La lucha por el socialismo y la democracia en El Salvador determinaron los sueños de la vida de múltiples generaciones de revolucionarios salvadoreños, simbolizados por Agustín Farabundo Martí y Schafik Jorge Handal. Ya en 1913, hace casi cien años, el vicentino Sarbelio Navarrete presenta su tesis doctoral El Estado Centroamericano, desde una óptica marxista.
En 1919 estallan las primeras huelgas de los trabajadores artesanales. Los sacrificios y esfuerzos, la firmeza y sangre derramada de esas generaciones son la acumulación histórica que permitió la victoria popular del 15 de marzo de 2009. El proyecto democrático encarnado en el gobierno Funes no surge por generación espontánea. Es un fruto largamente esperado y luchado.
Por mucho tiempo, desde 1930 con la creación del PCS, la idea de la lucha por la democracia (contra la dictadura militar) estuvo vinculada a la lucha por el socialismo. En la actualidad, el horizonte, el rumbo, no esta claro. Luego del derrumbamiento del sistema socialista en 1989, la situación se tornó muy confusa. Y tuvimos como izquierda que desembarazarnos de dogmas. Y esto fue doloroso pero a la vez liberador. Ya no había partidos ni países guías. Y nos tocaba pensar con cabeza propia.
Y era lo que habíamos venido haciendo desde 1980, al meternos a la guerra. Y algunos desde 1970. Y es lo que se ha venido haciendo en 15 años de lucha electoral. Y en este nuevo momento se requiere imaginarnos un nuevo país. Diseñar un programa político de largo alcance en lo económico, político, social y cultural. Nos corresponde elaborar desde la visión estratégica y no enredarnos en la visión táctica. Estamos hablando de la ruptura de este sistema. Estamos hablando de la toma del poder político. Estamos hablando de socialismo.
Desde 1932 hasta 1992 y enfrentados a una dictadura militar, la izquierda salvadoreña, primero el PCS y luego el FMLN, luchó por la conquista del poder político para transformar la sociedad, para establecer un gobierno democrático con rumbo al socialismo.
Con este propósito, de 1970 a 1980 se crearon y desarrollaron organizaciones político-militares y se realizaron amplias jornadas de alianzas electorales y de lucha de masas; de 1980 a 1992 se construyó un ejercito popular y se desplegó una Guerra Popular Revolucionaria con zonas de control territorial, Chalatenango, Morazán, Guazapa; de 1992 a 2009 se creo y desarrolló un partido político de masas, de izquierda, que acumuló experiencia electoral, en la administración municipal y la lucha parlamentaria; y del 2009 al presente se conquista el Ejecutivo y se hace la experiencia de gobernar – en alianza con otras fuerzas democráticas- el país. Una acumulación política extraordinaria, en lo social, en lo militar, en lo electoral.
Por otra parte, en la práctica política, aunque no necesariamente en la teoría, la visión de conquistar el poder ha sido modificada en los últimos veinte años. El desenlace negociado de la guerra en 1992 determinó la necesidad de someterse a las reglas del sistema político burgués, que fue modificado en parte para finalizar la dictadura militar, pero continuo en esencia inalterable, basado en un sistema de democracia representativa. Y sin tan siquiera aruñar al sistema económico de libre empresa, capitalista, explotador.
El FMLN: una eficiente maquinaria electoral
Desde 1992 se orientó el trabajo revolucionario a la construcción de una poderosa y eficiente maquinaria electoral que derrotara a la derecha en las urnas, y que fuera gradualmente conquistando espacios políticos dentro del aparato de estado. Y la militancia del FMLN hizo la experiencia de trasladar la creatividad, audacia y firmeza de principios del campo militar al campo electoral. Y lo logró.
Pero a su vez esta exitosa estrategia de focalización del esfuerzo político en lo electoral, afectó fuertemente el trabajo con los sectores del movimiento popular, con los intelectuales y en especial con los trabajadores del arte y la cultura. Y se abrió una brecha que sigue vigente.
Y efectivamente desde 1994 el FMLN ha venido ganando alcaldías de las principales ciudades, incluida la de San Salvador, Santa Ana, Santa Tecla, Soyapango, etc.; aumentando el número de diputados de su fracción legislativa, contando actualmente incluso con la presidencia de este órgano; y últimamente colocando varios ministros en el gabinete del Gobierno Funes, incluyendo Gobernación, Obras Publicas, Educación, Justicia. Así como influyendo en el nombramiento de magistrados de la Corte Suprema de Justicia. Y esto podría ampliarse hasta la Corte de Cuentas, la Fiscalía, etc. No así la Fuerza Armada que se mantiene como la “reserva estratégica” del sistema. Y es poder real, el poder de las armas.
Puede concluirse que el FMLN ha venido acumulando una significativa fuerza política y administra una cuota elevada del poder formal, institucional del país. Es un ente clave, fundamental, del sistema político nacional. Es un pilar estratégico del andamiaje jurídico-político de la nación. Y esto es positivo. Es resultado de esfuerzo, inteligencia, y voluntad de avanzar. Pero no es suficiente. Al final, la oligarquía conserva –aunque disminuidos- los resortes fundamentales del poder económico, que es poder real. Y desde ahí actúa, influye, en algunos casos determina.
La característica esencial de la formación económica social salvadoreña sigue siendo la explotación del trabajo asalariado y su creciente subordinación a los intereses de seguridad del gobierno de los Estados Unidos. Somos un país capitalista atrasado y con la tendencia a convertirnos en una colonia.
¿Dentro o fuera del sistema?
El problema radica en definir: ¿cuando y como se produce la ruptura del sistema? ¿O no va existir ruptura del sistema? En definitiva, dentro del nuevo momento creado a partir de marzo del 2009 ¿Cómo se resuelve el problema del poder? ¿Mediante una guerra de movimientos o mediante una guerra de posiciones?
El imperio y la oligarquía y sus expresiones políticas confían en que el FMLN adopte una naturaleza socialdemócrata o sea en domesticar al tigre y volverlo inofensivo. Ponerle saco y corbata. Castrar su naturaleza de cazador, de luchador social. Y que se mueva exclusivamente en la jaula electoral. Y que abandone los sueños de regresar al calor de la selva de la lucha social, que es su medio natural, el hogar de donde viene, sus raíces históricas. ¿O no es así Farabundo?
La lucha social fue lo que le garantizó al FMLN ser efectivo en la lucha armada de ayer y en la actual lucha electoral. La misma guerra fue una gran lucha social. Ahora las clases dominantes aspiran a que al FMLN se le entreguen las llaves de la hacienda que se llama El Salvador con la confianza que nada suceda. Y puede ser que estén equivocados… ¿o estarán en lo correcto?
El problema fundamental que enfrentamos como izquierda política y social es como y hacia donde avanzar, para efectuar la ruptura. Es un problema de visión estratégica, de rumbo. Y hay como es natural opiniones e intereses diferentes.
Diferentes visiones en la izquierda
Algunos dentro del FMLN han llegado a la conclusión que no puede ni debe de haber ruptura porque el mundo ha cambiado y la globalización bloquea todo esfuerzo liberador, y además –agregan-no podemos pelearnos con el imperio. Y lo que nos corresponde es ir acumulando espacios, llenando posiciones, adaptándonos, desplazando a la derecha política y negociando cuotas de poder con la derecha económica. Es una posición muy parecida a la sostenida por Joaquín Villalobos después de los Acuerdos de Paz, hace veinte años. No es la posición hegemónica, pero va adquiriendo fuerza y puede llegar a serlo. Al imperio le agradaría fortalecer esta corriente de pensamiento.
Otros fuera del FMLN juzgan que lo acumulado hasta el momento, incluyendo la presencia en el gobierno, no contribuye a la causa de la revolución y que se le hace el juego a la derecha, y que el mismo FMLN es hoy de derecha, por lo que corresponde generar nuevas iniciativas de izquierda, claramente anti-sistema y diferenciarse del actual proyecto democrático de Funes. Es una posición muy cómoda, ya que evade asumir la responsabilidad de enrumbar este gran barco del cambio, que mueve a decenas de miles de gente, y en el que seguramente uno puede equivocarse, pero con la gente, y prefiere manejar a su conveniencia embarcaciones seguras, agiles, pero inofensivas.
Una tercera posición es la de aquellos y aquellas que confían en que la acumulación creciente, gradual, de poder institucional (crecimiento del partido, alcaldías, diputados, ministros, magistrados de la CSJ y del TSE, embajadores, directores y comisionados de la PNC, jueces, etc.) permitirá en algún momento, transformarse en una nueva calidad, y permitirá el transito a un nuevo sistema social. Lo que Gramsci llamaba guerra de posiciones para romper la hegemonía dominante.
Otros pensamos que el motor, el detonante de la transición del capitalismo al socialismo es la lucha del movimiento popular y social, fuera y dentro del partido, fuera y dentro del parlamento, fuera y dentro del gobierno. Este es el elemento de ruptura. Y esta vinculado a la construcción de poder popular. La organización y la lucha popular garantiza el paso de un sistema a otro. Es un proceso de acumulación de fuerzas orientado a prepararse para el estallido de una situación revolucionaria. Esta es una visión leninista de toma del poder.
La actual situación de debilidad y atomización del movimiento popular es transitoria. La misma crisis del sistema empuja a la gente diariamente a las calles, aunque de manera dispersa y localizada. Y nos corresponde canalizar toda esa energía y convertirla en organización, unidad y lucha. Y de esta forma avanzar. El capitalismo se sostiene a partir de la débil capacidad de respuesta de los sectores populares. Y esta situación, a corto plazo, favorece a la derechización de la Administración Funes, a que no haya demandas, a que no haya luchas populares. El proceso hay que radicalizarlo.
La lucha de clases en El Salvador es un proceso de mucha riqueza y comprende nuevos escenarios con nuevos actores y actrices. Se ha modificado la clase dominante y también las clases dominadas. Necesitamos profundizar sobre los nuevos sujetos y las nuevas ideas, para seguir empujando la carreta al socialismo. En eso estamos.
Roberto Pineda
San Salvador, 12 de marzo de 2011