Programa Agrario del PCS (segunda parte) marzo de 1964

11— Resumiendo las características de nuestro problema
agrario.

Después de realizado el estudio anterior, podemos resumir así las características más sobresalientes de nuestro problema agrario:

1— Más de la mitad de nuestro territorio agrícola se encuentra inculto. La mayor parte de la tierra inculta se encuentra cubierta por pastos para una ganadería raquítica, en crisis y sumamente atrasada.
2— Existe un extremo monopolio sobre la tierra. Los dos tercios de la tierra se encuentran concentrados en poder de una reducida oligarquía de grandes terratenientes y multimillonarios capitalistas, exportadores o importadores, dueños también del sistema bancario y de la gran industria, en sociedad con los monopolios yanquis.
3— En nuestra agricultura tiene lugar un proceso de desarrollo capitalista ligado a las ramas destinadas a la exportación (café, algodón y azúcar). Este desarrollo capitalista conserva y ensancha la gran propiedad territorial y numerosos remanentes feudales en las relaciones de producción, al mismo tiempo que estanca dentro del atraso feudal al resto de la agricultura. Por eso puedo decirse que la agricultura salvadoreña es semi-feudal y en desarrollo capitalista deforme.
4— Tenemos una agricultura monocultivista, que gira en torno de dos o tres cultivos destinados a la exportación. El monocultivo ha llevado la crisis
a la producción de alimentos, determina el desempleo masivo temporal y obstruye el desarrollo armónico y general de toda la agricultura.
5— Los asalariados forman la inmensa mayoría de la población rural y constituyen una gran masa desposeída, con un poder comprador extremadamente pobre y unas pésimas condiciones do vida.
6— Todos estos rasgos son el resultado del proceso deformado de desarrollo de nuestra agricultura, interferido por los interesas coloniales desde la llegada do los españoles. El monopolio de la tierra, la ociosidad do su mayor parte, el desarrollo capitalista, el monocultivo, son rasgos formados históricamente, bajo la presión del rumbo colonial que ha tenido nuestra producción agrícola desde la conquista. Nuestro país es ahora más que ayer un apéndice agrícola de las potencias capitalistas industriales y en primer lugar de los EE.UU.
Pero la tierra y demás medios do producción en la agricultura, la exportación do sus productos monocultivistas, y demás negocios conexos, no pertenecen a monopolios extranjeros, sino a un puñado de multimillonarios nacionales. Por todo esto es que decimos que nuestra agricultura es semi-colonial.
7— La siguiente caracterización sintetiza todos los rasgos do nuestro problema agrario: Nuestra agricultura os semi-colonial, semi-feudal y en desarrollo capitalista deforme.

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IA REFORMA AGRARIA

Después del estudio de nuestro problema agrario, podemos ya trazar, aunque en sus líneas generales, lo que será la Reforma Agraria de la Revolución Democrática, Anti-feudal y Anti—imperialista.
1— Los objetivos de la Reforma Agraria:
En primer lugar; veamos cuales serán sus objetivos. Ellos están dictados por las características de nuestro problema, y se destacan como los más –importantes los que siguen:
1— Liquidar el monopolio de la tierra;
2— Poner la mayor parte de la tierra en poder de los asalariados, campesinos pobres, mozo-colonos y campesinos medios.
3-Incorporar a la producción todas las tierras cultivables con que cuenta el país y sacar a la ganadería de su actual estado de atraso y crisis.
4— Poner fin al monocultivo diversificando la producción agropecuaria; y tratar de satisfacer a breve plazo las necesidades alimenticias crecientes do la población y de aportar a la industrialización nacional con materias primas agrícolas diversas.
5— Liquidar las relaciones feudales o semifeudales de producción.
6— Mecanizar toda la agricultura y elevar su nivel técnico.
7— Elevar el bienestar material y cultural de la población del campo y aumentar su poder de compra, como condición decisiva para hacer posible la industria1ización en amplia escala y todo el independiente desarrollo económico nacional.
Todos estos objetivos se explican por sí mismos y no son precisos mayores comentarios.

12— Las transformaciones y demás medidas para alcanzarlos objetivos do la reforma agraria.

A-. Las transformaciones en el régimen de propiedad:
La clave de la Reforma Agraria está en las transformaciones que se realicen en el régimen de propiedad. La tarea central en este campo es, en nuestro país, el de liquidar el monopolio que pesa sobre la tierra. Sin cumplir con esa tarea es completamente imposible la Reforma Agraria en su conjunto.

De las cifras que proporciona el Censo Agropecuario de 1961 se desprende que el monopolio de la tierra se encuentra concentrado en manos de los propietarios de explotaciones mayores de 143 manzanas, que además son dueños de una considerable extensión comprendida en las explotaciones menores. Esta concentración facilita la tarea do trazar las medidas para la liquidación del monopolio sobro la tierra.

Deberá establecerse un límite máximo que pueda poseerse en propiedad privada, y el resto deberá ser expropiado por el Gobierno Revolucionario de Liberación Nacional, para los fines do la Reforma Agraria. Creemos — que ese límite máximo por familia no puede ser superior a las 143 manzanas, ya sea que se posean en una sola unidad o en varias separadamente.

La fijación do este límite máximo, por tanto, sólo afectará un numero relativamente pequeño de personas. Si comprenden la necesidad de la Reforma Agraria y están dispuestos a colaborar patrióticamente con ella, o al menos a mantener una posición neutral, el resto de propietarios no sólo no saldrán afectados por la expropiación sino que además podrán gozar de los beneficios que en materia de créditos y desarrollo técnico, hará posibles la Revolución.

El límite máximo de 143 manzanas que es a primera vista elevado, en comparación con el tamaño de nuestro país, en la práctica resultará adecuado para poner en manos del Gobierno Revolucionario la cantidad de tierra suficiente para lograr los fines de la Reforma Agraria. Una expropiación que parta de eso límite dejaría para la Reforma Agraria un fondo do tierra cercano a la mitad del territorio agrícola nacional, es decir, a 1.114.999 manzanas.

La expropiación de las tierras que sobrepasen el límite máximo se hará mediante el pago de una indemnización o sin ella, según sea el comportamiento que los afectados observen frente a la Revolución, según que se trate de tierras legítimamente adquiridas o no, según sea la situación económica de cada latifundista en concreto. Pero las indemnizaciones por la tierra expropiada y su forma de pago deberán efectuarse de acuerdo a las necesidades del desarrollo económico nacional.

Hay pues, en nuestro país, las condiciones objetivas para unir en favor de la Reforma Agraria, incluso a los burgueses modios y hasta a ciertos terratenientes, o al menos para lograr su neutralidad. Al mismo tiempo existen las condiciones objetivas para reducir el número de enemigos de la Reforma Agraria a un pequeño grupo.

Pero no es solamente preciso expropiar a los monopolistas de la tierra, es necesario entregarla a las masas del campo. Al hacerlo, se dará origen a una nueva estructura de la propiedad de la tierra que asegurará el desarrollo progresivo y rápido de la agricultura y de toda la economía nacional.

Los rasgos actuales de nuestra agricultura y los objetivos que nuestra Reforma Agraria persigue, así como también la correlación de fuerzas en la arena mundial y las perspectivas del ulterior desarrollo de nuestra sociedad hacia el socialismo, son los factores que determinan la configuración de la nueva estructura de la propiedad en el campo.

Ante todo hay que decir que la Reforma Agraria no dará origen a una sola forma de propiedad, sino a varias formas y que no liquidará todas las formas actualmente existentes sino sólo algunas de ellas. La Reforma Agraria en la presente etapa de la Revolución, dirigirá su filo contra los monopolistas do la tierra y contra la gran propiedad latifundista, feudal o capitalista, se orientará contra las relaciones feudales y semi-feudales de producción, que aún subsisten, pero no contra todas las relaciones capita1istas. Las haciendas cafetaleras, algodoneras, cañeras y de otros cultivos, que tienen un alto desarrollo técnico y una elevada productividad, no deberán ser parceladas, porque ello redundaría en prejuicio de la propiedad y de toda la economía nacional. Además no todos los desposeídos de la tierra y los que la poseen en pequeña cantidad aspiran precisamente a poseer parcelas.

Los obreros agrícolas, los asalariados el campo, que forman la gran mayoría de los desposeídos de la tierra, se encuentran ligados a una técnica avanzada. Poner en manos de cada uno do ellos una parcela no solamente resultaría imposible por la estrechez de nuestro territorio, sino también contraproducente desde el punto do vista económico, pues dejarían de aportar su valiosa experiencia en la gran producción y eso no se encontraría compensado con un incremento do la producción en las parcelas, ya que a la inexperiencia para producir dentro de ellas, so une el hecho do que no pueden aplicarse en ellas, a costos bajos, las maquinarias, los abonos, los insecticidas, etc., y el rendimiento que puede alcanzarse las grandes unidades.

Los obreros agrícolas, además, no aspiran a contar con una parcela, Únicamente los que han dejado de ser parceleros en fecha reciente, a causa del proceso de proletarización que se produce en nuestro país, podrían tener un mayor interés por contar con un pedazo de tierra. La gran mayoría de ellos aspiran a un mayor salario, a mejores condiciones de trabajo, a impulsar el desarrollo económico general y a terminar con el azote del desempleo.

El hecho de que la mayor parte de los trabajadores del campo sean asalariados es para nuestro pueblo una gran ventaja, que le permitirá conservar en lo fundamental las grandes unidades agrícolas de alta productividad, sin dividirlas.

Así, la gran producción cafetalera y algodonera podrán ser la palanca más importante dentro de nuestro país, para levantar toda la producción agropecuaria, para diversificar la agricultura y promover el mejoramiento de las condiciones materiales y culturales de vida para las masas.

Por todas estas razones, las haciendas algodoneras, las fincas cafetaleras, las haciendas cañeras y con otros cultivos que ostenten un alto desarrollo técnico y una alta productividad, que sean expropiadas por la Reforma Agraria, no serán parceladas en lo fundamental. Los trabajadores las recibirán como unidades y no a pedacitos. Para lograr esta finalidad, será necesario crear las formas colectivas de la propiedad que sean adecuadas. Estas formas son fundamentalmente dos, de acuerdo a la experiencia
internacional: la propiedad de grupo o propiedad cooperativa, y la propiedad de todo el pueblo o propiedad estatal cuando el Estado está en manos do este. Ambas formas tendrán que combinarse en nuestro país, resolviéndose cuál de ellas es la más apropiada en cada caso, a la hora de aplicar la Reforma Agraria.

Asimismo será necesario resolver otro problema que nos presenta nuestra conformación agraria: el problema del desarrollo de la ganadería y del aprovechamiento de las extensiones erosionadas, resecas o de muy baja fertilidad. No puede ni siquiera pensarse que repartiendo parcelas, podrá por ejemplo, enfrentarse el gravo problema del desarrollo do la ganadería, que habrá de requerir de grandes inversiones en la construcción de silos, establos modernos, potreros cultivados, pastos de alta calidad, sementales de raza, servicios veterinarios, de inseminación artificial, etc. Convertir en pedacitos todas las extensiones ocupadas hoy por las grandes haciendas ganaderas, sería condenar la ganadería a la muerte, porque los parceleros estarían más necesitados de consumir el ganado que preparados técnicamente y con los recursos económicos suficientes (aún con la ayuda crediticia que pudiera prestárseles), para enfrentar la tarea de dotar al país de una ganadería desarrollada. Esta tarea tendrá que ser enfrontada, en lo fundamental, también dentro del marco do las formas colectivas de la propiedad.

Un caso parecido es el de la tierra erosionada. Repartir esa tierra entre los campesinos pobres o asalariados agrícolas en parcelas equivaldría a un engaño. Para que esa tierra llegue a estar en condiciones de producir, será necesario realizar costosas obras de riego, reforestación, etc., o será preciso plantar costosos frutales cuyas primeras cosechas solamente so producirán años más tarde. Aquí también será necesario recurrir a la propiedad colectiva y, para el caso, concretamente a la propiedad estatal, que es la que más se adecúa a las necesidades de la incorporación de las tierras erosionadas a la producción.

Pero, como ya hemos visto, al lado de la gran producción y de las grandes propiedades latifundistas, existe una regular cantidad de parceleros que trabajan tierra propia, en arrendamiento o en colonia. La mayor parte de las parcelas propias de los campesinos son menores de dos manzanas, es decir, completamente insuficientes para asegurar una producción que pueda permitir a sus dueños la satisfacción de sus elementales
necesidades, no digamos un nivel de vida material y cultural acorde con los tiempos que vive el mundo. La mayor aspiración de todos estos campesinos es contar con tierra propia suficiente.

Estos trabajadores son experimentados en la agricultura parcelaria y con la ayuda técnica y crediticia que pueda proporcionárseles, serán capaces de incrementar grandemente su producción. La Reforma Agraria deberá satisfacer las aspiraciones do todos los colonos, pequeños arrendatarios y pequeños propietarios, entregándoles una parcela o complementándolas la insuficiente que ya poseen. Una parte de los latifundios que se expropien serán repartidos a los campesinos pobres y medios, a los mozo-colonos y, en ciertos casos también a obreros agrícolas.

La Ley de Reforma Agraria que se decrete deberá establecer con claridad que, desde el momento do su entrada en vigor, pasarán automáticamente a propiedad de los pequeños arrendatarios, mozo-colones y colonos, las parcelas que en esos momentos se encuentren trabajando a cambio do alquiler o censo, hasta una extensión do 5 manzanas y que dejarán desde ese instante de pagar renta al terrateniente. Al mismo tiempo establecerá que los propietarios de parcelas insuficientes, recibirán después la tierra hasta completar las 5 manzanas.

A los obreros agrícolas deberá permitírseles elegir libremente el convertirse en parceleros o incorporarse a las cooperativas y granjas del Estado. La Ley fijará el procedimiento adecuado para entregar parcelas a los obreros agrícolas que prefieren esta forma de propiedad.

Los campesinos y obreros agrícolas recibirán gratuitamente sus parcelas hasta una extensión que la Ley determinará, comprometiéndose a pagar el resto por cuotas anuales durante un plazo de largo alcance. Las parcelas serán entregadas en propiedad y a los beneficiarios los será extendido su correspondiente título de dominio.

En resumen, una voz aplicada la Reforma Agraria, la estructura de la propiedad de la tierra revestirá cuatro formas:

1-La propiedad privada capitalista: este sector estará formado por los medianos terratenientes, campesinos ricos y medios que utilizan mano de obra asalariada y que son propietarios de unidades inferiores al límite máximo de extensión permitido por la Ley, por lo cual no serán afectados por la expropiación.

2- La propiedad privada individual: este sector estará formado por los actuales campesinos pobres, propietarios de pequeñas parcelas, y por los parceleros que la reforma agraria origine, según se ha explicado. Esta forma de la propiedad tiene en común con la capitalista el ser también do carácter privado, pero se diferencia de ella en que los pequeños propietarios no explotan mano de obra asalariada y trabajan la tierra ellos mismos o con ayuda do su familia.

3-La propiedad cooperativa: este sector está integrado por las cooperativas que se establezca en las actuales grandes haciendas que so considere conveniente organizar de esta manera. La propiedad cooperativa es propiedad de un grupo de trabajadores, que laboran en común y se distribuyen el producto de acuerdo a la cantidad de trabajo que aportan a la producción.

4- La propiedad estatal: que ya desplazados del poder las actuales clases dominantes explotadoras, será una auténtica propiedad do todo el pueblo. Los trabajadores participarán en la dirección de estas empresas y — recibirán un salario que les permita hacer una vida a tono con las demandas de la civilización, además de otras prestaciones sociales, servicios y atención a su desarrollo cultural.

Las últimas dos formas son evidentemente las más elevadas, pero todas ellas recibirán la ayuda y el estímulo suficiente de parto del Estado, para que puedan desarrollarse y contribuir al incremento do la población nacional.

Las tareas de la construcción revolucionaria que siguen a la liberación son tareas complejas y profundas, cuya realización solo puedan lograr la las fuerzas revolucionarias apoyándose ampliamente en el esfuerzo creador, consciente y entusiasta de las más amplias masas de la población. El esfuerzo do todos los ciudadanos progresistas, de todas las clases sociales, adquirirá dimensión patriótica y contribuirá a la felicidad de todo el pueblo. Y el que a ese esfuerzo se sume la amplia cooperación solidaria de los países socialistas y do otros países amantes de la paz y del progreso, hará posible el rápido desarrollo revolucionario de nuestro propio país.

De la profundidad do las medidas revolucionarias, del acierto de su contenido y de los éxitos en su aplicación, dependerá que la revolución pueda cumplir sus metas democráticas, anti-feudales y anti-imperialistas y que puedan crearse las bases para pasar a la construcción de una sociedad superior: la sociedad socialista.

El tránsito pleno a formar colectivas do propiedad podrá hacerse cuando el campesinado esté consciente de las ventajas que ofrece la colectivización de la tierra para el desarrollo de la agricultura y para el rápido mejoramiento de sus propias condiciones de vida. Queremos decir que ese tránsito sólo podrá realizarse basándose en la voluntariedad y conciencia del campesinado, siguiendo el camino de la persuasión y no de la coerción. Como lo ha demostrado la experiencia de la transformación revolucionaria en muchos países, incluso los elementos capitalistas del campo contarán con la posibilidad do elevar su conciencia — hasta el nivel de los intereses de todo el pueblo, y podrán voluntariamente, entrar a la vía de las transformaciones colectivas. Tal actitud patriótica merecerá debido respeto, recibirá el aprecio do todo el pueblo y el apoyo de su gobierno revolucionario.

Estas transformaciones en el régimen de la propiedad son los medios fundamentales de la Reforma Agraria. Aquí han sido abordadas en sus líneas generales.

Pero no son estos solamente los medios de la Reforma Agraria. Para alcanzar sus objetivos será preciso adoptar muchas otras medidas, de las cuales pasaremos a ver las más sobresalientes:

La ley prohibirá todo resabio feudal en las relaciones do producción, como la colonia, los censos, el trabajo gratuito, los tributos do cualquier especie y bajo cualquier forma a los terratenientes, etc.

-El Estado declarará abolidas las deudas do los campesinos con los terratenientes y los gravámenes que pesan sobre su tierra.

-Para mecanizar la agricultura y proporcionar la ayuda técnica , el Estado creará una amplia red do centros y escuelas técnicas y agronómicas, patios de maquinaria agrícola, silos, centros de producción y distribución de abonos, fábricas de aperos agrícolas; y construirá o ayudara a construir regadíos, embalses, plantas do energía eléctrica,
sistemas de fumigación. etc.

-Para proporcionar la adecuada asistencia crediticia, se creará un sistema de créditos a corto y largo plazo de fácil acceso, que tome en cuenta las distintas necesidades de la producción y distribución agrícola y ganadera.

-Será impulsado el desarrollo de las industrias de enlatado de frutas, carnes y pescados; de fabricación de vinos, dulces y. otras dentro del área rural.

-Se tomarán medidas para suprimir la especulación y acaparamiento de la producción agrícola.

-La parte colectiva de la agricultura será sometida a planeamiento y se tratará de que los parceleros y capitalistas cooperen en la aplicación de los planes. Por esto medio se pondrá fin en corto, tiempo al monocultivo y se incorporarán a la producción todas las tierras actualmente ociosas.

B. SOBRE LA ELEVACION DEL BIENESTAR GENERAL DE LA POBLACION RURAL.

Con todas las medidas apuntadas so elevarán sustancialmente las condiciones de vida de la familia campesina, pero además se tomarán las siguientes con ese fin concreto:

-Fijación de un salario mínimo para los obreros agrícolas, que sea suficiente para atender las necesidades físicas y culturales de la familia.

-Establecimiento del principio de “a trabajo igual, salario igual” sin discriminación de sexo, edad, etc. – Aplicación en el campo de todas las prestaciones laborales y sociales reconocidas nacional e internacionalmente como los derechos do los trabajadores (vacaciones, salarios, aguinaldos, descansos de maternidad, seguro social, etc.) – Creación de una amplia red de tiendas que proporcionen a precios módicos los artículos de consumo personal, aperos de labranza, etc. – Se pondrá en marcha un amplio plan estatal de construcción do viviendas en el campo.
-Modernización a corto plazo de todas las poblaciones rurales existentes, introduciendo el agua potable, luz, alcantarillado, etc., y creación de nuevas donde sean necesarias.
-Saneamiento de los focos de infección palúdica y lucha intensiva contra la tuberculosis, enfermedades intestinales y demás males que aquejan a la población del campo. – Establecimiento de centros médicos y hospitalarios, centros de maternidad, salas cunas, guarderías, etc. Combate a la desnutrición infantil mediante la complementación gratuita de la alimentación en las escuelas y otras medidas.

EDUCACION

-Establecimiento de la Escuela Primaria do seis grados en toda la República, en proporción suficiente para absorber toda la población en edad. escolar.
-Creación do la Educación Media Rural, sobre la baso de Escuelas Normales Rurales, Escuelas técnicas y agropecuarias, cursos do pequeñas industrias (corte y confección, administración doméstica, cocina, etc.)

Con el objeto de aplicar planificada y correctamente la Reforma Agraria, y de orientar el desarrollo do la producción agrícola, será creada una institución estatal.

LAS TAREAS INMEDIATAS

Para que esta Reforma Agraria pueda ser aplicada, será necesario que triunfe la Revolución Democrática, Anti-feudal y Anti-imperialista. El triunfo de tal Revolución solamente será posible por la acción del pueblo unido, encabezado por el proletariado.

Tienen intereses comunes contra la oligarquía y el imperialismo: el proletariado de la ciudad y del campo, los campesinos, la pequeña burguesía urbana y la burguesía media del campo y la ciudad. Son estas las clases que forman el pueblo en la presente etapa histórica de nuestro país La columna vertebral de la unidad antifeudal y anti-imperialista del pueblo deberá ser la alianza obrero-campesina, porque la clase obrera y la campesina son los dos clases más consecuentemente interesadas en hacer triunfar las tareas de la liquidación del feudalismo y de la liberación nacional. La alianza de esas dos clases es garantía de firmeza y poderío de las fuerzas revolucionarias. Mientras ella no sea forjada, las batallas decisivas de la Revolución no habrán madurado.

Con el objeto de construir la unidad revolucionaria de todo el pueblo, de construir la alianza obrero-camposina y de alcanzar la hegemonía del proletariado en la dirección de la Revolución Democrática, Antifeudal y Anti-imperialista, el PCS y las demás organizaciones revolucionarias deberán empeñarse en la realización de las siguientes tareas inmediatas:

1-Organizar a los asalariados agrícolas y a los campesinos para la lucha por sus reivindicaciones inmediatas (mejores salarios, reducción de terrajes y censos, créditos, ayuda técnica, etc.) La organización de los asalariados agrícolas y de los camposinos no debe esperar a que ella sea permitida legalmente. Por el contrario, en el proceso de la organización do las masas rurales debe plantearse la lucha por el reconocimiento legal de ese derecho a la organización.
2-Organizar la lucha por la extensión de todas las conquistas laborales y de seguridad social de la ciudad al campo; y por la abolición do las distintas formas de trabajo gratuito y demás remanentes feudales en las relaciones laborales.
3-Organizar la lucha por la derogación do la Ley Agraria vigente, y por el cese de las diferentes formas de la arbitrariedad de la Guardia Nacional y demás cuerpos de seguridad en contra de los trabajadores.
4-Organizar la lucha de los colonos y mozo-colonos contra los desalojos y demás formas de arbitrariedad de los terratenientes.
5- Impulsar la lucha por el aumento de escuelas primarias en el campo.
6-Impulsar y organizar las acciones comunes con los medianos y pequeños capitalistas y propietarios contra los grandes terratenientes y los oligarcas exportadores, importadores y banqueros, en favor de la reducción del alquiler de la tierra, de la reducción de los tipos de intereses do los créditos, de reducción de los precios de la maquinaria, abonos, insecticidas y demás aperos agrícolas, contra los monopolización de la cosecha para la exportación, por la ampliación do los créditos, etc.
7— Impulsar y organizar las acciones comunes con todos los interesados (incluyendo algunos grandes burgueses) en la ampliaci6n del mercado — internacional del café, el algodón y el azúcar salvadoreños, rompiendo el bloqueo imperialista al campo socialista.
8— Divulgar ampliamente en el campo y la ciudad el Programa Agrario del PCS.

En el cumplimiento de todas estas tareas se irá forjando la alianza obrero-camposina, mediante la cooperación activa y concreta de la clase obrera organizada, con la lucha de los asalariados agrícolas y campesinos, ayudándolos con su mayor experiencia y orientándoles en el rumbo de la independencia de clase y do los objetivos programáticos de la Revolución Democrática, Anti-feudal y Anti—imperialista.

PROCESO HISTORICO DE NUESTRO PROBLEMA

A- La propiedad sobre la tierra antes de la llegada de los españoles y durante la colonia.

Cuando los españoles llegaron a costas de América en 1492, los niveles más altos de agricultura indígena se encontraban entre los Incas y los Aztecas, pero aún entre ellos no se había consolidado de manera definitiva la propiedad privada sobro la tierra. Predominaban todavía las formas colectivas do la propiedad, el trabajo en común y el reparto más o manos igualitario de la producción dentro de las comunidades, El ayllu de los Incas y el Capullí de los Aztecas, eran comunidades asentadas sobre la base de la propiedad colectiva de la tierra y, más entre los Incas que entre los Aztecas, en el trabajo en común y en el reparto equitativo de la producción. Con todo, tanto en un pueblo como en el otro había comenzado a despuntar la propiedad privada sobre la tierra, en la forma de la propiedad de los jefes y sacerdotes del culto.

La propiedad privada sobre otros medios de producci6n y la explotación del hombre por el hombre estaban también apareciendo y en proceso de crecimiento entre los pueblos de mayor desarrollo. La esclavitud entre algunas tribus se encontraba ya bastante difundida, aunque el trabajo de los esclavos no era todavía la base principal de la producción. Poseían esclavos los caciques, los sacerdotes del culto y algunos otros jefes, lo que les permitía un rápido enriquecimiento, que los estaban separando más y más del resto de la comunidad y convirtiéndolos en una clase explotadora que habría terminado sometiendo a todo el conglomerado a su férrea dictadura. Esto proceso estaba ya bastante avanzado entre los Aztecas.

Los Aztecas tenían una gran influencia sobre los Maya-Quiche y al través de ellos sobre el resto de pueblos que habitaban Centroamérica. El régimen social de los Aztecas se repetía en lo fundamental, entre esos pueblos, en parte por los lazos que los unían a aquellos desde los remotos tiempos en que vagaban como nómadas, pero principalmente por su propio proceso de desarrollo, que había recorrido gran parte del mismo camino.

Entre los Incas la propiedad comunal revestía formas complejas, algunas de las cuales apuntaban ya hacia el aparecimiento do la propiedad privada sobre la tierra: había tierras destinadas al culto (“las tierras del sol”), tierras destinadas al sostenimiento de los incapaces (huérfanos, viudas, ciegos, soldados en servicio, lisiados, etc., etc.); tierras comunes del pueblo, tierras de los altos funcionarios y jefes militares y tierras del Inca (Jefe supremo y representante de 1a cosa publica), destinadas a su persona y al sostenimiento do las funciones administrativas. El trabajo en común, pese a esta división de las tierras, seguía siendo la forma principal que se aplicaba a toda la agricultura, en cualquiera do las clasificaciones anteriores.

Aparte de los Aztecas, los Incas y un regular número de pueblos en el Sur y el Centro del Continente, había un considerable número de tribus que no habían salido todavía del nomadismo, de la caza, la recolección y la pesca como formas principales de la producción. Entre estas tribus no so conocía la propiedad sobro la tierra, ni siquiera era conocida entre ellas la esclavitud, ni otra forma de la explotación do unos hombres por otros. Había tribus también que se encontraban en un nivel del proceso un poco más avanzado y practicaban ya una agricultura primitiva y en extremo rudimentaria, asentada sobre la propiedad comunal absoluta de pequeños retazos arrancados a la espesura de los bosques mediante un trabajo colectivo increíblemente esforzado.

En términos generales, esta era la situación en que se encontraban la propiedad sobre la tierra y las relaciones de producción en América, a la llegada de los españoles. España, junto a toda Europa, se encontraba en el inicio da la etapa de descomposición del feudalismo. El mismo viaje de Colón fue el resultado del incremento considerable que había alcanzado en el viejo mundo la circulación de mercancías y el comercio. El capitalismo estaba haciendo ya su aparición en la entraña del régimen feudal y en la propia España la joven burguesía pugnaba por derribar e poder de los feudales.

España y Portugal, los principales patrocinadores de los grandes descubrimientos geográficos y de la apertura de nuevas rutas marítimas, no eran sin embargo, países con gran comercio, ni con producción mercantil desarrollada. Pero la obtención de metales preciosos en América (oro y plata), les permitieron adquirir grandes cantidades de mercancías en Alemania, Italia, Inglaterra y los demás países donde la producción mercantil se encontraba a la vanguardia de Europa. El oro y la plata do América fueron un gran factor para el desarrollo del capitalismo en esos países, al mismo tiempo que contribuyeron al estancamiento do España y Portugal que pudiendo obtenerlo todo mediante los metales preciosos extraídos de sus colonias americanas, no se vieron forzados al desarrollo de la producción mercantil.
Por eso los españoles en América tenían su principal empeño en la obtención de oro y plata, y veían a la agricultura, especialmente durante los primeros tiempos do la colonia como algo secundario.

Desde el asentamiento de Colón en la isla “La Española” (isla hoy ocupada por Santo Domingo y Haití) apareció la primera forma de esclavización de las masas indígenas, a la que se denominó “La Encomienda”. A cada español, según su rango, le era entregado (encomendado) un determinado número de indígenas para que trabajaran forzosamente para él en la agricultura o en cualquier otra labor. La encomienda so extendió por todo al Continente durante los tres siglos que duró la colonia. Para encubrir sus propósitos esclavistas, so alegaba cierta reciprocidad de deberes y derechos entre los indígenas encomendados y su “encomendero”. Mientras los indígenas tenían la obligación de trabajar duramente para su amo, bajo distintas reglamentaciones que variaban según la actividad y el país, los amos tenían el deber de enseñarles la doctrina cristiana y de velar por el bien de ellos. A la “encomienda” vinieron después a agregarse otras formas de la esclavitud como la “Mita”. La mano de obra esclava de los indígenas se utilizaba no solamente en la minería y la agricultura, sino también en la producción artesana,, según el sistema de “obrajes” y “batanes”. Los obrajes y batanas eran grandes talleres donde se encerraba a los indígenas para que desarrollaran de “sol a sol” una determinada “tarea” repartida por un capataz. Este llegaba por la noche a recoger el resultado del trabajo e infería crueles castigos corporales a los que no habían cumplido totalmente la tarea. Los que la habían cumplido, recibían al día siguiente una mayor “porque se había visto que podrían hacer mas”. Las encomiendas y el trabajo en las Mitas, Obrajes y Batanes exterminaron masivamente a la población indígena.

Las leyes españolas consideraban que a partir do la conquista toda la tierra americana pertenecía a la Corona. Por disposición real fueron asignadas a los conquistadores, a manera de premio, extensiones de tierra que variaban según el rango. Así a los soldados de a pie se les entregaba “peonías”, a los soldados de a caballo se les daba “caballerías” * a los oficiales y jefes do alto rango se les entregaban extensiones que variaban según su influencia y sus méritos. So trataba do grandes latifundios a los que se les daba el nombre de “haciendas”. Algunos de ellos recibieron grandes extensiones que abarcaban a pueblos indígenas enteros, los cuales quedaban también sujetos prácticamente a la propiedad do estos grandes señores. A estas grandes extensiones así conferidas se les daba el nombro do “marquesados”.

  • Las “peonías’ y las “caballerías” eran medidas en uso por esos años. Una “peonía” era un cuadrado formado por cien pasos do peatón por lado. Una “caballería” era un cuadrado de ciento cincuenta pasos do jinete por lado.

Una parte de la tierra de labranza de los indígenas fue arrebatada por los españoles e incluida en estos repartos, pero las tribus lograron conservar una parte importante de estas tierras comunales. La explicación de este fenómeno se encuentra en varios factores, de los cuales mencionaremos los de mayor importancia:
a) La resistencia tenaz que muchas tribus opusieron permanentemente a los colonizadores, los obligó a reconocer, pese a todo, muchos derechos de los indígenas y particularmente su propiedad comunal sobre la tierra.
b) Desde los primeros tiempos do la colonia se planteó una contradicción entre los intereses de los reyes españoles y los de los conquistadores y colonizadores. La Corona no podía controlar, debido a las distancias y a la lentitud do los medios do transporte, lo que sus súbditos hacían en América los cuales encontraban en su falta do control la oportunidad para escamotear a los reyes su parte en el botín, no le pagaban cumplidamente los impuestos, no cumplían a cabalidad con las leyes que disponían que debía entregarse a la Corona una quinta parte de todo oro y plata que se extrajera en América, etc. Para proteger sus intereses los reyos tomaron múltiplos medidas mientras duró el dominio sobre América y entre ellas estuvo la de brindar protección legal a las tribus indígenas para la conservación do sus tierras y del derecho a regirse por sus caciques, a cambio del pago de determinados impuestos.

c) La propiedad comunal mantenía a los indios reunidos y eso permitía a los explotadores españoles contar con mano de obra para sus trabajos de minoría, obrajes, batanas y labores agrícolas diversas de carácter temporal. En esos casos eran los españoles los más interesados en mantener la propiedad comunal y hasta llegaron a crearla en algunos lugares donde no existía, para los fines apuntados.

Así la propiedad comunal sobre la tierra se mantuvo durante la colonia, subsistió después de la Independencia y aún existe en algunos países, como por ejemplo en Guatemala. Ha sufrido innumerables deformaciones e influencias extrañas, pero conserva la condición fundamental de ser propiedad colectiva sobre la tierra, propia de la etapa del Comunismo Primitivo. En nuestro país, la propiedad comunal fue liquidada durante el siglo pasado por causas y medios que veremos más adelante.

Las leyes españolas dispusieron también la formación de “Ejidos” en América, trasplantando esta institución peninsular a nuestro suelo, pero con modificaciones de importancia. El Ejido (del latín. exitus que significa salida) era en España una forma de propiedad comunal que apareció espontáneamente y se fue consolidando en el transcurso do los siglos. Consistía en una faja más o menos angosta de tierra en derredor do las poblaciones españolas, destinadas al uso común para la descarga do productos, para apacentar ganado, desmontar carruajes y otros usados parecidos, pero en la cual no se realizaban cultivos ni se levantaban edificaciones, Eran tierras comunales que se encontraban pues, a la salida de las poblaciones y de allí su nombre.

Al ser trasplantado al nuevo mundo, el Ejido adquiere nuevas formas. Según las leyes españolas debían formarse de la siguiente manera: Al irse a fundar una población se escogía un lugar de buen clima, agua abundante y tierra fértil. En el medio del territorio elegido se trazaba un cuadrado de cien varas por lado, el cual quedaba destinado para la plaza. Al frente de la plaza y dejando calle de por medio se trazaban cuatro cuadrados o rectángulos por lo general irregulares, destinados: uno para la iglesia, otro para los edificios públicos, otro para la guarnición y otro para la residencia de autoridades o familias destacadas, o para la construcción de un mesón para el alojamiento de los viajeros. Por lo menos en dos de los costados de la plaza, debían las casas tener portales, para dar albergue a los viajeros. A partir de esta estructura urbana central, se trazaban nuevos cuadros o rectángulos irregulares, dejando siempre las calles de por medio, destinados a las casas do familias que se asentarían en la población. La calle más exterior de la población corría a todo su alrededor y se llamaba la “ronda”. A todo el delineado se le llamaba “traza”. A partir de la ronda y en todas las direcciones se medían dos, tres, cuatro, cinco o más leguas, según la cantidad do familias quo serían avecinadas, y la tierra que quedaba comprendida dentro de la circunferencia era el Ejido. La mitad de la tierra del Ejido se daba en arrendamiento a los vecinos. A esta parte so llamaba “el propio”. El arriendo debía pagarse al municipio y las familias más influyentes obtenían los mejores y mayores terrenos. La otra mitad estaba destinada al usufructo común do la población: en esas tierras obtenían los vecinos leña o madera para sus construcciones, apacentaban su ganado en los pastizales naturales, etc., pero era prohibido realizar allí cultivo o construcción.

En nuestro país, la mayor parte de las poblaciones se asentaron en la faja horizontal-central de nuestro territorio por ser esta la de mejor clima y de mayor fertilidad Por tanto, en esa faja es donde los Ejidos abundaron. La mayoría de la tierra llegó a estar comprometida allí en los Ejidos.

Los Ejidos se mantuvieron en nuestro país hasta fines del siglo pasa do. El proceso de su liquidación, las causas que la determinaron y los medios que fueron puestos en práctica para efectuarla los veremos adelante.

Las tierras que no quedaban comprendidas dentro do los Ejidos, de las Comunidades indígenas o de las haciendas, peonías, caballerías y marquesados, se consideraban como propiedad del rey y por esa razón se las llamaba “realengos”. También se conocían con el nombre de “tierras de composición”, por que podían ser adquiridas por los particulares pagando un precio o “composición” a la corona. Los reyos vendieron grandes territorios realengos para salir do apuros económicos durante los tres siglos de dominio sobre América. Por otra parte, muchos colonizadores so establecieron de hecho en tierras de composición y las hicieron suyas.

“Así, pues podernos resumir las distintas formas do propiedad sobre la tierra durante la colonia:

a) Las Comunidades Indígenas;
b) Los Ejidos;
c) Los latifundios privados (haciendas) adquiridos como premio de conquista, de hecho o como compra al rey; las peonías, caballerías y marquesados. Una parte considerable de los latifundios pertenecían a la Iglesia,
d) Los realengos o tierra de composición.

De todas estas formas de propiedad sobre la tierra hubo en nuestro país durante la colonia.

Las relaciones de producción dentro de estas formas de la propiedad sobre la tierra variaban entre las propias del comunismo primitivo, en las Comunidades Indígenas y una mezcla de esclavitud y servidumbre feudal en los latifundios privados.

En las Comunidades Indígenas dominaban el trabajo en común y el reparto más o menos igualitario del producto. Estas relaciones propias del comunismo primitivo, se combinaban con el pago de impuestos a la corona española, con los servicios gratuitos a los encomenderos, con el cumplimiento de los “mandamientos” en las haciendas y minas do los españoles.

En los latifundios privados dominaban a principios de la colonia, las relaciones esclavistas de producción. La encomienda era en realidad esclavitud y los latifundistas que habían recibido indígenas “encomendados”, realizaban las labores en sus grandes propiedades usando ampliamente de su mano de obra esclava. En los latifundios privados existían, casi siempre, una parte de la tierra entregada en parcelas a campesinos mestizos (hijos do españoles o indígenas), para que las sombraran con cultivos propios, a cambio de pagar al terrateniente una renta en especie y de prestarle servicios personales gratuitos. Esto tipo de relaciones de producción es la típica servidumbre feudal que estaba en boga en Europa.

En los Ejidos predominaba el arrendamiento feudal. Los campesinos (mestizos por lo general) recibían la tierra en arrendamiento por parte del municipio y pagaban en cambio una renta en especie o en dinero. A principios de la colonia el pago en especie ora la regla general y sólo excepcionalmente so efectuaba el pago en dinero, pero a finales do esta el pago en dinero so extendió mucho más.

En ciertos cultivos destinados a la exportación, que contaban con una buena demanda en Europa, fue planteándose la necesidad do masas cada vez más grandes de braceros. Esto ocurrió particularmente en el añil desde fines del siglo XVI. Al principio las hojas de Jiquilite (Añil) se recolectaban en los bosques costeros de los arbustos crecidos espontáneamente. Ya para esa labor era necesario contar con cuadrillas de recolectores. Más tardo, el añil pasó a ser un cultivo muy extendido dentro de las haciendas y, en la época de cosechas, a las necesidades de braceros para la recolección de las hojas se unía la demanda de trabajadores para laborar en los “obrajes” u “obradores” donde las hojas eran procesadas para extraer el colorante.

La necesidad do incrementar rápidamente la producción, a tono con la creciente demanda de colorantes en Europa, y la necesidad de una abundante mano de obra para realizar ese cultivo en crecimiento, comenzaron a mostrar los inconvenientes del trabajo esclavo. Los esclavos no tenían el menor interés en la producción, trabajaban forzados y ejecutaban la labor sin esmero. La mayor parte do la población indígena, por otro lado, se encontraba sujeta a las encomiendas esclavistas y las posibilidades do contar con una mano de obra abundante en las plantaciones de añil y otras ramas de la producción mercantil, so veían por eso excesivamente limitadas. En estas condiciones tomó gran desarrollo una institución creada por las leyes españolas a mediados del siglo XVI y que no había contado con una buena acogida al principio “L0S MANDAMIENTOS”. Los mandamientos consistían en la obligación impuesta a tribus enteras para concurrir, durante una parte del año, a las minas y haciendas distantes hasta ocho leguas de sus respectivos pueblos, para prestar sus servicios como trabajadores, pero ya no gratuitamente como en las Encomiendas, sino mediante el pago do un pequeño salario en dinero. De hecho se llevaba a los indígenas a distancias muchísimo mayores.

Los indígenas que trabajaban bajo el sistema de los “mandamientos”, continuaban siendo tratados en parte como esclavos, pues se mantenían en su contra los castigos corporales (las flagelaciones, el “trozo”, etc.) pero al mismo tiempo contaban con una mayor libertad personal y recibían un salario. Puede decirse por ello quo se trataba de jornaleros semi-libres que en comparación con los “encomendados” representaban por eso de mayor provecho para los hacendados.

De esta manera fueron quedando definidos bastante claramente los latifundios esclavistas y las haciendas añileras, con dos tipos distintos de relaciones de producción.

El crecimiento del cultivo del añil, impulsado por la demanda do una Europa en crecimiento industrial (especialmente en la rama textil tan necesitada de colorantes) planteaba a los hacendados añileros la necesidad do una masa cada vez más abundante do jornaleros. Esto hecho los llevó a conflictos con los esclavistas, que retenían a millares de trabajadores. Así, algunos de los añileros se convirtieron en enemigos de la esclavitud y 1ucharon por su abolición.

B— La Independencia llevó a los añileros al Poder.

La producción añilera que ya era el renglón principal de nuestra economía a mediados del siglo XVIII, sufría no solamente la escasez do mano de obra, sino que también soportaba la extorsión del abrumador sistema impositivo colonial, y las restricciones que España imponía al comercio internacional de sus colonias. A los crecidos impuestos do la Corona se sumaban los “diezmos “pagados a la Iglesia, aparto de innumerables otros impuestos municipales y parroquiales que pesaban sobro la producción.

Los diezmos (décima parte del producto) se cobraban tanto al agricultor como al comerciante, repitiéndose así varias veces sobro el mismo producto en su marcha desde los campos hasta el consumidor. En la práctica, pues, dejaba do sor “diezmo” para transformarse en cuarenta o cincuenta por ciento de la producción. Los productores de añil, como todos los productores de mercancías para la exportación, no podían negociar directamente en Europa, escogiendo al mejor postor. Debían negociar obligadamente con las Casas establecidas en España especialmente para acaparar la producción americana. Estas Casas eran las que realizaban las mejores ganancias en la reventa de nuestra producción al resto de Europa. Por todo ello la producción añilera y, sobre todo su exportación, sufría grandes oscilaciones. En 1798, la exportación de añil llegó a ser apenas un 7% de lo que era en 1773 y después de levantarse hasta llegar en 1802 al
96% (siempre en relación con 1773) se derrumbó de nuevo en 1804 hasta el
42% (+) (Ver nota al final de este anexo.)

Como puede verses el añil se encontraba sujeto a una inestabilidad crítica. Sus bandazos arrastraban la economía del país a grandes dificultades. Esta situación empujaba a los añileros por el camino de la Independencia. Al principio, los añileros, encabezando a todos los criollos, aspiraban nada más a una reforma en el marco de la Colonia. Reclamaban la eliminación de los impuestos gravosos, especialmente de los diezmos y otras gabelas eclesiásticas, demandaban la igualdad de derechos con los españoles peninsulares para ocupar los más altos cargos púb1icos en la Administración Colonial y luchaban por un comercio libro. A cambio de estas concesiones estaban dispuestos a continuar bajo la corona. Los sentimientos independentistas intransigentes no tenían sus raíces entro e1los, sino entre las masas de mestizos e indígenas, que frecuentemente lo patentizaban y hasta llegaban al alzamiento en contra del dominio español.

Los criollos formaban parte de la clase do los latifundistas, eran en su mayoría grandes hacendados, miembros de prominentes familias de explotadores. Sus conflictos con 1os españoles peninsulares y con el clero tenían el origen que hemos explicado, pero ante todo eran explotadores de las masas mestizas e indígenas.

La ocupación de España por las tropas de Bonaparte en 1808 provocó el surgimiento de un heroico movimiento popular por la expulsión de los franceses. La participación de las masas en ese movimiento, que es una de las más altas glorias de la historia de España, imprimió su sello a los acontecimientos. El pueblo español era partidario de las avanzadas reivindicaciones de la Revolución Francesa y la lucha por liberar a la patria invadida adquirió pronto el carácter también do una lucha contra el feudalismo y el absolutismo monárquico. Al influjo de esta fuerza popular se creó una Junta Patriótica en Sevilla, que proclamó su adhesión al principio republicano de quo “la soberanía emana del pueblo”.
Fernando VII, tenido como legítimo sucesor de Carlos IV y que había sido apresado por los franceses, desconoció a la Junta de Sevilla desde su prisión. Quedó así claramente definida la existencia de las dos corrientes dentro del movimiento español por la expulsión de lo invasores. Sin embargo, el apoyo popular a los liberales condujo a que en 1812 se convocara en Cádiz las Cortes (Asamblea do Representantes de la nobleza y otras capas de la sociedad .española) con la asistencia de representantes de las colonias aún no independizadas de América.

En Cádiz se aprobó una Constitución liberal, que hacia numerosas concesiones a los criollos americanos y les daba el derecho de enviar representantes permanentes a España para velar por sus intereses ante las Cortes. La Constitución de 1812 reconocía aún los derechos soberanos del rey, pero limitaba considerablemente su autoridad. Cuando los franceses fueron por fin expulsados en 1813 y Fernando VII asumió el trono, desconoció la “Constitución de Cádiz en (1814). Los criollos centroamericanos se habían llenado do entusiasmo con la Constitución de 1812 y se habían reafirmado en su línea política conciliadora de conseguir un arreglo con el gobierno español, para una larga convivencia bajo el régimen colonial Pero la abrogación de esta Constitución por Fernando VII, unida a la calamitosa situación a que cada vez los empujaba más la supervivencia de los estorbosos controles coloniales sobre la producción y el comercio internacional, los hizo virar más resueltamente hacia las posiciones en pro de la Independencia. Tal viraje en la línea de los criollos centroamericanos y principalmente de los criollos salvadoreños, les permitió recobrar el prestigio que habían perdido en gran parte, por su actuación conciliadora durante los breves alzamientos populares del 4, 5, 6 y 7 de Noviembre de 1811 en San Salvador y diversas localidades del interior de nuestro país.

En nuestro país los principales próceres do la Independencia eran conocidos añileros o estaban emparentados con familias dedicadas a esto negocio, Manuel José Arce, el padre José Matías Delgado, José Simeón Cañas, José María Villaseñor , Antonio José Carías, Mariano Prado, el Padre Isidro Menéndez y Juan de Dios Mayorga, por ejemplo, eran propietarios de numerosas haciendas añileras . Algunos de ellos se vieron arruinados por la aplastante política impositiva do la Colonia o como consecuencia de los avatares de su agitada vida política, que llevó a más de uno a la cárcel. Cuando vino la Independencia algunos estaban llenos de deudas y completamente arruinados y hasta habían perdido o vendido sus haciendas. Pero su arribo al poder favoreció a su clase, la clase de los grandes terratenientes y en primer lugar a los hacendados añileros, que
pasaron a apoderarse de todo el aparato del Estado, tanto al nivel del gobierno de la Provincia como al nivel del poder local.

Las circunstancias especiales que rodearon al acto de nuestra emancipaci6n del yugo español y los sucesos posteriores, dieron al núcleo de criollos salvadoreños, dirigido por José Matías Delgado, la hegemonía en la dirección del joven Estado salvadoreño. Esta hegemonía se consolidó mucho más con su justa postura frente a las pretensiones anexionistas de Iturbide y su positiva militancia en contra de la oligarquía conservadora guatemalteca, corroncha de la colonia, formada en tres siglos de saqueo e inmisericorde explotación de nuestros pueblos.

De este modo el poder del Estado quedó en manos del sector añilero y este imprimió a la política económica el sello de sus intereses. Fueron abolidas las trabas para el libre comercio con Europa, fueron suprimidos los impuestos que entorpecían el desarrollo de la producción añilera. Cuando la demanda europea por el añil exigió un mayor incremento de la producción, se inició el asalto a las tierras de las Comunidades Indígenas, de los ejidos y de los pequeños propietarios en las regiones añileras, usando para ello la fuerza del Estado. Así dio comienzo el proceso de concentración de la tierra en manos de un reducido número de monopolistas, que duró hasta fines del siglo pasado.

C— El proceso de formación del monopolio sobre la tierra y de proletarización de las masas rurales después de la independencia.

Casi simultáneamente con la Independencia dio comienzo un proceso violento de liquidación de las Comunidades Indígenas aun subsistentes. En las regiones añileras las plantaciones crecieron a costa de la tierra de labranza de las Comunidades indígenas. El aparato local del poder era utilizado por los hacendados para despojar a los indígenas y para convertirlos en jornaleros. Pero el despojo de las Comunidades no tenía por objeto solamente proveer a los hacendados de tierra necesaria para sus cultivos. También necesitaban las haciendas una mayor cantidad de mano de obra y mientras los indios tuvieran lo propio para ocuparse no estarían dispuestos a concurrir a las haciendas por un miserable jornal y someterse voluntariamente a la brutal disciplina de los castigos corporales. Al principio los hacendados resolvían el problema de mano de obra obligando a los comuneros a concurrir durante las épocas de mayor labor, valiéndose de la coerción militar. Sin embargo, ese procedimiento tenía inconvenientes: el trabajo seguía teniendo un carácter forzado y el rendimiento se veía influenciado en sentido negativo. Por eso, convertir a los comuneros en hombres sin tierra, necesitados de vender su fuerza de trabajo para no morir de hambre, fue mostrando ser el camino más adecuado para proveer a las haciendas de mano do obra abundante y barata.

Una do las zonas más azotadas por el pillaje de los terratenientes, fue la de los pueblos nonualcos (Santiago, San Pedro, San Juan). Masas indígenas relativamente numerosas para su época fueron despojadas de su tierra en esa región. Tras perder su tierra, los comuneros y pequeños parceleros eran convertidos en jornaleros que devengaban el miserable salario de un “cuartillo” o a lo sumo, “medio real” diario, por jornada agotadora y extensas bajo el despotismo de los caporales, de los castigos en el “trozo” y la tortura de la flagelación. Estos factores acumularon un gran descontento en toda esa zona, que al fin estalló en la insurrección de 1833, dirigida por Anastasio Aquino.

Aquino era caporal en la hacienda añilera “Jalponguita” de la jurisdicción de Santiago Nonualco (esta hacienda perteneció antes de la Independencia al padre José Simeón Cañas), pero nunca se acomodó al cometido brutal de su empleo. Su valentía, su arrojo y el contenido reivindicativo que para las masas tenían sus ideas acerca de la fundación de un “imperio indígena”, endilgado contra los “blancos usurpadores”, le valieron el resuelto apoyo de su pueblo.

A diferencia de los múltiples levantamientos campesinos que se produjeron durante el siglo pasado, que eran sólo una forma do resistencia al despojo de los terratenientes, el levantamiento do Aquino es particularmente meritorio porque enlazó las reivindicaciones de las masas campesinas comuneras, de pequeños propietarios y de jornaleros semi-libres, con la lucha por el poder. Aunque sus ideas sobre el papel de un imperio indígena, no eran muy claras, el sólo planteamiento de este objetivo, llevaba en sí la idea correcta de que la liberación del pueblo explotado y oprimido no puede realizarse sin el derrocamiento do las clases explotadoras.

Los revestimientos raciales de la lucha de Aquino no son más que la expresión de la lucha do clases, en medio de una peculiar situación en la que la clase de los explotadores so identificaba con el origen europeo y la clase de los explotados se identificaba con al origen nativo o con la participación do los indígenas en el mestizaje. Algunos “historiadores” en su empeño por deformar las causas y contornos reales del levantamiento de Aquino, lo achacan una especie de delirio racial, nacido de un resentimiento subjetivo. Pero ni era eso un “delirio”, ni el resentimiento era meramente subjetivo, sino la rebeldía de clase ante la explotación. Por otra parte, no solo era pecado de Aquino y do los indígenas el planteamiento racial del problema social de la época. Fueron precisamente los colonizadores españoles quienes identificaron los privilegios de clase, con el origen europeo de las personas. Hasta llegaron a reglamentar minuciosamente la calidad de la vestimenta y los modelos de ropa que estaba permitido usar a los que no ostentaban un origen puramente europeo, para evitar “confusiones”.

El levantamiento de Aquino es el primer acto insurreccional de los jornaleros semi-libres, precursores da los actuales asalariados agrícolas, proletarios del campo.

Cuando en 1881 el gobierno encabezado por Zaldivar promulgó la Ley de Extinción de las Comunidades, en los hechos esa tarea había sido realizada ya por los grandes terratenientes mediante el despojo violento de los indígenas. La ley vino a legalizar ese despojo y a facilitar la completa liquidación de las pocas comunidades aún existentes, bajo la presión de las exigencias redobladas de mano de obra y tierras apropiadas para un nuevo, cultivo de exportación en desarrollo: EL .CAFE. El desarrollo del café condujo también a la liquidación completa de loe Ejidos, que se había iniciado en las regiones añileras de hecho desde los días subsiguientes a la Independencia.

Hacia la mitad del siglo pasado tomó gran desarrollo en Europa la aplicación de la Química a la industria, dando origen a la Química Industrial, que llegaría a ser con el tiempo uno de los pilares fundamentales do la producción de colorantes sintéticos, de superiores cualidades que los colorantes fabricados en base del añil. El añil comenzó a declinar y la demanda en Europa se fue reduciendo a medida que crecía la fabricación
de los tintes químicos.

Para una economía monocultivista cono ya era la nuestra, que giraba en torno del añil, aquella era una catástrofe. Pero a quiénes habían sido por generaciones dirigentes de una economía colonial, productora do materias primas para la exportación, apéndice agrario de los países más desarrollados, no podía ocurrírselos producir un viraje fundamental en aquella coyuntura. Los españoles conformaron así la producción en sus colonias de América y los criollos, como ya vimos, resentían no el hecho de que la producción americana estuviera conformada para abastecer y complementar a Europa, sino el que, en cumplimiento de ese papel, encontraron la traba impuesta por España al comercio, las discriminaciones en materia de impuestos y en cuanto a los derechos políticos que en definitiva pesaban sobre sus intereses económicos. Por eso, la Independencia política que les dio a los añileros el poder en nuestro país, no podía conducir ni condujo a la independencia económica, sino a la acentuación del carácter colonial de nuestra producción agrícola. Hablar de mercado para nuestros productos seguía significando hablar de Europa, como en la colonia, y hacía la sustitución del añil por otro producto aceptable para los europeos so encaminaron los desvelos de la clase dominante, aun antes de que el añil entrara en crisis, cuando ya ésta se dibujaba en el porvenir.

El café surgió entonces como la mayor esperanza de las clases dominantes. En esto consistió la “previsión” y la capacidad “visionaria’ que tanto se alaba en los gobernantes de la época, y sobre todo en Gerardo Barrios, cuyos auténticos méritos patrióticos forjados en la lucha contra la oligarquía conservadora y clerical, en favor del laicismo en la enseñanza y de la completa separación de la Iglesia respecto del Estado, se ocultan en cambio cada día más ante la juventud.

De nuevo el aparato del Estado fue empleado a fondo por las clases dominantes para empujar la agricultura nacional por el camino más conveniente para sus intereses, por el camino del cultivo del café. La zona más adecuada para el cultivo cafetero resultó ser la faja horizontal central, de tierra muy fértil, de origen volcánico y de clima fresco en sus puntos altos, muy propicio para este arbusto. Pero esa faja era en donde más abundaban los Ejidos, como ya vimos, y esa forma de propiedad no era precisamente la más indicada para incrementar el costoso cultivo del café, que es de carácter permanente. Quién, en efecto, estaría dispuesto a plantar unos arbustos en tierra ajena, para esperar luego entro cuatro y cinco años por las primeras cosechas, escasas además por ser las primeras? Quién estaría dispuesto a realizar una costosa inversión en la plantación de cafetales en las tierras de los Ejidos, sin tener la seguridad de que no sería lanzado por el Municipio, tan sujeto a los vaivenes de las enconadas disputas entre los más grandes terratenientes de la localidad? Por otra parte, cómo incrementar con rapidez un cultivo que multiplicaría varias veces las necesidades de mano de obra, sin convertir previamente en jornaleros a los parceleros ejidales, que no estarían dispuestos a concurrir voluntariamente a sus fincas do café a devengar un miserable salario, mientras tuvieran cultivos propios que atender? Indiscutiblemente, pues, por el lado que se lo rnirara, los Ejidos habían llegado a estar en contraposición con los intereses de la clase dominante y su desaparecimiento se había convertido en una necesidad para ella. El proceso de liquidación do los Ejidos se aceleré entonces de hecho. En 1882 fue promulgada por el gobierno de Zaldivar la Ley de Extinción de Ejidos, pero ese proceso ya se había iniciado desde varios años atrás. La ley vinos consolidar la usurpación, a propiciar la definitiva desaparición de los Ejidos y el paso de sus tierras a manos de unas cuantas familias do ricos hacendados.

El gobierno impuso como condición para quienes obtuvieron en propiedad tierra de los Ejidos, que ella fuera sombrada con café. Fueron por esta razón liquidados no más pronto los Ejidos que comprendían tierra apropiadas para su cultivo. Los terrenos ejidales costeros permanecieron por mucho tiempo sin sor reclamados por nadie, pese a que la Ley daba grandes facilidades para ello. En la faja costera se encontraba también buena parte de los terrenos llamados “realengos” durante la colonia y baldíos después de la Independencia, que se consideraban de propiedad estatal. Una pequeña parte de los campesinos despojados de su tierra parcelaria o expulsados de los terrenos ejidales, se refugiaron en territorios de la faja costera, en donde tuvieron que realizar esfuerzos gigantescos para arrancar a la montaña pequeñas parcelas de tierra destronconada para labranza y esfuerzos todavía mayores, casi heroicos, para mantenerse bajo las inclemencias del clima, la abundante plaga do zancudos transmisores del paludismo y la ausencia casi completa de vías de comunicación.
El establecimiento del Registro de la Propiedad Raíz e Hipotecas en 1897, puso nuevos instrumentos en manos de los terratenientes para el despojo de los campesinos.

Todo el siglo pasado y comienzos del presente está empapado en la sangre campesina, derramada en el proceso brutal de formación del monopolio de la tierra en nuestro país. Quienes ocupaban un lugar destacado en el Gobierno Central o en el gobierno local, aprovechaban a fondo su posición para usar de la fuerza del Estado en el despojo de las masas rurales. No es casualidad que los apellidos de los más grandes latifundistas de la actualidad están vinculados a ex-Presidentes do la República, a ex- Ministros, a ex-Gobernadores o ex-Alcaldes. Si se revisa en las generaciones anteriores de las familias do los más grandes terratenientes en cada localidad, casi siempre toparemos con antepasados alcaldes, gobernadores, jueces, Ministros o Presidentes. Y eso no es, repetimos, ninguna casualidad, Es el mudo testimonio de la utilización durante más de un siglo del poder del Estado, de la fuerza pública, de las leyes, para despojar a las masas campesinas do su tierra. Constituye la silenciosa evidencia de que el monopolio que hoy pesa sobre la tierra en nuestro país es el producto do la usurpación respaldada por la fuerza pública.

La Revolución al realizar la Reforma Agraria no hará otra cosa que expropiar a los expropiadores.

( ) NOTA: Datos tomados del artículo “Estructura de Clases en El Salvador a fines de la Colonia, de J. Humberto Velásquez, publicado por 1ª Revista “La Universidad”, Número 1—2 correspondiente a enero y julio de 1960.

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