Etnopopulismo
Por Segundo E. Moreno Yánez
En su afán de definir una estrategia política revolucionaria, Lenin explica que el “populismo”, como sistema de ideas, comprende tres rasgos: la concepción del capitalismo como una decadencia o regresión; la originalidad del régimen comunitario campesino bajo una visión armónica, donde la contradicción social brilla por su ausencia; y el desconocimiento de las relaciones existentes entre la intelectualidad populista y los intereses materiales de determinadas clases sociales, que buscan “arrastrar la historia por otra vía”. A estas reflexiones añade Lenin en su artículo “¿A qué herencia renunciamos?” (en: Obras escogidas, vol. I, Moscú, s.d.: 95): “He tenido ya la oportunidad de hacer notar antes (…) que nuestros adversarios revelan una miopía sorprendente al interpretar los términos reaccionario, pequeño burgués, como recursos polémicos, mientras que estas expresiones tienen un sentido filosófico- histórico absolutamente definido”. En los últimos años y gracias a la ausencia de un verdadero pensamiento marxista-leninista, el proyecto romántico del populismo ha devenido hacia una “utopía arcaica”, según la cual las comunidades indígenas (formaciones sociales precapitalistas), como “tipos ideales weberianos”, son modelos de redistribución permanente de la riqueza, ajenas a las contradicciones sociales, plenas de armonía con la “madre” naturaleza. (Cfr. Díaz- Polanco: Indigenismo, populismo y marxismo. México, 1978). Este “etnopopulismo”, debe recordar la advertencia de Lenin (op.cit.: 96) sobre la idealización utópica: “Luchando desde su punto de vista romántico y pequeño burgués contra el capitalismo, el populista (se podría calificar “indigenista”) arroja por la borda todo realismo histórico, al confrontar siempre la realidad del capitalismo con la ficción del orden precapitalista”.
Huérfana de ideología por la desmemoria o ignorancia de las propuestas marxistas, la izquierda latinoamericana ha olvidado al proletario y se ha deslumbrado con el folclor indígena que conlleva el convencimiento racista de una superioridad estética con pretensiones de superioridad moral. El indio, como símbolo de la pureza y del bien, enfrenta a la corrupción capitalista y al malvado neoliberalismo. No fue otro el anuncio de una “new age” nativista, teatralizado por Evo Morales en el escenario de Calasasaya, a los pies de la mal o bien llamada figura de “Huiracocha” que, entre genios alados, domina la “Puerta del Sol”, en Tiahuanaco. Bajo sus lágrimas ornitomorfas, un personaje corpulento del Collasuyo (“poquis colla, mapa colla”, diría el arrogante indio chinchay Guamán Poma), tocado con un gorro de cuatro puntas y vestido al estilo de los recipientes cerámicos Robles Moqo 1B, con solemnidad sacerdotal, y en castellano, anunció a sus oyentes de los “cuatro suyos” la panacea indígena. Recuerde la izquierda que le vivó que es más fácil unir a los pobres bajo el lema de “proletarios del mundo, uníos”, que “indios del mundo, uníos”.