Así nació el Sindicato Antioqueño

Así nació el Sindicato Antioqueño

¿HA OÍDO HABLAR del Sindicato Antioqueño? ¿Sabe cómo se formó? Le contamos detalles del grupo empresarial más grande del país que no tiene dueño único.
Gustavo Gallo Machado | Medellín | Publicado el 28 de agosto de 2011

Había que defenderse de la toma hostil que de manera encarnizada estaban haciendo Carlos Ardila Lülle, Julio Mario Santodomingo y Jaime Michelsen Uribe. Corrían los años 70 del siglo pasado y los empresarios antioqueños estaban inquietos por la inminente pérdida de las empresas símbolo de la región, que de a poco estaban quedando en manos de verdaderos pulpos de la economía.

Era el año 1972, Adolfo Arango Montoya, presidente de Cemento Argos; Jorge Molina Moreno, presidente de Suramericana, y Samuel Muñoz Duque, presidente de Nacional de Chocolates, veían con preocupación cómo las compañías emblema de la región iban quedando en poder de los capitalinos, quienes de manera astuta y con mucho dinero en el bolsillo, iban comprando acciones para hacerse a un porcentaje considerable de la participación accionaria, que posteriormente les daría la mayoría en esas empresas.

Prueba fehaciente de ello fue lo que ocurrió en 1973 con Coltejer, textilera insigne de la región, que fue adquirida por Ardila Lülle, quien en una de sus primeras decisiones, sacó de la Junta Directiva a Samuel Muñoz Duque y a Jorge Molina Moreno.

Este fue el detonante para que naciera el Grupo Antioquia, luego conocido como Sindicato Antioqueño y hoy Grupo Empresarial Antioqueño, que tenía como objetivo proteger los intereses de los pequeños accionistas en las principales empresas.

Incluso, el Grupo Santodomingo también llegó a tener el 15 por ciento de Chocolates y al empresario Augusto López Valencia en su Junta.

Se inicia enroque
¿Cómo hacerlo? Con el cruce de acciones de varias compañías, lo que evitaría que los tentáculos de los conglomerados foráneos se apropiaran de las firmas, en lo que en el mundo empresarial se conoce como el ‘enroque paisa’. Al trío de Arango Montoya, Molina Moreno y Muñoz Duque, se unieron Fabio Rico Calle, entonces gerente de Colcafé, y Guillermo Moreno Uribe, vicepresidente de Suramericana. Mientras hacían consultas, reuniones y acuerdos, para actuar, pasaba el tiempo y se seguían perdiendo posiciones. Moreno Uribe, quien sucedió en la presidencia a Jorge Molina, jugó un importante papel al negociar, impidiendo la consolidación de estos grupos en Suramericana de Seguros.

La sociedad anónima abierta, que era la figura bajo la cual estaban Suramericana, Argos y Nacional de Chocolates, era el mecanismo que querían destruir los nuevos inversionistas, quienes con cuantiosos recursos y el uso de métodos no ortodoxos, pero legales, pagando precios en apariencia altos por porcentajes minoritarios de las acciones de una compañía, podían hacerse a su dominio.

Así pasaron varios años hasta que el martes 28 de marzo de 1978, un grupo de empresarios, convocados por Santiago Mejía Olarte y Ricardo Ángel Villa se reunieron en Proantioquia con una premisa: crear un movimiento en defensa de la sociedad anónima y del patrimonio industrial de Antioquia.

A la primera cita acudieron 12 empresarios, entre los que se cuentan Vicente Uribe Rendón, presidente del Banco Comercial Antioqueño; Jorge Molina Moreno, presidente de Suramericana; Samuel Muñoz Duque, presidente de Nacional de Chocolates; Adolfo Arango Montoya, presidente de Argos; Fabio Rico Calle, gerente de Colcafé; Darío Múnera Arango, presidente de Coltabaco; Iván Correa Arango, presidente del Banco Industrial Antioqueño (hoy Bancolombia) y Jorge Posada Greiffenstein, presidente de Fabricato, entre otros empresarios.

Allí, decidieron que debían unirse para evitar que los grupos Grancolombiano, Ardila Lülle y Santodomingo se quedaran con las empresas antioqueñas.

El ‘enroque paisa’ había empezado y lo que hicieron fue configurar un capital para comprar acciones, no solo de Argos, Chocolates y Suramericana. También adquirirían participaciones en Cine Colombia, Colseguros, Bavaria y otras empresas distintas, para tener margen de maniobra a la hora de negociar. En una segunda reunión, en la que estuvieron presentes 17 empresarios, se designó a Fabio Rico Calle para que coordinara el movimiento.

La permuta
Con Rico Calle ya como presidente de Nacional de Chocolates, en 1980, iniciaron las negociaciones con Jaime Michelsen. Con frecuencia a los empresarios se les veía en el Club Unión, haciendo consultas y buscando la manera de conseguir dinero para llevar a cabo estas operaciones financieras. Héctor Arango Gaviria, entonces vicepresidente Financiero de Chocolates, recuerda que “estábamos muy pobres”, debido a las inversiones que se habían hecho en otros negocios y a la construcción de la planta en Rionegro y otros proyectos.

Así fue como un grupo de periodistas económicos los bautizó como el ‘Sindicato Antioqueño’, porque se les veía en la cara la necesidad por conseguir capital, para lograr el objetivo de defender estas empresas.

Un día Fabio Rico llamó a Héctor Arango y le fijó una tarea específica: “vamos al archivo (de Chocolates) y busquemos los bienes improductivos y de baja rentabilidad que tengamos y que tengan otras empresas, para hacer un paquete que nos permita hacer una negociación con (Jaime) Michelsen”, que ya tenía un 34,8 por ciento en Nacional de Chocolates y “una participación no significativa, pero importante en Noel y quería más”.

Solos, los directivos se fueron a esculcar qué se podía ofrecer. En lo hallado, se metió en la misma bolsa lo siguiente: la finca la Holanda en Sabaneta (de Tejicóndor), acciones de la Industrias Metálicas de Palmira, de Comestibles La Rosa y de Conservas California, una hacienda en Caucasia, la fábrica de grasas La Americana, un terreno en Niquía (Bello) y un inmueble ubicado en Bogotá. Pero hacía falta más: 300 millones de pesos que fueron girados por partes iguales entre Noel, Nacional de Chocolates y Colseguros.

“Plata es, lo que la plata vale”, fue la respuesta de Jaime Michelsen cuando Fabio Rico le ofreció hacer una permuta, entregándole estas propiedades a cambio de las acciones que el banquero tenía en Nacional de Chocolates y Noel.

Manuel José Arrázola por parte del grupo Grancolombiano y Héctor Arango Gaviria, por los parte de los adquirentes, empezaron a negociar y a materializar este acuerdo.

Durante nueve meses, día y noche, los delegados cruzaron papeles, conceptos jurídicos y financieros para finiquitar la negociación. Javier Jaramillo Velásquez, quien por varios años fue presidente del Grupo Mundial, antes funcionario de Chocolates, hizo las veces de delegado privado para tramitar documentos y así generar una absoluta confianza entre las partes.

El 25 de agosto de 1981 se selló la negociación, bajo la tutela de Fabio Rico Calle, lo que permitió recuperar los títulos de Nacional de Chocolates y de Noel, garantizando el nacimiento del Sindicato Antioqueño.

Firmaron la escritura de permuta Abel Pérez Gil (Tejicóndor), José Gutiérrez Gómez (Corporación Financiera Nacional), Adolfo Arango Montoya (Cemento Argos), Humberto Cortés (Colombiana de Seguros), Carlos Arturo Córdoba (Noel), Fabio Rico Calle (Nacional de Chocolates), Fabio Orozco (Inversiones e Industria), el padre Lorenzo Salazar (Seminario Conciliar de Medellín), Pablo Echavarría Toro (Caribú) y Jaime Michelsen Uribe por las empresas del Grupo Grancolombiano.

Para darle viabilidad económica a los negocios de acciones y ser fieles a la estrategia de devolverle a los accionistas la propiedad de su empresa, Nacional de Chocolates tomó estas acciones y las que readquirió al Grupo Santodomingo y las colocó entre los accionistas que a lo largo de los años fueron fieles a la empresa y no le vendieron a los inversionistas temporales.

Consolidación del GEA
Así fue como ocurrió una de las historias más apasionantes del mundo económico de los negocios, que significó el nacimiento del Grupo Empresarial Antioqueño (GEA), compuesto por el Grupo de Inversiones Suramericana, Inversiones Argos y Grupo Nutresa, un triunvirato de organizaciones que permitió la creación del principal conglomerado económico del país.

Con negocios en los sectores financiero (seguros, seguridad social, banca universal, pensiones y cesantías, operador de información, apoyo), cementero, energético y de alimentos, estas tres empresas pasaron de la consolidación nacional a la expansión internacional, convirtiéndose en jugadores de peso de América Latina.

Al adquirir activos por 3.763 millones de dólares de ING hace tan solo unas semanas, el Grupo Sura quedó con presencia en ocho países de Latinoamérica: Chile, México, Perú, Uruguay, Panamá, República Dominicana, El Salvador y Colombia.

Por su parte, Argos es líder en el negocio cementero en Colombia y el Caribe, al tiempo que juega un papel relevante en el sureste de Estados Unidos, donde hace poco amplió su participación al comprar activos por 750 millones de dólares, además de exportar a 39 países.

Nutresa no se queda atrás. Tiene siete líneas de negocio distribuidas en galletas, chocolates, café, pastas, cárnicos y helados, ocho plantas en Colombia, Estados Unidos, Costa Rica, México, Panamá, Perú, Venezuela y República Dominicana. Como si lo anterior fuera poco, vende sus productos en 75 países.

La contribución económica de estas empresas a la economía del país no es de poca monta: 6,3 por ciento del PIB (26,6 billones de pesos de ingresos operacionales al cierre de 2010), 20,7 por ciento de participación en el mercado bursátil colombiano y una capitalización bursátil de 44,9 billones de dólares en los últimos 13 años.

Lo que viene
Bajo la administración de David Bojanini García (Grupo Sura), José Alberto Vélez (Inversiones Argos) y Carlos Enrique Piedrahita Arocha (Grupo Nutresa), el enroque continúa “vivito y coleando”.

Las tres organizaciones hablan el mismo lenguaje y se fortalecen para continuar con su crecimiento y desarrollo, bajo unos parámetros de administración que se irrigan por todas las empresas del GEA, figura que aunque no existe y nunca ha tenido cimiento comercial o jurídico, se conoce a este grupo de empresas que incluyen, entre otros, a Bancolombia, la entidad financiera más grande del país; Colinversiones, compañía que se fortalece en el mercado de la energía como el cuarto generador, Suramericana de Seguros (Generales y de Vida), Protección y otras empresas, bajo focos muy claros.

Para David Bojanini García, el enroque y la posterior evolución que se ha tenido para adaptar estas empresas a un entorno de globalización y de alta competencia, ha permitido que estas organizaciones se desarrollen de manera significativa y que sus accionistas, en general, se hayan beneficiado de esa estrategia que se ha perfeccionado a través de los años.

“Esa estrategia ha permitido que las acciones de estas empresas se valoricen significativamente. Esa es parte central de nuestra tarea: generar valor a los accionistas”, dice el directivo.

Confirma que la tarea de sus antecesores fue admirable y por eso todas, o casi todas sus políticas de administración, de ética y de Gobierno corporativo, siguen vigentes, bajo modelos actualizados. Y menciona nombres como los de Jorge Molina Moreno, Guillermo Moreno Uribe, Fabio Rico Calle, Nicanor Restrepo Santamaría, entre muchos otros, como los que “realmente se preocuparon porque todos estos conceptos se fortalecieran y perduraran en el tiempo”.

Opina Bojanini García que con el paso de los años, estas compañías han sido líderes en fortalecer los mercados de capitales, líderes en gobierno corporativo, líderes en buenas prácticas de gestión, líderes en los procesos de internacionalización… “Son empresas que se han encargado de llevar el buen nombre de Colombia más allá de las fronteras del país”.

¿Le molesta que los llamen Sindicato? José Alberto Vélez, presidente de Argos, responde que no, con una sonrisa amplia. Ese remoquete es cosa del pasado y en lo que se concentran los administradores es en seguir fortaleciendo las compañías.

¿Y quién es dueño de qué? ¿Cuál es el accionista mayoritario? El empresario vuelve a sonreír cuando dice que son los colombianos porque los fondos de pensiones colombianos son los principales accionistas de las tres organizaciones.

El enroque de las compañías se mantiene porque el Grupo de Inversiones Suramericana es dueño del 37,7 por ciento de Nutresa y del 36 por ciento de Argos; Nutresa tiene el 12,4 de Argos y el 12,7 de Suramericana; mientras que Argos posee el 10,4 por ciento de Nutresa y el 37,6 por ciento de Suramericana.

“El enroque lo vamos a mantener porque fue lo que permitió repeler los inversionistas que se querían llevar estas empresas de la región. No podemos permitir que se vayan porque la contribución que hacemos no solo es económica, sino también social, ética y empresarial”, apunta José Alberto Vélez.

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