Los integrantes del grupo de música Yolocamba I Ta, vivimos las fases previas al Movimiento de la Cultura Popular (MCP), como niños y jóvenes de finales de los 60 y principios de los 70, que directa o indirectamente participábamos, de alguna manera, en la actividad política de esa época. Mis hermanos y yo nos vimos vinculados al movimiento del magisterio nacional por muchas razones: Como estudiantes de secundaria vivimos en carne propia la situación crítica del magisterio, ya que también, al ser hijos de maestros, nos vimos obligados a entrar en contacto con las situaciones más críticas de la sociedad de aquel momento, realidad que nos hizo buscar alternativas para una participación más concreta que contribuyera a dar un aporte a las luchas sociales que se estaban dando a principios de esa década. Elegimos, entre otras formas de compromiso, el arte, la guitarra, nuestra voz y en mi caso, también la literatura.
Como Yolocamba comenzamos a buscar expresiones musicales y literarias, con temáticas nacionales, tratando de hacer nuestras propias composiciones, basadas en las raíces culturales de nuestro pueblo. Desde los orígenes de la fundación del grupo, nos planteamos como una de las cuestiones más importantes, hacer canciones con contenidos populares, procedentes de la tradición “indígena”, de corte “folklórico” y que dijeran cosas con elementos críticos de nuestra realidad. Comencé componiendo canciones como la de “El compadre Guarumo”, “La Siguanaba”, “Los Caites de mi Compadre”, “la Molienda”, “los Toritos de Fuego” -canción con la que ganamos el primer lugar como la Mejor Canción y Mejor Interpretación, en el “I Festival de la Canción de Fe y Alegría”-, o canciones como la del “Cipitío” que, entre otras cosas decía:
“Es bien chiquito es fello/ Barrigón el cipitío / No le gusta ni el chaparro / No le Gusta ni el café…/ Y las viejas fufurufas / No lo quieren ni mirar / Porque ahí andan los rumores / Que es del Bloque Popular”.
Manuel Gómez -otro de los fundadores del esfuerzo que iniciamos con mi hermano Franklin Quezada y Paulino Espinoza-, le cambió la letra a la canción “tradicional”
de “El Carbonero” para cantar lo que nosotros llamamos “El Verdadero Carbonero”, una especie de sátira en contra de las elecciones y que era una forma de lucha. Recuerdo que en una estrofa -en referencia a los militares- decía: “A mí que me dieran güisqui / Gasolina y hospital / No me importara que al pobre / Le vaya siempre muy mal / Si mi señor, esto es así / En mi país, El Salvador”.
Músicos y Cantores Populares Asociados Salvadoreños (MUCAPAS) Un Primer Esfuerzo de Organización de los Artistas Populares
Empezamos con el primer esfuerzo organizativo en 1976, con MUCAPAS (Músicos y Cantores Populares Asociados Salvadoreños). Éramos cantores y músicos que, en su mayoría hacíamos canciones con crítica social o canción contestataria, y que veíamos necesaria una vinculación orgánica para la incorporación a la lucha del movimiento social y político, que en esos momentos.se estaba viviendo. La masacre a la movilización de estudiantes del 30 de julio de 1975 -movilización en la que participé como estudiante de secundaria-, creó un ambiente generalizado de descontento, organización y combatividad. Por cierto, Yolocamba I Ta surgió un mes después de esa masacre.
MUCAPAS fue un importante esfuerzo, el problema fue, que quisieron convertir el movimiento en un aliado que sirviera de apoyo a la campaña electoral de Claramount, con lo que un considerado número de artistas no estuvimos de acuerdo, porque considerábamos que las elecciones eran otra forma de dominación concreta, que no resolvían los problemas reales de los salvadoreños. Nosotros creíamos que era necesario impulsar otro tipo de movimiento, con otras formas de lucha, un movimiento que en realidad luchara para cambiar las condiciones de miseria e injusticia del país.
Sin embargo, accedimos a tocar en los conciertos, siempre y cuando nos dejaran tocar las canciones que nosotros queríamos cantar, y lo hacíamos criticando las elecciones como forma de dominación. MUCAPAS terminó precisamente el 28 de febrero, inmediatamente después de la masacre a la población que protestaba por el fraude electoral que robó la presidencia a Claramount.
El “Taller de Los Vagos”.Un Centro Libre de Artistas Reprimido por D´aubuisson
Tuvimos la suerte y el tino de encontrarnos con otros compañeros con los que compartíamos ideales y planteamientos, por lo que juntos comenzamos a articular una idea diferente de organización. Jorge Palencia (El Viejo) fue el principal protagonista de este encuentro de Yolocamba con artistas y trabajadores de la cultura, como el Grupo Maíz, Roberto Franco (La Rana), Dimas Castellón, Mariano Espinosa, Saúl López, Donald Paz Monje, Joaquín Meza (poeta), Humberto Acevedo (actor), David Méndez (el Papo, fotógrafo), Patricia (la Chinita), Toño Girón, del dúo “Aguijares 17” y muchos otros.
En ese encuentro se nos destapó la idea de hacer un esfuerzo estratégico para llevar adelante la articulación de un proyecto cultural más general, en la que participaran muchos más trabajadores de la cultura. Norman Douglas -un actor y director de teatro, inteligente y dinámico- fue un gran aporte a este esfuerzo, porque él tenía un apartamento en la Quinta Calle Oriente, local en el que funcionaba el esfuerzo teatral llamado “El Taller de Los Vagos”.
En ese local nos reuníamos los artistas que luego llegamos a formar el “Centro Libre de Artistas Nacionales (CLAN)” y en donde nació la idea de crear un movimiento u organización con mayor compromiso social. El CLAN es la semilla, la génesis del
“Movimiento de la Cultura Popular (MCP)” . En “El Taller de Los Vagos”
tuvimos los primeros encuentros con dirigentes de esa época, como Facundo Guardado, Apolinario Serrano (Polín), la Ticha y Juan Cachón. Como consecuencia de la represión de aquellos días, el local fue cateado y cerrado directamente por el Mayor Roberto D`aubuisson y capturados varios compañeros artistas. Norman Douglas fue amenazado de muerte, por lo que tuvo que exiliarse en Panamá.
Movimiento de la Cultura Popular (MCP) Y su Compromiso con las Luchas Populares
Los artistas quedamos desarticulados y sin local para reunirnos, pero como sabíamos la importancia de nuestro trabajo, empezamos a buscar las formas de organizar un movimiento que nos mantuviera unidos y ligados al trabajo social. Así nace el
“Movimiento de la Cultura Popular (MCP)”, una organización artística y cultural con mayor compromiso político y social. Nos desarrollamos y crecimos rápidamente; de 25 artistas al principio, pasamos a tener en la estructura a cientos de trabajadores de la cultura: músicos, teatreros, pintores, cineastas, trabajadores de artes gráficas, periodistas, escritores, artistas circenses, tramoyistas del Teatro Nacional, etc.
Incluso, Jorge Palencia -Coordinador del MCP- fue Director de Arte de la Universidad Nacional, Director del Centro Nacional de Arte (CENAR), y después Director Nacional de Arte del Ministerio de Educación. Todo ese trabajo era planificado desde el MCP, porque creíamos necesario tener espacios estratégicos, humanos y físicos, para mejorar las condiciones instrumentales, técnicas y económicas, que permitieran a los artistas y trabajadores de la cultura, elevar los niveles de calidad, y por otro lado, potenciar el aspecto organizativo en todos los sentidos, incluso, abrir locales al movimiento revolucionario de masas, para que pudieran hacer sus reuniones de planificación.
La justificación o “leyenda”que teníamos para que las reuniones de las organizaciones populares se realizaran en esos centros oficiales era, que esas reuniones obedecían a las exigencias de trabajo de las políticas del Ministerio de Educación. De esa manera, con Jorge Palencia, como director de esas instituciones, llegamos a tener incidencia en algunas de las estructuras educativas y culturales del estado, las que si mal no recuerdo eran: Teatro Nacional, Editorial del Ministerio de Educación, Sinfónica Nacional, Coro Nacional, Escuela Nacional de Danza, Biblioteca Nacional, Sala Nacional de Exposiciones, Escuela Nacional de Música y Centro Nacional de Arte (CENAR). Por cierto, esos espacios físicos se continuaron manteniendo para reuniones y encuentros del movimiento revolucionario, hasta mediados de 1980.
Llegamos a tener una gran capacidad de convocatoria y de movilización, con acciones propias y en apoyo a las organizaciones de masa, porque los artistas supimos asumir un compromiso estratégico con el arte y la realidad nacional, y por supuesto, con la lucha de nuestro pueblo, siempre dispuestos a dar la vida cantando si fuera necesario, que era la mayor parte de las veces. Nuestras reflexiones y pensamientos eran, que los artistas también somos pueblo, sufrimos las mismas injusticias del poder oligárquico y militar, y recibíamos las mismas balas que disparaban a la población. El elemento central para nuestra incorporación a la lucha, fue nuestra gente humilde, nuestra gente trabajadora, sacrificada y jodida, es decir, la misma situación social y política que llevó a Monseñor Romero a optar por los pobres.
La represión nos condujo a tomar esa decisión de compromiso y llevarnos a niveles de tener la disposición de sacrificar la propia vida para buscar la transformación de nuestro país, más allá de la guitarra, más allá de los poemas y de nuestros particulares sueños; porque al final de cuentas, los artistas somos sensibles en todo, independiente de los prejuicios y de aquel concepto que nos estereotipa como piezas frágiles de vidrio, bohemios, peludos, mariguaneros y borrachos sin oficio. En el local del MCP -las cabañas de la Universidad- teníamos un pizarrón, con una planificación de actividades artísticas diarias para todos los lugares, ya fuera para las fábricas, universidades, sindicatos, teatros, el campo, colegios, y para las calles. Todos estábamos programados y cumplíamos los compromisos con disciplina y muchas ganas.
En 1979, si mal no recuerdo, con la imposición de la “Ley de garantías del orden público”, la represión a las manifestaciones populares se recrudeció sangrientamente y muchos compañeros fueron asesinados en la ciudad y en el campo; sin embargo, nuestro movimiento cultural no se rindió, y haciendo uso de la creatividad, nos las ingeniamos para continuar con la denuncia. No paramos, floreció un derroche de ingenio y creatividad que inventábamos cualquier cosa para protestar y ser escuchados. Así surgen los famosos llamados “Minimítines”, que eran actividades rápidas en las que denunciábamos y hacíamos llamados a la incorporación a la lucha del pueblo.
Los “Minimítines” duraban un máximo de 15 minutos y en ellos aprovechábamos para pegar con engrudo los “Murales Pega”. Como en 15 minutos no se podía pintar un mural, los pintábamos antes en los locales, y lo hacíamos en 6 u 8 pliegos de papel, que luego pegábamos en las paredes o lugares visibles en el menor tiempo posible. Para esos días el MCP contaba ya con su “Comisión de Seguridad” -un grupo de compañeros artistas armados de viejas pistolas y revolvers oxidados-, que apoyaba dando seguridad a los grupos que pegaban los murales o hacían pintas. También, para ese tiempo programamos y dimos cursos a los sindicatos para enseñarles a pintar mantas bonitas, con las letras en perspectiva y colores adecuados, aporte que contribuyó a cambiar la dinámica del lenguaje en la calle. Para 1979 y 80, rescatamos los “Desfiles Bufos” que habían desaparecido de la Universidad Nacional desde 1973.
Continuamos ampliando el trabajo, y para 1980 ya habíamos incorporado al movimiento a “Chirajito” -el famoso payaso de la Televisión-, con quien comenzamos a organizar a otros payasos y circos. En una manifestación
“Chirajito” desfiló con sus hijos llevando una pancarta que decía: “En el año Internacional del Niño, mis hijos no tienen zapatos ”. Este trabajo lo atendía
“La Hormiga”, un compañero de teatro que fue asesinado en 1980. También en ese mismo año ya estábamos haciendo trabajo con los mariachis.
¿Calidad Artística o Panfleto?
Mucho se ha dicho y cuestionado sobre la producción artística de esa década de los 70. Quiero compartir con ustedes esta memoria, sin justificar nuestras debilidades o aciertos; simplemente contar lo que éramos y como lo hacíamos. En los colectivos del MCP, nuestra agenda contemplaba informes de trabajo, análisis, programación de actividades, y algunas veces, reflexiones y discusiones sobre nuestro quehacer artístico en las condiciones que estábamos viviendo. Concluíamos, que a pesar de los tiempos de estudios de la mayoría de compañeros y de los tantos compromisos que teníamos en nuestra programación de actividades, debíamos esforzarnos por producir obras de calidad artística; elaborar nuestros trabajos lo mejor que pudiéramos, tanto en el contenido como en la forma, porque nuestra gente sencilla, y en general el pueblo salvadoreño, tenía derecho a disfrutar de un arte de calidad estética notoria.
Partíamos de que muchos de los artistas de nuestro movimiento, eran de escuela, sabían música, pintura, fotografía, eran poetas, etc. Muchos de nuestros compañeros eran profesionales o estudiantes de arte, y los que no, hacíamos un esfuerzo grande para estar a la altura de esas relativas exigencias o “llamados”, aunque no era un requisito para estar en el MCP. Siempre sostuve que entre el compromiso social y la calidad estética no existía contradicción. La preocupación de los niveles de las poéticas de una estética emergente, dadas por las condiciones en las que nos tocó producir, me condujo en cierta ocasión a preguntarle a la cantante cubana Sara González, sobre qué pensaba de nuestras canciones, me respondió:
“Oye chico, lo que yo pienso es que la canción panfleto ya no tiene sentido, porque a pesar de las condiciones con que ustedes están haciendo este trabajo, hay una calidad estética a la vista, hay calidad poética”. El maestro Alberto Hijar decía:
“Cuando yo escucho las canciones de Yolocamba, que penetran y hacen llorar, pienso que ese es el reflejo de un movimiento social poderoso”. Podría dar infinidad de ejemplos en la poesía, en la pintura, en la fotografía, en el teatro, etc. pero por hoy me quedaría con el planteamiento escénico de Roberto Franco (Tapia) y su famoso títere “La Rana Aurora” (“La Rana del Bloque”). Franco tenía un gran dominio del escenario, dominio de la conciencia social, de la psicología social y de la psicología infantil y, sobre todo, era impresionante su capacidad de improvisación, su ingenio, su pedagogía y la claridad de su mensaje.
“La Rana Aurora” cautivaba a todos los públicos, porque su trabajo era simplemente maravilloso. El maestro Alberto Híjar dijo un día, que “El parámetro de todo gran movimiento verdaderamente popular es, cuando canta, cuando se empiezan a escuchar canciones de sus procesos… Cuando un movimiento canta, es un movimiento que tiene algo que aportar a la historia universal”. El movimiento revolucionario salvadoreño tuvo voz en el canto de los obreros, de los estudiantes y de los campesinos y campesinas, que con sus rancheras y corridos hacían crónicas de sus lucha y esperanzas. El Movimiento de la Cultura Popular aprendió, asimiló y supo expresar ese variado canto que era vida y esperanza para nuestro pueblo en lucha.
Crecimiento Político Basado en el Compromiso con el Trabajo
Los miembros del MCP habíamos tenido muchas experiencias de lucha con los obreros y campesinos, tanto en las fábricas como en el campo, compartiendo actividades con los dirigentes Juan Chacón, Facundo Guardado, La Ticha ,
Carabina , Apolinario Serrano (Polín) y otros compañeros. Participamos en el Pre-congreso de BPR -en el volcán de San Vicente-, en las tomas de tierras de Aguilares y El Paisnal, en la tomas de las fábricas de Bebidas y Gaseosas La Tropical, en la de Sacos Sintéticos y en la toma del Ministerio de Trabajo; hacíamos actividades en las zonas marginales, en las gradas de la Catedral para exigir la liberación de Facundo Guardado y Ricardo Mena -Secretario del FUR 30-, cuando éstos fueron capturados, o para protestar y denunciar las permanentes masacres de los militares.
Todas las actividades implicaban un gran riesgo, porque siempre estábamos cercados por los militares; pero a nosotros no nos intimidaban, era más fuerte la conciencia, el deseo y la necesidad de acompañar y aportar todo lo que pudiéramos, para fortalecer las luchas reivindicativas de los trabajadores y estudiantes. Los artistas estábamos en donde fuera necesario, incluso, en 1977, salimos como Yolocamba a Chimaltenango (Guatemala), a la fundación de la CUC (Comité de Unidad Campesina), y en 1988 a Costa Rica, junto a una delegación del BPR, a realizar trabajo político y artístico a nivel internacional.
Estábamos conscientes de la posibilidad de que al regresar al país podíamos ser capturados o desaparecidos. En esos años 1979 y 1980 las organizaciones populares teníamos forzadamente una actividad semiclandestina, por lo que como Dirección Nacional del MCP, nos reuníamos frecuentemente en mi casa a puertas cerradas, entrando y saliendo de dos en dos y siempre haciendo un “ chequeo y contra chequeo”, por si alguien nos pudiera seguir.
No éramos de la estructura militar, y sin embargo teníamos que dormir con una pistola debajo de la almohada, porque la cosa iba en serio; el gobierno, la oligarquía, el ejército y los Escuadrones de la Muerte, habían tomado la determinación, con las consiguientes medidas represivas, de decapitar a las organizaciones revolucionarias. Vivimos una cruenta represión. Como MCP perdimos a valiosos compañeros, como a Mauricio Vallejo –un gran poeta-, al poeta obrero “Chele” Góngora, a Ildefonso
“King Kong” -miembro de la Dirección Nacional del MCP-, a mi hermano Nelson Quezada, a “El Pollo” -hermano de Humberto Acevedo-, a Roberto Franco y a La Hormiga, entre otros.
Con nuestro trabajo llegamos a ganarnos el respeto de la dirección política del BPR, una dirección que tenía a muchos compañeros que apenas sabían leer y escribir, pero tenían la sabiduría de entender y conducir el trabajo -incluido el nuestro-, dejándonos la libertad de crear y hacer nuestro trabajo; era gente que orientaba y dejaba hacer las cosas con nuestra creatividad. Por la sencillez, calidad humana y respeto a los demás, de los dirigentes de aquellos años, es que se desarrolló rápidamente el movimiento de masas.
Incorporación del MCP a la Lucha Político Militar
Era justo y urgente luchar y luchamos. Durante la preparación del reclutamiento masivo, a principios del año 80, llegó un compañero de la estructura militar de las FPL a preguntarme: “¿Cuantos compañeros del MCP están en la disposición de tomar las armas e irse a la guerrilla?” Yo le respondí que todos. “Todos los compañeros están en la disposición de irse a la guerrilla, porque yo he estado con ellos en las calles, han salido a las manifestaciones, a sabiendas de que podrían ser reprimidos y hasta asesinados; los compañeros han estado dispuestos a dar su vida por esta causa del pueblo y preferirían mil veces morir peleando a morir corriendo”.
Y de hecho, cuando se da el reclutamiento masivo, todos los compañeros asumieron el compromiso de pasar a otro escenario político, que ya era de carácter militar, con la ilusión de cambiar la situación del país. A principios del año 1980, al Yolocamba I Ta se nos delega la tarea de hacer trabajo en el campo internacional, para lo que teníamos que salir a promover el desarrollo de la solidaridad con la lucha de nuestro pueblo. La solidaridad era necesaria y urgente. A principios de 1981 desaparecimos como MCP, igual que las demás organizaciones de masa. La balanza se había sobrecargado hacia el fortalecimiento del planteamiento estratégico de lucha armada para derrotar al gobierno “fascistoide” y a la oligarquía, e impulsar un cambio estructural que permitiera mejores condiciones de vida para las mayorías pobres de nuestro país. Creo que fue un error de la dirección el abandono del trabajo de masas. Sus razones tendrían para dar ese paso estratégico.
Reconocimiento a Otros Artistas que Aportaron a la Conciencia Social
Antes del MCP ya habían existido, aunque de manera individual, otros artistas magníficos, con mucha fuerza y calidad, como es el caso del grupo de musical
“La Banda del Sol” -de Tamba Aragón-, el grupo de teatro “ Sol del Río 32” , el cantor William Armijo, el grupo musical “Mahucutá”, el músico y cantor Diky Andino y otros que dieron un gran aporte a la formación de la conciencia social y a la cultura de nuestro pueblo.