– Lunes, 07 de Mayo de 2007 hora 10:48
Dagoberto Gutiérrez
Las Escuelas Políticas caracterizan a una organización verdaderamente política, aunque en realidad toda escuela, como centro de formación con capacitación e instrucción tiene un sentido político innegable.
Para todo Estado la Educación y la Salud constituyen dos Aparatos Ideológicos fundamen-tales y al descubrir cuánto se invierte en estos rubros también se está entendiendo cuán inteligente son los gobiernos y cuánto practica la dirección política y el consenso.
El Partido Comunista de El Salvador fundaba su trabajo en el Marxismo y éste, como teoría científica, requería de los militantes un cierto conocimiento de la teoría y junto a esto, una aproximación a la realidad de todo el país. Esta lógica operaba así: los militantes provenían de sectores trabajadores del país, de zonas rurales y urbanas y su conocimiento de la realidad debía contar con instrumentos teóricos para que pudieran separar la paja del grano y sobre todo se necesitaba tener claro el período histórico en que se luchaba, el enemigo contra el que se luchaba, los objetivos por los que se luchaba, la estrategia y la táctica, los métodos de lucha, la vía de la Revolución, la naturaleza de la Revolución y los aliados en toda esta lucha.
La reflexión era suficientemente flexible para distinguir entre un aliado permanente y otro temporal, uno confiable y otro no confiable y luego se trataba de encontrar a los amigos o personas cercanas al Partido, a su línea y a su táctica.
El Partido era, en fin toda una escuela que forjaba, en definitiva una actitud ante la vida y aquí, se construía un fuerte optimismo histórico; éste resultaba necesario para que un pequeño destacamento fuera capaz de enfrentarse, en solitario, a una sangrienta dictadura terrateniente militar, pero además el anticomunismo era el hilo de plata ideológico con el que se hilvanaba la estrategia y táctica de las derechas.
El Partido entabló relaciones fructíferas con sectores intelectuales de la sociedad, con iglesias de distinta denominación y el prestigio intelectual de Schafik y la capacidad política de todo el Partido le aseguró siempre la consideración de ser una Fuerza Política infaltable en toda la reflexión sobre la realidad, hay que destacar estos aspectos porque el ateísmo nunca fue una línea política partidaria y aunque la clase obrera era el motor decisivo de las fuerzas motrices, las clases medias siempre encontraron un lugar fluido en nuestras filas.
Estos elementos clasistas caracterizarían el proceso político del país y se acentuarían cuando las Fuerzas Revolucionarias se ensanchan y el Partido Comunista deja de ser el luchador solitario que siempre fue desde 1932.
La existencia del PCS se daba dentro del desorden y, más bien, era desorden y por eso, el orden se sentía amenazado y confrontaba a muerte a la organización.
Mantener la cohesión, la confianza y la esperanza en la victoria pasaba necesariamente por la formación política e ideológica y las escuelas cumplían ese papel, posiblemente las derechas subestimaron al Partido y sobreestimaron su capacidad real de control y de amenaza; lo cierto es que al crecer en extensión las organizaciones populares, el Régimen Político fue incapaz de construir una respuesta que no fuera represiva ni criminal.
La Universidad de El Salvador, desde su posición universitaria desempeñó un importante papel en la difusión y divulgación de trabajo científicos transformador y esto la convirtió, para bien o para mal, en una especie de trinchera y teatro de operaciones de una confrontación ideológica entre diferentes corrientes de izquierdas y en ningún momento, a partir de los años 60 las derechas gozaron de espacios importantes en el pensamiento político universitario, es cierto que la agitación y la conmoción teórica no reducía, por sí misma el nivel científico universitario y el Alma Mater, sin dejar de ser tal era, al mismo tiempo, ámbito y hábitat que expresaba la convulsión social de todo el país, así las cosas se puede decir que el país se reflejaba en la Universidad y ésta se reflejaba en el país, este encuentro era un momento de ebullición donde se buscaban los caminos y las rutas adecuadas para la confrontación que se avecinaba y la lucha interna en la Universidad no era lucha interna de la Universidad; pero ésta no era solamente escenario de un drama ajeno porque también era actora y parte de la lucha de toda ciencia por descubrir la verdad y éste era, precisamente, el papel subversivo, es decir, científico que la Universidad desempeñaba.
El Partido Comunista no era un partido de intelectuales; pero la formación teórica siempre fue para nosotros un importante afán y Schafik fue un acicate fundamental para que los cerebros políticos adquirieran maestría en el arte de descubrir los intereses menos visibles en las actitudes y conductas más visibles.
La Lucha Política fue la almendra de nuestro trabajo y esto nos permitió ganar la
comprensión necesaria frente al fenómeno de las nuevas organizaciones revolucionarias
armadas y así, en un trabajo de carpintería afanoso se abre la década decisiva de 1970.
Claro que un año antes, en 1969 había estallado la guerra contra Honduras, en el mes de julio y éste fue un episodio encendido en la historia del país y del Partido Comunista.