El presente artículo es una versión levemente corregida del prólogo a la edición mexicana de Brasil Potencia. Entre la integración regional y un nuevo imperialismo, Bajo Tierra, 2012.
Cuando los pueblos se lanzan a la lucha no calculan las relaciones de fuerzas en el mundo. Simplemente pelean. Si antes de hacerlo se dedicaran a examinar las posibilidades que tienen de vencer, no existirían ni los movimientos antisistémicos ni la multitud de levantamientos, insurrecciones y resistencias que están atravesando el mundo y nuestra región. Los y las de abajo nunca actuaron con base en la racionalidad instrumental, como suelen creer los cientistas sociales y los analistas que ven el mundo desde arriba.
La gente común aplica en su vida cotidiana, de la que forman parte tanto las resistencias como los levantamientos, una racionalidad otra, hilvanada de indignaciones, sufrimientos y gozos, que los lleva a actuar con base en su sentido común de dignidad y ayuda mutua. Los cálculos racionales, eso que cierta izquierda ha dado en llamar “la correlación de fuerzas”, no forman parte de las culturas del abajo. Pero tampoco se ponen en acción de forma mecánica, espontánea como gustan juzgar despectivamente los profesionales de la revolución, sino en consulta con otros y otras que comparten los mismos territorios en resistencia. Ahí sí, evalúan y analizan, teniendo en cuenta si ha llegado el momento de lanzar nuevos desafíos. Lo que suele ocupar el centro de sus análisis es si están capacitados para afrontar las consecuencias del desafío, que siempre se miden en muertos, heridos y cárcel. En suma, los de abajo se lanzan a la acción luego de evaluar cuidadosamente la fortaleza interior, la situación de sus propias fuerzas y no tanto las relaciones entre los arribas y los abajos que, salvo excepciones, siempre son desfavorables.
¿Por qué entonces estudiar las relaciones entre estados, los nuevos desequilibrios y los cambios que se están produciendo? O, mejor, ¿qué importancia tiene la geopolítica, una ciencia creada por los estados imperialistas para dominar las periferias, para los movimientos antisistémicos?
La primera, casi obvia, es que siempre es necesario conocer los escenarios en los que actuamos y de modo muy particular las tendencias de fondo que mueven el mundo en un periodo de especial turbulencia. Si acordamos que el sistema-mundo en el que vivimos está atravesando un periodo de cambios profundos y los modos de dominación mutan con cierta rapidez, seguir el rastro de dichas mutaciones es tan importante para el militante como el reconocimiento del terreno lo es para el combatiente. Siempre que se reconozca que la forma adecuada de conocer es la transformación, la acción y no la contemplación.
La plática del subcomandante insurgente Marcos titulada luego La Cuarta Guerra Mundial fue una pieza importante para situar a los rebeldes del mundo en una realidad nueva realidad que es la continuación de la guerra contra los pueblos de Chiapas “pese a que pudo haber terminado de una forma digna y ejemplar“1. De alguna manera estos análisis son algo así como cartografías o mapas rudimentarios: orientan sin determinar, muestran los obstáculos que hay por delante y los posibles atajos.
En este caso, se trata de echar luz sobre la novedad que supone, para los pueblos sudamericanos en particular, la presencia de un vecino con vocación imperial en las fronteras de nuestros territorios. No sólo eso. El ascenso de Brasil como potencia regional y global va de la mano del nacimiento de un nuevo bloque de poder que está reconfigurando el carácter del conflicto en ese país, pero también en la región.
La segunda cuestión, derivada directamente de la anterior, se relaciona con los impactos de los actuales procesos interestatales y geopolíticos en los movimientos sociales. Brasil Potencia es posible gracias a la alianza de un sector decisivo del movimiento sindical y del aparato estatal federal con la burguesía brasileña y las fuerzas armadas. Explicar la ampliación/reconfiguración del bloque en el poder ha sido uno de mis objetivos centrales porque estoy convencido que supone la mayor novedad que se produce en nuestra región en décadas. La división del trabajo entre los propietarios del capital y quienes lo administran (básicamente dirigentes del PT y de algunos grandes sindicatos), o sea entre dos fracciones de la burguesía, es parte esencial del nuevo escenario regional que explica, en alguna medida, la confrontación entre el llamado progresismo y las derechas tradicionales.
Una parte de la última camada de movimientos ha perdido su autonomía política e ideológica en este nuevo escenario. Al apostar al “mal menor” como atajo ante el cúmulo de dificultades en nuestros territorios, los antiguos referentes se convirtieron en administradores estatales “sensibles” a los problemas de los pobres. En el mejor de los casos, buscan amortiguar los efectos del modelo, pero en todos los casos lo hacen sin cuestionarlo, porque ya se integraron en el mismo.
Por último, hemos ingresado en un periodo turbulento marcado por la militarización del planeta y los conflictos armados en gran escala. A los de abajo nos toca enfrentar el mayor desafío imaginable: defender la vida ante el proyecto de muerte de los de arriba. Confío en que en los momentos de caos sistémico no perdamos la brújula y mantengamos el timón firmemente orientado hacia la construcción y reconstrucción permanentes del mundo nuevo. Las simpatías que nos despiertan las derrotas del imperio, por más pequeñas que sean, no deben nublar la vista sobre los horrores que suponen las potencias emergentes agrupadas en el acrónimo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). La reciente matanza de 34 mineros sudafricanos, a la que el progresismo ha dada escasa relevancia, enseña la hechura clasista de las nuevas hegemonías.
La Jornada, México
Nota:
1 Pronunciada el 20 de noviembre de 1999, fue publicada por la revista Rebeldía número 4, febrero de 2003, bajo el título “¿Cuáles son las características fundamentales de la IV Guerra Mundial?”