SAN SALVADOR, 30 de marzo de 2021 (SIEP) “En mi juventud se escuchaba mucho la música de la Sonora Matancera, de Bienvenido Granda, Celia Cruz, Benny Moré, nos gustaba la música romántica, los boleros, Y fíjate que se usaban los pantalones pachucos, pegados de abajo y holgados de arriba…” nos relata Alfonso Martínez, de 84 años, destacado militante comunista y líder sindical salvadoreño.
Mi ingreso al PCS en agosto de 1960
Soy de una juventud de finales de los años sesenta, que tuvo una fuerte influencia de la Revolución Cubana y de la gesta de Fidel y los barbudos de la Sierra Maestra. Por mucho tiempo mi mayor deseo fue adquirir una radio de onda corta para poder escuchar las trasmisiones de Radio Rebelde, y escuchar los reportes de los avances de la guerrilla de Fidel.
En aquella época la mayoría vivíamos en mesones, me refiero a los sectores populares, y había que ser muy cuidadoso para escuchar la radio, porque las piezas estaban muy pegadas y todo se oía, entonces la convivencia social era mayor, y cuando digo todo es todo, lo dejo para tu imaginación, y entonces había que poner la radio bien suavecito…
A mí me juramento el sastre Carlos Marín, de la dirección departamental del PCS. Me puse de pseudónimo José, como mi papá, pero después me cambié a Andrés. En la célula a la que me asignaron, después llegaron los camaradas sastres Raúl Farfán y Miguel Castro, a los que había reclutado, así como un abogado de apellido Franco. En aquellos años me esmeraba en reclutar nuevos miembros para el partido, le hacía la competencia a Padilla Vela.
Y reclute también para el FUAR, ya que pertenecía a la Columna Obrera, que la dirigía Rafael “El Chele” Aguiñada, ahí estaba también otro gran camarada, Raúl “Guacalada” Padilla Vela, le decían así porque era un gran reclutador. Estaba Antonio Velasco Iglesias, que fue secretario general de la CGTS, y todavía vive allá en Apopa.
Para esa época el Partido tenía un esfuerzo juvenil que se llamaba Juventud 5 de Noviembre, que aglutinaba a la mayoría de los poetas, estaba el Pichón Cea, Manlio Argueta, el ahora director de la Biblioteca Nacional, Roque Dalton, Roberto Armijo, Ricardo Bogrand, Tirso Canales y otros más que no me acuerdo de sus nombres…
Me acuerdo que aprovechábamos los campeonatos de basquetbol en el Gimnasio Nacional, que estaba nuevito, para realizar actividades de propaganda. Hacíamos cuartillas firmadas como PCS, usando sellos de hule, con mensajes contra Chema Lemus y exigiendo la libertad de nuestros compañeros encarcelados.
En aquella época era de los más atrevidos, nosotros hacíamos rollos de las cuartillas amarrados con hule y cuando la gente se levantaba para celebrar una canasta aprovechábamos para lanzar los rollos al aire y estos se dispersaban entre los asistentes. Al terminar el partido debíamos estar en las gradas del gimnasio, para garantizar la retirada, que era a pie, ya que a esas horas los buses ya no circulaban.
También vendíamos el periódico La Verdad, que valía 10 centavos, principalmente a simpatizantes, porque era un órgano clandestino. Y le dábamos seguimiento a nuestro esfuerzo sindical, tanto del sindicato de sastres como de la CGTS, que tuvo su local allá por la cuesta del Palo Verde, por el Mercado Belloso.
A nivel de nuestro sindicato se cobraba cuota, y había que andar de taller en taller para que la pagaran, pero esto nos permitía visitar talleres y mantener la relación, y explicarles sobre la situación sindical y política, además de reclutar a nuevos miembros para el sindicato, e incluso para el partido.
Para esa época regresaron muchos salvadoreños que habían estado exiliados en varios países. Me acuerdo que regresó la costurera Fidelina Raimundo, Tulita la mujer de Carpio, Angélica Trigueros que estaba acompañada con un compañero zapatero, y todas ellas constituyeron la Fraternidad de Mujeres, junto con Rosita Braña, y Berta Deras.
Tenían su local donde estudiaban marxismo, y para mí era interesante verlas porque algunas mientras estaban reunidas discutiendo sobre la situación política del país y organizando acciones contra Lemus, hacían crochet o estaban bordando.
Estuve en 1960 en la República Popular China y la URSS
En 1960 forme parte de un grupo de camaradas que viajaron a la República Popular China. Éramos el segundo grupo que viajaba, ya antes habían visitado otros compañeros del PCS. Fui seleccionado creo como reconocimiento, porque era un joven muy atrevido, un activista de primera línea.
Integrábamos la delegación, Miguel Ángel Sáenz Varela, Julio Cesar Castro Belloso, Hugo Martínez (obrero de la construcción santaneco) , Mario Aguiñada ( que era menor de edad y representaba a la JC) y mi persona. Nos fuimos vía México. Al llegar a la capital mexicana nos recibió el compatriota y camarada Ricardo Bogrand, también poeta, que murió ahí en el 2012.
Una de las primeras medidas de nuestro anfitrión para “ambientarnos” fue llevarnos a conocer el mítico Tenampa, una de las cantinas más famosas del mundo. Se dio la casualidad que a Mario lo dejar entrar y a mí me detuvieron porque supuestamente no tenía la mayoría de edad, 21 años. Aquel se miraba más viejo…
En China Socialista estuvimos por cuatro meses, en Beijing, asistiendo a una Escuela de Cuadros sobre la experiencia de lucha de los comunistas chinos. Nos llevaron también a conocer la famosa Muralla China, el Palacio de la Paz Celestial, a la Opera. Fuimos a conocer otras ciudades como Hunan, Cantón y a Shanghái, que era ya como Nueva York.
Nos dábamos grandes banquetes que incluían perro horneado, que son perros cultivados, muy limpios, es como carne de cerdo. Así que puedo decir que he probado la carne de perro fuera del país, ya que se sabe que también la comemos en los estadios.
Fíjate que algo que nos impresionó bastante fue una curiosa forma de pescar consistente en que a una lancha le amarran un cayuco, y al ir navegando hay un tipo de peces que salen del agua y saltan y caen precisamente en el cayuco, así son pescados. Nos impresionó mucho también la ciudad industrial de Shanghái, con sus altos edificios, sus rascacielos, su movimiento…
Luego de China, viajamos a la Unión Soviética. Y allá en Moscú los camaradas rusos, los intérpretes, los llamados perevochik, nos bromeaban que ya veníamos adoctrinados por Mao. Es que en esos momentos iniciaba una triste y a veces inexplicable etapa de disputa entre dos potencia socialistas, entre China y la URSS, entre lo que se llamó la vía armada y la vía pacífica.
Estuvimos solo una semana en Moscú, visitando los lugares emblemáticos: la Plaza Roja, el Mausoleo de Lenin, el barco Aurora. El frío era insoportable, bajo cero, y así salíamos a caminar, y aunque nos proporcionaron gruesos abrigos se nos congelaban las orejas. Luego viajamos a la bella Praga, Checoslovaquia y de ahí de regreso. Regresamos a El Salvador de nuevo vía México.
Regresamos a finales de enero de 1961, clandestinos por la frontera con Honduras, y ya estaba instalado el Directorio Militar, y con este la represión al movimiento popular y a nuestro Partido. Pero también la respuesta: los grupos de acción revolucionaria, los GAR. Me incorpore luego a la Columna Obrera del Frente Unido de Acción Revolucionaria, FUAR. Iniciamos las reuniones para el aprendizaje de manejo de armas, de arme y desarme, de tipos de explosivos, granadas, etc.
Cuando estuvimos en China tuvimos la oportunidad de aprender algo al respecto, nos llevaban a tirar, y en mi caso, modestia aparte, fíjate que tenía muy buena puntería.
Mi primera captura y exilio a Guatemala y México en 1963
Como Partido allá por 1963 tuvimos también una Escuela Campesina, que quedaba en la Calle del Agua Caliente, era una finca cafetalera con gradas a la entrada, y ahí en un gran salón se daban las clases. Uno de los profesores era Daniel Castaneda, que entonces era el secretario general del Partido.
Ese año le cayeron a la escuela y nos llevaron presos, incluyendo al mismo Daniel, a Miguel Mármol, Raúl “El Bache”, Fidel, que era un hijo adoptivo de Segundo Ramírez y este servidor. Ese día que nos cayeron se iba a realizar el acto de graduación de un curso, e iban a asistir compañeros de todo el país, hasta de Morazán.
Las clases en esta escuelita eran sobre la situación del país y particularmente la situación del agro y la necesidad de una reforma agraria, de luchar por el derecho a la tierra. Y también otros temas, como las corrientes en el movimiento sindical internacional.
Primeramente nos llevaron a las instalaciones de la Guardia Nacional, a una cabaña que era en realidad un lugar donde realizaban torturas. Nos aplicaban el avión, nos guindaban en el aire y nos golpeaban en el vacío de los pies, lo que te produce un dolor intenso, insoportable, y te provoca que se te inflamen y no podas caminar. A Miguel y Raúl los tenían afuera de la cabaña, ahí dormían a la intemperie. Nos mantuvieron así 42 días, incomunicados, nuestras familias nos buscaban por todos lados, pero nadie sabía dónde nos encontrábamos.
Después nos sacan por la frontera con Guatemala. Me acuerdo que nos llevan en un bus y pasamos por Armenia, ahí nos detuvimos para aguardar que llegara la orden, que nos avisaran que los policías y los militares chapines nos recibirían. Se llegó el mediodía y no se recibía la orden. Así que el responsable ordeno que nos regresáramos a San Salvador, de nuevo al cuartel de la Guardia Nacional.
En todo el trayecto de regreso Miguelito nos daba ánimo, él tenía mucho entusiasmo, nos elevaba la moral, era motivador, nunca se ahuevaba. Era viernes y vaticinó que nos sacarían hasta el próximo lunes, en su peculiar estilo nos contó que un chío había llegado a avisarle, y nos explicó que nos iban a enviar al exilio, pero se equivocó porque fue el domingo que emprendimos de nuevo la marcha hacia Guatemala.
Al llegar a la frontera, nos entregaron a los policías guatemaltecos. Íbamos esposados, y ya por la tarde se les estalló una llanta al vehículo donde nos llevaban, y entonces nos bajaron advirtiéndonos: cuidadito con que les ocurra escapársenos porque entonces les vamos a tirar a matar. Y señaló un blanco en un lugar alejado, apuntó y le pegó. Nos quitaron las esposas y nos dijeron: tírense ahí y no se muevan. Pero yo de metido me apresure a quitar las tuercas de la llanta y ayudar a poner la de repuesto.
A medianoche llegamos a la frontera sur de Guatemala, fronteriza con México, al río Suchiate, los policías guatemaltecos nos preguntaron qué cuánto dinero nos habían dado las autoridades salvadoreñas, les dijimos que dos colones a cada uno, y se vieron entre sí y dijeron: que acabados son los de su gobierno.
Y ellos sacaron de su propio dinero y nos invitaron a un chile relleno, que estaba muy picante, y unas tortillas muy delgaditas con queso duro. Antes de despedirnos nos dijeron: allá donde ven esa claridad es Tuxtla Gutiérrez, hacia allá tírenla, y si encuentran contrabandistas en el camino, levanten las manos para que nos los maten.
Y nos informaron que había oído en la radio que recién habían matado a Fidel Castro, y nos dijeron: “hijos de putilla, ya su murió su jefe Fidel Castro”, pero en realidad a quien mataron fue al presidente gringo, a sea a John Kennedy. Estábamos en un 22 de noviembre de 1963.
Para vadear el río tuvimos que quitarnos la ropa y como Miguelito era bien bajito tuvimos que chinearlo entre dos, Raúl y yo, para pasarlo, porque había partes que nos llegaba el agua hasta el pecho. Fidel, el más alto, llevaba la ropa nuestra, ya que íbamos en calzoncillos.
Al llegar al otro lado, ya en territorio mexicano nos escondimos en los arbustos, y aunque oíamos pasar a los carros decidimos mantenernos ocultos, pero unas horas después fuimos descubiertos y nos alumbraron con lámparas, se trataba de policías mexicanos guarda fronteras.
La solidaridad del pueblo mexicano
-Y ustedes de donde son? Qué andan haciendo? Por qué están escondidos? Y Miguelito que era el más buzo de nosotros, había recuperado una página de un periódico que nos daban para hacer nuestras necesidades, un recorte donde se exponía nuestra calidad de presos políticos y se reclamaba por nuestra libertad y se los enseñó…esto ayudo mucho porque cambiaron su actitud inicial que era agresiva. Al final la policía nos dijo que ellos iban para el río pero que iban a regresar, que los esperáramos donde estábamos, y así hicimos.
Nos trasladaron a Tuxtla Gutiérrez, a un solar vacío donde había arena, un volcán de arena. Y como a mí me habían caído mal el chile relleno y ya sentía una fuerte diarrea pregunte por el servicio y no había, así que me tocó hacer un hoyo en el volcán de arena y satisfacer así mis urgentes necesidades.
Estando en Tuxtla Gutiérrez los policías nos aconsejaron que nos fuéramos paras Tapachula. Y hasta nos regalaron un par de pesos a cada uno. Y también Miguelito se vio forzado a venderle su anillo de compromiso, en 50 pesos, que era de oro y con ese dinero, nos fuimos al Preventivo de Tapachula, que era como Migración, y se nos dio como castigo por entrar ilegalmente al país, la ciudad como cárcel.
Un día caminando por las calles de Tapachula, me encontré con una cara conocida, se trataba de un joven que había sido aprendiz en un taller donde trabajaba y al verme se sorprendió y dijo: Maestro! Yo le respondí: Hugo? Vos so Hugo, verdad? El ya llevaba viviendo algún tiempo en Tapachula y se desempañaba como cobrador del mercado y entonces lo acompañábamos a cobrar a las taquerías y él les pedía a los dueños de los negocios que el tributo fuera en especie y así era como desayunábamos y almorzábamos, a puras tortas y tacos.
Alquilábamos un cuarto en un mesón, y como la gente sabía de nuestra situación de exiliados, las tortillas nos las regalaban y muchas veces también la comida. La gente era muy solidaria. Un día nos decidimos a visitar el consulado salvadoreño, y nos identificamos con el cónsul que era un viejito.
Asimismo informamos por cable, -nosotros le llamamos telegrama- al Partido donde es que estábamos. Y a los días recibimos la visita de Porfirio, quien nos trajo dinero y noticias de nuestras familias. Asimismo nos manifestó que había que honrar el acuerdo de la dirección del Partido: todo exiliado miembro del Partido debe de regresar y conquistar y defender su legalidad.
Entre tristes y alegres entonces tomamos la decisión de regresar. Ya para ese tiempo habíamos establecido contactos con camaradas del PCM, lo que me permitió trabajar como dos semanas en una sastrería… fíjate que ya cuando nos veníamos me dio tristeza despedirme de Hugo, no le quise decir que nos regresábamos a El Salvador.
Volvimos a cruzar el Suchiate, esta vez hacia el sur, y estaba más pachito que la primera ocasión. Nos guiaban camaradas del PCM que nos “entregaron” a camaradas esta vez del PGT que nos esperaban ya al otro lado, y nos recibieron porque era de madrugada, con café caliente y pan. Nos estaban esperando con un pick up en el que subimos rumbo a la capital guatemalteca, ahí estuvimos tres días hasta que nos llegaron a traer de El Salvador. Entramos sin problemas por veredas.
Habíamos estado fuera del país mes y medio. A mí me ubicaron en la casa del camarada Salvador Carrillo, en una pieza de mesón allá por el boulevard Venezuela, cerca del Mercado central. Él era muy querido y respetado en el mesón, lo apreciaban mucho por su seriedad y espíritu solidario. Carrillo era el encargado de todo asunto de Partido que estuviera vinculado con fronteras, fuera hacia Guatemala o Honduras, para sacar o entrar gente.
Después fui trasladado, junto con Raúl a Quezaltepeque, a la casa clínica del Dr. Gavidia, un camarada profesional. Ahí funcionaba también un centro de impresiones, tenían un mimeógrafo. Ahí llegaban entonces los encargados de propaganda del Partido, entre estos el Pichón Cea. Ahí es que se había editado el manual de filosofía marxista del francés Pulitzer; entre otras obras.-