Los canastos de lucha del movimiento popular salvadoreño

Una de las expresiones más representativas y masivas de la resistencia cultural del pueblo salvadoreño es el uso de canastos por las mujeres campesinas para ofrecer sus ventas. Nuestras madres, abuelas, hermanas y compañeras ocupan las aceras de las calles de las ciudades y pueblos, acompañadas de sus hijos e hijas, y de sus nietos y nietas. Bajan de las montañas y suben de las hondonadas con sus canastos llenos de carbón o de flores, de guineos o de zapotes, de chipilín o de güisquiles. Forman parte de nuestra imagen visual cotidiana.

El canasto simboliza la lucha diaria por la vida. Y por años y años, en la lucha social por su derecho a vender, las mujeres campesinas también llevan sus canastos. En sus canastos se encuentran los colores de la vida y florece la luz de la esperanza. Las canasteras rodean los mercados con sus gritos de alegría, con sus voces de dolor, con sus denuncias ante los desalojos, y sus reclamos al poder patriarcal…

El capitalismo racista y oligárquico ha vaciado por siglos los canastos de nuestro pueblo. Nos han saqueado las entrañas. Nos golpearon el nido de nuestros sueños. Y es solo por medio de la lucha por la vida que volvemos a llenar nuestros canastos de esperanza, para poder vivir tranquilos en esta patria que es el hogar nuestro, donde descansan los espíritus subversivos de nuestros abuelos y abuelas, bajo la sombra de nuestros volcanes.

Y a la par de los canastos, también esperamos que calienten pronto los comales de la resistencia. Cuando el comal esta frío la lucha social se debilita. Hay que buscar la leña para encender la lumbre. Acercar los chiriviscos de la protesta. Evitar que la lluvia de la opresión moje el carbón de la dignidad. Hay que soplar la llama para que crezca. Hay que soplar el fuego de la rebelión. Y buscar leña que este seca y dispuesta.

Hay que levantar la vista hacia el horizonte y afinar las trompetas del corazón. Hay que afilar la cuma de la fe, junto con la cuma del poder popular. Y cuando a la luz de la fogata veamos nuestros rostros curtidos por el sol y el viento, comprenderemos la razón de la victoria popular.

Y la figura del canasto de vara de castilla como recipiente nos permitirá entonces aproximarnos a los retos que tenemos como movimiento popular. A nuestro programa de lucha. Existen cinco canastos que necesitamos llenar, cargar, ofrecer y vender en las calles. El de la economía, el de la política, el de la sociedad, el de la cultura y el del medioambiente.

El canasto de la economía.
Necesitamos reconstruir nuestra economía a partir de la satisfacción de las necesidades materiales y culturales de la población. Y no de los intereses de una minoría oligárquica que acumula cuantiosas ganancias como resultado del modelo neoliberal predominante. Este viraje tiene como componentes la recuperación el colón y de la agricultura. Y nuestra incorporación al ALBA y romper con la nueva dictadura del Banco Mundial.
El canasto de la política
Necesitamos un nuevo sistema político, que inicie con una Asamblea Constituyente que elabore una nueva Constitución de la Republica, que garantice mayores espacios para la participación popular en la toma de decisiones sobre el rumbo de nuestro país, en la que los funcionarios públicos sean revocables en cualquier momento.
El canasto de lo social
Necesitamos recuperar los espacios sociales que nos fueron arrebatados por la ofensiva neoliberal, que incluya nacionalizar los fondos de pensiones, un amplio programa de construcción de viviendas, y leyes que protejan la salud y la educación publica. Así como la legalización de las tierras ocupadas por comunidades.
El canasto de la cultura
Necesitamos construir un país tolerante que desde la diversidad asegure el disfrute de nuestra cultura e historia. Y que desde una matriz liberadora recuperare el nahuat, reescriba nuestra historia y asuma la naturaleza inspiradora de vivir en múltiples territorios.
El canasto del medioambiente
Necesitamos dibujar un país en el que nuestra gente, nuestros ríos y nuestros suelos no sean saqueados por compañías mineras y donde las represas no ahoguen a las comunidades. Un país donde se proteja la biodiversidad y la soberanía alimentaria.

Roberto Pineda
San Salvador, 15 de enero de 2011

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