Ha terminado la hegemonía conservadora
La oligarquía apostó a polarizar con el FMLN dando por sentado que los salvadoreños serían eternamente conservadores y que por lo tanto jamás elegirían a un partido de izquierda. El juego era que entre más radical luciera el FMLN era mejor para ellos. Pero todo cambia, primero los derrotó el Frente con un candidato externo y ahora los ha derrotado con un candidato propio.
Última actualización: 18 DE MARZO DE 2014 09:18 | por Joaquín Villalobos
El asesinato de los padres jesuitas en noviembre de 1989 no sólo fue responsabilidad de los autores materiales e intelectuales. Se trató de un crimen más complejo. ¿Por qué concluyeron los jefes militares que unos religiosos académicos eran un peligro?. Este magnicidio, al igual que el del Arzobispo Romero, fue en realidad el resultado de una prolongada y sistemática instigación movida por la derecha económica y política. Esa instigación convirtió mentiras en verdades, generando miedo y odio incontrolables. Quienes organizaron estos crímenes fueron instrumentos de un clima irracional construido por los mismos poderes que el domingo 9 de marzo llamaron a la Fuerza Armada a dar un Golpe de Estado.
El miedo puede convertirse en el padre de las más grandes estupideces. Bram Stoker, en su novela más famosa “Drácula”, dice que inventar espantos, señales y advertencias sirve para asustar y hacer que la gente haga cosas que en circunstancias normales jamás haría. Cuando se promueven odios y miedos, éstos terminan encontrando quienes los conviertan en crímenes. Pero en el país ya no existen cuarteles donde esconderse, ni policías cómplices, ni justicia que encubra. En democracia todo se termina sabiendo, por eso existe ahora un ex-presidente fugitivo.
Es patética la imagen de ARENA y su candidato copiando lo que hizo el izquierdista Andrés Manuel López Obrador en México. Denunciar un fraude sin presentar pruebas, bloquear avenidas, demandar contar voto por voto y proclamar a su candidato como el presidente legítimo. Esa política acabó con Obrador quien se quedó solo, colgado de las calles. El partido ARENA podría quedar colgado de unas protestas sin futuro, mientras el país sigue su camino. Los partidos políticos pagan caro involucrarse en lucha callejera, el FMLN conoce bien esa historia.
ARENA está subordinando la política nacional a la estrategia insurreccional de un sector de la oposición venezolana. Lo que ocurre en ese país es un chiste comparado con el conflicto que vivió nuestro país. Aquí tuvimos 80,000 muertos, dictadura, fraudes, matanzas, magnicidios, represión y guerra civil en serio. Pero la diferencia más notable es que los chavistas llevan 15 años en el gobierno y aquí ni siquiera se sabe si el futuro gobierno del FMLN copiará al régimen venezolano. ¿Qué harán si el Frente no imita al chavismo?. Si eso no ocurre más electores perderán el miedo y el FMLN podría ganar más gobiernos. Pero, ¿por qué la derecha política y económica aplica una política de miedo que la desgasta y denuncia un fraude que no existe? La posición extremista que han asumido pretende evitar el ajuste de cuentas al interior del partido ARENA por la derrota sufrida. Están usando el miedo para impedir una verdadera transformación política de la derecha y preservar el poder de la oligarquía en el partido.
El trío ANEP-FUSADES-ARENA ha establecido como victoria el “casi ganan”. La segunda vuelta fue percibida por la gente como un referendo de sistema y así lo machacaron ellos en su campaña. Utilizaron desde la amenaza a sus empleados hasta asustar con el peligro de una maldición divina. La elección no fue normal, fue un enfrentamiento entre el imaginario conservador anticomunista de la derecha y el imaginario revolucionario de la izquierda representado por los partidos de la guerra. Si tomáramos en serio la campaña que lanzó la derecha tendríamos que concluir que el 50% de los salvadoreños votaron por el comunismo, el ateísmo, la dictadura y el sometimiento de nuestro país a Venezuela.
Para entender esto es indispensable analizar las tres elecciones más emblemáticas de los últimos 20 años. La elección de 1994, por ser la primera en que competía el FMLN al terminar la guerra, la segunda del 2004 porque el candidato del FMLN fue el histórico dirigente comunista Schafik Handal y finalmente la elección del pasado 9 de marzo. En la primera ARENA obtuvo el 70% de los votos y el FMLN el 30%, en la segunda ARENA obtuvo el 58% y el FMLN el 36% y en la última podemos decir que ambos están en 50%. En veinte años el voto conservador perdió el 20% de seguidores. El partido ARENA fue derrotado en esta ocasión por lo que a juicio de muchos representa la extrema izquierda y por un candidato ex guerrillero que tenía más opiniones negativas que positivas; un candidato del cual la derecha se burlaba y consideraba fácil de vencer. El 50% del país sigue siendo conservador, pero ahora el 50% ha reafirmado su simpatía por la izquierda. En ese sentido, que el resultado haya sido estrecho es irrelevante, lo central es que la hegemonía conservadora que perduró durante más de un siglo ha terminado y este cambio es irreversible. Podrá moverse ligeramente en una dirección u otra de vez en cuando, pero jamás volverá a recuperar la derecha la enorme ventaja de que gozaba.
La oligarquía apostó a polarizar con el FMLN dando por sentado que los salvadoreños serían eternamente conservadores y que por lo tanto jamás elegirían a un partido de izquierda. El juego era que entre más radical luciera el FMLN era mejor para ellos. Pero todo cambia, primero los derrotó el Frente con un candidato externo y ahora los ha derrotado con un candidato propio. En ese juego el candidato del que se burlaban es ahora el presidente numéricamente más votado de nuestra historia. No previeron que la polarización convertía al FMLN en su único adversario y que por lo tanto un día los terminaría derrotando. Destrozaron todas las opciones de centro que aparecían y sólo le dejaron a los electores de oposición la opción de extrema izquierda. Dividieron sus propias filas, expulsaron adversarios, rompieron alianzas, olvidaron a la base conservadora pobre, maltrataron a los agricultores, no generaron empleo, no aplicaron políticas sociales, no les importó la inseguridad, prefirieron los pleitos a los pactos, se corrompieron, dejaron de invertir, sacaron el dinero del país y usaron al Estado sólo para hacerse más ricos.
La política de polarizar para ganar los llevó a una borrachera de dinero, soberbia y arrogancia. Dilapidaron el capital político y la extraordinaria ventaja ideológica que tenían. El Salvador ha dejado de ser un país de derecha. ARENA tienen cientos de miles de electores pegados con la saliva del miedo, si el FMLN no se radicaliza los pierden. La campaña de última hora y el “casi ganamos” son la tapadera de un monumental error histórico. Es sobre el despilfarro de poder y sobre la fragilidad política en que han dejado al sector conservador que deben ser juzgados los dirigentes de la derecha económica y política por sus seguidores.
¿Cómo piensan ahora ANEP-FUSADES-ARENA sacar a la derecha del agujero en que la han metido?, ¿bloqueando calles, haciendo marchas, tirando piedras y quemando llantas? ¿profundizando la polarización para provocar la radicalización del FMLN? ¿rechazando dialogar y pactar? ¿haciendo más de lo mismo? El Salvador ha cambiado, ya no somos el país de mozos analfabetas y católicos resignados bajo el dominio de unos finqueros pistoleros. La migración, las remesas, el crecimiento de clases medias, la diversidad religiosa, la aparición de nuevos ricos, el pluralismo político y la conexión con el capitalismo y la democracia estadounidense nos han transformado. Los acuerdos de paz nos dejaron una democracia con un Poder Judicial y una Fiscalía independientes, un moderno sistema electoral antifraudes, una Policía que no tortura, unas Fuerzas Armadas obedientes del poder civil y una sociedad que rechaza la violencia política. Somos ahora otro país que para resolver sus problemas necesita pasar de la polarización a los acuerdos. Le escuché al presidente Juan Manuel Santos de Colombia una frase que me parece muy oportuna: “Sólo los más estúpidos no cambian cuando la realidad ha cambiado”.