Ramiro Vázquez: Sábado 11 de noviembre de 1989, la Ofensiva ha comenzado…Por Godofredo Echeverría

Entrevista realizada al comandante Ramiro Vázquez en julio de 1992.
La señora peló los ojos y dijo: ¿De dónde han salido tantos?

No tenía ni idea que hubiera tanta gente detrás del movimiento y todos armados. Pasamos un día tensos y cabalmente, como nosotros lo habíamos diseñado, era necesario realizar al interior de la ciudad, algunas operaciones para que jalaran la atención del ejército hacia el interior de San Salvador. Ellos conocían el plan general, tenían idea de algunas áreas de acercamiento y habían tirado fuerzas a operar en esas zonas, y prácticamente los barrios que debíamos ocupar estaban ocupados durante el día. Se inició un avance de fuerzas enemigas hacia nuestros puntos de concentración y como a las once de la mañana, empezamos a abandonar los primeros charrales y a retirarnos para evitar los combates. Fue entonces cuando se dio el ataque a la Guardia Nacional. El avance se paraliza y el dispositivo del enemigo comienza a trasladarse al interior de la ciudad. La Ofensiva comenzó muchos meses antes de aquel 11 de noviembre. Comenzó con un largo proceso de acumulación de materiales logísticos, de planes, de esfuerzos de reconocimiento del terreno, de acumulación de material topográfico que nos permitiera conocer las áreas donde nos íbamos a mover , y comenzó también con una acumulación de esfuerzos logísticos bélicos y comestibles en las áreas donde supuestamente íbamos a operar cada una de las unidades , la preparación del personal, el traslado de las fuerzas desde distintos frentes, de distintos lugares, acercándonos a los teatros de operaciones. Por supuesto, el arranque fue la toma de decisiones de la Comandancia General en una serie de continuas y largas reuniones con las jefaturas militares de los frentes que motivaban distintos movimientos. Las últimas instrucciones las recibí sólo 24 horas antes de la Ofensiva, nos entrevistamos con el compañero Hugo, que había viajado desde donde se encontraba la Comandancia para transmitirnos las últimas indicaciones. Yo quisiera aprovechar para destacar un esfuerzo poco conocido. El esfuerzo del equipo de los compañeros de logística, los hombres que se encargaron de garantizar que quienes íbamos a participar en la Ofensiva tuviéramos las armas y las municiones necesarias para luchar. Este es un trabajo de hormigas y fue realizado durante más de 6 meses, adquiriendo el material y entregándolo a nosotros en los mismos lugares de operaciones. Recibimos el último cargamento de logística en Ciudad Delgado, Barrio San Sebastián, a las 7:45 pm. del viernes 10 de noviembre. La unidad que nos hizo la entrega se retiró con los primeros disparos a sus espaldas y eso fue lo que garantizó que pudiéramos mantenernos por más de diez días sin movernos de Ciudad Delgado. Teníamos una base de logística fuerte y firme que nos ayudaba a permanecer allí, aparte de la que ya habíamos acumulada en la periferia inmediata, en las zonas en disputa como la que llamamos, la Zona de Pinar, San Laureano, El Cortéz. Estos quipos fantasmas vivieron, existieron y desaparecieron sin dejar rastros, sólo en el corazón de cada combatiente que los recibía y esperaba con gran alegría cuando aparecían en la periferia de los frentes y a veces en los mismos teatros de combate. Nuestro equipo interno de logística jugó un papel importantísimo en el mismo desarrollo de las operaciones, de los combates, de las campañas de 1989. Ellos llegaron a dejarnos municiones a las propias líneas de fuego, burlando los dispositivos enemigos hasta donde nosotros estábamos combatiendo. A las 4 de la tarde del viernes 10 de noviembre de 1989 empezaron a salir las columnas del Cerro de Guazapa y comenzaron a llegar a la zona de concentración a las 6 o 7 de la mañana, prácticamente a los ojos de todo el mundo. Era impresionante escuchar los comentarios de la población cuando miraban a centenares de guerrilleros, pues en la zona sólo operaban pequeñas unidades, grupos de dos o tres compañeros o sea, grupos de expansión, y de repente veían nubes de guerrilleros que invadían lomas y barrancos. Yo recuerdo la expresión de una señora que llegó a dejarnos comida por supuesto que ella no tenía idea de para qué estaba haciendo tantos huevos con tomate acompañados de tantos panes franceses. Cuando llegó al lugar donde estábamos alrededor de trescientos guerrilleros estábamos tirados en un barranquito, nos habíamos quitado los zapatos y estábamos dormitando al sentir el olor de la comida todos revivimos. la señora peló los ojos y dijo: -¿Puta ,de dónde han salido tantos guerrilleros? La Ofensiva fue, en primer lugar, una gran acumulación de recursos para garantizar el esfuerzo por lo menos 6 meses antes, en que comenzamos a trabajar en esa dirección. la otra parte fue la exploración. Eso fue lo que nos tocó a nosotros. Nuestras jefaturas estuvieron bajando con frecuencia de la periferia de los frentes, a recorrer a pie todas las áreas en las que posiblemente íbamos a operar: Ciudad Delgado, Soyapango, que era el sector que inicialmente teníamos a nuestro cargo; Apopa y San Marcos, donde también tuvimos que actuar. Tuvimos que mover fuerzas de los frentes, de Chalatenango, de Jucuarán, además de mover todas sus armas hasta los lugares en que iban a operar. El FMLN hizo un estructuración de sus fuerzas, de tal manera que cada organización se ubicara en el punto en que pudiera garantizar mayor efectividad, donde fuera más necesaria la presencia de sus fuerzas. En el caso de los barrios de San Salvador, habían venido combatientes desde el norte de Morazán, desde el norte de San Miguel, de los últimos rincones de Chalatenango, naturalmente de Guazapa, del Volcán de San Salvador. Esto implicó un esfuerzo enorme y muchos sacrificios. Nosotros estábamos en Guazapa y nuestros campamentos sirvieron como punto de descanso y de paso, de reabastecimiento de las columnas que venían del interior del país. Allí descansaban, se reabastecían y continuaban el camino hasta sus lugares de operación. Guazapa implicó un gran esfuerzo y mucho sacrificio para garantizar los recursos, pues muchos compañeros llegaban a comer, a buscar zapatos que les sirvieran para la ofensiva, a curarse. Muchos compañeros llegaron con los pies infectados por el hongo al que le decían pie de trinchera. Eran decenas de compañeros que venían con los pies totalmente en carne viva, pues este hongo se come toda la piel que cubre la bota. Muchos compañeros se quedaban a recuperarse de los daños ocasionados por el famoso hongo y luego esperaban a que pasara otra columna con dirección al lugar que les había sido asignado. Nuestro sistema de radio intersección nos permitió darnos cuenta que las conclusiones del enemigo, producto del ataque al cuartel de la Guardia Nacional, eran que nuestros esfuerzos se iban a dirigir durante ese día, a realizar ataques con ramplas y armamento casero a otros cuarteles. Debido a esos análisis, el dispositivo del enemigo comenzó a regresar a la ciudad. El ejército había llegado como a 500 metros de donde se encontraban las concentraciones nuestras más adelantadas, que ya no podían echarse para atrás. en ese momento estábamos tomando medidas para entrar en combate. El plan de emergencia que habíamos decidido era enviar parte de la fuerza para que se amarrara al combate, mientras el resto, aprovechando la noche nos desplazábamos hasta los lugares acordados. Esto significaba un cambio del plan inicial, pero, en ese momento se dio el ataque a la Guardia Nacional, que es el que marca el inicio de la ofensiva General del sábado 11 de noviembre de 1989 y el ejército se retira a proteger los cuarteles, dejándonos libre el paso hacia nuestros lugares de combate previamente seleccionados. Después del almuerzo, el 10 de noviembre, quedamos sueltos y a las 4 de la tarde iniciamos las formaciones para dirigirnos a Soyapango y Ciudad Delgado, luego fueron los abrazos de despedida, pues sabíamos que muchos no volveríamos a vernos. Se escuchaban las voces adoloridas de los que no podrían marchar por encontrarse enfermos, heridos o porque tendrían que cuidar los campamentos. fue lamentable que se nos echaran a perder las fotos de esas concentraciones. Comenzó la marcha de la larga columna atravesando barrancos y vaguadas. Aún no habíamos llegado cuando comenzamos a oir los combates. Debíamos estar allí, pero como habíamos explorado la ruta a la perfección, sabíamos que el camino resultaría muy largo. Debido a ello tomamos la decisión de que nuestras fuerzas urbanas junto con una parte de las tropas especiales de Guazapa, se tomaran el barrio y le hicieran golfo* para mantener las posiciones. A las ocho de la noche los compañeros atacaron la Defensa Civil y la Guardia Nacional y se posesionaron de una parte de Ciudad Delgado, del Barrio San Sebastián. Nosotros entramos a la zona a las 2:30 de la madrugada. La situación había sido controlada por los comandos urbanos y por las fuerzas políticas, que ese día a las 6 de la tarde, habían entrado a la periferia de Ciudad Delgado y habían sido instruidas en la utilización de armamento de combate, Estas fuerzas le “hicieron huevo” desde las 8:00 de la noche hasta que nosotros llegamos. nuestra columna llegó a tomar el control de la situación, a meterse en las trincheras y a reforzar las posiciones. A las 4:30 de la madrugada me acosté a dormir, tenía tres noches de no pegar los ojos. Me acosté en el zaguancito de una tortillería y me dormí como una hora y media. Amanecimos el domingo 12 de noviembre con Ciudad Delgado tomada en dos direcciones: La zona del barrio San Sebastián y la zona de la Fundidora Tinetti, cercana al punto de la ruta 4 de autobuses. Teníamos dos agrupaciones de fuerzas. para ese día nuestro propósito era lograr el control total de nuestras fuerzas sobre el territorio. Ese día enfrentamos las mayores dificultades en cuanto a nuestra concepción de combate, pesar de que habíamos dado las instrucciones adecuadas y de que habíamos preparado políticamente a nuestros compañeros para que en el combate se utilizaran las casas. Nuestros hombres educados en el respeto a la persona y a los bienes de la población no se metían a las casas y estaban bajo una lluvia de balas atrincherados en las gradas que habían en las aceras altas, por eso fue que la mayor cantidad de bajas que sufrimos las tuvimos durante las primeras 24 horas de combate. El primer dia de nuestra permanencia en el lugar, se nos presentó el momento más crítico, cuando el sol se encontraba en su punto más alto. Entre las once de la mañana y las dos de la tarde, la Guardia Nacional y la Policía de Hacienda realizaron un gran esfuerzo por desalojarnos. Yo siento que esos fueron los momentos más críticos, pues las tanquetas llegaron como a 40 metros del puesto de mando. Éste se encontraba en una casa de tres pisos. En esos momentos angustiosos es cuando la gente te mira y si das un paso atrás, se da la desbandada. Desde ese puesto de mando dirigíamos a gritos a los compas que le estaban tirando a las tanquetas y casi los choyaban los cohetes Low a ras de suelo, que se lanzaban para tratar de detener a las tanquetas. Derrotamos ese intento de las fuerzas enemigas cuando destruimos una tanqueta y los sacamos de nuestra zona. Ese día tuvimos nuestro primer muerto, un compañero de las fuerzas urbanas que murió al lado de la tanqueta. A pesar de ello, quedamos más tranquilos, pues habíamos hecho retroceder a quienes querían desalojarnos. Después de ese combate se empezaron a sentir las manifestaciones públicas de apoyo de la población. Durante la noche anterior se escuchaban los megáfonos por todos los barrios de la ciudad anunciando que nos encontrábamos en disposición de permanecer en el lugar durante el tiempo que fuera necesario. Hasta antes del combate con la Guardia, la gente nos sonreía y se metía a sus casa, pero después de ver humeando la tanqueta y que sacamos a la Guardia, la gente empezó a expresar abiertamente su apoyo. Las calles de Ciudad Delgado se convirtieron en una feria. El miércoles 15 el ejército hizo otro esfuerzo grande por desalojarnos, pero ya estábamos más fuertes, dominábamos mejor el terreno, los detuvimos nuevamente. Ese día había entrado a combatir contra nosotros la Fuerza Aérea, la artillería nos atacaba y el Batallón Atlacatl había entrado por la Carretera Troncal del Norte, detrás de nuestros dispositivos. Esto hizo que nuestro agrupamiento que combatía en la zona de la Fundidora, comenzara a desplazarse hacia el centro. El Batallón Atlacatl fue tomando terreno a partir de la Troncal del Norte. En esa zona se dio un combate curioso, un combate contra las abejas. Se dio en una loma cercana al punto de buses de la ruta 4. Nosotros tomamos la posición, pero los disparos alborotaron a las abejas de un enjambre asentado en el lugar. La posición era cachimbona, pero ese montón de abejas infiltradas en el lomo de los combatientes hicieron que dejaran la posición, que fue tomada por el Atlacatl, quienes finalmente la abandonaron también. Esa misma noche colocamos nuestras fuerzas detrás de las posiciones enemigas, por lo que el enemigo amaneció con nuestra fuerza rodeándolo por el frente y por detrás. En Ciudad Delgado se dio una experiencia interesantísima, nuestra fuerza se graduó en el combate urbano. Ya a la altura del viernes y del sábado, la gente combatía con mucha tranquilidad y seguridad, los esfuerzos que realizaba el ejército terminaban siendo derrotados. Sin embargo, el viernes 17 empezamos a sentir los efectos de los bombardeos aéreos y los ataques artilleros sobre la población. Comenzaron a salir bastantes heridos entre la población civil, las tanquetas equipadas con altoparlantes llamaban a la población a abandonar la zona, amenazándolos con más bombardeos si no lo hacían. La gente empezó a abandonar sus casas, el éxodo se produjo. Muchos de nuestros amigos en la zona decidieron salir llevando consigo sus pocas pertenencias ante el temor de nuevos bombardeos. Nuestras provisiones empezaron a escasear. El día lunes tuvimos las primeras incorporaciones de la población a nuestras filas. Ese mismo día salió el primer pelotón de 40 hombres recién incorporados y preparados militarmente en el área que se había tomado. Después de incorporar tres nuevas unidades, mis provisiones de armas en la zona se habían agotado y los recién incorporados tenían que dirigirse a zonas más lejanas de la retaguardia para ir a traer su armamento. Debido a que habíamos reforzado nuestras posiciones, habíamos ampliado nuestra influencia en la zona, habíamos contenido los avances enemigos, le propuse a la Comandancia General fortalecer nuestra posición pasando a tomar la Dirección General de Cartografía y dirigirnos hacia los cuarteles de la Guardia Nacional y de la Policía de Hacienda, para ello les solicité el traslado de nuestra fuerza en Soyapango hacia Delgado. Esperando respuesta estaba cuando en vez de la respuesta esperada recibí la orden de la Comandancia General de dirigirme a la Colonia Escalón. En ese momento decidimos dividir la fuerza, dividimos el hospital, ya que algunos heridos se fueron con nosotros a la Escalón y otros debieron quedarse. La despedida fue muy triste para los que se quedaron, nuestras fuerzas estaban hasta tal punto moralizadas que nadie quería volver al cerro. Entre abrazos y lágrimas iniciamos la marcha. Salimos de Ciudad Delgado el domingo 19 de noviembre a las doce de la noche, pero en el camino hacia la Colonia Escalón sucedieron muchas cosas. Nos habíamos preparado con mapas, planes, abastecimiento para llegar a Delgado, pero a la zona a la que nos dirigíamos, no llevábamos nada. Ni reservas, ni mapas ni guías. Íbamos a la “zumba marumba”. Pusimos a la cabeza a los compañeros que sabíamos eran capaces de abrir ruta. Pusimos a René Armando a la cabeza y la columna detrás de él. Pasamos cerquita del penal de Mariona. Atravesamos la Troncal del Norte como a las 3 de la mañana y antes de que amaneciera logramos meternos en un pedacito de los cafetales del Volcán de San Salvador. Pasamos el día en el cafetal y por la noche empezamos a movernos hacia la zona que nos había sido asignada. Luego vendría el largo esfuerzo por la coordinación. El plan para la toma del Hotel El Salvador Sheraton fue diseñado para ser realizado por fuerzas del ERP, de las FPL y de las FAL, las nuestras. Nosotros habíamos comenzado a movernos por la tarde del domingo 19 de noviembre, día en que los compañeros se habían tomado el Hotel.

Cuando llegamos a las puertas del lugar, eran las cuatro de la mañana del lunes 20. Amanecimos pegado al área del hotel sin saber que los compañeros ya no se encontraban allí. La gente nos decía que ya no había nadie, que los compañeros se habían retirado la noche anterior. Los pequeños grupos armados que veíamos en las cercanías vistiendo uniforme negro eran tropas norteamericanas. Comenzamos a desplazarnos, afortunadamente, ya que por poco nos llevamos de loteríazo la respuesta de la tropa enemiga. Nos encaramamos al volcán y una columna que se quedó retrasada recogiendo a una compa que se había desbarrancado, se encontró con la cola de las FPL que iba subiendo al volcán. A las dos de la tarde nos reunimos con Chico y con Dimas para coordinar el nuevo esfuerzo. Ese día miércoles 29 de noviembre armamos nuevamente el plan, reubicamos la fuerza: una parte de las fuerzas de las FPL se trasladaría al sur poniente para penetrar en dirección al Estado Mayor de la Fuerza Armada. Otra parte se trasladaría a la zona de la finca El Espino, para penetrar por la colonia Campestre y nosotros nos preparamos para penetrar por la zona de la Colonia Lomas Verdes, en las cercanías de la residencia presidencial. En otros puntos del país se habían desarrollado grandes esfuerzos, heroicos, en San Vicente, San Miguel, Santa Ana, donde nuestras fuerzas habían lanzado acciones importantes. Lo que se sostenía a esas alturas era Zacatecoluca en el Departamento de La Paz, San Miguel, y la presión en la periferia de Usulutan. En los otros lugares, prácticamente, el esfuerzo se había diluido. El plan de penetrar a la Colonia Escalón estaba acompañado de un esfuerzo en Soyapango y un esfuerzo en ciudad Delgado. Atacamos el 29 de noviembre a las once de la noche, amanecimos con la colonia Escalón tomada y nos mantuvimos combatiendo todo el día. En esa oportunidad nos fallaron todos los medios para comunicarnos con la Comandancia General y tuvimos que hacer la consulta telefónicamente, así, a las ocho de la noche recibimos la confirmación por parte de la Comandancia General del FMLN, de abandonar las posiciones en las que nos encontrábamos en la colonia Lomas Verdes. Nos retiramos en secreto y al día siguiente, el Batallón Atlacatl combatió todo el día de las 5 de la mañana a las 6 de la tarde contra las posiciones que habíamos abandonado, incluso tuvieron heridos combatiendo contra posiciones vacías. Los combates en la colonia Escalón nos mostraron con crudeza la enorme desigualdad en la que vivimos. Veníamos de barrios pobres donde la gente sale por la mañana a comprar lo que va a comer al medio día y por la tarde sale a comprar lo que va a comer por la noche y entramos a casas donde habían bodegas repletas de enlatados y de comidas exóticas y exquisitas. Algunos compañeros salieron con dolor de estómago por probar comidas extrañas. Encontramos casas donde la noche anterior habían tenido fiesta, decenas de botellas de cerveza, botellas de whisky. Había otras casas donde se habían preparado para esperarnos, tenían escopetas con tiros y tenían todas las mesas llenas de armamento dispuesto para combatir. Fueron muchas las casas que encontramos con fusiles, escopetas, pistolas, carabinas, fusiles M-16 y salvo algunas que se dispararon, dejaron sin tocar las demás. Era curioso encontrar a los patrones encerrados en los cuartos donde duerme el personal de servicio, escondidos donde duermen las muchachas. Uno entraba y encontraba la cara de un perro gruñendo, dos carotas desencajadas y tres o cuatro caritas de niños asustados y temblando. También la muchacha estaba asustada, pero los patrones tenían la idea que por refugiarse en la condición social de la persona que dormía en ese cuarto iban a estar mejor protegidas. Habían fuerzas del ejército, pero a los primeros disparos se corrieron, nos desplazamos hacia la parte baja de la Escalón, al redondel Lucerna y al redondel Masferrer. Por la mañana combatimos contra las unidades del Batallón Belloso, contra unidades de Caballería, destruimos la primera tanqueta a las nueve de la mañana. Hicieron muchos esfuerzos en varias direcciones por parte de los blindados, pero cuando destruimos el primero, prácticamente se corrieron, se alejaron. Por ejemplo, las tanquetas que estaban frente a la casa del presidente Cristiani, las escondieron, las metieron dentro de la propiedad para que no pudiéramos dispararles. El comportamiento de la aviación fue completamente distinto. Allá, en Ciudad Delgado nos tiraban a las casas donde creían que estábamos y aquí sólo le tiraban a las calles. Los otros esfuerzos que se emprendieron duraron poco, La fuerza que enviamos a la colonia Campestre se mantuvo hasta las 6:30 de la mañana. Lo mismo sucedió con la fuerza que enviamos sobre la Autopista Sur, cerca de Saquiro y la Torre Democracia (en la actualidad Torre Cuscatlán), los compañeros se replegaron en las primeras horas de la mañana. Los compañeros que estaban cerca de la Ceiba de Guadalupe se replegaron porque era insostenible la posición. Posteriormente evaluamos que esa fuerza se abrió demasiado. Éramos agrupamientos similares y ellos cubrieron desde el redondel Masferrer, la Ceiba de Guadalupe hasta Montserrat. Era una extensión de terreno enorme, muy difícil de controlar y entonces, no se pudieron crear puntos fuertes de las posiciones. Nosotros ocupamos un tramo de un kilómetro de frente, pero cada esquina, cada trinchera era un baluarte impasable para el enemigo, eso nos permitió mantener tomada la Colonia Escalón. Le provocamos al ejército alrededor de 37 muertos en los combates directos. En la Colonia Escalón sufrimos la pérdida de compañeros muy valiosos. Perdimos a la compañera Manuela que era un símbolo de nuestras fuerzas urbanas. Esta compañera integrante de nuestros comandos urbanos había hecho historia, Se había especializado en el ataque a carros patrulla de la Policía Nacional. Había hecho pedazos 4 o 5 de estos vehículos. Se les acercaba, les tiraba las cargas explosivas en la cara y desaparecía. Había combatido valientemente en Ciudad Delgado y salió herida. Fue trasladada al hospital y luego se incorporó a la unidad en el transcurso de la ofensiva a la Escalón. Murió también el compañero Damián, un compañero de las tropas especiales de Guazapa, también, excelente. Estos compañeros fueron asesinados por agentes del Estado Mayor que se hicieron pasar por periodistas y se atrincheraron en una casa. A Manuela la capturaron cuando iba a dejar un cohete Low a una posición de fuego, la degollaron. Igual pasó con Damián, le dieron un balazo en medio de los ojos dentro de la casa. Combatimos con los ocupantes de esa casa hasta que quedó destruida, los tipos escaparon y la casa se incendió. Posteriormente nos enteramos que era una casa del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) que estaba dirigiendo la cadena radial y quedó encerrada en el área.

Ese día jueves 30 por la noche, se nos ordena retirarnos. Salimos hasta el área del volcán y subimos por el Boquerón. Descansamos varios días y volvimos a bajar a San Salvador. Hicimos otra incursión con la intención de penetrar hasta Metrocentro y Metrosur. Los cálculos que hicimos no fueron los más apropiados en cuanto a la fuerza que comprometimos. Bajamos por la 75 Avenida norte y penetramos varias cuadras hacia el sur. Llegamos a pocas cuadras de Metrocentro, pero se nos presentaron dificultades y tuvimos que regresar. En esa operación perdimos al capitán Odir que era el jefe de las Tropas Especiales de Guazapa. La unidad que él dirigía atacó a una concentración de soldados. Los soldados se desparramaron y quedaron regados en el monte. Un soldado de estos le tiró una granada que le cayó en la espalda, en la mochila donde guardaba varias cargas explosivas que fueron activadas por la granada. La explosión lo destrozó. Odir era un compañero muy valiente. Había recibido el grado de capitán durante la ofensiva de Ciudad Delgado. Durante la última reunión, la Comandancia de las FAL le otorgó el grado de Comandante por su valentía y disposición. En estas circunstancias procedimos a hacer un movimiento en el área del Volcán: Tomamos la decisión de hacer un reagrupamiento de las fuerzas del FMLN que quedábamos operando en la zona. Nos propusimos hacer un nuevo esfuerzo militar con la modalidad de concentrar todas nuestras fuerzas y aplicarlas sobre un sólo punto. Yo personalmente considero que si ese esfuerzo que nos proponíamos se hubiera realizado, los resultados de la Ofensiva en su conjunto podrían haber sido diferentes. A partir de la proyección que tenía el esfuerzo, íbamos a actuar, en una sola dirección todas las fuerzas, desde Ciudad Satélite hasta la colonia Montebello, el redondel de la Chulona. íbamos a tomar posesión de la zona y desde allí penetrar hasta el interior de la capital todas las fuerzas juntas en un sólo eje. Esta modalidad no se había empleado, es más, las fuerzas grandes de algunas organizaciones del FMLN siempre habían conservado fuerzas de reserva con la idea de que podía presentarse la oportunidad de aniquilar unidades grandes del ejército. En esta oportunidad nos disponíamos a poner en combate todas las fuerzas, conservando, naturalmente, los recursos necesarios para en caso de complicaciones. Elaboramos el plan y se hicieron varias reuniones en las que participó todo el grupo de mando, todos los cuadros del FMLN que estaban destacados en la zona. Terminamos de hacer el plan como a la una de la madrugada del lunes 11 de diciembre, estamos hablando de treinta días de ofensiva. Al despedirnos, el comandante Dimas Rodríguez me solicitó que le prestara mi mapa, porque en el mapa que yo andaba habíamos dibujado toda la maniobra. Se lo di para que su equipo de topografía le sacara copia. Como a las cinco y media de la mañana, una fuerza enemiga que parecía perdida atacó el campamento de Dimas. El compañero que estaba haciendo la copia del mapa lo deja botado y como consecuencia, a las primeras horas del día el enemigo conoce el plan. El mapa expresaba las cantidades de fuerzas, dónde estaban y dónde se iban a concentrar y por supuesto, revelaba toda la intencionalidad del plan. Es en ese momento que el Alto Mando del ejército toma la decisión de bombardear el Volcán de San Salvador y se produce el bombardeo donde muere Dimas. Con la información obtenida del mapa, el enemigo procede a una recomposición de su plan. Nosotros hicimos otros movimientos en la zona para tratar de darle otra idea de maniobra. Es en ese momento que recibimos una nueva orden de la Comandancia: el retorno a los frentes. Fue una decisión que nos entristeció mucho porque habíamos bajado con el propósito de ir hasta el final, hasta el tope. Evidentemente. la Comandancia tenía en cuenta el desarrollo nacional del esfuerzo militar que ya en varios puntos estaba menguando o había sido reducido a cero. Así fue como el sábado 16 de diciembre regresamos al Cerro de Guazapa. Salimos del Volcán de San Salvador alrededor de las 4 de la tarde y llegamos a Guazapa el siguiente día como a las 7 de la mañana. En su conjunto, el esfuerzo militar a las Fuerzas Armadas de Liberación (FAL) le costó alrededor de 400 bajas. Aprendimos a combatir. contribuimos de manera exitosa a que la Ofensiva, aunque no terminó en victoria, terminó produciendo una conmoción político-diplomática muy grande que permitió abrir las puertas de la negociación. En este punto quiero detenerme y referirme al caso del Hotel El Salvador Sheraton, pues allí se estableció un contacto entre los oficiales norteamericanos, Joao Baena Soares, Secretario General de la OEA, y nosotros. También al caso de la Colonia Lomas Verdes, donde varios oficiales de graduación quedaron metidos dentro de nuestro dispositivo. Esta situación nos permitió, por primera vez, entrar en contacto tanto con los oficiales del ejército salvadoreño como con el Departamento de Estado de los Estados Unidos. Allí se abrieron las primeras resoluciones oficiales en que el Departamento de Estado buscaba la representación del FMLN. A esas alturas, nuestra gente ya se encontraba en las Naciones Unidas. en Washington, en Nueva York. había locales nuestros en los Estados Unidos, éramos invencibles de manera evidente. Cuando todavía nos encontrábamos en Lomas Verdes, el gobierno norteamericano gestionó con el gobierno salvadoreño, una tregua para sacar a su personal de la colonia Lomas Verdes. El FMLN respondió positivamente y el gobierno salvadoreño rechazó la petición y les dijo que les daría 15 minutos de tregua al día siguiente. Durante la ocupación de la colonia Lomas Verdes, nosotros estuvimos en la casa de los oficiales norteamericanos, conversamos con ellos y las opiniones que expresaron en los informes a sus superiores les dieron otra dimensión de lo que era el FMLN. Mientras estuvimos en la colonia Escalón pudimos conversar en directo con empresarios, por supuesto, con la superioridad que nos daba ser la fuerza militar que había sacado corriendo a los soldados que los cuidaban a ellos y mantener el control en la zona. Con respeto y garantizándoles su dignidad les dimos a conocer nuestras opiniones sobre lo que estaba pasando en el país. Posteriormente nos enteramos que estos empresarios contribuyeron de manera aislada a la idea de buscar la negociación. Durante la operación en la que murió el capitán Odir sucedió un hecho hasta cierto punto simpático, capturamos a un oficial norteamericano que se hacía acompañar de una salvadoreña con el cabello pintado de rubio y que cuando los compañeros le pidieron que se detuviera, creyó que se trataba de un retén del ejército y se bajó del carro hablando en inglés, pero cuando se dió cuenta que se trataba de guerrilleros, se puso a hablarles en guanaco, diciendo que era sobrina de una comandante del FMLN. Fue impresionante el cambio, resulta que al oficial lo liberamos allí mismo. El comandante Alex, quien estaba a cargo de la unidad que llevó a cabo la detención, le dijo que quedaba libre, pero que no tenía nada que andar haciendo en este país y que se fuera. El tipo era un mecánico de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos y se había dado por muerto.

El comandante Alex se comunicó por teléfono con su jefe y le dijo que teníamos al mecánico, pero que en ese momento lo estábamos liberando y que lo único que le pedíamos era que se fuera, que no teníamos nada contra él. La Ofensiva de 1989 fue en primer lugar, una hazaña colectiva gigantesca. Sin toda la creatividad, la valentía y la iniciativa de cada una de las personas que participaron en la preparación y realización de la Ofensiva no hubiera sido posible. No sólo fue el ingenio de los mandos, sino que la gran capacidad de creación de nuestro pueblo lo que hizo posible la Ofensiva y abrió las puertas para la negociación que finalmente condujo a la firma de los Acuerdos de Paz de 1992.

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