Argentina: la izquierda no armada en los años 70’

La izquierda no armada en los años 70’
Daniel Campione

15/05/2007
Es propósito de este artículo el presentar la actuación de tres partidos políticos pertenecientes a lo que puede genéricamente denominarse “izquierda no armada” en Argentina, ocupándonos centralmente del lapso transcurrido entre las elecciones de 1973 y los primeros años de la dictadura militar establecida en marzo de 1976.
El desenvolvimiento de las tres organizaciones será ubicado en el contexto de una nueva conformación de la izquierda socialista y marxista en Argentina. Esa evolución estuvo vinculada a la crisis que en el plano mundial sufría el predicamento de la URSS, y sobre todo a la existencia de experiencias revolucionarias de nuevo signo, que abarcaban la nueva orientación china, perceptible en el país desde comienzos de los 60’ y el creciente influjo de la visión de origen “guevarista”, orientada a un proceso revolucionario latinoamericano impulsado a partir de la lucha guerrillera. El propio proceso local de resistencia obrera posterior al derrocamiento de Perón en 1955, alentaba enfoques renovadores.
¿Qué significaba izquierda “no armada” en el contexto de la época? Estos partidos poseían armas, impartían algún tipo de instrucción militar al menos a algunos de sus militantes y no excluían la perspectiva de una confrontación armada en el corto o mediano plazo.[1] Lo que los definía como “no armados” es que no incluían acciones militares en su práctica política, ni actuaban a través de algún tipo de “ejército revolucionario”.
Con diversos argumentos, todos renegaban de la acción guerrillera que desenvolvían organizaciones como el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y Montoneros, a partir de fines de los 60 y principios de los setenta. Tendían a considerarla alejada de las necesidades y prácticas reales del movimiento obrero y popular, o más aún, de servir objetivamente a los intereses de la derecha en cuánto a desencadenar represión o políticas reaccionarias.
Los aquí escogidos; el Partido Comunista (PC), el Partido Comunista Revolucionario (PCR) y el Partido Socialista de los Trabajadores (PST), pueden ser considerados los más importantes entre los partidos claramente orientados a la izquierda marxista en la Argentina de los años 70’ que no desarrollaban actividad guerrillera, por lo que hemos centrado la atención en ellos, dejando de lado otras organizaciones menores.
Examinaremos brevemente las posiciones y actuación de estas organizaciones, tomando ciertos campos fundamentales de análisis: El proceso electoral de 1973 y el subsiguiente acceso al poder del peronismo; las organizaciones guerrilleras y su accionar, el movimiento obrero y su radicalización en la etapa, el viraje conservador y progresivo deterioro de ese gobierno, y finalmente el golpe de Estado y la entronización de la dictadura militar iniciada en 1976.
Los antecedentes [2] en las que la izquierda política y las organizaciones sociales de orientación radical tendían a jugar un rol centralmente protagónico. Un tiempo después comienza a haber fuertes evidencias de que una vertiente creciente del proceso de radicalización podía desenvolverse en el interior del peronismo, y va quedando impregnado por las ambigüedades sociales, ideológicas y organizativas de esta fuerza.
El desarrollo de una izquierda peronista puede rastrearse desde fines de los 50 y comienzos de los 60, a través de las luchas obreras posteriores al derrocamiento de Perón, la prédica de dirigentes como John William Cooke, y experiencias guerrilleras, como Uturuncos. Lo novedoso en los primeros 70 era que esas corrientes, al comienzo minoritarias, se tornaran organizaciones de masas, y acentuaran su radicalización.[3]
Durante mucho tiempo la izquierda marxista había previsto la radicalización de las masas peronistas, pero pensándola como la afluencia de los trabajadores de esa procedencia a sus organizaciones. El proceso había sido más complejo, ya que junto con los peronistas que se “izquierdizaban” sin dejar de serlo, también había agrupaciones marxistas que se “peronizaban”, como las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), que terminó fusionándose con la peronista Montoneros.
Al mismo tiempo, se producía otro fenómeno que estas fuerzas no compartían. Nos referimos a la formación de la guerrilla urbana, con manifestaciones de alta repercusión desde fines de los años 60’, luego de un período de “incubación” de varios años, en el que fracasaron rápidamente tentativas de organizar “focos” tanto rurales como urbanos.
A lo largo de los años sesenta, a los que ingresó como “la principal fuerza en el campo de la izquierda argentina”[4] el Partido Comunista sufrió sucesivas escisiones, al mismo tiempo que afrontaba crecientes cuestionamientos externos desde el campo denominado “nueva izquierda”.
En 1963 se alejaría el grupo de intelectuales nucleado en torno a la revista Pasado y Presente, del que formaban parte Oscar del Barco, Héctor Schmucler y José Aricó, entre otros. Ese núcleo se distinguía por su incorporación del pensamiento de Antonio Gramsci, en la búsqueda de un paradigma político-intelectual que permitiera pensar las nuevas complejidades de un mundo en profundo cambio. Junto con Gramsci tomaban cuenta de lo más reciente del marxismo italiano y francés, y a pensadores relegados por el comunismo oficial, como Mariátegui o Rosa Luxemburgo.[5]
En 1967 se desencadena la ruptura, más numerosa, de la corriente que dará origen al Partido Comunista Revolucionario. Las diferentes disidencias tenían en común el propósito de escapar de los rígidos límites del marxismo de tipo soviético, y de la estrecha tutela de una dirección partidaria inamovible6. También buscaban acercamientos con las nuevas corrientes de izquierda, incluyendo las que se desarrollaban dentro del peronismo.[7]
El Partido Socialista de los Trabajadores era de nueva data en su creación formal, pero entroncaba con una corriente trotskista fundada en los años cuarenta, la encabezada por Nahuel Moreno,[8] que había hecho de las fusiones, refundaciones y cambios de denominaciones una verdadera línea de conducta a lo largo de décadas, buscando fusionarse con corrientes del viejo Partido Socialista, mimetizarse en el peronismo, o abrir sus horizontes dentro de la izquierda radical.[9]
En esa línea las más recientes habían sido la fusión con el FRIP Frente Revolucionario Indoamericano Popular (Frip), en 1965, en el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT)[10], del que se escinden tres años después como PRT “La Verdad”, hasta 1972. En ese último año se funda el PST, a partir de un pacto del PRT “La Verdad” con una de las múltiples agrupaciones a las que había dado lugar la diáspora del otrora poderoso socialismo, para unificarse con una fracción del Partido Socialista Argentino.[11] La apertura electoral en desarrollo era un objetivo del nuevo partido, que además apuntaba a producir cierta identificación con el tradicional Partido Socialista, corriente que pese a su dispersión conservaba simpatías en los centros urbanos.
El PST criticaba frecuentemente las políticas y las prácticas concretas del PC, pero no definía su identidad en relación con este. La diferenciación y el ataque frente a las acciones guerrilleras parecían ocupar un lugar mayor entre sus preocupaciones de la época. Y en el movimiento obrero, la Juventud Trabajadora Peronista (JTP) o el PRT le suscitaban atención. Además, las críticas se alternaban con llamados a la unidad, y al entendimiento entre ambas organizaciones. “Compañeros comunistas: Hagamos la unidad clasista, antiburocrática y socialista”[12]
El PCR había nacido en 1967-1968, bajo el signo de los movimientos de liberación nacional, la revolución cubana, el enfrentamiento sino-soviético y la guerra de Vietnam. Se fundó a partir de una corriente disidente del PC, inicialmente influida por el “guevarismo”, que en 1968 se constituye en Partido Comunista Revolucionario. La perspectiva maoísta la adopta en 1972, tras un viaje a China de algunos dirigentes.
El PCR encuentra en el maoísmo una base teórica para fundamentar la discrepancia con el rumbo soviético y con las políticas derivadas de la “coexistencia pacífica” kruscheviana que desarrollaba el PC de Argentina. A partir de allí pasa a analizar la realidad local como un escenario de confrontación entre el imperialismo norteamericano y el “socialimperialismo” soviético.[13]
El PCR se autoproclamaba el comunismo “verdadero”, en reemplazo del reformismo revisionista de un PC al que se pensaba como brazo político e incluso económico del “imperialismo soviético”. Por lo demás, las diferencias teóricas y doctrinarias con el viejo partido eran menos profundas que con la tradición trotskista.
Por ejemplo, el PCR postulaba una revolución similar a la imaginada por el PC, “democrática, agraria y antiimperialista”. Eran los posicionamientos internacionales, pero sobre todo los efectuados frente a la coyuntura nacional, los que colaboraban en que los comunistas revolucionarios se diferenciaran. El PCR aunó ambos aspectos, al lanzarse a una interpretación de la realidad nacional en la que el “socialimperialismo” soviético jugaba un rol preponderante.[14]
La coyuntura electoral de 1973
A partir de 1971, los partidos que nos ocupan se vieron frente a un proceso de elecciones nacionales. Ante el riesgo de que los alzamientos locales terminaran en rebelión generalizada, el nuevo presidente dictatorial, general Alejandro Lanusse, convocó a elecciones.
Buena parte de las fuerzas de izquierda no llegaron a evaluar el potencial de este proceso electoral, su capacidad de despertar entusiasmo en el grueso de la población, y en especial las masas obreras, en tanto posibilidad cierta de concretar la ansiada “vuelta de Perón”.[15] Oscilaron entonces entre el rechazo en bloque a lo que consideraban una apertura política amañada, y la participación electoral.
Los sectores más radicalizados, en especial desde el “clasismo” sindical, enarbolaron una consigna rotunda: “Ni golpe ni elección, revolución”. Ese lema constituía al comienzo una apuesta a que el calendario electoral fuera abortado por una insurrección triunfante, pero luego repercutió en actitudes abstencionistas frente a los comicios de 1973, cuando ya era evidente que la ansiada rebelión generalizada no tendría lugar.
El PCR hizo campaña a favor del voto en blanco, con la expectativa de que los ámbitos más radicalizados se hicieran eco, y alcanzar un porcentaje significativo, como en las últimas elecciones presidenciales de Argentina, justo una década antes.[16] El resultado fue muy decepcionante, ya que los sufragios en blanco no fueron mucho más allá del 1%.
Tanto los comunistas como el PST, en cambio, procuraron organizar o tomar parte en propuestas electorales y levantar candidaturas.
El Partido Comunista no tomó en cuenta las convocatorias a formar un frente de izquierda o en torno a “candidatos obreros” que hacían el PST, y algunos núcleos del sindicalismo radicalizado. Cuando los comicios eran inminentes, resolvió buscar una opción “frentista, no junto al peronismo, sino en una alianza con partidos definibles como de “centroizquierda”. Logró así integrarse en una entente en la que no tenía cuestionadores a su izquierda, ni debía disputar con nadie la pretensión de representar a la clase obrera o a la visión marxista.
La coalición tomó la denominación de Alianza Popular Revolucionaria (APR) y obtuvo más de ochocientos mil votos, equivalentes a poco menos del 8% del total de los sufragios a presidente. En ocasión de la segunda votación a presidente, en el mes de septiembre, los comunistas acordaron con sus socios de la APR la no presentación de candidatos, y convocaron a votar la fórmula encabezada por el general Perón, acompañado de su esposa.
El PST optó con firmeza por participar en las elecciones, levantando la bandera de la independencia de la clase obrera. El partido actuó movilizado por la preocupación de definir una fórmula presidencial de izquierda con algunas posibilidades de representar eficazmente el grado de desarrollo y combatividad de lo que visualizaban como lo más avanzado de la clase. Un “polo obrero y socialista” que llevara al plano político “…la experiencia de Sitrac-Sitram”.[17]
Se dirige al líder sindical AgustínTosco18 ya en marzo de 1972: “Usted debe ser el futuro gobernador de Córdoba en nombre del polo obrero y socialista” y se lo exhorta a tomar parte “…en la formación de un gran movimiento político, el frente obrero y socialista.”
Esas convocatorias no cuajaron, y el PST se presentó a las elecciones de marzo de 1973 con candidatos propios, a presidente y vice, Juan Carlos Coral y Nora Sciappone.[19]
Ya con miras a los comicios de septiembre de 1973, suscitados por la renuncia del presidente Cámpora y el vicepresidente Lima, el partido convergió con las inquietudes del PRT y un frente por él auspiciado, el Frente Antiimperialista y por el Socialismo (FAS)[20] para promover nuevamente la candidatura de dirigentes obreros.
Fue un momento de particular pugna entre PST y PC, en torno a la perspectiva de definir un frente “clasista”, con Tosco como candidato a presidente.[21] En parte influido por los comunistas, con los que mantenía estrechos lazos, terminó por rechazar la postulación. El PST atacó fuertemente la decisión de no presentar candidaturas y apoyar la fórmula Perón-Perón por parte del PC: “El XIV° Congreso hará época. Los diarios burgueses le dieron un gran espacio periodístico, tal vez porque allí se votó la trágica línea de no levantar candidatos propios y apoyar a la fórmula de la derecha peronista.”[22]
En septiembre, fue candidato el mismo Coral, acompañado ahora por José Francisco Páez, dirigente del Sitrac-Sitram sumado recientemente al partido.[23].
En un momento de singular radicalización del conflicto social y la lucha política, que en principio debería serle propicio, el socialismo marxista había eludido la presencia electoral ostensible, o se había presentado con ofertas precarias, consiguiendo un caudal de votos por demás exiguo.
Frente al gobierno peronista [24]

Se valoraba la derrota infligida a la dictadura, por encima del carácter burgués en programa y candidaturas del peronismo.
El cuadro se complejizó porque el liderazgo de Perón, y la tendencia a obedecer de modo incondicional sus dictados por parte de amplias masas, hacía que su vuelta al gobierno produjera expectativas de cambio que no estaban destinadas a diluirse con rapidez.
El 20 de junio de 1973, la masacre de Ezeiza25 resultó una primera advertencia del ominoso potencial del enfrentamiento entre izquierda y derecha peronista. Ésta última dejaba demostrado que también estaba armada y dispuesta a la lucha, con apoyos más sólidos y persistentes en el aparato estatal que los que podía acreditar la izquierda.
El PST define en parte el carácter de clase del gobierno peronista por la presencia de funcionarios como José Ber Gelbard, un destacado dirigente empresario.[26] También critica tempranamente al Pacto Social, y a la represión clandestina.[27]
Curiosamente, el ministro Gelbard estaba vinculado al Partido Comunista, que en los años 50 y 60 había desarrollado militancia en sectores medios y altos, incluyendo empresarios de envergadura.
El nombramiento del dirigente empresario28 como ministro de Economía, fue el logro más notable de los comunistas en el período en términos de influencia sobre el gobierno, pero el vínculo se mantenía en secreto.[29] En sus declaraciones públicas, sostuvieron cierto apoyo a la política económica, siempre acompañado por exhortaciones a impulsar más decididamente “el programa de liberación nacional y social”[30] y críticas frente a rasgos regresivos del gobierno.
Contaban además con dos diputados nacionales, los únicos parlamentarios identificados con la izquierda marxista, que impulsaban iniciativas como la nacionalización de hidrocarburos o la reforma agraria, y se oponían a la imposición de legislación represiva.[31]
El PCR, por su parte, desarrolló una política frente al gobierno peronista que empieza por señalarle sus límites “no se propone liquidar la dependencia ni el latifundio” y manifiesta no coincidir con la denominación de “gobierno popular” que parte de la izquierda le asigna”, y avanza en reclamos radicales, como “formación de milicias, control obrero, nacionalizaciones”.[32]
El partido maoísta se centra a menudo en la crítica a la política económica del gobierno, y a los manejos empresariales del ministro Gelbard. Lo acusa de vínculos con las multinacionales argumentando que
“…aprovechando sus posiciones empresarias y en el aparato estatal y con la ayuda de centenares de cuadros destinados por el PC a este frente, se ha asociado y/o subordinado a importantes sectores de la burguesía media antiyanqui…”[33]
La política hacia el movimiento obrero
Las tres organizaciones tenían actuación en el movimiento sindical, en minoría frente al sindicalismo oficial peronista, que mantenía en sus manos la totalidad de las grandes organizaciones, pese a sufrir momentos de aguda crisis. Mientras el PST y el PCR hacían centro en la “independencia obrera” y formaban agrupaciones “clasistas”, el PC seguía también en este campo una política de alianzas más amplias.
Con todo, los tres coincidían en ubicar como enemigo a la “burocracia sindical”, denominación aplicada a las dirigencias sindicales tradicionales, de militancia peronista contraria a la radicalización en curso, prácticas ligadas a amplias negociaciones con las patronales y el Estado, e ideología de coexistencia con el capitalismo.
La formación de una amplia corriente de orientación combativa y aún clasista puede considerarse el principal sustrato social del ascenso de las luchas que se fue poniendo de manifiesto en Argentina de 1969 en adelante.[34]
Todas la izquierda estaba activa en el movimiento obrero, buscando la constitución de comisiones internas y agrupaciones sindicales de esa orientación, e intentando la “recuperación” de sindicatos, en general de actuación local y no nacional, de manos de la dirigencia caracterizada como burocracia.
A partir de 1973 entra en juego otro factor en la lucha sindical. La rama gremial de la izquierda peronista, que actuaba a través de la recién fundada JTP, abría un canal que ahorraba a los obreros más críticos y militantes, el desgarro implicado por el abandono de una prolongada identificación con el peronismo. Al mismo tiempo el “Pacto Social”, un acuerdo entre federaciones patronales, dirigencia sindical y estado, le devolvía protagonismo a la “burocracia sindical”. La expectativa de un rápido vuelco de los trabajadores peronistas al sindicalismo “clasista” quedaba postergada.
El PC organizó por esos años el Movimiento Nacional Intersindical, agrupación creada a fines de 1970, con Agustín Tosco como la figura más destacada. Lo integraban delegados que habían conducido huelgas importantes, como la de El Chocón (una gran central hidroeléctrica) en 1970,[35], algunos secretarios generales de gremios pequeños, dirigentes de importancia histórica pero que ya no tenían gravitación en sus gremios, etc. Tosco siguió siendo una figura descollante, cuyo apoyo era buscado por todas las corrientes de izquierda, hasta su muerte, en noviembre de 1975.
El PCR contaba en sus filas con René Salamanca, sin duda la figura más relevante del contestatario sindicalismo cordobés, después de Tosco. Salamanca lideraba el sindicato industrial más importante de la provincia, el de mecánicos de automóviles (SMATA). En numerosos gremios el partido actuaba mediante las “Agrupaciones Primero de Mayo”, de tinte clasista.
El PST tuvo también influencia en Córdoba, a través de José F. Páez que se convirtió en un importante dirigente del partido, y mantenía inserción en el Gran Buenos Aires.
Ya desde fines de 1973 el gobierno emprende una contraofensiva contra los sectores más autónomos del movimiento sindical, intentando desplazar o acallar a todo el activismo de izquierda. Unos meses después, se emprende el desplazamiento de la dirigencia sindical de izquierda. Entre agosto y octubre de 1974 las conducciones nacionales de Luz y Fuerza y del SMATA desafiliaron a Tosco y Salamanca de sus sindicatos respectivos e intervinieron esos gremios. [36].
Las corrientes clasistas y combativas, y con ellas los partidos de izquierda no abandonaron la lucha, e incluso lograron algunos nuevos éxitos en términos de democratización sindical, como en 1974 el polo metalúrgico de Villa Constitución, a trescientos kilómetros de Buenos Aires. Allí predominaban organizaciones armadas como el PRT. El PST tuvo allí influencia no desdeñable, mientras que el PC acompañó el proceso desde sindicatos locales que dirigía, como el de ferroviarios, además de tener representantes en la comisión directiva de Villa Constitución.[37]

El activismo obrero de la última etapa del gobierno peronista, creciente hasta llevar al paro general de mediados de 1975, fue una especie de lanzamiento a destiempo de la activación del principal núcleo urbano y de concentración obrera del país, la Capital y el Gran Buenos Aires, que no había cumplido un rol descollante en el lapso 1969-1973. Es a esa altura que se forman las Coordinadoras Interfabriles en las diversas zonas del Gran Buenos Aires, de orientación antiburocrática, y lideradas por organizaciones de la izquierda.

Allí las diferentes fuerzas dieron apoyo, pero con alternativas cambiantes. Se enfrentan a la existencia de una fortísima presencia de la JTP, y también de militantes y activistas ligados al PRT-ERP. El PST intentará rescatar la posibilidad de que la dirección de la CGT llegue a encabezar el combate obrero, y critica que otros sectores ubiquen a la dirección sindical como “enemigo principal” ya que ellos aspiran a profundizar la ruptura entre gobierno y CGT:

“Nuestra diferencia con los compañeros de la ultraizquierda son también, claras: (…) no deben ni pueden sustituir ahora a los sindicatos y a sus direcciones, (…) no deben hacer centro de su combate a la burocracia sindical, sino al Gobierno y la patronal…”[38]

El PC muestra entusiasmo con la movilización obrera, pero no valora a las Coordinadoras, dirigidas por la “ultraizquierda”. El PCR por su parte, desdeña por “golpista” el paro general producido a mediados de 1975, y se despega claramente de esa ofensiva contra el gobierno de Isabel Perón, cuya estabilidad no deja de apoyar.
Crítica a la acción guerrillera39

Ante la última dictadura militar, tras una primera etapa de oposición dura que incluía algunas formas de “acción directa”; el inicio de la apertura bajo el signo de Lanusse lo había vuelto a la opción por la “institucionalización” y la participación electoral.[40]

Los comunistas tuvieron cierto acercamiento con Montoneros durante la etapa en que esta organización dejó de volcarse a la lucha armada, a partir de mayo de 1973, y hasta tuvieron duras observaciones hacia el presidente Perón cuando rompió con ellos, en mayo de 1974. Calificaron esa actitud de “error evidente”, con una argumentación que incluso parece justificar retrospectivamente la lucha armada en el período dictatorial:

“Nadie puede ignorar- y nosotros tampoco- que la juventud peronista y sus aguerridos montoneros constituyen el sector más combativo y más avanzado del peronismo, los más fieles a las pautas programáticas de liberación, y los que han dado, desde sus filas, la mayor cuota de sangre y de sacrificio en la lucha contra la dictadura…”.[41]

A medida que avanzaba el deterioro de la situación política y el aislamiento social de la guerrilla, el PC profundizó posiciones abiertamente condenatorias. Así en diciembre de 1975, ante el asalto a un cuartel militar por el Ejército Revolucionario del Pueblo, en una localidad llamada Monte Chingolo, una declaración de su Comité Ejecutivo manifiesta:

“… el Partido Comunista hace público su enérgico repudio a estos hechos y a las organizaciones responsables, por el baño de sangre provocado por el centenar de víctimas ocasionadas y por el crimen de llevar a la masacre a tantos jóvenes argentinos, civiles y militares (…) objetivamente facilita las condiciones para un nuevo y sangriento golpe de la CIA y de sus agentes…”[42]
El PST, ya en 1972, señalaba la amenaza de que el proceso social y político se desviara, por dos cauces que podían converger, al menos parcialmente, en uno solo, guerrilla y peronismo. Se colocan en una posición que destaca la autonomía y la posición crítica tanto frente al “foquismo” como respecto al peronismo,[43] desde una línea fuertemente “obrerista”.
Ya después de la muerte de Perón, y con la represión parapolicial y paramilitar en plena marcha, insisten en plantear el enfrentamiento con el gobierno, junto con el rechazo a las acciones armadas: “Ni guerrilla, ni Pacto Social. Movilización y Partido Obrero”.[44]
Se reprocha a la guerrilla un análisis inadecuado de todo el proceso, que termina dando por efectuadas tareas políticas que, a juicio del PST, están por hacerse, en primer lugar, la superación por los trabajadores de la identidad e ideología peronistas.
“Para cualquiera de estas variantes, la fórmula es esencialmente la misma: la lucha armada no es una tarea del movimiento de masas (…) tampoco hay que tomarse el trabajo previo de conquistar políticamente a las masas, dado que la ‘organización ilegal’ está firmemente convencida no sólo de que los trabajadores ya están ganados para el socialismo, sino de que, además, simpatizan y apoyan masivamente a la guerrilla.”[45]
Y el tomar decisiones que los trabajadores no compartían
“El primer efecto negativo que produce la guerrilla es el de la confusión. En momentos en que los trabajadores, en pleno proceso de experimentación política con el gobierno, discuten a todos los niveles si deben enfrentarlo o no, el surgimiento de estos grupos, que inician la lucha armada en nombre de las masas, dividen sus fuerzas. El grueso de la clase trabajadora empezó a barajar si era correcto o no librar la guerra contra el gobierno y la amplia mayoría opinó que no.”[46]
Avanzado 1975, el PST percibe un retraimiento popular frente a lo que entiende se visualiza cada vez más como una masacre indiscriminada, cuyo sentido último no se distinguiría del “matar por matar”. Se encuentra ante los resultados de la matanza la percepción de cierto “anestesiamiento” de la opinión pública, un rechazo difuso a la violencia de cualquier tipo, que rápidamente va a derivar en un consenso apenas implícito en relación con el golpe militar.[47]Nótese que ya no se da una discusión política sino que se sospecha de los verdaderos objetivos de la guerrilla.
Algo distinta era la relación del PCR con el proceso guerrillero. Pese a su origen de identificación con la revolución cubana y crítica al reformismo “pacifista” del viejo partido, el PCR nunca efectuó el paso a la acción guerrillera, sufrió la escisión de grupos volcados a la lucha armada, como las Fuerzas Armadas de Liberación (FAL), y mantuvo posiciones críticas a las acciones armadas.
Ya en épocas del gobierno Cámpora manifiesta “…es incorrecto que el proletariado se aísle del proceso de masas utilizando formas terroristas pequeño-burguesas como las que propone el ERP.”[48] Luego de esta crítica expresa a la guerrilla marxista del ERP, se dirige contra las formaciones guerrilleras adherentes al peronismo
“…es incorrecta la línea de las organizaciones revolucionarias que llaman a la clase obrera a transformarse en ala izquierda del llamado “movimiento nacional”a la izquierda de la burguesía frejulista para empujarla hacia delante.”[49]
Luego desarrolla una lectura en consonancia con la “puja interimperialista” que el PCR tomaba como eje central de interpretación. Desde ese prisma, las acciones armadas estaban instrumentadas por el imperialismo soviético, al mismo tiempo que el terrorismo de derecha estaba auspiciado por el imperialismo norteamericano.
“…así como los yanquis estimulan el terrorismo de derecha, los soviéticos instrumentan el terrorismo de “izquierda” aprovechando para sus planes expansionistas el heroísmo de miles de combatientes revolucionarios, y se montan en los sentimientos antiyanquis de sectores de la oficialidad y la suboficialidad…”[50]
Hacia 1975 se había generado un clima, del que participa la izquierda no armada, que condenaba abiertamente como “terrorismo” criminal lo que al principio se veía como expresión, equivocada o no, de la lucha popular liberadora. Esa visión se acentuará después del golpe militar.[51] como legal, mediante la ampliación de atribuciones “antisubversivas” a las fuerzas armadas52
El carácter “popular” atribuido inicialmente al gobierno peronista se había ido desvaneciendo, a favor de políticas económicas cada vez más favorables al deterioro del salario y el nivel de vida popular. El gobierno aparecía debilitado y dividido internamente, y con su popularidad en franco descenso. A la luz de la experiencia histórica argentina, todo el cuadro indicaba condiciones favorables a un golpe militar.
Más temprana y rotundamente el PST, sólo tiempo después de la salida de Gelbard del gobierno el PC,[53] ambos terminaron identificando a la Presidente con una perspectiva reaccionaria en todos los terrenos, y a ofrecer sus propias recetas para evitar el golpe, y al mismo tiempo alejar a la viuda de Perón de su cargo. Las fuerzas de izquierda se encontraban al mismo tiempo con un clima de miedo y confusión en los ámbitos no militantes, y experimentaban las consecuencias de un giro conservador en la opinión pública.
El PST desarrolla una prédica radical, a favor de una salida “obrera” al peligro de golpe, incluyendo a la dirigencia sindical: “Del Parlamento debe salir un presidente gremialista y la convocatoria a Asamblea Constituyente.”[54]Nada que no fuera un “gobierno obrero y popular” le parecía una solución aceptable.
El PC, en cambio, sigue su tradicional línea moderada, de convocatoria a un gobierno de unidad con todos los partidos democráticos, pero en este caso incorpora una novedad importante, la idea de conformar un gabinete cívico-militar, propuesta que se fundamenta en la incorporación de militares “antiimperialistas” y defensores del “régimen constitucional y las libertades democráticas”.[55]
Hacia fines de 1974, cuando ya se ha alejado el ministro Gelbard, y por tanto el espectro del “imperialismo soviético” en el gobierno; el PCR vira a una posición más benévola hacia el gobierno, a contramano del resto de la izquierda. Se definen como antigolpistas, partiendo de la idea de que aquél era un gobierno“tercermundista”, defensor de cierta autonomía nacional.[56]
Apoyaba los gestos nacionalistas del gobierno, rechazaba cualquier propuesta “transicional”, y si bien condenaba los actos de represión ilegal de las tres A y demás formaciones paramilitares, no las atribuía al gobierno. Según ellos grupos prosoviéticos y pronorteamericanos se disputaban el control de las FF.AA, y terminarían convergiendo en un futuro golpe.[57]
Frente al golpe y la dictadura
Ninguna de las tres fuerzas que nos ocupan llegó a dimensionar de entrada el alcance que iba a tener la dictadura, lo sanguinario y artero de sus políticas represivas, y la dimensión estratégica de su ataque contra las posibilidades de organización, movilización y politización de las clases explotadas.
En un primer momento, muchas caracterizaciones apostaron a una dictadura no particularmente dura, y con una extensión limitada en el tiempo. Para situar esto en el contexto de época, cabe recordar que la dictadura del “Proceso de Reorganización Nacional” dedicó no pocos de sus esfuerzos iniciales a sostener una falsa imagen de sí mismo.
Las Fuerzas Armadas esperaron para dar el golpe a que el gobierno precedente estuviera totalmente desgastado, y la población harta de incertidumbre y confrontación. Cuando finalmente asaltaron el poder, se presentaron como prenda de paz y orden, y postularon la restauración de formas políticas republicanas. A eso se sumó el modo de represión adoptada, inspirada en la francesa en Argelia, en la que el Estado oculta responsabilidades. Además, mientras ilegalizaban al grueso de los partidos de izquierda y a las organizaciones vinculadas a ellos, mediante la Ley 21.322, en otra norma promulgada al mismo tiempo sólo suspendían la actividad del resto de los partidos, incluyendo al Comunista, alentando así expectativas y complicidades.[58]
El PC desarrolló una posición, compartida por la dirigencia de los partidos tradicionales, pero no por el resto de la izquierda no armada, que denunciaba puntualmente los secuestros y asesinatos, pero presentándolos como obra de bandas de ultraderecha supuestamente “descontroladas”, a las que en cierto modo equiparaba al “terrorismo de ultraizquierda” convergiendo así con los propósitos exculpatorios de la cúpula dictatorial.[59]
En esa línea, dirigentes partidarios convocarían a “pueblo y gobierno” a terminar con el terrorismo:
“…el problema vital diríamos, es el del terrorismo de ambos signos, todos los argentinos-pueblo y gobierno-debemos abocarnos a darle una solución inmediata, si queremos salvar a la República de caer en los desbordes de una sangrienta dictadura pinochetista o en la catástrofe de una guerra civil que dividiría a los argentinos por muchos años.”. [60]
Percibiendo las reales pugnas internas de la dictadura, el PC las tomó como disputa entre una tendencia democrática y otra abiertamente fascista (llamada “pinochetismo”), y erigió en eje de su política la defensa de la primera contra la segunda. Se habían convencido que sin participación militar no había estabilidad política posible en Argentina, y en esa convicción propiciaron una amplia “convergencia cívico-militar”.
Ya las primeras declaraciones posteriores al golpe, lo aceptan como hecho consumado y “rescatan” algunas de las manifestaciones “democráticas” del nuevo régimen:
“El Partido Comunista está convencido de que no ha sido el golpe del 24 el método más idóneo para resolver la profunda crisis política y económica, cultural y moral. Pero estamos ante una nueva realidad. Estamos ante el caso de juzgar los hechos como ellos son. Nos atendremos a los hechos y a nuestra forma de juzgarlos: su confrontación con las palabras y promesas.”.[61]
Unos dos meses después, otro documento emitido desde la dirección partidaria, ratifica este análisis, valora favorablemente la suspensión “provisional” de la actividad partidaria, y hace hincapié en la amenaza del “pinochetismo”:
“… es justo comprobar que el movimiento del 24 de marzo tiene algunos rasgos que lo diferencian de los anteriores. Las fuerzas armadas, llegadas al poder de facto, en vez de disolver los partidos políticos suspenden sus actividades provisionalmente. Aunque no se puede ocultar que quienes consideran –a pesar de la trágica experiencia chilena- que la solución debe levantarse sobre una montaña de cadáveres, presionaron para precipitar el golpe, aunque no prevalecieron en él, y ahora presionan y actúan para provocar un viraje a la derecha.” [62]
El golpe del 76 fue un hecho reaccionario de un nivel de sistematización y crueldad desconocidas. Los dirigentes del PC no lo percibieron así e intentaron influir en las diferencias internas del gobierno pretoriano. Luego se negaron tozudamente a abandonar esa política, que era día a día más insostenible frente a la realidad del genocidio. Todavía en 1979, un folleto escrito por un dirigente de primera línea exponía cuidadosamente los alcances de la propiciada convergencia cívico-militar.[63]
El PST, en sus primeras publicaciones en la clandestinidad, refleja un trato prudente con el flamante régimen. Se formulan denuncias de las acciones represivas, pero diferenciando a la cúpula del gobierno de esos crímenes. Buscaba tal vez preservar algún espacio de legalidad, utilizando un lenguaje mesurado en sus órganos de prensa.
Veamos dos ejemplos en ese sentido. Comentando un atentado contra un local de otro partido se afirma que ha provocado “Una repulsión que ha alcanzado al presidente de la República, quien habló telefónicamente (…) para expresarle su consternación y asegurarle que el hecho se investigaba aceleradamente.[64]
Apenas unos días después, se menciona al “terrorismo de derecha” como no identificado, sin vincularlo al gobierno:
“…Es cierto que en líneas generales, se ha respetado a los delegados obreros. Pero algunas detenciones, algunos despidos (…) y la persistencia de un terrorismo de ultraderecha, cuya autoría sigue sin establecerse, deja en pie la posibilidad de una persecución generalizada del movimiento obrero…” [65]
Pero a diferencia del PC no convoca a mantener expectativas en el régimen militar, y poco más de un año después, ya propicia el rápido final de la dictadura:
“…por sobre todas las cosas, el comienzo de la salida de la grave crisis se logrará por el alejamiento del gobierno militar cuya permanencia es una traba para la recuperación de los derechos obreros y democráticos…”[66]
El PCR prosiguió leyendo la situación en su clave conspirativa, construida con anterioridad. Videla resultaría así encarnación de la corriente golpista “prorrusa”, y la dictadura pasó a ser denunciada como una entronización de ese imperialismo, en disputa con corrientes internas pronorteamericanas.[67] De todas maneras, el resultado era una amplia condena del régimen como tal, y de sus acciones en particular.
Durante buena parte de la dictadura las organizaciones de la izquierda marxista afrontaron la represión inmediata de cualquier intento de manifestación o actividad pública, y fuertes persecuciones. Sus militantes siguieron actuando, en condiciones muy difíciles. En el movimiento obrero, en las recién creadas o revitalizadas organizaciones de derechos humanos y de familiares de presos y desaparecidos, los partidos de izquierda tuvieron presencia y actuación. Su militancia sufrió prisión, torturas y desapariciones, incluyendo la del Partido Comunista, tan benévolo hacia la dictadura en el discurso de su dirigencia.[68]
A modo de cierre
Los que nos ocupan fueron años de intensificación y radicalización de la vida social y política, que pusieron a los partidos de la izquierda marxista de la Argentina frente a desafíos inusitados. La radicalización en curso se canalizaba, en gran proporción, en cauces que ellos no compartían: El peronismo de izquierda, y la opción por la vía armada hacia la revolución social. Sus expectativas de que un “giro a la izquierda” de las masas significara el ingreso masivo de trabajadores y otros sectores populares en sus filas, se vieron así en gran parte desmentidas.
Es indudable que el PC, el PST y el PCR no lograron construir y expandir un paradigma alternativo de acción revolucionaria, más allá de insistir en un arsenal de críticas al “aventurerismo” y al “populismo” de otras corrientes. No ofrecieron un análisis cualificado de lo que las complejidades de la sociedad argentina y el potencial defensivo de las clases dominantes podían señalar como límite a un planteo de “guerra de movimientos” y “ataque frontal” como el que desenvolvían las organizaciones armadas. Más tarde, cuando las fuerzas reaccionarias comenzaron a inclinar la batalla a su favor, se dejaron arrastrar a una equiparación entre “terrorismos”, y hasta alentaron esperanzas en el accionar de fuerzas de derecha, como el PCR durante la presidencia de Isabel Perón y el PC con la propuesta de “convergencia cívico-militar” con la dictadura.
Un factor a tener en cuenta es que si bien estos partidos habían tenido un crecimiento importante en cuánto a número de militantes, inserción social e influencia política, seguían siendo organizaciones relativamente reducidas. No tenían potencial electoral apreciable y salvo el PC, carecían de toda presencia tanto en el gobierno como en el Parlamento.
No dirigían grandes sindicatos, ni otras organizaciones sectoriales de primera magnitud. Sólo fueron actores importantes, sin llegar a ser mayoritarios, en el movimiento estudiantil; y en algunos ámbitos circunscriptos territorialmente, como el movimiento obrero de la ciudad de Córdoba, las “ligas agrarias”[69] y otras organizaciones rurales del norte del país, y en las Coordinadoras obreras del Gran Buenos Aires surgidas en 1975. Eso los condenaba a cierta impotencia para expandir sus propuestas y acciones al conjunto social, por más que una militancia dedicada y sólidamente organizada les permitiera multiplicar esfuerzos y expandir su influencia más allá de su base organizativa.
Cuando con la dictadura se entronizó plenamente el terrorismo de Estado, puesto al servicio de un proyecto de reestructuración de la sociedad argentina en sentido reaccionario, los límites en la comprensión de la dirección y alcances de ese proceso volvieron a manifestarse. Con todo, estas organizaciones lograron preservar a sus militantes, desarrollar acciones de resistencia, sobre todo en el movimiento obrero, y en definitiva sobrevivir a la derrota, favorecidas en parte por no estar en el centro de la política de exterminio, que tenía como prioridad las organizaciones armadas.
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Nueva Hora, Órgano del Partido Comunista Revolucionario, 1972-1977.

Notas
________________________________________
[1] Incluso el PC, el más reticente a la lucha armada en esta etapa, desarrollaba instrucción guerrillera en los años 60. Cf. Rot (2006, pp. 15 y ss.)
[2]. Las principales ciudades argentinas, con la paradójica excepción de Buenos Aires y su entorno, fueron escenario de levantamientos populares, que se reprodujeron en centros urbanos medianos y aun pequeños, durante el lapso 1969-1972. Se los llamó “azos”, y así hubo, además del famoso “cordobazo”; “rosariazo”, “mendozazo”, “tucumanazo”, “rocazo”, “riojanazo”, “choconazo”, y un largo etcétera
[3]. Puede verse, entre otros títulos, Mazzeo (1999) y Salas (2004)
[4] Tortti (1999, p. 223)
[5] Un relato y análisis circunstanciado de parte de este proceso se encuentra en Burgos (2004)
[6] Si tomamos a seis de los principales dirigentes del PC en esos años, tres ocupaban cargos de conducción desde los primeros años veinte: Victorio Codovilla y los hermanos Rodolfo y Orestes Ghioldi. El secretario general, Gerónimo Arnedo Alvarez, lo era desde 1938. Rubens Iscaro y Fernando Nadra habían alcanzado altos niveles de dirección ya en la década de los cuarenta.
[7] Cf. Tortti (1999, p. 231).
[8] Ese era el seudónimo de Hugo Bressano (1924-1987), dirigente del trotskismo argentino una de cuyas corrientes condujo desde 1943 hasta su muerte. Se encuentra vasta información sobre su trayectoria en González (1999).
[9] Poco después de 1950, el original Grupo Obrero Marxista (GOM), primera formación liderada por Moreno, transformado luego en Partido Obrero de la Revolución Socialista, se fusiona con un sector del tradicional Partido Socialista, encabezado por Enrique Dickmann, para fundar el Partido Socialista de la Revolución Nacional. Caído Perón, los partidarios de Moreno se reagrupan como Palabra Obrera, que a mediados de los 60 se fusiona con el Frente Revolucionario Indoamericano Popular (FRIP), encabezado por Roberto Santucho, para formar el Partido Revolucionario de los Trabajadores. Unos años después se rompe ese partido, y la fracción de Moreno integra el PRT La Verdad(por el nombre de su periódico). En 1972 se funden con un sector del Partido Socialista Argentino, para pasar a denominarse al poco tiempo Partido Socialista de los Trabajadores (PST).
[10] El Frip fue creado en la provincia de Tucumán, centro de la producción azucarera, con inspiración en Mariátegui y un contenido indigenista (algunas de sus publicaciones aparecían en quichua y en español). Un relato y análisis del proceso que llevó a la unificación y después a la ruptura del PRT, se encuentra en Weisz (2006, p. 37 y ss)
[11] Después de 1955 el socialismo se había dividido en dos agrupaciones: Partido Socialista Democrático y Partido Socialista Argentino. De este último se separó el Partido Socialista de Vanguardia, una parte del cual pasó a ser Vanguardia Comunista, de orientación maoísta. A la altura de 1972, lo que quedaba del socialismo argentino se había separado en dos secretarías, una de las cuales ejercía Juan Carlos Coral.
[12] Avanzada Socialista, Año II, N° 78, 3/10/73, p. 6.
[13] En un relato de la inserción en el maoísmo, el principal dirigente del PCR, Otto Vargas, comienza por afirmar “Nosotros éramos guevaristas…”, para luego narrar la decepción con Cuba por su apoyo a la URSS a partir de 1968 y la adopción del maoísmo: “Nosotros vinimos de China con la teoría del socialimperialismo de Mao: la URSS se había transformado en una potencia social imperialista (…) y estábamos en claro de que en la Argentina este imperialismo tenía mucha fuerza. Cuando nosotros rompimos con el PC se sabía que su aparato económico era el 5° grupo financiero de la Argentina.” Mariano Andrade (2005, pp.45- 46)
[14] Cabe señalar que esta obsesión con la influencia soviética no era un resultado automático de la orientación maoísta: La otra fuerza de esa filiación, Vanguardia Comunista, no proveniente del PC por otra parte, hacía mucho menos hincapié que el PCR en el “socialimperialismo” y la necesidad de combatirla
[15] Desalojado de la presidencia después de una década por un golpe militar en 1955, el retorno de Perón al país (y al poder político) se había convertido en un mito agigantado por el tiempo y la distancia. Buena parte de los trabajadores argentinos vivieron las casi dos décadas posteriores como una suerte de calvario político que sólo el regreso de Perón podía remediar. Entre los varios tratamientos del tema puede recomendarse el libro de Daniel James (2006).
[16] En 1963 el voto en blanco había captado a un veinte por ciento de los sufragantes. El golpe militar de 1966 motivó que no hubiera más elecciones de presidente hasta 1973. Una diferencia fundamental es que en esa ocasión el propio Perón había auspiciado esa actitud frente al proceso electoral.
[17] AS, Año I. N° 2-Marzo de 1972, p. 1-2. Sitrac era el sindicato de trabajadores de Fiat Concord (rama automotriz), y Sitram el de trabajadores de Fiat Materfer (rama ferroviaria). Ambos sindicatos habían tenido una conducción radicalizada, con militantes del PRT, trotskistas y maoístas, y habían protagonizado luchas de gran repercusión.
[18] Era secretario general del sindicato de electricistas de la ciudad de Córdoba. De formación marxista y respetado por todos los sectores políticos, lideraba el “sindicalismo de liberación”, combativo y antiburocrático, inclinado a alianzas más amplias que los “clasistas” como Sitrac-Sitram. Tosco no pertenecía a ningún partido, pero por su prestigio también fue invitado a ser candidato a gobernador de Córdoba por la UCR; el Partido Comunista le ofertó postularse a vicepresidente por la Alianza Popular Revolucionaria. Declinó todas las ofertas. Cf. Iñigo Carrera, Grau y Martí (2006, pp. 237-238 y ss.)
[19] Obtuvo 73.796 votos, bastante menos del 1% de los sufragios emitidos.
[20] Lo impulsaba el PRT y adherían otras organizaciones de la izquierda marxista, y del que tomaba parte activa Tosco, junto con Silvio Frondizi, Rodolfo Ortega Peña, Alicia Eguren, intelectuales militantes de la izquierda. Realizó una serie de congresos con presencia multitudinaria de militantes políticos y sociales.
[21] .
[22] AS ,Año II, Nº 74, 30/8/73. Se refiere al decimocuarto congreso de los comunistas, celebrado por esos días.
[23] Esa vez obtuvo 181.874 votos, equivalentes al 1,6% del total.
[24] “Los trabajadores derrotaron a Lanusse”, titula el periódico del PST. Luego de haberse opuesto férreamente al voto por la fórmula peronista, el PST valoriza la derrota del GAN “…los millones de votos del FREJULI significaron una seria derrota de los planes electorales de las Fuerzas Armadas…” (A.S. Año II-N° 52, 15/3/73, p. 2. p. 2). El PCR tiene también una reacción benévola, de elevadas expectativas, frente al ascenso del peronismo al gobierno. Señala la existencia de un momento social y político nuevo, e interpreta como un factor importante del mismo la propia existencia y fortalecimiento del PCR en tanto que reemplaza al “falso comunismo”: “…la clase obrera y el pueblo argentino han pasado por distintas experiencias revolucionarias y por eso van comprendiendo rápidamente que a la oligarquía, el gran capital y el imperialismo hay que liquidarlos y no sólo limarles algunas aristas.” “La emergencia del clasismo, del comunismo revolucionario, de las ligas agrarias y la propia izquierdización en el peronismo son las expresiones principales de este fenómeno político.” (Nueva Hora, A. VI. N° 120, 1ª quincena julio 1973, p. 2). El PC, a través de una reunión de su Comité Central declara: “El 11 de marzo ha sido derrotada en las urnas la dictadura y su política antipopular y antinacional. La gran trampa (GAN) urdida por la reacción y las derechas de los partidos burgueses..ha recibido en las urnas un golpe demoledor…”, Nueva Era, Abril de 1973. Año XXIV. Nº 3, p. 202.
[25] Hombres armados organizados por José López Rega y otros representantes de la derecha peronista, agredieron a balazos a los manifestantes en el acto de recepción de Perón, de vuelta en el país, provocando varios muertos y el fracaso de todo el acto, en lo que constituyó una grave derrota política de la izquierda peronista.
[26] Pozzi-Schneider (2000, p. 170.)
[27]AS, Año II. N° 91. 7 al 14/2/74.
[28] Comerciante y después empresario del caucho y metalúrgico, Gelbard fue secretario general de la central industrial y luego de la Confederación General Económica (CGE) en los primeros años 50. Se mantuvo ligado desde sus comienzos al Partido Comunista. Tras vasta trayectoria como dirigente gremial empresario, Perón decidió nombrarlo ministro de Economía en el gabinete que asume en mayo de 1973. Permaneció en el cargo hasta octubre de 1974, ya bajo la presidencia de Isabel Perón. Para su biografía ver Seoane (2003)
[29]Si bien lo hizo en forma silenciosa y extraoficial, el PC había apostado al proyecto económico de la gestión Gelbard, y aportado numerosos “cuadros” a los equipos ministeriales. Recientemente, una dirigente de primera línea del PC ha reconocido públicamente la vinculación con Gelbard: “En el último periodo y tercer gobierno de Perón (1973-1974) antes de su muerte, todo había cambiado tanto que tuvo un ministro comunista, José Bel Gelbard, quien rompió el bloqueo a Cuba y envió automóviles y créditos.” Edelman, Fanny, Reportaje por Stella Calloni en La Jornada. México D.F. 28/9/2004.
[30] NE, Año XXIV, N° 8, Septiembre 1973, p. 240.
[31] En una denominada “rendición de cuentas al pueblo” los diputados comentan además iniciativas de salud infantil financiadas con impuestos a latifundios y grandes empresas y la formación de una comisión bicameral para investigar actos de terrorismo. Nuestra Palabra, Año II. Nº 100. 18/6/75, p. 16.
[32] NH, Año VI. N° 119. 2ª quincena de Junio, 1973, p. 2.
[33] NH, Año VII. 134. 1° febrero 1974, p. 2.
[34] Puede compartirse lo afirmado en un reciente estudio sobre el sindicalismo clasista: “Contra lo que suele señalarse, apelando a una lectura a menudo superficial, el ciclo abierto por el “Cordobazo” en 1969, dio origen a un fenómeno más importante que el comienzo de la lucha armada generalizada. Ese fenómeno, que impregnará por varios años las luchas obreras en la Argentina, fue la emergencia de un vigoroso movimiento “clasista” que, con foco en Córdoba, se fue difundiendo progresivamente a la ribera del Paraná y más tarde, al cordón del Gran Buenos Aires.” Lobbe (2006, p. 39)

[35] Cf. Iscaro (1973, p. 396)
[36] Lobbe, (2006, p. 59).
[37] En 1974 una lista de izquierda ganó el sindicato metalúrgico local, y el gremio nacional se negó a reconocer el triunfo, desatando un conflicto de vasta repercusión. Sobre la participación de los comunistas en las luchas de Villa Constitución puede verse Schulman (2004).
[38] AS, Año IV, Nº 154, 19/7/75:4

[39] En ese mismo Congreso se afirma: “(Nuestro Partido)..Siempre consideró que había que desarrollar el movimiento de masas (…) crear las condiciones favorables para la toma del poder por vía pacífica, sin excluir la acción parlamentaria; o por vía no pacífica, si los círculos dirigentes del país cierran todas las posibilidades democráticas para la conquista del poder.” Codovilla (1963, p. 59)
[40] Un enfoque crítico de ese giro, desde el punto de vista de un dirigente comunista en disidencia, se encuentra en Giúdici (1973, pp. 94 y ss.)
[41] NP Año I. Nª 45. 8/5/74, p. 3.
[42] Declaración del CE del PC del 24/12/75, reproducida en NE, Año XXVI, Nº 1, Febrero 1976, p. 2.
[43]AS, Año I, N° 5, 29/3/72, p. 2.
[44]AS, Año III, 117, 20/8/74, p. 1.
[45] AS, Año III, 122, 24/9/74, p. 11.
[46] AS, Año III, Nº 125, 15/10/74.
[47] Se señala la situación política desfavorable que ha hecho que la “masacre de La Plata” (asesinato de ocho militantes del PST) sea acogida con indiferencia “….la abundancia de cadáveres produce un acostumbramiento…una confusa orgía de sangre, más parecida a las ‘vendettas’ sicilianas que a una lucha política”. AS, ,AñoIV,N° 162, 13/9/75, p. 2. Se llamó “masacre de La Plata” al asesinato de ocho militantes del PST, en septiembre de 1975.
[48] NH, Año VI. N° 119. 2ª quincena de Junio 1973, p. 3.
[49] Año VI. N° 119. 2ª quincena de Junio 1973, p. 2 .
[50] PCR (1975, p. 3).
[51] Organización parapolicial creada desde el propio Ministerio de Bienestar Social, ocupado por López Rega.
[52] Durante 1975 se firmaron disposiciones que confirieron a las Fuerzas Armadas la misión de “aniquilar” a la “subversión”.
[53] En los primeros meses de 1975, el PC leía la situación como signada por la confrontación tradicional entre democracia y fascismo, que a su vez era re-leída como la opción “liberación o dependencia”, la consigna del peronismo, a cuyos partidarios convocaba a encabezar la lucha: La alternativa es clara: el fascismo, con sus peculiaridades nacionales o la democracia en desarrollo y perfeccionamiento; el crimen en masa (…) o el enfrentamiento masivo de nuestro pueblo peronistas al frente con las bandas mercenarias de los asesinos de la Triple A (…), entrega de nuestro país y de sus riquezas al imperialismo, o defensa del patrimonio nacional, de pan y del trabajo de nuestra gente; en síntesis: liberación o dependencia.” NP,. Segunda Epoca Año II-Nº 95, 14/5/1975, p. 3.

[54]A.S, Año IV, 155, 24/7/75, p. 1.
[55] NP, Año II. Nº 90. 9/4/75, p. 3.
[56] En el análisis de Otto Vargas, fundador y secretario general: “…el gobierno de Isabel Perón tuvo muchos elementos tercermundista (…) .ellos se planteaban como tercermundistas en todos lados, en las Naciones Unidas, en los No Alineados, etc” (…) El golpe podía venir de cualquiera de los dos imperialismos, o del consenso entre ambos:“…nosotros decíamos: contra el golpe pro yanqui y pro ruso unirse y armar al pueblo. Y esto lo planteamos siempre…Nosotros frente al golpe de estado defendemos el gobierno constitucional de Isabel.” Andrade (2005, p. 57).
[57] “…en noviembre del 74 definimos la posición antigolpista: entendemos que se va hacia una definición y la línea fundamental pasa por quienes están a favor y quienes están en contra del golpe; …en el golpe hay dos corrientes: una corriente proyanqui y otra corriente pro soviética.” M. Andrade (2005, p. 56).
[58] Para un tratamiento de la relación inicial de los partidos con la dictadura, incuyendo al comunista, Yannuzzi (1996, pp. 66 y ss.) y Quiroga (1994, pp. 62 y ss.)
[59] Cf. Gorini (2006, p. 33 y ss.). El mismo autor resalta la posición similar, durante 1976, de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, en la que actuaban dirigentes como Raúl Alfonsín y Oscar Allende.
[60]
[61] El documento seguía expresando: “El Partido Comunista, aunque no comparte todos los puntos de expresados en los documentos oficiales, no podría estar en desacuerdo con tales enunciados, pues coinciden con puntos de su Programa, que se propone el desarrollo con independencia económica, la seguridad con capacidad nacional de decisión, soberanía y justicia social.”Partido Comunista (1976, p. 4)
[62] Ghioldi (1976, p. 4).
[63] Bergstein (1979, p. 28 y ss. El autor, Jorge Bergstein, fue secretario general de la Juventud Comunista, secretario de la provincia de Córdoba, y durante la dictadura fue Secretario de Propaganda nacional.
[64] La Yesca, Año 1. N° 1. Segunda quincena de mayo 1976, p. 12
[65] Cambio, Año 1. Primera quincena de mayo 1976, p. 2.
[66] Unidad Socialista, N° 6. Noviembre 1977, p. 1.
[67] El propio Vargas explica el golpe de Estado en un reciente discurso: “Al mismo tiempo estaba la disputa interimperialista entre yanquis y rusos. Los prosoviéticos trabajaron para el golpe institucional; lo hicieron porque tenían mucha fuerza en el movimiento popular, producto de un trabajo de muchos años; mientras que los yanquis eran muy débiles en el movimiento popular. Trabajaron para el golpe institucional, pero los yanquis los fueron apretando. Es cuando Capellini da el golpe en diciembre de 1975. Los soviéticos tuvieron que aceptar también que no tenían otro camino que el del golpe militar abierto, para dirimir la disputa con los yanquis. Y por esa razón se fue al golpe.” (Vargas, 2006, s/n).
[68] El PC sufrió más de cien desapariciones cf. Apoderados del Partido Comunista, 1982, p. 9-10, El PST perdió de esa manera cincuenta y cinco militantes. Cf. Coggiola (1986, vol 2:125). No hemos hallado cifras del PCR.
[69] Era la denominación de organizaciones de pequeños productores rurales. El PCR tenía influencia en ellas.
http://www.alainet.org/es/active/17449

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