Mi Código daVinci
Fui a ver y a la misma vez leer la película El Código da Vinci, de la
novela de Dan Brown, y les confieso que quedé maravillado, no con la
película, sino mas bien con la capacidad creadora que tenemos l@s
seres humanos para elaborar ideas. También salí defraudado porque lo
que se dijo ya yo lo había escuchado y me hubiese gustado escuchar
algo diferente.
En esta película, sin caer en una irreverencia o blasfemia, se
cuestiona la divinidad de Cristo, se le presenta con amores con María
Magdalena y la descendencia de ambos fortalece la creencia de un
linaje matriarcal. Es aquí entonces que se elabora la hipótesis en
donde se nos dice que para ocultar esta verdad la Iglesia llevó a cabo
una construcción social, o sea, un invento político el cual surgió en
el siglo IV como resultado del Concilio de Nicea y en el cual el
Emperador Constantino jugó un papel importantísimo. De aquí en
adelante, el Opus Dei, una especie de CIA, KGB o SS, se encargó de
proteger todo este asunto y mantenerlo fuera de la realidad del
público, incluyendo el ocultar Evangelios, asesinar personar, etc.
Ahora bien, ¿cuánto de todo esto es histórico y/o puede ser
corroborado? Casi nada. De la misma manera que probar lo contrario –me
refiero a la divinidad de Jesús y el que no tuvo amores con María
Magdalena- tampoco podemos presentar datos concretos para refutarlo.
De aquí el que entonces yo reclame mi capacidad creadora y les
presente otra interpretación, mi versión del Código da Vinci, del
Jesús histórico. Aguántese, para que no se caiga.
En mi versión, primeramente, Jesús nunca tuvo amores con María
Magdalena y ella no era quien estaba sentada a la diestra en el cuadro
de la última cena que da Vinci pintó. ¿Por qué? Porque lo que la
Iglesia ocultó fue por un lado que él, Jesús, era homosexual, o sea,
gay. Por otro lado, María Magdalena no pudo haber tenido amores con
Jesús porque era lesbiana y tenía su compañera. Entendamos de una vez
y por todas que quien estaba sentado a su diestra era Juan el
discípulo amado, quien siempre tuvo una relación amorosa con Jesús y
se le pasaba recostado del pecho de su maestro. El amor entre ellos
era tan fuerte y tan puro que es éste el único de los hombres que
estuvo con Jesús cuando fue crucificado y a quien Jesús le encargó su
madre María.
O sea, que en la cofradía subversiva de Jesús, de discípul@s y
apostol@s, existía un respeto por el proyecto socio-político de la
inclusión y reafirmación de l@s seres humanos. Sus discipul@s nunca
tuvieron problema con este asunto de la sexualidad como un don divino
de Dios porque desde el comienzo de su fundación la Iglesia que surgió
en el Día de Pentecostés se distinguió por ser abierta y afirmativa a
las diversidades humanas, entre ella la orientación e identidad sexual
que nos fueron dadas en la creación que evolucionó. De aquí el que
condenara la homofobia y el heterosexismo.
Mas adelante, llega el Apóstol Pablo, homofóbico hasta los tuétanos de
los huesos, quien era uno de los líderes en lo que mas tarde se
llamaría el Opus Dei, y produce un mensaje homofóbico, heterosexista
y patriarcal. De aquí el que aunque fue el último que llegó al grupo
de Jesús, (él llegó mucho después de la muerte de Jesús) tres cuartas
partes de lo que conocemos como el Segundo o Nuevo Testamento fue
escrito por él. O sea, que la teología paulina dominó en el proceso de
la canonización dejando a un lado la teología juanista. Esta última
expuesta por el amante y compañero de Jesús: Juan el discípulo Amado.
¿Cómo les cayó mi creatividad? Si se subieron al techo favor de
bajarse porque la moraleja detrás de todo esto es que cualquiera de
las dos versiones –que tuvo amores con María Magdalena o que fue con
Juan- o tal vez una que usted quiera reinventar con su creatividad –
como por ejemplo que Jesús era transexual, transgénera o transvesti-
no le resta su capacidad profética de luchar por una sociedad en donde
la paz con justicia triunfe.
O sea, fue su capacidad de amar, de respetar, de solidarizarse, de
comprometerse con el pueblo oprimido y excluido y de dar su vida por
una causa justa lo que le da validez de ser mi Jesús. Por lo tanto,
estas realidades humanas de ser ciertas no deben de quitarnos la fe
sino más bien deben humanizarla, fortalecerla y aumentarla porque nos
ponen de frente a la realidad que mientras humanos somos, mas
espirituales seremos. Lo demás es secundario.
P. Luis Barrios
Iglesia San Romero de Las Américas
New York, New York
lbarrios@jjay.cuny.edu
2 de mayo de 2006