Y al llegar la aurora, armados de ardiente paciencia, entraremos en las espléndidas ciudades. A. R.
Y como será allá vos?
Te imaginas caminando por las calles de San Salvador, las mismas que recorrió Roque Dalton? Y sentir ese sol que dicen que te quema la piel…y oír el murmullo del hormiguero de los vendedores por las calles del centro…y bajar por la cuesta del palo verde, y meterte a cualquier comedor y pedir que te vendan pupusas revueltas…y vagabundear por Metrocentro, y la sombra del volcán siempre vigilando tus pasos, y zamparte una guacalada de fresco de ensalada, y tortillas tostadas con queso duro-blandito…
-Al oírte ese discurso hasta hambre me está dando…Y fíjate que me lo imagino, va ser chévere regresar, te voy a llevar para que conozcas el parque Libertad, la Catedral donde Monseñor Romero pronunciaba sus homilías, la casa de Roque en san Miguelito! T te voy a llevar a comer carne de chucho en el Vietnam del estadio…Ya vas a ver que te va gustar mucho!
– ¡Ay bendito! Y conoces donde queda la casa de Roque, tu no me estás diciendo embustes? Y se permite visitarla?
-Claro que si…te lo aseguro, que te voy a llevar.
-No me aguanto por ir y revolcarme en la arena caliente de esas playas y zambullirme en sus tibias aguas, y tomarme un agua de coco con ron, acompañada de pupusas.!
-La combinación que hacés no va mucho, pero tu intención es lo que cuenta! Además el comer pupusas refleja un profundo contenido onírico y afrodisiaco casi froidiano.
-No se toma ron con pupusas? Seguro? No me estás gufeando?
-No, las pupusas se comen con chocolate o café, y el ron, que allá se llama Muñeco o guaro, y en cualquier chupadero o cantina se combina con rodajas de jícama, mango verde, hojas de jocote, tortrix o pepino con tajaditas de limón, etcétera, etcétera. Un día te voy a dar un curso gratis sobre las principales ramas de las boquitas salvadoreñas.
-Bueno yo voy a establecer un nuevo estilo, pupusas con -como decís?- con Muñeco. Y segura que no me va dar juma, ni un tantito así..!
-Vos estás loca? Como dicen los puertorros, estas arrebatada!
-Compadre, se vale soñar.
Cuando platicaban sus ojos se perdían en el skyline de edificios de Manhattan, mientras su imaginación se trasladaba -en el caso de Rogelio- a los vagos recuerdos de la vez que su papá lo llevó al entierro de su abuela, allá en Ayutuxtepeque, pero entonces solo tenía diez años, por lo que sus recuerdos eran ya borrosos y lejanos…
En el caso de Claudia su imagen resultaba incluso más etérea porque conocía el país mediante pláticas de su madre, lectura de libros o de las noticias, pero nunca había estado allá, nunca había sentido el calor de semana santa o los vientos de octubre o las exuberantes y curativas puteadas en los mercados…
Rogelio y Claudia vivían en el mismísimo corazón boricua del Sur del Bronx, cerca del parque Pulaski, a pocas cuadras de donde se inventó el mentado hip hop, música que permitió que se conocieran y se enamoraran bailando en una discoteca en la que cantó el famoso rapero Fat Joe, el pasado verano.
A Claudia le cautivó como este muchacho alto, de mirada profunda y de aspecto anglo, que desde que la vio no le había quitado la vista de encima, la música hiphop lo transformaba y era tan diestro en las acrobacias circenses del breakdance.
Mientras se escuchaba del rapero afro-americano Rakim su opera magna, In the Ghetto, con la cadencia de su estribillo: Ghetto/Nobody´s smilin´/ The Ghetto/Nobody´s smilin´/ Even the/Ghetto/ Nobody´s smilin/Aint´gonna smilin¨/ the Ghetto/ Nobody´s smilin´…
Pero su sorpresa fue mayúscula – no podía creerlo, todavía lo dudaba-al descubrir que en un clásico universo boricua, -de mofongo y arroz con gandules, de ay bendito y vete pal carajo-se encontrara con un navegante extraviado a lo Ulises, de origen pipil, con orígenes comunes. La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, dice sabiamente Rubén en su canción.
Se hicieron novios y luego despreocupadamente decidieron vivir juntos. Habitaban en un pequeño apartamento semi-amueblado, de dos cuartos y un baño, en el sexto piso de un viejo edificio destartalado y con el ascensor siempre arruinado.
El edificio -saturado de grafitis-, que sobrevivía solitario en la cuadra, y que inexplicablemente se había salvado de ser incendiado, -como dictaba la tradición local- por los dueños para cobrar el seguro, y al que se mudaron cuando decidieron compartir tribulaciones, gastos y sueños.
Al conocerse descubrieron -riéndose porque nunca antes se habían visto- que ambos también estudiaban en el Hostos Community College, y esperaban graduarse de Artes Liberales. Asimismo compartían gustos, como la atracción por el hip hop, por el cine en español, la comida italiana y la política de izquierda.
En el caso de Rogelio -desde los quince años-tocaba la guitarra eléctrica, y además del hip hop se sentía atraído por Pink Floyd, por la música techno, el heavy metal, y era un adorador fanático de Black Sabbath.
Y como debilidad musical, suspiraba cuando escuchaba los temas del boricua Héctor Lavoe, con quién se identificaba mucho, y a quién pudo verlo incluso en persona cantando su tema favorito, El cantante, que va así:
“Yo, soy el cantante/Muy popular donde quiera/Pero cuando el show se acaba/ Soy otro humano cualquiera/Y sigo mi vida/Con risas y penas/Con ratos amargos/Y con cosas buenas/Yo soy el cantante/ Y mi negocio es cantar/ Y a los que me siguen/ mi canción voy a brindar…”
Le gustaba iniciar y proseguir discusiones bizantinas por meses, sobre todo tipo de temas para evidenciar su rebuscado horizonte cultural, resultado de una interminable sed de lecturas nocturnas, incluyendo las obras maestras tanto del marxismo como de la pornografía, aficiones que lo acompañaban desde casi su infancia.
Era alto y espigado, y su ejercicio espiritual favorito consistía en caminar las calles de la Gran Manzana, a veces desde el Bronx hasta el Greenwich Village, ciudad a la que había sido llevado por sus padres siendo un bebe.
En su casa aprendió el español como su lengua materna y trató siempre para distinguirse, de conservar el acento “guanaco garrobero” en un fuerte ambiente caribeño. Y también fue instruido en la fe católica, incluso hizo la primera comunión en la iglesia de San Lucas, allá en la calle 138. Pero ya en la adolescencia, cuando estaba en la high school, se volvió ateo militante.
Para vestir había adoptado el estilo de las sudaderas de deporte anchas, zapatos de camionero, y gorra de los Yankees, por lo que Claudia le bromeaba que parecía su guardaespaldas, o en el mejor de los casos, eran la versión latina de la bella y la bestia.
Rogelio nunca se sintió atraído por los licores y el tabaco, pero tampoco le molestaba que los usaran en su presencia. Pero su paladar no podía resistirse a un café bien cargado, acompañado de una rebanada de pastel de queso con mermelada de fresa, o a una cena con pupusas.
Su principal defecto era la soberbia, que envarias ocasiones le causó problemas en su relaciones, pero por suerte gozaba de una privilegiada virtud: la fuerza de voluntad, lo que le daba mucha seguridad en si mismo y lo volvía una persona muy atractiva y segura de sí mismo.
Por su parte, Claudia que había nacido en el Lincoln Hospital, escribía poesía desde la adolescencia y fortaleció su identidad latina mediante sus lecturas favoritas, entre estas el argentino Borges, los poetas Neruda y Vallejo, y había leído con detenimiento casi toda la obra de Roque Dalton, a quién citaba con frecuencia para respaldar sus puntos de vista, como si se tratara de un amuleto teórico, que orientaba su vida.
Era una lectora incansable, y uno de sus pasatiempos favoritos era luego de devorar un suculento brunch, a mitad de la mañana de un domingo, realizar el ritual de sentarse en un cómodo sillón, para felizmente atragantarse con las diferentes secciones de la tupida edición dominical del New York Times, dándolo particular seguimiento a sus secciones culturales y de política internacional.
Su cuerpo era esbelto, y coronado por una larga cabellera color de azabache, que le llegaba a la cintura, la cual coquetamente agitaba con el viento, y hacía juego con sus chispeantes ojos negros, que delataban sus orgullosas raíces indígenas. Sus labios eran gruesos, sensuales, y animaban a besarlos y cuando reía se le formaban unos simpáticos camanances en sus mejillas.
El español lo hablaba con un claro acento puertorriqueño, porque su padrastro José, a quien mucho admiraba, era de Ponce, y Rogelio pasaba bromeándola por ese detalle, sin que a ella le importase. Le gustaba mucho el hip hop, pero a veces se decantaba por la sabrosa salsa de Willy Colon, que le permitía mover sus caderas, o incluso por la refinada ternura de Carole King.
Claudia tenía el don de encontrar y cultivar amistades y les daba seguimiento metódico de la misma manera como se cuida un jardín, lo que resultaba en que siempre la estaban buscando, llamando, e invitándola a comer, al cine, a bailar, a contar intimidades y a miles de actividades.
Otra de las facetas de su personalidad era su esmerado espíritu ahorrativo, que muchas veces llegaba a volverse tacañería simple y pura, el cual contrastaba con su peculiar espíritu de tolerancia y de respeto y empatía hacia las demás personas. Podía dedicarle tardes enteras a una amiga enferma, pero sin que incluyera algún tipo de gasto.
Por lo general disfrutaba, n su empleo y en su casa, de un ambiente artístico, en el que sobresalía su afición por la música clásica -en particular era devota del polaco Chopin- y por la ropa y los perfumes de marca, en especial, el perturbador olor a jazmín del Chanel No. 5.
En una ocasión un grupo de amigos los invitó a ambos para pintar el muro de una escuela y pudieron hacer la experiencia -oyendo gangsta rap- de delinear y luego pintar con letras grandes y colores brillantes, un mural alusivo a Benjy Meléndez y los Ghetto Brothers.
Aprendieron que Benjy había sido un músico que se volvió pandillero o viceversa, quién logró organizar a miles de jóvenes boricuas para que defendieran sus vecindarios, y además logró alcanzar un acuerdo de paz entre gangas de negros y de puertorriqueños, que cubrió Harlem y el Bronx, y que permitió que se celebraran en un ambiente de tranquilidad, festivales de música salsa y de hip hop. Una proeza de dimensiones míticas.
Un fantasma del paisito
Una tarde lluviosa, Rogelio había conocido en los pasillos de Hostos a un enigmático salvadoreño, que incluso ocultaba hasta su verdadero nombre bajo un seudónimo, y que le fue presentado por Antonio, un amigo dominicano del PCD, que era además profesor de Literatura caribeña.
Rogelio lc contó a Claudia que allá en Guazapa, para la guerra, hubo tigres dominicanos del PCD combatiendo en las filas de las FAL, incluso cuatro quedaron allá. Cayeron combatiendo, este intercambio fue facilitado por el hecho que tanto Schafik como Isa Conde eran ambos “turcos”, de origen árabe.
Con este misterioso salvadoreño, -que alegaba ser representante del FMLN y del mismo PCS- se hicieron amigos, y se lo presentó a Claudia, la cual se burlaba abiertamente de sus gestos de clandestinaje, como el de desconfiar de la mayoría de personas alegando que podrían ser informantes y estar siempre alerta ante los supuestos “micrófonos ocultos” del FBI.
Este “enviado de los dioses subversivos del pulgarcito” coo lo llamaba Claudia, lo condujo en una ocasión a una reunión en un edificio en Chelsea, en donde conoció a otros salvadoreños que lo invitaron a integrarse a una célula de militantes de izquierda, a lo que accedió más por curiosidad que por convicción.
Se reunían cada viernes de manera puntual a repasar – incluso con periódicos y documentos del país- lo que sucedía en lo que llamaban nostálgicamente el Pulgarcito o el Paisito. Luego de tomar confianza en el grupo, solicitó se le permitiera llevar a su novia Claudia, a lo cual alegremente accedieron.
La agenda de cada reunión comprendía religiosamente, una parte inicial de estudio político, y en ese momento estaban estudiando las sutilezas poéticas del Qué hacer de Vladimir Lenin. Luego venía un Informe Político de lo que ocurría en el paisito y se concluía con una revisión de las tareas encomendadas a cada militante. Ah, y también se pagaba una cuota que supuestamente era enviada para “allá abajo.”
La célula se componía por cinco personas, tres hombres y dos mujeres, en su mayoría adultos mayores que llevaban mucho tiempo viviendo “en el exilio” por lo que disfrutaban con la llegada de lo que llamaban sangre joven, o “el relevo histórico”, refiriéndose a Rogelio y a Claudia.
Uno de los camaradas llegó incluso a mencionar despreocupadamente el término de “carne fresca”, lo que fue fuertemente criticado por una de las camaradas, que vivía en Brooklyn, por considerar desde una óptica feminista, que se trataba de un término con un sesgo claramente machista, ya que se refería exclusivamente a Claudia.
Unos meses después, del personaje clandestino que los canalizó a este grupo, nunca más volvieron a saber y se especulaba que había regresado a conducir un campamento guerrillero en Chalatenango, en el norte del paisito, lugar desde donde supuestamente viajaba al exterior, en misiones compartimentadas de la comandancia general del frente guerrillero.
El edificio -de ocho pisos- donde se reunían era propiedad de un grupo de comunistas gringos, los cuales -se enteró después por confidencias de un locuaz y amigable joven griego que militaba con ellos- se encontraban atravesando una profunda crisis, derivada a la vez de la caída del muro de Berlín y la reciente desaparición de la Unión Soviética.
Incluso el mes pasado, un fuerte sector se había separado del CPUSA y había creado en California una nueva organización, los Comités de Correspondencia, con el apoyo incluso de la mundialmente famosa Angela Davis.
Ángela Davis, una afro-americana, era un icono de la izquierda gringa dado que en 1969 fue expulsada de la Universidad de California por impartir marxismo, y luego fue acusada en 1972 de asesinato y secuestro y perseguida en todo el país por el FBI, y se desató a nivel mundial una campaña por su liberación, la que se produjo en 1973. Un año despupes pasó a formar parte de la dirección del CPUSA.
Resulta que la llegada de Gorbachov a la jefatura del todopoderoso PCUS había provocado que se les suspendiera todo el apoyo financiero, debido a las críticas públicas del veterano líder comunista Gus Hall, a la glasnost y la perestroika iniciada en 1985.
Gus Hall, minero y ferrocarrilero, era el secretario general del CPUSA desde 1959 y frente a las reformas encabezadas por Gorbachov en la URSS, y su posterior disolución en 1991, afirmó que “lo desatado en Rusia tras la derrota del socialismo no dista nada de la caza de brujas del macartismo en nuestro país hace 35 años…”
El derrumbe de la URSS hizo que un partido históricamente de mucha solidez financiera, se viera forzado a despedir a centenares de empleados, a convertir su diario Peoples Daily World en semanario, e incluso a la necesidad de alquilar el salón del segundo piso de este edificio, para cumpleaños y casamientos privados.
Al salir de la reunión Rogelio y Claudia decidieron pasar por un sitio de comida griega, a la vuelta del edificio, donde paladearon unas hamburguesas, grasosas y deliciosas, con aditamento de cebollas en salsa oscura y acompañadas por un par de cervezas Budweiser.
Luego para hacer la digestión, caminaron hasta la calle 14 y Union Square para abordar el tren número 4 que los condujo hasta la estación de la calle 138, de donde se trasladaron a su casa, platicando y riéndose -como siempre-y haciendo planes acerca del futuro que les esperaría al regresar al pulgarcito.
Al llegar al apartamento, Rogelio estuvo ensayando una nueva melodía con la guitarra antes de dormirse, mientras Claudia veía en las noticias como un gobernador sureño, de Arkansas, de nombre Bill Clinton, se lanzaba a participar en las primarias demócratas, lo que le permitiría de ganarlas, competir en noviembre para la presidencia de los Estados Unidos.
-Papi, que te parece este candidato Clinton, de los demócratas, le preguntó Claudia a Rogelio. Rogelio le respondió que los demócratas y los republicanos eran como la Pepsi y la Coca Cola, diferentes por fuera pero la misma bebida por dentro. Ambos partidos sirven a las transnacionales y al complejo militar-industrial, le dijo.
Claudia movió la cabeza en señal de duda, y le respondió que ese análisis era en parte correcto, pero unilateral porque no tomaba en cuenta el hecho que el Partido Demócrata también tuviera en sus filas a sectores sindicales, de mujeres y de las minorías étnicas como afroamericanos, chicanos, y puertorriqueños.
-Solo los usan para la preservación del sistema, no tienen poder de decisión…
– Momento…el partido Demócrata es también un instrumento para avanzar en la lucha por la igualdad política y racial. O no? No crees que la elección de candidatos negros y latinos es parte de la lucha por los derechos civiles de las minorías…
-Bueno, – le respondió elevando el tono de voz- si querés morir engañada es tu derecho…veo que te volviste reformista.
-Tan lindo que te ves cuando te encojonas…Nene, hablando de otra cosa, y tienes turno mañana?
-No, y vos?
-Tampoco y que te parece si vamos al Parque Central.
-Solo si me das un beso….y le acercó los labios.
-Te voy a dar miles de besos. Pero tienes chavos para ir?
-Creo que sí-déjame revisar- si creo que tengo…nos alcanza.
El siguiente día, se levantaron alrededor de las 8 de la mañana, y Rogelio preparó el desayuno, consistente en huevos fritos con tocino y rebanadas tostadas de pan con mantequilla, junto a un humeante café Lareño, obsequio de la mamá de Claudia.
Alrededor de las 9 salieron rumbo al Parque Central. Hacía un día esplendido, con un sol radiante y una temperatura benigna, por lo que algunas personas incluso se atrevían a andar por la calle en mangas de camisa, y los arboles comenzaban a florecer. Era la primavera tocando a las puertas de la ciudad.
Caminaron hacia la estación del subway y bajaron hacia Manhattan, se bajaron en la calle 86 y avenida Lexington. Caminaron hacia el occidente y al llegar a la Quinta Avenida, se encontraron con la conocida fachada del Museo Metropolitano.
Este tenía una exposición sobre The Great Utopia: The Russian and Soviet Avant-Garde, 1915-1932, que resultaba sumamente interesante para visitarla. Pero al final coincidieron en que habían venido a caminar bajo el sol y no a encerrarse de nuevo entre cuatro paredes.
Se internaron en las veredas del parque y llegaron al célebre Strawberry Fields, un lugar dedicado a rendir tributo a uno de sus ídolos, al fallecido John Lennon, de los inolvidables Beatles de Liverpool. Se sentaron en una banca a contemplar tranquilamente el juego de las ardillas saltando en las ramas -filtradas por el sol- de los altos olmos.
Luego se encaminaron hacia el lago, y contemplaron las barcazas navegando plácidamente con familias o enamorados. No habían llevado almuerzo así que fueron a buscar un carrito de hot dogs, los que comieron con mostaza y sauerkraut, acompañados de unas sodas heladas Mountain Dew.
Claudia le comentó a Rogelio que el sauerkraut se asemejaba al curtido de las pupusas salvadoreñas, y él le respondió que se trataba de una receta guanaca copiada por los polacos, ante lo cual al unísono se carcajearon. Luego de una breve siesta en una banca, después del mediodía emprendieron el regreso.
-Regresémonos en guagua, le sugirió Claudia.
-Nombre, es mejor por el subway, le replicó Rogelio.
Los siguientes días Rogelio los dedicó a ensayar con un grupo musical de hip hop al que pertenecía, -llamado South Bronx-, porque Luciano que era un puertorriqueño que lo dirigía, les informó que el fin de semana habían sido invitados a tocar en un club en Trenton, y debían estar en forma.
Los ensayos los realizaban en el basement del edificio donde vivía Luciano, que quedaba a algunas cuadras de su edificio, en la tercera avenida. Rogelio trataba en los ensayos que las letras de las canciones tuviera un contenido social de denuncia de la explotación y opresión racial que vivían las comunidades latinas, mientras que Luciano estaba más inclinado a los contenidos de las vivencias en las cárceles o en la violencia, el sexo y las drogas.
Como grupo principalmente hacían cover de temas de Fat Joe o de Jay-Z. Rogelio frecuentemente refería este esfuerzo musical comparándose con los trovadores y juglares de la antigüedad, a lo que Claudia respondía con un dejo de incredulidad y burla.
Una tarde, en una de las reuniones de la célula, a la que habían bautizado como Rafael Aguiñada Carranza, en homenaje a un dirigente comunista asesinado en 1975, el camarada Julio le prestó a Rogelio un libro que había comprado en su reciente viaje a Cuba. Se trataba de una larga entrevista realizada por Marta Harnecker a Schafik Handal, secretario general del PCS, y miembro de la Comandancia General del FMLN.
La entrevista estaba dividida en dos partes, la primera sobre aspectos teóricos sobre el socialismo y la segunda sobre el proyecto político del FMLN para la sociedad salvadoreña. El título del libro era “El Socialismo: ¿Una alternativa para América Latina?”
A Claudia le pareció sumamente interesante, y además coincidente, dada la crisis del marxismo, provocada por el derrumbe del campo socialista, la afirmación que hacia la Marta Harnecker acerca de la visión de Shafik, o del Comandante Simón.
Marta asegura que “el socialismo que (Schafik) defiende no es el socialismo estatista, verticalista, antidemocrático, que llegó a ser históricamente la antítesis del proyecto social que imaginaron los clásicos del marxismo, sino de un socialismo pluralista, democrático, antiverticalista, donde la conducción política jamás está predeterminada de antemano…”
Para Rogelio la crisis del socialismo le parecía bastante complicada y muchas veces confusa, lo desconcertaba. Las imágenes de jóvenes derribando el muro en Berlín y luego el fracaso del golpe de los sectores ortodoxos del PCUS, no dejaba -aunque fingía no importarle- de dolerle.
Era como si le hubiera caído una gran roca encima, y lo hubiera aplastado. Era como si los planteamientos de Fukuyama que la historia había terminado fueran ciertos. Pero entonces, ¿y la lucha social seguía siendo válida? Y lo más importante en términos de pareja: ¿Tenía sentido regresar al paisito? ¿Tendremos algún futuro en Zivar?
Al día siguiente Claudia descubrió en la biblioteca pública de la 42 un tesoro, una edición cubana de la Memoria Subversiva de Roque, un libro que siempre había querido leer, y hasta Rogelio se mostró sorprendido por este hallazgo, no se aguantaba las ganas de poder penetrar en sus páginas. Acordaron turnarse en su lectura.
Rogelio hojeó rápidamente el libro de 264 páginas, y se detuvo en su índice. Estaba dividido en doce capítulos. Le intereso el capítulo nueve que trataba sobre el encuentro con Sebastián (Alejandro Rivas Mira) en La Habana en 1972, en el que acordaron su ingreso al ERP.
En ese momento estaba leyendo Fura del juego de Heberto Padilla, pero el libro de Roque lo subyugó, en particular CUANDO Roque describe su primer contacto con Rivas Mira.
A Roque le impresionó “la seguridad que proyectaba este -para él- joven revolucionario, que alardeaba sobre el poderío militar alcanzado por su organización. Le contó acerca del secuestro que habían realizado un año antes de un joven oligarca de nombre Ernesto Regalado Dueñas, y como este se les murió estando en cautiverio.”
No obstante esto, “obtuvieron un jugoso rescate, que les permitió crear un fondo de guerra, porque le aseguró gesticulando con el índice como Fidel, en nuestro caso, la guerra la va pagar la misma oligarquía…enfatizó en un tono prepotente.”
Pero también este ajusticiamiento permitió, que “se agudizaran las contradicciones en el campo enemigo” ya que el presidente Sánchez Hernández acusó del hecho a su enemigo, el general Alberto Medrano, “un chacal con el que algún día ajustaremos cuentas.”
Luego Sebastián le relató pormenores de la acción -para proyectar su rol dirigente- realizada el mes pasado en la cual ejecutaron a dos guardias y recuperaron dos fusiles G-3 frente al Hospital Bloom.
La acción fue denominada como “La guerra de los pobres ha comenzado, la paz para los ricos ha terminado” y asumida oficialmente por el Ejército revolucionario del Pueblo, ERP.
“Ya no somos El Grupo aquel de jóvenes románticos y rebeldes, ahora hemos dado un salto de calidad, ahora somos técnicamente, militarmente, un ejército popular en proceso de construcción…” le recalcó -salpicándole el rostro de saliva con briznas de tabaco-“viéndome fijamente a los ojos, como desafiándome a refutarlo, pero quizás he ido madurando porque opte por un prudente silencio.”
Roque reflexiona en su libro que se encuentra “ante un nuevo tipo de revolucionario salvadoreño que no conocía, diferente al humilde y abnegado comunista proletario que militaba en el PCS, esta vez “se trata de la pequeña burguesía radicalizada, procedente de los medios universitarios, la que está encabezando el proceso…”
Y concluye que “…esto me genera alegría por la evidente ruptura de esquemas, pero a la vez me genera algunas dudas y preocupaciones, por su evidente inexperiencia y altanería.”
-Muchas gracias por prestarme el libro, le dijo Claudia bromeando y él se disculpó y se lo devolvió, ante lo cual ella le dijo: un día cada uno para leer, empieza tu…Rogelio se lo agradeció con una sonrisa.