INTRODUCCIÓN
Plantear una redefinición, o una nueva concepción, o una concepción más amplia de la masculinidad, ya no se trata de un asunto demandado únicamente por las feministas. También traduce el deseo de muchos varones que diariamente realizan, en forma soterrada y de manera coartada y reprimida, diversas prácticas y vivencias que, a pesar de las adversidades y circunstancias, se han atrevido a explorar a través de relaciones y posiciones íntimas, sociales y políticas distintas a las tradicionalmente establecidas para los varones. Una reformulación de la concepción de la masculinidad mantenida hasta ahora, implica el reconocimiento a través del estudio y registro de esas diversas prácticas y vivencias que experimentan muchos varones con un deseo y un modo de pensar excepcionales, de la existencia de diversas expresiones o manifestaciones masculinas, algunas de las cuales, incluso, se plantean como opuestas al modelo de masculinidad establecido en forma hegemónica.
Ciertos estudios1 confirman la existencia, en diferentes sociedades e incluso en una misma sociedad, de múltiples masculinidades. Ahora bien, algunos investigadores sociales2 encontraron, como un factor común en la mayoría de los grupos sociales por ellos estudiados, una misma tendencia a exaltar un modelo de masculinidad por encima de los otros existentes, el cual se busca imponer de forma hegemónica a todos los varones pertenecientes al grupo3. También establecieron que en la constitución de tales modelos hegemónicos intervienen factores de diferentes órdenes: políticos, económicos, sociales y culturales.
Y no sólo esto, han constatado, además, que desde hace muchísimo tiempo, en la mayoría de las sociedades del mundo, el modelo de masculinidad predominante se ha caracterizado, a pesar de sus variantes, por ser básicamente sexista y homofóbico4. Y, según los mandatos de este modelo hegemónico de masculinidad, un varón debe ser activo, jefe de hogar, proveedor, responsable, autónomo, no rebajarse ante nada ni ante nadie; ser fuerte, no tener miedo, no expresar sus emociones; pero además, ser de la calle y del trabajo. En el plano de la sexualidad, el modelo prescribe la heterosexualidad.
Sin embargo, este modelo hegemónico resulta incompatible con una sociedad donde se respete la diversidad y el derecho de los individuos a elegir su propia forma de vivir. En este tipo de sociedad, habría de darse un rechazo a la imposición de un único modelo de masculinidad.
Uno de los planteamientos que a este respecto se ha hecho es que no se puede crear obstáculos al surgimiento de distintas masculinidades, y que lo más importante es propiciar el desarrollo de varios modelos de masculinidad alternativos no supeditados a un patrón racionalista, exclusivista y antihumano como el que se cuestiona. Dado que el ser humano no puede vivir en un contexto social sin modelos y patrones definidos, que le den orientación y sentido a su vida, se necesita, sin embargo, que los nuevos modelos de masculinidad que surjan o se planteen sean abiertos, plurales, y esencialmente integradores, tanto a nivel intergenérico como a nivel intragenérico.
Con respecto a esto último debe tenerse presente que una manifestación plural y positiva de la masculinidad, como resultado de la asunción por parte de los varones, en el plano ideológico y en el político, de una posición antisexista y antihomofóbica, ha de fundamentarse necesariamente en el desarrollo de unas relaciones equitativas con las mujeres, y un acercamiento más íntimo y solidario con sus congéneres. Esto significa que la propuesta de una nueva concepción de la masculinidad, distinta de la tradicional, no puede ser un simple esfuerzo racional por sustituir un modelo de hombre por otro, ni de buscar una forma distinta de caracterizar a los varones, sino que básicamente ha de reflejar esa multiplicidad de manifestaciones masculinas de carácter positivo (es decir, antisexistas y antihomofóbicas) que se desarrollan en la práctica. No se puede proponer una nueva concepción de la masculinidad que no se corresponda con lo que los varones con una posición más humana y natural desean y necesitan. Así pues, una nueva concepción de la masculinidad debe constituirse a partir de la diversidad de opiniones y posiciones mantenidas por varones con diferentes tendencias e inclinaciones; y, sobre todo, plantearse como una concepción abierta, plural, flexible y dinámica que pueda dar cabida a toda esa diversidad de formas que la masculinidad puede adquirir.
Por otra parte, ninguna redefinición de la masculinidad será plenamente válida si en su elaboración no participan diversos representantes del colectivo masculino, y las mujeres. La elaboración de una nueva concepción de la masculinidad basándose en los aportes y consideraciones de un número amplio y diverso de varones –y de mujeres que se han dedicado a estudiar la problemática masculina–, tiene la ventaja de poder ser aplicada para analizar diferentes realidades o manifestaciones masculinas.
EL RIESGO DE CAER EN LA INDEFINICIÓN
Un gran número de varones buscan hoy dejar de ser machistas, pero no desean hacerse “femeninos”. Muchos de ellos reconocen que ya no pueden seguir siendo sexistas y homofóbicos, pero no quieren dejar de ser masculinos. Su interés y mayor preocupación consiste en cómo asumir su masculinidad de un nuevo modo. Su propósito no es el de renunciar a la definición convencional que de sí mismos tienen como seres racionales, fuertes, activos, y pasar a poseer todos aquellos atributos que la tradición le ha asignado a las mujeres: extremadamente sentimentales, frágiles, vulnerables, sin ninguna clase de poder. Si las mujeres de hoy buscan ser operantes5 y fuertes como los varones, no hay ninguna razón para desear que los varones se conviertan en seres débiles, tal como se les ha enseñado a las mujeres.
Se necesita romper con esa sujeción a los modelos de mujer-frágil-sumisa y varón-fuerte-agresivo. Mucho menos se debe desear una situación de igualdad en base a los patrones masculinos prevalecientes en el pasado, los cuales eran establecidos en función de la hegemonía del modelo masculino dominante.
El deseo actual de muchos varones de encontrar otras formas más positivas de expresar su masculinidad no tiene nada que ver ni con el interés de seguir asumiendo modelos únicos y hegemónicos, ni con la propuesta de hacer que los varones se vuelvan pasivos, como lo fueron y aún siguen siéndolo muchas mujeres. Tampoco desprecian el desarrollo de actitudes humanas tan nobles y deseables para todos como la sensibilidad, el amor, la receptividad y la solidaridad.
Lo que se proponen realmente es contribuir a forjar identidades –femeninas y masculinas– abiertas, versátiles y antiexclusivistas6. En este sentido, se considera inaceptable la propuesta actual de una sociedad sin géneros, hecha por ciertos grupos anarquistas7. Por el contrario, se apoya la de quienes plantean la superación de la clase de identidades de género existente8.
¿Por qué no se debe aspirar a vivir en una sociedad sin género? Porque se necesita seguir construyendo modelos masculinos –o femeninos–, en base a lo positivo de los modelos que han existido y, sobre todo, para mantener una posición sexual coherente, que impida la caída en la indefinición absoluta.
Actualmente, los seres humanos atraviesan por un período peligroso de propensión a la indefinición total: mujeres queriendo ser como hasta ahora lo han sido los varones, y varones que, reconociendo lo indeseable del modelo tradicional machista, y a falta de un nuevo modelo de masculinidad, más auténtico, se esmeran en quedarse en un proceso de “feminización” ridículo y sin sentido9. Unas y otros no reconocen lo inauténtico de sus posturas, porque siguen estando manipulados por un sistema que persiste en mantenerse opuesto al feminismo y a un cambio real en la vida de los varones, tratando siempre de conducirlos hacia un estado de descomposición moral y personal, impidiéndoles realizarse como mujeres y varones definidos en sus posiciones antisexistas y antihomofóbicas.
NI VARONES “BLANDOS” NI INDEFINIDOS
Sostener que los grupos masculinos actuales que apoyan los procesos de cambios promovidos por las mujeres, están en su mayoría constituidos por varones que, en muchos sentidos, están dejando de actuar como “hombres”, es una afirmación válida que, sin embargo, amerita ciertas aclaratorias.
Desde una perspectiva convencional, se ha tendido a pensar que tales grupos masculinos los conforman varones “blandos”, sometidos dócilmente a las exigencias de un feminismo extremista. Es decir, varones con carácter débil, obedientes a los imperativos de mujeres agresivas, con tendencias discriminatorias y antimasculinas.
Esta suposición sigue los preceptos de la ideología patriarcal, para la cual sólo deben existir varones machistas y si no, se estaría ante la presencia de varones afeminados. Esta ideología también sostiene que las mujeres deben ser dóciles y/o hembristas, en todo caso reforzadoras del modelo masculino patriarcal. Desde esta perspectiva, las mujeres que buscan unirse con varones no machistas, serán sospechosas de propiciar la feminización de éstos, ya que al querer relacionarse con varones poco “masculinos”, lo que supuestamente pretenden es establecer un poderío sobre los mismos. Por su parte, a los varones opuestos al modelo patriarcal, se les acusa de maricones, o de imberbes que no han podido desarrollar la fortaleza suficiente para contrarrestar la imposición de mujeres rebeldes y castradoras del poder masculino. Éstas mostrarían, además, una tendencia al lesbianismo, y aquellos hacia la homosexualidad. No en balde, se hacen feos chistes de las relaciones y apoyos mutuos establecidos entre feministas y grupos de lesbianas, y entre grupos de varones profeministas y movimientos gays. Este conjunto de suposiciones no tiene un basamento real y aceptable.
Muchos grupos de varones no están promoviendo la sustitución del modelo tradicional masculino por otro que implique hacerse pasivos, y entregarse a la homosexualidad, como supuesta alternativa de liberación, tal como algunos movimientos gay actuales lo proponen. Dichos grupos no plantean, bajo ningún aspecto, que la superación del modelo masculino tradicional, sexista y homofóbico, implique una “feminización” negativa del varón10.
Pero la actual tendencia liberadora masculina no es, en principio, homofóbica, carácter que siempre ha caracterizado a la ideología patriarcal. El asunto de si se debe ser heterosexual, homosexual o ambas cosas no constituye un verdadero problema para los nuevos varones. Esas discusiones pertenecen al ámbito de las decisiones y gustos personales. No son verdaderos problemas ideológicos o políticos, ni son los problemas que orientan los actuales intereses, deseos y aspiraciones de los varones. En otras palabras, no es el problema verdaderamente importante en sus vidas11.
La preocupación de los varones antipatriarcales de hoy ya no se plantea como temor a la homosexualidad, sino como deseo de encontrar el modo de no dejarse “feminizar”, en el sentido que lo quieren los varones sexistas y homofóbicos. No es que los varones ahora tengan miedo de ser sensibles, amorosos o afectivos por temor a volverse o hacerse femeninos. Su lucha es contra la sodomización12 de la que puedan ser objeto, en tanto que seres sensibles, por parte de los machos duros y poderosos, lo que implicaría hacerse presa fácil de la manipulación y perversión de otros varones.
Los nuevos varones no temen realmente a la asunción de ciertas actitudes consideradas tradicionalmente como femeninas. El problema político actual de los varones consiste en no saber qué hacer para desarrollar un movimiento de liberación mancomunado, junto a otros varones, y también que esta asociación intragenérica no siga siendo fuente de disputas, agresiones, discriminaciones y violaciones, sino de una relación armoniosa y afectiva, realmente transformadora, que no les ponga como condición la realización de relaciones homosexuales obligatorias y degradantes. Los varones actuales no buscan disociarse de las mujeres y únicamente unirse sentimental y sexualmente con otros varones. Este no es el verdadero sentido de su actual propuesta de liberación.
Hasta ayer hacerse “auténticos varones” consistía en tener éxito en doblegar a otros varones y en subordinar a las mujeres. Ese era el único modo de demostrar ante sí mismo y ante los demás, sobre todo ante otros varones, que se era un “hombre de verdad” y que se aspiraba a no ser considerado una mujer. El problema para los varones, en el sistema patriarcal, ha consistido, básicamente, en haber sufrido permanentemente las secuelas de un enfrentamiento injusto e irracional con otros varones, y en procurar, sobre todo los varones poderosos, ganarse, mediante pactos y tretas, la obediencia pasiva de los más débiles, para de este modo lograr obtener beneficios y hacerse con el poder13. El éxito en el manejo de tal juego político, representa aún para muchos varones la única forma de afirmarse como seres masculinos.
Bajo estas condiciones, los varones han quedado completamente supeditados y subordinados a las reglas del poder, las cuales aún continúan estando en manos de aquellos varones que controlan el sistema. Lamentablemente, las relaciones masculinas todavía se plantean como de subordinación y de sometimiento de unos varones a otros.
Sin embargo, los varones de hoy comienzan a reconocer que las cosas para ellos no tienen porqué seguir siendo de ese modo, y están empezando a contemplar, como una de las mejores maneras de resolver el conflicto, la intervención social sobre las leyes del sistema. También se esmeran por replantear la forma como hasta ahora han definido su problemática.
Por este lado, comienzan a descubrir que se necesita, además de un cambio profundo de las estructuras del sistema material establecido, crear, junto con otros varones, unas relaciones nuevas, más afectivas, que contribuyan al forjamiento de un modo de ser masculino no homofóbico –y no necesariamente homosexual–, el cual no los separe de su interés primario por establecer un reencuentro amoroso y paritario con las mujeres. En este sentido, la búsqueda actual de los varones consiste ya no sólo en aprender de las mujeres a ser antisexistas, sino también en desarrollar, junto a otros varones, una actitud antihomofóbica.
Frente a las relaciones cruentas, desleales e inhumanas de los machos del pasado y del presente, se yergue la necesidad de establecer nuevas relaciones, nuevos encuentros y, sobre todo, nuevos ritos de iniciación masculina para los varones. Los varones adultos deben comenzar a enseñar a los varones jóvenes a ser masculinos en otro sentido. La competitividad y la rivalidad del pasado deben dejar lugar a la solidaridad, el cooperativismo y el amor. Pero el fin no es, como sostienen algunos grupos de reflexión norteamericanos, “reencontrar el espíritu masculino que yace reprimido“14, sino construir junto a los otros varones un nuevo tipo de relaciones15.
Otra cosa con la que no se puede estar de acuerdo es con el planteamiento lacaniano de una supuesta existencia en cada uno de nosotros de un doble principio, masculino y femenino. Esta idea basada en la existencia de una naturaleza andrógina en el hombre, es de carácter esencialista y sustentadora de dicotomías restrictivas. El ser humano no tiene ninguna esencia andrógina, ni existen las naturalezas femenina y masculina. Los partidarios actuales de este doble esencialismo plantean una liberación desde el interior. Para ellos, los factores externos son considerados los causantes de los trastornos provocados a esas “tendencias dualistas naturales”.
El inconveniente que surge con este tipo de pensamiento es que además de no contribuir a un cambio de estructuras externas, únicamente propicia una simple reorientación de las mismas, y una mera reafirmación de las internas, lo cual no conduce a reconocer que el problema de los varones no tiene por causa los problemas intrapsíquicos, sino sus relaciones sociales, materiales y culturales, sobre todo con otros varones. En consecuencia, el cambio no puede resolverse terapéuticamente, en forma personal, por una renovación interior, sino más bien de forma política y grupal, con la participación de varones y mujeres, es decir, de toda la sociedad. Tal como lo sostiene Laura Asturias:
(…) el cambio personal y espiritual de los hombres no será suficiente para hacer frente a los problemas de explotación y desigualdad de poder. Su crecimiento individual no conducirá automáticamente a acciones personales o políticas que apoyen la igualdad de género, y hasta podría hacer que ayude a los hombres a acomodar las demandas de las mujeres en un patriarcado más sutil y modernizado. Es por ello que las estrategias grupales y colectivas son vitales para desmantelar la opresión16.
ALGUNAS PROPUESTAS PARA LA CONSTRUCCIÓN DE MASCULINIDADES ALTERNATIVAS FORMULADA POR VARONES
Cooper Thompson, en su artículo “Debemos rechazar la masculinidad tradicional“17, propone ir más allá de lo que comúnmente se conoce como “lo masculino”, es decir, más allá de una figura con las actitudes ligadas a la imagen hegemónica de la masculinidad definida patriarcalmente. Por su parte, Warren Farrel18, acusa que en la actualidad no se ve ningún lado bueno a los varones. Sostiene que si bien el varón gana mucho yendo más allá de los límites establecidos por su identidad, también es importante reconocer la existencia de algunas cualidades valiosas en la masculinidad tradicional que es necesario conservar. Propone que algunos aspectos del modelo tradicional de masculinidad no sean rechazados en forma general y simplista, y que pueden seguir siendo asumidos sin vergüenza. Robert Bly19 aboga también por un rescate de las características positivas de la masculinidad, sobre todo de aquellas que le permitan mantener la confianza y seguridad en sí mismo, y aboga porque ese cambio hacia una personalidad más pacífica, abierta y receptiva no anule o disminuya su energía masculina. Sostiene que en los últimos veinte años muchos varones se han vuelto más considerados, más amables, pero esto, sin embargo, no ha traído una mayor felicidad a los mismos. Por el contrario, el desarrollo de una actitud profeminista en muchos varones los ha conducido a sentirse embargados por profundos sentimientos de culpabilidad y de autocrítica.
Por ello, Aaron Kipnis20 plantea la necesidad de una nueva masculinidad, cuyo concepto englobe actitudes equilibradas que den cuenta de un varón poseedor de muchas características tradicionales positivas de la masculinidad –entre las cuales estarían la de ser erótico, libre, salvaje, alegre, enérgico, agresivo y fuerte–, pero que al mismo tiempo sea capaz de vivir en armonía con la tierra y con la feminidad.
Para Thompson21, en realidad, los varones que han hecho de sus vidas objeto de reflexión, buscando con ello establecer un cambio en las mismas, se han propuesto ser “más abiertos, expresar sus emociones, estar más cerca de sus hijos y de sus mujeres para descubrir el placer de estar más en contacto con ellos mismos“22. Pero, lo más importante es que “ven la masculinidad como una estructura rica, plena, que no necesita oprimir ni fundamentarse en la subordinación de las mujeres ni de otros grupos“23.
Algunos grupos masculinos políticamente cohesionados también han hecho propuestas en este sentido. En efecto, en Norteamérica, Europa y Australia, han surgido grupos de varones dedicados a estudiar la masculinidad en forma crítica y en todos sus aspectos. Cuestionan la masculinidad patriarcal como paradigma universal de la experiencia humana y problematizan la forma como el varón ha construido los valores, al mismo tiempo que resulta construido por ellos. Proponen no un modelo sustitutivo, sino diferentes modelos masculinos opuestos al modelo patriarcal, los cuales les permitan explorar, sin restricciones, todo lo agradable y positivo que su condición de varones les proporcione. Se trata de modelos de masculinidad basados en una concepción igualitaria y no jerárquica, cuyo sentido se mida “no en sus éxitos personales, sino en la manera en que su labor revierta en la mejora de la sociedad a la que se sienta responsablemente vinculado“24. Unas masculinidades nuevas, antisexistas, antirracistas, antihomofóbicas, promotoras de una vivencia de la masculinidad amplia y diversificada, plural y abierta.
ALGUNAS PROPUESTAS PARA LA CONSTRUCCIÓN DE MASCULINIDADES HECHAS POR MUJERES
Ángels Carabí, en su artículo “Construyendo nuevas masculinidades: una introducción“25, sostiene que la ética patriarcal, basada en oposiciones que engendran desigualdades, ha determinado el carácter no sólo de las políticas de género (dentro de esta ética, el varón es considerado superior a la mujer, sujeto de su propio deseo, activo, no necesariamente hermoso, autorizado a desatender el cuidado familiar y a asumir el individualismo como valor de éxito), sino también las políticas de la raza (en el encuentro entre etnias y culturas diferentes, el varón de raza blanca creó los mecanismos para afirmar su masculinidad desvalorizando la masculinidad del “otro”, confiriéndole un sentido de inferioridad y de necesaria subordinación), y las políticas de la orientación sexual (frente a los varones que no se comportaban como “hombres”, los definió como no masculinos y, por tanto, despreciables. Se asignó a la homosexualidad un significado negativo: ser el antiespejo de la hombría, y un factor de riesgo que atenta contra la institución familiar)26.
Sin embargo, desde los años sesenta del siglo pasado, el sistema patriarcal, basado en el predominio del varón de raza blanca y de comportamiento heterosexual, junto con sus valores e ideología, ha sido puesto en tela de juicio por diferentes movimientos sociales entre los cuales destaca el feminista, el de Derechos Civiles en los Estados Unidos, y el desarrollado por algunos grupos gay. Estos movimientos conmocionaron la construcción de la masculinidad sobre la que se asentaba la configuración del varón blanco y heterosexual, el cual ha reaccionado con violencia del mismo modo que lo ha hecho para construir el sistema patriarcal, el cual le ha permitido instituirse como un ser superior, tratando con ello de defender su antigua posición de privilegios, es decir, su poder. Esta violencia si bien controlada por la actual sociedad de derechos, ahora se expresa de forma alarmante y compulsiva, y en modos muy aberrantes, en el nivel doméstico.
Carabí sostiene que en una sociedad donde exista una clara política de igualdad de derechos, el varón no necesita seguir teniendo el control, y que el compartir el poder no supone para él una pérdida de su virilidad, ni una pérdida real de su poder social. Dentro de esa sociedad, la autorreferencilidad masculina resulta una ideología limitada, obsoleta, ahistórica, injusta, e incluso una prisión para el propio varón. Si éste reconociera su real situación, podría aventurarse a experimentar nuevas formas de vivir en sociedad más creativas, nutricias, satisfactorias y justas para todos.
El varón que conoce su realidad es conciente de la construcción tradicional de la masculinidad que le ha configurado, y la somete a un análisis crítico buscando mecanismos para superarla porque ya no se muestra dispuesto a seguir perpetuándola. Se opondrá a una concepción esencialista de la masculinidad y de la feminidad, y ya no querrá afianzarse en una visión jerárquica e inmovilista. Sabrá entonces que la masculinidad no procede de un concepto esencialista sino culturalmente construido. Reconociendo que los varones tradicionalmente se han definido no partiendo de sí mismos sino perfilándose a través de alteridades que han creado, no seguirá haciéndolo de este modo, en negativo (la masculinidad no es femenina, étnica, ni homosexual), porque ya no apoyará seguir configurando sociedades sexistas, racistas y homofóbicas.
El varón dispuesto a cambiar, porque lo considera algo realmente necesario para él y para la humanidad, ha de proponerse desvincularse de ese bienestar que le confiere su masculinidad que le permite hacer y deshacer concediendo unos pocos derechos a esas “otredades” por él construidas. También necesitará compartir sus puntos de vista con las mujeres, sin sentirse por ello amenazado. Así mismo, concebirá la raza blanca igual a cualquier otra, e incluso asumirá la homosexualidad como otra posible orientación sexual sin que su propia masculinidad se vea cuestionada.
Aceptará los reclamos y respetará los derechos de los grupos marginados, reconociéndolos como sujetos y no ya como “otros” subordinados, lo cual le ayudará a restablecer el diálogo que él mismo contribuyó a romper y así, mediante la comunicación, conformará su subjetividad no en forma autorreferente sino mediante la estructura de relación. Ha de reconocer que la construcción de una nueva masculinidad únicamente la logrará sobre la base de un enfoque relacional, y para conseguirlo debe comenzar desde la infancia.
Al niño varón, el padre ya no debe impedirle el vínculo con su primer objeto de placer, que es la madre, ya que este vínculo le permitirá incorporar ciertas tendencias femeninas positivas. Y si el niño logra una identificación positiva con la madre-mujer, entonces no convertirá en objeto de miedo y odio a la feminidad. Así alcanzará a vivir su identidad de género con seguridad y sin conflicto, concibiendo su desarrollo personal no de forma aislada e individualista sino relacional. El desarrollo del niño hacia la vida adulta debe nutrirse de las relaciones con ambos objetos paternos, para lo cual se requiere que la educación familiar sea compartida. Si desde su nacimiento tiene libre acceso a una igual atención por parte de ambos padres, “estará expuesto a las capacidades positivas de los dos géneros, lo cual evitará el rechazo de uno de ellos a favor del otro y, por tanto, el desarrollo de identidades neuróticas“27.
El varón necesita revisar los presupuestos en que se ha asentado su masculinidad y ser crítico de la masculinidad convencional, lo cual implica hacerse conciente de su rol de víctima de las limitaciones regidas por esa tipo de masculinidad. Esto es lo que se llama conciencia de género.
Muchos varones que han desarrollado este tipo de conciencia han conformado grupos de reflexión y de apoyo a las mujeres feministas. Estos varones manifiestan el deseo de tener relaciones más igualitarias con las personas, les abren espacios segregados en entornos públicos y domésticos, y les muestran sus deseos de participar de los placeres y también de las preocupaciones que comporta el amor y el cuidado de los hijos. Están dispuestos a redescubrir en ellos características tradicionalmente consideradas femeninas, como la receptividad, el afecto, la intuición, la ternura, el amor, la emoción. Asumen como enemigo común la masculinidad convencional y buscan ejercer acciones para modificarla. Así mismo, tratan de aprender a ser más abiertos, a expresar sus emociones, a estar más cerca de la familia, y a estar más en contacto entre ellos mismos.
Como estrategias para facilitar el cambio persiguen una mayor flexibilidad laboral para hacer compatible la vida personal con la laboral; disfrutar de permisos de paternidad; compartir el trabajo doméstico y el cuidado de los hijos.
También han buscado:
Crear grupos de reflexión, llevar a cabo cursos y jornadas sobre la condición masculina y trabajar en centros de cuidado de violación donde aconsejan a hombres que son violentos o que muestren cierta potencialidad a ser violentos. Estos hombres apoyan el aborto, están dispuestos a aprender a escuchar a sus amigos, a sus mujeres, a sus hijos. Admiten y celebran la dependencia que sienten hacia sus amistades y hacia sus compañeras e intentan liberarse de una construcción convencional de la masculinidad de la que, hasta ahora, se sentían prisioneros. Estimulan la capacidad solidaria del varón…, aprecian el humor… Ven la masculinidad como una estructura rica, plena, que no necesite oprimir ni fundamentarse en la subordinación de las mujeres ni de otros grupos28.
Hoy, los estudiosos y estudiosas que analizan en forma crítica la forma como se construye la masculinidad tradicional, se dedican a entender y promover estas nuevas visiones de la masculinidad, concibiendo a ésta como una experiencia propia de cada varón, y no como paradigma universal de la experiencia humana. También profundizan en la historia para recuperar y reforzar modelos masculinos positivos que “permitan reconocer las posibilidades de aquello en lo que el hombre puede llegar a convertirse“29.
Carabí plantea la búsqueda de nuevos modelos masculinos positivos, es decir, de varones igualitarios y no jerárquicos, “cuyo sentido de la hombría se mida no en sus éxitos personales, sino en la manera en que su labor revierta en la mejora de la sociedad a la que se sienta responsablemente vinculado“30. Pero para que los varones aprendan nuevas formas positivas de ser hombre han de oponerse a la jerarquización de roles, y al establecimiento de relaciones opresivas basadas en la subordinación. También es necesario que el varón establezca vínculos cercanos con otros varones, y con los grupos que aun siguen siendo marginados, ya que son básicamente éstos los que han venido trabajando en la reconstrucción del ser humano. Sin la participación de los varones no podrán construirse masculinidades nuevas antisexistas, antirracistas, antihomofóbicas y auténticamente viriles, pero deben hacerlo desmantelando ellos mismos las viejas instituciones, las ideologías inmovilistas, y aprendiendo a dialogar con los otros, en un plano de igualdad y de intercambio cooperativo.
A MANERA DE CONCLUSIÓN
La nueva concepción de la masculinidad que aquí se quiere proponer se concreta en la denominación de Nuevas masculinidades positivas. Dicha categoría se ha utilizado para definir aquellas nuevas manifestaciones de la masculinidad que son catalogadas como positivas por su carácter antisexista y antihomofóbico. La misma ha sido tomada de Ángels Carabí, quien la ha utilizado para el estudio, desde la perspectiva de género, de los nuevos modelos masculinos no convencionales, que actualmente se están conformando dentro del colectivo de varones. Sin embargo, los criterios que Ángels Carabí utiliza para definir las nuevas formas de masculinidad positivas, han sido ampliados y complementados con la incorporación de otros formulados por distintos pensadores y pensadoras, que se han considerado igualmente válidos y complementarios.
La nueva concepción de la masculinidad que se propone, por su imbricación con aspectos socio políticos más amplios, traduce una posición no sólo antisexista y antihomofóbica, sino también antirracista y anticlasista por parte de los varones. La misma ha sido concebida en base a dos dimensiones básicas: una socio-política, referida al conjunto de acciones que evidencian el desarrollo en la práctica social de los ideales con los cuales se comulga; y una dimensión ideológica a través de la cual se revelan los cambios en el modo de pensar como consecuencia de la influencia de ciertos grupos contestatarios como los feministas, y también de las intenciones o ideales con los que muchos varones orientan sus deseos de cambio aunque les haya resultado inviable o difícil cumplir totalmente con los mismos.
Las cualidades que, en su dimensión socio-política, caracterizan lo que se podría considerar una nueva forma de expresar una masculinidad positiva son: compartir el control de la realidad con las mujeres, no utilizar el poder para imponerse sobre otros, apoyar las luchas emprendidas por los grupos socialmente marginados, promover formas justas de vivir en sociedad, luchar por disfrutar de su trabajo y de su hogar por igual, compartir las labores domésticas y el cuidado de los hijos, preocuparse más por la mejora de la sociedad que por sus intereses personales, apoyar las demandas y los planteamientos de las feministas, agruparse con otros varones para plantear cambios en sus actitudes convencionales, manifestarse públicamente en contra de la desigualdad en cualquier sentido, asumir una posición ambientalista y ecológica, reconocer y apoyar el derecho de los otros a vivir en forma diferente.
Y las cualidades que, desde el punto de vista ideológico, caracterizan una nueva forma de expresar una masculinidad positiva son: estar conciente de la construcción cultural de la masculinidad que le ha configurado, promover la no violencia en sus hijos y en otros hombres, cuestionar la visión esencialista de los conceptos de masculinidad y feminidad; no afianzarse en una visión inmovilista de la masculinidad; aceptar otras manifestaciones de la masculinidad distintas de la tradicional, cuestionar la concepción tradicional de la masculinidad, oponerse al machismo, reconocer las consecuencias negativas que el machismo ha traído a sus relaciones interpersonales, definirse a partir de sí mismo y no perfilándose a través de alteridades opuestas y negativas que él haya creado, ser capaz de desarrollar capacidades positivas de los dos géneros, no ver amenazada su masculinidad por compartir sus puntos de vista con las mujeres, no considerar la homosexualidad como un peligro para su masculinidad, no tener problemas en establecer vínculos cercanos y afectivos con otros varones, asumir su sexualidad de forma versátil, conservar algunas cualidades masculinas tradicionales positivas, ser contrario a una educación sexista y homofóbica para los hijos, estar de acuerdo con que la madre participe en el proceso de hacer al hijo un hombre, buscar que el hijo, desde temprano, no desarrolle una identidad masculina agresiva ni egocéntrica, mostrarse abierto y receptivo ante los demás, no considerar la heterosexualidad el único patrón para definir su virilidad y su vida social, no pensar en el coito como el fin de la sexualidad.
Una concepción como ésta resulta, en algunos de sus aspectos, sumamente audaz y para nada convencional, y lleva a preguntarse, por una parte, si las mujeres, incluyendo las mujeres política e ideológicamente liberadas, estarían dispuestas a aceptarla. La cuestión real que se presenta es saber si la mujer de hoy está dispuesta a unirse a un varón que ha desarrollado, por ejemplo, una sexualidad versátil, o que no considera a la heterosexualidad el único patrón para definir su virilidad y su vida social.
Cuando la mujer asume otra mentalidad y se hace feminista, no sólo se dedica a combatir el patriarcado y la ideología machista, sino que también busca una nueva relación con un varón con una mentalidad y un modo de actuar más humanos. Ahora bien, cuando una mujer con esta posición y mentalidad logra unirse a un varón profeminista y antipatriarcal, la clase de relación que ambos logren desarrollar y el éxito en mantener la misma, dependerá de cuán firmes están ambos en sus posiciones, de la cantidad de prejuicios de la que hayan podido deslastrarse, y de cuán dispuestos estén a respetar y a valorar el derecho de cada uno a disfrutar, de la forma como mejor desee, de un despliegue libre de sus capacidades naturales.
La cuestión más importante que tendrán que reconocer y aceptar, en forma definitiva, es que ya no hay necesidad de regir sus vidas basándose en oposiciones engendradoras de naturalezas distintas, clasificaciones, separatismos, exclusivismos y desigualdades. Y que cuando los parámetros patriarcales ya no ejercen su poder hay posibilidad para que cada uno desarrolle todas sus capacidades naturales, porque ya no existirán varones dominantes y mujeres y varones dominados ni, en consecuencia, masculinidades hegemónicas ni masculinidades despreciadas. Dentro de esta situación especial, ya no habría necesidad de atenerse o someterse a clasificaciones, ni los individuos tendrían que verse obligados a asumir identidades rígidas o unívocas que los diferenciaría como seres humanos con visiones del mundo incompatibles con las de los demás, o con gustos y deseos excepcionales, sino que habría libertad para que cada uno/a explore todas sus capacidades naturales y gracias a ello construya una identidad abierta, flexible y plural. Dentro de una situación política de mayor justicia, paridad y libertad, ni las mujeres pueden seguir condicionando el libre despliegue de las capacidades naturales de los varones, ni éstos las de aquellas.
Por otra parte, cabría averiguar si los propios varones están o no de acuerdo con asumir todas o algunas de esas cualidades no ordinarias que algunos autores consideran expresiones auténticas de una nueva masculinidad positiva. Se sabe que a los varones actuales les está costando mucho establecer un cambio efectivo y positivo en sus relaciones con las mujeres, es preciso imaginar cuánto más difícil les resultará establecer un encuentro más solidario y afectivo con otros varones, tal como el desarrollo de las nuevas masculinidades positivas lo exige.
En realidad, el concepto compuesto de Nuevas masculinidades positivas no impone ni sugiere un nuevo modelo a seguir, ni constituye una serie de requisitos para catalogar a un varón como no machista y no homofóbico. Es un concepto que reúne distintas expresiones masculinas que sirven para identificar comportamientos masculinos nuevos y positivos. Un varón que no decida o no guste asumir algunas de las características anteriormente señaladas, no tiene porqué considerársele poco o menos sexista u homofóbico. Cada uno tiene la libertad de decidir la clase de masculinidad con la que más cómodo se sienta. No obstante, todas las cualidades señaladas resultan incompatibles con la noción tradicional de la masculinidad. Este hecho puede servir para identificar a aquellos varones que han comenzado a establecer un cambio real en su modo de actuar y de pensar; e incluso para señalar a aquellos que, viviendo una situación contradictoria, aún permanecen presos de un posición inauténtica.
1 LAMAS, M (Comp.,) (2000). El género. La construcción cultural de la diferencia sexual. Universidad Nacional Autónoma de México. Programa Universitario de Estudios de Género, México.
2 KIMMEL, M (1989). “Desarrollo (de género) del subdesarrollo (de género). La producción simultánea de masculinidades hegemónicas y dependientes en Europa y Estados Unidos”, In: Masculinidades y Equidad de Género en América Latina, FLACSO-FNUAP, Chile; PARRINI, R (2001). “Apuntes acerca de los estudios de masculinidad, de la hegemonía a la pluralidad”. FLACSO, Chile. En línea. Disponible in: file://A:/Red de Masculinidad.http://www.flacso.c1-htm. Fecha de recuperación: 15-03-2002.
3 Algunos de esos investigadores plantean también que mientras más diversificada y compleja sea una sociedad, mayor diversidad de masculinidades logra generarse; sin embargo, tal como se acaba de señalar, siempre una clase de masculinidad llega a imponerse o logra ser reconocida socialmente.
4 Suscribimos la concepción de Alfonso Hernández quien define la homofobia como “el temor que tienen los hombres a los hombres mismos, el miedo a la antropofagia por parte de esos ‘iguales’ a quienes no llenan los zapatos del verdadero hombre, de ese modelo de masculinidad vigente en la sociedad occidental actual” (HERNÁNDEZ RODRIGUEZ, A (2000). “La masculinidad, ¿poder o dolor?”. En línea. Disponible in: http://www2.udg.mx/laventana/libr2/alfonso.html. Fecha de recuperación: 24-09-2004, p. 3.
5 De ahora en adelante, se usará el calificativo operante en lugar de “activo”, por connotar este último un significado cuestionable como también ocurre con el término “pasivo” al cual comúnmente suele estar asociado. En efecto, el término “activo” designa una conducta tradicionalmente exaltada en el varón, caracterizada por reacciones prepotentes a las afecciones externas, y también para definir la actitud impositiva y dominante asumida por los varones machistas.
6 Con ello se muestran de acuerdo autores como GILMORE, D (1994). Hacerse hombre. Concepciones culturales de la masculinidad. Edit. Paidós. Barcelona; KREIMER, J (1991). El varón sagrado. El surgimiento de una nueva masculinidad. Edit. Planeta. Buenos Aires; PALMA MOLINA, A & MOSQUERA, A (2003). “Del dicho al hecho…construyendo el trecho”. En línea. Disponible in: file://a:/las(nuevas)masculinidades.htm. Fecha de recuperación: 12-11-2004; PARRINI, R (2002). Apuntes acerca de los estudios de masculinidad: de la hegemonía a la pluralidad. Art. cit.
7 Para conocer más esta posición anarquista se recomienda el texto traducido, sin autores, “Más allá del feminismo, más allá del géner”, de la publicación Willful Disobedience, Vol. 2, nº.8, En línea. Disponible in: file://A:/Más allá del feminismo, más allá del género.htm
8 Ver “La organización social de la masculinidad”, In: VALDÉS, A & OLAVARRIA, A (Edit.,) (1997). “Suicidio y honor en la cultura gaucha”, In: Masculinidades, Poder y crisis. nº 24. ISIS Internacional, FLACSO-Chile. Ediciones de las mujeres.
9 Un análisis detallado de este asunto puede encontrarse, In: “Grupos de hombres. ¿Por qué implicarse?”, de ESPADA, T (2002). “Grupos de hombres. ¿Por qué implicarse?”, En línea. Disponible in: www.sindominio.net/-txespa/. Fecha de recuperación: 23-12-2003.
10 Por el contrario, lo que los varones liberados de hoy buscan es asumir actitudes emocionales, sentimentales y sexuales que si bien han sido tradicionalmente desarrolladas por las mujeres, las mismas revisten un carácter positivo en el proceso de hominización y de superación del machismo en aquellos.
11 El miedo y el rechazo a la homosexualidad son típicos de la mentalidad sexista y homofóbica. En el modelo patriarcal se educa a los varones con la amenaza de la homosexualidad, siendo ésta la principal idea con la que se juzga y se trata de descalificar y desacreditar la tendencia actual de liberación masculina.
Dentro del sistema patriarcal, la homosexualidad era y sigue siendo utilizada, intencionadamente, como un medio para aprovecharse de la “debilidad” manifestada por muchos varones sensibles, con el objeto de dominarlos; pero también para deshonrar a otros machos con poder. Es así como la homosexualidad ha subsistido, como un recurso paradójico, dentro del sistema patriarcal, al lado del sexismo y como un mecanismo ideológico que se nutre de una homofobia más generalizada.
12 Por “sodomización” se quiere decir el ejercicio de poder de un varón que busca doblegar a otro varón, utilizando la sexualidad para obligarlo a asumir una posición humillante y degradante.
13 Ver el excelente estudio que a este respecto ha realizado DOUGLAS, M (1978) en los capítulos 4º y 5º de su obra: Símbolos naturales: exploraciones en cosmología. Alianza Editorial, Madrid.
14 Tal como lo propone BLY, R, representante del movimiento mito poético, de raigambre psicoanalítica (Vid., THOMPSON, C (1993). Mutual Caring, Mutual Sharing. Stafford County, N.H.
15 En efecto, algunos autores pertenecientes a la corriente mito-poética, sostienen que los varones actuales necesitan “recuperar la masculinidad perdida” (BLY, In: THOMPSON, 1993. Op. cit). Con ello aluden a un hipotético tiempo primigenio en el que los varones actuaban como seres fuertes y orgullosos, sin que esto les impidiera disfrutar de unas relaciones armoniosas con la naturaleza, con las mujeres y con los otros varones. Sostienen que a este período sucedió otro, como consecuencia del surgimiento del patriarcado, persistente hasta hoy, en el que ese carácter masculino “natural y abierto” se endureció y restringió, dando lugar a una masculinidad heterosexista, sexista y homofóbica. Ese supuesto estado primitivo permanece oculto y vivo en lo profundo de la psique humana y en los “arquetipos” de la humanidad, siendo ya hora de que reviva, con ayuda sobre todo de terapias psicoanalíticas individuales o grupales, con las cuales se podría hurgar en las profundidades del alma masculina. A ello supuestamente se debería orientar la actual liberación masculina (KIMMEL, M (1989). Art. cit).
Esta posición, muy bella, sin embargo, reduce toda la problemática masculina a una simple cuestión “espiritual”, la cual ameritaría básicamente una solución psicoterapéutica. Aunque no se tenga constancia de tal apertura masculina en un período primitivo, si se sabe que desde que existe el patriarcado, no sólo las relaciones entre mujeres y varones se hicieron problemáticas, desiguales y restringidas, sino también las relaciones entre los mismos varones.
16 ASTURIAS, L (1997). “Construcción de la masculinidad y relaciones de género”. Ponencia presentada en el Foro: Mujeres en lucha por la igualdad de derechos y la justicia social. Ciudad de Guatemala, 5 de marzo. En línea. Disponible en: http://www.arnet.com.br/-marko/artasturias.htm. Recuperado el 20-06-200, p. 6.
17 THOMPSON, C (1993). Op. cit.