Apuntes de: “Crónicas para desmemorias de la Comandancia General”

Apuntes de: “Crónicas para desmemorias de la Comandancia General”

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Prefacio
¿Porqué una revolución a color?
Siempre me ha parecido en extremo difícil que la historia recoja con exactitud los hechos, el contexto y el peso de los personajes que la protagonizaron. Pienso que siempre hay pecados de omisión o veracidad, aun cuando se escriba como resultado de una rigurosa investigación histórica. Generalmente, los seres humanos nunca estamos de acuerdo ni siquiera con la lectura e interpretación de lo que está ocurriendo en el presente y, por lo general, damos por hecho o atribuimos a quienes están sometidos a la luz pública cosas que jamás han sido comprobadas, ni se sabrá nunca si fueron o no verdad.
En una ocasión, Hernán Vera, Maravilla, que gozaba de una poderosa narrativa, contaba con lujo de detalle en la cocina del campamento de la Comandancia en Morazán, los combates que él había cubierto con su cámara. Rolando Julián, uno de los jefes que había participado, le dijo: “Yo estaba allí, pero contado por vos suena mucho más emocionante”.
Escribir la historia del Sistema Radio Venceremos1 es, por lo tanto, una odisea. Este libro representa un esfuerzo en esa dirección, digno de reconocer, y es bueno escribirlo antes de que los que la vivimos perdamos la memoria o desaparezcamos del mapa sin dejar registro de lo que recordamos, lo cual, en todo caso, será lo que más se aproxime a la historia real.
Dicho lo anterior, agradezco a Gustavo Amaya su invitación a escribir algo para este libro, que recoge en forma testimonial la vivencia y lo que guardan en su memoria muchos de los que, al igual que se aprendió a combatir combatiendo, aprendieron a hacer comunicaciones comunicando, o de los que sabiendo algo hicieron de todo, empeñando su creatividad, su valentía, su audacia, su sentido del humor, su capacidad de agitar, conmover, motivar, moralizar, analizar o, dicho de otra manera, los que pusieron su empeño en hacer la guerra a través de las comunicaciones, hasta llevarla a buen término.
No todos los que participaron y dieron su aporte en las más diversas tareas de las comunicaciones dan su testimonio en este libro, pero es una recopilación bastante completa que hace honor al trabajo de todos. Da gusto que así sea, pues en la guerra aprendimos que nadie puede lograr nada solo. Por eso la solidaridad encontró su mejor lugar y momento en aquellas circunstancias. Se sabe que el que escribe lo hace desde su propia vivencia o perspectiva, pero muchos libros de los escritos hasta ahora sobre la guerra insurgente de El Salvador pecan en exceso de protagonismo, al punto tal que se vulnera su propia credibilidad.
Cuando uno recuerda la compleja organización del trabajo que existía en la guerra y la capacidad de los combatientes para identificar la importancia de las comunicaciones y el respeto y cariño que les tenían a quienes las hacían, reconociendo el valor del trabajo intelectual, concluye que, sin saberlo, hicimos un extraordinario ejercicio de trabajo en equipo.

¿Quiénes fueron los hombres y mujeres que desde el más impresionante y diverso quehacer colectivo hicieron posible aquel esfuerzo comunicacional? Aunque es imposible mencionarlos a todos, gracias a la recopilación que en una de sus partes presenta este libro, los nombres de casi todos quedan desde ahora registrados para la historia.
Micrófonos, guitarras, cámaras, lapiceros, papel, impresores, cintas, transmisores, enlaces y todo cuanto fuera necesario para que los comunicadores hicieran su trabajo, tuvieron en el ERP un tratamiento logístico sólo comparable al de las armas. También este libro recoge algunos testimonios de quienes desde las estructuras logísticas se arriesgaron e hicieron toda clase de artificios para que cada cosa estuviera en su lugar “justo a tiempo”.
Escribir o hablar del Sistema Radio Venceremos es referirse a un fenómeno comunicacional del que hay contadas experiencias en la historia de los movimientos guerrilleros. Es muy difícil que algo similar hubiera ocurrido fuera de aquel contexto histórico que vivía el país y fuera del seno del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), una de las cinco y más grandes organizaciones del FMLN que, junto con el FSLN de Nicaragua y el M19 de Colombia, constituye en América Latina una de las tres guerrillas modernas, innovadoras y con identidad propia, que rompieron patrones en el orden comunicacional y de estrategia política y militar. El resto de insurgencias eran conservadoras o fueron derrotadas sin lograr transformaciones para sus países.
El ERP nació como una organización insurgente, rupturista respecto a la izquierda comunista y a las insurgencias conservadoras, que se concebía dando rumbo al desenlace de la “situación revolucionaria” que vivía el país. Esta definición, que ahora puede parecer simple, encerraba el nacimiento de una izquierda no aferrada a la ideología sino a la realidad, que en su momento usó el marxismo leninismo como herramienta para entender la situación que vivía el país, en este caso, la existencia de una crisis de poder. Esto último quedó reflejado en las primeras producciones teóricas escritas por Rafael Arce Zablah, El grano de oro y Fascismo y revolución, en 1975. Hubo otras elaboraciones igualmente importantes, entre ellas: ¿Es tu arma el voto?, escrita antes del fraude electoral de 1972, y un documento que dio base a las zonas de control que se convirtieron en retaguardias guerrilleras 2.
Así, los factores que explican el desarrollo del fenómeno comunicacional que tuvo lugar en el ERP se pueden resumir en las características del grupo original que lo fundó, en el contexto histórico que vivía el país, en la superación de las condiciones adversas del territorio para el surgimiento de una guerrilla y en las características y el papel de su liderazgo.

Los fundadores
Los integrantes del grupo original del ERP fueron expresión de las condiciones históricas que vivía el país. Ninguno de ellos procedía del Partido Comunista. No se declararon rebeldes por definición ideológica, más bien sus influencias respondían a las nuevas corrientes de izquierda que se manifestaban en otras partes del mundo. En su mayoría eran jóvenes de clase media, procedentes de organizaciones juveniles democratacristianas de la época, activos en las organizaciones estudiantiles universitarias, destacados por su alta calidad académica, con nexos con en el movimiento de Mayo del 683. En suma, un grupo que nació rompiendo con la izquierda ortodoxa plegada a Cuba y la Unión Soviética, lo que sin duda influyó en que después, como una manera de expresar su no alineamiento con esas corrientes, transitaran por momentos de proclamación y discurso prochinos.
Las ideas de este grupo sentaron las bases del pensamiento estratégico del ERP. La búsqueda de definiciones de corto plazo, la política de alianzas y la plataforma democrática de gobierno fueron ideas originadas en el grupo, al igual que las relaciones con sectores de la iglesia y con militares progresistas, con quienes se pretendía una definición de corto plazo por la vía del golpe de estado con apoyo insurreccional. El Frente de Acción Popular Unificada (FAPU), que en aquel entonces representaba la más fuerte organización de “masas”, fue también resultado de la visión de este grupo, que concebía tal esfuerzo dentro de un planteamiento insurreccional. Con estas raíces en su pensamiento, es fácil comprender por qué el ERP no adoptó la estrategia de Guerra Popular Prolongada ni la búsqueda de la dictadura del proletariado. Los ejemplos de las FARC de Colombia y de la guerrilla de Guatemala, ambos de corriente conservadora, nos indican cuán importante fue el aporte que este grupo dejó al país, cuyo resultado, de haber seguido patrones conservadores, habría sido de derrota en pocos años.
A estos jóvenes que dieron origen al ERP poco se les menciona en la historia de la guerra civil y menos aún se les reconoce su papel en la construcción de un pensamiento sin el cual no habría sido posible ninguna definición de ruptura del militarismo y avance democrático para el país. Entre ellos: Alejandro Rivas Mira, el líder del grupo, cuestionado posteriormente por las circunstancias que rodearon su salida del ERP; Ricardo Sol; Lil Milagro Ramírez; Eduardo Sancho; Carlos Menjívar; Jorge Cáceres Prendes, y Fabio Castillo, prominente figura intelectual de la época, quien fungió como rector de la Universidad de El Salvador y fue candidato a la Presidencia de la República.

El contexto histórico

[Máxima dirigencia del ERP, entre los que se encuentra Joaquín Villalobos, al centro.]

Máxima dirigencia del ERP, entre los que se encuentra Joaquín Villalobos, al centro.

A comienzos de los 70 era un hecho la división de poder dentro del régimen dictatorial y dentro de la sociedad. Militares constitucionalistas conspirando al interior de la Fuerza Armada y alzándose contra el fraude electoral del 72; industriales y terratenientes divididos por el modelo económico a seguir; un sector de los militares, con el presidente Molina a la cabeza, promoviendo a la Unión Comunal Salvadoreña en apoyo al proyecto de reforma agraria; y otro, a la Organización Democrática Nacionalista (ORDEN), de corte fascista; la iglesia fraccionada entre conservadores y afectos a la teología de la liberación; creciente organización campesina motivada por las corrientes renovadoras de la iglesia; movilización de sectores medios procedentes del magisterio, de las universidades y de los institutos de educación media; y multitudinario arrastre popular del principal partido político de oposición, la Democracia Cristiana, y la coalición electoral de la cual formaba parte: la Unión Nacional Opositora (UNO).
El vacío de poder era claro y el agotamiento de la vía electoral como recurso para sustituir al régimen militar, también. No obstante, el Partido Comunista adversaba la lucha armada y la calificaba como una pretensión aventurera de grupos pequeño burgueses manipulados por la CIA. Las Fuerzas Populares de Liberación (FPL) ―que bajo el liderazgo de Salvador Cayetano Carpio se habían separado del Partido Comunista, no por razones ideológicas sino por razones de estrategia―, habían optado por la lucha armada, pero bajo el esquema de Guerra Popular Prolongada, es decir, bajo la lógica de preparase y acumular fuerzas para cambiar el sistema, indistintamente de lo que estuviera ocurriendo en la realidad del momento. Carpio mantenía su admiración y afinidad ideológica con la Unión Soviética, de hecho, la bandera de las FPL era una copia de la de aquel país, con la hoz y el martillo estampada sobre el lienzo rojo.
El ERP―que se nutría con nuevas incorporaciones, entre ellas, la del grupo de Rafael Arce Zablah y Joaquín Villalobos―, estaba en la lucha armada con la crisis de poder en la mira y con ideas de definición en el corto plazo, con enfoque de aprender la lucha guerrillera haciéndola y, no obstante su retórica radical, de trabajar en el plano de las más amplias alianzas, incluyendo a militares progresistas, y de construir un amplio movimiento popular capaz de conjugar fuerzas dentro de una estrategia insurreccional. Así, el ERP nace y se desarrolla pegado a la realidad, rompiendo esquemas y contraponiéndose a la izquierda tradicional y conservadora.

La lucha guerrillera contra todo pronóstico
El Salvador no era un lugar concebible para el nacimiento y desarrollo de una guerrilla. Con 21,000 kilómetros cuadrados de territorio; con la mayor densidad poblacional de América Latina; sin profundas montañas escabrosas; con una estructura administrativa de 14 departamentos y 262 municipios, todos accesibles; y con alrededor de 150,000 hombres entre cuerpos de seguridad, ORDEN4, patrullas del servicio territorial5 y ejército dislocados en todo el territorio, era muy difícil pensar que un movimiento insurgente tendría futuro. Y, en efecto, no cualquier estrategia podía ser exitosa. Los territorios de la guerrilla primero fueron conquistados políticamente a través de la organización campesina y luego fueron conquistados militarmente.
La ofensiva de enero de 1981 ocurrió tarde, cuando las condiciones insurreccionales habían pasado, luego del asesinato de Monseñor Romero y fuertes golpes a las organizaciones populares. No obstante, el ERP mantuvo un intenso debate con el Partido Comunista y las FPL para persuadirlos de la realización de la ofensiva. La RN6 estaba de acuerdo con dicha ofensiva, pero los resabios dejados por la división con el ERP impidieron que ambos conjuntaran fuerzas y recursos. Finalmente, el acompañamiento insurreccional de la población no se dio, pero el esfuerzo desembocó en la construcción de los frentes guerrilleros y en la conquista militar de los territorios. No hubo victoria insurreccional, pero nadie puede negar que aquella ofensiva sentó las bases de la guerra civil que se prolongó por más de una década.

El papel del liderazgo
Existe una discusión acerca de si es el contexto histórico o el liderazgo lo que determina el curso de los acontecimientos y se puede decir que son ambos, pues un dirigente, fuera de la oportunidad que ofrecen las circunstancias, no es nada, mientras, estas últimas sin un liderazgo, no conducen por sí mismas a resultados. Quienes tienen madera para ser líderes, son empujados por las circunstancias y ese es el caso de Joaquín Villalobos quien, después de Rivas Mira, asumió el liderazgo del ERP en 1977.
Joaquín no era un hombre previsible. Era rupturista de esquemas, heredero del pensamiento del grupo original del ERP y con mucha visión de futuro. Fue jefe de un contingente con el que guardaba grandes afinidades y resulta lógico pensar que eso obedecía a que, en el camino de la construcción de una organización, desde el liderazgo se va transmitiendo un estilo y se va creando una cultura capaz de atraer a determinado tipo de gente que se acopla, por lo general, perfectamente con ella.
No creo posible el desarrollo del fenómeno comunicacional que tuvo lugar dentro del ERP sin el liderazgo de Joaquín. En su pensamiento, el efecto comunicacional en los diferentes planos de la estrategia tenía una importancia de primer orden. Para él era inconcebible una operación armada sin su correspondiente efecto mediático. Mantuvo la idea de llevar a cabo operaciones simultáneas para comunicar fuerza desde la época de la guerrilla urbana hasta las ofensivas que, finalmente, dieron lugar al cambio en la correlación de fuerzas que hicieron posible la firma de los Acuerdos de Paz. Un hecho que sintetiza a cabalidad su visión fue la operación contra el helicóptero en el que el coronel Domingo Monterrosa, 7 junto a otros altos mandos militares, intentaban sacar de Morazán su supuesto trofeo de guerra: el transmisor de la Radio Venceremos. En esta operación, en la que murieron todos los tripulantes, se mezclaron tanto la habilidad táctica y de inteligencia en su diseño, como la tremenda obsesión del coronel por acabar con la Radio Venceremos, e incluso, el uso de esta última dentro de la estratagema, lo cual implicó silenciarla para hacerle creer que en efecto había capturado el transmisor.
El enfoque estratégico que Joaquín le imprimió a las comunicaciones fue lo que permitió articular los recursos humanos, logísticos y creativos necesarios. Pero no se limitó al plano estratégico: incursionaba en lo concreto y lo hacía trabajando en equipo. Las ideas tenían su recorrido antes de concretarse. Podía comenzar la discusión con sus compañeros de dirección o simplemente ir a parar con el equipo de producción de la Radio Venceremos para discutir un editorial, una transmisión que debía acoplarse justo al inicio de una operación militar o la producción de una “novelita”, espacio de sátira tan preciado por todos durante la guerra. Los comunicadores fueron siempre parte de su equipo de trabajo, por eso, durante la guerra, la Comandancia y Radio Venceremos compartieron siempre campamento y, por eso mismo, cuando se abrió el esfuerzo negociador, Joaquín salió de Morazán para Nicaragua con todo y el equipo de producción de la Radio Venceremos.
En la visión de Joaquín era pecado aburrir a la gente. Las comunicaciones debían atraerla y cautivarla, debían motivar la moral de combate de los guerrilleros, legitimar la lucha frente a propios y terceros, y, por supuesto, desestabilizar al “enemigo”. Quizás esto explique por qué en la férrea etapa de la lucha clandestina en las ciudades, en vez de usar capuchas se optó por mostrar fotografías con rostros que conectaran con la gente; por qué en el programa de Radio Venceremos que acompañó la ofensiva del 89 sonó “El submarino amarillo” de Los Beatles, o por qué la sátira radial estuvo acompañando siempre las debilidades y los peores momentos del “enemigo”.
El ERP fue la organización militarmente más combativa, la políticamente más flexible, la comunicacionalmente más creativa y la que le apostó a la paz sin ánimo de revancha. Es posible concluir entonces que el Sistema Radio Venceremos hizo una revolución en color que sólo pudo tener vida en aquel contexto de la historia y dentro de aquella organización rupturista, joven, innovadora y bien liderada para la que el drama de la guerra se conjugó con la alegría, el entusiasmo y el ánimo de conquistar un país mejor. El llanto, el odio, la venganza, el resentimiento y la victimización que dominaban la cultura de la izquierda latinoamericana, y en parte de la salvadoreña, no marcaron el pensamiento ni la actuación del ERP. Aquellos personajes que dirigieron o apoyaron la dirección del esfuerzo eran hijos bien nacidos dentro del ERP. Quien quiera encontrar un “cuadrado”8 entre ellos, fracasa aún hoy en día; y aquellos que materializaron cada fotografía, cada milímetro de videocintas, cada película editada, cada revista, cada afiche, cada texto, cada programa radial, cada teatrillo, cada canción se cuentan entre los seres afortunados de este país que pudieron vivir, crear y dar el mejor de sus esfuerzos dentro de una amplia posada que se dio en llamar ERP. No miento si digo que muchos de ellos, por “locos”, por irreverentes o por ingeniosos, habrían sido expulsados―para hablar del castigo menor―, dentro de otra organización de estrechos y rígidos marcos ideológicos. En el ERP todos ellos no sólo no corrieron riesgos sino que, por el contrario, nadaron como pez en el agua, fueron queridos, reconocidos y respetados, y se constituyeron en personajes históricos.
Es un honor para todos dejar un legado histórico que ayude al país a mirar hacia atrás para construir un mejor futuro; generaciones venideras sabrán y aprenderán de la épica lucha que transformó a El Salvador recreándose en las miles de fotografías, en los centenares de programas radiales grabados, en las películas producidas ―algunas de ellas merecidamente galardonadas―, en las revistas, en la canción, en los artículos y polémicos ensayos, en fin, en una historia que se pensó en su momento, y muy bien, debía ser comunicada en vivo, en blanco y negro, y en colores.

Mercedes del Carmen Letona, Luisa

1. El surgimiento de una guerrilla
1.1. Orígenes del PRS-ERP
El 2 de marzo de 1972 es una fecha que tiene una doble implicación: En primer lugar, se trató de una acción militar —la “recuperación” de armamento de manos de elementos de la Guardia Nacional frente al Hospital Bloom de San Salvador por un comando del PRS-ERP—, que fue, a su vez, la primera acción pública de un grupo guerrillero en El Salvador. A partir de ese entonces, se dejaba asentado que había guerrilla en El Salvador. Semanas después, el otro grupo guerrillero existente en ese momento, las FPL, harían también su aparición en la escena pública.
En segundo lugar, la acción del Hospital Bloom fue diseñada cuidadosamente para que tuviera un impacto mediático. Los miembros del comando no se limitaron a hacer la acción militar en sentido estricto, sino que dejaron regadas copias del Comunicado número 1 del PRS-ERP, un texto sumamente breve, con consignas como “¡La paz para los ricos ha terminado! ¡La guerra de los pobres ha comenzado!”. Era el aldabonazo que anunciaba el inicio de un nuevo momento histórico en el país, cuya culminación sería la guerra que terminaría dos décadas más tarde. La modalidad de la acción citada es una síntesis de la concepción del ERP sobre la lucha político-militar: toda acción militar debe tener impacto político y ello sólo se garantiza en la medida en que esté asegurado el impacto mediático.
El 2 de marzo de 1972 no es, rigurosamente, la fecha de fundación del PRS-ERP. Los orígenes de la organización se remontan hasta la década de 1960. Podemos identificar varias vertientes político-militares que convergieron en el objetivo común de llevar a cabo la lucha armada, desmarcándose tanto de la estrategia electoral del Partido Comunista, como de la concepción de “guerra popular prolongada”, que tomó cuerpo en las Fuerzas Populares de Liberación (FPL). Estas vertientes son El Grupo, integrado por elementos radicalizados de la democracia cristiana (y que fueron los responsables de la acción del 2 de marzo de 1972); un grupo de estudiantes de Áreas Comunes de la Universidad de El Salvador (UES) que formó los Comandos Organizadores del Pueblo (COP); un colectivo de militantes que procedía de la Juventud Comunista, y un grupo identificado como Organización Revolucionaria de los Trabajadores (ORT).
El Grupo. La operación del 2 de marzo se da después del fraude electoral del partido oficial contra la Unión Nacional Opositora (UNO), alianza electoral integrada por el Partido Demócrata Cristiano (PDC) que contaba con el más amplio respaldo popular, el socialdemócrata Movimiento Nacional Revolucionario (MNR), y la Unión Democrática Nacionalista (UDN), frente abierto del Partido Comunista de El Salvador (PCS). La requisa de armas a los guardias del Bloom era una de dos operaciones que tendrían lugar en la misma fecha y hora contra distintos objetivos, pero una se frustró. No obstante, en el plan se manifestó por primera vez lo que en adelante se constituiría en parte esencial de la doctrina militar del ERP – la simultaneidad de las operaciones – orientada a producir un impacto político y mediático superior.
La operación desató la más brutal campaña de persecución que se haya conocido en la historia de la guerra. La fotografía de Carlos Menjívar, quien tuvo a su cargo la operación, apareció en afiches pegados a los postes de alumbrado eléctrico y se mantuvo en los periódicos por varios días. Eduardo Sancho, en Veredas de la audacia, afirma que “el grupo que participó en la acción del hospital llevaba como jefe a Carlos Menjívar (caído ese año a causa de una explosión accidental, muriendo en el Hospital Militar), el maestro Gilberto Orellana y el poeta Alfonso Hernández ‘Gonzalo’ (ambos caídos también) y una ex compañera de seudónimo ‘Julia”. 9
La operación del Bloom fue responsabilidad de El Grupo, tal como se les conocía a quienes lideraban la organización que en aquel momento nacía a la vida pública con el nombre de Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Sus integrantes, encabezados por Alejandro Rivas Mira, fueron Jorge Cáceres Prendes, Ricardo Sol, Lil Milagro Ramírez, Eduardo Sancho y otros cuadros que procedían de la Democracia Cristiana. En palabras de Mercedes del Carmen Letona “eran jóvenes de la más alta calidad intelectual, destacados por su nivel de desempeño académico, con referentes alejados de la corriente comunista tradicional y más bien influenciados por movimientos como el de Mayo 68 y los chinos”. También estuvo vinculado a El Grupo el médico Fabio Castillo10 , un intelectual de izquierda que había sido candidato a la presidencia de la república por el Partido Acción Renovadora (PAR) —frente electoral en el que actuaba el PCS— en las elecciones de 1966 y rector de la Universidad de El Salvador entre 1963-1967. Durante la guerra honduro-salvadoreña, Castillo fue una de las pocas voces que, dentro de la izquierda legal, manifestó abiertamente su rechazo a apoyar al gobierno salvadoreño en su aventura militar contra el país vecino. “Algunos de ellos habían viajado a Chile y Uruguay y se habían nutrido del pensamiento revolucionario del sur”, explica Jorge González, Rodrigo, uno de los fundadores del ERP.
La requisa de los fusiles a los guardias nacionales del Bloom, que fue la primera operación armada realizada por un grupo guerrillero en El Salvador, fue reivindicada mediante un comunicado que proclamaba “El poder nace del fusil”, y su consigna final era “La paz de los ricos ha terminado, la guerra del pueblo ha comenzado”. El mensaje político después del fraude electoral era fuerte y claro; y la primera frase y otras más invocaban el pensamiento de Mao Tse –Tung, en contraposición a la línea política de la Unión Soviética.
Poco se habla de los integrantes de El Grupo, pero en realidad representan la raíz de un pensamiento que propició el ambiente para captar entre sus filas a jóvenes capaces de construir una fuerte organización alejada de la ortodoxia. El Grupo heredó las ideas de búsqueda de la definición de la toma del poder en el corto plazo y heredaron una estrategia de alianzas con los más diversos sectores, entre ellos militares constitucionalistas a quienes se les veía como factores clave, articulados dentro de una estrategia insurreccional. Esas ideas cuajaron en la creación del Frente de Acción Popular Unificada (FAPU), que en aquel entonces representaba la más amplia organización popular nacida como frente abierto del ERP y que luego de la escisión del 75 quedó conducido por la RN. De igual manera, estas concepciones de El Grupo dieron origen a los planteamientos de conformar el Gobierno de Amplia Participación. Con esa línea de pensamiento, muy pegada a las ideas de actuar en la coyuntura en la búsqueda de definiciones, la vocación comunicacional era inherente a la acción y sus formas muy diversas. Alejandro Rivas Mira había estado becado en la República Federal Alemana. Fue primer ingreso a la UES cuando entró a estudiar, al igual que Rafael Arce Zablah. Primer ingreso quiere decir que fueron estudiantes destacados en bachillerato —se dice que Rivas Mira fue Primer Bachiller de la República— y que entraban automáticamente a la universidad, la cual tenía requisitos de ingreso muy estrictos.
Alejandro era de la dirección del movimiento estudiantil de Mayo del 68, con Daniel Cohn-Bendit —dice Rodrigo—. El valor de su grupo es [que trasladó a El Salvador] el tipo de debate de la izquierda europea de aquel momento. […] Se va desarrollando un concepto, una forma de analizar las cosas. Incluso, en las escuelas políticas nuestras, la formación era a partir del debate político, no a partir de un panfleto que hubiera que memorizarse.
Esto, según Rodrigo, habría originado un estilo de análisis y de trabajo que procuraba “buscar acuerdos políticos”, a través de la discusión, dejando de lado “la discusión ideológica”, que, a su juicio, origina callejones sin salida por cuanto cada cual sostiene sus principios ideológicos y los defiende como sea. Algo de esto haría falta en varios momentos de la historia política que vendrían posteriormente.
Los Comandos Organizadores del Pueblo (COP). A fines de la década, se había formado en la Universidad de El Salvador el llamado Comité de Representantes de Áreas Comunes (CRAC), en el que estaban Rafael Arce Zablah y Joaquín Villalobos. Se debatía en el ambiente el tema de la reforma universitaria “que sería financiada por la USAID”, lo que provocaba recelos en algunos sectores. En la UES había representantes de toda la izquierda, armada o legal. Estaban estudiantes como Felipe y Virginia Peña. El CRAC comienza a debatir la posibilidad de actuar políticamente fuera de la universidad. Rodrigo narra: “Empezamos a vincularnos muy fuerte a organizaciones campesinas en aquella época. Empezamos a organizar jornadas de capacitación con ellos sobre la realidad nacional, y convocábamos a dirigentes campesinos. Nos ayudaron en esto muchos sacerdotes progresistas”, lo que permitió la vinculación de los estudiantes con las organizaciones campesinas, relacionadas, en sus orígenes, con el trabajo pastoral. El interés de los sacerdotes era que los estudiantes les dieran formación a los dirigentes campesinos. Rodrigo explica que partieron del método pedagógico de Paulo Freire, de educación participativa, “el cual va a la raíz de los problemas siempre”.11 El método estaba muy en boga en ese entonces. “Los campesinos salían enojadísimos. ‘Esto es lo que nos están haciendo’, decían. Salían impactados de las capacitaciones […] De esta manera, hicimos mucho trabajo político con campesinos en Opico. Ahí estaba el padre [Alfonso] Navarro como párroco —después lo asesinaron—; en Suchitoto, con los curas Alas”.12
Rodrigo afirma que desde ese momento mantuvo un vínculo con las comunidades campesinas con las que trabajaba —Opico, Suchitoto y San Miguel—. En esas capacitaciones participaban los hermanos Peña, Villalobos y Arce Zablah, así como el propio Rodrigo. En este momento, asegura, aún no estaban vinculados con las que serían sus futuras organizaciones —las FPL y el ERP—. Este es el momento del origen de las organizaciones político-militares salvadoreñas.
Esta generación de jóvenes universitarios también participó en el debate más importante de la izquierda latinoamericana en el siglo XX: el debate sobre la vía de la revolución. Una influencia importante para el rumbo que tomarían muchos de estos jóvenes provino de un grupo de profesores argentinos, exilados políticos, que vinieron a El Salvador a dar clases en la universidad. Se trataba de Daniel Slutzky, su esposa, Esther Alonso, y Jacobo Waiserfield. 13
Slutzky vino a El Salvador en 1967, invitado por el entonces rector, Fabio Castillo. Según el sociólogo argentino: “Yo, en la época de ‘los bastones largos’ en el 67 con la dictadura de Onganía ya había salido al extranjero, había estado en Centroamérica, había sido director de un Departamento de Ciencias Sociales, o sea había trabajado ya en El Salvador como director del Departamento de Ciencias Sociales del año 1967 al año 1971”. 14
La historia personal de Slutzky —autor de La guerra inútil, estudio socio-económico de la guerra honduro-salvadoreña de 1969— está marcada por las épocas de horror de las dictaduras de su país. El sociólogo fue secuestrado por las fuerzas militares argentinas con su esposa Esther Alonso del 19 de octubre al 5 de noviembre de 1976. También padeció la desaparición forzada de su hermano Leonardo, a principios de la dictadura de la Junta Militar encabezada por el general Videla, el 22 de junio de 1977. 15 Un contingente de “fuerzas especiales” irrumpió en su vivienda en La Plata y lo secuestró. Fue torturado en el centro de detención La Cacha, por un agente policial identificado como El Oso. Leonardo era médico y años atrás militó en la guerrilla peronista. Para el momento en que lo secuestraron, ya no tenía nexos con Montoneros, pero en el clima de persecución generalizada que se instauró en la Argentina a partir del 24 de marzo de 1976 —fecha en que inicia el llamado proceso, esto es, la dictadura militar que se prolongó hasta 1983—, se persigue a toda aquella persona sospechosa de tener el menor vínculo o la menos simpatía con los grupos armados de izquierda —que para esa fecha habían entrado a una fase de recesión.
Fue médico de un movimiento —dice Slutzky sobre su hermano desaparecido—que no llegó a ser un movimiento armado pero pretendía ser un movimiento armado en los años 67, conocido acá en la Argentina como el grupo de Taco Ralo que en la zona de Tucumán se estaba preparando, pero no llegó a tirar ni un tiro, él era el médico de ese grupo, no era un militante armado, por eso este grupo cayó y estuvo preso él del 67 al 71. No salió con la amnistía, salió incluso antes de la amnistía que dio el gobierno de Cámpora. Lo que sí quiero recalcar es que al momento de la desaparición él no tenía ninguna militancia, había pasado unos cuantos años en la cárcel, estaba dedicado a su trabajo de médico y con mucho apego a sus hijos que él no había podido ver, bueno lo íbamos a ver ya que estaba preso en la Unidad N°9 varios años. Pero estaba dedicado a su tarea de médico y a su vida familiar. 16
De vuelta a El Salvador a principios de los 70, las enseñanzas de estos maestros argentinos influyeron de manera muy importante a los dirigentes universitarios. “Nosotros nos nutrimos de muchas influencias”, rememora Rodrigo, quien narra cómo por la Universidad de El Salvador, pasaron activistas, dirigentes o cuadros intelectuales de movimientos mexicanos, colombianos, brasileños —como Theotonio dos Santos, el autor de la Teoría de la dependencia. La discusión con estos elementos les permitió tener una perspectiva más amplia de la problemática que estaban enfrentando. También recuerda, por ejemplo, haber sostenido una discusión prolongada con un militante mexicano, Ignacio Salas Obregón, cuyos orígenes políticos se remontan a Los Procesos, grupo cristiano radicalizado que participó en la lucha armada en su país. Salas Obregón perteneció al grupo armado llamado Liga Comunista 23 de Septiembre, a principios de la década. De vuelta a México, fue capturado por la policía el 25 de abril de 1974 y asesinado en el cautiverio.
El grupo procedente del CRAC, según el testimonio de Rodrigo, se vinculó con una organización venezolana, las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN), pertenecientes al Partido de la Revolución Venezolana (PRV), dirigido por Douglas Bravo. A juicio de Mercedes del Carmen Letona (Luisa), el nexo con el PRV lo hizo Alejandro Rivas Mira cuando se encontraba en Europa, donde conoció precisamente a Alí Rodríguez. En todo caso, este vínculo con Venezuela sería fundamental para la historia que se relatará en estas páginas. En la concepción insurreccionalista del ERP influyeron mucho las ideas de Rivas Mira y del planteamiento del PRV, que incluía una línea de “conspiración con el ejército […] para pegar un golpe y pasar a un proceso insurreccional a corto plazo”.
Otro nexo importante fue con las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) de Guatemala, con la cual el ERP llevaría a cabo acciones conjuntas en ese país y en El Salvador. Esta agrupación, originalmente proveniente del CRAC, se denominaría Comandos Organizadores del Pueblo (COP).
El núcleo de los COP discutía, pues, con gente de primera línea. “Nosotros no nos formamos con Carlos Marx y Engels, ni con panfletos” —sostiene Rodrigo — “sino a partir de un debate muy fuerte con los movimientos de izquierda más avanzados del continente, de finales del 60 y principios del 70. Para el 70 ya estábamos bien claros de que no había otra alternativa. Nos dijimos: Hay que ver cómo salimos de este compromiso. Las discusiones se generan con la gente más cercana, en este caso, Villalobos, Arce y yo. Había otro compañero, Carlos Solórzano, en esos orígenes. Y luego integramos a otros muchachos en ese núcleo original, ya tomando la opción de la lucha armada”. 17
El núcleo inicial estable de los COP eran Arce Zablah, Rodrigo, Solórzano y Villalobos. A finales de 1970, Solórzano entabló vínculos con un grupo que tenía planteamientos similares, el de Alejandro Rivas Mira. Paralelamente, Felipe Peña y Cayetano Carpio ya estaban estructurando lo que devendría en las FPL.
Solórzano propuso la idea de dialogar con El Grupo. Las conversaciones tuvieron como resultado la integración de ambos agrupamientos.
Además de El Grupo y los COP, había otras dos agrupaciones que integraron el ERP, las cuales, al igual que las demás, conservaban su dirección y sus estructuras propias. Una de estas provenía de las filas del Partido Comunista y estaba dirigida por Vladimir Rogel, El Seco Humberto. En su grupo están Jorge Meléndez, Jonás; Sonia Aguiñada, Galia, y Alejandro Montenegro, Fox. Era un grupo de jóvenes muy radicalizados.
Aquí, el doctor Fabio Castillo jugó, al igual que en otras coyunturas históricas importantes, un papel clave. El grupo encabezado por éste, llamado Organización Revolucionaria de los Trabajadores (ORT), que estaba integrado también por María Marta Valladares, conocida como Nidia Díaz, y Francisco Jovel, conocido como Roberto Roca, se desligó del ERP en poco tiempo para formar más adelante el Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC).
Hubo una separación momentánea entre El Grupo y los COP. Los COP redactaron un documento —“en el auditorio de Biología”, de la Universidad de El Salvador, especifica Rodrigo—, en el cual manifestaban su desacuerdo con ciertas operaciones militares efectuadas por el grupo de Rivas Mira, con lo cual decidían separarse, pero manteniendo la comunicación entre ambas agrupaciones. Una de las operaciones con las que discrepaban los COP con El Grupo fue el secuestro y ajusticiamiento de Ernesto Regalado Dueñas, el 20 de febrero de 1971. Sobre el particular, recuerda un amigo cercano de Regalado, el escritor David Escobar Galindo:
Ernesto Regalado Dueñas, secuestrado el 11 de febrero, apareció, asesinado, en las primeras horas del viernes 20 de febrero, cerca de la finca El Tazumal, en la calle a San Antonio Abad. Al día siguiente, el General Fidel Torres dio los nombres de los presuntos asesinos: los estudiantes Guillermo Aldana y Carlos A. Menjívar y alguien ´que huyó esposado´. Por su parte, Radio Habana, en un comunicado del 23 de febrero, dijo que los autores son ´jóvenes pertenecientes al Movimiento Social Cristiano, rama izquierdista del Partido Demócrata Cristiano, y miembros del Partido Comunista Salvadoreño, en una acción conjunta´. Se trataba de lo que después fue conocido como El Grupo, antecedente del Ejército Revolucionario del Pueblo. 18
Esta acción tuvo resultados negativos en contra de El Grupo, al cual “le capturaron casi a la mayoría de la gente”, dice el testimoniante y agrega que “otros se fueron y básicamente se quedó Rivas Mira con otro par de gentes”.
Por su parte, el COP siguió debatiendo sobre el tema de la vía de la revolución, en virtud de lo cual “se escribió un documento contundente contra la vía electoral, ¿Es tu arma el voto?”,19 en contra de las posturas mantenidas por el Partido Comunista de El Salvador (PCS). “Este documento es buenísimo, demoledor contra los procesos electorales”, añade.
Ambas agrupaciones se reunificaron a principios de 1973. En el ínterin, Rodrigo afirma haber mantenido el trabajo político en la zona oriental: “Llegué a tener un vínculo estrecho con dirigentes campesinos de oriente y nunca lo abandoné. Cuando volvemos a unificarnos con El Grupo, nos dividimos el trabajo”. En la estructura de los COP, señala, Villalobos quedó a cargo del trabajo en la capital, mientras que Arce Zablah se fue hacia Guatemala y él se fue hacia la zona oriental. Este relato se contrasta con aquellas versiones que indican que quien empezó el trabajo organizativo en dicha área geográfica fue Rafael Arce Zablah. Acerca de esos primeros esfuerzos organizativos del PRS-ERP, apunta Rodrigo:
Me eché mi mochila al hombro. Mi mochila era como uno de esos tambachitos que ocupaba Tom Sawyer, que agarraba un pañuelo, echa un calzoncillo, unos calcetines, un pantalón y le hace nudo. Así me fui. Yo había mantenido el trabajo en oriente, pero me instalé ahí el 31 de diciembre de 1972. Instalé una estructura pequeña y me empecé a vincular con la gente nuestra, que eran dirigentes campesinos importantes y comencé a armar una estructura en oriente. Lo importante es que mi vínculo fue con dirigentes campesinos muy respetados. Uno de ellos, Reynaldo Zelaya, murió el 75 en Usulután; al Chelito Gonzalo —comandante Gonzalo— yo lo recluté; al Negro Julio; Balta trabajó conmigo en oriente. Carmelo también era dirigente campesino. 20
En 1974 ya había una estructura militar operando en el este del país. El trabajo organizativo se extendió a San Miguel y La Unión. Un dirigente al que Rodrigo conoció en Santa Rosa de Lima lo vinculó a un poblado fronterizo entre el departamento de La Unión y Morazán. El contacto era Carmelo, muerto en la ofensiva de 1989. Del cantón Copetillo, en el norte de La Unión, el trabajo del ERP se extendió a Morazán, donde se contactaron con el sacerdote Miguel Ventura, “quien nos dio un apoyo extraordinario”.
Según el relato de Jorge González, Rafael Arce Zablah llegó más adelante, a oriente, donde encontró una estructura en marcha. “Ya habíamos penetrado en Morazán y teníamos actividad en San Miguel y Usulután”, 21 hacia fines de 1974. Explica que él fue asignado para irse a formar política y militarmente a Cuba. En su ausencia, Arce Zablah tomó la conducción del trabajo organizativo en Morazán. Durante su estancia en Cuba, se dio la muerte de Roque Dalton al interior de la organización.
A partir de ese momento, el ERP estaba conformado únicamente por las agrupaciones encabezadas, respectivamente, por Villalobos, Rogel y Rivas Mira. Una agrupación cercana a Dalton, donde estaban Lil Milagro Ramírez y Eduardo Sancho, se había escindido tras la ejecución del primero y conformó la Resistencia Nacional. La ORT se había separado anteriormente. Un año más tarde, en 1976, se convertiría en el Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC). Esto último, sumado a las críticas del ERP a las concepciones soviéticas, produjo el acercamiento de la organización al Partido Comunista Chino. “Ya los venezolanos tenían relaciones con ellos; entonces se nos facilita el vínculo con los chinos”, afirma Rodrigo.
En 1975, cae Rafael Arce Zablah en la primera toma que hizo el ERP de un poblado, en El Carmen, La Unión. Arce, cuyo legado teórico, según el entrevistado, está concentrado en dos de sus escritos, El grano de oro, el cual es un análisis de la estructura económica salvadoreña, y Fascismo y revolución en El Salvador, donde plantea que el modelo económico implantado por las élites en 1970 —el modelo de diversificación de importaciones y de potenciación del turismo—, demandaba la creación de un estado fascista.
En el contexto de la búsqueda de contactos con China, el ERP tenía planeado el viaje a Pekín de una delegación integrada por Arce Zablah y Rogel para fines de 1975, pero fue aplazado por la muerte del primero. Quienes viajaron fueron Vladimir Rogel y Mario Chamagua (Chemo) y el acercamiento se concreta. Sobre la historia de las relaciones con Pekín, profundiza Jorge González, Rodrigo:
La recepción (del Partido Comunista Chino a la delegación del ERP) fue cálida, porque en esa época había un fuerte enfrentamiento ideológico y político entre los chinos y los rusos. Para los chinos, cualquier movimiento revolucionario que se les acercara, era bienvenido. La recepción que se nos hace es muy alta. Nos recibe gente de muy alto nivel. Yo le di seguimiento a esta relación, porque el punto de contacto era México. Yo viajaba frecuentemente a México para intercambiar informaciones con ellos, más o menos cada ocho meses, cada año. Hubo una relación fluida con ellos. Después fueron otras delegaciones a China para mantener esa relación.
Los años posteriores a la muerte de Dalton fueron bastante complicados. Empiezan con la búsqueda de ese respaldo político internacional con China y una reestructuración y reorganización internas del partido, del ERP. Y es después de eso que se crea el Partido de la Revolución Salvadoreña, como estructura política, y el ERP queda como estructura militar. A partir del 76 se establece una línea de recuperación económica para poder sostener y darle continuidad a la guerra.22
“Entre 1976 y 1978 se dan varias actividades militares de recuperación económica”, dice el entrevistado. Esto incluye secuestros, asaltos a bancos, etc. para financiar “la guerra a gran escala”.23 Se fortalece la guerrilla urbana, se da un proceso de expansión en el oriente del país y se busca fortalecer la organización en la zona occidental. En esta zona “se llegó a crear una fuerza grande”, hacia 1977.
Hay una disputa por el poder en el seno de la organización, entre los agrupamientos de Vladimir Rogel y el COP. Un elemento decisivo para dirimir hacia qué lado se inclinaría la balanza, explica Rodrigo, era la capacidad militar, y la toma de El Carmen, donde murió Arce Zablah, estuvo dentro de este contexto, “para dar una demostración de fuerza [a nivel interno] del agrupamiento nuestro”. La toma de El Carmen había sido una operación grande: la toma de un poblado entero, con el aniquilamiento de las fuerzas enemigas —Guardia Nacional y la paramilitar ORDEN—, que dio pie a operaciones similares. Con dicha acción militar, “el grupo nuestro adquirió más preponderancia”, en desmedro del agrupamiento de Rogel.
Este último, dice Rodrigo, “estaba loco. Estaba enfermo de la cabeza. Era muy aguerrido y violento. Cuando viajamos juntos, lo terminé conociendo. Lo observé mucho y les advertí a los compañeros que él estaba ‘para otro lado’”.
La dirección inicial del ERP tenía una conducción “única y bastante sólida”, en palabras de Jorge Meléndez, Jonás. Esta conducción estaba integrada por “gente más vieja que nosotros —relativamente: andaban por los 30 años y la mayoría de nosotros andaba, los más viejos, por los 20 — […] y un grupo de… no sé si [llamarlos] intelectuales: un grupo de muchachos de la clase media del país, la que se combinó [para formar la primera dirección del ERP] y estos tenían bien definidos sus criterios. Los demás éramos gente de base o cuadros intermedios”. 24 Esto se dio durante un período difícil dentro de la organización. Se trataba de “un momento de dispersión e inactividad de la estructura”, en palabras de Luisa, durante el cual cayeron presos Ana Guadalupe Martínez y Marcelo. Este último delató la ubicación de varias casas de seguridad de la organización. A ello se sumó la falta de recursos económicos. En este marco, según las palabras de Jorge Meléndez, los cuadros más jóvenes vieron en las publicaciones de la organización “un elemento esclarecedor incluso para nosotros mismos”, dado que “la construcción de pensamiento [en el seno del PRS-ERP] era [producto de] una discusión bastante amplia […] Uno lee ahora esos textos y se ve que son interesantes, aunque tengan pensamientos que no son tan elaborados, pero tienen una discusión sobre la realidad del país y no la exposición de una doctrina, digamos”. 25
Fue un período difícil, donde todos los miembros del ERP se ocultaron en casas de seguridad. Casi no salían a la calle. Gustavo Amaya, el Seco Gustavo, cuenta que les daban un colón con 25 centavos diarios [0.14 USD] para su alimentación y que todo lo que tenían que hacer era aguardar a que en algún momento la dirección diera órdenes para activar nuevamente.
Un esfuerzo por superar la situación arriba descrita fue el secuestro de Roberto Poma, en 1977, para presionar por la liberación de Ana Guadalupe Martínez y Marcelo. Poma fue muerto porque, según se maneja, opuso resistencia durante su traslado a la casa de seguridad donde se encontraba recluido. Se afirma que el guerrillero que estaba a cargo de su traslado, decidió darle un tiro para inmovilizarlo, pero que el tiro le atravesó los órganos internos, generándole una peritonitis aguda. Llevaron médicos al lugar, pero necesitaba las instalaciones de un hospital. En pocos días, Poma falleció. El dato se mantuvo oculto a los familiares hasta que Martínez fuera liberada y conducida a Argelia.

1.2. Una organización de masas con carácter insurreccional
Después de ese momento crítico, el ERP pasó a una nueva etapa. En palabras de Rodrigo: “Del 76 al 79 se desarrollaron la organización militar y las Ligas Populares 28 de Febrero, como un movimiento de masas. La captación de fondos era el principal problema para avanzar la guerra.”
La estrategia militar nuestra siempre fue la insurrección popular y la organización de masas que concebíamos, los Comités Militares y las Ligas Populares, iba en función de eso: en tratar de conseguir una posición política que pudiera llevar a un proceso insurreccional; siempre mantuvimos un trabajo conspirativo cercano al ejército. Ahí surgen las relaciones con Mena Sandoval, Marcelo Cruz Cruz, Bruno Navarrete,26 que eran oficiales del ejército que terminaron vinculándose a nosotros.27
Entre 1977 y 1978, el ERP decidió entablar un diálogo con Monseñor Romero para buscar acercamientos:28
(Monseñor Romero) era una persona realmente extraordinaria. Platicamos ahí donde lo mataron (en el hospital para personas enfermas de cáncer de la Divina Providencia). Tenía una salita y un cuartito pequeño. Estuvimos hablando un buen rato. Creo que lo menciona en su diario. Quedamos en seguir conversando. Le ofrecimos seguridad, un motorista y alguien que lo acompañara, porque su vida corría peligro. ‘No’, respondió. ‘Yo voy a andar igual que siempre. Ahí Dios va a decidir por mí’. No aceptó ningún tipo de protección. 29

1.3. Las comunicaciones como un campo de batalla política
Un elemento clave en la estrategia político-militar del ERP, que caracterizó a esta organización desde sus inicios, fue el papel estratégico que se le asignó a las comunicaciones. Es cierto que las organizaciones de izquierda existentes hasta entonces (PCS, fundado en 1930; FPL, surgida en 1970) tenían también esfuerzos comunicacionales. El PCS publicó durante los años 70 los periódicos Voz Popular y Tribuna Popular. Las FPL tenía a su cargo la publicación de El Rebelde, Estrella Roja y Juventud Rebelde. Más adelante, surgirían Por la Causa Proletaria, de la Resistencia Nacional (RN, surgida en 1975 como escisión del ERP), y los órganos de divulgación del Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC, surgido hacia 1976), Posición Revolucionaria y Militante Centroamericano. Lo característico del ERP fue convertir a la propaganda en un elemento estratégico de su concepción de lucha armada. De ahí que su primera acción militar buscara (y lograra) tener un impacto propagandístico.
Este tipo de concepción se puede rastrear en diferentes experiencias de organizaciones político-militares. Así, por ejemplo, en la guerra de Vietnam (1964-1975) se acuñó el concepto de “propaganda armada”, que vinculaba las acciones armadas del Frente de Liberación Nacional a objetivos políticos y propagandísticos precisos. En un análisis hecho desde una perspectiva de derecha, como el interesante trabajo del chileno César Hidalgo, Teoría y práctica de la propaganda contemporánea, se define el concepto de propaganda armada como “[…] la ejecución de acciones propagandísticas que suponen una planificación y elementos bélicos” 30.
La propaganda armada tenía una finalidad política. Perseguía varias cosas: darle una presencia pública a los movimientos insurgentes, haciéndose sentir entre la población, motivando, incluso, la incorporación de la misma a sus filas; servir como elemento de guerra psicológica hacia las fuerzas enemigas y, sobre todo, causar un impacto político con cada acción militar. Para tener una idea de este triple impacto, hay que volver nuevamente al libro de Hidalgo, quien sostiene que “ningún acto político tiene efectos propagandísticos por sí mismo. Todo acto político depende absolutamente de la cobertura informativa que se le dé para adquirir significación y notoriedad”.31 Con preocupación, este autor señala que los medios de comunicación social que daban cobertura a acciones de propaganda armada de las organizaciones guerrilleras chilenas actuaban “voluntaria o inconscientemente en favor de la fuente emisora del mensaje subversivo”32 , demandando que ningún medio de comunicación cubriera actividades de “la lacra terrorista, sea ésta de izquierda, derecha, de Estado, religiosa o subversiva”, entre otras cosas, porque a su juicio, los medios de comunicación social “aceleran la imitación de conductas de masas. Así, por ejemplo, si el satélite exhibe un clima de insurgencia progresiva en Sudáfrica, a los pocos días veremos que un incidente policial sin trascendencia provoca una escala de fuertes agresiones cuyos protagonistas son un grupo de jóvenes de color que viven en las barriadas de inmigrantes londinenses.”33
Dentro de la concepción de propaganda armada podemos ubicar a movimientos latinoamericanos como el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, del Uruguay, y el Movimiento 19 de Abril (M-19), de Colombia.
Los Tupamaros llevaban a cabo acciones que lograron tener un impacto mediático importante, como: la toma de la popular Radio Sarandí, durante un partido de fútbol de considerable audiencia, para leer un comunicado que escucharon miles de aficionados; el asalto de un camión de alimentos para repartirlos en una zona marginal; o el incendio de la sucursal uruguaya de General Motors durante la visita del Secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger.
El M-19 también llevó a cabo exitosas operaciones militares con impacto publicitario. La más célebre de ellas fue la recuperación de la espada de Simón Bolívar en 1974, bajo la consigna: “Bolívar, tu espada vuelve a la lucha”. Este tipo de acciones buscaban, efectivamente, tener un impacto mediático en la población, disputando el campo comunicacional a los sectores dominantes y creando un “efecto de contagio” en la población, pero también simbolizaban la disputa de la conducción ideológica de la sociedad. La carga simbólica que hubo detrás del robo de la espada de Bolívar es sumamente elocuente. Es un acto que implicó decirle al Estado colombiano y a los poderes establecidos que habían usurpado el legado bolivariano y que, con el acto de “recuperación” —otra palabra cargada de significado— se le devolvía a su legítimo dueño —el pueblo de Colombia— para que le diera el único uso válido: “devolverla a la lucha”. La acción (el medio, diría McLuhan) genera un mensaje más efectivo que el de un comunicado.
Sobre cómo impactaban las acciones político-militares a la audiencia en El Salvador, el teatrista Carlos Velis –uno de los primeros dirigentes del ERP- recuerda un episodio:
Yo vivía cerca de la Embajada Argentina. Y una vez nos despertaron unos bombazos, que no sé quién los puso… Era muy reciente, 1971, 1972… y era porque se estaba conmemorando un aniversario de la masacre de Trelew y en la propaganda se hacía ver que por eso era: porque en un lugar llamado Trelew habían asesinado a gente del ERP argentino. 34
Ahora bien: si lo que distingue a las acciones de propaganda armada de cualquier acción armada es su impacto político, cabe profundizar sobre este punto. Haciéndonos eco de lo que plantea Vera Carnovale en su trabajo sobre el PRT-ERP argentino, se podría plantear lo siguiente:
Especulemos: ¿qué es lo que determina el carácter más o menos político de una acción armada? La expropiación de un camión de alimentos, por ejemplo, ¿es un acto más político que un ajusticiamiento? […] Si medimos lo político a partir de las reacciones del afuera, es decir, de la recepción que una determinada acción tiene en distintos sectores de la población, ¿es la llamada ´simpatía de las masas´ lo que determina el carácter político de la acción armada? ¿O debemos calcular la dimensión política de una acción a partir de la reconfiguración en las relaciones de fuerza que esta produce?35
Carnovale plantea que si se toma como parámetro la “simpatía de las masas”, para medir el impacto político de una acción armada, surge el problema de lo difícil que resulta medir con exactitud esta simpatía: “¿cómo hacerlo sin ser presas de evaluaciones impresionistas?”, se interroga. Es decir, no parece haber un instrumento de medición de “la simpatía de las masas” —sería absurdo pensar, por ejemplo, en pasar, casi 40 años después, una encuesta de opinión sobre si la acción armada del ERP salvadoreño, de ataque a los guardias nacionales que se encontraban en la zona del Hospital de Niños Benjamín Bloom causó simpatías para la organización o no. En este caso, se tendría una dificultad en cuanto a la imposibilidad de una medición “objetiva” acerca de una reacción subjetiva. En cuanto a la otra posibilidad, la de evaluar en qué medida una acción armada logra reconfigurar la correlación de fuerzas, también hay otra dificultad. Hay ciertas acciones que logran esta reconfiguración. Por ejemplo, el aniquilamiento de un destacamento enemigo, que daría pie, por ejemplo, al retiro de una fuerza militar de un sector geográfico dado y la consolidación del poder político del adversario en dicha zona. Pero hay acciones cuyo alcance en la reconfiguración de las fuerzas no resulta tan evidente. Por el contrario, estas acciones impactan en la subjetividad, tanto de los actores directamente involucrados como en los “espectadores”. ¿Cómo medir este impacto subjetivo, que es importante? Y, sintetizando, ¿cómo medir los impactos políticos subjetivos —la simpatía o no que puede desencadenar una acción— y objetivos —la alteración de la relaciones de fuerza? Las fuentes periodísticas de la época podrían resolver este problema en parte, aunque queda una vasta zona de elementos subjetivos y objetivos en la oscuridad. Con las precauciones del caso, Carnovale se decanta por recoger, en la versión de los hechos de los protagonistas entrevistados, las “reacciones y consecuencias dispares [de las acciones políticas] en momentos distintos”.36
Quizás una respuesta a esta duda, por parte de los militantes del ERP, se encuentra formulada en palabras de uno de sus fundadores, Jorge Meléndez (Jonás):
[El ERP] inicia la lucha armada sin dejar de tener la connotación de que se trataba de una lucha política, más que de una lucha militar y, por tanto, lo más importante es entrar en el pensamiento, en la conciencia de la gente, lograr la organización de las personas. 37
Aquí podemos encontrar un parámetro más objetivo acerca del impacto político de las acciones del ERP: la incorporación de más militantes a sus filas. Por otro lado, esta concepción que integra la propaganda como otro elemento estratégico (la “otra pata estratégica”, según la expresión de algunos entrevistados para este trabajo), junto a los elementos militares, políticos y de organización de masas, resulta bastante coherente con la concepción insurreccionalista que terminó imperando en el ERP. La visión del ERP, como pudo verse anteriormente, planteaba que la lucha revolucionaria debía resolverse a breve plazo mediante una insurrección de las masas, un alzamiento popular, para el cual cabía organizar a la población en comités militares que actuarían en cada localidad. Para ello, se requeriría del ejército guerrillero, que actuaría con elementos progresistas de la Fuerza Armada, para derrotar militarmente a las fuerzas gubernamentales. En esta concepción era necesaria un tipo de propaganda que comunicara planteamientos políticos con eficacia y rapidez. Así, la acción militar era también acción de propaganda. La recíproca también era cierta: la acción de propaganda era acción militar. Ambas, a su vez, eran acciones políticas, enfocadas a generar el apoyo y la rápida incorporación de las masas, a hacer guerra psicológica contra el enemigo y a librar la batalla en el campo mediático.

1.4. “Los compas periodistas”
La propaganda para el PRS-ERP se vuelve un componente imprescindible de toda acción militar, al punto de que sus estructuras desarrollarán y profesionalizarán a sus cuadros dedicados a la propaganda. Las tareas de propaganda demandan una dedicación exclusiva de estos cuadros, similar a la de los elementos militares, por ejemplo. Por esa razón, es válido hablar, no de unos militantes que asumían, entre otras cosas, tareas de propaganda, sino de unos militantes “periodistas”, a los cuales se les conoció durante la guerra como los compas periodistas, aunque no todos tuvieran una formación periodística.
El compa periodista era un cuadro militante que realizaba tareas que involucran el periodismo y la propaganda, de acuerdo con las líneas de su organización. En esencia, este militante podría ser también un militante combatiente, un militante organizador, un militante logístico. Pero le ha tocado en suerte la tarea periodística. Y esto se aplica también, en el caso del PRS-ERP tanto a periodistas radiales, fotógrafos o redactores como a cineastas (o quizá habría que escribir videastas, para el caso de los combatientes que, además del fusil, también estuvieron empuñando la Betamax), como a lo que aquí se llama “juglares insurgentes”, esto es, los militantes músicos, poetas y teatristas que cumplieron tareas partidarias en el plano artístico.
No obstante, a lo largo de la historia de sus comunicaciones, tanto las películas, como la radio y otros esfuerzos, tuvieron la participación destacada de periodistas, cineastas y fotógrafos de formación y de carrera, como por ejemplo, Hernán Vera, Maravilla, cineasta venezolano formado en Gran Bretaña; o Guillermo Escalón, director de cine salvadoreño de trayectoria. Con respecto a los juglares insurgentes, podemos decir lo mismo. Baste recordar el caso del grupo Cutumay Camones. Eduardo Esteijaert, la voz masculina principal del grupo, era un músico de conservatorio en su Holanda natal, antes de formar parte de la agrupación.
En el presente trabajo se abordan cuatro grandes períodos históricos:
El primero (1972-1980) es el que coincide con los inicios de la organización y es donde se va conformando el colectivo de prensa y propaganda del PRS-ERP, que también abarca a su organización de masas, las Ligas Populares 28 de Febrero (LP-28, formada en 1977). Durante esta primera etapa, aparecen las primeras publicaciones impresas, se realizan acciones de propaganda armada y tomas de radio.
El segundo gran período está definido por el surgimiento del FMLN, el 10 de octubre de 1980. A partir de este momento, el esfuerzo comunicativo de la organización se orienta a los objetivos estratégicos propios de la profundización de la guerra, en el contexto de la coordinación de esfuerzos con las otras organizaciones integrantes del FMLN. Se trata de un período crucial, en el cual el FMLN intenta, sin éxito, resolver la guerra mediante una victoria militar a través de la llamada “Ofensiva final”, del 10 de enero de 1981. El fracaso de la ofensiva viene seguido de un recrudecimiento de la represión, del descabezamiento en la práctica del movimiento social y de un esfuerzo militar por parte de la Fuerza Armada Salvadoreña, encaminado a aniquilar al FMLN, tratando de acabar con su base social en el campo. Muchas de las más célebres masacres de la guerra, como la del Sumpul y la de El Mozote se dieron en este período. El FMLN responde con la estrategia definida como “resistir, desarrollarse y avanzar”, durante los años de 1981-1982. 38
Es en este período donde aparece Radio Venceremos, que da pie a un aparato de apoyo internacional. El colectivo de comunicaciones se diversifica grandemente, alcanzando grados importantes de cualificación técnica. Ello no implica que, según las necesidades y las características de cada escenario, se empleen tanto modalidades de propaganda muy sofisticadas como otras más “artesanales”. Y esto por una razón muy evidente: no hay que olvidar que los militantes comunicadores del PRS-ERP que se movían en territorio salvadoreño lo hacían bajo condiciones de guerra.
No obstante la complejidad de la estructura, que abarca medios impresos, radio, audiovisuales y colectivos artísticos, por mencionar algunos elementos, hay una concepción estratégica que le da uniformidad. Las canciones de Los Torogoces, las películas del Sistema Radio Venceremos, las pintas en las paredes o las emisiones radiales obedecían a la línea política trazada por la dirección de la organización. Cabe pensar que había una relación compleja entre la creatividad propia de los militantes con el hecho de tener que apegarse a las urgencias políticas del momento.
Un tercer momento es el comprendido entre 1983-1989. A nivel general, se trata de un sexenio en el cual el FMLN logra superar la situación desventajosa de los primeros años de la guerra, fortaleciendo su capacidad militar. Posteriormente, con la escalada de intervención norteamericana, pasa a una situación defensiva, a lo cual reacciona aumentando su capacidad militar. A la vez, hace de la solución negociada al conflicto un eje estratégico, junto a la reactivación de su movimiento de masas, al cual se buscaría, poco a poco, convertirlo en un movimiento de masas de carácter insurreccional, en apoyo a la gran ofensiva militar que se proyectaba para acelerar la derrota militar del régimen o el desenlace negociado de la guerra.
El último período examinado comienza con la ofensiva de noviembre del 1989 y culmina con la firma de los Acuerdos de Paz, dos años después. En este período, las baterías del aparato comunicacional se enfilan en función de la ofensiva y luego de la negociación. Se trabaja una red de apoyo con los corresponsales extranjeros y periodistas nacionales, que tuvo implicaciones interesantes y no sólo en el campo estrictamente comunicativo.
Ahora bien: aquí se examinan estos períodos históricos a la luz del desarrollo de los diferentes componentes de la estructura comunicacional del ERP. Más de alguna vez veremos cómo la problemática que plantean determinadas coyunturas durante la década de 1970 o durante el desarrollo de la guerra civil de los 80 explica las respuestas que se dieron en el campo de las comunicaciones.
Esto es, a grandes rasgos, el recorrido que se hará en este libro. No se abordará el período de posguerra, que merece una investigación y reflexión a fondo.

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