De triunfos y fracasos están hechas las revoluciones. No obedecen a un trazo lineal, su desarrollo está sometido a toda suerte de impredecibles acontecimientos y peripecias de la historia. Muchas de ellas, en la ya larga trayectoria de la humanidad, se han quedado en el camino. Pero, no por ello los hombres hemos dejado de ir, una y otra vez, a examinar tanto las razones de nuestros éxitos, como de nuestros fracasos. Los matices que hacen posible el discernimiento de ambos resultados son indispensables, o bien para identificar los factores que potencian una revolución, o bien para evaluar aquellos que impiden el avance de un proceso revolucionario en una situación determinada y concreta.
Nos ocupa hoy la búsqueda de las razones por las cuales no fue aprobada la propuesta de reforma constitucional presentada por el Presidente de Venezuela, Hugo Chávez Frías, y la explicación del significado a futuro de esta derrota a los efectos de la revolución venezolana.
Con respecto a los primero, aun cuando puede parecer prematuro adelantar algunos criterios en tal sentido y, cuando también pareciera más sensato esperar por datos más directos de los resultados electorales y políticos, nos parece pertinente señalar los siguientes, al menos, para que queden como puntos de agenda para la discusión.
1.- Una de las razones principales de la derrota ha sido la inexistencia de una dirección política, llámese partido, si se quiere esa acepción, que condujera en su conjunto a los movimientos sociales que han sido el soporte básico para explicar los cambios políticos que hasta ahora ha producido la era Chávez. Hemos dicho en varias oportunidades que si bien el liderazgo del Presidente ha sido eje fundamental para aglutinar al pueblo y a los revolucionarios en los avances que hemos tenido, los cuales son incuestionables y constituyen una gran fortaleza; también, hemos indicado que, a su vez, constituía a la larga una gran debilidad, ello en razón de que los procesos colectivos reclaman soluciones colectivas que emanen de su seno, más allá de las buenas intenciones de los liderazgos particulares, cualesquiera sean.
Claro está que ese vacío, nos referimos a la existencia de una dirección colectiva más allá de su liderazgo, no es imputable a Chávez en sentido estricto. Factores históricos determinados han imposibilitado la construcción de esa herramienta política y prueba de ello es que él decidió disolver en diciembre pasado a su partido y principal partido de gobierno, es decir, un reconocimiento tácito de la escasa calidad revolucionaria del mismo para una conducción estratégica de la revolución. Recuérdese que el MVR se constituyó inicialmente como una plataforma electoral y hay que aceptar que cumplió su cometido: llevarnos a posiciones de gobierno. Cuando Chávez asimila que dicha organización era insuficiente para el cometido de la transformación revolucionaria de la sociedad asumió la sabia decisión de su disolución. En este trance nos encontró el proceso de reformas planteadas por el propio Presidente Chávez, es decir, sin partido revolucionario que intermediara entre nuestras naturales bases de apoyo y su liderazgo. He aquí, en nuestra modesta opinión, una de las causas de esta derrota electoral.
2.- En segundo lugar, hay que decir que tanto la definición de los siete ejes estratégicos de la revolución, como de la formulación de la política de los “Cinco Motores”, no fueron resultados de una amplia consulta popular, es decir, fueron decisiones no labradas al calor de un debate entre las bases, sino presentada a esta como una política a seguir. Esto trajo como consecuencia que el “pueblo chavista” no pudiese interiorizar a cabalidad el sentido estratégico de las propuestas. Si a eso agregamos lo anterior, es decir, la inexistencia en los hechos de una organización dirigente, tendremos, al menos en la lógica simple de los hechos, una explicación inclusive aritmética de la merma electoral en más de tres millones de votos.
3.- En tercer lugar debemos asimilar que la confrontación fue de carácter internacional, algo así como “el mundo contra Chávez”. Los sofisticados mecanismos de la dictadura mediática mundial y de las formas de intervención de la CIA, donde la Operación Tenaza apenas era la punta del iceberg, con definición clara de objetivos y blancos estratégicos donde golpear la propuesta de reforma, se convirtieron en el centro del discurso opositor, en la madeja de acciones que empujaron a nuevos actores, como es el caso de los grupos de estudiantes inflados en su actuación sedicientemente “democrática” y, a viejos y reconocidos sujetos antidemocráticos y golpistas que se dieron a la cita para impedir y bloquear la revolución. Temas como el “fantasma del comunismo”, “reelección indefinida”, “confiscación de la propiedad privada”, “pérdida de la descentralización” y la “cubanización de Venezuela”, se convirtieron en matriz cotidiana de la oligarquía criolla y sus operadores políticos, tanto en los medios, como en la calle. La sumatoria de todos estos elementos, sujetos a un palan sistemático hicieron mella en las bases del “chavismo” y en buena parte de su dirigencia. Hasta el punto de llevar el abstencionismo, principal adversario electoral de la propuesta, hasta un nivel del 50% del electorado.
4.- En cuarto lugar, y en atención a lo anterior, debemos también resaltar que las posiciones asumidas por el General Baduel, el partido político PODEMOS, la ex esposa de Chávez y otras escisiones y desprendimientos del “chavismo”, se hicieron sentir en la medida que crearon una atmosfera de crispación y división entre los simpatizantes del bloque del SÍ. Esto, por supuesto, formó parte del plan opositor y fue sabiamente explotado por los grandes difusores de la oposición a la reforma. Podemos agregar, que encajo perfectamente en las lógicas a futuro que pueda trazarse la oposición criolla y el imperio.
5.- El imperio no se imagina permitir que una sociedad pueda labrar su destino en forma autónoma e independiente. En su larga historia de injerencias en los asuntos internos de nuestros países, esta es una más, sólo que ha desplegado mecanismos tecnológicos de la política que le permiten invisibilizar sus acciones, pero, con calculada y fría omnipresencia en los resortes sociales y políticos de nuestras naciones. Al menos para este referéndum la “tenaza” les funcionó. Sus acólitos criollos cumplieron su papel y postergaron las posibilidades de ampliación de la democracia en Venezuela. El imperio no se puede permitir el desarrollo de una experiencia como la venezolana porque les “contaminaría” el resto de América Latina.
En cuanto a lo atinente al futuro de la revolución, si bien reconocemos que este ha sido un serio traspiés, también aceptamos, como lo indicamos al comienzo de este breve artículo, con del 2 de diciembre no se acaba el mundo, no se terminan las posibilidades de retomar en buena lid los senderos de la recomposición de nuestras fuerzas y de nuestra potencia revolucionaria. Pasamos en estos días a los momentos de la reflexión y la autocrítica, no hacerlo significaría abrirle definitivamente el camino a la contrarrevolución. Como lo dijo el Presidente Chávez, a la hora de reconocer los resultados, “Por ahora, no hemos podido”. Los caminos de la revolución son largos y en ellos andamos, en la medida que los hemos transitado, tanto el pueblo como nosotros, asimilamos y acumulamos dos valiosos tesoros, la experiencia y la esperanza. La suma de ambas puede resarcirnos de tanta inquina contra Venezuela y el Presidente Chávez.