Ruinas del Gran Zimbabwe

Ruinas del Gran Zimbabwe

Durante los siglos XI – XIV parte de la actual Zimbabwe desarrolló una importante civilización, cuyo centro estaba situado en el lugar donde hoy se encuentran las ruinas conocidas como “Gran Zimbabwe”. En el lenguaje de los shona, Zimbabwe significa “casas de piedra” y es de este lugar de donde el país tomó su actual nombre. Cuando los portugueses llegaron allí encontraron un Imperio en decadencia que, en otro tiempo y gracias a sus minas de oro, llegó a mantener un comercio constante con las costas del Océano Índico, tal y como demuestran los restos encontrados, que incluyen hasta cerámica china.
La Acrópolis es un complejo arqueológico construido como palacio de una capital importante, datado mediante Carbono 14, en el siglo XIV d.C. La civilización que en ella vivió se desarrolló a partir del siglo XI y mantuvo población hasta mediados del siglo XIX. Se sitúa aproximadamente a unos 300 km. al sur de la actual capital, Harare, y es el más grande de los casi 150 sitios de caseríos de piedra que fueron habitados por la civilización shona-karanga, cuyo auge se dio entre 1200 – 1450 d.C. Es considerado el núcleo de población más avanzado del sur de África en este momento histórico.
A mediados del siglo XV el imperio Mwene Mupata, que tenía sus bases aquí, cubría la mayor parte de Zimbabwe y gran parte de Mozambique y prosperaba gracias a la agricultura y al comercio de oro y marfil con los árabes en la costa, a cambio de vidrio, porcelana y telas de Asia. Fue la capital del reino de los shona hasta que, a finales del siglo XV, el territorio quedó dividido en dos reinos separados: Torwa y Mwenw-Mutapa, este último fundado por el rey Mutota y al que los europeos conocieron con el nombre de reino de Monomotapa. Sin embargo, a partir del siglo XVI este próspero imperio inició su declino cuando se sometió a la influencia de los misioneros enviados por los portugueses que habían tomado el control de la costa, y cuando el imperio Rozwi comenzó su expansión desde el oeste. Éstos últimos ocuparon y se anexionaron la Gran Zimbabwe hasta que fueron derrotados por las tribus Ngoni, llegadas alrededor del 1830. El sitio de la Gran Zimbabwe fue definitivamente abandonado en 1860. La teoría acerca de su decadencia plantea la posibilidad de una sobrepoblación que agotó progresivamente los recursos, tanto agrícolas como naturales (quema de los bosques, caza desproporcionada de animales)
Entre los edificios de mayor importancia se cuentan un fuerte en la punta de la colina y un templo circular con una torre cónica de 11 m. de altura. La Gran Zimbabwe fue una enorme ciudad del siglo XI cuya riqueza fue obtenida, probablemente, mediante el comercio de oro, llegando a tener hasta 10.000 habitantes en el siglo XIII. Entre sus edificios destaca el palacio real, construcción de enormes dimensiones levantada con piedras y sin cemento, que describió en su diario de viaje el explorador portugués Duarte (1517). Las estructuras de piedra forman recintos amurallados, algunos de más de 10 m. de altura y, por último, llama la atención del complejo arqueológico la Gran Muralla, construida alrededor del siglo XII. Gran parte de la estructura arquitectónica de la muralla se ha ido perdiendo con el paso de los siglos, aunque se cree que contaba con al menos tres puertas adinteladas de acceso.
En las formaciones rocosas cercanas a la antigua capital se ven pinturas rupestres que representan escenas de caza de hace más de 35.000 años. Actualmente, es considerado el yacimiento arqueológico más importante de África y el lugar ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

REPORTAJE AL PIE DE LA HORCA

REPORTAJE AL PIE DE LA HORCA

Julius Fusik

Estar sentado en posición de firme, con el cuerpo rígido, las manos pegadas a las rodillas, los ojos clavados hasta enceguecer en la descolorida pared de este cuarto del Palacio de Petchek1 no es, en verdad, la postura más adecuada para reflexionar. Pero, ¿quién puede forzar al pensamiento a permanecer sentado en posición de firme?

Alguien, un día quizá nunca sepamos quién ni cuándo llamó a este cuarto del Palacio de Petchek “Salón cinematográfico”. ¡Qué idea genial! Una amplia sala y seis largos bancos, uno tras otro, ocupados por los cuerpos inmóviles de los detenidos. Ante ellos, un muro liso, como una pantalla cinematográfica. Todas las casas productoras del mundo reunidas no han llegado a hacer la cantidad de películas que sobre esta pared han proyectado los ojos de los detenidos en espera del interrogatorio, de la tortura, de la muerte. Películas de vidas enteras o de los más pequeños fragmentos de vida. Películas de la madre, de la esposa, de los hijos, del hogar destruido, del porvenir destrozado. Películas del camarada valeroso o de la traición. Películas del hombre a quien entregué aquella octavilla antinazi, de la sangre que correrá otra vez, del fuerte apretón de manos, del compromiso de honor. Películas repletas de terror y de decisión, de odio y de amor, de angustia y de esperanza. De espaldas a la vida, cada uno contempla aquí su propia muerte. Y no todos resucitan.

Cien veces he sido aquí espectador de mi propia película. Mil veces he seguido sus detalles. Ahora trataré de explicarla. Y si un nudo corredizo de la horca aprieta mi cuello antes de terminar, quedarán todavía millones de hombres para completarla con un “happy end” (final feliz, yo).

I

Veinticuatro horas

Dentro de cinco minutos el reloj marcará las diez. Es una hermosa y templada noche de primavera, la noche del 24 de abril de 1942.

Me doy prisa. Tanto como me lo permite mi papel de hombre maduro que cojea. Me doy prisa a fin de llegar al hogar de los Jelinek antes de que, a las diez, cierren el portal de la casa. Allí me espera mi “colaborador” Mirek. Sé que esta vez no me comunicará nada importante. Tampoco yo tengo nada que decirle. Pero faltar a la cita convenida podría sembrar el pánico. Y, sobre todo, quisiera evitar preocupaciones infundadas a las dos buenas almas que nos acogen.

Me reciben con una taza de té. Mirek me está esperando. Y, con él, el matrimonio Fried. Una imprudencia más. Me alegra veros, camaradas, pero no así, todos juntos. Es el mejor camino para ir a la cárcel y a la muerte. O respetáis las reglas de la conspiración o dejaréis de trabajar, porque así os exponéis y ponéis en peligro a los demás, ¿comprendido?

-Comprendido.

-¿Qué habéis traído para mí?

-El número del Primero de Mayo de Rude Pravo2

-Muy bien. Y tu, Mirek, ¿cómo vas?

-Bien. Nada nuevo. El trabajo marcha bien.

-Bueno. Terminemos. Nos veremos de nuevo después del Primero de Mayo. Os avisaré. Hasta la vista.

-¿Otra taza de té, patrón?

-No, no, señora Jelinek. Aquí somos demasiados.

-Por lo menos tome una tacita. Se lo ruego.

Del té recién servido, se alza una nubecilla de vapor.

Alguien llama a la puerta. ¿Ahora, de noche? ¿Quién podrá ser?

Los visitantes muestran su impaciencia. Golpes en la puerta.

-¡Abrid! ¡La policía!

-Rápido, a las ventanas. ¡Huid! Tengo pistola y cubriré vuestra retirada.

¡Demasiado tarde! Bajo las ventanas se hallas los hombres de la Gestapo, apuntándonos con sus pistolas. Después de forzar la puerta y de cruzar el corredor, los policías penetran atropelladamente en la cocina y luego en la habitación. Uno, dos, tres, nueve hombres. No me ven porque estoy a sus espaldas, detrás de la puerta que han abierto. Podría tirar con relativa facilidad, pero sus nueve pistolas encañonan a dos mujeres y a tres hombres indefensos. Y si me pegara un tiro se iniciaría un tiroteo, del cual serían ellos las primeras víctimas. Si no tiro, los encerrarán seis meses, quizá un año, y la Revolución los libertará. Mirek y yo somos los únicos sin salvación posible. ¿Qué hará Mirek? Él, antiguo combatiente de la España republicana; él, que permaneció dos años en un campo de concentración de Francia para volver desde allí ilegalmente a Praga en plena guerra, estoy seguro de que no traicionará.

Tengo dos segundos para reflexionar. ¡Quizá tres! Si tiro, nada salvaré. Tan sólo me libraré de las torturas, pero sacrificaré inútilmente la vida de cuatro camaradas. ¿Es así? Pues resuelto, entonces.

Salgo de mi escondite.

-¡Ah! ¿Uno más?

El primer golpe en el rostro. Bastante fuerte como para dejarme sin sentido.

-¡Hande auf![3]

Segundo, tercer golpe. Tal y como me lo había imaginado.

El piso, donde antes reinaba un orden ejemplar, se convierte en un montón de muebles destrozados y de vajilla rota.

Más puñetazos y patadas.

-¡Marsch![4]

Me meten en un auto, siempre encañonado por las pistolas. Durante el viaje comienza el interrogatorio.

-¿Quién eres?

-El profesor Horak.

-¡Mientes!

Me encojo de hombros.

-Estate quieto o disparo.

-Dispare.

En lugar de una bala, un puñetazo.

Pasamos junto a un tranvía. Me da la impresión de estar coronado de flores blancas. ¡Cómo! ¿Un tranvía de boda a estas horas, en plena noche? Será la fiebre que comienza.

El Palacio de Petchek. Nunca creí entrar vivo en él. Al galope hasta el cuarto piso. ¡Ah! La famosa sección II A I, de investigaciones anticomunista. Me parece que hasta siento curiosidad.

El comisario alto y flaco que dirigía el pelotón especial coloca su pistola en el bolsillo y me lleva con él a su despacho. Me enciende un pitillo.

-¿Quién eres?

-El profesor Horak.

-Mientes.

Su reloj de pulsera marca las once.

-Registradle.

Empieza el registro. Me dejan en cueros.

-Tiene papeles.

-¿A nombre de quién?

-Del profesor Horak.

-Averiguadlo.

Telefonean.

-Como era de esperar. Su nombre no consta en los registros. Sus papeles son falsos.

-¿Quién te los dio?

-La jefatura de Policía.

Primer bastonazo. Segundo. Tercero. ¿Debo contarlos? No, hijo, esta estadística ya no la publicarás nunca.

-¿Tu nombre? Habla. ¿Tu domicilio? Habla. ¿Qué contactos tenías? Habla. ¿Direcciones? ¡Habla! ¡Habla! ¡Habla! Si no, te matamos a palos.

¡Cuántos golpes puede aguantar un hombre sano?

La radio anuncia la media noche. Cierran los cafés y los últimos parroquianos retornan a sus casas. Ante las puertas, los enamorados golpean levemente el suelo con sus pies, incapaces de llegar a despedirse.

El comisario, largo y flaco, entra en el cuarto con una sonrisa de satisfacción.

-¿Todo va bien, señor redactor?

¿Quién se lo habrá dicho? ¿Los Jelinek? ¿Los Fried? Pero si estos ni siquiera saben mi nombre.

-Ya lo ves, lo sabemos todo. ¡Habla! Se razonable.

¡Qué forma de hablar más extraña! Ser razonable, para él, equivale a cometer una traición.

No soy razonable.

-¡Atadlo! ¡Y sacudidle fuerte!

Es la una. Los últimos tranvías se retiran. Las calles están desiertas y la radio se despide de sus fieles radioescuchas deseándoles buenas noches.

-¿Quiénes son los miembros del Comité Central? ¿Dónde están las radioemisoras? ¿Dónde se encuentran vuestras imprentas? ¡Habla! ¡Habla! ¡Habla!

Ahora ya puedo contar con más tranquilidad los golpes. El único dolor que siento es de los labios, que muerden mis dientes.

-Descalzadle.

Es verdad. Las plantas de los pies no han perdido aún sensibilidad. Lo siento. Cinco, seis, siete… Y ahora parece como si los golpes me penetraran en el cerebro.

Son las dos. Praga duerme. Y quizás en alguno de sus lechos un niño solloza entre sueños y un hombre acaricia la cintura de una mujer.

-¡Habla! ¡Habla!

Paso la lengua sobre mis encías e intento contar los dientes rotos. No lo consigo. ¿Doce, quince, diecisiete? No. Ese es el número de los comisarios que me interrogan ahora. Algunos están visiblemente fatigados. Y la muerte tarda en venir.

Son las tres. Desde los arrabales, los verduleros afluyen al mercado; los barrenderos aparecen en las calles. Quizá viva lo suficiente todavía para ver el amanecer.

Traen a mi mujer.

-¿Le conoce usted?

Me trago la sangre para que no la vea… Y es inútil porque brota de todos los poros de mi rostro y de las yemas de los dedos.

-¿Le conoce usted?

-No. No le conozco.

Lo dijo sin que sus miradas dejaran traslucir un ápice de horror. ¡Es de oro! Ha cumplido la promesa de nunca confesar que me conoce, aún cuando ya es inútil. ¿Quién, entonces, les ha dado mi nombre?

Se la llevaron. Me despido de ella con la mirada más alegre de que soy capaz. Pero… acaso no sea tan alegre. No lo sé.

Son las cuatro. ¿Amanece? ¿No amanece? Las ventanas cubiertas no me dan respuesta. Y la muerte todavía no llega. ¿Debo ir a su encuentro? Mas, ¿cómo?

He pegado a alguien y caído al suelo. Me dan patadas. Me pisotean. Sí, ahora el fin vendrá rápidamente. El comisario vestido de negro me levanta por la barba, riéndose con satisfacción mientras me muestra sus manos llenas de pelos arrancados. Es realmente cómico. Ya no siento ningún dolor.

Las cinco, las seis, las siete, las diez. Mediodía. Los obreros van y vienen del trabajo; los niños van y vienen de la escuela. En las tiendas se vende, en las casas se cocina. Acaso, en este momento, mi madre se acuerde de mí. Quizá sepan ya los camaradas de mi detención y tomen las medidas de seguridad. Porque si hablara… No, no temáis. No hablaré. Confiad en mí. Después de todo mi fin ya no puede estar lejano. Esto, ahora, es sólo un sueño, una pesadilla febril: los golpes llueven, los agentes me refrescan con agua. Y nuevos golpes. Y otra vez: ¡Habla! ¡Habla! ¡Habla! Pero aún no consigo morir. Madre, padre: ¿porqué me habéis hecho tan fuerte?

Son las cinco de la tarde. Todo el mundo está ya fatigado. Los golpes caen más lentamente, a largos intervalos; no es más que la fuerza de la inercia. Y de súbito oigo desde lejos, desde muy lejos, una voz suave, dulce, tierna como una caricia:

-Er hat schon genung.[5]

Más tarde me hallo sentado ante una mesa que aparece y desaparece de mi vista. Alguien me da de beber. Alguien me ofrece un cigarrillo que no puedo sostener y alguien intenta ponerme los zapatos y dice que es imposible. Después, medio andando y medio arrastrado, me llevan escaleras abajo, hasta un automóvil. Durante el viaje me encañonan de nuevo con las pistolas: es como para reír. Pasamos junto a un tranvía adornado con flores blancas. Un tranvía de boda. Pero quizás sólo sea una pesadilla o acaso la fiebre o tal vez la agonía o la propia muerte. Siempre pensé que la agonía era una cosa difícil; pero esto no tiene nada de difícil: es algo vago y sin forma, ligero como la pluma. Basta un soplo para que todo termine.

¿Todo? No, todavía no. Porque de nuevo estoy de pie; yo solo, sin el apoyo de nadie. Junto a mí se alza una pared, de un amarillo sucio, salpicada de… ¿De qué? Parece sangre…Sí, es sangre. Levanto un dedo e intento extenderla… Lo consigo… Sí, está fresca. Es mi sangre.

Por detrás, alguien me golpea en la cabeza y me ordena levantar las manos y hacer genuflexiones. A la tercera caigo…

Un alto S. S. Se inclina sobre mí y me da de patadas para que me levante. ¡Es inútil! Alguien me lava otra vez y de nuevo estoy sentado. Una mujer me da una medicina y me pregunta dónde me duele. Y entonces parece como si todo el dolor se concentrase en mi corazón.

-Tu no tienes corazón -me dice el alto S. S.

-Sí, lo tengo -le respondo. Y de golpe me siento orgullooso porque he sido lo suficientemente fuerte para salir en defensa de mi corazón.

Después, todo desaparece ante mis ojos: el muro, la mujer con el medicamenteo, el alto S. S….

Ante mí se abre la puerta de una celda. Un S. S. Gordo me arrastra a su interior, arranca los girones de mi camisa, me tiende sobre el jergón, palpa mi cuerpo hinchado y ordena que me apliquen compresas.

-Mira le dice a su compañero, moviendo la cabeza, mira lo que saben hacer.

Y una vez más desde lejos, desde muy lejos, oigo una voz suave y dulce, tierna como una caricia:

-No aguantará hasta mañana.

Dentro de cinco minutos, el reloj marcará las diez. Es una hermosa y templada noche de primavera, la del 25 de abril de 1942.

II

La agonía

“Cuando la luz del sol y la claridad de las estrellas

se extinguen para nosotros, se extinguen para nosotros…”

Dos hombres con las manos juntas, en actitud de orar, caminan en círculo, con paso lento y pesado, entorno a una blanca cripta, cantando con voz monótona y discordante una triste salmodia.

“… es dulce para las almas

subir al cielo, subir al cielo…”

Alguien ha muerto. ¿Quién? Intento volver la cabeza. Quizá logre ver el féretro con el difunto y los dos cirios que como dos índices se levantan a su cabecera.

“…Donde la noche ya no existe,

donde eterna es la luz del día…”

He logrado levantar la vista. No veo a nadie. No hay nadie: sólo ellos dos y yo. ¿Para quien cantan esos salmos?

“Esa estrella siempre fulgurante

es Jesús, es Jesús…”

Es un entierro. Sí, seguramente es un entierro. ¿Y a quién entierran? ¿Quién está aquí? Sólo ellos dos y yo. ¡Y yo! ¡Quizá sea mi propio funeral! Pero escuchad: esto es un error. Yo no estoy muerto. Yo vivo. Ya veis que os miro y que hablo con vosotros. ¡Deteneos! ¡No me enterréis aún!

“Cuando alguien nos da el adiós

por última vez, por última vez…”

No me oyen. ¿Están sordos? ¿O es que no hablo lo suficientemente alto…? ¿O es que estoy muerto de verdad y a ellos les es imposible oír mi voz sin cuerpo? ¿Será, acaso, mi cuerpo, tendido sobre la barriga, espectador de mi propio entierro? ¡Qué gracioso!

“…Dirige su mirada piadosa

al cielo, al cielo…”

Lo recuerdo: alguien me recogió con dificultad, me vistió y me dejó en la camilla. Pasos metálicos resonaron en la galería y después… Eso es todo. Ya no sé más. Ya no recuerdo más.

“Donde la claridad eterna se alberga…”

Pero todo esto es absurdo. Yo vivo. Siento un dolor lejano y tengo sed. Los muertos no tienen sed. Concentro todas mis fuerzas para mover la mano y una voz extraña y rara, no mía, brota de mi garganta:

-¡Agua!

¡Por fin! Los dos hombres dejan de andar en círculo. Ahora se acercan a mí, se inclinan y uno de ellos aproxima a mis labios un jarro de agua.

-También debes comer, compañero. Desde hace dos días no cesas de beber y beber… ¿Qué me dice? ¿Ya dos días?¿Qué día será hoy?

-Lunes.

Lunes. Y el viernes me detuvieron. ¡Qué pesada siento la cabeza! ¡Y cuánto refresca el agua! ¡Dormir! ¡Dejadme dormir! Una gota de agua agita la superficie transparente de la fuente. Yo sé: el manantial de un prado entre montañas, cerca de la casa del guardabosque, al pie de Monte Roklan. Y una lluvia fina e ininterrumpida teclea sobre las agujas de los pinos… ¡Qué dulce es dormir!… y cuando de nuevo me despierto ya es martes de noche y un perro se halla ante mí. Un perro lobo. Me mira con sus hermosos y perspicaces ojos y pregunta:

-¿Dónde vivías?

¡Oh, no! No es el perro. Esa voz pertenece a otro ser. Sí, aquí hay alguien más. Veo unas botas altas y otro par de botas altas, y un pantalón de montar; pero más arriba, ya no veo nada. Y cuando quiero mirar, siento vértigo. Qué importa. Dejadme dormir…

Miércoles . . .

Los dos hombres que cantaban los salmos se encuentran sentados a la mesa, comiendo en escudillas de barro. Ya los distingo. Uno es más joven que el otro y no parecen monjes. Ni la cripta es ya una cripta; es una celda como cualquier otra. Las planchas del suelo parten de mis ojos para desembocar ante una puerta pesada y negra . . .

Rechina una llave en la cerradura. Saltan los dos hombres y se sitúan en posición de firmes. Otros dos hombres, con uniformes de S. S., entran y ordenan que me vistan. Ignoraba cuánto dolor puede ocultarse en cada pernera de mi pantalón, en cada manga de mi camisa. Me colocan sobre una camilla y me llevan escaleras abajo. Pasos de botas herradas resuenan a lo largo del corredor . . . Este es el camino por el cual me llevaron y me trajeron sin conocimiento. . . ¿A dónde conduce? ¿En qué infierno desemboca?

En la sombría y desagradable oficina de registro de la Polizeigefängnis6 me depositan en el suelo y una voz checa, con fingida bondad, me traduce una pregunta escupida con furia por una voz alemana:

-¿La conoces?

Sostengo la barbilla con la mano. Ante las parihuelas se halla una joven de gruesas mejillas. De pie y con la cabeza erguida mira sin ostentación pero con dignidad, con los ojos algo bajos: lo suficiente para verme y saludarme.

-No la conozco.

Recuerdo haberla visto una vez y por un solo momento durante aquella terrible noche en el Palacio de Petschek. Esta es la segunda vez, y desgraciadamente, ya no he vuelto a verla, como hubiera querido, para estrechar su mano por la dignidad con que se condujo. Era la mujer de Armosta Lorenz. Fue ejecutada el primer día del estado de sitio en 1942.

-¿Y a ésta? Seguramente la conocerás.

¡Anicka Jiráskova! Por Dios, Anicka, ¿cómo ha venido usted a parar aquí? Yo nunca pronuncié su nombre. Nada tengo que ver con usted. No la conozco, comprenda usted, no la conozco.

-No la conozco.

-Sé razonable, hombre.

-No, no la conozco.

-Es inútil, Julius dice Anicka, mientras una ligera presión de sus dedos sobre el pañuelo descubre su emoción. Es inútil. Me han delatado.

-¿Quién?

-¡Cállate!

Alguien interrumpe su respuesta y la empuja brutalmente cuando se inclina hacia mí para darme la mano.

¡Anicka!

No oigo las demás preguntas. Y como de lejos, sin ningún dolor, como si estuviera observando, siento como dos S. S. Me llevan de vuelta a la celda, balanceando brutalmente la camilla y preguntándome, con risas, si no preferiría mejor ser balanceado por el cuello.

Jueves.

Empiezo a distinguir. Uno de mis compañeros de celda, el más joven, se llama Karel, y éste llama padre al otro, al más viejo. Me cuentan su vida, pero todo se confunde en mi cabeza. Hablan de una mina y de niños sentados en bancos. Oigo una campana. Será que habrá fuego. Y me dicen que cada día vienen a verme el médico y el enfermero; que mi estado de salud no es tan grave y que parece que pronto me habré repuesto. Esto último lo dice el “padre” con tanta insistencia y Karel lo aprueba con tal convicción que, hasta en el estado en que me encuentro, comprendo que me dicen una piadosa mentira. ¡Qué chicos! ¡Y cuánto siento no poderles creer!

Atardece.

Se abre la puerta de la celda y, silenciosamente, sobre la punta de sus patas, entra corriendo un perro. Se detiene junto a mi cabeza y me mira de nuevo atentamente. Otra vez los dos pares de botas altas. Pero ahora ya sé: uno pertenece al propietario del perro, al director de la cárcel de Pankrac, y el otro al jefe de la sección anticomunista de la Gestapo, que presidió mi interrogatorio nocturno. Les siguen unos pantalones de civil. Alzo la vista: sí, lo conozco. Es el comisario alto y flaco que dirigía el pelotón que me detuvo. Se sienta en una silla y comienza el interrogatorio.

-Has perdido la partida. Salva la cabeza por lo menos. ¡Habla!

Me ofrece un cigarrillo. No lo quiero. No tendría fuerzas para fumarlo.

-¿Cuánto tiempo has vivido en casa de los Baxa?

¡Los Baxa! Hasta eso lo saben. ¿Quién se los habrá dicho?

-Ya vez: lo sabemos todo. ¡Habla!

Si lo sabéis todo, ¿para qué hablar? No he vivido en vano. Mi vida no ha sido estéril y no tengo por qué echar a perder su fin.

El interrogatorio dura una hora. El comisario no grita. Repite con paciencia las preguntas y, al no recibir respuesta, hace una segunda, una tercera, una décima pregunta.

-¿Es que aún no comprendes? Todo ha terminado, ¿comprendes? Lo habéis perdido todo.

-Sólo yo he perdido.

-Entonces, ¿tu crees todavía en la victoria de la Comuna?

-Claro.

-¿Lo cree todavía? -Pregunta el jefe alemán y el comisario alto traduce:

-Crees todavía en la victoria de Rusia?

-Claro. Esto no puede terminar de otra manera.

Estoy cansado. He concentrado todas mis fuerzas para protegerme de sus preguntas. Pero ahora mi conciencia se aleja rápidamente, como la sangre que brota de una herida profunda.

Aún percibo cuando me dan la mano. Quizá lean en mi frente el signo de la muerte. En algunos países era costumbre que el verdugo besara al reo antes de su ejecución.

Anochece.

Dos hombres con las manos juntas caminan en círculo, cantando con voz monótona y discordante una triste salmodia:

“Cuando la luz del sol y la claridad de las estrellas

se extinguen para nosotros, se extinguen . . .”

¡Oh, no sigan, amigos míos! Quizá sea hermosa vuestra canción, pero hoy es la víspera del Primero de May, la más bella y alegre fiesta del hombre.

Trato de cantar algo más alegre, pero parece sonar tristemente. Karel vuelve la cabeza y el “padre” seca sus lágrimas. No importa. Sigo cantando y, poco a poco, ellos se unen a mi canto. Me duermo contento.

Madrugada del Primero de Mayo.

El reloj de la torrecilla de la cárcel da tres campanadas. Es la primera vez que lo oigo con claridad. Por primera vez desde mi detención tengo mi conciencia despejada. Siento el aire fresco que penetra por la ventana abierta y baña mi jergón, extendido sobre el suelo. Las briznas de paja se clavan en mi pecho y en mi vientre. Cada partícula del cuerpo me duele con mil dolores y respiro con dificultad. De pronto, como si abriera una ventana, veo claramente: es el fin. Estoy agonizando.

Has tardado mucho en llegar, muerte. Pese a todo, esperaba conocerte más tarde, después de largos años. Esperaba vivir aún la vida de un hombre libre, poder trabajar mucho, amar mucho, cantar mucho y recorrer el mundo. Precisamente ahora, cuando llegaba a la madurez y disponía todavía de muchísimas fuerzas. Ya no las tengo. Se me van agotando. Amaba la vida y por su belleza marché al campo de batalla. Hombres: os he amado. Y he sido feliz cuando han correspondido a mi amor, y he sufrido cuando no me habéis entendido. Fui feliz cuando correspondíais a mi cariño y sufrí cuando no me comprendíais. Que me perdonen aquellos a quienes daño causé. Que me olviden aquellos a quienes procuré alegrías. Que la tristeza jamás se una a mi nombre. Ese es mi testamento para vosotros, padre, madre y hermanas mías; para ti, mi Gustina, y para vosotros, camaradas; para todos aquellos a quienes he querido. Llorad un momento, si creéis que las lágrimas borrarán el triste torbellino de la pena, pero no os lamentéis. He vivido para la alegría y por la alegría muero. Agravio e injusticia sería colocar sobre mi tumba un ángel de tristeza.

¡Primero de mayo! Antaño, a estas mismas horas, ya estábamos en las afueras de la ciudad, preparando nuestras banderas. A estas horas, en las calles de Moscú, se ponen en marcha los primeros grupos para participar en el desfile. Y ahora, precisamente a esta misma hora, millones de hombres luchan en el combate final por la libertad humana y miles y miles caen en ese combate. Yo soy uno de ellos. Y ser uno de ellos, ser uno de esos combatientes en la batalla final es algo hermoso.

Pero la agonía no es hermosa. Me ahogo. No puedo respirar. Oigo el ronco quejido de mi garganta y temo despertar a mis compañeros de celda. Quizás podría apagarlos con un poco de agua . . . Pero toda la agua del cántaro la hemos bebido ya. Allí, a unos seis pasos de mí, en el retrete situado en el rincón de la celda, hay suficiente agua. ¿Tendré fuerzas para llegar hasta allí?

Me arrastro silenciosamente sobre el vientre, como si toda la gloria de la muerte consistiera en no despertar a nadie. He conseguido llegar y bebo con avidez el agua del fondo del retrete. No sé cuánto tiempo estuve, ni cuánto tardé en volver. De nuevo empiezo a perder el conocimiento. Me busco el pulso. Nada siento. El corazón se me viene a la garganta y luego cae de golpe. Yo caigo con él. Caigo durante un largo rato. En el trayecto percibo todavía la voz de Karel:

-Padre, padre, escucha. El pobrecillo se está muriendo.

  • * *

Por la mañana llegó el médico.

Pero todo eso lo supe más tarde.

Vino, me auscultó y movió la cabeza. Luego volvió a la enfermería, rompió el certificado de defunción que había extendido con mi nombre el día antes y dijo, en un elogio de especialista:

¡Qué naturaleza de caballo!

III

Celda 267

Siete pasos de la puerta a la ventana, siete pasos de la ventana a la puerta.

Ya lo conozco. ¡Cuántas veces he recorrido este trecho sobre el piso de pino de mi celda en Pankrac! Y quizá sea ésta la misma donde antaño sufrí prisión por haber visto con claridad las consecuencias que tendría para el pueblo la funesta política de la burguesía checa. Frente a mi celda pasean los guardias alemanes y afuera, en algún lugar, las ciegas Parcas de la política, tejen nuevamente el hilo de la traición. ¿Cuántos siglos ha necesitado el hombre para, al fin, abrir los ojos? ¿Por cuántos millares de celdas ha pasado la humanidad en su camino hacia adelante? ¿Y cuántas le quedan aún por recorrer? ¡Oh, niño Jesús de Neruda: el final del camino de la salvación humana está lejos todavía! Pero no duermas más, no duermas más.

Siete pasos hacia adelante, siete pasos hacia atrás. En una de las paredes, el camastro y, en la otra, una triste repisa con escudillas de barro. Sí, yo conozco esto. Ahora, aquí, todo está algo mecanizado: la calefacción es central, la cubeta ha sido substituida por un retrete mecánico. Pero son los hombres, especialmente los hombres, quienes están mecanizados. Como autómatas. Aprieta un botón, es decir, haz un ruido con la llave en la cerradura de la puerta o abre la mirilla y los presos, hagan lo que hagan, darán un salto y se colocarán en hilera, en posición de firmes. Abre la puerta y el jefe de la celda gritará sin tomar aliento:

-¡Achtung! ¡Celecvózíbnzechcikbelegtmittrajmanalesinordnung![7].

He aquí, pues, la 267. Es nuestra celda. Pero en esta celda, no todo funciona con tanta precisión. Sólo saltan dos presos. Mientras tanto yo sigo acostado en el jergón, al pie de la ventana, sobre el vientre. Y así una semana, catorce días, un mes, seis semanas. Y vuelvo a nacer. Ya muevo la cabeza, levanto una mano, me incorporo sobre los codos y hasta he intentado volverme de espaldas. Verdaderamente, esto se escribe con más rapidez de lo que se vive.

También la celda sufre cambios. En sustitución del tres han colgado el número dos. Ha desaparecido Karel, el más joven de los dos hombres que me habían enterrado cantando tristes salmos, quedando, tras él, tan sólo el recuerdo de un corazón bueno. En realidad, mi recuerdo es borroso y sólo abarca a los dos últimos días de su estancia entre nosotros.

Se llama Karel Malec, es mecánico y trabajó en el ascensor de una mina de hierro de las cercanías de Hudlice, de donde sacó explosivos para los luchadores clandestinos de la resistencia. Fue detenido hace casi dos años. Ahora será juzgado, quizás, en Berlín, con un grupo grande de presos. ¡Cualquiera sabe cómo terminará el proceso! Tiene mujer y dos hijos. Los quiere, los quiere mucho, pero . . . “era mi deber, ¿sabes? No podía hacer otra cosa”.

Permanece sentado largos ratos junto a mí y trata de hacerme comer. No puedo. El sábado ¿es que ya hace ocho días que estoy aquí?? recurre a un método violento: anuncia al Polizeimeister8 que no he comido nada desde que estoy aquí.

El polizeimeister, siempre solícito con uniforme de S. S. Y sin cuyo permiso el médico checo no tiene derecho a recetar una aspirina, me trae personalmente una sopa de régimen y observa mientras tomo hasta la última gota. Karel está muy contento del éxito logrado con su intervención y al día siguiente él mismo me obliga a tragar la taza de sopa del domingo.

Pero de aquí no pasa. Mis encías destrozadas no pueden masticar ni las papas cocidas del guiso del domingo y mi garganta, cerrada, se niega a dar paso a cualquier otro bocado de comida algo más sólido.

-Ni guiso, ni guiso quiere -se lamenta Karel moviendo tristemente la cabeza. Y, después, con glotonería, empieza a comerse mi ración, cediendo honradamente la mitad exacta al “padre”.

¡Ay! Vosotros, los que no habéis vivido en el año de 1942 en la cárcel de Pankrac, no podéis llegar a saber lo que es, lo que supone un guiso. Regularmente, incluso en los peores tiempos, cuando el estómago rugía de hambre y en las duchas se veían esqueletos cubiertos de piel humana, cuando un camarada robaba a otro, por lo menos con la mirada los bocados de su ración, cuando hasta un asqueroso puré de legumbres secas revueltas con extracto de tomate nos parecía un delicioso y deseado manjar, incluso en los peores tiempos, dos veces por semana, el jueves y el domingo, los presos de servicio vaciaban en las escudillas un cucharón de papas, regándolas con una cucharada de salsa y algunos filamentos de carne.

Era maravillosamente apetitoso. Sí, era más que apetitoso: era un recuerdo material de la vida humana, algo de la vida misma, algo de normal en la cruel anormalidad de la cárcel de la Gestapo, algo de lo que se hablaba suave y voluptuosamente. ¡Ah! quién puede comprender el valor supremo que alcanza una cucharada de buena salsa, condimentada por el terror y el miedo, bajo el debilitamiento y la agonía continuos.

Han pasado dos meses, que me han permitido comprender la gran extrañeza de Karel. Había rechazado hasta el guiso. Y ninguna otra cosa pudo persuadirle más eficazmente de mi próxima muerte.

La noche siguiente, a las dos, despertaron a Karel. En cinco minutos tenía que estar listo para el transporte, como si se fuera a ausentar sólo por unos momentos, como si no tuviera ante sí un camino que le llevaría a una nueva cárcel, a un nuevo campo de concentración, al patíbulo o a quién sabe dónde. Se arrodilló ante mi jergón y apretando entre sus manos mi cabeza me besó. Del corredor nos llegó el ronco grito de un esbirro con uniforme, probándonos que los sentimientos no tienen albergue en la cárcel de Pankrac.

Karel cruzó la puerta corriendo. La cerradura sonó secamente . . .

. . . Y nos quedamos sólo dos en la celda.

¿Nos veremos de nuevo, muchacho? ¿Cuándo será la próxima despedida? ¿Cuál de los dos que quedamos saldrá primero? ¿Y hacia dónde? ¿Y quién lo llamará? ¿Un guardián con uniforme de S. S. O la muerte, que no tiene uniforme?

Lo que ahora escribo es sólo el eco de los pensamientos que me acompañaron después de su partida. Un año ha pasado desde entonces y los pensamientos que acompañaron al camarada en su partida se han venido repitiendo a menudo y con más o menos insistencia. El número dos, colgado en la puerta de la celda, se cambió por el número tres, y otra vez por un dos, y de nuevo en tres, dos, tres, dos. Nuevos compañeros de celda llegaron y se fueron. Únicamente dos de los que pasaron por la celda 267 permanecieron fielmente juntos.

El “padre” y yo.

  • * *

El “padre” . . . es el maestro Josef Pesek, de sesenta años de edad, dirigente del comité de maestros, detenido ochenta y cinco días antes que yo porque mientras elaboraba un proyecto tendiente a reformar las escuelas libres checas, tramaba un “complot” contra el Reich alemán.

El “padre” es . . .

Pero, ¿cómo expresarlo? ¡Es dificilísimo! Dos, una celda y un año. Durante ese tiempo han desaparecido ya las millas que condicionaban el nombre de “padre”; durante ese tiempo, los dos detenidos, de diferente edad, se han convertido verdaderamente en padre e hijo: durante ese tiempo hemos intercambiado costumbres, formas de expresión y hasta la entonación de voz. ¡Tratad de reconocer ahora lo que es mío y lo que pertenece al padre, lo que introdujo él en la celda y lo que introduje yo!

Noches enteras me estuvo velando y a base de compresas frías alejó a la muerte cuando ésta se aproximaba. Sin descanso limpió de pus mis heridas y jamás manifestó la menor repugnancia por el hedor que despedía mi jergón. Lavó y zurció los miserables andrajos en que se convirtió mi camisa durante el primer interrogatorio. Y cuando ésta estuvo totalmente inservible me vistió con su propia ropa. Me trajo una margarita y un tallo de hierba que se arriesgó a coger en le patio de la cárcel de Pankrac, durante la media hora de gimnasia. Me seguía con sus ojos cariñosos cuando me conducían a los interrogatorios y me volvía a poner compresas sobre las nuevas heridas con que retornaba, Cuando me llevaban a los interrogatorios nocturnos jamás pegaba los ojos hasta que volvía y me colocaba sobre el jergón, tapándome cuidadosamente con las mantas.

Tales fueron los comienzos de nuestra vida en común, nunca traicionados durante los días que los siguieron, cuando pude sostenerme sobre mis propias piernas y pagar mis deudas de hijo.

Pero todo esto, muchacho, no puede describirse de un tirón. La celda 267 tuvo aquel año una vida intensa. Y todo lo que ella vivió lo vivió también el “padre” a su manera. La historia no ha terminado todavía. Y eso aporta un tono de esperanza.

  • * *

La celda 267 tenía una vida intensa. No pasaba una hora sin que se abriera la puerta y recibiera una visita de inspección. Era un control especial que se ejercía sobre un “gran criminal” comunista, pero también podía ser simple curiosidad. Muy a menudo morían presos que no debían morir, pero muy rara vez se vio que no muriese aquel de cuya muerte todo el mundo estaba convencido. Hasta los guardianes de otros corredores venían a veces, trababan conversación, levantaban silenciosamente mis mantas y saboreaban, con pericia de gente entendida, mis heridas, para después, de acuerdo con su carácter, extenderse en bromas cínicas o tratarme más amistosamente. Uno de ellos, al que pusimos por mote “Polvillo” acude con más frecuencia que los demás y pregunta, con largas sonrisas, si “el diablo rojo” necesita algo. No, gracias. No necesita nada. Después de algunos días, el “Polvillo” descubre que “el diablo rojo” necesita algo: ser afeitado. Y trae consigo un barbero.

Es el primer preso, excluyendo a los de mi celda, a quien llego a conocer: el camarada Bocek. La amable atención que “Polvillo” me prodiga constituye un verdadero suplicio. El “padre” sostiene mi cabeza, mientras el camarada Bocek, arrodillado ante mi colchoneta, trata de abrirse paso, con una gillete sin filo, por entre el tupido bosque de mi barba. Sus manos tiemblan y las lágrimas asoman a sus ojos. Está persuadido de que afeita a un cadáver. Intento consolarle:

-Afeita, hombre. Hazlo sin miedo. Si he resistido el interrogatorio del Palacio de Petschek resistiré seguramente tu hoja de afeitar.

No nos sobran las fuerzas y tenemos que descansar los dos: él y yo.

Dos días más tarde conozco a otros dos presos. Los comisarios del Palacio de Petschek están impacientes. Han venido a buscarme y como el Polizeimeister escribe todos los días en mi hoja de registro la palabra transportunfähig9, dan órdenes de llevarme de cualquier manera. Dos detenidos, con uniformes de la prisión, que hacen servicio en los corredores, se detienen con una camilla ante nuestra celda. El padre me mete con dificultad en la ropa, los camaradas me ponen sobre la camilla y me llevan.

Uno de ellos es el camarada Skorepa, que más tarde será el “padre mayor” de nuestros compañeros del corredor. El segundo es . . . Se inclina sobre mí, cuando resbalo sobre la superficie inclinada de la camilla mientras bajamos por la escalera, y me dice:

-Agárrate y mantente firme . . .

Y añade en voz baja:

-. . . pase lo que pase.

Esta vez no nos detenemos en la oficina de entrada. Me llevan más lejos, por un corredor muy largo, hacia la salida. El corredor está lleno de gente pues hoy es jueves y los familiares vienen a buscar la ropa de los detenidos. Todos miran pasar nuestro triste cortejo. Veo la compasión en sus ojos y eso no me gusta. Llevo la mano hacia la cabeza y cierro el puño. Quizás se den cuenta de que les estoy saludando; quizás sea un gesto infructuoso. Pero no puedo hacer otra cosa. Me siento aún demasiado débil.

En el patio de la cárcel de Pankrac metieron la camilla en un camión. Dos S. S. se sentaron al lado del chofer, en la cabina. Otros dos, de pie, se situaron a mi lado, con las manos apoyadas en las fundas abiertas de sus pistolas. Y partimos. No, desde luego, el camino no es precisamente maravilloso: un bache, dos baches y antes de haber recorrido doscientos metros pierdo el conocimiento.

Era una cómica excursión a través de las calles de Praga: un camión de carga de cinco toneladas, habilitado para treinta presos, gastando la gasolina en el traslado de un solo detenido. Y dos S. S. delante y dos S. S. detrás, con las manos en los revólveres, guardando con miradas de fiera un cadáver, temerosos de que se les escape.

La comedia se repitió al día siguiente. Esta vez aguanté hasta el Palacio de Petschek. El interrogatorio no fue largo. El comisario Friedrich tocó no muy delicadamente mi cuerpo y yo regresé otra vez sin conocimiento.

Empezaron entonces a transcurrir los días en los que ya no dudé de estar vivo. El dolor, hermano íntimo de la vida, me lo recordaba con harta frecuencia. La propia prisión de Pankrac sabía que, por un descuido cualquiera, estaba vivo. Y llegaron los primeros saludos: a través de los espesos muros, que repetían los golpes de los mensajes, y a través de los ojos de los ordenanzas, encargados de distribuir el rancho.

Mi mujer era la única que nada sabía de mí. Sola, en una celda situada tres o cuatro más allá de la mía en el piso inferior, vivía entre la angustia y la esperanza hasta que su vecina, durante la media hora de gimnasia, le susurró al oído que todo había acabado para mí, que había muerto en la celda a consecuencia de las heridas recibidas durante el interrogatorio. Después vagó por el patio, mientras el mundo daba vueltas a su alrededor. Ni siquiera sintió el consuelo de los puñetazos que la guardiana le propinó en el rostro para obligarla a incorporarse a la fila de presas, a la vida regular de la prisión. ¿Qué habrán visto sus buenos y grandes ojos al mirar, sin lágrimas, las blancas paredes de la celda? Al día siguiente corrió otro rumor: que aquello no era cierto. Que no había muerto bajo los golpes, sino que, no pudiendo soportar más el dolor y los sufrimientos, me había ahorcado en la celda.

Entretanto yo seguía tendido sobre el mísero jergón. Cada noche y cada mañana me volvía de costado para poder cantar a mi Gustina sus canciones preferidas. ¿Cómo no iba a oírlas cuando yo ponía en ellas tanto fervor?

Hoy ya sabe, hoy ya puede oír, aunque se halle a más distancia que entonces. Y hoy día, hasta los guardianes saben y se han acostumbrado a ello que la celda 267 canta. Y ya no gritan detrás de la puerta para imponer silencio.

La celda 267 canta. Si canté toda mi vida, no sé por qué habría de dejar de cantar ahora, precisamente al final, cuando la vida es más intensa. ¿Y el “padrecito” Pesek? ¡Oh, es un caso excepcional! Canta con el corazón. No tiene ni oído ni memoria musical ni voz, pero adora el canto con tan bello y abnegado amor y encuentra en él tanta alegría que casi no percibo cuando se desliza de una tonalidad a otra e insiste testarudamente en un do aunque el oído reclame un la. Y así, cantamos cuando la nostalgia trata de invadirnos; cantamos cuando el día es alegre; con nuestro canto acompañamos al camarada que se marcha y a quien quizá no volveremos a ver nunca más; cantando recibimos las buenas noticias del frente oriental; cantamos en busca de consuelo y cantamos de alegría, tal y como los hombres han cantado siempre y como seguirán cantando mientras existan.

No hay vida sin canto, como no hay vida sin sol. Por consiguiente, nosotros necesitamos doblemente el canto, ya que el sol no llega hasta aquí. La 267 es una celda orientada hacia el norte. Sólo en los meses de verano, y durante algunos instantes, el sol dibuja, antes de ocultarse, la sombra de los barrotes en la pared. Durante esos instantes, el padre, puesto de pie, y apoyado en el camastro, sigue con sus ojos esa fugaz visita del sol. . . Y esa es la mirada más triste que se puede encontrar aquí.

¡El sol! ¡Con qué generosidad resplandece ese mago redondo y cuántos milagros realiza ante los ojos de los hombres! ¡Y tan poca gente como vive al sol! ¡Resplandecerá, sí! ¡Resplandecerá y los hombres vivirán bajo los haces de sus rayos! ¡Bello es saberlo! Pero tú, no obstante, quisieras saber algo infinitamente menos importante: ¿Resplandecerá aún para nosotros?

Nuestra celda está orientada hacia el norte. Sólo algunas veces, cuando el día es verdaderamente bello, podemos ver la puesta del sol. ¡Ay, padre, cómo quisiera yo ver la salida del sol aunque fuera por una sola vez.

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[1] Cuartel General de la Gestapo en Praga.

[2] Derecho rojo, Órgano del Partido Comunista de Checoslovaquia.

[3] “¡Manos en alto!”. En alemán en el original.

[4] “¡En marcha!”. En alemán en el original.

[5] “Ya tiene lo suyo”. En alemán en el original.

[6] Cárcel de la policía alemana en Pankrac. En alemán en el original.

[7] “¡Atención! Celda 267. Tres hombres. Todo en orden”. Mezcla de alemán y checo en el original.

[8] “Enfermero de la cárcel”. En alemán en el original.

[9] “No puede ser movido”. En alemán en el original.

CARTA ABIERTA A ERNESTO CHE GUEVARA

CARTA ABIERTA A ERNESTO CHE GUEVARA

Frei Betto*
8 de octubre de 2007

Querido Che:

Ya han pasado cuarenta años desde que la CIA te asesinó en la selva de Bolivia, el 8 de octubre de 1967. Tenías entonces 39 años. Pensaban tus verdugos que, al meterte balas en tu cuerpo, después de haberte capturado vivo, condenarían al olvido tu memoria. Ignoraban que, al contrario de los egoístas, los altruistas nunca mueren. Los sueños libertarios no quedan confinados en jaulas cual pájaros domesticados. La estrella de tu boina brilla más fuerte, la fuerza de tus ojos guía a generaciones por las rutas de la justicia, tu semblante sereno y firme inspira confianza a quienes combaten por la libertad. Tu espíritu trasciende las fronteras de Argentina, de Cuba y de Bolivia y, cual llama ardiente, inflama aún hoy el corazón de muchos revolucionarios.
En estos cuarenta años ha habido cambios radicales. Cayó el muro de Berlín y sepultó al socialismo europeo. Muchos de nosotros sólo ahora comprenden tu osadía al señalar, en Argel en 1962, las grietas en las murallas del Kremlin, que nos parecían tan sólidas. La historia es un río veloz que no ahorra obstáculos. El socialismo europeo trató de detener las aguas del río con el burocratismo, el autoritarismo, la incapacidad para llevar a la vida cotidiana el avance tecnológico derivado de la carrera espacial y, sobre todo, se revistió de una racionalidad economicista que no hincaba sus raíces en la educación subjetiva de los sujetos históricos: los trabajadores.
Quién sabe si la historia del socialismo no sería distinta hoy si hubieran
prestado oído a tus palabras: “El Estado se equivoca a veces.Cuando
sucede una de esas equivocaciones se percibe una disminución del entusiasmo colectivo debido a una reducción cuantitativa de cada uno de los elementos que lo forman, y el trabajo se paraliza hasta quedar reducido a magnitudes insignificantes: es el momento de rectificar”.
Che, muchos de tus recelos se han confirmado a lo largo de estos años y han contribuido al fracaso de nuestros movimientos de liberación. No te escuchamos lo suficiente. Desde África, en 1965, le escribiste a Carlos Quijano, del periódico Marcha de Montevideo: “Déjeme decirle, aún a costa de parecer ridículo, que el verdadero revolucionario está guiado por sentimientos de amor. Es imposible pensar en un auténtico revolucionario sin esta cualidad”.
Esta advertencia coincide con lo que el apóstol Juan, exiliado en la isla de Patmos, escribió en el Apocalipsis hace dos mil años, en nombre del Señor, a la Iglesia de Éfeso: “Conozco tu conducta, el esfuerzo y la perseverancia. Sé que no soportas a los malos. Aparecieron algunos diciendo que eran apóstoles. Tú los probaste y descubriste que no lo eran. Eran mentirosos. Ustedes han sido perseverantes. Sufrieron por causa de mi nombre y no se desanimaron. Pero hay una cosa que repruebo en ti: abandonaste el primer amor” (2, 2-4).
Algunos de nosotros, Che, abandonaron el amor a los pobres, que hoy se multiplican en la Patria Grande latinoamericana y en el mundo. Dejaron de guiarse por grandes sentimientos de amor para ser absorbidos por estériles disputas partidarias y, a veces, hacen de los amigos, enemigos, y de los verdaderos enemigos, aliados. Corroídos por la vanidad y por la disputa de espacios políticos, ya no tienen el corazón encendido por ideas de justicia. Permanecieron sordos a los clamores del pueblo, perdieron la humildad del trabajo de base y ahora cambian utopías por votos.
Cuando el amor se enfría el entusiasmo se apaga y la dedicación se retrae. La causa como pasión desaparece, como el romance entre una pareja que ya no se ama. Lo que era ‘nuestro’ resuena como ‘mío’ y las seducciones del capitalismo reblandecen los principios, cambian los valores y si todavía proseguimos en la lucha es porque la estética del poder ejerce mayor fascinación que la ética del servicio.
Tu corazón, Che, latía al ritmo de todos los pueblos oprimidos y expoliados. Peregrinaste desde Argentina a Guatemala, de Guatemala a México, de México a Cuba, de Cuba al Congo, del Congo a Bolivia. Todo el tiempo saliste de ti mismo, encendido de amor, que en tu vida se traducía en liberación. Por eso podías afirmar con autoridad que “es preciso tener una gran dosis de humanidad, de sentido de justicia y de verdad, para no caer
en extremos dogmáticos, en escolasticismos fríos, en aislamiento de las masas. Es necesario luchar todos los días para que ese amor a la
humanidad viva se transforme en hechos concretos, en gestos que sirvan de ejemplo, de movilización”.
Cuántas veces, Che, nuestra dosis de humanidad se ha resecado, calcinada por dogmatismos que nos hincharon de certezas y nos dejaron vacíos de sensibilidad para con los dramas de los condenados de la Tierra.
Cuántas veces nuestro sentido de justicia se perdió en escolasticismos fríos que proferían sentencias implacables y proclamaban juicios infamantes. Cuántas veces nuestro sentido de verdad cristalizó en el ejercicio de autoridad, sin que correspondiésemos a los anhelos de quienes sueñan con un trozo de pan, de tierra y de alegría.
Tú nos enseñaste un día que el ser humano es el “actor de ese extraño y apasionante drama que es la construcción del socialismo, en su doble existencia de ser único y miembro de la comunidad”. Y que éste no es “un producto acabado. Los defectos del pasado se trasladan al presente en la conciencia individual y hay que emprender un continuo trabajo para erradicarlos”. Quizá nos ha faltado destacar con más énfasis los valores morales, las emulaciones subjetivas, los anhelos espirituales. Con tu agudo sentido crítico cuidaste de advertirnos que “el socialismo es joven y tiene errores. Los revolucionarios carecen muchas veces de conocimientos y de la audacia intelectual necesarios para enfrentar la tarea del desarrollo del hombre nuevo por métodos distintos de los convencionales, pues los métodos convencionales sufren la influencia de la sociedad que los creó”.
A pesar de tantas derrotas y errores, hemos tenido conquistas importantes a lo largo de estos cuarenta años. Los movimientos populares han irrumpido en todo el Continente. Hoy en muchos países están mejor organizados los campesinos, las mujeres, los obreros, los indios y los negros. Entre los cristianos, una parte significativa ha optado por los pobres y engendró la Teología de la Liberación. Hemos sacado considerables lecciones de las guerrillas urbanas de los años 60; de la breve gestión popular de Salvador Allende; del gobierno democrático de Maurice Bishop, en Granada, masacrado por las tropas de los Estados Unidos; de la ascensión y la caída de la Revolución Sandinista; de la lucha del pueblo de El Salvador. En México los zapatistas de Chiapas ponen al desnudo la
política neoliberal y se propaga por América Latina la primavera democrática, con los electores repudiando a las viejas oligarquías y eligiendo a aquellos que son a su imagen y semejanza: Lula, Chaves, Morales, Correa, Ortega, etc.
Falta mucho por hacer, querido Che. Pero conservamos con cariño tus herencias mayores: el espíritu internacionalista y la revolución cubana. Una y otra cosa se presentan hoy como un solo símbolo. Comandada por Fidel, la Revolución cubana resiste al bloqueo imperialista, la caída de la Unión Soviética, la carencia de petróleo, los medios de comunicación que pretenden satanizarla. Resiste con toda su riqueza de amor y de humor, salsa y merengue, defensa de la patria y valoración de la vida. Atenta a tu voz, ella desencadena un proceso de rectificación, consciente de los errores cometidos y empeñada, a pesar de las dificultades actuales, en
hacer realidad el sueño de una sociedad donde la libertad de uno sea la condición de justicia del otro.
Desde donde estás, Che, bendícenos a todos nosotros los que comulgamos en tus ideales y tus esperanzas. Bendice también a los que se cansaron, se aburguesaron o hicieron de la lucha una profesión en su propio beneficio. Bendice a los que tienen vergüenza de confesarse de izquierda y de declararse socialistas. Bendice a los dirigentes políticos que, una vez destituidos de sus cargos, nunca más visitaron una favela ni apoyaron una movilización. Bendice a las mujeres que, en casa, descubrieron que sus compañeros eran lo contrario de lo que ostentaban fuera, y también a los hombres que luchan por vencer el machismo que los domina. Bendícenos a todos nosotros los que, ante tanta miseria que siega vidas humanas, sabemos que no nos queda otra vocación más que la de convertir corazones y mentes, revolucionar sociedades y continentes.
Sobre todo bendícenos para que, todos los días, estemos motivados por grandes sentimientos de amor, de modo que podamos recoger el fruto del hombre y la mujer nuevos.

Traducción de J.L.Burguet

Un agradable reencuentro de ex presos políticos

Un agradable reencuentro de ex presos políticos

Con los naturales cambios físicos que el tiempo genera en las personas después de más de dos décadas, un grupo de ex prisioneros políticos se reencontró hace unos días en lo que fuera el local del centro Penal de Santa tecla. El motivo de tan singular reunión se debió a una cita que les hiciera la Alcaldía de aquella localidad, para exponerles el proyecto de convertir ese local en un museo y donde una parte será destinada a rescatar la memoria histórica referente a los presos políticos de El Salvador.

A la cita acudieron puntualmente algunos de los que en ese lugar estuvieron en calidad de prisioneros políticos, acusados del delito de pertenecer a organizaciones populares o algún sindicato que en aquella época luchaba contra un régimen que reprimía a la clase obrera y los diferentes gremios de campesinos, estudiante, religiosos y políticos que demandaban una mejor justicia social y democratización para el país.

Entre los que se encontraron en esta histórica reunión estaban: José Morales, mejor conocido como “Tono”, Francisco Quezada, Rolando González, José Arnulfo Grande, Oscar Garza y Bernabé Recinos, todos ellos fieles exponentes de lo que significaron las luchas populares en uno de los momentos más críticos de la historia política reciente de El Salvador.

La reunión se realizó en la antigua prisión tecleña, que actualmente se encuentra entre escombros debido a la restauración a que está sometida para alojar ahí el Museo de la ciudad de las colinas. El antiguo edificio todavía guarda su aspecto lúgubre a media luz, con gruesos barrotes en las ventanas y en sus interiores aún se respira el aire con el peculiar olor nauseabundo de las cárceles. En este singular ambiente que rememora la represión y entre recuerdos de viejas anécdotas se reencontraron algunos de los que en 1980 estuvieron recluidos en esta prisión y que en aquella época fundaran el Comité de Presos Políticos de El Salvador (COPPES).

Frescos están los recuerdos periodísticos cuando junto a otro compañero de trabajo en la Agencia de Noticias UPI, en septiembre de 1980, acudimos a cubrir la primer huelga de hambre realizada por los presos políticos del centro penal de Santa Tecla y en una argucia periodística burlamos la vigilancia del reclusorio y logramos entrar con una cámara fotográfica y grabadoras, con la cual registramos aquella histórica acción.

En aquella época, en ese antiguo centro penal, todos los prisioneros estaban juntos, no había ninguna diferencia, pero luego que los políticos deciden realizar una huelga de hambre para demandar mejores condiciones humanas y su inmediata libertad, se toman un pasillo y se separan de los reclusos comunes. Esta primera actividad fue liderada, entre otros, por Tono Morales y Roger Blandino Nerio, actual alcalde Mejicanos, quienes guardaban prisión por realizar acciones en las organizaciones populares a las que pertenecían.

En la entrevista que realizamos en aquella ocasión, a los líderes de los presos políticos durante la huelga de hambre en el reclusorio, conocimos de cómo algunos miembros de organizaciones populares habían sido capturados y torturados en las cárceles del régimen militar. Blandino Nerio nos relató de cómo fue capturado durante el desalojo de la sede del Partido Demócrata Cristiano, la cual había sido tomada por miembros de las Ligas Populares 28 de Febrero (LP-28) para denunciar la fuerte represión militar. En este desalojo murieron seis activistas y el resto fue hecho prisioneros.

Por su parte Tono Morales, cuyo padre Antonio Morales Erlich, era un prominente miembro de la Junta Revolucionaria de Gobierno, fue capturado en un local de la colonia Zacamil, acusado de pertenecer a las Fuerzas Populares de Liberación (FPL) y primeramente fue llevado al tenebroso cuartel de la Policía Nacional, donde permaneció un tiempo siendo testigo de oído, de las torturas que ahí se realizaban; posteriormente fue recluido en el penal de Santa Tecla.

Otro de los “huéspedes” de este reclusorio era José Arnulfo Grande, quien fue capturado por pertenecer al sindicato de la energía eléctrica (CEL), que durante el mes de agosto de 1980, durante una protesta realizó un corte energético, por lo que fueron capturados 16 dirigentes gremiales y se consumó la militarización de la compañía eléctrica estatal.

Hoy, a 28 años de que los presos políticos de El salvador hicieran de la cárcel una trinchera de lucha en los momentos más difíciles de la historia, se ve con mucho optimismo ésta iniciativa de la alcaldía de Santa Tecla, para la edificación de un museo en uno de los edificios más emblemáticos de la represión en la época oscura de los regímenes militares.

También es muy importante la idea de dedicar una parte de este museo para rescatar la memoria histórica referente a los presos políticos de EL Salvador, con la participación de los actores principales, quienes vivieron y aún guardan en lo más íntimo de su ser aquellos malos recuerdos; pero, a pesar de eso están dispuestos a colaborar en la elaboración y desarrollo de tan importante proyecto cultural.

Sin lugar a dudas el reencuentro de algunos de los ex presos políticos, realizado recientemente, ha despertado el interés por trabajar en el rescate de todos aquellos elementos básicos que sean referentes para ilustrar lo que vivieron miles de personas en las diferentes cárceles del país. Para esto será necesario trabajar arduamente en la recopilación de archivos, fotografías, audios, videos, periódicos y lo más valioso, los testimonios de los que en su momento fueron catalogados como prisioneros políticos.

Todo lo anterior conlleva el objetivo de presentar una parte de los hechos históricos tal cual sucedieron, para que pueda ser apreciado por las recientes y futuras generaciones, con la intención de que esas páginas sombrías de nuestra historia, nunca más se vuelvan a repetir.

“Y ahora escribe” Iván C. Montecinos, articulista de Diario Co Latino y Raíces.

No es posible que nos eche de nuestra propia casa… Entrevista con Ángel Membreño

SAN SALVADOR, 15 de septiembre de 2008 (SIEP) “Mi padrastro violentaba a mi mamá y a todos nosotros sus hijos, siempre que se emborrachaba nos echaba de la casa y teníamos que buscar refugio en casa de vecinos, hasta que un día reflexione: no es posible que nos eche de nuestra propia casa…”nos relata Ángel Membreño, mientras subimos el Cerro San Jacinto, lugar donde cultiva sus güisquiles, ayotes y pipianes y desde donde este veterano revolucionario observa la ciudad rebelde.

Nací en Lolotique, el 3 de diciembre de 1936.Mi papá era campesino medio, de nombre Rafael Meza y mi mamá se llamaba Antonia Membreño. Me acuerdo que allá por 1942, éramos vecinos del Alguacil, que así le decían a quien cobraba los tributos municipales, y una vez le dieron el encargo de citar a la Alcaldía a todo hombre con hijos mayores de 18 años… para entonces solo había dos Guardias nacionales en los distintos puestos… yo tenía siete años y como el Alguacil tenía una hija hembra a mi me dejaban cuidándola…entonces los hacendados vivían en los cantones y los pobres en el pueblo, allí me daba de comer porque nosotros éramos pobrecitos, y yo oía las platicas del Alguacil con mi padrastro, el que nos crió, de nombre Matías Ramos. Ellos comentaban que la Guardia nacional quería llegar a la Alcaldía para matar a “los comunistas” como lo habían hecho años antes en Occidente. Pero entonces la gente del pueblo se comunicaba para que los hijos no llegaran porque lo que quería el General Martínez era “terminar con la sangre indígena.” Entonces mi padrastro y sus cinco hijos se iban al cerro de Lolotique a esconderse, antes había allí cafetales y bosques, y así no los encontraban. Y ni la Guardia llegaba allí porque no podían subir ya que andaban a caballo, la gente les decía: chaneques.

En 1944 ya podía leer y escribir, y entonces la señora del Alguacil me mandaba a buscar para que le leyera el diario, que estaba lleno de noticias de Guatemala, sobre el presidente Arévalo, el Ejercito Popular, la Reforma Agraria, y yo captaba todo eso e iba adquiriendo conocimientos…para esa época sucede el levantamiento del 2 de abril, contra el general Martínez, y en apoyo al Dr. Arturo Romero, él era un líder popular carismático, había un fuerte movimiento romerista, los colores eran el rojo y el blanco, y ese 2 de abril el general Martínez estaba en la Libertad y allá oyó la noticia del levantamiento y regreso disfrazado de cura, y logro controlar la situación…el partido de Martínez era el Pro-patria, luego Osorio creo el PNUD, después vino el PCN, el PDC y hoy ARENA.

Las rogaciones para salvar a 2 militares opositores al General Martínez

Para ese 2 de abril heroico el Telégrafo fue un punto estratégico. Y allí estaban destacados dos militares de Lolotique y participaron del movimiento. Y los capturaron y los iban a fusilar. Y fíjate que ya desde entonces se pude decir que andaban metido en política, a los ocho años, porque hacíamos peregrinaciones, rogaciones se llamaban, caminábamos de noche con velas encendidas desde Lolotique hasta la catedral de San Miguel. Rogábamos, pedíamos que no fusilaran a esos dos militares, que estaban en capilla ardiente, incomunicados.

Uno era primo hermano de mi mamá, Julio salmerón, y el otro era el Mayor Daniel Guevara Paíz. Y fíjate que se salvan, no los fusilan…Mi tía política me contaba que yo anduve en esas rogaciones muy activo, y que entonces ella le dijo a mi mamá: mire a este cipote cuando saque el sexto grado, me lo manda a San Salvador, yo me voy a hacer cargo de él. Mi mamá se olvido de esta invitación pero yo no, me impactó y siempre me acordaba…El esposo de mi tía era un abogado, de nombre Ángel Granados, que era Juez de 1ra. Instancia y también revolucionario.

Mi mamá peinaba café, cortaba café y recogía semilla de aceituno para hacer jabón. Todavía uso de ese jabón para bañarme. Aunque mi padrastro no quería que fuese a la escuela como era inteligente y me gustaba el trabajo o sea que era estudioso y trabajaba la tierra, como la sigo trabajando…termine yendo.

La propaganda anticomunista en el campo

Cuando estaba en 4to. Grado me inquietaba oír hablar sobre los países socialistas. Los delegados del Ministerio de educación llegaban a la escuela a decirnos que había que tener cuidado con el comunismo, que en la URSS le quitaban los hijos a los padres…pero a mi me entraban dudas y decidí consultar con un profesor que me aclaró la situación, su nombre: Félix Antonio Ulloa, años después Rector mártir de la Universidad de El Salvador. El era de Chinameca. El me explicó que allá en Rusia V. I. Lenin y otros, derrocaron a los zares e hicieron la revolución y estaban construyendo el socialismo. Y lo que pasa es que el gobierno tiene miedo de la revolución bolchevique, pero esas ideas revolucionarias ya están aquí…Bien grabado tengo lo que me dijo.

En 1951 sucede un gran terremoto en Jucuapa y Chinameca. Y observe como donde quedaba la escuela construyeron viviendas para los damnificados, pero se las dieron únicamente a los miembro del PRUD. Esto me indigno…

Mi papá era del Concejo municipal del PRUD. El alcalde se llamaba Francisco Guerra…Y observe que mucha comida que llegaba para no entregarla mejor la echaban al excusado…esta era otra injusticia que iba echando en mi matata de conocimientos…Allí fue que conocí al famoso pan francés, que en el campo era desconocido. La gente del PRUD, el partido de gobierno también recibía láminas, madera de un árbol llamado “botoncillo” y cartón asfaltado para hacer champas.

Ese mismo año 56 en premio a que salí sobresaliente en primaria, me consiguieron trabajo de bodeguero en la Bodega del Valle de la Esperanza, una nueva urbanización en la que muchos ni damnificados eran pero recibieron casa por su cercanía al PRUD. Allí tuve un altercado un fin de semana con el Alcalde del lugar porque él quería sacar madera de conacaste, de cedro, de laurel, y me le plante, le dije: dispense, muy alcalde puede ser, pero no puede sacar nada. Y me lo eche encima. Y al ver mi honestidad decidieron cambiarme. Así funcionaba el sistema. Me mandaron entonces de bodeguero a la fábrica de bloques San Buenaventura, ubicada en el puente del río Jalapa, allí se hacían los bloques que se usaban en las construcciones.

Escucho hablar de la UTF

En ese Valle de la Esperanza conocí a dos sindicalistas que me fueron orientando y me hablaron acerca de la UTF. Uno era albañil, Miguel Martínez, y el otro carpintero, Fausto Cruz. En los descansos del almuerzo platicábamos acerca de las injusticias que se cometían contra la clase trabajadora.

En 1956 me vine para San Salvador. Funcionaba el servicio de Buses Rápidos y a domicilio. Uno le entregaba la dirección y lo iban a dejar al lugar solicitado. Vine a conocer el local de la UTF de la que tanto me habían hablado unos sindicalistas que llegaron a trabajar al Valle de la Esperanza, que eran del sindicato de la Construcción. Llegue a vivir al Garaje Payés, enfrente de la esquina de la Muerte ¿conocés? El Garaje Payés se dedicaba al lavado y pasteado de vehículos, 75 carros estaban pensionados. Mi tía Agripina Payés era la dueña.

La UTF quedaba sobre la 18, se estaba construyendo, cerca de la Calle Celis, debajo de la iglesia. Para conocer San Salvador los domingos salía, una vez me iba por una calle, otro domingo por otra, sobre la calle Concepción quedaba el local de la UTF. Y había otros locales sindicales dispersos, del sindicato de la Construcción, de los zapateros, la CGTS tenía local allá por el parque Bolívar.

Allí conocí a dos albañiles, Casimiro Funes y Francisco Muñoz que fueron los que me reclutaron para el partido comunista…Casimiro y Paquito me hablaban del partido…otros compañeros que recuerdo de esa época son Pedro Grande, Miguel Ángel Cea (obrero de la construcción) Luís Felipe Cativo, zapatero, Salvador Cayetano (panadero), Modesto Ramírez, (agricultor), Daniel Castaneda (sastre) Saúl Santiago Contreras, Oscar Gilberto Martínez. Los domingos me iba a estarme en la UTF. Hoy ha cambiado todo y la calle donde estaba ya no existe.

Ese año, a los 20 años, vote por primera vez y lo hice por Roberto Edmundo Canessa, un cafetalero progresista santaneco, su partido opositor a la dictadura militar era el PAN. Abrieron local en Lolotique y yo lo visitaba. Con la idea de superarme empecé a asistir por las noches a la Escuela Nacional Superior de Maestros. Quedaba en San Jacinto, donde están hoy los Paulinos, y sucede que me encuentro allí a Félix Ulloa, y al verme me dice: momento, momentito, yo a ti te conozco. Sí, sos el hijo de la comadre Antonia. Ahora yo ya soy profesor titular, y estoy esperando que me aprueben una baca para ir a estudiar Ingeniería a Puerto Rico, me contó.

Me alce contra la violencia familiar

En 1957, muere mi mamá, para un 27 de agosto, fue un gran golpe. Mi padrastro violentaba a mi mamá y a todos nosotros sus hijos, siempre que se emborrachaba nos echaba de la casa y teníamos que buscar refugio en casa de vecinos, hasta que un día reflexione: no es posible que nos eche de nuestra propia casa…Y me fui encolerizando, y lo espere corvo en mano, encachimbado, puteando, golpeando las piedras con el machete…Tuvo suerte porque esa noche llegó bueno y evitó… le conté al juez Alfonso Molina lo que pasaba, le dije: mire usted representa la ley , fíjese que mi padrastro le saca carrera a mi mamá cuando llega bolo y ya yo me canse y un día lo espera dispuesto a todo. El me respondió: mirá, esta bueno lo que hiciste…llévale este papelito a la comadre. Era un citatorio. Tengo 6 hermanos de papá y 6 hermanos de mamá.

Cuando murió mi mamá me dejó dos hermanos para criarlos…para orientarlos. Y ese año regrese a Lolotique y me dedique a la agricultura, hasta 1958 en que regreso a San Salvador, en lo mejor de la lucha contra Lemus… llegó donde mi tío, que era motorista instructor, Alfonso Delgado Alvarado, y él me recibió como a un hijo, vivía en su casa, allí me daba de comer, quedaba en la Colonia 10 de septiembre…El era amigo del Dr. Arturo Romero, se visitaban, eran muy amigos, tanto que cuando mi tía estaba embarazada, el Dr. Romero le dijo a mi tío: “Si es hombre, le pones Arturo…”

En 1958 me afilie al sindicato de la Construcción y participe en la primera huelga, que fue de la Calzadora Salvadoreña, una fábrica que la ADOC estaba interesada en hacerla desaparecer para tener el mercado libre. Pero los zapateros se oponían a que desapareciera porque trabajaban a destajo para la primera. Fue en esta huelga que conocí a Casimiro Funes y a Paquito Muñoz, que luego me reclutaron para el PCS. Allí conocí a Pedro Grande, uno de apellido Mármol, pero no Miguelito. Y ya en el PCS milite con Modesto Ramírez…

A mi me gustaba el chaparro, curado…me sigue gustando. ¿vos te los echas? Porque aquí he traído…Fíjate que en 1959 ingrese al seminario san José de la Montaña, iba a ser cura…fui aspirante de jesuita, ya te había contado que hacíamos peregrinaciones desde Lolotique a san Miguel, íbamos a escuchar a Monseñor Romero que allá estaba destacado, ya tenía carisma. Y entonces me dijeron allá en Lolotique, el cura que tenía vocación para religioso. Pero mi tío me aconsejo: vos no te tenes que quedar a religioso, sino a revolucionario. Ahora, deciles que no vas a seguir. Y le hice caso, les dije que me había conseguido una novia. Hable con el padre Platero de San Vicente y él me comprendió, me dijo: “esta bien…”

Fíjate que ya para esa época estaban allí los que iban a ser los curas progresistas, estaba cesar valle, Alfonso Nerio, Goyo Rosa Chávez, incluso Rubén Zamora que ya a última hora, el último año declinó ser sacerdote, se salió, también por una novia…Luego de los partidos de fútbol, nos poníamos a discutir la situación nacional.

Con el apoyo de mi tío, él me iba encarrilando, ayudando, y conocí en el garaje Payés al Ing. Pérez Marchand, que vivía a la vuelta de garaje, y una vez me dijo cuando regresaba a Lolotique: si te venís de nuevo, búscame y te voy ayudar. Y fui a buscarlo. Y me consiguió trabajo como ayudante de bodega del Centro Urbano Montserrat, a 50 centavos la hora… Y decidí luego seguir estudiando y me matricula en la Academia Loyola, que quedaba en el Externado San José, era para los pobres…Allí trabajaba él de profesor, allí conocí a Salvador Arias…

Lemus destruyó la CGTS

Lemus destruyó a la CGTS, la ilegalizo. Pero a él lo derribamos en un movimiento de masas que fue del 15 de septiembre al 26 de octubre. Intensas jornadas de lucha. Participe de esas jornadas como obrero del Sindicato de la Construcción, que pertenecía a la CGTS. Cuando cayó Lemus hicimos una asamblea general y fiesta para celebrar el triunfo en La Concordia. La CGTS tenía su local allá por la escuela Reymundo Lazo, por el Parque Bolívar. Como sindicalistas éramos formados en la U, allí recibíamos cursos de legislación laboral, nos dejaban bien filudos…

Y entonces constituimos en respuesta a Lemus el Comité de Unidad Sindical de El Salvador, el CUSS, con los sindicatos miembros de la CGTS. Luego del derrocamiento de Lemus, llega el Dr. Roberto Bracamonte, miembro del PCS, como director del Hospital Rosales y nos jala a trabajar, a mí y a Casimiro Funes. Pero una vez el Dr. Bracamonte estaba operando y llegó un enemigo, un oreja, y se pusieron a discutir y entonces el Doctor sacó la pistola y lo hirió y entonces tuvo que irse del hospital…y nosotros también. Anduve trabajando en el IVU, di los primeros pasos para formar el SETIVU.

Fui del FUAR. Cuando iba a san Miguel, en el bus me sentaba atrás para ir tirando propaganda del FUAR, y me bajaba antes de llegar al pueblo y llegaba por veredas, pero una vez me estaba esperando el Comandante Local y yo llevaba propaganda, al llegar la cancha me capturaron y se dijeron entre sí: ¿qué decís? ¿Lo llevamos a la Guardia o lo matamos nosotros? Pero unos que vieron la captura se fueron avisarle a mi tío y este se fue a hablarle a la mamá del comandante Local. Y esta llegó y le dijo: mirá Ramón, si no me soltás a este cipote ya no llegues a la casa… El comandante se quedo un momento pensativo, evaluando costos y beneficios de lo que iba a hacer y al final me dijo: ándate, que te valga…ese día no me quede a dormir en el pueblo, me regrese a san salvador y me fui derechito para la CGTS a contarles lo que me había pasado. Después seguí llegando al pueblo, pero no me quedaba a dormir.

Luego constituimos en 1965 la FUSS. Funcionaba en la 5ta. Calle oriente. Me acuerdo de esa época del Ratón Hidalgo, que luego se vendió, de Dimas Alas, de Jorge Alberto Quijano, de Delfino Pérez que todavía trabaja en la UES y era zapatero. Y tres años más tarde en 1968, formamos la FENASTRAS con sindicatos de la CGS. En 1967 con la Huelga de Acero en Zacatecoluca, hicimos temblar a Riverón.

Ingreso al Partido Comunista en 1968…

El 22 de diciembre de 1968 ingrese al partido Comunista…no quise entrar antes porque consideraba que debía ganarme el ingreso. Lo hice luego de construir el Sindicato de la Industria Avícola, Huevos y Similares de El salvador, ya había mérito. Seleccione ese día porque aunque nací el 3 de diciembre fui asentado el 22 de diciembre por mi mamá, entonces en homenaje a mi mamá escogí esa fecha.

Entre a militar a una célula obrera, donde estaba Paquito Muñoz, un albañil de apellido Pineda, Alfredo de león, que después se pasó a la Democracia Cristiana, uno de apellido Vargas que era de la departamental y trabajaba en el Diario Oficial. Antes al revolucionario le aconsejaban no contraer compromisos de familia, porque la vida era dura y había que andar huyendo y la familia sufría…

En un congreso en 1968 de la FUSS paso a integrar su directiva, cuando Dimas Alas era secretario general yo era el de asuntos agrarios. Ya antes había participado en su fundación en octubre de 1965. Para el 69 para la guerra con Honduras me encomendaron trasladarme al cantón Nancuchiname, con una comisión que integraba también Tula Alvarenga, dos panificadores, dos del sindicato de El Dorado. Llevamos credenciales del Socorro Jurídico de la UES y de AGEUS. El propósito era ayudar a los refugiados que habían sido expulsados por la Mancha Brava hondureña.

Más tarde, en 1969 después de la guerra, unos compañeros me invitaron a una reunión secreta, solo del PCS, para criticar a la dirección y les respondí que “yo no era traidor a los principios comunistas.” Dejaron de invitarme y me acusaron de revisionista. Andaban en eso Rafael, que era yerno de Carpio, Chepe y la Chila, panaderos que aún viven en Santa Tecla. Yo informe de eso al Comité Central.

Para ese mismo año 1969, (Salvador Cayetano) Carpio, que usaba el pseudónimo de Saúl, nos convoca a una reunión a un grupo de sindicalistas y nos plantea que: en nuestro Partido no debería de haber burgueses sino solo proletarios y campesinos…Como yo con Schafik ya había comido tortilla con sal y dormido en el suelo, me decidí a refutarlo en la reunión y lo hice. Ante sus ojos sorprendidos levante la mano para pedir la palabra y le dije lo siguiente: camarada Saúl, usted sabe que tanto Carlos Marx como Federico Engels, y Vladimir Ilich Lenin, bueno y el Che Guevara y Fidel Castro, para no mencionar a Farabundo Martí no eran obreros…nosotros como militantes comunistas debemos distinguir ente origen de clase y posición de clase. Cuando estaba hablando observaba como a Saúl el rostro se le descomponía de la gran cólera que le causaban mis palabras. Pero concluí diciendo: Camarada Saúl, sus argumentos no son válidos. Los que estaban a la par mía me decían: ¡tenés huevos de enfrentarte al mero secretario general! Pero es que así soy yo, así fui educado…

En 1972 junto con el Chele Foremost (Ricardo Martínez) que hoy vive en la tierra de los canguros le hicimos huevo en 1972 a la Huelga general para defender el triunfo del Ing. Duarte. En 1973 creamos la FENASTRAS, y me quede en este esfuerzo hasta 1979. Me dijo entonces Adán Chicas, que era el secretario general de la FUSS, que me pasara a la CTS, y allí me quede. Así era uno antes de disciplinado con la línea del Partido. En el 80 organice el AMSPAS, trabajo en el Ministerio de salud. Luego organizamos en 1983 el Comité 1ro. de mayo y luego el MUSYGES… En 1983 la represión estaba en su apogeo, fue cuando matan a Santiago Hernández y recibimos la indicación de no acercarnos a los locales sindicales…ese año asistí a un Congreso Mundial de servidores Públicos en Caracas, Venezuela. Schafik me dio la misión de explicar y denunciar en ese congreso la represión existente en el país. En 1985 fui a Costa Rica a un seminario de la fundación Konrad Adenauer. Pero el discurso radical me delataba, me decían, algunos delegados me decían por su discurso no parece de nuestra línea. Y así seguiré luchando hasta morir…

El caso de Nicaragua: Desmitificando la conquista

El caso de Nicaragua
Desmitificando la conquista
Manuel Moncada Fonseca
*
29-09-2008
¿Paz colonial?
Nicaragua fue “descubierta” por los españoles en 1502, año en que Colón efectuó su cuarto y último viaje al Nuevo
Mundo. Y no fue con ello que se inició su historia. Tampoco es cierto “que la nueva historia indo-hispana”
comenzara, como sostuviera Pablo Antonio Cuadra, “por un diálogo entre el cacique Nicaragua y el conquistador Gil
González Dávila (1). A contrapelo de la supuesta paz que reinó durante el dominio colonial, los indígenas lo
resistieron de muy diversas maneras:
Con cantares; con huelgas de sexo, esto es que los indígenas, escribe López de Gómora, “no dormían con sus mujeres
para que no pariesen esclavos de españoles” (Herrera plantea, en esencia, eso mismo); de siembra, como atestigua
Las Casas, contando que una vez que se pretendió hacer un nuevo repartimiento de indios, éstos se negaron a
sembrar para los españoles; con infanticidios y abortos; al respecto, otra vez Las Casas dice que “las mujeres paridas
matan sus criaturas y las preñadas las echan fuera del cuerpo” (2); con infanticidios, suicidios y huelgas de hambre
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como contaba el cacique Gonzalo al italiano Girolano Benzoni: “… a tal punto llegaron las cosas –le dijo- que muchos
[…] mataban a sus hijos, otros iban a colgarse, otros se morían de hambre” (3); con las armas en la mano, como lo
hizo Diriangén, Nicarao (4) y otros caciques. Quizá la simulación se deba considerar forma suigéneris de resistencia
indígena al dominio colonial. Gámez, por ejemplo, habla de las repentinas conversiones de los indios en cristianos
ante el temor que provocaba en ellos la presencia del invasor europeo (5).
Veamos, cómo pasaron las cosas en lo que a nicaraos y chorotegas se refiere:
Los objetivos de Gil González con relación a Nicaragua no podían ser sino de dominación, considerando el mensaje
que transmitiera al cacique Nicarao, asegurándole, por un lado, que no llegaba a causarle daño sino a enseñarle la fe
cristiana y a “rogarle” obediencia al Rey de Castilla; por el otro, que de no condescender “a sus ruegos, le haría la
guerra”. La respuesta del cacique fue que “aceptaba la amistad con que le brindaba [el conquistador], y recibiría
también la religión católica si cuando conociese sus fundamentos le parecía conveniente” (6). Llama la atención el
hecho que, al producirse el llamado “diálogo” entre el conquistador y Nicarao, éste expresara su disposición a recibir
el cristianismo (aunque sólo fuera por aparentar ante el conquistador) (7), pero no a deponer las armas (8). Con
todo, es aún más significativo lo que ocurrió después de este encuentro “amistoso”.
Tras contactarse con Nicarao, Gil González se internó en territorio nicaragüense y se encontró con el cacique
Diriangén al que, igualmente, le “rogó” su cristianización. éste prometió responder al cabo de tres días, lo cual hizo
pero armado con sus hombres para rechazar al invasor. Viéndose obligadas a retirarse, las fuerzas castellanas
nuevamente atravesaron las tierras de Nicarao sin ningún problema. Sin embargo, al no más dejar atrás estos
dominios, fueron atacados por los nicaraos (9).
No fue, pues, Nicarao el cacique ingenuo, “filósofo” y carente de espíritu guerrero que se pinta en múltiples escritos
sobretodo de tendencia libero conservadora. En este sentido no está demás traer a colación la advertencia que el
cacique Nicoya le hiciera a Gil González Dávila, expresándole en relación con Nicarao, que más al norte se toparía
con un cacique poderoso (10)
Hechos semejantes se observaron en todo el continente americano a lo largo de los tres siglos de la dominación
colonial. No obstante, los apologistas de este dominio siempre han insistido en presentar las cosas de otro modo,
propiamente, desde la óptica idealizada con que la Corona Española y sus personeros enfocaron la colonia. La
“cristianización” y la “civilización” de los nativos americanos sirvieron de manto a lo que, en verdad, se materializó
en explotación despiadada del indio y en saqueo indiscriminado a sus riquezas. La espada y la cruz se combinaron
protervamente para reducir al nativo americano a la más cruel esclavitud. Y por mucho que la reacción criolla se
esfuerce hoy por glorificar el pasado colonial (11) -tratando así de justificar la “moderna” pero no menos rapaz y
opresora dominación del trabajo por el capital-, autores que estaban lejos de lo que hoy se llama izquierda reflejaron
en sus escritos la naturaleza sanguinaria, explotadora y expoliadora de la colonia, aunque, por otra parte, trataran de
defenderla a ultranza.
“La conquista de América dice Ayón es la lucha gigantesca de dos mundos. Por una parte se presenta un antiguo
pueblo que, orgulloso con la gloria del triunfo obtenido en una guerra de siete siglos [contra el dominio árabe sobre
España], se lanza a buscar en los confines de la tierra y en el seno de las naciones salvajes, nuevos horizontes para su
espíritu y nueva savia para su sangre; y por otra parte aparece la raza americana, exuberante de vida y libertad, que
al ver sus creencias amenazadas por extrañas creencias, sus altares destruidos, sus dioses profanados, su suelo
regado de cadáveres y sus familias pereciendo entre las llamas de horrorosos incendios, rechaza con valor
desesperado a sus enemigos y se empeña en cerrar las puertas a la luz de una civilización invasora” (12).
Lejos, pues, del diálogo que, supuestamente, dio inicio a las relaciones entre los conquistadores europeos y los
aborígenes de Nicaragua, como anota Wheelock, esa historia se inició, por el contrario, “con una encarnizada lucha
del indio contra el colonialista español, mantenida luego lejos de cualquier diálogo durante los tres siglos que duró
la dominación peninsular” (13). Esta visión de las cosas es, por completo, diferente de la que la historiografía
tradicional, generalmente de corte liberal o conservador, proporciona, interesada como está, en idealizar el pasado
colonial para justificar el presente opresor y explotador.
¿Fue la de Centroamérica la peor parte de la emigración que llegó de España?
En lo que concierne propiamente al domino colonial en territorio centroamericano, al contrario de la idea de Gámez
según la cual éste dominio fue peor acá que en ninguna otra parte del Nuevo Mundo, porque a su parecer las
“remotas provincias de la América-Central […] tuvieron la mala suerte de recibir la peor parte de la emigración que
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4
venía de España” (14); para la autora Laurette Sejourne, La Española y Cuba se constituyeron en “el campo de
experimentación de los futuros conquistadores de toda América”. Allí aprendieron a reducir a los indígenas a la
condición de animales domésticos. Allí mismo, iniciaron “la lucha entre compatriotas, por medio del perjurio, el
homicidio y el robo”. Y agrega algo aún más esclarecedor:
**
“El modelo creado en la Española hubo de servir para todo el continente, y la historia de la conquista no se
modificará de un país a otro en razón del carácter específico de la geografía, de la cultura y del gobierno de cada uno
de ellos”. Allí tuvieron lugar, indica, las primeras rebeliones y querellas para disputarse la riqueza y el poder; de igual
forma, allí se registraron los primeros enfrentamientos sangrientos contra los enviados por la corona, así como las
primeras condenas oficiales de muerte; sobre su suelo se perfeccionó y legalizó la trata de seres humanos y se
instauró el repartimiento de hombres y tierras (15).
Respecto a la conquista de México, la autora expresa que los métodos de Cortés fueron calcados exactamente de los
que otros conquistadores pusieron en práctica, con los mismos ataques sorpresa antes del amanecer, incendios,
muchedumbres enloquecidas y desarmadas que terminaban reconociéndose culpables (16). Así las cosas, no era
fortuito que el emperramiento, como apunta la autora, fuera una tortura aplicada en América “legalmente contra los
que no pagaban tributo” (17).
¿A qué atribuir la violencia de los castellanos contra los americanos?
Y contra la idea expuesta también por Gámez, que atribuye la violencia de los castellanos -tanto entre sí como con los
aborígenes- a la condición brutal y supersticiosa de una soldadesca recogida por lo común en los garitos, en las
tabernas y en las inmediaciones de los presidios españoles (18), Sejourne acota: “Ya antes de la llegada de los
criminales puestos así en libertad [se refiere a los condenados a muerte que serían libres al cabo de dos años de exilio
en América y a los condenados a cadena perpetua, quienes igualmente serían libres sólo que al año] la primera isla
descubierta, umbral de un inmenso continente virgen, era víctima de disensiones y presa de la brutalidad” (19).
Hay que añadir a esto un asunto de vital importancia: lo relativo a que algunos de los grandes conquistadores de
América, fueron de origen noble. Hernán Cortés y Pedrarias Dávila, por ejemplo, lo fueron. Y, sin embargo, se
distinguieron por una crueldad ilimitada, la perfidia y la intriga especialmente contra los indígenas, pero también
contra los suyos. En efecto, el primero, era poseedor de una inmensa fortuna y del título de marqués (20). El
segundo, había servido en la guerra de Castilla, en la cual adquirió la fama de valiente, era hermano del conde
Puñonrostro, “Caballero de Segovia y pariente inmediato de varias personas de la nobleza y de valor de España”. El
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Obispo de Burgos intercedió en su favor ante el monarca, partiendo de los servicios que él prestara en la toma de
Orán y de Bujía (21); de su rango de coronel de la infantería española y de que se había educado en la Real Casa.
Gracias a ello, Pedrarias fue confirmado en su cargo de Gobernador del Darién (22).
Despoblamiento brutal por trato brutal y por enfermedades.
***
Oviedo, en su Historia general y natural de las Indias, escribe que en Cuba, para 1548, había quinientas personas,
pero que, entonces, la mayoría de los habitantes provenía de otras islas. Sin embargo, cuando ésta se descubrió había
en ella un millón de indios. No obstante, el cronista explicaba, más bien justificaba, el hecho a partir de que las
minas no eran muy ricas y de que la codicia de los hombres era insaciable. Por otra parte, acusaba a los indios de ser
ociosos, viciosos, de poco trabajo, melancólicos y cobardes, mal inclinados, mentirosos, de poca memoria e
inconstantes. “Muchos dellos por su pasatiempo, se mataron con ponzoña por no trabajar, y otros se ahorcaron con
sus propias manos…” (23)
Bartolomé de Las Casas anota que en Nicaragua al principio había, según cálculos de sus compatriotas, más de
seiscientas mil personas, pero en unos cuantos años esta población se redujo a entre doce y quince mil almas (24).
Germán Romero Vargas, partiendo del carácter interesado de las informaciones que suministran, a su parecer, Gil
González, Las Casas y Oviedo, estima que la población de Nicaragua, en el momento inicial de la conquista, era de
unos 100 mil aborígenes (25). Según Radell, citado por Cardoso y Pérez Brignoli, en las primeras décadas de la
conquista, la población de Nicaragua sobrepasaba más de un millón, pero producto del dominio colonial se vio
reducida a 10.000. Esta brusca disminución de la población se atribuye a las enfermedades, a las guerras, y a la
exportación de esclavos (entre 200.000 y 500.000) (26).
En general, al despoblamiento de América contribuyó en gran medida una macabra importación europea -para la
cual el indígena no estaba biológicamente preparado- consistente en viruelas, tétanos, enfermedades pulmonares,
intestinales y venéreas, el tracoma, el tifus, la lepra, la fiebre amarilla, las caries de la boca. El antropólogo brasileño,
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Darey Ribeiro, citado por Eduardo Galeano, calcula “que más de la mitad de la población aborigen de América,
Australia, y las islas oceánicas murió contaminada luego del primer contacto con los hombres blancos” (27).
La barbarie contra el indígena obra del sistema colonial
Mas, no debe creerse que la barbarie contra el indígena era producto de individuos aislados. Era por el contrario, un
fenómeno derivado del sistema colonial en su conjunto. No en vano, al cronista imperial Juan Ginés de Sepúlveda se
le encargó la tarea de justificar el derecho de la Corona sobre los aborígenes del Nuevo Mundo. Amparándose en
Aristóteles, Sepúlveda justificaba lo que él llamaba “las justas causas de las guerras contra los indios”. Según él,
existía el derecho de someter por la fuerza a los que, dada su condición natural, debían sujetarse a la obediencia; lo
perfecto debe gobernar a lo imperfecto, igual que lo excelente a su opuesto; hombres y animales están sujetos a esa
norma. Por eso, las fieras y la mujer son dominadas por el hombre. Y siendo que, a su parecer, la diferencia esencial
entre el hombre blanco que él estima noble, inteligente virtuoso, etc. y el bárbaro es la misma que existe entre el
hombre y los monos; en consecuencia, el uso del arte de cazar debe dirigirse no sólo contra los animales sino
también contra los hombres que rechazan el yugo esclavista, pese a que, según su entender, nacen para someterse.
Por lo mismo, para Sepúlveda las víctimas se benefician con la avaricia de los conquistadores y es al vencido y no al
vencedor a quien achaca la culpa de las rapiñas (28). Para él, las atrocidades de los españoles, aunque aborrecibles,
no tenían la importancia que, según él, sí tenía la responsabilidad de los mismos en la imposición de la cultura
cristiana a los aborígenes americanos (29).
Bartolomé de Las Casas, quien se pusiera a la cabeza de la defensa del indígena fue acusado de 1) herejía, al aferrarse
a la idea de igualdad humana; 2) desconocimiento de la desigualdad de las razas, al negarse a admitir que entre los
hombres unos están destinados a ser libres y a mandar y, otros, siendo deficientes por naturaleza, por su propio bien,
están destinados a la servidumbre y la sujeción que los primeros les impongan; 3) desorden mental, siendo un
hombre de “mente confusa” y de “delirio paranoico”, incapaz de admitir que la esencia humana tiene diversos niveles
de realización (30).
Menosprecio racial a los aborígenes americanos
Conociendo la brutalidad que los castellanos mostraron contra el indígena en todos los territorios del Nuevo Mundo
que estaban bajo su poder, Sejourne llega a una conclusión irrebatible: “La lectura de cualquier documento referente
a la conquista da la certidumbre de que ninguna acusación podrá jamás ser tan terrible como los propios
acontecimientos” (31).
W. Howitt, citado por Marx en El Capital, escribe: “Las barbaries y las execrables atrocidades presuntamente
cristianas en todas las regiones del mundo, y contra todos los pueblos a los cuales pudieron subyugar, no tienen
paralelo en ninguna otra era de la historia universal, en ninguna raza, por salvaje, grosera, implacable y
desvergonzada que fuese” (32).
Para algunos como el conde de Bufón, los indios eran animales frígidos y débiles, no se registraba en ellos “ninguna
actividad del alma”. El abate De Paw hablaba de que en América los indios degenerados alternaban con perros que
no ladraban, “vacas incomestibles y camellos impotentes”. Para Voltaire, América estaba habitada por indios
perezosos y estúpidos, sus cerdos tenían, algunos, el ombligo a la espalda, sus leones eran calvos y cobardes. Bacon,
De maestre, Montesquieu, Hume y Bodin se negaron a reconocer como semejantes a los hombres “degradados” de
América. Hegel se refirió a la impotencia física e intelectual de América. El padre Gregorio García, en el siglo XVIII,
sostuvo que los indios eran perezosos, no creían en los misterios de Jesús, ni agradecían a los españoles por todo el
bien que se les brindaba por su ascendencia judía (33).
Complicidad del clero en el crimen y en reparto del botín
Desde luego, los hombres de espada no actuaron sólos, sino en contubernio con los de sotana. En este aspecto, la
opinión de Gámez resulta acertada, diciendo que los miembros del clero, en su mayoría, por codicia, no se oponían a
la obra de iniquidad o esclavitud contra el indio, al contrario, la ayudaban “atentos únicamente á tomar su parte en el
rico botín de los despojos” (34). Y en un tono más recio expresa: “El clero católico, que atendida su misión de paz,
pudo servir para suavizar el yugo colonial, fue con muy contadas excepciones otro terrible azote para las colonias.
Los clérigos que en aquel entonces recorrían el Nuevo Mundo, no se distinguían por la fe y cristiano ardor que exige
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el Evangelio […] Gran número de frailes se trasladó a las colonias con la esperanza de gozar de una existencia libre y
holgada y encontrar satisfacción a sus terrenales aspiraciones” (35).
Sin embargo, más duros son aún los términos que utiliza el historiador francés Mauricio La Chate, citado por Gámez,
para referirse a los que, desde las metrópolis, imponían su voluntad a los pueblos: “Los anales de la Historia política
del siglo XVI debían ser trazados en caractéres [sic] de sangre, pues nunca las crueldades, los homicidios, los
atentados, habían sido tan multiplicados y terribles; nunca los reyes y los papas habían cometido tantas
atrocidades…” (36).
Por su parte, Eduardo Galeano escribe: “La espada y la cruz marchaban juntas en la conquista y en el despojo
colonial. Para arrancar la plata de América, se dieron cita en Potosí los capitanes y los ascetas, los caballeros de lidia
y los apóstoles, los soldados y los frailes” (37). Tibor Wittman y Corvina Kiadó plantean que los religiosos supieron
aprovechar con habilidad las calamidades naturales para infundir temor a Dios entre los indios. Y para imponer el
cristianismo entre los indígenas, recurrían a las mismas creencias que éstos tenían. No es casual, señalan dichos
autores, que la virgen de Guadalupe apareciera en el mismo lugar en el que, en México, rendían culto a la madre de
su dios Tonantzin (38).
****
La denuncia del crimen y del despojo
Durante la conquista, hubo voces, aunque pocas, que clamaron contra el maltrato a la población del continente
americano. Otros, sin ser propiamente sus defensores -como cronistas interesados en recoger todo lo acaecido en el
Nuevo Mundo-, quizá sin proponérselo, denunciaban las atrocidades que los suyos cometían en las tierras del
mismo. Gracias a los cronistas, se sabe que Pedro Arias de Ávila, conocido como Pedrarias Dávila y quien se
constituyera en el primer gobernador de la provincia de Nicaragua, hizo gala -al igual que la mayoría de los
conquistadores y colonizadores del continente americano- de una crueldad sin límites contra los nativos de la
misma. Hacía, por ejemplo, uso de perros feroces para dar muerte a los indios rebeldes. Primero les echaba perros
jóvenes, de cuyos ataques los indios se defendían con el auxilio de garrotes; luego, ante la huída de los perros
jóvenes, les lanzaba dos perros viejos que los hacían caer en tierra y, finalmente, soltaba contra ellos a los más
feroces para que terminaran de despedazarlos (39).
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Con base en la lectura de las crónicas coloniales, Ayón señala: “Los naturales dados en encomienda eran errados,
como los esclavos; y al repartirlos entre los señores, sucedía que correspondiendo un sólo pueblo a tres ó cuatro,
cada cual tomaba el número de indios que se le señalaba, sin fijarse en la inhumana división que hacían de una
misma familia, dejando al marido separado de su esposa, y a la madre lejos de sus tiernos hijos. El tributo que les
exigían era exorbitante, y no se libraban de él ni aún los muchachos, quienes no pudiendo pagarlo se veían obligados
a salir de los pueblos en cuadrillas de doscientos o cuatrocientos, sin exceptuar a los jóvenes, con el objeto de ir a
recoger oro en los ríos, en donde algunos perecían miserablemente, hambrientos y sin abrigo” (40).
Con relación a Nicaragua, Las Casas dice: “Pedían cada cuatro o cinco meses, o cada vez que alguno alcanzaba la
gracia o licencia del gobernador, al cacique cincuenta esclavos, con amenaza de que sino los daba lo habían de
quemar vivos o echar a los perros bravos. Iban los señores por sus pueblos y tomaban lo primero todos los
huérfanos, y después pedían a quien tenía hijos legítimos, uno, y a quien tres hijas, las dos, y no de los más
indispuestos, sino escogidos y de tal altura, como les daba el español una vara; y de esta manera cumplía el cacique el
número que el tirano le pedía, con grandes alaridos y llantos del pueblo. Como esto se hacía tantas veces, asolaron
desde el año de [15]23 hasta el año [15]33 todo aquel reino, llevando todas aquellas muchedumbres de indios, siendo
tan libres como yo, a vender por esclavos a Panamá y al Perú donde todos son muertos” (41). García Peláez sostiene
que para los americanos “esclavitud, tributo, encomienda, confiscación, destierro y muerte, era todo uno, y lo mismo
la paz que la guerra” (42).
Un testigo de la época referida, escribía: “Es verdad lo que digo, que si un cristiano español hubiese de ir desde esta
ciudad de León o de la Granada a las Minas, y no supiese el camino no tiene necesidad de llevar quien se lo muestre
ni preguntar por el camino, más que irse por el rastro de los huesos de los indios muertos que hay hasta allá. Sé de
cierto, que hay hombres que en esta demora para que se coja oro, se le han muerto de su repartimiento doscientas
personas, y otros que tenían buenos repartimientos, que ya no tienen indios para sacar oro…” (43).
El saqueo colonial y el desarrollo industrial de Europa
Según cálculos de Ernest Mandel -que sumó el valor de oro y plata saqueado al Nuevo Mundo hasta 1660; el botín
saqueado en Indonesia por la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, desde 1650 hasta 1780; las ganancias
del capital francés proveniente de la trata de esclavos de las Antillas británicas y, finalmente, el saqueo inglés de las
mismas-, el resultado de todo el saqueo practicado sobrepasa al valor total de la inversión realizada hacia 1880 en la
totalidad de las industrias europeas. Y, por supuesto, lo que benefició a Europa, en las regiones sometidas al saqueo,
por el contrario, impidió la acumulación originaria del capital industrial (44).
Según cálculos de Alexandr von Humboldt, en medio siglo, entre 1750 y 1809, mediante las exportaciones de oro y
plata, de México se evadió un excedente de unos cinco mil millones de dólares, según el valor que esta moneda tenía
a fines de los años 60 (45).
Conozcamos algunas de las valoraciones que el saqueo de América significó para Europa desde el punto de vista de
acumulación de capital y de desarrollo industrial.
Eduardo Galeano plantea, en esencia, que el oro y la plata arrebatados por los europeos a sus dominios coloniales,
además de estimular el desarrollo económico de las metrópolis, lo hizo posible (46). Marx manifiesta: “El
descubrimiento de regiones auríferas y argentíferas de América, la reducción de los indígenas a la esclavitud, su
soterramiento en las minas, su exterminio, los comienzos de la conquista y saqueo en las Indias Orientales, la
transformación de África en una especie de madriguera comercial para la caza de los hombres de piel negra: tales
son los procedimientos idílicos de acumulación primitiva que señalan la era capitalista en su aurora” (47).
En su Manifiesto del Partido Comunista, Marx y Engels expresan: “El descubrimiento de América y la
circunnavegación de África ofrecieron a la burguesía en ascenso un nuevo campo de actividad. Los mercados de la
India y de China, la colonización de América, el intercambio con las colonias, la multiplicación de los medios de
cambio y de las mercancías en general imprimieron al comercio, a la navegación y a la industria un impulso hasta
entonces desconocido y aceleraron, con ello, el desarrollo del elemento revolucionario de la sociedad feudal en
descomposición. (…) La gran industria ha creado el mercado mundial, ya preparado por el descubrimiento de
América” (48).
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¿Se necesita hurgar más la historia de la conquista y colonización de América para concluir que ello fue la base real
sobre la que se erigió lo que hoy llamamos subdesarrollo, como también el factor esencial sobre el cual, tras la larga
lucha independentista, se impuso el dominio del mercado capitalista mundial sobre los territorios que estuvieron
bajo el dominio colonial europeo, con la hegemonía de Inglaterra, primero, y con la de Estados Unidos, después?
Citas y notas
1. Cuadra, Pablo A. El nicaragüense. EDUCA, Centroamérica. 1978. p. 20.
2. Documento Nº 10. Las huelgas: sexual y de siembras. Documentos de la Historia de Nicaragua. 1523-1857. Recopilación de Antonio Esgueva Gómez. UCA,
Managua. 1983. p. 41.
3. Benzoni, Girolani. Fragmento de su obra Historia del Nuevo Mundo. En: Interpretación económica y social de la Historia de Nicaragua. Compilación del
Doctor Jaime Wheelock Román para la Maestría en Historia ofrecida por el Departamento de Historia de la UNAN-Managua. Febrero de 1998. p. 131. (la
numeración corresponde al fragmento indicado).
4. Véase entrevista de El Nuevo Diario a Fernando Silva ( “Cacique Nicarao es puro invento”) y a Rafael Casanova (“No hubo Nicarao, todo es invento”), en las
ediciones, respectivamente, del 12 y del 16 de septiembre del 2002.
5. Gámez, José Dolores. Historia de Nicaragua.. Madrid, 1955. p. 94.
6. Ayón, Tomás. Ayón, Tomás. Historia de Nicaragua.. Obra en tres tomos, Tomo I. Madrid, 1956. pp. 154-155.
7. “Estas repentinas conversiones al Cristianismo (…) no eran sinceras, obligados por el temor, creían con firmeza que salvar a bien poco precio sus vidas, con
sólo consentir se les mojara la cabeza no tenía ninguna trascendencia. Se observó con mucha frecuencia, que los mismos bautizados que cerraban sus templos y
botaban sus ídolos, en cuanto los españoles se alejaban, volvían a sus antiguos ritos”. Quintana Orozco, Ofman. Apuntes de historia de Nicaragua. Cuarta edición
aumentada y corregida. Managua, Marzo de 1968. p. 24.
8. Gámez, José Dolores. Ob. cit. p. 155.
9. Ibíd. pp. 157-158. Véase también: Arellano, Jorge Eduardo. Nueva Historia de Nicaragua. Fondo Editorial CIRA, Managua, Nicaragua, 1990. p. 92.
10. Academia de Geografía e Historia de Nicaragua. “El encuentro del cacique Nicaragua y el conquistador Gil González Dávila. Testimonios e interpretaciones”.
http://www-ni.laprensa.com.ni/archivo/2003/abril/05/literaria/ensayos/
11. “Una de las cosas más asombrosas de los exploradores españoles –casi tan notable como la misma exploración- es el espíritu humanitario y progresivo que
desde el principio hasta el fin caracterizó sus instituciones”. Enciclopedia Autodidáctica Quillet. México, 1964. Tomo I. p. 41. Otro texto, plantea: “Y corresponde
a España en pleno apogeo de su gloria como pueblo cristiano, el recibir estas tierras [las del Nuevo Mundo] como regalo del señor”. Siso Martínez, JM; Bártoli,
Humberto. Mi Historia Universal. Trillas. Segunda reimpresión. México. Noviembre de 1990. p. 205. En contraste con esto, en un tercer texto leemos: “Nuestros
aborígenes vivieron más de trescientos años bajo la absoluta dominación española. ¡He aquí las raíces de nuestra tragedia al presente!” Y en el párrafo que sigue
leemos: “ LA PROVINCIA FUE UN BOTÍN DE ORO Y ESCLAVOS EN DONDE EL REY TENÍA PARTICIPACIÓN”. Lainez, Francisco. Nicaragua: Colonialismo
español, yanqui y ruso. Serviprensa Centroamericana. Guatemala, 1987. p. 88.
12. Ayón. Tomás. Ob. cit. p. 114.
13. Wheelock Román, Jaime. Raíces Indígenas de la Lucha Anticolonialista en Nicaragua. Managua, 1985. p. 1.
14. José Dolores Gámez. Ob. cit. p. 114.
15. Sejourne, Laurette. I. Antiguas Culturas Precolombinas. Siglo veintiuno. Cuarta edición en castellano. Diciembre de 1973. p. 14.
16. Ibíd. p. 33.
17. Ibíd. p. 65.
18 . Gámez, José Dolores. Ob. cit. p. 114.
19. Sejourne, Laurette. Ob. cit. p. 13.
201. Ibíd. pp. 29-42.
21.Orán, ciudad y provincia de Argelia, sobre la costa del Mediterráneo; Bujía nombre de ciudad también de Argelia que hoy se llama Bejaia o Bijaia.
22. Ayón, Tomás. Ob. cit. pp. 128-129.
23. Cita de Oviedo. Sejourne, Laurette. Ob. cit. pp. 29-30.
24. Las casas, Bartolomé de. Carta a un personaje de la corte. Compilación del Doctor Jaime Wheelock Román. Ob. cit. pp. 71-72. (La numeración es acá asunto
de cada parte de la compilación, está en correspondencia con la numeración de cada una de esas partes).
25. Romero Vargas, Germán; Solórzano, Flor de Oro. Las poblaciones indígenas de Nicaragua. En: Persistencia Indígena en Nicaragua. CIDCA UCA. 1992. p. 15.
26. Cardoso, Ciro F.S.; Pérez Brignoli, Héctor. Centroamérica y la Economía Occidental 1520-1980. Editorial Universidad de Costa Rica. 1983. pp. 54-55.
27. Galeano, Eduardo. Las Venas abiertas de América Latina. Siglo veintiuno editores, 5ª edición. 1973. pp. 27-28.
28. Sejourne, Laurette. Ob. cit. pp. 72-74.
29. Coe, Snow y Benson. Atlas Cultural de la América Antigua. Civilizaciones precolombinas. Ob. cit. p. 22.
30. Sejourne, Laurette. Ob. cit. p. 80.
31. Ibíd. pp. 76-77.
32. Marx, Carlos. El Capital. Tomo I. Editorial Librerías Allende S.A. Méjico 1980. p. 732.
33. Sejourne, Laurette. Ob. cit. pp. 62-63.
34. Gámez, José Dolores. Ob. cit. p. 129.
35. Ibíd. pp. 118-119.
36. Ibíd. p. 121.
37. Galeano, Eduardo. Ob. cit. p. 31.
38. Wittman, tibor; Corvina Kiadó. Historia de América Latina. Imprenta Athenaeum. Hungría 1980. pp. 95, 97.
39. Véase cita de Oviedo. Ayón, Tomás. Ob. cit. p. 214.
40. Ibíd. p. 227.
41. Ibíd. p. 227-228.
42. Véase cita de García Peláez. Ibíd. p. 227.
43. Cita del tomo III de los Documentos para la Historia de Nicaragua. En: Nicaragua…Y por eso defendemos la frontera. Historia agraria de las Segovias
Occidentales. CIERA-MIDINRA. 1984. p. 57.
44. Galeano, Eduardo. Ob. cit. p. 43.
45. Ibíd. pp. 54-55.
46. Ibíd. p. 35.
47. Marx, Carlos. El Capital. Ob. cit. p. 731.
48. Marx, Carlos; Engels, Federico. Manifiesto del Partido Comunista. En: Marx, C; Engels, F. Obras Escogidas, en tres tomos. Tomo I. Editorial Progreso,Moscú. 1974. p. 112.

Los Socialismos Latino-caribeños

Los Socialismos Latino-caribeños

Por Narciso Isa Conde

No deberán ser calco, ni tampoco inspirarse en los modelos fracasados.
Este tema trascendente nos exige sí volver a Marx, Engels, Lenin, Trotsky, Mao, Mariategui, el CheŠrescatar sus aportes estancados, violados, cosificadosŠ y abrirnos a la creatividad desde un análisis profundo del capitalismo y del imperialismo actual, desde los avances en la teoría de género, desde el ambientalismo consecuente y desde las culturas de nuestros pueblos.
Y desde ese punto de partida, habría entonces que diferenciar el tránsito revolucionario al socialismo del socialismo como meta superior.
Porque la socialización de la economía, la democratización y posterior extinción el poder estatal, la culturaŠ los cambios en la conciencia individual y colectiva, no son procesos automáticos ni tampoco de corta duración.
El capitalismo en general, y el latinoamericano-caribeño por igual, no es solo un modo de producción, sino sobretodo un sistema de dominación integral. Y si en la economía es inviable una socialización instantánea, también lo es en los demás aspectos de la vida en sociedad.
En nuestra América está clarísimo que los primeros pasos de esa transición al socialismo tienen por misión desmantelar el modelo neoliberal que nos han impuesto y avanzar hacia la sociedad pos-neoliberal, desprivatizando, socializando progresivamente.
Sin embargo, la desprivatización, la modificación de las relaciones de propiedad que estoy planteando, no equivale a la ya fracasada estatización, menos aun a la estatización generalizada.
En el proceso de transición es necesario combinar diversas formas de propiedad y gestión social (empresas estatales cogestionadas, cooperativas, autogestionadas), junto a individuales y privadas.
El tipo de administración, las características de la gestión empresarial, las formas de escogencia de los gerentes y ejecutivos técnicos, no están de ninguna manera desvinculadas de la socialización y de sus esencias democráticas. La participación de los colectivos laborales en la gestión de las empresas y la participación de la sociedad en las decisiones y en la fiscalización de sus procesos es consustancial a la intención de socializar.
Otro capítulo trascendente es todo lo relativo a las regulaciones del mercado, al comercio exterior y a la progresiva transformación de la economía de mercado en economía de valores y equivalencias.
El socialismo, claro está, no es solo economía: Y de ahí lo necesario de la democracia participativa e integral, sustentada en nuevos sistemas constitucionales, creados y desarrollados por la vía de la participación popular, de procesos y poderes constituyentes autónomos, capaces de superar las ³democracias² estrictamente electorales, representativas, liberales y neoliberales.
La transición al socialismo y los programas de desarrollo integral son inseparables de la adopción de políticas y planes que reformulen profundamente la relación seres humanos naturaleza, deteniendo y revirtiendo la depredación, la desertificación, la contaminación, el empobrecimiento de la naturaleza y la injusta y bárbara distribución de la misma que le asigna las partes más empobrecida y riesgosa a los(as) más pobres.
La opresión de clase esta atravesada y potenciada por otras variantes de opresión-discriminación-subordinación, entre ellas por el poder de los adultos contra los niños (as) y los jóvenes y por la opresión de género. Y ella a su vez la atraviesa a todas.
La sociedad en crisis que nos proponemos reemplazar, no es solo capitalista-dependiente, sino además de patriarcal (machista), adulto-céntrica, estructurada por imponer el reino, los intereses, las ideas y privilegios a favor de los adultos. La nueva sociedad a crear deberá ser todo lo contrario y diferente en cuanto a suma de felicidades y bienestar social y ejercicio de libertades.

Para el PCS la unidad era una tarea estratégica…Entrevista con Domingo Santacruz (cuarta parte)

SAN SALVADOR, 23 de agosto de 2008 (SIEP) “Para el Partido Comunista, para el PCS, la unidad era una tarea estratégica para asegurar la victoria popular y estábamos en lo correcto…” señala Domingo Santacruz, destacado revolucionario salvadoreño, presidente del Tribunal de Ética del FMLN.

Agrega que “ya en julio de 1971 sostuvimos una reunión con el Comité Ejecutivo de ANDES 21 de Junio, en la que participaron Melida Anaya Montes, Mario López, y por parte nuestra estuvimos Rafael Aguiñada Carranza, Jorge Alberto Moran Cornejo, Alejandro Montano, Quijano, y mi persona, todos miembros de la Comisión sindical del PCS. En la reunión coordinamos actividades de solidaridad que realizaríamos como FUSS-FESTIAVTSCES en apoyo a la huelga magisterial.”

Los que salen y los que llegan…

“Pepe (José Napoleón Rodríguez Ruiz) abandona, es separado de la dirección del partido en el VI Congreso, debido a problemas disciplinarios y de seguridad, incluso falta de solidez ideológica como quedo de manifiesto con el comunicado de apoyo a la guerra con Honduras, él salió de la dirección, era el responsable de propaganda… También salió Manuel Marin, del sector sindical, que era suplente de CP y había acompañada a Carpio en la Comisión Sindical, sale también Carlos “El ratón” Hidalgo. Tanto Marín como Hidalgo eran cuadros formados en la URSS, habían ido a la Escuela de Cuadros, y fueron en su momento pilares de apoyo para la elección de (Cayetano) Carpio como secretario general del PCS en el V Congreso de 1964. Sale Porfirio del CC, Hugo González, Toño Díaz, hermano de Lucila Díaz, la mamá del Dr. Alfredo Díaz, que acaba de morir. Incluso sale Jorge Arias Gómez, quien solicita permiso para continuar sus estudios de derecho y poder graduarse…”

“Virgilio Guerra salió del CC, pidió que se le relevara porque había puesto una mueblería, la “Mueblería Morazán” que quedaba en la Calle Gerardo Barrios y 17 Ave. Sur. Jacinto Castellanos Rivas, participó en el VI Congreso, pero estaba ya apartado debido a su enfermedad, padecía de cáncer, que lo llevó al suicidio, vivía cerca de Freund, ya llegando a Mejicanos, será la 39 calle poniente. Estuvo también el VI Congreso, Salvador Carrillo, cuadro histórico del PCS conocido como el Fronterologo, estuvo el sindicalista de la construcción, Miguel Ángel Cea, Mario Medrano, dirigente de ANDES, Beto López, dirigente de la CGTS… ”

Y llegan…a la dirección del partido, Américo Mauro Araujo, Raúl Vargas, Dagoberto Sosa, Rolando Orellana (al CC), y mi persona. Rafael y Mario Aguiñada ya estaban. Y también ya estaban Schafik (Handal), Raúl (Castellanos), Roberto Castellanos Calvo, Adán Chicas, Miguel Ángel Sáenz Varela, Alfredo Acosta Díaz, y de suplentes: Bernardo Salvador Carcamo y Toño Moran, ambos trabajadores de la construcción de Santa Ana, y también de la Comisión Sindical. En el VI Congreso de 1970 se amplió el Comité Central. A nivel de secretariado de CP. Quedo un triunvirato: Schafik, Raúl y Roberto. Hubo gente del CC que no estuvo totalmente convencida de estos cambios como Quijano y Julio Cesar Castro Belloso, ambos sindicalistas y miembros del CC. Daniel Castaneda quedo como suplente del CC.

Fue hasta abril de 1973 que el CC decide que Schafik asuma la secretaría general y se elige. En realidad hubieron dos momentos: del 70 al 73 en el que el secretariado concentró una enorme carga de trabajo y el que se inicia con la elección de Schafik.

La estructura interna era la siguiente: la Comisión Nacional de Organización (CNO) estaba integrada por Rafael Aguiñada Carranza y acompañado por Alfredo Acosta Díaz
( suplente de CP). Estaba también David Pereira y Héctor Acevedo. En la Comisión de Juventud estaba Dagoberto Sosa y todavía quedaba Rolando Orellana. En Finanzas por siempre Nando, o sea Roberto Castellanos Calvo. En la CNE, Educación, estaba Schafik, Jorge arias Gómez y luego estuve yo. En el 73 creamos la JC…En la Comisión Agraria estaba Daniel Castaneda, Raúl Vargas y también Miguel Mármol, y Segundo Ramírez, y un hijo de este último, de nombre Fidel. Schafik era el responsable de la Comisión Militar, la cual fue fortalecida en el VII Congreso en 1979. En ese entonces estaban Víctor Manuel Sánchez Bonilla (El Niño que fue desaparecido en 1975), pedro “El Ronco”, Ricardo rivera. Que fue Remberto, Marino o Vanzetti. Blas Escamilla también fue electo para el CC en el VI Congreso.

El VI Congreso de 1970 hizo una evaluación sistemática del desempeño del Comité central y de la Comisión Política. Evalúo las debilidades en estrategia y táctica, la línea y los métodos para conducir al movimiento sindical y político.

Y llegamos al VII Congreso del PCS en abril de 1979…

En abril del 79 celebramos, y de nuevo en una casa grande en Los Planes de Renderos, el VII Congreso del PCS. Fue un evento partidario en medio de una aguda y profunda escalada fascista, la dictadura militar había pasado a implementar una línea de ametrallamiento, de aplastar el despliegue de la lucha de masas lo que nos obligó a profundizar el combate popular, la lucha organizada del pueblo y a la vez vivíamos en un momento álgido de la lucha sandinista en Nicaragua ya punto de estallar en Guatemala, avanzaba el proceso revolucionario en nuestra región…

Como comunistas dimos nuestro apoyo al FSLN y criticamos al Partido Socialista Nicaragüense, PSN. El PSN tenía fisuras internas, se habían dividido en dos fracciones, la dirigida por Luís Sánchez, Chagüitillo, y la otra de González. Esta última terminó fusionándose en el FSLN. La revolución popular sandinista era ya inevitable…

El VII Congreso conoció el Informe del Comité Central (que había sido redactado por cinco comisiones) , también se aprobaron los estatutos, que tuvieron 400 propuestas de enmiendas y agregados, las cuales se habían venido acumulando desde 1973. Hubo la necesidad de elaborar los Fundamentos y Tendencias de la Línea general, hubo 24 pronunciamientos, y un llamado a celebrar el 50 aniversario del PCS.

El VII Congreso eligió al nuevo Comité Central, evalúo los errores y aciertos de la dirección en su gestión de 9 años, las experiencias del 72 y del 77, la política de alianzas… Los problemas internos ya que el partido se había ramificado por todo el país, sobre el trabajo electoral, los vínculos con el movimiento de masas, las relaciones internacionales, etc.

Se enfatizo en la necesidad de conocimiento del país, y de la teoría científica de la revolución, el marxismo-leninismo. Se criticaron seriamente los errores, las desviaciones, las debilidades de los cuadros del Partido, en particular al apoltronamiento tanto físico, de actuación, como ideológico. Me acuerdo que se critico a Jorge Arias Gómez sobre este punto.

El VII Congreso eligió luego de un análisis de las tareas planteadas un nuevo Comité central, que debía convertirse en un vehículo dirigente del partido, el CC se amplió, dos terceras partes fueron nuevos y confirmados un tercio. En 1970 se eligieron 17 y hoy se subió a un CC de 35 propietarios. La CP se elevó a 13 y luego a 15. Schafik fue reelecto secretario general y Américo como subsecretario. En la CNO quedo Alfredo Acosta (Neri) y Dago Sosa; luego Neri fue sustituido por David Pereira. En Propaganda quedo Raúl Vargas y Mario Aguiñada; que era el responsable de Voz Popular, y estaba también Jorge Arias Gómez (Chano); en la CNE estaba yo, en Finanzas Nando, en la Juventud Comunista, Dagoberto Gutiérrez (Camilo), que hacía equipo con José Luís Merino, Lito Aguiñada y Norma Guevara.

En la Comisión Agraria estaba Raúl Vargas. En la Comisión Militar quedo Lucio, aunque el responsable era Emilio, estaba también Ricardo Rivera…su esposa cayó junto con Toni Handal, el hermano de Schafik, les cayeron en un taller que él tenía. Como Miembros Emeritos del partido fueron declarados Miguelito Mármol, Daniel Castaneda (Pío), y Salvador Carrillo (Adolfo). Y post-mortem Raúl Castellanos Figueroa y Rafael Aguiñada Carranza. Este VII Congreso fue organizado por Ramiro, Lucio y JJ. A la CP entraron en este VII Congreso Dagoberto Gutiérrez, José Luís Merino y Norma Guevara. Y Rolando Orellana como suplente de CP.

Después del VII Congreso, la lucha popular en Nicaragua terminó en victoria militar en julio de 1979, y dimos todo el respaldo, incluso publicamos posición pública sobre el PSN, y a mi me delegaron en mayo de ese año a una reunión de Partidos Comunistas de Centroamérica, México, Cuba y Panamá. Fue en san José, Costa Rica. En esta reunión se ratificó la posición revolucionaria de los militantes de los PC en apoyo a la Revolución Popular Sandinista…En el PSN habían dos corrientes, en esa reunión Luís Sánchez nos acusó de “intromisión en asuntos internos.” Como PCS reiteraos posición de apoyo al FSLN y a la Revolución Popular Sandinista. A esa reunión asistieron por Honduras, Rigoberto Padilla Rush, por Costa Rica, Manuel Mora y Humberto Vargas, de Vanguardia Popular…decidimos lanzarnos a la solidaridad combativa con la Nicaragua insurrecta. Un dirigente de nuestro partido, el Dr. Miguel Angel Sáenz Varela, se incorporo como medico al Frente Sur…

El Foro Popular

A nivel interno, a esa altura, estamos a mediados de agosto del año 79, ya se vislumbraba un golpe de estado y la represión arreciaba contra el movimiento popular…en ese momento se toma la decisión de convocar al Foro Popular, se le encarga a JJ y a Celia la tarea de aglutinamiento de fuerzas democráticas, se reunían en la UTF, en la UES, era la estructura de un frente amplio para enfrentar la crisis nacional, la represión se generalizaba y en ese marco iniciamos encuentros con las otras organizaciones revolucionarias, que guardaban desconfianza acerca de nuestra línea, iniciamos encuentros bilaterales…

El viraje que no llegaba…

Luego de las elecciones presidenciales del 72 y luego las del 77, a pesar de realizar discusiones y elaborar documentos, sobre la necesidad de un viraje profundo en nuestro accionar político, y aunque hubo un crecimiento dirigido de nuestra militancia, la verdad es que todas estas discusiones no se traducen en aplicar la línea en el marco de una estrategia ofensiva…ya desde 1973 veníamos discutiendo la necesidad de profundizar la definición del carácter revolucionario del partido, de los métodos y estilos de trabajo y sus mecanismos de control, desde 1973…

Pero hubo una resistencia reiterada para dar el viraje hacia la lucha armada, a pesar del Comité Central ampliado de abril de 1973, que evalúo el desarrollo del Partido, la falta de condiciones para avanzar hacia la construcción de un Partido fuerte, y que ratifica las conclusiones de diversos plenos del CC, y en este esfuerzo debe reconocerse que el papel principal lo jugó Emilio, hubo críticas por la tardanza en reestructurar la Juventud Comunista…y es que el FUAR había dejado desde los años 60 a mucha gente organizada.

En el 73 se creó la JC, había una presión enorme sobre el Partido para este paso. Había ya un debate al interior del Partido sobre el problema del poder, su naturaleza y características. Había que luchar por el poder, era la conclusión inevitable, pero en la práctica esto se fue relegando…y, lo que estaba muy claro, era lo también inevitable y urgente, y necesario para el avance del proceso revolucionario, de la unidad de la izquierda, este era un valor fundamental, estratégico…y esto se fue fortaleciendo…para el PCS la unidad de la izquierda era una tarea estratégica crucial, y por lo tanto la lucha por la unidad se transformó en un acuerdo expreso del VII Congreso. Había que dejar de lado por lo tanto toda polémica con la organizaciones de izquierda revolucionaria, que llamábamos en aquel entonces ultraizquierdistas.

El cumpleaños de Saúl…

Emilio asiste al primer encuentro entre el PCS y las FPL, tuvo lugar el 6 de agosto de 1979, casi diez años después de la separación…La fecha fue con ocasión del cumpleaños de Carpio, y lo quería registrar con una celebración. Estuvo Schafik por el PCS y salvador y Mélida por las FPL. Antes de esa echa la relación se sostuvo mediante mensajeros, era una relación de papelitos, se entregaba el mensaje en un punto de encuentro y no se hablaba. Así eran las cosas en aquel momento. Lastima porque hubiéramos evitado tragedias si hubiéramos compartido información sobre el enemigo. Por ejemplo, la casa donde le dieron muerte a Felipe Peña, era una casa de seguridad de la CP del PCS, que habíamos abandonado por razones de seguridad, y las FPL llegó a alquilarla. Queda enfrente del ISSS de Santa Anita…

Un año antes, en el 78, entre en contacto con la dirección del ERP. Las reuniones eran en El Palomar, una casa de dos plantas situada frente a la tienda Royal donde vivía Roque Dalton, al inicio de la calle 5 de Noviembre en San Miguelito. El contacto lo hice por medio de Raúl Vargas, que era familiar de Miriam Flores, hija de Angel Mario Flores, antiguo militante comunista, él tenía dos hijas, Miriam que era del ERP y la otra que era de las FPL. Sostuvimos varias reuniones con Jorge Meléndez, Jonás, y con Sonia Medina. Hablábamos sobre como veíamos la realidad del país, la situación del Gobierno, los grupos de poder, el rol de la izquierda…Al darse el golpe del 15 de octubre de 1979, ellos deciden suspender temporalmente los contactos. Nos comunican que consideraban la participación del PCS en la primera junta como “una traición.”En uno de esos encuentros, mientras esperábamos el inicio de una reunión, Angel Mario me reveló que escuchó por boca de Balta, que en el pasado se había ajusticiado a dirigentes del PCS.

Con el PRTC los contactos eran más antiguos, ya en febrero de 1977 nos acompañaron en la toma de la Plaza Libertad luego del fraude lectoral cometido contra la UNO, se unieron con nosotros, incluso participaron en varias “barbacoas” y otras actividades de auto defensa armada. Nos reuníamos con Mario López y con Manuel Castillo. Nos reuníamos en la Zacamil, en un apartamento de Alfredo Acosta. Llegaba también Jacinto, personaje interesante que siempre estaba entrenando sus puños en las paredes. Con ellos fue fácil la coordinación…

En la Junta de Gobierno…

Nuestra participación en la Junta de Gobierno nos ocasionó serios costos políticos. Se dio en el marco de diversos hechos represivos, marchas campesinas ametralladas, la Plaza Libertad ensangrentada. No obstante esto, considero correcta nuestra visión de aquel momento: participamos para poner a prueba los espacios de la dictadura militar, y no dejar abandonados, solos, a los sectores democráticos, con los cuales habíamos recorrido un largo trecho…

Hicimos contacto con Quique Álvarez Córdoba, al que ya conocíamos. Y le explicamos nuestro planteamiento: poner aprueba ala dictadura y al llegar el momento de quiebre no salíamos. Estuvo de acuerdo con nuestro planteamiento. A la par de este proceso de diálogo y acercamiento con fuerzas democráticas, avanzábamos en la conformación de la Coordinadora Político-Militar, que fue creada el 17 de diciembre de 1979, integrada por las FPL, la RN y el PCS.

Únicamente estuvo Schafik en esa reunión representando al PCS y tuvo que aceptar la condición humillante que Carpio impuso de retirarse de la Junta…hay que señalar que Schafik no se encontraba en el país cuando la CP tomó la decisión de incorporarse a la Primera Junta de Gobierno. En ese momento, Roberto Castellanos Calvo, Nando, dio unas declaraciones desafortunadas, apoyando este esfuerzo, lo cual fue aprovechado por Carpio en esa reunión.

Dos días después, el 19 de diciembre, en reunión de CP se toma la decisión de retirarnos de la Junta de Gobierno. El 20 regresa Schafik del exterior. Venía de la firma del acuerdo de unidad, que había sido el 17 de diciembre. La presencia del PCS en la Coordinadora dependía de ese punto.
Al regresar Schafik, se entera de la verdadera situación. Le explicamos las razones de orden político que nos impulsaron a participar en la Junta de Gobierno. Aunque hubieron algunos, hay que decirlo, que se habían entusiasmado más de lo debido de estar en el gobierno. Pero había acuerdo de salirnos y lo cumplimos. Porque venía un quiebre y era un quiebre histórico…Y había que prepararnos para conectar con este esfuerzo estratégico. Nuestra permanencia en la Junta dejaba dudas sobre nuestra posición, y entonces salimos de la Junta.

Tanto Manuel Ungo como Rubén Zamora, gente del MNR y de la izquierda del PDC, no se querían salir, alegaban que todavía había espacios que debían ser aprovechados….Al final nos salimos y los dejamos solos. Y nuestra salida vino a agudizar más la ya crítica situación política, vino a aislar a los militares de derecha.

El 22 o 23 de diciembre realizamos una reunión en la Colonia Miramonte para evaluar nuestra participación como Foro Popular en la Junta de Gobierno. Ahí anunciamos nuestra decisión como partido de retirarnos. Se nos comunica que se harían presentes los militares Guillermo García y Nicolás Carranza. Llegan y cuando se plantea el punto de la necesidad de impulsar una Reforma Agraria, al unísono nos responden: ¡ese punto no pasa! Allí terminó la reunión del Gabinete. Y eso creo el momento adecuado. Nosotros informamos que íbamos a renunciar. Los demás nos piden extender el plazo hasta el 26 de diciembre para hacerlo. Aceptamos. El MNR terminó saliéndose hasta el 30 de diciembre y Rubén Zamora y Héctor Dada terminaron quedándose más tiempo.

Nuestra participación en la Junta nos significó pagar una factura política d alto costo, pero el rédito político fue también importante ya que quedo claro quienes realmente mandaban en el país, los militares, y esto fortaleció las posibilidades de la unidad entre sectores democráticos y revolucionarios. Rescatamos a memo Ungo, a Rubén, a Oquelí…más adelante se daría la traición de la Democracia Cristiana…

(Continuara)

Los años 70 fueron años de lucha y resistencia del pueblo salvadoreño… Entrevista con Domingo Santacruz (3)

Los años 70 fueron años de lucha y resistencia del pueblo salvadoreño…
Entrevista con Domingo Santacruz (3)

Domingo Santacruz en Convención del FMLN.

SAN SALVADOR, 12 de julio de 2008 (SIEP) Más de cincuenta años de entrega a la causa revolucionaria, primero en el movimiento sindical, después en las filas del Movimiento Revolucionario 2 de Abril, luego en el Partido Comunista de El Salvador y finalmente en el FMLN, hacen de Domingo Santacruz un referente primordial de la historia de nuestro pueblo. Publicamos la tercera parte de una entrevista no concluida.

En enero de 1970 regreso a El Salvador luego de tres años de estudio en la Unión Soviética. ¿Cuál es el país que encuentro? Es un país sumido en una profunda crisis, en lo social, lo económico y lo político. Los problemas que eran de carácter estructural, histórico, lejos de resolverse se habían profundizado. Aunque la derecha tuvo la posibilidad de realizar algunos cambios, la crisis se profundizo. La tierra se encontraba en poder de pocas manos, controlaban las mejores tierras cultivables, de buena calidad, un total de 811,919 manzanas. Había un 53 por ciento de tierras ociosas.

Esto creaba una situación con altos niveles de desempleo, la capacidad adquisitiva de la población era reducida, el costo de la vida iba en ascenso. Y esta situación se vio agravada por el conflicto con Honduras, que recién concluía. Lo que se llamó la guerra del futbol, que recién finalizaba. Esta guerra fue la culminación de fuertes contradicciones de grupos de poder centroamericanos que rechazaban el peso de la oligarquía salvadoreña. Debido a esta guerra regresaron de Honduras 200,000 salvadoreños. La situación estaba a punto de estallar.

En esa época como partido estábamos ya trabajando en la construcción de una amplia alianza con sectores democráticos que luego se plasmó en la Unión Nacional Opositora, la UNO. Con esta unidad íbamos a enfrentar a una derecha que estaba dividida en el PCN; el FUDI y el PPS. La derecha se encontraba con una situación en la que su modelo de sustitución de importaciones se encontraba ya agotado, aunque el país económicamente estaba en una situación todavía controlable. Los años 70 fueron años de lucha y resistencia del pueblo salvadoreño.

El Partido no mostraba cohesión ideológica ni organizativa. Había grietas. Carpio en su carácter de secretario general, distribuyó, hizo circular a las bases del partido un Informe al comité central sobre el conflicto con Honduras, y este se encontraba paralizado discutiendo este documento, mientras Carpio andaba formando agrupamientos para enfrentar a la dirección del partido, encabezada por Schafik (Handal) y Raúl (Castellanos Figueroa).

Los desacuerdos entre Carpio y la dirección del Partido, un debate que duro diez años…

El origen de estos desacuerdos entre Carpio y los otros miembros de la dirección del partido los ubico diez años atrás, luego del golpe de estado de derecha del 25 de enero de 1961. Era una época de efervescencia provocada por la Revolución Cubana y los éxitos del Frente Nacional de Orientación Cívica, FNOC, que había derrocado a Lemus. Había un flujo revolucionario, mucho entusiasmo. Incluso dentro de las filas de la recién creada Democracia Cristiana. Y en su ala izquierda, había influencia de la Revolución Cubana. Claro, ellos hablaban de la “revolución de los pobres, sin violencia.” Hasta Memo Ungo andaba en esta oleada.

Este auge se reflejaba, de alguna manera en el FNOC, que estaba conducido por Raúl (Castellanos Figueroa). En su dirección estaban también gente cercana al partido como Mario Salazar Valiente, Gabriel Gallegos, Pedro Mancía Cerritos, Mario Moreira entre otros. Para ese tiempo Carpio estaba estudiando en la escuela de Cuadros en la Unión Soviética. Schafik había regresado de Chile en el 56. Raúl era el dirigente más experimentado del PCS.

El FNOC aglutinaba al Partido Revolucionario Abril y Mayo (PRAM), Fraternidad de Mujeres Salvadoreñas, la Asociación Juvenil 5 de Noviembre y la Tazumal, AGEUS, el Partido Revolucionario Democrático (dirigido por José María Méndez padre) y la Confederación General de Trabajadores Salvadoreños (CGTS). Era un movimiento político de masas que logró derrocar a un dictador pero no logró tomar el poder, no se tradujo en poder. El FNOC luego del derrocamiento de Lemus en octubre del 60 se dispersó. Y esto fue evaluado.

Y entonces en 1961 Raúl plantea la necesidad de crear un nuevo instrumento que supere al FNOC, propone la creación de un frente político superior, con características político-militares, que recoja, procese y supere la experiencia del FNOC. Que tome en cuenta que la oligarquía no iba a ceder voluntariamente el poder a los sectores populares.

En este marco, Carpio regresa ese año 1961 de la URSS y se encuentra con esta situación. Y califica estos esfuerzos como expresiones de ultra izquierdismo, que reflejaban desviaciones pequeño burguesas, de sectores pequeño burgueses enquistados en la dirección del PC. Criticó que esa no era una posición del proletariado sino una desviación ideológica. Schafik salió en defensa de la posición de Raúl y desarrolló esa posición.

Explicó que había la necesidad de construir un movimiento de los sectores más avanzados políticamente, altamente organizado, una fuerza organizada, calificada, de choque, con capacidad de respuesta, de auto defensa de las masas, que realizara acciones de propaganda armada, y de lucha armada. Argumentó que se había botado a Lemus, pero no se pudo alcanzar el poder por falta de un instrumento de este tipo.

El debate con Carpio siguió hasta 1963 cuando funcionaba el Frente Unido de Acción Revolucionaria (FUAR).Carpio logra desplazar a Schafik de la conducción de este instrumento. Carpio estaba interesado en que el Partido promoviera la organización del movimiento sindical y en que este superara su carácter artesanal, la visión de pequeño taller y fuera al encuentro del proletariado industrial y Carpio estaba empeñado en esta dirección…

O sea que las diferencias que hacen crisis en 1970 tenían diez años de venirse gestando. En 1970 por ejemplo, Carpio se opuso a la idea de construir una amplia alianza de fuerzas políticas contra la dictadura militar, que incluyeran al PDC y al MNR. Carpio saltó enojado y expresó en su estilo que tal idea era “avanzar en dirección del pensamiento pequeño burgués y apartarse de la lucha del proletariado.”

Carpio indicó que ya el PAR con la candidatura del Dr. Fabio Castillo en 1967 había demostrado la inconsecuencia de esa línea…que se estaba abandonando al movimiento obrero…En ese momento se le sumó a estas ideas Raúl Padilla Vela. Pero fue un pensamiento que no avanzó, no prevaleció…

Carpio había perdido la batalla dentro del PCS

Ya para ese momento, enero de 1970, Carpio había perdido la batalla interna en la dirección del partido. Había dado la batalla ideológica, la perdió y entonces se dedicó a crear organizaciones con elementos seguidores de él, fieles ejecutores de sus designios, y entonces formó grupos como los Nonualcos, la Tazumal, y otros.

Creo las Fuerzas Armadas revolucionarias salvadoreñas, aglutinando a algunos sindicalistas, a algunos estudiantes universitarios, a los integrantes de la Célula Frank Paiz, entre estos los entonces estudiantes Roberto Vargas, Salvador Moncada, Salvador Menéndez Linares, el Peche Alfredo Quezada, y no pudieron llevarse a Miguel Ángel Sáenz Varela, que también era de esta célula pero que era ya un cuadro de dirección del Partido.

Al regresar de la URSS busque a Carpio ya que él era el secretario general y tenía que informarle de los estudiantes allá. El hizo un fuerte esfuerzo para reclutarme para sus posiciones. Le dije lo que se había discutido en Moscu, que no habíamos estado de acuerdo con la posición sobre la guerra con Honduras, de la Comisión Política del PCS que hizo Pepe Rodríguez Ruiz.

Carpio me invitó a su casa en la Colonia Zacamil para almorzar. Me echó todo un rollo como de 3 horas tratando de denigrar a Schafik, a Raúl y a Roberto (Castellanos Calvo). Los acusaba de ser fieles representantes de sectores pequeño burgueses dentro del Partido. Además agrego que tenía sospechas que trabajaban para los servicios de inteligencia del enemigo.

Me calentó, me indignó que hiciera estas últimas acusaciones. No le ayudaron en nada para convencerme, como era su propósito. Le exprese que no se puede acusar a nadie sin presentar pruebas. Y que él como secretario general debía de presentar pruebas, y ceñirse a los estatutos. Los estatutos de nuestro partido definían el proceso que debía seguirse.

Le dije que me sorprendía que él como secretario general con una larga trayectoria histórica de compromiso político, pudiera llegar a estas conclusiones que eran graves y causaban un grave daño al Partido. Le rete a que si tenía pruebas de lo que estaba diciendo que yo lo acompañaba. Pero que si no las tenía, que debía de rectificar y someterse humildemente al principio de la autocrítica.

Me fui luego a ver a Schafik, que vivía en la Colonia El Roble, al costado sur del parque, en un pasajito, le dije: vengo de ver a Carpio, me ha contado algunas cosas, le manifesté mi preocupación por estas acusaciones y mi deseo de reintegrarme al trabajo político…parece que no era el primero que llegaba porque Schafik no mostró ninguna sorpresa ni mayor preocupación. Me expresó que las diferencias con Carpio llevaban ya bastante tiempo. El incluso había sido sacado del FUAR como resultado de estas divergencias.

Sus relaciones con Carpio habían sido anteriormente fraternas, incluso en un momento vivieron juntos en un cuartito, me expreso que respetaba y admiraba mucho sus valores, capacidades, dotes, su experiencia en la dirección del movimiento sindical, sacrificio, pero que también tenia defectos, si Saúl no encontraba compañeros que se le doblegaban y sometieran entonces chocaban con su personalidad, si alguno le discutía se convertía en su enemigo. Ellos trataron de convencerlo, pero él se fue distanciando, y como representante de los sectores obreros, en 1964, buscó el apoyo de diverso sindicalistas para ser electo en el V Congreso como secretario general. Pero en 1970 había ya perdido la batalla…

En 1970 al regresar, me nombran para integrarme al Comité Departamental de San Salvador como responsable de Educación. El Coordinador era Blas Escamilla, Raúl Padilla Vela el de Organización. Además lo integraba Emma Guadalupe Carpio, Romeo Granadino, Jesús Paz, (que lo expulsaron del país por ser hondureño junto con Salvador Moncada.) Nos reuníamos en la Col. Ferrocarril, en la casa de Padilla Vela.

Yo regrese con mucho entusiasmo, con muchas ideas en la cabeza para poner en práctica lo aprendido y me encuentro con todo el mundo sumido en la lectura del informe de Carpio sobre los sucesos de la guerra con Honduras. Horas y horas, meses enteros dedicadas las células a esta lectura y discusiones, mientras la vida transcurría, la lucha de clases se estaba desarrollando fuera de nuestras largas y estériles lecturas y discusiones.

Y entonces lo primero que propongo en el Comité departamental es que se retire de las bases el Informe de Carpio y logró convencerlo, el único que tuvo dudas fue Blas, por su amistad con Carpio. Ambos venían del sindicato de panificadores.

El centenario del natalicio de Lenin

En aquel momento nos encontrábamos inmersos en los preparativos para la celebración del centenario del natalicio de Vladimir Ilich Lenin. Habíamos organizado dos actividades. Una en el local de la Unión de Trabajadores Ferrocarrileros (UTF) el 24 de enero y otra en el paraninfo de la Universidad Nacional. En su exposición en la UTF Carpio critico abierta y públicamente a la dirección del Partido de la que formaba parte. En la asamblea había militantes y simpatizantes y esto produjo confusión y sorpresa.

Propuse que se convocara de urgencia para discutir la posición del CD en relación a las declaraciones de Carpio en la UTF, en las que hablo públicamente criticando a la dirección del Partido. Nos fuimos para la casa de Raúl. Y para nuestra sorpresa vimos aparecer a Salvador. Explicó que venia solo a saludarnos. Padilla Vela, que no tenía pelos en la lengua, le dijo: mira Salvador, nos vamos a reunir, nos hemos convocado para discutir tu posición pública sobre la dirección del partido, como secretario general tenés derecho a quedarte, pero lo mejor es que no te quedés. Y no se quedo se despidió y se fue.

Luego de una acalorada discusión acordamos enviar una carta exigiendo la aplicación de los estatutos a Carpio por haber criticado a la dirección del Partido, sin permitir espacio para la defensa. Y a Blas se le encargó que entregara esta carta. Carpio comprendió que la Departamental se le venia encima y confió en lograr el apoyo de una parte de las células a las que se dedico a visitar. Pero nosotros también salimos a visitar a las células para explicarle la situación, trabajamos a las células y lo neutralizamos. Únicamente pudo llevarse a Dimas Alas, que era el secretario general de la FUSS, y a Ernesto Morales. A la Chila y a Chepe Martínez, panaderos, y a los de la Frank Paiz.

Luego el Partido retomo la conducción del movimiento social y dio dirección a las huelgas de los panificadores y textileros. Asimismo se convoca al Comité central y se iniciaron los preparativos para el Congreso del partido, que seria el VI. Se convocó a una reunión ampliada del CC que criticó las posiciones de Carpio. Según Schafik en esa reunión Carpio presento la renuncia y no se le acepto, pero después al ver que tenia todo en contra, se le acepto. El CC por mayoría acepto que había que resolver esta situación.

El 30 de marzo Carpio presenta su renuncia. Y es aceptada. Entonces él devolvió bienes, entregó documentos y se le facilitaron fondos por algún tiempo, se le facilito vehiculo y chofer, que era Mario Sibrian, que era el chofer de Carpio.

El VI Congreso del partido se realizó en agosto de ese año, fue en una casa en Los Planes. También el VII fue en Los Planes. Hubo alrededor de 80 delegados que ingresaron bajo estrictas condiciones de clandestinidad. En este congreso se sometió a crítica el desempeño de la dirección y varios de sus miembros fueron separados de sus cargos. Para algunos compañeros y compañeros fue difícil asimilar la situación con Carpio. Me acuerdo de una compañera maestra, Mercedes López, fue una situación difícil. El congreso analizo la situación política, económica, social del país y trzo orientaciones para el nuevo periodo.

Sostuvo el VI Congreso que el país vivía una agudización de la crisis que reflejaba el agotamiento del modelo lo cual creaba condiciones para derrotar a la derecha en el plano electoral.

Se evaluó necesidad de fortalecer y cohesionar al partido, resolver los problemas acumulados, incluyendo al izquierdismo pequeño burgués y al reformismo dentro del movimiento sindical manifestado como economismo, que retardaba el desarrollo del Partido y su papel de vanguardia entre las masas. El Congreso eligió a los miembros de la dirección, pero se considero prudente no elegir a un secretario general sino quedo un triunviro integrado por Schafik, Raúl y Roberto (Castellanos Calvo). A mi se me envía a fortalecer la Comisión sindical. Y desde este espacio fundo la Escuela Sindical.

Como estrategia política se adoptó la necesidad de organizar la fuerza política que enfrentara y derrotara al Partido de Conciliación Nacional, al PCN. Este era un reto para el cual necesitábamos un instrumento político, aprovechando toda la experiencia positiva acumulada con el PAR. La primera propuesta que hicimos fue una coalición integrada por nosotros como Partido Revolucionario, junto con el Movimiento Nacional Revolucionario y el Partido Demócrata Cristiano. O sea PR-MNR-PDC.

Pero cuando hablamos con el PDC, tanto José Napoleón Duarte como Abraham Rodríguez nos manifestaron que no estaban de acuerdo, que rechazaban hacer una alianza política con el Partido Comunista por medio de un partido ilegal como era el Partido Revolucionario, el PR. Es así como llegamos al UDN, que era un partido legal.
Y nos movemos al UDN

Y decidimos buscar al coronel José Ascencio Menéndez, cariñosamente conocido como Cabro Loco, originario de Apaneca, fundador del partido Unión Democrática Nacionalista, UDN. Fue también el fundador del PAR. Empezamos pláticas con él y los que lo acompañaban, entre estos Chico Lima, Álvaro Magaña, Mario Rodríguez Inclán, su esposa Dalila. Fueron reuniones positivas. Y nos movemos al UDN. Acordamos convocar a la primera Convención Nacional, en la que se eligió una nueva directiva.

Fue electo como secretario general Carlos Humberto Rivera, agrónomo de Santa tecla, dueño del agroservicio La Semilla, que después fue secuestrado y apareció asesinado. Como presidente fue electo Manuel de Paz Villalta, secuestrado y desaparecido. En esa primera directiva estuvieron por parte nuestra, Alfredo Acosta y mi hermano Pedro Santacruz. Teníamos directivas en muchas partes del país, en San Vicente, San martín, Usulután, en Cuscatancingo.

Y por medio de esta alianza política, que bautizamos como Unión Nacional Opositora, UNO, y llevando como candidatos a José Napoleón Duarte y a Guillermo Ungo obtuvimos un significativo triunfo electoral en las elecciones presidenciales de 1972, pero debemos de reconocer que como Partido no estábamos preparados para asumir la conducción estratégica de la respuesta popular al fraude cometido por la dictadura militar.

Y los militares, la dictadura, la oligarquía, se impusieron…esta experiencia señaló, expresó ya a esta altura, el agotamiento del sistema político y creo las condiciones para el desarrollo de modalidades alternativas. Diversos sectores se nos acercan, incluyendo a sectores profesionales, sectores de la UES se incorporan, los intelectuales se incorporan al esfuerzo político en contra de la dictadura militar.

Estas incorporaciones nos comprobaban que las posiciones de Carpio y de otros compañeros estaban equivocadas. La vía electoral todavía no se había desarrollado a plenitud. Había un potencial político que debía de aprovecharse. La inmensa mayoría del pueblo necesitaba todavía transitar por la vía electoral, hacer su propio aprendizaje político, necesitábamos divulgar el programa político de la UNO, construir conciencia política.

Tanto las bases programáticas como las jornadas de lucha electoral de la UNO, del 72 y del 77 fueron claves para este aprendizaje político de los sectores populares que comprendieron la necesidad del cambio. El pueblo salvadoreño estaba como una esponja, ansioso de recibir conocimientos e incorporarse la lucha política electoral. Esto echó al traste la tesis de Carpio de que “el escalón de desarrollo de la conciencia de clase era la lucha económica.”

Comprobamos en la práctica que por medio de la lucha política electoral incluso los sindicatos, los gremios, podían incorporarse. Era la mejor oportunidad para enfrentar el problema de la crisis política existente.

La oligarquía decidió bloquear en 1972 el proceso de entrega de la victoria electoral y al hacerlo exacerbó el sentimiento popular de repudio al régimen militar así como debe reconocerse que la lucha electoral se había lesionado, se había fracturado, y surgió la necesidad de abrir otras vías de expresión de la voluntad popular. Al interior del partido, en las células, se inicia una discusión sobre este fenómeno y concluimos que si bien era cierto que la lucha electoral se había lesionado, no estaba todavía agotada.

Regreso a los países del socialismo

En noviembre de 1971 la dirección del partido me designa como delegado del PCS al VI Congreso del partido Obrero Unificado de Polonia (POUP). Y viajo a Varsovia. En este congreso Gomulka fue sustituido por Edward Gierek. Llegaron varios latinoamericanos, es entonces que conocí al dominicano Narciso Isa Conde, y también estaban La Pasionaria, la española Dolores Ibarruri, el brasileño Luís Carlos Prestes, el costarricense Manuel Mora y otros destacados dirigentes comunistas.

Luego viajo a Praga, Checoslovaquia para n encuentro de la revista Internacional Problemas de la Paz y del Socialismo. No teníamos entonces representante en la revista. Luego viajo a Moscú, y aprovecho para visitar a mi escuela, y me reúno con mis antiguos profesores.

Regreso el 30 de enero de 1972. Lo hago vía Montreal luego México donde soy capturado por la INTERPOL. Y antes me habían interrogado en Montreal.

Capturado y encarcelado en Guatemala.

Me capturan en el Aeropuerto Internacional Benito Juárez de México cuando hacia fila en la Línea Aérea para registrar la continuidad del viaje a El Salvador. Dos o tres tipos se me acercan, me llaman por mi nombre para comprobar que viajaría a El Salvador. Al ver esta conducta inusual por estos agentes, me aparto de la fila, trato de salir del Aeropuerto pero me detienen y me conducen a un despacho de interrogatorio policial.
Me decomisan los documentos y boletos aéreos, salen con ellos, regresan al rato y sin ninguna explicación me conducen al avión con dos agentes de custodio. Así llego al Aeropuerto Internacional de Ilopango, en El Salvador, donde me estaban esperando. Me detienen, me llevan a un cuarto para un registro e interrogatorio minucioso. El operativo estuvo a cargo del Inspector Antonio Amaya, apoyado por dos agentes, todos vestidos de civil. Me sacan del Aeropuerto, me meten en un carro color café, me conducen al cuartel de la Policía Nacional, por la entrada del costado Sur.
Era el 30 de Enero de 1972. Fue el comienzo de una odisea de secuestro, torturas diarias y de un tormento que aún perdura en mi memoria. Me desaparecen, nadie sabía de mi paradero. Me secuestran durante esos tres meses, pasándome de El Salvador a Guatemala y viceversa. Me someten a todo tipo de torturas. No era fácil pero me mantengo firme, claro, estaba preparado psicológicamente para un momento como ese y logro superarlo. Ni siquiera la militancia partidaria logra arrancarme el enemigo.
Había leído varias experiencias nacionales e internacionales sobre los diversos tipos de torturas a que los revolucionarios y revolucionarias estamos expuestos, sabía de las modalidades de interrogatorios; estaba consciente de lo que me esperaba, estando en manos de los cuerpos policiales entrenados por expertos norteamericanos, israelitas y de otros países. No tenía ninguna duda de que podía pasarme: asesinarme o desaparecerme como lo que hicieron con el Chiquitín García, con Carlos Humberto Rivera, con uno de los hijos de Lucila Torres y con otros compañeros desaparecidos meses antes.
Por primera vez experimento en carne propia toda clase de torturas: la capucha de hule rociada con polvillo tóxico de gamezán; me arrancan las uñas, me quiebran lo dedos de la manos, dislocan mis hombros, me aplican la rueda de caballitos, el avión, el fusilamiento, la colgada desde las manos engrilletadas y pies soportando el peso durante 12 días, aplican choque eléctricos en los genitales, para mencionar algunas de las modalidades. En una ocasión me visten de militar, me meten en un vehículo militar, me llevan en dirección del Poy a la frontera con Honduras, para doblegar mi alta moral ante un posible ametrallamiento de los militares hondureños. Me conducen a cárceles clandestinas de Guatemala, en donde proceden a colgarme desde las manos engrilletadas, me inyectan el suero de la verdad.
Me aplican choques eléctricos. Me colocan dentro de una pila con agua con hielo. Me dislocan nuevamente los dos hombros, permaneciendo así durante ocho días. Luego de tres meses de llevarme y traerme de regreso y repetir la operación 15 días después, me trasladan al Tercer Cuerpo de la Policía de Guatemala, en donde me dejan incomunicado en una celda clandestina.
Era una celda oscura, sin servicios sanitarios ni drenajes de ningún tipo. Desde que uno era aventado a su interior, por el hedor y lo chicloso del piso, pues esta cubierto de excrementos. No había manera de ver para elegir el mejor lugar para sentarse o mantenerse sentado, recostado sobre la húmeda pared. Había que caminar sobre los excrementos hasta encontrar un lugar. Me encontraba en una oscuridad completa y un hedor insoportable. Había pasado doce días colgado de pies y manos, ahora estaba en una posición aliviada. Según mis cálculos hacía 15 días que no consumía ningún alimento.
Me acusaban de haber viajado a Europa a buscar financiamiento para la campaña de la UNO. El enemigo estaba perdiendo las elecciones y necesitaban una ayuda para debilitar a la UNO. Yo era el conejillo elegido para mejorar la campaña a su favor. En todos esos días estuvo en mi mente la idea de que me asesinarían por no colaborar con ellos. Estaba seguro que no lograrían sus propósitos. Muchas veces les emplacé a proceder cuanto antes a asesinarme, acusándoles de que ese era su preparación, para eso era lo único que servían, como simples instrumentos de la dictadura.
Así permanecí luchando en esa trinchera, en manos del enemigo. Por momentos hacía cálculos sobre las posibilidades de derrotarlos en su propio terreno, incluso si era asesinado, sería una derrota política de ellos al fracasar en sus intentos por quebrar mi moral revolucionaria. En El Salvador era muy conocido el fatídico Palacio Negro del cuartel de la Policía Nacional. Entre los diferentes tipos de torturas con duración de una semana, me trasladaban a otro lugar y me regresaban al mismo lugar me fui haciendo la idea de que ya no regresaría.
Cuando estaba en la celda oscura llena de excremento humano, cuando habían transcurrido 19 días sin alimentos, pero estaba vivo, pensé que sería el final. Tuve que elegir una esquina sin muchos desechos y sentarme sobre un zapato. No podía a esas alturas permanecer de pie. Además, los orines durante la colgada prolongada habían dañado los testículos. El dolor era intenso y suponía un problema de infección. No contaba ni siquiera de un poco de agua para lavarlos y las manos no podían tocarlos y agravar la infección. No obstante la situación sumamente precaria en que me encontraba, en ningún momento apareció en mí flaqueza alguna.
No podía pararme, las extremidades inferiores, las nalgas y las manos estaban completamente dormidas. Las piernas y las pompas porque habían soportado el peso de mi cuerpo en una posición incómoda e inmóvil. Como todo el piso estaba cubierto de desechos fecales, mis testículos muy adoloridos y despellejados, se me ocurrió colocar uno de mis zapatos en un de las esquinas del pequeño cuarto y sentarme sobre él. Para no ensuciarme el pie descalzo lo coloque sobre el otro zapato y me senté sobre el zapato. Así permanecí tres días, turnando pararme cada cierto tiempo. Pero la falta de agua y de alimentos por casi tres semanas había debilitado mi cuerpo, mis piernas no respondían.
Mis fuertes convicciones ideológicas no me abandonaron nunca, siempre permanecí lúcido para enfrentar al enemigo en aquellas condiciones. Utilizaba el tiempo para repasar una y otra vez los interrogatorios, las tácticas suaves y duras de los interrogatorios, la utilización de los golpes físicos y las torturas de ablandamiento. Nada de eso quebró mi alta moral revolucionaria. Siempre recordaba a Julius Fucic, al periodista revolucionario checoslovaco, que soportó con estoicismo las prolongadas torturas de los fascistas hitlerianos, que le fracturaron casi todo el cuerpo y jamás pronunció una confesión de traición a la causa revolucionaria. Con sus huesos rotos pero con esa alta moral murió de los tormentos derrotando a sus enemigos al no darle nada de lo que pedían.
También recordaba a Luis Carlos Prestes, al legendario revolucionario brasileño, al Capitán del Ejército brasileño, preso por diez años y salvajemente torturado por los esbirros del primer gobierno de Getulio Vargas. Recordabas la experiencia de Salvador Cayetano Carpio y su ejemplar resistencia y conducta, como la de su esposa Tula Alvarenga y las de otros camaradas que también prefirieron morir en las bartolinas de la dictadura antes que traicionar al Partido y su causa. Ese repaso de la experiencia histórica ayudaba mucho en esos difíciles momentos para vencer la tortura y derrotar a los enemigos.
Recuerdo que el centro principal de los interrogatorios giraba alrededor de la UNO. El enemigo necesitaba a toda costa una declaración que afectara la imagen y la legalidad de la UNO, de sus dirigentes, de su fórmula presidencial. Muchas veces me presionaron y me ofrecieron este y el otro mundo para que firmara una declaración de haber recibido financiamiento de los países socialistas para la campaña de la UNO. Les interesaba mucho un testimonio sobre los contactos y relaciones de la UNO con Cuba y con la Unión Soviética, especialmente con los Partidos Comunistas del Campo Socialista. Todo el interrogatorio bajo los supuestos efectos del suero de la verdad giró alrededor de estos temas.
Al principio en el PCS no se enteran de mi captura, pero luego, al no regresar al país en la fecha anunciada, algunos compañeros y la Dirección misma entraron en sospechas. Yo logre avisarle a Pedro mi hermano que trabajaba en ese tiempo en el Seguro Social. Eso fue posible con la ayuda de un preso en ese Tercer Cuerpo policial, que estuvo vinculado por un tiempo con el Partido Guatemalteco del Trabajo. Sucedió que donde me encontraba secuestrado, en una celda clandestina dentro del Tercer Cuerpo, fuera de las celdas clandestinas, había un pasillo por donde algunos presos circulaban sin detenerse. Pero un día ese amigo se detuvo, se recostó en la puerta metálica que parecía pared, en ambas lados del pasillo había puertas de hierro. Ese compañero sospechó que alguien estaba detrás y tocó suavemente, con los dedos, la puerta y le respondí. De ese contacto surge la idea genial de introducir un pequeño trozo de grafito de lápiz y papel para escribir la dirección a donde y a quien avisar. Y lo hizo, tal como lo prometió.
Este amigo ya había estado en una de esas celdas, pero su caso no era grave y lo sacaron al recinto de los presos comunes. El descubrió que había un pequeño agujero en la esquina inferior izquierda de la puerta. Por ese agujero pasaría el grafito y el pequeño retazo de papel higiénico. Cuando escuché su señal no reparé en la cantidad de desechos acumulados en ese lado de la puerta. Tampoco sentí dificultad para levantarme y tomar el papel y la mina desgastada de lápiz para que entrara en el agujero de la puerta pared. Con dificultades tomé el grafito y escribí el escueto mensaje dirigido a mi hermano Pedro. Dos días después sonaron voces fuertes pronunciando mi nombre. Sonaron casi a gritos las voces de los abogados amigos que llegaron a buscarme.
Aún suenan en mi cerebro los gritos del abogado comunista del PGT, Santiago López. ¡DOMINGO SANTACRUZ, SI TE ENCUENTRAS AQUÍ RESPONDE, “SI! El amigo preso corrió para alertarme. Lo llaman amigo, esté alerta y responda fuerte. El corazón volvió a latir con fuerza, cuando las fuerzas físicas estaban al límite. Respondí y así me encontraron casi al borde de perder la vida. Habían transcurrido 19 días sin tomar alimentos, ni agua. El sueño había desaparecido casi por completo desde varios días antes. Las torturas habían destruido partes vitales del sistema nervioso de mis manos y pies, no sentía ya los dolores de mis huesos rotos, mis hombros dislocados, las manos y mis dedos no sentían nada, estaban como muertas. Los grilletes habían roto, las comunicaciones radiales de ambas manos. La nariz rota, mis ojos aún sangrando. Presumía una hematoma interna de uno de ellos, la cual comprobé días después.
Los gritos escuchando mi nombre devolvieron energías a la vida que nunca perdió las esperanzas de vivir para continuar luchando contra el sistema injusto de la dictadura militar. El Abogado guatemalteco llega e insiste, viene en mi búsqueda, jamás olvide su nombre Santiago López. Este valiente abogado del PGT se las jugó para rescatarme de la cárcel clandestina. En ese Tercer Cuerpo me negaban, pero al gritar mi nombre y escuchar mis gritos, mi respuesta, ¡AQUÍ ESTOY!, pronunciada con todas las fuerzas que me quedaban, no pudieron impedir, por ley, que me aceptaran mi presencia en ese cuerpo policial.
El Abogado camarada se apoyó en un Magistrado de la Corte Suprema de Justicia, para que presenciara ese trámite. Cuando no respondí la primera vez, fueron a todos los Cuerpos y regresaron de nuevo a gritar mi nombre, hasta que escucharon mi respuesta con alivio. Y yo también, pude experimentar mi alivio: había vencido al enemigo en esas condiciones, estando en sus manos no pudo derrotarme, gracias a la fuerza de ese principio de la solidaridad militante de los camaradas del PGT y del amigo guatemalteco, de la oportuna intervención de la Dirección del PCS que se movilizó para rescatarme de las garras de los asesinos, de los cuerpos de seguridad salvadoreños y guatemaltecos, y de la complicidad del imperialismo norteamericano. Por fin pude respirar con alivio. Con la ayuda de mis hermanos, de mi familia y de mis camaradas pudimos derrotar al enemigo.
Que feliz me sentía en esos momentos. Que importaba lo demás. Me sentía orgulloso de ser un fiel soldado de la revolución popular. No lograron quebrar mi alta moral revolucionaria, lo más sagrado para un revolucionario: cumplir con su alto deber al lado de la causa. Lo demás podía repararse y tratar de curarse. Con solo quedar con vida para continuar la lucha, con eso me bastaba. No pude impedir llorar en esos momentos de alegría. Acudieron a mi memoria las angustias de mi madre, de mi padre, fuerte como un roble, a pesar de su humildad, de mi familia, de mis camaradas caídos combatiendo al mismo enemigo al cual me había enfrentado había no sin dificultades. Traté de dormir un rato para recuperar fuerzas físicas pero no pude. Había que pensar en como salir adelante. No sabía de las futuras trampas colocada por el enemigo en mi contra.
Estaba muy lejos de imaginar lo que esperaba. Cuando oí mi nombre y grite bien fuerte que allí estaba, apenas había ganado el primer round. Con continuaba escuchando mi nombre y volvía a gritar, respondiendo: ¡AQUÍ DOMINGO SANTACRUZ, AQUÍ ESTOY, DOMINGO SANTACRUZ, AQUÍ ESTOY! Y entonces, después supe que el abogado Santiago López puso un recurso, posiblemente de Habeas Corpus o de Reconocimiento, o algo por el estilo, en los tribunales, para que reconocieran mi presencia y me sacaron del Tercer Cuerpo.
Así, frente al hecho de que no podían ignorar mi presencia en el Tercer Cuerpo, el enemigo fragua toda una farsa: me sacaron vendado de los ojos, como había permanecido por casi tres meses. A finales del mes de Abril, después de tres meses de secuestro, vendan de nuevo los ojos, me sacan de la celda clandestina y me conducen con destino desconocido. Tiempo después, a la luz de la maniobra pude deducir que me llevaron a un supuesto Hotel, en donde me registran con un nombre falso: Domingo Mencos. Con ese nombre trataron de vincularme al tráfico de drogas y así llevarme a los tribunales comunes, tratar de condenarme y mantenerme en la cárcel, junto a los ladrones y narcotraficantes. Por eso era necesario que me tragara unas pastillas, supuestamente aspirinas para el dolor, sin importar la forma de lograrlo.
Casi me rompen los dientes tratando de abrirme la boca con una espátula metálica. Por supuesto, no lograron su propósito. Uno de los policías cometió una ligereza insinuando que yo, con nombre falso, andaba en ese tipo de actividades. El plan exigía una presentación apropiada. Me cambiaron ropa, supuestamente en ese Hotel, el cual serviría para legalizar y justificar el operativo Policial y toda la acusación formal que estaban tramando hasta llevarme a los tribunales. Me regresan un determinado lugar que resultó ser el Tercer Cuerpo, me quitan la venda de los ojos, me bajan del carro con placa particular, me dejan en manos de policías uniformados frente a l puerta principal del edificio y los elementos vestidos de civil se van a toda prisa en el vehículo en que me llevaron allí.
Tres días permanecí en las celdas de los reos comunes. Allí pude conocer y tratar al amigo guatemalteco que me ayudó. Yo mismo no me reconocía. Había perdido unas ochenta libras de peso. Ambos ojos mantenían hematoma interna, la nariz sangraba con facilidad, los hombros eran un desastre. El amigo buscó algo que sirviera de utensilio para recibir el rancho: un par de tortillas delgadas (chapinas) con una pequeña porción de caldo de frijoles. Encontró un cartón de un cuarto de litro de chocolatina, vacío. Pero no llegó a tiempo para el rancho. El me ofreció parte del suyo, pero mi estómago no podía tolerar nada de eso que ofrecía. No pude comer nada. El cartón me sirvió para tomar sorbos de agua cada hora hasta que pude tragar un par de bocados. Yo estaba consciente que no debía cometer un error en ingerir cualquier alimento y poner en aprietos a mi estómago vacío, pues una infección intestinal en las condiciones en que me encontraba podía causarme muchos sufrimientos adicionales. Así pasé hasta que me citan a los Juzgados.
El Secretario del Juzgado me pregunta: ¿Por qué ha sido detenido? Y luego: ¿Sabe de qué se le acusa? El secretario del Juzgado era un estudiante progresista, escuchó mi relato y me dijo rápidamente: el cuerpo del delito es droga, lo acusan de traficante de drogas. Le pregunto si hay pruebas y me enseña un costal parecido a las bolsas de Cemento, llena de Marihuana. El abogado santiago me informó que no había manera de evitar el Penal. Entonces me trasladan para el reclusorio conocido como la Penitenciaría Pavón, ubicada en las alturas de San José Pinula. Fue una dolorosa y desagradable experiencia, especialmente por el estado de salud en que me encontraba.
Me preparé para esa nueva prueba. No sería el primer inocente en ser encerrado. Todo revolucionario debe estar siempre preparado y eso hice, prepararme mental y sicológicamente. Vestido con la ropa de viaje a Europa, con abrigo, sombrero y hasta con una bufanda de seda, me trasladan al Pavón junto con otros presos comunes. El Bus se desplazaba con toda aquella carga de delincuentes y dentro de ellos me encontraba dando la impresión de era empresario con adinerado. Dentro de los presos figuraban por lo menos tres que no ocultaban su condición de asesinos. Uno de ellos había encerrado a su mujer y dos hijas dentro del carro y prendido fuego por presunta infidelidad. No era casual que el bus fuera bien custodiado con vehículos de seguridad delantera y trasera. Al llegar a Pavón me percaté que era obligación quitarse la ropa, depositarla en un recipiente con agua hervir, como una supuesta medida profiláctica, de prevención para evitar los piojos y otros bichos.
Estaba haciendo un frío terrible pero todo indicaba que no había otro camino. En la fila estaba, ya conforme con el inevitable procedimiento, cuando alguien de los presos se me acerca y me dice: “Patrón, por cinco Quetzales le evito pasar por el hervidero, si acepta lo saco de la cola” Le hago señas de que si para ver que pasa. Me sacó y hizo pasar por el control sin objeciones. El pipo observa mi anillo de graduación, de aproximadamente 22 gramos de oro que habían devuelto en el Hotel. Me propuso negociarlo o conseguirme un buen préstamo con un módico interés. También acepté, no tenía en ese momento muchas opciones, además, eso podía recuperarlo después o fabricar otro. Luego, ya en la cuadra de los reclusos, me encontré en una situación no prevista. No tenía una idea de cómo se desenvolvería mi permanencia allí. No había cama, colchoneta, y menos ropa de cama.
Cada preso debe arreglárselas para resolver esos importantes detalles, sin hablar de la comida. La primera noche duermo en la parte superior de un catre, soportando el frío con solo el abrigo que afortunadamente me devolvieron en el Hotel. El tipo intermediario consiguió 20 Quetzales por el anillo y con ese dinero resuelvo la adquisición de la colchoneta en planta baja, dos cobijas calientes y las cortinas para encerrar la parte inferior del catre. Algo que sobró sirvió para conseguir algo de alimento comprable dentro del reclusorio. Pase un año preso. Me leí todos los libros que había en esta penitenciaria, organice también una Escuela Política. Estando preso, sin tener acceso a informaciones de primera mano, pude enterarme sobre los sucesos del golpe del Coronel Benjamín Mejía, del Mayor Pedro Guardado y del Ing. Manuel Reyes, también sobre el triunfo electoral de la UNO. Con razón, pensaba, tanta insistencia en obligarme a colaborar.
Supe sobre el fallecimiento de Segundo Ramírez. La noticia la leí en un pedazo de periódico. Un día de visita escucho mi nombre y el adjuntado por la Policía de que tenía visita. Salgo al punto de encuentro y mis ojos ven con sorpresa y mucho agrado a Dagoberto Gutiérrez que había llegado a visitarme. Sin perder tiempo, con inusitada seriedad me pregunta: traigo la misión de parte de la Comisión Política de preguntarte si confesaste algo a la Policía y sobre qué. No me agradó mucho la forma de preguntarme pero comprendí que era una misión. “Dile a la CP que no lograron sacarme ni siquiera la militancia partidaria”. Bueno, me dijo, eso me basta.
Todo el año 72 lo paso preso en Guatemala. Fui liberado casi al final de ese año. Primero el abogado logra sacarme bajo fianza con la condición de no salir del territorio guatemalteco. El PGT me aloja en casa de amigos de la colonia La Florida, en la Zona 19. Fue una magnífica familia, muy atenta y solidaria. Guardo en mi memoria una gratitud que no podré pagar nunca. En esa casa estuve esperando al chofer que me conduciría a una reunión con la Comisión Política del PGT, la cual se frustró porque los cuerpos de seguridad asaltaron la casa donde se encontraba reunida la mayoría en una Y caí con rubéola. Llegue a pesar 122 libras. Pero siempre con la moral en alto, seguro de mis ideales que nunca he abandonado ni lo voy a hacer. Me tuvieron preso por un año.
Regreso a El Salvador. Me designan para la secretaria de Educación, la SNE. Al Chele Rafael Aguiñada lo pasan para la Comisión Sindical. Ese año a Schafik lo eligen como secretario general. Y da comienzo una escalada represiva del régimen militar, crecen las capturas. En 1974 matan al “Beatle”, a Jorge Alberto Morán Cornejo, lo asesinan y lo lanzan al Río Acelhuate; en 1975 capturan en La Unión al Niño, a Víctor Manuel Sánchez Bonilla, el chofer de Schafik, junto con otro compañero, hijo del Alcalde de Sonsonate, lo hacen firmar su libertad y al salir de la guardia nacional lo vuelven a capturar y lo desaparecen. La cintura de esa década estuvo saturada de represión, persecución, ametrallamientos y asesinatos por el Ejército y los Cuerpos de Seguridad. Numerosos hechos están registrados en la memoria del movimiento popular: La Cayetana, Tres Calles, el 25 y 30 de Julio en Santa Ana y el paso a dos niveles de la 25 Av. Norte de San Salvador, respectivamente. El grupo militarista del ERP asesina a Roque, a Pancho el 10 de Mayo de ese año 1975.
En 1974 surge el frente de Acción Popular Unificada, el FAPU como un esfuerzo amplio surgido desde el ERP. Lamentablemente se desarrollan conflictos al interior del ERP; y lo mejor del ERP pasa a formar la Resistencia Nacional. Al final el Frente de Acción Popular Unificada deja de ser un frente amplio pero jugó su papel histórico, importante. Todavía a principios de 1975 asistimos a reuniones del FAPU en Suchitoto, en Aguilares, en El Zapote, en el costado norte de Guazapa. Nos reuníamos con el cura Rutilio Grande, de FECCAS. Toni Martínez atendía a un núcleo de la Juventud (Comunista) en Aguilares.

Los años 70 son una época caracterizada por el auge de las luchas populares y surgen las organizaciones de masas y también las organizaciones político-militares. Había una polémica que estimulaba el desarrollo teórico e ideológico. Es también la década del debate. Cada organización contribuía dar la pelea contra la dictadura militar. Algunas consideraban que el PCS era un obstáculo para la revolución. Hay momentos particularmente claves como el 30 de julio de 1975 que desencadeno una serie de movilizaciones populares que hicieron tambalear a la dictadura militar.

En el movimiento sindical dimos el debate contra posiciones economicistas que impulsaban determinados compañeros como El Ratón Hidalgo, Carlos Quijano, Hipólito Calles. El asesinato de Rafael (Aguiñada) debilitó este debate.

Las jornadas políticas de febrero de 1977 que culminaron con la masacre del 28 de ese mes en la Plaza Libertad fueron un punto de quiebre. No obstante que habíamos dado la orientación de defender la victoria electoral de la UNO, el gane del coronel Ernesto Claramunt, no logramos como Partido entender que esa orientación iba en serio. No estábamos preparados. Nuestra participación en las elecciones presidenciales de 1977 fue decidida en el Comité central por medio de dos grandes debates, uno en abril y otro en septiembre de 1976. Ya en esa época había al interior del Partido quienes sostenían que Establecimos una alianza con el Movimiento de Unidad Nacional, el MUN, que estaba dirigido por Neto Claramount, por Mariano Castro Moran, por Mariano Munguía Payes. …..

Abril del 77: el viraje hacia la lucha armada del PCS

En abril del 77se reúne el Comité central y aprueba el viraje del PCS hacia la lucha armada. Se acordó por unanimidad. Pero no se implementaron medidas. Y hubo actitudes que bloqueaban intencionalmente esta orientación. Hubo resistencia pasiva. El si pero no. Y fue la Juventud
(Comunista) la que jugó un papel de vanguardia, impulsando el cumplimiento de este histórico acuerdo. Fueron Dagoberto (Gutiérrez) Norma (Guevara), Lito (Aguiñada), Manuel (Franco), Tito (Bazan), Jorge (Molina, conocido como Candelita), José Luís (Merino), Feliciano, Víctor (Ramos)

Es hasta dos años después, en abril del 79, en el VII Congreso que se rarifica esta orientación. Han pasado dos años, se ha crecido orgánicamente, y la lucha se ha agudizado. El VII Congreso ratifica la línea del compromiso hacia la lucha armada. De esta decisión surgirían en 1980 las FAL.
(Continuara…)

Recordando a Jorge Alberto Moran Cornejo

RECORDANDO A JORGE ALBERTO MORAN CORNEJO « EL BITLE »

23 de agosto de 1974 – 23 agosto 2008

SAN SALVADOR, 23 de agosto de 2008 (SIEP) En esta ocasión damos cabida en nuestras paginas a esta nota de Darío García, sindicalista salvadoreño exilado en Canadá, que fue secretario general del Sindicato de Panificadores y amigo y camarada de Jorge Alberto Cornejo.

A nuestro compañero, amigo y camarada « El Bitle. »

Fue un dirigente sindical muy joven de la Industria Textil, miembro de la Junta Directiva Federal de la Federación de Sindicatos de Trabajadores de la Industria del Alimento, el Vestido, Textil, Similares y Conexos de El Salvador, FESTIAVTSCES y miembro de la Juventud Comunista del PCS. Jorge Alberto trabajo en la fabrica Hilaturas de Centro América, ubicada en la entrada principal de la Ciudad de Apopa.

En esos años de represión militar, jurídica y económica desatada por la dictadura militar, cientos de trabajadores de las fábricas de la industria textil se encontraban en huelga, entre ellas Corinca, Hilaturas y otras que he olvidado sus nombres. El Bitle, un joven dirigente sindical, con una convicción revolucionaria y comunista, estuvo coordinando con sus compañeros trabajadores esas heroicas y gloriosas huelgas.

Los trabajadores demandaban mejores condiciones de vida y de trabajo y estaban resistiendo a las medidas represivas que se desataban en esas zonas del norte de San Salvador por el régimen militar de esos días.

Una madrugada del 23 de agosto del 1974, cuando dormía y descansaba con su joven esposa ya que estaba recién casado, fue sacado violentamente por elementos de los escuadrones de la muerte de esos días, quienes lo vendaron, lo amarraron de sus manos, lo hicieron caminar hasta el arenal del río Acelhuate del Barrio de Candelaria, frente al mercado Miriam de San Salvador, y saciaron su sed de criminales a sueldo, asesinando cobardemente a nuestro compañero y camarada Bitle, cariñosamente como nosotros le decíamos.

Con el Bitle trabajamos juntos, recuerdo que un día antes los dos teníamos que realizar tareas en el occidente del país, yo en Ahuachapán y él en Santa Ana, al regresar de las tareas nos teníamos que ver en el local de la FUSS en Santa Ana. Recuerdo, que yo regrese como a eso de las 5 de la tarde, el me esperaba para salir juntos hacia San Salvador. Pero en ese día, había fallecido un hijo de un compañero dirigente de la FUSS, de nombre Salvador Carcamo, diciéndome el Bitle, que no se vendría para San Salvador porque se quedaría en la velación del hijo de Salvador, por lo cual tuve que salir solo para abordar el autobús hacia San Salvador, por mis tareas al día siguiente.

Mi sorpresa fue que cuando llego ese mismo día por la noche al local de la FUSS, en San Salvador, conocido por el « 630 » ubicado sobre la Avenida Cuscatlan, me encuentro que el Bitle, ya había llegado, entonces platicamos, hicimos un balance de las tareas que habíamos realizado ese día y nos despedimos.

Al día siguiente como de costumbre siempre llegábamos al local de la 6:30, de 8 a 9 de de la mañana y la noticia que recibí ese día de Camelia Cartagena, la secretaria del Sindicato de Radio y Televisión de El Salvador, fue que al Bitle lo habían asesinado.

Fue así, de esa manera que fui la segunda persona que me entere del asesinado de Jorge Alberto Moran Cornejo. Luego de haber conocido la noticia me dirigí al lugar donde se encontraba su cuerpo, posteriormente fueron llegando otros compañeros, y después del reconocimiento “jurídico” lo recogimos y lo llevamos al centro judicial Isidro Menéndez, quedando impreso su cerebro en mis manos a consecuencias de las heridas mortales de bala que recibió. Fue algo terrible y doloroso para mi persona y el resto de compañeros.

Aun estando fuera de nuestra Patria siempre seguimos recordando a nuestros compañeros que ofrendaron sus vidas, como Salvador Sánchez Hidalgo, El Chele Aguiñada, El Niño, y otros. Que su sangre derramada sirva para seguir adelante para construir un El Salvador con justicia, libertad y real democracia.

Darío García.

Québec, Canadá, 21 de agosto del 2008.