Carta Abierta a las fuerzas revolucionarias y progresistas de América Latina y el Caribe (1990)

Carta Abierta a las fuerzas revolucionarias y progresistas de América Latina y el Caribe

Esta carta abierta fue escrita colectivamente en febrero de 1990 en La Habana, Cuba. Trabajó en la misma, además de los firmantes, el comandante Manuel Piñeiro Losada (“Barbarroja”), cuyo nombre en aquella época no era conveniente que apareciera. Esta carta surge tras la debacle ideológica que se produjo ante la caída del bloque socialista. En este material histórico, quedó plasmada la justa y digna posición de cinco Partidos Comunistas que, a través de sus representantes, reafirmaron su voluntad de lucha contra el capitalismo y la necesidad de seguir buscando caminos para construir el Socialismo.
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-Apreciados compañeros y amigos:
En estos días de aguda crisis, de intensa ofensiva imperialista y de grandes potencialidades revolucionarias, hemos decidido hacer llegar a ustedes nuestras inquietudes y reflexiones sobre el complejo período en que vivimos. El momento no es para inhibiciones. Está en una etapa crucial para las revoluciones y las luchas patrióticas y populares en nuestra América Latina y en todo el Tercer Mundo.
-La crisis del sistema imperialista
Nunca antes nuestro continente y todo el Tercer Mundo habían vivido una crisis tan profunda y generalizada. Nunca antes el poder imperialista de los Estados Unidos ha tenido tantos problemas y tantos riesgos derivados de su política de sometimiento.
El estrangulamiento de las posibilidades de desarrollo de América Latina y del Tercer Mundo se le revierte al imperialismo en una masiva emigración que traslada a su propio territorio los males provocados y que amenaza su estabilidad social interna.
La tendencia a los estallidos sociales y a la inestabilidad política crece en los países dependientes.
Las profundas y cada vez más amplias aspiraciones democráticas de nuestros pueblos no se satisfacen con democracias considerablemente restringidas, negadoras de una participación real y del poder de decisión de nuestros pueblos.
Las drogas que inundan la sociedad norteamericana en un proceso de indetenible descomposición social, sólo benefician a los intereses mercantiles de los más encumbrados sectores de poder estadounidense aliado con las mafias narcotraficantes latinoamericanas que aprovechan el ahogamiento económico de América Latina y condenan a grandes masas a depender directa e indirectamente de estas actividades. La situación así creada tiene hoy, dada su gravedad, un importante efecto desestabilizador en la sociedad estadounidense. Los Estados Unidos van perdiendo terreno como superpotencia económica dentro del propio sistema capitalista. Pierde terreno en esa vertiente frente a Japón y a Europa Occidental y se refugia fundamentalmente en su poderío militar para mantener su hegemonía.
-Dos crisis paralelas
El poder imperialista de los Estados Unidos, sin embargo, está ensoberbecido, a pesar de la profunda, prolongada y dramática crisis que afecta su sistema de dominación y de la creciente descomposición en su propia sociedad. Esa actitud se aprovecha del hecho de que su grave crisis coexiste ahora con la crisis de determinados modelos socialistas seriamente afectados por el alto grado de burocratismo, centralismo, dogmatismo y otros factores estructurales y coyunturales.
Estamos frente a dos grandes crisis. Por un lado la crisis del sistema capitalista mundial, cuya existencia ahora es la causa de los agudos y dramáticos problemas que afectan a la inmensa mayoría de los seres humanos; y, por el otro, la crisis de modelos socialistas que se burocratizaron y se tornaron ampliamente autoritarios y represivos, alejándose así del ideal original que fundía la justicia social con la democracia, para garantizar un continuo proceso de autosuperación.
Del mismo modo que la carrera armamentista emprendida por el imperialismo norteamericano constituye la causa de su actual crisis, la dinámica armamentista en la Unión Soviética, aunque por motivaciones distintas y bajo el funcionamiento de mecanismos económicos diferentes, es asimismo la que condujo al período de su estancamiento económico y a la crisis. La «perestroika» surgió como una necesidad de enfrentar esa crisis y de renovar el socialismo.
Los nuevos lineamientos, que primero se circunscribieron a plantear la aceleración económica y el paso del desarrollo extensivo al desarrollo intensivo, rápidamente fueron precipitados al terreno de la democratización política y de la transparencia informativa. Ese necesario viraje se produjo, sin embargo, presentando problemas imprevistos, evidenciando grandes debilidades ideológicas así como las enormes dificultades de la carencia de una estrategia coherente de renovación socialista y una fuerza capaz de impulsarla y conducirla exitosamente.
El cambio sacó a la superficie los problemas acumulados en la Unión Soviética y desató los demás procesos en Europa Oriental, desarrollando un complejo clima de desestabilización institucional y de pugnas políticas que hacen más tortuosa la democratización, crean nuevas complicaciones y presentan nuevas desviaciones.
La exacerbación de la prepotencia de la administración Bush se deriva, pues, de las profundas debilidades existentes en el campo de las fuerzas del socialismo. Esas debilidades se expresan en crisis, desviaciones e insuficiencias teóricas que han conducido a un embotamiento preocupante del antiimperialismo, del internacionalismo y de las posiciones revolucionarias en no pocos de los componentes de esas fuerzas.
-El imperialismo sigue existiendo
Dentro de esa línea, las posiciones extremas llegan al colmo de plantear la «inexistencia» del imperialismo y a considerar a las potencias capitalistas como «no adversarios» e incluso, como posibles «socios» dentro de un proceso de convergencia entre sistemas y fuerzas realmente antagónicas. Nuestra objeción a ese pensamiento y a esa actitud es categórica.
Es claro que el imperialismo de hoy no es idéntico al que Lenin describió en las primeras décadas de este siglo. Pero también es más que evidente que el imperialismo existe y que sigue siendo el principal enemigo de los pueblos y el gran responsable de las más conmovedoras penurias y sufrimientos que hoy azotan a la humanidad.
El sistema imperialista no debe ser juzgado exclusivamente por sus polos subdesarrollados, por sus centros más ricos, por los países capitalistas que exhiben mejores niveles de bienestar económico y social.
El sistema imperialista es mucho más que eso y precisamente esos polos han sido el producto de una depredación, un saqueo, una explotación y una extorsión sin paralelo en la historia mundial. El denominado Tercer Mundo, del cual forman parte nuestra América Latina y el Caribe, constituye la dimensión dramática y trágica de este sistema, plagado de injusticias, discriminaciones, inseguridad social, desempleo y formas de alienación presentes en el propio mundo desarrollado.
La realidad es que el imperialismo existe con mayores niveles de voracidad y agresividad y con recursos, capacidades tecnológicas y experiencias acumuladas que le garantizan una opresión más global y multifacética, y con un uso más intenso de potentes medios de dominación, mucho más modernos y sofisticados que los empleados en otras etapas.
Porque vivimos y sufrimos esta realidad, porque luchamos por transformarla, nos alarman y nos indignan las nuevas tesis sobre la supuesta caducidad del antiimperialismo y de las revoluciones populares en estas regiones oprimidas, superexplotadas y empobrecidas; tesis que lamentablemente tienen incluso ya una determinada gravitación en el «nuevo pensamiento» o «nueva mentalidad» impulsadas desde la «perestroika».
Sólo a través de un enfoque limitado a la pérdida relativa de la importancia económica de los países dependientes dentro del sistema imperialista y de un abandono de la visión crítica del capitalismo, puede arribarse a esas tesis improcedentes, que entendemos deberían abandonarse.
-Por la paz, el humanismo y la revolución
Esa firme convicción no limita nuestra valoración positiva de los esfuerzos de la Unión Soviética y otros países, destinados a lograr acuerdos interestatales con las grandes potencias capitalistas que eviten las grandes tragedias que amenazan la existencia de la humanidad. Tampoco obstruye una equilibrada reflexión sobre los cambios que tienen lugar en otras partes del mundo.
Comprendemos la preocupación presente en Europa por los amenazantes problemas globales relacionados con los peligros de guerra termonuclear y con los dramáticos desequilibrios ecológicos provocados por la civilización industrial. Nos solidarizamos con los anhelos de paz duradera y respaldamos las iniciativas y acuerdos en esa dirección.
Nos alegramos cuando las aspiraciones de renovación, democratización y autodeterminación cobraron fuerza en los países del Este europeo, cuyos modelos burocráticos entraron en crisis y en fase de agotamiento.
Saludamos las proclamas iniciales sobre la necesidad de revitalizar el humanismo en esa zona del mundo. Nada de esto ha tenido ni tiene objeción de nuestra parte. El dogmatismo, la unilateralidad y el aferramiento a viejos esquemas o a extremismos infecundos no forman parte de nuestra manera de pensar y actuar. Compartimos todo lo que es creatividad, renovación, democratización, valoración de lo nuevo y esfuerzos para superar la falta de desarrollo de la teoría revolucionaria.
-Puntualizaciones y objetivos
Pero en torno a estos aspectos, consideramos imprescindible hacer algunas puntualizaciones, dada la negativa evolución de esos procesos. No creemos que la democratización deba circunscribirse al este europeo y asumirse copiando esquemas y modelos de democracia representativa, que en el mundo occidental han entrado en crisis y revelado sus limitaciones, porque resultan extremadamente formales y no garantizan la participación y el poder de decisión de los pueblos. No creemos en la sinceridad de las proclamas de libertad y democracia que formulan países capitalistas y fuerzas neoliberales que oprimen, condenan al hambre, el analfabetismo y la insalubridad a cientos de millones de seres humanos. Nos solidarizamos con las fuerzas democráticas y progresistas que luchan al interior de esos países por los intereses más amplios de la sociedad. No creemos que la renovación y democratización necesarias dentro del socialismo deban ser desviadas por senderos de la privatización capitalista que tantas injusticias y males han provocado. No creemos que el internacionalismo y la solidaridad deban ser reemplazados por el egoísmo nacional y la contemporización o complacencia con el imperialismo. No creemos en una paz que se reduzca a la paz entre los grandes. No creemos en un humanismo que se limite a los países del Norte o se quede en la Casa Común Europea y desprecie las dos terceras partes de los habitantes del planeta que viven y sufren en el Tercer Mundo, aunque valoramos positivamente todo lo que esa Casa Común signifique para la independencia de Europa frente a los Estados Unidos. No creemos que los Estados Unidos y demás países imperialistas puedan ser definidos como «no adversarios» de los pueblos y del socialismo. No creemos en el repliegue y el desarme unilateral del socialismo y de las fuerzas revolucionarias, mientras los Estados Unidos refuerzan su estrategia de guerra de baja intensidad y sus planes de militarización del espacio para lograr hegemonía en materia de armamentos. No creemos que ningún interés global pueda ser contradictorio con la redención de los pueblos oprimidos del tercer mundo y con las luchas por la democracia, la paz, la justicia y la autodeterminación que se libran en Centroamérica, Palestina, Sudáfrica y en todas las naciones vilmente pisoteadas de Asia, África y América Latina. Nos indigna la prepotencia imperial en cada uno de esos lugares. Nos indigna que nos quieran imponer como «ideal» su cuestionable modelo de democracia lleno de limitaciones y cargado de discriminaciones y manipulaciones, que ya han motivado un alto nivel de objeción y abstención en su propia sociedad y que sirve de disfraz a múltiples atropellos y opresiones dentro y fuera de sus fronteras. Nos indigna su descaro y su cinismo actual. Nos preocupa que la «perestroika» esté siendo distorsionada, que se esté separando de sus propósitos de ofrecer más socialismo y más democracia; nos preocupa que dentro de ella se desarrollen y ganen terreno los partidarios de corrientes procapitalistas, los nacionalismos separatistas y contrarrevolucionarios y los enterradores del internacionalismo revolucionario atraídos por la convergencia con los Estados Unidos y otras potencias capitalistas. Estamos profundamente convencidos de que el debilitamiento del internacionalismo en la Unión Soviética fortalece el chovinismo contrarrevolucionario que amenaza debilitar e incluso desintegrar ese estado multinacional. El repliegue en materia de antiimperialismo e internacionalismo se revierte contra la propia unidad de la Unión Soviética. Aunque nos preocupa el debilitamiento político sufrido por la Unión Soviética y más aún en los países de Europa Occidental a causa de la crisis y de la ausencia de vanguardias esclarecidas y con autoridad ante los pueblos para asegurar el rumbo socialista de los acontecimientos que allí se están desarrollando, tenemos que reconocer que las dirigencias políticas de la Unión Soviética y de los países de Europa del Este enfrentan de diferente manera la lucha que se libra entre preservación y renovación socialista y regresión capitalista. Mientras en algunos países de Europa Oriental sus dirigencias se inclinan abiertamente por la inserción de sus países en el capitalismo, la situación en la Unión Soviética y algunos otros países se presentan de modo distinto y en general la regresión capitalista está por verse. Comprendemos lo difícil del presente período en esos países, lo complicado que resulta retomar el rumbo socialista que rearticule el socialismo con la democracia, valoramos los desvelos de todos los que se empeñan en que la renovación implique una fase cualitativamente superior de socialismo y no sea desnaturalizada por la influencia capitalista. Alentamos sus trascendentes esfuerzos y les deseamos los mejores éxitos en esa nueva batalla. Nos preocupa que las debilidades del socialismo hayan facilitado la intervención militar en Panamá, la contraofensiva derechista en Nicaragua, las maniobras de los Estados Unidos y el deteriorado y genocida régimen salvadoreño, las graves amenazas que se ciernen contra Cuba revolucionaria, la escalada imperialista en toda la región.

-Nuestras convicciones

Creemos firmemente en la paz para todos y con dignidad. Creemos en la renovación socialista. Creemos en la democracia con poder popular, en una democracia que potencie la participación de las organizaciones y de los nuevos sujetos políticos y sociales. Creemos en la necesidad de rescatar el ideal socialista original que reúne en un mismo proyecto las transformaciones sociales y la democracia. Ese ideal sigue en pie y lucharemos por conquistarlo. Creemos en la paz entrelazada con la liberación y la renovación. Creemos en la necesidad y la posibilidad de las revoluciones populares para alcanzar la democracia, la justicia social y la soberanía. Creemos en el internacionalismo revolucionario y en la necesidad de sostener con firmeza las banderas del antiimperialismo. Nuestros pueblos son víctimas del imperialismo y no podemos renunciar a la lucha revolucionaria por su emancipación y por la nueva democracia que esa dominación obstruye. En nuestro Tercer Mundo la situación es desgarradora. Las estructuras y modelos capitalistas dependientes carecen de soluciones y agravan los males que provocan. Las instituciones se corrompen, la democracia se mutila y restringe, la soberanía es pisoteada y las tensiones sociales y políticas se acumulan. Esta es una crisis de exclusiva responsabilidad del sistema capitalista, en continuo proceso de empeoramiento. Por estos y otros factores, el centro de la ebullición revolucionaria se ha trasladado desde finales de la década de 1950 al Tercer Mundo. En el presente, esta realidad es todavía más intensa y palpitante, presentando una gran potencialidad revolucionaria en América Latina y un especial dinamismo revolucionario en Centroamérica y en el Caribe, sin dejar de poner atención a la riqueza de los procesos políticos y sociales que se desarrollan en Brasil, Uruguay, Perú, Argentina y otros países. La vida indica que América Latina y el Caribe no tienen alternativa de desarrollo, de democracia y de soberanía dentro de la dominación imperialista, ya que es precisamente esa dependencia la que nos ha hundido en el atraso, en la pobreza y en la carencia o limitaciones a la libertad. Las necesidades políticas, sociales y económicas de los pueblos latinoamericanos no pueden satisfacerse con estas democracias en crisis, vaciadas de contenido social, tuteladas por grupos poderosos y por el poder imperialista. Nuestros países requieren de revoluciones profundamente democráticas que den participación y poder de decisión a todos los componentes del pueblo trabajador y a todos los sectores que pueden contribuir al desarrollo con justicia social y sienten las bases para llevar a cabo el ideal socialista.
-La revolución es el gran reto histórico
Lo anterior no sólo quiere decir que la revolución continúa vigente históricamente, sino que constituye una necesidad y la posibilidad para la solución de los problemas de América Latina y el Caribe y del Tercer Mundo. Esto nos impone un gran reto. El reto es mayor si se tiene en cuenta, además, que los virajes revolucionarios en el Tercer Mundo, particularmente en América Latina y el Caribe, tienen capacidad de impactar, e incluso alterar y desestabilizar el sistema imperialista y podrían, de incrementarse y ampliarse, revertir la euforia temporal de sus dirigentes y forzarlos progresivamente a aceptar la idea de un nuevo orden económico y político internacional, basado en un auténtico humanismo abarcador de todos los pueblos, de toda la humanidad. Nuestro movimiento revolucionario y las fuerzas democráticas, antiimperialistas y progresistas de esta parte del mundo debemos y podemos aceptar ese reto y disponernos a encarnar la nueva esperanza. Es preciso crear y potenciar las vanguardias revolucionarias a través de la unidad, la lucha y la relación estrecha con las masas populares. Es preciso construir una gran alianza por la democracia y la autodeterminación. Es preciso fortalecer el tercermundismo y el latinoamericanismo para librar una lucha sin cuartel por la victoria de nuevos proyectos democrático-revolucionarios y por la liberación de nuestros pueblos. Esto incluye una firme defensa de Cuba socialista como pionera de la transición revolucionaria latinoamericana y baluarte del antiimperialismo y el internacionalismo en esta región. Incluye, asimismo, una firme solidaridad con las reservas de la Revolución Popular Sandinista, representadas en el FSLN y en los demás factores de poder popular que perduran después del revés electoral, sobre cuyas causas es preciso reflexionar para superar errores. Incluye, muy especialmente la solidaridad para con la lucha del FMLN, y de todas las fuerzas patrióticas y democráticas salvadoreñas que apuntan hacia una nueva y trascendente victoria y, asimismo, con el batallar ascendente del URNG en Guatemala y con las luchas democráticas que hoy se libran en Haití, Colombia, Brasil, Perú, Argentina, Chile, Honduras y otros países. Esta es una gran verdad y una gran necesidad.
-Pensar con cabeza propia
Pero dentro de la agenda revolucionaria latinoamericana no es posible obviar el impacto de lo que acontece en Europa Oriental. Esos problemas han tenido un impacto contradictorio en las fuerzas revolucionarias y progresistas del continente: en una parte de ellas han provocado desmoralizaciones y estímulos a concepciones alejadas de nuestras necesidades y trasplantadas de procesos europeos, en otros sectores han reafirmado profundas convicciones revolucionarias, antiimperialistas y socialistas dentro de una clara determinación de independencia creadora. Nosotros nos ubicamos entre estos últimos y nos disponemos a poner nuestros corazones y esfuerzos en dirección a pensar con cabeza propia y a desarrollar nuestra posición en medio de las extraordinarias potencialidades revolucionarias existentes en este continente. Nuestro viraje integral, nuestra rectificación revolucionaria, la renovación nuestra, tiene su propia problemática y sólo podría ser fructífera dentro de una línea de unidad y combate antiimperialista y de estrecha vinculación entre revolución popular y democracia participativa e integral. Nuestra renovación debe tener bien presente todo lo positivo de las corrientes renovadoras y democratizadoras a escala mundial, adecuándolas a nuestras condiciones particulares a través de un gran esfuerzo de elaboración propia y de búsqueda de la originalidad necesaria. Los procesos en Europa del Este, con todos sus aspectos positivos en cuanto a ejemplos de democratización y autodeterminación que contrastan con la opresión vigente en América Latina y el Tercer Mundo, responden a condiciones y crisis particulares y exhiben desviaciones, debilidades y modalidades que no tienen por qué ser trasplantadas o copiadas. Es improcedente copiar tanto lo negativo como lo que no se ajusta a nuestras realidades. Dediquémonos nosotros a elaborar y a luchar en función de nuestras necesidades y particularidades y teniendo en cuenta nuestras tradiciones históricas y las características de nuestras sociedades en crisis. Busquemos alternativas democráticas, revolucionarias e innovadoras.
-Llamamiento
Agrupemos fuerzas en esa dirección.
No dejemos que la dispersión y la desmoralización se tornen irreversibles.
Coordinemos nuestras capacidades y voluntades transformadoras.
Unámonos para luchar en todos los frentes; para relanzar el ideal revolucionario, para superar dogmatismos, para enfrentar las desviaciones derechistas y las claudicaciones, para combatir con vigor a nuestros enemigos, para hacer rectificaciones y renovaciones auténticamente revolucionarias, para fortalecer el antiimperialismo, para darle contenido popular a la lucha por la democracia, para avanzar hacia nuevas revoluciones democráticas y patrióticas, para rescatar el valor de las metas socialistas, para desarrollar luchas concretas que eleven la moral y la capacidad de las fuerzas liberadoras en la periferia y los centros del sistema capitalista mundial.
Unámonos para combatir y demostrar que las fuerzas del cambio pueden y deben recuperarse del impacto de estos fenómenos negativos, que los reveses sufridos son pasajeros, que las dificultades actuales pueden ser superadas, que la crisis del sistema imperialista y de nuestros enemigos es un tremendo potencial a nuestro favor.
En este Tercer Mundo, en este continente convulsionado, deben cifrarse las nuevas esperanzas revolucionarias, esperanzas que los cristianos, los antiimperialistas, los marxistas, los demócratas, los socialistas, los nuevos líderes populares, los movimientos sociales innovadores, podemos contribuir a convertir en realidad, procurando además que en todo el planeta las fuerzas del progreso se decidan por detener y derrotar la contraofensiva imperialista estadounidense.
En este mundo y en este continente convulsionado deben cifrarse las nuevas esperanzas revolucionarias.
En América Latina los sujetos de la liberación y la transformación se integran por una inagotable pluralidad social, política, religiosa e ideológica que reúne a obreros, campesinos, semiproletarios, marginales, empleados, maestros, estudiantes, intelectuales, cristianos, empresarios, etc., bajo las banderas de los más amplios intereses nacionales, populares y democráticos.
Es digno destacar el papel que dentro de esta pluralidad desempeñan los cristianos al vincular los contenidos humanistas del cristianismo con la lucha por resolver la dolorosa realidad social, política y económica de las masas latinoamericanas.
Esa posibilidad existe; pues, pese a todo, en esta parte del mundo las dificultades del imperialismo norteamericano son enormes y en la propia sociedad estadounidense su sistema pierde credibilidad y crecen en la actitud de protesta y los nuevos movimientos sociales.
Nuestra lucha se entrelaza así con la lucha del pueblo norteamericano y su promisorio abanico de fuerzas solidarias, cada vez más amplio y más sensible, cada vez más firme en su desafío a las discriminaciones, a los falsos valores, a la descomposición y a todo lo inhumano de ese sistema opresor.
Clamamos por una expresión unitaria de esa necesaria voluntad de lucha en todos los rincones de la Tierra.
Clamamos por la más amplia y vigorosa unidad de todas las fuerzas y sectores que en el continente están por los ideales de justicia, independencia, democracia y paz.
Clamamos por más firmeza antiimperialista.
Clamamos por más creatividad revolucionaria. Clamamos por la revitalización del internacionalismo revolucionario.
Clamamos por darle continuidad a los grandes ideales latinoamericanos de Bolívar, Sucre, San Martín, Morelos, Santa María, Morazán, Martí, Sandino y Farabundo Martí.
Abrazos fraternales,
Humberto Vargas Carbonell, Partido Vanguardia Popular Costa Rica
Rigoberto Padilla Rush, Partido Comunista de Honduras
Narciso Isa Conde, Partido Comunista Dominicano
Schafik Jorge Hándal, Partido Comunista de El Salvador
Patricio Echegaray, Partido Comunista de la Argentina

“Elogio de la historia: Fernando Martínez Heredia y los pensamiento(s) crítico(s) en Cuba”

“Elogio de la historia: Fernando Martínez Heredia y los pensamiento(s) crítico(s) en Cuba”: Jaime Ortega Reyna
23/06/2017 Deja un comentario Go to comments

Existen personajes o figuras para quienes una estrecha noción de obra siempre quedará corta [1]. Me refiero a la “obra”, entendida como un corpus delimitable, una escritura que puede ser amplia o limitada, lo que normalmente llamamos una “obra completa” agrupada por fechas o temas. Existe, sin embargo, otra noción de obra, efectivamente, la de un corpus que rebasa lo escrito y se fija también en otros ámbitos. Podemos decir que esa segunda noción de obra trabaja sobre el conjunto de intervenciones que se efectúan en determinadas condiciones de producción, que incluye por supuesto debates, discusiones, diálogos y una gama más amplia de lo estrictamente escrito. Y estas pueden ser diversas (trabajo editorial, de traducción, por ejemplificar lo más común) y permiten acceder ampliar la mirada con respecto a lo escrito. Es el elogio de ese tipo de obra el que quiero hacer aquí, la del historiador cubano Fernando Martínez Heredia, que sin duda nos interpela a ampliar la estrechez de la mirada con respecto al vínculo entre teoría, historia, ideología y política.

Fernando Martínez Heredia es una pieza clave para la construcción y la reconstrucción del pensamiento crítico en Cuba: es clave para su continua re-invención. Anclado en el torrente que supuso el cambio cultural de la revolución cubana, asumió, desde su juventud, la tarea de renovar y “poner a la altura” de aquella grandiosa revolución al pensamiento crítico, que no se limitaba, aunque encontraba su fuente de inspiración más certera, en el marxismo. El día de hoy la tarea de seguir el conjunto de sus intervenciones es relativamente más sencillo. Debe considerarse que el pensamiento crítico en Cuba no tiene una salida tan fácil como la que se pudiera pensar: actualizar, dialogar y hacer el cruce de tradiciones políticas y culturales ha sido complejo, particularmente tras la adhesión férrea de la revolución cubana a la órbita soviética, aquello que se conoció como el conjunto de quinquenios negros de la cultura. Aquella loza terminó de caer a finales de los años ochenta, despedazada como una facilidad inimaginable hasta entonces, signo de que los gigantes tienen también piernas de barro. Sin embargo los tiempos que siguieron a aquel acontecimiento y liberación de amarras no fueron tampoco sencillo, pues inmediantament Cuba vivió su nuevo desafío: superar el “horno” de los noventa en medio de una de las peores crisis que tanto la isla vivió, como también el pensamiento crítico.

Es en esta dirección en donde las intervenciones, es decir, el conjunto de su obra y sus distintas ramificaciones, ganan gran relevancia y son documentos excelsos para mostrar los debates y combates que se emplazaron en distintas coyunturas, así como para la reconstrucción de archivo del marxismo producido en América Latina. Estamos pues ante un conjunto disgregado por casi cuatro décadas, pero cuya coherencia se encuentra dada a partir de un sentido: la recuperación de tradiciones críticas que anclen la perspectiva radical del anti capitalismo, es decir del marxismo, en un horizonte de confrontación específico, vivo, candente, concreto, el de Cuba. Es decir, que vincule la teoría con pretensión de universalidad (el marxismo) con el componente que permite efectivamente que sea algo más que una pretensión y es aquí donde un cierto pensamiento anticolonial se asoma con franqueza y vigorosidad.

Comencemos por establecer el hilo de nuestra argumentación. En primer lugar queremos señalar el espacio teórico en el que se mueve la intervención de FMH: la historia. Junto a ese espacio teórico se vislumbra en el recorrido de su construcción el espacio político en el que pretende actuar: el de pensar la unidad indisoluble entre socialismo y construcción popular de la nación. Debemos recordar la importancia de este concepto, el de la nación, para el área caribeña, sometida históricamente por cuatro imperialismos, como dice el estudio clásicos de Daniel Guerin y que de manera casi necesaria nos lleva por el camino del anticolonialismo, pero en una versión también anticapitalista. Esta dualidad no siempre vinculada de manera estrecha, acompañará el conjunto de nuestra exposición y es desde nuestro punto de vista la clave interpretativa necesaria. Es entonces en la unidad de esos dos elementos en donde se juega, el mayor aporte de FMH: tramar de manera firme la unidad entre esos dos momentos, no a partir de a-prioris abstractos, sino de la historia, entendida esta como el ejercicio de reconstrucción de proyectos, esperanzas, utopías, intervenciones personales en coyunturas y en general de la totalización con un conjunto de sentidos identificables en el tiempo (es decir, pasados) pero también recuperables como herencia del presente. De alguna manera la historia de la que hablamos es la que permite reconocer nuestras herencias intelectuales, pero también las políticas y las ideológicas, al discernir la enseñanza de las derrotas acumuladas por décadas. Todo ello se inscribe, como decíamos, en asediar de manera conjunta el socialismo y la liberación nacional no en el terreno de una teoría universal sin más, sino en el espacio teórico del cual nuestro autor echa mano, conjuga elementos, articula una gramática en la que los conceptos permiten distinguir unidad y diferencia de los procesos, pero también articula una aritmética, en donde los números (en historia los datos) no siempre tienen el mismo valor cuando se suman o se restan.

Para todo ello sugerimos la revisión de algunos de los momentos más brillantes de la producción de nuestro autor, que muestran justamente el vínculo entre la dimensión teórica y la dimensión política, su unidad, sus tensiones, sus fragmentaciones, sus posibilidades y también sus terribles dificultades. A manera de ejemplo es de señalarse la insistencia por recuperar la experiencia de la revista Pensamiento Crítico que FMH siempre ha hecho. En ella se reprodujeron por primera vez en español varias tendencias que configuraron las condiciones mas idóneas para la producción de un pensamiento complejo y alternativo, que buscaba nutrirse de experiencias distintas y disímiles, pero que que encontrara en el diálogo su identificación y su diversidad, que no asumió universalidad previa antes de la valoración específica. En aquella experiencia que se finiquitó en el lejano 1971 y que contó con 51 números en alrededor de 5 años de trabajo, convivieron por igual el marxismo occidental (con Sartre, Lukács, Althusser o Korsch por mencionar algunos), la tradición anticolonial (con el pensamiento asiático y africano que era producto de la descolonización) y la revisión de la historia cubana en clave revolucionaria. Todo este coctel no era el producto de una superposición de autores, tendencias y procesos, sino un verdadero proyecto totalizador. Con esto quiero decir que se imponía un horizonte de sentido al proceso de producción del pensamiento crítico, buscaba en la labor teórica referentes, diálogos y procesos que pudieran ser subsumidos a una experiencia histórica novedosa, propia y en el tiempo presente.

Sobre éste último aspecto, el de la historia cubana en clave alternativa, vale la pena detenerse para señalar la publicación de La revolución pospuesta de Ramón de Armas. Aquel texto, que después aparecerá nuevamente prologada por FMH, es una muestra de los intentos por establecer claves interpretativas de la historia de Cuba a fines a la idea de la revolución. No sólo es la valoración del libro de Ramón de Armas hecha por nuestro autor, sino también el conjunto de senderos que se abren a partir de ese momento: leer la historia de Cuba como el transcurrir de tres revoluciones que encuentran su diversidad no sólo en contextos distintos (de 1895 a 1959 el mundo ha cambiado) sino en el aprendizaje de los personajes y de los discursos; pero también su unidad a partir de elementos políticos que configuran una nueva racionalidad política, un nuevo lenguaje y por supuesto, una nueva práctica. Es ese entonces el lugar donde el trabajo teórico de FMH se vuelve productivo: en señalar la unidad y el conjunto de puentes que se trazan a lo largo de la historia de estas revoluciones caribeñas, particularmente en la que queda en medio de la que funda la nación y la que transforma anti capitalistamente a la sociedad. Pero para trazar ello se necesita una hipótesis: la nación se ha construido a través de la guerra revolucionaria del pueblo y las dificultades para poderla establecer de manera cabal, es decir, conquistar finalmente la liberación nacional han sido impedidas por los poderes imperiales. El periodo que se abre en 1895 es concluido en 1959 y a pesar de la diversidad y singularidad de los procesos, un halo problemático cubre su historia: la necesidad imperiosa y radical de establecer el elemento popular y el nacional como correspondientes, como simultáneos, como necesarios. FMH elige, sin embargo, otra fecha para posibilitar la reconstrucción de los vínculos de las tradiciones políticas en juego: la revolución de 1930 que parte en dos la cronología de la república neocolonial establecida en 1902 tras la enmienda Platt.

Es en el número 39 de la revista Pensamiento Crítico donde por primera vez se expone claramente ese proyecto con la publicación de testimonios y documentos de aquella revolución. Ahí el trabajo de FMH tomo un matiz distinto: el del constructor del archivo de aquel suceso. Porque ninguna revolución puede estudiarse desde la nada, ni desde la voluntad o máxima la simpatía. Requiere construir su archivo, sus documentos, sus discursos, sus figuras: requiere los elementos para poder ser leída. Y el número 39 de aquella ya legendaria publicación es el más acabado esfuerzo tras la revolución de 1959 por darle memoria a su propia historia. Si ninguna memoria es inocente, la que construye FMH en aquel número tampoco, claramente se encuentra tensionada por la necesidad de nacionalizar la experiencia revolucionaria y su ideología marxista, por darle un carácter específico, que responda a lo más profundo de las aspiraciones populares. No se trata entonces de entender el marxismo como una teoría ajena que se impone, desde la nada, a una sociedad, tal como por ejemplo parece sugerir en más de una ocasión un profesional de la historia como Rafael Rojas en su última breve semblanza de la revolución cubana. No; no es algo ajeno que coloniza la subjetividad, ni a la sociedad, ni a la academia; es la apropiación y traducción del movimiento popular y sus cabezas más lúcidas las que permiten la aspiración marxista de proyectar la construcción de otra sociedad.

El lugar de Pensamiento Crítico deja ver claramente el sentido, la proyección y la intencionalidad de un proyecto: la revolución cubana no es sólo hija del marxismo-leninismo, sino que comparte con él, con el anti imperialismo popular y con la radicalidad del socialismo de los años 20 aquella maternidad. Todas y todos conocemos las contradicciones que José Martí expresaba sobre Karl Marx, particularmente en torno al problema de la violencia, tema que ha sido analizado recientemente con brillantez por Bruno Bosteels. También podemos acceder a las lecturas marxistas o descolonizadoras que sobre Martí se hicieron en el siglo XX. Sin embargo hacía falta la intervención de nuestro historiador, que sienta las bases para poder reconstruir el vínculo más allá de la ideologización mal entendida, permite darle cuerpo y carne, cerebro y pasión a aquel vínculo.

La publicación de La revolución cubana de 1930: ensayos de FMH justamente viene a continuar el proyecto del número 39 de Pensamiento Crítico, sistematizando los datos, jugando con el álgebra de la política y formulando a partir de ella la gramática necesaria. Muestra todas las cartas sobre la mesa: es esa revolución en su proceso de gestación, en su clímax, pero también en su derrota la clave para el entendimiento de las victorias posteriores, así como las creaciones que le acompañaron. Es por eso que el libro que ahora señalamos expone las vicisitudes, contradicciones, dilemas y aprendizajes de quienes por fin lograrán anudar de manera práctica y firme el vínculo entre lo nacional-popular (aquí entiéndase como equivalente lo que hemos denominado la liberación nacional o el anti imperialismo popular) con la tradición comunista y socialista de los años 20 y 30. En otras palabras, sólo este anudamiento que acontece en estado práctico, permite llevar hasta sus últimas consecuencias el proyecto martiano, la consolidación de la nación y la victoria del antiimperialismo popular, bajo la matriz que la coyuntura demandaba: el socialismo.

El trabajo teórico de FMH permite justamente no leer este proceso histórico en clave teleológica, sino darle contenido material al proceso en el que socialismo y liberación nacional se anudaron en un proyecto histórico que tuvo su primer triunfo en 1959. No hay destino, sino construcción contradictoria de sentido. La revolución cubana de 1930 reúne justamente a los personajes y los momentos en los que hicieron partícipes de dicha gesta. No se trato de un plan preconcebido, sino de una necesidad de la lucha política. No es tampoco una necesidad universal, una camisa de fuerza, pues otros proyectos avanzaron independientes el uno del otro, ensayando otras respuestas. La revolución también es un sendero que se bifurca continuamente.

En nuestro propósito señalamos la productividad de la historia que adquiere en la pluma de FMH: la política, esa que acontece en como práctica, más allá de las intencionalidades y proyectos individuales, adquiere sentido en las batallas concretas. Con FMH se arma el rompecabezas de las distintas rebeliones de los años treinta, con respecto al horizonte de 1959. Así, desfilan con sus contradicciones y dilemas contextuales un Julio Antonio Mella, Antonio (Tony) Guiteras, Raúl Roa, Pablo de la Torriente y de manera disimulada el comunista-poeta por excelencia, Rubén Martínez Villena: el espacio histórico de la revolución del 30 (a la que Mella no llega y de la que Guiteras no sale vivo) adquiere un sentido distinto. Aunque algunos harán aportaciones escritas relevantes (sobre todo Roa), lo cierto es que el interés de FMH no es tanto analizar sus intervenciones discursivas puntuales, en estado práctico esa pléyade de revolucionarios han logrado, sin saberlo quizá y con muchas tensiones, armar la principal arma de la revolución cubana: anudar definitivamente la dimensión popular de la nación (el anti imperialismo martiano) e incorporar de manera no artificial la radicalidad de la transformación socialista. Repetimos ello: no artificialmente, que es justamente lo que tratará de hacer el marxismo-leninismo.

La intervención de FMH permite trazar las suficientes líneas de demarcación para superar al marxismo-leninismo: el socialismo, es decir, la transformación y superación de las relaciones mercantil-capitalistas no es posible sin el elemento popular de la nación. Han sido las condiciones históricas de la región caribeña, la presencia norteamericana que modificó la relación de fuerzas al expulsar a España, invadir Haití y Nicaragua, pero también la existencia de la unidad cultural y política como posibilidad de fuerza, las que han permitido este anudamiento. Cuba después de la revolución demostró ello a partir del trabajo caribeñista que se ha realizado, por ejemplo, en Casa de las Américas.

El conjunto de la obra de FMH está prendido a esta necesidad de entender la construcción nacional en un sentido popular. Es por ello que las referencias a la revolución haitiana son imprescindibles en tanto que primer momento revolucionario y popular de construcción de la nación. Sin embargo enclavados en el siglo XX el trabajo histórico reconstruye de manera productiva un arco que si bien parte de 1895, tiene sus vínculos y momentos de similitud en la revolución mexicana, en la resistencia sandinista y por supuesto en esa rebelión de los pueblos del este contra el imperio iluminista del capital que es la revolución rusa. Son estos los episodios fundamentales para entender el resultado teórico de una batalla política: la posibilidad de llevar a su radicalidad la idea revolucionaria en consonancia con la coyuntura específica, es decir, la de la construcción popular de la nación en la mayor de las islas del Caribe. La nación no es entonces una construcción de élites, sino de los pueblos movilizados. En el caso de Cuba como de México o de Nicaragua (más tarde también en Bolivia) de manera revolucionaria, es decir, destruyendo por completo el orden social anterior y ensayando uno nuevo.

Ese poderoso río que significó la revolución cubana y que arrasó el orden geopolítico anterior no proviene entonces de una sola fuente. Su potencialidad radica justamente en su diversidad, en sus distintas experiencias de aprendizaje y en su capacidad de responder a nuevos retos. El propio FMH, apelando a la figura de “El Ché” encontrará las principales enseñanzas para pensar ese mundo no capitalista que la revolución cubana trató de construir, tema del que ahora no nos ocuparemos.

El itinerario de FMH tiene distintas estaciones. Hemos avanzado en la que nos parecía más importante y quizá incluso articulador del resto: la vinculación entre socialismo y liberación nacional. La obra o mejor dicho el conjunto de intervenciones va de lo escrito al trabajo editorial, de la investigación al homenaje, del rescate de figuras a la problematización de las más conocidas. Sólo para anunciar una de esas estaciones relevantes, pienso en el trabajo juvenil “El ejercicio del pensar”, en las compilaciones de Lecturas de Filosofía, pasando por los números de Pensamiento Crítico, su conceptualización del concepto de “transición socialista”, los aportes de FMH, han buscado salir del “horno” capitalista y acceder a una comprensión comprometida del tiempo histórico.

FMH ha plantado frondosos árboles en el deforestado bosque del pensamiento crítico. Supero los quinquenios negros de la cultura, se mantuvo fiel al ideal socialista, resistió con entereza el “horno” de los noventa. Su obra es un buen recurso para pasar de “el cólera a la cólera” de los pueblos y para generar una rebelión al seno de las ideas establecidas. Finalmente apuntar uno de los gestos teóricos y políticos que más me han impactado, pensando justamente ¿cómo no elogiar a quién en sus libros incluye una dedicatoria a las y los trabajadores que los producen? Más que una impostura, insisto, este es un gesto teórico y político encomiable.

[1] Ponencia para el Primer Encuentro Internacional sobre Pensamiento Crítico en el Caribe Insular, realizado en el CIALC-UNAM.

Algunos conceptos básicos y cambios en la situación política actual

Algunos conceptos básicos y cambios en la situación política actual

Jorge Luis Cerletti

Frente al universo de explotación y dominación que caracteriza al orden capitalista, las resistencias populares proliferan en el planeta y dibujan un múltiple y variado mapa de luchas y conflictos. A consecuencia de ello y sin perjuicio de la irresuelta crisis que afecta al campo de la emancipación, bullen nuevas ideas aunque todavía no se plasman en alternativas al orden imperante. Y un núcleo importante de esas ideas enfoca la cuestión del poder, la representación y los alcances de la “democracia”.

Esa trilogía condensa interrogantes y genera debates en tanto que el Estado aparece como un referente insoslayable en la esfera política. Y esto obedece a dos razones fundamentales: una, que constituye el macro organizador por excelencia de la vida en sociedad; la otra, oculta, es que esa función que cumple enmascara su matriz histórica como dispositivo para la dominación. Lo cual constituye una paradoja con miras a la emancipación: sin Estado no es posible la convivencia social, pero a la vez, el mismo resulta un recurrente garante de la dominación.

Digamos que esa paradoja que involucra al Estado se mantiene hasta el presente a pesar de las grandes gestas libertarias de la historia.

El ámbito en el que se desarrolla la política exhibe tres espacios interrelacionados. El referido a la esfera mundial, el relativo al campo regional y el singular de cada país. Los mismos están enhebrados por dos características afines. Primera: el capitalismo es por ahora el único orden social que impera en el planeta. Segunda: las diversas sociedades conviven bajo la omnipresente figura del Estado. Ambas características conforman el marco general en el que se dan las particularidades nacionales.

Dentro de ese marco las grandes corporaciones capitalistas, líderes contemporáneas de la explotación-dominación, gravitan real y decisivamente en la mayoría de las naciones. Mas, no pueden prescindir del Estado ni cuando escapa transitoriamente a su control por obra de sectores que resisten a su hegemonía. En esa situación buscan socavarlos, cooptar sus capas dirigentes o si esto falla, propiciar la intervención militar (forma imperialista de “asalto al poder”), como en Irak, Libia y Siria, las guerras localizadas más recientes. En tales casos la destrucción que conllevan exige un proceso de rehabilitación del Estado pero adecuado a las imposiciones de los invasores. Éstos, a la vez, se sirven de esas guerras para impulsar y realizar su industria bélica.

La sustitución del Estado por la administración de las Corporaciones sería superflua por la imbricación del poder económico y el político (verbigracia gerentes y financistas a funcionarios y viceversa). Es más, resultaría contraproducente por sus efectos sobre la legitimación de la democracia representativa, hoy su mejor cobertura política. Es que el Estado aparece como la mayor construcción institucional cuyos fundamentos remiten a todo el “pueblo” exhibido como su creador y beneficiario. Pero su realidad histórica, al margen de circunstanciales excepciones, lo muestra como la máxima institución pública al servicio de los sectores hegemónicos. Éstos, en lo esencial, lo fueron modelando según sus intereses en consonancia con el orden social que usufructúan.

Lo descripto se refleja en la realidad cotidiana y se reproduce por acción y/o consentimiento de la mayoría de la sociedad condicionada por la legalidad sistémica. Y ese consentimiento expresa los patrones culturales que predican y promueven los grupos de poder dominantes. Semejante normatividad internalizada en la conducta de las personas engendra lo que se puede designar como “sujetos-sujetados”, o sea, integrados al sistema.

Los comportamientos son tanto o más paradigmáticos cuanto más estable es la hegemonía que garantiza la dominación y engendra la subjetividad social que induce. Sin embargo, no puede eliminar las contradicciones y los conflictos sociales que provoca aunque los controle. En ciertos momentos afloran resistencias y luchas populares que tensan al sistema y posibilitan la emergencia de gobiernos afines. Otro es el caso de las excepciones, o sea, de los sujetos que se oponen al orden existente y asumen roles disruptivos. Convengamos que éste es un esquema facilitador ya que la complejidad de la vida en sociedad alberga innúmera diversidad de situaciones. Empero, dentro de las variadas formas de dominación resulta clave destacar la importancia de las excepciones.

Sujetos – Sobre lo nuevo y lo viejo.

Considerando tales excepciones y según se infiere de lo anterior, llamamos sujetos políticos emancipatorios a quienes se oponen a la lógica sistémica y se corren de los lugares instituidos para promover la transformación del orden social opresor. Cuanto más convocante es el movimiento más perturba al orden vigente mientras que lo que nace debe ponerse a prueba mediante la resolución de situaciones concretas. Éstas conforman el escenario de las luchas y resistencias cuya orientación deviene de la concepción política de los protagonistas.

O sea, la potencialidad disruptiva, cualidad sustancial de los sujetos emancipatorios, implica el enlace de ideas creativas y transgresoras con los hechos que generan (la praxis). Asimismo, dentro de la dinámica de la lucha política surgen interpretaciones diferentes estimuladas por la complejidad de las situaciones. Y ésta es otra prueba para las políticas que intentan abrir rumbos hacia la emancipación pues también deben resolver las contradicciones internas ya que inciden en la fortaleza y en la potencia de lo que emerge. Obviamente, superar al sistema capitalista implica un desafío mayúsculo con un largo camino a recorrer que no ofrece garantías.

Semejante trayecto, en lo inmediato-mediato, contrasta con la debilidad que muestran las nuevas corrientes frente a la hegemonía del capitalismo y la omnipresencia del Estado. Esto refleja las grandes deudas teóricas y los déficits de las políticas existentes. Ante las mismas, aparece la necesidad de gestar una nueva cultura política realmente participativa, donde el poder circule para que no se reproduzca la dominación que habita en las entrañas de las vanguardias tradicionales. Lo cual plantea el irresuelto problema de la organización.

En general, se separa tajantemente lo nuevo de lo viejo. Por cierto que la crítica a lo dado porta una irrefutable verdad que enjuicia la reproducción del orden existente. No obstante, lo nuevo brota en el suelo de lo viejo y eso supone que reciben nutrientes comunes (valga la metáfora). O sea, en el seno de la sociedad y al calor de los conflictos, emergen experiencias y pensamientos nuevos que se mezclan con hábitos e ideas incorporadas aún en los propios impugnadores.
Luego, debemos desembarazarnos de semejante herencia existencial y cultural. Ese lastre es tanto mayor cuanto más fuerte es la hegemonía que ejercen los sectores de poder y más débil la oposición a los mismos. Lo cual se pone en evidencia, con mayor fuerza, después de grandes derrotas que engendran períodos signados por el desconcierto y la incertidumbre.
Pensamos que cuestionamientos profundos contra el status quo, en esta etapa, provienen principalmente de lo micro. Y ya existen diversas experiencias que lo testimonian por más que su incidencia y niveles de generalización resulten limitados. La siembra de lo nuevo es una tarea permanente sin fórmulas preestablecidas mientras que sus tiempos de maduración se vinculan a la creación de alternativas reales.
Cambios en la situación política actual.
Ahora va un mínimo esbozo para ubicar la problemática actual.
En EE.UU., accede a la presidencia Donald Trump con un discurso nacionalista y xenófobo que ya empieza a implementar. En Inglaterra, gana el Brexit y, paralelamente, en Europa se fortalece el nacionalismo de derecha que compromete a la Unión Europea. No obstante, no creo que haya un cambio significativo sobre el poder mundial que ejercen las grandes corporaciones.
Sí es esperable un reacomodamiento de su gravitación con relación a establishment gubernamentales que pretenden mayor peso en las decisiones en algunos de los países centrales. En esto juega la disputa en torno a sus mercados nacionales todavía afectados por la gran crisis de 2008.
Esto, en política, se traduce en el resurgimiento del discurso nacionalista de derecha que a su vez combate a la inmigración alimentada por las guerras genocidas que ellos mismos crean. También testimonia las dificultades que plantea el desarrollo tecnológico y la concentración del capital que tienden a ser expulsoras de mano de obra asalariada. Lo cual, junto a los países periféricos y las trágicas migraciones humanas son el “pato de la boda”.
En Oriente medio, la guerra en Siria afecta a toda el área y es pasto de las disputas entre las potencias. En Sudamérica, se produce el desplazamiento de varios de los gobiernos populares emergentes en los últimos 15 años y los que subsisten se ven asediados.
Repasemos: Brasil, cae el gobierno popular mediante un golpe blando; Argentina, triunfo electoral de Macri and company; Ecuador, hoy bajo la amenaza de un resultado adverso en la 2ª vuelta; Venezuela, desquiciada y rondando un golpe blando; Bolivia, derrota de Evo en el referendum que propiciaba su 4ª reelección consecutiva; el MercoSur en marcha hacia el “Merco/rporaciones”…
Ese panorama oscuro se oscurece aún más si pensamos en la carencia de alternativas al capitalismo en el mundo. Si bien los señalados gobiernos “populistas” generaron hechos positivos e impensados, su ocaso actual constituye un franco retroceso y testimonian los límites estructurales propios del sistema capitalista.
Y a propósito, cito un párrafo de la entrevista a Carlos M. Vilas que publica Página 12 el 1º de marzo: “Tiene mucha vulnerabilidad acumular poder desde el Estado, porque por mandato constitucional el control del Estado es a plazo fijo. El poder político que logra ser perdurable es aquel que conjuga el esfuerzo desde abajo en articulación con el Estado. Faltó construir una herramienta política.”
Justamente esa “herramienta política” es una de las principales cuestiones irresueltas. Porque los partidos políticos de contenido popular existentes pudieron operar algunos cambios favorables a los de abajo pero limitados por las relaciones capitalistas. Sus avances se realizaron desde el parcial y efímero control del Estado pero sin modificar su naturaleza que porta los gérmenes de la dominación.

Lejos están de resolver la cuestión del poder, la representación y los alcances de la democracia, como se plantea al principio de este artículo. Por otra parte, las nuevas aperturas emancipatorias que emergen en los ámbitos micro, distan mucho de la construcción de alternativas. En general su concepción antisistema choca con la realidad política existente y tienden a aislarse.

En definitiva, la complejidad del período que vivimos genera tensiones dentro de las diversas expresiones del campo popular. ¿Cómo asimilarlas y no hacerles el juego a la reacción? Y particularmente, para los sectores que planteamos la emancipación, ¿cómo articular las nuevas tendencias con los sucesos actuales?.——-

Jorge Luis Cerletti (marzo de 2017)

The political center, the Democratic Party, and taking racism out of the shadows

The political center, the Democratic Party, and taking racism out of the shadows

June 17, 2017

1. The notion that Democrats are clinging to the political center strikes me as problematic. Things are clearly changing in the Democratic Party and across the country, and have been for a while now. The party’s election platform reflected these changes as did Hillary’s campaign. Free trade, unregulated banks, and austerity aren’t the toast of the party as they had been. Instead, the conversation is trending in a progressive direction, even if what is doable legislatively is very limited for the moment. And without question, Bernie Sanders and his campaign had a considerable hand in this process.

Furthermore, at the local level, new faces and energy are filling the rooms at Democratic Party meetings. And perhaps to the surprise of some, the party’s leadership in Congress has conducted themselves quite well in difficult circumstances.

That said, much still needs to be done. And the immediate challenge is to unite its various currents against the Trump-right-wing-authoritarian juggernaut — and especially in next year’s elections, while, at the same time, contesting in a cooperative spirit over program, policies, and priorities and rebuilding the Democratic Party in urban and rural America alike.

What isn’t of any value is over-zealous efforts to call out the “center” or to isolate the “left. The unity of one with the other, notwithstanding political tensions, is especially imperative in present circumstances.

2. It is said by some on the left that the political center in U.S. politics has disappeared. Some say it is “imaginary.” I find that to be a harmful notion if taken seriously. The country is polarized in many ways, but it doesn’t follow that tens of millions comfortably fit on the progressive-left end of the political spectrum. I wish that were the case, but I don’t see the evidence for it. In my own interactions, which I realize can’t be generalized, people hold very contradictory — some disturbing — positions on a range of issues. Few possess a consistent and articulated progressive-left worldview. Many are of mixed, even warring, minds. Most don’t like Trump, but more than a few are suspicious of “big government,” worried about taxes and terrorism, and on issues of race, gender, and immigration the conversation can become problematic.

To say otherwise in my view comes from a radicalism that is in too much of a hurry and too anxious to reach its final destination as well as isolated from everyday working class life. It fails to understand that the maxim”haste makes waste” can ring true in politics.

Now don’t get me wrong. Progressive messaging and candidates are a indispensable piece of the puzzle, but only a piece. It will also take millions of conversations on people’s doorsteps and elsewhere and involvement in seemingly mundane day to day struggles — not to mention a left that has majoritarian politics on its mind.

3. Bernie Sanders’ speech at the recent People’s Summit in Chicago sounded a lot of right notes, but I couldn’t help noticing that he largely reduced racism to simply a tool of division and disunity in the working class movement. I have heard others on the left, usually advocating a progressive populism, do much the same.

What goes unmentioned in this narrative is that racism is also a material reality that leaves people of color in subordinate positions and discriminated against in every sphere of life. What also is missing is any mention that racist ideas are pervasive, crude as well as subtle, reach people in both direct and roundabout ways, and rest, in the last analysis, on the systematic reproduction of the conditions and substance of racial inequality. Without the latter, the popularization of racist thinking would have an infinitely harder time finding a receptive audience.

It also dodges the relative, but real, advantages conferred on white workers due to their whiteness, even in this period where broad decline in living standards across large sections of the population, including white workers, has been a defining feature. This isn’t to suggest that racism doesn’t confer by far its greatest on the 1 per cent nor that white workers aren’t disadvantaged in innumerable ways due to racism, but to understand its durability any analysis can’t stop here. It has to take into account as well the relative advantages received by white workers and people for no other reason than the color of their skin.

Finally, an appreciation — let alone a deep one — of the unmatchable political experience, political/strategic clarity, and dynamic role of people of color — and especially African American people — in the working class and broader people’s movement over time is nowhere to be found in this narrative.

How do we explain this blind spot? If it is simply an oversight, it is easily correctable. But if it expresses a political-class strategy that considers issues of equality other than divisions along income lines a hindrance to the formation of common class interests and a broad popular coalition against Trump in the near term and corporate capitalism in the longer term, it’s a much more serious problem that should be squarely faced.

For unless it is, it becomes virtually impossible not only to grasp the present moment and how we arrived here, but also how to extricate the country from the current mess and onto a new political trajectory.

4. In his review of the production of Shakespeare’s “Julius Caesar,” now staging in Central Park. New York Times op-ed writer, Ross Douthat writes that Trump’s presidency is but the latest expression of “a creeping Caesarism in the executive [that] has been a feature of our politics for many years.” I find this highly misleading and disingenuous. Trump and Trumpism constitute a break from past politics – a rupture. Trump constitutes a danger to democratic governance that we haven’t faced ever before. He’s not typical, but atypical. Trump may be a symptom of the larger crisis and longer term trends, but his combination of megalomania, authoritarianism, and plunder with no governor of labor and the earth’s natural systems, is his unique staple and our worst nightmare. If he is a creature of anything, it is, first of all, the rise of the right and its racist, nativist, misogynist, anti-democratic, homophobic, and anti-working class posture and politics. But, at the same time, he is a unique and unprecedented threat to the fundamentals of democracy and life itself.

5. Speaking again of Douthat, in another oped in the NYT he argues that both sides of our polarized political climate are to blame for the violent rhetoric and violence. He mentions Kathy Griffin in the same breadth with Sean Hannity. On its face it may sound sensible to many readers, but if set against the actual record of the past 40 years, its intellectual dishonesty and political opportunism is unmistakable. No one — and Douthat has to know this — comes remotely close to approaching what the extreme right has done to poison the atmosphere and politics of the country. Its stock and trade has been racism, misogyny and sexism, nativism and anti-immigrant incitement, homophobia, anti-unionism, hyper nationalism, and violence.

Silvia Rivera Cusicanqui: Contra el colonialismo interno

Silvia Rivera Cusicanqui: Contra el colonialismo interno
Verónica Gago
18 junio 2017 0
Silvia Rivera Cusicanqui tiene un arte: escapar de las clasificaciones y los lugares exotizantes donde se la quiere ubicar. A veces se refiere a sí misma como sochóloga, un mix de chola y socióloga que alguna vez le dijeron para desacreditarla y ella lo convirtió en bandera. Hace pocos días visitó Buenos Aires para brindar un seminario organizado por la UNSAM, la UBA y la UNTREF, y presentar su libro “Sociología de la imagen”. Verónica Gago la siguió de cerca, debatió y pensó con ella y escribió este perfil de una de las pensadoras indispensables de la historia oral andina.
Leer a Lenin como se lee el I Ching, abriendo al puro azar, y quedarse con una frase: “Hay que soñar, pero a condición de creer firmemente en nuestros sueños, de cotejar día a día la realidad con las ideas que tenemos de ella; de realizar meticulosamente nuestra fantasía”.
Silvia Rivera Cusicanqui cuenta que esta cita fue la clave de su salvataje ante un tribunal de tesis que le reclamaba pruebas de pureza que su trabajo teórico no tenía. Nadie iba a objetar una frase de Lenin y encontrar a Lenin hablando de fantasía era un hallazgo para atesorar. Eran los años 70 en Bolivia, y Silvia se recibía de socióloga.
Más tarde, su tesis de maestría se perdió por un allanamiento del gobierno militar. Estuvo exiliada en Buenos Aires, a principios de aquella década, cuando estaba embarazada de su primer hija y tras haber estado presa. Pero duró poco: hacía encuestas en el conurbano y apenas le respondían. “Parecía invisible”, recuerda. Se fue al norte y ahí ya se sintió más a gusto y adquirió para siempre los saberes del contrabando y la costumbre de no comprar muebles sino fabricarlos como desmontables, con ladrillos y tablas.
Silvia Rivera Cusicanqui deriva una serie de principios metodológicos que se vuelven un banquete para lxs más de cien alumnxs que concurren durante tres días a un seminario co-organizado entre tres universidades públicas: el Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES) de la UNSAM, la carrera de Sociología de la UBA y el programa Pensar en movimiento de UNTREF.
Ser “iconoclastas e irreverentes” con la teoría son dos palabras que se le escuchan una y otra vez y repercuten como un mantra: primero se las repite, luego se las saborea y cuando adquieren un ritmo y se entonan con la respiración, abren otras vías de transmisión.
En Bolivia, la academia fue siempre un bien “elusivo y lejano”, comenta Silvia. Esa “desventaja”, sin embargo, se convirtió en ventaja a la hora de relacionarse con los libros y la teoría en general. “Descubrimos el provincianismo europeo. Por ejemplo, que los ingleses no leen a los franceses. Claro que desde acá eso no se ve porque les atribuimos universalidad. Pero en este continente somos menos provincianos: leemos todo lo que nos llega y bajo el principio de selectividad de que todo sirve según las emergencias sociales. Así tenemos la suerte de saltearnos varias modas, porque llegaron tarde o porque nos parecen de otro planeta, y de entrenarnos en una libertad combinatoria”.
Tener pocos libros, en contraste con la “híper accesibilidad actual”, exigía “sacarles el jugo desde lo propio pero también fragilizar la seguridad de nuestro pensamiento a partir de la realidad, así como lo propone Marx, para quien prima lo real frente al pensamiento”.
Curiosear, averiguar, comunicar [1].
Con estos tres verbos, Rivera Cusicanqui enhebró su propuesta metodológica como una serie de gestos. Primero, la curiosidad, que proviene de ejercitar una mirada periférica: la del vagabundeo, la poética figura del flanneur que evocaba Benjamin, como una capacidad de conectar elementos heteróclitos gracias al modo mismo de discurrir, transitar, vagar. La mirada periférica incorpora una percepción corporal. Metaforiza la investigación exploratoria.
Envuelve un estado de alerta. Se hace en movimiento y guarda cierta familiaridad con lo que se ha llamado la atención creativa. Averiguar, como segundo paso, es seguir una pista. Es la mirada focalizada. Y para eso, como insiste Silvia: “lo primero es aclararse el por qué motivacional entre uno mismo y aquello que se investiga”. Lo dice porque subraya una tarea irreemplazable: descubrir “la conexión metafórica entre temas de investigación y experiencia vivida”, porque sólo escudriñando ese compromiso vital con los “temas” es posible aventurar verdaderas hipótesis, enraizar la teoría, al punto de volverla guiños internos de la propia escritura y no citas rígidas de autorización.
Por último, ¿cómo comunicar? Hablar a otrxs, hablar con otrxs. Hay un nivel expresivo-dialógico que incluye “el pudor de meter la voz” y, al mismo tiempo, “el reconocimiento del efecto autoral de la escucha” y, finalmente, el arte de escribir, o de filmar, o de encontrar formatos al modo casi del collage. Hablar después de escuchar, porque escuchar es también un modo de mirar, y un dispositivo para crear la comprensión como empatía, capaz de volverse elemento de intersubjetividad. La epistemología deviene así una ética. Las entrevistas un modo del happening. Y la clave es el manejo sobre la energía emotiva de la memoria: su polivalencia más allá del lamento y la épica, y su capacidad de respeto por las versiones más allá del memorialismo de museo.
En un pequeño cuaderno verde, Silvia tiene unas breves notas que cuando pasan a su oralidad crecen, proliferan y edifican una arquitectura de imágenes, conceptos y narraciones que le permite afirmar –“suelta de cuerpo”, como a ella le gusta– que la sociología es una rama de la literatura.
Leer a Fanon a través de Fausto Reinaga
Cierta alquimia en el proceso de conexiones revela una singularidad. Así, por ejemplo, la lectura de Frantz Fanon en Bolivia se hizo a través de Fausto Reinaga, referente del katarismo, la guerrilla indigenista de los años 70 y autor del clásico La revolución india.
Silvia estuvo involucrada con aquella corriente como un momento colectivo de radicalización política. Años después, en los 80 fue una de las fundadoras del Taller de Historia Oral Andina (THOA), desde donde se exploró la vertiente comunitaria y anarquista de las luchas, se la difundió en folletos y radionovelas y repercutió en las movilizaciones populares de los años siguientes, especialmente en la organización de los ayllus del occidente de Bolivia, la CONAMAQ.
Fruto de ese trabajo, se volvió a editar recientemente el libro Lxs artesanxs libertarixs (Tinta Limón y MadreSelva) donde se recopila la historia sindical de los años 20, previa a la Guerra del Chaco, pero también, tras la matanza (se perdieron más de 100 mil vidas de ambos bandos), el protagonismo de los gremios femeninos que agruparon a floristas, amas de casa, vendedoras de mercado y cocineras.
Antes había escrito un libro que devino imprescindible: Oprimidos pero no vencidos. Luchas del campesinado aymara y qhichwa, 1900-1980, donde muestra la “lógica de la rebeldía” que nutrió las revueltas de todo ese período, hasta el golpe de García Meza en julio de 1980. Fue realizado mientras Silvia vivió en el campo, donde entró en contacto con dirigentes kataristas e indianistas.
Primero editado por una editorial paceña y la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), luego, según palabras de la autora, el libro fue objeto de una “apropiación reformista por parte de una generación de intelectuales de lo “pluri-multi”, lo cual me ha convencido de las capacidades retóricas de las élites y de su enorme flexibilidad para convertir la culpa colectiva en retoques y maquillajes a una matriz de dominación que se renueva así en su dimensión colonial”.
Rivera Cusicanqui tiene un arte y es escapar de las clasificaciones, especialmente de los lugares exotizantes donde se la quiere ubicar. Dice que por eso creen a menudo que es antropóloga. Se ríe y se auto-bautiza como “objeto étnico no identificado”. A veces también se refiere a sí misma como sochóloga, un mix de chola y socióloga que alguna vez le dijeron para desacreditarla y ella se lo convirtió en bandera.
Así también juega con el término birchola (una mezcla entre chola y birlocha que era como se decía, en contraste, a las mujeres de vestido) y que son figuras que Silvia investigó entre las migrantes de la populosa ciudad de El Alto, el cordón conurbano que rodea La Paz. No son piruetas. Son los destellos de una risa más profunda y una crítica despiadada sobre la esencialización de lo indígena.
“Indixs somos todxs en tanto personas colonizadxs. Descolonizarse es dejar de ser indix y volverse gente. Gente es una palabra interesante porque se dice de maneras muy distintas en cada idioma”, dijo en el auditorio Roberto Carri de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, donde Rivera Cusicanqui dio la conferencia magistral de cierre de las Jornadas de Sociología.
Y agregó a esta idea una vuelta más: “Estoy en contra de la metáfora falocéntrica y cristiana de la torre de Babel porque en ella la diversidad lingüística es pensada como castigo. Esta pluralidad se debe a que la tierra necesita muchas lenguas para decirse y no una maldición de un Dios cristiano que se enojó con los hombres”.
En esa invectiva, lo originario es otra palabra a la que Rivera Cusicanqui le ha dedicado sustanciosas críticas. “Es una palabra que divide, que aísla a los indios y, sobre todo, les niega su condición de mayoría para que se reconozcan en una serie de derechos que los restringe a ser una minoría desde el punto de vista estatal”.
Además, importantes investigaciones históricas ya demostraron la versatilidad de esa figura: como cuando Tristan Platt narra la conversión en originario del forastero, recuerda Silvia. Las filiaciones son así también efecto de montaje y, cuando no se congelan en estereotipos, procesos en devenir. “Debe tener que ver con que en Bolivia en vez de psicoanalizarnos como aquí, nos farreamos”, especula.
Hay que recordar que la primera traducción al castellano de los debates poscoloniales se hizo en Bolivia, en una compilación a cargo de la propia Silvia junto a Rossana Barragán. Rivera Cusicanqui vuelve a saltar las categorías y revolverlas: “Lo poscolonial es un deseo, lo anti-colonial una lucha y lo decolonial un neologismo de moda antipático”, sintetiza. Para radicalizar la alteridad, “hay que profundizar y radicalizar la diferencia: en, con y contra lxs subalternxs”.
Esta es una fórmula que permite sortear también la relación perversa que se construye cuando la estructura es “el resentimiento indígena y la culpa del no-indígena”, base afectiva del populismo. No se trata simplemente de “invertir la jerarquía sin tocar el dualismo (Guha dixit)” y usar la muletilla del eurocentrismo para construir nuevos binarismos límpidos.
Este movimiento desclasificatorio que Silvia detalla es el que permite incluso entender los “procesos de blanqueamiento como estrategias de sobrevivencia: hay que leer ahí quién se apropia de la fuerza y no quién se regodea en la lástima o quién deja de ser puro”. De ahí, también, la fuerza de los lenguajes combinatorios junto a la capacidad de enfrentar la contingencia e integrar lo ajeno.
El efecto es una condición de “palimpsesto” con el que Silvia lee las capas superpuestas en una ciudad (una “estratigrafía de lo urbano”), en las memorias colectivas, en las lenguas y en los trajines comerciales y de resistencia.
El colonialismo se expresa negando la humanidad de otros: “por eso hoy aparecen figuras desechables sobre las que se actualiza la dinámica colonial”, dice en conversación con teorizaciones como las de Achille Mbembe. Pero, aclara, la descolonización es una tarea de grupo: “Uno no se puede descolonizar solito porque, como decía Jim Morrison y también Foucault, a los señores los llevamos adentro por cobardía y pereza”.
La noción que Silvia trabaja para esta epistemología como práctica descolonizadora es lo ch´ixi: una versión de la noción de lo abigarrado que conceptualizara el sociólogo René Zavaleta Mercado, con quien ella mantuvo un intenso intercambio político e intelectual. “Creo que es una palabra-talismán, que nos permite hablar más allá de las identidades emblemáticas de la etnopolítica. Y creo también que tiene su aura en ciertos estados de disponibilidad colectiva para hacer polisémicas las palabras”.
Y también que permite leer hacia atrás y hacer de la escritura una capacidad de afiliación. Silvia Rivera Cusicanqui confesó tener “nostalgia de ancestros”. La nostalgia devino deseo y finalmente encontró a un tío mecánico mientras investigaba el archivo anarquista: Luis Cusicanqui fue el escritor de un manifiesto anarquista dirigido a indios y campesinos en 1929.
Muerte de una disciplina. Génesis de una (in)disciplina
Silvia habla del aymara como un idioma “aglutinante”, porque es capaz de que un mismo término varíe según los sufijos, los contextos de enunciación y con cada operación de significación específica, así como alrededor de las estrategias retóricas. Esa variación también es a la que se somete su propia teoría, al punto de decir: “Hace algún tiempo he adquirido la costumbre de expresar en público el repudio por mi obra anterior”.
Que esa posibilidad esté ligada a una trayectoria femenina no es menor: pone en acto, de nuevo, “la ventaja de la desventaja, el lado afirmativo de nuestra desvalorización”. Y también performativiza esa “episteme propia” sobre la que insiste con desacato e irreverencia, capaz de incluir términos no lineales, opuestos, zonas de conflicto y encuentro, nuevos puntos de partida.
Cuando Gayatri Spivak visitó Bolivia a pesar de que había una lista de traductores oficiales propuestos, fue Silvia quien se animó a la simultaneidad pero, sobre todo, la que puso en escena la indisciplina del texto y de la traducción lineal. “¿Cómo traducir al castellano el término double bind propio de lo esquizo que usa Spivak?
En aymara hay una palabra exacta para eso y que no existe en castellano: es pä chuyma, que significa tener el alma dividida por dos mandatos imposibles de cumplir”. Además, estos ejercicios de traducción, dice Silvia, revelan que hoy todas las palabras están en cuestión: “eso es signo de Pachakutik, de un tiempo de cambio”.
En ese tembladeral, hay procedimientos que ayudan: con el flash back y el deja vu (que usa en sus libros pero también en varios de los videos que ha guionado y filmado) Silvia vuelve sobre la memoria colectiva como una serie de montajes que se actualizan según el flujo y el reflujo de las luchas pero que se despliegan como lenguajes propiciatorios de justicia. “Hay una guía que nos hacemos y que tiene que ver con los pensamientos producidos justamente en momentos de peligro”.
Así, por ejemplo, se teje alianza con Waman Puma de Ayala, el autor de la Primer Nueva Coronica y Buen Gobierno (1612-1615 aprox.): una carta al rey de España de mil páginas y con más de trescientos dibujos hechos con tinta que Silvia analiza bajo la luz de su “sociología de la imagen”. Ese libro permite contrabandearla a ella misma en uno de esos dibujos, sobreimprimirla anacrónicamente.
El montaje nos daría una poeta-astróloga: “caminar, conocer, crear” los verbos de un método en movimiento, con el horizonte de una “artesanía intelectual”, que no se deja expropiar el debate sobre la idea misma de qué es otra mirada sobre la totalidad. Así quedó expuesto en el proyecto Principio Potosí Reverso, un catálogo-libro que Silvia realizó junto al Colectivo Ch´ixi y que narra una historia que va de las minas coloniales al neoextractivismo.
La imagen, así interrogada, deviene teoría. No es ilustración. Exige una confianza en la autonomía de la percepción que consiste en mirar con todo el cuerpo, como dijo mientras se presentaba su flamante libro en la Cazona de Flores ante casi doscientas personas: Sociología de la imagen.
Miradas ch´ixi desde la historia andina (Tinta Limón). Sus textos e intercambios con colectivos aquí ya habían circulado y amasado amistades a través de encuentros y de dos libros: un diálogo con los colectivos Simbiosis Cultural y Situaciones en De chuequistas y overlockas. Una discusión en torno a los talleres textiles y Chi’ixinakax utxiwa. Una reflexión sobre prácticas y discursos descolonizadores. Aquella noche Silvia estaba feliz. Antes había cocinado para editores y amigxs una deliciosa sopa de maní. Todo terminó con brindis y música ya comenzado el día siguiente.

Encontrar la voz propia: de leer a escribir
Entramos en el penal de mujeres de Ezeiza con un frío que helaba, junto a talleristas y docentes. Pero una vez adentro, el clima cambió. Estaban algunas presas que estudian la carrera de sociología y otras que participan de talleres con la organización Yo no fui. La charla se desparramó sobre los saberes de sobrevivencia, los más inteligentes, los que hacen de la debilidad, una potencia. Era un auditorio pero Silvia no se subió a la tarima. Se sentó y luego empezó a caminar mientras hablaba.
“La voz insustituible es la de una misma. Contar la propia vida a una compañera de celda en una noche de insomnio es co-investigar, ser ya parte de la artesanía de la historia oral. Por eso lo fundamental es cuidar la libertad que se siente dentro de cada una y usarla para leer por afinidad: ustedes deben sentir que gobiernan la lectura, leer sólo lo que huele mejor, de atrás para adelante, por pedazos y, luego, escribir como un gesto de cuidado y de fidelidad con ustedes mismas, como un ejercicio de libertad”.
Silvia contó que cuando daba clases de sociología en el penal de Chonchocoro (la cárcel de varones en La Paz), hizo un taller de “voladores”: unos barriletes con los que se comunicaban con los presos de la cárcel de San Pedro, desde el patio donde pasaban el día. “Era sólo un pequeño gesto, pero liberaba energía. Y la libertad es un gesto”. Para ella la cárcel era como un “mundo al revés”, “porque lo que afuera es pequeño adentro se engrandece y viceversa”. Las presas que hablaron coincidieron con esa imagen.
También contaron que nunca se habían imaginando leyendo a Nietzsche pero que a todas les impactó ese aforismo que dice que lo que no mata, fortalece, de la importancia de saber que están ahí por un tiempo pero que desde ahora deben proyectar también el afuera y de animarse a hacer cosas que nunca se imaginaron que harían. Habían terminado hace dos días con una huelga de brazos caídos contra una medida que les descuenta las horas de estudios y de talleres de la contabilidad de las horas de trabajo.
Silvia, huelguista de trayectoria, contó también estrategias de resistencia que se hicieron en 2008 cuando se intentó un golpe contra Evo por los industriales que manejan el comercio del arroz, el aceite, la carne y la harina. “Empezaron a circular todo tipo de recetas para prescindir de esos alimentos, por entonces signados por una maldad de clase. Ese tipo de sabiduría popular, que es la que puede demostrar que el consumo es político por ejemplo, es de pequeños actos pero fundamental a la hora de hacer grietas en las relaciones de fuerza”, graficó Silvia.
Y volvió a una receta, según ella imbatible: “cuando escriban, respiren profundo. Es una artesanía, es un gesto de trabajadora. Y cuando lean lo que escribieron, vuelvan a respirar hasta sentir que hay un ritmo. Los textos tienen que aprender a bailar”.
Pensar en movimiento
De nuevo, se trata de una cuestión de ritmo: “Se trata de conocer con el chuyma, que incluye pulmón, corazón e hígado. Conocer es respirar y latir. Y supone un metabolismo y un ritmo con el cosmos”. Así conocer es una práctica política: “La práctica de la huelga de hambre y la caminata durante días en una marcha multitudinaria tiene el valor del silencio y la generación de un ritmo y una respiración colectiva que actúan como verdadera performance”, dice para recordar las largas manifestaciones en defensa del territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS), en 2011.
“Hay entonces, en estos espacios de lo no dicho, un conjunto de sonidos, gestos, movimientos que portan las huellas vivas del colonialismo y que se resisten a la racionalización, porque su racionalización incomoda, te hace bajar del sueño cómodo de la sociedad liberal”.
El desplazamiento de los centros es un hecho, dice Silvia (que además, insiste con que si nombramos desde donde estamos situadxs, ¡el oriente refiere a Europa!). Pero en las periferias también hay un impulso a construir nuevos centros. Es lo que pasa, dice, con el proceso boliviano: “Evo eclipsa la incertidumbre, el principio de pluralidad propio de las luchas. Todo el aparato de estado ahora se dirige a eso”.
Silvia actualmente es parte de un emprendimiento que se llama El Tambo Colectivo, donde se hacen cursos y actividades, fiestas y presentaciones. Tuvo un muy breve paso por el gobierno del MAS en sus inicios, en una campaña por la legalización de la hoja de coca. Hoy su postura es de crítica radical y puede leerse en un artículo que escribió y cuyo título anticipa el argumento: “Mito y desarrollo en Bolivia. El giro colonial del gobierno del MAS”.
Hay que discutir lo que se obtura. Por ejemplo, qué sería “una versión propia del desarrollo, casi como una economía del deseo. Una suerte de empate entre lo que se tiene y lo que se desea”. Silvia cuenta cómo la noción de Buen Vivir es parte de un aforismo más amplio, que le pone exigencias concretas y que impide reducirlo a una fórmula sencilla o gubernamental. Además, el deseo de cambio y “en general el deseo colectivo está fuera de todo realismo tal como se presenta desde el poder. Esa es la brasa que hay que cuidar”.
[1] Gunnar Mendoza Loza, director del Archivo Nacional de Bolivia, acuñó esta idea para definir el “núcleo primordial del oficio” de investigar. Su trabajo será publicado a fines de este año en el volumen Desde los márgenes. Pensadorxs bolivianxs de la diáspora, CLACSO (colección Antologías del Pensamiento Crítico Latinoamericano), antologado por Silvia Rivera Cusicanqui y Virginia Aillón.
Este texto se publicó originalmente en la revista Anfibia de la Universidad Nacional de San Martín

El sujeto de los derechos actuales

EL SUJETO DE LOS DERECHOS ACTUALES. SIGNIFICADO Y DESAFÍOS EN AMÉRICA LATINA
Novamerica, Rio de
Janeiro, Brasil, enero 2014.

El siglo XXI se ha iniciado con dos retos básicos en relación con derechos humanos, desafíos que se expresan cuando lo que debería ser su principal problema no ha sido ni siquiera asumido. Este asunto principal consiste en el esfuerzo político articulado por transitar desde una sensibilidad meramente político-jurídica (cuestión que resuelve las violaciones de derechos humanos, en el mejor de los casos, mediante su reclamo en circuitos judiciales nacionales o internacionales) hacia una sensibilidad (ethos) cultural mundial por estos derechos.
En sencillo, esto quiere decir encarnarlos planetariamente en la existencia cotidiana. Si tal ocurriese, las violaciones a derechos humanos dejarían de ser tratadas como “casos” y pasarían a formar parte de las normas civilizadas de convivencia. Serían testimonio de la experiencia de una vida humana en el planeta. Hacia esta última forma de sentir/asumir e imaginar derechos humanos se ha avanzado poco o nada. Y respecto de su consideración casuística, jurídica y geopolítica, en el inicio del siglo más bien se ha retrocedido.

El principal retroceso se ha dado en dos frentes. La guerra global preventiva contra el terrorismo enunciada y practicada por EUA el año 2001 ha implicado que los Estados/gobiernos que se sienten amenazados en sus intereses determinen quién o qué posee designios “terroristas”, y resuelva, si tiene la capacidad para hacerlo, destruirlo utilizando cualquier medio y con independencia de toda norma de derecho.
El referente “terrorista” abarca no-personas (Bin Laden, Gadafi, por ejemplo), poblaciones (chechenos, por ejemplo) y territorios (Afganistán y Pakistán, por ejemplo). El punto compromete derechos hasta ahora considerados absolutos, es de decir no violables bajo ninguna circunstancia: a la vida y a no ser torturado, por ejemplo. Han adherido oficialmente a la doctrina que promueve y justifica la violación de cualquier derecho EUA, el Reino Unido, Rusia, Francia y la practican en su entorno Israel y China y, probablemente, Siria.
Desde el punto de vista de una cultura de derechos humanos resulta todavía más impactante que instancias como la OTAN (aparato de alcance letal planetario) y la Corte Penal Internacional, jueces y Fiscalía, se hicieran unilateralmente parte del sitio que se montó contra Libia el año 2011, y que la Secretaría General de la ONU adoptara un papel beligerante en el actual drama sirio. En estos casos se silencia que se trata de intervenciones geopolíticas donde ningún bando respeta los más elementales derechos humanos ni de los combatientes ni de la población civil.

La doctrina de guerra global preventiva contra el terrorismo ha hecho retroceder, desde un punto de vista práctico, las relaciones internacionales a antes de la Primera Guerra Mundial. Ideológicamente, la diferencia es que ahora se utiliza el discurso de derechos humanos para que Estados (o grupos) poderosos impongan su garrote sobre los menos poderosos y resulten jurídica y culturalmente impunes.
De ser rechazado, el terror de Estado resulta hoy necesario para sostener el ‘orden’ nacional y mundial. El señalamiento es crucial porque el avance del siglo ve asimismo surgir conflictos entre Estados con armamentos de destrucción masiva (EUA, Rusia, China) como se advierte con claridad en la situación siria y en el esfuerzo occidental por llevar la guerra a Irán.

El segundo reto básico en relación con derechos humanos es el que enfrenta el modelo económico universalizado, su derroche energético y la polarización social mundial, con la capacidad del planeta para sostener la vida humana (y la de otras especies) en él. Por primera vez en su historia biológica la especie ha puesto en cuestión la sostenibilidad de su hábitat.
Lo hace en el marco de la universalización de la forma-mercancía (capitalismo actual, economía de deseos, geopolítica de expropiación y sometimiento) y la desagregación y polarización sociales, vía el no acceso a los mercados para sectores significativos de la población mundial. Desde la Primera Cumbre de la Tierra oficial (Río de Janeiro, 1992) hasta la frustrante Cumbre Río+20 (2012), la fraseología sobre un ‘desarrollo sostenible’ que no toque la lógica del actual modelo económico-cultural ha acentuado la imposibilidad de diálogo y de acuerdos políticos que facilitarían enfrentar con posibilidades de éxito una eventual crisis mundial del planeta. Esta crisis podría llevar o a un genocidio sin precedentes en la historia de la especie humana o la desaparición de la especie misma. Como la temporalidad de los desafíos ambientales y culturales es de muy largo plazo y los político-económicos de corto y mediano plazo, el fraccionamiento actual y la inoperancia no resultan extraños. Pero este desafío, con su agenda elemental de asuntos que enfrentar y resolver en relación con derechos humanos, puede explotar en este siglo en la cara de poblaciones y de sus dirigentes sin que se haya avanzado siquiera un acuerdo sobre su carácter. El punto es aún más dramático que el frente geopolítico identificado más arriba. Además, por desgracia, ambos frentes están articulados. Avanzar en la resolución de uno contiene el avance en la resolución del otro.

Estos dos campos aquí enfatizados no esfuman otros desafíos en derechos humanos, sino que están en su base. Mencionemos dos, por razones de espacio. En un planeta en que el capital (en particular el financiero) circula electrónicamente sin trabas, se multiplican los emigrantes expulsados de sus hábitats tradicionales y no deseados en los lugares de destino.
Existe una asimetría entre la movilidad permitida a las poblaciones y la movilidad exigida por el capital. El desafío se resuelve castigando (jurídica o materialmente) a los emigrantes no deseados. Los rostros del castigo pueden ser nacional-locales o internacionales. O ambos. Este es el caso de los emigrantes latinoamericanos sin documentación que buscan llegar a EUA.
Enfrentan la extrema violencia del crimen organizado en la frontera entre México y EUA, y su continuidad policial, jurídica y cultural en territorio estadounidense si logran superar con vida la primera. La situación afecta particularmente a las mujeres a quienes las violencias que concurren en su desplazamiento forzado se relacionan con femicidio, prostitución, esclavitud y desamparo total.
De una manera semejante los bloqueos para acceder a los mercados publicitados por una economía de deseos estimulan la delincuencia en sectores significativos de las poblaciones urbanas. Uno de sus alcances, en América Latina, es el colapso de los presidios transformados en infiernos de violaciones sistemáticas de los más elementales derechos fundamentales.
Las situaciones derivadas del hacinamiento y corrupción en las cárceles han sido publicitadas con escándalo y horror en países tan diversos como Brasil y Honduras. Pero escándalo y horror se tornan reacciones impropias. Estas tragedias las venimos produciendo entre todos.

El primario bosquejo anterior, muy limitado por razones de edición, permite preguntarse por la identidad y carácter del sujeto de derechos humanos hoy. Por supuesto, no se trata de un sujeto puramente jurídico, o ciudadano, sino de un sujeto (virtual, por humano) sociohistórico y cultural.
La primera mención tiene que ser para los sectores de población más vulnerables ante la lógica de una economía orientada al lucro (y a la guerra) provisto por la satisfacción de deseos de individuos adultos que valoran satisfechas sus necesidades básicas. Se trata, en todo el mundo, incluyendo las economías postindustriales, de poblaciones “sobrantes” que no acceden del todo o acceden muy precariamente a los mercados de la educación y empleo y tienden a reproducir vínculos cara a cara (pareja, familia, existencia cotidiana) signados por la exclusión, fragmentación y violencia.
Se invisibiliza su ethos cultural mientras no cometan delitos. Básicamente se está ante población a la que política y culturalmente se niega humanidad y se la condena a una existencia degradada que redefine incluso sus esperanzas.

Ese sujeto plural pero articulado por su degradación sistémica, pone dramáticamente en circulación, en este momento, al Sujeto factible propuesto por el concepto e imaginario de derechos humanos: una especie humana política y culturalmente varia pero articulada constructivamente de modo que a nadie, en ninguna parte, se niegue institucionalmente la capacida/posibilidad de ser sujeto. O sea, de hacerse responsable por la producción de humanidad. Este sueño es hoy día factible. ‘Sólo’ se opone a él la lógica del mundo que hemos venido produciendo, habitando y padeciendo.
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Diálogo

Pilar (España).- Siento que se habla poco de algo que se avisa en el título: la situación latinoamericana. Se dan ejemplos, básicamente, pero no se refiere a la situación actual en el subcontinente. El tema de los emigrantes ha sido aquí en España una realidad lacerante y lo sigue siendo. Tanto en relación con los inmigrantes latinoamericanos que buscaban oportunidades de laborales y de reconocimiento humano, como en la prolongación de esta crisis de desempleo y económica que lleva a ciudadanos españoles hoy a transformarse en emigrantes. Pero insisto en que se dice poco del campo latinoamericano.

HG.- La revista asignó a este artículo tres cuartillas máximo y puso el título, es decir manifestó su interés en que lo que aparece como título fuese el campo temático. Pero, por supuesto, en tres cuartillas se tenía que elegir entre el tema de fondo (el sujeto de derechos humanos hoy) y la mirada sobre América Latina. Me imagino que cuando aparezca la revista otras personas tocarán central o secundariamente lo que aquí no aparece. Pero no es una excusa. Llevas razón en lo que dices.

Ahora, el tema de los emigrantes no-deseados (ni en sus lugares originales ni en los lugares que eligen, o les obligan a elegir, como destino) sigue siendo un tema latinoamericano. Por ejemplo, el tránsito de nicaragüenses a Costa Rica, principalmente por razones económicas, sigue siendo fuerte. Mantiene rasgos permanentes: hay inmigrantes legales e ilegales, estos últimos son duramente superexplotados, se da un fuerte rechazo cultural, especialmente en la meseta central y en las ciudades, contra los “nicas” (el término es despreciativo) por parte de la población costarricense, se ha fortalecido el control policial sobre ellos y se velan/ignoran los abusos que cometen los empresarios locales que sobreexplotan y niegan derechos laborales a una población que saben ha sido forzada a emigrar.
Se saca provecho de su vulnerabilidad. Por supuesto, no todo el mundo funciona así y los nicaragüenses no son los únicos trabajadores humildes a quienes se maltrata. En el país un 33% de sus trabajadores recibe menos salario que el de ley. Las tendencias negativas, o sea discriminadoras, contra los trabajadores y los nicaragüenses y los vulnerables son las dominantes.
Volviendo a la inmigración nicaragüense, en su imaginario el costarricense se ve a sí mismo “superior”, “propietario”, “blanco” y “democrático” en relación con los nicaragüenses. Obviamente esta percepción no se da igual en todos los estratos sociales, pero sí afecta a todos. Si miramos la situación chilena, es parecida en lo que se refiere al principal grupo inmigrante, que son ciudadanos peruanos.
La inmigración peruana en Chile es casi el doble (un 31%) que la de otro país limítrofe (Argentina, 17%). Pero la población de origen peruano tiende a parecerse a la nicaragüense que “importa” Costa Rica. Los inmigrantes peruanos se colocan mayoritariamente en oficios de remuneraciones bajas, obreros/obreras, empleo doméstico, y como envían remesas a sus familias, pues viven estrechamente. Se buscan y agrupan.
De alguna manera generan sus espacios “peruanos” en Chile y esto también provoca recelos. El sentimiento más generalizado de los chilenos hacia este tipo de peruanos es negativo. Y si por razones de la vulnerabilidad de la economía chilena el desempleo crece, entonces el malestar contra los peruanos aumenta porque vienen a “robar el pan” a familias chilenas también de bajos recursos. Entonces la vulnerabilidad del inmigrante no deseado se da por varios aspectos: étnicos (lo chileno es superior a lo peruano, tal como lo costarricense es superior a lo nicaragüense), raciales (aunque resulte absurdo los chilenos serían “blancos” y los peruanos “de color”) y también socio-económicos.
Los chilenos poseen asimismo una estúpida tradición militar y ésta les dice que sus soldados derrotaron a los peruanos y bolivianos en dos guerras. Ahora, desde el punto de vista social y cultural un empresario limeño se mueve sin problemas en Santiago. Lo mismo ocurre en San José con un nicaragüense grande y robusto, que habla un buen inglés y que invierte en Costa Rica. Si trae dinero a nadie se le reprocha ser extranjero o se le desprecia por ello. Si trae dinero, no importa sea “cholo” o “nica”. De hecho no es ninguna de esas cosas. Es un empresario. Un hombre de negocios.

Si lo vemos así, advertimos que la “otredad” rechazada en los inmigrantes no deseados, tanto en Chile como en Costa Rica, está ligada con la pobreza y la cultura de la pobreza. Para los empobrecidos y necesitados no existe, o es raro, el reconocimiento humano.
De aquí a actuar individual y socialmente como si no tuviesen derechos humanos, existe un milímetro y un segundo. Es poco probable que la actual migración española, a otros países de Europa y a América, reciba un trato semejante a los que comento, porque estos inmigrantes llegan a Cuba, Argentina y Brasil (los tres principales destinos latinoamericanos) desde otras condiciones.
Muchos son jóvenes profesionales que, especialmente en el caso brasileño, pueden encontrar buenos empleos con las multinacionales españolas establecidas en ese país. Otros, con nacionalidad española, han retornado a los países donde nacieron (de padres o abuelos inmigrantes) porque las condiciones jurídicas (doble nacionalidad) y también quizás las oportunidades económicas les resultan favorables. En América Latina en general no se desprecia a estadounidenses ni a europeos.
Se los supone “gentes”. Raros quizás, por algunas costumbres o maneras, pero gentes. Distinto sería, tal vez, si se produjesen olas migratorias de empobrecidos españoles sin calificación profesional. Las sociedades latinoamericanas son sociedades de status. Y aquí pobreza y desamparo proveerían un status que anularía su origen nacional. El desamparo cultural, y muchas veces también legal, asegura la impunidad de quienes agreden al inmigrante e incluso el que se experimente bienestar al hacerlo.

David (España).- Eso me recuerda que en Brasil se dice que Pelé no es negro porque es famoso y adinerado. ‘Negro’ puede ser un albino, si no tiene donde caerse muerto.

HG.- Sí, los mecanismos de discriminación tienden a generar estereotipos y chistes que de alguna manera apuntan a la realidad pero también la ocultan. Los informes de Naciones Unidas afirman que sí existe discriminación contra los afrodescendientes en Brasil y que ello es palpable en su capacidad para acceder a educación, salud y circuitos judiciales. Atribuye la discriminación a una herencia cultural pesada: colonialismo y esclavitud.
Y también a que las políticas públicas para paliar y superar ese racismo existen, pero sus resultados son lentos porque se trata de políticas relativamente recientes (antes no se reconocía el racismo) y la discriminación forma parte de una cultura, es decir afecta la existencia diaria. Sin embargo lo que afirma la ONU no es incompatible con la broma acerca de que si Pelé tiene dinero se blanquea.
Ahora, esto de cómo se discriminan las “otredades” en sociedades de status como las latinoamericanas también afecta a los argentinos, un país con una sólida historia de inmigrantes. Pero hoy un 33% de su población desea una Argentina “solo para los argentinos”. Y esto se advierte incluso en los estadios (de fútbol) porque el sentimiento negativo tiende a expresarse públicamente mientras que el 67% de la población que dice no diferenciar negativamente a los extranjeros no anda haciendo cantos por allí. Pero, de nuevo, si propiedad y economía poseen lógicas discriminadoras ‘naturales’ resulta difícil imaginar que la sensibilidad cultural y el trato diario no expresen a su manera estas discriminaciones.
Esto quiere decir que la discriminación contra las mujeres, o la racial o la generacional, o la que distancia a poblaciones citadinas y rurales y a provincias y capitales son señales de un sistema, no meros casos o situaciones. El mensaje es claro: los sistemas sociales actuales no son compatibles con una propuesta/cultura de derechos humanos. Por ello es que el desafío no puede resolverse solo con legislación. Los cambios tienen que tocar las lógicas sistémicas y las instituciones fundamentales. Esto si uno quiere tomarse en serio la invención de derechos humanos.
Ernesto (República Dominicana).- Asumo que se afirma la presencia de dos procesos macros y negativos en relación con derechos humanos: la práctica de la Doctrina de guerra Global Preventiva contra el Terrorismo y un modelo económico mundial de expansión totalitaria de la forma-mercancía, ligado con el proceso anterior, que pone en peligro la capacidad del planeta para sostener la vida, al menos la humana, en él. Una trama de retos políticos y geopolíticos que contendría un programa económico-político-ideológico-cultural. Derechos humanos, por su parte, se liga con reivindicaciones de sectores vulnerables (empobrecidos por el sistema, en términos genéricos) y la también con la posibilidad de una Humanidad (especie “cultural”, me pareció, por el momento solo virtual o avisada). ¿No es esto último una abstracción? ¿O solo un buen deseo? ¿Y no estamos todos en peligro, no exclusivamente los vulnerables o más vulnerables? ¿No somos todos, y de muchas maneras, vulnerables? Recién aquí vendría la preocupación por lo que existe en América Latina, a mi juicio. Y lo que podríamos o deberíamos hacer desde nuestra situación.

HG.- Los textos tienen lectores o interlocutores. Cada cual hace su interpretación textual desde su propia historia, en sentido específico y amplio. O sea en relación con sus sentimientos inmediatos y también con lo que trae en su cuerpo y memoria y lo que desde él se proyecta.

Comencemos con lo de la abstracción. La propuesta político-cultural de derechos humanos (siglo XVIII) humanos descansa en sus comienzos en abstracciones. La noción de ‘ciudadano’ abstrae (en su sentido negativo, o sea de borrar o eludir determinaciones) aspectos sociales y culturales: de sexo-género, por ejemplo.
O de propiedad. Solo son ciudadanos los varones propietarios. Luego, en su base, la propuesta original descansa en una abstracción. Esto no impide que inicie/geste un proceso. Obreros y mujeres, por ejemplo, accederán al sufragio un siglo después. O más tarde. Pese al despliegue de este proceso, sin embargo, la abstracción del inicio seguirá teniendo un peso en la no-factibilidad universal o generalizada de estos derechos humanos.
El punto duro aquí es que la propuesta inicial de derechos humanos, realizada desde una perspectiva iusnaturalista, ignora las relaciones sociales. Ve solo individuos portadores de derechos humanos, no ve las relaciones que constituyen a estos individuos, que son en realidad individuaciones posibles en el marco de esas relaciones. Este ‘defecto’ resulta insalvable.

La factibilidad virtual de una especie político-cultural humana de diversos en cuanto propuesta no resulta en cambio de una abstracción. Por supuesto tiene que recorrer un camino y puede no cumplir este recorrido con éxito porque encontrará obstáculos y enemigos. Como toda iniciativa político-cultural ha de ser materializada mediante un trabajo (esfuerzo) humano situado.
‘Situado’ quiere decir que no se hace lo que uno quiere sino que se acomete lo que se puede, lo que resulta factible y, a la vez, necesario, dadas ciertas condiciones. Se trata de un proceso. Miremos algunas de estas condiciones actuales: la especie ya es una, o siempre ha sido una, desde el punto de vista biológico-genético. No existen “razas” paralelas en la especie homo sapiens. La especie humana es una especie biológica pero también culturalmente diferenciada.
Nunca ha existido un solo pueblo humano. Las diferencias/distancias provienen de las capacidades de la especie (puede crear a partir de lo que existe o encuentra) y de las exigencias de entornos distintos. No conocemos en la tierra otra especie con estos rasgos, o sea que combine una única base biológica con muy diferenciadas experiencias de creación y subjetividad.
Es a la vez una y diversa y la parte más significativa de su identidad autoproducida pasa por su diversidad. Es decir por sus culturas y subculturas. Se trata de una especie que se autoproduce mediante culturas y subculturas diversas y, al mismo tiempo, en el seno de cada una de las sociedades de esas culturas y subculturas mediante la constitución de individuos singularizados.
La especie es socio-cultural, pero sus miembros se individualizan y singularizan y esto último lo hacen en el seno de una cultura que contiene tramas sociales institucionalizadas. Los individuos pueden configurar sectores sociales dentro de estas tramas. Y las tramas pueden generar y reproducir dominaciones de algunos sectores sobre otros. De machos sobre hembras, por ejemplo. O de alguna cultura sobre otras. Los seres humanos tienen la capacidad para “explicar” (racionalizar) estas dominaciones. Esto es lo que tenemos, básicamente.

¿Cuál es el desafío material y cultural que enfrenta hoy esta humanidad de diversas culturas y de diversidades sociales conflictivas? Bueno, tiene una historia larga de enfrentamientos y guerras de distinto tipo. Guerras entre culturas, guerras de saqueo, guerras de clases sociales, dominaciones de sexo-género y generacionales, esclavitudes, señoríos, etcétera. Guerras y dominios, dirá alguien, ha habido siempre. Tal vez, pero los resultados de esas guerras y conflictos que vienen en la historia quizás no sean los mismos resultados de las guerras y conflictos contenidos en los tiempos actuales.
Es el significado especial del desafío ambiental radical actual, de la expansión de la forma-mercancía y de la Doctrina de Guerra Global Preventiva contra el Terrorismo que, para nada casualmente, lo acompañan.
El anudamiento de los conflictos de hoy puede terminar materialmente con la especie o, vía un genocidio masivo sin precedentes, crear las condiciones para un tipo de humanidad enteramente distinta, con una memoria, o sea con una libido, tensionada por el genocidio de miles de millones.

Entonces se está ante un desafío que exige una sensibilidad, comprensión y una respuesta que nunca ha existido, pero que es pensable. Una especie político-cultural que reconoce, acompaña y acepta su diversidad inevitable… y que rechaza las dominaciones/sujeciones de unos por otros. El esfuerzo contendría una cultura planetaria de derechos humanos que no descansa en la abstracción ciudadana, sino en el reconocimiento y acompañamiento de necesidades sociohistóricos y en un principio universal de agencia: que todas las instituciones sociales en todas las culturas promuevan la libertad de los individuos, su potencial para crear vida o muerte comunitaria y su responsabilidad por sus creaciones.
Ahí está descrito el núcleo de la propuesta. Proyecta un horizonte de esperanzas. El otro camino, en cambio, mantener lo actual con cambios superficiales y cosméticos que provienen de abstracciones, como el “progreso de la humanidad”, conduce a desastres y a “triunfos” pírricos y a alguna forma de extinción. Dicho en breve: el planeta demanda hoy que la especie se comporte como políticamente articulada, o sea que asuma por vez primera de manera efectiva la universalidad de la experiencia humana. Pero los seres humanos no pueden vivir su propuesta de universalidad sino desde su particularidad. No existe otra forma. Aquí juega su papel una concepción socio-histórica de derechos humanos.

Lo que no existe, pero podría existir, porque existen bases para ello y también desafíos radicales objetivos, es una especie político cultural humana de diversos.

Las bases para esta propuesta son de dos tipos: esa convivencia de diversos resulta de una exigencia sociohistórica: se ha producido, o hemos producido, “población sobrante” (utilizo lenguaje europeo) o “superflua” y las salidas para este desafío pasan por su eliminación (se trataría de miles de millones de seres humanos) o abandonar el planeta, por citar dos.
Para nueve o diez mil millones de seres humanos el planeta carece de capacidad. Si todos consumen energía como los estadounidenses actuales, es el final para todos. Si se dan los rencores, sospechas, malos tratos, etcétera, que hoy existen entre culturas, naciones y pueblos y sectores sociales…y también se si se mantiene como planetario el actual modelo económico…, entonces las salidas pasan por la agresión y la guerra. Hay demasiada propiedad acumulada y concentrada. Demasiadas carencias y exceso de apetencias.

Por ello es que habría que producir una única especie político-cultural de seres humanos diversos. Los diversos no pueden “fundirse” en uno solo. Han de seguir sosteniendo su diversidad aunque se articulen constructivamente. Uno de los factores culturales que pueden ayudar en este proceso de articulación es derechos humanos entendidos como procesos en construcción, desde diversos. Los seres humanos poseen la capacidad para hacer esto pero no la han practicado, porque no les ha sido necesario. Pero poseen la capacidad virtual.

¿Por qué este énfasis en la diversidad? Arriesguemos una respuesta breve: porque es el camino indicado por la exigencia sociohistórico de la especie cuando todos están en peligro. Por primera vez la expresión “todos” parece tener sentido para los seres humanos.

Ernesto.- Suena a religioso.

HG.- Puede sonar o parecer, pero no es. El fenómeno religioso suele contener una trascendencia sobrenatural, un ‘destino’ o sentido final. Aquí el sentido es la producción universal de humanidad diferenciada por los mismos seres humanos. Pluralidad de sentidos, por lo tanto. No todos, pero sí muchos. Todos acompañables. Y como en América Latina el fenómeno religioso suele remitir a iglesias (no es el único camino, pero es lo generalizado), éstas tendrían que convertirse al ser humano. Tal como funcionan hoy alimentan las sujeciones a autoridades incontestables, las discriminaciones y los fraccionamientos. Constituyen parte del sistema. Pero ésta es una discusión distinta.
Ernesto.- Quedan al menos dos cuestiones. Lo de única humanidad, aunque de diversos, porque existe como virtualidad, me sigue pareciendo un buen deseo. Y un buen deseo “enorme”, que nos excede. No se me ocurre cómo podríamos entrarle desde aquí, desde República Dominicana.

David.- Quizás no habría que temerle al fracaso. El llamado cristiano original a “amar al prójimo” quizás ni llegaba a virtualidad en el mundo judío y romano del siglo I. No tuvo eco entonces y, desde el punto de vista de su materialización, no ha existido nunca. Ahora, discrepo que avanzar hacia una cultura humana de diversos se trate solo de un “buen deseo”. Es una necesidad.
Tal vez amar al prójimo no pasaba de un buen deseo en tiempos de la Roma imperial esclavista y del sacerdotal patriarcado autoritario de la oligarquía judía, pero aspirar a una humanidad que se acompaña mutuamente sin perder, sino que afirmando sus varias identidades o espiritualidades culturales y que avanza en una reconfiguración de sus distancias y conflictos sociales porque si no se hace así el planeta ya no podrá sostenernos, me parece un programa político-cultural.
Que no se le escuche en el ruido de los buenos negocios y de la sociedad del espectáculo actual no es significativo. Y que el programa finalmente fracase no hará daño a sus actores. Creo que ya existen destacamentos de este programa: mujeres con teoría de género, jóvenes, ecologistas radicales y también otros de un espectro amplio de luchadores por la Naturaleza. Se podría aspirar al respaldo de sectores científicos independientes. Crear medios alternativos. Más difícil veo la movilización de sectores populares cuyas necesidades elementales no satisfechas tal vez oscurezcan del todo o en parte su visión estratégica. Pero esto lo digo desde mi inexperiencia en ese campo.
Pero luchas ya existen. Y existe también información sobre el crecimiento demográfico, el calentamiento global, los cambios climáticos, la idolatría mercantil. Los falsos profetas y apologistas son también fácilmente discernibles. Entonces, se han ganado espacios. Aunque el asunto todavía no se ligue con derechos humanos y tampoco exista una movilización única o bien tramada. Y por supuesto están los serios desafíos de los choques interculturales, los conflictos sociales y sus sectarismos, las influencias religiosas que albergan todas las culturas. Hay mucho trabajo que hacer.
HG.- Me parece un buen enfoque: no temerle al fracaso. Si no se intenta, existirá igual un fracaso. Y si se intenta, podría resultar en fracaso o prosperar, acumular fuerzas y ganar. Así que de todas maneras habría que intentarlo. Y en cuanto a cómo entrarle, en cualquier lugar del planeta, siempre se comienza parecido: hay que hacer del desafío parte de la identidad propia (subjetividad) radical, es decir algo que nos compromete por completo.
Así, el desafío objetivo se transforma en existencia, en subjetividad, en problema-para-nosotros. Transformado el desafío en problema y asumido con pasión ello te lleva a informarte, a discernir, a imaginar y, sobre todo a comunicar para crear inquietud, organización, movilización. Vas a respaldar eso con tu vida, de modo que serás creíble. Obviamente se dice fácil, pero se trata de un proceso difícil. Si le agregas que no se debe flaquear, es decir se debe estar acumulando constantemente, más arduo todavía. Pero, como señala David, ya existen luchas. No se parte de cero.

En lo de la interculturalidad y el conflicto social que David nos señala, indica que enfatizar que la fuerza debe provenir desde dentro de cada cultura y estar enraizado en actores de los conflictos, especialmente de los sectores que sufren asimetrías y que pueden ser valorados vulnerables. Lo son, pero desde su vulnerabilidad querrán aspirar a ser actores, sujetos. Desearán crear derecho y cultura, por decirlo así.
David.- Quisiera sintetizar lo que me parece una cuestión central: que la cotidianidad ausente de derechos humana debería provocarnos a todos mucho pesar y angustia porque está ligado con prácticas e instituciones que no permiten (en esta discusión se ha insinuado que a nadie) ser sujeto con capacidad de dotar de carácter a nuestras propias producciones en entornos que no controlamos en su totalidad. Entonces existimos, en lo individual y lo colectivo, en este imaginario delegativo de los derechos, que los reduce a lo instituido y no a lo constituyente cotidiano del día a día y en relación con dinámicas emancipadoras y liberadoras. Creo que muchos deberíamos trabajar desde distintos ingresos, reivindicativos, judiciales, teóricos, etcétera, esta dimensión de derechos humanos constituyentes y no estrechamente solo como derechos humanos constituidos (reducidos a normas, instituciones representativas y a técnicos de la justicia) y con los límites que llamaría ‘trágicos’ que en esta conversación se vienen discutiendo.
HG.- Sí, coexisten en estas sociedades un imaginario proclamado y hermoso de derechos humanos y una realidad institucionalizada que los denigra en todo momento y lugar. Digamos: sociedades que dicen afirmarse en derechos humanos pero que también producen mendigos que arrastran dolor y lesiones en ciudades y campos, sociedades que gestan y paren indígenas y migrantes despreciados, “razas inferiores”, y niños y niñas que se prostituyen a la vista de quien quiera mirar y sentir. Estoy hablando de escándalos que no escandalizan. A veces resultan “noticia”.
Pero la mayor parte del tiempo se existe con estos niños prostituidos como se existe con la brisa de primavera. Se naturalizan. Esto porque nuestros niños y los de nuestro barrio “no están en eso”. El punto es que producimos estos niños, los “sanos” y los prostituidos, entre todos. Que el programa de ayuda médica de Obama haya sido fieramente objetado debería haber provocado consternación y repudio mundiales. Y que finalmente resultara cercenado fue un crimen. En relación con derechos humanos deberíamos estar levantando muchos y variados Muros de las Lamentaciones, sin contenido religioso. Pero, no pasa nada. O mejor, respecto de derechos humanos, pasa de todo.

Bélgica (Chile).- Existe un punto que no se ha tocado del todo. Me parece central. Es el desafío del “desarrollo sostenible”. Estoy de acuerdo en que tras este discurso se ampara tanto un capitalismo salvaje como un capitalismo más cauteloso y también Estados y legislaciones que recompensan a las empresas que procuran disminuir o evitar el daño ambiental irreversible y castigar a los depredadores. Se buscan fuentes alternativas de energía limpia. Es algo, pero entiendo que resulta insuficiente. En otro frente, la pobreza extrema y las inadecuadas concentraciones de población y su crecimiento demográfico y requerimientos de sobrevivencia también lesionan los hábitats. Es el caso de Haití que combina pobreza, miseria, enfermedades, migración no deseada, analfabetismo, deforestación y empobrecimiento de los suelos y aguas, daño ambiental quizás irreversible y violencia social y política. Es además una economía fuertemente endeudada. Haití es un caso extremo, pero existen otras zonas y países, especialmente en África (Guinea Ecuatorial, la República Democrática del Congo, por ejemplo) que se le asemejan, con la diferencia que algunas de ellas poseen riquezas naturales codiciables, Eritrea, por ejemplo, lo que pone a sus poblaciones en una especial situación de riesgo. Poblaciones en la miseria y la enfermedad, pero paradas sobre recursos naturales codiciables. Pero no quiero desviarme del punto. Hay que desplazar un modelo económico que agrede a la Naturaleza y, de diversas maneras, a sus poblamientos humanos porque resulta letal para la vida en el planeta. ¿Cómo entrarle a este desafío?

HG.- Hay un camino conceptual, que es largo de recorrer y para el cual se requiere del apoyo de cientistas de todo tipo cuyo trabajo muestre que el actual modelo es insostenible… excepto que se busque el colapso o un suicidio. Política a ideológicamente este trabajo debe acompañarse con el planteamiento de una propuesta planetaria alternativa que es obligatoria no una mera opción. No se trata del socialismo soviético ni la economía social de mercado chino.
Otra propuesta o propuestas que no busquen el desarrollo entendido como acrecentamiento constante de la riqueza. En el mismo movimiento tendría que desplegarse un movimiento de solidaridad que cooperara para sacar de su miseria y conflictividad a las poblaciones más vulnerables del planeta sea que estén en África o en EUA, donde la pobreza y miseria pueden afectar al 15% de su gente. No más empobrecidos. El sistema alternativo no admite empobrecimientos de ningún tipo.
Es un camino lento y largo, difícil de transitar. Contiene muchos frentes. Aquí se han mencionado dos. La idea básica es de la una economía planetaria más frugal, probablemente diversa, aunque orientada a la satisfacción de necesidades. La tendencia es abandonar una economía que dice buscar satisfacer deseos y que en realidad los atiza para conseguir ganancias. Los deseos, en relación con la especie, resultan infinitos. Sobre necesidades, en cambio, es factible discutir límites.
En breve, adiós al crecimiento y ‘desarrollo’ infinitos. Búsqueda de un conocimiento y una economía que restablezca y apodere los circuitos de la existencia humana y de la vida en el planeta. La tendencia es siempre eliminar la ignorancia, prevenir y sanar las enfermedades, apoderar la libertad y la responsabilidad personal y comunitaria. Crear riqueza para distribuirla de modo que genere mejores condiciones de existencia para todos. Otra sensibilidad. Otro tipo de mundo humano. Nada de esto lesiona la alegría o la fiesta o la creatividad propias de la especie y sus culturas diversas.

Otro camino consiste en trabajar política y culturalmente por ese otro mundo (educando y organizando a las poblaciones) y esperar que se produzca el colapso definitivo o que tragedias ambientales feroces golpeen a las poblaciones de los países ‘opulentos’ (no existe tal cosa; existen países con sectores minoritarios de la población opulentos. Estos sectores o familias pueden estar en México, India, España o Brasil y, desde luego en EUA y Europa) o postindustriales.
Si estas tragedias se producen, comenzará el circuito del genocidio. Si no se producen, el crecimiento de la población (se estima en 10.000 millones para finales de este siglo) lo detonará, temprano para quienes deben ser liquidados y tarde para los liquidadores. Si no se desea que el genocidio tenga éxito, se debe trabajar con la población vulnerable para que las mayorías salgan gananciosas de la crisis, o sea salven la vida y tengan capacidad para plantear y construir alternativas una vez que se desarme a los opulentos.

Bélgica.- Suena a ciencia-ficción.
HG.- A política-ficción. Sí, así es de dramática la situación.

Pilar.-En realidad todos somos vulnerables.
HG.- Sí, todos. Pero algunos de estos vulnerables creen ir ganando.

El “mapa de posicionamiento”: posicionarse para diferenciarse

El “mapa de posicionamiento”: posicionarse para diferenciarse

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Cuando afirmo que un mapa de posicionamiento es algo que todos hacemos cada día, veo cejas que se arquean. Entonces me explico. ¿Qué es un mapa de posicionamiento? Algo que todos hacemos, inconscientemente, al valorar la posible compra de un producto, cuando lo comparamos con otros productos de su misma categoría, en base a (normalmente dos) referencias, como la calidad y el precio.

Por ejemplo, si vamos a un gran almacén a comprar un equipo de sonido de alta fidelidad, podemos encontrar una amplia variedad de productos de la misma categoría, y de diferentes precios. Seguramente encontraremos productos de Sony, Pioneer, Yamaha, Sanyo, Samsung, LG… En función del precio de cada uno de los productos, y la percepción que cada uno de nosotros tengamos de la calidad de una marca, situaremos a las marcas en las diferentes posiciones y haremos, consciente o inconscientemente, el “mapa de posicionamiento” de estas marcas, ordenadas según nuestra percepción (subjetiva) de la relación calidad-precio de cada una.
La subjetividad del posicionamiento

PosicionamientoAntes de seguir adelante vale la pena subrayar éste aspecto: todo mapa de posicionamiento es subjetivo. Si pidiéramos a diez clientes diferentes del gran almacén que nos hicieran el mapa de posicionamiento de los equipos de sonido de alta fidelidad, probablemente obtendríamos diez mapas de posicionamiento diferentes. Porque, el precio, aún siendo objetivo e incontestable, puede ser visto como asequible por unos consumidores, pero inaccesible para otros. Y el otro factor, la calidad, es la suma de muchos factores, y muchos subjetivos: la experiencia previa que hemos tenido con una marca, factores psicológicos…Por ello, el “posicionamiento” de un producto o marca (no la posición de mercado), es decir, el lugar que ocupa en nuestra mente en relación al resto de productos o marcas de la misma categoría, es subjetivo y cambiante de una persona a otra, tal y como explicamos en éste artículo.
¿Cómo es el mapa?

Un mapa de posicionamiento tiene dos ejes, cada uno de los cuáles reflejará las dos referencias escogidas para hacer la comparativa de marcas. Pongamos que, como es habitual, escogemos las referencias “calidad” y “precio”.

En el mapa de posicionamiento clásico:

el eje horizontal (eje X o eje de abscisas) lo dedicamos a la referencia “calidad”: cuanto más a la izquierda, menor calidad; cuanto más a la derecha, mayor calidad.
el eje vertical (eje Y o eje de ordenadas) lo dedicamos a la referencia “precio”: cuanto más arriba, mayor precio; cuanto más abajo, menor precio.

MapaPosicionament01

Podemos, también, hacer mapas de posicionamiento que no se refieran exclusivamente a dos conceptos fijos de los que valoramos la intensidad (más o menos calidad), aunque sí relacionados (más clásico o más deportivo). Por ejemplo, si hacemos un mapa de posicionamiento de marcas de automóviles poniendo en el eje horizontal si son más clásicos o más deportivos, y en el eje vertical si son económicamente más exclusivos o más accesibles.

Cabe decir que aunque lo habitual es valorar a los productos o marcas en función de dos ejes, también podemos hacerlos utilizando más de dos referencias. Por ejemplo, a la hora de comparar una pieza de ropa, además de la calidad y el precio, podemos ponderar también si es moderna o clásica. Así, podríamos hacer mapas de posicionamiento de tres ejes, utilizando las tres referencias: calidad, precio, y modernidad. En este artículo, sin embargo, nos centraremos en los mapas de dos ejes.
La diagonal es la lógica, pero es poco habitual

MapaPosicionament02

Siguiendo con el ejemplo de la relación calidad-precio, todos entendemos que la lógica es que haya una correcta correlación entre la calidad y el precio de los productos. A mayor calidad, mayor precio; a menor calidad menor precio. Por ello, lo normal en un mapa de posicionamiento sería que todos los productos estuvieran colocados en forma diagonal, manteniendo siempre el equilibrio entre calidad y precio. De esta manera, si hiciésemos el mapa de posicionamiento de marcas de tablets, podría quedar como en la primera imagen adjunta.

Pero la realidad es casi siempre diferente. MapaPosicionament03En un mapa de posicionamiento, el precio de los productos o marcas, y la percepción de calidad que tenemos de ellos, hace que casi nunca alineemos a los productos o marcas en forma diagonal. A menudo consideramos que el precio de un producto no se corresponde a su calidad, para bien o para mal. Porque es más caro de lo que merece su calidad (lo consideramos caro), o al revés (lo consideramos barato). Por ello, lo habitual es que, en los mapas de posicionamiento, las marcas no queden alineadas en una perfecta diagonal, si no que queden repartidas de diferente manera entre los cuatro cuadrantes resultantes de la matriz, como podemos ver en el ejemplo de las tablets de la segunda imagen adjunta.

Las zonas buenas y las zonas malas de un mapa de posicionamiento

MapaPosicionament06
Estar en los extremos de la diagonal no es malo, a pesar de lo que a priori pueda parecer.

No es malo ser considerado tener producto muy caro, si en paralelo el producto es considerado de alta calidad. Estar en el cuadrante superior derecho (3), alto precio-alta calidad, es bueno, y es donde quieren posicionarse todas las marcas de alto standing que lanzan productos exclusivos de alto precio. Lo importante, en este caso, es que los consumidores consideren que la calidad del producto es lo suficientemente buena como para justificar el alto precio. Estar posicionado en este cuadrante, además, conlleva una ventaja psicológica: las ahí situadas son consideradas marcas o productos aspiracionales, que los consumidores desean tener, y el resto de marcas desea imitar. Se aspira a tenerlas pues se considera que conseguirlas (o exhibirlas) es sinónimo de éxito social. Y recordemos que una de las necesidades básicas de los humanos, según Maslow, es el reconocimiento social.

Por otra parte, estar en el otro extremo de la diagonal, en cuadrante inferior izquierdo (1) no es necesariamente malo, a pesar de lo que a priori pueda parecer. Evidentemente no encontraremos ahí marcas aspiracionales, pero sí marcas que resisten bien las crisis económicas. Es donde colocamos a los productos de peor calidad…pero también de más bajo precio. Si entramos a un bazar chino, por ejemplo, a comprar un paraguas por tres euros, sabemos que corremos un gran riesgo de que no nos dure mucho tiempo. Pero lo aceptamos: adquirimos un producto que sabemos que es de baja calidad, pero pagando un precio muy bajo. Una buena relación calidad-precio. Y lo hacemos porque, en ese momento, lo que queremos es que nos salve del chaparrón que está cayendo. Y, de modo asequible, cumple su papel. No pedimos más?, pues perfecto.

Lo peor, evidentemente, es estar en el cuadrante superior izquierdo (2). Es donde colocamos aquellos productos o marcas de alto precio y que, en cambio, consideramos de baja calidad. ¿Y las hay? Por supuesto. Demasiadas. A menudo, hay marcas que acaban en ese cuadrante sin querer, simplemente porque no han estado al tanto de la evolución del mercado. O bien porque no han sabido mejorar el propio producto, o porque no se han dado cuenta de la aparición de competidores más baratos.

Estar en el centro del mapa, a pesar de lo que pueda parecer, no es nada bueno. Pese a que significa un perfecto equilibrio entre calidad y precio, no deja de ser un lugar gris. Es donde mentalmente colocamos a marcas o productos que no percibimos ni caros ni baratos, ni buenos ni malos. No destacan por nada. Son mediocres. El objetivo de las marcas que son ubicadas en una situación central debe ser re-posicionarse para diferenciarse y ser visibles a ojos de los consumidores.

Lo mejor de todo es estar en el cuadrante inferior derecho (4). Son aquellos productos de bajo precio que consideramos, en cambio, que para lo que cuestan, tiene una más que aceptable calidad, o incluso mucha calidad. En ese cuadrante es donde situaríamos los chollos. Es donde posicionaríamos a marcas como Decathlon, Ikea…empresas que ofrecen productos de precio medio-bajo, pero calidad medio-alta.
Objetivo: posicionarse para diferenciarse

Desde un punto de vista empresarial (o incluso personal, si queremos construir nuestra Marca Personal y diferenciarnos), lo importante, casi podríamos decir que lo más importante desde un punto de vista de marketing, es que una empresa encuentre donde ubicarse dentro de un mapa de posicionamiento. Dicho con otras palabras, que encuentre su lugar en el mercado. Que sepa donde está ella, donde está la competencia, y dónde debería estar para diferenciarse a ojos de los demás. Si queremos diferenciarnos:

primero, hemos de ubicarnos en el mapa, a nosotros y a toda nuestra competencia.
segundo, hemos de comprobar que no estamos en un un cuadrante malo, un lugar incoherente o mediocre.
tercero, debemos huir de los espacios que ya están muy saturados de competencia.
cuarto, hemos de detectar los espacios desocupados y analizar si podrían ser un buen lugar donde ubicarnos, ya que un espacio desocupado es un “nicho de mercado” donde no hay competencia.
y quinto, hemos de decidir donde queremos estar en el futuro para diferenciarnos de la competencia y para, a partir de ahí, desarrollar coherentes políticas de marketing mix (producto, precio, comunicación y distribución).

MapaPosicionament07El mapa de posicionamiento es dinámico

Una cosa hemos de tener clara: un mapa de posicionamiento no es estático ni impermeable al paso del tiempo. Puede cambiar cada año, y en según qué sectores incluso cada trimestre. Puede cambiar, de hecho, cada vez que se produce un cambio en uno de los dos valores que tomamos como referencia, la calidad o el precio en el caso del ejemplo.

Así, una marca variará su situación en el mapa de posicionamiento (es decir, variará su relación respecto a otras marcas competidoras) tanto si la propia marca varía su precio al alza o a la baja, como si varía sus atributos de calidad. También variará su posición si quien varía sus valores es alguna de las marcas de la competencia, o si aparecen nuevos actores, nuevos competidores con propuestas de calidad o precio diferentes. Por ejemplo, si somos los propietarios de un restaurante que ofrece el menú de menor precio del pueblo, pero se inaugura otro que lo ofrece mucho más barato que nosotros, nuestro situación en el mapa de posicionamiento variará pese a que nosotros no hayamos cambiado nada.

El comportamiento del mercado es dinámico, la competencia se mueve, aparecen nuevos productos y varían constantemente los precios. Por ello nuestro posicionamiento nunca será estático. Y por ello, debemos estar permanentemente atentos a lo que ocurre en nuestro entorno. Porque como dijo el filósofo griego Heráclito ya en el siglo VI aC, “Todo cambia, nada permanece: lo único constante es el cambio”.

Algunos estereotipos sobre cristianos y marxistas

EL SEMINARIO EN BREVE: CONTRA LOS ESTEREOTIPOS

En América Latina ‘cristianismo’ y ‘marxismo’ son referencias muy cargadas de estereotipos. Sobre el cristianismo, en especial el católico, probablemente porque se lo considera por una parte importante de la población como culturalmente ‘natural’. Sobre el marxismo, por lo contrario: muchas personas y sectores lo resienten como ‘antinatural’ y hasta perverso o diabólico.
También estas apreciaciones tienen fundamentos complejos: una economía/cultura señorial y la Guerra Fría que nutrió por un tiempo extendido el siglo XX son dos de sus factores. El texto que sigue, breve y esquemático para su propósito, busca ayudar en la superación de esos estereotipos apoyándose en un sentimiento: resulta más útil para todos y cada uno comprender que desconocer. Investigar para informarse y no solo repetir.

1.- El seminario versa sobre encuentros o desencuentros entre cristianos y marxistas, gente viviente, o de Cristianismos y Marxismos, visiones de mundo, ideologías, en América Latina especialmente después de 1959 (Rev. Cubana) y hasta la década de los 90 (levantamiento zapatista o neozapatismo, 1994).
Como los término ‘marxismo’ y ‘marxistas’ comprenden posicionamientos diversos se escogió la propuesta analítica y política original de Marx-Engels en el siglo XIX como determinación para el primero y los marxismos militantes latinoamericanos más significativos durante el período para el segundo.
Para cristianos y cristianismos se prefirió una vivencia religiosa no necesariamente adherida a iglesias institucionales y, como referencia eclesial, al catolicismo por constituir la opción que más latinoamericanos consideran la suya, entiendan o no en qué consiste esa opción. El catolicismo hace también parte de la cultura difusa de los latinoamericanos, vía la tradición familiar, debido a su peso durante el período colonial ibérico.
El anticomunismo, que puede transformarse en sinónimo de repulsión a un muy desconocido ‘marxismo’, también hace parte de esta cultura difusa de una mayoría de latinoamericanos. En América Latina muchas personas se declaran todavía ‘naturalmente’ católicas con lo que básicamente quieren decir que asisten a sus templos, participan de sus liturgias y han internalizado creencias que estiman católicas (los “milagros” son una de ellas, la vida eterna tras una resurrección es otra. Tienen distinto carácter).
Hasta hace poco ‘católico’ quería decir asimismo que se leía poco la Biblia, a diferencia de los creyentes protestantes que suelen estudiarla o al menos deletrearla mucho. Tampoco muchos católicos experimentan la necesidad de testimoniar permanentemente (y fuera del templo) su opción. Se diferencian en esto de los cristianos carismáticos o neo-pentecostales que también existen en América Latina.
La autoridad católica, que ha creado su propio movimiento pentecostal, suele llamar despectivamente “sectas” a algunos de estos grupos neopentecostales. Básicamente los grupos cristianos carismáticos sostienen que si el individuo cambia la sociedad también podrá cambiar. Existen neopentecostales de la ‘prosperidad’ y neopentecostales de sectores empobrecidos. Aquí cuando se habla de ‘cristianos’ básicamente remitimos al catolicismo institucional y su jerarquía. Este cristianismo es, a la vez, permisivo y autoritario. No importa tanto lo que se haga sino la adscripción del fiel a una iglesia de masas.

2.- Siempre manteniéndonos dentro de los cristianismos y cristianos latinoamericanos el período a que nos referimos abunda en ‘novedades’. En 1969 aparecen los primeros textos de una Teología latinoamericana de la liberación, nombre específico de un tipo de reflexión teológica, pero que también comprende movimientos y personalidades en un amplio espectro social que podría cubrir a Comunidades Eclesiales de Base separadas de la autoridad del obispo, y que se deseó por algunos embrión de una Iglesia del Pueblo, a Cristianos por el socialismo, a grupos de teólogos profesionales (Gustavo Gutiérrez, Leonardo Boff, entre los más publicitados), a la insurrección popular nicaragüense contra Somoza, o el muy polémico discurso ético del arzobispo Óscar Arnulfo Romero en El Salvador, por mencionar distintos frentes.
Contra varios de estos aspectos, aunque hablando de una indeterminada Teología de la liberación, se pronunció tardíamente la autoridad vaticana en 1984 (Instrucciones sobre Algunos Aspectos de la Teología de Liberación [Libertatis Nuntius]) condenándola sin demasiada argumentación como “marxista”. La alarma política vaticana se había encendido por la situación centroamericana (Nicaragua, El Salvador principalmente) y la participación masiva de creyentes probablemente católicos en ambos bandos en los sucesos político-militares.
El punto es que muchos no se alzaban como ‘católicos’ sino como sectores populares antidictaduras familiares y señorial-militares que condenaban a mayorías a la miseria. Tampoco los militares ‘católicos’ torturaban (Guatemala) o masacraban por ser creyentes religiosos, sino como parte o sección del bloque de poder dominante.
En este mismo período largo (1959-1994) aparecen los trabajos iniciales de Paulo Freire (1921-1997), un católico de toda la vida, que exponen una antropología/pedagogía que no es exactamente la de la Iglesia católica institucional: los seres humanos pueden crecer humanamente desde sí mismos.
A su manera, se trata de una opción por los empobrecidos. También se genera la propuesta de una Teoría de la marginalidad cuyo autor es un jesuita, Roger Vekemans (1921-2007), que no participa de la antropología de Freire ni tampoco de los criterios de una Teoría de la Dependencia cuyos primeros escritos son de 1965.
Son muchos y encontrados sucesos en el mundo cristiano-católico. Un autor, Hugo Latorre Cabal, publicó en 1969 su libro “La revolución de la Iglesia latinoamericana”, señal de la agitación en el campo de las ideas y sentimientos religiosos. Al mismo período pertenecen los oficiales Documentos de Medellín (1968) el documento episcopal regional más progresivo del catolicismo, texto que bebe, sin duda, del Concilio Vaticano II (1959-1965) y de la realidad latinoamericana.
Costa Rica puede considerarse como relativa (o conservadoramente) al margen de esta agitación. No resulta extraño, por ello, que ustedes estén poco enterados de este contexto o lo ignoren. Sin embargo, antes del período que nos ocupa, en la primera parte de la década de los 40, la cabeza de la Iglesia católica (Arzobispo Víctor Manuel Sanabria), un sector de la también católica oligarquía tradicional en el Gobierno y el Partido Comunista local se articularon constructivamente para avanzar las Garantías Sociales, un Código del Trabajo y la Universidad de Costa Rica.
Todavía a finales del siglo XX algunos católicos polemizaban respecto a la existencia de esta articulación. Retornando a los creyentes religiosos cristianos, distintos sectores y personalidades de iglesias protestantes que participan en el Consejo Mundial de Iglesias (CMI) y en el Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI) adhirieron, de acuerdo con su espiritualidad, a los variados frentes propuestos por los movimientos de reivindicación popular en el período.

3.- En el frente marxista la fase que nos ocupa muestra la novedad de la coexistencia de un tradicional marxismo-leninismo (con baja presencia material en América Latina, exceptuando Chile y Costa Rica, pero que monopolizaba la representación ‘oficial’ de la revolución social) con un castro-guevarismo inédito ya que proponía una estrategia político-militar para la revolución popular y posicionaba esta revolución como parte de las necesidades de un Tercer Mundo (Guerra Popular Prolongada).
Para América Latina la línea oficial del marxismo-leninismo (con centro en la Unión Soviética) era la de una revolución por etapas: una primera, democrático-burguesa encabezada por una burguesía nacional (Figueres Ferrer, para la situación costarricense), y una posterior, socialista o comunista, con un eje obrero gestado por el desarrollo capitalista previo.
Marxismo-leninismo y castro-guevarismo coinciden en un discurso antiimperialista y anticapitalista pero difieren respecto a cómo enfrentar a estos enemigos. No se han considerado en este seminario los posicionamientos militantes trotskistas ni maoístas (o coreanos) que también existieron en el período porque las líneas marxistas enfrentadas más fuertes fueron las generadas desde el proceso revolucionario cubano y el marxismo-leninismo propuesto el último a inicios del siglo XX por la Internacional Comunista (1919, Lenin, Trotsky, Stalin, bolchevismo), inmediatamente después de la Revolución Rusa (1917).
Sobre el marxismo-leninismo hemos advertido varias veces que su nombre es engañoso porque básicamente fue constituido por Stalin y se trató más de una ideología funcional para la defensa del Estado Soviético que de una línea socio-histórica de acción revolucionaria aunque también pretendiese jugar el papel de guía de una Revolución Mundial. En el período compitió un tiempo corto con China (maoísmo) en este último frente. La Unión Soviética y China se distanciaron, tras muchos desencuentros políticos, en 1962.

4.- En relación con peculiaridades en los frentes del marxismo militante durante el período mencionado han de mencionarse, además del proceso revolucionario cubano, la constitución de un Ejército de Liberación Nacional (ELN, 1964)) en Colombia que tuvo entre sus comandantes a un sacerdote de origen español (Manuel Pérez Martínez, 1943-1998)) y como referencia icónica a Camilo Torres Restrepo (1929-1966), un religioso, sociólogo y político que se unió a la lucha armada y murió en ella. Los dos religiosos vinculaban sus posiciones populares y socialistas con su interpretación de una Teología latinoamericana de la liberación y del carácter emancipador de la Revolución Cubana.

En su frente parlamentario, partidos marxista-leninistas (el Comunista de Chile y el Socialista de Chile) fueron los más importantes en la coalición electoral (Unidad Popular) que llevó en 1970 a la Presidencia constitucional en Chile a Salvador Allende (1908-1973). Chile fue el único país que avanzó en una mal llamada ‘vía pacífica al socialismo’ (debió llamarse vía parlamentaria o institucional) abierta como propuesta por el Partido Comunista de la Unión Soviética en su XX Congreso (1956).

De acuerdo a esta línea si una clase obrera era estratégica para la economía de una sociedad, y era además portadora de una unidad ideológica y por ello podía ser eje de un movimiento social y ciudadano amplio, este movimiento podía llegar electoralmente al Gobierno (o participar decisivamente en él) y desde allí avanzar hacia el socialismo.

La cuarta exigencia era que el país en cuestión contase con un Estado de derecho consolidado o sólido. La propuesta tenía en mente la realidad política de entonces en Francia e Italia. De los cuatro condicionantes Chile solo contaba con uno (el primero), pero aun así se intentó el despliegue de esta vía. La experiencia fue cortada tras tres años de Gobierno de Allende por un golpe de Estado empresarial-militar que estableció una dictadura de Seguridad Nacional y gobernó hasta 1990. El gobierno de Estados Unidos creó condiciones para el golpe. La institucionalidad católica fue crítica con el gobierno de Allende y pasiva con la brutalidad de la dictadura. Algunos grupos protestantes dieron públicamente ‘gracias a Dios’ por el golpe de 1973.

En el frente insurreccional y político-militar destacan asimismo en el período la movilización popular amplia nicaragüense con dirección sandinista que derrocó a Anastasio Somoza en 1979. La población nicaragüense mayoritaria se declara católica y su fervor religioso es generoso y constante, pero esto no le impidió tomar todo tipo de armas contra la dictadura somocista. Para el imaginario popular y de otras capas sociales, también católicas, sus creencias religiosas no resultaban incompatibles con participar en una insurrección contra el dictador ni en una guerra de matar o morir contra su Guardia Nacional.

La epopeya cristiano-popular y ciudadana se dio hasta una Misa Campesina Nicaragüense (Carlos Mejía Godoy) que la autoridad católica prohibió tocar y cantar en los templos. Igual se hizo mundialmente famosa. La dirección sandinista tampoco se componía solamente de marxistas de un mismo tipo. Tampoco todos se reconocían marxistas. Existía un grupo ‘guevarista’, marxista antiimperialista, partidario del alzamiento de todo el pueblo, catalizado por la lucha en las montañas, un sector ‘proletario’, más cercano a una lucha en la que se constituyera un ‘partido de vanguardia’ (en la línea marxista-leninista) que dirigiría la lucha antisomocista, y un sector ‘tercerista’ en el que compartían fervores revolucionarios socialcristianos, marxianos, socialdemócratas, profesionales y empresarios antisomocistas partidarios de crear, mediante acciones militares, un amplio movimiento nacional con apoyo internacional que liquidara la dictadura.
De este grupo hacía parte el actual Presidente de Nicaragua, Daniel Ortega. De modo que ni entonces ni ahora los sandinistas podían ni pueden ser llamados sin más “comunistas”. En el inicial gobierno sandinista revolucionario hubo Ministros de Estado que eran religiosos ordenados (Ernesto Cardenal y Edgar Parrales, diocesanos, Miguel d’Escoto, jesuita). Ninguno de ellos encontraba dificultades entre su fe religiosa y un proyecto político centrado en el antiimperialismo y la reivindicación de las necesidades populares.

En El Salvador, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional tampoco puede ser considerado “comunista” o “marxista” en bloque. En su formación (1970-1980) influyeron comunistas tradicionales (marxista-leninistas) pero críticos, socialdemócratas y socialcristianos. También trotskistas o considerados como tales. En lo que coincidían era en la lucha político-militar contra el régimen dictatorial. En cómo llevarla a cabo y cuál era su finalidad no existía coincidencia. Cuando se constituye como Partido (1992), tras las negociaciones de paz, su declaratoria de identidad reza: “El Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional es un Partido Político democrático, revolucionario y socialista; de lucha permanente, que busca aglutinar y defender los intereses de las grandes mayoría s populares y de las fuerzas democráticas y progresistas”.
Ni una palabra sobre vanguardia obrera, clases, dictadura del proletariado ni socialismo marxista. Por supuesto en su seno existen sectores marxistas o que se proclaman tales. Pero su propuesta es amplia. Y si un ‘cristiano’ se inclina por un régimen democrático, o sea antidictatorial, de gobierno, la transformación social para que los intereses sociales mayoritarios primen sobre los individuales y para que todos tengan o puedan darse un nivel de existencia humana, pues nada en su conciencia le impide militar en el FMLN o sufragar por sus candidatos. Esto, por supuesto, en el concepto. En la práctica las cosas pueden resultar distintas.
Todavía conviene mencionar dentro de este cuadro de las expresiones del marxismo en el período que nos ocupa el levantamiento zapatista o neozapatista de 1994 en Chiapas, México. Este alzamiento quiso constituirse como catalizador de una movilización de todos los discriminados, explotados y violentados del país. La acción deseaba al mismo tiempo desnudar el carácter antipopular, antiplaneta y antihumano de la mundialización en curso y el acceso oficial de México a las economías que la dirigen.
El referente de este deseo de reconocerse como minoría hoy pero con la potencialidad para generar un movimiento amplio de ciudadanos y sectores sociales proviene del pensamiento de Ernesto Guevara. Y el lugar epistémico específico lo constituyen sectores rurales deprimidos y comunidades de los pueblos profundos (indígenas) en la zona de mayor pobreza económica y social de México.
Pero la zona es también una región vital desde el punto de vista de las culturas de los pueblos profundos. ¿Será esto marxismo? Si Guevara inspira, pues lo es. Y cuando el alzamiento fracasa, ayuda a impedir su aplastamiento la dirección de una pastoral católica (obispo Samuel Ruiz García) no coincidente, más bien paralela, con su ideario político. Hablamos entonces, en América Latina, de una realidad ‘marxista’ compleja. Tan compleja como puede llegar a serlo una experiencia cristiana. Y como lo es la existencia humana.
5.- Mi opinión es que el mejor enfoque respecto de los vínculos entre cristianismos y marxismos en América Latina en el período señalado pasa por determinar primero los lugares epistémico-político-culturales de las revoluciones (intentadas o juzgadas necesarias) que estimaríamos radicales o antisistémicas e investigar luego qué papel han jugado y podrían jugar en ellas tanto quienes se estiman cristianos como quienes se han estimado marxistas.

El derecho humano de amar

El derecho humano de amar

El reconocimiento de la diversidad sexual como derecho humano ha recorrido un camino lento y arduo en El Salvador. La identidad sexual de miles y miles de personas salvadoreñas de todos los grupos sociales ha permanecido prácticamente invisible a través de nuestra historia. En las últimas décadas el movimiento de lesbianas, gay, bisexuales, trans o intersexuales (LGBTI) ha cobrado impulso y reclama respeto y reconocimiento de sus derechos.
Amaral Gómez Arévalo
Martes, 13 de Junio de 2017

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1992 resulta ser una fecha paradigmática en la historia social y política de El Salvador: se da por finalizada una guerra cruel que dejó como saldo 75 mil muertos, la diáspora salvadoreña desperdigada por los cuatro puntos cardinales del globo terráqueo y una ruptura social que aún a 25 años de finalizada la guerra todavía no se ha logrado un proceso efectivo de reconciliación.

Conectado a esos procesos históricos, pero oculto a la historia oficial, ha existido un proceso de organización social y política de personas salvadoreñas lesbianas, gay, bisexuales, trans e intersexuales (LGBTI). En esta oportunidad se narrará ese proceso de organización durante los últimos 25 años. Para comprenderlo de mejor forma, se ha dividido en cuatro periodos, cada uno se denomina ha denominado como “Ola”, siendo esta una propuesta de categoría analítica que retoma la dinámica de impulso, formación y disolución de las olas marinas para comprehender los procesos de gestación, consolidación y disolución/gestación de los momentos históricos del movimiento LGBTI, que retoma la energía-fuerza de cada ola siendo transmitida a la siguiente, haciendo que este movimiento sea constante y que una vez que ha iniciado no existe posibilidad de finalizarlo.

“La Chulona vestida de Arcoíris”. Fotografía Nicolás Rodríguez. Cortesía AMATE El Salvador.

“La Chulona vestida de Arcoíris”. Fotografía Nicolás Rodríguez. Cortesía AMATE El Salvador.

Primera Ola: secreto público

La Primera Ola comprendería el periodo antes de 1992, se caracteriza por la “invisibilidad” social consensuada de la homosexualidad. Aunque debemos dejar sentado que en este periodo surge en 1976 la discoteca Oráculos. Siendo esta un espacio de sociabilidad homosexual. Dicha discoteca con una clara motivación de crear un lugar de encuentro diferente a los existentes en San Salvador. Estuvo ubicada en una central avenida capitalina, facilitando el acceso a personas profesionales que deseaban evitar, probablemente, los riesgos sociales de visitar los puntos de encuentro marginales del centro de San Salvador. Sim embargo, al interior de Oráculos no se logra una politización de los comensales que asistían a la discoteca.

En la década de 1980, época de la guerra interna, existieron menos espacios para discutir las manifestaciones disidentes de la sexualidad binaria que en décadas anteriores. En los sectores conservadores y en el ejército era imposible realizar esta discusión. Por su parte, en la filas del FMLN lo LGBTI no entraba en las discusiones políticas, muy por el contrario, si una persona lesbiana u homosexual daba muestras públicas de estas tendencias era considerado algo anormal, imposibilitándoles en ocasiones el ascenso a cargos de dirección. Este contexto no se tuvo las condiciones sociales y políticas básicas para el surgimiento de una organización política LGBTI.

Segunda Ola: Orgullo Gay

La Segunda Ola, comprende entre 1992 a 1999. Un primer colectivo de gays y travestis comenzó a reunirse para la realización de un proyecto de atención y prevención del VIH en la comunidad gay, impulsado por Fundasida en 1992. El inicio de este grupo estuvo bajo la conducción de Wilfredo Valencia, centrándose en la capacitación de métodos de prevención del VIH. El 23 de marzo de 1994 William Hernández y Joaquín Cáceres toman la dirección del grupo (conocidos como Grupo Entre Amigos), otorgándole un carácter más organizativo con el objetivo de promover y defender los Derechos Humanos de la comunidad LGBTI. Hasta 1997 las acciones del Grupo están amparadas por Fundasida. En 1997 Entre Amigos organiza y realiza la primera marcha LGBT denominada como “Orgullo Gay”. En 1998 se abren las oficinas independientes del Grupo, el que comienza a ser reconocido socialmente como Asociación Entre Amigos

Paralelo a este proceso de organización de travestis y hombres gays, existió un proceso organizativo de las mujeres lesbianas. Luego de finalizada la guerra, las mujeres organizadas al interior del FMLN procuran nuevos espacios políticos para canalizar sus demandas, ya sea al interior del ahora partido político o fuera de este. En este semillero de nueva rutas, existió un grupo de lesbianas salvadoreñas y extranjeras que se reúnen, primero para divertirse y luego para reflexionar acerca de la irrupción de la mujer lesbiana como una identidad política al interior de El Salvador. El nombre con el que fueron conocidas fue La Colectiva lésbica-feminista salvadoreña de la Media Luna y tienen una vida institucional entre 1992 y 1997. El mayor logro del movimiento LGBT incipiente en este periodo fue el de poder sobrevivir a todas las dificultades sociales, políticas, organizacionales que existieron.

Tercera Ola: LGBTI

Esta Ola, comprende entre el año 2000 al 2008. La principal característica en este periodo histórico fue la estabilización de identidades sexuales como la Trans y la Lesbiana. Así podemos observar la separación de hombres gays y mujeres trans, en donde ellas crean sus propias organizaciones para dar atención a las necesidades específicas de estas poblaciones. Denotamos el surgimiento de la identidad política trans en este periodo. La infección del VIH continúa siendo uno de los ejes articuladores tanto para las identidades gays como trans. Este proceso de estabilización de identidades promovió la organización de diferentes grupos, colectivos y asociaciones que tendrán un papel importantes en el inicio de la próximo ola.

A lo largo de esta década la Asociación Entre Amigos sufre ataques, espionaje telefónico y saqueos de materiales documentales en las oficinas. En 1999 William Hernández recibió amenazas de muerte, por ser la primera figura pública que asumía su condición de bisexual y representante del movimiento LGBTI naciente en El Salvador.

El movimiento de mujeres lesbianas tiene una clara distinción respecto del movimiento gay o trans. El trabajo acerca de VIH, que ha sido el foco principal de los anteriores, no es hegemónico en el movimiento lésbico, por lo que sus estrategias de incidencia política y liberación del cuerpo de las mujeres presentan una diversificación de caminos. Por ejemplo, el arte, la comunicación o la investigación se muestran como ejes institucionales para presentar sus demandas y reivindicaciones a la sociedad salvadoreña.

Cierre de la 8° Marcha contra la Homo-Lesbo-Bi-trans-fobia el 17 de mayo de 2017. Cortesía del autor.

Cierre de la 8° Marcha contra la Homo-Lesbo-Bi-trans-fobia el 17 de mayo de 2017. Cortesía del autor.

Cuarta Ola: Diversidad Sexual

Esta Ola, se encuentra entre el año 2009 al 2016. Su principal característica es la irrupción del movimiento salvadoreño LGBTI como actor político en la palestra nacional, el que realiza demandas al Estado de respeto de los Derechos Humanos de las personas LGBTI.

En el 2009 fue colocada nuevamente la reforma constitucional de prohibir los matrimonios y la adopción por parte de parejas del mismo sexo. Los promotores de tal reforma esperaban que su aprobación fuera un procedimiento de trámite legislativo nuevamente como en el 2003, pero aconteció exactamente lo contrario. Las organizaciones LGBTI existentes conscientes que la reforma constitucional no radicaba exclusivamente en la prohibición de establecer una familia homoparental, sino que esta legalizaría la invisibilidad de los Derechos Constitucionales de las personas salvadoreñas LGBTI, crean la Alianza para la Diversidad Sexual LGBTI, unificando a las diferentes organizaciones LGBTI, de prevención del VIH y de activistas independientes ejerciendo un contrapeso para debatir, confrontar, exponer y proponer ante la Asamblea Legislativa y la sociedad en general una alternativa a tal reforma. Nace un nuevo actor político.

En este periodo se promueve una visibilidad internacional de las demandas de respeto y protección de los Derechos Humanos y acceso a la justicia para esclarecer los casos de violencia homofóbica que afectan a todas las identidades LGBT, pero con especial incidencia en las identidades trans, tanto femeninas como masculinas. También en este periodo se presenta una apertura del Ejecutivo para abordar cuestiones de orientación sexual e identidad de género, esto promovió acciones de un reconocimiento institucional restringido. Las colectivas de mujeres lesbianas en esta época presenta una vida institucional más establece y a largo plazo.

Una de las limitaciones del movimiento LGBTI es la centralidad geográfica que este tiene en San Salvador. Los mayores actos de visibilidad y demanda de reconocimiento se efectúan a nivel de la capital. No obstante, se reconoce que han existido y existen colectivos en otros departamentos de El Salvador, pero su vida institucional es poco conocida.

El movimiento LGBTI en El Salvador es una realidad. Hoy nadie puede ignorar la existencia de un movimiento social que vela por los Derechos Humanos de las personas LGBT. En 25 años de estructuración se han organizado hombres gays, mujeres trans, lesbianas y hasta hace pocos años hombres trans y jóvenes LGBT a nivel de la capital. El cuestionamiento de los patrones binarios de la sexualidad y los esencialismos de género, por parte de las personas LGBT organizadas, ha promovido diferentes estrategias de visibilidad y acciones políticas. No obstante, a pesar de las conquistas políticas restringidas obtenidas por parte del movimiento LGBTI, aún hace falta mucho para la transformación de las políticas y discursos públicos existentes impregnados por el heterosexismo normativo que naturalizan la homofobia, y promueven colateralmente los crímenes de odio contra personas LGBT.

Para finalizar ¿cómo será la Quinta Ola? Una respuesta exacta no se puede dar en este momento, pero se puede vaticinar que esta conjurará los siguientes elementos: participación de personas LGBTI asumidas en la política electoral, jóvenes, académicos, espacios geográficos no metropolitanos, y transnacional. Esta historia en este momento se está escribiendo…

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*Amaral Gómez Arévalo es investigador internacional de CLACSO e integrante del movimiento [email protected] El Salvador. Esta entrega se basa en su artículo “ Del gay power a la Diversidad Sexual: Politización de identidades sexuales disidentes en El Salvador” , en: Diálogos Latinoamericanos, n° 25, 2016, p. 99-116

En el Partido Comunista de El Salvador

En el Partido Comunista de El Salvador
Por Eduardo Mora Valverde (tomado de su libro 70 años de militancia comunista).
Recuerdo al gran muralista mexicano Diego Rivera parado ese día en el centro de la sala de su casa. Cuando pasábamos las parejas alrededor suyo, bailando, nos veía primero de frente y luego de soslayo, con enigmática sonrisa. ¿Se burlaba de nosotros los muchachos? ¿Nos tendría preparada alguna sorpresa?
La Célula de la Escuela de Economía de la Universidad Autónoma de México había organizado, en la casa de ese genial artista, una pequeña fiestecita esa noche. Militante de esa célula era Raúl Castellanos, quien más tarde llegaría a ser uno de los más importantes y brillantes dirigentes del Partido Comunista de El Salvador.
Esa noche Raúl llevó a su hermana Elena a la fiesta; allí la conocí y nos hicimos novios. La primera y única novia que tuve.
“Cásese con Elena; nunca encontrará otra compañera mejor”, me decía y repetía Carmen Lyra desde su lecho de enferma. Quería morir segura de que yo sería el hombre más feliz del mundo.
No fue la dulce y querida Chabela, sin embargo, la que decidió mi matrimonio, fue Elena misma. Un día le dije que lo que más ansiaba era casarme con ella, pero no podía hacerlo debido a la difícil situación política de Costa Rica, a las condiciones de clandestinidad y a las consiguientes dificultades económicas en que trabajábamos en el Partido. Mi deber de revolucionario se anteponía a mi propia felicidad personal, le expliqué. “Si el Partido no puede pagarte un salario, yo trabajaré y viviremos con el mío”, fue su respuesta definitiva.
Pocos días teníamos de haber formado nuestro hogar, cuando se suscitó una discusión política en la que participaban entre otros, el Lic. Pedro Geoffroy Rivas, abogado, poeta, militante del Partido de El Salvador, y amigo de la familia de mi esposa, y Arnoldo Ferreto, en ese momento Secretario General de mi Partido. “¿Qué posibilidades existen para estructurar un Estado multinacional en Centroamérica?”, era el tema en discusión.
El c. Geoffroy intervino diciendo que la unidad centroamericana debía alcanzarse de inmediato, mediante la lucha popular dirigida por los cinco partidos del Istmo. El c. Ferreto replicó que eso solo se debía lograr en los marcos de la república mundial de los soviets, debido a la existencia de diversas nacionalidades. Geofroy se violentó y lo acusó de “oportunista”, “titoista”.
Yo me molesté por el ataque a Arnoldo y salí a defenderlo. De paso expuse mis tesis de que la unidad podía ser un objetivo de lucha en la etapa de la revolución democrática y antiimperialista. Me gané con ello, no solo duros ataques personales de Pedro, (lo menos que me dijo fue “inefable jovenzuelo”) sino la pérdida inexplicable de su amistad. Esto fue en noviembre de 1950. Embarazada, Elena se trasladó en esos días a San Salvador para unirse a su familia y esperarme. Yo había ya recibido una invitación para ayudar a la reconstrucción orgánica del Partido Comunista Salvadoreño, la cual sentí como un gran estímulo revolucionario, y como una gran responsabilidad internacionalista.
La Dirección de mi Partido me autorizó a aceptar esa responsabilidad, pero me pidió vender antes una colección de piezas arqueológicas centroamericanas que, a fin de contribuir a aliviar la angustiosa situación económica de esos días de clandestinidad, nos había regalado un amigo. La tarea parecía casi imposible pues no disponíamos de un certificado sobre la autenticidad de cada pieza, por lo menos aceptable para los posibles interesados en adquirirlas.
Con la compañera y amiga, la arqueóloga Sol Arguedas, recurrí a solicitar la colaboración del más famoso de los artistas mexicanos: Diego Rivera. De inmediato puso a un fotógrafo a sacar fotos de cada pieza sobre una cartulina negra; después él se dedicó a especificar al pie de cada una, las calidades según el informe en mi poder. Finalmente el famoso arqueólogo Daniel Rubín de la Borbolla esposo de Sol, autenticó.

El Partido de El Salvador vivía un período sumamente crítico. Del Secretario General para abajo, heroicos y abnegados, todos se dedicaban inevitablemente a una labor economicista. El más alto cuadro en ese momento trabajaba en la redacción y administración del periódico sindical y él mismo lo sacaba de la imprenta, lo cargaba en sus hombros y lo llevaba a las oficinas respectivas.

Con el seudónimo de Pedro Martínez comencé a escribir y actuar directamente, hasta donde eso era posible, en el combate a las concepciones economicistas, y a promover el desarrollo del trabajo político y principalmente el fortalecimiento y actividad del Partido.

Del Pasaje Guevara 8, en donde vivía con la familia de mi esposa, salía con frecuencia hacia los lugares de cita, en un terreno para mi desconocido totalmente, aunque guiado por direcciones precisas. Recuerdo el encuentro más importante. Se realizó en el cuarto, bastante modesto, de dos estudiantes de la Universidad, uno de ellos de apellido Vaquerano: dos catrecitos angostos, colocados paralelamente, a un metro y medio entre sí. Viéndonos las caras nos sentamos cuatro en un catre y tres en el otro; en total las siete personas que en ese momento teníamos la responsabilidad del Partido. “El Choco” Salvador Cayetano Carpio estaba sentado a la par mía; el Dr. Toño Díaz al frente.
El Gobierno del Coronel Osorio le había ofrecido a éste último el puesto de viceministro de Salud Pública, y en esa reunión el propio c. Díaz externó la decisión de rechazar tal oferta. Se refirió al distanciamiento en las filas del Partido de tres destacados dirigentes, Marroquín, Fernández y Martínez, a raíz de haber aceptado becas o cargos honoríficos otorgados por el Gobierno con el evidente afán de dejarlos “hipotecados” a la dictadura militar.
En el desarrollo de mi labor, yo venía insistiendo en la necesidad de volver a editar el órgano periodístico del Partido, “La Verdad”, fundamentando mi insistencia nos solo en las enseñanzas transmitidas del movimiento obrero internacional, sino también en las experiencias de nuestro Partido con los periódicos “La Revolución” y “El trabajo”. En mi opinión “La Verdad” debía salir de inmediato a la calle, en forma de volante el primer número, para poder pegarlo en las paredes y difundir lo más ampliamente posible que el Partido Comunista era un partido independiente, insobornable y revolucionario, y que su órgano de prensa, vigilante y combativo, volvería a llegar regularmente a las manos de los salvadoreños.
Unicamente un compañero, que recién llegaba de su exilio en Guatemala, hizo resistencia. “Vos sos tico y no conoces nuestra realidad. Se nos va a venir el mundo encima”, me reclamó bastante alterado. Yo le repliqué: “Ustedes heroicamente están arriesgando segundo a segundo la vida, pero es inútil que lo sigan haciendo si el Partido no se va a la calle a luchar. En ese caso es mejor que dejen la Dirección a otros compañeros”. A Carpio se le humedecieron los ojos y, después de limpiarse la garganta con pequeñas explosiones de tos, rompió el silencio: “Hace poco, al despedirme de Blas Roca, en Cuba, me dijo que los comunistas siempre debíamos sacar la cara; si nos la patean y la rompen, la debemos volver a sacar; si nos la quiebran, la debemos sacar de nuevo”. Mirando al suelo, con sus manos unidas como si fuera a rezar, y girando sus pulgares, agregó: “Estoy de acuerdo en salir a la calle con el periódico y denunciar el intento de soborno”.
En la casa de Raúl, precisamente en Mexicanos, a donde Dueñas me había llevado a pasear, se instaló un polígrafo para editar el periódico. El responsable de operarlo era un militante, miembro de la Comisión de Propaganda, de apellido Alvarado; con diligencia éste comenzó a desarrollar su importante trabajo.
Pero se produjo un atraso en las etapas del mismo pues el c. Jacinto Castellanos, mi suegro, sugirió plantear al Buró Político la revisión del acuerdo, en una reunión conjunta con la Comisión de Propaganda dirigida por él. Ya había oído decir a más de algún compañero que debido a mi desconocimiento de la realidad salvadoreña, lo estaba llevando a una provocación.
“Eduardo, yo estoy completamente de acuerdo con la resolución. Pero es mejor dar oportunidad de opinar a los compañeros de Propaganda, ligados al trabajo de masas; estos deben responsabilizarse. En El Salvador son muchos los años de crímenes y de injusticias. Usted como costarricense no tiene una idea cabal. Este pueblo está a punto de reventar y cuando reviente ni Dios padre lo va a parar. Mire Eduardo, aquí nos van a faltar postes para colgar a tanto bandido, a tanto ladrón, a tanto criminal”. En la ratificación del acuerdo, con su firme y vehemente carácter, mi suegro jugó un papel decisivo. La confirmación del acuerdo la esperaban las brigadas para salir por diferentes lugares del país a realizar las pegas. En esos momentos de tremenda tensión, una pareja, marido y mujer, adelantó su salida con tal mala suerte que fue detenida. Aunque no dijeron una sola palabra, la propaganda que cargaban y que le decomisaron, alertó a la policía, la cual se puso alerta desde ese instante en todo el país. Y cogieron a no pocos. Entre ellos cayó Alvarado, el encargado de la edición del periódico y miembro de la Comisión de Propaganda. Y si la pareja no habló, éste cantó hasta “El Barbero de Sevilla”, como decían los camaradas. Raúl trabajaba como economista en un Ministerio. Sin sospechar la delación de Alvarado, al salir de su trabajo se dirigió a su casa, en Mexicanos, para reunirse con su familia y cenar. Pero a pocos metros de su hogar lo paró la policía, la cual tenía rodeado el vecindario. Raúl trató de convencerla para que lo dejaran pasar pero le contestaron que estaban registrando la casa de un comunista, sin sospechar que lo tenían al frente. Disimuladamente se alejó del cordón policial, llegó a la carretera y a toda velocidad, mejor dicho, corriendo, tomó la dirección del centro de la capital para llegar al pasaje Guevara en donde vivíamos los demás de la familia. “Se inició la persecución. La Policía ya llegó a mi casa. Creí que no iba a tener fuerzas en las piernas para llegar hasta aquí”, nos dijo Raúl muy agitado. Cerca del Pasaje Guevara estaba el Parque Marte. Al frente vivía el entonces dirigente estudiantil Shafick Handal, después Secretario General del Partido y Comandante del FMLN. Por su papel en el movimiento legal de masas, pues era Director del Periódico “Opinión Estudiantil”, supuse sería uno de los primeros en ser capturados si no se escondía de inmediato. Cuando llegué a su hogar me salió a abrir Blanquita, su esposa. “Dígale a Shafick que se inició una represión, que se esconda”, fue lo único de la conversación, pues debía apurarme.
Me detuvieron, y bajo el pretexto de que era necesario revisar mi documentación migratoria, fui llevado al Cuartel del Zapote. Al poco rato de estar en él entró un militar con cara desagradable, con una pistola 45 colgada del cuello. Comenzó a interrogarme en un escritorio que se encontraba en el pasillo. Era el Mayor Medrano, años después, en 1966, Comandante de las tropas salvadoreñas en la llamada “Guerra del Futbol”, contra Honduras. Intentaba arrancarme una declaración en la cual aceptara haber participado en los preparativos de un levantamiento armado, instigado por la Unión Soviética y Guatemala, contra la “democracia” salvadoreña. Me pidió dar nombres y datos sobre el Partido, y me ofreció dar libertad y protección.
Consideré mejor tomar la ofensiva desde el principio y le dije al militar: “Me siento muy feliz y honrado de ser comunista desde muy niño. A pesar de no ser miembro del Partido Comunista de El Salvador, estoy identificado con sus objetivos de lucha”. Terminé refiriéndome a la recién triunfante revolución del pueblo chino asegurándole que su camino lo seguirían todos los pueblos del mundo sojuzgados por el imperialismo.
Medrano se paró violentamente, quizás herido en su condición de polizonte anticomunista, se quedó viéndome y calmándose me dijo: “Estamos dispuestos a enviarlo a donde sus amigos de Guatemala si usted les hace una solicitud del asilo”. Le contesté que yo era costarricense, con familia en El Salvador, y si querían echarme, debían enviarme a Costa Rica. El militar dio media vuelta y se alejó. Fui conducido a una habitación contigua, situada precisamente detrás del escritorio desde el cual había sido interrogado. Iba a ser mi prisión transitoria. Al entrar en ella me abrazaron, entre otros, el sastre Villacorta, militante del Partido y también víctima de la represión. Junto a él se encontraban varios camaradas más. Habían oído íntegramente el interrogatorio.
Un tazón de “caldo chuco”, como dicen los salvadoreños, pero agrio y salado, fue el menú de esa mañana, primer alimento después de casi 24 horas de haber sido conducido al cuartel del Zapote. Con alambres nos sujetaron las manos, tanto a mí como a un delincuente hondureño. Empujándonos por la espalda nos fueron indicando el camino hasta un vehículo militar y nos introdujeron en él, en el asiento trasero, junto a un oficial. Adelante iba otro oficial junto al chofer.
Silencio absoluto del hondureño; yo tampoco hablaba. Al llegar, largo rato después, a una población, mi compañero exclamó: “San Miguel” y esas fueron sus únicas palabras en el camino. Y en San Miguel los oficiales nos sacaron a los dos y nos hicieron caminar a pie, inexplicablemente, como unos 50 o 100 metros. Luego nos volvieron a meter en el vehículo y así llegamos finalmente al Amatillo frontera con Honduras. Al detenerse el vehículo los oficiales nos desataron, dejando al hondureño con las autoridades militares salvadoreñas. En el mismo vehículo me llevaron a territorio hondureño y estacionaron el carro frente al puesto de aduana del Goascorán. Según supe después, se había producido un error; a quien debieron llevar al Goascorán era al delincuente. Fue un error “providencial” pues evidentemente falseó, ante las autoridades hondureñas, la denuncia salvadoreña hecha posteriormente, de una fuga mía hacia el territorio hondureño, para hacer una “revolución”. Quizás ese error contribuyó mucho a salvarme la vida, como lo señalaré después.