9 errores clásicos al escribir una novela y cómo evitarlos
28 septiembre, 2014 By Alejandro Quintana
Todos los novelistas, sin excepción, tienen algo en común. Conocidos, desconocidos, profesionales, aficionados, genios de la literatura o juntaletras del montón. Todos. No se trata de una visión parecida de la vida, ni de una sensibilidad especial para las palabras, ni de su pasión por contar historias. Tampoco es el afán inexplicable de dejar un legado que trascienda su muerte. No. Lo que tienen en común todos los escritores de la Historia es…
que todos ellos escribieron una novela por primera vez
Y todos ellos, que se sepa y hasta que alguien demuestre lo contrario, han sido humanos y cometido errores. La mayoría contaron con la ayuda de editores o amigos avispados que les ayudaron a corregir o disimular sus meteduras de pata. Hoy en día, esta función la realizan asesores independientes diversos… los editores están por otra labor. Me gustaría ayudarte a minimizar los errores más comunes que cometen los escritores noveles (aparte de estos otros). Espero que puedas detectar a tiempo…
NUEVE TÍPICOS ERRORES AL ESCRIBIR UNA NOVELA:
ERROR #1: la historia no arranca
… o bien lo hace como un motor Diésel.
El autor se recrea al inicio de la historia, contando cómo el personaje despierta, se levanta, hace el desayuno, piensa en sus cosas, se viste, sale de casa, llega al trabajo…
Así hasta que pasa algo relevante que le arranca de su mundo ordinario y le hace vivir extraordinarias peripecias. Peripecias que el lector nunca conocerá, ya que abandonó la lectura en la página diez o doce, cuando la irrelevancia se le hizo insoportable. No me cansaré de decirlo nunca:
El inicio de una historia es lo más importante. No solo va a enganchar al lector… ¡es lo que puede enganchar a un editor!
Dedícale más tiempo al inicio de tus historias que a cualquier otra parte. El primer párrafo debe interesar, pero en el segundo el lector necesita tener cierta expectativa. Luego puedes bajar la tensión, entretenerte más con algunos detalles… pero ya le habrás enganchado.
Variantes del inicio que no termina de arrancar
• El idílico paisaje en el cual se desarrolla la acción no es relevante. El marco puede tener su relevancia, pero cómo se mecen las briznas de hierba con la cálida brisa del sur NO LA TIENE EN ABSOLUTO. Deja esos detalles para otro momento más oportuno.
• El pasado de un personaje tiene importancia, qué duda cabe. Pero asegúrate que su niñez va a ser relevante para la historia que cuentas. Volveré a esta variedad en el ERROR #3
• El conflicto inicial no tiene consistencia como para crear la suficiente expectativa en el lector. Ejemplo: las tribulaciones de un administrativo que ha perdido una caja de clips no interesan a nadie. Repito: A NADIE.
Lo cual tiene mucho que ver con el…
ERROR #2: confundir realidad con verosimilitud
El mundo real está plagado de coincidencias asombrosas. Estas coincidencias se aceptan sin demasiadas reservas, ya que todo el mundo ha vivido casualidades extrañas alguna vez. De esta natural aceptación nacen las leyendas urbanas y las conspiranoias más rocambolescas. Pero un escritor no puede permitirse el lujo de dar por sentada la credulidad de sus lectores. Está obligado a crearla.
Un autor literario debe crear un mundo en el cual sucedan las cosas más extraordinarias de manera que el lector las crea. Los acontecimientos “extraños”, las coincidencias, casualidades, las obras del azar y los caprichos del destino deben estar justificados o no serán aceptados de forma natural. Pero esto que parece jugar en contra de los intereses de un escritor, es justo lo contrario. Porque
por la misma regla de tres, es posible crear mundos fantásticos tan creíbles y reales como el universo ordinario
A poco que sepas dotar de credibilidad tanto a universos oníricos como a cadenas de acontecimientos estrambóticas, serás capaz de hacer creer al lector cualquier cosa. Así es la magia de la escritura. Es frecuente cometer el error de confiar que el lector creerá lo que le cuentas porque es la narración fidedigna de un hecho real. ¿No has escuchado nunca eso de que la realidad siempre supera a la ficción? Pues es cierto y el lector lo sabe. Así que, al escribir una novela, procura que suene verosímil, no que sea realista. Ahora que ya lo sabes, no puedes cometer este error, como tampoco podrás cometer el…
ERROR #3: demasiados detalles impiden el avance
Este error tiene relación directa con el ERROR #1 pero no es exactamente el mismo. La diferencia es que con el #1 el lector dejará de leer si el principio no le engancha. Pero una vez te has relajado al avanzar en tu historia, ya tienes los puntos de tensión establecidos y te sientes cómodo llevando al lector por tu montaña rusa particular… corres el riesgo de andarte por las ramas y no concretar.
Te entretienes a cada paso, perdiéndote en descripciones largas, conversaciones banales, detalles sin importancia y acontecimientos irrelevantes para el eje narrativo e incluso para las historias secundarias. En pocas palabras,
obligas al lector a entrar en modo de alerta por aburrimiento mortal
Lo cual es muchísimo peor que no haberle enganchado al principio. Porque, en este caso, sí conseguiste captar su atención, pero en un momento determinado de tu novela le DEFRAUDASTE. No cumplir las expectativas del lector (y encima aburriéndole) es el peor error que puedes cometer.
¿Cómo detectar que incurres en este fallo garrafal?
• Síntoma 1: caes con demasiada frecuencia en recordar el pasado de los personajes. A no ser, claro está, que se trate de una estructura en forma de analepsis, es una señal de alerta.
• Síntoma 2: explicas los sueños. Los sueños tienen que estar muy bien encuadrados en la historia y tener una utilidad lógica, práctica, coherente y decisiva en los acontecimientos. Si no cumplen como mínimo dos de estas premisas, elimínalos sin contemplaciones.
• Síntoma 3: te metes demasiado a fondo y demasiadas veces en los pensamientos de los personajes. Incluso en las novelas que profundizan en las interioridades y miserias humanas, hay que marcar unos límites. Intensidad y frecuencia de diálogo interno deben estar equilibradas con la acción.
• Síntoma 4: profusión de detalles y datos irrelevantes. Lo que escribas debe ayudar al avance de la acción, describir personajes y sus relaciones o lograr la inmersión del lector en la atmósfera de la novela. Si no es así, salvo en muy raras ocasiones, sobra.
Otro síntoma tiene unas connotaciones tan extensas y tantas variantes que es, por derecho propio, el…
ERROR #4: sermonear al lector
Este es un buen momento para que reflexiones sobre por qué escribes. De verdad, párate a pensarlo un momento. Te espero. ¿Ya? Está bien, cinco minutos más. Ahora sí…
Aparte de que tal vez escribir es algo que no puedes evitar, está en tu naturaleza y algo te impulsa a hacerlo, posiblemente hayas llegado a la conclusión de que escribes porque tienes algo que contar, o quieres transmitir algo al mundo: tu forma de sentir, pensar, actuar, de ver la vida.
Pues tengo una mala noticia: al lector no le importa en absoluto tu punto de vista sobre la vida, el universo y todo lo demás. El lector no busca una lección magistral sobre nada, ni que le adoctrinen o le vendan ideas revolucionarias. Muchos son los motivos por los que se lee. Incluso algunas personas buscan el sentido de la vida en las novelas, profundidad existencial.
Pero adoctrinar es un derecho que el escritor debe ganarse, una vez se ha conseguido el respeto del lector por ser un narrador eficiente. Por eso
la primera obligación de todo escritor es no aburrir
Una vez hayas conseguido enganchar a la lectura, hayas enamorado con tus personajes y tengas la plena atención de tus lectores, puedes transmitirles lo que deseas comunicar… Siempre y cuando esté perfectamente integrado en la dinámica de la historia. Porque en cuanto sueltes un sermón de cualquier tipo, es casi seguro que el lector se cerrará en banda. Es como cuando en una película uno de los actores mira directamente a la cámara: se descubre el artificio y el espectador deja de creer en la magia del cine.
Variantes del discursito
El prólogo como Tratado de la Verdad Universal: esta parte del libro sirve para introducir algunos apuntes al lector. Si lo utilizas para explicar al lector de qué va el libro, su sentido profundo y las intenciones que te impulsaron a escribirlo, puedes darlo por perdido. Para explicar todo eso es para lo que escribes tu historia y creas a todos los personajes. Ofrecer explicaciones tan solo denota una cosa: inseguridad por no saber si se conseguirá transmitir con precisión lo que se desea transmitir. “Por si acaso nadie lo entiende, lo dejo claro al principio”. ¡Pero tu obligación como escritor es que se entienda!
El final o el epílogo como el Tratado de la Verdad Universal: ver la variante anterior. Es exactamente el mismo caso, pero al final del libro en lugar de al principio.
El personaje “altavoz”: cuando un personaje actúa como alter ego del escritor, soltando un discurso que resume en un párrafo o dos la intención del libro. Por si no ha quedado claro. Y una variante del personaje “altavoz”, se da cuando el villano lo explica todo justo antes de matar al héroe: su plan al detalle, los motivos de su odio por el protagonista, la justificación de su maldad por una infancia atormentada… Lo cual me recuerda el siguiente error:
ERROR #5: el mal absoluto y el bien puro
Los personajes sirven de canal entre el emisor (autor de la historia) y el receptor (lector de la misma). Son, por tanto, médiums. La manera más efectiva para hacer esta comunicación fluida y efectiva es que estos personajes sean representaciones creíbles de personas, de forma que tanto emisor como receptor puedan identificarse. Por tanto, es necesario encontrar el equilibrio que permita al autor utilizar a sus personajes de manera que representen de forma simbólica cualidades que desea expresar. Pero sin caer en la caricatura. Insisto: los personajes deben ser creíbles.
Y para ser creíble, un personaje necesita tener virtudes y defectos. Esto se ha dicho hasta la saciedad en todos los manuales habidos y por haber sobre creación de personajes. No insistiré demasiado en ello. Pero a menudo se olvida que siempre, o casi siempre, hay
una razón de peso para el hacer el mal, como suele haber algún motivo egoísta para hacer el bien
Con lo cual te interesa plantear bien cuáles son los motivos del villano para hacer el mal y qué impulsa al héroe a emprender la aventura y plantar cara al malvado. Muchas veces no se trata de una lucha entre el bien y el mal, sino un conflicto de intereses entre personajes antagonistas.
Si miramos desde el punto de vista del villano, es perfectamente posible que él vea al héroe y sus aliados como a las fuerzas del mal. No resultará convincente hacer malísimo al malvado y un dechado de virtudes al bueno. Las aspiraciones del villano y las motivaciones del héroe deben tener cierta coherencia, no ser el mal puro o el bien absoluto.
Por ejemplo:
Un conde siniestro machaca a impuestos a sus súbditos, matándoles de hambre. Está presionado por el Rey, el cual necesita armar un ejército para su cruzada. Cada vez le exige más y más tributos. Si se niega, perderá unas tierras que pertenecen a su familia desde hace muchas generaciones.
Su mayor enemigo es un campesino que lidera una horda de proscritos. En verdad no es un revolucionario oprimido por la tiranía: se vio obligado a esconderse en el bosque porque robó en la iglesia, impulsado por el hambre. Su carisma y la suerte hicieron el resto, llevándole a dirigir la rebelión. Él solo quería comer y que no le ahorcaran por ladrón.
Cuidado con la siguiente trampa
Vigila que, por hacer más humanos a tus personajes, el malo tenga una sola cualidad bondadosa y el héroe un solo defecto. Que el villano ame a sus hijos no lo hace bueno, igual que no hace más cercano al héroe que sea un poco engreído. Esto sería lo mismo que pintar colmillos al cordero y disfrazar al lobo de oveja. Y hablando de disfraces…
ERROR #6: ponerse el disfraz de escritor
Ya sea porque te has creído todos los tópicos de lo que debería ser un escritor, bien porque tienes miedo de mostrarte tal como eres, de no gustar a todo el mundo o del temido “qué pensaran de mí si digo esto”…
has escrito como se supone que se debe escribir y no como tú querrías escribir
Te has colocado una máscara, te has puesto el disfraz de lo que crees que es un escritor y, por tanto, no has sido auténtico. Escribir bien no significa escribir bonito. Escribir bien significa transmitir con exactitud aquello que deseas transmitir, contando una historia que funciona. Y si además eres capaz de que la forma tenga una coherencia a todos los niveles con el contenido, escribirás una obra maestra. Cuida a tus personajes y elige bien las situaciones que les harás vivir, antes de intentar que tu historia “suene” bien.
Síntomas de haberte puesto el disfraz de escritor
1) Utilizas palabras cuyo significado no conoces del todo porque no las empleas en tu día a día. Es cierto que no siempre tenemos la oportunidad de soltar palabras como “inconmensurable”, “ontología” o “entelequia” en un bar, rodeados de amigos. Pero si las utilizas en tu novela, mejor que sepas con toda exactitud qué significan.
2) Utilizar palabras ampulosas en lugar de las usadas en conversaciones corrientes. ¿Por qué decir “excelente” cuando se puede decir “superlativo”? Pues por la sencilla razón de que “excelente” se comprende mejor y es más preciso que “superlativo”. El uso de ciertas palabras puede distraer al lector del significado mismo de tales palabras, por su sonoridad o rareza.
3) Un lirismo excesivo puede dificultar la fluidez del texto. De hecho, puede impedir su comprensión. Esto es muy típico al colocarse el disfraz del escritor, porque a veces se asocia literatura profunda con densidad… y se confunde densidad con florituras verbales. Lo que construye la literatura es la profundidad del tema y el tratamiento coherente de su forma. Todo lo demás son casi siempre adornos innecesarios.
4) Los diálogos son confusos y poco creíbles. A veces, la mejor manera para que el lector sepa quién dijo algo es utilizar el verbo “decir” en las acotaciones: un “dijo” siempre es más efectivo que “mencionó”, “apuntó”, “apostilló”, “afirmó” y un largo etcétera. No temas evitar la repetición de “dijo”. En realidad el lector apenas repara en esta palabra, se lee de forma casi automática. Introduce acotaciones en los diálogos para que el lector no se pierda.
Es importante no perder el hilo de quién dice qué en las conversaciones, igual que lo es saber en todo momento en la cabeza de qué personaje estamos metidos.
Lo cual es el tema del…
ERROR #7: un mareante punto de vista
Este error no solo lo cometen los escritores principiantes. A veces incluso cuesta detectarlo cuando el libro ya está publicado y en circulación. Se le ha pasado a escritor, lectores, corrector y editor. Puedes imaginar entonces la de veces que se da en libros autopublicados que se saltan el proceso lógico editorial. ¿En qué consiste? Pues te lo explico con un ejemplo:
“Marisa dudaba entre descolgar el teléfono y llamar a Esther o ponerse algo encima, coger un taxi y plantarse en su casa. Pero la fina llovizna de aquel domingo por la tarde no invitaba a salir. Tampoco le resultaría fácil encontrar un taxi libre. Aun así no se decidía a descolgar el teléfono y llamar a su amiga.
En esta indecisión, de repente, sonó el teléfono. Sonrió al ver el nombre en la pantalla: Esther.
— Qué bruja eres —dijo Marisa al descolgar—, estaba pensando en llamarte ahora mismo.
— Eso se lo dirás a todas —respondió Esther, riendo—. Pero voy a creerte porque imagino que sabes por qué te llamo…
Esther buscó el paquete de cigarrillos entre el desorden de su mesilla de noche. Sintió un cosquilleo en el estómago y pensó en cuánto le gustaban esas tardes lluviosas de domingo en casa…”
¡Alarma! ¡Cuidado, amigo escritor!
Aunque no te lo parezca, estás cayendo en el Error #7: esta escena comienza desde el punto de vista de Marisa. Estamos dentro de su cabeza, no en un punto cercano desde el cual observamos sus movimientos. Sabemos qué siente y qué piensa. Entonces ¿qué artificio nos ha permitido salir de la cabeza de Marisa y meternos en la de Esther sin previo aviso?
De acuerdo, el narrador puede ser omnisciente y saber lo que sucede en cualquier lugar, momento y lo que pasa por la cabeza de cualquier personaje. Pero el lector se va a sentir mareado y descolocado si se salta de un pensamiento a otro: llegará un momento en el cual quien saltará de la historia será el lector.
¿Por qué?
El lector necesita identificarse con un punto de vista y tener la referencia de un personaje para poder vivir las situaciones de la ficción. Este personaje puede cambiar las veces que se desee… siempre y cuando al lector le pongamos sobre aviso. No basta una llamada de teléfono para pasar de un punto de vista a otro y salir de una cabeza para meterse en otra. Hay que finalizar una secuencia o indicar que una escena ha terminado.
Igual que hacemos punto y aparte para cambiar de tema, es necesario decirle al lector que hemos terminado de contar algo desde un punto de vista antes de pasar a otro.
En las novelas corales, cuando los papeles principales están repartidos entre muchos personajes y hay numerosos secundarios, esto es más necesario si cabe. Imagina una novela de estas características e ir pasando de los pensamientos y puntos de vista de cinco o seis personajes en un solo capítulo.
Lo más recomendable es que en cada capítulo se cuente la historia desde el punto de vista de cada uno de estos personajes. Toma siempre la referencia del personaje conductor de cada escena y presta especial atención cuando se relacione con otros. ¿Cómo podemos saber lo que piensan y sienten otros personajes si no estamos metidos dentro de sus mentes? Como norma general lo sabremos por sus acciones o por el diálogo.
Si nos lo dice el narrador… ¡meeeec: error al canto!
ERROR #8: represión y mojigatería
Este tipo de error a veces lo he descrito como un bloqueo. ¿Dónde termina la vida privada y comienza el escritor? ¿Qué contar de la experiencia propia? ¿Pensarán los lectores que esto me ha sucedido en realidad a mí y no al personaje? ¿Hasta dónde tengo que desnudar mis pensamientos y sentimientos? El resultado es un bloqueo que dificulta el acto de traspasar el Primer Umbral o el avance en la historia al llegar a un punto determinado.
Pero otras veces sucede algo peor:
la falta de naturalidad impide a un autor encontrar su propio estilo literario
El miedo al “qué dirán o pensarán de mí si escribo esto” ha destruido más carreras de escritor que la misma maquinaria de la industria editorial. Donde más se puede notar esta falta de autenticidad es en las escenas de sexo. No son pocas las veces que, en las asesorías privadas, llamo la atención sobre esto a los autores cuya novela superviso. ¿Por qué escatimar al lector detalles de las escenas más apasionadas?
El acto de leer es también un acto de voyeurismo, uno de los más invasivos. Como lectores nos metemos en lo más íntimo de las vidas de los personajes. Sus pensamientos y emociones, su pasado más oscuro, sus anhelos más secretos… Pero resulta que al llegar a la intimidad de la alcoba, se le niega al lector la posibilidad de conocer también esa parte de la vida, la sexual, de unos personajes que conoce al detalle.
Cierto: a veces es mucho más sugerente insinuar que mostrar
Pero entonces tampoco se pueden mostrar otros detalles de su psicología, también hay que sugerirlos. Es cuestión, una vez más, de coherencia. Ojo, que puede suceder todo lo contrario y entonces caemos en la pornografía.
Es ahí donde reside el error: en mostrarlo todo de un aspecto y poco o nada de otro; si insinúas, insinúas siempre y si muestras, lo muestras todo.
Una variante de esto es el uso de eufemismos… Está bien buscar sinónimos para depurar el estilo de escritura y no repetir palabras innecesariamente. Pero otra cosa es evitar a toda costa decir cierta palabra porque resulta malsonante o demasiado gráfica.
Di pene o vagina cuando sea necesario decir pene o vagina… ¡y polla o coño cuando toque decir polla o coño!
Tanto si tus personajes están al servicio de la historia o tienen vida propia, haz que digan lo que deban decir. Ni más, ni menos.
Ejemplos de eufemismos
Persona de color: por negro/a
Persona de la tercera edad: por viejo/a
Dar a luz: por el verbo parir y el momento del parto
Persona invidente: por ciego/a
Estas expresiones se justifican a menudo diciendo que se pretende ser más elegante.
Enmascarar la realidad se convierte en eufemismo cuando la supuesta elegancia está inspirada por la mojigatería o la represión del “qué dirán o pensarán”. Y el no querer ofender a un colectivo está muy bien… no utilices entonces expresiones del tipo “es un trabajo de negros” o “les hicieron una judiada” o “le engañaron como a un chino”. Pero utiliza las palabras negro, judío, viejo… e incluso maricón.
Lo que es ofensivo no es usar ciertas palabras, es el cómo y el para qué se utilizan
De hecho, según lo que digas sobre negros, homosexuales o judíos puede ser un delito perfectamente tipificado y comportarte problemas legales. Problemas serios… y muy seguramente bien merecidos.
ERROR #9: condensar toda una obra literaria en una sola novela o relato
Es probable que comiences escribiendo relatos cortos, fruto de tus anotaciones constantes de ideas sueltas, pensamientos varios, ensoñaciones o divagaciones. O todo ello a la vez. Pero intuyes que esos relatos no expresan todo lo que necesitas expresar y vas acoplando ideas, amontonando pensamientos y ensoñaciones. Un día lees un libro apasionante que te inspira y motiva a escribir una novela.
Comienzas tirando del hilo, te inventas unos personajes y los utilizas para soltar todo lo que llevas tiempo queriendo expresar. Tienes tantas cosas que decir, tantas ideas que hierven en tu cabeza, tanta pasión que transmitir e historias que contar… que vas y las dices todas de golpe.
Con suerte, tú lo entenderás sin perderte en el laberinto de tu propia creación. Porque es justo eso: tu propia creación. Pero para de contar ahí, porque no lo entiende nadie más. Has volcado todo lo que tienes que decir en una sola historia. En pocas palabras
has confundido lo que es una idea para contar algo con un argumento para explicarlo todo
Deja que te explique la diferencia entre un relato, una novela y una obra literaria:
En un relato explicas algo concreto, que puede expresarse en algunas páginas. Antes que intentar definir el amor universal, un relato procura expresar el amor que se siente hacia una madre o un abuelo. Y ojo, porque al decir ideas sencillas no me refiero a ideas poco profundas. Hay mucha profundidad en el amor a una madre o a un abuelo.
Para expresar el amor universal tienes la novela. Desarrollas una historia más compleja para expresar ideas más complejas. Temas que necesitan muchas más páginas para que puedan calar en el lector a un nivel más profundo. Con la novela puedes involucrar al lector en los hechos que ellos viven. Les puedes transportar a otros estados de conciencia y hacerles sentir emociones determinadas, influirles a nivel inconsciente para que integren de manera profunda aquello que quieres transmitir.
Se podría decir que
la extensión y complejidad de una historia está determinada por la extensión y complejidad del tema que desarrollas en ella
… o el nivel de profundidad al que quieras llegar.
Es cierto que autores como J.D. Sallinger, Ernest Hemingway, John Steinbeck, y otros llegan a mucha profundidad con relatos o novelas cortas.
Para eso es necesario ser un economista de recursos narrativos a nivel maestro. Y sobre todo, tener claro qué quieres contarle al mundo con tu escritura.
Porque si lo tienes claro, podrás expresarlo de forma más clara, concisa y repartida en toda una obra literaria, evitando embrollos al decir todo lo que quieres expresar en una sola novela. Pero en realidad, necesitas contarlo todo en esa primera novela: forma parte del proceso de convertirse en escritor.
Solo cuando te das cuenta de que has embutido toda una obra literaria en una sola historia, es cuando puedes comenzar de verdad a definir los temas que te interesa tratar.
¿Por qué escribe un escritor?
¿Qué impulsa a alguien a contar historias?
¿Por qué recorrer este incierto camino, existiendo otros mucho más fáciles y, desde luego, rentables?
Esas preguntas no tienen en verdad una respuesta. Al menos, no una respuesta sencilla. Recorrer el camino de la literatura tal vez te pueda dar algunas.
Ojalá te haya gustado esta entrada y mejor todavía si te ha ayudado a detectar esos errores tan típicos al escribir una novela. Si es así, te agradecería que compartieras el post en tus redes sociales preferidas, solo te costará un click