BOSQUEJO CULTURAL E HISTÓRICO DE LOS PUEBLOS SEMITAS Enrique Dussel (1964)
En 1958 y en 1959-1961 hemos contemplado varias veces el desierto sirio-arábigo desde Damasco (de la ermita de Mar-Eliás), desde Judea, desde el valle del Jordán (a través de los balcones del viejo monasterio ortodoxo del Monte Quarantal), desde Shdom… Siempre hemos tenido conciencia de descubrir lo que pudiéramos llamar la “cuna” del foco intencional que orientará nuestra cultura, al menos durante muchos siglos, permitiéndole
imponer paulatinamente su temple particular.l
l Este trabajo es, tanto por su método como por su objeto, un ensayo filosófico, historia de las estructuras de la conciencia, bien que de hecho hemos debido utilizar materiales que pueden hacer pensar que se trata de una obra teológica. No podemos aquí analizar la cuestión, pero en el caso de una objeción fundada, podríamos discernir la diferencia entre este ensayo filosófico y el que realizaría un teólogo en ejercicio de su hábito científico propio. Robert Smith, en 1889, estudió el pensamiento semita occidental en sus conocidas lecciones: Lectures on the religion of the Semites, lo mismo que Wellhausen investigó la cultura preislámica en su Reste arabischen Heidentums (1897).
§ 1. El pensamiento semita tiene, según nuestra interpretación, una tal importancia para la comprensión de la historia universal del pensamiento y la cultura humana que la elección de nuestro tema nos ha sido impuesta no solamente a causa de la profunda simpatía que experimentamos por estos pueblos, sino, principalmente, por saberlos esenciales en la articulación
de la conciencia contemporánea.
Nuestra hipótesis, que deberá ser demostrada como conclusión de otros trabajos en elaboración, es la siguiente: la cultura llamada occidental, e igualmente la bizantina y rusa, que se universalizan (y formando parte de
ella, aunque secundariamente, el mundo hispanoamericano) es el fruto de un proceso histórico cuyo foco conductivo fue el judeo-cristianismo, y cuyo instrumental es preponderantemente inspirado en la civilización greco-romana.
No admitimos entonces que la cultura medieval sea la síntesis de dos términos dialécticos: lo greco-romano y lo judeo-cristiano, subsumidos en la Europa de Carlomagno, constituyendo así la novedad de nuestra cultura. Preferimos afirmar, y es lo que pretendemos demostrar, que nuestra cultura es la EVOLUCIÓN orgánica de una tradición, que ha sido “orientada” substancialmente por el foco intencional del judeo-cristianismo, vida colectiva que se enriquece, entra en crisis, elabora, inventa “usos” de civilización inspirados en los instrumentos que otras civilizaciones le transmiten, muchas veces en estado embrionario.
De todas esas civilizaciones, la preponderancia de la greco-romana es fundamental, ya que en su seno nuestros pueblos adquirieron elementos estructurales fundamentales, aunque no el último horizonte interpretativo.
§ 2. El mismo gran historiador de la filosofía y la cultura, Wilhelm Dilthey, piensa en este sentido de la manera tradicional, es decir, en la dirección de la síntesis:
“En la filosofía griega ha prevalecido la facultad humana de pensar plástica, intuitivamente, con una energía única… El centro de la vida romana estaba constituido por la voluntad que somete el mundo exterior en la propiedad, en el contrato, en el derecho público y en el orden administrativo… Los pueblos orientales encuentran su centro en el sentimiento, en el ánimo, en las experiencias más íntimas de lo religioso-moral. Especialmente el desarrollo de la religiosidad judía ha codeterminado la metafísica del Occidente… Como una fuga se compone de pocos motivos fundamentales, así también estos tres motivos dominan toda la metafísica”.2
2 Hombre y mundo, trad. de Eugenio Imaz, México, F. C. E., 1944,
pp. 3-4.
Esta división tripartita es hoy tradicional, y se origina en la logicización del proceso histórico efectuado por Hegel. La historia universal, para el gran filósofo, se divide en las siguientes partes: Die orientalische Welt, die griechische Welt und die römische Welt, y como tercera parte, y culminación, Die germanische Welt.3
3 Vorlesungen über die Philosophie der Gesshichte, Stuttgart, Reclam. 1961, en Inhaltsverzeichnis, pp. 609-612.
Esta división, sin embargo no puede ser mantenida. Entre el pueblo semita-judío y las tribus medo-persas (indoeuropeas), por ejemplo, que tanto Hegel como Dilthey clasifican en el ambiguo “pueblos orientales” o “mundo oriental”, hay más diferencias que entre los mismos medos y los dorios. Una síntesis es la manera más fácil de resolver el nacimiento de algo original o nuevo, que quizá no sea tan “original” si se conocieran las articulaciones
auténticas de los períodos que han hecho posible su “nacimiento”, su explosión o manifestación.
§ 3. De igual modo, el mismo Dilthey, en su obra Weltanschauung
und Analyse des Menschen, nos dice:
“Tres motivos se habían concertado en un todo sinfónico… El motivo religioso (das religioese Motiv)… Este motivo religioso, en su forma más alta, la del cristianismo, ha condicionado toda la metafísica europea posterior… El segundo motivo… radica en la actitud científico-estética (ästhetisch-wissenschaftlichen Verhalten) del hombre (griego)… El tercero es el que se ha manifestado en los conceptos vitales y en la metafísica nacional de los
romanos (der nationalen Metaphysik der Roemer)…”.4
4 Hombre y mundo, pp. 11-18; Gesammelte Schriften, Göttingen, Vandenhoeck-Ruprecht, 1960, t. II, pp. 1-8.
Vemos nuevamente aparecer la trilogía, aunque en este caso con significación diferente. Para nosotros no existe esta trilogía, ni el método a usar debe ser el meramente dialéctico, cuando esto significa la aplicación a priori de un esquema lógico a la realidad histórica. Pensamos que el método evolutivo es el más adecuado. Lo que existen son diversas familias culturales, tanto
en Asia como en Europa, Africa o América, que entran en contacto, dialogan, se combaten, hasta se destruyen, o, a veces, realizan un sincretismo difícil de discernir.
No existe, entonces, una unidad geográfica como “mundo oriental”. Ese mundo oriental está dividido en un sinnúmero de tradiciones, pueblos y estructuras concienciales, que nos impiden una rápida generalización.
Hemos adoptado el siguiente esquema: en el horizonte de una familia humana estudiaremos particularmente el pueblo más característico; en la tradición indoeuropea, altamente mezclada con las culturas prearias, hemos estudiado a los griegos; en la tradición semita, al pueblo hebreo.
Tenemos conciencia de que estudios parciales, y con un mismo esquema, permitirán poseer una visión filosófica de la evolución de la conciencia pre-
filosófica individual y colectiva de la humanidad, es decir, esclarecer lo obvio no-filosófico del ser-en-el-mundo cultural.
§ 4. La posición geográfico-cultural del pueblo semita no pasa inadvertida al observador más vulgar. En un primer momento, el del predominio del continente, de los caminos, de las caravanas como medios necesarios de la transmisión de la cultura, el pueblo semita se encuentra como puente entre el continente africano (de la temprana civilización egipcia y posible origen de la raza humana, al menos si se tienen en cuenta los recientes descubrimientos paleontológicos de Kenya) y el asiático (centro de las grandes culturas indias, chinas y medio-orientales).
En un segundo momento, el del predominio del mar, de la navegación y las flotas, que nace en torno a Creta y Fenicia, que se continúa en Grecia, Cartago, Roma, con los árabes, turcos, venecianos (genoveses, etc.), portugueses, españoles, holandeses, ingleses y norteamericanos, el judeo-cristianismo se sitúa en el corazón de esta civilización marítima, primero como diáspora judía, después como Iglesia ecuménica del Mediterráneo y posteriormente de Europa.
En el tercer momento, el del predominio de la técnica, es nuevamente junto a Roma y las ciudades del centro de Italia donde nace la nueva civilización: la ciencia de la economía va aunada con las ciencias matemáticas y naturales, para permitir una explotación racional de la Naturaleza.5
El objeto de esta investigación abarca solamente el primer
momento y el componente judío del segundo, dejando el problema
del cristianismo para otra investigación en curso, y continuando, aunque rápidamente, una línea lateral del semitismo: el pensamiento árabe.
§ 5. Es fácil de discernir la existencia de ciertos centros productivos de cultura: por ejemplo los centros egipcios, mesopotámicos, del Indo, del río Amarillo y de América nuclear (es decir, la región comprendida entre el Imperio azteca e inca). Al mismo tiempo existen centros expansivos o difusivos de donde emigran nómades que chocan, dialogan o se integran paulatinamente con las culturas sedentarias ya constituidas y con un grado
mayor de evolución cultural; piénsese en los pueblos que habitan las estepas y los desiertos euroasiáticos, de Siberia, de Libia o de la península arábiga. Estos nómades invasores, contra lo que pudiera pensarse en un primer momento, no son pueblos absolutamente primitivos, sino que han alcanzado un grado variable de cultura.6
5 Estudiaremos en otro trabajo el origen del llamado Frühkapitalismus desde el siglo XI, que no es simplemente un temprano “capitalismo”, sino algo mucho más importante; es decir, no es el origen del “sistema capitalista”, sino de un sistema mucho más amplio, en el que el capitalismo no ha sido sino una expresión, y del cual el sistema socialista de las repúblicas populares es otra expresión. La naciente civilización técnica universal se mostrará como el fruto más maduro de aquel sistema instrumental originado en los burgos medievales, y en las ciudades- estados del centro-norte italiano.
6 Cf. Laviosa Zambotti, Les origines et la diffusion de la civilisation, París, Payot, 1949, pp. 11 y ss.
“Cuando miramos el mapa del Asia occidental o del Africa oriental nos admira el aspecto masivo que ofrece la península arábiga, sólidamente fundada sobre una ancha base, separada de Egipto por el Mar Rojo y de Persia por el Golfo Pérsico. Al norte aparece igualmente aislada del mundo, ya que queda como encerrada por el desierto de Siria. Si no es una región de cultura estable, al menos es un camino transitable, que conduce a países admirablemente fértiles. Arabia es el centro del mundo semita que, como una masa en ebullición, se desborda rebalsando sus fronteras.”7
Los pueblos semitas8 de las zonas esteparias y desérticas de la gran península arábiga habitaron habitualmente en Mesopotamia, en Siria, en Egipto y llegaron hasta Etiopía. El inmenso desierto de Neydd tiene algunos contados oasis, “en su centro el de Er Riad”. Al sudoeste hay una zona fértil para la agricultura, Asir Yemen, e igualmente al sudeste, Omán. La ciudad de
Medina está junto a unos oasis, y la Meca, en el extremo norte del Yemen. Sus habitantes, desde el Paleolítico, fueron nómades, y en el Neolítico se transforman lentamente en pastores beduinos de camellos y cabras. Su alimento fue la leche de camello, los dátiles, algunos quesos. El hombre debe luchar contra la sequía permanente y el calor abrasador del desierto (los desiertos de lava, harra; de arena, nefou; de piedras, hamada), lo que crea en ellos un ethos, un temple, un carácter de suma dureza, pero al mismo tiempo de gran hidalguía, fidelidad y altruismo. Los más recientes descubrimientos manifiestan que todos estos pueblos no debieron ser originarios de la península arábiga, sino más bien inmigrantes venidos del nordeste, “quizá del Turquestán”. De todos modos, se arraigaron tan profundamente en la península arábiga, que en el momento del nacimiento de la historia mediterránea, podía ya creérseles procedentes de ese lugar.
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7 Marie-Joseph Lagrange, Études sur les religions sémitiques,
Paris, Lecoffre, 1903, pp. 42-53.
8 Sobre la pobreza de la civilización como condición de la creatividad
al nivel del núcleo mítico-ontológico, nos dice Claude Tresmontant
en su libro Études de métaphysique biblique, París, Gabalda, 1955, p. 217:
“La pauvreté de la civilisation palestinienne biblique, la pauvreté de
la langue hébraïque, la pauvreté des nabis d’Israel… sont la condition
nécessaire à l’universalité de l’enseignement et à sa capacité d’expression…
Si (elle) avait été chargés de toutes les superstructures contingentes
qui sont l’ apanage d’ une civilisation, comment aurait-elle pu se
repandre et se communiquer aux autres civilisations?”
§ 6. Cuando hablamos de “semitas”, aunque nos referiremos de hecho principalmente a los hebreos, queremos abarcar todos esos pueblos que han sido clasificados bajo una tal apelación:
a) orientales: los acadios (o asirios-babilónicos),
b) occidentales:los amorrheos (ugaríticos, canaaneos y arameos, fenicios
y púnicos, hebreos, moabitas), los árabes, himaritas y etíopes.9
Los semitas dialogaron desde sus comienzos tanto con los pueblos que se organizaron junto a las riberas del Nilo ─piénsese que el pueblo egipcio es la mezcla de pueblos berberes (del oeste), bantúes (del sud) y semitas (del este) 10, como los que se desarrollan junto al Éufrates y Tigris, donde los acadios coexisten y dominan por último a los súmeros.
Como los indoeuropeos y los mongoles, los semitas, esencialmente nómades, invaden ininterrumpidamente los pueblos sedentarios que los rodean, hasta transformarse paulatinamente en civilizaciones urbanas. Sin embargo, su núcleo ético-mítico será siempre uránico o el del pastor o beduino nómade, estructura de la conciencia del hombre del desierto, en nombre de la cual se elevarán los profetas para criticar la riqueza, la corrupción, el desorden de la comunidad urbano-agrícola.
Podemos decir que, en la medida en que dichos pueblos se “instalan” como sociedades urbano-agrícolas, pierden su poder profético y su mensaje original. Quizá justamente por esta condición el pueblo hebreo, como lo veremos, guardará y desarrollará celosamente su “profetismo” en los períodos en que es fiel a su condición nómade de hombre del desierto, que exige una purificación progresiva y demitificante de sus creencias y una singular libertad en la invención de nuevos elementos de su estructura, de su “mundo”, de su conciencia colectiva.
Los semitas se oponen no solamente a un tipo de civilización agrícola-urbana presemita, sino especialmente a los pueblos indoeuropeos que invaden, desde el norte, el Asia Menor y Europa. Estas invasiones produjeron en el Mediterráneo oriental gran desarrollo de la civilización marítima (los pueblos predorios y los fenicios se lanzan al mar como única solución ante los invasores del continente), y, por otra parte, motiva la invasión efímera
de los hiksos en Egipto.
9 Pensamos que no existe ninguna obra que trate la totalidad de
los pueblos semitas, desde los acadios hasta el Islam, en un nivel filosófico.
Véase por cuanto es el origen de toda una tradición, la obra clásica de Ernest Renan, Histoire générale et système comparé des langues sémitiques,
París, 1855; Leguest, Études sur la formation des langues sémitiques, París, 1858, y desde entonces una bibliografía creciente.
10 Jacques Pirenne, Les grandes courants de l’histoire universelle, Neuchâtel, Ed. de la Baconnière, I, 1945, pp. 4-5.
Ante esta Völkerwanderung, los semitas no podrán oponer una resistencia físico-militar, pero en cambio mostraron, especialmente en el caso del pueblo hebreo, una férrea oposición religioso-cultural.
La filosofía de la cultura debe analizar ese diálogo, esa aculturación de los diversos pueblos, y concluir cuáles son los elementos de la estructura de la conciencia colectiva que nos permiten definir una comunidad. Toynbee nos dice que a la civilización siríaca le debemos tres descubrimientos principales:
“la invención del alfabeto, el haber alcanzado el Atlántico y una
concepción particular del Absoluto… no conocida ni por el
pensamiento egipcio, súmero, preindio ni helénico”.11 Los dos
primeros hechos se atribuyen al pueblo canaaneo-fenicio, el tercero principalmente al semita-hebreo.
§ 7. Entre los pueblos iránicos, nos detendremos más particularmente
en las doctrinas éticas de los medos y persas, ya que significaron el medio cultural en el cual nació el zoroastrismo, sistema religioso inspirado en el mazdeísmo. El gran Imperio indoeuropeo de los aqueménides usará una lengua semita (el arameo), al mismo tiempo que el babilónico y el iránico; esta
religión, tolerante y sincrética, de fondo dualista, el mazdeísmo12, se cumple bajo la hegemonía del dios semita Marduk.
El pueblo que habitaba el país de Irán juega un gran papel en la relación de las culturas de la “Media Luna” y la India. Influida desde el oeste por las culturas sumerias, asirias y babilónicas –semitas- desde el norte por las diversas invasiones indoeuropeas entre las cuales debe contarse el pueblo medo y persa, desde el este por las civilizaciones del Indo, la cultura iránica (que se organiza junto a los desiertos de Lut y del Salado) es, al igual que las estepas y desiertos sirio-arábigos, un foco expansivo e inventivo de Weltanschauung.13
11 L’histoire. Un essai d’interprétation, París, Gallimard, 1951, p. 108. El alfabeto no es una invención fenicia; ya el ugarítico lo emplea (cf. James Février, Histoire de l’escriture, París, Payot, 1959, pp. 172 y ss.).
12 J. Duchesne-Guillemin, Zoroastre, París, 1948.
13 Cf. G. Bartholomae, Zarathustra, sein Leben und seine Lehre, Heidelberg, 1919; E. Herfeld, Zoroaster and his World, Princeton, 1947; L. C. Casartelli, Philosophy of the Mazdayasnian Religion under the Sassanids, Bombay, 1889; H. S. Nyberg, Die Religionen des alten Iran, Leipzig, 1938; A. Carnoy, La religion de l’Iran, en Histoire des religions, París, Bloud et Gay, II, 1954; Hervé Rousseau, Le Dieu du mal, París, PUF, 1963.
Nos interesa particularmente por cuanto significa un puente entre la
concepción hindú de la existencia y la mesopotámica: los semitas y especialmente el pueblo de Israel criticarán su estructura metafísica, siendo, sin embargo, influidos por las religiones de la tradición del mazdeísmo. La originalidad de la visión del mundo hebreo no puede explicarse sino gracias al diálogo que durante dos milenios sostuvo con dichos pueblos, bien que indirectamente.14
Pero más aún, la estructura metafísica de la cosmovisión iránica es absolutamente sui generis, por el hecho de sintetizar la tradición aria (monista) y la tradición antropológica del mundo Nilo-mesopotámico (unidad entitativa del hombre), que exigirá un dualismo intermedio entre el Creador y el hombre.
Los magos del mazdeísmo influirán sobre el pensamiento griego, de origen igualmente indoeuropeo, desde sus primeros pensadores, pero especialmente sobre los estoicos y, de manera clara, sobre el neoplatonismo. El gnosticismo, con su jerarquía de potencias: aiones, es una síntesis helénico-iránica. El maniqueísmo, en cambio, es propiamente una religión iránica (Mani era llamado el Zaratustratema: Zoroastro por excelencia).15
Los bogomilos ─maniqueos búlgaros─, los cátaros16 y albigenses, deben inscribirse en esta tradición.17 He aquí unas de las tradiciones más persistentes y secretas del pensamiento occidental, que, en su vertiente antipelagiana, es el fundamento del luteranismo y el jansenismo, y, en su vertiente místico-germana, es la base del idealismo postkantiano, del marxismo y del nacismo.
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14 A. Carnoy, op, cit., p. 258. El libro de Tobías es el ejemplo más representativo (Aeshma daêva).
15 Ibid., pp. 260-261.
16 Cf. Puech-Vaillant, Le traité contre les bogomiles de Cosmas le Prêtre, París, Institut d’Études Slaves, 1945.
17 Si pensamos que Boehme ha sido influido por la teosofía gnóstico-maniquea, y que Hegel es un discípulo de esta tradición germana, encontraremos ciertas razones histórico-doctrinarias para explicarnos el antisemitismo del nacismo.
La más antigua explosión histórica demográfica del desierto
siriaco-arábigo es la producida por el pueblo acadio, que se enfrenta
a la civilización organizada por los súmeros; dicha invasión
se produce en el siglo xxv a.C.18 desde el oeste del Éufrates
donde se establecen definitivamente, constituyendo la base del
Imperio asirio-babilónico.19
La invasión canaanea, más violenta, alcanza el Egipto y llega hasta España, alrededor del 2500,20 siendo el prototipo anticipado de la conquista musulmana. Los fenicios, grupo canaaneo secundario, se instalan en las costas mediterráneas y alcanzan su apogeo marítimo en el siglo XI a.C.21
En tiempos más recientes, los hebreos invadirán la Palestina desde el desierto, a modo de tribus nómades, y se impondrán sobre la civilización canaanea decadente, a partir del siglo XII a.C. Después vendrán los árabes. Veamos esto más detenidamente. Sargón, el Sharukin de los primeros semitas que constituyeron un reino histórico, invadió las regiones de la ciudad preponderante de la baja Mesopotamia, Kish, para trasladar la capital, después, a Akad. Conquistó la Mesopotamia, el Elam, los países de Amurru (también semitas), llegando hasta Chipre y Capadocia.22
La decadencia de la tercera dinastía de la ciudad de Ur permitió a las tribus semitas hacerse cargo nuevamente de la situación en Mesopotamia ─así como Sargón había reinado desde 2340 a.C. en Akad─.
18 Cf. E. Dhorme, Les religions de Babylonie et d’ Assyrie, París PUF, pp. 5 y ss. Lagrange, op. cit., nos dice: “desde el 3500 hasta el 2500, la marea que procede de Arabia sumerge la antigua civilización sumeria” (p. 53).
19 Hammurabi ─del pueblo semita de los Amorrheos o Amurru─, de origen sirio, es un ejemplo del genio jurídico del pueblo semita (Cf. Dhorme, op. cit., p. 356).
20 Lagrange; op. cit., p. 53.
21 Este contacto semita sobre el norte de Africa y el sur de Europa no es el primero ─ya que los canaaneos han llegado antes, de donde se formará el idioma púnico─ y tiene gran importancia por cuanto será un nuevo elemento de la profunda sedimentación de “semitismo” que se deposita, hasta conquistarlas absolutamente, en las costas del Mar Mediterráneo. Los cartagineses son como un antecedente semita del cristianismo y el Islam.
22 Cf. Leonard Wolley, Ur, La ciudad de los Caldeos, México, F.C.E., 1953; Saeculum Weltgeschichte, Freiburg, Herder, t. I, pp. 239-281; Alimen-Steve, Vorgeschichte, Hamburg, Fischer, I, pp. 229-251; para una bibliografía véase nuestro curso Latinoamérica en la historia universal, Ed. Rotraprint, UNNE (Argentina), t. I, pp. 106-270.
Un siglo había transcurrido desde la caída de Ibbisin, cuando emergió en Babilonia el rey Hammurabi, semita, que gobernó entre el 1792-1750 a.C. (¿1728-1686?). Gracias a los archivos descubiertos en Mari,23 vemos cómo de entre más de treinta Estados, algunos de ellos de los amorreos-semitas, se destacaron los de Mari, Babilonia (en el centro) y Asiria (al norte).
Hammurabi supo imponerse, y en el epílogo de su famoso Códice se nos dice:
He puesto fin a la guerra, he creado el bienestar, he dado descanso al pueblo en moradas tranquilas, no he tolerado la intromisión de los perturbadores…
Los he gobernado en paz, los he defendido con mi sabiduría, de modo que el fuerte no oprimiese al débil, y se hiciera justicia al huérfano y a la viuda…
La dinastía babilónica duró casi dos siglos (desde Sammsuditana I hasta Sammsuditana II), siendo conquistada la gran ciudad por Mursili I (en el 1530 a.C. según la cronología corta, y en torno al 1601 según otras interpretaciones). Por primera vez los indoeuropeos se imponen sobre los semitas, gracias al Imperio hitita, y poco a poco los desplazarán en todos los frentes.
Aleppo, de la zona Siria de los semitas de Amurru, ha sido igualmente tomada por Mursili I (en el 1535 a.C., según la cronología corta). Poco después, Gandash, el Kassita, se impone sobre Babilonia, que quedará dominada hasta el siglo XI a.C.
§ 8. Al norte de Babilonia, sobre el Tigris, desde el siglo xx a.C., se había organizado un reino semita, cuya capital era Assur (Ashshur).24 Poseemos desde hace poco una lista procedente de Korsabad, 25 donde figuran los reyes asirios; unos tenían nombres hurritas (es decir, no semitas), pero la mayoría, semitas. Debieron, entonces, recibir la influencia de los
reinos Mitanni, cuyo apogeo se sitúa entre los siglos XVI y XV a.C.
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23 Cf. Sabatino Moscati, Las antiguas civilizaciones semíticas, Barcelona,
Garriga, 1960, pp. 34 y ss. Sobre los semitas, además de la bibliografía
indicada, véase: S. Moscati, The Semites in Ancient History, Cardiff, 1959; J. Kuper-Bottero-Boyer, Archives royales de Maris, París, 1941 y ss.; L. King, The letters and inscriptions of Hammurabi, Londres, 1898, t. I-III; considérense las Historias Universales como Cristo y las religiones del mundo, II, bibliografía en pp. 418-419; Histoire des religions, París, Bloud et Gay, s. f., t. II;, The Cambridge Ancient History, vol. I y ss.
24 Cf. The Cambridge Ancient History, Vol. III, pp. 1 y ss.
25 Cf. Les premières civilisations, en Peuples et civilisations, I,pp. 162 y ss.
La decadencia de éstos permitió a los asirios un lento pero seguro proceso civilizador. Nínive será, por su parte, la ciudad de los santuarios, la meta de las peregrinaciones asirias. Aunque dependientes de Ur, de Babilonia o de los hurritas, los asirios mantuvieron sus tradiciones. Su primer esplendor se debió a Shamshi-Adad I, contemporáneo de Hammurabi, pero manteniéndose todavía como un reino vasallo y de segunda categoría.
Las incursiones de los arameos desorganizaban las relaciones comerciales.26 Los asirios comienzan las luchas contra las kasitas de Babilonia, y logran dominarlos desde el siglo XIV a.C. En ese momento en que los hititas estaban en su apogeo, y Egipto debió aún inclinarse ante su poder, Asiria comienza igualmente a ser reconocida como reino independiente. Pero solo con Tiglat-Pileser I (muere en 1060 a.C.), los semitas logran reeditar las proezas de sus antecesores acadios, y constituyen un gran reino que llega al Mediterráneo.
(Yo soy) Tiglat-Pileser rey legítimo, rey del mundo, rey de Asiria, rey de las cuatro partes de la Tierra, el héroe poderoso protegido por los oráculos de Assur y de Ninurta… Bajo el mando de mi señor Assur, mi mano ha extendido la conquista más allá del río Zab meridional hasta el mar Superior, que está al
Occidente… Después me he dirigido al Líbano… He vuelto contra la región de Amurru… He recibido el tributo de Biblos, de Sidón y de Arvad.27
Assur unifica entonces la Mesopotamia hasta el Caspio y el Mediterráneo, y logrará asegurar y aumentar sus conquistas durante cinco siglos. El último rey asirio será Assurbanipal derrotado en el 612 a.C. En ese entonces, los asirios habían llegado a conquistar el Egipto:
En mi primera campaña marché contra Egipto y Etiopía dice Assurbanipal. Tirhaka, rey de Egipto y de Nubia… olvidó el poder de Assur… Con la ayuda de Assur, Bel y Nabú, los grandes dioses mis señores que avanzaban a mi lado, derroté sus ejércitos de Tirhaka en una gran batalla campal.28
La caída del Imperio asirio la produjeron los medos, indoeuropeos que dominaban el norte del Irán. Junto con ellos había participado en la caída de Assur, el rey de Babilonia, ahora renaciente, llamado Nabopolasar, semita de la familia de los caldeos. Este rey (625-605 a.C.) logra reconquistar para Babilonia toda la Mesopotamia menos el norte, en manos de los medos.
26 R. Turner, Las grandes culturas de la humanidad, F. C. E., México, 1953, p. 239.
27 Citado por Moscati, p. 37. 28 Ibíd., p. 39.
En el 612 a.C. conquistan, medos y babilónicos, a Nínive. Los egipcios, que pretenden un equilibrio de fuerzas, llegan tarde para apoyar a los asirios (con el faraón Neka II, 609-594 a.C.), derrotando de paso en Megido al rey de Judá, Josías, que pretendía por su parte apoyar a los babilónicos. Los medos continuaban sus victorias en el norte29.
El florecimiento de Babilonia, bajo Nabucodonosor y Nabónides, no alcanzó un siglo, porque ya en el 538 a.C., Ciro, el rey persa, ocupaba Babilonia, que nunca más podrá reponerse de su derrota. Mientras tanto (614-538 a.C.) Babilonia había mantenido las conquistas asirias, sin poder recuperar Egipto,
pero implantando mucho mejor su dominio sobre Palestina.
Para Marduk, el soberano, hice navegar hasta Babilonia, al igual que cañas llevadas por el río, vigorosos cedros, altos y fuertes… abundante producto del Líbano30.
Mientras los últimos caldeos de la Babilonia derrotada se entristecen por la destrucción, los que habían sido sus súbditos esclavizados cantan himnos de alegría:
Siéntate en el polvo (en signo de duelo),
virgen, hija de Babilonia.
Póstrate en tierra, destronada,
hija de los caldeos (Isaías 47, 1).
Salid de Babilonia, huid de los caldeos.
Con un cántico de alegría anunciad y proclamad
e idos hasta la extremidad de la Tierra.
Salid de Babilonia, huid de los caldeos.
Con un cántico de alegría anunciad y proclamad
e idos hasta la extremidad de la Tierra.
Decid: Yahveh ha liberado a su servidor Jacob (Ibíd. 48, 20).
§ 10. Una zona privilegiada, ya que significaba el puente que necesariamente debió ser siempre cruzado, fue el área geográfica ocupada por los fenicios, sobre el Mediterráneo, por los sirios, entre los Antilíbanos y el desierto sirio y los palestinos, al sur de los dos pueblos antes nombrados, y que habitaban la cuenca del río Jordán y las costas correspondientes hacia el mar Mediterráneo.
29 Se impusieron sobre otro pueblo de origen indoeuropeo; era un reino que ocupaba del lago Van al Urmia, y que floreció desde el siglo IX hasta el VI a. C (Cf. The Kingdon of Van, en The Cambridge Ancient History, III, pp. 169 y 55.), enemigos del Imperio asirio.
30 Cita de Moscati, p. 40.
Como hemos visto, nunca llegaron los pueblos semitas de estas tres regiones a organizar un reino importante y mucho menos un imperio. Dependían siempre, en mayor o menor medida, de sus poderosos vecinos, de los mesopotámicos, o de los hititas al norte, o de los egipcios al sudeste. Sus vidas estaban pendientes siempre de la misericordia de dichos Estados.
En los siglos XV y XIV a.C. se habían organizado los grandes Imperios de la Babilonia kassita, el asirio, el hitita y el Egipto en su gran esplendor. Los siglos XIII y XII depararon, en cambio, la ruptura del equilibrio y la aparición de nuevos pueblos en todos los horizontes del mundo civilizado.
Entre ellos se encuentran los arameos, filisteos, hebreos; los fenicios, en cambio, poseían ya una antigua historia de proezas navieras. Todos ellos
fueron pueblos de grandes aptitudes comerciales y culturales, pero no de facultades guerreras o políticas; esto nos explica su lugar privilegiado en una historia de la cultura, pero no en una historia política mundial.
Los fenicios31 de origen incierto, sea del Mar Rojo o del Golfo Pérsico o de la misma Palestina, “pueblo de las palmeras” (significación del nombre que llevan), estaban ya en el III milenio en relación con Egipto, y la ciudad de Biblos, por ejemplo, debía pagarles tributo. Los descubrimientos de Ras- Shamra (Ugarit) y Minet el-Beida (su puerto) nos muestran que, además de haber sufrido las invasiones de egipcios, kassitas, hurritas e hititas, sucumbieron ante el empuje de los “Pueblos del mar”.
Más al sur, en cambio, otras ciudades, como Sidón, Tiro y Biblos supieron aprovecharse del caos del siglo XII a.C. para salir florecientemente beneficiadas. Habiendo desaparecido el poderío naviero de Micenas, los fenicios se comportaron como dueños del Mediterráneo oriental.
La política de estas ciudades se subordinaba al único interés comercial. A veces uno, otras veces otro de los reyezuelos, gobernaba sobre las costas fenicias con una cierta supremacía. Sin embargo, tuvieron que pagar tributos al Imperio asirio, y, a causa de las sucesivas rebeliones, Sennaquerib produjo la ruina de Tiro.
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31 Además de la bibliografía general, puede consultarse el antiguo Movers, Die Phoenizier, Leipzig, 1841-1856, vol. I-III; G. Contenau, La civilisation phénicienne, París, 1926; R. Weil, La Phénicie et l’ Asie occidentales, París, 1939; etcétera.
Esta comunidad naviera no pudo permanecer largo tiempo en el
Mediterráneo oriental expulsada por los griegos, lo cual la llevó a alejarse hacia el Mediterráneo occidental. La fundación de Cartago (Kart-hadasht = la ciudad nueva) en el 814-813 a.C. marca una fecha importante en la historia del comercio mediterráneo y universal.
Desde la antigua necrópolis neolítica de Biblos (3000 a.C.), desde la fundación de Tiro (2750 a.C.), transcurrieron largos siglos hasta que los fenicios objetivaron en un sistema consonántico su escritura (aproximadamente en el siglo XIII a.C.), cuyo más antiguo documento se encontró en la tumba de Ahiram en Biblos.
§ 11. No ya sobre la costa, como los fenicios, sino ocupando las pocas tierras fértiles junto al río Oronte y en el oasis, el más bello y extenso, el de Damasco, que limitan con el gran desierto oriental, habitaban diversos pueblos semitas de escaso talento político, pero de gran habilidad comercial y expertos en “relaciones internacionales”.
Se trata de los pueblos arameos32 de Siria, que fueron conocidos igualmente con el nombre de “los habitantes de Amurru” (del Occidente), posiblementes
procedentes de Harram y de la región del río Balikh, afluente del Éufrates, y nombrados en los textos de EI-Amarna bajo la denominación de Akhlameos.
Los arameos invaden la Mesopotamia y la Siria entre los siglos XIV y XI a.C. “Es probable que su país de origen fuera el desierto siro-árabe, como la mayoría de los semitas”33.
Entre el siglo XI y el X alcanzan su esplendor, siendo derrotados al occidente por los semitas-fenicios, que les impiden llegar al mar, y al sudoeste por los hebreos, especialmente por David (II Samuel 10,15-19). Desde el siglo VIII comienzan una rápida decadencia, la que no impide una gran expansión de la lengua aramea los mismos asirios necesitan de los escribas arameos para entenderse con las diversas poblaciones, que reemplazando el acadio, se transforma en la lengua de la diplomacia en el mundo palestino-mesopotámico desde el siglo VII.
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32 Cf. E. Kraeling, Aram and Israel, Nueva York, Columbia University Press, 1918; etc.
33 Cf. Dupont-Sommer, Les Araméens, París, Maisonneuve, 1949,
Gracias a Darío, dicha lengua llega hasta el Indo y el Nilo ─sin reemplazar,
ciertamente, las lenguas propias de cada pueblo, es decir, el iránico, acadio, fenicio, hebreo o egipcio─; fue el arameo la lengua semita del Imperio aqueménide, el Reichsaramäisch, y que será después reemplazado solo por el griego34 como lengua oficial, y por el árabe, desde el siglo VII de nuestra era, como lengua popular.
Constituyeron los arameos pequeños reinos que luchaban entre sí. Limitaban al norte con Karkemish. Sufrieron evidentemente la influencia de los hititas y los mesopotámicos. Gracias a su posición, sus caravanas intercambiaban sus productos con los de los comerciantes fenicios venidos del Mediterráneo
y los transportaban hasta el Irán.
§ 12. Por último, ocuparon el valle del Jordán y las montañas de Samaía y Judea un grupo de tribus procedentes en primer lugar de Harram. El “Padre del Pueblo” (Aba -ham = Abraham) era descendiente de la familia de Terakh que había emigrado de Ur a Rasan. Por su parte Abraham, uno de los tantos nómades que cruzaban el desierto en esperanza de mejor futuro, condujo sus rebaños en tierra de arameos, para después instalarse entre los canaaneos (grupo de pueblos semitas que ocupaban la Palestina).
Todo esto en el siglo XIX a.C. Parte del grupo se dirigió después a Egipto. De allí los Bene-Israel, conducidos por Moisés, hebreo de origen egipcio, reconquistan progresivamente lo que será su morada definitiva hasta el año 70 d.C. Las invasiones debieron estar de algún modo ligadas al gran movimiento de pueblos del siglo XV. En 1400 a.C. los “hijos de Israel” estaban ya en el Jordán, conducidos en la guerra de conquista por jefes más o menos espontáneos (los “jueces”).
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34 Es interesante anotar, a título simplemente marginal, que Jesús de Nazaret hablaba arameo es decir, la lengua popular del oriente palestinense o “arameo común”, mientras que Saúl de Tarso se expresaba en griego (procedente de Anatolia) y hebreo (lengua exclusivamente cultural). Los Targums nacieron en esta época –traducciones arameas de la Biblia-, lo mismo que el Talmud de Jerusalén. El arameo oriental será la lengua en la ‘que se expresarán los documentos cristianos judeo-babilónicos, mazdeicos y siríacos. Los árabes descubrirán a Aristóteles en la lengua arameo-siríaca y con ella la racionalidad griega. La escritura aramea (alfabeto consonántico derivado del semita-fenicio) es igualmente una preparación o como la base del griego del Imperio seléucida. Por el griego y el latín, la invención semita de la escritura consonántica y después alfabética en el plano de la civilización se ha universalizado.
Solo con Saúl, coronado rey por el profeta Samuel, los israelitas logran la unidad. David (1010-970 a.C.) extiende las fronteras, y Salomón da a los hebreos la posibilidad de un cierto esplendor (970-935 a.C.). Pero, después, las tribus se separaron, quedando solos los judíos (y no ya los israelitas-samaritanos) como testimonios de la originalidad de este pueblo, en torno a la capital Ierushalaim (la antigua Uru-Salim de los iebuseos).
Desde el siglo X a.C., la literatura judía comienza a producir las mayores obras (en sus orígenes solo a modo de “tradiciones orales”, de las cuales las tres más importantes, son denominadas actualmente por la hermenéutica: la tradición yahvista, elohista y sacerdotal).
Poco después aparece un movimiento de profetas (nabiim) que lucha con clara conciencia contra los sincretismos del pueblo; sincretismo entre la doctrina mosaica y los cultos agrarios de los canaaneos. Con un monoteísmo consecuente, cuya coherencia no tiene precedentes, los profetas se transforman en el “alma del pueblo”.
Conquistada Jerusalén por Nabucodonosor, después de valiente defensa, toda la élite judía es deportada a Babilonia. Durante aquellos cincuenta años (ya que serán liberados por Ciro en el 538 a.C.), contrariamente
a lo que pudiera pensarse, el pueblo judío acrecentó la coherencia de su posición y tomó conciencia adulta de las estructuras intencionales de su cosmovisión, de sus ethos. Sus escribas trabajaron incansablemente para objetivar por escrito una doctrina tradicional (ahora, en gran parte, bajo el ropaje de los símbolos y mitos babilónicos o egipcios).
El Dios nacional de Abraham, Isaac y Jacob había cobrado ilimitada universalidad. Los judíos deberán tener una muy corta época de paz, para después ser nuevamente dominados por los persas. La religión judía pasará así de ser una mera expresión de un grupo étnico, para transformarse en la exposición coherente, en doctrina, culto y prácticas, de un monoteísmo propuesto por una comunidad religiosa liberada de las estructuras de una civilización determinada, en el nivel de los instrumentos.
He aquí una ventaja insospechada del universalismo israelita; los judíos como civilización eran uno de los pueblos más pobres de la historia universal. Los judíos, por las continuas guerras que soportaron en sus
territorios, por su espíritu nómade, por el comercio, se fueron dispersando por los diversos territorios del mundo civilizado del Mediterráneo oriental.
Los encontramos numerosos, en el siglo IV y III a.C., en el Egipto, en la Mesopotamia, en Siria y Fenicia, en las islas del Mediterráneo y aun en Anatolia. Este fenómeno es denominado la Diáspora, cuyo contenido cultural es el judaísmo.
En torno a la Ley, tradicionalmente dictada por Moisés, se reunían los creyentes en las sinagogas del helenismo, frecuentemente bajo la autoridad moral y doctrinal de un fariseo, al menos en el siglo I a.C. Es decir, el judaísmo era uno de los grupos religiosos dentro del gran Imperio helenista desde que, en el 331 a.C., Alejandro había conquistado la Palestina.
A Israel le ha tocado una función esencial en la historia del pensamiento universal. Sea por su antropología implícita, por su visión de la historia, por las estructuras todavía no develadas, pero ya conscientes de su metafísica, de su teología, el pueblo de Israel propone una estructura nueva, adulta y más consecuente con las premisas de todos los pueblos semitas. En el nivel propiamente cultural Israel no puede ser dejado de lado.
§ 13. Los árabes, por último, influyen sobre el nordeste africano (la Etiopía), y desde el siglo VII, gracias al profeta Mahomet invaden los reinos cristianos del Medio Oriente, del Imperio Bizantino, el norte de Africa, la península ibérica, del Imperio Romano latino; al este se extienden hasta el Indo, y progresivamente, por medio de los comerciantes e intelectuales,
hasta la Indochina e Indonesia. El Islam ha sido la difusión semítica más importante si dejamos de lado el cristianismo.
§14. Metodológicamente debemos tener en cuenta tres planos que pueden ser discernidos claramente desde un punto de vista estructural e histórico:
En primer lugar, los pueblos y las estructuras de la conciencia colectiva, presemitas o fronterizos: los egipcios al oeste, los súmeros en la Mesopotamia, y los medos y persas al este.
En segundo lugar, las civilizaciones o pueblos semitas que son absorbidas por las culturas presemitas: tanto los acadios, amorritas, y posteriormente los arameos, como los cananeos (con sus ramas secundarias de fenicios, moabitas, edomitas, etc.) Estos pueblos “semitizan”, siendo en definitiva succionados por el medio cultural.
Por último, la irrupción del genio semita en su plenitud. Nos referimos al pueblo de Israel, especialmente en las tribus del sur: la de Benjamín y de Judá, y el Islam por la acción profética de Mahomet.
El cristianismo, como Iglesia universal, y el Islam, como religión también universal, son el fruto maduro de la estructura que denominamos elementos o contenidos de la cosmovisión semita -no nos referimos al mundo como “imagen”; es decir, un modo de comportarse con respecto al ser, como
Ser y seres-35.
Las estructuras ontológicas de la conciencia semita constituyen uno de los capítulos fundamentales de la metafenomenología o historia de los supuestos intencionales de la metafísica como ciencia. La metafísica actual en crisis busca en la historia los períodos de su constitución, para lo cual, ciertamente,
debemos dejar los estrechos marcos del genial pero limitado pueblo helénico. Las estructuras metafísicas vividas y portadas en un comportamiento precientífico y prefilosófico, no comienzan a existir solo desde Tales de Mileto.
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35 La comprensión aun política y actual, entre Israel y los Estados árabes, entre el cristianismo, el judaísmo y el Islam, debe emprenderse a partir del nivel ontológico; volviendo a su origen, se encontraría al mismo tiempo la explicación de la división. Por otra parte, podemos decir que, desde la ocupación marxista de la China, el mundo se ha culturalmente “semitizado” (a excepción de la India y el sudeste asiático), aunque igualmente secularizado. Esto lo estudiaremos detenidamente en otros trabajos en curso. Pío XII dijo alguna vez que “el cristianismo era semita espiritualmente”.