En un clima a nivel mundial de incertidumbre económica y política, transcurren los enfrentamientos entre distintos países que dificulta severamente la política multilateral diseñada bajo la supremacía de EE.UU. Es en definitiva la consecuencia de una larga crisis estructural del capitalismo no resuelta.
El proyecto del brexit sin acuerdo en el Reino Unido, el freno a las ambiciones de Mattteo Salvini en Italia, el golpe electoral en Turquía contra el gobierno de Erdogán, que perdió incluso el control de Estambul, la guerra comercial entre EE.UU. y China, la rebelión de la población en Hong Kong, los enfrentamientos de EE.UU. con Irán y Siria, el bombardeo de la refinería saudita, la crisis económica en Alemania, los incendios en el Amazonas, el populismo evangélico de Bolsonaro entre otros casos, confluyen en la inestabilidad y la volubilidad internacional que refleja en definitiva, los problemas económicos, políticos, sociales y ambientales del conjunto del sistema en esta etapa.
Estos hechos se hilvanaron a través de una cadena de acontecimientos donde se destacó la peripecia británica por la pesadilla del brexit y sus posibles vínculos con otros procesos que se desarrollan en Europa. El primer ministro Boris Johnson no solo no cumplió con su promesa de unir al país, sino que amplió la brecha existente y dividió a su partido conservador, llevando a la rebelión a figuras emblemáticas de esa agrupación. Además con “un golpe antidemocrático” cerró el parlamento para demostrar a la Unión Europea (UE) que puede conseguir un brexit sin acuerdo, si las autoridades de la Unión no ceden y negocian en un todo de acuerdo a sus deseos. Por otro lado Jeremy Corbin, el líder del laborismo, acordó una agenda con el resto de la oposición británica, para tratar de impedir una salida de la UE sin la conformidad de todos los sectores políticos.
También el regreso (sin mucha convicción) de Donald Trump, a la mesa de negociaciones con China, refleja la compleja situación de la guerra comercial de las dos potencias más integradas productivamente de la historia del capitalismo. Esta guerra comercial, que es en realidad una disputa por el dominio mundial, se ha constituido junto con el brexit en los mayores fantasmas que corroen el sistema y han hecho reaparecer la amenaza de una gran recesión.
Situación que se reflejó recientemente en la baja de la tasa de interés en EE.UU. Asimismo, el desplazamiento del centro económico mundial hacia Asia, con epicentro en China, que en conjunto representa dos tercios del crecimiento económico mundial y el 50% del PBI global, está comenzando a provocar dificultades para el dominio de EE.UU. y el funcionamiento mundial del dólar. EE.UU. trata de sostener al dólar como la principal moneda del mundo, dado que todavía es el instrumento que se utiliza en más del 80% de los intercambios globales, además de componer las reservas y activos de todos los países.
Una parábola similar a la británica sucedió en el mes de agosto pasado con el ultraderechista Matteo Salvini en Italia, quien igual que Johnson en el Reino unido, ha tenido fuertes diferencias con Bruselas al hacer campaña contra la burocracia de la UE. Pero a pesar que, siguiendo el resultado de las encuestas, pensaba imponerse en las elecciones italianas, apareció una fuerza centrista social-demócrata, el Partito Democrático, que quiere ante todo evitar la constitución de un gobierno de ultraderecha, haciendo que las ambiciones de Salvini colapsaran y se estrellaran contra la dura realidad de la política italiana.
Alemania, la cuarta economía del mundo, con una gran capacidad exportadora, ya que es hoy la segunda vendedora de manufacturas después de China y la primera de bienes de capital, cuenta con un retraso en las inversiones en capital intangible (conocimiento) y propiedad intelectual cuya inversión se sitúa en el 50% de su PBI, mientras que en EE.UU. es casi el 70%, ubicándose por este motivo por detrás de este momento histórico. Este retraso de Alemania en el desarrollo del “capital intangible”, resulta ser un componente muy importante dentro de la creciente irrelevancia de Europa en el contexto global del sistema capitalista. Asimismo, por causa del envejecimiento de su población, la fuerza de trabajo pierde 350.000 trabajadores por año, dificultando su crecimiento.
Es evidente que lo que está en juego en Europa es el contrato que había surgido luego de la Segunda Guerra Mundial que le abrió paso a un capitalismo renano, que en muchos aspectos es diferente al capitalismo imperante en EE.UU.
El conjunto de estos hechos que se superponen dentro de este universo complejo, evidencian una mutación hacia la derecha de las dirigencias políticas en esta etapa del capitalismo. Un informe de OXFAM, publicado poco antes del encuentro del G7, sostenía que “al adoptar [el encuentro] un régimen neoliberal fundado sobre la desreglamentación y la privatización, trata por consiguiente de modelar la economía mundial según ese modelo”.
AMÉRICA DEL SUR
Para América del Sur, la posibilidad de la firma de un acuerdo Unión Europea- Mercosur, tendría un carácter desequilibrado y confiscatorio. De imponerse llevaría a una profundización de la primarización de las economías de los países sudamericanos que tienen un cierto grado de industrialización como son Brasil y Argentina, reforzando un mercado desigual entre la región y Europa.
Demostraría la naturaleza neoliberal de sometimiento encaminada esencialmente a disciplinar aún más a la clase trabajadora, potenciando el atraso y la dependencia de estos países. Sin embargo existen algunos voceros del gobierno argentino en retirada, como el candidato a vicepresidente Pichetto, quien caracterizó el posible acuerdo como “trascendente”. Además sectores del capital, integrantes del Foro Empresario, destacaron, contra toda lógica, que el acuerdo beneficiaría la generación de empleo. De cualquier forma, para concretar este acuerdo quedaría por vencer en Europa, entre otras dificultades, la resistencia de las burguesías agrarias de Francia, Bélgica, Irlanda, Polonia y Austria.
Es de esperar que las próximas autoridades gubernamentales argentinas, que seguramente asumirán el próximo 10 de diciembre, consideren que la firma de este acuerdo ampliará aún más la crítica situación económica del país. Además, que hacen falta medidas estructurales que traten de revertir el lamentable estado de la economía del país. Para concluir, hay que señalar que los posibles acuerdos internacionales y las distintas medidas económicas que se puedan aplicar, deberán reflejar a futuro los intereses del pueblo trabajador, de los demás sectores populares y de las pequeñas empresas, que también se encuentran perjudicadas por las acciones que hoy implementa un gobierno neoliberal.
*Alberto Wiñazky, economista, miembro del Consejo Editorial de Tesis 11. Revista Tesis Once Nº 131 (09/2019) Publicado en 26 septiembre 2019