La reciente cumbre de los BRICS y la invitación a ser parte de este bloque a países como Argentina, Egipto, Irán, Arabia Saudita, Etiopía y Emiratos Árabes ha despertado el interés de parte de ciertos sectores de izquierda, progresistas y hasta decoloniales, que lo han visto como un paso más para pasar de un mundo unipolar a uno multipolar, dejando atrás cinco siglos de dominación occidental, hegemonizado por Estados Unidos en los últimos 30 años, siendo el último centro del capitalismo mundial.
Es el caso de intelectuales como Atilio Borón [1] y Ramón Grosfoguel [2], al celebrar el fortalecimiento de los BRICS frente a Estados Unidos, como parte de un proceso histórico que lo ven con esperanza para los pueblos, por lo que cualquier mirada alternativa a esto y crítica a gobiernos autoritarios, sea rápidamente catalogada por ellos como imperialista.
En la misma dirección, solo que desde una mirada mucho menos dogmática y con menos entusiasmo que Borón y Grosfoguel, también Walter Mignolo ha planteado lo positivo de la multipolaridad [3], a partir de la idea de desoccidentalización, la cual busca describir un proceso de pérdida de poder y de influencia de las potencias occidentales (G7) y sus organismos internacionales (FMI, BID, Banco Mundial).
Si bien es innegable y positivo para el mundo que Occidente, particularmente Estados Unidos, deje de tener la importancia que ha tenido en los países, a través de la imposición colonial y por la fuerza de recetas económicas, intervenciones y guerras contra quienes no comparten sus ideales, no se puede desconocer la brutalidad de las acciones de algunos gobiernos de los BRICS, como lo ocurrido con la invasión criminal de Rusia a Ucrania.
Es lo planteado por Kavita Krishnan [4], quien ha señalado que la retórica de la multipolaridad se ha usado de parte de gobiernos autoritarios de usar su guerra contra el imperialismo para justificar su ofensiva contra la democracia, haciendo que muchas izquierdas caigan en el juego de que vale cualquier cosa si estás contra Estados Unidos, sean estas autarquías, dictaduras, invasiones o violaciones a los derechos humanos.
A su vez, revisando la declaración final de la cumbre de los BRICS en Johannesburgo, Sudáfrica, si bien se plantea la necesidad de usar monedas nacionales para el comercio internacional (desdolarización), reformas al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, el fortalecimiento del Banco de los BRICS, implementar la Agenda 2030 y los acuerdos de París ante la crisis climática, no se ven cambios profundos y alternativos a un sistema capitalista totalmente incompatible con la vida en el planeta.
Por lo mismo, la crítica al colonialismo verde de los países del Norte Global al resto, a través de New Green Deal y de un proceso de descarbonización mundial para el 2050, pareciera que solo fuera por razones económicas de quienes son parte de los BRICS, no por un real interés en construir formas de vida sostenibles para los territorios, promoviendo procesos de despatriarcalización, descolonización y desmercantilización.
Ante esto, muchos sectores de izquierda han aplaudido el liderazgo de Brasil, a través de Lula Da Silva y Dilma Rousseff, por su rol en los BRICS, pero genera muchas dudas el real aporte que tiene todo esto para América Latina y el Caribe, más allá de una retórica de izquierda antiimperialista, que omite el rol de China en nuestros países, que nos sigue condenando al extractivismo y a la venta de naturaleza para que el gigante asiático se siga industrializando.
En consecuencia, pasar de un regionalismo extractivista pro occidental a otro prochino, dado el enorme peso que tiene en los BRICS, es cerrar la posibilidad de pensar en una integración regional fuerte, que sea un actor relevante en el escenario internacional, dadas sus riquezas naturales y su enorme biodiversidad, de manera que así no sigamos siendo saqueados por enormes empresas locales y extranjeras, sean de Canadá, Estados Unidos, China o Rusia.
Frente a esto, sería bueno que los sectores de izquierda que ven con tanto optimismo lo de la expansión de los BRICS, y el protagonismo de gobiernos autoritarios en esta nueva etapa del capitalismo, también vean iniciativas más profundas desde el Sur Global, como es el caso del Pacto Ecosocial del Sur, que plantea una renta básica universal, priorizar la soberanía alimentaria, la creación de sistemas de cuidado, la autodeterminación de los pueblos indígenas y de transiciones postextractivistas
Pero para eso, habría que dejar atrás una retórica de izquierda de la Guerra Fría y estadocéntrica, promovida por Atilio Borón y Ramón Grosfoguel y disfrazada de decolonial, que denostan y tratan de imperialista a cualquier medida que se salga de los intereses de ciertos gobiernos autoritarios, que hablan por los pueblos, pero sin ellos en la práctica finalmente.