Del “extractivismo económico” al “extractivismo epistémico” y al “extractivismo ontológico”: una forma destructiva de conocer, ser y estar en el mundo. Ramón Grosfoguel. 2016

Introducción

Este  artículo  intenta  establecer  un  diálogo  con  tres  intelectuales  activistas  de   las  Américas:  Alberto  Acosta,  Silvia  Rivera  Cusicanqui  y  Leanne  Betasamosake  Simpson.  La  idea  es  pensar  «junto  y  con»  intelectuales-activistas  que  han  producido un pensamiento crítico importante frente a diversas manifestaciones del «extractivismo». Pongo entre comillas el término, porque en este ensayo no  pretendo  abordar  ni  ofrecer  una  definición  acerca  del  «extractivismo». 

Estoy  consciente  de  definiciones  analíticamente  más  circunscritas  y  rigurosas  del  término.  Por  ejemplo,  la  definición  que  provee  Eduardo  Gudynas  contribuye  a  poner  límites  al  uso  indiscriminado  del  término  «extractivismo»:  «…el  extractivismo es aquí definido como un tipo de extracción de recursos naturales, en  gran  volumen  o  alta  intensidad,  y  que  están  orientados  esencialmente  a  ser  exportados como materias primas sin procesar, o con un procesamiento mínimo» (Gudynas, 2013: 4).

El  extractivismo  en  esta  definición  está  más  asociado  a  las  «economías  de  enclave», tal como Cardoso y Faletto (1969) las definieron en los años sesenta.

Una  consecuencia  de  la  definición  de  Gudynas  es  que  no  toda extracción  es  extractivista  y  no  todo  extractivismo  es  sinónimo  de  minería  o  agricultura,  lo  cual «no conlleva estar en contra de todo tipo de uso minero o agrícola, sino deuna forma específica de llevarlo adelante» (Gudynas, 2013), es decir, se trata de la extracción de materias primas y recursos naturales asociados a «los casos que están orientados y dependen de la globalización» (Gudynas, 2013).

El  autor  nos  propone  el  concepto  de  extrahección  dentro  de  los  procesos   extractivistas. La extrahección es cuando el proceso extractivista envuelve violación de derechos y violencia contra los seres humanos que habitan en las comunidades afectadas.  Se  «arranca»  los  recursos  naturales  imponiéndose  con  violencia,  quebrándose  el  marco  de  derechos,  y  violándose  los  derechos  humanos  y  de  la  naturaleza.  Por  supuesto  que,  dada  la  definición  analíticamente  más  restrictiva  que provee Gudynas, habría procesos de extrahección que no son extractivistas.

La definición de Gudynas y su propuesta de distinguir extracción, extractivismo y extrahección proveen un marco conceptual con el cual pensar las especificidades del «extractivismo» desde la experiencia latinoamericana.

Sin embargo, en este trabajo lo que intento hacer es ver cómo han usado el término otros  pensadores  y  pensadoras  activistas/intelectuales  críticos,  usando  conceptos  que me han parecido muy sugestivos para discutir y abrir un debate. Me refiero a los  conceptos de «extractivismo epistémico» y «extractivismo ontológico». No pretendo ofrecer definiciones finalizadas sobre estos términos.

Los pongo entre comillas para no presentar estos términos como conceptos ya elaborados y terminados, sino como parte de una investigación en proceso que busca abrir un debate. Estoy consciente del riesgo del uso del término «extractivismo» para hablar de apropiaciones epistémicas y ontológicas. No se pueden solapar los procesos «extractivistas económicos» con los procesos  de  apropiación  «extractivistas  epistémicos»  y  «extractivistas  ontológicos» como  si  fueran  equivalentes. 

Sin  embargo,  intuyo  que  hay  una  fuerte  relación  entre todos ellos. Quizás sería más adecuado ver el «extractivismo epistémico» y el «extractivismo ontológico» como las condiciones que hacen posible el «extractivismo económico».  Lo  que  todos  tienen  en  común  es  una  actitud  de  cosificación  y  destrucción  producida  en  nuestra  subjectividad  y  en  las  relaciones  de  poder  por  la civilización «capitalista/patriarcal occidentalocéntrica/cristianocéntrica moderna/colonial»  frente  al  mundo  de  la  vida  humana  y  no-humana. 

La  cosificación  es  el  proceso  de  transformar  los  conocimientos,  las  formas  de  existencia  humana,  las  formas de vida no-humana y lo que existe en nuestro entorno ecológico en «objetos»  por  instrumentalizar,  con  el  propósito  de  extraerlos  y  explotarlos  para  beneficio  propio sin importar las consecuencias destructivas que dicha actividad pueda tener sobre otros seres humanos y no-humanos.

«Extractivismo económico»

El   extractivismo   sigue   siendo   uno   de   los   procesos   de   explotación   más   problemáticos  hoy  día  no  solamente  en  América  Latina,  sino  también  en  el  mundo. En la división internacional del trabajo, el extractivismo es el mecanismo que vincula la explotación de recursos naturales y materias primas en la periferia, con todas sus consecuencias nefastas para la vida de los trabajadores mineros, sus comunidades y el medio ambiente, con proyectos científicos como el CERN en Suiza, los chips de las computadoras y los iphones.

 El «extractivismo económico» tiene consecuencias que no se remiten solamente a la pauperización económica de los trabajadores mineros, sino también a los procesos destructivos de la vida y la ecología planetarias.

A partir del colapso financiero de las bolsas de valores en el 2008 y del ascenso de  China  con  sus  necesidades  de  materias  primas  para  su  industrialización  occidentalo-céntrica  y  ecodestructiva  imitando  tecnologías  nordocéntricas,  los  precios de los metales se elevaron a niveles nunca antes vistos. Esto ha producido una  especulación  financiera  a  través  de  las  industrias  extractivistas  en  las  bolsas  de  valores  del  mundo  con  consecuencias  ecológicas  nefastas  a  nivel  planetario. 

Las consecuencias pasan no solamente por la destrucción ecológica, sino también por la violencia que usan para desplazar a seres humanos de sus territorios, cuya mayoría son sujetos racializados en las «zonas del no-ser» del sistema-mundo. Las víctimas de estos procesos en el mundo son  los  pueblos  clasificados  como  no-occidentales que en el caso de América Latina  son  fundamentalmente  poblaciones  indígenas  y  afros.  Dicha  violencia  ejercida  por  actores  armados,  tanto  públicos  como  privados  busca  limpiar  étnicamente los territorios para que las compañías mineras tomen posesión de la tierra y sus recursos, sobre todo cuando las comunidades no se venden por dinero y organizan resistencias a la destrucción extractivista.

Esta explotación extractivista no es nueva. Tiene una larga historia, a partir de la expansión colonial europea en 1492. Como muy bien lo explica el ecuatoriano Alberto Acosta:

El  extractivismo  es  una  modalidad  de  acumulación  que  comenzó  a  fraguarse masivamente hace 500 años. Con la conquista y la colonización de  América,  África  y  Asia  empezó  a  estructurarse  la  economía  mundial:  el sistema capitalista. Esta modalidad de acumulación extractivista estuvo determinada desde entonces por las demandas de los centros metropolitanos del  capitalismo  naciente.  Unas  regiones  fueron  especializadas  en  la  extracción y producción de materias primas, es decir, de bienes primarios, mientras que otras asumieron el papel de productoras de manufacturas. Las primeras exportan Naturaleza, las segundas la importan. (Acosta, 2012)

Como Europa era un gran mercado de productos provenientes de Asia hasta el siglo XIX, la plata y el oro que los europeos obtuvieron mediante las industrias extractivistas en las Américas terminaron en China y la India desde el siglo XVI hasta el siglo XVIII.

Este sistema capitalista mundial que comienza con la expansión colonial europea de  1492,  se  constituye  desde  el  comienzo  según  una  división  internacional  del  trabajo  en  centros  metropolitanos  y  países  periféricos,  donde  unos  exportan  materias primas y otros exportan productos manufactureros. Sin la conquista de África, Asia y América no habría capitalismo mundial. De manera que estamos hablando  de  un  sistema  que  es  capitalista  y  colonialista  desde  su  nacimiento

Sin colonialismo y dominación colonial, no hubiera mercado capitalista global.

El  colonialismo  es  constitutivo  del  capitalismo.  Uno  es  inherente  al  otro.  De  manera  que  no  habitamos  en  un  sistema  puramente  capitalista.  Habitamos  un  capitalismo  histórico  que  es  inherentemente  colonial  y,  por  tanto,  racial

Esto  último  está  implícito  en  el  texto  de  Alberto  Acosta.  Continuemos  con  su  definición de extractivismo:

Para  intentar  una  definición  comprensible  utilizaremos  el  término  de  extractivismo cuando nos referimos a aquellas actividades que remueven grandes volúmenes de recursos naturales que no son procesados (o que lo son limitadamente), sobre todo para la exportación. El extractivismo no  se  limita  a  los  minerales  o  al  petróleo.  Hay  también  extractivismo  agrario, forestal e inclusive pesquero.

En la práctica, el extractivismo, ha sido un mecanismo de saqueo y apropiación colonial y neocolonial. Este extractivismo,  que  ha  asumido  diversos  ropajes  a  lo  largo  del  tiempo,  se  ha  forjado  en  la  explotación  de  las  materias  primas  indispensables  para  el  desarrollo  industrial  y  el  bienestar  del  Norte  global.  Y  se  lo  ha  hecho sin importar la sustentabilidad de los proyectos extractivistas, así como  tampoco  el  agotamiento  de  los  recursos.  Lo  anterior,  sumado  a  que  la  mayor  parte  de  la  producción  de  las  empresas  extractivistas  no  es  para  consumo  en  el  mercado  interno,  sino  que  es  básicamente  para   exportación. (Acosta, 2012)

Aquí  vemos  cómo  el  extractivismo  significa  remover  volúmenes  de  recursos  naturales  que  no  son  procesados  (o  al  menos  procesados  limitadamente)  para  la  exportación, y es mucho más que simplemente extracción de minerales o petróleo.

El extractivismo se extiende a la agricultura, la pesca, y los bosques. El extractivismo es  un  saqueo  y  despojo  que  vemos  desarrollarse  desde  la  época  colonial  hasta  el  neocolonialismo neoliberal de nuestros días. Se trata del saqueo, despojo, robo, y apropiación de recursos del sur global (el sur del norte y el sur dentro del norte) para el  beneficio  de  unas  minorías  demográficas  del  planeta  consideradas  racialmente  superiores, que componen el norte global (el norte del sur y el norte dentro del sur) y que constituyen las elites capitalistas del sistema-mundo. Peor aún, el extractivismo es central a la destrucción de la vida en todas sus formas.

Aquí usamos «sur global» no como una geografía, sino como una posicionalidad en relaciones de poder y dominación de «occidente» sobre el mundo «no-occidental”.

El  extractivismo  sigue  al  pie  de  la  letra  el  concepto  occidentalocéntrico  de  «naturaleza».  El  problema  con  el  concepto  de  «naturaleza»  es  que  sigue  siendo  un concepto colonial, porque la palabra está inscrita en el proyecto civilizatorio de  la  modernidad.  Por  ejemplo,  en  otras  cosmogonías  la  palabra  «naturaleza»  no aparece, no existe, porque la llamada «naturaleza» no es objeto sino sujeto y forma parte de la vida en todas sus formas (humanas y no-humanas).

Entonces, la  noción  de  naturaleza  ya  es  de  suyo  euro-céntricaoccidentalo-céntrica,  y  antropocéntrica.  Es  un  concepto  muy  problemático  porque  implica  la  división  entre sujeto (humano) y objeto (naturaleza), donde el sujeto (humano) es el que tiene  vida,  y  todo  lo  demás  es  «naturaleza»  considerada  como  objetos  inertes. 

Por consiguiente, sus formas de vida son inferiores a la humana y están inscritas en la lógica instrumental de medios-fines de la racionalidad occidental donde la «naturaleza» se convierte en un medio para un fin. En resumen, en la cosmovisión dualista cartesiana occidentalo-céntrica, lo humano es concebido como exterior a la naturaleza y la naturaleza como un medio para un fin.

Cuando esa racionalidad es  aplicada  en  la  producción  de  tecnológica  como  ha  sido  el  caso  durante  los  últimos cinco siglos de modernidad, tienes la racionalidad de la destrucción de la  vida  porque  cualquier  tecnología  que  se  construya  a  partir  de  la  noción  de  «naturaleza»  entendida  de  esta  manera  dualista  occidental-céntrica  va  a  tener  inscrita dentro de sí-misma la racionalidad de la destrucción de la vida, ya que no tiene pensada la reproducción de la vida. Por tanto, es una noción problemática de la dominación ejercida por la colonialidad del poder, el saber y el ser.

Por el contrario, en las cosmovisiones «no-occidentales» de las epistemologías del sur (Sousa Santos, 2010) —que no participan de la visión dualista del mundo, sino que tienen dentro de sí la noción holística de diversidad dentro de la unicidad (por ejemplo, la «Pachamama» en los indígenas andinos, «Twaheed» en el Islam, «Ubundu» en África, etc.)— hay una visión completamente distinta.

En la visión holística no existe «naturaleza», sino el «cosmos» y todos estamos al interior del mismo  como  formas  de  vida  interdependientes  que  co-existen  entre  sí.  Esto  produce la racionalidad de que la vida humana no está fuera del sistema ecológico y  es  dependiente  de  las  otras  formas  de  vida.  La  vida  humana  es  concebida  al  interior  de  la  ecología  planetaria  y,  por  tanto,  si  destruyes  tu  eco-sistema  o  las  otras  formas  de  vida  a  tu  alrededor  te  destruyes  a  ti  mismo

De  manera  que  la  ecología  y  sus  diversas  formas  de  vida  y  existencia  no  son  un  medio  hacia  otro  fin sino un fin en sí mismo. Cualquier tecnología que se construye a partir de ese principio lleva dentro de sí la racionalidad de la reproducción de la vida.

Es importante señalar el cómo un principio cosmológico tan sencillo como éste tiene consecuencias enormes para la producción/reproducción de la vida (humana y no humana), para el cosmos y para la ecología planetaria.

La modernidad es un proyecto civilizatorio y, como dicen los(as) pensadores(as) críticos indígenas del planeta, constituye una civilización de muerte porque ha destruido más formas de vida (humana y no humana) que ninguna otra civilización en la historia de la humanidad

La  modernidad  es  una  civilización  «ecologicida»  al  punto  que  hoy  día no sabemos si la especie humana u otras especies sobrevivirán a la civilización occidental. La descolonización de la visión occidentalo-céntrica del cosmos hacia visiones más holísticas es fundamental para el futuro de la vida en el planeta.  El extractivismo es una de esas industrias destructoras de la vida que llevan dentro de sí la racionalidad destructiva de la civilización occidental.

Si  observamos  lo  que  ocurre  en  los  lugares  de  producción  extractivistas,  en  los  espacios  de  la  periferia  considerados  como  zonas  del  no-ser  planetario  por  considerárselos habitados por sujetos racialmente inferiores, por los condenados de la tierra  (Fanon, 1966), la materialidad de la dominación pasa por el despojo y la violencia (Sousa Santos, 2010).

En lugares de extracción de cobre, como Chile, o de extracción de oro, como Colombia, estas compañías extractivistas destruyen el equilibrio ecológico del lugar produciendo enfermedades a los habitantes de la zona  y  practican  formas  de  violencia  brutales  contra  los  trabajadores  o  pueblos  que  se  rebelan.  Mientras  tanto,  en  las  zonas  de  ser  donde  habitan  aquellos  que  son considerados racialmente superiores y, por tanto, los afortunados de la tierra, se  disfruta  de  los  objetos  finalizados  que  producen  muerte  en  los  lugares  de  extracción.

Los chips de cobre para las computadoras o iphones y los materiales de oro para las joyas y los conductores de información, son todos objetos cuyo disfrute  no  está  al  alcance  de  los  sujetos  humanos  que  producen  en  las  zonas  del no-ser mineras. En las zonas del ser el sistema administra los conflictos con mecanismos  de  regulación  y  emancipación,  mientras  que  los  conflictos  en  las  zonas  del  no  ser  se  deciden  mediante  mecanismos  de  violencia  y  desposesión[1].

Mientras  en  un  lado  se  produce  vida,  en  el  otro  lado  se  produce  muerte.  Las  formas de disfrute de la vida en un lado tienen como condición de posibilidad la  destrucción  de  la  vida  en  el  otro  lado.  Los  afortunados  de  la  tierra  viven  a  costa de los condenados de la tierra[2]. La muerte en un lado produce vida en el otro. Este sistema de injusticia global está en el centro de la discusión acerca del extractivismo. Como dice Acosta:

El  extractivismo  ha  sido  una  constante  en  la  vida  económica,  social  y  política  de  muchos  países  del  Sur  global.  Así,  con  diversos  grados  de  intensidad, todos los países de América Latina están atravesados por estas prácticas.  Esta  dependencia  de  las  metrópolis,  a  través  de  la  extracción  y  exportación  de  materias  primas,  se  mantiene  prácticamente  inalterada  hasta  la  actualidad….

Por  lo  tanto,  más  allá  de  algunas  diferenciaciones  más  o  menos  importantes,  la  modalidad  de  acumulación  extractivista  parece estar en la médula de la propuesta productiva tanto de los gobiernos neoliberales como de los gobiernos progresistas. (Acosta, 2012)

He  citado  extensamente  a  Alberto  Acosta,  porque  ha  sintetizado  de  manera  brillante  la  economía-política  del  extractivismo.  De  la  misma  forma  que  frente  al  racismo,  frente  al  extractivismo  no  hay  diferencias  entre  gobiernos  occidentalizados  de  izquierda  o  de  derecha.  La  explotación,  la  destrucción  y  la  violencia producidas por las transnacionales extractivistas reproducen las mismas prácticas sin importar el carácter del gobierno de turno. Y frente a sus víctimas, estos  gobiernos  también  se  comportan  en  algunos  casos  con  iguales  dosis  de  violencia.

Forma parte de la lógica occidentalocéntrica de izquierda o de derecha la ideología del desarrollismo, y frente a este fin todos los medios quedan justificados, incluida la destrucción y la violencia contra todas las formas de vida (humanas y  no-humanas)  como  resultado  del  extractivismo.  De  la  economía-política  del  extractivismo se ha escrito bastante.

Quizás haga falta más estudios acerca de cómo la izquierda occidentalizada —ver lo que han sido los gobiernos de izquierda en Bolivia, Venezuela y Ecuador— en su eurocentrismo epistemológico reproducen la  misma  visión  y  prácticas  desarrollistas  extractivistas  que  los  gobiernos  de  derecha, ya que comparten la misma visión eurocéntrica del universo.

Con esto no  niego  la  diferencia  cualitativa  que  representan  estos  gobiernos  de  izquierda  frente a las maquinarias neoliberales que existían en estos países en el pasado. El problema es que ser de izquierda no es garantía frente al tema de la destrucción de  la  vida  producida  por  las  lógicas  desarrollistas  occidentalocéntricas.  Pero  en  este ensayo lo que pretendo hacer es discutir otras dimensiones del extractivismo como el «extractivismo epistémico» y el «extractivismo ontológico» como formas destructivas de pensar, ser y estar en el mundo.

«Extractivismo epistémico»

El  «extractivismo  cognitivo»  es  un  concepto  lanzado  desde  principios  del  2013  por  Leanne  Betasamosake  Simpson,  intelectual  indígena  del  pueblo  Mississauga Nishnaabeg, en Canadá. Su pensamiento ha extendido el concepto de  «extractivismo  económico»  a  nuevas  zonas  de  las  prácticas  de  dominación  coloniales.   Comencemos   por   citar   lo   siguiente   acerca   de   lo   que   Lianne   Betasamosake Simpson[3] llama extractivismo cognitivo:

When there was a push to bring traditional knowledge into environmental thinking  after  Our  Common  Future,  [a  report  issued  by  the  United  Nations  World  Commission  on  Environment  and  Development]  in  the  late  1980s,  it  was  a  very  extractivist  approach:    ‘Let’s  take  whatever  teachings  you  might  have  that  would  help  us  right  out  of  your  context,  right away from your knowledge holders, right out of your language, and integrate them into this assimilatory mindset.’

It’s the idea that traditional knowledge  and  indigenous  peoples  have  some  sort  of  secret  of  how  to  live  on  the  land  in  a  non-exploitive  way  that  broader  society  needs  to  appropriate. But the extractivist mindset isn’t about having a conversation and  having  a  dialogue  and  bringing  in  indigenous  knowledge  on  the  terms  of  indigenous  peoples.  It  is  very  much  about  extracting  whatever  ideas  scientists  or  environmentalists  thought  were  good  and  assimilating  it…  put  it  onto  toilet  paper  and  sell  it  to  people.  There’s  an  intellectual  extraction, a cognitive extraction, as well as a physical one. The machine around  promoting  extractivism  is  huge  in  terms  of  TV,  movies,  and  popular culture (Klein, 2012).[4]

Aquí   vemos   cómo   Lianne   Betasamosake   Simpson   toma   el   concepto   de   «extractivismo» y lo extiende a nuevos territorios epistémicos para caracterizar una actitud frente al conocimiento. Ella usa aquí el ejemplo del proyecto de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, donde se apropian las ideas de los pueblos  indígenas  del  mundo  para  colonizarlas  asimilándolas  al  conocimiento  occidental. 

Al asimilar, es decir, al subsumir estos conocimientos de los pueblos al  conocimiento  occidental  se  les  quita  la  radicalidad  política  y  la  cosmogonía  crítica  «alternativa»,  para  mercadearlos  mejor  o  simplemente  extraerlos  de  una  matriz epistémica más radical para despolitizarlos.

El «extractivismo» intelectual, cognitivo  o  epistémico  trata  de  una  mentalidad  que  no  busca  el  diálogo  que  conlleva  la  conversación  horizontal,  de  igual  a  igual  entre  los  pueblos  ni  el  entender  los  conocimientos  indígenas  en  sus  propios  términos,  sino  que  busca  extraer  ideas  como  se  extraen  materias  primas  para  colonizarlas  por  medio  de  subsumirlas al interior de los parámetros de la cultura y la episteme occidental.

El «extractivismo epistémico» expolia ideas (sean científicas o ambientalistas) de las comunidades indígenas, sacándolas de los contextos en que fueron producidos para   despolitizarlas   y   resignificarlas   desde   lógicas   occidentalo-céntricas.  

El   objetivo del «extractivismo epistémico» es el saqueo de ideas para mercadearlas y transformarlas en capital económico o para apropiárselas dentro de la maquinaria académica  occidental  con  el  fin  de  ganar  capital  simbólico.  En  ambos  casos,  se  los  descontextualiza  para  quitarles  contenidos  radicales  y  despolitizarlos  con  el  propósito de hacerlos más mercadeables. En la «mentalidad extractivista» se busca la  apropiación  de  los  conocimientos  tradicionales  para  que  las  corporaciones  transnacionales  tramiten  patentes  privadas  o  para  que  los  académicos  de  las  universidades occidentalizadas simulen haber producido ideas «originales» como si  tuvieran  los  «copyrights» de  la  idea. 

En  este  pillaje  y  saqueo  epistemológico  son  cómplices  la  maquinaria  económica/académica/política/militar  imperial  de  Occidente  y  sus  gobiernos  títeres  del  tercer  mundo  dirigidos  por  las  elites  occidentalizadas.

Sigue Lianne Betasamosake Simpson:

In this kind of thinking, every part of our culture that is seemingly useful to  the  extractivist  mindset  gets  extracted.  The  canoe,  the  kayak,  any  technology that we had that was useful was extracted and assimilated into the culture of the settlers without regard for the people and the knowledge that created it. (Klein, 2012)[5]

La  crítica  de  Silvia  Rivera  Cusicanqui  a  conocidos  pensadores  de  la  red  modernidad/colonialidad

Aunque no usa estos términos, podemos encontrar en la obra de la boliviana Silvia Rivera Cusicanqui planteamientos similares acerca del «extractivismo epistémico» y ontológico del que habla Lianne Betasamosake Simpson. Veamos lo que dice Silvia Rivera Cusicanqui en una entrevista que le hizo Boaventura de Sousa Santos:

«En   este   tipo   de   pensamiento,   cada   parte   de  nuestra  cultura  que  pueda  parecer  útil  a  la  mentalidad  extractivista  se  extrae.  La  canoa,  el  kayak,  cualquier  tecnología  que  tuviéramos  que  fuera  útil  fue  extraída  y  asimilada  a  la  cultura  de  los  colonizadores  sin  consideración  del  pueblo  y  del  conocimiento  que  la  crearon».  (Klein,  2012 traducción de María Luisa Valencia).

La palabra legítima le pertenece a los de arriba, los de abajo dan insumos. Lo  mismo  que  en  todo  sistema  de  conocimiento,  nosotros  producimos  materia prima y nos devuelven producto elaborado. [6]

Para   el   «extractivismo   epistémico»,   la   teoría   que   se   apropian   aparece   «produciéndola» en su «originalidad» el Norte global, mientras que los pueblos del  Sur  global  se  limitan  a  producir  insumos,  experiencias  que  luego  son  apropiadas   en   el   norte   y   devueltas   como  teorías  elaboradas.  Aunque  no  usa el término, este señalamiento de Silvia Rivera Cusicanqui describe el proceso que  la  indígena  Lianne  Betasamosake  Simpson  nombra  como  extractivismo  cognitivo.

Es muy interesante ver cómo alguien vinculado al pueblo Aymara en Bolivia  apunta  hacia  cosas  muy  similares  dichas  por  otra  persona  vinculada  al  pueblo Mississauga Nishnaabeg en Canada.

Pero, como bien nos alerta Silvia Rivera Cusicanqui, podemos ver cómo formas de  «extractivismo  epistémico»  vuelven  a  colonizar  de  manera  perversa  los  conocimientos del Sur, pero esta vez a nombre de una supuesta «descolonización epistémica».

Ella dice refiriéndose a Walter Mignolo:

Los  Mignolo  y  compañía  han  construído  un  pequeño  imperio  dentro  del  imperio,  recuperando  estratégicamente  los  aportes  de  la  escuela  de  los  estudios  de  la  subalternidad  de  la  India  y  de  múltiples  vertientes  latinoamericanas   de   reflexión   crítica   sobre   la   colonización   y   la   descolonización… Al Dr. Mignolo se le dio en una época por alabarme, quizás poniendo en práctica un dicho del sur de Bolivia que dice «alábenlo al tonto que lo verán trabajar». Retomaba ideas mías sobre el colonialismo interno  y  sobre  la  epistemología  de  la  historia  oral,  y  las  regurgitaba  enredadas  en  un  discurso  de  la  alteridad  profundamente  despolitizado  (Rivera Cusicanqui, 2010, pp. 58 y 64).

Estas  apropiaciones  extractivistas  descontextualizadas  y  despolitizadas  del  conocimiento  del  Sur  por  parte  de  los  académicos  del  Norte  global  forman  parte  de  las  jerarquías  de  producción  de  conocimiento  epistémicamente  racistas,  donde  de  manera  perversa  se  borra  la  autoría  de  los  pensadores  y  pensadoras del Sur y se la reemplaza por pensadores del Norte. Refiriéndose a una experiencia con una revista académica anglosajona, donde la obligaban a  citar  a  Quijano  y  a  Mignolo  sobre  teorías  que  ella  misma  y  otros  autores  latinoamericanos  habían  producido  décadas  antes  que  ellos,  nos  dice  lo  siguiente Silvia Rivera Cusicanqui:

través  del  juego  del  quién  cita  a  quién,  se  estructuran  jerarquías  y  acabamos teniendo que comer, regurgitado, el pensamiento descolonizador que  las  poblaciones  e  intelectuales  indígenas  de  Bolivia,  Perú  y  Ecuador  habíamos producido independientemente. Y este proceso se inició en los años 1970 —el trabajo de Pablo González Casanovas, casi nunca citado, sobre  «el  colonialismo  interno»  se  publicó  en  1969—,  cuando  Mignolo  y  Quijano  estaban  todavía  militando  en  el  marxismo  positivista  y  en  la   visión lineal de la historia. (Rivera Cusicanqui, 2010: 66)

Esta  llamada  a  la  precaución  que  hace  Silvia  Rivera  Cusicanqui  acerca  de  cómo  conocimientos  producidos  en  América  Latina  se  reciclan  ahora  como  algo  original  de  unos  pocos  autores  reconocidos  en  las  academias  del  Norte  aun cuando sean de origen latinoamericano, nos recuerda que el «extractivismo epistémico»  puede  ocurrir  incluso  con  autores  que  hablan  a  nombre  de  la  descolonización epistemológica. La crítica de Silvia Rivera Cusicanqui a Walter Mignolo  y  Aníbal  Quijano  es  muy  parecida  a  lo  que  Lianne  Betasamosake  Simpson llama «extractivismo cognitivo».  Hay dos problemas para destacar en la crítica de Cusicanqui. Por un lado, el problema de fondo de la crítica a Aníbal Quijano es su racismo epistémico, que inferioriza los conocimientos indígenas, mestizos y afros, mientras al mismo tiempo toma ideas de ellos sin nunca citar a los intelectuales mestizos, indígenas o afros que las produjeron. Por otro lado, el problema de fondo que le reprocha ella a alguien como Mignolo es cómo se apropia de ideas de pensadores(as) que provienen de los pueblos en lucha sin ningún compromiso político con los movimientos sociales ni las luchas de los pueblos  indígenas  y  afros.  Produce  conocimientos  sin  ligar  su  escritura  y  su  actividad a la lucha por la liberación de los pueblos, sino para adquirir capital simbólico, capital económico y crédito académico en las academias del Norte global. En eso consiste la descontextualización y la despolitización que ejerce el «extractivismo epistémico» en su versión racista epistémica de Quijano y en su versión populista epistémica de Mignolo.[7]

Para reafirmar la crítica de Silvia Rivera Cusicanqui, me pareció muy curioso que en un artículo reciente Walter Mignolo hiciera referencia a algunos postulados teóricos    de    Lianne    Betasamosake    Simpson, pero sin mencionar nunca la crítica  radical  de  ella  al«extractivismo  epistémico»  y  ontológico  (Mignolo,  2014:  21-52).  Hubiera  sido  interesante  si  Mignolo  se  hubiera  tomado  en  serio  este  concepto  para  hacer  una  reflexión  autocrítica  al  respecto.  Sin  embargo,  ni  siquiera  menciona  el  concepto.  Toma  de  Betasamosake  Simpson  ciertos  elementos  despolitizándolos,  y  deja  de  lado  la  radicalidad  de  su  pensamiento  ignorando  los  aspectos  que  atañen  a  una  crítica  radical  de  la  epistemología  extractivista  colonial  que  usan  los  «Mignolos  y  compañías»[8].

Si  el  extractivismo  es  una  manera  de  pensar  y  producir  conocimientos,  entonces  el  problema  puede  reproducirse  muy  fácilmente  por  autores blancos y mestizos latinoamericanos con conocimientos producidos por pueblos  indígenas  y  afros  en  las  Américas.  El  mismo  Quijano  en  un  artículo  reciente sobre el buen vivir (Quijano, 2012) se apropia del pensamiento crítico que  han  producido  intelectuales  indígenas  en  la  zona  andina  acerca  de  este   concepto sin citar a ninguno. De hecho, de veinte referencias bibliográficas que se hacen en el artículo de Aníbal Quijano sobre el buen vivir, unas diecisiete son a él mismo, una referencia es a un historiador británico especialista en historia de la Antigüedad y dos más son a dos de sus discípulos mestizos. Ningún pensador(a) indígena es mencionado(a) o referenciado(a) en dicho artículo. Si hay un tema en el que los intelectuales indígenas andinos han hecho una gran contribución es precisamente en el tema del buen vivir. Nuevamente, se extrae un concepto que ha sido producido por el mundo indígena y elaborado por sus intelectuales sin reconocer a ninguno. Incluso un intelectual indígena-amazónico en el Perú tan reconocido como Javier Lajo, que ha escrito extensamente sobre el tema del buen vivir[9], no es siquiera mencionado en el artículo del intelectual mestizo peruano Aníbal  Quijano,  reproduciendo  las  prácticas  más  nefastas  del  «extractivismo  epistémico».

Nos dice Lianne Betasamosake Simpson que la alternativa a esta forma colonial de saqueo epistémico que produce el extractivismo cognitivo es la siguiente:

…a shift in mindset from seeing indigenous people as a resource to extract  to  seeing  us  as  intelligent,  articulate,  relevant,  living,  breathing  peoples  and nations. I think that requires individuals and communities and people to  develop  fair  and  meaningful  and  authentic  relationships  with  us…We have a lot of ideas about how to live gently within our territory in a  way where we have separate jurisdictions and separate nations but over a  shared territory. I think there’s a responsibility on the part of mainstream community and society to figure out a way of living more sustainably and  extracting themselves from extractivist thinking. And taking on their own

work  and  own  responsibility  to  figure  out  how  to  live  responsibly  and   be  accountable  to  the  next  seven  generations  of  people.  To  me,  that’s  a   shift  that  Canadian  society  needs  to  take  on,  that’s  their  responsibility.  Our responsibility is to continue to recover that knowledge, recover those  practices,  recover  the  stories  and  philosophies,  and  rebuild  our  nations   from the inside out. (Klein, 2012)[10]

Dejar de ver a los indígenas como un recurso por extraer, y comenzar a verlos como  actores  sociales  que  piensan  y  producen  conocimiento  válido  para  todos  es  un  primer paso hacia la descolonización epistémica que propone Lianne Betasamosake Simpson. Y añade como segundo paso la necesidad de vivir responsablemente y de extraerse  del  pensamiento  extractivista.  Vivir  responsablemente  se  recoge  en  esta  frase de ella: «The alternative to extractivism is deep reciprocity»[11]. La reciprocidad profunda  como  forma  de  ser  y  estar  en  el  mundo  es  la  alternativa  descolonial  que  propone.  La  reciprocidad  implica  una  profunda  revolución  en  las  formas  de  vida. Vivir bajo el principio de la reciprocidad implica el intercambio justo en las relaciones entre seres humanos y en las relaciones entre humanos y no-humanos. Si la ecología planetaria nos da agua, alimentos, aire, etc., para la vida, el principio de reciprocidad implica devolverle al cosmos la reproducción de lo que tomamos de  ella. Extraer sin devolver es el principio de destrucción de la vida. Extraer tomando cuidado de reproducir la vida y devolver lo que se extrae es un principio cosmológico completamente distinto. Esto implica una conciencia ecológica planetaria que no existe bajo las estructuras de dominación de la civilización occidental que hoy día es planetaria y la única existente luego de destruir a todas las otras por medio de  una expansión colonial y neo-colonial de más de 500 años. De ahí que para Lianne Betasamosake Simpson la descolonización epistémica no es suficiente, se requiere de un cambio radical en las formas de ser, vivir y estar en el mundo.

«Extractivismo ontológico»

El extractivismo es una forma de ser y estar en el mundo, es decir, es una forma de  existencia, es una ontología.

Dice Lianne Betasamosake Simpson:

 Extracting  is  taking.  Actually, extracting  is  stealing.  It  is  taking  without   consent,  without  thought,  care  or  even  knowledge  of  the  impacts  on  the other living things in that environment. That’s always been a part of colonialism and conquest. Colonialism has always extracted the indigenous —extraction  of  indigenous  knowledge,  indigenous  women,  indigenous  peoples…  Our  elders  have  been  warning  us  about  this  for  generations  now—  they  saw  the  unsustainability  of  settler  society  immediately.  Societies based on conquest cannot be sustained, so yes, I do think we’re getting closer to that breaking point for sure. We’re running out of time. We’re losing the opportunity to turn this thing around. We don’t have time for this massive slow transformation into something that’s sustainable and alternative.  I  do  feel  like  I’m  getting  pushed  up  against  the  wall.  Maybe  my ancestors felt that 200 years ago or 400 years ago. But I don’t think it matters.[12] (Klein, 2012)

El «extractivismo» es un robo, un saqueo, un pillaje. Es una forma de ser y estar en el mundo, donde se apropia de los demás sin consentimiento y sin pensar ni preocuparse  en  el  impacto  negativo  que  genera  en  la  vida  de  otros  seres  vivos  (humanos y no humanos). La lógica de la actitud del extractivista ontológico es:  «Mientras me beneficie a mí, no me importa las consecuencias sobre los otros seres vivos (humanos o no humanos)». Estas actitudes egocéntricas, estas formas de ser y estar en el mundo, egolátricas, son propias de las sociedades formadas a través de  una  larga  historia  de  imperialismo,  capitalismo,  colonialismo  y  patriarcado,  es decir, formadas mediante el saqueo de riquezas, trabajo y conocimientos a los demás pueblos considerados racialmente inferiores y a las mujeres para el beneficio de unos pocos pueblos considerados racialmente superiores u hombres machistas considerados  meritorios  de  privilegios  sobre  las  mujeres  porque  las  ven  como  recursos por explotar. Las sociedadesimperiales /coloniales/ capitalistas/patriarcales son insostenibles, porque viven de robar y destruir a los demás (humanos y no humanos).  Las  sociedades  basadas  en  la  conquista  de  humanos  y  no  humanos  destruyen las formas de reproducción de la vida. El egocentrismo es propio de la subjetividad asociada al colonialismo y al patriarcado, porque lo que importa es el  interés  egoísta  del  hombre  masculino  colonizador  aunque  el  mismo  conlleve  destrucción planetaria de humanos y no-humanos. El irracionalismo predomina, porque en el largo plazo se afectan los mismos colonizadores ya que el mito de que los seres humanos existen fuera del cosmos y de la ecología planetaria es falso.

Si destruyes el cosmos y la ecología del planeta, te destruyes a ti mismo. Los sabios de las comunidades ancestrales han estado alertando sobre las consecuencias de esta destrucción occidentalo-céntrica por siglos. Y Lianne Betasamosake Simpson nos anuncia que el tiempo se está agotando porque la destrucción planetaria va acelerándose y estamos perdiendo la oportunidad de mantener la vida planetaria para las futuras generaciones. Continúa diciendo Lianne Betasamosake Simpson:

Extraction  and  assimilation  go  together.  Colonialism  and  capitalism  are  based  on  extracting  and  assimilating.  My  land  is  seen  as  a  resource.  My   relatives  in  the  plant  and  animal  worlds  are  seen  as  resources.  My  culture  and  knowledge  is  a  resource.  My  body  is  a  resource  and  my  children  are   a  resource  because  they  are  the  potential  to  grow,  maintain,  and  uphold   the extraction-assimilation system. The act of extraction removes all of the  relationships that give whatever is being extracted meaning.[13] (Klein, 2012)

El  «extractivismo»  y  el  asimilacionismo  van  juntos.  En  la  visión  del  mundo   «extractivista»  todo  se  transforma  en  recurso  extraíble  para  vender  como   mercancía  por  una  ganancia  en  el  mercado  mundial.  Esto  incluye  desde  las  formas  de  vida  (humanas  y  no  humanas)  hasta  los  artefactos  culturales  y  los  conocimientos.  Todo  es  visto  como  instrumental  al  sostenimiento  de  la  vida   extractivista  y  asimilacionista.  Esta  forma  de  ser  despolitiza,  descontextualiza  y  despoja  los  sentidos  lingüísticos  y  culturales  ligados  a  los  artefactos  y  «objetos»  extraídos. De manera que además de extraer de otros para beneficiarse a sí mismo, adicionalmente  el  «extractivismo»  como  forma  de  ser  y  existir  extrae/elimina/sustrae los sentidos a las culturas indígenas para re-significar/asimilar todo dentro de las formas de ser, sentir y pensar occidentalocéntricas. Los artefactos y «objetos»   que  se  extraen  tienen  sentidos  dentro  de  contextos  culturales  específicos. 

Una  canoa, una planta, un tambor, todos tienen sentidos éticos, políticos y espirituales para  los  pueblos  con  tradiciones  ancestrales.  Pero  cuando  son  transferidos  a  occidente, la canoa se convierte en mercancía, la planta en sustancia alucinógena, y el tambor en ritmo sin espiritualidad. Al sacarse de estos contextos y situarlos en nuevos contextos, se pierden los sentidos y los significados indígenas pasando a ser asimilados a la matriz cultural eurocéntrica de la modernidad. 

Este principio de  asimilación es epistemicida porque termina destruyendo los saberes y las prácticas  ancestrales.  Lo  que  era  un  principio  sagrado  de  respeto  a  todas  las  formas  de  vida,  se  convierte  en  un  principio  secularizado  de  destrucción  de  la  vida.  Los  mismos  artefactos,  objetos  y  saberes  ancestrales  son  inscritos/asimilados  dentro  de  otros  contextos  que  le  otorgan  un  sentido  y  significado  muy  diferente.  Si  el  «ecologicidio»  destruye  la  vida,  el  «epistemicidio»  y  «existencialicidio»  consiste  en destruir los conocimientos y formas de vida asociadas a los artefactos, saberes y  «objetos»  extraídos  para  asimilarlos  a  la  cultura  y  formas  de  ser  y  existencia  capitalistas  occidentales.  Lo  que  es  distinto  pierde  especificidad  al  asimilarse  a  lo  mismo.  La  máquina  de  la  modernidad  transforma  todo  en  un  mundo  desencantado sin alma ni espíritu destruyendo formas de pensar y existir Otras  para privilegiar las formas de pensar y existir occidentales. El problema no es que una cultura no tenga derecho a tomar de otras culturas. El problema es cuando una  cultura  destruye  a  otra  y  en  el  proceso  se  apropia  de  sus  aportaciones  sin  dejar  ningún  rastro  en  la  memoria  acerca  de  los  pueblos  que  las  produjeron. 

Pasamos del mundo encantado con rituales y respeto hacia otras formas de vida y existencia a un mundo desencantado donde toda forma cultural humana distinta y  todo  lo  clasificado  como  no-humano  pierden  su  especificidad  como  sujetos  transformándolos en objetos sin vida subsumidos a la destrucción de la vida para los fines ego-céntricos del colonialismo occidental. De manera que es inherente al  capitalismo  extractivista  privilegiar  las  formas  de  vida  occidentales  y  destruir  todas  las  otras  formas  de  vida  cultural  y  biológicamente  distintas.  Estas  formas  de vida occidentales privilegiadas luego se imponen como las formas ontológicas humanas  únicas  posibles  ontologizando  como  animalescas  e  inferiores  otras  formas de existencia humana cultural y cosmológicamente distintas.

Lianne  Betasamosake  Simpson  termina  asociando  de  manera  imbricada  esta  forma  de  «vida  extractivista»  o  el  «extractivismo  ontológico»  a  la  economía-política desarrollista extractivista:

Indigenous communities, particularly in places where there is significant  pressure to develop natural resources, face tremendous imposed economic  poverty. Billions of dollars of natural resources have been extracted from  their  territories,  without  their  permission  and  without  compensation.  That’s  the  reality.  We  have  not  had  the  right  to  say  no  to  development,  because ultimately those communities are not seen as people, they are seen as resources.[14] (Klein, 2012)

Sin permiso ni consentimiento, se extraen recursos naturales dejando en pobreza masiva a los pueblos del mundo. Pero estos pueblos no tienen el derecho a una verdadera consulta democrática acerca del desarrollo, porque son vistos en última instancia como no-humanos, es decir, como recursos, objetos que no merecen ser consultados.  En la lógica extractivista, no solamente se destruyen genocidamente otros  seres  vivos  humanos  y  no-humanos,  se  empobrecen  los  pueblos,  se  les  extrae,  despoja,  apropia  y  destruye  epistemicidamente  sus  conocimientos,  sino  que al transformar todo en objeto y recurso se elimina la agencia política de los actores  cosificados  y  se  elimina  toda  lógica  democrática.  El  «extractivismo»  es  una forma de fascismo descarado que va desde el cristianízate o te mato del siglo XVI hasta el civilízate o te mato del siglo XIX, al desarróllate o te mato del siglo XX y al democratízate o te mato del siglo XXI (Grosfoguel, 2011b).

Todos estos proyectos  globales  coloniales  han  estado  asociados  al  «extractivízate  o  te  mato»   que ha sido una constante desde el siglo XVI.

De ahí que hoy día en América Latina y en el mundo neocolonizado los procesos  de «consulta previa» a las comunidades no-occidentales sean una broma de mal  gusto.  Las  transnacionales  van  comprando  con  dinero  a  algunos  líderes  de  los  pueblos, y aquellos que resisten se les asesina con la violencia de la limpieza étnica (genocidio) de los aparatos militares o paramilitares. Por ejemplo, en Colombia cuando una comunidad colabora con el proyecto de la multinacional extractivista porque se les ha comprado con dinero, entonces se procede a la «consulta previa» reconocida  por  la  ley.  Pero  cuando  la  comunidad  resiste,  entonces  aparecen  los  grupos paramilitares y se limpia étnicamente el territorio. Luego de las masacres, al no quedar seres humanos en la zona, entonces de manera cínica y perversa se declara nula la consulta previa, porque no habitan seres humanos en la zona. Esta lógica de violencia, muerte y descaro genocida se ha intensificado a nivel planetario con la subida de precios de los metales y minerales producida por la especulación financiera pos-crisis 2008, pero que desde 1492 está con nosotros. Lo podemos  ver en otras partes de las Américas y el mundo (Brasil, Sudáfrica, México, etc.). En este saqueo los académicos están implicados al robar conocimientos sin consulta  previa  ni  reconocimiento  a  sus  creadores.  El  robo  epistemicida  forma  parte  del   extractivismo  global  occidentalocéntrico  desde  la  expansión  colonial  europea  hace ya más de quinientos años.

(In)conclusión: ciencia moderna y «extractivismo epistémico»

Parte de lo ocurrido históricamente es que la cristiandad obscurantista, que duró desde  el  siglo  IV  con  Constantino,  hasta  el  siglo  XVII  del  mundo  moderno/colonial,  no  permitía  el  desarrollo  de  la  ciencia  ni  del  pensamiento  crítico. 

Todo  lo  que  cuestionara  los  dogmas  de  la  iglesia  era  visto  como  sospechoso  de  estar  asociado  a  las  fuerzas  del  demonio.  De  ahí  que  Europa  se  viera  obligada  a  «secularizarse»  del  poder  de  la  iglesia  para  poder  hacer  ciencia  y  a  tomar  la  ciencia  de  otras  civilizaciones  que  sí  habían  desarrollado  considerablemente  los  conocimientos científicos. La más importante fuente de influencia científica por su proximidad fue la civilización islámica.

La  ciencia  moderna  tiene  sus  orígenes  en  un  acto  masivo  de  «extractivismo  epistemológico». Una buena porción de los orígenes de las ciencias y filosofías europeas modernas la toman de los científicos y filósofos musulmanes. Pero con la  colonización  y  la  consiguiente  destrucción  de  las  otras  civilizaciones  y  sus  infraestructuras de producción de conocimiento, la ciencia quedó monopolizada en manos de hombres europeos dejando en decadencia epistémica a los otros pueblos.[15]

Como  consecuencia  de  la  construcción  racial  moderna  que  hace  del hombre europeo un ser racialmente superior a los demás, se construyeron narrativas acerca de la historia de la ciencia donde se borraron las aportaciones de las civilizaciones no-occidentales de los que bebió occidente para producir ciencia y filosofía generándose así el mito racial moderno de que la ciencia tiene sus  orígenes  en  hombres  occidentales.  De  ahí  que  celebremos  a  Copérnico  y  olvidemos a Ibn al-Shatir el científico de Damasco que trescientos años antes desarrolló los teoremas matemáticos precisos que el mismo Copérnico usara o a Al-Biruni el astrónomo musulmán persa que 600 años antes ya había concebido la  idea  de  que  la  tierra  le  da  la  vuelta  al  sol  y  gira  sobre  su  eje[16].

Lo  mismo  ocurrió  con  la  imprenta,  la  cual  se  le  atribuye  a  Gutenberg  cuando  ya  existía  900 años antes inventada por los chinos. Lo mismo ocurre con la filosofía griega que llega a Europa vía los filósofos al-andaluces Averroes y Maimónedes. Esta apropiación  de  conocimientos  y  borradura  de  la  memoria  histórica  acerca  de  los  orígenes  de  la  filosofía  y  la  ciencia  moderna  fue  constitutivo  al  proyecto moderno/ colonial  de  «extractivismo  epistémico»  desde  sus  primeros  días  a  finales del siglo XV hasta nuestros días. Es un proceso extractivista colonial que se va a repetir a lo largo de los siguientes cinco siglos en su versión eurocéntrica de derecha o de izquierda y, más recientemente, en la versión más perversa que se hace  nombre de lo «descolonial».

Bibliografía

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Saliba, George. 2007. Islamic Science and the Making of European Rennaissance. Boston, Massachussetts: MIT.

Sousa Santos, Boaventura de. 2010. Epistemologías del sur. México: Siglo XXI.


[1] Aquí estoy articulando la visión de Fanon (1966) con la de Sousa Santos (2010). Para una discusión más detallada de esta articulación, ver Grosfoguel (2011a).

[2] Es obvio que la noción de «condenados de la tierra» es de Fanon (1966). Añado la frase «afortunados de la  tierra»,  porque  aunque  Fanon  no  usa  este  término,  está  claramente  establecido  en  su  obra  que  no  hay  condenados sin afortunados en esta civilización destructiva de la vida que nombro como «sistema-mundo capitalista/patriarcal occidentalo-céntrico/cristiano-céntrico moderno/colonial» (Grosfoguel, 2011b)

[3] Todas  las  citas  de  la  intelectual  indígena  Lianne  Betasamosake  Simpson  en  este  artículo  se  refieren  a  la  siguiente entrevista dirigida por Naomi Klein, que salió publicada en la revista YES Magazine el 5 de marzo de 2013: “Dancing the World into Being: A Conversation with Idle-No-More’s Leanne Simpson” http://www.yesmagazine.org/peace-justice/dancing-the-world-into-being-a-conversation-with-idle-no-more-leanne-simpson

[4] «Cuando  hubo  una  iniciativa  para  incorporar  el  conocimiento  tradicional  en  el  pensamiento  ambiental  según Our  Common  Future  [informe  divulgado  por  la  Comisión  Mundial  de  las  Naciones  Unidas  para  el  Medio  Ambiente  y  el  Desarrollo]  a  finales  de  los  80,  el  enfoque  fue  muy  extractivista:  “Tomemos  cualquier enseñanza que ustedes puedan tener que nos sirva fuera de su contexto, lejos de sus sabedores, fuera  de  su  lengua,  e  integrémosla  a  esta  mentalidad  asimilacionista”.  Es  la  idea  de  que  el  conocimiento  tradicional y los pueblos indígenas tienen una especie de secreto de cómo vivir en la tierra de una manera no explotadora que la sociedad en general necesita apropiarse. Pero la actitud extractivista no tiene que ver con tener una conversación y un diálogo y en traer el conocimiento indígena en términos de los pueblos indígenas. Se trata en gran medida de extraer cualquier idea que científicos y ambientalistas pensaron que era buena y asimilarla… ponerla en papel higiénico y vendérsela a la gente. Existe una extracción intelectual, una  extracción  cognitiva,  además  de  una  extracción  física.  La  maquinaria  en  torno  a  la  promoción  del  extractivismo es inmensa en términos de la televisión, el cine y la cultura popular». (Klein, 2012

[5] En  la  «mentalidad  extractivista»  todo  objeto,  tecnología  o  idea  producida  por  las  culturas  indígenas  que  les  sea  útil  es  extraída  y  asimilada  a  las  cultura  de  los  colonizadores  sin  tomar  en  cuenta  a  los  pueblos  que  produjeron  dichos  conocimientos.    El    saqueo    se    hace    excluyendo  de  los  circuitos  de  capital  simbólico  y  económico  a  los  pueblos  productores de esos «objetos», tecnologías o conocimientos. De esa manera, se les extraen ideas, «objetos» y tecnologías para que otros se beneficien dejando a estos pueblos en la miseria absoluta. Además de ser pueblos expoliados de sus recursos y destruidos en su medio ambiente por el «extractivismo económico», son igualmente expoliados de sus conocimientos y tecnologías por el «extractivismo epistémico».

[6] Ver el minuto 27 con 27 segundos de  la entrevista «Conversa del Mundo, Silvia Rivera Cusicanqui y Boaventura de Sousa Santos», que constituye uno de  los  pilares  del  proyecto  ALICE,  dirigido  por  Boaventura  de  Sousa  Santos  en  la  Universidad  de    Coimbra,    en    https://www.youtube.com/watch?v=xjgHfSrLnpU

[7] Para  más  información  acerca  de  esta  crítica  a  Mignolo  y  Quijano,  ver  la  entrevista  a  Ramón  Grosfoguel  en  la  revista  mexicana  Metapolítica http://www.boaventuradesousasantos.pt/media/Grosfoguel%20METAPOLITICA_831.pdf

[8] Soy  testigo  de  haber  escuchado  a  Mignolo  decir  en  foros  públicos  que  el  pensamiento  indígena  en  América  Latina  es  una  «mina».  Esa  analogía  que  asocia  el  pensamiento  indígena  con  una  «mina»  es   sintomático  de  la  actitud  y  pensamiento  extractivista  del  cual  habla  Lianne  Betasamosake  Simpson.  El  uso del pensamiento indígena como «mina epistémica» para beneficio propio y hacer una carrera exitosa en las academias del Norte es lo que Silvia Rivera Cusicanqui en el fondo le reprocha a Mignolo. Pero esto ocurre en el caso de Mignolo de manera más perversa que en otros casos porque su discurso extractivista colonial se hace a nombre de la «decolonización epistemológica».

[9]  Ver  el  excelente  artículo  Lajo  (2010).  Ver  también  su  artículo:  ¿Imaninantataq  Suma  Kausay?  en: https://sites.google.com/site/machaqmara/imaninantataqsumaqkausay.  Ver  también  esta  entrevista  a  Javier Lajo en enero de 2010: http://www.permahabitante.com.ar/javier_lajo.php  Ver más artículos de Javier Lajo en: http://www.herbogeminis.com/IMG/pdf/Escritos_Javier_Lajo.pdf  Ver artículos mas recientes en: http://hawansuyo.com/category/javier-lajo/

[10] «…un  cambio  de  la  mentalidad  de  considerar  al  pueblo  indígena  como  un  recurso  por  extraer  a  considerarnos  pueblos  y  naciones  inteligentes,  articulados,  relevantes,  vivos,  respirando.  Creo  que  eso  requiere  que  las  personas  y  las  comunidades  y  la  gente  desarrolle  relaciones  justas  y  significativas  y  auténticas  con  nosotros…  Tenemos  muchas  ideas  sobre  cómo  vivir  amablemente  en  nuestro  territorio  de  manera  que  tengamos  jurisdicciones  separadas  y  naciones  separadas,  en  un  territorio  compartido.  Creo  que  hay  una  responsabilidad  por  parte  de  la  comunidad  y  la  sociedad  dominantes  de  idear  una  manera de vivir de manera más sostenible y de sustraernos al pensamiento extractivista. Y hacerse cargo  de  su  propio  trabajo  y  de  su  responsabilidad  de  idear  una  manera  de  vivir  con  responsabilidad  y  de  responder a las próximas generaciones. Para mí, ese es un cambio que la sociedad canadiense debe asumir, es  su  responsabilidad.  Nuestra  responsabilidad  es  seguir  recuperando  ese  conocimiento,  recuperar  esas  prácticas,  recobrar  las  historias  y  las  filosofías,  y  reconstruir  nuestros  países  desde  dentro  hacia  fuera».  (Klein, 2012 traducción de María Luisa Valencia)

[11]  «La alternativa al extractivismo es la reciprocidad profunda» (traducción de María Luisa Valencia).

[12] «Extraer es tomar. En realidad, extraer es robar. Es tomar sin consentimiento, sin pensar, sin cuidar y siquiera sin conocer los impactos en los demás seres vivos de ese entorno. Esa ha sido siempre parte del colonialismo y la conquista. El colonialismo siempre ha extraído lo indígena —extracción de conocimiento indígena, de mujeres indígenas, de pueblos indígenas… Nuestros mayores nos han estado alertando de esto por generaciones ya; ellos enseguida vieron la insostenibilidad de la sociedad colonizadora. Las sociedades fundadas en la conquista no pueden sostenerse, así que sí, pienso que nos estamos acercando más a ese punto de quiebre sin lugar a dudas. Se nos acaba el tiempo. Perdemos la oportunidad de cambiar esto. No tenemos tiempo para esta lenta transformación masiva en algo que sea sostenible y alternativo. Siento como si me empujaran contra la pared. Quizás mis ancestros sintieron lo mismo hace 200, 400 años. Pero no creo que importe». (Klein, 2012 traducción de María Luisa Valencia)

[13] «Extracción  y  asimilación  van  de  la  mano.  El  colonialismo  y  el  capitalismo  están  cimentados  en  la   extracción  y  la  asimilación.  Mi  tierra  es  vista  como  un  recurso.  Mis  parientes  en  los  mundos  animal  y  vegetal son vistos como recursos. Mi cultura y mi conocimiento es un recurso. Mi cuerpo es un recurso y  mis  hijos  son  un  recurso,  porque  son  la  posibilidad  de  expandir,  mantener  y  sostener  el  sistema  de  extracción-asimilación. El acto de la extracción suprime todas las relaciones que den sentido a lo que sea que es esté extrayendo». (Klein, 2012 traducción de María Luisa Valencia)

[14] Las comunidades indígenas, en particular en lugares en los que hay una presión importante por desarrollar los recursos naturales, enfrentan  una enorme pobreza económica impuesta. Miles de millones de dólares en recursos naturales se han extraído de sus territorios, sin su autorización y sin compensación. Esa es la realidad. No hemos tenido el derecho de decirle no al desarrollo, porque a fin de cuentas a esas comunidades no se las considera personas, se las considera recursos. (Klein, 2012 traducción de María Luisa Valencia)

[15] Grosfoguel (2013).

[16] Sobre la deuda de Copérnico con los astrónomos islámicos, ver Saliba (2007)

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