Estamos en Adviento. Adviento significa venida. Estamos esperando la venida de nuestro Señor Jesucristo que va a nacer en un pesebre en Belén. Estamos aguardando la estrella de la esperanza, una nueva Navidad.
Los seres humanos construimos esquemas para ordenar el mundo que nos rodea. El día lo dividimos en mañana, tarde y noche. Y hay tres tiempos de comida. Desayuno, almuerzo y cena. Esto nos permite ordenar nuestras vidas. Y cada día nos levantamos y sabemos que vamos a desayunar o a no desayunar, y después almorzamos y cenamos. El año lo dividimos en doce meses. Y durante el año hay períodos de fiesta.
En nuestro país celebramos tres grandes fiestas: Semana Santa, Vacaciones de Agosto y Navidad. Cada fiesta tiene su propia magia. La semana santa es una fiesta solemne, con procesiones y alfombras, unida al compromiso y al sacrificio. Las vacaciones de Agosto estan relacionadas con la alegría y la amistad. Y siempre se va a la playa o a algún río.
Navidad esta vinculada con la solidaridad, con la misericordia, con el compartir. Navidad es la negación del espíritu individualista del capitalismo. Es la fiesta de la familia reunida alrededor del niño Jesús. Es la fiesta de la comunión de la comunidad. Pero tenemos que reconocer que los ideólogos capitalistas han logrado penetrar esta fiesta y darle un carácter consumista.
El mercado amenaza la Navidad con su ofertas en los escaparates de los almacenes. El individualismo surge del mercado para hacernos creer que Navidad es una fiesta superficial de comprar y vender y no de dar y recibir. El espíritu de dar y recibir es el verdadero espíritu de Navidad porque es el mismo espíritu de Jesús. Navidad se enlaza con la cruz y la resurrección. La Navidad explica el testimonio de Jesús y es la raíz de su martirio y la luz de su victoria. La alegría de la Navidad es la señal del reino de Dios, para todos y todas.
Cuando comprar y vender se convierte en el fin de la Navidad y de nuestras vidas nos convertimos en rehenes del mercado, en víctimas de una propaganda que entiende la felicidad como el poseer objetos. Y nos volvemos objetos. La vida es más que poseer objetos, la vida es compromiso, desafío, lucha, resistencia, comunidad, amistad. Los valores del reino de Dios chocan con los valores de los imperios a lo largo de la historia que se basan en explotar, oprimir, saquear, violentar, y conquistar.
Jesús proclamó la buena nueva de dar y recibir
Jesús proclamó la Buena Nueva de dar y recibir como la semilla de las relaciones entre los seres humanos. Esto fue una revolución muy profunda. Dar y recibir amistad, solidaridad, compañía. Y por eso la presencia y la palabra de Jesús trasmitían entre los oprimidos alegría, confianza, resistencia, lucha, y esperanza.
Los poderosos basan su dominación en el comprar y vender. En su visión de mundo todo puede ser comprado, incluyendo los sueños de las personas. Y el corazón del poder de los imperios radica en la opresión. La gente oprimida acepta su condición subordinada y obedece, admira al amo y lo sigue. Pierden el derecho a la esperanza de la rebelión.
A Jesús la gente lo buscaba porque hablaba con autoridad, porque denunciaba la opresión, porque la gente sabía que iba a encontrar en su vida la luz de la dignidad, porque Jesús les iba a compartir el pan de la esperanza y el vino de la resistencia. Y nuestras iglesias deben seguir haciéndolo.
Y no es casual sino muy significativo que Marcos inicie este Evangelio con una cita de Isaías, el profeta Isaías, el rebelde antiimperialista, el heraldo de la resistencia contra los imperios de Mesopotamia y Asiria. La voz de los profetas nos permite siempre sacudir y definir el rumbo de nuestras vidas, de nuestras iglesias, de nuestros pueblos.
Decir Isaías es decir Monseñor Romero. Así de claro. Cada Navidad es un momento especial en nuestras vidas y en la vida de la humanidad. Les comparto tres navidades muy especiales en mi vida.
Cuando era niño…
Cuando era niño esperaba con mucha ansia la llegada de la Navidad. Ibamos a comprar cohetes con mi papá a la Plaza Barrios. Una bolsa de cohetes. Y la ciudad estaba decorada y muy iluminada. Comprabamos también uvas y manzanas. Esperaba la noche del 24 porque iba a poder abrir los regalos. Tenía un padrino y una madrina que siempre me daban regalos.
No los veía en el resto del año pero si sus regalos siempre se hacían presentes. Mi padrino se llamaba Conrado. Y uno esperaba las doce de la noche para abrir los regalos. Todavía me acuerdo de un carro de juguete, un Buick negro, que por cierto mi mamá me lo guardó porque lo iba a arruinar. ¡Se imaginan! Una época maravillosa, vivía en un taller mecánico cerca de aquí, a dos cuadras de aquí.
La Navidad del 91…
La Navidad de 1991 fue una Navidad especial. Se vivía el fin de la guerra. Y estaban en Nueva York representantes del FMLN y del Gobierno negociando el Acuerdo de Paz. Y todo el mundo estaba pendiente de esa negociación. Hablábamos mucho de los cambios que venían. Había mucha ansiedad y tensión. Discutíamos sobre la reducción de las fuerzas armadas, sobre el juicio a los militares responsables de masacres, sobre la legalización del FMLN. Fue una Navidad de mucha esperanza.
Una lección de humanidad…
Una vez en Nueva York viví una experiencia que me marcó para toda la vida. Era tiempo de Navidad. Había ido a un restaurant a comprar un desayuno y cuando estaba tranquilamente haciendo fila, de repente la persona de adelante me empujó y casi me caigo. El impulso venía de delante de la fila. Se trataba de dos señoras de la calle, que allá llaman shopping bag ladies, estaban delante del mostrador y despedían un olor nauseabundo, insoportable, y su aspecto era de una gran pobreza y suciedad. No sabíamos que hacer, esperábamos quizas que la seguridad las echara del lugar.
Observamos y vimos que tenían un rimero de centavos y estaban pidiendo dos cafés. El hedor era realmente insoportable. No sabíamos que hacer. Y de repente una ancianita, salió de la fila y se fue al mostrador a comprar dos desayunos y se los ofreció. Ellas los aceptaron y en sus rostros sus ojos brillaron con sorpresa y alegría.
Todos nos vimos a los ojos y descubrimos que en esas ancianas marginadas por la sociedad, golpeadas por la vida, estaba el espíritu de la Navidad, ellas eran nuestra familia humana. Y estoy seguro que a todos se nos llenaron los ojos de lágrimas. Y las miradas de rechazo se transformaron en miradas de cariño y solidaridad. Y todavía llevo en mi memoria la sonrisa agradecida de esas dos mujeres…nos evangelizaron. Nos hicieron más humanos.
Esa es Navidad. Navidad es una oportunidad para ver en cada persona un ser humano, un familiar, un compañero, un hermano y hermana. Y podemos extender nuestra mano de ayuda y podemos brindarle una sonrisa. Y podemos y debemos luchar para que no haya niños y niñas durmiendo en las calles. Navidad es también lucha, es también resistencia. Que el Espíritu de Dios nos de la fuerza para sembrar el reino de nuestro Padre y Madre. Amén.
*Predicación realizada por Rev. Roberto Pineda en Iglesia Luterana Popular el 4 de diciembre de 2005.