Obama y nosotros

Obama y nosotros
por Emir Sader*

A partir de ahora ya podemos escribir la expresión que los norteamericanos progresistas mas deseaban escribir “el ex-presidente G.W. Bush”. ¿Pero, qué viene ahora? ¿Será revertida la onda derechista que se apropió de los Estados Unidos hace cuatro décadas?

Desde la victoria de Richard Nixon en 1968, en plena guerra de Vietnam y de las mayores movilizaciones populares por los derechos civiles y contra la guerra que la historia del país había conocido, movilizando lo que él llamó como “mayoría silenciosa”, los EUA vivieron un profundo y prolongado giro a la derecha que dura ya 40 años, una verdadera contrarrevolución conservadora. Sus puntos mas álgidos fueron los 5 mandatos (20 años) de Reagan y Bush, padre e hijo, que no fueron radicalmente cortados por los tres mandatos demócratas de Carter y Clinton sino apenas amainados.

Se produjo en la sociedad norteamericana, con esa contrarrevolución conservadora, una profunda transformación desde los consensos en relación a los valores éticos e ideológico-políticos, pasando por la composición de los Tribunales de Justicia hasta la orientación de los grandes medios y los temas prioritarios de investigación, para llegar al privilegio de las escuelas religiosas. La sociedad en su totalidad giró hacia la derecha. El momento esencial fue la campaña reaganiana de criminalización del aborto.

Del derecho de la mujer a disponer de su cuerpo y decidir libremente sobre su vida, se pasó a considerar el aborto un supuesto crimen; los conservadores asumían la “defensa de la vida” contra aquellos que estarían promoviendo la muerte de inocentes. De allí en adelante, en prácticamente todos los grandes temas contemporáneos, se desplazó el eje hacia la derecha. Un momento importante fue protagonizado por Clinton, que firmó formalmente el fin del Estado de bienestar social.

Los dos mandatos de G.W. Bush representaron el auge de la hegemonía derechista bajo el patrocinio de los llamados neocons y fundado en la doctrina bushiana de guerra permanente. Se reivindicaba, de la forma más sectaria, la idea de la “misión predestinada” de los Estados Unidos de implantar las “democracias” por todo el mundo, pero ahora a punta de bayonetas, y se añadía la promoción de las doctrinas más reaccionarias en los medios, en las escuelas y en las iglesias.

Si Obama pretendiera llevar a cabo una ruptura de esta tendencia, uno o dos mandatos no serían suficientes, dado el enraizamiento que el pensamiento conservador ha conseguido en la sociedad norteamericana. Pensemos que a pesar de la multitud de factores a su favor (apoyo de menos de 10% de los votantes a Bush, recesión económica, problemas graves en las guerras de Irak y Afganistán, apoyo de los mayores periódicos, de formadores de opinión importantes como Oprah, de Hollywood, con un desempeño muy bueno en la campaña) aún así, Obama tuvo 52% contra 48% de McCain.

Detengámonos aquí, en el cambio que puede suponer para Brasil y América Latina el mandato de Obama. Como se puede ver en las propias declaraciones de Obama y de la sra. Clinton, muchos enfoques conservadores han cristalizado en las posiciones del gobierno nortemericano más allá del gobierno de Bush. Si Obama quisiera llevar a cabo el cambio que prometió y que lo hizo resultar electo en la política internacional, tendría que ir mucho mas lejos de las tímidas medidas que promete.

Tener una relación de diálogo con América Latina y el Caribe es, antes que nada, tener una relación de reciprocidad. Para normalizar las relaciones con Cuba no se plantea siquiera la retirada de la base naval de Guantánamo, ni tampoco la libertad de los 5 cubanos que hacían trabajo antiterrorista en los Estados Unidos y están condenados a penas altísimas sin ninguna justificación. Se debe acabar unilateralmente con el bloqueo norte-americano a Cuba, actitud unilateral y que tiene que ser terminada unilateralmente, con los dos países respetando los regímenes políticos escogidos por cada uno de los dos pueblos.

Reciprocidad significa también no inmiscuirse en los asuntos internos de ningún país del continente, sea Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Brasil, Colombia, México, Nicaragua, Paraguay y todos los otros – como cuestión de principios. El continente no tolera más la actitud de los tutores, la que los embajadores de los Estados Unidos han tenido en relación a los países de nuestro continente y no estamos más dispuestos a aceptar eso. La expulsión reciente del embajador de los Estados Unidos de Bolivia fue resultado de la interferencia abierta y reiterada en la política boliviana, reuniéndose e incitando a la oposición golpista a seguir en ese camino. El escandaloso intento de golpe contra Hugo Chávez, presidente legítimamente electo y reconfirmado por el voto del pueblo venezolano, tuvo participación directa del gobierno de los Estados Unidos.

El tono de las declaraciones agresivas contra Venezuela, acusada de fomentar y financiar a las FARC, sin ninguna prueba concreta, no augura una actitud substancialmente diferente. Siglos de relación de arriba hacia abajo, creyendo que encarnan la libertad en el mundo, que siempre tienen razón – llevan a una postura petulante.

En el caso de América Latina, deben intentar construir un bloque ideal de alianzas, que les permita dividir el bloque progresista actual e intentar romper el aislamiento en que se encuentran sus aliados – México, Colombia, Perú. Para eso necesitan desesperadamente tratar de separar a Brasil del bloque de integración latinoamericana y lograr juntarlo a Chile. Una tarea muy difícil, pero de lo cual depende el éxito de los Estados Unidos en la región.

La impresión que se tiene es que Obama no tiene la más mínima idea de lo que es América Latina y mucho menos lo que ella es hoy. Repite los estribillos que los informes de sus asesores le dicen. Un viaje bastará para que se de cuenta de que las cosas no son tan simples como el primer encuentro – con el presidente mexicano, Calderón – le puede hacer creer.

Bush se va sin haber entendido nada, aislado y derrotado. En esto también la herencia de Obama no es nada leve.

Honduras: el imperio contraataca

Honduras: el imperio contraataca

Por Atilio A. Boron

La crisis hondureña finalmente se resolvió “por el lado malo”: la consolidación del régimen golpista y la institucionalización de las ilegítimas elecciones que tendrán lugar el próximo 29 de noviembre. Ya la Casa Blanca ha declarado que sus resultados serán admitidos como válidos lográndose así la normalización de la vida democrática y poniendo fin al “interinato” de Micheletti, eufemismo con el que desde un principio Washington caracterizó al golpe de Estado. Este desenlace tiene un significado que excede con creces la política hondureña: marca el regreso de Estados Unidos a su tradicional política de apoyo a los golpes militares y a los regímenes autoritarios afines con los intereses imperiales.

Ante esta lamentable involución de la política exterior norteamericana muchos observadores sostienen que la victoria de los golpistas pone de manifiesto la declinación de la hegemonía estadounidense. Corolario de esta constatación es la inocentización de Obama porque, supuestamente, pese a sus esfuerzos no pudo resolver la crisis de modo congruente con la institucionalidad democrática. ¿Hasta qué punto es correcta esta interpretación?

Hay dos cuestiones que deben ser examinadas: por un lado, la progresiva pérdida de capacidad hegemónica de Estados Unidos en la región. Por el otro, las iniciativas concretas tomadas por la Casa Blanca en el marco de la crisis hondureña. En relación con la primera es preciso reconocer que si bien la superpotencia se enfrenta a una disminución de su capacidad de dominación y control sobre el sistema internacional, así como su gravitación económica global, no es menos cierto que esta tendencia no se traslada mecánicamente a América latina y el Caribe. No sería temeraria sino mucho más próxima a la verdad la hipótesis que dijera que ante un debilitamiento relativo del imperio en la arena mundial, éste se aferra con más fuerza a “su patio trasero” y su estratégico entorno de seguridad territorial. De ahí que su declinación global no necesariamente signifique un deterioro equivalente de su capacidad para controlar su tradicional “zona de influencia”. Es indudable que el predominio que Estados Unidos tenía antes en la región se ha debilitado; pero sería un gravísimo error creer que ha desaparecido.

Aclarado este primer punto, ¿actuó Obama con todas sus fuerzas para resolver en un sentido democrático la crisis hondureña? Definitivamente no. Sus iniciativas fueron titubeantes y con el correr del tiempo los halcones que aún manejan los resortes fundamentales del estado norteamericano impusieron su línea. Es cierto: la Casa Blanca no pudo imponer otra política en Honduras pero quien sí lo hizo fue Estados Unidos como potencia imperial, como expresión de un sistema de dominación interno e internacional. Para comprender esto es preciso distinguir entre el “gobierno permanente” de ese país, ese nefasto entramado de grandes oligopolios, lobbies, fuerzas armadas, políticos profesionales y grandes medios de comunicación que, como dijera Gore Vidal, mantiene secuestrada a la sociedad norteamericana y, por otra parte, el “gobierno aparente”, simbolizado en la figura del presidente. Pero el progresivo vaciamiento de la democracia estadounidense en el último medio siglo recortó los márgenes de autonomía de la presidencia para promover (en el hipotético caso de que quisiera) una política contraria a los intereses de la clase domnante.

La hipótesis de la declinación hegemónica queda inobjetablemente refutada por la reciente firma del tratado de cooperación militar entre Estados Unidos y Colombia que, como lo recordara el Comandante Fidel Castro, despoja al país sudamericano de atributos esenciales de la soberanía nacional. Si algo demuestra esta iniciativa es la formidable capacidad de presión, dominación y control que, pese a su supuesto debilitamiento, aún conserva el imperio. Es esa misma capacidad la que le permitió desplazar rápidamente de la escena negociadora en Tegucigalpa al secretario general de la OEA para sustituirlo con un viejo peón de la política estadounidense, Oscar Arias. O la que lo lleva a sostener contra viento y marea el criminal bloqueo a Cuba, pese a que en la Asamblea General de la ONU esa política fue condenada por 187 de los 192 países que la integran. O la que le permite prestar oídos sordos al reclamo universal de indultar a los cinco luchadores antiterroristas cubanos sometidos a inhumanas condiciones de detención en Estados Unidos gracias a una escandalosa burla al debido proceso. O mantener una infame prisión, violatoria de todos los derechos humanos, en la Base Naval de Guantánamo. Si Obama hubiera demostrado esta misma determinación para exigir la inmediata restitución de Zelaya en la presidencia otra habría sido la historia. Y tenía instrumentos a mano para hacerlo: podría haber decretado el transitorio bloqueo de las remesas de los inmigrantes hondureños residentes en Estados Unidos; o instruido a las empresas norteamericanas radicadas en Honduras que preparasen planes para su eventual evacuación; o congelado los fondos de los políticos del régimen y de la oligarquía depositados en bancos norteamericanos; o embargar sus fastuosas propiedades en la Florida. Son gestos para nada inéditos; casi todos ellos fueron utilizados por George W. Bush para frustrar la segura victoria de Schafik Handal, candidato del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional, en las elecciones del 2004 en El Salvador. ¿Por qué no se intentó algo similar en esta ocasión? Respuesta: porque la política del “gobierno permanente” de Estados Unidos, de su establishment, dispuso otra cosa y el inquilino de la Casa Blanca se inclinó ante esa decisión. Conclusión: no es que Estados Unidos no pudo modificar el resultado de la crisis hondureña sino que, más allá de las opiniones de Obama, la clase dominante norteamericana –o sea, el famoso complejo militar-industrial– convalidó sin reservas al golpismo aun a sabiendas de las funestas implicaciones que esta decisión tendría para la paz y la estabilidad política de ese país centroamericano y para el futuro de la región. No se trató de una cuestión de incapacidad sino de una elección estratégica concebida para reordenar manu militari el tumultuoso patio trasero del imperio en Centroamérica y, también, para lanzar una ominosa señal de advertencia a los gobiernos de izquierda y progresistas de la región.

  • Politólogo.

Honduras: el imperio contraataca

Honduras: el imperio contraataca
Por Atilio A. Boron

La crisis hondureña finalmente se resolvió “por el lado malo”: la consolidación del régimen golpista y la institucionalización de las ilegítimas elecciones que tendrán lugar el próximo 29 de noviembre. Ya la Casa Blanca ha declarado que sus resultados serán admitidos como válidos lográndose así la normalización de la vida democrática y poniendo fin al “interinato” de Micheletti, eufemismo con el que desde un principio Washington caracterizó al golpe de Estado. Este desenlace tiene un significado que excede con creces la política hondureña: marca el regreso de Estados Unidos a su tradicional política de apoyo a los golpes militares y a los regímenes autoritarios afines con los intereses imperiales.

Ante esta lamentable involución de la política exterior norteamericana muchos observadores sostienen que la victoria de los golpistas pone de manifiesto la declinación de la hegemonía estadounidense. Corolario de esta constatación es la inocentización de Obama porque, supuestamente, pese a sus esfuerzos no pudo resolver la crisis de modo congruente con la institucionalidad democrática. ¿Hasta qué punto es correcta esta interpretación?

Hay dos cuestiones que deben ser examinadas: por un lado, la progresiva pérdida de capacidad hegemónica de Estados Unidos en la región. Por el otro, las iniciativas concretas tomadas por la Casa Blanca en el marco de la crisis hondureña. En relación con la primera es preciso reconocer que si bien la superpotencia se enfrenta a una disminución de su capacidad de dominación y control sobre el sistema internacional, así como su gravitación económica global, no es menos cierto que esta tendencia no se traslada mecánicamente a América latina y el Caribe. No sería temeraria sino mucho más próxima a la verdad la hipótesis que dijera que ante un debilitamiento relativo del imperio en la arena mundial, éste se aferra con más fuerza a “su patio trasero” y su estratégico entorno de seguridad territorial. De ahí que su declinación global no necesariamente signifique un deterioro equivalente de su capacidad para controlar su tradicional “zona de influencia”. Es indudable que el predominio que Estados Unidos tenía antes en la región se ha debilitado; pero sería un gravísimo error creer que ha desaparecido.

Aclarado este primer punto, ¿actuó Obama con todas sus fuerzas para resolver en un sentido democrático la crisis hondureña? Definitivamente no. Sus iniciativas fueron titubeantes y con el correr del tiempo los halcones que aún manejan los resortes fundamentales del estado norteamericano impusieron su línea. Es cierto: la Casa Blanca no pudo imponer otra política en Honduras pero quien sí lo hizo fue Estados Unidos como potencia imperial, como expresión de un sistema de dominación interno e internacional. Para comprender esto es preciso distinguir entre el “gobierno permanente” de ese país, ese nefasto entramado de grandes oligopolios, lobbies, fuerzas armadas, políticos profesionales y grandes medios de comunicación que, como dijera Gore Vidal, mantiene secuestrada a la sociedad norteamericana y, por otra parte, el “gobierno aparente”, simbolizado en la figura del presidente. Pero el progresivo vaciamiento de la democracia estadounidense en el último medio siglo recortó los márgenes de autonomía de la presidencia para promover (en el hipotético caso de que quisiera) una política contraria a los intereses de la clase domnante.

La hipótesis de la declinación hegemónica queda inobjetablemente refutada por la reciente firma del tratado de cooperación militar entre Estados Unidos y Colombia que, como lo recordara el Comandante Fidel Castro, despoja al país sudamericano de atributos esenciales de la soberanía nacional. Si algo demuestra esta iniciativa es la formidable capacidad de presión, dominación y control que, pese a su supuesto debilitamiento, aún conserva el imperio. Es esa misma capacidad la que le permitió desplazar rápidamente de la escena negociadora en Tegucigalpa al secretario general de la OEA para sustituirlo con un viejo peón de la política estadounidense, Oscar Arias. O la que lo lleva a sostener contra viento y marea el criminal bloqueo a Cuba, pese a que en la Asamblea General de la ONU esa política fue condenada por 187 de los 192 países que la integran. O la que le permite prestar oídos sordos al reclamo universal de indultar a los cinco luchadores antiterroristas cubanos sometidos a inhumanas condiciones de detención en Estados Unidos gracias a una escandalosa burla al debido proceso. O mantener una infame prisión, violatoria de todos los derechos humanos, en la Base Naval de Guantánamo. Si Obama hubiera demostrado esta misma determinación para exigir la inmediata restitución de Zelaya en la presidencia otra habría sido la historia. Y tenía instrumentos a mano para hacerlo: podría haber decretado el transitorio bloqueo de las remesas de los inmigrantes hondureños residentes en Estados Unidos; o instruido a las empresas norteamericanas radicadas en Honduras que preparasen planes para su eventual evacuación; o congelado los fondos de los políticos del régimen y de la oligarquía depositados en bancos norteamericanos; o embargar sus fastuosas propiedades en la Florida. Son gestos para nada inéditos; casi todos ellos fueron utilizados por George W. Bush para frustrar la segura victoria de Schafik Handal, candidato del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional, en las elecciones del 2004 en El Salvador. ¿Por qué no se intentó algo similar en esta ocasión? Respuesta: porque la política del “gobierno permanente” de Estados Unidos, de su establishment, dispuso otra cosa y el inquilino de la Casa Blanca se inclinó ante esa decisión. Conclusión: no es que Estados Unidos no pudo modificar el resultado de la crisis hondureña sino que, más allá de las opiniones de Obama, la clase dominante norteamericana –o sea, el famoso complejo militar-industrial– convalidó sin reservas al golpismo aun a sabiendas de las funestas implicaciones que esta decisión tendría para la paz y la estabilidad política de ese país centroamericano y para el futuro de la región. No se trató de una cuestión de incapacidad sino de una elección estratégica concebida para reordenar manu militari el tumultuoso patio trasero del imperio en Centroamérica y, también, para lanzar una ominosa señal de advertencia a los gobiernos de izquierda y progresistas de la región.

Obama contra América Latina

Obama contra América Latina
Raúl Zibechi

El panorama político regional comienza a despejarse cuando aún no se ha cumplido el primer año de la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca. Las bases militares en Colombia, el golpe de Estado en Honduras y la legitimación de las elecciones por Obama, la amenaza de bajar a Fernando Lugo de la presidencia en Paraguay y el posible triunfo de la derecha en Chile son apenas los reveladores de un profundo viraje en una región que había visto un avance de las fuerzas de izquierda desde el comienzo del nuevo siglo.

Como sostiene Immanuel Wallerstein, es cierto que las derechas regionales están teniendo un mejor desempeño con Obama que durante los gobiernos de George W. Bush, y que se relaciona con los difíciles equilibrios que atraviesa la política interna de Estados Unidos, que debilitan la posición del presidente, situación de la que saca partido la derecha regional. Sin embargo, al menos hay dos hechos adicionales a tener en cuenta. ¿Es tan cierta la premisa de que América Latina no es prioritaria para Estados Unidos? En paralelo, no creo que pueda separarse la actual ofensiva de las derechas del flojo desempeño de los gobiernos progresistas de la región.

Sin duda Estados Unidos tiene sus prioridades fijadas en Asia –Irak y Pakistán–, donde espera poder contener a sus rivales y asegurarse flujos de hidrocarburos para mantener su hegemonía global. Pero no podemos olvidar que América Latina fue el primer escalón que debió trepar para convertirse en superpotencia mundial. Sin ese paso, es muy probable que nunca hubiera llegado al lugar que ocupó. Creo que hay tres razones para considerar que la Casa Blanca y el Pentágono trabajan duro para revertir el deterioro de su hegemonía en la región. La primera, es que sigue siendo un espacio privilegiado para frenar o desacelerar su declive como potencia. En América Latina, puede acceder a los recursos hidrocarburíferos que necesita, a la biodiversidad para catapultarse como principal poseedor de nuevas (bio y nano) tecnologías, y nada menos que el colchón geográfico y político que le otorgue seguridad en un mundo cada vez más inestable.

En segundo lugar, la región es con mucho el lugar del planeta donde han surgido los mayores desafíos tanto al dominio imperial como al del capital, doble desafío que no encuentra en otra parte. Los procesos de cambios en Venezuela y Bolivia, sumados a las coyunturas de reformas abiertas en Paraguay y Ecuador, y a gobiernos que rechazan el Consenso de Washington en Brasil y Argentina, pero también en El Salvador y Nicaragua, dibujan un escenario preocupante para Estados Unidos.

Finalmente, la existencia de Brasil, una de los dos o tres potencias emergentes cuya influencia se expande en su ex patio trasero, supone un problema de gran envergadura, como demuestra la reacción a la visita del presidente de Irán, Mahmud Ahmadinejad, a Brasilia. El reciente cruce de cartas entre Obama y Lula revela que el principal conflicto en la región no es entre la Casa Blanca y Chávez, sino con Brasil. Los puntos de fricción son demasiados: conferencia del clima en Copenhague, ronda de Doha, Honduras, Irán, Medio Oriente y Haití. Obama dijo que legitima las elecciones de Micheletti y Lula habló de “decepción”; Obama se permitió hacer sugerencias sobre el programa nuclear iraní, y Lula se enojó y apoyó sin vueltas a Ahmadinejad.

En Manaos, Lula se despachó diciendo que “no venga ningún gringo a pedir que dejemos a los amazónicos morir de hambre” para salvar la selva. Marco Aurelio García, su asesor internacional, dijo que el apoyo de Obama a las elecciones en Honduras “es muy malo para la relación de Estados Unidos con América Latina”. ¿Crisis coyuntural? Sí, pero también un choque de intereses de largo aliento, que no puede sino tensar las relaciones bilaterales y regionales.

Desde el punto de vista regional, Brasil es una amenaza similar, o mayor, que China para la hegemonía estadunidense. Posee las séptimas reservas mundiales de uranio y puede contar con las quintas de petróleo, es de la mayor biodiversidad del planeta, y está llamado a ocupar un lugar determinante pero, sobre todo, a sustituir el papel hegemónico de Estados Unidos en Sudamérica. Una perspectiva llamada a desestabilizar el dominio global de la ex superpotencia.

Si aceptamos, como el GEAB 2020, que estamos ingresando en la fase de la desarticulación geopolítica mundial como parte de la crisis sistémica, nada va a permanecer en su sitio. Un país que se pretende hegemónico pero que ya no puede siquiera controlar Afganistán, cuya deuda pública representa 125 por ciento del PIB, cuyos aliados están muy debilitados y que atraviesa una situación interna de honda fractura social y política, no puede permitirse que se le abran grietas profundas en su patio trasero.

Es cierto que Estados Unidos aún tiene mucho margen de maniobra. Las multinacionales mineras que esquilman la región andina son estadunidenses y canadienses, así como las propietarias de los paquetes tecnológicos para la soya y otros monocultivos, y las que a pasos de gigantes se están apropiando de la biodiversidad. Además, los gobiernos de la región hacen su trabajo, como Lula, al financiar multinacionales brasileñas para que compitan con las del norte, renunciando a crear empresas estatales como sucedió durante el periodo desarrollista. Con ello, facilita el crecimiento de una poderosa burguesía que trabaja activamente para las derechas.

Por último, está el uso de la fuerza. Honduras nos enseña que ese recurso está intacto y que todas las dilaciones aceptadas por la Casa Blanca no han hecho más que legitimar un nuevo tipo de golpismo. Ya no veremos tanques y aviones tomando por asalto palacios presidenciales, sino instituciones estatales que hacen el trabajo sucio. En el futuro habrá que atender menos a los discursos y más a los hechos, y seguirse preparando para ganar las calles, que es donde se sigue jugando la posibilidad de modificar la relación de fuerzas.

EXILIO

EXILIO

A Archibald MacLeish

Puertas abiertas sobre las arenas, puertas abiertas sobre el exilio,
Las llaves a las gentes del faro, y el astro enrodado vivo sobre la piedra del umbral:
Huésped mío, déjame tu casa de vidrio en
las arenas. . .
El Estío de yeso aguza sus puntas de lanza
en nuestras llagas,
Elijo un lugar flagrante y nulo como el osario
de las estaciones.
Y, sobre todas las playas de este mundo, el espíritu del dios humeante deserta su lecho
de amianto.
Los espasmos del relámpago son para el arrobamiento de los Príncipes en Taurida.

EXIL

Portes ouvertes sur les sables, portes ouvertes sur l’exil,
Les clés aux gens du phare, et l’astre roué vif sur la pierre du seuil :
Mon hôte, laissez-moi votre maison de verre sur les sables…
L’été de gypse aiguise ses fers de lance dans nos plaies,
J’élis un lieu flagrant et nul comme l’ossuaire des saisons,
Et, sur toutes grèves de ce monde, l’esprit du dieu fumant déserte sa couche d’amiante.
Les spasmes de l’éclair sont pour le ravissement des Princes en Tauride.

Saint-John Perse, la conciencia y el enigma de un poeta

Saint-John Perse, la conciencia y el enigma de un poeta

El poeta francés Saint-John Perse fue premiado en 1960- con el Premio Nobel de Literatura “por el alto vuelo y la evocativa imaginería de sus poemas”. Se cumplió ayer el centenario del nacimiento del solitario -autor de Anabase, Exil, Amers y de un estilo que ha sido comparado al de Rimbaud. Como diplomático de carrera vivió gran parte de su vida en el extranjero y viajó incansablemente por todos los continentes hasta poco antes de morir. Esa larga travesía fue también la de su vida interior y la de su expresión como poeta. Una poesía dificil de la que podría decirse que es una continua apelación al interior de las cosas a través de un lenguaje admirado por su precisión y pureza.

“Y ya es bastante para el poeta ser la mala conciencia de su tiempo”. Con estas palabras concluía Saint-John Perse el discurso de recepción del Premio Nobel, el 10 de diciembre de 1960, al que ya había sido candidato en 1956, cuando le fue otorgado a Juan Ramón Jiménez.Era, en verdad, una conmemoración a un poeta extraño, visionario de la identidad humana, indagador de las esencias del mundo a través del drama de la naturaleza, épico de una cosmogonía metafísica de significaciones ¡limitadas y vencedor en la batalla de un lenguaje surreal. Revelador, en suma, de ese testimonio personal con el que todo poeta conjura la sombra de su vida en otras. Saint-John Perse había nacido el 31 de mayo de 1887 en la isla antillana de Saint-Léger-les Feuilles.

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Dicho discurso fue toda una enunciación poética tanto personal como en su proyección más univers aliz adora. Provenía de un hombre que vivió las dos guerras, quehabía participado en los entresijos más íntimos de la política de este siglo, gracias a su actividad diplomática, que viajó por infinidad de lugares y que ahora se cuestionaba el ser de la poesía en etapas que precisamente no deparaban demasiadas veleidades líricas.

Y en esas palabras Saint-John Perse celebra lo que aún la poesía pueda tener de virtud y alternativa: un método de conocimiento y además un modo de vida. Como soporte de ambas ideas yace elpensamiento desinteresado, esa forma de sabiduría cuya gratuidad va mucho más allá del utilitarismo racionalmente materialista que arrastra la historia de la humanidad contemporánea. Se trata de otra suerte de afán: “La codicia más cercana y la más cercana aprehensión de ese límite extremo de complicidad en que lo real en el poema parece informarse a sí mismo”. Porque, por un lado, la poesía es un sistema de penetración de la realidad con la misma validez que la del discurso del científico, puesto que su misterio es común. Pero a la vez, por otro, es una forma de existencia en su sentido más hondo e íntegro. Y en las huellas de esa escritura poética reside la divinidad y acaso el eco de sus mitologías.

Bajo esta concepción de evidentes perfiles humanistas, Saint-John Perse sostiene que “fiel a su oficio, que es el de profundizar el misterio mismo del hombre, la poesía moderna se interna en una empresa cuya finalidad es perseguir la plena integración del hombre”. Sin vacuo idealismo la poesía es la alianza del arte y de la vida en la que “el amor es su hogar, la insumisión su ley”.

Misterio

El problema, pues, es de índole sentimental y moral, en la medida que el poeta pueda abstraer la caducidad de su vivencia y expresar su ser desde el tiempo con la autenticidad de “evocar en el siglo mismo una condición humana más digna del hombre original”, lo que conduce a proporcionar un discurso sobre la inmortalidad, según lo viera Alain Bosquet. He aquí entonces el enigma tras el que el poeta debe cantar su palabra, asociando “más ampliamente el alma colectiva con la circulación de la energía espiritual del mundo”. Tal misterio queda reflejado en la sugerencia de los títulos de sus obras: Exilio, Lluvias, Nieves, Vientos, etcétera. Incluso puede decirse que toda su poesía es una continua apelación al interior de las cosas, pero sin llegar a las fijaciones finales de una definición. El relato que ofrece es siempre un cúmulo de propuestas, de posibilidades que van sucediéndose sin cesar ante los sorprendidos ojos del lector. Los libros de Saint-John Perse no son colectáneas de versos, sino textos que se imbrican, se cierran, se multiplican. Son poemarios que anegan por su riqueza y estallan la comprensión inicial, introduciéndose en un laberinto en el que la palabra posee, al decir de Roger Caillois, “una manera de alterar insidiosamente las propiedades de la lengua”. Palabra que se desarrolla en total libertad desde los versículos, bajo su propio origen y destino: el movimiento. De ahí la frecuencia simbólica de términos como mar, vuelo, viento, que expresan en sí la temporalidad del ser y que también significan la grandeza del espacio. Con éstos se construye la historia del hombre en una sola verdad que. lo perpetúa, la civilización, siendo para el poeta el único ejemplo de dignificación humana. Pero civilización no como frío progreso, sino como humilde lección del conocimiento. Por ello, esa especial dedicación del poeta a las culturas antiguas, ya que en ellas ve el estado originario de pureza y perfección que el presente debiera actualizar. Y sobre todo el sentido ritual del trabajo como liturgia creadora de la necesaria transformación del virginal caos de la naturaleza. Siendo así que la actividad laboral es tan espiritual como la poética y, por ende, la poesía pertenece al reino de lo telúrico en donde se ofrenda la unión de la carne y la tierra. Desde tal confluencia nace el tono épico de su poesía, por la que el hombre es nauta o caminante, según el ámbito de soledad que recorra, eterno peregrino en busca de su paraíso. Sin duda, la poesía de Saint-John Perse es una de las más vastas crónicas humanas del siglo XX, caso único en el panorama de la lírica europea, pues, en un período de acendrado e intenso individualismo, se olvidó de sí mismo para hablar de todos nosotros. “Frente a la energía nuclear, la lámpara de arcilla del poeta, ¿bastará para este fin? Sí, si de la arcilla se acuerda el hombre”.

Fidel Villar Ribot es poeta y crítico literario.

Resolución sobre el XXX Aniversario de creación del FMLN

RESOLUCION SOBRE EL XXX ANIVERSARIO DE CONSTITUCION DEL FRENTE FARABUNDO MARTI PARA LA LIBERACION NACIONAL FMLN.

LA CONVENCIÓN NACIONAL DEL FMLN, CONSIDERANDO: 1- Que el próximo 10 de Octubre de 2010, se cumplen 30 años del surgimiento del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional –FMLN-, lo cual expresó la maduración de la lucha del pueblo salvadoreño contra los regímenes oligárquicos y militares y dio inicio al histórico proceso de construcción de la unidad de pensamiento y acción de las fuerzas revolucionarias y progresistas: el Partido Comunista de El Salvador-PCS-, las Fuerzas Populares de Liberación Farabundo Marti FPL, la Resistencia Nacional-RN-, el Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos-PRTC- y el Ejército Revolucionario del Pueblo-ERP.

2- Que desde el momento de su constitución, el FMLN, ha estado integrado por las mejores hijas e hijos del pueblo, luchadoras y luchadores sociales, que con su invaluable esfuerzo, amor, trabajo y sacrificio, inspirados en un conjunto de elevados valores y principios éticos, morales y políticos, abonan el camino de la liberación nacional, la democracia y el socialismo. El ejemplo de héroes y heroínas de la calidad de Rafael Arce Zablah, Melida Anaya Montes, Camilo Turcios, Ernesto Jovel y Schafik Handal, de mártires de talla universal como Monseñor Oscar Arnulfo Romero y Agustín Farabundo Martí, y de miles y miles de salvadoreños asesinados y desaparecidos, perseguidos y exilados, encarcelados y torturados, ha inspirado y seguirá inspirando las luchas presentes y futuras de generaciones de patriotas y la solidaridad de los pueblos del mundo.

3- Que en el transcurso de la guerra popular revolucionaria combinamos creativamente en la estrategia revolucionaria legítimas y diversas formas de lucha: políticas, sociales, diplomáticas y militares, impulsando alianzas como la pactada con el Frente Democrático Revolucionario- FDR-. Esta hazaña de lucha ininterrumpida e inclaudicable, derrotó a la dictadura y al proyecto contrainsurgente y finalmente abrió el camino del diálogo y la negociación, dando lugar a la solución política del conflicto armado, expresada en los Acuerdos de Paz de 1992. Con ellos se dio inicio a la época que ahora vivimos en el país, conquistando libertades y derechos que estuvieron conculcados por décadas de intolerancia y brutal represión.

4- Que este próximo trigésimo aniversario se dará en un contexto novedoso, pues por primera vez el FMLN ha ganado la Presidencia de la República de El Salvador y en el Gobierno del país concurren fuerzas políticas y personalidades de variado signo ideológico, que optaron en su momento por un objetivo común: el Cambio. Ahora la Patria nos demanda ponernos a la altura de las circunstancias para enfrentar los retos de la crisis global, regional y local, e iniciar con decisión firme la superación de la pobreza, la exclusión social, la inseguridad, el uso patrimonialista del Estado y la devastación ambiental.

5- Que para arribar a estos logros, junto al esfuerzo y sacrificio del pueblo salvadoreño, fueron indispensables el cimiento ideológico y político que nos heredó Farabundo Martí y la unidad interna del FMLN, así como la de éste con su pueblo, condiciones que son así mismo la garantía de la continuidad futura de las transformaciones sociales y políticas que han iniciado en el país.

EN BASE A LO ANTERIOR, ESTA CONVENCION RESUELVE:

1- Declarar el próximo año 2010 como el AÑO DEL XXX ANIVERSARIO.

2- Mandatar a la Comisión Política a crear la Comisión Nacional Preparatoria del XXX ANIVERSARIO DEL FMLN, la cual deberá formular y ejecutar un Plan de Trabajo, que incluya, entre otros:

a) Construir un Monumento Nacional a Farabundo Martí,

b) Fundar un Museo dedicado a honrar su memoria en su Casa Natal en Teotepeque,

c) Destacar un contingente de Héroes y Heroínas del FMLN caídos en la lucha para estimular la formación político-ideológica de afiliados y militantes,

d) Actualizar el Balance de la Historia del FMLN (en base al Documento preparado para el XXV aniversario),

e) Institucionalizar la Medalla Farabundo Martí XXX Aniversario.

3- Autorizar las erogaciones presupuestarias para la ejecución del Plan de Trabajo citado en el numeral anterior.

4- Profundizar el estudio y discusión del significado histórico del legado de Farabundo Martí, como eje permanente de la educación política partidaria.

CONVENCIÓN NACIONAL

San Salvador, 13 de diciembre de 2009

ILPES LAMENTA MUERTE DE ARMANDO HERRERA

SAN SALVADOR, 12 de diciembre de 2009 (SIEP) “Como Iglesia Luterana Popular lamentamos profundamente la muerte anoche de nuestro querido amigo y hermano Armando Herrera…” expresó el Rev. Roberto Pineda.

Compartió que “el Zarco Herrera, desde las filas del Partido Comunista, por cincuenta años acompañó las luchas del pueblo salvadoreño por su liberación, porque hubiera justicia en esta patria que tanto amó… Inicio su participación en las luchas por el derrocamiento de Lemus en 1959 y se organizo en la Asociación de la Juventud 5 de Noviembre.”

“Ya el Zarco esta reunido con Norma, su querida compañera comunista y feminista, que murió combatiendo en San Marcos, con los contingentes del FMLN en las heroicas jornadas de noviembre de 1989.”

“Hacemos un llamado a acompañarlo este sábado 12, a su vela, en Capillas Memoriales donde debería de escucharse música de jazz que era su preferida, y a su entierro mañana domingo.”

“Armando tuvo varios amores: su compañera Norma, sus dos hijas y su hijo Armandito, el Partido Comunista, la Universidad de El Salvador, la Revolución Cubana y el Arte y la Cultura…”

“Conocí al Zarco a principios de los años setenta, cuando él era director del Instituto Obrero Celestino Castro, y llegábamos como AES a sacar a los estudiantes para ir a manifestaciones y nos extrañaba que no solo accedía sino incluso exhortaba a los estudiantes para que asistieran.”

“Luego nos vimos en Managua, en la Nicaragua Sandinista, a principios de los ochenta, y trabajamos juntos en la redacción del periódico Venceremos y en el colectivo de la agencia de prensa NOTISAL. Desde entonces cultivamos una amistad que resistió los embates del tiempo.”

“A mediados de los ochenta nos encontramos en San Salvador, en la UES, él era el responsable de relaciones internacionales y yo de comunicaciones, y compartimos las alegrías y tristezas de la lucha desde la conducción del PCS y del FMLN para la UES…”

“Y luego de los Acuerdos de Paz, nos encontramos en la Iglesia Luterana, él era el responsable del área de derechos humano y yo de educación, y ahí seguimos trabajando, construyendo proyectos, generando ideas, pensando en el sueño de la patria liberada y de la cultura liberada…”

“Armando: tu sonrisa siempre presente, tus ideas, tu rechazo de las solemnidades, quedan ya en la memoria de este pueblo por el que viviste confiado en la victoria popular. ¡Armando Herrera: presente, ahora y siempre!

Combates por la historia. Otras historias

COMBATES POR LA HISTORIA.
OTRAS HISTORIAS.
Antonio Torres Montenegro

Introducción

Me gustaría empezar esta charla intentando interpretar algo de esa movilización que nos ha reunido hoy aquí en la Universidad de Panamá para el II Encuentro Internacional de Historia Oral “Construyendo otra Historia: Fuentes y Metodología” y el II Encuentro Nacional de Historia Oral “Experiencias Historiográficas Docentes y Visuales”.

En 2005, el Colectivo de Historia Oral y la Asociación Pedagógica por el Trabajo Social bajo la coordinación del Profesor Fabio Castro Bueno, realizaron en la Universidad Nacional de Colombia el I Encuentro Internacional de Historia Oral “Oralidad y Archivos de la Memoria” y el I Encuentro Nacional de Historia Oral “Usos y Expresiones de la Oralidad en la Educación”. En aquella oportunidad estuvimos reunidos profesores y pesquisadores de Méjico, Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Argentina, Panamá, Brasil y Colombia. Pudimos apreciar las presentaciones de importantes trabajos en el área de historia, antropología, sociología, educación, literatura, así como la proyección de vídeos especiales, documentales y diversas actividades artísticas. Esas presentaciones revelaron reflexiones y análisis muy significativos que mediaban la utilización de fuentes orales y disfrutaban de un excelente nivel académico. De repente, los participantes, todos nosotros, fuimos sorprendidos con el estrecho conocimiento de que disfrutábamos acerca de lo que estábamos pesquisando, escribiendo, debatiendo en nuestros países, universidades, sociedades, a pesar de situarnos tan próximos, geográficamente. Esta es la primera cuestión que pongo en evidencia, o sea, ¿qué nos hace tan próximos y al mismo tiempo tan distantes?

Este movimiento que se propone congregar profesores y pesquisadores latino-americanos, incentivando la participación de profesores y pesquisadores de otros continentes, se identifica y se refleja en las palabras de la profesora Marcela Camargo de la Universidad de Panamá cuando afirma que uno de nuestros objetivos es compartir experiencias, discutir teorías, reconocer metodologías, identificarnos con la vida de otras y de otros, fortalecer nuestras luchas contra la negación de la memoria, hacer amistades, constituir redes.

Pienso que históricamente vivimos un momento muy especial en América Latina que exige de nosotros en cuanto antropólogos, sociólogos, historiadores y educadores una práctica dialógica y una reflexión crítica que posibiliten una relectura del pasado, buscando de forma permanente otras respuestas para el presente. Esa búsqueda constante, esa reinterpretación del pasado puede propiciar elementos que nos ayuden a romper con las prácticas y los discursos de dominación, discriminación y desigualdad que se perpetúan muchas veces por medio de recreaciones y reinvenciones que se actualizan permanentemente. Cuando me refiero a una práctica dialógica, estoy pensando en la necesidad innegociable de preservar la libertad de pensamiento y de expresión como condición esencial para que la circulación de ideas, proyectos y oposiciones se propague por la sociedad. Todavía, como afirma el filósofo Gilles Deleuze, si las opresiones son tan terribles es porque impiden los movimientos (1)

Existen, en la actualidad, gobiernos recién elegidos considerados de izquierda, por más impreciso que sea este concepto, en Bolivia, Ecuador, Venezuela, Uruguay, Argentina, Chile, Nicaragua y Brasil. Tenemos conciencia que hay muchas diferencias entre esos países y que, de alguna forma, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua preservan una uniformidad política, mientras que Brasil, Argentina, Chile y Uruguay mantienen una cierta autonomía, o lo que es lo mismo, propuestas diferenciadas, podríamos así decir. Tal vez uno de los grandes desafíos para todos nosotros, en cuanto intelectuales, sea el de encontrar formas de actuar en nuestros países de manera que pudiéramos contribuir para que esos gobiernos que se han elegido, afirmando romper con la tradición neo-liberal y conservadora, reinante en el continente, no fracasaran y dieran oportunidades para que surgiera una nueva rodada de gobiernos de derecha.

Realizadas esas consideraciones de carácter histórico general, paso a reflexionar sobre dos temas que, de alguna forma, considero centrales al trabajo que utiliza las fuentes orales y al movimiento/encuentro latino-americano. El primer tema se refiere a la memoria y el segundo al imperialismo cultural.

En defensa de la memoria

Iniciaría entonces por la memoria, destacando la actualidad no apenas académica de ese tema, sino también política, en el sentido más amplio que podamos atribuirle a ese concepto. Rescato un acontecimiento que, a pesar de referirse a la memoria de un genocidio ocurrido en la primera mitad del siglo 20, en la Europa Oriental, la lucha por silenciar, por olvidarse de ese pasado, continúa haciendo víctimas. Me refiero al asesinato del periodista armenio Hrant Dink, editor del semanario bilingüe Agos, ocurrido el viernes 19 de enero de 2007, en Estambul. Durante la Primera Guerra Mundial, el gobierno turco, afirmando que los armenios eran traidores, procedió a la deportación de la población de Armenia al desierto, lo que resultó en la muerte de centenas de millares.

Dink transmitía, por intermedio de sus artículos, la necesidad de luchar contra el silencio y el descuido de ese pasado. Sin embargo, sufría constantes amenazas. Hasta llegó a ser procesado por haber dado una entrevista a un periódico suizo, para el cual afirmó que 30 mil curdos y 1 millón de armenios fueron muertos en esas tierras y nadie parece atreverse a hablar sobre esto. Entre tanto, no podemos pensar en ese asesinato apenas como un acto aislado, cometido por un joven de 17 años, asociado a una cadena de odio religioso y nacionalista que aún gana fuerza entre diversos grupos en Turquía.

La Constitución del país, en su artículo 301, afirma que cualquier persona que ofenda a su país o al pueblo turco puede ser procesada. O sea, hay una política oficial de control de la memoria, del pasado, de la historia; la lectura o la relectura del pasado están siempre en constante vigilancia, siendo controladas. El silencio que ha dominado y domina ese genocidio le habría propiciado a Hitler un argumento decisivo para su política de exterminación. Según Janine Altounian, Hitler había declarado en 21 de agosto de 1939: Les ordené a las unidades especiales del SS que se apoderaran del frente polonés y que mataran sin pena alguna a hombres mujeres y niños. ¿Quién aún habla de los exterminios de los armenios, hoy en día? (2). Esas cuestiones han adquirido una importancia vital en nuestros tiempos, en los que las políticas de la memoria están en el foco de la historia.

En reciente Encuentro Internacional de Historia Oral, ocurrido en Sydney en Australia, la conferencia de apertura realizada por el Profesor Peter Read (3), tuvo como título: La verdad que nos tornará completamente libres: reconciliación nacional, historia oral y conspiración del silencio. El objetivo de su conferencia fue poner en discusión la relación entre memoria y políticas nacionales de reconciliación, comparando la política de la memoria de Chile, posterior al período Pinochet a la de Australia, la política oficial de reconciliación nacional que se había establecido frente al robo de millares de niños aborígenes sustraídos de sus familias.

Empezando por el análisis del asesinato de millares de hombres y mujeres por el régimen Pinochet, Peter Read registra y destaca el significativo informe realizado por la Comisión Nacional, que entrevistó a millares de víctimas presas y torturadas por la dictadura chilena. En ese documento es posible comprender que la perspectiva de reconciliación nacional propuesta a partir de ese informe, no había sido alcanzada al conocerse lo que había ocurrido por intermedio de los relatos orales, sin embargo, cuando se descubría la identidad de los torturadores, ellos sí podrían ser llevados a juicio. (4)

Para el autor, la cuestión o la pregunta que se coloca: por medio de la historia oral, ¿es posible alcanzar la reconciliación nacional? O sea, ¿ésta garantiza el acceso a la verdad? Sobre todo, considerando cómo es de difícil entrevistar a los torturadores. Aunque su conferencia se proponía a reflexionar acerca del proyecto de Reconciliación Nacional, relatando y reflexionando de forma comparativa entre el caso de Chile y el de Australia, afirma que su objetivo no es realizar cualquier crítica al gobierno de Chile, porque no estaba allá, porque no era chileno. Su cuestión es pensar la historia de Australia y en especial, el caso de la historia de los aborígenes, en un país que nunca había sido amenazado por la instabilidad política.

En este sentido, revela Peter Read que en 1990 el segmento laboral del gobierno de Australia implementó el Consejo de Reconciliación de Aborígenes. Ese Consejo, constituido por 15 aborígenes y 15 no aborígenes, debería presentar en el año 2000 un documento de reconciliación nacional. Dicho documento, al ser concluido y aprobado por la Comisión instaurada, fue sometido a las comunidades aborígenes y después de una prolongada y delicada negociación, aceptado por éstas.

Sin embargo, el nuevo gobierno, de cuño conservador, rechazó el documento elaborado por la Comisión. En seguida, dicho gobierno destinó un millón de dólares a un proyecto de historia oral para registrar la historia de toda una generación de niños aborígenes robados. Ese proyecto, coordinado por la Biblioteca Nacional da Australia, propuso como uno de sus objetivos oír a todos los que de alguna forma habían participado de la construcción de aquella historia: las chicas, hoy en día adultas, sus padres, los misionarios, los funcionarios de las instituciones que participaban del internamiento, la policía que los capturaba, así como los funcionarios de órganos gubernamentales responsables por esa política.

Por intermedio de entrevistas orales, grabadas, centenas de relatos de memoria registraron marcas y significados acerca del pasado. La cuestión que se desea plantear es que si posteriormente a esa profusión memorialista sería oportuno el trabajo del historiador; o sea, si a partir de las cuestiones que la sociedad actual coloca, con la ayuda de otras fuentes documentales y de referencias teórico-metodológicas sería elaborada una historia de la generación de niños aborígenes robados. A lo que la sociedad tendrá acceso frente a ese expresivo archivo oral será a las narrativas de acusación, relatos de sufrimientos, confesiones de culpa, corriéndose el riesgo de no romper con el círculo del pasado. Sin embargo, ha sido en un artículo de Maria Helena Capelato, “Memoria de la dictadura militar en Argentina: un desafío para la Historia” (5), que he encontrado elementos teóricos e historiográficos para enfrentar de manera más efectiva el impasse metodológico que la publicación de las historias de vida de los padres me colocaba.

La historiadora presenta un cuadro muy significativo al debate que se establece en Argentina, en torno del tema historia y memoria, con base en un conjunto de relatos de los perseguidos, de los presos y de los torturados por la dictadura militar que se mantuvo en el poder desde 1976 hasta 1983. Las reflexiones construidas, valiéndose de una experiencia histórica directa, han posibilitado historiar el debate y establecer nuevos parámetros de análisis. Siguiendo el sendero del debate político que se delineó al término del régimen militar en Argentina, Maria Helena Capelato resalta la relevancia social, histórica y política de la publicación del Informe – también conocido como Nunca Más – que presenta las declaraciones de 1092 testigos, en las que se describen las crueldades atroces, las formas de tortura, los asesinatos denunciados por familias de desaparecidos y de víctimas libertadas o mismo de las que escaparon de los campos de concentración. Ese documento puede ser considerado como el acto de fundación de la construcción de la memoria de la dictadura en Argentina. En los años siguientes van a surgir otras manifestaciones de la memoria, por medio de películas, piezas teatrales, exposiciones de fotos y conmemoraciones de fechas significativas. Todo ese conjunto de signos que provenientes del pasado intenta establecer una versión realista y definitiva de la historia por medio de la memoria.

Observase, entonces, cómo en la década de 1990 la memoria acerca del período de la dictadura se ampliaba considerablemente y los abusos de la memoria empezaban a configurarse como un problema. ¿Qué debemos recordar y de qué debemos olvidarnos para poder atender al presente y al futuro?

El desafío de superar ese impasse empieza a ser evidenciado por la sociedad y en ese sentido, algunas publicaciones, como Los trabajos de la memoria, de la socióloga argentina Elizabeth Jelin, presentan una significativa contribución a este debate. La historiadora Beatriz Sarlo, en su estudio “Tiempo pasado. Cultura de la memoria y giro subjetivo”, insiste con mucha propiedad en que la memoria debe servir a la comprensión y no apenas a la rememoración. Es posible, por medio de la experiencia histórica de la dictadura y de las reflexiones que suscita, entre intelectuales argentinos, considerar también un pasaje del libro de Jean Marie Gagnebin, “Recordar, escribir, olvidar”, en el que la autora afirma:

No se trata de recordar el pasado, de tornarlo presente en la memoria para permanecer en el registro de la queja, de la acusación, de la recriminación […] En oposición a esas figuras melancólicas y narcisistas de la memoria, Nietzsche, Freud, Adorno y Ricoeur, cada uno en su contexto específico, ha defendido un recuerdo activo: un trabajo de elaboración y de luto en relación al pasado, realizado por medio de un esfuerzo de comprensión y de entendimiento del pasado y también, del presente. Un trabajo que, ciertamente, recuerda a los muertos, por piedad y fidelidad, pero también por amor y atención a los vivos. (6)

Esas reflexiones vienen a enriquecer todo ese debate, al apuntar los riesgos y armadillas de la polifonía memorialística. Sin embargo, al adoptarse a una perspectiva de la memoria como trabajo, como elaboración y reelaboración que atiende al presente, es posible establecer un diálogo muy fecundo con la historia, con la sociología, con la antropología, con la educación, en síntesis con las demás áreas del conocimiento.

En las pesquisas que vengo desarrollando (desde fines de la década de 1990), he realizado decenas de entrevistas con padres que emigraron de países de Europa y también de los EEUU para Brasil, en las décadas de 1950/1960. Entre esas entrevistas, cinco historias de vida, de dos padres holandeses, dos franceses y un belga, me han parecido emblemáticas. Planeé durante años publicarlas, sin embargo, el recelo de ser denominado “historiador oral”, me ha hecho guardarlas durante casi diez años. Escribí apenas algunos pocos artículos, en los que las comentaba.

Sin embargo, todo ese debate actual sobre la relación historia y memoria, que he relatado en esta conferencia, me ha ayudado a entender que el gran desafío a la publicación de esos documentos de la memoria, de manera íntegra, sólo se torna posible si se interrumpe el dominio de los significados memorísticos. Si la escritura historiográfica/antropológica/sociológica/política proyecta otro sentido y otro significado para aquellas memorias, podrá articular y atender a las cuestiones y a los desafíos del presente y del futuro. En última instancia, si es capaz de instituir aquello que el filósofo Walter Benjamin denomina de una historia a contrapelo.

El imperialismo cultural

La problemática que he elaborado, después de incansables lecturas de esas cinco entrevistas, estudios de una vasta historiografía sobre el tema y las desafiadoras reflexiones de algunos teóricos, ha sido la del colonialismo como dominación política y cultural. Mis pesquisas y análisis de documentos orales y escritos acerca de la década de 1950/1960 han posibilitado comprender que, para la Iglesia Católica, o más propiamente para su cuerpo dirigente, Brasil era visto como un país al que los padres deberían ser enviados no apenas en misión religiosa, pero también política. La encíclica de Pío XII “Fidei Donum”, publicada alrededor de 1955, convocaba a los obispos de países europeos y de los EEUU a que enviaran padres en misión a África y América Latina, con el objetivo de combatir el protestantismo, el espiritismo y el comunismo.

Se podría imaginar lo que representaba para Brasil y también para muchos países de América Latina recibir a un ejército de padres que emigraba, con la perspectiva de que irían a un país atrasado, en los aspectos religioso, cultural, social, político y económico y que además, su misión sería la de salvar a ese pueblo de la “oscuridad del atraso”. Al fin y al cabo, de manera general, es esa la percepción y la concepción de la mayoría de las personas que son educadas y formadas en los países del hemisferio Norte.

En esa caminada que no es apenas intelectual pero también de vida, mucho me han ayudado las reflexiones de Edward Said, en ‘Cultura e Imperialismo’. Éste despertó mi atención para la dimensión amplia y compleja de cómo la dominación económica exterior se opera por medio de un dominio simultáneo en el campo cultural. En ese sentido, considerando la invitación expresa en la encíclica Fidei Donum, ésta puede ser leída desde una perspectiva imperialista. Esos padres no venían en misión apenas para discutir y reflexionar conjuntamente con los cristianos de Brasil acerca del protestantismo, del espiritismo y del comunismo. Al contrario, su objetivo era educar, reeducar, enseñar valores y principios por medio de discursos y prácticas de combate al protestantismo y al comunismo. En última instancia, los padres tenían una misión: realizar un combate religioso y político.

Es posible considerar esta visión del dominio cultural de la Iglesia Católica, tomándose por base las directrices generales expresas en la Encíclica, como una perspectiva de análisis macro-histórica; en la que ella, de cierta manera, informaba la concepción del mundo de una gran parcela de los padres. Sin embargo, cuando se puede apoyarse en el trabajo en los relatos orales, un tipo de documentación que posibilita conocer un nivel de experiencia micro, se entiende que “[…] no significa apenas aumentar (o disminuir) el tamaño del objeto en el visor, significa modificar su forma y su trama.” (7) Así es que el padre holandés Lambertus Bogaard, al narrar su llegada a Recife, reconstruyó la experiencia de un choque cultural entre la representación construida/aprendida acerca de Brasil y su propia vivencia. Su relato revela la visión colonialista que los países de Europa han construido de América Latina: “La idea que teníamos en Holanda, de Brasil, era la de un país completamente atrasado. Cuando desembarqué en Recife, me quedé sorprendido con todos aquellos edificios. Pensaba que iba a encontrar especialmente a indios y a negros pobres y atrasados, pero fue exactamente lo contrario.” (8)

Sin embargo, aunque formados en esa visión etnocéntrica, excluyente de otras culturas, muchos padres (y seglares) son capaces de reelaborar y reconstruir sus referenciales y por extensión, sus discursos y prácticas, como expresa el relato de Lambertus:

Nuestra filosofía era la de ayudar al desarrollo del país. Nos sentíamos también responsables, luego, pensábamos que teníamos que hacer las cosas por otros caminos; no valía la pena hacer las mismas cosas. Entonces eso fue creando problemas, pero eso sucede con todos, padres y seglares, que vienen de fuera para ayudar al Brasil. Piensan que sólo ellos tienen las respuestas y pueden imponer sus ideas. Cuesta entender que no podía ser así. Infelizmente hay gente que nunca llega a entender eso. Lógicamente, el catolicismo en Brasil es diferente del de Holanda. En Brasil, hay mucha superstición, miedo de almas, mucho fanatismo, etc. El padre tiene un poder enorme en la comunidad católica. Cuando llegué a Brasil (especialmente al interior), los que mandaban eran el alcalde, el delegado, el juez y el vicario. Lo que el padre decía era ley. En Holanda es diferente. Aquí en el Nordeste no hay diálogo. El seglar sólo obedece. Por otro lado, el padre es subordinado del obispo. El obispo manda y desmanda. Este, a su vez, no asume nada, a no ser la obediencia al Papa. Es una pasividad extremada, lo que incluye el miedo de asumir responsabilidades y de luchar por sus ideas y convicciones. ¡Dios no puede aceptar tal religión! Muchas veces les decía a los compañeros padres y a los fieles: “¡Reaccionen!. ¡Dejen de ser pasivos!” (9)

La postura de que él, el europeo, es quien tiene el conocimiento y la población nada sabe es algo propio de la cultura colonialista e imperialista de Europa. Lambertus asegura que, con mucho esfuerzo, aprendió que no podía o no debía ser “de esa manera”. Sin embargo, muchos no llegan a tener el entendimiento que afirman haber alcanzado. Sobre ese conjunto de padres que nunca había cambiado su perspectiva colonialista, se podía imaginar la influencia y el papel ejercido por ellos en la formación de una visión del mundo de parte de significativas parcelas de la población. Lambertus revelaba aún el choque producido por las prácticas de poder que dominaban la sociedad y la estructura de la Iglesia Católica, así como en su relación con los seglares.

El discurso y la práctica de un padre como Lambertus Bogaard, de cierta forma, propician elementos para entender el porqué una parte del clero pasó a ser acusada de comunista, después de 1964, o de progresista, como la prensa en el período los denominaba. No fue necesariamente lo que se podía pensar como una formación de izquierda, o una práctica de padre operario en Europa, lo que transformó parte del clero en adversaria del régimen militar, sino su propia formación en los principios de la ciudadanía.

Aún explorando la lógica del dominio cultural de la Iglesia Católica y su perspectiva “imperialista”, que, de cierta manera, sigue la lógica de los países denominados ricos, pude encontrar elementos muy significativos para la reflexión que paso a desarrollar en este texto, al leer un segmento del relato de la historia de vida del padre Joseph Comblin. La historia que narra, de alguna forma, hace recordar el texto Imperialismo de Hannah Arendt, mismo que ese paralelo tenga una dimensión mucho más metafórica. Afirma la filósofa: “La expansión como objetivo permanente y supremo de la política es la idea central del imperialismo […] Con el lema ‘expansión-por-amor-a-la-expansión’, la burguesía intentó – y parcialmente consiguió – persuadir a los gobiernos nacionales de la idea de ir en busca del camino de la política mundial”. (10) Para la autora, lo que caracterizaba el imperialismo era la constante expansión.

En vista de esas consideraciones, paso, ahora, al primer segmento del relato del padre Comblin, al reconstruir la aprehensión de su proyecto de vida sacerdotal fuera de Europa:

Terminé los estudios en 1950. Pedí para hacer una experiencia en una parroquia. Un día el obispo auxiliar me llamó para decirme: “Ud. va a la parroquia del Sagrado Corazón en Bruselas.” Era el tercer cooperante de la parroquia que contaba con 10.000 habitantes y cuatro sacerdotes. Era una parroquia que ya había pertenecido a la clase media alta, pero empezaba a entrar en decadencia porque los ricos iban a vivir en barrios más modernos y quien vivía en casas viejas era de un nivel económico más bajo. Sin embargo, los pobres no eran numerosos.

En breve entendí que con esa pastoral la Iglesia iba a ser abandonada en una generación. Aún un 40% de la población iba a misa. Aparentemente, todo corría bien. Sin embargo, a cada año disminuía la proporción de practicantes, en todos los sacramentos. Y sobretodo, la fe se debilitaba. Los valores cristianos, traídos desde el mundo rural, estaban siendo sustituidos por los valores de la nueva sociedad: dinero, consumo, competición, gozo. Y nada se hacía. El clero ciego, completamente tranquilo, viviendo una vida bien pacata; la condición material de la Iglesia cada vez más próspera. No veían nada. La Iglesia nada hacía para resistir a la invasión de esa civilización materialista de consumo que tomaba cuenta de todo. (11)

Así como Hannah Arendt afirma que el capitalismo alcanza una etapa en la que no hay más cómo crecer en el espacio de la nación, Comblin no veía futuro en la Iglesia Católica en su propio país, que aunque próspera materialmente, estaba en decadencia. No había planes de mudanza, lo que se vislumbraba era apenas consolidar lo que ya estaba realizado. La manera como describía su inquietud y desacuerdo, con la situación de la Iglesia en Bélgica, lo llevaba a pensar en ir a actuar en otro país. Pensaba inicialmente en África. Y él mismo afirmaba que, para un belga, esta era la primera idea que venía a la mente. Sin embargo, la convocación de Pío XII, para que los obispos enviaran padres a la América Latina, atendió, de alguna forma, a su inquietud:

Empecé a quedarme preocupado y más tarde, desesperado. Sentía que toda la Iglesia en Europa estaba en el camino de la decadencia y de la desintegración, porque nada ofrecía a los contemporáneos. Tan sólo había esa obsesión del comunismo, que Pío XII alimentaba sistemáticamente. Presté atención a una citación del padre Leiber, que encontré en un libro de Friedrich Heer, un historiador austriaco. La citación era la siguiente: el padre Leiber explicaba que actualmente, la Iglesia era como una fortaleza sitiada en una isla. Fueron destruidos todos los puentes y echaron la llave al agua. Y por más que se deseara, la iglesia no podía salvarse. Así pensaba el hombre que más conocía los pensamientos del Papa. De hecho, Pío XII había destruido todos los puentes que pudieran dar acceso al mundo y condenado a todos los católicos que buscaban acercarse a ese mundo.

Empecé a pensar: “No voy a dedicar mi vida a contemplar la decadencia de la Iglesia en Europa y finalmente su agonía. Voy a intentar encontrar en el mundo otra posibilidad. Pero ¿dónde?”. La primera idea que venía a la mente de un belga era África. Sin embargo, ninguna puerta fue abierta y el desastre parecía cada vez más inevitable. El desastre ocurrió en la década de los años 60 del siglo XX. La Iglesia europea había sido golpeada de muerte por la gran revolución cultural de estos años, sobretodo en 1967 y 1968. Sus pilares morales tradicionales habían caído por tierra con la revolución sexual. Las mujeres habían dejado de transmitir el catolicismo a sus hijos. El capitalismo salvaje del neo-liberalismo se había establecido. La democracia cristiana había entrado en decadencia. Había presenciado todo esto desde lejos. Nada me sorprendía más. El milagro había sido el Concilio que se había reunido antes del desastre. De esta manera, pude elaborar un mensaje para el futuro. Diez años más tarde, el Vaticano II no había sido posible.

De esta época guardé grandes amistades y la impresión de haber perdido los mejores años de la vida. La iglesia europea se había ahogado en el sistema parroquial. ¿Cómo es que el clero local no se daba cuenta? Todos los días ellos renovaban las ilusiones. Simulaban que aún todo existía, simplemente porque tenían la agenda llena de compromisos con una infinidad de pastorales, sin contenido real significativo. Entonces apareció lo imprevisible. Pío XII les hizo a todos los obispos de Europa y de América del Norte un llamado urgente para que enviaran sacerdotes a América Latina.

Se puede comprender por medio de estos relatos (Lambertus Bogaart y Joseph Comblin) que la perspectiva de “imperio religioso”, mantenida hace siglos por la Iglesia Católica, había contribuido al contexto de la Guerra Fría, decisivamente, para su alineamiento al anticomunismo dominante. Entre tanto, al nivel de las micro-relaciones es posible percibir cómo diversos padres, al aceptar misiones en otros países, no iban necesariamente a atender o cumplir el papel definido por la cúpula de la Iglesia. Simultáneamente, frente a la rígida estructura del poder, en el interior de la Iglesia, muchos padres entraron en choque con la orientación de los obispos, a quienes estaban sometidos. Este choque o este conflicto de poder, en la relación entre obispos y padres es tema para otra pesquisa.

El análisis de los relatos de la historia de vida de los padres, al ser articulado a una discusión historiográfica y metodológica del imperialismo y de la dominación cultural de la Iglesia Católica, ha dado otro significado a esa documentación oral. De esa forma, al romper con las armadillas de una polifonía memorística, torna el sentido o el significado de la historia la marca dominante y también posibilita establecer un diálogo productivo entre la historia y la memoria que amplían y enriquecen la operación historiográfica.

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Notas:

1.DELEUZE, Gilles. Conversações. Trad. Peter Pál Pelbart. Rio de Janeiro: Ed. 34. 1992. Pág. 152.
2. ALTOUNIAN, Janine. Ouvrez-moi seulement les chemins d´Arménie. Paris. Les Belles Lettres, 1990, p. 1.
3. Peter Read, diretor do Centro de Estudos Indígenas da Australian National University.
4. READ, Peter. The Truth Which Will Set Us All Free: National Reconciliation, Oral History and the Conspiracy of Silence. Recife. Revista CLIO – Programa de Pós Graduação da UFPE. 2006. P. 185.
5. CAPELATO, Maria Helena. Memória da ditadura militar Argentina: um desafio para a hsitória. In: Clio. 2006. Recife. Editora da UFPE. 2006. (No prelo)
6. GAGNEBIN, Jean Marie. Lembrar, escrever, esquecer. São Paulo: Ed. 34, 2006, p. 102y 105.
7. REVEL, Jacques. Microanálise e construção do social. In: ______ (Org.) Jogo de escalas: a experiência da microanálise. Trad. Dora Rocha. Rio de Janeiro: Editora da FGV, 1998, p. 20.
8. Entrevista com o padre Lambertus Bogaard, em 22 e 23 de agosto de 1998.
9. Padre Lambertus Bogaard, entrevista citada.
10. ARENDT, Hannah. O sistema totalitário. Trad. Roberto Raposo. Lisboa: Dom Quixote, 1973. p. 186-187.
11. Entrevista com o padre Joseph Comblin, em 07 e 24 de março de 1998.