EL TROTSKISMO HARTIANO

Gran novedad fuera de Cuba es la conversión de Celia Hart al trotskismo. Una vedette que escribe irresponsablemente y que goza del consentimiento oficial, ya es estrella favorita de entrevistadores internacionales y de plumíferos contrarrevolucionarios. Quien mejor ha saludado este hecho es nada menos que el enemigo de Fidel, Carlos Alberto Montaner: “…me parece interesante que en Cuba haya una vertiente trotskista dentro de la aburrida ortodoxia ideológica del régimen. Precisamente, los primeros marxistas que se opusieron a Castro fueron los trotskistas…”.

Para quienes apoyamos el socialismo cubano frente a las embestidas del capitalismo (bloqueo externo) y del burocratismo (bloqueo interno), esta penetración trotskista no significa “democracia” ni “pluralismo”, sino descomposición ideológica. El recetario trotskista poco tiene que aportar en un país donde hace tiempo se pasó a la socialización de los medios de producción y a la economía socialista. El discurso de la revolución permanente, eufemismo retórico que se entiende como el tránsito ininterrumpido al socialismo, no tiene lugar allí donde ya se consiguió. Quieren predicar el carácter internacional de la revolución a quienes siempre lo practicaron. ¿Alguien pretende demostrar que la Revolución Cubana alguna vez renunció al internacionalismo proletario para consagrarse al socialismo en un solo país? Como dice bien Harry Villegas: “No hay como describir la heroicidad y la grandeza de todos los internacionalistas cubanos con un espíritu de sacrificio y desinterés absoluto”.

Otros elementos del trotskismo clásico pueden poner en riesgo la unidad del partido y la unidad del pueblo. Pero esta doctrina llega tarde allí donde menos se la necesita. No en vano vimos en la Feria Internacional del Libro (La Habana, febrero del 2005) tres stands de libros trotskistas a los cuales el público cubano no le prestaba la menor atención. Tres editoriales que no vendieron lo que esperaban vender, porque el pueblo es sabio. Simultáneamente en la revista Casa de las Américas menudearon artículos filo-trotskistas, para sorpresa de sus lectores habituales. De forma paralela, Hugo Chávez se pronunciaba favorablemente sobre Trotski, cuyas obras demás está decirlo no conoce.

Mientras el marxismo-leninismo se sigue demostrando como el mínimo común múltiplo de todos los partidos revolucionarios, el trotskismo sigue siendo el máximo común divisor. El centralismo democrático y la fórmula unidad-crítica-unidad no son compatibles con la libertad de fracción dentro del partido que predican los trotskistas. De otro modo no pueden explicarse las constantes divisiones del mismo movimiento trotskista, la diáspora fragmentada en micro organelas y su atomización. ¿Eso se pretende para Cuba?

¿A qué trotskismo se remite Celia Hart?… ¿A la línea de Moreno, Pablo, Lora, Posadas, Mandel? ¿Al Secretariado Unificado, la Liga Comunista, la reconstrucción de la Cuarta Internacional? Le podemos agregar los nombres de otros taumaturgos de última hora que polemizan entre sí por la revolución que nunca hicieron. Y nunca harán. El trotskismo combate en múltiples frentes, de los cuales destacan tres: contra el capitalismo (del cual dependen), contra el estalinismo y contra otros trotskistas.

Vale la pena que recorran las páginas web en donde critican a la Revolución Cubana endilgándole todos los defectos del estalinismo. El trotskismo nunca fue prosélito de Fidel Castro, sino todo lo contrario. Lo acusaron de burocratismo, autoritarismo, militarismo, guerrillerismo, etc. Por eso es que los lacayos del imperialismo están tan contentos con las desviaciones de Celia Hart.

No es casual que el trotskismo en América Latina y Europa sea el opio de los intelectuales burgueses, de los estudiantes rebeldes por tiempo breve y de castas privilegiadas. Tampoco es casual que los hijos de la casta dirigente se enamoren de la figura egregia de Lev Davidovich Bronstein, el líder incomprendido y sacrificado, el profeta que anunciaba el fin del socialismo real. Desde Cubanacán o desde otros barrios residenciales de La Habana, bien puede pensarse en trotskismo. Consulte el zahorí lector la guía telefónica de La Habana y sabrá a qué me refiero. Pronto aparecerán anarquistas, anarco-sindicalistas y otros especimenes bajo el manto de un gran apellido. Ya hay hijos de dirigentes que son impulsores del Proyecto Varela y todos saben en Cuba que nunca pasaron las necesidades que padece el pueblo llano.

EL TROTSKISTA EMBOSCADO

Hay quienes se asombran de esta conversión tardía y más si leen pasmados que su padre, Armando Hart, le suministró a Celia los primeros libros de Isaac Deutschter. Por eso ahora nos podemos explicar el prólogo de Mr. Hart en el libro de Deutschter sobre Stalin. Para compensar cualquier asombro recordemos que Armando siempre fue admirador de Trotski, tal como lo testimonia el Che en una de sus cartas. Veamos la carta que el Che le escribe a Armando Hart [recién pubicada en Cuba en septiembre/1997 en Contracorriente, año 3, N° 9], cuando había salido con el contingente cubano de la guerrilla del Congo y se encontraba en Tanzania, antes de volver a Cuba y de allí marchar a Bolivia.

Primero dice en el punto V°:

“Aquí sería necesario publicar las obras completas de Marx y Engels, Lenin, Stalin [subrayado por el Che en el original] y otros grandes marxistas. Nadie ha leído nada de Rosa Luxemburgo, por ejemplo, quien tiene errores en su crítica de Marx (tomo III) pero murió asesinada, y el instinto del imperialismo es superior al nuestro en estos aspectos”.

Luego dice en el punto VI°:

“Aquí vendrían los grandes revisionistas (si quieren pueden poner a Jruschov), bien analizados, más profundamente que ninguno, y debía estar tu amigo Trotsky, que existió y escribió, según parece”.

¿No se entiende todavía?… Expliquemos lo evidente. El Che subraya el nombre de Stalin en plena era de desestalinización de la URSS por Jruschov, y a éste último lo incluye en la lista de “grandes revisionistas” junto a Trotski “tu amigo que existió y escribió según parece”. El Che demuestra una vez más su filiación marxista-leninista, anti-revisionista, anti-jruschoviana, como también confiesa su ajenidad al trotskismo. También deja en evidencia el trotskismo de Hart: “tu amigo”.

En artículos que circulan por el espacio cibernético, esta carta se reduce a una sola frase para ocultar la admiración del Che por Stalin. Citar a Stalin en reiteradas ocasiones también fue hábito del Che, no precisamente para criticar el estalinismo, en sus artículos de 1964. Véase “Sobre el sistema presupuestario de financiamiento” y “La banca, el crédito y el socialismo”, por citar sólo dos. En síntesis cuando hacen gala de la carta a Hart, no citan el punto V° y recortan el punto VI° a un párrafo. Grueso contrabando, carnada confusionista para sorprender a iletrados.

Hay otro contrabando con el que se intenta abusar de nuestra ingenuidad: El Che era en realidad trotskista aunque fue el último en enterarse. ¡Por favor! ¡A otro perro con ese hueso!

Igualmente hay que aclarar que cuando el Che dice: “revolución socialista o caricatura de revolución”, no estaba invocando a la revolución permanente de Trotski. Ya la Revolución Cubana había culminado etapas y se dirigía en tránsito ininterrumpido hacia el socialismo.

VOLVER AL MARXISMO-LENINISMO

En momentos críticos de la Revolución Cubana, no se le hace ningún favor a ésta con desviaciones ideológicas. El pueblo cubano reclama unidad de criterio a su dirigencia. Reclama asimismo veracidad y consecuencia. Cuando los parientes de Miami tienen licencia de retornar a sus hogares cargados de regalos, cuando el capitalismo se inserta de manera no tan subrepticia en la economía de la isla, cuando se despotrica de la Revolución en cada esquina, no es posible confundir a la gente con otros lineamientos ajenos al partido. El trotskismo siempre será tema de bohemia ilustrada, ludibrio de exquisitos, galimatías de bibliómanos. El pueblo no pierde el tiempo en polémicas bizantinas, tiene que sobrevivir a las carencias que le impone un bloqueo infame y no pocos burócratas inoperantes. La solución a ambos males está en el retorno a las tesis originales de Marx y de Lenin, en el combate intransigente contra el revisionismo que les dejó como herencia Jruschov y sus continuadores. Releer al Che es redescubrir su anti jruschovismo y sus predicciones sobre la caída de Europa del Este si seguía en el camino burocrático. Allí está su férrea oposición a la convivencia pacífica y al tránsito pacífico al socialismo, prédicas favoritas de Jruschov y la desestalinización. Caricaturizar al Che, como trotskista inconfeso, es traicionar los ideales fundamentales de la Revolución Cubana. Y si esto sucede ante la vista y paciencia del Comandante en Jefe, vale preguntarnos: ¿cuál es el juego?…. ¿Glasnot?… ¿Solidarnosc?… A todo eso apostaron los trotskistas, por si no lo sabe.

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