La ofensiva político militar realizada por la guerrilla del FMLN en 1989, e iniciada en el mes de noviembre, enfrentó a dos ejércitos y a dos clases de guerra: del lado de la guerrilla, la clave estuvo en nuestra capacidad para entender y aplicar, en el terreno, la sabiduría que aconsejó que cada uno de los cinco ejércitos guerrilleros combatiera en el terreno en el que era más fuerte, desarrollara su propio estilo y aplicara la estrategia y táctica aprobada por una especie de mando único. Esto quiere decir, que la idea de uniformizar el accionar de las fuerzas estuvo fuera de nuestras decisiones.
El otro aspecto decisivo de nuestro éxito partió de nuestra capacidad para vincularnos con las comunidades y las personas. En otras palabras, que para nosotros, el territorio no era solamente un escenario físico, sino fundamentalmente, un escenario social.
Conviene precisar que nosotros desarrollamos una guerra popular, de tal manera que, sin contar con las ventajas logísticas del ejército gubernamental, y mucho menos, con su capacidad de fuego, desarrollamos siempre dos componentes estratégicos: por un lado, la guerra de guerrillas, la que goza de la característica de ser una guerra irregular, de modo que sin ceñirse a reglas o normas establecidas, explota siempre la audacia y la iniciativa del combatiente, su ánimo y la exuberancia de su subjetividad, y desde luego, cuenta con el dominio y control del territorio donde se combate, y la posibilidad de determinar a conveniencia, la oportunidad de este combate.
De la misma manera, la guerra irregular permite la fabricación de las propias armas y la propia logística, que en ocasiones recorría el mundo entero hasta llegar a las propias manos de los combatientes. No hay que olvidar que la guerra popular siempre representó en el mundo, la lucha entre David y Goliat, y nosotros siempre fuimos David, y aunque en la historia real, Goliat era un representante popular y David era parte de un ejército invasor, para efectos de nuestra lucha, David expresó al pequeño frente al fuerte y nosotros éramos ese pequeño que defendía los interese de las mayorías.
El segundo componente fue político y tuvo que ver con nuestra capacidad para relacionar e interrelacionarnos con la gente y con las comunidades. Este fue un aprendizaje lento pero inexorable, porque en realidad de esto dependían nuestras propias vidas como personas y, desde luego, nuestra posibilidad de vencer. Esta vinculación siempre supuso una política establecida para las relaciones, las colaboraciones, los acuerdos y hasta neutralidades, en ciertos casos. Y se trataba de aplicar el principio que establecía que en un país como El Salvador, las montañas eran las masas. Conviene no olvidar, en este punto, que nuestra guerra se construye y define, precisamente, en la cresta de la lucha popular, y esto impregnó la actividad militar, propia de toda guerra, de un sentido político, que acompañó el proceso hasta el último día.
Fuimos conscientes que una guerra popular siempre es una relación armoniosa entre lo político y lo militar, y que en definitiva, es el corazón político lo que determina la naturaleza, el desarrollo y finalmente el desenlace de la confrontación. Llegados a ese punto, cabe preguntarse, por qué razón el ejército gubernamental no ganó la guerra, y por qué razón, la guerrilla del FMLN no la perdió.
La interrogante es oficiosa porque la ofensiva de noviembre del 89 fue una especie de conspiración pública en la que se sabía públicamente que se desencadenaría una ofensiva guerrillera, y el ejército enemigo fue incapaz de impedirla. Pero, además, durante toda la guerra, el ejército contó con una abrumadora logística, con abundantísima asesoría técnica, con generoso respaldo económico, y abundante apoyo político del gobierno de los Estados Unidos. Sin embargo, pese a todas estas ventajas, resulta que la ofensiva del 89 demostró que, en todo caso, una solución militar a la crisis solo era posible al mas largo plazo, y requería la intervención militar directa de Washington, y puestas así las cosas, es necesario saber el por qué la victoria militar no acompañó a la fuerza armada.
Durante 20 años, se desarrolló la confrontación de dos tipos de guerra: una popular e irregular y la otra regular e impopular. La guerra de guerrillas se basó estratégicamente en el respaldo y la participación del pueblo, la guerra gubernamental se basó en el respaldo y participación del gobierno estadounidense. La guerra popular fue la respuesta ante la matanza de miles de patriotas ejecutados por escuadrones de la muerte. La guerra regular se nutrió y aplicó siempre la matanza y la represión. La guerra popular le dio continuidad al proceso político que pasó de lo político a lo militar y retornó finalmente a lo político. La guerra gubernamental siempre entendió a la población civil como enemigo real y potencial al que era necesario eliminar. La guerra popular fue concebida y dirigida por clases medias intelectuales, por eso fue una guerra campesina (esto determinó acontecimientos posteriores y actuales). La guerra gubernamental se basó en un ejército de campesinos y sectores medios, movidos por una ideología que no correspondía con su clase.
Todos estos factores fueron determinante una correlación que finalmente redujo las posibilidades militares de las fuerzas gubernamentales, y aun mas, este ejército que no ganó la guerra que debía ganar, nunca aprendió a hacer prisioneros, y nunca aprendió a respetarle la vida a los prisioneros, a atender los heridos en combate, o a respetar hospitales y heridos de guerra, a médicos y a enfermeras. Sus mandos nunca entendieron que un prisionero respetado es una batalla ideológica ganada.
En la confrontación final de estas dos clases de guerra, tuvo supremacía la naturaleza del ejército guerrillero, porque siendo una alianza política siempre contó con 5 ideologías, 5 diferencias, 5 visiones del mundo, 5 tácticas y una sola estrategia. Este factor también contó decisivamente a la hora de la ofensiva de 1989.
Lo que vino después lo estamos escribiendo, por ahora, rendimos homenaje a nuestros héroes y mártires, a nuestros eternos guerrilleros que cayeron en esta confrontación histórica, que abrió el camino a un nuevo momento histórico que tiene sus propias batallas y sus propios avances y retrocesos.