¿Yulcuicat, Yultacuical o…?

¿Yulcuicat, Yultacuical o…? Por Rafael Lara Martínez

Rafael Lara-Martínez
Tecnológico de Nuevo México
soter@nmt.edu

Junto a la frase “los nietos del jaguar”, uno de los términos más exitosos del poeta y lingüista Pedro Geoffroy Rivas lo constituye el título “Yulcuicat”. A usanza indígena de la colonia temprana en el altiplano central de México —Cantares mexicanos, finales del XVI— se trata de un poemario en el cual el poeta se deja poseer por la musa para escribir poesía. Su inicio sitúa ese manantial de origen del idioma en el arribo mismo del poeta —“He llegado. He llegado/Soy el cantor”— y en el retoño que emana de su centro anímico más esencial: “Flores, flores, flores/brotan de mi corazón”. En pleno siglo XX, a Geoffroy Rivas lo poseerían los antiguos dioses mexicas quienes le dictan versos que del Anahuac mexicano arriban al Valle de las Hamacas.

Esta filiación poética y filosófica remite a una tradición particular localizada en un ambiente geográfico específico que el trabajo apologético sobre el autor rara vez cuestiona. En efecto, de manera inusual, el poemario se acompaña de cuarenta y cuatro notas en total que aclaran las fuentes históricas a partir de las cuales se constituye la recolección florida de la integridad de poemas. La documentación aludida es la siguiente: Cantares mexicanos (10), Fray Bernardino de Sahagún (6), Manuscrito palatino (3), Códice Vaticano (1), Popol Vuh (1). Este simple recuento apunta la ausencia de todo informe historiográfico sobre la cultura náhuat pipil de El Salvador y el predominio absoluto de crónicas provenientes del altiplano central de México, salvo por una mención a la tradición maya-quiché.

La concentración en el patrimonio mexicano del posclásico y de la colonia temprana la confirma los apelativos de las más diversas deidades invocadas: Ometeotl (5), Xochipilli (5), Quetzalcoatl (2), Huitzilopochtli (1), Xipe Totec (1), Tezcatlipoca (1), Cinteotl (1), Neuctli (1), Tlaloc (1), etc. En su mayoría también provienen de la misma región del altiplano central. Salvo una breve referencia a las raíces pipiles de Xipe Totec, “Nuestro Señor el Desollado”, los apelativos de las demás divinidades remiten al mismo centro geográfico.

El diálogo entre poesía y fuentes históricas posee una doble implicación: filosófica y antropológica. Por una parte, desde una perspectiva literaria, Geoffroy Rivas adopta un giro poético y heideggariano el cual se niega a reducir la lengua —la actividad intelectual— a una serie de conceptos que examinan su producción (poiesis) como un objeto natural. Con una fina intuición lírica, define la lengua como realización dialógica con un legado cultural —“la esencia de la lengua” poética— más que disecarla cual esqueleto muerto en un ensayo analítico (M. Heidegger, La lógica como pregunta en busca de la plena esencia del lenguaje, Paris: Gallimard, 1998).

Como escritor que prosigue la tradición indígena de antaño, privilegia el acto poético creativo a toda actividad museográfica racional que reduce la “esencia de la lengua” a un enlistado de palabras en un diccionario, o a reglas en una gramática agónica. El acabamiento de la hermenéutica heideggariana no podría caracterizarlo con una mayor profundidad. No hay que “rebajar la lengua” a “un medio de comprensión mutua […] y la gramática tampoco es la manera primordial con autoridad para entender la lengua” (Heidegger). En cambio, Geoffroy Rivas busca el hecho lingüístico en la actividad poética misma la cual entabla un diálogo entre el acto creador personal y una herencia social que lo engloba y precede.

No obstante, a nivel antropológico, la exigencia poética carece de rigor documental en el país. El título mismo se nos ofrece como ilusión que el legado que recolecta (logos) el poeta no proviene del altiplano central de México, sino de El Salvador en sí. Por un juego de automatismo lógico, el náhuatl “yollotl y “cuicatl”, su nueva combinatoria “yolcuicatl”, se vuelcan en el náhuat “yulot” y “cuicat”, “yulcuicat” (el término “yolcuicatl” no aparece en J. Bierhorst, A Nahuatl-English Dictionary and Concordance based on the codex Cantares mexicanos, 1985 ni en ningún diccionario de náhuatl clásico ni moderno).

Figura I: Corazón de la Virgen Dolorosa

Por esta transferencia directa no sólo se simplifican conversiones entre lenguas emparentadas en reglas matemáticas sin rigor, a la vez se insinúa que la misma tradición mexicana del posclásico y de la colonia temprana caracteriza a los náhuat pipiles, arraigados en una cultura clásica anterior, pre-mexica. En breve, el logro de la poética heideggariana se disipa en la mexicanización de la herencia pipil (ojo: “x” = “sh”, según la grafía colonial).

La exigencia antropológica demandaría no asimilar lo náhuat a lo náhuatl más conocido y documentado ni proyectar México a Centro América, el centro hacia la periferia. El requisito consiste en tratar cada una de las particularidades nahuas en su especificidad, según rasgos de semejanza y divergencia.
II
A este respecto, Geoffroy Rivas ignora el ciclo mitológico más completo de la tradición pipil. Del alemán Leonhard Schultze Jena, no revisa Mythen in der Muttersprache der Pipil von Izalco in El Salvador (Mitos en su lengua materna de los pipiles de Izalco en El Salvador. Jena: Gustav Fischer, 1935), libro que aún no se traduce adecuadamente del original náhuat al español según la poética mesoamericana con reglas específicas de repetición, ritmo oracional, aliteración, difrasismo, etc. Asimismo, la mayoría de comentarios contemporáneos sobre Geoffroy Rivas desconoce el trabajo gramatical y léxico más completo sobre la lengua náhuat: The Pipil Language of El Salvador (La lengua pipil de El Salvador, Berlin/NY/Amsterdam: Mouton Pub., 1985).

Ambas omisiones nos enseñan las dificultades que se interponen al explicar el neologismo “yulcuicat” que transfiere lo náhuatl en náhuat, el altiplano central de México en Centroamérica. En efecto, en las dos fuentes antropológicas extranjeras, Schultze-Jena y Campbell la palabra “cuicat” no aparece anotada. En su lugar, el verbo del cual deriva lo transcriben “tacuica/takwi:ka” con un prefijo “ta-“ de objeto indefinido fosilizado, semejante a la “y” del español en “hay/voy/soy/estoy/doy” que en francés posee un neto valor locativo (“il y a”, vas-y”). En un apéndice aparece citada la completa entrada léxica para “cantar”, según la compila Campbell en el mejor trabajo sobre gramática y diccionario náhuat, jamás traducido al español ni publicado en el país. Aun si el sustantivo “canto” —el náhuatl clásico “cuicatl”— no figura en la lista, todas las transcripciones que se derivan de dicha raíz llevan obligatoriamente el prefijo fosilizado.

Esta constante invalidaría la simple sustitución automática de “tl” por “t” —para derivar todas las palabras en lengua náhuat— como si los idiomas se tratasen de sistemas lógicos sin excepciones ni lapsus lingue creativos. Paradójicamente, estos deslices idiomáticos confirmarían la violación arbitraria y personal del sistema lingüístico y arraigarían la abstracción gramatical en el habla, en el acto poético que Geoffroy Rivas vindica como “esencia de la lengua”. Acaso entonces, la conversión del neologismo náhuatl “yolcuicatl” obligaría a mantener el prefijo fosilizado en “yultacuicat”.

Empero, la única fuente escrita que consigna el sustantivo “canto” agrega un problema adicional (Jorge Alfredo Calvo Pacheco (recopilador), Castellano pipil – pipil Kastiyan. Izalco: Universidad Francisco Gavidia, 2000). La “tl” final no la reemplaza una “t” sino una “l” para obtener la glosa “kuikál/takuikál”. Esta doble sustitución —“cuica” por “tacuica” y “cuicat” por “cuical” para usar una ortografía tradicional— derivaría el sustantivo “tacuical”, a la vez que expondría la dificultad del calco directo sobre el náhuatl del altiplano que propone el neologismo geoffroydiano (vésae: Jorge Lemus, “Formación de palabras y léxico pipil” cuya entrada para “cantar” confirma la expresión “takuika” en náhuat-pipil).

Por último, la dificultad de traducción directa del náhuatl al náhuat la confirmarían las expresiones para los números. Si en el centro de México existe palabra para quince, “caxtolli”, en El Salvador Schultze-Jena rescata un sistema quintesimal (5) inédito en el norte. Quince se expresa “yéi púal”, es decir, tres por cinco. Toda traducción directa es un traición al método singular de conteo pipil, de igual manera que sería falso trasponer un tradición poética mexica al país.
III
Con esta breve reseña poética y lingüística no anhelamos resolver el problema. En absoluto, nos interesa reemplazar un neologismo por otro: “yulcuicat” por yultacuical” o… En su reincidencia colectiva, los mitos clásicos nunca se agotan; a lo sumo, se cuestionan en debates personales, en círculos intelectuales, que no siempre inciden en la conformación mítica de lo social. En cambio, intentamos establecer una doble exigencia para el poetizar y el pensar.

Figura II: Xipe Totec

Debemos reclamar que la aprehensión de la lengua en acto poético—realización de la hermenéutica heideggariana— la complete un rigor antropológico que se funde en el trabajo de campo e historiográfico sobre la tradición particular de los náhuat pipiles. Mexicanizar El Salvador resulta una aventura tan paradójica como diluir lo propio en lo ajeno —la periferia de una región cultural en el centro hegemónico— el pasado en el presente, lo único y singular en lo general y abstracto.

La problemática actual apunta a reconocer contribución y límite de los clásicos —lagunas insolubles como el neologismo de Geoffroy Rivas, falta de traducción de Schultze Jena y Campbell, fuentes coloniales en náhuat inexploradas e inéditas— al igual que necesidad de mantener un diálogo entre poética, lengua en acto, y antropología, trabajo de campo y archivo. Una intuición poética perezosa e indocumentada resulta tan amenazante como una racionalidad agobiada y sin inspiración.

Figura III: Amalia Elmasri, 2000

Apéndice: “Entrada al verbo “cantar” y sus derivados”

(C) Takwi:ka (t. v., i. v) cantar
to sing
takwi:ka (pres.)
takwi:ka-k (pret.)
takwi:ka-tuk (perf.) ni-k-takwi:ka-tuk “I have sung it” (lo he cantado)
(niktakwi:gatuk)
cf. ta- frozen “unspec. obj.” (objeto indefinido fosilizado)
cf. takwi:kalwia “to sing something for someone; takwi:kani “singer”
CN kwi:ka (Car.) “to sing”; PN *kwi:ka
(SD) takwi:kalia (t. v., applic.) cantarle (algo para alguien), arrullarlo
to sing something for someone, to sing to, to lull, to sing a lullaby to
takwi:kalia (pres.)
takwi:kalih (pret.)
takwi:lih-tuk (perf.) ni-k-takwi:kalih-tuk “I have sung it to her” (se lo he cantado (a ella))
cf. takwi:ka “to sing”, -lia “applic.”
cf. (C) takwi:kalwia
(C) takwi:kalwia (t. v., applic.) cantarle (algo para alguien)
to sing something for someone, to sing to
takwi:kalwia (pres.)
takwi:kalwih (pret.)
takwi:kalwih-tuk (perf.)
cf. takwi:ka “to sing”, -lwia (?) “applic./passive/caus.”
cf. (SD) takwi:kalia
(C) takwi:kani cantador (cantante) (takwi:gani?)
singer
cf. takwi:ka “to sing”, -ni “agent”
(SD) takwi:kani
C: Cuisnahuat; SD: Santo Domingo de Guzmán
(Campbell, The Pipil Language, 1985: 448-449)

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