La utopa del relacionamiento de iguales

La seora Garca tiene cuatro hijos. En la tarea de educar a sus nios muchas veces dice:

“Donde hay mujer, el hijo hombre no ayuda en las tareas de casa “;

“No llores hijo mo, pues los hombres no lloran”.

A partir de este pequeo fragmento, quiero tan slo provocar una reflexin sobre la utopa del relacionamiento de iguales. Antes que nada, quiero aclarar que existe detalles del texto de arriba que tienen que ser descifrados, puesto que vehiculan realidades que condicionan nuestro universo relacional. Una primera pregunta es aclarar si la mam de los cuatros nios tiene o no nombre propio. Otra sera saber si de hecho hay apenas nios a ser educados, o si dentro de la palabra “nios” estaran incluidas tambin a las nias.

El texto encima tiene la intencin de explicitar, como ya deca, el tipo de lenguaje cotidiano, donde sin darnos cuenta, somos sometidas al anonimato y a la sumisin como mujeres. El nombre propio dice respecto a nuestra identidad, sin embargo, en algunas culturas, el nombre de la esposa es suprimido por el apellido del esposo. Refirindonos al ejemplo anterior, el nombre propio de la seora Garca fue sustituido por el apellido del esposo.

No obstante, el proyecto de Dios es de parejas iguales. “… Hombre y mujer, Dios los cre a su imagen y semejanza” (Gn 1,27). Por la descripcin, la mujer tiene la tarea de educarse segn aquella otra frase que escuch cuando era nia “donde Hay mujer, el hijo hombre no ayuda en casa…”

De hecho, lo que ocurre es que dentro de la palabra “nios” tambin hay nias que desde pequeas son sometidas a la categora masculina del lenguaje y los deberes propios del hombre y de la mujer.

En lo referente a la ltima frase, a saber, “Los hombres no lloran” tambin se observa un fuerte obstculo a la formulacin de la utopa del relacionamiento entre iguales. Con todo esto, surge una tercera cuestin. Dentro de una mentalidad tal, de aparente superioridad masculina, es posible que exista un relacionamiento de iguales?

Continuando con nuestra reflexin, creo que es necesario deshacer algunos de nuestros conceptos lingsticos, an cuando con absoluta certeza, ser una tarea difcil. Sin embargo, como mujeres, debemos empezar a salir del anonimato de las terminologas masculinas que nos describen ms como “el otro” que como “mujer”.

En la primera parte, pretendo hacer una distincin bsica entre el gnero y el sexo. Pues, dentro de la perspectiva de reciprocidad en la pareja, hay mucha confusin con estos trminos. Buscando entonces en la Palabra revelada dentro de las comunidades de fe, encontramos modelos paradigmticos donde se vislumbra la posibilidad de un sano relacionamiento de iguales. A pesar del dominio del lenguaje androcntrico presente en la escritura de la experiencia de Dios vivida individual y comunitariamente.

En la segunda parte, a partir de las provocaciones hechas por la Teologa feminista, analizaremos nuestra realidad celebrativa y nuestros avances y retrocesos en la produccin teolgica.

Dentro de ese contexto, debemos insistir con firmeza en la reconceptualizacin de nuestro lenguaje y de nuestros cuadros intelectuales, de tal forma que las mujeres puedan como los hombres, transformarse como sujetos de cultura humana y de discurso cientfico.

Tenemos que hacer surgir a las mujeres, histricamente ocultas dentro de los anlisis pretenciosamente universales o genricos que vivimos, porque la manera como las mujeres y los hombres se insertan en el espacio pblico de produccin, las formas de explotacin a las que estn sujetas y las modalidades de resistencia se diferencian.

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1 – PROFUNDIZANDO LA MISMA CUESTIN

Para un buen relacionamiento de iguales, se hace necesario aclarar que el trmino gnero viene siendo usado para indicar la construccin socio-cultural de la mujer y del hombre, en cuanto dependientes de condiciones sociales que determinan y explican las relaciones de ambos. Tenemos que precisar que los problemas de gnero no slo incumben a las mujeres, pues en los ltimos aos se multiplica la preocupacin masculina por este tipo de preguntas, problemas y bsquedas…

Recientemente en Mxico se llev a cabo un encuentro de hombres para discutir las cuestiones que ataen las nuevas situaciones derivadas de esta problemtica.[1]. La masculinidad como un asunto de rescate de las races del hombre y de su espiritualidad, vista como algo intrnseco, como ncleo esencial del hombre.

Desde una visin histrica social, la masculinidad es algo que se construye en lo cotidiano, y que se va haciendo constantemente en funcin de las relaciones que se establecen consigo mismo, con los otros y con la sociedad. De ah que lo masculino pertenece al campo de lo social y no al campo de la naturaleza biolgica.

La prctica de las relaciones entre los gneros implica la transformacin de las estructuras simblicas que, en este proceso, revalorizan el papel social de la mujer. De tal forma que el imaginario del masculino requiere tambin reconstruir una nueva identidad que permita a los hombres asumir una relacin equilibrada con las mujeres. Todo esto depende de la construccin de una nueva cultura que libere tanto a los hombres como a las mujeres de las estructuras sociales de poder que imponen condiciones autoritarias entre los gneros.

Lo que intento de plantear es que las transformaciones culturales que van dando forma a las nuevas identidades genricas tanto de las mujeres como de los hombres, estn ms all de una conciencia de gnero. En este sentido podemos decir que una persona nace mujer o hombre segn el sexo, pero se torna mujer o hombre segn el gnero.[2]

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1.1 – GENERO Y SEXO

La distincin entre sexo y gnero es muy importante. Percibimos las caractersticas naturales biolgicas de hombres y mujeres, pero tambin las que fueron construidas por la sociedad.

El sexo se refiere a las diferencias biolgicas en los rganos sexuales, a la capacidad de engendrar una creatura y de fecundar de una mujer. En cambio, el gnero ms a los diferentes tipos de comportamiento que se esperan de los hombres y de las mujeres, desde la manera de hablar hasta el modo de vestir. No entanto, el uso “indiferenciado” del sexo o del gnero apenas como dos palabras diferentes para expresar la misma cosa es una tendencia fuertemente presente en nuestra sociedad. Dada la confusin creada por esta situacin, creemos necesario y urgente este esfuerzo de delimitacin.

El gnero es una construccin social. Al considerar nuestra propia historia personal, podemos percibir cunto fuimos condicionados socialmente. En el mundo del trabajo, por ejemplo, la discriminacin de gnero es evidente. Ciertos tipos de trabajo son determinados para ser desempeados exclusivamente por hombres y consecuentemente sucede con las mujeres. Por tanto, las mujeres como los hombres son vctimas de estereotipos del gnero.

Las creencias y los mitos con respecto al gnero pasan a ser normas aceptadas “por todos”. Ms an, muchas veces, estas creencias y mitos se justifican en la cultura o la religin, incluso mediante el uso de la Biblia para as reforzar la desigualdad en el relacionamiento de gnero.

Como los estereotipos son creados por nosotros y no por Dios, estos pueden ser cambiados. Es necesario que mujeres y hombres conjuntamente se unan para enfrentar a este dragn.

A partir de la experiencia vivida por la “seora Garca”, podemos decir que nuestra historia es predominantemente marcada por el patriarcalismo y machismo donde la mujer siempre fue considerada inferior al hombre, a quien ella debe ser siempre sumisa.

Tanto el hombre como la mujer fueron creados a imagen y semejanza de Dios, no para entrar en una estructura de “moldes” sea sociales, sea culturales, sino para establecer relaciones de solidaridad y de reciprocidad. Por eso, la utopa del relacionamiento de iguales entre mujer y hombre servir, con certeza, en el esfuerzo por construir una sociedad ms justa e igualitaria.

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1.2 – RECIPROCIDAD

…La seora Garca…

La reciprocidad entre mujer y hombre no es tanto estar frente a frente uno del otro, como seres incompletos necesitando del complemento del “otro”. El hombre tiene en su interior a “la mujer” y viceversa.

El relacionamiento entre ellos no se establece primeramente del exterior para el interior sino al contrario. Es a partir de su mujer “interior” que el hombre se relaciona con una mujer concreta y a travs de ella, encuentra un trazo de su propia profundidad. Sucede igualmente para la mujer.

En Amrica Latina y el Caribe podemos percibir la “emancipacin corporal de la mujer” como un camino de superacin del exclusivismo de la razn y de la voluntad sobre la sensibilidad y la receptibilidad. El punto de partida es la experiencia de vida y del trabajo con las mujeres pobres en su lucha por la sobrevivencia. La reflexin sobre esta emancipacin nos lleva a considerar la “corporeidad femenina” como punto de partida de una gran tarea tica que rescate el verdadero sentido de ser mujer o ser hombre, como seres creados a imagen y semejanza de Dios (Gen 1,27).

Esta emancipacin corporal se concretiza en el ideal receptivo del (de la) otro (a) dentro del sentido conceptivo del “tero” entendido como posibilidad de superar el mundo masculinizado y competitivo. Se habla ms de colaboracin que de subordinacin y ms de mutualidad que de complementaridad, sin embargo, las estructuras de toda cultura continan llevando marcada la masculinidad.

En los nuevos avances que la mujer viene haciendo, algo peculiar es que, en medio de la “ opresin de las minoras”, ella descubre que constituye “la mitad de la humanidad” presente en todas las mayoras y en todas las minoras tanto religiosas, culturales, raciales, como econmicas y sociales. A partir de esta constatacin, se hace necesaria y urgente la creacin de nuevas “claves de lectura” de la realidad social y de la Palabra Sagrada que permitan una produccin teolgica y prctica eclesial, principalmente en relacin a las cuestiones referentes al relacionamiento de gnero.

Los “patrones masculinos – blancos” – exclusivos de comprensin del mundo y de las interpretaciones de la realidad, son hoy percibidos como inadecuados para responsabilizarse de la totalidad de la experiencia humana. El discurso de mujeres en la sociedad, en general, dentro de la iglesia y en las instituciones acadmicas, en particular, constituye un discurso masculino sobre las mujeres y para ellas.

Las lgrimas de las mujeres, es decir, las experiencias diferenciadas segn su clase, raza y cultura son, por as decir, un lugar epistemolgico apropiado para hacer teologa. Percibiendo a las mujeres no solamente como oprimidas, sino tambin capaces de resistir y organizarse, de hecho, como merecedoras de sus derechos sociales y de un lugar digno dentro de las estructuras sociales existentes. Existe un gran esfuerzo de bsqueda de s misma, sea individual, sea colectiva, en la perspectiva de la comprensin de su propio “yo” independientemente de las definiciones preestablecidas.

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1.3 – Y LAS SAGRADAS ESCRITURAS?

Dios se revela en la persona humana que se torna un espejo Dios3. Mujeres y hombres en comunin recproca desde el inicio de la creacin; representan igualmente la imagen de Dios sobre la tierra (Gn1,27). Por tanto, siendo un Dios que se revela de manera femenina y masculina, l no puede ser representado en nuestros proyectos evanglicos nicamente mediante smbolos masculinos.

En las Sagradas Escrituras aparecen ciertos simbolismos en torno de la figura femenina para colocar en relieve la realidad de la mujer olvidada durante siglos patriarcales. Las figuras femeninas de Agar, Sara, Tamar, Hulda, Miriam, Ana, Noem, Ruth, Judith, Esther, Magdalena y por supuesto, Mara… son, al mismo tiempo, imgenes de mujeres y imgenes de un pueblo que, independientemente de la veracidad de su historia, realizaron acciones extraordinarias, contribuyendo a la salvacin del pueblo de diferentes formas y situaciones. Podemos ver como a travs de sus acciones heroicas se revela no nicamente la resistencia y el combate de las mujeres, sino de todo el pueblo excludo.

Pues la historia no es de los grandes hombres y mujeres, sino un tipo de tejido artesanal de diferentes colores, dibujos, hilos entrelazados. Es de esta forma que captamos y alimentamos el deseo, como Latinoamericanos y Caribeos, por una vida religiosa insertada en la vida del pueblo; es decir, que se exprese a travs de sus cantos, oraciones, cosmovisin y que tenga una participacin directa en sus penas y alegras.

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2 – GNERO Y ETNIA- SINCRETISMO EN NUESTRAS RACES

Considerando nuestro origen mestizo del cual somos fruto, vale la pena resaltar que aceptarse como negra o negro es por sobre todas las cosas una postura poltica frente a la tentativa de “blanqueamiento”a la cual estamos sujetos. Es un hecho que la epidermis clara favorece un cierto status social, la participacin de la mujer y del hombre “negro (a) claro (a) o mulato (a)” en determinados espacios culturales, sociales, polticos y religiosos. En contraposicin, creemos que ser negra o negro implica un compromiso radical con una causa de un pueblo que es nuestro. La cuestin de la negritud est en ciernes en la formacin social y religiosa de nuestro continente y de las exigencias de los cambios estructurales que se requieren.

El racismo y el sexualismo como formas de exclusin de mujeres y negros estn fuertemente presentes en la sociedad presente5, incluso entre nosotros. No obstante, creci significativamente la conciencia de que podemos superar todas estas ideologas, mediante un serio esfuerzo de reeducacin en la perspectiva de relaciones de reciprocidad.

Si el hombre negro sufre todo tipo de discriminacin racial, las mujeres negras son an doblemente vctimas. De esta forma, ser negra es sumergirse en una realidad cruel, sobre todo frente a los modelos y referencias positivas de la mujer blanca.

Para las personas negras, es decir de piel oscura, de cabello crespo y subsecuentemente las dems caractersticas negras, relacionadas a los aspectos sociales y culturales, se genera toda una simbologa de aspecto negativo, en trminos de preto, sujo, lutuoso, triste, en contraposicin a la raza blanca asociada a conceptos de finura, pureza, bondad, paz, serenidad. Para los negros, los preconceptos de fealdad son asociados, por lo dems, sea consciente o no, a la nocin de subalternidad.

La mujer negra se sita con bastante ambigedad dentro de esa situacin. Por un lado, es excluida por causa de su piel; por otro, especialmente la morena, es vista como seductora, “buena para el amor”, en detrimento de sus sentimientos, deseos e sueos.

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2.1 – LA EXPERIENCIA RELIGIOSA DE NUESTRAS MADRES Y PADRES

La esclavitud vivida por nuestros antepasados en tierras extranjeras: Amrica Latina, Caribe y otros, es marco referencial en el proyecto de nuestra identidad colectiva en construccin. Somos constantemente impulsados a probar que somos capaces de enfrentar el complejo de inferioridad impuesto a la mujer y al hombres negro. Siendo as, apostando en las relaciones de intercambio, que es peculiar del ser humano, creemos firmemente en la posibilidad de un enriquecimiento mutuo. Pues la manera especfica de ser hombre o mujer influencia considerablemente nuestra visin del mundo.

Como pueblo profundamente comunitario y heredero de tradiciones matriarcales y patriarcales, nos queda a nosotros la tarea y el desafo de colocarnos con nuestra herencia al servicio de la posibilidad de recrear las experiencias vividas por nuestros ancestros, procurando crear relaciones ms armoniosas o equilibradas entre mujer y hombre.

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3 – GNERO Y LITURGIA- LAS SUBJETIVIDADES EN LA COMUNIN.

En su reforma Litrgica, el Concilio Vaticano II (1962-1965) intent remontarse a la liturgia de la Iglesia primitiva, de ndole profundamente comunitaria, en sintona con la recuperacin de la imagen eclesiolgica paulina de “Pueblo de Dios”. Reformulados los libros oficiales para todas las formas de celebracin, surgirn entonces nuevos conceptos y un uso ms intenso de la Biblia. Hasta la reforma litrgica, las iniciativas accesibles a las mujeres tenan que limitarse sobre todo a formas paralitrgicas de devocin, como por ejemplo el rezo del rosario comn.

Estimuladas por la crtica que las feministas hacen a la liturgia, las mujeres comenzaron a percibir que en el lenguaje del culto, de los cantos, de las oraciones y de los textos bblicos utilizados en la liturgia, ellas nunca o casi nunca aparecan [6]…

Lo que la liturgia dice y hace en relacin a la mujer Cmo se habla de la mujer o se la ignora? Qu mujeres son recordadas y cuales son olvidadas? De qu maneras son las mujeres includas o excludas de las acciones litrgicas?

Aunque siempre se afirme la unidad bautismal de todos los cristianos, muchas veces, la liturgia siempre ha reconocido apenas los dotes de liderazgo de los hombres.

Aunque se presente una visin de integridad humana, muchas veces en trminos abstractos, el culto de la Iglesia no ha llevado en serio las luchas de da a da de la mujer por la sobrevivencia, por la dignidad, por el derecho de controlar nuestro cuerpo, nuestra sexualidad y nuestro futuro.

La liturgia ha exaltado la obediencia, la humildad y la abnegacin. Los bancos de la Iglesia son ocupados en su mayora por mujeres, pero a pesar de eso, en el lenguaje de la liturgia, lo femenino es siempre visto como una excepcin o minora.

Los textos que hablan de las mujeres fueron incluidos en el leccionario por causa del lugar de la mujer en la historia de algn hroe o actor masculino.

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3.1 – IDEAS CONTRADICTORIAS, PROVENIENTES DE LAS MATRICES DISCURSIVAS HETEROGNEAS

Por un lado hay la propuesta de la Iglesia progresista proponiendo integrar a la mujer en el mundo a travs de las luchas sociales y de la participacin en la comunidad, sugiriendo la igualdad en la familia y el respeto en lugar de la sumisin. De otro lado, a travs de varias corrientes de pensamiento que reclamaron del feminismo, el tema de las mujeres como personas iguales y, sin embargo, diferentes en su cuerpo, en la maternidad, pero subordinadas en la relacin con la sociedad y en la relacin con los hombres.

Estamos convencidos de que los discursos feministas fueron importantes para llamar la atencin sobre la discriminacin social tanto cuanto para la subordinacin personal de las mujeres, en su sexualidad y en las relaciones familiares.

La liturgia es un espacio ldico que favorece experimentar anticipadamente la utopa del Reino, respetando la singularidad de cada persona, compartiendo la vida, la comida, la bebida, el perfume que sube en alabanza a Dios, y el compartir juntos el pan preparado por tantas mujeres, las cuales infelizmente en el banquete permanecen lejanas a la mesa.

Sin embargo, hemos registrado en nuestra memoria afectiva la diaconisa que fue y que contina siendo en nuestras madres que, al repartir el pan, primero alimenta sus hijos y sus hijas, y slo despus es que ella se alimenta, cuando esto es posible; pues tenemos experiencias de madres y padres que viven en condiciones infrahumanas, en que el alimento no es suficiente ni para los hijos y las hijas.

Este dato social y antropolgico nos interpela a rescatar, en nuestras experiencias litrgicas inculturadas, la presidencia compartida entre mujeres y hombres en la ardua aventura de compartir. Retomo el verso de una cancin: “pueblo negro quiere formar una rueda diferente….”, en esa rueda hay lugar para todas las personas, sin sexismo; pues nuestra historia es parte de una historia que heredamos con elementos especficos que nos particularizan frente a otros grupos.

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4 – CUESTIONES DE GNERO Y TEOLOGA

En una clase de teologa con 70 alumnos, hay solamente dos telogas. Ser que la academia no es un espacio para el relacionamiento de iguales? La produccin teolgica a partir de la hermenutica femenina y masculina no sera un camino de superacin de esa crisis de identidad que vivimos?

La constitucin del saber como espacio masculino por excelencia se articula con la cuestin de la exclusin femenina del poder en la sociedad, en general, y en las iglesias, en particular. En el caso de la institucin eclesial, el hombre es el detentor del poder sagrado de establecer la mediacin entre las personas humanas y la divinidad por el sacerdocio ministerial. Con todo, heredamos de las tradiciones culturales africanas la visin del mundo en que la mujer y el hombre se comprenden como seres envueltos por Dios. Dios es madre y padre que cre de una sola vez la familia humana en su totalidad, junto con la naturaleza con la cual el hombre y la mujer establecen una relacin de interaccin.

El pensamiento androcntrico defini a las mujeres como “lo otro del hombre”, y nos redujo a meros “objetos” de la ciencia masculina. De ah la palabra recuperada por las mujeres de constituirse, como una propuesta de reformulacin de los paradigmas tradicionales y de comprensin de anlisis de la realidad.

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4.1 – TEOLOGA FEMINISTA – TF

Se trata de un movimiento teolgico que surgi en Europa del Norte y en los EUA paralelamente a la teologa negra y a la teologa de la liberacin en Amrica Latina. En esa teologa, la experiencia personal es tambin un lugar teolgico y punto de partida para la teologa. La TF es un hacer teolgico abierto a la complejidad del relacionamiento humano que incluye lo plural, lo diferente, el otro, la otra.

El hacer teolgico pasa a ser marcado por el “yo” de mujeres y hombres empobrecidos, vctimas de ideologas excluyentes. La TF apunta para la necesidad de nuevos conceptos, formulacin, imgenes y lenguaje relacionados a la cuestin de Dios.

Para la TF, Dios es fuente de libertad, de inquietud, de accin creativa, de relacin amorosa e impulso a lo nuevo.

Esta teologa cuestiona la imagen del Dios viril y busca recuperar el Dios de la revelacin de ISRAEL, que se dio a conocer, Aqul que hace ser, que se desdobla en el ser creado, que se relaciona con la creacin, como un Ser Humano en una reciprocidad ofrecida y recibida. Tal una visin antropolgica de la relacionalidad, pues acoge la diversidad en el modo de creer y de relacionarse con el Misterio divino, siendo ampliamente ecumnica.

Es una teologa holstica que busca recuperar las dicotomas cuerpo-espritu, cielo- tierra, hombre-mujer, naturaleza-historia, para revelar el valor en s de cada ser existente. La TF se sustenta en una antropologa unitaria que concibe al Ser Humano como un todo.

La TF igual a otros movimientos teolgicos como el movimiento negro, el movimiento indgena y ecolgico, est sustentando una reelaboracin de las prcticas religiosas con nuevos valores con base en la vida, en los sentimientos, en la subjetividad y en las relaciones basadas en la igualdad y la reciprocidad.

En el intento de gestar una teologa en que el hablar de Dios sea una fuente de vida, emanando, brotando, cada vez, con ms fuerza, nace la necesidad de cambiar la idea de un Dios que est en nuestro imaginario religioso que heredamos. Salir de las consideraciones de principios absolutos y entrar en la relatividad, en las circunstancias; salir de la lgica del fuerte e introducirse en la existencia de la fragilidad.

De ah, la pluridimensionalidad a partir de la valorizacin de las diferencias, del dilogo y del reconocimiento de las diversidades. La salvacin como restauracin de la existencia de la historia, no como algo mas all de la historia.

“La TF es por tanto una teologa de liberacin para hombres y mujeres. La reconstruccin de las relaciones igualitarias entre mujeres y hombres tendr inevitablemente interferencia en la economa, en la poltica, en la ecologa,en la justicia, en la guerra y en la paz….”[7]

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5 – VIOLENCIA CONTRA LA MUJER

Hablar de violencia racial en Brasil es hablar de una pasado de opresin, ms tambin de luchas, donde la mujer negra tuvo y contina teniendo una participacin decisiva para la liberacin de su pueblo.

La condicin de esclava nunca fue sinnimo de sumisin. La mujer esclavizada era, antes de todo, un ejemplo de rebelda, sea a travs de acciones organizadas o de revueltas cotidianas y espordicas.

A pesar de enfrentarnos hoy con la ausencia de datos estadsticos que nos permita calificarla, una vez que la variable tnica no es contemplada en los datos oficiales o no oficiales, tenemos elementos suficientes para considerar al racismo como un factor fundamental en la produccin de las varias formas de violencia contra la mujer negra. De las ms sutiles a las ms visibles, manifestndose a travs de:

La discriminacin en el mercado de trabajo bajo el clsico: “se exige buena presentacin”.

De la descalificacin de su imagen, vehiculada de forma negativa en los medios de comunicacin y en los libros didcticos.

De la esterilizacin masiva de mujeres negras, principalmente en el Norte y Noroeste del pas.

De la invisible violencia domstica as como tambin sexual.

La violencia debe ser combatida a un nivel pblico as como tambin privado, como forma de construir juntos, de hecho, una sociedad igualitaria y solidaria.

Para Brasil, se estima que entre 20% y 25% de las familias son dirigidas por mujeres. Los indicios de que la mayora de estas mujeres son negras son muy fuertes, en particular por el hecho de que “casi siempre las jefas de familia son empleadas domsticas y, en general, analfabetas”. Basta que crucemos los datos sobre educacin y trabajo para constatar que “ser empleada domstica y ser analfabeta” casi siempre son condiciones vivenciadas como exclusivas de mujeres negras.

Segn datos estadsticos, considerando el promedio salarial de todo el pas, los hombres blancos reciben 6,3 salarios mnimos, los negros y mestizos 2,9, las mujeres blancas reciben 3,6 salarios mnimos, y por ltimo, las mujeres negras y mestizas reciben nicamente 1,7 salarios mnimos.

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6 – CONSIDERACIONES FINALES

Mujer, en tu pecho, el placer del ser.

La vida, tu historia,

marcada por el deseo de ser

Simplemente mujer!

En tu cuerpo cargas como nadie

El secreto de la vida!

En tu historia el trazo de la indiferencia,

de la discriminacin, de la opresin…,

en ti el amor ms lindo,

La belleza ms trasparente,

el afecto ms puro

Que me hace hombre!

Eliomar Ribeiro de Souza8

Muchas cosas que decimos diariamente reflejan las normas de nuestra sociedad. Sin embargo, existen reglas sociales que perjudican personas, grupos sociales, an sin haber sido creadas con este objetivo. Pues las normas adems de informarnos sobre cmo debe ser cada persona – lo que es ser una mujer, un hombre, una seora, un seor, una religiosa, un padre… – nos indican tambin los caminos de vida que debemos seguir.

Estos modos producen en nuestra sociedad valores diferenciados para lo que es masculino y lo que es femenino. Las normas de gnero producen para las mujeres pocas esperanzas y posibilidades, como por ejemplo, tener en el casamiento un destino. A pesar de todos los cambios, el casamiento y la maternidad an son dominantes en la vida de las mujeres.

Hoy en da las mujeres pueden hacer otras cosas – estudiar, trabajar, participar en el sindicato- y estas actividades pueden ser hasta valorizadas, sin embargo, todava es fundamental que sean esposas y madres. Para los hombres, las opciones son muchas y variadas. matrimonio y paternidad, ambos importantes, no son necesarios en la vida de ellos.

Con todo, la teora de las relaciones sociales de gnero que traspasa las varias formas de subordinacin de la mujer al hombre en el sentido patriarcal, en el feudalismo, en el capitalismo y en la actual divisin internacional del trabajo, est modificando incluso la prctica de los grupos feministas en el sentido de dejar de hablar de mujeres para mujeres, pero encontrar medios ms eficaces de cuestionar el poder establecido. La tendencia hoy es de que las mujeres creen espacios autnomos con conciencia de gnero y propuestas claras.

Una sociedad dividida en gnero de personas precisa de un derecho, que parta de esa realidad. En la elaboracin de ese nuevo derecho, nosotras mujeres, tendremos que participar con ms que lamentos sobre la injusticia de nuestra condicin. Precisamos de una teora jurdico feminista bien articulada, que no tenga necesidad de apelar a la buena conciencia de un juez, pero que se mantenga por su propia fuerza.

En otras palabras, precisamos reflexionar para poder crear una nueva doctrina jurdica a partir de nuestra ya vasta experiencia latinoamericana en el campo de la defensa de los derechos de la mujer. Contra el carcter machista del Derecho, las mujeres precisan de una teora jurdico-feminista articulada para mantenerse por su propia fuerza.

La sociedad ser ms justa y armoniosa cuando derechos y deberes sean igualmente compartidos por las mujeres y los hombres. Una sociedad en que los sexos-gneros viven realidades mucho distintas, difcilmente tienen condiciones de producir un derecho neutro dentro de ese mbito, especialmente si es apenas uno de esos sexos el que define el derecho o, por otro lado, la realidad de uno de ellos es llevada en cuenta como modelo para determinar las reglas de su promulgacin y aplicacin.

La quilombola madre negra Aparecida nos anteceda y nos confirme en esa largo camino por la liberacin.

BIBLIOGRAFIA

GEBARA, Ivone. As Incmodas Filhas de Eva, So Paulo, Ed. Paulinas, 1989

___________. Vida Religiosa, da Teologia Patriarcal Teologia Feminista, So Paulo, Ed. Paulinas, 1992

___________Cristologia: Ressurreio, relatrio/ Kunaite, seminrio, Faculdade N. S. da Assuno, Ipiranga, So Paulo, maio 1992

RESS, M. Judith et ali, Edits., Del Cielo a la Tierra. Santiago, Quatro Vientos, 1994

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FIORENZA, E. S. , As Origens Crists a partir da Mulher. Paulinas, 1992

BIEL, J. G. , De igual para igual. Vozes, 1987

ALVES, Ruben. Variao sobre a vida e a morte, So Paulo, ed. Paulinas, 1982

ALCANA, Manoel “ A emancipao feminina: Desafios Teologia e a Reforma Eclesial ”, in: Concilium, 154-1980/4, Vozes, Rio de Janeiro

SALISBURY, Joyce E., Pais da Igreja, Virgens Independentes, Scritta, 1995

SOBERAL, J. D., O ministrio Ordenado da Mulher, Paulinas, 1998

REVISTAS:

_____________TEMPO E PRESENA, ano 11 n 248, Publicao do CEDI, Dezembro 1989

_____________REVISTA UTOPIAS MAYO DE 1999, AO VII N64

_____________CONCILIUM/ 202 – 1985/6 TEOLOGIA FEMINISTA

_____________RIBLA 15, Por mos de mulher, Vozes, 1993

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NOTAS

[*] Snia Querino, originaria de Salvador Baha, lleva en su experiencia religiosa los trazos de la espiritualidad de los “orixs”. Ella desempea junto a las comunidades negras un trabajo de promocin de la espiritualidad litrgica afro, en diferentes rincones del inmenso quilombo denominado Brasil. Actualmente, junto con otras religiosas de congregaciones diferentes, est intentando plantear una experiencia de VR Afro en la Dicesis del Valle de Ribeira- SP, regin marcada pela presencia resistente de los resurgentes de Quilombo. En fin, ella es miembro del equipo de coordinacin de VR afroamericana e Caribea- CLAR.

[1] Rafael Montesinos. Profesor de la universidad Nacional Autnoma de Mxico – UNAM

[2] Simone de Beauvoir, O segundo sexo. Fatos e Mitos

[3] II Cor 3,18 ; Puebla 32-39

[5] Aparece “abrangente” en el texto original.

[6] Diccionario Feminista

[7] Manuel Alcana

[8] Poema extrado do Manual da Campanha da Fraternidade, ano 1990, CNBB- Brasil

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