Resistiendo los ataques de la dictadura y combatiendo sin armas…Entrevista a Rolando Orellana (IV)
La represión contra el PCS y FAL en San Salvador
SAN SALVADOR, 30 de junio de 2017 (SIEP). “Dejo de ejercer el papel de Comisario Político de las FAL en 1983 y regresó clandestinamente a San Salvador…nos relata Rolando Orellana, dirigente revolucionario salvadoreño.
Explica que “estando en Managua se reciben noticias que nuestras fuerzas partidarias y de las FAL estaban siendo golpeadas, y que nuestros equipos de conducción se encontraban asediados por las fuerzas de la dictadura, las capturas de militantes y combatientes los ponían en un grave peligro. Se evaluó la situación y se decidió hacer cambios en la conducción sacando cuadros estratégicos de San Salvador. Para darle continuidad a la dirección política se decide mi traslado a la capital, dejo de ejercer el papel de Comisario Político de las FAL y regresó clandestinamente a San Salvador haciendo varios movimientos en el exterior. “
“Estando ya en San Salvador, asumo la conducción del partido y la atención de una parte de la estructura de las FAL. El trabajo de masas era muy importante contactando inmediatamente con el equipo de conducción intermedia de ese trabajo político integrado por Norma Guevara (Celia), Víctor Quintanilla “Cantarito”, originario de Usulután; Arturo García (Emilio), conocido también por “El Bello”, que fue estudiante del Bachillerato en Artes y Dora Muñoz, Doctora en Química. Con este equipo manteníamos comunicación y reuniones constantes con el fin de orientar y mantener la lucha política de masas.”
“El frente político era estratégico en la lucha contra la dictadura, se daba en su retaguardia y en el corazón del país: San Salvador. Someter la lucha de masas era vital para la dictadura. Por eso este frente era una lucha de todos los días. La dictadura no tenía estrategia política hacia las masas. Su estrategia era aplastar, silenciar, dominar con la represión policial y sangrienta la lucha de masas; doblegarla, rendirla con asesinatos, secuestros y desapariciones abiertas y descaradas; con los escuadrones de la muerte que actuaban abiertamente protegidos por el aparato del Estado.”
Los Tribunales nunca enjuiciaron a nadie por ser miembro de los Escuadrones de la Muerte. Pero si enjuiciaron a los líderes y activistas políticos y sociales. Era una lucha férrea, agitada y tensa. Ese trabajo político comprendía la lucha sindical, la lucha estudiantil, el trabajo con profesionales y las actividades de derechos humanos.
En el trabajo con las FAL me apoyé mucho en Miguel Claros (Anselmo), quien era para entonces responsable de la estructura de personal, compañero hábil y creativo para mantener la organización de los contactos en San Salvador y cierta comunicación con los familiares de los combatientes de las FAL. Por aparte mantenía comunicación con ciertos compañeros de logística para resolver sus necesidades personales.
Yo no intervenía para nada en las actividades propias de las FAL. Atendía las necesidades personales de algunos compañeros y cuando me veía con ellos era para trasladarles valoraciones políticas, para informarles de la lucha social de la población.
Y como había que estructurar la conducción política del FMLN en San Salvador, tomé contacto con los compañeros de las organizaciones hermanas. Con quién fue complicado establecer contacto fue con Miguel Castellanos “El Ronco”, entonces dirigente de las FPL. Este fulano era arrogante desde su época como activista estudiantil en la Universidad Nacional, con una actitud visceral anti PC.
No acepto de primas a primeras reunirse y como para probarme me propuso una reunión en su campamento militar ubicado en una loma que quedaba entre Nejapa y Quezaltepeque, pero más cerca de Quezalte; era una zona fuertemente vigilada y controlada por la inteligencia enemiga. Me estaba poniendo a prueba, pensando que iba a desistir. Nos exponíamos a ser capturados. Pero me la jugué. Le acepte ir hasta ahí, pues era necesario restablecer el mando conjunto del FMLN en la capital. Fijamos con compañeros intermediarios un punto de encuentro cercano a Quezaltepeque para llegar hasta el campamento.
Me acompañó a esa reunión el compañero Tito Bazán “Rodrigo”. Llegamos en bus hasta el Ingenio El Ángel, que está en la carretera de Apopa a Quezaltepeque. Desde ahí comenzamos a caminar solos con Rodrigo por caminos rurales, luego de pasar por los alrededores del pueblo de Nejapa nos contactó René Canjura, “Mario” compañero de las FPL y él nos condujo hasta el campamento del “Ronco”.
Miguel Castellanos al verme llegar se mostró sorprendido pues nos habíamos conocido en la Universidad de El Salvador, él estudiante y yo profesor universitario, donde él vociferaba contra los comunistas. Él me citó a su campamento como condición previa para participar en el mando político del FMLN en San Salvador y si yo no iba, pues se atrasaba la integración de esa estructura.
La reunión la hicimos amigable. Estuvimos conversando mucho sobre la situación política del país y las posibles actividades de masas que podríamos impulsar de manera coordinada. Salimos del campamento al día siguiente, seguimos el mismo camino que tomamos para entrar e igual sin acompañamiento.
El trabajo en la metro era bien complicado, sumido en la clandestinidad había que mantener la comunicación y coordinación con muchos compañeros por separado. Las fuerzas represivas de la dictadura habían encontrado unos hilos en nuestras estructuras y nos estaban golpeando. Se actuaba con mucho cuidado. Con frecuencia cambiaba de casa para dormir, y se nos agotaban los lugares de reunión y de contacto, era estresante la situación.
Con Anselmo nos veíamos casi a diario, organizábamos encuentros a pie; nos encontrábamos en ciertas calles dentro de lugares de vivienda y caminando resolvíamos asuntos operativos, lo necesario. Para definir orientaciones del trabajo político, formalizábamos, con Norma o “Cantarito”, reuniones de su equipo de trabajo en casas de seguridad o lugares públicos como si fuéramos buenos amigos departiendo una agradable charla. No portábamos armas, ni siquiera una “gillette”, así es que si nos descubrían quedábamos a la “buena de Dios”. Esos eran los riesgos de la lucha.
1983 fue un año muy difícil, las fuerzas represivas nos buscaban a toda costa, eran persistentes. A inicios de marzo capturaron a un grupo de cuatro compañeros, a dos de ellos, Víctor Ordoñez “Lucas” y “Nestor”, que eran parte de un grupo de jóvenes que se fueron a estudiar a universidades de la ex Unión Soviética y que estando allá, decidieron dejar sus estudios e incorporarse a la lucha, a ese grupo se le conocía como “Los Esquimales”.
A “Lucas” y “Ernesto” los desaparecieron. Semanas después les cayeron a otros compañeros “El Chino” y “Hugo”. Capturaron a “Jonathan”, otro “Esquimal” y también lo desaparecieron. Todos ellos eran de las FAL. En junio capturaron a Alfredo Acosta “Nery”, miembro de la dirección del partido, junto a su esposa Rosa Ada y su hijo Ramón Ernesto.
Bueno, una vez le cayeron a una casa de simpatizantes donde había dormido unas semanas antes. La familia que me albergó colaboraba seguido alojando compañeros de las FAL por varios días, les cayó la policía una noche y se los llevaron a todos.
Con todos esos riesgos continuábamos en la lucha, tampoco nosotros descansábamos, éramos más persistentes que la dictadura. Cuando nos golpeaban, tomábamos inmediatamente medidas para cerrar los espacios vulnerados, movíamos a compañeros que quedaban al descubierto, reorganizábamos las estructuras y proseguíamos en la lucha.
Fíjate que, en esas circunstancias de persecución, sucedió una cosa interesante de relatar. Estábamos reunidos los miembros del mando conjunto del FMLN de la metro, analizando la situación política del país, cuando por la radio se transmitió la noticia de que habían asaltado la agencia del Banco Agrícola Comercial en Soyapango, que los asaltantes armados no pudieron escapar y se atrincheraron en el banco.
Le prestamos atención al suceso y nos preguntamos si alguien tenía conocimiento de eso. Nadie dijo saber algo. Continuamos nuestra reunión, pero más tarde se difundió la noticia de que los asaltantes del banco declararon ser del FMLN y pedían negociar su salida. Eso nos sorprendió y suspendimos la reunión para darle seguimiento al acontecimiento.
Resultó que una unidad de las fuerzas especiales de las FAL había bajado de Guazapa y había asaltado esa agencia bancaria, con tan mala suerte que al salir se le va un tiro a uno de los compañeros y en ese momento iba pasando un camión de soldados que se detuvieron, y se arma el desparpajo; los soldados se bajan del camión rodean la zona, y nuestros compañeros logran ingresar de nuevo al banco, se desarrolla entonces una negociación y llegan más fuerzas de la policía, luego de algunas horas de negociación los compañeros deciden entregarse, son capturados y se los llevan presos, todo esto saliendo en la televisión.
Al conocer el desenlace, “El Ronco” se mostró enardecido, nos miraba y decía: ¿cómo puede ser esto posible? Un revolucionario no se doblega frente al enemigo. ¿Y estas son las FAL? Me confronta echándome en cara que éramos unos débiles, que habíamos claudicado, que en esas circunstancias el revolucionario auténtico se muere con las armas en la mano, etc. etc.
Yo lo escuché, no le contradije su discurso moralista. Y me comprometí a obtener más información y compartirla con el mando conjunto. Bueno, decidimos terminar la reunión, coordinamos lo que había que coordinar y nos marchamos, yo con un sabor amargo por lo que habíamos pasado…
Con El Ronco seguimos trabajando, coordinando, porque éramos las fuerzas principales en la metro, teníamos frecuentemente reuniones bilaterales. Él prefería reunirse en restaurantes.
En este trajinar conspirativo un día de octubre el enemigo logra darnos un golpe estratégico. El compañero que trabajaba como motorista, en la estructura de conducción del trabajo político de masas, me contactó temprano de la mañana y me contó que habían capturado a “Cantarito” y a “Emilio El Bello”. Le di instrucciones para resguardar a Norma, que era quien coordinaba ese equipo y que utilizará otro vehículo para movilizarse. Después me di cuenta del secuestro también de la Doctora Muñoz.
Los compañeros fueron luego asesinados y sus cuerpos lanzados en una calle cerca del mercado “San Miguelito”. Junto a ellos también fue asesinado Guillermo Orellana Osorio, abogado que colaboraba con ellos. De ese hecho se responsabilizó un escuadrón de la muerte que hizo llegar a la televisión un video de ellos en el que confesaban su militancia en el PCS y esa fue la justificación de los criminales para quitarles la vida violentamente.
A nosotros en la ciudad nos tocó resistir fieramente los ataques de la dictadura. Como te decía, no teníamos armas para defendernos, solo Dios con nosotros. La Dictadura era despiadada, utilizaba todos los recursos del Estado sin piedad alguna; desata una persecución a muerte, pretendía agarrarnos a como diera lugar, nos aplicaba la cárcel, la tortura, el asesinato, el terror para doblegarnos. Cantarito, sabía que su seguridad era frágil porque trabajaba con líderes sindicales y sociales, pero continuaba luchando.
Yo me reunía con él muy frecuentemente, nos reuníamos fuera de San Salvador y en la ciudad, no acudíamos a los lugares públicos, tampoco utilizábamos casas de seguridad para reunirnos. Para evitar el seguimiento policial nos subíamos a un carro. Él me recogía en un lugar y nos sentábamos en el asiento trasero, conversábamos, analizábamos la situación y establecíamos directrices de trabajo. Así recorríamos la ciudad entera por una o dos horas. Dos días antes de su secuestro habíamos hecho una de esas reuniones rodantes”.
Al conocer del asesinato de los compañeros di instrucciones para sacar a Norma (Guevara) del país, pues estaba muy expuesta y toda comunicación con ella en las calles significaba un alto riesgo para el trabajo revolucionario. Norma que era claramente un objetivo importante que no pudieron capturar, fue sacada clandestinamente hacia Nicaragua.
De 1983 hasta mediados de 1985 el único miembro de la Comisión Política del PC dirigiendo la lucha en San Salvador era yo, me toco capear todas esas tormentas, que no fueron tan fáciles. Se sufre, duele cada muerte y desaparición de los compañeros con quienes te encariñas, pero se sigue en la lucha recordándolos y hasta hoy, yo los sigo recordando.
En esas circunstancias de asedio y pasando de casa en casa, logré un lugar seguro y estable para dormir. El compañero y viejo militante del PC Daniel Castaneda vivía con su hija en una colonia cerca de Montserrat. Ellos me alojaron en una habitación, eso me dio un poco de tranquilidad por lo menos en ese aspecto; me proporcionaron un ambiente acogedor y los sentí como mi familia, pues yo por seguridad de mis hermanos decidí no tener comunicación con ellos; con el único que esporádicamente conversaba brevemente era con mi hermano mayor Tito; no tenía ninguna comunicación con mis tías, hermanas de mi mamá, Rufina y Alicia, quienes me querían mucho y por quienes yo también sentía mucho amor. Me aislé de la familia por el peligro que representaba para ellos, pues ya en 1973 cuando me capturaron y estuve secuestrado por la Guardia Nacional mi familia fue vigilada y mi hermano Tito fue sacado de su casa sin orden judicial por la Policía y preso por varios días e incomunicado de la familia.
En abril de 1985, capturan al Ronco. Y para mi sorpresa, aquel revolucionario “probado” se doblega frente al enemigo a las primeras de cambio y se convierte en un vulgar delator. Y aparece en televisión en vísperas del 1 de mayo, denunciando al FMLN como manipulador de la marcha de los trabajadores.
Habíamos tenido reuniones para coordinar una movilización de masas populares para celebrar el día internacional de los trabajadores. El Ronco tenía conocimiento de eso. Solo me acorde de la vez que nos maltrató y nos dijo con arrogancia que era preferible morir, antes que ceder frente al enemigo.
En ese mismo mes de abril se da la captura de Nidia en un enfrentamiento con el ejército en San Vicente, después en agosto nos capturan a Hugo (Américo Araujo, subsecretario general del PCS). El venía de una reunión que había tenido con Ramiro en el restaurante Los Globos, que quedaba frente al Café de Don Pedro, en la Alameda Roosevelt.
Resulta que la dirección del partido valoró la necesidad que otros miembros de la Comisión Política se incorporaran al trabajo en San Salvador. Así a mediados del año aparecen, José Luis Merino “Ramiro”, Américo Araujo “Hugo”, “Eduardo” Domingo Santa Cruz y “Octavio” Héctor Acevedo , éramos ya un buen equipo.
La captura de Hugo no la conocimos inmediatamente, nos dimos cuenta porque él no apareció en unos contactos y días después de su desaparición se hizo presente un tipo que se identificó que era de la Cruz Roja Internacional al apartamento donde dormía Hugo, en la colonia Zacamil, y habló con la señora que le daba el alojamiento; este fulano le dijo a ella que Américo le enviada un recado, que estaba detenido en la Policía. Resulta que este tipo era un agente de la policía y la señora fue objeto de seguimiento para ubicar a otros compañeros o casas de seguridad, pero la señora no conocía nada de la estructura partidaria ni de las FAL, aun así se las ingenió para hacerme saber que Américo estaba preso; y es que esa casa era parte de mi seguridad, yo la abrí para que Américo se alojará ahí.
Tiempo después Américo me comentó que estando el preso en la policía se presentó un hombre diciéndole que era de la Cruz Roja Internacional y que llegaba para saber de su detención y de las condiciones en qué el estaba detenido y le propuso que él podría llevar un recado a su familia para que supieran que estaba bien. Me dijo Américo que el razonó que nosotros no sabíamos nada de él y que para que supiéramos que estaba capturado le dio a ese hombre el nombre y la dirección de la señora que colaboraba conmigo.
Al conocer la captura de Hugo decidimos reunirnos el equipo de dirección, como era apremiante la situación les propuse la casa donde yo dormía en la colonia Santa Ursula. Para mí era norma de seguridad, que el lugar de vivienda no se utilizara para reuniones, pero lo hicimos por la urgencia.
Cuando estábamos ya reunidos Ramiro, Domingo, Octavio y yo, le pedimos a Coni, hija de Daniel Castaneda, saliera de la casa y fuera a la tienda a comprar cualquier cosa para observar si no había personas extrañas alrededor de la casa. Luego de dos salidas llega Coni a avisarnos que hay movimientos raros de hombres con vehículos alrededor de la casa, por lo que decidimos parar la reunión que apenas había comenzado y se organizó la salida de los tres compañeros.
Domingo logra pasar y se va. Ramiro y Octavio salen juntos de la casa y unas dos cuadras después se separan. En ese momento le caen a Octavio y lo capturan, Ramiro logra ver la captura y se escapa corriendo. Después me contó Octavio que al momento de su captura los policías le preguntaban: ¿dónde está Cesar?, ¿dónde se esconde Cesar? Y él para despistarlos les dijo que César era el que salió corriendo para abajo. Digamos eso me salvó de la captura.
También me contó Octavio que durante los interrogatorios en la policía le mostraban una foto grande mía, como poster, donde yo estaba uniformado de combatiente con barba y cachucha, preguntándole que quien era el de la foto. Resulta que esa foto fue tomada por Mónica Zak, periodista sueca que había ingresado al cerro Guazapa y nos había tomado fotografías. Durante estuve en Guazapa en los primeros meses de 1983 me presente ante los combatientes de las FAL como Comisario Políticoy como “Mincho”, en las comunicaciones radiales que teníamos con los Mandos de los otros frentes siempre me identifique como “Mincho”.
Los rollos con las fotos sin revelar, que la sueca tomó, se sacaron de Guazapa por la logística que dirigía Orestes Ortez “Darío” y se depositaron en una casa de seguridad para luego trasladarlos al exterior. A esa casa de seguridad le cayó la policía capturando al “Chino” y en el cateo de la casa encontraron los rollos fotográficos, los revelaron y los analizaron, de las personas que aparecimos en las fotografías al que no lograban identificar era al tal “Mincho”. Y creo que no lo lograron.
En mi caso preferí quedarme en la casa, y así llegó la noche. Coni salió nuevamente a la tienda y observo de nuevo dos vehículos parqueados en las dos esquinas de la casa con hombres armados. La situación se puso nuevamente tensa. No salí de la casa y me quedé a observar los movimientos. Me dormí y desperté como a las cinco de la madrugada, notando que había amanecido un vehículo con hombres adentro.
Ellos se movían con el carro que hacía una gran bulla con el motor y el escape y pasaban frente a la casa bien despacio observando hacia la casa. Luego se paraban en la esquina de abajo permanecían ahí unos quince minutos y luego aceleraban para darle la vuelta a la manzana y apostarse en la esquina de arriba.
Hicieron así dos movimientos y entonces pensé que ese era un patrón de ellos para controlar la casa, que habría que aprovechar cuando ellos se movieran de la esquina de abajo y darle la vuelta a la manzana para yo escapar. En el siguiente movimiento de ellos salí de la casa y corrí hacia una calle que lleva a la colonia Montserrat. En ese preciso momento se acercaba un bus de la ruta 5, me subí y logré salir del lugar. Me había salvado.
Habíamos dejado con Ramiro un lugar de reunión y al llegar me contó que habían capturado a Octavio. Y entonces me dijo: chero, vámonos para Guazapa. Ramiro contacto con las unidades del cerro Guazapa con quienes nos encontramos en la carretera hacia Apopa e ingresamos al Frente protegidos por las FAL. Ya estando allá recibimos la noticia que Hugo ya había sido pasado para la cárcel de Mariona.
Y mandaba una carta al Mando en la que solicitaba que se le avisara a César que tuviera cuidado porque El Ronco había dado mucha información al enemigo, incluso sobre la identidad falsa pero legal con la que me manejaba, que era la de Ricardo Ortiz. En realidad, El Ronco sabía mucho sobre todos mis movimientos porque el trabajo conjunto nos había generado confianza. Lo que Hugo no sabía es que yo ya estaba en Guazapa y recibí directamente el aviso.
Días después se da el secuestro de la hija de Duarte para negociar la salida de Nidia, Hugo, Octavio y un grupo más de compañeros presos, así como la salida al exterior para curarse, de lisiados de guerra del FMLN. De esta acción me enteré hasta que estuve en Guazapa, que Ramiro me contó.
En el cerro paso el resto del año, no podía regresar a la capital. Llegó diciembre y con ello las celebraciones de fin de año. Los compañeros de las FAL organizaron justo el 24 y 31 diciembre dos fiestas, con radiograbadoras de fuerte sonido armaron una fiesta y se pusieron a bailar. Tal era lo confianza que se tenía del control de la zona del cerro Guazapa donde se ubicaba las FAL que hasta bailes musicales armaron. En enero de 1987 salí del país rumbo a Managua.
Luchando por los derechos humanos de mí pueblo
El año 87, la Comandancia General del FMLN decide crear un nuevo instrumento internacional. La Secretaría de Protección y Promoción de los Derechos Humanos (SPPDH), y se me asigna a esta nueva tarea. Integramos un equipo de tres personas: Nidia, que es la presidente, mi persona como director ejecutivo y el sacerdote jesuita Rafael Moreno. Retome mi legalidad y ya no use nombre ni documento falso. El siguiente año, en ese carácter asistí, en Ginebra, Suiza, a la reunión anual de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Ingresé como miembro de la Asociación Internacional contra la Tortura, que tenía su sede en Italia, y tomé la palabra cuando se conoció la situación de los derechos humanos en El Salvador.
Me presenté como miembro de dicha organización y luego dije que era miembro del FMLN, se dio una sorpresa total, se había infiltrado en la sesión de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU un guerrillero. Fue llamada la seguridad que se posó prudencialmente detrás de mí mientras pronunciaba mi discurso.
Al terminar mi intervención se levantaron un buen número de embajadores y delegados de organizaciones internacionales participantes en la sesión dirigiéndose hacia mí para pedirme copia de mi discurso, pues yo había hecho una serie de denuncias sobre violaciones al derecho internacional humanitario y a los derechos humanos. Yo había sacado 10 copias de mi discurso por si me lo pedían, pero me quedé corto, muy corto y me comprometí a entregar más copias al día siguiente. Los agentes de seguridad al ver al grupo de personas que se acerco a mí, se retiraron.
En la presentación estuve muy emocionado en hacer la denuncia de los casos de masacres cometidas por el ejército salvadoreño, los asesinatos y desapariciones de líderes sociales y la existencia de números presos políticos. Como profesional del derecho internacional me sentí muy satisfecho al aplicar mis conocimientos del derecho internacional y experiencia académica en los terrenos de la lucha internacional contra la Dictadura Militar. Asistí a estas reuniones en Ginebra, hasta el 1991, un año antes de la firma de los Acuerdos de Paz, la mayor parte como delegado de la Federación Mundial de la Juventud Democrática que tenía su sede en Budapest, Hungría, para facilitar mi ingreso a las sesiones de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU.
En la Universidad de Harvard
En octubre de 1988 recibí una carta invitación para hacer una ponencia sobre los derechos humanos en El Salvador en la Universidad de Harvard en Estados Unidos. Con esta carta de invitación me fui para México para intentar obtener en la embajada de Estados Unidos, una visa y para mi sorpresa me dieron visa múltiple.La invitación por parte de la Universidad de Harvard impresionó a las autoridades consulares. Estuve en esta prestigiosa universidad y di una charla que fue muy concurrida, después pase por la ciudad de Nueva York, donde también participe en diversos eventos. Estando ahí recibí una invitación por parte de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, para visitarlos en la ciudad de Washington.
Fue tal el entusiasmo de los compañeros de la solidaridad con El Salvado en Estados Unidos, que aprovechando que tenía visa múltiple por un año, me invitaron para regresar a los Estados Unidos para abril-mayo de 1989. Y en ese otro viaje, realice una gira que comprendió las ciudades de Nueva York, Boston, Washington, Los Ángeles, San Francisco, Santa Ana, Stanford, con visitas a diversas universidades. Fui a una universidad que es solo para mujeres, tuve reuniones con intelectuales y poetas, así como con la comunidad salvadoreña.
Estuve en Washington donde me reuní con el staff de la Oficina de Washington para América Latina (WOLA), visitando congresistas, a consejos municipales, me reuní con líderes afroamericanos de la Coalición Arcoiris dirigida por el Reverendo Jesse Jackson; en California con la Coalición La Raza; con el gremio nacional de abogados, el NLG.
En Nueva York me reuní con un millonario, explicándole la situación de los derechos humanos, quien al finalizar la conversación me dijo que entregaría al comité de solidaridad con El Salvador mil dólares, que el salía al día siguiente para África, pero que al regresar buscaría a 150 amigos suyos y les pediría que donaran la misma cantidad que él daría.Bueno, cada día era un desayuno con diversos grupos que expresaban su simpatía y solidaridad con el FMLN.
En Los Ángeles, con los contactos que tenía la comunidad de salvadoreños, fui alojado en una casa ubicada en el exclusivo barrio de Beverly Hill. Y ahí por vez primera, y última, dormí en cama de agua, muy agradable, por cierto. En esa ciudad se organizo una reunión interesante. Un millonario de origen griego interesado en la problemática salvadoreña, organizó una cena con 50 invitados, todos norteamericanos. Ante ellos, hable sobre la legitimidad de nuestra lucha armada para acabar con la dictadura militar que por más de 50 años dominaba en El Salvador.
En mi exposición me base en la película de Hollywood muy conocida, “El Puente sobre el Río Kwai”. La trama de la película se da durante la segunda guerra mundial, en el sureste asiático, donde prisioneros de los países aliados son obligados a construir un puente sobre el río Kwai para trasladar tropas japonesas, lo cual convierte en objetivo militar una construcción civil por servir a la guerra; derribar el puente significó evitar el transporte de las tropas japonesas y una derrota militar para los japoneses.
Así, con esa comparación, les explique porque se derribaban las torres eléctricas, porque servían para la comunicación militar del ejército gubernamental. Entendieron y acogieron positivamente mi punto de vista. Se mostraron más interesados en la situación de El Salvador y expresaron su propósito de contribuir económicamente a la lucha del pueblo salvadoreño. En realidad, la solidaridad del pueblo estadounidense fue crucial en nuestra lucha. Nosotros como FMLN efectuamos una exitosa labor diplomática y relaciones políticas, en Estados Unidos, Europa y América Latina.
Me acuerdo de que una vez me reuní en La Haya con un parlamentario holandés. Le hable de la situación de los derechos humanos en El Salvador, me hizo varias preguntas y luego me dijo: la semana pasada estuvo sentado en esa misma silla donde está usted el embajador de El Salvador y me contó cosas distintas a las que Usted me dice, pero le creo más a Usted.
Así era el trabajo que yo desarrollaba. Año con año nos preparábamos para viajar a Ginebra, documentando las violaciones al derecho internacional humanitario y los derechos humanos cometidas por el gobierno salvadoreño y sus fuerzas armadas, demostrando que se trataba de una política de Estado que se aplicaba para aniquilar a la oposición.
Llevamos a Ginebra a un lisiado de guerra para que diera su testimonio sobre las violaciones al derecho internacional humanitario; en otra oportunidad llevamos a la esposa de un militante del PRTC secuestrado por la policía a quien le negaban la captura de su marido, para con su testimonio demostrar también las violaciones a los derechos humanos. Cada sesión de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU era una batalla con el gobierno salvadoreño. La Comisión debería de emitir una resolución sobre la situación de los derechos humanos en El Salvador y en todas las resoluciones que se aprobaron el gobierno salvadoreño salió mal.
La Comisión de Derechos Humanos nombró al español José Antonio Pastor Ruidrejo como Relator Especial para El Salvador, me reuní con él en 1988. Le explique la Secretaría de los Derechos Humanos del FMLN se había creado para contribuir al respeto al derecho internacional humanitario y a los derechos humanos, para informar a los organismos nacionales e internacionales de la situación de esos derechos durante el conflicto interno que vivía El Salvador, así como para conocer las denuncias que se hicieran a ese respecto contra el FMLN y procesar esas denuncias.
Pastor Ridruejo en su informe de 1989 a la Comisión de Derechos Humanos de la ONU valoró positivamente la iniciativa del FMLN de crear un organismo del FMLN para velar por el respeto a los derechos humanos. Ese informe nos creó mejores condiciones para desarrollar nuestro trabajo en las Naciones Unidos. Tuvimos acceso a los medios de prensa. El día que se aprobaba la resolución sobre El Salvador, acudíamos al Fax y desde la sede de la ONU en Ginebra, enviábamos el texto de la resolución a los periódicos de todo el mundo, especialmente a El Salvador.
Utilizamos el incipiente internet, que para entonces no tenía conexión intercontinental, solo funcionaba para Europa y en América únicamente en Estados Unidos y Canadá. El gobierno salía de cada sesión de la CDH ONU más debilitado y aislado.
Para hacer este trabajo nos apoyamos en la solidaridad internacional. Así conseguíamos los pasajes de avión a Ginebra y luego de Ginebra a otros países europeos viajando por tren. Los alojamientos y alimentación los facilitaba también la solidaridad europea. En una ocasión me aloje en Ginebra, en un apartamento de una enfermera suiza, ella dejaba la llave debajo de la alfombra colocada al pie de la puerta de entrada. Otro año me alojé con una familia española, con ellos conocí la comida del mediterráneo. El año que llevamos al lisiado de guerra, la solidaridad suiza alquilo un apartamento amueblado para nosotros por un mes.
Yo viajaba a Ginebra con 200 dólares, era todo lo que me daba el cajero del partido. En 1991 regresando de Ginebra a México, mi último viaje, el avión en que viajaba hizo escala en Houston, Estados Unidos, nos bajaron a los pasajeros en tránsito que previamente la línea aérea alemana Lufthansa nos había dicho que no pasaríamos por Migración y que seríamos acomodados en una sala de espera. Para mi sorpresa nos hicieron pasar por el control migratorio.
Al llegar ante el agente de Migración gringo le entrego mi pasaporte, lo revisa, pasan unos minutos y luego me dice: usted no puede ingresar a territorio de Estados Unidos porque no tiene visa, tendrá que regresar de donde viene y tramitar allá la visa. Me puso en aprietos. Los norteamericanos, después de mi viaje a Estados Unidos en 1989 ya no me renovaron la visa en represalia por ser del FMLN. ¿Me mandarán de regreso a Ginebra y yo sin dinero? ¿Cómo regresaré a México? ¿Qué pasará con mi familia?
A esa altura de la vida con Iliana, mi esposa y nuestros primeros dos hijos vivíamos en México y apareció la preocupación por mi propia familia. Le explique al agente de Migración que yo viajaba a México luego de haber participado en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra, que mi intensión no era quedarme en los Estados Unidos, que era residente en México, que iba de paso, que la línea aérea me había asegurado que no haría ningún trámite migratorio porque iba de paso, apele a mis derechos de pasajero en tránsito. Llamaron a más personal de Migración y me pasaron a una sala, aislado de los demás pasajeros.
Me quitaron el atache que traía en mis manos, lo abrieron y vieron los documentos de la ONU que traía ahí; revisaron el maletín con el scanner de rayos x; me preguntaron. ¿Traes dinero? Si les contesté. ¿Cuánto traes? Bueno lo suficiente para terminar de llegar a México les respondí. Campas, les mentí, regresaba de Ginebra acabado. Paso un tiempo, que para mí fue largo, luego llegaron de la línea aérea y me invitaron a abordar el avión. Al llegar a mi asiento todos los pasajeros me veían con cara seria y ceños fruncidos porque, según interpreté, a causa mía el vuelo se había retrasado, más no sabían el problema que había tenido. Regresé a México, abracé a mi familia y me sentí feliz de estar de nuevo con ellos.
De esa manera contribuimos al proceso de negociación entre el FMLN y el Gobierno salvadoreño que termino con la firma del acuerdo de paz en la ciudad de México en 1992.
Luego vendrían otros retos, pero eso lo conversamos en otra ocasión.