicamente su orientación sexual lésbica y quiere hablar desde su experiencia de vida.

Pasados 20 minutos de programa y luego que la conductora ha llevado a cabo su trabajo periodístico, se abre la posibilidad al televidente de que exprese su opinión sobre el tema, en directo y llamando al teléfono que aparece en la pantalla.

Las opiniones del público, transitan como es esperable, desde el repudio homofóbico a la progresista moda tolerante.

Sin embargo, va a ser uno de los televidentes quien captará mi atención. Posiblemente, fue quien desplegó el discurso más marcadamente homofóbico, generando un diálogo y discusión directo con la invitada. Hasta que en un momento y como en un afán de aclarar las cosas, ella hace una pregunta un tanto obvia:

“ Bueno, ¿Tú eres heterosexual?”

Y la respuesta del televidente me dejó perplejo:

“ No. Yo soy Normal”

Probablemente, una primera impresión, más bien superficial de este hecho, podría llevarnos a pensarlo como un despliegue de ignorancia. Así, la “falta de conocimiento “, sería la razón irrefutable que nos haría entender esa homofobia, digámoslo desde ya “irracional”. El hombre no sabía que su experiencia sexual tenía un “nombre” particular, estaba conceptualizada y definida incluso científicamente como “heterosexualidad”, en contraposición a la “homosexualidad”. Eso sería un análisis correcto.

Sin embargo, me parece que este traspié anecdótico de la ignorancia homofóbica, puede ser leído de otras maneras.

En definitiva, este ensayo es un ejercicio de análisis que se aleja de la manera tradicional como debería ser leído un fenómeno como el enunciado. Lo que voy a hacer es un ejercicio de desenfoque y reenfoque para lograr mirar “otras cosas” que se ponen en juego y se dejan entrever en esa singular respuesta.

Lo primero que haré será tomar un poco más en serio al televidente. Esta es mi posición inicial: creo que lo que él plantea es bastante serio.

A partir de esta toma de posición, voy a intentar descubrir cuál es la coherencia que fundamenta un discurso como ese. Intentaré en definitiva acercarme a un entendimiento de los mecanismos que fundamentan la homofobia y hacia una descripción de la relación entre lo que llamamos la homosexualidad y la heterosexualidad, además de aproximarme a lo que podría ser una nueva estrategia de los movimientos de disidencia sexual de los que soy parte y en los que pongo en definitiva estos esfuerzos teórico-críticos y políticos de práctica colectiva .

La relación que se establece entre la Heterosexualidad y la Homosexualidad , es la relación entre el centro y su periferia y es en sí misma una relación asimétrica.

En este sentido, esta singular respuesta, nos lleva a cuestionar el grado en el que la heterosexualidad se “piensa” a si misma como un algo específico. La heterosexualidad no se cuestiona a si misma como una sexualidad específica o particular, sino que se piensa primordialmente o en primer término como lo normal, lo natural y hegemónico. Así, se vuelve centro, generalidad, universalidad o en otros términos, Lo No Marcado.

Hablar de heterosexualidad v/s homosexualidad, como lo hizo la medicina y la psiquiatría desde el siglo XIX, invisibiliza la relación verdadera que existe entre ambos términos. La Heterosexualidad es lo general y lo normal, hegemónicamente construido en la cultura. Al hablar de “heterosexualidad” y “homosexualidad”, pareciera que estuviéramos hablando de dos términos, dos posibilidades iguales, dos especificidades o particularidades sexuales, desde un punto de vista objetivo y neutral. Dos experiencias de la vida sexual, que de la misma forma son marca en lo que respecta a la verdad sexual de los sujetos.

El discurso médico que se hace pasar por neutral, quiere invisibilizar esta relación de poder constitutiva en el binomio homosexualidad y heterosexualidad.

En este momento adquiere más sentido que nunca la frase de Guattari:

“Sólo hay una sexualidad; la homosexual”.

Monique Wittig definió la heterosexualidad ya no como una práctica sexual sino como un régimen político. O para ser más exactos y siguiendo a Foucault, como un régimen biopolítico, que administra los cuerpos, su anatomía, sus usos, caracteriza ciertas zonas de este como órganos , algunos catalogados de sexuales , que van a determinar la verdad de los sujetos; su sexo, su identidad de género y orientación sexual normalizados y ontológicos.

Cito a Wittig:

“La mente hetero no puede concebir una cultura, una sociedad donde la heterosexualidad no ordene no solo todas las relaciones humanas, sino también la misma producción de conceptos e inclusive los procesos que escapan a la conciencia”.

“Los discursos de la heterosexualidad nos oprimen en el sentido que nos impiden hablar a menos que hablemos en sus términos. Todo lo que los cuestiona es inmediatamente descalificado como elemental. Esos discursos niegan toda la posibilidad de crear nuestras propias categorías. ‘Hombre’ y ‘Mujer’ son conceptos políticos de oposición y la cópula que dialécticamente los une es, a la vez, la que los hace desaparecer. Para nosotras y para nosotros, esto significa que ya no puede haber mujeres y hombres, y que como clases y categorías de pensamiento o lenguajes tienen que desaparecer política, económica e ideológicamente. Si nosotras como lesbianas y ustedes como homosexuales seguimos hablándonos y pensándonos como mujeres y como hombres, estaremos preservando la heterosexualidad. Los conceptos hetero se van socavando: ¿qué es una mujer? Pánico, alarma general para una defensa activa. Francamente, es un problema que las lesbianas no tenemos porque hemos hecho un cambio de perspectiva y sería incorrecto decir que las lesbianas nos asociamos, hacemos el amor, o vivimos con mujeres, porque el término ‘mujer’ tiene sentido sólo en los sistemas de pensamiento y económicos heterosexuales. Las lesbianas no somos mujeres (como no lo es tampoco ninguna mujer que no esté en relación de dependencia personal con un hombre)”.1

Si bien Wittig modifica radicalmente el significado del término heterosexualidad , resemantizándolo y aproximándolo a una politicidad que abre nuevos horizontes tanto en las producciones teóricas como en las luchas colectivas de los grupos de disidencia sexual, mantiene el término del binomio, conservando así intacta la estabilidad interna de ese discurso sin cuestionar el signo que se ocupa frente a lo que se quiere representar.

En contraposición, Michael Warner y Lauren Berland abrirán una nueva vía enunciativa en su ensayo “Sexo en Público” rebautizando a la heterosexualidad como cultura heterosexual o heteronormatividad.

“La heterosexualidad no es un algo. Hablamos de cultura heterosexual (heteronormatividad), más que de heterosexualidad, porque esa cultura nunca ha contado más que con una identidad provisional. No se reduce a un simbolismo, ni a una ideología única, ni a un conjunto unificado de creencias.“2

Me parece que el término “heterosexualidad”, no es la mejor forma de nombrar el fenómeno que esta palabra quiere enunciar. Por lo tanto, no hablaré más de heterosexualidad.

No me interesa como materia de análisis una sexualidad particular (que sería a lo que alude el término heterosexualidad), sino que me interesa analizar un constructo que se autodefine como “lo normal”. Esa es la verdad de la heterosexualidad, su carácter no particular, no singular, sino general y normativo.

La heteronormatividad, como ya lo señalaba antes, es un régimen político, un régimen biopolítico 3 que funciona a través de diversos mecanismos de poder represivos y sobretodo productivos, para controlar nuestros cuerpos. Sólo dentro de la matriz heteronormativa adquieren su coherencia e inteligibilidad los cuerpos en cuanto cuerpos sexuados, dentro del binomio hombre-mujer.

El cuerpo, fragmentado en órganos, nos dirá a través de ciertas zonas específicas, clasificadas como un tipo especial, decisivo de órganos (los órganos sexuales), la verdad del sujeto.

A partir de la implantación de la diferencia sexual, se estabiliza la categoría a través del pack cultural que acompaña a cada sexo, o sea lo que hasta ahora entendíamos como género, que estructura las relaciones de poder asimétricas entre hombres y mujeres.

Los dos términos del binomio, se entienden opuestos y complementarios, llamados a atraerse en la institución de la pareja, el amor, la fidelidad y el matrimonio monogámico (al menos en Occidente). En definitiva la implantación cultural de la diferencia sexual (sexo), la citación performativa y reiterada constantemente del género y la estabilización del deseo heterosexual, son la tríada que da coherencia interna y sujeción cultural al sujeto heterosexual normativo. 4

Será la institución de la familia burguesa la encargada de asegurar la estabilidad del constructo a través de la reproducción de los sujetos tanto biológica como culturalmente.

La heteronormatividad fija las prácticas sexuales en identidades sexuales esencializadas y ontológicas. Además, garantiza la estabilidad del sujeto heterosexual, a partir de la exclusión radical del abyecto (lesbiana, loca, homosexual, tortillera, travesti, trans, sadomasoquismo, sexo intergeneracional, prostitución, etc.)

La relación entre la sexualidad normativa y las sexualidades abyectas, no es la de una relación entre posibilidades particulares, sino una relación entre la periferia y el centro, entre lo normal y general, y lo abyecto y particular.

Por lo tanto, la exclusión de las sexualidades abyectas (que definiré provisoriamente como homofobia 5 no es un caso aislado de sujetos singulares, sino una característica fundante del orden heteronormativo.

A este respecto, cito a Guillermo Núñez Noriega en “Deconstruyendo la Homofobia “:

“ La homofobia es una práctica institucionalizada que consiste en violentar la vida de los demás, en violentar nuestras capacidades y potencialidades humanas. La violencia es consustancial al orden social en que vivimos y consideramos normal. La llamada ‘normalidad’ necesita de la violencia para existir y reproducirse. La violencia no es pues ‘anormal’, ni siquiera el producto de seres desviados, es el resultado del actuar en la norma.“6

Por décadas, el movimiento de liberación homosexual se articuló a partir de la utilización identitaria de un sujeto político colectivo como base para la acción. La configuración de un “nosotros”, posibilitó el agenciamiento en pro del reclamo de derechos.

Sin embargo, esta identidad en muchos casos no se pensó como una estrategia política más, sino que se estructuró en tanto esencia ontologizada, generando efectos de poder y de exclusión al interior mismo de esas categorías que supuestamente nos iban a liberar.

Asimismo, la reivindicación de Derechos, confluyó en una práctica política integracionista, que abogaba por incluir a las minorías al régimen ya establecido.

Las demandas de legislación de matrimonio o unión civil, de derecho a formar una familia, o de ingresar a la iglesia o al ejército, terminaron por normalizar una lucha que acabó transando con el régimen heteronormativo para alcanzar la respetabilidad social.

Un movimiento verdaderamente liberador, no puede contentarse con promover la inclusión al régimen de poder. No se trata de intentar salir de la periferia para ingresar en el centro. No se trata de dejar de ser abyectos para ser normales. Se trata de cuestionar el fundamento mismo que estructura esa dicotomía, o sea la existencia misma del centro como centro y la existencia misma de lo normal como régimen político de normalización.

Referencias:

1 Monique Wittig, La Mente Hetero , citado en “che, vos te diste cuenta que sos una mujer?”

2 Michael Warner y Lauren Berland, “Sexo en Público”

3 Michel Foucault, La Historia de la Sexualidad vol. 1 La voluntad de saber, editorial siglo XXI.

4 Judith Butler, El Género en Disputa, sujetos de sexo, género, deseo. Edit. Peidós, colec. Genero y sociedad.

5 Digo homofobia provisoriamente, porque aunque con ese término se ha querido incluir otro tipo de actitudes discriminatorias como la transfobia o la lesbofobia, no alcanza a dar cuenta de lo verdaderamente importante: el rechazo de lo “abyecto”.

6 Guillermo Núñez Noriega, Deconstruyendo la Homofobia. Ver también: Sexo entre varones; poder y resistencia en el campo sexual. Edit. Paidós.

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