Introducción
Este artículo intenta establecer un diálogo con tres intelectuales activistas de las Américas: Alberto Acosta, Silvia Rivera Cusicanqui y Leanne Betasamosake Simpson. La idea es pensar «junto y con» intelectuales-activistas que han producido un pensamiento crítico importante frente a diversas manifestaciones del «extractivismo». Pongo entre comillas el término, porque en este ensayo no pretendo abordar ni ofrecer una definición acerca del «extractivismo».
Estoy consciente de definiciones analíticamente más circunscritas y rigurosas del término. Por ejemplo, la definición que provee Eduardo Gudynas contribuye a poner límites al uso indiscriminado del término «extractivismo»: «…el extractivismo es aquí definido como un tipo de extracción de recursos naturales, en gran volumen o alta intensidad, y que están orientados esencialmente a ser exportados como materias primas sin procesar, o con un procesamiento mínimo» (Gudynas, 2013: 4).
El extractivismo en esta definición está más asociado a las «economías de enclave», tal como Cardoso y Faletto (1969) las definieron en los años sesenta.
Una consecuencia de la definición de Gudynas es que no toda extracción es extractivista y no todo extractivismo es sinónimo de minería o agricultura, lo cual «no conlleva estar en contra de todo tipo de uso minero o agrícola, sino deuna forma específica de llevarlo adelante» (Gudynas, 2013), es decir, se trata de la extracción de materias primas y recursos naturales asociados a «los casos que están orientados y dependen de la globalización» (Gudynas, 2013).
El autor nos propone el concepto de extrahección dentro de los procesos extractivistas. La extrahección es cuando el proceso extractivista envuelve violación de derechos y violencia contra los seres humanos que habitan en las comunidades afectadas. Se «arranca» los recursos naturales imponiéndose con violencia, quebrándose el marco de derechos, y violándose los derechos humanos y de la naturaleza. Por supuesto que, dada la definición analíticamente más restrictiva que provee Gudynas, habría procesos de extrahección que no son extractivistas.
La definición de Gudynas y su propuesta de distinguir extracción, extractivismo y extrahección proveen un marco conceptual con el cual pensar las especificidades del «extractivismo» desde la experiencia latinoamericana.
Sin embargo, en este trabajo lo que intento hacer es ver cómo han usado el término otros pensadores y pensadoras activistas/intelectuales críticos, usando conceptos que me han parecido muy sugestivos para discutir y abrir un debate. Me refiero a los conceptos de «extractivismo epistémico» y «extractivismo ontológico». No pretendo ofrecer definiciones finalizadas sobre estos términos.
Los pongo entre comillas para no presentar estos términos como conceptos ya elaborados y terminados, sino como parte de una investigación en proceso que busca abrir un debate. Estoy consciente del riesgo del uso del término «extractivismo» para hablar de apropiaciones epistémicas y ontológicas. No se pueden solapar los procesos «extractivistas económicos» con los procesos de apropiación «extractivistas epistémicos» y «extractivistas ontológicos» como si fueran equivalentes.
Sin embargo, intuyo que hay una fuerte relación entre todos ellos. Quizás sería más adecuado ver el «extractivismo epistémico» y el «extractivismo ontológico» como las condiciones que hacen posible el «extractivismo económico». Lo que todos tienen en común es una actitud de cosificación y destrucción producida en nuestra subjectividad y en las relaciones de poder por la civilización «capitalista/patriarcal occidentalocéntrica/cristianocéntrica moderna/colonial» frente al mundo de la vida humana y no-humana.
La cosificación es el proceso de transformar los conocimientos, las formas de existencia humana, las formas de vida no-humana y lo que existe en nuestro entorno ecológico en «objetos» por instrumentalizar, con el propósito de extraerlos y explotarlos para beneficio propio sin importar las consecuencias destructivas que dicha actividad pueda tener sobre otros seres humanos y no-humanos.
«Extractivismo económico»
El extractivismo sigue siendo uno de los procesos de explotación más problemáticos hoy día no solamente en América Latina, sino también en el mundo. En la división internacional del trabajo, el extractivismo es el mecanismo que vincula la explotación de recursos naturales y materias primas en la periferia, con todas sus consecuencias nefastas para la vida de los trabajadores mineros, sus comunidades y el medio ambiente, con proyectos científicos como el CERN en Suiza, los chips de las computadoras y los iphones.
El «extractivismo económico» tiene consecuencias que no se remiten solamente a la pauperización económica de los trabajadores mineros, sino también a los procesos destructivos de la vida y la ecología planetarias.
A partir del colapso financiero de las bolsas de valores en el 2008 y del ascenso de China con sus necesidades de materias primas para su industrialización occidentalo-céntrica y ecodestructiva imitando tecnologías nordocéntricas, los precios de los metales se elevaron a niveles nunca antes vistos. Esto ha producido una especulación financiera a través de las industrias extractivistas en las bolsas de valores del mundo con consecuencias ecológicas nefastas a nivel planetario.
Las consecuencias pasan no solamente por la destrucción ecológica, sino también por la violencia que usan para desplazar a seres humanos de sus territorios, cuya mayoría son sujetos racializados en las «zonas del no-ser» del sistema-mundo. Las víctimas de estos procesos en el mundo son los pueblos clasificados como no-occidentales que en el caso de América Latina son fundamentalmente poblaciones indígenas y afros. Dicha violencia ejercida por actores armados, tanto públicos como privados busca limpiar étnicamente los territorios para que las compañías mineras tomen posesión de la tierra y sus recursos, sobre todo cuando las comunidades no se venden por dinero y organizan resistencias a la destrucción extractivista.
Esta explotación extractivista no es nueva. Tiene una larga historia, a partir de la expansión colonial europea en 1492. Como muy bien lo explica el ecuatoriano Alberto Acosta:
El extractivismo es una modalidad de acumulación que comenzó a fraguarse masivamente hace 500 años. Con la conquista y la colonización de América, África y Asia empezó a estructurarse la economía mundial: el sistema capitalista. Esta modalidad de acumulación extractivista estuvo determinada desde entonces por las demandas de los centros metropolitanos del capitalismo naciente. Unas regiones fueron especializadas en la extracción y producción de materias primas, es decir, de bienes primarios, mientras que otras asumieron el papel de productoras de manufacturas. Las primeras exportan Naturaleza, las segundas la importan. (Acosta, 2012)
Como Europa era un gran mercado de productos provenientes de Asia hasta el siglo XIX, la plata y el oro que los europeos obtuvieron mediante las industrias extractivistas en las Américas terminaron en China y la India desde el siglo XVI hasta el siglo XVIII.
Este sistema capitalista mundial que comienza con la expansión colonial europea de 1492, se constituye desde el comienzo según una división internacional del trabajo en centros metropolitanos y países periféricos, donde unos exportan materias primas y otros exportan productos manufactureros. Sin la conquista de África, Asia y América no habría capitalismo mundial. De manera que estamos hablando de un sistema que es capitalista y colonialista desde su nacimiento.
Sin colonialismo y dominación colonial, no hubiera mercado capitalista global.
El colonialismo es constitutivo del capitalismo. Uno es inherente al otro. De manera que no habitamos en un sistema puramente capitalista. Habitamos un capitalismo histórico que es inherentemente colonial y, por tanto, racial.
Esto último está implícito en el texto de Alberto Acosta. Continuemos con su definición de extractivismo:
Para intentar una definición comprensible utilizaremos el término de extractivismo cuando nos referimos a aquellas actividades que remueven grandes volúmenes de recursos naturales que no son procesados (o que lo son limitadamente), sobre todo para la exportación. El extractivismo no se limita a los minerales o al petróleo. Hay también extractivismo agrario, forestal e inclusive pesquero.
En la práctica, el extractivismo, ha sido un mecanismo de saqueo y apropiación colonial y neocolonial. Este extractivismo, que ha asumido diversos ropajes a lo largo del tiempo, se ha forjado en la explotación de las materias primas indispensables para el desarrollo industrial y el bienestar del Norte global. Y se lo ha hecho sin importar la sustentabilidad de los proyectos extractivistas, así como tampoco el agotamiento de los recursos. Lo anterior, sumado a que la mayor parte de la producción de las empresas extractivistas no es para consumo en el mercado interno, sino que es básicamente para exportación. (Acosta, 2012)
Aquí vemos cómo el extractivismo significa remover volúmenes de recursos naturales que no son procesados (o al menos procesados limitadamente) para la exportación, y es mucho más que simplemente extracción de minerales o petróleo.
El extractivismo se extiende a la agricultura, la pesca, y los bosques. El extractivismo es un saqueo y despojo que vemos desarrollarse desde la época colonial hasta el neocolonialismo neoliberal de nuestros días. Se trata del saqueo, despojo, robo, y apropiación de recursos del sur global (el sur del norte y el sur dentro del norte) para el beneficio de unas minorías demográficas del planeta consideradas racialmente superiores, que componen el norte global (el norte del sur y el norte dentro del sur) y que constituyen las elites capitalistas del sistema-mundo. Peor aún, el extractivismo es central a la destrucción de la vida en todas sus formas.
Aquí usamos «sur global» no como una geografía, sino como una posicionalidad en relaciones de poder y dominación de «occidente» sobre el mundo «no-occidental”.
El extractivismo sigue al pie de la letra el concepto occidentalocéntrico de «naturaleza». El problema con el concepto de «naturaleza» es que sigue siendo un concepto colonial, porque la palabra está inscrita en el proyecto civilizatorio de la modernidad. Por ejemplo, en otras cosmogonías la palabra «naturaleza» no aparece, no existe, porque la llamada «naturaleza» no es objeto sino sujeto y forma parte de la vida en todas sus formas (humanas y no-humanas).
Entonces, la noción de naturaleza ya es de suyo euro-céntrica, occidentalo-céntrica, y antropocéntrica. Es un concepto muy problemático porque implica la división entre sujeto (humano) y objeto (naturaleza), donde el sujeto (humano) es el que tiene vida, y todo lo demás es «naturaleza» considerada como objetos inertes.
Por consiguiente, sus formas de vida son inferiores a la humana y están inscritas en la lógica instrumental de medios-fines de la racionalidad occidental donde la «naturaleza» se convierte en un medio para un fin. En resumen, en la cosmovisión dualista cartesiana occidentalo-céntrica, lo humano es concebido como exterior a la naturaleza y la naturaleza como un medio para un fin.
Cuando esa racionalidad es aplicada en la producción de tecnológica como ha sido el caso durante los últimos cinco siglos de modernidad, tienes la racionalidad de la destrucción de la vida porque cualquier tecnología que se construya a partir de la noción de «naturaleza» entendida de esta manera dualista occidental-céntrica va a tener inscrita dentro de sí-misma la racionalidad de la destrucción de la vida, ya que no tiene pensada la reproducción de la vida. Por tanto, es una noción problemática de la dominación ejercida por la colonialidad del poder, el saber y el ser.
Por el contrario, en las cosmovisiones «no-occidentales» de las epistemologías del sur (Sousa Santos, 2010) —que no participan de la visión dualista del mundo, sino que tienen dentro de sí la noción holística de diversidad dentro de la unicidad (por ejemplo, la «Pachamama» en los indígenas andinos, «Twaheed» en el Islam, «Ubundu» en África, etc.)— hay una visión completamente distinta.
En la visión holística no existe «naturaleza», sino el «cosmos» y todos estamos al interior del mismo como formas de vida interdependientes que co-existen entre sí. Esto produce la racionalidad de que la vida humana no está fuera del sistema ecológico y es dependiente de las otras formas de vida. La vida humana es concebida al interior de la ecología planetaria y, por tanto, si destruyes tu eco-sistema o las otras formas de vida a tu alrededor te destruyes a ti mismo.
De manera que la ecología y sus diversas formas de vida y existencia no son un medio hacia otro fin sino un fin en sí mismo. Cualquier tecnología que se construye a partir de ese principio lleva dentro de sí la racionalidad de la reproducción de la vida.
Es importante señalar el cómo un principio cosmológico tan sencillo como éste tiene consecuencias enormes para la producción/reproducción de la vida (humana y no humana), para el cosmos y para la ecología planetaria.
La modernidad es un proyecto civilizatorio y, como dicen los(as) pensadores(as) críticos indígenas del planeta, constituye una civilización de muerte porque ha destruido más formas de vida (humana y no humana) que ninguna otra civilización en la historia de la humanidad.
La modernidad es una civilización «ecologicida» al punto que hoy día no sabemos si la especie humana u otras especies sobrevivirán a la civilización occidental. La descolonización de la visión occidentalo-céntrica del cosmos hacia visiones más holísticas es fundamental para el futuro de la vida en el planeta. El extractivismo es una de esas industrias destructoras de la vida que llevan dentro de sí la racionalidad destructiva de la civilización occidental.
Si observamos lo que ocurre en los lugares de producción extractivistas, en los espacios de la periferia considerados como zonas del no-ser planetario por considerárselos habitados por sujetos racialmente inferiores, por los condenados de la tierra (Fanon, 1966), la materialidad de la dominación pasa por el despojo y la violencia (Sousa Santos, 2010).
En lugares de extracción de cobre, como Chile, o de extracción de oro, como Colombia, estas compañías extractivistas destruyen el equilibrio ecológico del lugar produciendo enfermedades a los habitantes de la zona y practican formas de violencia brutales contra los trabajadores o pueblos que se rebelan. Mientras tanto, en las zonas de ser donde habitan aquellos que son considerados racialmente superiores y, por tanto, los afortunados de la tierra, se disfruta de los objetos finalizados que producen muerte en los lugares de extracción.
Los chips de cobre para las computadoras o iphones y los materiales de oro para las joyas y los conductores de información, son todos objetos cuyo disfrute no está al alcance de los sujetos humanos que producen en las zonas del no-ser mineras. En las zonas del ser el sistema administra los conflictos con mecanismos de regulación y emancipación, mientras que los conflictos en las zonas del no ser se deciden mediante mecanismos de violencia y desposesión[1].
Mientras en un lado se produce vida, en el otro lado se produce muerte. Las formas de disfrute de la vida en un lado tienen como condición de posibilidad la destrucción de la vida en el otro lado. Los afortunados de la tierra viven a costa de los condenados de la tierra[2]. La muerte en un lado produce vida en el otro. Este sistema de injusticia global está en el centro de la discusión acerca del extractivismo. Como dice Acosta:
El extractivismo ha sido una constante en la vida económica, social y política de muchos países del Sur global. Así, con diversos grados de intensidad, todos los países de América Latina están atravesados por estas prácticas. Esta dependencia de las metrópolis, a través de la extracción y exportación de materias primas, se mantiene prácticamente inalterada hasta la actualidad….
Por lo tanto, más allá de algunas diferenciaciones más o menos importantes, la modalidad de acumulación extractivista parece estar en la médula de la propuesta productiva tanto de los gobiernos neoliberales como de los gobiernos progresistas. (Acosta, 2012)
He citado extensamente a Alberto Acosta, porque ha sintetizado de manera brillante la economía-política del extractivismo. De la misma forma que frente al racismo, frente al extractivismo no hay diferencias entre gobiernos occidentalizados de izquierda o de derecha. La explotación, la destrucción y la violencia producidas por las transnacionales extractivistas reproducen las mismas prácticas sin importar el carácter del gobierno de turno. Y frente a sus víctimas, estos gobiernos también se comportan en algunos casos con iguales dosis de violencia.
Forma parte de la lógica occidentalocéntrica de izquierda o de derecha la ideología del desarrollismo, y frente a este fin todos los medios quedan justificados, incluida la destrucción y la violencia contra todas las formas de vida (humanas y no-humanas) como resultado del extractivismo. De la economía-política del extractivismo se ha escrito bastante.
Quizás haga falta más estudios acerca de cómo la izquierda occidentalizada —ver lo que han sido los gobiernos de izquierda en Bolivia, Venezuela y Ecuador— en su eurocentrismo epistemológico reproducen la misma visión y prácticas desarrollistas extractivistas que los gobiernos de derecha, ya que comparten la misma visión eurocéntrica del universo.
Con esto no niego la diferencia cualitativa que representan estos gobiernos de izquierda frente a las maquinarias neoliberales que existían en estos países en el pasado. El problema es que ser de izquierda no es garantía frente al tema de la destrucción de la vida producida por las lógicas desarrollistas occidentalocéntricas. Pero en este ensayo lo que pretendo hacer es discutir otras dimensiones del extractivismo como el «extractivismo epistémico» y el «extractivismo ontológico» como formas destructivas de pensar, ser y estar en el mundo.
«Extractivismo epistémico»
El «extractivismo cognitivo» es un concepto lanzado desde principios del 2013 por Leanne Betasamosake Simpson, intelectual indígena del pueblo Mississauga Nishnaabeg, en Canadá. Su pensamiento ha extendido el concepto de «extractivismo económico» a nuevas zonas de las prácticas de dominación coloniales. Comencemos por citar lo siguiente acerca de lo que Lianne Betasamosake Simpson[3] llama extractivismo cognitivo:
When there was a push to bring traditional knowledge into environmental thinking after Our Common Future, [a report issued by the United Nations World Commission on Environment and Development] in the late 1980s, it was a very extractivist approach: ‘Let’s take whatever teachings you might have that would help us right out of your context, right away from your knowledge holders, right out of your language, and integrate them into this assimilatory mindset.’
It’s the idea that traditional knowledge and indigenous peoples have some sort of secret of how to live on the land in a non-exploitive way that broader society needs to appropriate. But the extractivist mindset isn’t about having a conversation and having a dialogue and bringing in indigenous knowledge on the terms of indigenous peoples. It is very much about extracting whatever ideas scientists or environmentalists thought were good and assimilating it… put it onto toilet paper and sell it to people. There’s an intellectual extraction, a cognitive extraction, as well as a physical one. The machine around promoting extractivism is huge in terms of TV, movies, and popular culture (Klein, 2012).[4]
Aquí vemos cómo Lianne Betasamosake Simpson toma el concepto de «extractivismo» y lo extiende a nuevos territorios epistémicos para caracterizar una actitud frente al conocimiento. Ella usa aquí el ejemplo del proyecto de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, donde se apropian las ideas de los pueblos indígenas del mundo para colonizarlas asimilándolas al conocimiento occidental.
Al asimilar, es decir, al subsumir estos conocimientos de los pueblos al conocimiento occidental se les quita la radicalidad política y la cosmogonía crítica «alternativa», para mercadearlos mejor o simplemente extraerlos de una matriz epistémica más radical para despolitizarlos.
El «extractivismo» intelectual, cognitivo o epistémico trata de una mentalidad que no busca el diálogo que conlleva la conversación horizontal, de igual a igual entre los pueblos ni el entender los conocimientos indígenas en sus propios términos, sino que busca extraer ideas como se extraen materias primas para colonizarlas por medio de subsumirlas al interior de los parámetros de la cultura y la episteme occidental.
El «extractivismo epistémico» expolia ideas (sean científicas o ambientalistas) de las comunidades indígenas, sacándolas de los contextos en que fueron producidos para despolitizarlas y resignificarlas desde lógicas occidentalo-céntricas.
El objetivo del «extractivismo epistémico» es el saqueo de ideas para mercadearlas y transformarlas en capital económico o para apropiárselas dentro de la maquinaria académica occidental con el fin de ganar capital simbólico. En ambos casos, se los descontextualiza para quitarles contenidos radicales y despolitizarlos con el propósito de hacerlos más mercadeables. En la «mentalidad extractivista» se busca la apropiación de los conocimientos tradicionales para que las corporaciones transnacionales tramiten patentes privadas o para que los académicos de las universidades occidentalizadas simulen haber producido ideas «originales» como si tuvieran los «copyrights» de la idea.
En este pillaje y saqueo epistemológico son cómplices la maquinaria económica/académica/política/militar imperial de Occidente y sus gobiernos títeres del tercer mundo dirigidos por las elites occidentalizadas.
Sigue Lianne Betasamosake Simpson:
In this kind of thinking, every part of our culture that is seemingly useful to the extractivist mindset gets extracted. The canoe, the kayak, any technology that we had that was useful was extracted and assimilated into the culture of the settlers without regard for the people and the knowledge that created it. (Klein, 2012)[5]
La crítica de Silvia Rivera Cusicanqui a conocidos pensadores de la red modernidad/colonialidad
Aunque no usa estos términos, podemos encontrar en la obra de la boliviana Silvia Rivera Cusicanqui planteamientos similares acerca del «extractivismo epistémico» y ontológico del que habla Lianne Betasamosake Simpson. Veamos lo que dice Silvia Rivera Cusicanqui en una entrevista que le hizo Boaventura de Sousa Santos:
«En este tipo de pensamiento, cada parte de nuestra cultura que pueda parecer útil a la mentalidad extractivista se extrae. La canoa, el kayak, cualquier tecnología que tuviéramos que fuera útil fue extraída y asimilada a la cultura de los colonizadores sin consideración del pueblo y del conocimiento que la crearon». (Klein, 2012 traducción de María Luisa Valencia).
La palabra legítima le pertenece a los de arriba, los de abajo dan insumos. Lo mismo que en todo sistema de conocimiento, nosotros producimos materia prima y nos devuelven producto elaborado. [6]
Para el «extractivismo epistémico», la teoría que se apropian aparece «produciéndola» en su «originalidad» el Norte global, mientras que los pueblos del Sur global se limitan a producir insumos, experiencias que luego son apropiadas en el norte y devueltas como teorías elaboradas. Aunque no usa el término, este señalamiento de Silvia Rivera Cusicanqui describe el proceso que la indígena Lianne Betasamosake Simpson nombra como extractivismo cognitivo.
Es muy interesante ver cómo alguien vinculado al pueblo Aymara en Bolivia apunta hacia cosas muy similares dichas por otra persona vinculada al pueblo Mississauga Nishnaabeg en Canada.
Pero, como bien nos alerta Silvia Rivera Cusicanqui, podemos ver cómo formas de «extractivismo epistémico» vuelven a colonizar de manera perversa los conocimientos del Sur, pero esta vez a nombre de una supuesta «descolonización epistémica».
Ella dice refiriéndose a Walter Mignolo:
Los Mignolo y compañía han construído un pequeño imperio dentro del imperio, recuperando estratégicamente los aportes de la escuela de los estudios de la subalternidad de la India y de múltiples vertientes latinoamericanas de reflexión crítica sobre la colonización y la descolonización… Al Dr. Mignolo se le dio en una época por alabarme, quizás poniendo en práctica un dicho del sur de Bolivia que dice «alábenlo al tonto que lo verán trabajar». Retomaba ideas mías sobre el colonialismo interno y sobre la epistemología de la historia oral, y las regurgitaba enredadas en un discurso de la alteridad profundamente despolitizado (Rivera Cusicanqui, 2010, pp. 58 y 64).
Estas apropiaciones extractivistas descontextualizadas y despolitizadas del conocimiento del Sur por parte de los académicos del Norte global forman parte de las jerarquías de producción de conocimiento epistémicamente racistas, donde de manera perversa se borra la autoría de los pensadores y pensadoras del Sur y se la reemplaza por pensadores del Norte. Refiriéndose a una experiencia con una revista académica anglosajona, donde la obligaban a citar a Quijano y a Mignolo sobre teorías que ella misma y otros autores latinoamericanos habían producido décadas antes que ellos, nos dice lo siguiente Silvia Rivera Cusicanqui:
A través del juego del quién cita a quién, se estructuran jerarquías y acabamos teniendo que comer, regurgitado, el pensamiento descolonizador que las poblaciones e intelectuales indígenas de Bolivia, Perú y Ecuador habíamos producido independientemente. Y este proceso se inició en los años 1970 —el trabajo de Pablo González Casanovas, casi nunca citado, sobre «el colonialismo interno» se publicó en 1969—, cuando Mignolo y Quijano estaban todavía militando en el marxismo positivista y en la visión lineal de la historia. (Rivera Cusicanqui, 2010: 66)
Esta llamada a la precaución que hace Silvia Rivera Cusicanqui acerca de cómo conocimientos producidos en América Latina se reciclan ahora como algo original de unos pocos autores reconocidos en las academias del Norte aun cuando sean de origen latinoamericano, nos recuerda que el «extractivismo epistémico» puede ocurrir incluso con autores que hablan a nombre de la descolonización epistemológica. La crítica de Silvia Rivera Cusicanqui a Walter Mignolo y Aníbal Quijano es muy parecida a lo que Lianne Betasamosake Simpson llama «extractivismo cognitivo». Hay dos problemas para destacar en la crítica de Cusicanqui. Por un lado, el problema de fondo de la crítica a Aníbal Quijano es su racismo epistémico, que inferioriza los conocimientos indígenas, mestizos y afros, mientras al mismo tiempo toma ideas de ellos sin nunca citar a los intelectuales mestizos, indígenas o afros que las produjeron. Por otro lado, el problema de fondo que le reprocha ella a alguien como Mignolo es cómo se apropia de ideas de pensadores(as) que provienen de los pueblos en lucha sin ningún compromiso político con los movimientos sociales ni las luchas de los pueblos indígenas y afros. Produce conocimientos sin ligar su escritura y su actividad a la lucha por la liberación de los pueblos, sino para adquirir capital simbólico, capital económico y crédito académico en las academias del Norte global. En eso consiste la descontextualización y la despolitización que ejerce el «extractivismo epistémico» en su versión racista epistémica de Quijano y en su versión populista epistémica de Mignolo.[7]
Para reafirmar la crítica de Silvia Rivera Cusicanqui, me pareció muy curioso que en un artículo reciente Walter Mignolo hiciera referencia a algunos postulados teóricos de Lianne Betasamosake Simpson, pero sin mencionar nunca la crítica radical de ella al«extractivismo epistémico» y ontológico (Mignolo, 2014: 21-52). Hubiera sido interesante si Mignolo se hubiera tomado en serio este concepto para hacer una reflexión autocrítica al respecto. Sin embargo, ni siquiera menciona el concepto. Toma de Betasamosake Simpson ciertos elementos despolitizándolos, y deja de lado la radicalidad de su pensamiento ignorando los aspectos que atañen a una crítica radical de la epistemología extractivista colonial que usan los «Mignolos y compañías»[8].
Si el extractivismo es una manera de pensar y producir conocimientos, entonces el problema puede reproducirse muy fácilmente por autores blancos y mestizos latinoamericanos con conocimientos producidos por pueblos indígenas y afros en las Américas. El mismo Quijano en un artículo reciente sobre el buen vivir (Quijano, 2012) se apropia del pensamiento crítico que han producido intelectuales indígenas en la zona andina acerca de este concepto sin citar a ninguno. De hecho, de veinte referencias bibliográficas que se hacen en el artículo de Aníbal Quijano sobre el buen vivir, unas diecisiete son a él mismo, una referencia es a un historiador británico especialista en historia de la Antigüedad y dos más son a dos de sus discípulos mestizos. Ningún pensador(a) indígena es mencionado(a) o referenciado(a) en dicho artículo. Si hay un tema en el que los intelectuales indígenas andinos han hecho una gran contribución es precisamente en el tema del buen vivir. Nuevamente, se extrae un concepto que ha sido producido por el mundo indígena y elaborado por sus intelectuales sin reconocer a ninguno. Incluso un intelectual indígena-amazónico en el Perú tan reconocido como Javier Lajo, que ha escrito extensamente sobre el tema del buen vivir[9], no es siquiera mencionado en el artículo del intelectual mestizo peruano Aníbal Quijano, reproduciendo las prácticas más nefastas del «extractivismo epistémico».
Nos dice Lianne Betasamosake Simpson que la alternativa a esta forma colonial de saqueo epistémico que produce el extractivismo cognitivo es la siguiente:
…a shift in mindset from seeing indigenous people as a resource to extract to seeing us as intelligent, articulate, relevant, living, breathing peoples and nations. I think that requires individuals and communities and people to develop fair and meaningful and authentic relationships with us…We have a lot of ideas about how to live gently within our territory in a way where we have separate jurisdictions and separate nations but over a shared territory. I think there’s a responsibility on the part of mainstream community and society to figure out a way of living more sustainably and extracting themselves from extractivist thinking. And taking on their own
work and own responsibility to figure out how to live responsibly and be accountable to the next seven generations of people. To me, that’s a shift that Canadian society needs to take on, that’s their responsibility. Our responsibility is to continue to recover that knowledge, recover those practices, recover the stories and philosophies, and rebuild our nations from the inside out. (Klein, 2012)[10]
Dejar de ver a los indígenas como un recurso por extraer, y comenzar a verlos como actores sociales que piensan y producen conocimiento válido para todos es un primer paso hacia la descolonización epistémica que propone Lianne Betasamosake Simpson. Y añade como segundo paso la necesidad de vivir responsablemente y de extraerse del pensamiento extractivista. Vivir responsablemente se recoge en esta frase de ella: «The alternative to extractivism is deep reciprocity»[11]. La reciprocidad profunda como forma de ser y estar en el mundo es la alternativa descolonial que propone. La reciprocidad implica una profunda revolución en las formas de vida. Vivir bajo el principio de la reciprocidad implica el intercambio justo en las relaciones entre seres humanos y en las relaciones entre humanos y no-humanos. Si la ecología planetaria nos da agua, alimentos, aire, etc., para la vida, el principio de reciprocidad implica devolverle al cosmos la reproducción de lo que tomamos de ella. Extraer sin devolver es el principio de destrucción de la vida. Extraer tomando cuidado de reproducir la vida y devolver lo que se extrae es un principio cosmológico completamente distinto. Esto implica una conciencia ecológica planetaria que no existe bajo las estructuras de dominación de la civilización occidental que hoy día es planetaria y la única existente luego de destruir a todas las otras por medio de una expansión colonial y neo-colonial de más de 500 años. De ahí que para Lianne Betasamosake Simpson la descolonización epistémica no es suficiente, se requiere de un cambio radical en las formas de ser, vivir y estar en el mundo.
«Extractivismo ontológico»
El extractivismo es una forma de ser y estar en el mundo, es decir, es una forma de existencia, es una ontología.
Dice Lianne Betasamosake Simpson:
Extracting is taking. Actually, extracting is stealing. It is taking without consent, without thought, care or even knowledge of the impacts on the other living things in that environment. That’s always been a part of colonialism and conquest. Colonialism has always extracted the indigenous —extraction of indigenous knowledge, indigenous women, indigenous peoples… Our elders have been warning us about this for generations now— they saw the unsustainability of settler society immediately. Societies based on conquest cannot be sustained, so yes, I do think we’re getting closer to that breaking point for sure. We’re running out of time. We’re losing the opportunity to turn this thing around. We don’t have time for this massive slow transformation into something that’s sustainable and alternative. I do feel like I’m getting pushed up against the wall. Maybe my ancestors felt that 200 years ago or 400 years ago. But I don’t think it matters.[12] (Klein, 2012)
El «extractivismo» es un robo, un saqueo, un pillaje. Es una forma de ser y estar en el mundo, donde se apropia de los demás sin consentimiento y sin pensar ni preocuparse en el impacto negativo que genera en la vida de otros seres vivos (humanos y no humanos). La lógica de la actitud del extractivista ontológico es: «Mientras me beneficie a mí, no me importa las consecuencias sobre los otros seres vivos (humanos o no humanos)». Estas actitudes egocéntricas, estas formas de ser y estar en el mundo, egolátricas, son propias de las sociedades formadas a través de una larga historia de imperialismo, capitalismo, colonialismo y patriarcado, es decir, formadas mediante el saqueo de riquezas, trabajo y conocimientos a los demás pueblos considerados racialmente inferiores y a las mujeres para el beneficio de unos pocos pueblos considerados racialmente superiores u hombres machistas considerados meritorios de privilegios sobre las mujeres porque las ven como recursos por explotar. Las sociedadesimperiales /coloniales/ capitalistas/patriarcales son insostenibles, porque viven de robar y destruir a los demás (humanos y no humanos). Las sociedades basadas en la conquista de humanos y no humanos destruyen las formas de reproducción de la vida. El egocentrismo es propio de la subjetividad asociada al colonialismo y al patriarcado, porque lo que importa es el interés egoísta del hombre masculino colonizador aunque el mismo conlleve destrucción planetaria de humanos y no-humanos. El irracionalismo predomina, porque en el largo plazo se afectan los mismos colonizadores ya que el mito de que los seres humanos existen fuera del cosmos y de la ecología planetaria es falso.
Si destruyes el cosmos y la ecología del planeta, te destruyes a ti mismo. Los sabios de las comunidades ancestrales han estado alertando sobre las consecuencias de esta destrucción occidentalo-céntrica por siglos. Y Lianne Betasamosake Simpson nos anuncia que el tiempo se está agotando porque la destrucción planetaria va acelerándose y estamos perdiendo la oportunidad de mantener la vida planetaria para las futuras generaciones. Continúa diciendo Lianne Betasamosake Simpson:
Extraction and assimilation go together. Colonialism and capitalism are based on extracting and assimilating. My land is seen as a resource. My relatives in the plant and animal worlds are seen as resources. My culture and knowledge is a resource. My body is a resource and my children are a resource because they are the potential to grow, maintain, and uphold the extraction-assimilation system. The act of extraction removes all of the relationships that give whatever is being extracted meaning.[13] (Klein, 2012)
El «extractivismo» y el asimilacionismo van juntos. En la visión del mundo «extractivista» todo se transforma en recurso extraíble para vender como mercancía por una ganancia en el mercado mundial. Esto incluye desde las formas de vida (humanas y no humanas) hasta los artefactos culturales y los conocimientos. Todo es visto como instrumental al sostenimiento de la vida extractivista y asimilacionista. Esta forma de ser despolitiza, descontextualiza y despoja los sentidos lingüísticos y culturales ligados a los artefactos y «objetos» extraídos. De manera que además de extraer de otros para beneficiarse a sí mismo, adicionalmente el «extractivismo» como forma de ser y existir extrae/elimina/sustrae los sentidos a las culturas indígenas para re-significar/asimilar todo dentro de las formas de ser, sentir y pensar occidentalocéntricas. Los artefactos y «objetos» que se extraen tienen sentidos dentro de contextos culturales específicos.
Una canoa, una planta, un tambor, todos tienen sentidos éticos, políticos y espirituales para los pueblos con tradiciones ancestrales. Pero cuando son transferidos a occidente, la canoa se convierte en mercancía, la planta en sustancia alucinógena, y el tambor en ritmo sin espiritualidad. Al sacarse de estos contextos y situarlos en nuevos contextos, se pierden los sentidos y los significados indígenas pasando a ser asimilados a la matriz cultural eurocéntrica de la modernidad.
Este principio de asimilación es epistemicida porque termina destruyendo los saberes y las prácticas ancestrales. Lo que era un principio sagrado de respeto a todas las formas de vida, se convierte en un principio secularizado de destrucción de la vida. Los mismos artefactos, objetos y saberes ancestrales son inscritos/asimilados dentro de otros contextos que le otorgan un sentido y significado muy diferente. Si el «ecologicidio» destruye la vida, el «epistemicidio» y «existencialicidio» consiste en destruir los conocimientos y formas de vida asociadas a los artefactos, saberes y «objetos» extraídos para asimilarlos a la cultura y formas de ser y existencia capitalistas occidentales. Lo que es distinto pierde especificidad al asimilarse a lo mismo. La máquina de la modernidad transforma todo en un mundo desencantado sin alma ni espíritu destruyendo formas de pensar y existir Otras para privilegiar las formas de pensar y existir occidentales. El problema no es que una cultura no tenga derecho a tomar de otras culturas. El problema es cuando una cultura destruye a otra y en el proceso se apropia de sus aportaciones sin dejar ningún rastro en la memoria acerca de los pueblos que las produjeron.
Pasamos del mundo encantado con rituales y respeto hacia otras formas de vida y existencia a un mundo desencantado donde toda forma cultural humana distinta y todo lo clasificado como no-humano pierden su especificidad como sujetos transformándolos en objetos sin vida subsumidos a la destrucción de la vida para los fines ego-céntricos del colonialismo occidental. De manera que es inherente al capitalismo extractivista privilegiar las formas de vida occidentales y destruir todas las otras formas de vida cultural y biológicamente distintas. Estas formas de vida occidentales privilegiadas luego se imponen como las formas ontológicas humanas únicas posibles ontologizando como animalescas e inferiores otras formas de existencia humana cultural y cosmológicamente distintas.
Lianne Betasamosake Simpson termina asociando de manera imbricada esta forma de «vida extractivista» o el «extractivismo ontológico» a la economía-política desarrollista extractivista:
Indigenous communities, particularly in places where there is significant pressure to develop natural resources, face tremendous imposed economic poverty. Billions of dollars of natural resources have been extracted from their territories, without their permission and without compensation. That’s the reality. We have not had the right to say no to development, because ultimately those communities are not seen as people, they are seen as resources.[14] (Klein, 2012)
Sin permiso ni consentimiento, se extraen recursos naturales dejando en pobreza masiva a los pueblos del mundo. Pero estos pueblos no tienen el derecho a una verdadera consulta democrática acerca del desarrollo, porque son vistos en última instancia como no-humanos, es decir, como recursos, objetos que no merecen ser consultados. En la lógica extractivista, no solamente se destruyen genocidamente otros seres vivos humanos y no-humanos, se empobrecen los pueblos, se les extrae, despoja, apropia y destruye epistemicidamente sus conocimientos, sino que al transformar todo en objeto y recurso se elimina la agencia política de los actores cosificados y se elimina toda lógica democrática. El «extractivismo» es una forma de fascismo descarado que va desde el cristianízate o te mato del siglo XVI hasta el civilízate o te mato del siglo XIX, al desarróllate o te mato del siglo XX y al democratízate o te mato del siglo XXI (Grosfoguel, 2011b).
Todos estos proyectos globales coloniales han estado asociados al «extractivízate o te mato» que ha sido una constante desde el siglo XVI.
De ahí que hoy día en América Latina y en el mundo neocolonizado los procesos de «consulta previa» a las comunidades no-occidentales sean una broma de mal gusto. Las transnacionales van comprando con dinero a algunos líderes de los pueblos, y aquellos que resisten se les asesina con la violencia de la limpieza étnica (genocidio) de los aparatos militares o paramilitares. Por ejemplo, en Colombia cuando una comunidad colabora con el proyecto de la multinacional extractivista porque se les ha comprado con dinero, entonces se procede a la «consulta previa» reconocida por la ley. Pero cuando la comunidad resiste, entonces aparecen los grupos paramilitares y se limpia étnicamente el territorio. Luego de las masacres, al no quedar seres humanos en la zona, entonces de manera cínica y perversa se declara nula la consulta previa, porque no habitan seres humanos en la zona. Esta lógica de violencia, muerte y descaro genocida se ha intensificado a nivel planetario con la subida de precios de los metales y minerales producida por la especulación financiera pos-crisis 2008, pero que desde 1492 está con nosotros. Lo podemos ver en otras partes de las Américas y el mundo (Brasil, Sudáfrica, México, etc.). En este saqueo los académicos están implicados al robar conocimientos sin consulta previa ni reconocimiento a sus creadores. El robo epistemicida forma parte del extractivismo global occidentalocéntrico desde la expansión colonial europea hace ya más de quinientos años.
(In)conclusión: ciencia moderna y «extractivismo epistémico»
Parte de lo ocurrido históricamente es que la cristiandad obscurantista, que duró desde el siglo IV con Constantino, hasta el siglo XVII del mundo moderno/colonial, no permitía el desarrollo de la ciencia ni del pensamiento crítico.
Todo lo que cuestionara los dogmas de la iglesia era visto como sospechoso de estar asociado a las fuerzas del demonio. De ahí que Europa se viera obligada a «secularizarse» del poder de la iglesia para poder hacer ciencia y a tomar la ciencia de otras civilizaciones que sí habían desarrollado considerablemente los conocimientos científicos. La más importante fuente de influencia científica por su proximidad fue la civilización islámica.
La ciencia moderna tiene sus orígenes en un acto masivo de «extractivismo epistemológico». Una buena porción de los orígenes de las ciencias y filosofías europeas modernas la toman de los científicos y filósofos musulmanes. Pero con la colonización y la consiguiente destrucción de las otras civilizaciones y sus infraestructuras de producción de conocimiento, la ciencia quedó monopolizada en manos de hombres europeos dejando en decadencia epistémica a los otros pueblos.[15]
Como consecuencia de la construcción racial moderna que hace del hombre europeo un ser racialmente superior a los demás, se construyeron narrativas acerca de la historia de la ciencia donde se borraron las aportaciones de las civilizaciones no-occidentales de los que bebió occidente para producir ciencia y filosofía generándose así el mito racial moderno de que la ciencia tiene sus orígenes en hombres occidentales. De ahí que celebremos a Copérnico y olvidemos a Ibn al-Shatir el científico de Damasco que trescientos años antes desarrolló los teoremas matemáticos precisos que el mismo Copérnico usara o a Al-Biruni el astrónomo musulmán persa que 600 años antes ya había concebido la idea de que la tierra le da la vuelta al sol y gira sobre su eje[16].
Lo mismo ocurrió con la imprenta, la cual se le atribuye a Gutenberg cuando ya existía 900 años antes inventada por los chinos. Lo mismo ocurre con la filosofía griega que llega a Europa vía los filósofos al-andaluces Averroes y Maimónedes. Esta apropiación de conocimientos y borradura de la memoria histórica acerca de los orígenes de la filosofía y la ciencia moderna fue constitutivo al proyecto moderno/ colonial de «extractivismo epistémico» desde sus primeros días a finales del siglo XV hasta nuestros días. Es un proceso extractivista colonial que se va a repetir a lo largo de los siguientes cinco siglos en su versión eurocéntrica de derecha o de izquierda y, más recientemente, en la versión más perversa que se hace nombre de lo «descolonial».
Bibliografía
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Saliba, George. 2007. Islamic Science and the Making of European Rennaissance. Boston, Massachussetts: MIT.
Sousa Santos, Boaventura de. 2010. Epistemologías del sur. México: Siglo XXI.
[1] Aquí estoy articulando la visión de Fanon (1966) con la de Sousa Santos (2010). Para una discusión más detallada de esta articulación, ver Grosfoguel (2011a).
[2] Es obvio que la noción de «condenados de la tierra» es de Fanon (1966). Añado la frase «afortunados de la tierra», porque aunque Fanon no usa este término, está claramente establecido en su obra que no hay condenados sin afortunados en esta civilización destructiva de la vida que nombro como «sistema-mundo capitalista/patriarcal occidentalo-céntrico/cristiano-céntrico moderno/colonial» (Grosfoguel, 2011b)
[3] Todas las citas de la intelectual indígena Lianne Betasamosake Simpson en este artículo se refieren a la siguiente entrevista dirigida por Naomi Klein, que salió publicada en la revista YES Magazine el 5 de marzo de 2013: “Dancing the World into Being: A Conversation with Idle-No-More’s Leanne Simpson” http://www.yesmagazine.org/peace-justice/dancing-the-world-into-being-a-conversation-with-idle-no-more-leanne-simpson
[4] «Cuando hubo una iniciativa para incorporar el conocimiento tradicional en el pensamiento ambiental según Our Common Future [informe divulgado por la Comisión Mundial de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el Desarrollo] a finales de los 80, el enfoque fue muy extractivista: “Tomemos cualquier enseñanza que ustedes puedan tener que nos sirva fuera de su contexto, lejos de sus sabedores, fuera de su lengua, e integrémosla a esta mentalidad asimilacionista”. Es la idea de que el conocimiento tradicional y los pueblos indígenas tienen una especie de secreto de cómo vivir en la tierra de una manera no explotadora que la sociedad en general necesita apropiarse. Pero la actitud extractivista no tiene que ver con tener una conversación y un diálogo y en traer el conocimiento indígena en términos de los pueblos indígenas. Se trata en gran medida de extraer cualquier idea que científicos y ambientalistas pensaron que era buena y asimilarla… ponerla en papel higiénico y vendérsela a la gente. Existe una extracción intelectual, una extracción cognitiva, además de una extracción física. La maquinaria en torno a la promoción del extractivismo es inmensa en términos de la televisión, el cine y la cultura popular». (Klein, 2012
[5] En la «mentalidad extractivista» todo objeto, tecnología o idea producida por las culturas indígenas que les sea útil es extraída y asimilada a las cultura de los colonizadores sin tomar en cuenta a los pueblos que produjeron dichos conocimientos. El saqueo se hace excluyendo de los circuitos de capital simbólico y económico a los pueblos productores de esos «objetos», tecnologías o conocimientos. De esa manera, se les extraen ideas, «objetos» y tecnologías para que otros se beneficien dejando a estos pueblos en la miseria absoluta. Además de ser pueblos expoliados de sus recursos y destruidos en su medio ambiente por el «extractivismo económico», son igualmente expoliados de sus conocimientos y tecnologías por el «extractivismo epistémico».
[6] Ver el minuto 27 con 27 segundos de la entrevista «Conversa del Mundo, Silvia Rivera Cusicanqui y Boaventura de Sousa Santos», que constituye uno de los pilares del proyecto ALICE, dirigido por Boaventura de Sousa Santos en la Universidad de Coimbra, en https://www.youtube.com/watch?v=xjgHfSrLnpU
[7] Para más información acerca de esta crítica a Mignolo y Quijano, ver la entrevista a Ramón Grosfoguel en la revista mexicana Metapolítica http://www.boaventuradesousasantos.pt/media/Grosfoguel%20METAPOLITICA_831.pdf
[8] Soy testigo de haber escuchado a Mignolo decir en foros públicos que el pensamiento indígena en América Latina es una «mina». Esa analogía que asocia el pensamiento indígena con una «mina» es sintomático de la actitud y pensamiento extractivista del cual habla Lianne Betasamosake Simpson. El uso del pensamiento indígena como «mina epistémica» para beneficio propio y hacer una carrera exitosa en las academias del Norte es lo que Silvia Rivera Cusicanqui en el fondo le reprocha a Mignolo. Pero esto ocurre en el caso de Mignolo de manera más perversa que en otros casos porque su discurso extractivista colonial se hace a nombre de la «decolonización epistemológica».
[9] Ver el excelente artículo Lajo (2010). Ver también su artículo: ¿Imaninantataq Suma Kausay? en: https://sites.google.com/site/machaqmara/imaninantataqsumaqkausay. Ver también esta entrevista a Javier Lajo en enero de 2010: http://www.permahabitante.com.ar/javier_lajo.php Ver más artículos de Javier Lajo en: http://www.herbogeminis.com/IMG/pdf/Escritos_Javier_Lajo.pdf Ver artículos mas recientes en: http://hawansuyo.com/category/javier-lajo/
[10] «…un cambio de la mentalidad de considerar al pueblo indígena como un recurso por extraer a considerarnos pueblos y naciones inteligentes, articulados, relevantes, vivos, respirando. Creo que eso requiere que las personas y las comunidades y la gente desarrolle relaciones justas y significativas y auténticas con nosotros… Tenemos muchas ideas sobre cómo vivir amablemente en nuestro territorio de manera que tengamos jurisdicciones separadas y naciones separadas, en un territorio compartido. Creo que hay una responsabilidad por parte de la comunidad y la sociedad dominantes de idear una manera de vivir de manera más sostenible y de sustraernos al pensamiento extractivista. Y hacerse cargo de su propio trabajo y de su responsabilidad de idear una manera de vivir con responsabilidad y de responder a las próximas generaciones. Para mí, ese es un cambio que la sociedad canadiense debe asumir, es su responsabilidad. Nuestra responsabilidad es seguir recuperando ese conocimiento, recuperar esas prácticas, recobrar las historias y las filosofías, y reconstruir nuestros países desde dentro hacia fuera». (Klein, 2012 traducción de María Luisa Valencia)
[11] «La alternativa al extractivismo es la reciprocidad profunda» (traducción de María Luisa Valencia).
[12] «Extraer es tomar. En realidad, extraer es robar. Es tomar sin consentimiento, sin pensar, sin cuidar y siquiera sin conocer los impactos en los demás seres vivos de ese entorno. Esa ha sido siempre parte del colonialismo y la conquista. El colonialismo siempre ha extraído lo indígena —extracción de conocimiento indígena, de mujeres indígenas, de pueblos indígenas… Nuestros mayores nos han estado alertando de esto por generaciones ya; ellos enseguida vieron la insostenibilidad de la sociedad colonizadora. Las sociedades fundadas en la conquista no pueden sostenerse, así que sí, pienso que nos estamos acercando más a ese punto de quiebre sin lugar a dudas. Se nos acaba el tiempo. Perdemos la oportunidad de cambiar esto. No tenemos tiempo para esta lenta transformación masiva en algo que sea sostenible y alternativo. Siento como si me empujaran contra la pared. Quizás mis ancestros sintieron lo mismo hace 200, 400 años. Pero no creo que importe». (Klein, 2012 traducción de María Luisa Valencia)
[13] «Extracción y asimilación van de la mano. El colonialismo y el capitalismo están cimentados en la extracción y la asimilación. Mi tierra es vista como un recurso. Mis parientes en los mundos animal y vegetal son vistos como recursos. Mi cultura y mi conocimiento es un recurso. Mi cuerpo es un recurso y mis hijos son un recurso, porque son la posibilidad de expandir, mantener y sostener el sistema de extracción-asimilación. El acto de la extracción suprime todas las relaciones que den sentido a lo que sea que es esté extrayendo». (Klein, 2012 traducción de María Luisa Valencia)
[14] Las comunidades indígenas, en particular en lugares en los que hay una presión importante por desarrollar los recursos naturales, enfrentan una enorme pobreza económica impuesta. Miles de millones de dólares en recursos naturales se han extraído de sus territorios, sin su autorización y sin compensación. Esa es la realidad. No hemos tenido el derecho de decirle no al desarrollo, porque a fin de cuentas a esas comunidades no se las considera personas, se las considera recursos. (Klein, 2012 traducción de María Luisa Valencia)
[15] Grosfoguel (2013).
[16] Sobre la deuda de Copérnico con los astrónomos islámicos, ver Saliba (2007)