Constante búsqueda de un compromiso revolucionario: una Experiencia Personal. Julio Molina (de Nuevo Amanecer)

Nuestra Participación en las “Jornadas de Vida Cristiana”

A principios y mediados de los años 70, muchos jóvenes de la capital nos incorporamos, de alguna manera, a las luchas populares de los campesinos, los obreros, los maestros y estudiantes. Todos llegábamos por alguna vía o espacio que nos permitiera estar en la onda de nuestras ideas y las del pueblo. En ese tiempo la situación era complicada para los pobres y marginados del sistema burgués. Los sectores pobres se incorporaban a la lucha, pero también las clases medias, sensibles a las injusticias y la maldad de los poderosos y la dictadura. Ese es mi caso, como el de Carlos Francisco Aragón Cabrera, más conocido por  “Tamba”, un músico y poeta admirador de Bob Dylan, que con sus dudas, sus debilidades, sus temores, sus tormentos humanos y sus sueños, siempre estuvo en la búsqueda del sentido de su vida.

Los movimientos juveniles, y en este caso el movimiento cristiano, fue un factor importante para unir a  jóvenes que estábamos buscando alguna alternativa para nuestro desarrollo personal, la realización de nuestros sueños, y lo que esto implica para el cambio social, que al fin y al cabo, son los mismos sueños que nuestro pueblo quiere para una vida mejor con justicia social. Las “Jornadas de Vida Cristiana” era un concepto amplio de participación y formación juvenil, desarrollado por el padre Chencho Alas, un cura muy inteligente que impulsaba un trabajo importante en la iglesia Basílica del Sagrado Corazón -que está enfrente del Ministerio de Salud-.

Resulta que Chencho Alas desapareció de ese movimiento. No sé qué es lo que pasó, pero con la salida de él, casi desaparece ese trabajo; lo que si se, es que de repente me veo involucrado con unos amigos, en las Jornadas de Vida Cristiana. Yo vengo del barrio Santa Anita, en donde nací, y ahí me reunía con Francisco Rosas -hermano de Monseñor Rosa Chávez-, Guillermo Melara y Tony Martínez, entre otros, con quien habíamos formado una especie de sucursal del movimiento de Jornadas de Vida Cristiana en el barrio, esfuerzo que posteriormente desapareció también, por lo que nos vimos forzados a buscar otra alternativa, que luego encontramos en la Iglesia El Rosario. Aquí montamos de nuevo las  Jornadas de Vida Cristiana.

Ya en esta nueva etapa –yo continuaba junto con los compañeros ya mencionados-, apareció Oscar Emilio Dada Hutt (el Chele Dada) que un día me dijo: “Te voy a presentar a un chero, que con ese si vas a ser Chero”. Una noche Carlos se me acercó y me preguntó si yo era Julio; me dijo que Oscar Dada le había hablado de mí.

Carlos Aragón  (“Tamba”) andaba en su búsqueda, y esto lo llevó a las Jornadas de Vida Cristiana. Carlos había salido de bachiller del colegio Externado de San José, en la época en que este colegio estaba mayoritariamente ocupado por estudiantes del sector más pudiente del país, por lo que inevitablemente sus amigos eran de su misma clase social o de mayor clase que él. Ahí en el colegio, Tamba formó su primer grupo musical que se llamó  “Los Blue Souls”, compuesto por Toto Archer (bajo) -sobrino de Toño Díaz-, Manuel Antonio Martínez Daglio (teclado), Guillermo González (batería) -primo de Carlos Zepeda (El Pirrus)- y como cantantes estaban Eduardo -El Ciego Cáder- y por supuesto, Carlos Aragón, que también era guitarra.

Tengo entendido que por ondas y recomendación de su padre, Tamba se va a estudiar economía a la Universidad Católica (UCA), y de ese período hace una canción que se llama “El Caminante”, en la que dice que ya sabe sumar, que sabe restar, pero él lo que quiere es volar. Finalmente termina abandonando la UCA y continua su constante búsqueda; todo eso en una inmensa locura de hacer muchas cosas a la vez, mezclando música, buscando gente afín a sus sueños y proyectos sociales que le ayudaran a encontrar el punto perdido, o simplemente que le indicaran el camino.

“La Banda del Sol”

Alrededor de 1970, Tamba ya comienza a hacer música con “La Banda el Sol”. Es en ese tiempo que se realiza el inolvidable concierto de Woodstock, el cual marcó mundialmente a toda una generación de  jóvenes inquietos que estábamos buscando una forma de vida más justa y pacífica. Tamba era un admirador irremediable de Bob Dylan y en ese tiempo sus canciones y poemas estaban influenciados por la filosofía y el estilo de ese gran poeta y músico. La Banda del Sol estaba integrada por Carlos Aragón (guitarra, compositor y voz), Manuel Antonio Martínez Daglio (compositor y teclados), Toto Archer (bajo), Fernando Llort (voz) y Max Martínez, (guitarra líder).

Maximiliano Hernández Martínez III -nieto del dictador Hernández Martínez, que asesinó a más de 30.000 campesinos e indígenas en 1932)-, regresó a El Salvador con una gran pálida, porque al vivir y estudiar en Estados Unidos, fue reclutado por el US Army para ir a la guerra de Vietnam, en donde estuvo destacado en las enfermerías de los hospitales del Ejército Norteamericano, pero que por influencias y gestiones de su papá, logró salir de la guerra para regresar a los EE.UU. Por la conciencia y sensibilidad adquirida de las barbaries de esa guerra, Max se incorpora al movimiento pacifista hippie y es de esa manera que viene a El Salvador. La Banda del Sol también era un montón de gente alrededor de ellos, siempre estaban acompañados de  jóvenes, hombres y mujeres, que coreaban sus canciones, porque su música y letra tenían un carácter místico y contestatario, incluso tenían una canción dura contra los militares, que se llama  “El Planeta de los Cerdos” y dice así:

“Estamos dominados/ Por los cerdos disfrazados/ Con armas y garrotes/ Para poder asustar/ No son cerditos simples/ Hasta saben pensar/ Saben que no conviene/ Que el hombre vaya a despertar/ Y así nos dan estadios/ Les gusta veros jugar/ Les gusta el maquillaje/ El whisky, la maternidad/ Y por los cerdos rubios/ Se dejan impresionar/ Y gritan y prometen/ No son más que bla, bla, bla…/ Izquier, dos, tres, cuatro…/ Ahora está pasando lo que el cerdo no vio/ Que el hombre está cansado/ De jugar al ratón/ Estamos despertando/ Con la luz del amor/ Estamos despertando/ Juntos tenemos que estar”.

Esa canción fue un éxito en El Salvador y en toda Centroamérica, pero La Banda del Sol se desintegra, porque los padres ven un riesgo para sus hijos, de seguir en esa agrupación. Antes de separarse, la Banda del Sol grabó, por suerte, tres canciones en un disco llamado UNIDAD: “Abriendo Camino”, “El Planeta de los Cerdos” y “El Perdedor”.

De la “Banda del Sol” a las Artesanías de la Palma

En esa desbandada, Manuel Martínez y Toto Archer se fueron a estudiar a Inglaterra, Fernando Llort, Max Martínez, Oscar Sosa, Guillermo Hueso y otros que no recuerdo, se fueron a vivir al pueblo La Palma, Departamento de Chalatenango. Ahí formaron una comunidad estilo hippie, que respetando el estilo de vida de los campesinos, transformaron al pueblo. Con la llegada de Fernando y Max a esa zona, la comunidad comenzó a dinamizarse, ya que ellos -sobre todo Fernando- comenzaron a crear una línea de artesanías y a dar cursos a los campesinos para tecnificar esas pinturitas.

Yo conocí el proyecto de esos locos; digo locos porque en ese tiempo había que estar loco para emprender un proyecto con esas dimensiones humanas, artísticas, personales, colectivas y con ese montón de ondas. Era hermoso ver a los campesinos aprendiendo la técnica y trabajando las semillas, la madera o cualquier objeto que se dejara transformar en arte. Lo cierto es, que aquello se convirtió en un movimiento artístico y cultural, que logró crear una pintura primitiva con estilo y carácter, que ahora son las famosas pinturas y artesanías de la Palma y que llevan el sello y la firma de Fernando  Llort. Tenemos que reconocer, que esas pinturas han pasado a ser parte de nuestra historia cultural y, sobre todo, de nuestra identidad nacional, razón por la que ahora son objeto de estudio. Carlos Aragón (Tamba) se quedó solo, haciéndole huevos en su irremediable búsqueda.

Una Comunidad de Dos y Siempre la Música

Como Tamba quería ser músico, entró al Bachillerato en Artes, en donde conoció a los profesores norteamericanos, entre ellos, a los Wesbi y los Kesner, quienes le enseñaron mucho en el aspecto musical. Todo eso era parte importante en su vida, sin embargo en su casa paterna no recibía el apoyo para su proyecto musical y de vida. Por eso él continuaba en contacto con el movimiento de Jornadas de Vida Cristiana, en donde estaban Tony Martínez, Oscar Dada, Carlos Francisco, Ricardo Andino y otros músicos con quienes posteriormente decidimos formar una comuna. Buscamos casa pero nunca concretizamos la idea. Después de tantos experimentos, Tamba me propuso hacer una comunidad de dos, para comenzar. Yo le dije que no tenía trabajo ni un tan solo centavo, pero me dijo que no me preocupara, que en esos días comenzaría a trabajar de disc jockey en una discoteca que iba a abrir Josefina Gómez, sobre la Avenida Roosevelt, y que se llamaría  “El Bigote”,  que por cierto fue conocida después como “El Mostacho”.

Así fue como compartimos la primera casa en la colonia Flor Blanca, a la que llegaban cientos de estudiantes del Bachillerato en Artes y que le pusieron de nombre

“Tohil”. Carlos continúa con la idea de realizarse como músico y en esa búsqueda decide temporalmente ir a La Palma con Fernando y Max. Luego regresa de nuevo a San Salvador a Tohil , y formó parte de varios grupos, entre ellos

“Cameba-O” y “Frijol Rojo”. Después nos fuimos a vivir a San Patricio, en la colonia Costa Rica, época en la cual Carlos inicia su relación con un naciente movimiento social de estudiantes de la UCA y estudiantes  jesuitas.

Primeros Contactos y Actividades Inicio de un Mayor Compromiso Político

En esa búsqueda, Tamba se va acercando a lo que yo creo era el inicio de su incorporación a la verdadera lucha del pueblo, siempre con el sentido profundo de encontrar las letras adecuadas para su música. De esa manera toma contacto con los compañeros Cuache Pellecer, Alberto Henríquez, Antonio Cardenal, Ricardo Gutiérrez (Fernando Ascoli) y el Padre Rutilio Grande, quienes ya habían iniciado un compromiso de trabajo social con los campesinos de la zona de Aguilares. Es interesante, porque aunque ya comenzaba a asumir ciertos compromisos políticos, continuaba con la urgencia de prepararse de verdad en la música, por lo que comenzamos a recibir clase con el maestro Cándido Pérez y después con el maestro Cardona Lazo, quien era muy exigente.

La situación del país se fue poniendo caliente y el 30 de julio de 1975 los militares masacraron a decenas de estudiantes que se manifestaban en contra de las condiciones de vida de la población y reivindicando sus derechos estudiantiles. Al siguiente día, un grupo de campesinos, estudiantes, sacerdotes, obreros y otras gentes, se tomaron la catedral en protesta por la masacre. Ahí estaba Tamba, con su música, sus canciones y sus sueños. Según me han contado, la situación dentro de la catedral era de armonía y combatividad completa; todos sabían que habían entrado, pero no sabían si iban a salir vivos, porque la represión en ese momento era feroz y completamente desalmada. En esa toma, en la que se estaban denunciando al régimen autoritario y criminal, Tamba vio una oportunidad de oro para ver como lograba un contacto que le permitiera incorporase a la guerrilla.

Por la misma información que me dieron, supe que dentro de la catedral había de todo, y posiblemente también uno o muchos guerrilleros. Nadie sabía quien estaba metido hasta el codo con la lucha armada; dicen que todos se miraban entre sí preguntándose en el fondo  ¿será o no será? pero de buena onda, más como un gesto de complicidad y quizá también de sospecha, pero en silencio, como mandaban las normas de clandestinidad de la época.

Sin embargo, según me han contado, había un compañero chelito que se llamaba Gerson, muy listo y con unos análisis profundos de economía y de la realidad; muy claro de que la lucha del pueblo tenía que tener los componentes político y militares. Dicen que a Tamba se le ponían los ojos cuadrados cuando lo escuchaba; estaba como hipnotizado y que en una de esa noches, en la azotea de catedral le dijo: “Mirá chelito, no me jodás, vos sos de las FPL, a mi no me des paja, si querés reclutar a alguien contá conmigo” “No”, le dijo Gerson,  “yo soy del UR-19 y estoy aquí como parte de la delegación de estudiantes universitarios”.  “De todas maneras me gustaría que me des un chance para hablar más tarde con vos”, le dijo Tamba.

Después supe por fuentes fidedignas, que ciertamente Gerson era de las FPL y que posteriormente llegó a ser el primer responsable militar del COCEN (Comando Central de las FPL). Lo que no supe jamás fue, si Gerson había reclutado a Tamba para las FPL. Por cierto, me refiero al primer Gerson, no a Gerson Martínez, a quien también hay que valorar su calidad por el papel que jugó en la guerra. Me di cuenta de algunos compañeros que estaban en la toma, porque cuando fui varias veces a apoyar esa actividad, escuché cantar a Tamba y a Jorge Palencia.

Después de la toma de catedral, formamos un grupo musical en el que estábamos Carlos Aragón, (Tamba), Jorge Palencia -El Viejo-, Estefan Turcios -que ahora es Monseñor Turcios-, Carlos -el Pirrus Zepeda- y tu servidor Julio Molina. Era un grupo muy potente, con calidad en lo musical, en las voces y en las canciones políticas que cantábamos. El nombre que teníamos era “Nuevo Amanecer”, nombre que los campesinos nos pusieron durante una asamblea en donde se estaba formando la Federación de Trabajadores del Campo (FTC), actividad que se estaba realizando en la más estricta clandestinidad -en una iglesia de Mejicanos- y a la que nosotros tuvimos el gusto y el lujo de haber sido invitados a tocar y cantar.

Los ensayos los hacíamos en la casa de los seminaristas de San Martín y en la casa de Carlos Zepeda. El grupo tuvo corta vida, porque en ese tiempo ya todos los integrantes nos habíamos ido insertándonos gradualmente en el trabajo político con las organizaciones revolucionarias de masa y viajábamos permanentemente al campo a trabajar con los campesinos. Si hubiéramos continuado como profesionales, nuestro grupo se hubiera forrado de pisto, porque realmente teníamos mucha calidad musical; pero nosotros no andábamos en ese rollo.

Inicio de Nuestro Trabajo con FECCAS

Después de vivir en la colonia Costa Rica, Carlos y yo nos fuimos a vivir a la colonia Minerva; luego, nos fuimos a vivir al cantón el Limón en Soyapango y después nos separamos, Carlos se fue no sé adónde y yo me fui a vivir a la casa de mi papá en Cuscatancingo. Poquito después apareció Carlos en mi casa y de nuevo comenzamos a compartir un cuarto y a vivir juntos. Por su trabajo loco y sin parar, Tamba llegaba a la casa solo a bañarse y cambiarse, pero un día apareció y me dijo que tenía un chero que no tenía en donde quedarse y que si le podíamos dar chance pare estar un ratito con nosotros; resultó ser el famoso Hugo -El Pelón- Ramírez.

Al poco tiempo llevó al compañero Numas Escobar; todos ellos eran dirigentes campesinos o guerrilleros. Lo cierto es que la casa se convirtió en un gran jolgorio, porque además, llegaban otros compañeros con los que Carlos trabajaba. Por cierto, fue Numas quien me propuso mi incorporación definitiva al movimiento revolucionario.

Ya incorporado a la lucha, mi primer trabajo fue con el movimiento obrero, pero como este fue prácticamente descabezado, me tuve que ir a Santa Ana a trabajar con la Federación Cristiana de Campesinos (FECCAS) y para sorpresa mía, ahí me encontré de nuevo con Carlos. En buena hora comenzamos a compartir ese trabajo, contribuyendo al empuje del movimiento revolucionario en esa zona. De repente Carlos desaparece y a mí me mandaron a levantar el movimiento de masas en Metapán.

Yo estaba muy empilado y disfrutaba de ese trabajo, pero un día de esos llegó un compañero a decirme que tenía que preparar mis papeles para salir del país a sacar un curso militar. Cuando andaba arreglando mis papeles para el viaje, me bajé en una parada de bus en la 25° Av. Norte, cerca de la Embajada de los Estados Unidos y ahí me encontré con Carlos; le conté que iba a salir del país y él me dijo que se alegraba mucho y que también él estaba recién llegado de esos cursos. Era el año 1979 y creo que para ese tiempo Tamba ya estaba en los comandos urbanos de las FPL.

Ofensiva Militar de 1981. Nuevas Responsabilidades

A mi regreso de ese viaje, en 1980 me encuentro de nuevo con Carlos y me cuenta que su novia era Marily Ávila, una mujer a quien siempre he admirado, porque es una gran mujer, una troncho de mujer. Aquí es donde nos despedimos, porque los dos salíamos para los frentes de guerra a la ofensiva del 10 de enero de 1981. Ni el me dijo para donde iba, ni yo se lo dije, porque así eran las normas de compartimentación. Yo pasé la Ofensiva Militar -de enero de 1981- en Santa Ana y a Carlos le dieron la misión de atacar el Hospital Militar de Chalatenango. En esa operación el ejército hace retroceder a nuestras unidades, pero Carlos se queda combatiendo, hasta que un socorrista de la Cruz Roja le dijo:  “Mire maestro, váyase de aquí, ya todos sus compañeros se fueron, solo usted está aquí con su grupito”. Tamba se retiró un poco ahuevado, pero los compañeros se alegraron de que regresara vivo con su gente. En Santa Ana fui a un taller nacional en donde el jefe había sido Gustavo Palencia, hermano del

“Viejo Palencia”.

Gustavo Palencia había muerto hacía poco tiempo, haciendo prácticas con armamento popular. Al terminar la ofensiva, el personal de esta unidad fue distribuido hacia los distintos frentes de guerra; en lo personal me tocó ir al Frente “ Apolinario Serrano”

 en Chalatenango y ahí me vuelvo a encontrar a “Tamba” -que era jefe del campamento de la Cañada en Arcatao- y a Carlos Pirrus. Me sentí súper bien, porque tanto Carlos “Pirrus”, como Carlos “Tamba”, son de esos amigos con los que se puede hablar en absoluta confianza de todos los aspectos humanos y familiares, y no sólo de la parte militante.

Todas estas cosas pasaron en los preciosos y combativos cerros de La Cañada, los Filos y la Montañona, cercanos a Honduras. En ese movimiento militar guerrillero de cambios y recambios, me mandan para El Portillo a cumplir una tarea importante, y a Tamba lo nombran responsable del germen de las Fuerzas Especiales que las FPL estaba organizando en Chalatenango, ya que el que estaba designado a ser jefe de esas unidades élite -el famoso Felipito- no llegaba. La base de esos comandos estaba en El Cascajal. Por cierto, el Batallón Atlacatl se inauguró en esa zona con una operación contrainsurgente que nos obligó retíranos a Patamera.

Nos volvimos a encontrar en “La Montañona” y es aquí que a Carlos le cambian de responsabilidad, nombrándole jefe del pelotón número 1 de las Unidades de Vanguardia (UV), que era como el ejército regular del movimiento guerrillero. Tamba fue el primer jefe de esas primeras unidades formadas en Chalatenango. Quienes saben al detalle de esta historia son Douglas Santamaría y Chamba Guerra -que era el jefe militar-. En septiembre de 1981, si no me equivoco, mandaron a Carlos a realizar una operación militar con sus unidades en San Fernando, al Nor-Poniente de “La Montañona”.

Según cuentan los compañeros, ese fue un combate muy importante contra las fuerzas militares y paramilitares, porque se dieron reata con ganas. La operación salió perfecta, los compañeros lograron aniquilar a una buena parte de las fuerzas enemigas y requisaron armas y pertrechos. El problema fue, que en la retirada, después de la operación, los militares del gobierno los estaban esperando con una emboscada en la que cae el compañero que va adelante (vanguardia), pero al darse cuenta Carlos, se mete a la línea de fuego a intentar rescatar al compañero, o por lo menos su cuerpo, pero ya no pudo salir.

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