Octubre 1, 2005
Desde que, hace dos meses, se lanzó la convocatoria a elecciones generales y de prefectos, los previsibles candidatos del neoliberalismo, Jorge Quiroga Ramírez y Samuel Doria Medina, se lanzaron a una campaña de ataque abierto hacia la representación popular que encabeza Evo Morales. Salvo alguna circunstancia, todo su discurso se hilvana alrededor de lo que hará, lo que anuncia, lo que hace y lo que no hace el MAS y su candidato.
En ese mismo tiempo, por sus escasos recursos económicos, los candidatos del MAS se han preocupado en la elaboración de un programa de gobierno distinto a las ofertas de los partidos tradicionales.
Diez puntos esenciales
Es bueno anotar las bases de ese programa que se resumen así: instalación de la Asamblea Constituyente, para refundar el país; nacionalización de los hidrocarburos y todos los recursos naturales, entendiendo por tal reasumir el dominio de su explotación y uso; ley Andrés Ibáñez para las autonomías, basándonos en la diversidad cultural y regional; plan de desarrollo productivo, con una matriz integrada por hidrocarburos, minería, agropecuaria, agroindustria, industria manufacturera, turismo y forestal; ley Marcelo Quiroga contra la corrupción y la impunidad.
Los cinco puntos siguientes son estos: ley de austeridad estatal, para eliminar los gastos excesivos; ley de tierra y territorio, para acabar con el latifundio reaparecido y la especulación de la tierra; plan eficaz de seguridad ciudadana, en base a la inclusión social, la inversión pública y la coordinación con las instituciones del orden; soberanía social, para estructurar un nuevo sistema de seguridad social; ley Elizardo Pérez para la transformación de la educación.
Sería injusto decir que, el programa del MAS, se reduce a estos señalamientos. Se trata, más bien, de los puntos salientes de un programa que privilegia la recuperación de la soberanía, se afirma en la capacidad de manejo propio de los recursos naturales y promueve la generación de empleo para darle dignidad a cada boliviano y boliviana.
El país que queremos
La refundación del país, como propone el MAS, tiene dos niveles: de una parte, restablecer la soberanía que fue entregada a niveles intolerables en los últimos veinte años, por la aplicación del modelo neoliberal. En un segundo plano, se trata de instalar, por primera vez después de 180 años de vida republicana, el papel protagónico de los sectores desplazados de esta sociedad, principalmente los pueblos originarios.
Pero no se trata de hacer proclamas o inscribir declaraciones en documentos oficiales. La soberanía debe ejercerse readquiriendo el derecho a disponer de nuestros recursos, a diseñar las políticas nacionales, a estructurar la economía nacional y a construir un país que responda a las necesidades de toda la población.
Tampoco es cuestión de reconocer que los pueblos originarios fueron humillados, mantenidos en la servidumbre, desconociendo sus derechos. En ellos se halla la fuerza de la nación, su integridad, su propia visión de la realidad. Si queremos alcanzar niveles de desarrollo que permitan vivir bien a todos y cada uno de nosotros, debemos incorporar lo mejor de sus usos y costumbres a la realidad cotidiana de toda la sociedad.
A la vez, tenemos que reconocernos parte de un todo mayor. El proceso de integración que ha comenzado en esta Sudamérica, que a su vez es una parte de América Latina, es condición esencial del desarrollo de los pueblos de esta amplia región. Pero, para integrarnos, para ser uno igual entre iguales, debemos tener dominio sobre nuestra tierra y nuestro cielo, sobre nuestras riquezas y nuestros anhelos. No podemos ser parte de esa sociedad mayor, si carecemos de identidad propia y, por supuesto, de nuestra integridad. No estaremos completos, mientras se nos impida acceder a soberanamente a las rutas del mar que unen a todos los pueblos del mundo.
Este es el país que queremos. Esta es la patria que debemos construir, pasando por encima de los intereses mezquinos, sorteando los obstáculos que intentan detenernos.