18 febrero 2014
Votar nulo encierra apenas una esperanza
Después de acumular tanto insulto, en su artículo en El Faro, de pintarnos como desposeídos de toda inteligencia, de invalidar sin más los argumentos, Ricardo Ribera se esfuerza por parecerse a los que llamamos al voto nulo. Digo esto en el sentido siguiente: pues si fuese tan inteligente, tan astuto, tan maravillosamente un hombre revolucionario, que aplica a la letra y en el espíritu el “marxismo-leninismo”, entonces en ese caso nos hubiese dado un solo argumento que nos obligara necesariamente a cambiar de postura. No vi ese argumento por ninguna parte.
El mal menor queda igual, su “izquierda” necesita a la derecha y a los patrones para ganar las elecciones. Pero ¿para qué quieren ganar las elecciones? El gran estratega del compromiso que es Ricardo Ribera no nos da como muestra ni un capullo, una sola medida que vaya en favor de los trabajadores y en detrimento de los explotadores. No creo que pueda encontrar un solo ejemplo en que el autor de “El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo” haya entrado en compromiso con el enemigo de clase.
Nosotros estamos ahora ante un situación grave, muy grave, estamos entrando en una nueva etapa de nuestra historia, el partido que ha representado hasta ahora la defensa de los intereses de los trabajadores, asume abiertamente su papel de conciliador entre las clases, su papel social-demócrata. Y al entrar a este nuevo período podemos simplemente caer en un sistema de alternancias en que los votantes conformarán mayorías en favor del que en ese año se les presente como el mal menor. Luego se darán cuenta que tal vez se equivocaron y decidirán sancionar a ese partido y optarán esta vez por el otro. Y la próxima vez votarán al revés. Y ese túnel puede ser largo, sin que aparezcan ventanas por donde vislumbrar algún horizonte.
Este sistema no es una ficción, es lo que pasa en muchos países desarrollados y menos desarrollados. Es lo que pasa en Francia, en España, en Portugal, en Grecia, en Alemania (con un pacto ahora entre todos los partidos, pues ya no se encuentran diferencias entre ellos), etc. Esto llega a una estabilización de votos “tradicionales” para cada partido (nuestros “votos duros”) y el paulatino, permanente crecimiento de la abstención. En esta situación los que al fin y al cabo tienen la opción de decidir es una pequeña franja de la población, la menos estable políticamente, la menos principista, la que se deja convencer por el desgaste que le produce en sus mentes el miedo.
Ricardo Ribera no ha tenido la suficiente inteligencia para rebatir los argumentos, apenas tuvo un tantico de ingenio, para acumular los substantivos que se inician en “in”. Pero no nos dice nada que tenga valor de argumento. ¿Qué obligación tengo de optar por un candidato que no me convence? ¿Qué obligación tengo de votar por un candidato que juzgo traidor a los intereses de la clase trabajadora? Porque en definitiva, para mí, un partido que desde el primer año de su gestión nos repite las mismas medidas sociales como los grandes logros del quinquenio, no puede pretender a cambiar la vida. Y asumen el Asocio público-privado como si también eso fuera una medida que incluyera su programa inicial. Se olvidan que es una imposición estadounidense, que es una condición para ofrecernos la “limosna” milenaria. Sin decirnos que ese Asocio viene a prolongar y profundizar la política arenera de las privatizaciones. Ricardo Ribera calla sobre todas las denegaciones de la simbólica promesa de devolverle al país su soberanía monetaria. En su alegato se olvida que votar por un candidato requiere un convencimiento, presupone comunidad de principios, de objetivos, de aspiraciones.
Lo sorprendente es que Ricardo Ribera no cuestiona a los partidos en lid electorera por su “in-capacidad” de movilizar al electorado, pues la abstención alcanza a más de dos millones de electores, entre los cuales hay más de los que le faltaron a su partido para ganar desde la primera vuelta o de perder…
Nada nos dice de la afanosa insistencia de Sánchez Cerén y con él de todos los miembros de la cúpula partidaria, de respetar la Constitución. Cuando Schafik Handal tomó su bastón de peregrino electoral iba repitiendo “respetaremos la Constitución, toda la Constitución”, el mensaje era más o menos este: “no vamos a comportarnos como revoltosos, no nos tengan miedo”. Ahora el mensaje es totalmente otro, “tienen que darse cuenta, señores patrones de la ANEP que hemos abrazado su ideología, vean, todo lo hemos abandonado, que lo que nos queda de izquierda es apenas una capita para que los electores no se nos vayan”. Y si aun así no les entienden, declaran que no van a reformar nada, sobre todo los artículos pétreos, concepto este totalmente antidemocrático, refiriéndose a uno solo: el que garantiza la propiedad privada.
Pero esta promesa echa al tarro todas las convicciones y cierra para siempre cualquier posibilidad de que nuestra sociedad se libere de la monstruosa tutela y dominación oligárquicas. Pues nadie puede negar que la vida que sufrimos viene justamente de esa dominación, viene también de la dominación extranjera. Es decir la clase trabajadora no puede dejar de tener como objetivo liberarse de la opresión social de la que es víctima en la sociedad capitalista. No es esta perspectiva la que le ofrece el FMLN a los trabajadores. Es por eso que el voto nulo tiene un significado de esperanza, pues es una señal fuerte de que debemos buscar una salida, que no podemos, no debemos conformarnos con que el destino de nuestro país se reduzca a elegir a cada tanto el mal menor.
El voto nulo encierra esto, aunque sea apenas de manera embrionaria y no se nos venga a exigir que les mostremos los frutos, pues esto apenas se está sembrando, aún no tiene raíces. Por el momento es apenas una esperanza.