El Prometeo capitalista. El fuego hermenéutico: interpretaciones del mito de Prometeo. David Fernández. 2017

Desde  las  superestructuras  culturales  del  capitalismo  podemos  encontrar  tres  estructuras  discursivas  muy  claras  que  realizan  una  exointerpretación  con  el  mito  de  Prometeo. La primera de estas exointerpretaciones nos lleva hasta el  Rockefeller Center de Nueva York,  complejo de 19 edificios  comerciales en pleno  corazón de Manhattan.

El  complejo,  construido  por  la  familia  Rockefeller,  está  plagado  de  imágenes  que  lo conforman  como  un  lugar  lleno  de  simbolismo.  Y  hasta  allí  ha  llegado  Prometeo,  y  parte de su familia, porque también podemos encontrar a su hermano Atlas.

La historia  del  complejo  Rockefeller  comienza  en  1920  y  la  intención  del  magnate  de  impulsar  la economía de su “barrio”. Pero con el desarrollo del capitalismo, de Nueva York, de  Estados  Unidos,  el  complejo,  adornado  de  titanes,  adquirió  tintes  titánicos,  como  el  resto  de  círculos  concéntricos  en  que  se  escribía:  la  gran  manzana,  la  economía,  el  capitalismo.

El  Rockefeller Center es algo más que un monstruoso complejo comercial,  es un canto, un símbolo de la fastuosidad capitalista, en pleno corazón de Nueva York,  gran metrópolis por antonomasia de nuestra cultura capitalista, con sus rascacielos, sus  complejos  financieros,  su Wall  Street…  es  la  Meca  del  mundo  moderno,  adonde  peregrinan  millones  de  turistas  para  ver  el  templo  sagrado  del  sistema  capitalista  y  dejarse  fascinar  por  la  monstruosidad  sobrecogedora  de  su  titanismo. 

Es  el  emblema internacional  de  Estados  Unidos,  la  joya  de  la  corona  capitalista,  y  en  su  corazón,  en  pleno corazón de Manhattan, este  complejo comercial  plagado de símbolos, de fuerzas  mitológicas y prometeicas, sacando músculo y ostentando poder, el poder del titanismo  económico, capitalista que lo vio nacer y del que se convierte en su canto.

Las estatuas  de los titanes contribuyen a imprimir ese carácter simbólico, y Prometeo se erige en ese  corazón capitalista con todo su esplendor (en un bronce dorado que fulge como el sol o el  oro),  activando  sus  significaciones  de  progreso  y  avance  civilizador,  del  fuego  entregado  a  los  humanos  para  erigir  la  supercivilización  capitalista. 

El  Rockefeller  Center es   un   canto   al   capitalismo,   y   en   su   centro,   Prometeo   imprimiendo   sus  significaciones  de  progreso  y  civilización  a  ese  canto.  Un  progreso  basado  en  el  hipercrecimiento,  en  un  sistema  económico  y  social  basado  en  el  crecimiento  y  desarrollo  perpetuo,  siempre  creciendo,  porque  si  se  detiene,  entonces  se  convierte  en  crisis. Una concepción monstruosa de crecimiento que amenaza con desbordar algún día  los  límites  humanos. 

Una  civilización,  un  sistema,  que  quiere  crecer  y  crecer  hasta  llegar  a  los  dioses.  La  propia  estatua  de  Prometeo  en  el  Rockefeller  center es  una exhibición  de  poder.  Solo  un  capitalismo  hipermusculado  podía  permitirse  el  lujo  de erigir  una  estatua  de  bronce  dorado  que  irradia  luz  como  el  fuego,  el  sol,  el  oro. 

Los  grandes  prohombres  del  capitalismo  americano  asumieron  una  naturaleza  titánica,  se  adjudicaron  la  videncia  prometeica  de  la  civilización  capitalista  y  esa  suerte  de  hermanamiento  titánico  como  aquellos  monstruos  que  desde  la  sombra  pretender  desbancar a Zeus, como si dirigiesen el destino de los hombres y el dominio del mundo  desde  las  profundidades  de  su  sistema.

Con  la  estatua  prometeica  de  Paul  Manship (1934),  junto  al  resto  de  titanes  y  símbolos  escultóricos  que  vertebran  el  complejo  capitalista por excelencia, la exointerpretación del capitalismo como fuerza de progreso  que habría de llevar a la supercivilización estaba consumada.

Cabe resaltar que se han propuesto lecturas esotéricas de la estatua a través de la  multitud  de  símbolos  que  en  ella  están  inscritos.  Esas  lecturas  recurren  al  satanismo  prometeico,  al  vínculo  entre  los  dos  mitos  ya  recurrente  en  épocas  anteriores,  para  construir  su  teoría  conspiranoica  de  control  y  manejo  secreto,  oculto, de  los  hilos  del  poder  y  de  la  civilización. 

La  equiparación  a  la  Atlántida,  la  lectura  satánica,  los  paralelismos   de   Prometeo   con   Lucifer   como   portador   de   la   luz,   del   fuego   del

conocimiento que lleva al progreso, la mirada de Prometeo pareciendo dirigirse hacia el  símbolo  de  capricornio  contenido  en  el  anillo  que  lo  rodea,  como  una  prefiguración  visionaria  del  renacimiento  de  Lucifer,  la  utilización  del  mito  prometeico  no  como advertencia sino como invitación, como modelo a seguir, con las ambiciones de control,  dominio  y  transformación  del  mundo,  modelado  a  la  imagen  y  semejanza  de  la  economía  capitalista,  y  los  poderes  que  dirigen  el  mundo  en  la  sombra,  y  un  largo  etcétera,  contribuyen  a  la  conformación  del  símbolo. 

Al  margen  de  su  veracidad  o  no  veracidad,  de  la  posibilidad  de  esas  lecturas  e  interpretaciones  o  el  desvirtuamiento  de  las  mismas  respecto  a  las  realidades  significativas,  lo  que  está  claro  es  que  su articulación contribuye a reforzar el simbolismo titánico implícito en la construcción del Rockefeller  Center. 

Una  construcción  discursiva,  al  cabo,  cultural,  donde  el  sistema  capitalista encuentra su dimensión mítica, y se ofrece como la sabiduría prometeica que  conduce a los hombres hacia el progreso y su idea de civilización, la supercivilización.  Es la exointerpretación prometeica del capitalismo, del lado más oscuro y luminoso del  Occidente contemporáneo.

Pero  no  es  la  única  exointerpretación  prometeica  que  el  capitalismo  nos  ha dejado.  Desde  la  producción  simbólica  de  la  publicidad  también  se  yergue  otra  exointerpretación capitalista. Grandío Montes propone enfrentar la publicidad desde las  reflexiones de Camus sobre el mito de Prometeo:

“El  hombre  actual  es  semejante  al  hombre  anterior  a  Prometeo:  desposeído  de  todo,  especialmente  de  la  libertad, vive  a  merced de  los dioses que  lo privan del  fuego  y del  alimento. Y en este punto se presenta la figura protectora del Titán rebelde: «Prometeo es ese héroe que amó bastante a los hombres para darles al mismo tiempo el fuego de la  libertad, las técnicas y las artes (2012: 161).

Desde  esta  perspectiva  que  arranca  en  Camus,  la  publicidad  se  erige  como  ese  fuego sagrado prometeico que traerá a los hombres lo que necesitan. La falta de libertad  de  los  hombres,  sumidos  en  el  devorador  desarrollo  tecnológico  que  los  deshumaniza,  se ve compensada por la vía de acercar tecnología, ciencia y progreso al arte que realiza  la publicidad:

Vemos cómo la  publicidad se convierte  en  un  nuevo Prometeo en el  sentido destacado por  Camus  que  en  su  proceder -siempre  nos  recordará  que  cualquier  mutilación  del hombreno  puede  ser  sino  transitoria  y  que  nada  puede  aprovechar  el  hombre  si  no  es provechoso a todo su ser.

Y así ocurre pues, como sabemos, la publicidad no presenta mercancías  útiles,  sino  productos  cargados  de  valores  simbólicos  que  inciden  en  determinados aspectos  de  la  vida  de  los  posibles  consumidores.  Una  gran  cantidad  de  los  productos  que  se anuncian  hoy  son,  a  la  vez,  alimento  para  el  cuerpo  (función  material)  y  para  el  alma  (función espiritual)  […]

En  general  arte  y  la  belleza  han quedado  relegados  en  el  mundo  actual  a  un  segundo  plano  frente  a  la  omnipresente  tecnología, materializada en la máquina. De nuevo la publicidad busca restituir lo que la  modernidad  se ha  dejado  en  el  camino:  la  belleza  del  arte.  Para  ello el  producto  se  estiliza,  se  estetiza,  se manipula  igual  que  el  potencial  comprador  […]

Se  presenta  el  producto   como   un   objeto   fascinador   y   este   carácter lo   confiere,   sobre   todo,   la  estilización a la que está sometido (Grandío Montes, 2012: 166-168).

La  publicidad  se  hace  prometeica.  Y  junto  a  ella,  en  confabulación,  emerge  el  sistema  de  marcas  capitalista.

En  este  sistema,  las  marcas  no  son  solo  nombres,  son  marcas  de  amor. Una marca, nos recuerda Verdú, «es más que una cosa […] Una no-cosa  que  se  convierte  por  sublimación  en  estilo,  ideología,  creencia»,  actuando  como  territorio  simbólico y  comportándose  como  soplo  espiritual  (2003:  124  y  ss.). 

El capitalismo convierte «los productos en ideologías» y optar por una marca es «optar por  una  ilusión  de  vida».  En  esta  cultura  del  simulacro  las  marcas  son  caminos  simulados  que  nos  llevan  a  nosotros  mismos,  al  portarla,  como  una  suerte  de  anillo  mágico, configura  su  hechizo,  construyendo  la  ilusión  de  que  somos  lo  que  desearíamos  ser  al  portarla.  En  la  cosmología  de  la  marca  lo  que  importa  no  es  la  cosa  sino el  alma  de  la  cosa, que es lo que, por identificación, se trata de adquirir (2003: 127).

Así pues, cuando la  mercancía  elige  su  nombre,  no  lo  hace  de  cualquier  forma,  porque  sabe  que  ha comenzado  su  proceso  de  constitución  en  marca, ha  comenzado  la  construcción  de  su  alma.

En este contexto, la mitología ha tenido su espacio también. Vemos muchos mitos erigirse  en  marcas  comerciales,  pero  no  todos  los  mitos  llegan  al  espacio  de  la  marca.

Porque  los  mitos  tienen  un  alma  de  significaciones,  y  no  todas  son  deseadas  para  la  construcción almática de la marca. Así, Venus, por ejemplo, es un mito muy recurrente como  marca,  pero  no  abundan  muchos  productos  que  en  la  construcción  de  su  marca  asuman el nombre de Edipo. Como Venus, Prometeo es otro mito del que enamorarse al  convertirse en marca. Enseguida se activan sus mitemas tecnológicos y civilizadores.

Y  así,  encontramos  parques  infantiles  de  la  marca  Prometeo,  sillas  marca  Prometeo,  relojes suizos marca Prometheus y toda una gama variable de objetos que asumen como  marca  al  titán.  La  tecnología  como  fuente  de  creación  de  comodidad  y  posibilidades  insospechadas  para  el  hombre  contemporáneo  activa  el  mitema  prometeico. 

Prometeo  nos trajo la tecnología y la civilización, y qué mejor tecnología que la de una marca que  proclama, con el nombre del titán, que es el último grito en evolución tecnológica para  contribuir  a  la  civilización  humana.  La  exointerpretación  vuelve  aquí  a  realizarse.  La  mercancía,  a  través  del  complejo  sistema  afectivo  y  libidinal  de  la  marca,  convoca  al  titán para proclamar su desarrollo tecnológico en todo tipo de productos.

En   una   línea   similar,   pero   desde   otro   mitema,   encontramos   la   cara   más  humanística  del  capitalismo  con  el  titán.  Se  trata  de  la  construcción  de  la  civilización  desde la educación. Aquí, el titán recupera su carácter de sabio. La civilización lograda  a  través  de  la  educación  esla  última  de  las  construcciones  que  abordaremos  aquí.

Prometeo  nos  trajo  el  conocimiento  y  traernos  la  civilización.  Y  desde  otro  ámbito  discursivo, la cultura también da pie a una exointerpretación humanista de Prometeo. La  civilización  debe  construirse  desde  ese  mismo  fuego  prometeico,  la  sabiduría,  la  educación.  Así,  encontramos  marcas  prometeicas  en  editoriales,  librerías,  becas  de  investigación, proyectos de educación  y desarrollo, y también encontramos a Prometeo  insertado en  el discurso  científico humanístico.

Prometeo se contrapone  a Epimeteo en  la  figura  del  educador  en  muchos  discursos  que  abordan  el  tema  de  la  educación.

Prometeo será convocado en artículos que abordan diferentes estrategias de intervención  social  educativa,  o  fallas  de  los  sistemas  educativos  y  ―la  educación  insuficiente‖.

Prometeo  será  convocado  para  hablar  de  proyectos  sobre  el  genoma  humano,  o  será  el  nombre  que  adopte  la  iniciativa  del  gobierno  ecuatoriano  para  potenciar  su  sistema  de investigación y desarrollo. Prometeo será convocado para hablar de política (―Prometeo  en  las  urnas‖),  o  a  Prometeo  liberado  se  referirán  para  hablar  de  la  biblioteca  y  las  SGAE. 

El  fuego  de  Prometeo  se  convoca  para  investigar  sobre  Leonardo  da  Vinci,  o  para hablar de los cocineros más prestigiosos en sus fogones. Prometeo. UNIMET es un programa  universitario  de  formación  integral.  A  internet  se  han  referido  como  ―la  morada del postmoderno Prometeo.

El nuevo Prometeo es el nombre que se escoge para  reflexionar sobre  el liderazgo carismático en  el contexto de las democracias modernas.

Prometeo,  Prometeo,  Prometeo,  como  un  conjuro  con  el  que  se  invocan  las  fuerzas  civilizadoras   de   la   educación,   conformando   la   exointerpretación   capitalista   y  globalizada  más  humanística.

Una  exointerpretación  que  cierra el  círculo  llenando  la  investigación humanística de metáforas prometeicas. Los grandes maestros, los grandes  líderes  educacionales  o  científicos,  como  antes  fueron  los  artistas,  se  proclaman  como  Prometeos que a través de la educación  y el conocimiento sientan las bases del camino  que debe tomar nuestra civilización.

Como cuando Labrador(2008: 243), para describir al  Einstein  psicodélico  fumando  hachís  que  aparece  en  la  portada  del  cómic Apaga  y vámonos.   Albert   Einstein:   historias   subterráneas,   de   Vives   (1976),   utiliza   la  nomenclatura de “el moderno Prometeo”.

Como  cuando Jorge Bustos (2016) adopta el título  de El  hígado  de Prometeo,  para  abordar desde  el  ensayo  y la  concepción  de  la  potencia y fragilidad del humanismo, «que muere y nace cada día, siempre  amenazado y  siempre  reconstruido»,  una  serie  de héroes  civilizadores  que  tratan  de  combatir  la  decadencia de la civilización.

La educación como labor prometeica, elaborada desde las  marcas  de  mercancías  que  contribuyen  al  desarrollo  intelectual,  desde  cientos  de proyectos que asumen el nombre de Prometeo para dar forma a propuestas novedosas de  educación  y  desarrollo  o  de  investigación,  desde  la  articulación  del  discurso  científico  que convoca el nombre del titán para todo lo que tenga que ver con el conocimiento y la propuesta  humanística  de  la  civilización,  desde  la  metáfora  prometeica  para  cualquier acto  humanístico,  o  cualquier  icono  del  conocimiento,  se  conectan  para  construir  esta  exointerpretación. 

Un  discurso  cultural  que  se  enfoca  al  conocimiento  y  la  educación  como  piedras  del  desarrollo  de  la  civilización,  que  se  enfoca  hacia  el  futuro  más  humanístico   y   humanizado   desde   la   construcción   del   presente   con   un   discurso  prometeico.  El  Prometeo  sabio,  guía,  gurú,  filántropo,  previsor  de  los  hombres  es  la  educación  que  dará  lugar  a  la  civilización  que  se  proyecta  y  se  busca  construir  desde  este  discurso  humanístico,  una  civilización  sentada  sobre  las  bases  de  un  moderno  humanismo dirigido a cultivar a los hombres.

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