Mi amistad con Roque Dalton
Por Santiago Ruiz Granadino
Los estudiantes universitarios estábamos luchando contra el gobierno del Coronel José Maria Lemus
SAN SALVADOR – Roque Dalton para mi era una persona especial, cuando lo conocí yo no comulgaba con sus ideas revolucionarias, debido a que yo era una persona de pensamiento de derecha, católico conservador, de familia terrateniente, criado en un hogar de un militar y mi principal aspiración cuando era adolescente era ser sacerdote. Con Roque me unían otros lazos: el era de Sonsonate igual que yo; su esposa era muy amiga de mi hermana, el era muy amigo de mi primo José Napoleón Rodríguez Ruiz (Pepe), a mi me gustaba escribir ensayos sobre la sociedad y la naturaleza y ambos éramos libre pensantes (el de izquierda y yo de derecha).
Yo lo conocí en el local de la Sociedad de Estudiantes de Humanidades, que estaba en el edificio que compartía la Rectoría con las Facultades de Humanidades y Economía, este había sido utilizado por un colegio de señoritas y una de las entradas del edificio estaba frente al Correo Nacional. Yo era ordenanza de la Rectoría y como era el último que habían contratado me correspondía limpiar los inodoros de la Rectoría, todo el corredor de la misma, el Paraninfo Universitario y la oficina de la Sociedad de Estudiantes de Humanidades (al final del corredor, antes de llegar al Paraninfo), yo tenía que andar rogando a los estudiantes que llegaban a joder o a reunirse en ese pequeño local (unos 12 metros cuadrados) para poder entrar a barrer y trapear, en realidad sólo me lo permitieron unas cinco veces en aproximadamente seis meses, ellos decían que todos los papeles que estaban tirados en el suelo eran confidenciales y que ellos ordenarían para que yo limpiara el piso; por lo general allí trabajaba el Pichón Cea y otros estudiantes que se encargaban de manejar un mimiógrafo que tenían en esa oficina, ese local lo utilizaban generalmente en la noche y algunos de ellos dormían allí. En esa época, mi tío el Dr. Napoleón Rodríguez Ruiz (Pistolita) era el Rector de la Universidad y mi primo “Pepe” Rodríguez Ruiz era el decano de la Facultad de Humanidades, donde se reunían muchos de los escritores y artistas de la época.
Yo tenía trabajando como ordenanza como seis meses, ya me habían entregado un uniforme de color caqui de mi medida, cuando una tarde me di cuenta que estaba abierto el local de la Sociedad de Estudiantes de Humanidades y rápidamente fui a ver si me dejaban hacer el aseo. Mi Jefa la Oficial Mayor de la Rectoría era muy estricta y ya me había llamado la atención varias veces de que ese local apestaba y estaba a la par del Paraninfo Universitario, en donde daban conferencias magistrales profesionales nacionales y extranjeros, se hacían los exámenes públicos de todos aquellos que habían culminado sus estudios universitarios y se entregaban los títulos a los graduados, toda la gente que ingresaba al Paraninfo vestía elegantemente y eran personas muy refinadas en sus gustos. Cuando entré en el local de los estudiantes me encontré con Roque, quien estaba leyendo un libro de poesía, sentado en una silla que estaba sobre una alfombra de basura de aproximadamente cinco centímetros (papeles, restos de fruta y de comida, stenciles, etc.), el se voltió hacia mi y me preguntó ¿Que es lo que desea jovencito?, yo le explique que tenía que hacer aseo al local y el en forma muy clara me explicó que allí sólo podían hacer el aseo los responsables del mismo, ya que esos papeles que estaban tirados en el suelo eran manifiestos contra el gobierno y los militares, que estos papeles no se podían botar en cualquier parte si no que debían ser quemados; yo le expliqué las regañadas que me había dado la Oficial Mayor y el me dijo que no me preocupara, que el le diría al Chino (no se cual) o al Rudy (un muchacho chele) que recogieran los papeles para quemarlos y que luego que me avisaran para barrer y trapear.
Desde ese momento, cuando nos encontrábamos en los pasillos del edificio nos saludábamos con cordialidad. Eran días difíciles, los estudiantes universitarios estábamos luchando contra el gobierno del Coronel José Maria Lemus, quien ante las protestas populares por la falta de empleo y otros efectos de la crisis económica que había azotado el país en los últimos años de los cincuenta, había respondido con más represión. Una tarde, cuando ya había completado mi jornada de trabajo en la Rectoría, me dirigía hacia mi cuarto como a tres cuadras de distancia, para cambiarme de ropa y luego regresar para recibir mis clases en la Facultad de Economía, en la esquina a una cuadra al poniente del Correo Nacional y a media cuadra al norte de la Rectoría, había varias centenas de personas reunidas escuchando a mi primo Pepe Ruiz, el cual explicaba los desmanes de la Policía y la Guardia Nacional, la cual no había permitido que se realizara esa tarde un mitin en la Plaza Libertad. Yo tenía como dos minutos de haber llegado al lugar, cuando la Guardia Nacional atacó por el lado del Correo Nacional, por el norte y por el poniente, ante los disparos de los atacantes, todos corrimos en dirección del Mercado Central, muchos buscaron refugio en la Rectoría, pero yo continué corriendo dos cuadras mas adelante; toda la zona fue acordonada por la Policía y la Guardia, como a las siete de la noche se empezaron a escuchar nuevamente disparos en dirección de la Rectoría, los cuales finalizaron como dos horas después.
Al día siguiente, a las cinco y media de la mañana, me presenté a la Rectoría para realizar mi trabajo de ordenanza, la puerta principal estaba custodiada por la Guardia Nacional, yo pedí hablar con el jefe de ese destacamento, llamaron a un cabo que estaba por allí cerca, le expliqué que yo era ordenanza y que me responsabilidad era hacer aseo antes que se abriera el edificio al público, el cabo me explicó que todo el edificio estaba ocupado por la Policía y la Guardia, que esperara por allí cerca porque no sabía a que hora ellos se tenían que retirar del lugar; así lo hice, me senté en una grada de un local comercial que estaba en frente de la Rectoría, en donde vendían maquinas de escribir, contómetros y otras cosas para oficina, sólo me levantaba para ir a comer por allí cerca.
No me recuerdo si ese día o al día siguiente, el cabo me llamó para decirme que en ese momento todos los policías y guardias tenían orden de retirarse del lugar, yo entré a la oficina de la Oficial Mayor para comunicarme con ella para recibir órdenes al respecto; esta señora llegó como media hora después, cuando ya se habían ido los policías y guardias, entramos a inspeccionar los destrozos y a ella se le caían las lágrimas, allí me contó que el Rector (ella era la que me había contratado especialmente por el hecho que yo era bachiller, no sabía que el rector era mi tío) y el Secretario General estaban hospitalizados, que el interventor de la Corte de Cuentas también estaba muy grave porque lo habían lanzado desde el segundo piso del edificio; esa noche cuidamos el edificio (para evitar que llegaran a recoger las evidencias de la violencia con que habían actuado las supuestas fuerzas de seguridad) el Jefe de Ordenanzas y otro compañero de trabajo; al siguiente día llegaron los periodistas a tomar fotografías y entrevistar a los pocos funcionarios universitarios que habían llegado a trabajar.
Ese acontecimiento me hizo muy popular en el edificio, yo salí ganando por que la Oficial Mayor le pidió a mi tío que me trasladara a la oficina de contabilidad de la Universidad como auxiliar contable (por supuesto que con el mismo salario de ordenanza), en la Facultad de Economía los miembros del Partido Comunista empezaron a acercarse para conversar y motivarme para que aceptara la postulación como candidato para representante de los Estudiantes de Economía ante la AGEUS.
Pasaron los meses y un día de tantos, el responsable de los estudiantes comunistas de la Facultad me pidió que yo y la Bibliotecaria de la Facultad, visitáramos a Roque Dalton, quien se encontraba guardando prisión en la Penitenciaría, allí frente al Parque Bolívar, en esa tarea de solidaridad estudiantil me hice amigo del poeta, por supuesto que eso significó que se sintiera con el derecho de putearme, por ejemplo cuando metimos a la Penitenciaría dos libros marxistas, encuadernados como códigos de leyes; ese día solo llegamos a dejarle las cosas (medicinas, periódico, golosinas, cigarros y los dos códigos), el las recibió muy contento y nosotros nos retiramos inmediatamente, pero en la siguiente ocasión no quiso salir al área de visitas por que dijo sentirse mal de salud, nosotros dijimos que lo esperaríamos una media hora por si sentía mejor, al cuarto de hora apareció bien emputado, nos dio los dos “códigos” y nos dijo “Llévense estas mierdas, esta basura, esta porquería, como se imaginan que yo voy a leerlas”, se trataba del “Manual de Economía Política” y “Materialismo Histórico”, ambos publicados por la Academia de Ciencias de la Unión Soviética..
Varios meses después, cuando triunfó el golpe de estado contra el Coronel Lemus, que llevó al Dr. Fabio Castillo a la Junta de Gobierno, me sentí muy importante cuando cargábamos en hombros a Roque Dalton, por encima de la multitud que había llegado para exigir la liberación de este estudiante universitario revolucionario.
En esta época Roque estaba de acuerdo con los planteamientos estratégicos del Partido Comunista de El Salvador, en cuya cúpula se encontraba Shafick Handal y Cayetano Carpio, fue un militante disciplinado no obstante su espíritu libertino y su boca sin autocensura, incluso durante varios años estuvo comunicando los planteamientos del Partido Comunista de la Unión Soviética en la Revista Internacional, en cuya redacción trabajó desde Praga, Checoslovaquia. A fines de la década de los sesenta, se produjo una división en el Partido Comunista de El Salvador, Shafick encabezó el mantenimiento del Partido dentro de la lucha electoral y Cayetano Carpio apoyado por la mayoría de la Juventud del Partido planteó que se debería de utilizar todas las formas de lucha revolucionaria. A este sector, que posteriormente conformó las Fuerzas Populares de Liberación (FPL), junto con otros grupos revolucionarios que habían surgido de la veta socialcristiana, el Partido Comunista Salvadoreño los tildó de ultraizquierdistas. Uno o dos años después Roque Dalton escribió un poema poco conocido que se titula “Los Ultraizquierdistas”.
(*) Académico y colaborador de ContraPunto