07/18/2013 Me incorporé a la lucha política militar en 1973, como culminación de un proceso de consciencia iniciado en el movimiento católico progresista de finales de los años 60 y principios de los 70. Cuando estaba en la secundaria con 15 años, yo militaba en la Juventud Estudiantil Católica, un movimiento orientado al servicios de las comunidades de escasos recurso, tanto de la cuidad como del campo. Ahí desarrollábamos procesos de alfabetización y concientización con el método de Paulo Freire.
En mi formación y toma de conciencia, tuve dos vertientes, basadas en el movimiento al que pertenecía, por un lado, el viraje de la iglesia católica hacia la Teología de la Liberación, y la influencia de Pablo Freire con su “Pedagogía del Oprimido”, y por otro, el conocimiento que adquiría durante el trabajo de concientización que realizaba en las comunidades. Mientras aún no estaba organizara tenía varios nichos, por un lado, era misionera del colegio Sagrado Corazón en donde estudiaba, y trabajaba con el padre Eliseo Bravo que aparentemente era muy reaccionario en San Luis del Carmen, Chalatenango. Por otra parte, desarrollaba trabajo de alfabetización en la colonia Tutunichapa de San Salvador, siempre con el método de Freire, y en vacaciones, como Juventud Estudiantil Católica, también tenía trabajo de alfabetización y concientización en el cantón Jirón de Quezaltepeque y en la colonia 22 de abril con el padre Leonel Cruz. De esta manera fui forjando mi conciencia de lucha.
Yo venía de una familia de clase media, pero en el contacto con la gente me fui dando cuenta que los problemas de pobreza y opresión no se resolvían con esas formas de educación con las que yo trabajaba, porque además en el cantón Jirón, la Guardia Nacional nos buscaba y perseguía. Todo eso me hizo pensar y reflexionar, que por un lado contribuíamos a la educación de la gente, pero por otro, los guardias perseguían a los que realizábamos esas labores educativas.
Pero ya en mi familia, mis hermanos estaban organizados en la Universidad y tenían un nivel de formación política avanzado, por lo que me miraban como a la hermana menor que andaba en todo. De repente, Felipe mi hermano mayor me dijo: “Tu educas a la gente ¿Y para que la educas?”. “Para que tomen conciencia” le dije. “¿Y para que toman conciencia?” Me preguntó de nuevo, “Para cambiar” le dije. “Pero ¿nunca has pensado que si ellos no tienen poder no van a cambiar nada? ¿No te has planteado el problema del poder?” Yo estaba asustada, porque realmente no había pensado en ello. Me fui corriendo a ver al padre Cruz y le dije: “Mirá, nosotros no estamos haciendo nada, no hemos pensado en el problema del poder”. Los dos nos quedamos como babosos, pensando en que no estábamos tocando el problema del poder. Ese fue un campanazo en mi cabeza para comenzar a estudiar el aparato de denominación y a reflexionar sobre que no bastaba la educación y la concientización, sino que también tenía que buscarse el empoderamiento de la gente mediante la organización, para derrotar a la dictadura militar y el poder de la oligarquía criolla y de esa manera cambiar el país.
Se fue configurando claramente en mi conciencia, que mi vocación de servicio cristiano para contribuir a una vida mejor de la gente, en los términos que planteaba la Conferencia Episcopal de Medellín del 68, pasaba por acercarme más a posiciones de mayor militancia revolucionaria. Ya no se trataba de ayudar a los pobres, sino también de ser sujeto comprometido, subordinada a una estructura de lucha para derrotar a la dictadura.
Mi desarrollo como el de muchos otros, no se podía ver al margen de mi familia y del ambiente político que estaba ocurriendo en el país, porque en el 68-72, se dio la primera huelga en la fábrica de acero de la Paz, la huelga de los maestros y la huelga de hambre de Salvador Cayetano Carpió.
Todo esto influyó mucho en todo el país, aunque fueron huelgas reprimidas, en las que cayeron obreros valiosos como Santiago Contreras. Pero aquel movimiento logró algunas victorias en sus reivindicaciones y desató una gran solidaridad obrero estudiantil. A la dictadura –después de 3 años- se le empezaba a escapar de las manos el control de la situación. Después vinieron las huelgas magisteriales, encabezadas por Mélida Anaya Montes, Mario López, Salvador Sánchez Cerén y muchos otros. Eran huelgas que reivindicaban la dignificación del trabajo en la educación y, al mismo tiempo, proponían una reforma educativa que quebrara el modelo educativo del capitalismo.
La Universidad y su Papel en la Formación de Jóvenes Revolucionarios
Diría que entre el 68 y el 72 se dio una gran primavera revolucionaria. La huelga de los maestros desató una alianza muy importante entre los estudiantes de secundaria de AES y los universitarios de AGEUS.
Se sumaron muchos movimientos a esas luchas y generaron un vastísimo y combativo movimiento artístico. Era un ambiente de mucha creatividad y cambio. Las consignas en los afiches eran: “Todo lo que existe merece perecer”, o “Abre tu mente, sácate los prejuicios”, “desabotónate el cerebro”.
Para esa época, la Universidad Nacional era muy elitista –no tan popular como ahora-.
Los estudiantes eran una élite pequeña burguesa, pero ya en ese tiempo estaban dispuestos a romper una serie de estereotipos. Entre esos jóvenes estudiantes estaban Rafael Arce Zablah, Paco Montes médico que cayó en combate, Sebastián Vaquerano, Eva, Francisco, Héctor Silba, Marina Avalos y otros compañeros. Toda esa gente venía del movimiento estudiantil, unos eran marxistas y otros no marxistas; todos eran personas muy buenas, positivas y con unas ganas terribles de asaltar el cielo. Algunos estaban vinculados a las comunidades cristianas o al Partido Comunista, por eso la lucha ideológica en el seno de la universidad era sumamente rica. Eran aires de transformación en todos los sentidos, incluso las mujeres comenzaron a fumar, pero no eran cosas superficiales, eran tiempos de una persistente búsqueda de libertad, de liberación. Además de la inspiración en los problemas propios de nuestro país, incidían en esa juventud otros fenómenos como la lucha de los países sudamericanos, la lucha de los norteamericanos contra la guerra en Vietnam, la gran revuelta de los estudiantes franceses durante el año 1968, en donde Sartre era todo un símbolo.
Los aires de compromiso y cambio de esa época, penetraban por todas las ventanas de mi casa, y en el caso de mi familia, nos afectó positivamente a todos. A esto debo sumarle, que mi papá era un ex militar – que lo de “ex” se lo ganó a mucha honra, por sus constantes luchas contra el tirano Martínez-. Mi papá era un hombre avanzado para su época, con ideas claras sobre la justicia y la dignidad de las personas y muy duro contra la corrupción. Tenían sus propios principios pedagógicos, con lo que nos ayudó a desplegar nuestros propios criterios. A sus amigos y demás personas les decía que no quería que sus hijos fueran copia de él en papel carbón.
Mis hermanos estaban incorporados a la universidad y yo era la menor que iba un poco a la saga de ellos, por lo que me miraban como la cipota que no iba muy al paso; sin embargo, a pesar de que Felipe, Ana Virginia y Margarita ya estaban mas organizados, siempre tuve un buen intercambio con ellos, llegando a ser un punto importante para mis decisiones posteriores como fue mi incorporación a la guerrilla en 1973.
A mi casa llegaban compañeros de muchas organizaciones, porque ahí era un punto de encuentro de jóvenes universitarios como Rafael Arce, Joaquín Villalobos, Montes, Sebastián Vaquerano, Roberto Cañas, Nidia Díaz y otros. Se pasaban horas discutiendo sobre la situación del país y sobre las posibilidades del futuro, sobre el materialismo histórico y dialéctico, sobre los documentos del Concilio Vaticano II y Medellín y leían los poemas de “Taberna y Otros Lugares” de Roque Dalton, etc.
Yo disfrutaba de esas discusiones y aprendía mucho de ellos.
Elecciones Fraudulentas de 1972 y mi Incorporación a la Lucha Político-Militar
Lo que me marcó más fuertemente para tomar conciencia, y sentir la necesidad de organizarme clandestinamente, fue el golpe de estado de 1972; porque Napoleón Duarte había ganado las elecciones y se las habían arrebatado con un descarado fraude, acompañado de una gran masacre. En mi casa nadie votaba, porque no creíamos en las elecciones, pero mi papá se incorporó militarmente junto a otros militares, para dar un golpe de estado que le permitiera a Duarte asumir la presidencia. El golpe de estado fracasó, y los demás militares se asilaron en las embajadas, pero mi papá fue el último militar que se quedó defendiendo el edificio de telecomunicaciones de ANTEL, y solo se rindió después de negociarla situación de los soldados que le acompañaban, para que no fueran encarcelados o represaliados; en cambio él fue encarcelado y torturado salvajemente.
Mi papá estuvo preso nueve meses, y cuando íbamos a visitarlo, pudimos darnos cuenta de las injusticias y de las torturas en la cárcel, porque en las horas de visita se escuchaban los gritos de las personas que estaban torturando, y a la par de uno el torturador pasaba riéndose, mientras arrastraba por el pasillo a sus víctimas casi muriéndose de las palizas recibidas. Todas esas cosas me iban forjando el carácter y las ganas de incorporarme a la guerrilla.
Como todos mis hermanos ya estaban clandestinos, me empecé a pegar más a mi hermano Felipe para hacerle preguntas, pero él desconfiaba un poco, porque decía que yo era algo indisciplinada. Para hablar de los temas que yo le preguntaba, me ponía contactos en el Parque Centenario. Vivíamos en la misma casa, pero él decía que así me iba a disciplinar. Me ponía las horas de contacto, y decía que si yo llegaba pasada tres minutos tarde, no me esperaría y ya no hablaríamos del asunto. Me daba folletos de estudio y yo le pedía permiso para dárselo a mi novio que era Dimas Rodríguez, con lo que estuvo de acuerdo; pero me dijo que no le dijera quien me los pasaba.
Yo estudiaba con mi hermano y después estudiaba en el jardín con Dimas, por lo que prácticamente nos reclutó en cadena. Mi hermano me ponía pequeñas pruebas, y yo se las ponía a Dimas. Primero me reclutó y yo le pasaba informes de Dimas, hasta que me dijo que lo reclutara.
Dimas y yo fuimos atendidos por separado.
Después de haberme preparado mi hermano Felipe, mi primer responsable de las FPL fue Rafael Avalos –de seudónimo Félix-, un compañero universitario muy linda gente cayó en el 77. Yo creo estar viva por Rafael, porque él era muy disciplinado y hasta cuadrado con las normas de seguridad; en cambio yo era más relajada y si él no me hubiera educado como me educó, ya me hubieran matado. Era curioso, porque Rafael, además de ser guitarrista, tenía una formación teórica muy buena. Fue un excelente guerrillero.
Así me incorpore a la guerrilla, lo que cambio en gran parte mi vida, ya que no tenía que andar en grupos y por otro lado, debía apartarme de ambientes revolucionarios públicos para poder sumergirme en la formación político militar. Eso fue en el primer momento, del 73 hasta el 75. Mi trabajo guerrillero comenzó como apoyo a los comandos urbanos, haciendo observaciones a objetivos militares, económicos, bancos, a policías y guardias, etc. De ahí es que conseguíamos las armas y todos los recursos para ir armando lo que después llegaría a ser un ejército guerrillero.
Concepción Política de las FPL Respecto al Movimiento de Masas
Las FPL desde sus inicios, tuvo la virtud de prever su línea de desarrollo, realizando en cada momento las transformaciones que fueran necesarias de acuerdo a la realidad que vivíamos. Las FPL era una guerrilla, pero se definía político-militar, con un eje principal que era la lucha armada, siempre manteniendo lo político como concepción central, porque nosotros no éramos un grupo guerrillero por ser guerrilleros. La lucha se miraba en el marco de la estrategia del pueblo, una guerra popular y prolongada.
El partido revolucionario y un amplio movimiento de masas revolucionario eran las herramientas. Ya en 1975 completamos el proceso con el ejército revolucionario, como instrumento del movimiento social, y el partido FPL en su misión de coordinar la estructura. El otro elemento era, que considerábamos que las fuerzas nutrientes de la revolución eran los obreros y los campesinos y que hacia ellos teníamos que ir, pero teníamos que empezar por los sectores medios, los estudiantes y maestros. Dijimos: “Primero organizamos a estos sectores y después vamos a los campesinos y a los obreros, a las clases populares”.
Esa proyección la cumplimos al centavo. Hubo una columna de un buen nivel intelectual y académico, de bachillerato y de las universidades, compañeros que después volcaron sus conocimientos aportando métodos, análisis, técnica y su contribución a la búsqueda de colaboradores para la organización. Lo de los colaboradores lo hacíamos despacio y con mucho cuidado, tratando de que su aporte o colaboración se diera con plena conciencia; porque como no éramos populistas, nos cuidábamos de las concepciones y enfoques populistas, ya que ellos se concebían como “la elite pensante”, con capacidad –de esos grupos- de conducir al movimiento. Esa deformación había que evitarla y si se daba, había que cortarla de raíz, porque podía matar la dinámica dialéctica del desarrollo colectivo, participativo e intercomunicativo del movimiento.
Ciertamente partimos con un trabajo hacia los niveles medios, pero luego nos volcarnos a la organización de los sectores populares, cediéndoles la conducción y el protagonismo; y eso lo cumplimos al pie de la letra, promoviendo cuadros obreros como Juan Chacón, José Guillermo Rivas, o cuadros campesinos como Polín, Facundo, Ticha, y muchos otros, compañeros que de inmediato llegaron a ser dirigentes que asumieron la conducción del movimiento revolucionario, pero siempre con la participación de los sectores medios. Esa fue una constante en el concepto global de la FPL respecto al papel de las clases en todo el proceso, no solo hacia movimiento de masas, sino hacia todos los sectores.
En los años 74 decidimos especializar a todas las células de la FPL, para lo que se creó una comisión que se especializaría en el trabajo de masas. Así surgen los colectivos o células especializadas en el trabajo obrero, campesino, estudiantil, en el trabajo magisterial, cristiano de base y de las zonas marginales a través de la UPT (Unión de Pobladores de los Tugurios). Creamos dentro de esos sectores, una red político-militar básica que permitiera ampliar el trabajo de las organizaciones sociales y crear nuevas organizaciones en donde no las hubiera. Nuestro propósito era siempre el mismo: luchar por las reivindicaciones de los trabajadores y del pueblo, y fortalecernos para la toma del poder.
La lucha de masas tenía una dinámica distinta, unas reglas de desarrollo diferentes y una política de participación también distinta. Como FPL teníamos que estar abiertos a que fuera de esa manera y a respetar la lógica propia de las masas, porque ellas habían ido adquiriendo sus propias formas de trabajar, de organizarse y luchar. Aunque la guerrilla y las masas éramos prácticamente lo mismo, no podíamos como organización guerrillera anteponernos a ellos. Nuestra estrategia político-militar era clara, pero algunos compañeros llegaron a plantear, que trabajar con las masas era un problema de seguridad, porque ellas trabajaban en lo abierto y nosotros en lo secreto. Esta situación estuvo a punto de llevarnos al traste, sin embargo logramos controlarla diciendo: “Bueno, la revolución es del pueblo y el pueblo no es elite y sin embargo el pueblo hace la revolución, así es que vamos a seguir trabajando con las masa”.
Para promover la participación protagónica de masas, fue necesario emprender un proceso, que por un lado implicara la preparación de la gente y, por otro, articular en un proyecto a todos los sectores sociales. Ahora se ve fácil, pero en ese tiempo había que establecer coordinaciones que a todos nos permitiera caminar juntos, y tener la claridad de lo que estábamos haciendo. Por otro lado, había que resolver todas las contradicciones secundarias que en el seno de esas organizaciones se daban. Porque a nadie se le ocurrió meter a todos en mismo saco, ya que cada una de esas organizaciones tenían sus propias proyecciones, actividades y también sus propios problemas, pero eran ellas mismas las que les daban su debida y oportuna solución. Nosotros como FPL lo que hacíamos era promover discusiones y motivar a la solución de esas contradicciones, por ejemplo entre los estudiantes y maestros, entre docentes y estudiantes universitarios, entre obreros y campesinos, entre jornaleros y cooperativistas.
Nuestra concepción política hacia el trabajo de masas era, que el movimiento social no se crea por orden o línea de un partido, o porque a alguien se le ocurrió, sino, generando la participación consciente, cediendo protagonismo para articular finalmente en un solo proyecto todo el esfuerzo.
Cuando hubo el acercamiento del movimiento estudiantil (MERS) y los maestros, Mélida fue clara con los estudiantes y les dijo: “Si ustedes vienen a ANDES, aquí no me ensucien, porque a los maestros no nos gusta lo sucio, y también quiero decirles que a mí no me pidan vacaciones; cada vez que quieran ir a hacer pintas, los maestros no les vamos a dar vacación. Ustedes tienen que ir a clases, y si quieren hacer pintas las hacen después de clases”. Los estudiantes le replicaron: “Eso no es revolucionario”. “Como no, esto es revolucionario –les decía Mélida- y si los estudiantes de secundaria y los maestros vamos a hacer alianza, pongamos claras las reglas”. “A estos autoritarios no los vamos a aceptar como aliados”, decían los estudiantes.
Esas contradicciones pequeñas se discutían hasta llegar a un entendimiento que nos permitiera estar juntos, trabajar juntos. Así era con todas las organizaciones, todo se discutía en el seno del pueblo.
Trabajo de las FPL con las Organizaciones Campesinas UTC y FECCAS
A nivel campesino comenzamos a trabajar con la Unión de Trabajadores del Campo (UTC). Partíamos del principio de no dividir el movimiento del pueblo, por lo que trabajábamos en donde no hubiera organización campesina, para no disputarle terreno a nadie. Por eso comenzamos a trabajar la UTC en Santa Ana, San Vicente, San Miguel y un poco en Usulután. Hacíamos nuestra actividad de organización en donde la Federación Cristina de Campesinos Salvadoreña (FECCAS) no tenía trabajo. FECCAS ya tenía su territorio en Aguilares, El Paisnal, Suchitoto, Cerro de Guazapa, y nosotros sabíamos que era una buena organización campesina, por lo que no debíamos debilitar y arruinar su labor; por eso íbamos a donde no estaban ellos. Con el tiempo vimos la necesidad de que tenía que haber una alianza entre la UTC y FECCAS.
Era chistoso, porque el padre David Rodríguez (Chele David) era uno de los fundadores de la UTC, y la UTC por definición no era cristiana, en cambio FECCAS si lo era definidamente. Uno de los debates que estuvo en la base de nuestra política hacia FECCAS era su populismo de esos tiempos, porque era una organización progresista que había dado pasos cualitativos, ya que venían de una posición demócrata cristiana y que luego pasaron a una posición demócrata social cristiana más avanzada. Luego supimos que la nueva FECCAS estaba siendo conducida por un grupo de estudiantes jesuitas y diocesanos que se llamaba MOVIMIENTO, y le decían “El Movi”, en donde estaban Jesús Rojas, Alberto Enríquez, Fernando, Azcoli, Ana María Castillo (de seudónimo Eugenia), Carlos Enríquez, Antonio Cardoza y, en cierto modo, otros curas como el padre Rafael Moreno. Estos compañeros estaban tratando de darle una perspectiva revolucionaria a FECCAS.
En el documento Estrella Roja número 2 de las FPL, definía su política hacia los sectores cristianos, y nos lo hacían estudiar a todos para que no metiéramos la pata en un tema tan sensible como ese. El documento planteaba que éramos marxistas, pero que la revolución es como el río Lempa que tiene muchas vertientes, y que el movimiento de cristianos comprometidos debía ser un afluente de la revolución; se planteaba también, que debíamos tener alianzas con todos los sectores que van a la revolución.
Así es como nos aliamos al “Movi”, llegando a tener un intercambio fraterno y muy interesante, porque discutíamos las estrategias, y precisamente, de acuerdo a la nuestra, les cuestionábamos que ellos eran populistas. Les hacíamos la observación de que ellos, a diferencia de nosotros, eran una élite pensante que dirigía a los campesinos, cuando en el MOVIMIENTO no había campesinos. Era una lucha ideológica muy fraterna y enriquecedora.
Lo cierto es que el “Movi” contribuyó con una buena metodología, que poco a poco se fue generalizando a todo el movimiento social; porque hay que reconocer que ellos tenían una metodología súper interesantes, ya que venían de una formación integral jesuita y de las experiencias metodológicas de Pablo Freire. Nosotros, al interior de la guerrilla no practicábamos esas teorías, porque éramos más cuadraditos, sin embargo valorábamos y aceptábamos su aporte en esas formas de educación.
El “Movi” tenía un buen trabajo con los campesinos, incluso ya habían contactado con Polín, Patricia Puertas, con Félix y otros compañeros. En relación a las FPL decían: “Los compañeros –refiriéndose a los campesinos- pueden estar con la guerrilla, pero lo nuestro es otra cosa”. Alberto Enríquez y compañía no estaban plenamente con las FPL, aún no habían sido reclutados. Después manifestaron su interés por incorporarse a las “F”, pero no era fácil, porque las FPL no aceptaban la incorporación de grupos o movimientos, ya que eso podía significar la negociación de cuotas o espacios de poder; por eso el reclutamiento era solo de personas o individuos. Cuando el “Movi” vio que como grupo no podían ingresar a las FPL, se disolvieron y se fueron incorporando poco a poco e individualmente.
Nunca hubo resquemores hacia ellos y la experiencia de su trabajo en el Partido fue satisfactoria cien por ciento, porque todos esos compañeros, compañeras y los que estaban a su alrededor, se sumaron a los esfuerzos de la organización, aceptando trabajar en donde les tocara o fuera necesario.
Las FPL, siempre dentro de su concepción de trabajo político-militar, supieron orientar a la mayoría de esos compañeros que venían del “Movi”, ubicándoles en las distintas tareas que requería el movimiento de masas. Su incorporación a las “F” vino a fortalecer con su experiencia organizacional y sus métodos, no solo al sector agrario, sino a los demás sectores como el obrero, el magisterial, el estudiantil y las demás áreas. Por otro lado, ese trabajo les permitía dibujar la idea original que ellos tenían respecto a ser un grupo que la craneaba para lograr sus propósitos de lucha integral para buscar los cambios en nuestro país.
De ese grupo del “Movi” y gente que trabajaba con ellos, Fernando Ascoli pasó al movimiento obrero yo trabajé con el, Alberto Enríquez y Antonio cardenal se quedaron en el movimiento campesino, Antonio Cardoza (Nelson) pasó a educación conmigo, Lorena Cuellar y Bernardo, pasaron al movimiento obrero, Jorge Palencia en el sector campesino, Carlos Aragón (Tamba), que venían de los sectores cristianos juveniles, también se quedó en el campo. Y así, todos ellos se ubicaron en las distintas organizaciones de masas, lo cual vino a fortalecer a todos esos sectores.
El Huevo o la Gallina: ¿FPL o Bloque Popular Revolucionario?
El Bloque Popular Revolucionario era como un abanico o entramado de organizaciones: Federación de campesinos, movimiento sindical obrero, movimiento magisterial, estudiantes de la Universidad Nacional y de la Universidad Católica, movimiento de pobladores de tugurios y movimiento de artistas y trabajadores de la cultura. El funcionamiento y coordinación de ese movimiento de masas no era mecánico ni vertical, sino que era una interacción natural de abajo hacia arriba y de arriba hacia abajo, un movimiento sumamente dinámico que enriquecía tanto al movimiento de masas como a las FPL que, al fin y al cabo, era una síntesis de todo ese caudal. La participación y accionar de los organizaciones de masa tenía un sentido fundamentalmente protagonista, pero no el protagonismo de ser yo el que está en una tarima y desde aquí controlo todo y a todos, sino un protagonismo de clase, de carácter de clase.
Eran los campesinos, los obreros, los maestros y los pobladores de Tugurios los que conscientes de su realidad y sus necesidades, asumían como sector y con responsabilidad su propia lucha.
Entre las FPL y el movimiento de masas pasaba como pasa como lo de quien fue primero, si el huevo o la gallina, porque ya no se sabía quién orientaba a quien, ya que los sectores, al asumir ese protagonismo, participaban más activamente en la solución de sus problemas, y participaban en todas las actividades del Bloque, lo cual les proporcionaba un rico conocimiento de todo el panorama y eso les permitía aportar ideas al esfuerzo de interacción e interlocución entre las dos partes, el sujeto organizaciones revolucionarias de masas y el sujeto FPL.
El movimiento revolucionario de masas tenía sus propias reglas y las FPL las suyas, por lo que no era el Partido que daba la línea mecánicamente, sino, que nuestros militantes informaban de su trabajo y proponían aspectos. La dirección de las FPL también opinaba y proponía. Por eso, cada acción que se hacía era sobre la base de una decisión colectiva, mancomunada. Discutíamos y a veces nos peleábamos porque una de las dos partes no estaba de acuerdo con el planteamiento o la propuesta del otro, pero esa era la dialéctica que nos hacía crecer y desarrollarnos. Sin embargo, el Partido orientaba y enmarcaba en un proyecto global para tratar de incidir en la táctica y casi siempre lográbamos una sintonía.
En medio de esa complejidad uno parecía hijo del otro, porque en el fondo éramos lo mismo, ya que los cuadros y militantes del las FPL estaban en el movimiento de masas y los del movimiento de masas estaban en las FPL. Este esquema permitía, que en situaciones difíciles las organizaciones de masas hicieran sus propias valoraciones y tomaran sus medidas. Recuerdo que en cierta ocasión, los cuerpos represivos realizaron una gran masacre, la respuesta inmediata de la gente fue tomarse un lugar que ahora no recuerdo. En esas situaciones no queda tiempo de hacer consultas ni pedir permiso al Partido.
A nosotros lo que nos tocaba era preguntarnos si esa actividad tenía armas y periféricas, que canal de negociación van a tener, cuando tiempo va a durar la toma, o si va a ser indefinida. Aquí llegaba nuestra parte, porque si esa toma no tenía milicia, mandábamos a nuestros guerrilleros.
Respecto a la toma de decisiones en esas situaciones de emergencia, yo no me atrevería preguntar quien dio la orden, porque siempre son valoraciones tomadas sobre la base de la realidad misma y por otro lado, ahí estaban nuestros dirigentes, inmersos en el movimiento de organización social y eran compañeros cuadros, con madurez y capacidad para tomar decisiones en el momento que fuera necesario. Así pudo haber pasado con la toma de catedral después de la masacre del 30 de julio de 1975. Con la formación del Bloque Popular Revolucionario si ya fue una decisión de las FPL, valoración que hicimos junto a los compañeros, llegando a concluir que ya era el momento de presentar un solo frente.
Concepción del Frente de Masas
En esos momentos ya estaba el debate de los frentes de masa, o sea que no fue a nosotros que se nos ocurrió eso de “Frentes de Masas”, porque además ya estaba el FAFU. Lo que si se discutía era, si nuestro frente iba a ser como el FAFU o como otros que habíamos leído. Después de las valoraciones los compañeros decidieron ponerle Bloque Popular Revolucionario. Para formalizar este proyecto, todas las organizaciones hicieron sus congresos nacionales, para que las bases opinaran si estaban de acuerdo con la formación del BPR. Finalmente, a principios del mes de agosto de 1975 nace el Bloque. Lo mismo pasaba cuando las organizaciones iban a establecer sus alianzas; siempre realizaban sus congresos.
Eso pasó con ANDES, MERS, UR-19. El FUR-30 hizo su congreso para consultar su ingreso al BPR y fue en el congreso del Bloque realizado en Cinquera que fueron aceptados.
Nadie se incorporaba al BPR porque se le ocurría al Secretario General o a un grupo de cualquiera de esos movimientos, los que llegaban era porque su congreso así lo había aprobado.
Para discutir la unificación de FECCAS y la UTC, cada una de esas organizaciones realizaron sus propios congresos, y después otro para fundar la Federación de Trabajadores del Campo (FTC) y de ellos salió un solo representante para el BPR.
En las FPL no emitíamos acuerdos desde arriba hacia las organizaciones.
Durante un tiempo el FAFU era el brazo político del ERP. Nosotros las FPL no compartíamos la concepción de brazo político, porque eso hacía suponer que uno era el cerebro y el otro el brazo.
Nosotros partíamos de la concepción de desarrollar, en el marco la guerra de todo un pueblo, el movimiento de masas como gran sujeto de la revolución, y no estrictamente como brazo político. Valga decir que el FAFU logró una gran incidencia en el movimiento obrero, en los sectores públicos y en las palancas de la economía del país; desarrolló mucha conciencia revolucionaria en el sector sindical obrero –de ahí sale Elizabeth Velázquez-. Ellos también trabajaron a un importante sector universitario y campesino, sobre todo en Sonsonate y algo en San Vicente, pero el fuerte de ellos era el sector obrero y estudiantil.
Posteriormente apareció la Liga para la Liberación, que tuvo un gran peso entre los estudiantes y en el sector campesino del PRTC. Las LP-28 que eran un trabajo del ERP, aparecieron en 1977 y tuvieron trabajo en Usulután, Morazán y San Salvador. La matriz de ese trabajo de masas eran las organizaciones político- militares.
Las organizaciones teníamos los territorios de trabajo muy bien delimitados, gracias a la madurez y sabiduría de respetarnos mutuamente y no meternos en las zonas en donde ya estaban las otras organizaciones. En la Universidad Nacional sí coincidíamos todos, porque esa era una batalla campal.