Hablar en femenino

Hablar en femenino
Por el colectivo feminista Ruda, 1994

Hace más de mil años y durante siglos, mujeres de algunas regiones de China utilizaron una caligrafía de 2000 caracteres incomprensible para los hombres, que hoy aporta valiosos documentos para la historia china. Actualmente, solo unas 10 ancianas en todo el país conocen el nushu, este lenguaje femenino, y algunos/as investigadores/as lo están recogiendo antes de que se pierda para siempre.
En diarios y abanicos se han encontrado reflexiones íntimas, consejos, descripciones de bombardeos, guerras… Hay quien asegura que la inventora fue una de las concubinas de un emperador, que ideó este idioma para poderse comunicar con sus amigas sin ser descubiertas. Con el paso del tiempo, la extensión del uso de la lengua estándar china fue arrinconando este código femenino. Tras la revolución china, en l949, comenzó un proceso de purga de derechistas y las mujeres que practicaban el nushu tuvieron problemas. Los comisarios políticos, al no poder entender los trazos, recelaron.
La comunicación fue llamada entonces el lenguaje de las brujas. Un abanico recogido hoy por los/as investigadores/as dice: Debemos establecer relaciones de hermanas desde la juventud y comunicarnos a través de la escritura secreta. En otro diario se lee: Los hombres se atreven a salir de casa para enfrentarse al mundo exterior, pero las mujeres no son menos valientes al crear un lenguaje que ellos no pueden entender.

Hoy nosotras no queremos inventar un lenguaje secreto para las mujeres, pero nos damos cuenta de que tenemos que crear un lenguaje que nos incluya, que pueda explicar nuestra realidad, con el que nos sintamos cómodas. El lenguaje neutro-universal-masculino no nos sirve. ¿Por qué a veces, en determinados espacios (sobre todo mixtos) no logramos establecer comunicación con alguna mujer o mujeres que nos interesan? ¿Por qué no siempre encontramos correspondencia entre nuestro yo, las palabras que usamos y las cosas que decimos?
Tal vez es porque nadie nos ha enseñado nunca unos códigos comunes para decirnos y para escucharnos desde nuestros cuerpos sexuados. Por ejemplo ¿cómo expresamos con palabras nuestra diferente vivencia del tiempo? Muchas mujeres utilizamos tiempo y energía en cuidar a otras personas, en escuchar, en compartir sentimientos, en el ámbito doméstico. Para nosotras es importante, queremos que se valore, se extienda, que sea público y político pero ¿sabemos expresarlo en una asamblea, reunión, grupo de trabajo?

Para poder hacerlo necesitamos sexualizar nuestras formas de pensar, de vivir y de comunicarnos; significar nuestra diferencia sexual y convertirla en materia política, porque la diferencia enriquece, no tiene nada que ver con la desigualdad y desde ella podemos concretar nuestra visión del mundo sin seguir falsos caminos neutros. No es una tarea fácil, porque el patriarcado ha vuelto mudas muchas de las formas de comunicación entre mujeres, haciéndonos olvidar, por ejemplo, la importancia que tiene el hecho evidente de haber nacido de mujer, y una mujer generalmente nuestra madre es la que nos ha enseñado el lenguaje. Este hecho fundamental queda rápidamente eclipsado por la retórica lógico-científica-utilitaria-mass media de ese neutro-universal-masculino que se nos impone a todas horas.

Queremos intentar cultivar un lenguaje que no anule nuestros cuerpos de mujeres, un lenguaje desde el valor de nuestras propias experiencias, desde los hechos cotidianos, cercano a nuestra realidad. A la vez, desconfiamos de los cambios superficiales que pueden reducirse a cuestiones de imagen, porque nos estamos dando cuenta de que es posible aprender una serie de normas sobre lo que se debe y no se debe decir, normas que den lugar a una forma de hablar políticamente correcta, sin que cambien los comportamientos sexistas de fondo. Por ejemplo, una persona puede utilizar un tipo de discurso sin marcas sexistas, pero seguir siendo tan autoritaria como siempre. Mas aún, puede hablar muy suavemente, pero sin intención de llegar a ningún consenso, imponiendo su opinión cueste lo que cueste.

Debajo del lenguaje existen una serie de actitudes que impiden la comunicación y la participación en un grupo. Estas actitudes las utilizan tanto hombres como mujeres, pero como pensamos que son comportamientos cultural y mayoritariamente masculinos, nos vais a permitir que las escribamos en masculino. Ahí van unas cuantas:

– Ser el protagonista. Hablar mucho, demasiado alto y demasiado tiempo. – Ser el solucionador. Dar continuamente respuesta o solución antes de que otras personas puedan contribuir. – Hablar con mayúsculas. Dar la opinión de uno como si fuera la última palabra de un tema, acentuando con la postura y el tono de voz. – Estar a la defensiva. Responder a cada opinión en contra como si se tratara de un ataque personal. – Centrarse en el trabajo y el contenido. Excluyendo el crecimiento personal o grupal mediante el cuidado del proceso y la forma. – Tejerismo. Intransigencia y dogmatismo; hacer la última intervención. – Evitar los sentimientos. Intelectualizar, quedándose fuera o haciendo bromas cuando es el momento de compartir sentimientos personales. – Acaparar funciones. Encargarse continuamente de trabajos antes de que otras puedan prestarse voluntarias. – Secretitis. Reservarse información clave para el grupo, para el uso y beneficio propio.

Si no desmontamos estas actitudes competitivas y sexistas, no conseguiremos una transformación real ni del lenguaje ni de la sociedad. ¿Cómo combatirlas? Unas sugerencias:

– No interrumpir a las personas que están hablando. Dejar un espacio después de cada intervención. – Llegar a ser un buen escuchador. Escuchar bien es tan importante como hablar bien, es también una participación activa. – No dar respuestas ni soluciones. Nuestra opinión no tiene por que ser mas valiosa que las demás. – Relajarse. La ansiedad es fatal. – No hablar sobre todos los temas. – No atacar.

Manos a la obra y buena suerte.

RUDA, noviembre del 94. Las ideas expuestas en este artículo no son solo nuestras, sino de las siguientes personas: Milagros Rivera, Vías de búsqueda de existencia femenina libre: Perpetua, Christine de Pizan y Teresa de Cartagena, DUODA, n°5, 1994. Partir de si. Dossier Feminismo. Entre la igualdad y la diferencia, El Viejo Topo, nº 73, Marzo 94.

Texto publicado en el libreto que acompañaba a una cassette antisexista editada por el colectivo valenciano Dones Esmussades.

La vejez: de negación a preparación

La vejez: de negación a preparación

por Anna Arroba
Cuando nacemos, en general, somos envueltas por brazos protectores. Es mi ambición que cuando sea vieja, muy vieja, también seré envuelta por brazos protectores cuando lo necesite, ojalá por los mismos seres a quienes les brindé protección, y de esta manera cumplir el ciclo de la vida como siento que debe ser. No quiero ser una vieja abandonada, o pobre, o enferma. No quiero volverme gris e invisible, o llegar a sentir repulsión ante mi propio cuerpo. No quiero que me hablen como si fuera una niña grande asexuada que no ha vivido y que no sabe oír o entender lo que le están diciendo. Tampoco quiero siempre ser una “viejita dulce”, ni tampoco tan rabiosa. Pero si me sale la rabia que se entienda como sabiduría, y como un derecho a rechazar lo que no me gusta, y como un deber de llamar las cosas por su nombre. Y si soy indiferente, me lo gané. Y quiero, por encima de todo, salirme de las estadísticas de horror que revelan que las mujeres viejas son las personas más pobres y abandonadas en este mundo.

Hay dos verdades en la vida: nacemos y morimos. Nuestro nacimiento y temprana vida, por bueno o malo, está en manos de otras personas. En gran medida nuestra adultez, la maternidad, la sexualidad, la salud, la espiritualidad, están en manos de los estados, la religión, los maridos, los médicos, los abogados… todo menos en nuestras manos. Afortunadamente nuestros esfuerzos están cambiando esta situación poco a poco y nos vamos apoderando de lo nuestro y haciendo mellas en los imperios patriarcales. Pero nuestra madurez y envejecimiento, eso que tememos porque así como ha llegado a ser es temible, en nuestros países está mayoritariamente en manos de la medicina, la gerontología, la industria farmacéutica y la suerte.

Desde hace muchos años vivo consciente de esta situación, y me he cruzado los dedos en esperanza de que no me pase a mi, que mi suerte sea diferente. Pero esta situación no llegó a existir por mala suerte. Existe por razones políticas, culturales, sociales y económicas. Esta situación tiene una historia larga. Es importante saber cómo hemos llegado a ser como somos, para entender cómo las mujeres hemos internalizado a perfección no sólo la negación y el rechazo de nuestro propio envejecimiento, sino también el rechazo a las viejas.

Las consecuencias de la negación y el rechazo son muy serias para nosotras individual y colectivamente. Significa que no nos asumimos y que llegamos desprevenidas y sin preparación a todas las etapas y ciclos de nuestras vidas. Creo intensamente que es posible y preciso cambiar este patrón cultural por nuestro bienestar, salud, identidad, futuro, felicidad…todo.

¿Qué tenemos que cambiar?

Sabemos suficiente sobre el cambio de dieta, las vitaminas y minerales, los ejercicios que debemos hacer para mantenernos ágiles y fuertes, aunque esto es realizable para una minoría nada mas, hasta ahora. Comenzamos a visibilizar y desmitificar la actividad sexual de mujeres y hombres bien entrados los setenta y más años, para nombrar algunos “avances”.

Hay que profundizar aún más sobre el hecho que las mujeres viejas cuidan a todo el mundo, incluyendo a los ancianos. Hay que visibilizar la tremenda soledad y abandono de algunas personas viejas, algunas parqueadas en los asilos, como un problema ético y moral serio de nuestras sociedades.

También de importancia, es conocer la historia de la salud de la familia para saber mejor sobre nuestra genética y por dónde pueden aparecer nuestros malestares, no como un fatalismo inevitable, sino para saber mejor cómo prevenir. No es automático que vamos a ser diabéticas por el hecho de que la madre/padre lo fue, aunque es un punto que hay que revisar y cuidar. Y de vital relevancia, hay que prepararnos desde muy temprana edad para aceptar nuestro envejecimiento con cariño y sabiduría, para vivirlo bien.

Como con todo, en la medida que se vayan preparando más temprano, mejor son las probabilidades de alcanzar los años maduros con salud y autodeterminación. Si ya tenemos 50 años o más, podemos empezar esta preparación lo más antes posible. Generalmente, nosotras mujeres que tanto nos descuidamos a lo largo de la vida en nuestro afán de estar cuidando a los demás, llegamos al tope de la resistencia ya pasado los 40. Nuestros cuerpos sabiamente con frecuencia hacen huelga, como indicación de agotamiento y de abuso.

Suena fácil, como los “tantos” pasos para lograr … lo que una quiera. No obstante, sabemos muy bien que no es así. Llegar a hacer algunas de las actividades propuestas significa un vuelco en el pensamiento/sentimiento de la persona. Porque pensar en una misma es una revolución interna de profundos significados. Conlleva un cambio en la actitud hacia una misma y hacia los procesos vitales nuestros y, esperamos, también un cambio en el comportamiento.

Crear una idea

Pero hay un aspecto que quisiera agregar. Cuando se desea crear cambios, un precursor necesario a las acciones es la creación de una “idea”, en este caso, sobre nuestra vejez. Una idea creada por nosotras mismas sobre la mujer vieja. Una idea imaginada para que nos nutra las acciones y las actividades propuestas, que nos amarre y que cuaje nuestras acciones individuales y colectivas.

Ya existe una “idea” cultural sobre la vejez y sobre las mujeres viejas, llena de estereotipos negativos, objeto de burla. Existe la “idea” de que es natural envejecer como lo estamos haciendo; que es natural rechazar el envejecimiento, que después de la menopausia la mujer no sirve, que no es atractiva sexualmente; existe la imagen de la “mujer ideal” como paradigma para juzgar a todas las demás mujeres y nosotras mismas, entre tantas ideas. La mujer mayor pocas veces es representada como capaz e independiente y sexualmente activa. Nosotras no hemos creado la “idea” que existe, pero sí contribuimos a sostenerla mientras no creamos y creemos nuestra propia idea. Crear una idea desde nosotras es una acción/emoción afirmativa que ayuda en la transición que deseamos abarcar.

Entre varios conceptos que me han ayudado a crear mi idea, está el de la “sabia” y, la frase de Barbara Walker que me conmueve profundamente por todo lo que implica: “era un honor ser vieja”, referiendose al papel de las viejas sabias en las culturas prepatriarcales cuando se veneraba la edad. Cómo hemos llegado al presente en donde ser vieja es una desgracia en aspectos económicos, de estatus social y cultural, de auto rechazo, de poder, es lo que vamos a ver.

Aunque es triste como tantas de nosotras mujeres nos referimos a nuestras abuelas y madres como el modelo de lo que no queremos ser, nutramos nuestra idea entonces con otros modelos actuales. La madre de una amiga cuando enviudó anunció que iba a realizar su sueño de vivir en París por un tiempo y que no esperaran de ella servicios de cuido de nietos en ningún momento. Incluso, les dijo categóricamente que no llegaran sin invitación. Conosco de otras abuelas que empiezan sus propios negocios; otras que ingresan a alguna universidad; otras que son sanadoras; otras que son líderes de sus comunidades y que desde la nada han luchado por la creación de calles, luz eléctrica, agua, clínica, escuela y transporte en lo que anteriormente eran comunidades de precaristas. Son tantas las mujeres que nos dan esperanza por su resistencia y porque han decidido conscientemente no morirse en vida.

¿Quién era la vieja?

La vieja sabia era la personalidad más fuerte de la diosa en los tiempos prepatriarcales. Más fuerte que cualquier dios. Y era muy temida. Hasta no reprimir la figura de la vieja las religiones patriarcales no lograron el total control de las mentes.

La vieja sabia (en ingles “crone”) generalmente era la tercera representación de los tres aspectos de la diosa triple, ejemplificada en figuras como Kali la destructora, Cerridwen, Hecate, Morgan reina del mundo subterraneo, Macha, Perséfone. Todas representaban la vejez o la muerte, el invierno, el día del último juicio, la luna creciente, y otros símbolos de la destrucción inevitable o la disolución que precede a la regeneración.

La divinidad en su triple aspecto representa a la Diosa del Cielo, de la Tierra y del Infierno. En tanto que Diosa del Cielo era la Luna: la Luna nueva es la Diosa niña, la Luna llena es la Diosa mujer y la Luna creciente es la Diosa anciana y sabia. En tanto que Diosa de la Tierra animaba a los árboles, las plantas y los animales; dominaba las tres Estaciones: primavera, verano e invierno. En tanto que Diosa del Infierno se ocupaba del nacimiento, la procreación y la muerte (Dunn Mascetti, 1992).

En el prepatriarcado las mujeres viejas eran la fuente de sabiduría, leyes, capacidades de sanación y de liderazgo moral. Sus arrugas hubieran sido símbolos de honor, no de vergüenza. En la Europa pre-cristiana las viejas estaban a cargo de los rituales religiosos y de los sacrificios oficiales. En el Oriente Medio y Egipto, muchas mujeres mayores servían en los templos de las Diosas, impartiendo una variedad de servicios eclesiásticos. Eran médicas, parteras, cirujanas, y consejeras sobre el cuido de la salud, de la crianza de l@s hij@s, y de la sexualidad. También estaban a cargo del cuido del alma. Llevaban a cabo ceremonias para todos los eventos desde el nacimiento y la muerte. Como escribas mantenían los libros y los archivos en los templos y las cortes, escribían historias, mantenían memorias vitales y tablas oficiales de pesos y medidas. Las mujeres mayores eran las maestras religiosas y seculares, las educadoras universales de l@s jóvenes (Walker, 1988).

Es probable que en su madurez y vejez las mujeres entraban en una etapa muy productiva, una época creativa. Hoy en día la sociedad ve a la vieja como alguién inútil y no hermosa. No es sorprendente que tantas mujeres se llenan de ansiedad cuando l@s hij@s se van. La cultura no les ha asignado un rol donde su experiencia y sabiduría se puede usar.

Según Walker, el hombre patriarcal desea que la mujer continue en el papel de sirvienta dedicada y no remunerada. Una de las razones es que el hombre patriarcal debe negarle a la mujer las funciones naturales que antes eran de ella: como jueza, curandera, sabia, árbitra de las leyes, la moral y la ética, dueña de los mitos sagrados, mediadora entre el mundo de la carne y el espiritu, y sobre todo, la función de la vieja: sacerdotisa de los funerales y Madre de la Muerte, la que controlaba las circumstancias de la muerte así como controlaba los de los nacimientos.

Decían en el Oriente que las verdaderas amantes de la Diosa debían no únicamente amar sus imagenes bellas, sino también su imagen fea de destructora. La vieja también representaba la tercera etapa, la posmenopausia, de la vida de las mujeres, y sus santuarios eran atentidos por mujeres posmenopáusicas. Debido a que se pensaba que las mujeres se volvían muy sabias cuando dejaban de soltar su sangre lunar, ya que la retenían en sus cuerpos, la vieja era generalmente la Diosa de la Sabiduría – como Minerva, Atenea, Metis, Sofia y Medusa.

Muerte de la Vieja

El rechazo a la muerte natural hizo que los religiosos del nuevo sistema patriarcal erradicaran a la vieja precisamente porque les recordaba que la vida era finita. La tradición judeo-cristiana insistió que la mujer es la que causaba la muerte por la desobediencia primordial de Eva y que la muerte era un castigo. Para los hombres cristianos, escribe Barbara Walker, era preferible un infierno de tortura eterna que la noexistencia. El terror a la muerte y la idea que la mujer la causa, llevó a los patriarcas a matar a las viejas y a las mujeres mayores cuando conquistaban nuevas comunidades, y también a la tortura y quema de mujeres calificadas de brujas en la Europa de la Inquisición entre los siglos 13 y 17.

Comenzamos a descubrir que los arquetipos pueden ser suprimidos pero no destruídos, y que la supresión de éstos puede ser socialmente catastrófica. La vieja sabia no estimulaba los holocaustos de la guerra y los asesinatos en el esfuerzo inútil de exorcisar el miedo a la muerte proyectándolo y dirigiendolo a otros. La vieja, como la naturaleza con quien se comparaba a la mujer, representaba la parte cíclica de la vida y, además ella preparaba la comunidad para este evento natural. Ella estaba a cargo de la vida y de la muerte. Ella tomaba las decisiones. Central a las culturas prepatriarcales estaba la idea de “ella que introduce la vida también introduce la muerte” como parte del reciclaje universal. Lo que nace también muere. Toda materia o forma viva sirve como nutrición para otras formas.

Pero más allá de este miedo masculino reside otra verdad que aún sobrevive. Y es el miedo que los hombres tienen a nuestro rechazo, a que le digamos no. Cuando desaparecieron a la vieja sabia crearon mandatos y leyes para excluir a las mujeres de la creación de lo simbólico religioso, político y social. Condenaron a las mujeres a la obediencia y al silencio y a la no intervención en sus políticas de destrucción y genocidio, y diabolizaron a la vieja, sus rituales y deidades. No es casual que cuando llegamos a nuestra maravillosa sabiduría entrando la menopausia, nos tildan de histéricas, menopáusicas, o inservibles e inútiles etc. Oír a las mujeres no es lo que quieren los padres de nuestro mundo. No les conviene.

Pero esa vieja sabia está en cada una de nosotras aún. ?Cuántas de nosotras no nos referimos a nuestra inteligencia/intuición como a “mi vieja sabía”? Es ella la que critica y sabe muy bien lo que no le gusta. Y es ella la que tenemos que rescatar, revivir y amar porque ella sabe decir no a lo inaceptable. La situación de las mujeres mayores y ancianas en el mundo entero es totalmente inaceptable.

¿Qué hacer?

Ya hemos comenzado. Muchas hemos rescatado a la bruja por ejemplo. Sabemos que bruja quiere decir mujer sabia, y además que eran/son las parteras, curanderas, hierbateras, aborteras, entre otras cosas. Intuímos que si hubieramos vivido hace dos o más siglos a la hoguera nos hubieran llevado a muchas! Hay cierta complicidad entre nosotras, no tanto porque nos reunimos y hacemos cosas juntas, aunque eso es muy importante, sino porque creamos, o rescatamos una idea. Y en esa idea reside la memoria ancestral colectiva de todas, y la imagen de fuerza, saber, independencia y autodeterminación.

Bueno, hagamos lo mismo con la vieja y la mujer mayor. Lo que le hicieron a la vieja sabia y a la bruja, lo llevamos nosotras en el alma, porque después de miles de años y de siglos, estamos viviendo las consecuencias desastrosas de esas acciones. La “mala suerte” que mencioné anteriormente, es el resultado del genocidio, nada menos. El silenciamiento y la desaparición de la vieja sabia del imaginario colectivo nos calló y nos des-membró a todas, y permitió que los padres, los que no cuidan la vida, se hicieran cargo no sólo de ésta sino también de la muerte violenta, sin que ninguna vieja sabia les reprochara por su irreverencia a la vida.

Podemos cada una organizar nuestra vejez asegurándonos pensiones, compañía, seguro de salud, hijas y nietas que nos cuiden, vivienda segura, etc., aunque sabemos que esto es la suerte y capacidad de un porcentaje minoritario de mujeres. Pero hay que ir mucho más allá de nuestros destinos privados para politizar esta situación y para irnos encontrando entre nosotras en una cultura de nuestra hechura, donde estamos incluidas y bien representadas.

Hay un creciente movimiento de crones – viejas sabias – en los Estados Unidos, donde las mujeres quieren envejecer juntas y conscientemente recrear tradiciones para desarrollar el compañerismo, rituales espirituales y apoyo mutuo. Muchas de estas sociedades de viejas sabias están constituidas por mujeres entre los 50 y 90 años y tienen nombres como Las Tías Atrevidas (Wicked Aunties), Mujeres Veloces (Fast Women). Están conscientes de que para el 2000 el 42% de la población femenina tendrá más de 50 años. Sumando a esta estadística el hecho que las mujeres entre los 40 y 60 años es la población con más crecimiento, queda claro que aquí tienen los ingredientes, nó para una receta, sino para una revolución!

Aunque no hay retornos en la vida, y menos en la historia, mucho de lo perdido puede ser encontrado de nuevo – memorias tradiciones, símbolos. Nuestras viejas sabias nos enseñan que incluso cuando perdemos algunas cosas, como nuestra juventud, y la belleza física de esa época, incluso nuestr@s companer@s, también encontramos otros dones, como el don del auto conocimiento.

Es tiempo de dejar atrás la idea que envejecer es sólo perder, y es tiempo de visibilizar y asumir las ganancias del conocimiento, la sabiduría, el humor. Es tiempo de recuperar el conocimiento femenino, la celebración profunda, la alegría del saber – nuestro gnosis femenino – que viene no sólo de la tradición, sino también de sentir orgullo y un poder consciente. Es tiempo de integrarnos, de conocernos como mujeres y hermanas, de envejecer juntas, de crear juntas el viaje sagrado de la sororidad. Es tiempo de que ser una vieja sea un honor otra vez.

Bibliografia

Colectivo Editorial de Boston para la Salud de las Mujeres, Envejecer Juntas, Paidós, Barcelona.
Dunn Mascetti, Manuela (1992), Diosas. La Canción de Eva, Robinbook/Círculo de Lectores, Barcelona.
Lerner, Gerda (1986), La Creación del Patriarcado, Editorial Crítica, Barcelona.
Greer, Germaine (1993), El Cambio. Mujeres, vejez y menopausia, Anagrama, Barcelona.
Grogan, Sarah (1999), Body Image. Understanding Body Dissatisfaction in Men, Women and Children, Routledge, London.
Peterson, Brenda (1996) Sister Stories. Taking the Journey Together, Penguin, London.
Walter, Barbara G. (1988), The Crone. Woman of Age, Wisdom, and Power, Harper & Row, San Francisco.

El comunismo en México: entre la marginalidad y la vanguardia

Hemeroteca Directorio Buzón del lector CEMOS
————————————————————————————————————————
Principal
El comunismo en México: entre la marginalidad y la vanguardia
Publicado en 179 enero 2004 | Concheiro Bórquez, Elvira | Ensayo

Frente a la necesaria revisión crítica de la izquierda mexicana, la cual en muchos sentidos recién comienza, el estudio del significado y alcance que tuvo el Partido Comunista Mexicano (1919-1981) es, sin duda, obligado. Presentamos aquí algunas partes de la ponencia presentada en el Seminario “Territorios y militantes comunistas: un estudio comparado” del Centro de Historia Social del Siglo XX, de la Universidad de París 1, en enero de este año, con el propósito de contribuir a una reflexión abierta y analítica de una memoria que debe mantenerse, como una de las herramientas con que cuenten todos los que buscan la transformación social de México.

Concheiro Bórquez, Elvira

En 1981, en un momento en que gozaba de bastante buena salud, y después de 62 años de una accidentada existencia, el XX Congreso del Partido Comunista Mexicano decidió, en forma unitaria y con plena conciencia de lo que ello significaba, su disolución. Ese acto daría, de inmediato, curso a la formación de un nuevo partido que reunió a expresiones muy diversas de la izquierda mexicana, que iban desde el nacionalismo revolucionario hasta el trotskismo, pasando por algunas otras variantes.

De esta forma, el PCM fue, mucho antes de que fuera posible prever los acontecimientos que llevaron a la caída de los países del “socialismo real” y a la consiguiente crisis de muchos partidos comunistas en diversas regiones del mundo, el primero y, en esas circunstancias el único, en llevar su autorrevisión hasta el punto de su desaparición como tal partido comunista.

La historia del comunismo en México es, la mayor parte del tiempo, la de una corriente pequeña y marginal que, pese a ello, con sus propias particularidades y su aguerrida y persistente actividad, en varios momentos incidió de manera importante en el curso político del país. Así como, en términos generales, su historia es de breves primaveras y largos y obscuros periodos de marginalidad y persecución que lo llevaron en varios momentos a su práctica liquidación, el comunismo mexicano oscila también entre el atraso y la anticipación, entre la inercia y la audacia, entre la marginalidad y la vanguardia1.

Aunque los comunistas mexicanos fueron casi siempre un número muy reducido y débil de luchadores, con escasas herramientas de análisis y que en largos periodos de su historia se sometieron al más primitivo dogmatismo, también supieron aprender en la propia y abigarrada realidad de su país, en la constante lucha de los trabajadores del campo y la ciudad, así como en los embates que protagonizaron otros sectores como los estudiantes, complejos elementos que enriquecieron su perspectiva y los llevaron a tomar posturas y realizar acciones de pronto más avanzadas y audaces que el resto del comunismo mundial. En ese aprendizaje, sin duda tuvo particular importancia la comprensión de la democracia como camino para la transformación social.

En realidad, aunque mucho de su historia es la misma que la del resto de partidos comunistas, en ciertos aspectos el mexicano no entra en esquema alguno. De forma que, por ejemplo, si los comunistas buscaron afanosamente ser una fuerza y un partido de los obreros, ciertamente no lo fueron, con excepción de breves y difíciles periodos; si los comunistas deberían haber seguido determinadas pautas generales de acuerdo con su ideología y las características del movimiento internacional al que pronto se adscribieron, no siempre lo hicieron y llegaron, incluso, a dar muestras críticas asombrosas en un medio como el comunista; si, en correspondencia con el atraso del país, fue una constante su falta de tradición teórica y analítica, de pronto sorprendieron con la creatividad y anticipación de sus ideas.

Para tratar de desentrañar estos hechos, de los procesos contradictorios, de las inesperadas conductas de sus actores, de lo paradójico de muchos aspectos de su historia, es necesario asentar el análisis en lo singular y específico de la complicada realidad mexicana en la que los comunistas trataron siempre de incidir, pero la cual con frecuencia no les resultaba de fácil comprensión.

México: una abigarrada y contradictoria realidad

Es preciso recordar que toda la vida política de México durante el siglo XX estuvo marcada por ese hecho constitutivo2 que fue la revolución mexicana de 1910 que, tras derrocar al dictador Porfirio Díaz, desató durante largos años una cruenta guerra civil. Dado que los momentos constitutivos o catastróficos tienen la condición de poner a la sociedad entera en disposición de reformular sus patrones ideológicos y también -como decía René Zavaleta-“lo que se puede llamar el ‘temperamento’ de una sociedad”, la manera en que se conciben los sujetos sociales a sí mismos y a los demás depende del papel que cumplen en esos momentos definitorios. De igual modo, las formas particulares que adquiere la dominación y las características específicas de las instituciones y el Estado mismo responden a su momento y manera de construcción.

Es de esa revolución que nace el Estado más consolidado y fuerte de América Latina, cohesionado por una poderosa ideología nacionalista, generador de un régimen corporativo y autoritario, de un presidencialismo absoluto, de una contradictoria pero prestigiosa política exterior.

Producto de esa violenta y larga lucha armada en la que estuvieron inmersos los mexicanos, que realmente diezmó al país, las cosas en México resultan con demasiada frecuencia contradictorias. El impulso revolucionario de grandes contingentes, sobre todo de campesinos, dejó su huella en un poder que, buscando representarlo, requería controlarlo y supeditarlo. Para lo cual, entre otras cosas, se edificó como instrumento hegemónico una historia oficial que, exaltando el nacionalismo, incorporó a todos los programas y demandas, logradas o por lograr, así como a todos los participantes en el movimiento armado, tanto a los vencidos como a los vencedores, en la misma lista de fundamentos de la nación y de héroes de la patria.

Por décadas, la medida de todas las cosas en México fue la Revolución Mexicana (con mayúsculas); cualquier acto de gobierno o de su partido, fue realizado en nombre de ella. Considerada como un hecho inmortal, perpetuo, todas las fuerzas políticas del país, incluidos los comunistas, quedarían entrampadas a través de los años en múltiples intentos por definir su carácter, bien exaltando su realización o criticando su incumplimiento. Tal fue la fuerza de dicho acto constitutivo.

A partir de ello, los gobernantes podían hablar a nombre de los obreros y campesinos, exaltar sus luchas y propósitos, pronunciarse incluso por el socialismo como meta, y al mismo tiempo dividir, controlar, corromper y reprimir no sólo a sus agrupamientos más combativos y a sus líderes rebeldes, sino al conjunto de los trabajadores. El resultado final de ello fue una estructura estatal que integró a las organizaciones populares, de obreros y campesinos, a través del partido oficial.

Habría que señalar que esa contradictoria forma de ser del Estado mexicano también se expresó internacionalmente. Desde el discurso antimperialista de los primeros gobernantes posrevolucionarios, pasando por el antifascismo, el apoyo decidido a la república española, la expropiación de las compañías petroleras norteamericanas, el exilio de Trotsky, hechos que se producen durante el cardenismo, hasta el reconocimiento de la revolución cubana y el rechazo a las dictaduras latinoamericanas, como la de Pinochet, por mencionar sólo algunos actos más recientes, la imagen de México en el extranjero fue siempre la de un Estado progresista y solidario, al punto de que, hasta en las filas de la izquierda mundial, se negaba la otra cara dependiente y autoritaria provocando que el apoyo internacional a las luchas del pueblo mexicano fuese siempre marginal y muy pocas las voces de condena ante las acciones represivas del gobierno3.

Un conflictivo momento para nacer

Cuando, en agosto de 1919, se produce la convocatoria para realizar una Conferencia Socialista con el propósito de crear un nuevo partido unitario de las diversas expresiones de la izquierda socialista de entonces, se vivían en el país aún momentos de gran inestabilidad y de constantes conflictos. México estaba aún lejos de haber logrado la consolidación del naciente Estado que emerge tras la revolución.

No obstante, el partido que surgiría de aquella conferencia, entusiasmado por los acontecimientos rusos de 1917 y confiado en las posibilidades aún de alcanzar en su convulsionado país conquistas revolucionarias de fondo, adoptaría en una reunión, realizada en noviembre de ese mismo año, y por una cuestión que tuvo mucho de accidental, el nombre de Partido Comunista Mexicano e iniciaría sus vínculos con la recién formada Internacional Comunista4.

Durante el proceso de construcción de la corriente comunista y de consolidación de su estructura organizativa, no dejaron de estar presentes diversas dificultades y limitaciones que la mantendrían, pese a su participación destacada en algunos relevantes movimientos sociales y huelguísticos5, como una fuerza pequeña6 que apenas se abría camino en la lucha política del país.

Durante aquella primera década desde la fundación del Partido Comunista Mexicano, el país vivió frecuentes situaciones críticas, provocadas en buena medida por la persistencia de los medios violentos y el asesinato político para resolver las diferencias entre las diversas corrientes del movimiento revolucionario y constituir al nuevo grupo gobernante. Así, en mayo de 1920, a los pocos meses de fundado el PCM, el entonces presidente de la República, Venustiano Carranza, quien había logrado, una vez derrotadas las corrientes más radicales de Emiliano Zapata y Francisco Villa, encabezar a la mayoría de las fuerzas que concurrieron al Congreso Constituyente de 1917, fue depuesto como resultado del levantamiento en el norte del país del otro importante jefe militar y caudillo de la revolución, el general Álvaro Obregón, y poco después asesinado.

A finales del año de 1920, después de un breve y conflictivo interinato, fue electo presidente Obregón, el cual también habría de enfrentar varias sublevaciones militares durante su gobierno, una de las cuales, casi al final de su mandato, tuvo relativa importancia7. Obregón, a su vez, será asesinado en 1928, cuando acababa de ser electo para un segundo periodo presidencial8.

De esta forma, a las dificultades propias de aquellos primeros comunistas, la mayor parte de los cuales tiene una precaria formación intelectual, habría que añadir la complejidad de una situación política en la que, en forma cruenta, la lógica misma de la conformación del naciente Estado y del nuevo bloque dominante habría de terminar aniquilando a todos sus líderes principales, organizadores cada uno de ellos de sendos ejércitos populares que durante varios años combatieron en todo el país. En aquellos años, México vivió, por tanto, una situación permanente de inestabilidad, en la que los gobernantes salidos de las filas revolucionarias buscaban a toda costa la contención de los impulsos rebeldes de una agotada sociedad heterogénea que en la confusión de los acontecimientos no atinaba a saber qué hacer, dejándose arrastrar por la confrontación en las filas de los militares revolucionarios. En contraste, entre los sectores de trabajadores de la ciudad y el campo, pareciese como si entonces, negándose a que sus anhelos que los habían llevado al sufrimiento de la guerra civil se esfumasen, un sector entrara en relevo del otro ante las continuas persecuciones y derrotas de que eran objeto todos.

Frente a esa situación del país, los comunistas, como la mayoría de las otras fuerzas políticas, se ven con frecuencia rebasados por los acontecimientos y carecen de elementos suficientes para entender siempre y actuar adecuadamente en aquella contradictoria dinámica del México posrevolucionario. Sin embargo, su perseverante propósito de lograr la unidad y la independencia de los trabajadores, como manera para alcanzar sus objetivos, los guio aun en los momentos más confusos.

En sus primeros años de existencia, los comunistas recogen algunas de las banderas más avanzadas de la lucha revolucionaria mexicana y se asientan tanto en el nuevo movimiento campesino que con dificultades vuelve a emerger en diversas zonas importantes del país, como en la nueva y más importante expresión artística del México posrevolucionario: el muralismo9. Persistentes organizadores, en una etapa en que se acrecientan las luchas obreras a lo largo y ancho del territorio, no sólo impulsan la creación de los sindicatos en ramas en las que no existían, sino que participan de la formación de los primeros intentos de asociación unitaria que tiene la clase obrera mexicana después de la revolución.

Desde los días siguientes a la formación del Partido Socialista, hubo un par de escisiones por causas bastante banales que no trascendieron en la constitución de la corriente comunista mexicana, por lo que, prácticamente desde su origen, ésta tuvo expresión en un solo partido comunista, aunque en el nivel local permanecieron diversos partidos socialistas que tampoco arribaron a conformar una expresión partidista que tuviera relevancia nacional10. No sería sino hasta la década de los años cuarenta cuando se creó un partido socialista (el que, finalmente, se denominaría Partido Popular Socialista) como un nuevo intento de unir a todas las expresiones de la izquierda mexicana, pero que muy pronto derivó en una organización plegada a los designios del poder estatal y que terminaría sin real fuerza propia.

Durante el momento constitutivo del comunismo mexicano tuvo una relativa importancia la influencia y participación activa de militantes extranjeros, varios de origen estadounidense11, algunos de los cuales ocuparon cargos de dirección y lo representaron ante la Internacional Comunista12. En otros momentos de su historia, el PCM también contó con la participación destacada de comunistas de otras nacionalidades, como es el caso sobresaliente del joven cubano Julio Antonio Mella, quien los últimos tres años de su vida, antes de ser asesinado en enero de 1929 por mercenarios a sueldo del dictador Gerardo Machado en el centro de la Ciudad de México, realizó una intensa actividad desde las filas del PCM, del cual fue, incluso, secretario general interino13.

Una de las primeras crisis serias en las que el nuevo partido quedó reducido a su mínima expresión y de la cual lo salvaron los jóvenes que no hacía mucho habían creado la Federación de Jóvenes Comunistas fue, precisamente, el momento en el que el gobierno de Álvaro Obregón decide, en mayo de 1921, expulsar del país a los “rojos extranjeros”. Lo cual también tuvo como efecto que se debilitara a los partidarios de la colaboración entre comunistas y anarquistas y desaparecieran los otros dos pequeños partidos que competían con el PCM.

En correspondencia, los comunistas mexicanos establecieron nexos con los revolucionarios centroamericanos y participaron de los esfuerzos que arribarían a la conformación de los partidos comunistas en esos países, particularmente en Guatemala y El Salvador. Además de las múltiples acciones solidarias con la Nicaragua de Sandino, así como con otras luchas latinoamericanas, un dirigente del PCM participó también en la fundación del Partido Comunista Cubano, en agosto de 1925, lo mismo que Rafael Ramos Pedrueza, entonces embajador de México en Ecuador, quien contribuyó a la organización del PC de ese país. Una primera iniciativa en el ámbito continental, acordada con la IC, fue la creación de la Liga Antiimperialista que se creó en 1924.

Pese a las múltiples dificultades por la que atravesó, se puede afirmar que para el año 1929 el comunismo tenía carta de naturalización en México; contaba con nuevos dirigentes que tenían un importante reconocimiento entre los sectores en lucha de la población; había logrado consolidar su pequeña estructura organizativa y arraigado a sus militantes en diversos sectores sociales. Desde luego, ello no significó que en los periodos posteriores dejaran de ser cíclicas y persistentes las crisis tanto de dirección como del conjunto de la organización partidista de los comunistas.

“En el momento en que se disponían a combatir a muerte el último levantamiento militar del periodo posrevolucionario14 escribe Martínez Verdugo los comunistas podían hacer un balance optimista de los primeros 10 años de su accidentada labor. Habían organizado y dirigían en alianza con los demócratas revolucionarios la más importante organización campesina surgida en el país desde que los ejércitos de Villa y Zapata fueron derrotados y diezmados. Como resultado de su audacia y larga labor entre los obreros, habían dado vida a lo que en ese momento era la segunda central sindical por su número y la primera por su prestigio y autoridad entre los obreros. Bajo la influencia de los comunistas se desarrollaba el movimiento cultural más trascendente de la historia del país: la pintura mural, y crecían nuevas expresiones en la literatura y en la música. Los vínculos del PCM con el ala radical derivada de la revolución de 1910 eran más fuertes que nunca, a pesar de que siempre fueron contradictorios. El prestigio de los comunistas nunca había sido mayor entre la población trabajadora y la intelectualidad”15.

Obreros, anarquistas y comunistas

Como hemos señalado, en la historia de los comunistas mexicanos encontramos, como primera gran paradoja, el hecho de que, concibiéndose a sí mismos como expresión (la más avanzada, se decía) de la clase obrera mexicana, en realidad en pocos y efímeros momentos tuvieron una efectiva e importante fuerza en ella. Este hecho contradictorio llevó al comunismo mexicano, entre otras cosas, a encontrarse con otros sectores de la sociedad en los que se recrearon y tuvieron con frecuencia una mayor presencia e importancia. Por tanto y pese a su terca actividad en el seno de los obreros, en ciertos momentos, el comunismo en México es fundamentalmente una fuerza campesina en otros, una corriente intelectual y artística; en otros más, sobre todo una fuerza estudiantil. Sin embargo, para los comunistas esto era un hecho permanente de frustración, por lo que nunca cejaron en alcanzar su condición obrera, intento en el que sufrieron constante represión y muchas derrotas.

Habría que recordar que en México, dada su condición de país principalmente agrario, la lucha obrera comienza a adquirir una relevancia innegable sólo hasta el momento en que las fuerzas campesinas más radicales, que en la revolución formaron poderosos ejércitos, han sido derrotadas en el país. A diferencia de otros países latinoamericanos por no hacer referencia, desde luego, a los trabajadores europeos, los obreros mexicanos carecían de fuertes organizaciones y su programa e ideario era aún muy precario, pese a que habían dado constante batalla a la dictadura de Porfirio Díaz, la cual durante el último tercio del siglo XIX sometió al país a una costosa vía de desarrollo dependiente y a la asfixia política.

Aunque la actividad de la Asociación Internacional de Trabajadores (la cual se conocería después como Primera Internacional) y, en particular, la obra de los comuneros de París, no pasaron inadvertidas para la prensa obrera mexicana y que algunas de las obras de Marx fueron parcialmente conocidas y publicadas en ella hacia el último tercio del siglo XIX, a diferencia de lo ocurrido tanto en EU como en varios países del Cono Sur del continente, en México no sería sino hasta los preludios de la lucha revolucionaria que sacudió al país desde 1910, cuando dicho pensamiento encuentra condiciones para su difusión.

La corriente que hasta el fin de la revolución había tenido mayor peso y presencia entre los trabajadores había sido, sin duda, el anarquismo, un anarquismo que en su versión magonista tuvo importantes peculiaridades: surgido de los medios liberales y en lucha franca contra la dictadura, el magonismo representó una poderosa corriente de pensamiento que alimentó los fundamentos principales del movimiento armado iniciado en 1910. Partidario de una revolución social que alcanzara la igualdad material, convencido de que la revolución francesa había conquistado el derecho a pensarla sin haberla alcanzado en la vida real16, Ricardo Flores Magón expresó lo más avanzado del pensamiento y la lucha del artesanado y del proletariado mexicano de fines del siglo diecinueve, dando al naciente movimiento obrero un programa que resultó sustento fundamental de grandes sectores de la lucha armada que acabó con el régimen porfirista, planteándose la finalidad de una revolución social que acabara con el régimen capitalista. Además de organizar y dar soporte a los destacamentos obreros que participaron en la revolución, el magonismo y su lucha en defensa del modo de vida y de la propiedad comunal de los pueblos indígenas del país resumió en su lema de Tierra y Libertad, bandera que retomaría después el zapatismo, el contenido de la insurrección campesina que se produjo en aquellos años. Más tarde, ante la fraticida lucha por el poder que arrastraba al país y abandonaba las más importantes demandas populares del movimiento revolucionario, el pensamiento de Flores Magón se definió en forma más abierta por los preceptos anarquistas, posición que lo llevó a ser condenado a veinte años de cárcel en Estados Unidos, lugar donde murió en 1922.

En el momento en que se forma el PCM, los anarquistas mantienen aún considerable influencia en el movimiento sindical que se resiste al predominio creciente del llamado moronismo17, que defiende la independencia de los agrupamientos de los trabajadores y sostiene la abstención en la lucha política electoral. Todas esas posiciones eran compartidas entonces por los comunistas18.

En medio de un claro ascenso de la lucha huelguística de los obreros, juntos, anarquistas y comunistas, impulsaron en agosto de 1920 la formación de la Federación Comunista del Proletariado Mexicano, la cual unos meses después (en febrero de 1921) daría vida a la Confederación General de Trabajadores (CGT), que se afilió “en principio” a la Internacional Sindical Roja.

Sin embargo, este esfuerzo por agrupar a los sindicalistas independientes sería el último esfuerzo importante que harían juntas estas dos corrientes, pues las discrepancias que empezaron a existir sobre la lucha política se acrecentaron con los conflictos que enfrentaron a estas dos corrientes en el seno de la revolución rusa.

Los dirigentes anarquistas de la CGT, la cual había reconocido al PCM como el único partido revolucionario afín a sus objetivos y que en esa calidad le daba derecho a actuar en su seno y estar representado en sus congresos (lo cual duró poco más de año y medio), enfilaron sus baterías contra los jóvenes comunistas al punto de que éstos decidieron dejar esta agrupación. Era ya el momento en el que los anarquistas realizaban una campaña internacional contra los bolcheviques, la cual se tradujo en México en la escisión del único agrupamiento de obreros que hacía frente a la ofensiva gubernamental y al sindicalismo amarillo.

Cuando, en su II Congreso realizado en 1923, el PCM decide participar en las elecciones presidenciales apoyando la candidatura de Plutarco Elías Calles, otro de los caudillos revolucionarios, la separación entre anarquistas y comunistas quedó sellada. En 1925, el ingreso a sus filas de varios diputados le hizo tener lo que podría llamarse su primer grupo parlamentario19 y, hasta 1928, el PCM no participará con un candidato propio a la presidencia.

De cualquier forma, en la lucha en el seno de los trabajadores, la fuerza de los anarquistas iba eclipsándose. Por su parte, una vez fuera de la CGT, los comunistas centraron su actividad en otros sectores que en esos años entran en la escena política y, particularmente, en el movimiento campesino. En 1926, logran realizar el congreso de unificación campesina, impulsado por las Ligas de Comunidades Agrarias que los comunistas habían formado en diversos estados de la república, del que nacerá la Liga Nacional Campesina.

En su trabajo obrero, el PCM procuró acciones unitarias entre las dos centrales existentes, la propia CGT y la CROM. Sin embargo, cada vez era más difícil para los comunistas su actuación en los sindicatos, principalmente en aquéllos agrupados por esta última central. Sólo en el sindicato ferrocarrilero, que se mantenía independiente, mantuvieron cierta fuerza desde la huelga que éste realizó en 1921.

En realidad, tanto en el periodo cardenista como en el inmediatamente posterior, la acción gubernamental por controlar y someter a la tutela estatal a las organizaciones obreras representó una colosal obra que ninguna fuerza pudo contrarrestar, pese a los enormes combates que se libraron.

De la ilegalidad a la lucha de masas

A partir de 1929, el PCM enfrentará un complejo proceso de reacción política que provoca un cambio brusco de su situación, en la que repentinamente pasa, por primera vez, a la condición de partido proscrito legalmente y perseguido, con la clara intención de hacerlo desaparecer de la escena nacional, situación de la que se recuperará sólo cinco años después, con el ascenso de la lucha social que se produjo bajo la presidencia de Lázaro Cárdenas, y llega a ser un partido con importante fuerza de masas.

Como preámbulo de la represión y como resultado de la exitosa presión que el gobierno ejerció sobre importantes líderes del PCM y de los agrupamientos que éste dirigía, para que cesara toda oposición en el curso de la lucha armada contra la sublevación escobarista, se produjo una importante división en las filas de los comunistas, la cual afectaría a la Liga Nacional Campesina que entonces éstos dirigían y al Bloque Obrero y Campesino que se había formado para unir a diversas fuerzas progresistas en una iniciativa electoral independiente del callismo.

Después de la crisis provocada por el asesinato de Álvaro Obregón y habiendo logrado apaciguar la rebelión cristera20, en medio del periodo de la Gran Depresión, el grupo gobernante iniciará el proceso de institucionalización del régimen presidencialista a través del persistente ejercicio de la fuerza y la violencia política contra sus adversarios. Como primera medida, el gobierno forzó al desarme del movimiento campesino que había logrado derrotar la sublevación reaccionaria e ilegalizó y persiguió a los agrupamientos de los trabajadores y a sus expresiones políticas. El 6 de junio de 1929, con el asalto y clausura de sus oficinas, el PCM pasó a la clandestinidad durante los siguientes cinco años, durante los cuales decenas de sus militantes fueron asesinados y muchos otros presos. Ante la prohibición de su prensa, con grandes esfuerzos mantuvo clandestinamente su periódico El Machete, desde cuyas páginas el PCM mantuvo la denuncia del régimen y alentó la actividad de resistencia de sectores de trabajadores que defendían sus derechos conculcados entonces.

La decisión anticomunista del entonces presidente de la república llegó al extremo, en enero de 1930, de romper relaciones con la Unión Soviética con motivo del llamamiento de la IC a protestar por el trato que estaba dándose a los comunistas mexicanos.

En realidad, la acción contra los comunistas no era sino parte de una actitud más general ante la lucha obrera. En ese periodo, las escasas huelgas fueron aplastadas con energía y se estableció una Ley Federal del Trabajo que constreñía de manera importante el derecho mismo de huelga, al tiempo que se generaban mecanismos para el control estatal de los sindicatos.

En ese momento, el acontecimiento de mayor trascendencia política fue la constitución del Partido Nacional Revolucionario, en marzo de 1929, con lo cual se estableció el principal mecanismo de control corporativo de la sociedad que tuvo desde entonces el régimen político en México.

En esos difíciles momentos, el PCM sufre su primera escisión importante y, con la injerencia directa de la Internacional Comunista, inicia la aplicación de la política estalinista denominada de “bolchevización”, la cual de inmediato significó la aplicación de mecanismos sectarios de “depuración”21 y de sometimiento dogmático a la Unión Soviética, que serían comunes y muy caros a los comunistas de todo el mundo.

No será sino hasta 1934, al iniciarse uno de los periodos más complejos y prometedores del México posrevolucionario, el cardenismo, cuando comienza a observarse un nuevo empuje de las luchas de los trabajadores de la ciudad y el campo. Es entonces cuando, junto a la proliferación de varios movimientos huelguísticos, se forman algunos importantes sindicatos, como el Sindicato Nacional de Mineros y Metalúrgicos. En ese ambiente, el PCM decide lanzar a su máximo dirigente, Hernán Laborde, como candidato a la presidencia frente a Lázaro Cárdenas que era el candidato del PNR y del cual había sido dirigente casi desde su constitución. Con ese acto sin repercusión electoral alguna, los comunistas iniciaban una compleja relación de oposición/colaboración con un gobierno que ante el empuje de la lucha obrera y campesina respondió en forma, por momentos, sorprendente y que realizó actos que marcaron profundamente a la sociedad mexicana.

La política seguida por Cárdenas de respeto a los movimientos huelguísticos, pronto se convirtió en una acción abierta de aliento a la organización sindical. En esa situación, los comunistas impulsaron la formación del proyecto unitario más importante que ha habido en México, la Central de Trabajadores de México (CTM), surgida en 1936, en cuyo programa aparecía el socialismo como objetivo y que en su lema proclamaba: “Por una sociedad sin clases”. Unos meses después de formada la CTM, la huelga de los trabajadores agrícolas de la región de La Laguna, en el centro del país, dirigida por los comunistas, provocó que Cárdenas iniciará la trascendente reforma agraria por la que decenas de miles de personas, la mayoría campesinos, habían perdido la vida en la revolución de 1910.

La creciente y radicalizada movilización de los trabajadores, que permitió al PCM acrecentar rápidamente su fuerza, provocó una fuerte disputa en el interior de la CTM que concluyó con la exclusión de los comunistas de la dirección de esta central, la cual quedó bajo el férreo control de un renovado grupo sindical plegado, desde entonces y por encima de todo, a los gobernantes en turno, con una política corruptora que causó, y causa hasta la fecha, los más grandes estragos a la lucha de los trabajadores.

En esas condiciones, tanto la organización sindical obrera como la de los campesinos, junto a los militares, fueron incorporadas por Cárdenas a la estructura del partido gobernante que, a iniciativa de él mismo se reformó y cambió su nombre, a fines de 1937, por el de Partido de la Revolución Mexicana (PRM)22.

De inmediato y ante una creciente explosión social, tan rica en acontecimientos23 y de tan contradictorios resultados, el PCM, que recientemente había roto con la dirección de la CTM, inicia un proceso errático, en el que en muchos sentidos pierde su postura independiente y desarrolla una política que lo llevaría a la pérdida de su influencia de masas y a una grave crisis interna.

Entre otras cosas, de su postura crítica ante Cárdenas y la confianza plena de que sólo con la movilización de los trabajadores de la ciudad y el campo se alcanzarían las reformas planteadas, el PCM pasa a estar dispuesto a incorporarse al partido estatal que comanda el presidente de la república, al tiempo que, pese a haber sido expulsados de la dirección sindical, llama a sus afiliados a la “unidad a toda costa”, con lo cual abandonaba su larga lucha contra la corriente que sometería a los obreros y los entregaría al control corporativo.

A partir de ese momento, el PCM se divide de nueva cuenta y entra en una grave crisis que perdurará durante los siguientes dos decenios. Con la expulsión de los principales dirigentes comunistas, acusados de “trotskistas” tal como gustaban hacer los estalinistas24, realizada en el VIII congreso extraordinario de marzo de 1940, ese partido quedó en manos de un grupo impregnado del más acérrimo dogmatismo, plegado por completo a la política de los comunistas soviéticos (quienes intervinieron directamente en dicho congreso a través de funcionarios de la IC). En esas condiciones, el PCM fue incapaz, durante los oscuros años que siguieron al cardenismo, de remontar su exclusión de las filas del sindicalismo obrero e impedir la desarticulación de las organizaciones independientes de los trabajadores de la ciudad y el campo, varias de las cuales se mantenían bajo su dirección o influencia.

La renovación del PCM

No sería sino hasta fines de los años cincuenta, con las revelaciones del XX congreso del PCUS que cimbraron al mundo comunista y con la reaparición de importantes movimientos obreros y magisteriales contra el control corporativo y las dirigencias gangsteriles de los sindicatos, cuando en el PCM surge una nueva generación de militantes que despliegan una importante lucha interna contra la vieja y anquilosada dirección de ese partido.

Con el nuevo grupo dirigente que emana de esa lucha interna, encabezado por Arnoldo Martínez Verdugo, el PCM, tras reunificar a las fuerzas comunistas25, comenzó lentamente una profunda trasformación que lo llevaría a la búsqueda de las rutas propias para su acción. Convencido de que tras las posiciones sectarias y dogmáticas que habían mantenido los comunistas, existía una profunda desvalorización de la lucha democrática, este partido inicia un largo análisis que le permitirá al cabo del tiempo no sólo incorporar el objetivo de alcanzar la democracia como elemento sustantivo para la transformación social del país, sino como propósito mismo de la lucha del momento y forma de la organización. A partir de ello, el PCM abandona muchos de los esquemas vanguardistas y sectarios del comunismo e inicia una nueva etapa que le permitirá incorporarse de renovada manera a los movimientos sociales que se producen a lo largo de los años sesenta en México.

Particular relevancia tuvo la participación decidida del PCM en la lucha estudiantil de 1968, en el curso de la cual dicho partido fue objeto directo de la represión gubernamental. Desde el 26 de julio mismo y durante los primeros siguientes días del movimiento, sus oficinas e imprenta fueron asaltadas y muchos de sus dirigentes cayeron presos, bajo la acusación de que el PCM había instigado el movimiento juvenil con el propósito de provocar un estallido revolucionario. Pese a todo, el PCM mantuvo una enérgica actividad respaldando las demandas de la lucha estudiantil, reconociendo las formas propias que el movimiento se dio y respetando al CNH, del cual formaron parte varios miembros destacados de la Juventud Comunista, como su legítima dirección.

Los difíciles años que siguieron a la represión del movimiento estudiantil representaron un reto para la postura independiente y democrática en que se empeñaba el PCM. Entre, por un lado, la reiterada acción represiva del gobierno (como lo mostró el 10 de junio de 1971 y el despliegue de la propia “guerra sucia”) y, por el otro, el discurso y los actos de un gobierno que apoyaba a Salvador Allende y recibía a los exiliados perseguidos por los militares del sur del continente, al tiempo que internamente, entre otras cosas, se enfrentaba con la nacionalización de importante cantidad de tierras del noreste a sectores de la burguesía agraria del país, los dirigentes comunistas eludieron tanto la tentación de la lucha violenta, a la que se sumaron algunos de sus militantes, como el “aperturismo”26 en el que cayó otra parte de la izquierda y un buen número de exponentes de la intelectualidad progresista.

La posición abierta que empieza a recorrer las filas del PCM permitió, entre otras cosas, que este partido, pese a no compartir la forma de lucha armada, fuese de los pocos partidos comunistas de América Latina que no condenó la actividad guerrillera que surge con el impacto de la revolución cubana y, posteriormente, con el ambiente represivo que se instaló en el país tras la masacre y la persecución a los líderes estudiantiles del 68. Esta actitud permitió que más tarde, cuando los grupos armados entraron en una reflexión crítica de sus propias actuaciones y métodos, no pocos de sus miembros se incorporaran o reingresan a las filas del PCM.

De igual forma, la nueva posición del PCM le permite en su último decenio de existencia volver a incorporar a sus filas a una parte importante de la intelectualidad de izquierda y a influir en otros sectores, tales como los obreros agrícolas y los indígenas, entre los cuales ese partido impulsó su organización propia e independiente.

Simultáneamente, a través de frentes electorales que unificaron a una parte de la izquierda, el PCM se planteó entonces reconquistar su reconocimiento legal, del cual carecía desde principios de los cuarenta y que no logrará sino hasta 1978, en que conformó la Coalición de Izquierda.

Los cambios en el PCM también se hicieron sentir en el plano internacional. Cuando se produjo la Revolución Cubana, el PCM expresó una clara postura de apoyo y simpatía pese a mantener importantes diferencias de enfoque respecto a cómo entender la realidad latinoamericana y, particularmente, sobre la idea que entonces impulsaron los dirigentes cubanos, y que tuvo gran eco en la izquierda del continente, de impulsar focos guerrilleros como el camino inaugurado para alcanzar la transformación revolucionaria de la región. Después, ante el cisma chino-soviético, ese partido mantuvo distancia frente a las iniciativas de ambos bandos y promovió con otros partidos latinoamericanos el acercamiento y la búsqueda de soluciones que evitaran la ruptura.

En 1968, el PCM siguió muy de cerca los acontecimientos de Checoslovaquia, frente a los cuales, primero, expresó su identificación con las reformas planteadas por Alexandr Dubcek y, después, condenó abiertamente la intervención de tropas del Pacto de Varsovia, que, en su opinión, tenía el propósito de detener la democratización del régimen. De igual forma, los comunistas mexicanos expresaron su rechazo a la intervención militar soviética en Afganistán. En sus últimos años, el PCM, en concordancia con una actitud cada vez más crítica de la situación del llamado socialismo real y con el propio proceso de acercamiento con diversas fuerzas de izquierda y progresistas del país, estableció relaciones con partidos socialdemócratas europeos lo mismo que con diversas izquierdas latinoamericanas, al tiempo que acrecentaba sus vínculos con los partidos eurocomunistas.

Con todas esas posiciones, que en el concierto comunista y, particularmente, en el de América Latina eran entonces por completo extravagantes, el PCM fue visto con grandes reservas por los comunistas soviéticos, los cuales llegaron, incluso, a promover —sin éxito— escisiones en las filas de ese partido y buscaron apoyarse en otras fuerzas más afines a su política.

Contribuciones de los comunistas

Dos fueron, desde mi perspectiva, las contribuciones más importantes que dio en su última etapa la corriente comunista en México. Por una parte, su concepción y postura democráticas que le permitieron dejar atrás muchos de los esquemas más negativos de dicha corriente y contribuir, de esa forma, a las transformaciones que el país ha vivido en los últimos decenios; y, por otra, su persistente lucha por la unidad de las izquierdas, a la cual dio un aporte sustancial.

En correspondencia con los anhelos de amplios sectores de la sociedad mexicana, sensibilizados por la acción de grandes movimientos (entre ellos, principalmente, el de los estudiantes) que habían puesto en el centro la transformación del régimen autoritario y la conquista de libertades democráticas y venciendo, no sin dificultades, las interpretaciones dogmáticas sobre la democracia que el comunismo del siglo XX mantuvo desde muy temprano y que se contraponían al pensamiento marxista en el que decían sustentar su acción, el PCM emprendió en la segunda mitad de los años setenta una concienzuda revisión que le permitió un amplio despliegue político. El inusitado proceso de elaboración colectiva del nuevo programa de los comunistas que precedió a su penúltimo congreso realizado en 1979, en el que participaron militantes políticos, intelectuales y actores de los nuevos movimientos que se dieron cita entonces (feministas, indígenas, jóvenes, homosexuales, etcétera), expresó el vasto y diverso espacio que abría en México la lucha por la democracia. La discusión franca y abierta, la crítica irrestricta como divisa, el abandono de la pretensión monolitista, llevaron pronto al cuestionamiento propio, a la recuperación crítica de una larga historia y a su superación.

Cuando el PCM propuso en 1980 la creación de un partido unitario no sólo tenía ya pleno reconocimiento legal y un grupo parlamentario que, aunque pequeño, lograba que sus acciones legislativas tuvieran importante repercusión en una sociedad que clamaba por cambios democráticos, sino que había alcanzado alianzas electorales con otros tres agrupamientos de izquierda y una creciente presencia en el ámbito político nacional.

Es importante destacar que la construcción de dos formaciones partidistas sucesivas (el Partido Socialista Unificado de México, PSUM, y el Partido Mexicano Socialista, PMS), hasta la creación en 1989 del actual Partido de la Revolución Democrática, proceso del que participó activamente la corriente comunista y a las cuales proporcionó su registro electoral, no tuvo para ésta la pretensión de crear un partido único de la izquierda, pues partió del reconocimiento del pluralismo democrático, tanto como programa para la sociedad mexicana como norma de acción y organización de la misma izquierda. Para lograr esto, el PCM había tenido que librar fuertes batallas tanto con el gobierno y el oportunismo, como con su propio sectarismo y el del resto de la izquierda radical del país.

————————————————————————————————————————

1 Pese al riesgo que implica la utilización de un término paradigmático entre los comunistas, quienes se autodesignaron la vanguardia de la clase obrera, con una serie de consecuencias que no desconozco, aquí lo utilizamos en su connotación precisa y puntual en contraposición a aquella definición genética que adquirió en el seno de esa corriente que describe elementos, algunos de los cuales señalaremos aquí, en los que el comunismo mexicano se adelantó o, dicho de otra forma, con los que el PCM anticipó procesos que apenas se vislumbraban.

2 Entendemos como hecho o momento constitutivo lo que el teórico boliviano René Zavaleta señala como causa originaria fundamental de los hechos sociales. Sobre ello en su trabajo sobre el Estado en América Latina escribe: “…lo que corresponde analizar es de dónde viene este modo de ser de las cosas: las razones originarias. Hay un momento en que las cosas comienzan a ser lo que son y es a eso que llamamos el momento constitutivo ancestral o arcano o sea su causa remota, lo que Marc Bloch llamó ‘la imagen de los orígenes’.” René Zavaleta, El Estado en América Latina, Ed. Los Amigos del Libro, Bolivia, 1990, p.180.

3 Un caso particularmente dramático fue la matanza del 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, sobre el que se escucharon en el mundo muy pocas voces de condena.

4 Aproximadamente a mediados de octubre de 1919, llegó a México Mijaíl Borodín, revolucionario ruso que había estado exiliado en Estados Unidos y que, apenas repatriado, le fue encomendada la tarea de regresar al continente americano a tratar de establecer relaciones oficiales de la naciente república soviética y a impulsar la incorporación de los agrupamientos socialistas a la IC. Borodín, tras perder los recursos con los que realizaría su tarea (al parecer unas joyas de la zarina rusa) no llegó más que a México. Aquí contactó a algunos de los dirigentes del recién formado Partido Socialista de México, a los cuales sin dificultad convenció de cambiar el nombre por Partido Comunista de México y que los delegados nombrados asistieran al II Congreso de la Internacional Comunista. Aunque instaló un Buró Latinoamericano de la IC, éste no parece haber tenido realmente existencia práctica.

5 Al inicio de este periodo, destaca la huelga inquilinaria que junto a otros encabezaron los comunistas en Veracruz y la Ciudad de México de marzo a junio de 1922 y que luego se extendió a algunas otras ciudades del país. De las filas de esta lucha, saldrían poco después los organizadores de los agrupamientos campesinos que impulsaron los miembros del PCM. Cf. Paco Ignacio Taibo, Bolshevikis. Historia narrativa de los orígenes del comunismo en México (1919-1925), Joaquín Mortiz, México, 1986, pp. 153-197.

6 Martínez Verdugo señala que para 1925 el número de afiliados era de aproximadamente doscientos; en 1928, de 1500 y en 1929 de 3000. Este último número de miembros del partido, el cual en la situación mexicana era considerado ya de consideración, fue el resultado de la intensa actividad en diferentes frentes de los comunistas, entre ellos la lucha armada contra la sublevación reaccionaria de aquel año. Cf. Arnoldo Martínez Verdugo, Historia del comunismo en México, Grijalbo, México, 1983, p. 74.

7 En diciembre de 1923, frente a la candidatura de otro líder revolucionario del grupo de Obregón, De la Huerta, quien a la muerte de Carranza había asumido el interinato, logra organizar un complejo agrupamiento militar que se sublevó afectando a más de un tercio del país. Pese a que entre los sublevados se encontraban algunos de los líderes de las posiciones más avanzadas de la democracia revolucionaria, los comunistas decidieron oponerse al levantamiento delahuertista y participar en la lucha armada contra éste.

8 Cuando Obregón terminó su primer periodo en 1924, lo sucedió en la presidencia Plutarco Elías Calles, quien había sido uno de sus más cercanos colaboradores y su secretario de Gobernación. Al concluir su periodo, Calles pretendía impulsar a alguno de su equipo, pero Obregón lanzó su candidatura y ganó. Antes de tomar posesión del cargo, el 17 de julio de 1928, Obregón fue asesinado en un restaurante de la Ciudad de México. Gracias a ello, Calles logró imponer la candidatura de Portes Gil, con el que se inicia lo que se conoce como el maximato, ya que Calles era conocido entonces como Jefe Máximo de la Revolución.

9 Diego Rivera (1886-1957) vivió en Europa desde 1907 hasta 1921 y en París se asoció al movimiento cubista, trabando amistad con Derain, Klee, Picasso y otros. Tras una breve estancia en Moscú, donde decoró el teatro de las Fuerzas Armadas, regresó a México y se convirtió en uno de los dirigentes del movimiento artístico revolucionario conocido como muralismo. A su llegada a México, Rivera comienza a organizar lo que se denominaría Grupo Solidario del Movimiento Obrero y que un año después daría vida al Sindicato de Obreros, Técnicos, Pintores y Escultores, en el que destacaron, además de Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Xavier Guerrero, Fermín Revueltas, Jorge Juan Crespo de la Serna, Germán Cueto y otros artistas que habían ya ingresado al PCM, y con el que colaboró también el otro gran pintor mexicano, Clemente Orozco. Cf. Arnoldo Martínez Verdugo, o. c., p. 58.

10 Algunos de los fundadores del Partido Socialista habían mantenido el nombre en un pequeño agrupamiento que, poco después, se incorporó a las filas del PCM.

11 Entre los fundadores del nuevo partido se encontraban algunos destacados slackers, como se conoció en Estados Unidos a los evasores del servicio militar durante la Primera Guerra Mundial. Muchos de ellos cruzaron la frontera mexicana con el fin de evadir a la justicia en su país y guiados por el atractivo de un país en plena convulsión revolucionaria. “Mientras la mayoría de los slackers escribe Paco Ignacio Taibo hizo de México una tierra de destierro temporal, algunos de ellos, los más animosos, los más militantes, evadieron las primeras imágenes, los primeros miedos y se vincularon al movimiento mexicano.” Varios editaron en México diversas publicaciones que contribuyeron a la difusión del pensamiento socialista y de los acontecimientos que entonces ocurrían en Europa. Entre ellos, destacan el hindú Manabendra Nath Roy, los norteamericanos Richard Francis Phillips (conocido en su militancia comunista como Frank Seaman), quien editó la página en inglés del periódico El Heraldo, y Lynn A. E. Gale, editor de la revista Gale’s Magazine, quien pronto se separó del PCM para formar un efímero Partido Comunista de México, tratando de disputarle el reconocimiento de la IC. Además de ellos, el primer secretario general del PCM fue José Allen, también de origen norteamericano, y quien se prestó a ser informante de los servicios de seguridad de su país. Otro extranjero relevante en el PC fue el suizo Edgar Woog (de seudónimo Alfred Stirner), quien también se incorporó más tarde al aparato de la IC. Cf. Paco Ignacio Taibo, o. c., pp. 23-29.

12 Los dos delegados del recién formado PCM al II Congreso de la IC fueron, precisamente, M. N. Roy y R. F. Phillips y, en realidad, ninguno habló a nombre del partido que los había nombrado delegados, sino de sus respectivos países. Roy, incluso, ya no regresó nunca al país que por más de dos años le había dado asilo y se quedó en Moscú como importante funcionario del Komintern. Phillips regresó un año después, junto con el japonés Sen Katayama, en su calidad de funcionario de la IC, con el fin de establecer lo que se llamó Oficina Panamericana de la IC. Años después, en 1924, el norteamericano Bertram D. Wolfe, quien también será miembro de la dirección del PCM a cargo de su labor de prensa, asistió al V Congreso del Comintern representando a los comunistas mexicanos.

13 “Durante los tres años que transcurren escribe Arnoldo Martínez Verdugo desde su llegada a México hasta su asesinato, Mella desplegó una intensa actividad organizadora, teórica y política. Fue el alma de la solidaridad de los mexicanos hacia el pueblo de Cuba y el organizador de la ANERC (Asociación de Nuevos Emigrados Revolucionarios Cubanos); editó periódicos, intervino en numerosas asambleas y mítines; fue un activo impulsor de la Liga Antiimperialista de las Américas y de la solidaridad con Sandino; se integró plenamente en las filas del PCM y durante los meses de junio a septiembre de 1928, cuando el secretario general asistía a los debates del VI Congreso de la Comintern, actuó como secretario general interino. En calidad de tal viajó por distintos lugares del país atendiendo reuniones de comités locales, dirigió circulares con el seudónimo de Juan José Martínez y participó intensamente en la preparación de la asamblea de unificación obrera y campesina. Pero la parte más importante de la actividad de Mella en México fue su labor teórica y propagandística en las páginas de El Machete. A Mella le correspondió revelar en sus inicios el contenido de las concepciones del peruano Víctor Raúl Haya de la Torre, fundador del APRA, y dar fundamento al vínculo entre la lucha antiimperialista y el programa nacional de la clase obrera.

“En el momento de su muerte, Mella dirigía la formación de un grupo expedicionario que emprendería la lucha armada contra la dictadura de Machado…” esta fue la razón por la que el dictador envió a México agentes para asesinarlo. AMV, o. c., p. 105.

14 En marzo de 1929 se levantaron en armas varios generales encabezados por Gonzalo Escobar, que lograron agrupar a casi 30 mil militares y controlar cerca de una decena de estados del país. “Esta nueva asonada militar escribe Martínez Verdugo no era un hecho aislado, sino la apertura de un nuevo frente de lucha contra el gobierno. Si tomamos en cuenta que durante estos días se mantenía en actividad la guerra cristera y que poco después estallaría la huelga estudiantil por la autonomía de la universidad, la rebelión de los 44 generales llevaba la crisis política a una agudeza jamás vista desde el asesinato de Venustiano Carranza.” AMV, o. c., p. 99.

15 AMV, o. c., pp. 102-103.

16 “La revolución francesa escribe R. Flores Magón en su escrito Vamos hacia la vida conquistó el derecho de pensar, pero no conquistó el derecho a vivir, y a tomar este derecho se disponen los hombres conscientes de todos los países y de todas las razas. Todos tenemos derecho de vivir, dicen los pensadores, y esta doctrina humana ha llegado al corazón de la gleba como un rocío bienhechor. Vivir, para el hombre, no significa vegetar. Vivir significa ser libre y ser feliz. Tenemos, pues, todos derecho a la libertad y a la felicidad. La desigualdad social murió en teoría al morir la metafísica por la rebeldía del pensamiento. Es necesario que muera en la práctica. A este fin encaminan sus esfuerzos todos los hombres libres de la tierra. He aquí por qué los revolucionarios no vamos en pos de una quimera. No luchamos por abstracciones, sino por materialidades. Queremos tierra para todos, para todos pan. Ya que forzosamente ha de correr sangre, que las conquistas que se obtengan beneficien a todos y no a determinada casta social.”

17 Luis N. Morones fue el dirigente de la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM) que agrupó a la corriente moderada y posibilista;del sindicalismo mexicano, la cual extrajo de las experiencias de participación de los obreros en el proceso armado la idea de que los agrupamientos de los trabajadores tenían que servir de apoyo a los gobiernos “revolucionarios” (que es como comenzó a denominarse a la nueva burocracia estatal), como manera de obtener beneficios para los trabajadores. Pronto el moronismo aprendió del sindicalismo norteamericano las prácticas gansteriles y corruptoras que se enfilaron de manera violenta contra los anarquistas y los comunistas.

18 En 1920, ante las tesis de la IC sobre la participación parlamentaria, el entonces secretario general del PCM escribió un artículo en el que decía: “No creemos útil utilizar en este país el arma parlamentaria, porque estamos convencidos de que nada podemos hacer con esa arma (…) ¿Para qué nos serviría entrar en instituciones del Estado, si diez años nos han mostrado la facilidad con la que se derrumban esas instituciones…? Las revueltas por adueñarse del poder político y económico cuando triunfan se lo deben a las masas usando armas extraparlamentarias.” Citado en Paco Ignacio Taibo, o. c., p. 73.

19 Aunque ninguno fue electo como miembro del Partido Comunista, Luis G. Monzón, Úrsulo Galván, Francisco I. Moreno, Gregorio Turrubiates y Roberto Calvo Ramírez se incorporaron a ese partido siendo diputados.

20 El movimiento cristero, que debe su nombre a su lema de “Viva Cristo Rey”, fue una sublevación político-religiosa que se inició en 1926 en contra de las medidas anticlericales del entonces presidente Elías Calles. Aunque el siguiente presidente, Portes Gil, logra llegar a acuerdos con la jerarquía eclesial, otorgándole ciertas concesiones, el movimiento se mantendrá hasta 1936.

21 Como parte de la línea sectaria entonces dominante y después de la expulsión del PCM, entre otros, del principal dirigente de la Liga Nacional Campesina, Úrsulo Galván, quien desertó de la lucha anticallista y del pintor Diego Rivera por negarse a suspender sus obras pictóricas en edificios oficiales, el PCM desató una serie de expulsiones con el fin, decían, de “depurar al partido de los oportunistas de derecha”.

22 El Partido de la Revolución Mexicana adoptaría en 1947 el nombre de Partido Revolucionario Institucional, PRI. Es interesante observar que los sucesivos nombres que adoptó ese partido -PNR-PRM-PRI-reflejan, entre otras cosas, la sucesiva apropiación estatal del hecho revolucionario de 1910.

23 Además de la reforma agraria, que abrió paso a la propiedad campesina colectiva, y de la reforma educativa, que proclamó su carácter socialista, en 1938 se realizó la expropiación de las compañías petroleras, entonces en manos del capital norteamericano, lo mismo que los ferrocarriles.

24 Hay que recordar que desde mediados de los años veinte, tras la muerte de Lenin, se produjo la división en el seno del grupo dirigente del partido bolchevique. Stalin, entonces secretario general de los comunistas rusos, tras expulsar a Trotsky del país, inició un largo proceso de exterminio criminal de todos sus contrincantes políticos, acusándolos de ser “trotskistas”. Precisamente en 1940, la mano criminal de Stalin llegó hasta México para asesinar, a través de sus agentes secretos de la NKVD, al viejo bolchevique. Trotsky había sido acogido en su exilio por el gobierno de Cárdenas, ante lo cual el PCM alzó furiosas protestas. Sin embargo, de acuerdo con el testimonio de Valentín Campa, uno de sus entonces dirigentes más destacados, la dirección del PCM se negó a participar en el asesinato, razón por la que él y H. Laborde, entonces secretario general, fueron expulsados acusados de “trotskistas”.

25 Tras las expulsiones de los principales dirigentes del PCM, éstos formaron el Partido Obrero y Campesino de México (POCM), al que se fueron sumando otras corrientes expulsadas del PCM. A principios de los años sesenta, algunos de los principales dirigentes de ese partido reingresaron a las filas del PCM.

26 El entonces presidente Luis Echeverría usó el lema de “apertura democrática” para distinguirse de su antecesor, Díaz Ordaz, por lo que se conoció como “aperturistas” a quienes se sumaron al apoyo al nuevo gobernante.

Alcaldìa de San Marcos presentara Plan de Lucha contra el VIH-SIDA

SAN MARCOS, 18 de julio de 2006 (SIEP) “A mediados de agosto estaremos presentando nuestro Plan de Acción para enfrentar el VIH-SIDA en nuestro municipio para que sea discutido por las comunidades” indicó el alcalde municipal Dr. Fidel Fuentes.

“Este Plan de Acción surge del Diagnóstico que realizamos con diversos sectores de la sociedad civil entre iglesias, unidades de salud, escuelas, empresarios, etc., sobre nuestra capacidad instalada para hacerle frente a esta pandemia” subrayó.

“Como Alcaldía tenemos el compromiso de contribuir al mejoramiento de la salud de nuestra población y ese es el reto que nos hemos trazado. Y lo vamos a realizar mediante planes con metas concretas en los que participe la comunidad.”

Informó que “ el mes pasado estuvimos en la ciudad de Atlanta, en Estados Unidos, en una conferencia internacional sobre el VIH-SIDA en la que participaron alcaldías de todo el mundo, y allí expusimos nuestro diagnóstico de la situación.”

“La actividad estuvo organizada por el Centro Internacional para el Entrenamiento de Autoridades Locales y Sociedad Civil (CIFAL) y contó con la participación de alcaldes de 19 países que afrontan situaciones de riesgo debido al VIH-SIDA,” sostuvo el alcalde de esta ciudad ubicada al sur de San Salvador.

El credo de Buda

No creáis en nada simplemente porque lo diga la tradición, ni siquiera aunque muchas generaciones de personas nacidas en muchos lugares hayan creído en ello durante muchos siglos.

– No creáis en nada por el simple hecho de que muchos lo crean o finjan que lo crean.

– No creáis en nada porque así lo hayan creído los sabios de otras épocas.

– No creáis en lo que vuestra propia imaginación os propone cayendo en la trampa de pensar que Dios os lo inspira.

– No creáis en lo que dicen las sagradas escrituras, sólo porque ellas lo digan.

– No creáis a los sacerdotes ni a ningún otro ser humano.

– Creed únicamente en lo que vosotros mismos hayáis experimentado, verificado y aceptado después de someterlo al dictamen del discernimiento y a la voz de la conciencia.

EL MISMÍSIMO BUDA

Reconocimiento versus violencia

RECONOCIMIENTO VERSUS VIOLENCIA
Publicada por luna
Materiales que recicle este año, más fáciles de leer que la versión orginal (Agamenon o Abraham) pero que para hacerlo pierde mucho del soporte.

Permite trabajar sobre cómo se fue llegando en la Biblia a comprender la noviolencia, y pone los contextos en que esto se hizo, hasta llegar a reconstruir el texto que llamamos “el sacrifricio de Isaac”, que es confrontado con el exitoso general griego Agamenón, que aparece en la tragedia griega del mismo nombre.

Roberto Solarte

El foco de atención estará puesto en la violencia que se comete contra los menores, que puede tener diversas expresiones, y, por tanto, buscará promover acciones, medios y lenguajes que favorezcan la reconciliación. Pero cada persona y cada grupo pueden adecuar las propuestas a sus contextos, de modo que la pregunta por la posibilidad de reconciliación sea efectiva.

Violencia familiar, crítica y superación: El teatro griego

El teatro griego estaba disponible para cualquier espectador, a diferencia de las reflexiones más sofisticadas de los filósofos, que suponían una mayor educación. Se trata de poemas elaborados para someter determinados temas y cuestiones a la consideración de cada persona, fomentando el diálogo entre los ciudadanos de las ciudades, con lo cual se aporta a la construcción del ámbito común que comparten quienes quieren vivir juntos, compartiendo una determinada concepción de aquello que es bueno y valioso. En la medida que el poema está escrito y es representado en el teatro, se distancia de la vida personal, evitando que se coloquen en primer plano las concepciones e intereses particulares, estimula la reflexión moral sobre las experiencias compartidas y promueve el debate constructivo. Finalmente, el estilo literario del poema era usado de modo intencional, pues en su mayoría los griegos no consideraban que los problemas éticos pudieran tratarse sólo con razones, sino que tenían que ser presentados con imágenes, vocabularios y métricas apropiados para hablar también a la vida afectiva de los oyentes, promoviendo una respuesta integral, razonable a la vez que emotiva: en parte descubrimos lo que pensamos de algo, cuando tomamos conciencia de lo que sentimos al respecto.

Recomendamos leer el texto completo de la tragedia Agamenón, escrita por el poeta griego Esquilo. A continuación citamos y comentamos pasajes que nos parecen importantes para establecer un diálogo en torno a la violencia familiar y la forma de superarla.

El sacrificio de Ifigenia a manos de su padre, Agamenón

Síntesis del argumento:

Agamenón era rey de Micenas y jefe de las fuerzas griegas en la guerra de Troya. Era hijo de Atreo y padeció una maldición lanzada sobre su casa.
Ifigenia era la hija mayor de Agamenón y de Clitemnestra. Antes de la guerra de Troya, cuando las fuerzas griegas se preparaban para zarpar de Áulide a Troya, un fuerte viento del norte retuvo a los mil navíos griegos en el puerto. Un adivino reveló que Ártemis, diosa de la caza, estaba furiosa porque los griegos habían matado a uno de los animales salvajes que ella protegía. La única manera de apaciguar a la diosa y obtener vientos favorables para zarpar era sacrificar a Ifigenia. Agamenón, enardecido por su ambición de conquistar Troya, aprobó el sacrificio. Hizo llamar a su hija a Micenas, diciéndole que se casaría con Aquiles, el mayor de los héroes griegos. Cuando la muchacha llegó a Áulide, la llevaron al altar de Ártemis y fue inmolada. De inmediato, el viento del norte dejó de soplar y los barcos griegos zarparon hacia Troya.
La disputa de Agamenón con Aquiles sobre la princesa cautiva Briseida y las consecuencias de esa cólera forman buena parte del argumento de la Iliada de Homero.
Después de un sitio de diez años, cayó Troya y Agamenón volvió victorioso a Micenas. Con él fue la princesa troyana Casandra, que le había sido concedida por el ejército griego triunfante.
Clitemnestra, mujer de Agamenón, lo recibió con expresiones de amor, pero mientras él estaba en el baño, ella le tendió una trampa. Egisto, el amante de ella, golpeó a Agamenón con una espada y, mientras estaba inconsciente por el golpe, Clitemnestra lo decapitó con un hacha .

El texto de Esquilo llamado Agamenón, comienza con un prodigio: “La reina de las aves se aparece a los reyes de los navíos. A la vista de todo el ejercito, dos águilas, una negra y otra, de cola blanca, devoran una liebre preñada con sus crías no nacidas” .

Los seres humanos realizamos sacrificios de animales tal como las águilas matan a la liebre: sin remordimientos y en vista de una necesidad que se impone. Pero Agamenón va a ser acusado por el Coro y por su esposa, Clitemnestra, de haberse convertido en un ser bestial, tal vez por la presión de la guerra, al obrar con indiferencia ante el sacrificio de su propia hija: “La actitud que toma ante su conflicto es censurable porque ha matado a una niña sin sentir más repugnancia o agonía que si la víctima hubiese sido un animal de otra especie (…) sin darle importancia, como si se tratara de matar una res entre los rebaños de hermoso vellón, cuando superabundaban las ovejas, sacrificó a su propia hija como remedio contra los vientos” .

En la acción de Agamenón hay necesidad y culpa. La necesidad resulta de la intersección de dos exigencia divinas: la de Zeus que ordena la expedición a Troya para vengar el delito contra la hospitalidad, y la de Artemis, quien envía unos vientos que impiden la partida de la expedición y provoca el homicidio de Ifigenia. Para la mentalidad griega, era evidente que se hacía necesario cumplir las dos exigencias. El Agamenón de Esquilo es un hombre bueno, que “sigue derecho su camino” y que “con repentina mala fortuna choca contra un escollo que no se veía” . Sin embargo, y en un contexto que recuerda el canibalismo de la Teogonía, Esquilo hace referencia a una culpa anterior, la de Atreo , quien origina el castigo de Zeus en su descendencia, al colocar a este ser humano libre de culpa ante una disyuntiva exenta de alternativas no culposas.

Ante esta disyuntiva, Agamenón delibera examinando sus alternativas:

Si no sacrifica a su hija, toda la expedición permanecerá retenida por falta de vientos propicios; sus hombres están fatigados y desgastados, habiendo consumido ya sus víveres; todos, incluyendo a Ifigenia, se exponen al peligro de la muerte; el rey se haría un desertor al renunciaría al mandato de Zeus de conquistar Troya; sería una desobediencia a la diosa.

Sacrificar a su hija es un acto horrible y culpable, pero se llevará a cabo la conquista de Troya, gracias a los vientos propicios; así se honra a los dos dioses, se promueve el éxito en las propias acciones y se asegura la propia vida.

Cualquiera de las dos elecciones es culpable, pues ninguna está libre de males. Y Agamenón, sabiendo lo que hace, comprendiendo lo que implica cada alternativa, elige. No podemos decir que se halle compelido físicamente. Sin embargo, como ninguna de las opciones es deseable, se encuentra bajo el imperio de la necesidad. Hay que recordar que, en cualquier elección, el agente se encuentra con alternativas que le son dadas y entre ellas debe elegir, y así procede Agamenón:

Entonces el caudillo mayor de las naves aqueas, sin hacerle reproches al adivino, cedió a los golpes de la mala suerte. Pero después un remedio más grave para los jefes que la dureza del temporal gritó al adivino apoyándose en Artemis, hasta el punto de que los Atridas con sus cetros golpearon la tierra sin poder contener el llanto. Entonces el mayor de los reyes habló y dijo así (…) ¿Qué alternativa está libre de males? Sí, lícito es desear con intensa vehemencia el sacrificio de la sangre de una doncella para conseguir aquietar los vientos. ¡Que sea para bien .

La deliberación de Agamenón expresa la postura del jefe de una expedición militar que tiene como fin conquistar Troya. El entiende que el bien común prima sobre los bienes personales, y también que, dado que los hombres se sacrifican en el campo de batalla, el sacrificio ritual de una doncella es perfectamente lícito para lograr conquistar Troya. Nunca entra en su deliberación una tercera posibilidad: no sacrificar a su hija, no conquistar Troya, desobedecer a sus dioses que exigen tales sacrificios humanos .

Al no plantearse la tercera alternativa, Agamenón decide cooperar con las fuerzas de la necesidad:

Y cuando ya se hubo uncido al yugo de la ineluctable necesidad, exhaló de su mente un viento distinto, impío, impuro, sacrílego, con el que mudó de sentimientos y con osadía se decidió a todo, que a los mortales los enardece la funesta demencia, consejera de acciones torpes¡Tuvo, en fin, la osadía de ser el inmolador de su hija, para ayudar a una guerra vengadora de un rapto de mujer y en beneficio de la escuadra! .

Es notable la transformación de Agamenón desde su primer reconocimiento de la maldad de las dos opciones, al posterior cambio en sus sentimientos, mutación que le permite creer que ha elegido el mejor curso de acción, y que la buena elección hace buena la acción consecutiva, de manera que, interpretada ya la acción como buena, es adecuado colaborar decidida y animosamente con ella. Al mudar así sus pensamientos, Agamenón coloca sobre su cuello el yugo de la necesidad. De esta manera, Agamenón reduce el conflicto, niega su dolor de padre y mira la acción sólo en la perspectiva de la necesidad de éxito de sus cometidos: “Ni súplicas ni gritos de “padre”, ni su edad virginal para nada tuvieron en cuenta los jefes, ávidos de combatir. Tras la plegaria, como ella estaba arrebujada en sus vestidos y agarrándose al suelo con toda su alma, ordenó el padre a los que eran sus ayudantes en el sacrificio que la levantaran y la pusieran sobre el altar.”

Agamenón es responsable de esta mudanza de pensamientos y de las pasiones con las que comete su crimen; es culpable de colaborar con avidez y complacencia en la inmolación de Ifigenia. De nada sirve que su hija lo llame “padre”, pues él ya no la reconoce como tal, sino que procede a sus rituales como si tratara con una víctima animal: “Como si fuera una cabritilla, y que con una mordaza sobre su bella boca impidieran que profiriese una maldición contra su familia, utilizando la violencia y la brutalidad de un freno que no le dejara hablar.”

Finalmente, el coro le reprocha a Agamenón la ruptura de sus nexos humanos con su hija Ifigenia, pues es indiferente ante su sufrimiento, sus súplicas y su mirada, dedicando su atención únicamente a los buenos resultados que iba a obtener con sus acciones: “Y mientras ella soltaba en el suelo los colores del azafrán, iba lanzando a cada uno de los sacrificadores el dardo de su mirada, que incitaba a la compasión. Daba la sensación de una pintura que los quisiera llamar por sus nombres.”

La acción de Agamenón es ritual, lo que nos recuerda la ritualización de las posibilidades homicidas de las comunidades humanas. La tragedia, canto del sacrificio de la cabra, profundiza el sentido del ritual y recuerda la facilidad con que los humanos podemos volvernos seres bestiales y romper los límites que prohíben el homicidio. Según la obra de Esquilo, la prohibición del homicidio no es una ley externa al ser humano, sino que opera en la apertura y la sensibilidad ante el sufrimiento del otro, ante su mirada y ante su palabra. La deliberación de Agamenón está distorsionada por la negación de esta sensibilidad, que hace de Agamenón un ser humano mutante, “impío, impuro, sacrílego”. El Agamenón insiste en que tal distorsión de la racionalidad práctica ocurre cuando se quiere asegurar la vida sometiéndola al esquema de las fuerzas de leyes y exigencias “absolutas”, deformación que acarrea la total devaluación de la vida humana bajo el imperio de la necesidad .

Violencia familiar, crítica y superación: no alargues tu mano contra el niño, ni le hagas nada

Después de estudiado el anterior texto, que nos invita a leer la obra de Esquilo, vamos a leer y analizar el texto del Génesis, que llamamos con frecuencia “el sacrificio de Abraham”: Génesis 22. 1-19.

Génesis 22:

1: Después de estas cosas sucedió que Dios tentó a Abraham y le dijo: “¡Abraham, Abraham!” Él respondió: “Heme aquí”.
2. Díjole Dios: “Toma a tu hijo, a tu único, al que amas, a Isaac, vete al país de Moria y ofrécele allí en holocausto en uno de los montes, el que yo te diga”.
3. Levantóse, pues, Abraham de madrugada, aparejó su asno y tomó consigo a dos mozos y a su hijo Isaac. Partió la leña del holocausto y se puso en marcha hacia el lugar que le había dicho Dios.
4. Al tercer día levantó Abraham los ojos y vio el lugar desde lejos.
5. Entonces dijo Abraham a sus mozos: “Quedaos aquí con el asno. Yo y el muchacho iremos hasta allí, haremos adoración y volveremos donde vosotros”.
6. Tomo Abraham la leña del holocausto, la cargo sobre su hijo Isaac, tomo en su mano el fuego y el cuchillo, y se fueron los dos juntos.
7. Díjole Isaac a su padre Abraham: “¡Padre!” Respondió: “¿qué hay, hijo?” – “Aquí está el fuego y la leña, pero ¿dónde está el cordero para el holocausto?”
8. Dijo Abraham: “Dios proveerá el cordero para el holocausto, hijo mío”, Y siguieron andando los dos juntos.
9. Llegados al lugar que le había dicho Dios, construyó Abraham el altar, y dispuso la leña; luego ató a Isaac, su hijo, y le puso sobre el ara, encima de la leña .
10. Alargó Abraham la mano y tomó el cuchillo para inmolar a su hijo.
11. Entonces le llamó el Ángel de Yahveh desde los cielos diciendo: “¡Abraham, Abraham!” Él dijo: “Heme aquí”.
12. Dijo el Ángel: “No alargues tu mano contra el niño, ni le hagas nada, que ahora se que tu eres temeroso de Dios, ya que no me has negado tu hijo, tu único.
13. Levantó Abraham los ojos, miró y vio un carnero trabado en un zarzal por los cuernos. Fue Abraham, tomó el carnero, y lo sacrificó en holocausto en lugar de su hijo.
14. Abraham llamó a aquel lugar “Yahveh provee”, de donde se dice hoy en día: “En el monte ‘Yahveh provee’”.
15. El Ángel del Señor llamó a Abraham por segunda vez desde los cielos,
16. y le dijo: “Por mí mismo juro, oráculo de Yahveh, que por haber hecho esto, por no haberme negado a tu hijo, tu único,
17. Yo te colmaré de bendiciones y acrecentaré muchísimo tu descendencia como las estrellas del cielo y como las arenas de la playa, y se adueñará tu descendencia de la puerta de sus enemigos.
18. Por tu descendencia se bendecirán todas las naciones de la tierra, en pago por haber obedecido tú mi voz”.
19. Volvió Abraham al lado de sus mozos, y emprendieron la marcha juntos hacia Berseba, y Abraham se quedó en Berseba.

Para ayudar a comprender este antiguo texto bíblico, proponemos como orientación el siguiente texto:

Se pueden considera los relatos sobre Abraham como narraciones fundantes de la fe bíblica. Como todos los textos antiguos, este ofrece diferentes redacciones, o estratos de escritura, que podemos diferenciar: unas tradiciones que se transmitieron oralmente durante muchos años, cuyo eje eran relatos de los antepasados; una serie de escritos de diversas tradiciones: yahvista (11, 14, 15-18), elohista (1, 3, 8, 9, 19, mezclado con un redactor posterior, pero no muy distante), y sacerdotal (12c, 16 b, 17c, 18). Estas tradiciones de escritura fueron modificando los relatos más antiguos, y construyendo la figura de Abraham según sus propias inquietudes . De este modo se pasó de tradiciones sobre un santuario israelita en el que no se ofrecían sacrificios humanos, a diferencia de los santuarios cananeos el estrato más antiguo, a una justificación de la prescripción de “rescatar” a los primogénitos, pues pertenecen a Dios el elohista, retocado desde la mentalidad de la corriente deuteronomista, hasta la enseñanza sobre la fe de Abraham por no haber negado su hijo a Dios -la mentalidad sacerdotal.

Si se ordena el texto según las tradiciones da aproximadamente lo siguiente:

Yahvista (Siglos X y IX, en Judá).

Vete al país de Morya (Moriyyáh, el final abrevia Yahveh) (2).
Entonces le llamó el Ángel de Yahvéh desde los cielos diciendo: “!Abraham, Abraham!” El dijo “Heme aquí” (11)
Abraham llamó a aquel lugar “Yahveh provee”, de donde se dice hoy en día: “En el monte Yahveh se aparecerá (yérá’eh)”. (14)
El Ángel de Yahveh llamó a Abraham por segunda vez desde los cielos y dijo: “por mi mismo juro, oráculo de Yahveh, que por haber hecho esto,…yo te colmaré de bendiciones y acrecentaré muchísimo tu descendencia como las estrellas del cielo y como las arenas de la playa… (15-17b).

Elohista, redactor de los relatos yahvistas (Siglo VIII, en Israel):

Después de estas cosas sucedió que Elohim probó a Abraham y le dijo: “Abraham, Abraham”. El respondió: “Heme aquí”. Díjole: “Toma a tu hijo, a tu único, al que amas, a Isaac, y…ofrécele…en holocausto en uno de los montes, el que yo te diga”. (1-2).
Se levantó, pues Abraham de madrugada, aparejó su asno y tomó consigo a dos mozos y a su hijo Isaac. Partió la leña del holocausto y se puso en marcha hacia el lugar que le había dicho Elohim. Al tercer día levantó Abraham los ojos y vio el lugar desde lejos. Entonces dijo Abraham a sus mozos: “Quedaos aquí con el asno. Yo y el muchacho iremos hasta allí, haremos adoración y volveremos donde vosotros”.
Tomó Abraham la leña del holocausto, la cargó sobre su hijo Isaac, tomó en su mano el fuego y el cuchillo, y se fueron los dos juntos. Dijo Isaac a su padre Abraham: “Padre”. Respondió: “¿Qué hay, hijo?” -”Aquí está el fuego y la leña, pero ¿Dónde está el cordero para el holocausto?” Dijo Abraham: “Dios proveerá el cordero para el holocausto, hijo mío”. Y siguieron andando los dos juntos.
Llegados al lugar que le había dicho Elohim, construyó allí Abraham el altar, y dispuso la leña; luego ató a Isaac, su hijo, y le puso sobre el ara, encima de la leña. Alargó Abraham la mano y tomó el cuchillo para inmolar a su hijo. (3-10).
Dijo el Ángel: “No alargues tu mano contra el niño, ni le hagas nada, que ahora ya se que tú eres temeroso de Elohim”. (12a-b).
Levantó Abraham los ojos, miró y vio un carnero trabado en un zarzal por los cuernos. Fue Abraham, tomó el carnero, y lo sacrificó en holocausto en lugar de su hijo (13).
Volvió Abraham al lado de sus mozos, y emprendieron la marcha juntos hacia Berseba. Y Abraham se quedó en Berseba (19).

Sacerdotal (Siglo III o II, Palestina bajo la dominación helenística):

Ya que no me has negado tu hijo, tu único (12c).
Por no haberme negado tu hijo, tu único (16b).
“Se adueñará tu descendencia de la puerta de tus enemigos. Por tu descendencia se bendecirán todas las naciones de la tierra, en pago por haber obedecido tú mi voz” (17c-18).

Unos someros análisis para pensar lo que nos quieren decir

– La versión del Sacerdotal:

Las adiciones del redactor sacerdotal hacen que el texto en su conjunto se interprete como una prueba a la fe de Abraham: se trata de un hombre temeroso de Dios, lo que se comprueba en su disposición a matar a su hijo, es decir, en su intención a realizar algo absurdo si se trata de una exigencia divina. En el contexto del mundo helenístico ya no se realizaban sacrificios humanos en ninguna de las grandes religiones del medio oriente. Que Yahvéh, el lejano e incomprensible Dios de los judíos exigiera el sacrificio del hijo único y amado del anciano Abraham, no puede ser otra cosa que una prueba de fe. No hay aquí alternativas: Abraham debe confiar en su Dios, así no logre entender sus designios. Para el Abraham del periodo helenístico no hay elección: pase lo que pase, por más absurdo que sea, se debe temer a Dios. Una vez el judío vive en el marco de la Alianza con Dios, se espera de él una obediencia ciega a su voluntad. Como fruto de esa obediencia, de un modo que no podemos entender, Dios bendecirá a todas las naciones, pues El tiene un orden que impone al conjunto de la humanidad.

Este lenguaje de lo incomprensible y poco racional, de un Dios que hace exigencias absurdas y pide obediencia total, expresa a la institución religiosa que habla en estas adiciones, y “la institución tiene como su corazón la administración de la muerte. Por tanto, su ideología es necesariamente la afirmación de la muerte en nombre de la vida. A eso le corresponde una fe…la disposición del padre a matar a su hijo” . La institución religiosa tiene que afirmar la prioridad de la ley sobre la vida, y aquí se entronca con la mayor parte de relatos de sacrificios de hijos: matar al hijo es una afirmación de la ley del padre. Lo paradójico es que se atribuya a Abraham semejante fe, pero es algo comprensible si se tiene el carácter histórico y dialéctico de todas las instituciones, y el hecho de que la fe de una comunidad sólo se transmite en algún tipo de institucionalidad. De esto es consciente la tradición sacerdotal, pues narra la constitución de su poder de dominio como ocurrido en mismo día en que los levitas asesinaron a sus propios hijos y hermanos (Ex 32, 29). Hinkelammert señala que precisamente el poder de dominio es eso: la disposición a asesinar a sus propios hijos y hermanos para imponer una ley; por esta razón el redactor sacerdotal añade a la bendición que los descendientes de este Abraham de la fe ciega, se van a adueñar de las ciudades vecinas (Gen 22, 17c) .

La institución religiosa que habla en el redactor sacerdotal concibe a un Dios que se reserva a sí mismo el poder matar a quienes incumplen sus leyes. Pero este Dios que puede matar, es el Dios creador de toda la realidad, al que hay que temer y reverenciar, de quien se espera la salvación y quien nos castiga con la muerte. En este esquema religioso, parece evidente que la ritualidad va a concentrar el esfuerzo por agradar a este Dios, todo con el fin de legimitar la esperanza en una intervención definitiva de Dios que traerá la paz a la tierra. Y esta ritualidad desplaza el conflicto entre los seres humanos a una guerra contra los animales, quienes son ahora las víctimas sustituivas de los sacrificios. Este modelo sacrificial legitima la comunidad judía concentrada en el culto religioso; sin culto, no hay comunidad: sin sacrificios animales, no es posible que la violencia no irrumpa entre los mismos judíos. Cuanto se extienda el culto, más se confía en eliminar la violencia. El mecanismo cultual permite a los participantes deponer la tendencia a la violencia, reconciliarse y apaciguarse. Por tanto, vivir en el ambiente cultual, vivir sin guerras entre los seres humanos, en eso consiste la presencia de Dios en medio de su pueblo. Se trata de una presencia al estilo de los dioses de las demás religiones: su poder de salvación está vinculado a su peligrosidad, una presencia de lo sagrado activada por el culto sacrificial.

– La redacción elohista y su contexto

El texto elohista corresponde a la época de los reyes en Israel. “En ese tiempo, el sacrificio del hijo primogénito es la regla, no la excepción (…) se hace por razones mágicas, para asegurar la gracia de los dioses, especialmente frente a la batalla. Sacrificar al hijo primogénito es la tentación del hombre de autoridad frente a un juicio imprevisible de Dios, para inclinar la voluntad de este Dios en favor suyo”.

Las constantes condenaciones a los sacrificios de niños que se encuentran en la Biblia, muestran que se trataba de una práctica extendida y atrayente para los mismos israelitas, llegando incluso algunos reyes a practicarla en Jerusalén. Los profetas insisten en que Yahvéh detesta los holocaustos, y solo pide justicia en las relaciones entre los seres humanos. Parece que los sacrificios a Molo (molék) eran un problema real para los fieles a las tradiciones yahvistas de los siglos VIII y VII a.C., por eso aparecen masivamente en: Levítico 17,21; 20, 2-5; Jeremías 32, 35; 2 Reyes 23, 10; Isaías 33, 14; 1 Reyes 11, 7. Hay referencias al culto a Baal-Moloc en 2 Reyes 16, 3; 17, 31; 21, 6; Jeremías 7, 31, Deuteronomio 12, 31; 18, 10; Ezequiel 16, 21; 20, 31; 23, 37, y probablemente también en Jeremías 3, 24. Sin duda se trataba de un culto celebrado en Jerusalén, seguramente en las proximidades del Templo, en el valle de Ben Hinón.

Los holocaustos ofrecidos a Baal-Moloc consistían en sacrificios en los que la víctima era totalmente consumida por el fuego. El rey Josías, junto con el profeta Jeremías y la comunidad influida por la reforma deuteronomista abolieron estos cultos, pero ellos vuelven a aparecer inmediatamente antes de la invasión de los Babilonios, a comienzos del siglo VI. La mentalidad yahvista, los profetas y la corriente deuteronomista, condenan estos actos, lo mismo que los redactores sacerdotales posteriores. Para estos autores bíblicos, se trata de actos totalmente contrarios a la voluntad de Yahvéh.

Si tomamos la práctica de los sacrificios como una ley propia de la cultura palestinense de los siglos VII a VI a.C., esta ley debe poder presentarse como una ley de Dios. Todos los padres de esta cultura estaban dispuestos a sacrificar a sus hijos, y Abraham no aparece inicialmente como una excepción. Atendiendo a los cambios que se producen tanto en las personas, como en el lugar mismo de culto, hay que resaltar dos asuntos notables dentro de la estructura del texto:

– Abraham pasa de ser un hombre corriente dentro de las exigencias de su cultura gracias a la intervención del Ángel de Yahvéh, que le dice: “No alargues tu mano contra el niño, que ahora se que eres temeroso de Dios… “. El ángel le pide que transgreda la ley de Dios, la ley de su propia cultura. No se trata de una decisión fácil, pues al renunciar a los sacrificios humanos se va a enfrentar con toda la sociedad de su época, con la religiosidad dominante, razón por la cual debe cambiar de lugar de residencia. Se dejan atrás las exigencias de una divinidad que da leyes, y aparece un Dios (Yahvéh), que pide ponerse por encima de la ley. Obedecer o temer a Yahvéh es deshacerse de la ley y no matar a su hijo. En esto consiste la fe de Abraham en Yahvéh: no haber matado (negado) a su hijo (Gen, 22, 17c), pues Yahvéh se opone a todos los sacrificios de los seres humanos. La figura de Abraham para el autor elohista no es la de un hombre que representa a la ley, sino la de aquel en quien se revela la fe en el Dios de la vida contra la prioridad de la ley de su cultura.

– La decisión de Abraham de romper con los esquemas y expectativas de su contexto, optando por enfrentar los riesgos de la muerte, del fracaso y del compromiso con el otro, y el hecho de que esa decisión se muestre como esclarecida por una manifestación de Yahvéh, Dios de la vida y no por Moloc o Baal, divinidades que garantizan el poder y el éxito a través de unos ritos que aseguran al oferente contra la muerte, esto es algo realmente insólito. En esta decisión, Abraham logra ponerse por encima de las fuerzas de la necesidad que obligan a sacrificar seres humanos, y lo hace afirmando su libertad. Pero esta libertad es la afirmación de la vida contra el poder de la muerte: afirma su vida al afirmar la vida del otro. No se trata acá de asegurarse contra la muerte, asesinando a alguien, sino de derogar la ley de muerte de las divinidades dominantes y atractivas desde el punto de vistas del éxito y el propio poder de dominio. Cuando el padre ya no sacrifica al hijo, y ninguno de los dos se somete a las fuerzas de la necesidad, ambos pueden tratar de someter esas fuerzas en función de la vida humana. Esto se puede observar en el tipo de promesa que recibe Abraham: no se le van a dar otros países para conquistar y esclavizar, sino que al afirmar la vida, la vida va a abundar: “acrecentaré muchísimo tu descendencia como las estrellas del cielo y como las arenas de la playa” (17a-b). La bendición de Yahvéh corresponde al carácter excepcional de la acción de Abraham: ha roto el circuito sacrificial de su cultura, que creía asegurar la vida por la muerte violenta. Así se ha salido del marco institucional, para afirmar la prioridad de la vida humana sobre toda otra exigencia.

Esta opción por la fe en la vida y contra el dominio de la ley y el poder de la muerte, cambia las relaciones entre las personas. Cuando el poder del padre no asesina al hijo, y el hijo no tiene necesidad de matar al padre, aparece una lógica diferente a la del circuito sacrificial, circuito de la muerte violenta sin solución. Mientras Edipo, esa otra figura central del teatro griego, se piensa desde el poder de dominio y el derecho (la ley) de asesinar a su hijo impunemente, Abraham representa la libertad que destruye las leyes. La vida de Edipo está marcada por la necesidad y condenada al circuito de muerte, pero Abraham reivindica su vida y la de su hijo: como no está dispuesto a matar, su hijo tampoco tiene razones para hacerlo.

Los hijos de Edipo, Eteocles y Polinices se matan mutuamente luchando por el poder, pues el poder siempre se impone matando, y estos asesinatos de los dos hermanos desatan otra tragedia, que es el asesinato de su hermana, Antígona. En cambio, los descendientes de Abraham, que han sido bendecidos por el Dios de la vida, resuelven sus conflictos de otro modo. Jacob y Esaú resuelven su conflicto por la primogenitura, a pesar del temor y la angustia que sienten ante una violencia casi inminente (Gen 32, 9; 12), del siguiente modo: “(Jacob) se inclinó siete veces hasta llegar a su hermano, y Esaú, a su vez, corrió a su encuentro, lo abrazó, se le echó al cuello, lo besó y lloró” (Gen 33, 3).

Por su parte, José, quien había sido vendido por sus hermanos, cuando los vuelve a ver “se echó a llorar a gritos”. Sus hermanos por su parte, no podían contestarle porque se habían quedado atónitos ante él”. Pero “José dijo a sus hermanos: “vamos, acercaros a mi…. no os pese mal, pues para salvar vidas me envió Dios delante de vosotros…para que podáis sobrevivir en la tierra y para salvaros la vida mediante una feliz liberación….Y echándose al cuello de su hermano Benjamín, lloró; también lloró Benjamín sobre el cuello de José. Luego besó a todos sus hermanos, llorando sobre ellos, después de los cual estuvieron conversando” (Gen 45, 1-15).

La fe en Yahvéh: el mutuo reconocimiento.

Nos queda revisar la antigua tradición yahvista. Hay que hacer notar tres asuntos:

– Que el término “Ángel de Yahvéh” corresponde realmente a Yahvéh tal como se le aparece o manifiesta a los seres humanos en la mentalidad del yahvista. – Esto se une al lugar de culto: Moriah, el lugar que Yahvéh le había dicho, es un espacio enigmático, que no se puede identificar con ningún lugar, pues en realidad se llama “Yahvéh se aparecerá”. – La bendición del versículo 17 a-b cae sobre Abraham y sus descendientes.

¿De qué se trata todo esto? ¿Cómo concibe el autor yahvista que se manifiesta Yahvéh, el Dios de la vida, según lo que nos dice en estos textos?

Abraham pasa de ser un padre que ejerce su poder de muerte y dominio, a constituirse en el padre de la fe, el que rescata a su hijo para la vida. Notemos que no puede ya tratar a su hijo como un corderillo que va a ser sacrificado para dar gusto a los dioses, pues seguramente lo ha mirado con compasión y por eso se ha movido a recuperarlo como el “hijo” con quien está comprometido con los lazos del amor (v. 2, 3, 6, 7, 8, 9, 10, 12, 13, 16: hijo, hijo único, hijo, al que amas). Como ha renunciado a su poder de patriarcal, de “padre” que domina y ejerce violencia de muerte, puede seguir andando junto con él sin temor. Parece que la relación tradicional de padre e hijo se rompe y se inaugura una nueva, donde el eje es un amor que puede impedir la posibilidad de ejercer la violencia, moviéndose hacia una relación más equitativa, lo que los autores yahvistas califican como una relación de “hermanos”.

Al reconocer al otro como alguien cuya vida debe ser rescatada, es decir, como otro sujeto de vida, Abraham mismo se rescata para la vida con los otros. Pero este reconocimiento mutuo entre los sujetos de vida no es una actividad intelectual, sino una inmensa apertura al otro, que mueve a la persona desde sus afectos, ya sea a la compasión, al llanto, a los besos o a la charla. Entonces, cuando el otro puede ser tratado como “hermano”, sólo entonces se activa la presencia de Yahvéh.

En este sentido, el autor yahvista, al finalizar la historia del encuentro entre Jacob y Esaú, que narra dramáticamente una resolución diferente a la violencia para un conflicto de poderes, cuenta que le dijo Jacob a su hermano: “He visto tu rostro como quien ve el rostro de Dios, y me has mostrado simpatía”. (Gen 33, 10).

En el altar del mercado las vìctimas son anonimas

Mark Anspach
En el altar del mercado, las víctimas son anónimas
————————————————————————————————————————
Entrevista realizada por Yannick Blanc y Michel Bessières , escritor y periodista del Correo de la UNESCO, respectivamente.

Abraham e Isaac. El origen de la toma de conciencia “anti-sacrificial”.

Los economistas y los antropólogos del intercambio

Adam Smith (1723-1790) propone dejar rienda suelta a las rivalidades entre individuos, ya que al conjugarse producen el orden. Para aludir a este fenómeno inventa la metáfora de la “mano invisible del mercado”.
Marcel Mauss (1872-1950) estudia en su Essai sur le don los sistemas de intercambios rituales de los aborígenes de América y de la Melanesia. Para él, el don es un “hecho social total”, a la vez religioso, económico, político, matrimonial, jurídico… Actualmente el Movimiento Antiutiliario en las Ciencias Sociales (MAUSS) se inscribe en su filiación y critica el reduccionismo económico (www.revuedumauss.com).
En Les structures élémentaires de la parenté, Claude Lévi-Strauss analiza el matrimonio como una forma de reciprocidad entre grupos aliados, pero no explica su origen (ver Lucien Scubla, Lire Lévi-Strauss, Odile Jacob, 1998).
René Girard enseña en Estados Unidos desde 1947. Con sus trabajos remontamos a los fundamentos violentos de los intercambios. En todas las relaciones humanas existe, según él, el mecanismo de la rivalidad mimética, expuesto en su primera gran obra, Mensonge romantique et vérité romanesque. No deseamos nada si no lo desean los demás. Cuando esta rivalidad contagiosa se apodera de toda una comunidad, sólo desaparece cuando el “todos contra todos” se convierte en “todos contra uno”. Se mata a un adversario y resurge la paz. La víctima es percibida entonces como todopoderosa, por haber sido capaz de restaurar el orden. En su libro, La violence et le sacré explica cómo lo sagrado tiene su origen en el sacrificio. En Le bouc émissaire desarrolla la idea de que los textos cristianos han erosionado a la larga esta violencia fundadora. Su última obra publicada es Je vois Satan tomber comme l’éclair (Grasset, 1999). En la revista inglesa Contagion aparecen reseñas de los trabajos de investigadores “girardianos” (http://theol.uibk.ac.at
/cover/index.html).

En las grandes metrópolis mueren cada año centenares de personas sin hogar de las que se ignora hasta el nombre. A juicio del etnólogo estadounidense Mark Anspach, la economía de mercado exige, en nombre de la eficacia, que todos podamos ser sacrificados en medio de una indiferencia casi general.

Usted estudia los intercambios tanto en las sociedades primitivas como en la sociedad mercantil. ¿Se dan en todas partes las mismas transacciones?
No. Según ellos, el intercambio cumple una mera función instrumental. Usted vive en una comunidad que produce ñame y yo en una que cría cerdos, así que vamos a proceder a un trueque para variar nuestra dieta alimentaria. Un buen día, con objeto de facilitar las transacciones, vamos a inventar un sistema de equivalencia entre nuestros productos, la moneda. Sin embargo, como han demostrado todos los antropólogos, Marcel Mauss en particular, la forma principal de intercambio en las sociedades llamadas “primitivas” es el don, que va mucho más allá de la racionalidad económica.

¿Quiere usted decir que el hombre no inventó el trueque para subvenir a sus necesidades materiales?
En las sociedades “primitivas”, cada familia puede perfectamente producir lo necesario para su subsistencia. Sin embargo, hacen intercambios. ¿Por qué? Por intercambiar –por entablar relaciones con los demás, por entrar en el círculo de las reciprocidades positivas, que son el fundamento de la vida en la sociedad. Negarse a un intercambio, guardar para sí lo que uno tiene, equivale a solazarse en una especie de goce incestuoso, como señala Claude Lévi-Strauss, que cita a este respecto un proverbio de Nueva Guinea: “Tu propia madre, tu propia hermana, tus propios cerdos, tus propios ñames, no te los puedes comer. Los de los demás, puedes comerlos”. Si uno se come sus propios ñames, el vecino pensará que son mejores que los suyos, y se pueden llegar a enturbiar las relaciones.

¿Y si los ñames son totalmente idénticos?
Incluso en este caso puede surgir esa rivalidad que el pensador René Girard (ver recuadro) denomina “mimética”, y que está basada en la imitación recíproca. El vecino que lo ve a uno engullendo sus ñames tendrá ganas de hacer lo mismo, o sea, comérselos. Lo que es deseable para uno pasa a ser deseable para el otro. Pero si trata de apoderarse de los ñames, encontrará resistencia. Lo que es deseable para el otro se vuelve igualmente deseable para uno. Por una insignificancia se puede llegar en seguida a las manos. Las prohibiciones rituales sirven para prevenir las rivalidades de este tipo. El tabú del incesto, por ejemplo, evita que los hombres se peleen por las mujeres más próximas, las de la propia familia. Un crimen pasional podría provocar una crisis general. Nos cuesta imaginar el peligro que representa la menor desavenencia en una comunidad sin policía ni aparato judicial. Todo derramamiento de sangre puede ser fatal, como para un hemofílico. Si uno mata a su vecino cuando está tratando de quitarle los ñames, sus familiares se encargarán de venir a ajustarle las cuentas, y así sucesivamente. Las venganzas en cadena pueden enredar a todo el mundo en el engranaje de la violencia.

¿No revela esto una naturaleza esencialmente violenta del hombre?
El hombre no es esencialmente violento, es esencialmente social. Una vez que ha satisfecho sus instintos naturales —alimentarse, reproducirse— sigue sintiendo una carencia. Desea algo, pero, ¿qué? Desde Freud creemos que el deseo es lo más individual e íntimo del hombre. Según René Girard, semejante idea es un mito romántico, y el hombre, por el contrario, no sabe lo que quiere, tiene que aprenderlo. Y lo aprende de la misma manera que aprende todas las cosas primordiales de la vida: observando e imitando a los demás. El ser humano es un ser incompleto que nace en una dependencia radical de sus semejantes. No es sorprendente que lo fascinen. Pero es precisamente a causa de esa fascinación por lo que con tanta facilidad entra en conflicto con ellos y se deja arrastrar a veces a las peores violencias.

Todas sus explicaciones presuponen una naturaleza humana universal.
Creo que hay que ser firme en este punto: sí, hay una naturaleza humana universal. Esto no significa que los hombres sean idénticos en todas partes. Como el hombre no sabe por instinto lo que quiere hacer con su vida, la cultura ha de ofrecerle respuestas. La gama de éstas varía, por descontado, de una cultura a otra. Lo que es universal no es un determinado modelo de comportamiento, sino la necesidad misma de tener modelos. Si el hombre no sabe qué desear, si cada cual tiende a desear lo que desean sus semejantes, la cultura tiene que canalizar los deseos de modo que no converjan constantemente en los mismos objetos. Hay que romper el círculo vicioso de los deseos recíprocos –en el que a cada uno se le antoja lo que le apetece al otro, si no se quieren desencadenar venganzas recíprocas. La regla paradójica de la vendetta exige matar al que ha matado. ¿Y el que ha matado al que había matado? Ya estamos otra vez en un círculo vicioso.

Y, ¿cómo se puede salir?
Lo que me interesa es, precisamente, observar cómo se pasa de los círculos viciosos a los círculos virtuosos, de las reciprocidades negativas de la violencia a las reciprocidades positivas del don. En la venganza cada cual responde a la ofensa del otro, cada uno reacciona a lo que el otro ya hizo. En el fondo, esto implica dejarse dominar por el pasado. En el intercambio de dones, por el contrario, hay una orientación hacia el futuro y una anticipación del deseo del otro. En lugar de esperar que el vecino venga a robarme los ñames, se los regalo hoy, con tal de que él haga otro tanto mañana. En cuanto uno da, el otro queda obligado a dar a su vez. Ésta es una circularidad positiva.

¿Que permite esquivar la violencia?
Sí, pero por una última violencia, inmolando una víctima “sacrificable”, es decir, cuya muerte no origine vengan-
zas dentro del grupo: un esclavo, un prisionero enemigo, un animal… En un rito de paz descrito por el etnólogo Raymond Jamous, el homicida lleva a los suyos al territorio de su víctima y se ofrece él mismo como nueva víctima, anticipando el deseo de venganza de los de enfrente. Pero en vez de matar al asesino —como harían de proseguir el ciclo de la venganza—, sacrifican un animal, que los miembros de los dos campos comen juntos para sellar el fin de las hostilidades. No sólo esta víctima no será vengada, sino que además, gracias a ella, se celebra un banquete que pone en marcha la reciprocidad positiva. El rito que marca el fin de la vendetta realiza la transición de la violencia recíproca de la venganza a la reciprocidad no violenta del don.

¿Cuándo aparece el intercambio mercantil en sustitución del don?
Empecemos por ver qué distingue uno de otro. Cuando alguien me regala tantos carneros, conchas, escudos… me está dando la medida de su prestigio, y yo he de corresponder con algo que sea al menos equivalente. El pago monetario, por su parte, pone fin a la relación, exime de toda obligación de correspondencia. Una transacción mercantil no crea vínculos entre vendedor y comprador. Así como el don rompe el círculo de las venganzas, la moneda rompe el círculo del don. Me he preguntado cómo podía surgir una transacción así en un contexto ritual. En los textos védicos de la India antigua se ve que el pago monetario empieza con la retribución del sacrificador, un brahmán que lleva a cabo una tarea peligrosa y al que se prefiere mantener a distancia. En el universo griego, la moneda está asociada a la figura del tirano. Es un usurpador, un rey cuya legitimidad no procede de las estructuras tradicionales, que para sortear el sistema de obligaciones recíprocas que él mismo desmantela, tiene que recurrir a mercenarios a los que con la moneda paga un “sueldo”. La guerra, actividad ritual, se convierte en actividad profesional. En nuestras economías monetarias, todas las transacciones implican ese “guardar las distancias” inicialmente reservado a los especialistas de la violencia ritual.

Entonces, según usted, ¿el intercambio mercantil tiene su origen en los sacrificios rituales?
En estos ejemplos es ya visible el afán de alejar a los ejecutores del sacrificio. Más tarde se suprimirá el sacrificio mismo. Toda nuestra historia es un largo proceso de toma de conciencia “antisacrificial”. Primero se reemplaza al hombre por una víctima animal, como en la historia de Abraham e Isaac. Luego, un día se vacila en degollar al animal. René Girard atribuye el origen de esta toma de conciencia a los textos bíblicos, en particular a los Evangelios. También se pueden encontrar mensajes antisacrificiales en otras tradiciones, el budismo, por ejemplo. Pero no hace falta ser cristiano para coincidir en lo esencial con los análisis de René Girard o para preguntarse con él por las consecuencias de la decadencia de los ritos y los mitos religiosos. Si los ritos sacrificiales, aun causando víctimas, permiten evitar violencias peores, ¿qué pasa al no haber ritos? Sabemos que la humanidad progresa siempre a trompicones, con pasos hacia delante e, inevitablemente, pasos hacia atrás. No obstante, me parece muy importante defender la noción de progreso. Sigue habiendo víctimas, pero ahora se considera vergonzoso perseguirlas: es un progreso.

Hemos aprendido a reconocer a las víctimas, pero nuestra moral tolera bien la economía de mercado, que también produce víctimas de otro tipo.
La transacción monetaria suprime el nexo entre las partes en el intercambio, elimina las obligaciones de reciprocidad. Si el vecino pasa hambre, uno no está obligado a darle de comer; si lo expulsan de su casa y se muere de frío, uno no tiene el deber de vengarlo. Como observa el filósofo canadiense Paul Dumouchel, la eliminación del deber de venganza evita que la violencia se propague de un individuo a otro, pero universaliza al mismo tiempo la categoría de las víctimas “sacrificables”, aquéllas por cuya muerte no habrá venganza. En este sentido, seguimos sacrificando a víctimas anónimas. En su libro Le sacrifice et l’envie, el filósofo francés Jean-Pierre Dupuy muestra bien hasta qué punto el espectro del sacrificio invade el pensamiento de los grandes teóricos de la economía de mercado.

¿Por qué no fijarse como objetivo la vuelta al don?
Por fortuna no ha desaparecido totalmente. El don, sobre todo dentro de la familia, sigue teniendo una importancia considerable. En Francia representa unas tres cuartas partes del PIB, según estimaciones del economista Ahmet Insel. Cabe pensar en un equilibrio entre el espacio del don y el espacio comercial, pero este equilibrio se encuentra hoy amenazado por el imperialismo de la lógica mercantil. A esto es a lo que hay que oponerse. Es evidente que no volveremos a las formas arcaicas de trueque, pues presuponen un marco ritual que ya no existe. No se inventa una nueva religión por encargo.

Pero, ¿acaso no ha ocupado la economía de mercado el lugar de la religión?
El marco ritual de los intercambios “primitivos” implica la presencia de mediadores invisibles. El espíritu del don impone al destinatario hacer un don a su vez, como afirma Marcel Mauss. Adam Smith, el padre de la economía política liberal, alude también a un “espíritu oculto” cuando habla de la “mano invisible” del mercado. Se trata, claro, de una simple metáfora: se da por sentado que el mercado se autorregula y que funciona de maravilla sin intervención visible del Estado. Pero nada garantiza que el mercado se dirija solo hacia un equilibrio satisfactorio. Más bien la historia tiende a probar lo contrario. En este sentido, la doctrina de la “mano invisible” exige una fe casi religiosa. Sobre todo sirve para absolver a los hombres de las consecuencias de sus acciones. Cuando un avión se estrella, se abre una investigación, se busca a los responsables. El número de personas que mueren cada día de hambre en el mundo equivale al de las víctimas de varios centenares de aviones estrellados, pero no hay necesidad de investigación alguna: la culpa es del mercado. O, lo que es lo mismo, de nadie. A título individual nadie es responsable de una violencia colectivamente consentida, del mismo modo que la violencia del sacrificio es consentida colectivamente.

Los detractores de la mundialización del mercado abogan por la instauración de “intercambios equitativos”. Si el mercado es por naturaleza irresponsable, ¿no es esto una contradicción in terminis?
¿Por qué no establecer intercambios equitativos? En realidad, los partidarios de la mundialización del mercado pretenden que su aspiración es favorecer el interés de los trabajadores pobres. Es una buena ilustración del progreso de la moral: todo el mundo reconoce el lugar central que ocupan las víctimas. Pero la coartada es algo floja, ya que los citados trabajadores pobres son perfectamente capaces de comprender cuál es su propio interés. Bastaría con que sus representantes —sindicales, por ejemplo— organizaran una cumbre internacional para negociar ellos mismos un marco equitativo de intercambio. ¿Por qué no en Davos? Los medios financieros podrían incluso enviar observadores. Lo mismo que la guerra es algo demasiado serio para dejarlo en manos de los militares, los intercambios son demasiado serios para encomendárselos a los financieros.

Montesquieu sostenía que “el efecto natural del comercio es conducir a la paz”. Sus análisis no parecen confirmar esta máxima.
El comercio entre los países se acelera con la mundialización. Ahora bien, pese a la existencia de las Naciones Unidas, el ámbito internacional conserva una de las características esenciales de las sociedades llamadas “primitivas”: la inexistencia del Estado. En las verdaderas sociedades primitivas, en las que, con objeto de favorecer la paz, el intercambio de dones es la forma principal de intercambio, existen a veces transacciones bastante parecidas al comercio mercantil. Únicamente se practican con extranjeros, con los que nadie tiene un deber de solidaridad. Con ellos está permitido hacer trampas, robar, guerrear. Lévi-Strauss habla de mercados de este tipo. Vendedores y compradores están dispuestos a emprenderla a golpes a la menor provocación, y las mercancías se exhiben en puntas de lanzas. Esto me recuerda que un periodista del New York Times, partidario de la mundialización, explicaba que la “mano invisible” del mercado debe ir acompañada de un puño de hierro. La idea de que la expansión de los intercambios internacionales lleva a la paz me deja escéptico. Es la misma idea que circulaba la última vez que la integración económica entre los países del mundo llegó a un nivel comparable, a comienzos del siglo pasado.

¿Y…?
Y la Primera Guerra Mundial se encargó de disipar esa ilusión.

————————————————————————————————————————
1. Mark Anspach estudió en las universidades de Harvard y Stanford, EEUU. Se doctoró en Etnología en la Escuela de Estudios Superiores de Ciencias Sociales de París. Es investigador en el CREA (Centro de Investigación en Epistemología Aplicada). Su libro A charge de revanche, les formes élémentaires de la réciprocité será publicado en francés este año por el sello parisiense Seuil.

Mark Anspach, “Les fondements rituels de la transaction monétaire, ou comment remercier un bourreau”, en La Monnaie souveraine, bajo la dirección de Michel Aglietta y André Orléan (Odile Jacob, 1998).
Alain Caillé, Anthropologie du don (Desclée De Brouwer, 2000).
Paul Dumouchel y Jean-Pierre Dupuy, L’Enfer des choses, René Girard et la logique de l’économie (Seuil, 1979).
Jean-Pierre Dupuy, Le Sacrifice et l’envie (Calmann-Lévy, 1992).
Simon Simonse, Kings of Disaster, Dualism, Centralism and the Scapegoat King (Brill, 1992).

Endlösung y sacrificio

Sacrificio

Como las desapariciones en la Argentina, la “solución final” para el “problema judío” apuntó a una “transformación en la subjetividad”, según el autor de este ensayo cuyo eje es la noción de sacrificio.

Por Alejandro Kaufman *

Relacionar el exterminio nazi de los judíos con la cuestión del sacrificio plantea una cuestión polémica y sensible. Es frecuente que se señalen las consecuencias que tendría esa interpretación: clausuraría un significado –ampliándolo indebidamente– o inscribiría el acontecimiento del horror en una inteligibilidad teológica no compartida por un ambiente cultural secular. El Diccionario de la Real Academia Española comprende definiciones que justifican en principio la distinción entre exterminio nazi y sacrificio: significaciones como “ofrenda a una deidad en señal de homenaje o expiación” (sacrificio) o “hacer sacrificios, ofrecer o dar una cosa en reconocimiento de la divinidad” (sacrificar) no resultan referencias apropiadas para los acontecimientos del horror. Sin embargo, la segunda acepción de sacrificar es “matar, degollar las reses en el matadero” (los propios perpetradores del exterminio nazi lo consideraban de esa manera).
La tercera acepción de la RAE es figurada: “poner a una persona o cosa en algún riesgo o trabajo, abandonarla a muerte, destrucción o daño, en provecho de un fin o interés que se estima de mayor importancia”. La palabra clave aquí es: abandono. El abandono, y por consiguiente el sacrificio, remite –con relativa independencia del destino ritual que se le atribuya– a la abstención de toda violencia defensiva por parte de un sujeto. La condición inerme de los judíos europeos fue lo que hizo posible, primero, las persecuciones, luego, la Endlösung, la solución final. Y “holocausto” se define como “gran matanza de seres humanos”. De manera que el diccionario de la RAE toma partido sobre lo que otros discutimos.
Los estudiosos más lúcidos no debaten sobre la relación entre holocausto y sacrificio en términos meramente abstractos y desinteresados. Lo que les preocupa es la construcción de un saber éticamente comprometido en sus matrices más profundas con la ineludible condición testimonial que concierne al exterminio. El destinatario de esos estudios es la humanidad toda. Un paradójico sarcasmo: desde el siglo XVIII no habíamos tenido una motivación tan decisiva como la del exterminio para apelar a la participación universal en la comprensión de un problema que invoca aquello que no puede ser comprendido pero requiere un estado de alerta por el resto de los tiempos.
Ocurrió algo que sólo es accesible mediante el testimonio de los sobrevivientes, que atestiguan haber sobrevivido a algo que no tenía nombre: “Ist kein Warum” (no hay porqué) era la fórmula con que eran contestados cuando preguntaban por el nombre. Un modo de definir la situación inesperada en que se encontraban. La situación esperable para gran parte de la judería europea era el pogromo, el exilio. La deportación practicada por los nazis todavía podía parecer una metamorfosis grotesca e inquietante de algo que alguna vez ya les había sucedido a los judíos. Sin la historia de las persecuciones europeas, la solución final no habría tenido posibilidades de acontecer en la forma en que aconteció.
Incluso, en el consentimiento y la pasividad del mundo entero cuenta la expectativa de que el deterioro progresivo de la situación de los judíos fuera un empeoramiento determinado por la guerra de aquello que había sucedido durante siglos. Ya se sabía de qué se trataba, también en cuanto al estatuto de aquella condición persecutoria que asemejaba a los judíos de Europa con los cristianos primitivos. Les serían aplicables las mismas categorías descriptivas de una espiritualidad susceptible de consentir lo que el destino infausto deparaba a sus destinatarios. Lapsos y localizaciones de tranquilidad y prosperidad alternados con períodos desgraciados de muerte y humillación. La Vernichtung (aniquilamiento) de la Judenfrage (cuestión judía) viene a remediar esta historia accidentada. Basta de altibajos. El problema judío se ha demostrado insoluble. La mejor alternativa para Europa es terminar definitivamente con sus tenaces, tercos, persistentes judíos.
El nazismo instaló un umbral de la modernidad. El exterminio de los judíos de Europa fue determinado por los nazis como el punto inaugural de una nueva Europa, la del Reich de los mil años. Los nazis, como caballeros teutones arraigados en las tradiciones heroicas del mítico Volk, iban a hacer algo que aún no se había hecho en la historia: instituir, diseñar conscientemente un mito político apropiado para un proyecto estatal imperial. Llevar a cabo las acciones necesarias para dar al Reich las bases que se requerían desde el punto de vista de la realización de la entidad que fundaban. Sólo podría construirse un Reich fuerte, puro y heroico si se extirpaba la contradicción inextinguible del judaísmo, obstáculo insalvable en la realización de ese ambicioso proyecto.
No se trataba sólo, como sucedió tantas veces en la historia, de la construcción de un imperio, de un ámbito territorial inmenso, gobernado por una combinación de fuerza, persuasión, prestigio y astucia. Aquí, en estos umbrales de la modernidad avanzada, había que hacer algo más para tener éxito en la empresa. En el horizonte competían las democracias liberales y los regímenes socialistas. Una lucha naciente se libraba: la batalla por una nueva subjetividad reflexivamente organizada como proyecto. El nazismo encuentra la necesidad de suprimir una determinada subjetividad, con lo que conlleva: memorias, sensibilidades, temporalidades. Aquello que ahora conocemos tan bien y que entonces atravesaba una fase más temprana: producción de subjetividad. Había que abolir la subjetividad judía porque su persistencia hacía inviable el proyecto del Tercer Reich. Se trataba de un procedimiento antropológico. Un recurso técnico de intervención. No es que las condiciones subjetivas de que se trata arraigaran en un mero sentido psicosocial en los judíos como personas. Es decir, no se trataba de que la ciencia antropológica racista nazi pudiera tomarse al pie de la letra. Pero el sustento ideológico, doctrinario y procedimental era el que les daba la esperanza de garantizar la realización de las metas que se proponían.
La garantía no residía meramente en la desaparición física de los sujetos. A veces encontramos este error en los análisis sobre los desaparecidos en la Argentina. Es cierto que la desaparición de un determinado grupo humano ocasiona ciertas consecuencias. Es obvio que, si asesinan a todos los miembros de un grupo al que pertenece un número desproporcionado de violinistas o físicos teóricos, se habrá ocasionado un menoscabo para la ejecución del violín o para el desarrollo de la física teórica. Es un obstáculo de menor cuantía al lado de lo que se ambiciona, al lado de los inmensos beneficios que se obtendría por la desaparición no ya de un grupo de personas sino de una forma de vida. No es que la forma de vida, tampoco, encarnara de manera lineal en los sujetos desaparecidos. El grupo eliminado encarna esa forma de vida a través de prácticas culturales, sensibilidades, competencias lingüísticas a las que eventualmente proporciona algo que se puede describir como una masa crítica. La eliminación de esa masa crítica ocasionará el cambio deseado.
Pero no lo hará solamente por el hecho de haberla eliminado, como lo que sucede si vaciamos un barril de agua y entonces el resultado es un recipiente seco. No es así como suceden las cosas en la historia humana. La propia desaparición, como tal, el hecho mismo de la desaparición, es ejemplar, constituye un acto paradigmático que, sumado a la supresión de determinada masa crítica, permite proyectar ciertos resultados. En este sentido radica la semejanza entre el exterminio nazi de los judíos y los desaparecidos argentinos. No es meramente que asesinaron a “los mejores”, sino que se suprimieron prácticas socio-culturales.
¿En qué radica el éxito? Allá consiguieron la extinción de la cultura ídish centroeuropea y de su lengua de mil años de antigüedad. Hoy los estudiosos todavía procuran entender qué era esa cultura de la que ha sobrevivido a duras penas una fracción. Aquella cultura sí fue prácticamente extinguida en forma física, literal. Aquí, consiguieron la extinción de la esperanza utopista igualitaria que el movimiento revolucionario de los sesenta-setenta encarnaba. Aquí, lo que se hizo fue hecho en términos discipulares.
Por eso resulta trivial comparar la gran transformación de la subjetividad que se llevó a cabo en la Argentina con la lucha del colonialismo francés por la conservación de sus posesiones africanas. Las semejanzas son metodológicas (por otra parte proceden de un mismo origen, vía las derechas filofascistas francesas), pero muy diferentes los proyectos. El “Proceso de Reorganización Nacional”, salvando los tiempos y las distancias, se propuso ejercer transformaciones histórico-culturales en la Argentina. Quien se propone semejante empresa no puede predecir los resultados. Pero esos resultados son bien tangibles una vez que acontecen.

Punto de vista del verdugo
El nazismo logró modificar en forma sustancial las condiciones identitarias del pueblo judío, al menos en lo que le interesaba. Aquellas subjetividades incompatibles con el Tercer Reich estaban íntimamente ligadas con la condición diaspórica del pueblo judío y su historia europea. Se trataba de una cultura atravesada por ciertas paradojas que le otorgaban singularidad y ocasionaban un obstáculo insalvable para algunas modalidades del colectivo social germánico, ansioso por construirse sobre la base de una determinada representación de la modernidad.
Uno de los rasgos judíos más despreciables e inaceptables para los nazis era la condición de la debilidad, la pasividad, el consentimiento frente a la persecución, la preferencia por encarnarse como víctima antes que la victimización del otro. Se trata de la ética mesiánica que el cristianismo universalizó y traicionó muchas veces en tanto que institución eclesiástica temporal y vinculada con los poderes estatales europeos. En el seno de la Iglesia se habían elaborado durante muchos siglos los anticuerpos del olvido del cristianismo primitivo, íntimamente cercano al judaísmo mesiánico de la ética débil, de la otra mejilla, de la no resistencia frente a la fuerza. En esta cuestión se cifra el problema del sacrificio.
El judeocristianismo creó en la historia de Occidente modos de producción de subjetividad conflictivos para los poderes imperiales, la esclavitud y la opresión. La Ilustración y el socialismo son productos de ese largo proceso experiencial. Las razones por las que se podría esperar una eficacia de la eliminación de los judíos radica en su débil, difusa, ausente institucionalidad estatal. Si lo que se quería era instalar los cimientos de un imperio milenario que no fracasara como los anteriores, había que eliminar del alma humana la compasión. La compasión es una condición de la existencia espiritual y religiosa tal como se desenvolvió en Occidente. En el judaísmo, se orientó a la noción de justicia, y en el cristianismo a la de amor. Un golpe mortal a aquellas manifestaciones del abandono de sí estaba en los planes del proyecto del mal radical.
En este contexto, adquiere un sentido diferente el análisis del fenómeno sacrificial. La semejanza se basa en que la víctima es pasiva, no lucha y parece aceptar la muerte infligida por el verdugo. Hay que señalar que la determinación de una situación sacrificial no viene dada por los deseos o los pensamientos de la víctima sino por los del victimario. Isaac no sabe que va a ser sacrificado; el cordero no se sacrifica por propia iniciativa. Estas son las víctimas propiciatorias, puestas en esa situación por el victimario. Quien define el sacrificio es el oficiante, que es quien quita la vida a la víctima y eslabona el acontecimiento en la serie de los comportamientos rituales. El tema es excesivo, ya que, en las culturas en que el sacrificio está establecido, si hay víctimas humanas forman parte del contexto lingüístico, ritual, de prácticas establecidas.
El judeocristianismo elaboró, en el contexto de su modo de producción de subjetividad, un proyecto de supresión, superación, consuelo o crítica de las prácticas sacrificiales. El pensamiento judeocristiano se opone en sus fundamentos a la noción del sacrificio, es decir, al asesinato de cualquier índole. Dios no pide vidas humanas y, en el límite, no pide vida alguna. No estamos aquí refiriéndonos al judaísmo arcaico, sino a los principios que fueron instituidos mientras aún coexistían prácticas sacrificiales.
La redención contiene elementos que vuelven inaceptable el sacrificio. La condición sacrificial de sí en el judeocristianismo sólo puede tener lugar por decisión propia en contextos de lucha contra fuerzas superiores. No muere Isaac, sino un cordero. No es aceptable el sacrificio humano. Y el texto bíblico sobre el sacrificio de Isaac no se limita a establecer un principio normativo, sino que dramatiza la vacilación que concierne a la coexistencia de prácticas heterogéneas y a la lucha por modificar ciertas prácticas y sustituirlas por otras. El acontecimiento crístico profundiza esta elaboración dramática en forma radical. Dios mismo permanece pasivo ante la fuerza y se deja matar, en procura de marcar simbólicamente el mandato esencial: no matarás.
Entonces, el exterminio nazi de los judíos no habría sido un sacrificio desde el punto de vista de los judíos, aunque aún podría serlo desde el punto de vista de los nazis. Es curioso que se discuta el asunto sin tener en cuenta las enunciaciones de los oficiantes, dado que el sacrificio requiere el punto de vista del verdugo en primer lugar, y no el de la víctima, a la que no se pregunta por sus intenciones o preferencias, sino sólo por los atributos establecidos que la hacen propicia para el sacrificio.
Esta confusión podría fundarse en que el judeocristianismo ya había alterado la relación verdugo-víctima mediante un largo proceso de elaboración de la no violencia y la superación de toda sacralidad del asesinato. El consentimiento a la propia muerte infligida por el verdugo no tiene en principio relación con el masoquismo sino con uno de los componentes del heroísmo clásico: el desprendimiento de la propia vida; pero sin otro de los componentes que lo caracterizan: la disposición de la vida del prójimo. El contexto judeocristiano ha cimentado la figura del héroe que muere sin matar para que nadie más mate en el advenimiento escatológico, o, en una medida histórica, para poner un límite a la violencia criminal.
Ese legado, el judeocristianismo, era un enemigo mortal del proyecto nazi. Hasta era más importante matar a los judíos que ganar la guerra, al menos la librada contra los que los nazis presumían semejantes (en particular los anglosajones). Estaban dejando un legado para la humanidad y esto otorgaba un significado a su propio sacrificio heroico. De modo que, si hay sacrificio, éste no tiene lugar en el contexto judeocristiano sino en el de la institución del mito nazi del Tercer Reich.
El exterminio nazi de los judíos, aunque ello no siempre se reconozca, opera como un horizonte ético político del actual orden internacional, sobre todo en lo que concierne a los países más poderosos, cuyas plataformas normativas están organizadas alrededor del estado de derecho sustentado doctrinariamente sobre los derechos humanos. El extermino nazi de los judíos opera como un paradigma para establecer los límites de lo aceptable y el horizonte de lo concebible. La cuestión va mucho más allá de la normatividad institucional de los estados y su organización jurídica. Interviene en aspectos estratégicos de los actuales desarrollos e innovaciones tecnocientíficas, sobre todo en lo que concierne a laingeniería genética y las biotecnologías, y aparece como una cuestión estructural en el ámbito de la educación.

  • Extractado del artículo “Endlösung y sacrificio”, de próxima aparición en la revista Docta, de la Asociación Psicoanalítica de Córdoba.

ACJ de El Salvador lamenta ausencia de ACJ de Gaza en Durban

DURBAN; África del Sur, 8 de julio de 2006 (SIEP) “Lamentamos la ausencia de la ACJ de Gaza en esta XVI Asamblea Mundial que esta por iniciar” indicó la Licda. María Isabel Villegas, secretaria general de la Asociación Cristiana de Jóvenes (ACJ) de El Salvador.

La Asamblea Mundial de ACJs se realiza cada cuatro años y reúne a representante de los diferentes movimientos nacionales de este organismo juvenil internacional. La última asamblea mundial fue en el 2002 en Oaxtepec, México.

Informó que “no obstante que nuestros hermanos de la ACJ de Gaza estaban listos para venir y contaban ya con la visa y el pasaje, Israel ha prohibido la salida de los 1.4 millones de personas que viven en esa ciudad ocupada, que se encuentra entre Israel y Egipto, lo cual los ha afectado.”

Agregó que “ le expresamos al Dr. Anton Shuhiber, presidente y a Isa Saba, secretario general, nuestra solidaridad en este momento difícil y nuestro respeto porque han seguido trabajando a favor de la niñez y la juventud palestina en esta crítica situación, que esperamos sea pronto superada.”

Por otra parte, Aníbal Araniva, representante juvenil salvadoreño expresó que “ me siento muy alegre de conocer este país, la patria de Nelson Mandela, símbolo de la lucha contra la discriminación racial y la reconciliación entre los pueblos.”

Concluyó que “para mi es una experiencia única conocer esta país africano y cuando regrese a El Salvador realizaremos charlas en escuelas para socializar esta vivencia que estamos realizando, con jóvenes de todas partes del planeta.”

La Asociación Cristiana de Jóvenes de El Salvador fue creada el 16 de noviembre de 1990 como un esfuerzo por promover la amistad entre sectores juveniles de la ciudad y del campo, defender el medio ambiente y promover la equidad de género. Su presidente es el Ing. Jaime Argueta.

Carta de Darìo desde Canada

Hola Roberto: Es un placer saludarte y esperando te encuentres muy bién.

Hace algunos días recibi un mensaje no tan agradable, sobre el asesinato de una familia en Santa Tecla. Pude leer tu nombre en donde tu das una declaraciones en nombre de la Iglesia Luterana de El Salvador.

Buéno, a lo mejor ya no te recuerdas de mi persona, mi nombre es Dario Garcia, conocido socialmente como Dario. Espero recuerdes cuandos nos vehiamos en el local de la FUSS, sobre la Av. Cuscatlan.630. En esa época me parece que tu estabas con AES. Lo mismo yo, era miembro del sindicato de los panaderos y miembros de JCS. 1973 aproximadamente, si no me equivoco.

Luego de los momentos duros de la represión por la cual atravezamos, en donde fueron asesinados muchos compas. El Bitle, Sanchez Hidalgo, El Chele Aguiñada y muchos más. La lucha se incremento, pero seguimos adelante luchando en diferente formas. Yo trabaje con el movimiento popular durante toda la guerra y despues de la guerra. Con tan mala suerte que endiferentes ocasiones fui capturado por mi trabajo por lograr y construir un sistema mejor para nuestro pueblo, gracias a la suerte que me encuentro vivito y coleando todavia.

Despúes de haber pasado la ofensiva de noviembre del 89, fui capturado nuevamente por la GN. En donde me daban por desaparecido a mi y a mi familia. Durante los interogarios que me hacia me acusaban de muchas cosas, por ultimo de terrorista y de estar infiltrado en las organizaciones sociales. Para no hir muy lejos me tocaba juicio militar, en esos dias estaban de moda los jusgados de instrucción militar. A lo mejor, se les durmio el pajaro, y entro alguien de la Cruz Roja Internacional y como puede les grite que yo era la persona la cual ellos vuscaban. De esa manera, puede salir y de immediato me trasladaron para la embajada de México, lugar donde vivi casi dos años, luego nos fuimos para Canada lugar donde vivimos actualmente.

La idea de escribirtes estas letras es para ver de que manera podremos mantener una comunicación, sobre la problematica que atravieza nuestro país y mantenernos en contactos si no es molestia alguna. Recibe un fuerte abraso, saludos fraternos.

Dario.