Carta al movimiento popular

Carta al movimiento popular

Dagoberto Gutiérrez

Por primera vez en nuestra historia, ha funcionado la alternancia política y el poder ejecutivo será controlado y dirigido por fuerzas políticas diferentes a las que lo vienen haciendo desde 1821. Un hecho normal en las democracias burguesas es, sin embargo, trascendente en un régimen político oligárquico como el de El salvador.

En realidad, la excepción histórica que vive el planeta, la sabiduría política del pueblo, la división de la oligarquía local y el trabajo del candidato y del partido hicieron posible que el poder ejecutivo pueda ser organizado bajo un poder político diferente, este, el poder político, es lo que permite que un sector de la sociedad logre que el aparato de estado funcione de acuerdo a los intereses de éste sector. El 15 de marzo la oligarquía tradicional perdió poder político y está planteada la probabilidad, que es mas que posibilidad, de que el aparato de estado funcione, por primera vez, en beneficio de los desposeídos, débiles y pobres de la patria.

Éste es el drama político coyuntural, esto no depende, sin embargo, de los meros resultados electorales y que sea así en efecto depende, única y exclusivamente del movimiento popular, de su fuerza, su poder, su pensamiento multicolor, su cohesión y descohesión, su concentración y desconcentración, de su flexibilidad y su firmeza, de su capacidad de alianzas y de aliados, de su olfato político animal, de su entendimiento de avances con horizonte pero con etapas, de todo esto y más es exigidos en estos momentos el movimiento popular.

El próximo primero de mayo es el primer acto político pos electoral, donde las banderas populares, contando con la participación de Mauricio Funes, deberán levantar al viento y al sol los reclamos de poder político del pueblo, democracia participativa, un nuevo aparato para un nuevo gobierno, una nueva política para un nuevo régimen, un ataúd para el neoliberalismo y una soga para el patriarcado.

Estas banderas resumen la lucha de todos y todas y apuntan en el rumbo de un nuevo gobierno, este rumbo ha de tener un horizonte establecido, un contenido determinante y determinado en sus puntos fundamentales, una capacidad de movimientos tácticos en su dirección sin perder el rumbo, una precisa determinación de los enemigos, el enemigo principal mas peligroso y de los aliados, tanto los permanentes como los temporales, los confiables y no confiables.

Siendo el movimiento popular el fundamento social del nuevo régimen se levanta la exigencia de una independencia frente a todo partido y frente al mismo gobierno de Mauricio Funes y así como entre Mauricio Funes y el FMLN no puede ni debe haber ninguna relación de sometimiento, en una u otra dirección, esa misma relación ha de existir entre el movimiento popular, el partido de gobierno y el gobierno mismo.
El partido FMLN necesita superar tres tentaciones.

A. La primera es la provocadora sensación de vaciarse en el gobierno tal como lo hizo ARENA hace 20 años.

B. La segunda es la desmañada idea de controlar al movimiento popular, en nombre de una, real o imaginaria, conducción.

C. Y la tercera es la sensible vocación de ser aparato electoral en lugar de ser partido político.

En ésta trinidad el movimiento popular ha de levantar su naturaleza y vocación de ser sujeto y no objeto, de ser, al mismo tiempo que sujeto actor cuando las circunstancias lo exijan pero sin perder su condición de sujeto. Se es sujeto cuando se tiene capacidad para enfrentarse a un sistema a un régimen en búsqueda de una alternativa, se es actor cuando se forma parte de una estructura y se tiene un papel asignado como un partido político o un sindicato.

Por eso, el movimiento popular, desde abajo y actuando como sujeto, podrá contar a su favor, si tiene el poder político para ello, con el aparato de estado y, en esta relación el movimiento podrá actuar como actor sin renunciar a su sujeticidad.

Es el mayor reto político de su historia y el movimiento social no cuenta con la posibilidad de fallar y está condenado, en todo caso, a no perder tiempo a abrir su cerebro, su sensibilidad y a desarrollar su olfato político

Saludo del CC del PCS a los Combatientes de las FAL y a todo el Partido en Ocasión del Año Nuevo 1982

SALUDO DEL CC DEL PCS A LOS COMBATIENTES DE LAS FAL Y A TODO EL PARTIDO EN OCASION DE AÑO NUEVO

A toda la Militancia del PCS, a sus organismos de Dirección Intermedia, a sus Células y sus GAR: a todas las unidades de las Fuerzas Armadas de Liberación (FAL), Jefes, mandos, combatientes con partido y sin partido, milicianos.

COMPAÑEROS:

El Comité Central del PCS y la Comandancia General de las FAL se dirige a ustedes: militantes, candidatos a miembros y simpatizantes de nuestro Partido, combatientes guerrilleros de la ciudad o del campo, combatientes políticos (clandestinos y no clandestinos) de la resistencia popular, cuando dentro de pocas horas concluirá el año de 1981, que se ha caracterizado por la riqueza de los acontecimientos sucedidos a lo largo de sus doce meses, por el gran legado de experiencias que nos deja y fundamentalmente por el inmenso heroísmo, espíritu combativo y ánimo de victoria desplegada por nuestras masas populares, por el ejército del FMLN particularmente por nuestro Partido y sus Fuerzas Armadas de Liberación.
En el corto período de un año nuestro Partido no sólo ha logrado consolidar sus Fuerzas Armadas sino desarrollarlas y ampliarlas.
Ha crecido la calidad de sus mandos y combatientes expresado en su capacidad, disciplina, disponibilidad y moral combativas; aparecieron las Escuelas Militares, se consolidaron los Estados y Planas Mayores, se realizaron cientos de operaciones de pequeña, mediana y gran envergadura, se mejoró nuestra armamentización, comunicaciones militares, el aseguramiento logístico y el dominio por nuestro mandos y combatientes de la técnica de combate: aparecieron – en conjunción con las otras organizaciones hermanas del FMLN- las primeras columnas combinadas móviles; con nuestra decidida participación se formaron en varios frentes los Mandos Conjuntos del FMLN. Grandes avances han habido en la construcción orgánica del Partido dentro de las FAL, nuestros trabajadores políticos demostraron su temple comunista en la tareas encomendadas dentro de los frentes de guerra, nuestra milicia creció y se desarrolló. Creció así el prestigio de
nuestro Partido ante nuestro pueblo y el Movimiento Comunista Internacional, el peso y el importante papel de la FAL en la guerra popular revolucionaria.

Todo esto nos satisface. Sin embargo, no podemos dejar de señalar que no siempre todo lo que hicimos fue lo mejor, que no siempre tuvimos la suficiente visión revolucionaria, que no siempre actuamos con audacia y firmeza comunista y que hubo casos aislados de militantes que demostraron flaqueza y vacilación ante las dificultades que el enemigo y la lucha misma nos impone. Tendremos que hacer renovados y redoblados esfuerzos para darle una mayor dimensión a nuestra lucha política-militar.

Por otro lado, a pesar de la creciente intervención a lo largo de 1981, de la administración militarista de Reagan en nuestra Patria, del aumento en la armamentización de la Junta Militar Democristiana,
a pesar de las más de 40 ofensivas fracasadas del enemigo sobre las posiciones guerrilleras, de las horribles y vastas masacres contra nuestra población civil, nuestro pueblo, las fuerzas armadas del FMLN y con ellas, nuestro Partido y su brazo armado, ha sabido resistir y avanzar.

¡Nunca la moral de un pueblo en lucha ha sido inferior a la moral de sus enemigos! Y siempre, la moral de los revolucionarios ha sido
infinitamente superior a la de los contrarrevolucionarios. Esa ley se expresa hoy en sus términos justos en nuestro país.

Cada golpe militar que el enemigo recibe, cada fracaso en sus planes, cada derrota política y diplomática termina por socavar más y más la moral del ejercito enemigo desde sus más altos mandos hasta el último oficial o soldado.

El Puente de Oro, el Puente del Guajoyo, las emboscadas en las carreteras Panamericana y del Litoral, Perquín, La Guacamaya y
Arambala serán las sombras que los perseguirán continuamente en
el futuro próximo. Debemos profundizar esas victorias, debemos atacar con más frecuencia, cercar, rendir y aniquilar las unidades de
la FA enemiga y pronto veremos su desmoronamiento.

¡Adelante compañeros, a asestarle golpes demoledores al ejército títere! Ustedes han demostrado suficiente valentía, capacidad y moral para ello.

Sabemos que así lo harán.

El año 1982 encuentra a nuestro pueblo y a nuestro Partido como hace 50 años, dispuestos a “tomar por asalto incluso el cielo, si fuera necesario, dispuestos a conquistar el futuro democrático, independiente y de justicia social de nuestra Patria.

La mascarada electoral democristiana que quiere maquillar el rostro genocida de la Junta y el imperialismo no tiene ninguna perspectiva. Las elecciones no son ninguna solución para la crisis nacional salvadoreña La única vía justa y capaz de disminuir los sufrimientos del pueblo, es una solución en que tomen parte el FMLN y el FDR con sus decisiones.

Al concluir un año más de lucha popular la Dirección de nuestro Partido rinde homenaje a los cientos de heroicos combatientes de todas las organizaciones del FMLN, caídos en la lucha, a los miles de presos, desaparecidos y asesinados por nuestro feroz enemigo en el transcurso de 1981.

Especial homenaje quiere rendir la Dirección del PCS a los comunistas que en este año ofrendaran sus vidas a la noble e irrenunciable causa de nuestro pueblo, que es la misma causa de todos los pueblos del mundo Ellos Vivieron y murieron como comunistas. Nuestras rojas insignias siempre flamearán alto sobre sus tumbas. Su recuerdo se conjuga con el de aquellos que en 1932, hace 50 años, vivieron, lucharon y murieron de la misma manera. Ellos forman un legado de nuestra lucha y nuestra historia. Juramos ser fieles siempre a la causa por la que ellos lucharon y murieron. En nombre de todos los militantes del Partido, de todos nuestros milicianos, en nombre de todos los combatientes de la FAL, juramos luchar hasta alcanzar la victoria revolucionaria por la que murieron nuestros héroes y mártires.

COMPAÑEROS. El C. C. de nuestro Partido asegura a todo el pueblo salvadoreño, a todos los combatientes por la libertad de El Salvador que este nuevo año, será de triunfos y grandes éxitos revolucionarios. A nuestros militantes y combatientes expresamos la confianza en que cada uno de nosotros será en 1982 un mejor revolucionario, un mejor combatiente, un mejor comunista.

Saludamos con especial cariño a los comunistas que desde las prisiones conocidas y desconocidas continúan combatiendo al enemigo. Hasta ellos extendemos nuestros brazos y nuestra convicción que el pueblo, más temprano que tarde romperá los barrotes que ahora los encierran y sojuzgan.

Saludamos a cada uno de los militantes y combatientes de todas las otras organizaciones hermanas del FMLN.

Que 1982 será un año de grandes pasos y victorias del pueblo salvadoreño.

En 1982 triunfará el pueblo salvadoreño, triunfará la justicia y la razón.

Saludamos y agradecemos a todos los pueblos que en los 5 continentes de la tierra nos expresan cotidianamente su activa solidaridad
y nos dan su ayuda.

A multiplicar muchas veces las filas del Partido y de las FAL.

A prepararnos para asestar mayores golpes al enemigo.

A luchar más y mejor por consolidar la Unidad de las fuerzas revolucionarias y de éstas con las fuerzas democráticas, a cumplir cada vez mejor los acuerdos y orientaciones del FMLN.

¡PROLETARIOS DE TODOS LOS PAISES UNIOS!
¡UNIDOS PARA COMBATIR HASTA LA VICTORIA FINAL!

¡REVOLUCION O MUERTE! ¡VENCEREMOS!

31 Diciembre, 1981

CEM publica saludo de Año Nuevo 1982 del PCS

CEM PUBLICA SALUDO DE AÑO NUEVO 1982 DEL PCS
SAN SALVADOR, 28 de abril de 2009 (SIEP) “Las fiestas de Navidad y Año Nuevo de 1981 fueron ya celebradas en campamentos guerrilleros, en una nueva fase de la lucha del pueblo salvadoreño” expresó el Lic. Roberto Pineda, Coordinador del Centro de estudios marxistas “Sarbelio Navarrete.”

“Iniciaba una larga guerra y Guazapa, Cerros de San Pedro, Morazán y Chalatenango surgían como los principales escenarios del enfrentamiento militar entre el recién creado FMLN y la dictadura militar.”

“Una muestra del espíritu de lucha y de victoria que prevalecía en esos momentos se refleja en el saludo que envía el Comité central del Partido Comunista a los jefes y tropa de las Fuerzas Armadas de Liberación, FAL, que aquí reproducimos. Este saludo apareció en el numero 4 de la revista teórica del PCS, Fundamentos y Perspectivas, de enero de 1982.”

“El año 1982 encuentra a nuestro pueblo y a nuestro Partido como hace 50 años, dispuestos a “tomar por asalto” incluso el cielo, si fuera necesario, dispuestos a conquistar el futuro democrático, independiente y de justicia social de nuestra Patria” dice el comunicado.

El valor histórico de los testimonios de Miguel Mármol acerca de la insurrección de 1932

El valor histórico de los testimonios de Miguel Mármol acerca de la insurrección de 1932
Por Antonio Estrada

En ocasión de la conmemoración del 50 aniversario de la insurrección de 932, la Comisión de Propaganda del PCS, consideró incluir en esta revista teórica, el artículo del compañero Antonio Estrada que vierte diversos puntos de interés y polémicos, basado en los testimonios de Miguel Mármol, miembro fundador del Partido, en relación a los acontecimientos del 32.

Sin constituir una posición oficial en relación a este trascendental hecho histórico. su publicación y conocimiento aportará al proceso de discusión ideológica que conduzca a fijar una posición y una interpretación histórica objetiva.

1. Los Testimonios de Miguel Mármol

Desde hace relativamente poco tiempo, aproximadamente diez años, la literatura científica y periodística acerca de la insurrección popular de 1932 en El Salvador, se vio abundantemente enriquecida. El tema dejó de ser objeto de estudio accidental, para convertirse en obligada tarea de esclarecimiento y sistematización teórica de la experiencia. La evolución de los acontecimientos políticos en el país así lo exigía. La lucha de clases del presente reclamaba los aportes de la lucha de clases del pasado.

En este necesario proceso de reencuentro dialéctico del pasado con el presente, los testimonios de Miguel Mármol han desempeñado y siguen desempeñando como lo demuestran las frecuentes polémicas surgidas alrededor de sus puntos de vista, un inconmensurable papel en la comprensión de la insurrección de 1932.

Durante mucho tiempo, los escritores e ideólogos al servicio de la burguesía criolla y del imperialismo, falsificaron a su antojo todo lo relacionado con la insurrección. En esa nefasta tarea han coincidido en los objetivos, aunque variado en los métodos, desde los burdos y enfermizamente anticomunistas de antaño como Schlessinger, hasta los más cautelosos y aparentemente objetivos de hoy día, como Anderson. No encontraban mayor oposición en las filas revolucionarias. Era cuestión de tiempo, sin embargo, para que esa oposición llegara, y comenzaron a aparecer trabajos tan valiosos como polémicos entre los muchos trabajos que fueron, poco a poco, develando los mitos reaccionarios un lugar especial llegó a ocupar, con indisputable mérito, el conjunto de testimonios de Miguel Mármol y de otros camaradas sobrevivientes del 32.

Conscientes de que mucho está por investigarse y esclarecerse acerca de la insurrección presentamos en este artículo, juicios hipotéticos acerca de su significación histórica y acerca del carácter de la revolución definida entonces por el Partido. Tales juicios se fundamentan en el análisis de la bibliografía existentes que nos ha sido posible consultar y, de manera especial, en recientes conversaciones sostenidas con el camarada Mármol.

2. Valoración General de la Insurrección

a) Es usual e inevitable, todavía, encontrar en las filas revolucionarias puntos de vista arbitrarios acerca de la insurrección popular
de 1932 en El Salvador. El camino equivocado que más se transita para intentar aprender lo que, en esencia, históricamente
significa lo de 1932, es el del subjetivismo. No se examina la insurrección de acuerdo a las condiciones históricas concretas existentes en la época. Se asimila, por ejemplo, a los dirigentes como putchistas, y al hecho insurreccional mismo como una aventura sin sentido. Putchistas los dirigentes porque no fueron capaces de organizar el gigantesco torrente espontáneo de las masas; aventura la insurrección porque se decidió y ejecutó en unos cuantos días; tales juicios, una veces se sientan como premisas y otros como conclusiones.

En cualquier caso al final, el resultado es el mismo, la aprehensión superficial, parcial y parcializada del fenómeno. Ya en 1848, en la Ideología Alemana, a propósito de este tipo de enfoque, Marx señalaba: “Aisladas y separadas de la historia real, estas abstracciones no tienen el más pequeño valor. Sólo pueden servir para facilitar la clasificación de materiales históricos. Para indicar el orden sucesivo de los hechos, pero no ofrecen en modo alguno una receta o esquema que nos permita distinguir las diferentes épocas históricas”. Y advertía en el mismo texto del peligro de caer “…no en la explicación científica de los acontecimientos de una época, sino en la ILUSION de esta época, esto es, no en el conocimiento de lo que la época realmente
es . . . sino en lo que los que hacen la historia . . . creen que la
época es…”

b) El partido Comunista de El Salvador, al momento de acometer la inmensa tarea insurreccional no había cumplido dos años de
existencia. Este hecho clave ignorado por algunos o examinado
incorrectamente por otros, explica las insuficiencias, en la dirección política y militar. La Historia Revolucionaria, desde la Comuna de París hasta nuestros días, registra situaciones insurreccionales similares a las de 1932, con idénticos resultados, es decir, situaciones revolucionarias maduras donde la vanguardia no pudo forjar la victoria, al ser sorprendida en período de plena gestación. Es válido afirmar que el PCS era, en 1932, un Partido marxista-leninista embrionario, y que la prueba de fuego a la que lo sometió la historia tan prontamente, fue demasiado severa como para que hubiera podido descifrarla en otros términos que no fueran los del heroísmo, la valentía y la decisión de combatir hasta morir. Ciertamente el poder era la meta. Pero que lejos estaba la posibilidad real de consumar ese ambicioso y a la vez, justo y legítimo propósito revolucionario.

c) Los testimonios de Miguel Mármol y de otros camaradas sobre-
vivientes de 1932, la información disponible, los resultados de las investigaciones realizadas hasta la fecha, ponen fuera de toda duda la existencia entonces, de agudos desajustes económico- sociales. De crisis del poder político, y de exacerbamiento del espíritu insurreccional de las masas, componentes típicos todos, de las condiciones objetivas de una situación revolucionaria madura. Pero también está, fuera de toda duda, la ausencia o débil presencia en 1932, de otros factores que resultaban indispensables para el triunfo, éstos de carácter subjetivo, como decir, el escaso grado de organización de las masas y, fundamental y decisivamente, el bajo nivel de desarrollo político, ideológico y militar del Partido como en Rusia en 1905. El heroísmo ilimitado de los insurrectos no bastaba para resolver los problemas extraordinarios y desconocidos que sólo la buena organización era capaz de afrontar con éxito.

Por todo ello, aún cuando el Partido no alcanzó el fin propuesto de tomar el poder, el juicio histórico no puede, ni debe descansar en una especie de reclamo “paternal”, aunque en unos casos se disfrace de magnanimidad, y en otros, se inyecte de mordacidad.

d) A diferencia del Partido de Rusia de 1917, donde el dilema histórico era tomar o no el poder, el Partido en El Salvador de 1932, se fijó además, el propósito de enfrentar y resolver positivamente el dilema de encabezar y dirigir a las masas enardecidas que, con o sin el Partido, estaban dispuestas a combatir.

A semejanza de la Rusia de 1917, donde el partido, con un Lenín firme al frente, asumió la posición correcta y tomó el Poder. en El Salvador de 1932, el Partido, con un Farabundo Martí imperturbable a la cabeza, también adoptó la posición correcta. encauzando, hasta donde era posible hacerlo en aquellas circunstancias, un levantamiento masivo, una insurrección campesina que, al margen de cualquier tipo de juicios atenuantes o estigmatizadores, bien puede calificársele de heroica, grandiosa y necesaria.
e) La decisión del Comité Central de Partido reflejó una actitud: la actitud de heredar, con el sello de la sangre combatiente, un brillante e incuestionable ejemplo de consecuencia de una dirección revolucionaria que no sólo se precia de ser tal, sino que también actúa como tal. Las discusiones apasionadas suscitadas en el pleno del 7 de enero, lo mismo que los tensos y azarosos preparativos hasta el día decisivo, testimonian que la dirección del Partido actuaba con entereza y decisión de vencer. Cualesquiera que sea el caso, en Martí, Luna, Zapata y demás dirigentes de la insurrección, encontramos una actitud, un espíritu de lucha, una moral de combate, signada por la lealtad sin límite a los explotados y oprimidos.

Salvador Allende, rodeado de otras circunstancias, en otro tiempo y espacio, al resistir hasta el último tiro en La Moneda, totalmente consciente de la inutilidad de su acción militar, sabía que legaba el espíritu de la combatividad, de la consecuencia y de la fidelidad que un dirigente debe a su pueblo.

Destacar este rasgo esencial de la insurrección de 1932, sin caer en la visión “heroica” de la historia constituye, para nosotros, un requisito indispensable para hacer una valoración general justa y objetiva del más grande acontecimiento de nuestra historia revolucionaria.

3. Cuál fue el carácter de la Revolución?

Miguel Mármol sostiene que la de 1932 era una revolución democrático burguesa, algunos autores sostienen que se trataba de una revolución proletaria y socialista, y otros más afirman que la definición era imprecisa y ambigua.

En una serie de nuevos e inéditos testimonios escritos recientemente al calor de las grandes batallas militares, políticas y diplomáticas que protagoniza nuestro heroico pueblo, encontramos un resumen de los principios y consignas fundamentales que según Miguel Mármol caracterizaban la revolución democrático-burguesa. Dice Mármol.

“Por todas partes los combatientes dieron batalla con ardor y con firmeza, para instaurar un Estado Obrero y Campesino que terminara con la injusticia social. Un Estado Revolucionario que cambiara la añeja estructura de la sociedad que estancaba el desarrollo económico y cultural de la nación; que acabara con la injusticia de siglos; que terminara con la inhumana explotación del hombre por el hombre que ejercían los aristócratas terratenientes y empresarios extranjeros; que facilitara crédito económico a los campesinos necesitados; que terminara con la servidumbre a la que estaban sometidas las masas de mozos colonos y aparceros; que pusiera coto a la expropiación de campesinos; que confiscara la tierra malhabida a los terratenientes y ex-gobernantes, para distribuirla entre los antiguos dueños; que nacionalizara la banca; que estimulara el desarrollo industrial y el comercio y llevara a efecto una infraestructura material profunda para sacar al país de tanto atraso. Todo ese cambio de estructura social, orientado a erradicar el desempleo, el hambre, la miseria, el analfabetismo, y para velar por la buena salud del pueblo. Régimen social nuevo que daría libertades democráticas, que lucharía por la paz y se orientaría por los principios del internacionalismo proletario “.

Evidentemente casi la totalidad de las demandas tenían carácter democrático-burgueses, pero también estaban allí presentes algunas reivindicaciones de tipo socialistas, relativizándose así las tesis que hacen énfasis exclusivo en la definición democrático-burguesa de la revolución y, posibilitándose, al mismo tiempo, que se fundamenta la hipótesis de la imprecisión y la ambigüedad de la definición del carácter de la revolución que se planteaba en 1932.
Por su parte E. M. Churilov, autor del prólogo del libro Testimonios “Miguel Mármol”, editado en ruso en 1981, dice:

“La línea estratégica fundamental de lucha estaba absolutamente oscura tanto para el Partido como para el pueblo. El carácter de la revolución, y por consiguiente, sus tareas y las etapas de su desarrollo no habían sido determinadas por el Partido.

Para el Partido y las capas radicales de las masas populares quizás estaba solamente claro que había que luchar por la conquista del poder, que era necesario destruir la base del aparato estatal de los explotadores, con el fin de la subsiguiente realización de las transformaciones revolucionarias. Sin embargo, no había ninguna claridad en relación al carácter de estas transformaciones. Qué revolución sería: socialista, agraria, antiimperialista, antifeudal, antioligárquica o democrático-burguesa? A esta pregunta el Partido no podía dar una respuesta definida.

Es cierto, Miguel Mármol subraya, que el Partido y las masas trabajadoras luchaban por la realización de la Revolución democrático-burguesa. Sin embargo, en el Manifiesto del CC del PCS difundido el 21 de enero de 1932, se habla de la revolución proletaria: “Compañeros obreros! ¡Armanse y defiendan la revolución proletaria! Todo el poder a los Soviets de diputados obreros, campesinos y soldados!

De esto habla el mismo Mármol. En general, en el asunto de la línea estratégica había mucha confusión: unos luchaban por la sociedad comunista, otros por el socialismo, y los terceros, quizá la mayoría simplemente por la tierra, la que querían trabajar”.

Podemos concluir entonces que hay nuevas pistas para proseguir las investigaciones conducentes al esclarecimiento del carácter de la revolución de 1932, lo cual, a su vez nos permitirá responder muchas preguntas relacionadas con la problemática de las fuerzas sociales y políticas participantes, y de las alianzas que se hicieron, o dejaron de hacer.

Necesidad de una Síntesis Final.

Se requiere una síntesis integradora de los diferentes aspectos de la insurrección, una síntesis que aún no llega, pero que ya avanza en las investigaciones de muchos revolucionarios, miembros de nuestro Partido, unos, militantes de organizaciones hermanas del FMLN, otros muy alejados del punto de vista de nuestro partido. Está, por tanto, el considerar exhaustiva y agotada la tarea de investigación? Las verdades consagradas de una vez y para siempre sin más fundamento que el juicio voluntarista riñen con el espíritu crítico del marxismo e impiden, al mismo tiempo el que podamos extraer las conclusiones pertinentes de nuestra propia experiencia y ponerlas creadoramente al servicio de la estrategia y táctica actual.-

La regional va a las masas del campo

LA REGIONAL VA A LAS MASAS DEL CAMPO Por Miguel Mármol

Entregamos a nuestros lectores el primero de una serie de trabajos testimoniales, escritos por el Camarada Miguel Mármol, miembro fundador de nuestro partido y Secretario General de la primera Juventud Comunista de El Salvador.

El camarada Miguel Mármol, sobreviviente de aquella gesto gloriosa que fue la insurrección de 1932, se dedicó antes y después a la dura tarea de organización del proletariado salvadoreño, por esta razón, el VII Congreso del PCS, celebrado en la clandestinidad en abril de 1979, le otorgo la distinción de Miembro Emérito del PCS, distinción que también fue otorgada a los compañeros Pío y Camilo.

El artículo que a continuación entregamos nos traslada al período anterior a 1932, nos introduce en aquella época y explica el porqué de la influencia de los comunistas en las masas trabajadoras.

“El Partido del proletariado no sólo debe apoyar al campesinado en su lucha contra todos los restos del régimen de la servidumbre, sino también impulsarlo en su lucha, y por ello no basta limitarse a expresar deseos generales, sino que es preciso dar una orientación revolucionaria concreta, hay que saber ayudar a ver claro en todo ese maremagnum de las relaciones agrarias”.
V. I. Lenin. El programa agrario de la socialdemocracia rusa, Cáp.11, t.6, pág. 98.

De los recuerdos que hago, se comprenderá que no fue cosa fácil el acercamiento con los trabajadores del campo, ni fácil ponerlos en pie de lucha, mediaban para ello muchos factores negativos como un resultado histórico.

Divido la exposición, breve, en dos partes: I -Condición material, social y cultural prevalecientes en el campo II -Cómo se realizó el contacto y organización de los trabajadores rurales?

Agrario el país, la mayor actividad económica se desarrollaba en la campiña. La principal riqueza la constituía la producción del café. El azúcar y la ganadería eran productos de menor importancia económica.
La producción agropecuaria se explotaba en dos modos: al modo capitalista y al modo feudal. El modo capitalista de producción tenía establecido el régimen salarial, fundamentalmente en la caficultura. En la ganadería y cultivo de la caña de azúcar, privaba el régimen de la servidumbre, régimen al que estaban sometidos miles y miles de mozos colonos y aparceros (medieros, terrajeros y correteros).

La población rural, económicamente activa, era explotada insaciablemente por los patronos, de varias maneras. El proletariado -hombres, mujeres e impúberes-laboraba hasta el agotamiento. trabajando a destajo los jóvenes y por jornada los mayores de edad.

La tarea agrícola medía 12 brazadas cuadradas, brazada de 1 2 cuartas sin reparar en lo accidentado o escabroso del terreno. Los jornaleros trabajaban desde el amanecer hasta el anochecer por una paga miserable.

Los salarios devengados eran de 37 y 25 centavos por día, Con derecho a la ración alimenticia consistente en tortillas de maíz con frijoles mal cocinados. sin condimentación ninguna. La paga la hacían
con fichas de cartón, que eran válidas solo en el negocio del patrón. Para recibir la comida de la tarde el trabajador tenía la obligación de llevar a la casa de la finca un manojo de leña, o bien un cántaro de agua, destusar o desgranar maíz.

El mozo colono, por el rancho que la hacienda le facilitaba, tenía de obligación trabajarle prioritariamente al patrono para enseguida hacer su propio trabajo. Por el trozo de tierra que le daban para hacer su cultivo, pagaba con la mitad de la cosecha.

Los aparceros, además de pagar el alquiler de la tierra con la mitad de la cosecha, hacían trabajos de obligación, (reparar cercados, cortar zacate. manojearlo, picar leña o pantearla).

Los hacendados, sin hacer la menor inversión, llenaban sus graneros con el terraje en especie que pagaban colonos y aparceros.

Fue con los mozos colonos con los que los hacendados impulsaron la ganadería y con los que se cultivó la caña de azúcar. Los mozos colonos fueron quiénes fundaron aldeas y cantones en los más apartados rincones del territorio nacional.

Sin el poder de compra, los trabajadores rurales eran masas que no consumían. No usaban la ropa necesaria. No disponían de la indumentaria adecuada al frío, calor o a la lluvia. No usaban zapatos, no consumían pan, dulces, ni nada y mucho menos medicinas. Carecían de utensilios de cocina, de comedor, etc. La falta de poder de compra de los trabajadores del campo, impedía que prosperara la industria nacional y el mercado interno. La miseria en la que vivían los rurales alcanzaba sensiblemente a los trabajadores urbanos.

La población rural padecía de muchas enfermedades mortales debido a la desnutrición, las plagas, al agua insalubre que bebían, por los cambios bruscos del clima y por la falta de hospitalización, etc.

La población rural era analfabeta en su mayor parte porque la escuela primaria no llegaba a ellos, aunque el razonamiento de ellos era que “de la escuela no se come”. Los niños de edad escolar trabajaban a la par de sus padres. Solo sabían leer y escribir campesinos que disponían de facilidad económica.

La población del campo era fanáticamente religiosa, creía sólo en la palabra del sacerdote. Debido al indoctrinamiento, era conformista y sumisa. Los curas les habían hecho creer que, quiénes sufren en la tierra, al morir van a la gloria eterna. Que los que gozan en el mundo se van derecho al infierno. Que “es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico se salve . . .”

La población rural era mayoritaria en el país, en un 60% (total de habitantes en 1928, 1,398,820), pero eran habitantes que vivían socialmente distanciados de la población urbana y en cierta medida enemistados. Por ejemplo, se daban frecuentes riñas entre los habitantes de Soyapango, Ilopango y San Martín. El habla y ciertos modismos eran diferentes.

La composición social de la población rural era como sigue: 1).proletariado caficultor y forestal fundamentalmente, 2). Mozos colonos y aparceros 3. Campesinos ricos, medios y pobres. 4. Administradores de fincas y haciendas, mandadores, empleados etc.

Campesino rico es el propietario de un agro de regular extensión, que produce café, o bien caña de azúcar, ganado, etc. Explota jornaleros, mozos colonos, aparceros y también se beneficia del agio. Es pudiente en el cantón y en el pueblo.

Campesino medio es el que cultiva su terreno con la familia basado en el crédito económico. Es el que cultiva maíz, fríjol, arroz. tabaco, etc., y que hace la crianza de cerdos, aves de corral, etc.

Campesino pobre es el que va a temporar a la gran finca o trabaja en obras públicas para con el ahorro, cultivar su propio predio. Sus hijos son asalariados de la finca, sus hijas viven de la servidumbre en la ciudad.

Esta era la situación de la población rural en aquellos años.

El fenómeno que nos ocupa es precisamente una de las contradicciones más profundas y generales del régimen capitalista. La separación entre la ciudad y el campo, la oposición entre ellos y la explotación del campo por la ciudad, que en todas partes son los acompañantes del capitalismo en desarrollo . . . Y debido a ello, el predominio de la ciudad sobre el campo (en el sentido económico, político e intelectual y otros), es un fenómeno general e inevitable en todos los países con producción mercantil y capitalista, incluida Rusia”.

V. I. Lenin. Contribución a la caracterización del romanticismo económico, Cáp. II, t.2, pág. 207.

El contacto y la organización de los trabajadores rurales se inicia cuando propagandistas y agitadores fueron a las plazas públicas, de
las ciudades visitadas por los trabajadores del campo los días domingos. Nadie les hacía caso a estos agitadores debido a que los tomaban como miembros de otra religión, opuesta a la católica.

Infructuosos los intentos de hacerse oír, en una de tantas, los sindicalistas, recurrieron ingeniosamente a la pintura, dibujando en un lienzo de género blanco, una carreta tirada por hombres que sangraban al ser puyados por el capataz. En la carreta aparecían montados el administrador y el hacendado. El patrono, rechoncho, con un talego de dinero en las manos. Aquel cuadro si les interesó a los del campo, observaron la alegoría curiosos, y entonces escucharon atentos a los oradores. Fue así que poco a poco se consiguió tener contacto e intimidad con los de la campiña. El arte, el arte revolucionario, contribuyó así al proceso de organización del proletariado agrícola y los campesinos.

Alarmado el clero con el acercamiento de La Regional al campo procedieron a denunciar que la Federación Regional de Trabajadores de El Salvador (FRTS), estaba haciendo labor sovietizante en el campo. A ello se debió, que en la población de Turín, del departamento de Ahuachapan, se masacrara y persiguiera a los trabajadores del campo, cuando éstos quisieron recuperar el Ejido del cual los terratenientes Salaverría se habían apoderado arbitrariamente en 1928.

Para contrarrestar la denuncia del clero, de que se era ateo, irreligioso, los propagandistas y organizadores de la Federación Regional participaban entusiastas en los actos religiosos de las familias rurales. Ayudaban en la construcción de los altares, y en muchas otras actividades relacionadas con la festividad de tal o cuál santo. Y rezaban como todos. Por lo tanto no hubo una actitud de dogmatismo anti-religioso sino se mostró a la población quiénes eran los verdaderos enemigos, los ricos y la necesidad de pelear por sus derechos, por encima de banderas religiosas.

Ganada la amistad de los rurales, se pudo conocer de sus problemas, de sus preocupaciones y ya fue posible superarles ideológica y políticamente. Se conoció del engranaje social, del escalonamiento de fuerzas productivas diferentes con demandas específicas. Lo más importante fue descubrir al proletariado agrícola, con el que se organiza los sindicatos del campo. Se identificó el campesinado pobre y medio para indicarle su propia organización: las ligas campesinas y explicarle sobre sus problemas inmediatos a resolver.

¿Cómo fue que se llevó a cabo en el campo, la superación ideológica y política en el sentido marxista-leninista? Se puede citar el siguiente ejemplo:

El compañero Rafael Bondanza, secretario general de la Regional, que había leído bastante de la Edad Media europea, explicaba sobre aquel régimen de cruel explotación feudal. Ilustraba la plática, dibujando una pirámide de nobles (reyes, príncipes, duques, condes, caballeros, etc.) Pirámide que descansaba sobre una plataforma de siervos de la gleba.

Estos eran semejantes a los mozos colonos y aparceros del país. Los compañeros del campo quedaban claros, de lo que se les hablaba; comprendían en que medida eran explotados por sus patronos y se enardecían.

Después de hablarles de lo infames que son los imperialistas, particularmente de lo cruel que es el imperialismo yanqui, la charla se ilustraba con un inmenso pulpo dibujado sobre América Latina y el Caribe, succionándose a los pueblos. Sus tentáculos en El Salvador, las empresas ferrocarrileras, mineras, de alumbrado eléctrico y créditos económicos millonarios.

La disertación sobre el Estado salvadoreño se ilustraba dibujándolo como un instrumento represivo antipopular, antiobrero y anticampesino con sus tribunales, sus jueces, sus cárceles y sus cuerpos represivos.

El conversatorio sobre organización sindical, se ilustraba, con un organigrama que indicaba todo el funcionamiento del sindicato, sus comités, secciones, organismo de dirección, etc. Lo más importante era, que los compañeros copiaban los dibujos, para ir a explicarlos allá donde los delegados sindicales no alcanzaban a llegar.

También se formulaban los pliegos petitorios o sea los pliegos de demandas a reclamar: demandas de los asalariados, demandas de los de la servidumbre, peticiones de los campesinos medios y campesinos
pobres. Entre las demandas más comunes se encontraban las de exigir salarios compensativos, alimentación variada y abundante, pago con moneda efectiva. Tareas y jornada de trabajo más cortas, mejor trato, derecho de reunión y de expresión etc.

Para los colonos, reparación de sus viviendas, un huerto donde sembrar algunos frutos y para que sus hijos jugaran libremente, etc.

Tierra para los campesinos necesitados, arrendamientos más bajos para los aparceros, reducción de los réditos, semilla seleccionada, ley moratoria que evitara la expropiación violenta a los campesinos.

Esta labor se hacía con sacrificios, con entrega; se iba al campo, a pie sin ni un centavo en las bolsas, tardando a veces en el campo 15 días, donde se comía deficientemente, se dormía mal, se sufría de las plagas fastidiosas. En invierno había que cruzar los ríos crecidos, lo más de noche posible por andar clandestinamente, cuidándose de la Guardia Nacional y de los “guarda campo”. Pero los trabajadores respondieron a semejante sacrificio, ellos también, para reunirse clandestinamente, caminaban largo hacia lugares remotos, para llegar a las barrancas, donde se reunían más seguros, previa vigilancia.

La lucha enardecida de los trabajadores, irritó a los terratenientes. Estos le quitaban el trabajo a los más dinámicos, desalojaban con la Guardia Nacional a los mozos colonos ya envejecidos, negaban la tierra a los aparceros, a los campesinos los amenazaban con la expropiación, rozaban los árboles frutales (mangos, guayabos, aguacates, sapotes, etc.) para que los desocupados no la comieran y así no mitigaran el hambre, prohibían sacar de sus fincas leña para lumbre.

Por su parte, el Gobierno efectuaba encarcelamientos en masa. Se les hacía trabajar forzosamente en las carreteras con la cadena al pie. A los dirigentes se les expulsaba del país, etc.

Los compañeros del campo respondían con concentraciones masivas, con manifestaciones en las principales ciudades del país y con una oleada de huelgas. La huelga en la finca “Aguas Frías” de los Solmillet, en el departamento de la libertad, hizo época, pues se ganó pese a la presión patronal y de la Guardia Nacional. En abierta solidaridad proletaria, nadie de la región se prestó a romper la huelga. El salario de 37 centavos se elevó a un colón diarios. En la hacienda “Colombia” de la familia Escobar, en jurisdicción de Santiago Texacuangos, se conquistó el salario de 50 ctvs. y la instalación de un botiquín y así muchas otras huelgas.

Veamos para corroborar lo antes dicho noticias entresacadas del Libro de Oro de la Prensa Gráfica:

Agosto 1930
Sábado 2. “Un grupo de noventa comunistas fueron capturados en
Antiguo Cuscatlan en los momentos en que se reunieron en casa de
Juan Rivas y comenzaron a excitar a la gente que con armas en la
mano marcharían a San Salvador. Las autoridades, principalmente la
Guardia Nacional impidieron que las cosas tomaran otro cariz”.

Jueves 14. “Un grupo de individuos asaltó la casa de la finca “El Barullo” en jurisdicción de Zaragoza, cortando los alambres telefónicos e increpando a los colonos. Por los actos se cree son comunistas, pues huyeron en cuanto llegó la Guardia Nacional, dejando propaganda subversiva. La Guardia también capturé a unos individuos en la jurisdicción de Jayaque, decomisándoseles propaganda y banderas rojas y negras. Fueron traídos a la Policía Central con lo decomisado”.

Diciembre 1930.
Martes 23. “En realidad no era una falsa alarma de las vendedoras del mercado ayer, cuando supieron de un ataque comunista, pues nosotros tuvimos datos fidedignos de que un levantamiento general en todo el país estaba planeado ese día. Nos abstuvimos de informar lo referente a los sucesos de Santa Tecla, porque el propio Presidente de la República nos suplicó no lo hiciéramos para evitar mayores alarmas. Pero también en Sonsonate y en Armenia los grupos comunistas llegaron a la municipalidad y exigieron el poder, siendo rechazados y encarcelados por las fuerzas policiales de esos lugares”.

Efectivamente, en Santa Tecla desfilaron 12 mil trabajadores en su mayoría del campo. El movimiento de masas de que se hablaba en el mes de diciembre, se debió a airadas protestas en solidaridad con Agustín Farabundo Martí, que por estar detenido, exigían su libertad. Eso era todo. Desde luego que las masas se movilizaban por instrucciones del Partido Comunista.

Hubieron múltiples dificultades para llegar a las masas del campo,
pero se logró con ellas la unidad en la lucha por reivindicaciones inmediatas, se logró organizarlas, templarlas y orientarlas revolucionariamente. Se ganó en el campo el patio amplio del clero y arrebatar garbo, hegemonía y arrogancia a los terratenientes. Todo, por haber sabido ir a las masas, por haber habido abnegación, y en determinado grado, iluminados por el marxismo-leninismo.

Este importante trabajo realizado por el PCS entre la población agraria sienta las bases históricas de la alianza Obrera-Campesina, en nuestro país. Permite apreciar que pese a las debilidades teóricas producto de nuestra propia situación, tuvimos claridad de la necesidad de una inaplazable de vincular por medio de la lucha a los trabajadores del ampo con los de la ciudad. Para ello, el PCS contó con un programa agrario que contemplaba las reivindicaciones mediatas e inmediatas de la época, programa que se ganó los corazones de los trabajadores agrarios y permitió al Partido, haciendo miles de esfuerzos y sacrificios, el organizar, concientizar y movilizar a las masas del agro.

Los hijos e hijas de los mártires y héroes de aquel pujante movimiento obrero y campesino de esa época hoy empuñan orgullosos las armas bajo la gloriosa bandera del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), derramando su sangre y conquistando victorias para hacer realidad el sueño de sus padres, de dar nacimiento a una patria libre de explotación y miseria, a una patria socialista.

Miguel Mármol, Diciembre de 1981

En Ocasión del 50 Aniversario del Levantamiento Armado de 1932. Declaración del CC del PCS

EN OCASION DEL 50 ANIVERSARIO DEL LEVANTAMIENTO ARMADO DE 1932 Declaración del CC del PCS

Los acontecimientos del mes de enero de 1932 tuvieron a la base el catastrófico impacto de la crisis del sistema capitalista mundial en nuestro país y expresaron la resuelta disposición de las masas trabajadoras y populares en general a resolver el problema de la toma del poder que surgía al primer plano de la exigencia del momento. A 50 años de distancia no podemos tener de aquellos sucesos solamente la impresión de la horrible matanza que la oligarquía y el ejército desataron sobre los humildes que intentaron conquistar la liberación social con sus propias manos, aunque ciertamente es este uno de los aspectos que nos aproximan a una reflexión valedera en los momentos actuales: la burguesía salvadoreña no estuvo ni está en disposición de permitir pacíficamente la pérdida de sus privilegios sociales, económicos y políticos, y a cualquier precio, sin escatimar el costo en decenas de miles de vidas, ni todos los demás aspectos del costo social que ello signifique, defendió y defiende hoy sus injustos intereses.
Los comunistas de hoy inclinamos nuestras banderas ante los heroicos fundadores de nuestro partido y de los luchadores de todo un pueblo que supieron cumplir con su deber, pero creemos que, sin perjuicio de detenernos posteriormente en el estudio del fenómeno insurreccional del 32, estimamos importante caracterizar algunos aspectos del mismo en ocasión del 50 Aniversario de su realización.

Las condiciones económicas y políticas del momento, como ya dijimos, correspondieron a una grave crisis económica del capitalismo mundial. La economía norteamericana entró al furioso torbellino en un momento álgido de aquella crisis con la quiebra de la Bolsa de Valores de New York y la consiguiente bancarrota de cientos de bancos y miles de empresas industriales, comerciales y de servicios; fueron lanzados a la calle millones de trabajadores. En los países capitalistas de Europa el panorama fue el mismo. En los países coloniales y dependientes se descargaron los efectos de la crisis económica de las metrópolis y en nuestro país vinieron acompañados por una aguda crisis política:

Después del gobierno de Pío Romero Bosque, sucesor de la
dictadura de los grandes terratenientes Meléndez-Quiñónez, se estableció el gobierno del Ingeniero Arturo Araujo. Romero Bosque fue impulsor de ciertas reformas políticas que permitieron a Araujo ganar arrolladoramente las elecciones presidenciales de1930, tras una campaña de propaganda basada en postulados del ideario del pensador reformista pequeño-burgués, Alberto Masferrer, quien además, participó personalmente en dicha campaña.

Este intentó hacer un gobierno reformista burgués sumamente tímido, pero su propaganda del período electoral y la relativa tolerancia al movimiento popular durante sus primeros meses lo llevaron a chocar con los intereses de la oligarquía cafetalera y terrateniente en general. Esto fue así, pese a que este gobierno no respondía ni tan siquiera a la necesidad de realizar las reformas oportunas para el desarrollo del mismo sistema capitalista en El Salvador.

Los amos del café, desesperados por la aguda crisis económica y espantados ante el combativo movimiento de masas ensanchado por ésta y orientado por el trabajo del Partido Comunista, se opusieron a todo intento de reforma social , por tímida que ésta fuera, cerrando así toda posibilidad de enfrentar las consecuencias políticas de la crisis por una vía que no fuera la de la represión y de la dictadura militar.

El Partido Comunista de El Salvador, fundado el 28 de marzo de 1930
corno fruto del desarrollo del movimiento obrero y de la necesidad histórica de dotar a éste de su Partido Político para la lucha contra el Capital, realizaba un importante trabajo de organización sindical en la ciudad y el campo. Nacido en la cresta de una grave crisis económica y política, concitó de inmediato el odio de la oligarquía, que vio en los comunistas un grave peligro que debía ser eliminado a toda costa para asegurar la tranquila perduración de su reaccionario dominio sobre nuestro país.

El Salvador entró así en la turbulencia de una situación revolucionaria que situó el problema del poder en el primer plano. Mientras por un lado, “los de arriba” no podían seguir gobernando antes, sin resolver sus contradicciones entre si y con el pueblo, “los de abajo” no querían igualmente seguir viviendo como antes.

Para formarnos una idea de la magnitud de aquella crisis
en nuestro país e imaginar sus consecuencias políticas, basta recordar el descenso vertiginoso de los precios del café, que llegaron a trece colones por quintal, los miles y miles de desempleados en la
ciudad y el campo, los jornaleros agrícolas deambulando con sus
familiares en los caminos, sin qué comer, sin qué tener para vivir y la
incapacidad del Estado para responder al gasto público.

Pronto se hizo evidente la incapacidad del gobierno de Araujo para enfrentar la crisis y eso promovió la acción del ejército con iniciales matices democráticos, pero en definitiva fortaleciéndose en sus filas las posiciones más derechistas. El golpe cuartelario del 2 de diciembre de 1931, que derrumbó al gobierno de Araujo y llevó al poder al General Maximiliano Hernández Martínez, se constituyó en enero en la solución militar contra-revolucionaria a la crisis.

Fue en aquel cuadro de agudas contradicciones sociales y vuelcos políticos, que el recién fundado Partido Comunista de El Salvador supo hacer frente a la máxima prueba de toda organización revolucionaria: conducir a las masas populares a la lucha armada por el poder; con los resultados históricamente conocidos y aún no suficientemente enjuiciados.

La insurrección de 1932 que correspondiendo al atraso social imperante, fue principalmente una rebelión campesina, contó para su estallido con los fuertes factores objetivos ya señalados, aunque no contó, porque no podía contar, con la adecuada dirección político-militar del Partido Comunista, teniendo en cuenta que éste tenía apenas menos de dos años de edad y carecía por tanto, de la suficiente experiencia y capacidad para dar organización y dirección eficiente a la insurrección.

No se puede ignorar, sin embargo, que aún antes de la fundación de su partido, los comunistas realizaron un extenso y ramificado trabajo de organización de las masas de la ciudad y del campo, difundiendo las ideas de la revolución social, educando políticamente al pueblo, elevando en definitiva su conciencia. Esto es lo que explica por qué la insurrección popular surgió indisolublemente vinculada a los comunistas.

Es incuestionable que el problema del poder ocupó un puesto central en la insurrección de 1932; incluso se probó a constituir “soviets” en algunos lugares de las zonas insurrectas, pero el carácter de la revolución por la que se luchaba no estuvo suficientemente clarificado. Según el testimonio de compañeros que vivieron esa experiencia, el Partido había definido que aquella era la etapa de la “revolución democrático-burguesa” pero es sumamente dudoso que tal definición fuera todavía comprendida por su militancia de base y, mucho menos, por las masas. En realidad, hacer una acertada definición del carácter de la revolución es un problema nada fácil, que el PCS no pudo resolver durante decenios, sino hasta tiempos bastante recientes.

En todo caso opinamos que para hacer la caracterización de aquel
movimiento revolucionario se ha de tomar en cuenta el incipiente nivel de desarrollo cuantitativo y cualitativo de la clase obrera de la época, propio del escaso desarrollo de las fuerzas productivas en las condiciones de un país agrario.

Los comunistas comprendieron la necesidad de derrocar por la violencia el viejo poder oligárquico, aunque participaron en las elecciones municipales en los primeros días de enero, el mismo mes de la insurrección.

¿Acaso no fue ésta una dura exigencia de la historia para un partido joven? ¿Acaso no fue una valiosa y aleccionadora experiencia para
el propio PCS, ésta de pasar casi de inmediato de una forma de lucha a otra superior?

La derrota de la insurrección y sus duraderas consecuencias negativas en la historia de nuestro país, llevaron incluso a algunos comunistas,
a conclusiones alejadas de todo juicio histórico justo en las cuales la insurrección de 1932 aparecía como un tremendo y catastrófico “error cuyo precio fue necesario pagar durante décadas”. Tales conclusiones influyeron en alejar por demasiado tiempo al PCS de la elaboración de una línea revolucionaria, basada en su propia experiencia revolucionaria. Incluso en un tiempo llegó a prohibirse a la militancia hablar de la existencia de su Partido Comunista, supuestamente para “asegurar su desarrollo fuera del peligro de la represión”. la historia de la revolución mundial ha confirmado con creces el sabio juicio de Marx, según el cual: “La derrota después de un buen combate es un hecho de no menor importancia histórica, que la victoria que se logra fácilmente”.

En 1932 el pueblo oprimido y el naciente Partido Comunista respondieron al reto de la historia y se lanzaron a la lucha armada contra el enemigo de clase; de la derrota de la insurrección y sobre los cadáveres de los treinta mil trabajadores asesinados durante la bestial matanza que la siguió, surgió la dictadura militar que hoy está llegando a sus últimos días, bajo los golpes del puño popular. Así, pues, en 1982, 50 años después, el pueblo y sus organizaciones de vanguardia también responden al reto de la historia, nos enfrentamos con los
herederos de aquellos que en 1932 cazaron millares de revolucionarios y pacíficos ciudadanos y, saludaron la matanza como una “sagrada necesidad” para defender “el orden y la ley”. Nuestros enemigos de hoy son nuestros enemigos de ayer.

Los imperialistas yanquis, que después de 1932 apoyaron a la feroz dictadura militar derechista surgida del baño de sangre, son lo mismos que hoy apoyan y realizan contra el pueblo salvadoreño, en criminal complicidad, un baño de sangre mayor que el de 1932.
Como en aquellos años, la crisis económica y política son las dos caras de la crucial situación histórica que busca salida; y la solución impedida hace 50 años se abre paso hoy inconteniblemente.

Los comunistas salvadoreños, las fuerzas revolucionarias hermanas
y el pueblo todo, continuamos hoy, con más experiencia, con más fuerza, con más organización, con más destreza y con igual decisión inquebrantable de vencer, la tarea inconclusa de ayer.

Pero también hay diferencia del presente respecto a 1932: el pueblo salvadoreño construye la más grandiosa empresa unitaria de su historia y las banderas que el FMLN levanta en los frentes de la guerra popular revolucionaria, expresan los intereses, la conciencia, la acción combativa, organizada y experimentada de inmensos sectores del pueblo, directamente incorporados a la lucha: los heroicos revolucionarios del 32, no pudieron contar con la enorme y calurosa solidaridad internacional que hoy apoya nuestra lucha. El mundo de aquellos lejanos días de derrota se entero apenas de los sucesos por las noticias periodísticas, que en la mayoría de casos hablaron de un “complot rojo” aplastado en un pequeño país latinoamericano y del “vandalismo comunista” castigado por los “defensores del orden”: en la minoría de los casos, los periódicos del mundo hablaron de la horrible matanza. Hoy, en cambio, la lucha de nuestro pueblo concita la más amplia solidaridad internacional, incluyendo la solidaridad del pueblo de Estados Unidos.

Agustín Farabundo Martí, fundador emérito del PCS y el más destacado dirigente de aquella alborada revolucionaria, esta para siempre en el corazón del pueblo trabajador y su nombre es el de la vanguardia unificada que dirige hoy su lucha; los nombres de otros mártires y héroes de 1932, humildes trabajadores todos ellos, son estandartes de combate y denominan nuestros actuales frentes de guerra: Modesto Ramírez, Francisco Sánchez, Feliciano Ama. Es esta una natural y lógica expresión del respeto y admiración que merece a las actuales generaciones de revolucionarios, la memoria de aquellos que hace 50 años nos enseñaron a no abandonar a las masas insurrectas y a luchar resueltamente por la victoria de la revolución.

Muchísimos nombres más de ejemplares revolucionarios y patriotas participantes en la imborrable gesta liberadora de 1 932, caídos los más, sobrevivientes los menos, llenan las páginas de la historia de El Salvador y América Latina, en el presente siglo: Rafael Bondanza, Segundo Ramírez, Mario Zapata, Alberto Gualán y tantos más.

En los actuales días, se unen a aquellos nombres los de Víctor Manuel Sánchez, Lil Milagro Ramírez, Dimas Alas, Rafael Arce Zablah, Humberto Mendoza, Rafael Aguiñada Carranza, Ernesto Jovel, Clara Elizabeth Ramírez, Miguel Ángel Gámez, Manuel Castillo, Rafael Aguiñada Deras, Juan Chacón, Raúl Hernández, Juan Castro. Leonel Arevalo Martínez, Manuel Franco, Felipe Peña, Carlos Arias, Sebastián Guevara, Irma Elena Contreras y cientos de ejemplares revolucionarios más, junto con insignes demócratas no marxistas, como Enrique Álvarez Córdoba y auténticos y ejemplares cristianos, encabezados por Monseñor Oscar Arnulfo Romero.

El camino de la violencia revolucionaria emprendida por las masas trabajadoras en 1932, respaldó la justeza de las exigencias populares por y clamó por la libertad y justicia, el trabajo, la salud y a educación,
por el derecho del pueblo a ser dueño de su propio destino, sin embargo, la experiencia demostró que la violencia revolucionaria de las masas ha de expresarse necesariamente en un ejército igualmente revolucionario.

Ni nuestro pueblo, ni nuestro Partido contaron con el tiempo suficiente para construirlo, circunstancia que influyó decisivamente en su derrota. Lenin enseñó: “El ejercito revolucionario se necesita para batallar y dirigir militarmente la lucha que las fuerzas del pueblo despliegan…”El ejército revolucionario se necesita porque los grandes problemas de la historia se pueden resolver únicamente por la fuerza y la organización de la fuerza en la lucha de nuestros días es la organización militar”. Siguiendo a Lenin se comprende como “los grandes problemas de la historia” de El Salvador de 1932 no podían ser resueltos sino por la fuerza y de allí la justificación histórica de la insurrección popular. Pero esa fuerza hubo de ser organizada, exigió ser organizada y no lo fue, ni lo podía ser tomando con cuenta la cortísima edad y la consiguiente falta de experiencia de nuestro partido.

La derrota inflingida al movimiento popular en 1932, inicio largos años de sangrienta dictadura militar. El Partido Comunista al aplastante golpe recibido, se convirtió en el único y solitario luchador por las ideas del marxismo-leninismo; en su seno aparecieron tendencias que , evaluando la insurrección a partir únicamente de sus resultados, renunciaban a la lucha armada, dando pie así al nacimiento y perduración de posiciones reformistas. Pese a todo ello el Partido Comunista fue la única organización revolucionaria capaz de resistir durante décadas las embestidas represivas de los distintos gobiernos que fueron eslabonando la cruel cadena de la dictadura castrense reaccionaria.

En el seno del PCS fueron formadas generaciones enteras de revolucionarios, fue el partido la fuente primicial donde adquirieron las nociones del marxismo-leninismo destacados revolucionarios,
dirigentes sindicales y estudiantiles, dirigentes campesinos, activistas y dirigentes políticos, jefes guerrilleros y combatientes, algunos de los cuales engrosaron las filas de organizaciones revolucionarias hermanas.

A 50 años de distancia de la gloriosa insurrección popular, los grandes problemas de nuestra historia exigen solución mediante la fuerza, y nuestro pueblo de nuevo se ve abocado a realizar esta hazaña y junto a él, combatiendo y sangrando, está el PCS, surgido a la lucha armada de una historia de medio siglo de heroísmo, aciertos y errores, conciente de su deber y de su papel y educado en las lecciones de todas las formas de lucha, asimiladas a lo largo de su dilatada, azarosa y difícil existencia.

A partir de 1970 el movimiento revolucionario se enriqueció con el surgimiento de las hermanas organizaciones revolucionarias armadas, junto con las cuales, luego de un tempestuoso período de acre polémica, se encuentra el PCS construyendo la empresa unitaria más grande de nuestra historia, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. El Partido Comunista de El Salvador ha entregado a esta unificación una contribución valiosa y considera indeclinables sus banderas unitarias.

En el proceso de la unidad, nuestro Partido ha invertido no pocos esfuerzos y su consecuente lucha le ha permitido, a través de un honrado y franco proceso autocrítico, encontrar y superar los errores
que debían ser derrotados, para situarse en el lugar que corresponde a su misión histórica y a la vanguardialidad de las ideas del marxismo-leninismo.

A partir del 28 de febrero de 1977, luego de la masacre en la Plaza Libertad, se produjo el vigoroso encuentro de las masas populares mayoritarias con el camino iniciado 7 años atrás por las organizaciones revolucionarias hermanas y por sectores populares avanzados; y dio comienzo también el complicado viraje del PCS hacia la lucha armada y la consiguiente creación de su brazo armado, las Fuerzas Armadas de Liberación (FAL). Se ha sintetizado unificadoramente así la larga y rica experiencia de nuestro partido, con la guerra popular revolucionaria que se desarrolla ascendentemente en nuestro país.

De la misma manera que en el 32, a nuestro pueblo sólo le quedó, en la confluencia de los años 70 y 80, el camino de la lucha armada para poner fin a la sangrienta y constante represión, conquistar la libertad, la justicia, la independencia verdadera de la nación y hacer respetar su razón y su voluntad, mil veces burlada cuando intentó expresarla en el marco de la leyes. La Junta Militar Democristiana intenta hoy lo imposible: engañar al pueblo con unas elecciones en las que nadie cree ni puede ya creer en nuestro país; la verdad es que esas elecciones de
Asamblea Constituyente no son sino el ropaje político para legitimar la agresión que los sectores más guerreristas y contra-revolucionarios del imperialismo yanqui, encabezados por Haig-Reagan, pretenden realizar contra el pueblo salvadoreño, ya sea con su propia mano o valiéndose de la mano de los gobiernos latinoamericanos más reaccionarios y militaristas.

En 1932 las elecciones se organizaron y se realizaron para institucionalizar la dictadura establecida en diciembre de 1931 y precedieron inmediatamente a la insurrección: en 1982 las elecciones se programan en medio del desarrollo de la guerra popular revolucionaria, para legalizar la agresión a nuestro pueblo; esta mezcla de elecciones y contrarrevolución sanguinaria es una constante de nuestra historia durante los 50 años pasados, pero hoy esa fórmula está condenada al fracaso y solamente sirve para hacer evidente la incapacidad de la dictadura militar para derrotar al FMLN y la apremiante necesidad en que se encuentra de contar con tropas invasoras extranjeras para alargar su agonía. Si tales planes son ejecutados por el imperialismo yanqui y la dictadura militar fascista, pueden prender las llamas de la guerra en toda Centro América e incluso extenderla a regiones del Caribe, con todos los riesgos que hay en ello para la paz mundial, pero no lograrán derrotar al pueblo salvadoreño ni a ningún otro pueblo de esta parte tensa y sensible de la Tierra. El FMLN, al mismo tiempo que adelanta su lucha liberadora, realiza un gran trabajo político y diplomático por impedir la agresión y ahorrar a nuestros pueblos sangre y sufrimiento, y ahorrar al mundo los peligros de la ruptura de la paz.

Las añosas estructuras económica-sociales del país exigían ya en 1932 ser cambiadas. A 50 años de distancia, el FMLN-FDR expresan hoy la oposición de vastos sectores mayoritarios de la nación a las injustas y opresivas estructuras económicas, sociales y políticas; y si hace 50 años se pudieron encontrar medios paliativos para la crisis, en estos momentos los paliativos ya no bastan y la revolución avanza como
único recurso para resolverla de modo estable, definitivo y en favor del pueblo.

Nuestros héroes del 32 no pudieron formar un ejército revolucionario que batallara y dirigiera militarmente la lucha que las masas del
pueblo desplegaron contra el ejército oligárquico, ahora, en cambio, hemos logrado construir su ejército revolucionario, expresión de sus intereses y verdadero y único garante del triunfo de la revolución y de su efectiva defensa. Nuestra lucha despierta hoy la solidaridad de todos los pueblos del inundo y de gobiernos amigos, nuestro país es sinónimo de heroísmo ilimitado, de audacia e inquebrantable
decisión de vencer.

Si hace 50 años los trabajadores del mundo se compadecieron de un pueblo masacrado y vejado y deploraron la suerte de una vanguardia revolucionaria que, aún sabiendo cumplir hasta el final con su deber fue derrotada, hoy presencia y apoya la culminación de aquel esfuerzo heroico, con un pueblo que ha aprendido ya a golpear y a derrotar a sus enemigos. La sangre derramada por nuestros mártires durante más de 50 años germina hoy en estas luchas y en la victoria que no está
lejana.

La insurrección popular del 32 y la fundación de nuestro partido, son acontecimientos estrechamente vinculados que han tenido honda repercusión en la historia política del país y la derrota sufrida a manos de los oligarcas tuvo a su base la debilidad del destacamento revolucionario de vanguardia, pese a la razón y a la justicia que asistió al pueblo insurrecto.

Contamos ahora con la razón y la fuerza para triunfar, con el ánimo inquebrantable de vencer. Nuestro pueblo avanza incontenible hacia el logro de su liberación definitiva.

Esta lucha encarnizada e includicable es el mejor homenaje a nuestros héroes y mártires de 1932.

¡GLORIA ALOS MARTIRES Y HEROES DE LA INSURRECCION DEL 22 DE ENERO DE 1932!

¡GLORIA A LOS FUNDADORES DEL PARTIDO COMUNISTA!

¡UNIDOS PARA COMBATIR HASTA LA VICTORIA FINAL!

¡REVOLUCION O MUERTE, VENCEREMOS!

¡PROLETARIOS DE TODOS LOS PAISES, UNIOS!

El Salvador, enero de 1982

CEM publica Declaración del PCS sobre levantamiento armado de 1932

SAN SALVADOR, 20 de abril de 2009 (SIEP)
“En 1982 hubo una intensa discusión sobre los acontecimientos de 1932 al interior de la dirección y bases del Partido Comunista que era un partido en guerra y de las otras organizaciones revolucionarias que integraban el FMLN” sostuvo el Lic. Roberto pineda, coordinador del Centro de Estudios Marxistas “Sarbelio Navarrete.”

“Fue precisamente ese ambiente de discusión el que permitió la reanudación en enero de 1982,de la revista teórica del PCS, FUNDAMENTOS Y PERSPECTIVAS, que publicó su cuarto numero, de donde reproducimos estos materiales. El tercer número había sido publicado en junio de 1980…antes del cierre de la UES” recalcó el académico universitario.

En la presentación de este cuarto número de Fundamentos y perspectivas se explica que entre junio de 1980 y enero de 1982, el PCS “afrontó con seriedad y responsabilidad el reto histórico que la revolución salvadoreña le exige, aportando todas sus energías en el fortalecimiento de la unidad revolucionaria y democrática.”

Presentamos digitalmente en esta oportunidad, tomados de este numero 4 de Fundamentos y Perspectivas, tres trabajos: el primero es la Declaración del Comité Central del Partido Comunista de El Salvador, en ocasión del 50 aniversario del levantamiento armado de 1932, preparado por Schafik Handal.

El segundo es un testimonio del legendario comunista salvadoreño Miguel Mármol sobre como La Regional va a las masas del campo. Y el tercer trabajo es de Federico Baires, nuestro querido Lico, que en ese entonces dirigía el Centro de Investigación y Documentación del PCS y quien falleció el año pasado, y que trata sobre El valor histórico de los testimonios de Miguel Mármol acerca de la insurrección de 1932.

Mucha razón tenía nuestro querido Lico cuando escribió: “Durante mucho tiempo, los escritores e ideólogos al servicio de la burguesía criolla y del imperialismo, falsificaron a su antojo todo lo relacionado con la insurrección. En esa nefasta tarea han coincidido en los objetivos, aunque variado en los métodos, desde los burdos y enfermizamente anticomunistas de antaño como Schlessinger, hasta los más cautelosos y aparentemente objetivos de hoy día, como Anderson.”

Concluyó el Lic. Pineda subrayando que “estos tres trabajos son valiosos y permiten conocer de primera mano el esfuerzo de los comunistas por conducir esta insurrección y por otra parte, desvirtuar los señalamientos que desde la derecha basándose en una supuesta “objetividad científica” se hacen para deslegitimar este heroico rol del PCS en la historia revolucionaria de nuestro país.”

Surge Centro Histórico Revolucionario Salvadoreño

SAN SALVADOR, 22 de abril de 2009 (SIEP) “Es importante el surgimiento de iniciativas orientadas a recuperar la memoria histórica de las fuerzas revolucionarias salvadoreñas y de sus principales dirigentes, por eso aplaudimos la creación del Centro Histórico Revolucionario Salvadoreño Salvador Cayetano Carpio, Comandante Marcial” expresó el Lic. Roberto Pineda, Coordinador del Centro de estudios Marxistas “Sarbelio Navarrete.”

Añadió que “reiteramos nuestra felicitaciones a este nuevo esfuerzo que esperamos se fortalezca y contribuya a identificar y recuperar documentos, fotografías, discursos, testimonios de los miles de hombres y mujeres que han empujado ya por casi un siglo las ideas subversivas del marxismo y del leninismo en nuestra patria.”

A continuación reproducimos la PRESENTACION de este nuevo esfuerzo.
Gracias a la generosa solidaridad del Marxists Internet Archive, y en su Sección en Español, abre sus puertas virtuales al pueblo salvadoreño y a los pueblos del mundo, el Archivo Histórico Revolucionario Salvadoreño, un esfuerzo conjunto del Centro Histórico Revolucionario Salvadoreño ‘Salvador Cayetano Carpio – Comandante Marcial’, y el Marxists Internet Archive.
Surgimos como respuesta a la urgente necesidad de recuperar la narrativa histórica de la revolución salvadoreña, un evento de presencia menor en la conciencia y memoria de las nuevas generaciones de salvadoreños(as), y cada vez mayor en su falsificación, o que se representa como hecho histórico de un pasado vago y nebuloso, sin relación con nuestras circunstancias actuales, y cuyos puntos de referencia en el presente, reformados, co-optados, asimilados y domesticados, alteran el tráfico de cuando en cuando con sus manifestaciones y consignas “revolucionarias”, confirmando así la “dinámica” de la “nueva democracia” salvadoreña.
Oficialmente, para los diferentes capataces que ARENA le ha prodigado al país en el periodo de post-guerra, y de manera similar a los que niegan el holocausto judío, la revolución salvadoreña no existió. No forma parte de los libros de texto en El Salvador, no se enseña en las escuelas primaria o secundaria, y su estudio ha sido de facto eliminado en los principales centros de estudios superiores, con la drástica reducción de carreras y materias sociales y humanísticas. Nuestros centros de estudios no modelan sus programas para el estudio de movimientos populares sociales o políticos, y peor aún, militares, aun si este fuera el principal evento histórico en El Salvador de la última mitad del siglo XX. Su negocio es la “educación” de tecnócratas iletrados, sin cultura general, autómatas sin conciencia de pueblo ni de patria, credenciales necesarias para administrar los negocios de la gangsteril narco-burguesía salvadoreña, en su mayoría de origen foráneo.
Por otro lado, nuestra anquilosada y escleróticamente acomodada “izquierda” oficial, dedicada a su sobrevivencia cotidiana como actores de segunda en el teatro político salvadoreño, continúa reproduciendo la ilusión de ser los herederos oficiales de nuestra tradición revolucionaria, y se dedica con fervor quasi-patriótico en cada campaña electoral, a glorificar sus mitos y cuantificar sus votos, a revender sus héroes para comprarse otro periodo, a escribir sendas biografías sin mucha atención a la gramática, y a formar parte de las páginas de opinión de los pasquines que pasan por prensa en El Salvador, lo que orgullosamente anuncian en las solapas de sus libros. Alienados de su propia conciencia, lugar obscuro donde se trasiegan los intereses del pueblo, los dizque revolucionarios de post-guerra prefieren no saber del proceso que los llevo a ser diputados, alcaldes o tinterillos, cómplices por omisión de los capataces de ARENA y de la criminal lumpen-burguesía salvadoreña, quienes con mucha conciencia de clase y memoria histórica, ya que vivieron los perniciosos efectos que causó en nuestro pueblo el conocimiento de su historia, condenaron al olvido, la burla y el desprecio, la más grandiosa gesta heroica del pueblo salvadoreño, desde la defensa de Cuscatlán por nuestros antepasados mayas contra el invasor español, y mancillaron en el oprobio y la ignominia, la sangre y el sacrificio de miles de salvadoreños y sus dirigentes históricos.
Uno de los pocos esfuerzos hechos para el rescate de nuestra memoria revolucionaria, por sectores de la izquierda no oficial, aclaro, es el “Museo de la Revolución” en Perquín, Morazán, organizado por ex-combatientes de la guerrilla, con la intención de mostrar al turista doméstico y extranjero algunas reliquias, mementos, artículos y fotografías, de personalidades relevantes y hechos importantes sucedidos durante la guerra. Sin intentar menospreciar el muy loable esfuerzo de los compañeros que organizaron y mantienen el Museo, su función es más turística e informativa que formativa y educativa, un muestrario que no muestra el proceso revolucionario en su gestación, desarrollo y eventual desenlace. Sabemos de otros esfuerzos de rescate, personales y colectivos, privados en su mayoría, pero ninguno por parte de la “izquierda oficial”.
Así, y de la vital necesidad de llenar un vacío capital en este periodo post-revolucionario, nace el Centro Historico Revolucionario Salvadoreño ‘Salvador Cayetano Carpio – Comandante Marcial’, nuestra humilde contribución a la recuperación de la historia de la revolución salvadoreña, y al rescate del legado que el último sacrificio de miles de salvadoreños(as), testigos silentes e inconformes de una gesta histórica incompleta, reclama. Nuestro proyecto intenta rescatar las facetas humana, social, política, económica, geográfica y militar, de las diferentes etapas de nuestra revolución, en su contexto regional, continental y mundial. Central a este esfuerzo es el rescate de sus símbolos más sagrados, más caros al corazón del pueblo salvadoreño, sus banderas, sus héroes y mártires, sus masacrados(as), sus caídos(as) en combate, sus desaparecidos(as), sus secuestrados(as), sus torturados(as), sus exiliados(as), así como todos aquellos de los que nada se supo, a los que nadie reclamó, los olvidados, los ignorados, los que nadie contó.
Uno de esos símbolos revolucionarios de más alto valor para nuestro pueblo, es el compañero Comandante Marcial, Salvador Cayetano Carpio, cuyo nombra honra al Centro Histórico y cuya estrella lo guía. Participante y conductor de innumerables luchas obreras, sindicales, gremiales y de masas, sobreviviente de persecuciones, exilios, huelgas, hambre y cárcel, fundador y Secretario General del primer sindicato de trabajadores del pan en El Salvador, fundador y primer Secretario General de la Federación Unitaria Sindical Salvadoreña (F.U.S.S.), Secretario General del Partido Comunista Salvadoreño (P.C.S.), fundador y Primer Responsable de las Fuerzas Populares de Liberación “Farabundo Martí” (F.P.L.-F.M.), y Coordinador General de la Comandancia General del Frente “Farabundo Martí” para la Liberación Nacional (F.M.L.N.), su conducción fue central y decisiva en los procesos de gestación, desarrollo y expansión del movimiento revolucionario, elevando al pueblo salvadoreño, bajo su acertada dirección, su humilde ejemplo y su infatigable lucha, al más alto punto de independencia, soberanía y auto-determinación en su historia moderna.
Su creativa y exitosa aplicación a las particulares condiciones en El Salvador de la estrategia de Guerra Popular Prolongada (G.P.P.), despertó al pueblo salvadoreño de su sopor histórico, creó los instrumentos orgánicos para la movilización, organización y defensa del proyecto popular revolucionario y su programa en sus fases progresivas, definió la dinámica político-militar de la guerra, caracterizó correctamente la espiral ascendente en la confrontación fuerzas populares/dictadura, y preparó en profundidad el espacio estratégico de la guerra revolucionaria, espacio contra el cual se estrellaron los títeres de turno y sus asesores militares imperialistas, y frente al cual fueron forzados a deslindarse los compañeros de ruta, futuros miembros del FMLN, quienes a tientas y a ciegas buscaban su lugar en la historia. Nuestro Comandante Marcial pasa así, a ser una figura central e integral en nuestra historia contemporánea, particularmente durante los últimos 13 años de su vida (1970-1983), en los que con pulso firme y visión clara, condujo al pueblo salvadoreño de ser un pueblo subyugado e ignorante de sus propias fuerzas, sometido a sucesivas dictaduras militares desde 1931, a ser un pueblo consciente de su lugar en la historia, capaz de defender su derecho a construir su felicidad libre de la deshumanizante explotación y la abyecta miseria que crea el capitalismo salvaje, un pueblo dueño de su propio destino. Su desafortunado y prematuro sacrificio, último recurso en su impotente que no inútil defensa, ante el agravio, la vergüenza y el insulto hechos en su persona a todo el pueblo salvadoreño y a las organizaciones que lo representaban, fue un anuncio prematuro de la futura derrota de la revolución.
Al honrar con su nombre nuestros humildes esfuerzos, no pretendemos iniciar un nuevo culto a la personalidad, sino anunciar con plena certeza y total convicción, que el rescate de la narrativa histórica de nuestra revolución es imposible sin antes sacar al compañero Comandante Marcial de por “debajo de una montaña de perros muertos”, para prestar el símil que Isaac Deustcher, biógrafo de Trotsky*, uso al describir la monumental tarea de rescatar otro líder histórico de la calumnia y de la infamia, de las que el Comandante Marcial fue también víctima. Nuestro nacimiento como Centro Histórico marca el principio del fin del doble intento de asesinato del compañero Comandante Marcial: el asesinato de su carácter, y su asesinato histórico-político.
El objetivo del Centro es construir un recurso virtual sobre la historia revolucionaria de El Salvador, ser un punto de referencia en la discusión, desarrollo y evolución del pensamiento revolucionario salvadoreño en particular, y del pensamiento salvadoreño progresista en general, en dónde el estudio de nuestra historia sea guía para nuestro devenir, lecciones para el camino, y no pasado estéril, esfuerzo fallido, y letra muerta. El Archivo Histórico se inicia con la revolución 1970-1991, la cual dividiremos en dos grandes fases, la primera fase, 1970-1983, empieza con la formación de los diferentes grupos guerrilleros y el crecimiento del movimiento de masas, y termina con las muertes de los Comandantes Marcial y Ana María; la segunda, desde 1984 hasta la firma de los así llamados “Acuerdos de Paz”.
Muy pocas veces en la historia, una revolución en derrota (que no es lo mismo que una revolución derrotada) tiene la oportunidad de reflexionar sobre sí misma, sobre sus aciertos y errores, sus contribuciones al movimiento popular y revolucionario nacional, regional, continental y mundial, y de sacar un balance honesto, de cara al pueblo, de su experiencia y de sus perspectivas para el futuro, como pueblo y movimiento revolucionario. Gracias al Marxists Internet Archive, la revolución salvadoreña tiene ahora un espacio para la reflexión, y a su vez un archivo, donde podremos rescatar y digitalizar tanto material como nos sea posible recuperar, documentación textual, audio-visual y de testimonio, divididos por ahora en un Archivo Documental y un Archivo Grafico.
Esperamos que nuestro modesto trabajo sirva como punto de referencia a las generaciones por venir en El Salvador, y a los pueblos del mundo en lucha, dentro de las nuevas y complejas condiciones de globalización capitalista, cada vez que inevitablemente la dialéctica inhumana del sistema nos ponga frente a frente con la partera de la historia, esa historia que según Marx se repite, la primera vez como tragedia, la segunda como farsa**.
En nuestro país hemos vivido la tragedia, y esa es la historia que como archivadores por el momento nos ocupa; ahora vivimos la farsa, una criminal empresa de ultra-explotación neo-liberal coreografiada sobre una pantomima “democrática”, montada sobre la sangre de miles de patriotas, y sobre la pobreza, la abyecta miseria, el sufrimiento y el dolor de millones de salvadoreños. Es a la denuncia y exposición de esta farsa, a la educación de nuevas generaciones en la creación de una nueva conciencia con visión al verdadero futuro de El Salvador, de Centro América y de América Latina, y a la participación activa de todos los salvadoreños patriotas, progresistas y revolucionarios, en el conocimiento y desarrollo de las herramientas necesarias para la transformación de su propia historia, a la que aspiramos contribuir desde nuestras páginas.

Centro Historico Revolucionario Salvadoreño
“Salvador Cayetano Carpio – Comandante Marcial”

    • El dieciocho brumario de Luis Bonaparte, por Carlos Marx, Capitulo 1, párrafo de apertura, Fuente. Marx y F. Engels, Obras escogidas en tres tomos, Editorial Progreso, Moscú 1981, Tomo I, páginas 404 a 498.

Las tareas del proletariado en la presente revolución («Tesis de abril»)

Las tareas del proletariado en la presente revolución
(“Tesis de abril”)
V. I. Lenin

Habiendo llegado a Petrogrado únicamente el 3 de abril por la noche, es natural que sólo en nombre propio y con las consiguientes reservas, debidas a mi insuficiente preparación, pude pronunciar en la asamblea del 4 de abril un informe acerca de las tareas del proletariado revolucionario.

Lo único que podía hacer para facilitarme la labor y facilitársela también a los opositores de buena fe era preparar unas tesis por escrito. Las leí y entregué el texto al camarada Tsereteli. Las leí muy despacio y por dos veces: primero en la reunión de bolcheviques y después en la de bolcheviques y mencheviques.

Publico estas tesis personales mías acompañadas únicamente de brevísimas notas explicativas, que en mi informe fueron desarrolladas con mucha mayor amplitud.

TESIS
En nuestra actitud ante la guerra, que por parte de Rusia sigue siendo indiscutiblemente una guerra imperialista, de rapiña, también bajo el nuevo gobierno de Lvov y Cía., en virtud del carácter capitalista de este gobierno, es intolerable la más pequeña concesión al “defensismo revolucionario”.
El proletariado consciente sólo puede dar su asentimiento a una guerra revolucionaria, que justifique verdaderamente el defensismo revolucionario, bajo las siguientes condiciones: a) paso del poder a manos del proletariado y de los sectores más pobres del campesinado a él adheridos; b) renuncia de hecho y no de palabra, a todas las anexiones; c) ruptura completa de hecho con todos los intereses del capital.

Dada la indudable buena fe de grandes sectores de defensistas revolucionarios de filas, que admiten la guerra sólo como una necesidad y no para fines de conquista, y dado su engaño por la burguesía, es preciso aclararles su error de un modo singularmente minucioso, paciente y perseverante, explicarles la ligazón indisoluble del capital con la guerra imperialista y demostrarles que sin derrocar el capital es imposible poner fin a la guerra con una paz verdaderamente democrática y no con una paz impuesta por la violencia.

Organizar la propaganda más amplia de este punto de vista en el ejército de operaciones.

Confraternización en el frente.

La peculiaridad del momento actual en Rusia consiste en el paso de la primera etapa de la revolución, que ha dado el poder a la burguesía por carecer el proletariado del grado necesario de conciencia y de organización, a su segunda etapa, que debe poner el poder en manos del proletariado y de las capas pobres del campesinado.

Este tránsito se caracteriza, de una parte, por el máximo de legalidad (Rusia es hoy el más libre de todos los países beligerantes); de otra parte, por la ausencia de violencia contra las masas y, finalmente, por la confianza inconsciente de éstas en el gobierno de los capitalistas, los peores enemigos de la paz y del socialismo.

Esta peculiaridad exige de nosotros habilidad para adaptarnos a las condiciones especiales de la labor del partido entre masas inusitadamente amplias del proletariado que acaban de despertar a la vida política.

Ningún apoyo al Gobierno Provisional; explicar la completa falsedad de todas sus promesas, sobre todo de la renuncia a las anexiones. Desenmascarar a este gobierno, que es un gobierno de capitalistas, en vez de propugnar la inadmisible e ilusoria “exigencia” de que deje de ser imperialista.

Reconocer que, en la mayor parte de los Soviets de diputados obreros, nuestro partido está en minoría y, por el momento, en una minoría reducida, frente al bloque de todos los elementos pequeñoburgueses y oportunistas sometidos a la influencia de la burguesía y que llevan dicha influencia al seno del proletariado, desde los socialistas populares y los socialistas revolucionarios hasta el Comité de Organización (Chjeídze, Tsereteli, etc.), Steklov, etc, etc.

Explicar a las masas que los Soviets de diputados obreros son la única forma posible de gobierno revolucionario y que, por ello, mientras este gobierno se someta a la influencia de la burguesía, nuestra misión sólo puede consistir en explicar los errores de su táctica de un modo paciente, sistemático, tenaz y adaptado especialmente a las necesidades prácticas de las masas.
Mientras estemos en minoría, desarrollaremos una labor de crítica y esclarecimiento de los errores, propugnando al mismo tiempo, la necesidad de que todo el poder del Estado pase a los Soviets de diputados obreros, a fin de que, sobre la base de la experiencia, las masas corrijan sus errores.

No una república parlamentaria volver a ella desde los Soviets de diputados obreros sería dar un paso atrás sino una república de los Soviets de diputados obreros, braceros y campesinos en todo el país, de abajo arriba.

Supresión de la policía, del ejército y de la burocracia.1
La remuneración de los funcionarios, todos ellos elegibles y amovibles en cualquier momento, no deberá exceder del salario medio de un obrero calificado.
En el programa agrario, trasladar el centro de gravedad a los Soviets de diputados braceros.
Confiscación de todas las tierras de los latifundios.
Nacionalización de todas las tierras del país, de las que dispondrán los Soviets locales de diputados braceros y campesinos. Creación de Soviets especiales de diputados campesinos pobres. Hacer de cada gran finca (con una extensión de 100 a 300 deciatinas, según las condiciones locales y de otro género y a juicio de las instituciones locales) una hacienda modelo bajo el control de diputados braceros y a cuenta de la administración local.
Fusión inmediata de todos los bancos del país en un Banco Nacional único, sometido al control de los Soviets de diputados obreros.
No “implantación” del socialismo como nuestra tarea inmediata, sino pasar únicamente a la instauración inmediata del control de la producción social y de la distribución de los productos por los Soviets de diputados obreros.

Tareas del partido:
celebración inmediata de un congreso del partido;
modificación del programa del partido, principalmente:
sobre el imperialismo y la guerra imperialista,
sobre la posición ante el Estado y nuestra reivindicación de un “Estado-Comuna“2
reforma del programa mínimo, ya anticuado;
cambio de denominación del partido3
Renovación de la Internacional.
Iniciativa de constituir una Internacional revolucionaria, una
Internacional contra los socialchovinistas y contra el “centro”.4
Para que el lector comprenda por qué hube de resaltar de manera especial, como rara excepción, el “caso” de opositores de buena fe, le invito a comparar estas tesis con la siguiente objeción del señor Goldenberg: Lenin dice “ha enarbolado la bandera de la guerra civil en el seno de la democracia revolucionaria”. (Citado en el periódico Edinstvo, del señor Pléjanov, núm.5)
Una perla, ¿verdad?

Escribo, leo y machaco: “Dada la indudable buena fe de grandes sectores de defensistas revolucionarios de filas…, dado su engaño por la burguesía, es preciso aclararles su error de un modo singularmente minucioso, paciente y perseverante…”
Y esos señores de la burguesía, que se llaman socialdemócratas, que no pertenecen ni a los grandes sectores ni a los defensistas revolucionarios de filas, tienen la osadía de reproducir sin escrúpulos mis opiniones, interpretándolas así: “ha enarbolado (!) la bandera (!) de la guerra civil” (¡ni en las tesis ni en el informe se habla de ella para nada!) “en el seno (!!) de la democracia revolucionaria…”

¿Qué significa eso? ¿En qué se distingue de una incitación al pogromo?, ¿en qué se diferencia de Rússkaya Volia?
Escribo, leo y machaco: “Los Soviets de diputados obreros son la única forma posible de gobierno revolucionario y, por ello, nuestra misión sólo puede consistir en explicar los errores de su táctica de un modo paciente, sistemático, tenaz y adaptado especialmente a las necesidades prácticas de las masas…”
Pero cierta clase de opositores exponen mis puntos de vista ¡¡como un llamamiento a la “guerra civil en el seno de la democracia revolucionaria”!!

He atacado al Gobierno Provisional por no señalar un plazo, ni próximo ni remoto, para la convocatoria de la Asamblea Constituyente y limitarse a simples promesas. Y he demostrado que sin los Soviets de diputados obreros y soldados no está garantizada la convocatoria de la Asamblea Constituyente ni es posible su éxito.

¡¡¡Y se me imputa que soy contrario a la convocatoria inmediata de la Asamblea Constituyente!!!

Calificaría todo eso de expresiones “delirantes” si decenas de años de lucha política no me hubiesen enseñado a considerar una rara excepción la buena fe de los opositores.

En su periódico, el señor Pléjanov ha calificado mi discurso de “delirante”. ¡Muy bien, señor Pléjanov! Pero fíjese cuán torpón, inhábil y poco perspicaz es usted en su polémica. Si me pasé dos horas delirando, ¿por qué aguantaron cientos de oyentes ese “delirio”? ¿Y para qué dedica su periódico toda una columna a reseñar un “delirio”? Mal liga eso, señor Pléjanov, muy mal.
Es mucho más fácil, naturalmente, gritar, insultar y vociferar que intentar exponer, explicar y recordar cómo enjuiciaban Marx y Engels en 1871, 1872 y 1875 las experiencias de la Comuna de París y qué decían acerca del tipo de Estado que necesita el proletariado.

Por lo visto, el ex marxista señor Pléjanov no desea recordar el marxismo.
He citado las palabras de Rosa Luxemburgo, que el 4 de agosto de 1914 denominó a la socialdemocracia alemana “cadáver maloliente”. Y los señores Pléjanov, Goldenberg y Cía. se sienten “ofendidos” … ¿en nombre de quién? ¡En nombre de los chovinistas alemanes, calificados de chovinistas!

Los pobres socialchovinistas rusos, socialistas de palabra y chovinistas de hecho, se han armado un lío.
N.Lenin

________________________________________
1. Nota 1 de Lenin: Es decir, sustitución del ejército permanente con el armamento general del pueblo.
2. Nota de Lenin: Es decir, de un Estado cuyo prototipo dio la Comuna de Paris.
3. Nota de Lenin: En lugar de “socialdemocracia”, cuyos líderes oficiales han traicionado al socialismo en el mundo entero, pasándose a la burguesía (lo mismo los “defensistas” que los vacilantes “kautskianos”), debemos denominarnos Partido Comunista.
4. Nota Lenin: En la socialdemocracia internacional se llama “centro” a la tendencia que vacila entre los chovinistas (o “defensistas”) y los internacionalistas, es decir: Kautsky y Cía. en Alemania, Longuet y Cía. en Francia, Chjeídze y Cía. en Rusia, Turati y Cía. en Italia, McDonald y Cía. en Inglaterra, etc.

El Poder, el Carácter y Via de la Revolución y la Unidad de la Izquierda

EL PODER, EL CARACTER Y VIA DE LA
REVOLUCION Y LA UNIDAD DE LA IZQUIERDA
Por Schafik Jorge Hándal

Me propongo abordar algunos aspectos destacados de cuatro problemas fundamentales de la lucha por la victoria de la revolución: el Poder, el Carácter y Vía de la Revolución y la Unidad de la izquierda. En la experiencia de nuestro Partido estos problemas han tenido una alta significación.

Sobre el problema del Poder

El abecedario del marxismo-leninismo enseña que el problema fundamental de la revolución es el problema del poder; el alejamiento en la práctica de esta verdad es, a nuestro juicio, uno de los factores principales que, de no corregir a tiempo, podría habernos dejado fuera de la línea delantera de la revolución salvadoreña.

En América Latina han tenido lugar dos grandes revoluciones
verdaderas, la de Cuba y la de Nicaragua y en ninguno de los dos casos los Partidos Comunistas estuvieron a la cabeza. En el caso de Nicaragua la experiencia con el Partido hermano fue desastrosa, exceptuando la parte de él que desde 1978 se incorporó a la lucha armada. Estamos convencidos de que la ausencia práctica de una clara conducta de lucha por el poder es el factor principal que explica estos resultados. Esta misma cuestión ha estado a la base, creemos nosotros, de las equivocadas caracterizaciones de ciertos procesos sociales y políticos reformistas en América Latina como “revoluciones”. En la práctica esta caracterización no se confirmó, pero sirvió para
determinar un papel de simple fuerza de apoyo para los partidos hermanos de los respectivos países.

Otra expresión de este mismo problema es el papel exagerado y, en algunos casos, la absolutización del papel que se asigna al Programa económico-social para determinar el carácter de la revolución. el curso de la lucha por su victoria y de la defensa y consolidación de la misma. En Chile, durante el gobierno de Allende, por ejemplo. tanto los participantes de la Unidad Popular, como la fuerzas así llamadas ultra-izquierdistas, daban una importancia central al Programa Económico-Social. Para unos, las claves de toda cuestión chilena, el futuro de la
revolución chilena, residía en no sobrepasar los límites del Programa de la Unidad Popular: mientras para lo otros, todo consistía en radicalizar ese programa, rebasar sus límites. Mientras tanto, ninguno elaboró ni aplicó una orientación certera para resolver realmente el problema del poder, ni para defender al gobierno de Allende.

Me refiero al caso chileno porque creo que es casi de laboratorio:
es curioso que cuando aparecieron objetivamente los procesos y corrientes que configuraban la posibilidad de resolver
revolucionariamente el problema del poder, ni unos ni otros lo captaron. Tengo en cuenta la configuración dentro del ejército chileno de una corriente que comprendía bastante claramente la necesidad de solucionar el problema del poder. La dimensión y trascendencia de este hecho puede apreciarse en las anotaciones del Gral. Prats en su diario durante el año 1973.(*) Es también curioso cómo la reacción entendió con precisión este asunto. Todo lo que la reacción hizo en Chile durante el gobierno de Allende, estaba dirigido a aplastar la posibilidad de perder el poder cuando se configuró esta corriente en el ejército. su esfuerzo concentrado estuvo dirigido a deshacerse de Prats y sus compañeros . ¿Cómo actuaron las fuerzas revolucionarias frente a este fenómeno? Nadie en definitiva defendió a Prat a la parte del ejército que él encabezaba. Unos lo sacrificaron en aras de maniobras políticas, creyendo honradamente que éstas traerían la salida a la crisis, y los otros consideraron que la presencia de Prats en el gobierno era “la presencia de la burguesía’ que el pacto con Prats era “la traición a la revolución” y decidieron constituirse en la ‘oposición obrera y campesina”. Cuando la corriente de Prats, era fuerte y predominante, cuando derrotó cal “tancazo” (junio de 1973). las masas intuyeron la importancia de aquel momento para resolver revolucionariamente el problema del poder: se lanzaron a la calle, como todos sabemos, exigiendo golpear profundamente a la reacción,. cerrar el Parlamento, depurar al ejército pero la dirección de aquel proceso no tomó resueltamente en sus manos estas banderas. No estoy defendiendo la idea de que todo se hubiera resuelto en Chile organizando la lucha alrededor de Prats; creo sí que el aparecimiento de la corriente encabezada por él y la marejada de masas que siguió a su victoria sobre el “tancazo’ fue lo más cercano que hubo durante el gobierno de la UP a la solución del problema del poder para la revolución. Esa posibilidad apareció objetivamente y se constituyó así en una prueba para medir la claridad de la. fuerza revolucionarias sobre la tesis del marxismo-leninismo de que ‘‘el problema del poder es el problema fundamental de toda revolución.”

La historia de la revolución mundial ha refrendado esta verdad, una y otra vez. No es el Programa Económico-Social lo central y decisivo. Los ritmos en la aplicación del Programa Económico-Social, la radicalidad de los cambios económico-sociales, están en dependencia de las condiciones nacionales e internacionales en que se realiza cada revolución.

Los revolucionarios tienen la posibilidad de escoger el ritmo mejor, incluso de hacer pausas y hasta retrocesos si fuera necesario, a condición de que conquisten el poder y lo retengan firmemente en sus manos. La Revolución de Octubre y la NEP (Nueva política eco nómica)**, es un ejemplo de necesaria desaceleración de los cambios económico-sociales. En Cuba, el Programa económico-social del Movimiento 26 de julio de hecho era sólo el discurso de Fidel “La Historia me absolverá”, desconocido para las grandes masas
mayoritarias del pueblo antes del triunfo de la revolución; en la experiencia de la revolución cubana fue necesario acelerar, sin embargo, la radicalidad de las transformaciones económico-sociales para defenderla frente a las asfixiantes medidas contrarrevolucionarias emprendidas por el imperialismo yanqui. La actual experiencia de Nicaragua, donde el ritmo y la profundidad de las transformaciones económico-sociales ha debido graduarse, es otra constatación práctica de la tesis que ya hemos dejado anotada. y se podrían citar ejemplos de Europa Oriental y África.

La dialéctica del problema del poder y el Programa económico- social es necesario esclarecerla a fondo. Hay que volver al planteamiento leninista una y otra vez: toda la cuestión planteada por Lenin en sus Tesis de Abril de 1917 apuntaba a la toma del poder por el proletariado revolucionario y su partido, a esclarecer y unir en torno de estos las fuerzas de las grandes masas campesinas y populares en general, para realizar esta tarea.

Las Tesis de Abril siguen siendo el modelo de cómo enjuiciar el problema del poder y como determinar la conducta del Partido en la situación revolucionaria.

Responde a la pregunta de por qué el movimiento comunista de América Latina y otras regiones del Tercer Mundo, dejó de tener en
el centro de su actuación la lucha por el Poder, es un asunto complejo: nosotros no tenemos una respuesta satisfactoria, de seguro hay varias. Yo voy a referirme a una: me parece que la solución del problema del carácter y la vía de la revolución está vinculada a este asunto.

El Carácter y la Vía de la Revolución

En Cuba quedó demostrada una regularidad de la revolución en América Latina: la revolución que aquí madura es la revolución socialista. Quedó también demostrado en Cuba que no se puede ir al socialismo, que no se puede realizar la revolución socialista, sino con las banderas democráticas antiimperialistas desplegadas, que lo que moviliza a las grandes masas a la acción revolucionaria son las consignas democráticas antiimperialistas, que no puede realizarse hasta el fondo la revolución democrática antiimperialista ni se puede defender sus conquistas si no se va al socialismo.

Dicho de otra manera: no se puede ir al socialismo sino
por la vía de la revolución democrática anti-imperialista, pero tampoco se puede consumar la revolución democrática anti-imperialista sin ir hasta el socialismo. De manera que entre ambas hay un nexo esencial indisoluble, son facetas de una sola revolución y no dos revoluciones. Si vemos desde hoy hacia el futuro, la que tenemos planteada es la revolución democrática anti-imperialista: si una vez realizada esa revolución viéramos hacia atrás, un decenio más tarde digamos, la revolución democrática-antiimperialista no se nos presentaría como una revolución aparte sino como la realización de tareas propias de la primera fase de la revolución socialista.

Siendo las cosas así, se comprende aún mejor que no puede haber revolución sin resolver a fondo el problema del poder y que no es necesario esperar a que las grandes masas tengan una conciencia socialista para ir a la toma revolucionaria del poder. En Cuba no había conciencia socialista generalizada antes de la victoria del primero de enero de 1959. A mí me parece que si se enfoca de esta manera el problema del carácter de la revolución, la actividad de los partidos revolucionarios no puede dejar de tener en su centro el problema del poder.

Yo no sé de donde surgió este esquema pero nuestro Partido, y me parece que muchos otros partidos comunistas de América Latina, hemos trabajado durante decenios con la idea de dos revoluciones y veíamos la experiencia cubana como una “peculiaridad excepcional”
reaccionarnos tanto y tantas veces contra el planteamiento izquierdista de la lucha por la implantación directa, sin prólogos, del socialismo, sin comprender la esencia del asunto y llegamos a convencernos a nosotros mismos de que la revolución democrática no es necesariamente una tarea a organizar y promover principalmente por nosotros, sino que en ella podríamos limitarnos a ser fuerza de apoyo, y conformarnos con ser fuerza de apoyo, en aras de asegurar la amplitud del abanico de las fuerzas democráticas participantes.
Así, la revolución democrática anti-imperialista se nos presentaba como una “vía de aproximación”, que puede alcanzarse dejando en la delantera de la acción a sectores “progresistas”, “anti-imperialistas”, de las capas medias (de la intelectualidad, de los militares, etc.) y hasta de la burguesía. Las experiencias peruanas. panameña y portuguesa (brevemente también la experiencia del gobierno del Gral. Juan Torres en Bolivia), parecieron confirmar esta Tesis, aunque ellas mismas terminaron negándola. Claro que en ningún documento partidario se dice expresamente tal cosa, pero la conducta práctica de nuestro Partido y de otros Partidos hermanos ha sido esa. El que surge de tal conducta no es ni puede ser el partido de la revolución, sino el partido de las reformas. El PCS. para asumir su papel revolucionario debió abandonar ese esquema equivocado.

Nosotros estamos convencidos de que en el movimiento comunista latinoamericano hay que hacer una gran lucha ideológica para librarnos de todo ese lastre reformista.

Por supuesto estoy lejos de pensar que éste es un análisis integral y suficientemente profundo; son simplemente reflexiones y preocupaciones, deducciones de nuestra propia experiencia y sugerencias para quienes trabajan en la esfera científica estudiando el proceso revolucionario mundial, son sugerencias para volver a este punto, una y otra vez, aunque parezca un asunto elemental.

La cuestión de la lucha por el Poder está ligada con demasiadas cosas, ante todo, con el problema de la vía de la revolución y del carácter de ésta. Si de lo que se trata es de que madura en América Latina la revolución socialista, hay que arrebatarle el poder a la burguesía. hay que destruir el aparato burocrático militar de la burguesía; esto en las condiciones actuales y lo será así por muchísimo tiempo no puede realizarse por vía pacífica. En América Latina esta tesis ha sido ya comprobada por la experiencia de dos revoluciones armadas triunfantes y por la derrota de dos intentos de consumar la vía pacífica, en los dos países más democráticos del continente: Chile y Uruguay. En ambos casos ejércitos “constitucionalistas”, “profesionalistas” y no tradicionales tropas gorilas tan difundidas en nuestro Continente, echaron a pique el barco y la navegación de la revolución por vía pacífica. Costa Rica la “Suiza de América” que “no tiene ejército”. se encuentra sacudida hoy por una vertiginosa carrera represiva, de organización y acción de bandas fascistas armadas, sobre el escenario de una desenfrenada crisis económica. Nadie se afilia ahora en Costa Rica a la hipótesis de una evolución pacífica de la revolución. La idea de la vía pacífica para la revolución en América Latina está ligada al reformismo, a mi juicio.

En la sociedad latinoamericana hay muchas fuerzas progresistas:
podría pensarse que uniendo estos sectores progresistas se puede influir sobre lo que suele llamarse hoy “centros y aparatos de poder” y,
poco a poco, ir modificando la esencia del Estado, “tomar el poder por partes”. Si aceptamos que la revolución democrática antiimperialista es parte inseparable de la revolución socialista, no se puede realizar la revolución tomando pacíficamente el poder por cuotas, será indispensable bajo una u otra forma, desmantelar la máquina estatal de los capitalistas y sus amos imperialistas, erigir un nuevo poder y un nuevo Estado. En tales condiciones resulta evidente que la vía pacífica no es la vía de la revolución.

Manejar este problema de la vía de la revolución en América Latina a partir de que es indiscutiblemente verdadera (con fuerza de (dogma), la afirmación de que hay posibilidades iguales, equitativas, para la vía armada y la vía pacífica es, en nuestra opinión, un error muy grave, incluso si ésta tesis se formula como una afirmación “en principio’. Es igualmente un grave error manejar la cuestión de la vía de la revolución como un asunto puramente “táctico”, sujeto a “imprevisibles variaciones”. Ambos esquemas son un planteo eufemístico de la posición reformista, no revolucionaria, que enajena el papel de vanguardia del partido comunista.

Desde luego, la vía armada de la revolución no excluye la lucha por la realización de las reformas económico-sociales. Esta lucha juega un importante papel en la educación política de las masas y las alianzas: además, los cambios “profundos” del programa democrático anti-imperialista son en esencia reformas, ya que por sí solas no pueden abolir el capitalismo y, por el contrario, pueden reforzarlo; lo que le imprime un carácter revolucionario a ese Programa es la lucha revolucionaria por el poder y la toma revolucionaria del poder.

En la experiencia del PCS, los erróneos enfoques y en ciertos aspectos fundamentales, menos que errores, debilidades teórico-ideológicas relacionadas con los problemas del poder, el carácter y la vía de la revolución, junto con la influencia de las concepciones de nuestros
aliados democráticos en el curso de la lucha electoral de once años, en la que participamos los comunistas, engendraron en nuestras filas esquemas e ilusiones reformistas. Deshacerse de ellos requirió autocrítica franca y profunda, junto con medidas audaces y difíciles.

La participación del PCS en la lucha electoral fue acertada. La lucha electoral se había convertido objetivamente en la arena principal de la lucha política nacional desde 1964, sobre la base de la
industrialización y del gran auge económico (1963-1968) que entonces se lograba, en el marco de los convenios del Mercado Común Centroamericano y después de la reforma legal que permitió la representación proporcional en la Asamblea Legislativa. No participar en la lucha electoral significaba de hecho colocarse bastante al margen de la lucha política y además abandonar a las masas al control ideológico de la burguesía.
Es cierto que desde 1970 las organizaciones revolucionarias armadas, surgidas ese año, repudiaron la lucha electoral y se abstuvieron de participar en ella. Pero también es cierto, como lo reconoce hoy la mayoría de esas organizaciones hermanas, que el crecimiento y desarrollo de la lucha armada recibió no poca contribución proveniente de la politización y radicalización de las masas, a lo cual contribuyó la participación de los comunistas en las frecuentes contiendas electorales (tres elecciones presidenciales y seis elecciones parlamentarias y municipales entre 1966 y 1977).

En efecto, la participación del PCS en la lucha electoral de once años, aunque no con su propio nombre a causa de su ilegalidad, facilitó a las masas trabajadoras y populares en general hacer un intenso aprendizaje político, conquistó a la mayoría para la causa democrática anti-imperialista, alertó a tiempo al pueblo y a todas las fuerzas democráticas contra el peligro del fascismo, ayudó a precipitar la crisis de la dictadura militar como sistema político de dominación.

No en balde escribió Lenin en su folleto ‘Acerca del Estado”, publicado en 1929: “ . . . sólo el capitalismo, gracias a la cultura urbana, permitió a la clase oprimida de los proletarios adquirir conciencia de sí misma y crear el movimiento obrero universal, los millones de obreros organizados en partidos en el mundo entero, los partidos socialistas, que dirigen concientemente la lucha de las masas. Sin parlamentarismo, sin elecciones, este desarrollo de clase obrera habría sido imposible”. (El subrayado es nuestro).

La vida ha demostrado en El-Salvador, que la participación electoral de los comunistas hizo una grande contribución política al movimiento de lucha por la revolución y que, mirando desde hoy a todo
aquel periodo, se puede afirmar que el actual movimiento revolucionario, su Programa, su línea, es una síntesis de la lucha armada y de masas de las organizaciones hermanas, de sus elaboraciones ideológico-políticas, y de la lucha política y de masas y la línea del PCS.

A pesar de todo lo positivo de nuestra participación electoral, es necesario insistir en señalar que ella mantuvo vivos y en cierto modo reforzó las manifestaciones ideológico-políticas del reformismo en nuestras filas, empezando por la misma Dirección, aunque nunca se adoptó oficialmente la vía pacífica de la revolución.

El movimiento electoral llevó a la mayoría del pueblo a enfrentar el fraude, la imposición y la represión y así, en la práctica no sólo para nosotros, sino también para las grandes masas se agotaron las posibilidades de la “vía” de las elecciones para democratizar y transformar el país. Nosotros sabíamos que así ocurriría y ayudamos a las masas a realizar el aprendizaje de esta verdad llevándolas a enfrentarse con ella realizando una propaganda esclarecedora sistemática. En la escuela insustituible de su propia experiencia, las grandes masas aprendieron a conocer el verdadero rostro de la dictadura militar reaccionaria, su fraudulento juego con las elecciones, se liberaron de la ilusiones en la “vía” electoral y comprendieron que no hay otro camino para alcanzar la democracia, la justicia social y el progreso al servicio del pueblo, que el derrocamiento por medio de la violencia revolucionaria de la dictadura, cada día más sanguinaria y opresiva. Repito, los comunistas ayudamos concientemente a las masas a realizar ese aprendizaje. En nuestras campañas electorales dijimos que no se debía esperar de las urnas el poder. que éstas eran un punto de paso en el camino y que el poder habría que conquistarlo con otra forma de lucha, Esto contribuyó a preparar las condiciones políticas para el viraje extenso, multitudinario, de las masas hacia el apoyo de la lucha armada y a la incorporación de un creciente número de sus componentes como militantes y combatientes de las organizaciones armadas.

Pero llegado ese momento en febrero de 1977 y a pesar de que la Comisión Política del CC acordó realizar el viraje de nuestro Partido hacia la lucha armada que le diera continuidad a la lucha política del pueblo, demoramos dos años en consumarlo. Tuvimos que hacer un gran esfuerzo analítico y autocrítico para encontrar las causas de esa demora. El éxito de ese esfuerzo pudo alcanzarse principalmente porque logramos eludir el método, frecuentemente practicado en circunstancias semejantes, consistente en echarse la culpa unos a otros en el Partido o de culpar a otras Organizaciones y con lo que de
hecho se evita a menudo enfrentar la verdad y llega en cambio a provocarse fraccionamientos. El fraccionamiento habría podido
marginar al Partido de la vida política del país. Las conclusiones del esfuerzo analítico del PCS puede resumirse así: existían obstáculos ideológicos y orgánicos que chocaban contra las decisiones de realizar el viraje a la lucha armada.

Por lo que se refiere a los obstáculos ideológicos ya he hablado. Lo principal de los obstáculos orgánicos consistía en que los cuadros del partido, los cuadros de dirección nacional e intermedios, que son el cerebro, los huesos y nervios del Partido, de quienes depende decisivamente la elaboración y el cumplimiento de los acuerdos centrales, no sabían como organizar el paso a la lucha armada, ni como combinarla con la lucha política. Su formación era unilateral .Nuestros cuadros eran sumamente eficiente e incluso innovadores para desarrollar la lucha de masas no armada: para la propaganda, para la agitación, para el trabajo con los aliados democráticos, para el trabajo en las Universidades, pero cuando llegó la hora de implementar esta forma superior de lucha, no estábamos preparados para ello.

Teníamos una Comisión Militar, pero el conjunto de los cuadros del Partido, que es lo decisivo, no sabía como llevar a la práctica las orientaciones acerca de la lucha armada. Para superar este obstáculo, la Dirección emprendió pasos audaces, basándose en los acuerdos del
VII Congreso, realizado en la clandestinidad en abril de 1979: se abandonó la idea de que la Comisión Militar es la encargada de formar un aparato militar separado del cuerpo del Partido, una especie de dispositivo que debe salir de su misterioso escondite y entrar en acción cuando llega el momento. La vida demostró que de ese modo no pudo crearse tan milagroso mecanismo. Los compañeros de la Comisión Militar no tenían la culpa, esa situación era el resultado de un defecto esencial en la política general para la formación de cuadros del Partido, política sin duda vinculada a las concepciones reformistas no derrotadas totalmente.

Además, si la Comisión Militar hubiera logrado desarrollar ese tipo de aparato militar, hubiéramos tenido un tremendo problema. Por lo general, según la experiencia de otros partidos, aquí mismo en el área centroamericana, esto termina en un enfrentamiento entre la Comisión Militar y el resto de la Dirección. En la base de las contradicciones entre las comisiones militares y el resto del Partido, independientemente de si unos u otros llevan la razón en cada conflicto concreto, se encuentra este problema de la incapacidad del conjunto del Partido para organizar y dirigir la lucha armada cuando llega el momento de hacerlo.

Este problema sólo podía resolverse convirtiendo al Partido en su conjunto en jefe y actor, no sólo de su lucha política, sino también de su lucha armada, haciéndolo el gran combinador y director de todas las formas de lucha. Para lograrlo tuvimos que tomar medidas audaces: hicimos que un número rápidamente creciente de los miembros del Comité Central, de la Comisión Política, de los comités dirigentes intermedios y una masa grande del partido y la Juventud Comunista de El Salvador, JCS, estudiarán los problemas de la lucha armada revolucionaria y se ejercitarán en el arte y la técnica militar, no para dedicar a todos ellos al aparato militar, sino para practicar la convicción de que la lucha armada del Partido debe ser organizada, realizada y dirigida por el Partido, por sus organismos dirigentes y de base.

El acierto de aquella orientación se confirmó en los hechos: nuestras fuerzas armadas se han multiplicado ya muchas veces desde los días siguientes al VII Congreso, y lo que es más importante, combaten hoy con creciente capacidad y eficacia. Si nosotros no hubiéramos hecho este viraje orgánico, las masas habrían continuado tocando a las puertas de nuestro Partido, pidiendo incorporarse y no hubiéramos podido asimilarlas, excepto a unos cuantos individuos; el Partido habría quedado así excluido de la fila delantera de la revolución, quizá se habría dividido y liquidado.

Quiero subrayar, a partir de nuestra experiencia, la conclusión de que a las concepciones reformistas con respecto al problema del poder y la vía de la revolución viene unida la existencia de una estructura orgánica partidaria atrofiada, reformista también: nuestros partidos son capaces de organizar la lucha sindical, la agitación y la propaganda política, las manifestaciones de masas, las huelgas, las campañas electorales y demás actividades similares, pero no más; así sólo podemos ser fuerza de apoyo, estamos condenados a ser fuerza de apoyo.

La Unidad de la Izquierda Revolucionaria

Ligada con todos estos problemas está la cuestión de la unidad de las fuerzas de la izquierda revolucionaria, la actitud de los comunistas con respecto a las organizaciones revolucionarias surgidas fuera de la estructuras de su Partido. Es curioso y sintomático que los partidos comunistas hayamos mostrado en los últimos decenios una gran capacidad para entendernos con los vecinos del lado derecho, mientras, en cambio, no logramos en la mayoría de casos establecer relaciones, alianzas estables y progresivas con nuestros vecinos del lado izquierdo. Entendemos perfectamente todos los matices que van desde nosotros hacia la derecha, sus orígenes, su significación, etc., pero respecto a quienes están a la izquierda nuestra, no somos capaces de comprender la esencia misma del fenómeno de su existencia y características, ni su significación histórica objetiva, ni nuestras tareas hacia ellos. Los comunistas latinoamericanos no tuvimos, durante mucho tiempo, una línea consistente y sistemática para unir a todas las fuerzas de la izquierda, incluida la izquierda armada.

No hay nada despectivo ni menospreciativo en la denominación “vecinos del lado derecho”, es sólo un recurso para graficar la exposición de estas ideas. Los comunistas salvadoreños, nos enorgullecemos y nos sentimos honrados por la amistad de una gran parte de estos aliados, firmes y consecuentes luchadores por los ideales democráticos, de independencia y progreso social.

En esto juegan su papel varios factores, desde luego; lo principal sin embargo es que, por lo general ,aunque no en todos los casos los que a nuestra izquierda empuñan las armas se comprometen en una lucha revolucionaria real; cometen muchos errores típicos del izquierdismo en sus planteamientos políticos, atacando duramente al Partido de los comunistas, pero aciertan en un punto fundamental: trabajan obsesionados por organizar y promover la lucha armada, que en América Latina y en tantas otras regiones del Tercer Mundo ha demostrado ser la vía de la revolución. En la medida que persisten en su lucha, si sus errores no los hacen sucumbir, aprenden poco a poco de sus reveses, corrigen sus errores políticos y se liberan por fin de su enfermedad izquierdista; aunque muchas de esas organizaciones jamás logran corregir y, si no sucumben, vegetan incluso por decenios, como grupos de catacumba, dejan de ser revolucionarios, derivan hacia el terrorismo individual. Una correcta línea de lucha por la unidad de la izquierda impulsada por los comunistas, podría acelerar o ayudar a surgir la corrección de los errores izquierdistas. Pero los comunistas no pueden jugar ese papel si no corrigen sus propios errores de derecha, su reformismo.

Mientras no llega la corrección del reformismo, las relaciones entre los comunistas y la izquierda armada haciendo a un lado toda retórica se plantea en la práctica y en esencia, como la relación entre la reforma y la revolución; y está claro que los reformistas pueden entenderse mejor con otros reformistas. Esa, creo yo, es la explicación de por qué los comunistas latinoamericanos hemos sabido entendemos mejor con los que están a nuestra derecha que con los que están a nuestra izquierda.

Por supuesto que en esto están implicados muchos otros aspectos del problema, primero que todo el hecho de que puedan surgir otras organizaciones revolucionarias al margen de las estructuras de nuestros Partidos. El viejo discurso dogmático de que el Partido Comunista es, por definición, “el Partido de la Clase Obrera”, la “Vanguardia de la lucha anti-imperialista y por el socialismo”, etc., reduce e incluso bloquea nuestra capacidad para comprender que en las condiciones sociales y políticas, (de clase), engendradas por el capitalismo dependiente en América Latina, es imposible que tales organizaciones de la izquierda armada dejen de surgir y de existir y que, por tanto, es absolutamente indispensable realizar una sistemática política hacia ellas, que combine la lucha ideológica contra sus errores y la lucha por la unidad con ellas, basada en la elevación real del carácter revolucionario, del carácter clasista y de la vanguardialidad de nuestro Partido.

Entre las causas que hicieron posible el surgimiento de organizaciones revolucionarias fuera de las estructuras del PCS, tienen un lugar importante los rasgos reformistas de su política, los cuales ya he puntualizado, su incomprensión de los problemas, y posibilidades prácticas para organizar, y desarrollar la lucha armada en las condiciones de nuestro pequeño y densamente poblado país (un documento aprobado en marzo de 1968 prácticamente descartaba que se pudiera desarrollar la guerra de guerrillas, excepto para defender el poder revolucionario instaurado por medio de una insurrección general).

Pero los errores y debilidades del Partido Comunista no son la causa absoluta del surgimiento de dichas organizaciones, como se ha alegado por algunos. Incluso si el Partido no hubiera cometido tales errores habrían surgido una o más organizaciones izquierdistas, como lo han demostrado otras experiencias, entre ellas la de los bolcheviques.

Es que además de causas subjetivas existen también determinantes causas objetivas que tienen sus raíces en la estructura clasista y los fenómenos sociales propios del capitalismo en su nivel medio de desarrollo y, particularmente del capitalismo dependiente, cuando el modo de producción y la superestructura estatal albergan residuos
de formaciones sociales pre-capitalistas o del capitalismo inicial. En El Salvador, los procesos que empujaron una brusca expansión del capitalismo dependiente tuvieron lugar en los años 50 y, sobre todo, en los sesenta. Estos procesos pusieron en la escena a nuevos sujetos sociales, sin los cuales es imposible entender el abanico de todas las fuerzas políticas que hoy se enfrentan en El Salvador.

Examinemos la cuestión de los nuevos sujetos populares: surgió una nueva clase obrera del proceso de industrialización de aquellos años, más calificada desde el punto de vista técnico, pero con una conciencia de clase mucho más débil que la vieja clase obrera artesanal, producto de su reciente origen social campesino y pequeño-burgués provinciano; un proletario y semi-proletariado agrícola muy resentido por su reciente proletarización y, por lo tanto, muy explosivo; un enorme sector marginal urbano producto de la emigración rural provocada por el desarrollo del capitalismo en la agricultura y un importante sector pequeño burgués intelectual, también marginal, nacido de la expansión de la educación media y universitaria, que no tiene correspondencia con las capacidades ocupacionales que el establecimiento económico nacional proporciona.

Sólo si se entiende esta cuestión de los nuevos sujetos sociales creados por la expansión del capitalismo dependiente, se puede comprender que la posibilidad del surgimiento de verdaderas organizaciones políticas revolucionarias fuera de las estructuras del Partido
Comunista existe objetivamente y que es propia de los países del
capitalismo dependiente mucho más que de los países del capitalismo desarrollado. Se trata de organizaciones que adhieren al marxismo leninismo, que se plantean las perspectivas del socialismo, pese a no estar vinculadas al Movimiento Comunista Internacional.

Desde luego, no faltan los casos en que tales grupos degeneran
incluso en despreciables reductos de provocación y diversionismo ideo lógico.

En América Latina el discurso de estas organizaciones es muy
similar al izquierdismo infantil criticado por Lenin, pero los sujeto no son exactamente idénticos. Estas organizaciones aparecen incluso donde hay partidos comunistas desarrollados y reaparecen aún después de ser derrotadas y aniquiladas físicamente, no son, pues, propiamente expresiones de la infancia del movimiento obrero y de lo Partidos Comunistas. que se supera por el desarrollo de éstos, sin que se repite constantemente originando organizaciones con frecuencia mayores que los respectivos partidos comunistas. Los partidos comunistas en la mayoría de nuestros países son pequeños y poco influyentes, pese a que su promedio de edad esta alrededor de medio siglo.

En América Latina es este un fenómeno recurrente que posee su
propio sustento social, mayoritario en la sociedad capitalista dependiente. De allí que si se analiza el problema sólo atendiendo el discurso de las organizaciones surgidas al margen del Partido (PC), se puede cometer el error de pensar: “realizando una lucha ideológica y política enérgica contra el izquierdismo, desaparecerán estos grupos izquierdistas o se reducirán a lo insignificante”. Ese esquema ha fracasado en América Latina, no condujo al desaparecimiento de las organizaciones “izquierdistas”, ni a la unidad de las fuerzas revolucionarias, sino al enfrentamiento de los partidos comunistas con las demás organizaciones revolucionarias, favoreció el fortalecimiento de corrientes reformistas en las filas comunistas y no contribuyó tampoco a la maduración del mismo partido, si vamos a entender por madurez no la edad, sino la comprensión de la vida que nos rodea, la realidad social y política en que se está inmerso y la capacidad para cambiarla. En numerosos casos algunas de esas organizaciones “izquierdistas” no sólo crecieron más que el respectivo partido comunista, sino también maduraron antes que él y condujeron a los trabajadores y otras clases y capas populares a realizar victoriosamente la revolución democrática anti-imperialista y se transformaron, o se transforman hoy en el partido marxista-leninista que encabeza la construcción del socialismo o la marcha hacia éste.

Pienso, pues, que tiene una gran importancia el análisis de las condiciones objetivas sobre las cuales surge el fenómeno de la proliferación de las organizaciones de izquierda. He tratado de bosquejar el problema, de plantearlo en el terreno objetivo y ofrecerlo así a la discusión. Estoy convencido, repito, de que entender esto es ya ganar más de la mitad, sentar más de la mitad de las .premisas necesarias para elaborar una política correcta de unidad de las fuerzas revolucionarias y del movimiento revolucionario.

Yo sostengo, pues, que independientemente de que los partidos comunistas cometan errores o no, existen raíces sociales en América Latina y otras regiones de similar desarrollo social en el mundo, para que surjan esas organizaciones. Esto se deduce de nuestra experiencia y no sólo de ella: puede verse muy claramente esta verdad, si se tiene en cuenta que el PCS fue durante 40 años un luchador solitario por las ideas del socialismo y el comunismo, incluso la única organización de izquierda en el país (desde su fundación en 1930, hasta el aparecimiento de organizaciones de la izquierda armada en 1970). Durante cuarenta años nuestro partido sufrió más y durante más tiempo por su enfermedad reformista que por la izquierdista (que sí lo afectó en algunos momentos) y, sin embargo, pudieron surgir nuevas organizaciones revolucionarias únicamente hasta después de que el sustancial despliegue del capitalismo dependiente cambió el panorama social y engendró una nueva estructura clasista.

Durante más de cinco años el PCS realizó una activa polémica pública con los planteamientos y posiciones políticas de las organizaciones de la izquierda armada. La característica principal del estilo y el método de nuestra polémica consistió en descartar la utilización de adjetivos en sustitución del análisis y abordar analítica, clara y persuasivamente y lo más a fondo posible temas fundamentales de las discrepancias entre nuestras líneas generales y entre nuestras concepciones ideológicas. Nos esforzamos en exponer y desarrollar nuestra política de alianzas, nuestra tesis sobre el carácter de la revolución, nuestra táctica en las elecciones, nuestra opinión acerca de la posibilidad de la real configuración del fascismo en las condiciones de América Latina (posibilidad negada por algunas organizaciones) y sobre el proceso concreto de fascistización de la vieja dictadura militar que se desarrollaba en nuestro país. Realizábamos nuestra polémica
pronunciándonos a favor de la unidad de la izquierda y en el marco de una lucha expresa por alcanzar dicha unidad. Corresponde al PCS el mérito de haber enarbolado primero y defendido más
sistemáticamente la bandera de la unidad de la izquierda.

No obstante las virtudes de nuestra polémica, que sin duda con tribuyó a esclarecer la temática teórico-política que confrontaba el movimiento revolucionario y democrático, hubo en ella una debilidad: el tema de la vía de la revolución no fue abordado, la dialéctica relacionada con el poder y el programa económico-social, sólo fue abordado en los días siguientes al triunfo de la Revolución Popular Sandinista. Este vacío en la temática de nuestra polémica no fue casual: resultaba de las amarraduras reformistas a que me he referido antes.

Durante la preparación y discusión de los “Fundamentos y Tesis de la Línea General del PCS” y del Informe del Comité Central, sometidos al VII Congreso y en el marco del esfuerzo autocrítico por realizar el viraje hacia la lucha armada, fue que elaboramos de un modo más profundo y acabado nuestra concepción sobre la unidad de la izquierda revolucionaria.

En enero de 1979, cuando apenas se habían realizado menos de cinco contactos nuestros en total, con algunas de las organizaciones de la izquierda armada y cuando aún no aparecía en el terreno práctico un camino abierto hacia la unidad., el CC entregó a la discusión de las Células, incluidas las de la Juventud Comunista, las tesis sobre la construcción del Partido. este es el único capítulo del Documento “Fundamentos y Tesis” que no fue incluido en su publicación por la secretividad de muchos de sus aspectos. de allí tomamos los siguientes párrafos, en los que se define nuestra línea de unidad de la izquierda revolucionaria.

“…La perspectiva de desarrollo del proceso revolucionario de nuestro país apunta hacia un acercamiento progresivo, aunque de ninguna manera fácil, sin inconsecuencias ni retrocesos, entre estas organizaciones y nuestro Partido y, con ello, se abre como posibilidad –a plazo más o menos largo- la formación de una dirección revolucionaria única e, incluso, la integración de una parte de todas las organizaciones de la izquierda revolucionaria en un partido Marxista-Leninista único.”

‘‘Nuestro Partido, al luchar por la unidad de la izquierda considera esta perspectiva hacia la Dirección Única de la Revolución y al Partido Marxista Leninista único, como la más lógica, la más deseable y provechosa culminación del proceso unitario: considera este proceso como parte de la construcción y desarrollo de la vanguardia proletaria marxista-leninista de la revolución”.

“El proceso hacia la unificación es y será complejo: comprende a la vez: los acercamientos, el diálogo camaraderil y la polémica ideológica, el esfuerzo por converger hacia la unidad de acción y la discusión de las divergencias, el esfuerzo por suprimir la virulencia en este debate y por alcanzar acuerdos cada vez más significativos, la cooperación práctica mutua y la emulación en el trabajo por el desarrollo de cada organización; el esfuerzo por superar el hegemonismo sectario, marrullero.”

“Se trata, pues, de un proceso en el que se entrelazan la búsqueda de de la unidad y la lucha. Realizar esforzada y sistemáticamente los pasos hacia la unidad y llevar adelante esta lucha, pero realizándola como una lucha por la unidad, tal es la orientación del PCS a este respecto.”

“El PCS considera que la construcción y desarrollo del Partido Marxista-Leninista solamente pueden realizarse con éxito:
a . Si se logra una sólida unidad ideológico-política, orgánica y de acción
b. Si se vincula amplia y profundamente con las grandes masas ante todo con las masas obreras y trabajadoras en general.
c. Si se mantiene su esencia clasista proletaria, se carácter revolucionario y su vanguardialidad.”
d. Si se hace de él una fuerza altamente organizada y
e. Si se logra imprimir y mantener una disciplina férrea en sus filas”.

Palabras finales

El PCS no es el único destacamento del movimiento Comunista latinoamericano que realiza este fundamental viraje revolucionario. Son varios los Partidos que en Sur y Centro América aceptan el reto de la lucha armada y la unidad de las fuerzas revolucionarias Esta es la salida ya en marcha de una larga crisis de nuestro movimiento y el peso que este agregará a la lucha por la revolución una vez sanado de sus enfermedades será muy grande.

La revolución triunfará después de aprender de sus reveses en nuestro Continente, que vive hoy una situación revolucionaria que va extendiéndose desde Centroamérica y el Caribe que, hoy por hoy es el epicentro del terremoto que está desplomando el dominio imperialista, las dictaduras militares y la explotación oligárquica.

Diciembre de 1981

  • Una vida dedicada a la defensa de la constitución” (General Carlos Prats, Editorial Fondo de Cultura Económica, México).
    • NEP. Nueva Política Económica aplicada por consejo de Lenin desde finales de 1921 y comienzos de 1922 (después de la guerra civil y la intervención militar extranjera) que abarcó varios años y comprendía el repliegue temporal y la consiguiente reanimación del capitalismo, dentro de ciertos limites y la ofensiva posterior hacia al socialismo, en la confluencia de los años 20 y 30.