Los derechos humanos como discurso hegemónico

Los derechos humanos como discurso hegemónico (2014)
Paola Molano Ayala*
Entre otros muchos pueblos del continente, los Uwa y los Wiwa de Colombia, los Guaraníes-kaiowá en Brasil, el pueblo Sarayaku en Ecuador, en Paraguay los pueblos Yakye Axa, Sawhoyamaxa y Xámok kásek, han luchado por su territorio y su pervivencia cultural.

Durante el siglo XXI la principal amenaza para ellos ha sido el neo-desarrollismo. Minería, agroindustria, extracción de hidrocarburos, construcción de megaproyectos, explotaciones forestales son algunas de las preocupaciones que aquejan a los pueblos indígenas de América y que tienen en jaque sus derechos.
Boaventura de Sousa Santos busca retratar en este libro las transformaciones y los desafíos que enfrentan los derechos humanos en la actualidad, y su punto de partida es la pregunta por el eventual carácter emancipador de estos derechos.
El fortalecimiento de perspectivas no dominantes (“contra hegemónicas”) como fundamento del ejercicio y garantía de los derechos humanos puede ayudar a la autodeterminación de los pueblos y a crear una conciencia anticapitalista que frene el descontrol extractivista del modelo económico imperante.
Los derechos humanos: ¿victoria o fracaso?
De Sousa Santos considera necesario explorar lo que él llama “espejismos” y desafíos de los derechos humanos antes de precisar si estos efectivamente pueden tener un carácter emancipador. Para ello es preciso preguntarse si los derechos humanos son una victoria o un fracaso. Semejante pregunta se explica porque la historia de los derechos humanos suele presentarse como consensual, lineal y universal, lo que cual no es tan cierto, pues estos derechos son un discurso que triunfó entre otras ideas de dignidad.
De Sousa señala que la idea del consenso en torno a los derechos humanos se ha sustentado en espejismos para hacernos creer que se trata de un triunfo en beneficio de toda la humanidad, que son universalmente válidos y que se apoyan sobre la noción de dignidad humana, proveniente de una concepción de naturaleza humana individual.
No obstante ese relato desconoce las distintas ideas de dignidad y las diversas lecturas de los derechos, dependiendo de las culturas y los momentos históricos. El discurso de los derechos humanos representa la visión vencedora y por lo tanto no es universal.
Tensiones entre los derechos
Cuando se usa el lenguaje de los derechos humanos en luchas sociales de distintos tipos surgen tensiones que muestran la precariedad del pensamiento convencional sobre ellos.
Las tensiones entre lo universal y lo fundacional, lo individual y lo colectivo, el secularismo y el post-secularismo, los derechos y los deberes humanos, la razón de Estado y la razón de los derechos, lo humano y lo no humano, el reconocimiento de la igualdad y el de la diferencia, el desarrollo y la libre determinación, entre otros, son aspectos complejos en relación con los derechos humanos.
Las luchas por los derechos se ven atravesadas por esas tensiones que la idea convencional no está en capacidad de responder. Por ejemplo, el pensamiento convencional no reconoce sujetos no humanos como titulares, universaliza el ideal europeo, es individualista y desconoce las discontinuidades de los regímenes políticos a pesar de la continuidad de los derechos.
Dentro de estas tensiones el autor resalta la que existe entre desarrollo y libre determinación, por la importancia que tiene para el “sur global”. El neo-desarrollismo ha traído desafíos nuevos a las comunidades y a la lucha por los derechos.

Los proyectos que se enmarcan en el auge del neo-desarrollismo tienen como particularidades que, por un lado, afectan el medio ambiente y la existencia de muchas comunidades y, por otro, que el beneficio económico que dejan es para unas pocas élites. Por lo tanto, hay redistribución del daño, pero no de los beneficios.
Entre estos proyectos están principalmente los monocultivos (soja, caña de azúcar, palma de aceite, algodón…), la minería y la construcción de megaproyectos (carreteras troncales, represas,…) que, bajo el argumento del desarrollo, incluso bajo los nuevos gobiernos progresistas, vulneran los derechos de personas y comunidades. Además de verificar las tensiones nombradas, el neo-desarrollismo ha traído desafíos nuevos a las comunidades y a la lucha por los derechos.
Los derechos humanos contra-hegemónicos
En el espacio de lucha por los derechos dentro del contexto neo-desarrollista conviven el interés de lucro por parte de empresarios y algunas élites políticas junto con la resistencia de las comunidades a través de la movilización social.
La lucha por los derechos humanos contra-hegemónicos se da contra lo que el autor llama “fascismo desarrollista”, que busca hacer tabula rasa de los derechos humanos y reprimir de manera brutal a quienes se oponen a ese modelo de desarrollo. La lucha contra este fascismo ha tenido tres características:
Tiene una marcada dimensión civilizadora, en el sentido de construir unas nuevas generaciones de derechos para garantizar no solo la vida presente sino también la futura; Congrega diferentes conceptos de representatividad política, para dejar de referirse a quienes luchan en contra de ese modelo de desarrollo como minorías con el fin de hacer justicia histórica, pues muchos de quienes hoy luchan son pobladores ancestrales o fueron históricamente violentados.
Ataca las inercias de pensamiento crítico y la política de izquierda eurocéntrica con el fin de articular luchas hasta ahora separadas, como las de los pueblos indígenas, de las comunidades negras, de las mujeres, de los campesinos y de otras muchas.
La ruptura con el pensamiento convencional de los derechos gracias a la irrupción de nuevos actores, como los movimientos indígenas en Latinoamérica, por el tipo de lucha que resulta de hacer frente al fascismo desarrollista, permite dar cuenta de la necesidad de poner en tela de juicio ese pensamiento y, por otro lado, de construir uno nuevo con orientación contra-hegemónica.
Según el autor, esa es la experiencia de Latinoamérica. A través de acciones afirmativas, del diálogo intercultural en el momento de expedir leyes, del reconocimiento constitucional de sujetos de derecho no humanos (como la madre tierra), y de mecanismos novedosos de justicia transicional, entre otras formas, en América Latina al tiempo que se develan los desafíos y las tensiones, se reconfigura el pensamiento convencional sobre los derechos humanos.
Esta lucha, según De Sousa Santos, tiene que seguir pues representa la pervivencia de los derechos humanos como instrumento para la emancipación en el siglo XXI.
¿El lenguaje será suficiente?
No obstante, el papel del Estado parece diluirse. El lenguaje de los derechos es el que interpela a los Estados, a diferencia de otro tipo de gramáticas, como las llama el autor. Ante la necesidad de construir un pensamiento de los derechos humanos que sea contra-hegemónico también habría que definir cuál es el tipo de relación con el interlocutor (el Estado), el cual seguiría en el mismo pensamiento convencional.
Una apuesta tanto crítica como propositiva debe, entonces, tener en cuenta la importancia de la movilización social como resistencia, pero también a quién busca interpelar esa movilización con su relato contra-hegemónico. De lo contrario las luchas, desde la gramática de los derechos, pueden perder resonancia.

Habría que precisar si efectivamente la apuesta por ese pensamiento contra-hegemónico quiere canalizarse por la vía de los derechos o si mejor sería apostar por hacer visibles esas otras ideas de dignidad que perdieron protagonismo con el triunfo de los derechos y a través de las cuales podría producirse un verdadero pensamiento contra-hegemónico – no apenas una relectura del discurso de los derechos humanos-.

  • Estudiante de la maestría en Estudios Políticos y Relaciones Internacionales- Universidad Nacional de Colombia

Gioconda Belli: “Jamás pensé que me tocaría vivir otra dictadura”

Gioconda Belli: “Jamás pensé que me tocaría vivir otra dictadura”

Esta es una realidad, según la poeta, que “supera la ficción y no es la primera vez que un revolucionario deviene en un tirano”, al referirse a Ortega
Redacción Cultura
22/10/2018

Poeta Gioconda Belli. EFE/Archivo

La poeta y activista de los derechos humanos, Gioconda Belli, en su discurso de agradecimiento al recibir el Premio Festival Eñe, dijo que jamás pensó que le“tocaría vivir otra dictadura y menos que el dictador sería uno de los nuestros”, una clara referencia al actual presidente inconstitucional Daniel Ortega Saavedra. Esta es una realidad, según la poeta, que “supera la ficción y no es la primera vez que un revolucionario deviene en un tirano”.

Este galardón honorífico entregado a Belli el sábado 20 de octubre en el Festival en Madrid, reconoce su papel como una “persona comprometida con su país y la libertad”.

Gioconda Belli, Evelio Rosero y Carlos Manuel Álvarez cierran la jornada literaria en el @InstCervantes y #FestivalEñe18 con la mirada puesta en Latinoamérica y la violencia. pic.twitter.com/md2hDB7Rvp

— Eñe (@revistaparaleer) 18 de octubre de 2018

Este festival a que asisten mas de 120 autores inició el 15 de octubre y se extenderá hasta el 27 del mes. Evento en el cual presentará su última novela Las fiebres de la memoria (Seix Barral).

Belli es la segunda merecedora de este premio, el año pasado le fue entregado al poeta español José Manuel Caballero Bonald, Premio Cervantes 2012 y Premio Nacional de las Letras Españolas (2005).

Dejamos sus palabras de agradecimiento al recibir el Premio Eñe:

Este premio me da una dosis de alegría necesaria. Como saben Nicaragua está pasando por una crisis muy difícil de soportar.

Desde el 18 de abril cuando se rebelaron y empezaron a morir nuestros jóvenes — 23 murieron en sólo los primeros cinco días — cuesta respirar en mi país.

En seis meses hemos acumulado más de 400 muertos, 2000 y tantos heridos, 400 y tantos presos y una estampida de perseguidos que se nos ha llevado a 30,000 y tantos nicaragüenses a Costa Rica y otros lugares.

Es duro porque ha sido una lucha sin armas contra paramilitares y policías armados. Pero no hay vuelta atrás.

Jamás pensé que me tocaría vivir otra dictadura y menos que el dictador sería uno de los nuestros, pero la realidad, como bien sabemos, supera la ficción y no es la primera vez que un revolucionario deviene en un tirano.

Recibir un premio de Eñe, una revista que ha apostado, como dijo Luisgé en una entrevista, por las causas que van contracorriente, me cae muy bien, porque he vivido contracorriente la mayor parte de mi vida y no me arrepiento ni un instante de haberlo hecho.

Creo que en el mundo de hoy el arte tiene que ir contracorriente y volver a ser desafiante y cuestionador.

Me encanta Eñe desde su definición tan obvia: revista para leer. Me hace pensar en la decoradora de interiores que conocí en Los Ángeles y que me contaba que había clientes que le encargaban los libros por metro: un metro de libros de tapa roja, por ejemplo.

Libros decorativos cuyas palabras jamás verían la luz de una manos. Eñe no es, sin duda, para decorar.

Tiene el reto de arrancar los ojos de los celulares y hacer que la gente se tire desde la superficie a la hondura de un pensamiento variado e inteligente. Chapeau mis amigos, esa es una gran empresa en esta época.

Además de la revista hay que ver la riqueza planetaria de estos diez años de Festival Eñe.

Oír a creadores que piensan en silencio pensar en voz alta es un regalo para la cultura que habla español, es una afirmación de que estamos vivos, de que el mercado nos quiere arrastrar, pero nos resistimos y optamos por fajarnos con los molinos de viento.

De manera que mil gracias a Eñe, a Luisgé, a Luis Posadas y La Fábrica, a todos los que hacen esa revista y este festival hermoso.

Gracias por este honor que abrazo con cariño y que dedico a esas mujeres y hombres prisioneros en mi país, que no cometieron más crimen que el ir contra la corriente que se llevaba su libertad.

Gioconda Belli

(20 Octubre, 2018)

Poder, masculinidad y virilidad

Poder, masculinidad y virilidad
José María Espada Calpe.
DEA y Lic. Antropología Social y Cultural.
www.heterodoxia.net

(Extracto de ponencia ofrecida en el Curso Técnico Especialista en Igualdad de Oportunidades en el Empleo, IMUMEL, 7 de Mayo de 2004, Albacete, España)

Podemos definir las masculinidades hegemónicas como aquellas ideologías que privilegian a algunos hombres al asociarlos con ciertas formas de poder. Las masculinidades hegemónicas definen formas exitosas de “ser hombre” y simultáneamente marcan otros estilos masculinos como inadecuados o inferiores. Estas serían las “variantes subordinadas” (Carrigan, Connell y Lee, 1987).

Para examinar las diferentes formas de masculinidad, Connell (Connell, 1995) desarrolla algunos conceptos como “dividendo patriarcal” o “masculinidad hegemónica”.

Dividendo patriarcal viene a significar el conjunto de ventajas que acumuladamente benefician a los hombres en comparación con las mujeres, en virtud de sus salarios más altos y mejores perspectivas de promoción.
La masculinidad hegemónica es la forma de masculinidad, dominante y culturalmente autorizada y autorizante, en un orden social determinado (digamos, sociedad).
Sin embargo, otras formas de masculinidad se generan al mismo tiempo. Por ejemplo, el producto y proceso de la cultura de los homosexuales genera una masculinidad subordinada que puede coexistir con la hegemónica para un grupo de hombres minoritario, y que, como tal, es una masculinidad marginada.
Al mismo tiempo puede funcionar una “masculinidad cómplice” propia de los hombres que aceptan y se benefician de la versión oficial, aunque no necesariamente defiendan, el “dividendo patriarcal”.
Por ejemplo, Connell observa en su investigación biográfica con hombres que han perdido su “dividendo patriarcal” –en este caso parados de larga duración, que éstos no se adhieren por completo a las ideologías y prácticas hegemónicas, ya que, en casos, coexiste una misoginia combativa junto con la admiración de la fortaleza de las mujeres y de sus técnicas de supervivencia.
La retórica propia de las versiones hegemónicas de masculinidad es muy convincente, porque descansa sobre una mistificación de lo que significa ser un hombre, que se presenta comúnmente como un significado único, intemporal y universal.
Ciertamente el sexismo, como macroestructura de poder, genera estas ideologías que actúan extendiendo y legitimando las relaciones de poder. En este sentido la subordinación se invisibiliza y permanece en un plano no consciente. Pero el poder interpersonal no es una mera derivación de las desigualdades macroestructurales ya que es reconstruido, desafiado, adaptado, negociado y/o reafirmado en la vida cotidiana.
Según Scott (1990) todas las relaciones de poder se caracterizan por un guión (script) dual. El “guión oficial” articula, legitima y constriñe la posición superior y refuerza los mecanismos de control de los subordinados. Este guión se representa en interacciones cotidianas entre dominantes y subordinados. Sin embargo, todos los guiones oficiales tienen sus contrapartes en lo que Scott denomina “guiones ocultos” (hidden transcripts), que son creados “detrás de bastidores”, donde puede expresarse de forma segura el disentimiento con las normas dominantes.
Mediante estos guiones los débiles intentan reconstruir su dignidad y auto-valoración, e intentan maximizar sus bazas dentro de un sistema que los margina. Los discursos hegemónicos y subordinados se construyen mutuamente, de manera que aquellos que dominan un escenario concreto se encuentran también constreñidos por los guiones de sus subordinados. Éstos no permanecen totalmente pasivos ni son únicamente mistificados, sino que negocian activamente y frente a frente con los más poderosos. No existe entonces ninguna situación de dominación que permanezca estática: tanto cambios externos como las negociaciones implícitas en toda acción alteran los guiones oficiales y ocultos.
Si tomamos la lectura que Komter (Komter, 1989) hace sobre la noción Gramsciana, podemos decir que una ideología es hegemónica cuando el “acuerdo” social, que funciona en interés del grupo dominante, se presenta y percibe como supeditado al bien común. Es así como los subordinados aceptan, e identifican (aunque también modifican o rechazan) como propios, los intereses del grupo dominante. Cuando la ideología se convierte en parte del pensamiento cotidiano (suelo mental, actitud natural o conocimiento de sentido común sobre como son y deben ser las cosas), crea cohesión y cooperación allí donde, en su ausencia, existiría conflicto.
Podemos localizar las ideologías dominantes atendiendo a aquellos lugares donde han cesado de funcionar y el conflicto reprimido comienza a aflorar. La violencia aparece allí donde el poder se encuentra cuestionado y debe explicitarse para imponerse.
Por esto, sugiero que debemos entender la actual ola de asesinatos de mujeres por parte de sus parejas y exparejas en el marco de la acción de cierta ideología sexista dominante que está declinando en una situación en la que las mujeres han dejado de interiorizar y de someterse a su tradicional situación de subordinación dentro de la pareja y la familia.
La ideología heterosexista dominante es una de las ideologías más arraigadas en nuestras identidades y suelo mental. En casi todas las culturas el género se divide en masculino y femenino, aunque existen casos de culturas con tres y cuatro géneros. Solemos aceptar que hombres y las mujeres se definen recíprocamente según un conjunto de características estereotipado, dicotómico, jerarquizado y naturalizado, que emerge de o se construyen sobre la base de nuestro sexo.
De hecho, en el plano del pensamiento y de la ciencia se ha venido trazando una distinción univoca entre el sexo biológico y el género. El género sería el conjunto de normas y roles creados y sancionados socialmente, que son asignados a cada uno de nosotros en función del sexo biológico, que sería lo dado e incuestionado.
Sin embargo este tipo de distinción ha sido problematizada (Van den Wijngaard, 1991). Rubin señaló que no podemos concebir la relación entre el sexo (macho/hembra) y el género (femenino/masculino) de una manera análoga a la relación entre la naturaleza y la cultura, ya que el sexo en sí (macho/hembra), lejos de tener una entidad intrínseca biológica o esencial de ningún otro tipo, se trata de una potente metáfora para la diferencia en Occidente, cuyo uso debe ser comprendido en término de especificidades históricas y etnográficas.
Para Cornwall y Lindisfarne (1994), el uso de esta dicotomía, así como de las categorías analíticas “roles de género”, “orientación sexual” y “sexo biológico” implican una falsa dicotomía entre el cuerpo sexuado y el individuo “marcado por el género” (gendered individual). En la asociación macho-hombres-masculinidad y hembra-mujeres-feminidad, los términos no se superponen necesariamente. Cada término de las dos triadas posee múltiples referentes que desdibujan, cualifican y crean posibilidades de interpretación ambiguas dependiendo de los escenarios sociales.
Es cierto que el uso convencional de las categorías virilidad-hombría-masculinidad está sujeto a una serie de premisas. Generalmente las identidades de género dependen de la adquisición de una serie de atributos sociales apropiados. La anatomía, comportamiento y deseos convergen haciendo que la “orientación sexual” e identidad “normal” sean la heterosexualidad coital.
Debate:
El pasado puente de “los Santos” (2002) estuvimos en el “Primer Encuentro Estatal Mixto de Transexuales” celebrado en Valencia, fantásticamente organizado por el grupo de “Género y Transexualidad” de la Asociación Lambda. Uno de los temas centrales de debate fue la operación de cambio de sexo. Algunas personas proponían cambiar esta denominación por “Proceso de Reasignación Sexual” que abarca una intervención y tratamiento mucho más amplio que la mera operación de cambio de genitales.
Concepto que afecta tanto al reconocimiento de una personalidad legal distinta, el tratamiento de los caracteres sexuales secundarios, y el apoyo psicológico entre otros. Una de las ponencias más interesantes fue la de Berenice Bento. Os reproducimos aquí una introducción a su ponencia por su interés para comprender como el heterosexismo actúa ajustando dramáticamente la diversidad de formas de ser hombre (y mujer) a una norma opresivamente obligatoria.
(Chema Espada)
¿Quiénes son los/as transexuales de verdad?
La definición de lo que es un/a transexual está basada en algunos rasgos definidos en la literatura médica. El verdadero/a transexual es fundamentalmente asexuado y sueña con tener un cuerpo de hombre/mujer a través de la intervención quirúrgica. Esta cirugía les permitirá disfrutar del status social que el género con el cual se identifican, al mismo tiempo que podrán ejercer la sexualidad apropiada con el órgano apropiado. En este sentido, la heterosexualidad coital es definida como la norma a partir de la cual se juzga lo que es un hombre y una mujer de verdad.
La investigación que he realizado con personas trans. me lleva a estar en desacuerdo con esta visión. Esta comunicación tendrá como objetivo sugerir que esta literatura, al establecer estos parámetros para definir un trans. de verdad, excluye una enorme cantidad de personas que encuentran otros caminos y otras respuestas para sus conflictos entre cuerpo y mente.
A lo largo de mi investigación he conocido trans. que tienen una vida sexual activa, que viven con sus parejas antes mismo de la cirugía; personas que no creen que la cirugía les posibilitará un acceso a la masculinidad y la feminidad, son mujeres/hombres y reivindican sus identidades legales de género, sin tener que ser operados/as; personas que se hacen las cirugías no para mantener relaciones heterosexuales, ya que se consideran lesbianas o gays.
Estamos entonces, ante una configuración plural de la experiencia transexual. Decir que la cirugía es el destino último de las personas trans. (y no reconocer el cambio de norma y sexo legal si no existe esta operación), y lo que es más, decir que el verdadero transexual es aquel que se somete a la cirugía, es reproducir la misma lógica que excluye de la categoría “humano” a aquellas personas que no tienen un cuerpo ajustado a la norma heterosexual. De esta forma, es necesario apuntar que el sujeto transexual universal, que comparte siempre los mismos rasgos, consagrado en los documentos oficiales, es una ficción. Es esta la ficción que debe ser desconstruida. Berenice Melo Bento
Por ejemplo, es común la vinculación entre masculinidad, orgullo nacional, victoria y penetración, que podemos encontrar en un cartel publicitario de la marca de preservativos argentina “Tulipán”. Con motivo de un encuentro internacional de fútbol, se construye la metáfora de la revancha como penetración. Así se representa mediante la letra B de Brasil una vagina, y mediante la A de Argentina un pene, sobre un fondo con los colores de la bandera nacional, y en la parte inferior se puede leer “Ya estamos pensando en la revancha”.
La imbricación del poder y los atributos de la masculinidad es tal, que frecuentemente se utilizan imágenes, atribuciones y metáforas del poder “masculinizado”, para representar el poder en escenarios que no tienen que ver con los hombres y las masculinidades.
El día de la falda.
En dos ocasiones el Grupo Abierto de Estudios Sexológicos, primero, y el Grupo de Reflexión y Estudio sobre Masculinidades, después, organizaron el llamado día de la falda como forma de desconstruir las metáforas que vinculan el poder y la masculinidad. Estos grupos universitarios de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid han desaparecido en la actualidad, pero su experiencia muestra una de las metáforas más significativas en idioma castellano de la vinculación entre poder y virilidad: “Aquí quien lleva los pantalones soy yo”.
Manifiesto del 2º Día de la Falda.
El GREM os invita a todos y a todas a participar en el ‘2º Día de la Falda’ que tendrá lugar el miércoles 29 de abril en la Facultad de Políticas y Sociología de la Universidad Complutense.
Las actividades se prolongarán desde las 11:30 de la mañana hasta bien entradita la tarde, y os adelantamos que el plato fuerte de la jornada será una mesa-coloquio que tratará el tema de “Los hombres en el feminismo” y en la que participarán algunos miembros del GREM y militantes feministas.
Además proyectaremos algunos videos y pelis, realizando un video-forum con el tema ‘Romper los lazos entre violencia y masculinidad’. Tendremos una exposición fotográfica sobre masculinidad y actividades del grupo y tendréis la oportunidad de degustar platos cocinados exclusivamente por hombres (vosotros asumiréis vuestro propio riesgo), habrá música, bailoteo, risas, priva… .
El lugar será ‘La moqueta’ y las aulas de la misma, pero sería fantástico que entre todos y todas contagiáramos a toda la complu con el espíritu de la jornada. El objetivo de esta actividad, en consonancia con lo que nos propusimos al crear el grupo de hombres, es el de crear un espacio en el que cuestionar la asignación de género y avanzar en la promoción del necesario cambio social no sexista e igualitario, removiendo las trabas que impiden un acercamiento positivo y enriquecedor de hombres y mujeres, creando las condiciones necesarias para un desarrollo personal libre de prejuicios y puñeterías que sólo sirven para limitar la potencialidad creativa e imaginativa de las personas.
Así manifestamos abiertamente nuestra oposición a sentencias tales como: “Aquí quien lleva los pantalones soy yo”. Invitamos a todos los hombres de la facultad, estudiantes y profesores, a venir a clase vistiendo una falda, simbolizando que, al menos durante unas horas se sueña con la posibilidad de construir un espacio libre de las limitaciones impuestas por la asignación de género, donde hombres y mujeres puedan relacionarse privilegiando la comunicación afectiva y cuidándose de los cánones que les han sido enseñados desde la infancia.
Sin más esperamos que participéis activamente en este “2º Día de la Falda” y que gracias a las aportaciones de todos y todas podamos encaminarnos despacio pero sin pausa hacia el cambio social que nosotros consideramos fundamental: antisexista, igualitario e integrador.
¡Y que disfrutéis con faldas y a lo loco!
Para Strathern (1988:65): “la masculinidad idealizada no trata necesariamente sobre los hombres, ni sobre las relaciones entre los sexos”, sino que es parte de un sistema de producción de las diferencias. Las atribuciones dicotómicas de género aparecen prácticamente en todo lugar como una metáfora casi-universal de cierto aspecto de la sociabilidad humana. Las formas en que estas metáforas se incardinan o utilizan en la vida social no están fijadas, forman parte de un acervo diverso de metáforas utilizado en la construcción de nuestras identidades, pero las formas culturales jamás son replicadas con exactitud.
Es necesario comprender por qué hay imágenes y comportamientos a los que se les aplica etiquetas de género, cuándo se aplican, quién las aplica y a quién beneficia estas definiciones; o cómo las propias etiquetas varían su significado dependiendo de los escenarios y redes sociales.
Se ha señalado (Marqués 1991, Bonino 1994, 2000) como en el extremo de una hipervirilidad fijada en modelos tradicionales de masculinidad los hombres tienden a buscar reconocimiento de otros hombres mediante prueba. Por lo que la condición masculina no parece venir dada por la mera anatomía, sino que ser hombre está sujeto a demostración constante.
Son los y las adolescentes los/as más susceptibles a demostraciones de la virilidad y la feminidad, ya que se encuentran en un periodo vital en el que se ven impelidos a afirmarse como adultos: los chicos como adultos “varones” y ellas como “mujeres”. La adquisición de la correcta masculinidad produce presiones para demostrar “los cojones” que se tienen, el arrojo y la destreza mediante prácticas temerarias, entre ellas, por ejemplo, la conducción de motocicletas y/o ciclomotores, con funestas consecuencias en muchos casos.
La mayor mortalidad masculina no es casual, es “masculina”, y tiene mucho que ver con la forma como nos relacionamos con nuestro cuerpo, nos enorgullecemos de no seguir una dieta adecuada ni unas prácticas cotidianas saludables, negamos que podamos estar enfermos hasta que ya es demasiado tarde, arriesgamos innecesariamente nuestra vida y nuestra integridad en el trabajo, conduciendo bajo los efectos del alcohol, nos negamos a protegernos del SIDA y otras enfermedades… nosotros siempre con dos cojones y a pelo.
Como veis, las interpretaciones de la virilidad, hombría o masculinidad no son neutrales. Las nociones de los actores sociales sobre las diferencias de género están en constante transformación y (re)creación mediante interacciones cotidianas. El poder forma parte de estas interacciones, y la experiencia de la hegemonía descansa en la repetición de interacciones similares, que no idénticas.
Aunque la idea de masculinidad es reificada y universalizada apareciendo como una esencia o una mercancía que puede ser medida, poseída o perdida, la masculinidad no es tangible ni una abstracción cuyo significado es invariable.
Lo único constatable son diferentes nociones de masculinidad cuya inspección profunda revela un rango amplio de nociones que comparten un cierto “aire de familia” (Wittgenstein, 1963).
Modelos sexuales y dominación masculina.
Joseph Vicent Marqués, 1980.
Clerical-represivo Burgués tradicional Capitalista permisivo
La sexualidad solo se justifica para la reproducción

La carne de la mujer es el pecado que arrastra al
hombre, que no puede evitar sus instintos masculinos.

El varón virtuoso se
autocontrola y/o canaliza el
sexo a través de las dos
instituciones legitimadas de la
doble moral: el prostibulo y el
débito conyugal.
El varón es portador del
deseo -entendido como
erección-, siempre
dispuesto a proezas
sexuales, deseo omnívoro
y por ello enemigo de
otros varones, ya que en la
medida en que cada mujer
está confinada a un varón,
todos pueden ser cornudos
y/o adulteros: la cana al
aire, la querida… etc.
Los hombres desean el
Harén, todas para mi,
cuantas más mujeres,
cuantos más coitos, más
hombre. Varón es el conductor
hábil, que pierde potencia
pero gana pericia (calidad
vs. cantidad) en la
manipulación del cuerpo de
la mujer (preliminares), ya
que la competencia sexual
se mide mediante el
orgasmo simultaneo en la
relación coital.
La ciencia se aplica a “curar”
la incompetencia que la propia
norma legitimada
científicamente crea.

Común e incuestionado: Heterosexismo, la competencia sexual confirma la masculinidad, coitocentrismo, lógica reproductivista, biologicismo.
En muy escasos escenarios sociales se da una única forma hegemónica de masculinidad. Es más común encontrar diferentes masculinidades hegemónicas que operan privilegiando algunos atributos sobre otros, por ejemplo: la fuerza y habilidad física, o la distancia emocional.
Las atribuciones sobre la masculinidad son realizadas tanto por hombres como por mujeres, y sólo llegan a hacerse efectivas al guiar las interacciones de hombres y mujeres que las incorporan en diverso grado en sus subjetividades, prácticas y discursos.
Por ejemplo, la representación del hombre latino en los países anglosajones como “macho”, puede combinar características aparentemente contradictorias como la fortaleza y la violencia, junto a otras como el romanticismo y la emocionalidad. Así, durante la “Guerra de las Malvinas”, se utilizó la idea del latino “blando” en Inglaterra para burlarse de los enemigos argentinos.
La masculinidad puede comprender rasgos, asociados por distintos actores en el mismo escenario, tanto a las mujeres como a los hombres. Por ejemplo, Si bien la sensibilidad y la dulzura en los hombres puede entenderse como parte del afeminamiento con el que se caricaturiza a los homosexuales y las mujeres por gran parte de los/as heterosexuales; sin embargo para otros sectores, la sensibilidad y la dulzura representa una pauta valorada o valorable independiente del género y no indica necesariamente afeminamiento –por ejemplo, dentro del controvertido paradigma del “hombre nuevo”-.
La cadena que construye el heterosexismo corrientemente establece una relación entre debilidad como algo propio del afeminamiento, y se representa el afeminamiento como algo propio de la homosexualidad. Kuper (1995) señala, como uno de los mandatos más frecuentes en los modelos hegemónicos de masculinidad, lo que denomina “no tener nada de mujer” (No sissy stuff). Este mandato requiere de los varones el rechazo de la debilidad y la identificación con el arrojo en muchos casos temerario bajo el estigma del afeminamiento: ¡No seas maricón!.
Por ejemplo, el ideal del “macho” es utilizada por jugadores de rugby británicos como forma de exaltar la aptitud física, la dureza y la virilidad heterosexual. Sin embargo el ideal de aptitud física es adoptado también dentro de cierto estilo gay de belleza basada en la perfección de un cuerpo cuidado, musculado, depilado y adornado. Incluso una hipervirilidad ostentosa aparece como seña de identidad entre los “leather”. Este panorama complica crecientemente el contenido de la noción de masculinidad “macho”.
En nuestra sociedad ya no resulta tan claro en qué consiste ser todo un “macho”, pero es una noción que comprende ideas sobre la orientación sexual, la identidad, la apariencia física, la disciplina corporal, atributos de personalidad y del comportamiento. Lo que si es claro es que el cuerpo masculino parece estar sufriendo una creciente atención y objetivación.
El uso de la violencia es otro de los elementos que nos sirve para ilustrar la complejidad de las relaciones entre nociones de masculinidad, comportamientos, identidades e interpretaciones de la masculinidad. La violencia física puede ser interpretada como potencia, brutalidad, ignorancia o como patética fragilidad. Pero es evidente que la violencia parece servir de marcador de las masculinidades de agresores y agredidos, que se construyen dependiendo de los estilos de confrontación. Lo que para ciertos hombres (y/o mujeres) puede ser considerado masculino (el autocontrol y el rechazo a la confrontación física) puede que en otro lugar sea catalogado de femenino, o simplemente que no sea, en absoluto, catalogado en términos de género.
La masculinidad hegemónica es mucho más compleja que las aproximaciones a la esencia de la masculinidad que se proponen en muchos trabajos. Seidler defiende que la tendencia a asociar a los hombres y el comportamiento masculino con la construcción y significado dominante de masculinidad, convierte en “casi imposible poder explorar la tensión entre el poder que los hombres detentan en la sociedad y las formas en que se experimentan a sí mismos como individuos sin poder”. (Seidler, 1991b: 18).
Se trata de comprender cómo grupos particulares de hombres ocupan posiciones de poder y riqueza, de comprender cómo legitiman y reproducen las relaciones sociales que generan su dominación sobre otros hombres y las mujeres.
En realidad sólo un número muy reducido de hombres corresponderían con las formas exaltadas culturalmente de masculinidad mientras que la mayoría de hombres se beneficiarían indirectamente del sostenimiento del modelo, o no se beneficiarían en absoluto.
En definitiva, en sus formas hegemónicas, la masculinidad privilegia a cierta gente, y desestructura y excluye a otros. Sin embargo, los discursos hegemónicos pueden ser desmontados, y la contingente relación entre la masculinidad, los hombres y el poder puede desenmascararse.
José María Espada Calpe © 2004
Para las referencias bibliográficas completas jm.espada-calpe@terra.es

Una cartografía de la discriminación arquitectónica de los discapacitados

Una cartografía de la discriminación arquitectónica de los discapacitados
Kimberly Sawchuk

Imagínese a sí mismo en una silla de ruedas, si es que no lo está ya. ¿Dónde viviría? ¿Dónde trabajaría? ¿Dónde iría a clase? ¿Dónde quedaría con amigos para tomar café, una cerveza o para comer? ¿Cómo afrontaría las calles heladas de Montreal en invierno? ¿Cómo se desplazaría por su ciudad? ¿Podría ir al cine con sus amigos?

El entorno urbano no facilita el acceso a la vida pública a aquellas personas que van en sillas de ruedas, usan muletas o necesitan un andador. Los obstáculos que presenta la arquitectura de los espacios urbanos, que niega a los discapacitados el acceso al transporte público, refleja la discriminación sistémica y la hegemonía del «tamaño normalizado» imperantes en la mayoría de los espacios compartidos. Las diferencias de movilidad ponen de manifiesto las injusticias políticas y sociales inherentes a los entornos urbanos. Nuestro entorno está construido sobre lo que podríamos llamar discriminación de los capacitados o «capacitismo».
Tal y como escriben Liz Ferrier y Vivienne Muller, «la perspectiva “capacitista” define la discapacidad en términos de deficiencia y desvío de la norma humana. […] Esta definición de la discapacidad –con su percepción deficiente y su repulsión hacia el cuerpo o la mente aberrantes– es un poderoso trasfondo que influye en nuestra percepción de la naturaleza humana» (2002, p. 2).
Aunque dentro de los estudios críticos sobre discapacidad existe variedad de posturas sobre la relación entre discapacidad y deficiencia, lo que resulta innegable es que, en tanto sociedades, necesitamos comprender cómo una deficiencia puede conducir a la discapacidad en contextos sociales específicos y encontrar la manera de des-discapacitar las ciudades mediante la identificación de esas «fuerzas socio-espaciales» que producen «diferencias materiales tanto vividas como imaginadas» entre capacitados y discapacitados (Crooks y Chouinard 2006, p. 246).
Esta es precisamente la contribución del proyecto de Antoni Abad, MONTRÉAL*in/accessible. Al poner teléfonos móviles en manos de aquellos que experimentan, todos los días de su vida, la multitud de obstáculos que les impiden tanto el desplazamiento como el acceso a los espacios públicos, surge un retrato colectivo, un mapa de grupo dinámico de los efectos devastadores de la naturaleza discriminatoria de la arquitectura urbana respecto a los discapacitados.
El capacitismo en arquitectura es una de las maneras en que un entorno se crea y recrea atendiendo a convenciones físicas que generan jerarquías de diferencias corporales, de manera que a aquellos con discapacidades se les atribuye automáticamente una «forma de ser disminuida» (Campbell 2001, p. 44). Esto es la discriminación de los discapacitados o capacitismo, una actitud que da por hecho que la discapacidad es una afección inherente e indeseable que ha de superarse, en la mayoría de los casos mediante un tratamiento médico correctivo.
El capacitismo, tal y como sugiere Fiona Kumori Campbell, significa que tener una discapacidad es un fracaso antes que una consecuencia de la diversidad humana, como lo serían la raza, la etnicidad, el género o la orientación sexual. Desde esta perspectiva discriminatoria, aquellos con «discapacidad» nunca lograrán estar por completo «a la altura» del mito –normativo, aunque ficticio– del cuerpo libre de discapacidades. Tal y como argumentan Crooks y Chouinard, si la «capacidad» es la norma, entonces aquellos con discapacidades terminan marginalizados y etiquetados inevitablemente como «los otros» (2006, p. 20).
La discriminación arquitectónica de los discapacitados, presente en nuestros entornos urbanos, influye en nuestra vida diaria y crea diferencias de acceso a espacios y lugares para determinadas personas. Así, por ejemplo, si bien se calcula que hay más de doscientas mil personas con alguna discapacidad física residentes en Montreal, la relativa inaccesibilidad de los centros culturales, cines, galerías, bibliotecas, bares, cafés, terrazas y restaurantes de dicha ciudad convierte a esas personas con problemas de movilidad en ausentes e invisibles. Así como las calles de las ciudades de América del Norte han sido hechas para favorecer la circulación fluida del tráfico rodado, nuestras calles y edificios están concebidos para favorecer a quienes se desplazan a pie antes que en silla de ruedas.
Lo que resulta crítico es comprender cómo pueden emplearse los medios para cartografiar la magnitud y el alcance de la arquitectura discriminatoria con los discapacitados. Ese es precisamente el tema de MONTRÉAL*in/accessible y también de GENÈVE*accessible y canal*ACCESSIBLE, tres proyectos de Antoni Abad en el marco de megafone.net.
En ellos, participantes en sillas de ruedas o con muletas utilizan teléfonos móviles para fotografiar los innumerables modos en que el entorno favorece su marginalización y exclusión de los espacios públicos. El proyecto megafone.net les proporciona una manera de ver y una herramienta con la que contribuir al desmantelamiento de las ciudades incapacitantes.
Usando el software de megafone.net, los participantes del proyecto producen de forma colectiva un mapa dinámico de las maquinaciones discriminatorias que acechan a los discapacitados: los escalones, las escaleras, las aceras… las desconsideraciones, en suma, que les impiden el acceso a la vida ciudadana. El resultado es una taxonomía basada en la localización de obstáculos, barreras y «desconsideraciones», así como de puntos críticos de accesibilidad: escaleras para acceder al metro, coches aparcados en las aceras, porches sin rampa, cajeros automáticos situados a una altura excesiva. El resultado no es un mapa único, pues lo que se cartografía precisamente es la ubicuidad y recurrencia del problema.
La conclusión evidente es que ciudades y pueblos de muchas partes del mundo, incluida América del Norte, están muy mal preparados para acomodar a los que sufren una deficiencia.
El mapa de megafone.net documenta el alcance de esta discriminación arquitectónica, puesto que recoge las trayectorias de los participantes y sus experiencias en sus vecindarios, un «intricado tejido de conexiones» que constituyen las características morfológicas a partir de la cuales se edifica el entorno urbano, que algunos viven de manera distinta (Bisell 2009).
En este sentido, comprender la discapacidad en tanto proceso social y material pasa por cultivar, en palabras de Fiona Kumori Campbell, «imaginarios discapacitados» que «piensen/hablen/gesticulen y sientan paisajes distintos no solo por el mero hecho de estar en el mundo, sino atendiendo a cuestiones de percepción, movilidad y temporalidad» (2000, p. 9).
megafone.net es una herramienta que permite que del esfuerzo colectivo de sus participantes surja un imaginario de la discapacidad distinto. Se genera de forma colectiva una imagen de los lugares, espacios y rutas accesibles e inaccesibles. Usar los medios de esta manera hace posibles una nueva percepción y una conciencia de cambio respecto a cómo estructuran las ciudades el acceso (o la ausencia de él) a sus espacios públicos. Por ello megafone.net es más que un proyecto artístico, es un llamamiento al cambio.
Referencias
Bissell, D., «Conceptualising differently-mobile passengers: geographies of everyday encumbrance in the railway station», Social & Cultural Geography, vol. 10, n.º 2, 2009, pp. 173-195.
Campbell, F. A. K., «Inciting Legal Fictions: Disability Date with Ontology and the Ableist Body of the Law», Griffith Law Review, vol. 10, n.º 1, 2001, pp. 42-62.
Chouinard, V., «Legal Peripheries: Struggles over Disabled Canadians Places in Law, Society and Space», Canadian Geographer, vol. 45, n.º 1, 2001, pp. 187-192.
Cresswell, T., On the Move: Mobility in the Modern Western World, Nueva York y Londres, Routledge, 2006.
Crooks, V. A. y Chouinard, V. «An embodied geography of disablement: chronically ill women’s struggles for enabling spaces of health care and daily life», Health and Place, n.º 12, 2006, pp. 345-352.
Ferrier, L. y Muller V., «Disabling Able», M/C Journal, vol. 11, n.º 3, 2008. [Consulta: 12 de febrero de 2013].
Imrie, R., «Ableist Geographies, Disabilist Spaces: Towards a Reconstruction of Golledge’s Geography and the Disabled», Transactions of the Institute of British Geographers, New Series, vol. 21, n.º 2, 1996, pp. 397-403.
Kimberly Sawchuk es profesora en el Departamento de Estudios de la Comunicación en la Concordia University de Montreal. Ocupa la cátedra de investigación sobre Estudios de Medios Móviles, desde la que codirige el Mobile Media Lab (en colaboración con Owen Chapman), www.mobilities.ca. Sus escritos sobre medios de comunicación móviles, tecnología y sociedad han sido incluidos en numerosas publicaciones, colecciones y antologías, entre las que destacan MedieKultur, Body and Society, Canadian Journal of Communication y Wi: Journal of Mobile Media.

Las mujeres, el sincretismo y el tiempo. Una mirada feminista

Las mujeres, el sincretismo y el tiempo. Una mirada feminista

Me gusta plantear la reflexión sobre el tiempo desde la diversidad que encarnamos las mujeres y la diversidad de dimensiones del tiempo, de los tiempos. Y que lo hagamos ubicadas o ancladas en la tradición paradigmática feminista.

Como antropóloga investigo experiencias del tiempo largo, ese tiempo histórico secular, que experimentamos activistas, teóricas, políticas, ciudadanas al conocer los procesos con conciencia histórica moderna. Investigo también el tiempo histórico corto, el de la experiencia vivida de cada quien, el del camino biográfico.

Hay quienes lo viven de manera tradicional como tiempo que se repite, avanza y regresa cíclicamente, como tiempo sin movimiento en que todo siempre ha sido igual, desde siempre, lo mismo, lo idéntico cincelado sobre una conciencia naturalista del cuerpo, de la sociedad, del mundo.

Hay quienes viven su recorrido biográfico en el caudal del tiempo histórico y lo experimentan en su dinamismo, su diferencia, sus circunstancias.
Encuentro que esas dimensiones distintas del tiempo no actúan diferenciadas sino en combinaciones simultáneas por grupos de identidad y cultura compartidas.
Tampoco están claramente demarcadas en la subjetividad de cada mujer. Nos desesperamos porque queremos resolver en el breve lapso vital, lo pensado de nuestras vidas y del mundo, acordes con deseos y necesidades desde visiones críticas y alternativas.
Olvidamos la historia secular y colocamos la lente biográfica para mirar procesos que implican etapas, múltiples protagonistas, movilizaciones y cambios estructurales y formales. Esa equivocación en el uso de las lentes del tiempo nos lleva a distorsiones y muchas veces a experiencias de impotencia o a desvalorizar los pequeños avances, los retrocesos y las pérdidas.
Se nos olvida que un derecho, sólo uno, o una dimensión de la condición social tardan siglos en construirse como ha sucedido con cada derecho que gozamos. El proceso de conformación de la condición ciudadana de las mujeres que aún no está arribado a puerto, ha llevado siglos. Por eso, al referirnos a la ciudadanía añadimos las voces, formal, jurídica, real, plena, mutilada, sustantiva y efectiva.
Sucede también, que aplicamos la lente del tiempo largo de la historia a las pequeñas y parciales acciones de incidencia posible, del aquí y el ahora, y, confundidas, dejamos pasar oportunidades que no se repiten porque sentimos que no nos compete, no es nuestro campo de acción o les toca a otras atenderlo.
No nos afanamos en la urgencia de enfrentar nuestras necesidades inaplazables ni las necesidades ingentes de las mujeres, la emergencia de las hambrunas, la miseria que conlleva la feminización de la pobreza o la defensa inaplazable de nuestros derechos constantemente amenazados, la construcción de la igualdad y la eliminación de la violencia de género.
Nuestros avances han sido el resultado de esfuerzos de siglos.
Otras dimensiones del tiempo están presentes en las mismas mujeres. Y, tanto el tiempo secular como el biográfico, se sintetizan en el tiempo de la vida cotidiana, concebida como el espacio en el que existimos y recreamos el mundo, con sus círculos particulares privados y públicos privadopúblicos, o públicoprivados.
Con sus esferas de acción, de incidencia puntual y de relación con los otros. El tiempo tradicional de las mujeres forma parte de tiempos comunitarios y de género cíclicos, derivados de la condición tradicional de la mujer en que son los otros la pauta del tiempo y, de modos de vida comunitarios, locales y nacionales, ligados a ciclos productivos agrícolas, industriales, a cambios estacionales.
Este tiempo no pertenece a las mujeres, es el tiempo de-los-otros, para-los-otros, en voz de Franca Basaglia . Un tiempo asignado a las mujeres como cuerpos-para-otros, seres-para-otros.

Tiempo que, mirado desde la modernidad y la perspectiva crítica feminista, es expropiado a las mujeres y conlleva enajenación. Al carecer de tiempo propio, las mujeres quedan impedidas de desplegarse en el mundo por vía propia. Su tiempo vital y su tiempo cotidiano son para-otros, son de-otros.
Prevalece la espera como experiencia de quien no es dueña de su tiempo .
Sólo con la modernidad las mujeres hemos tenido un tiempo propio, un tiempo de individuación y de ciudadanía. En ese tiempo-para-sí se configura el ser-para-sí, a través de procesos de separación y participación escolar, laboral, artística, política.

Aunque, no nos engañemos, en esos procesos las mujeres también experimentamos enajenación, porque no definimos ni las prácticas ni los contenidos de los conocimientos, ni las reglas laborales ni el sentido del trabajo que realizamos, del arte en que nos insertamos y menos aún, de la política. Estamos maniatadas por reglas patriarcales que enajenan la política y la expropian a la ciudadanía y, participamos muchas veces, adheridas a otras identidades, desagregadas como mujeres, desarticuladas y en minoría política aún cuando haya mixtura o paridad numérica.

Cada tiempo expropiado o propio conlleva territorios, espacios, actividades, funciones y posición en torno a jerarquías y poderes, y también, ciertas habilidades sociales y culturales, y capacidades que se condensan en saberes específicos.
Sincretismo y escisión
Las contemporáneas somos sincréticas, vivimos con una extraordinaria intensidad las contradicciones de tiempos asociados a estereotipos de las condiciones de género. Muchas de nosotras, en periodos de nuestras vidas, experimentamos una profunda escisión subjetiva y objetiva. En ocasiones logramos superar antagonismos, paradojas y contradicciones y emergemos renovadas con una subjetividad fortalecida.
Utopía y tiempo
A diferencia de lo que imaginaron las feministas a finales del XIX y principios del XX, al modernizarnos la mayoría de las mujeres no nos emancipamos del tiempo-de-los-otros ni de sus deberes e impedimentos. En la utopía del cambio en el uso del tiempo, la expropiación se resolvería con la participación pública de las mujeres. Cada mujer a través de procesos de individuación y aculturación (educativos, laborales y económicos, sociales y sexuales políticos) se conformaría como una ciudadana moderna desligada del deber ser doméstico, familiar, materno y sexual.
A lo largo del siglo XX en algunas sociedades más igualitarias, de alto desarrollo pacífico, las mujeres han creado y han tenido condiciones para separar tiempos, ámbitos y funciones e incluso eliminaron de sus vidas deberes tradicionales.
También ha sucedido a mujeres de clases con poder, en sociedades de menor desarrollo y mayores desigualdades sociales. En las primeras, prevalece la configuración moderna en su condición de género y como tal continúa en transformación. En las segundas la modernización abarca aspectos que no trastocan su condición patriarcal y están definidas por un complejo sincretismo de género.
En la utopía de la emancipación y la liberación de las mujeres se afirmaba que, al situarse en lo público como los hombres, trabajar como ellos, ganar dinero, como ellos, tener éxito y poder como ellos, se eliminarían la desigualdad, la discriminación y todas las formas de opresión de género.
Sin embargo, la mayoría de las mujeres se modernizó y, en efecto, disminuyeron ciertas desigualdades y formas de discriminación, pero han surgido otras nuevas. Las contemporáneas se han visto obligadas a experimentar los cambios, resignificar con sus recursos interpretativos y adaptarse conforme a sus condiciones sociales, articulando una condición compuesta de género, mezclada, sincrética. Han debido compatibilizar situaciones opresivas y situaciones de respeto, derechos y libertades: deberes tradicionales y nuevos deberes modernos.
Los resultados para muchas han sido contradictorios y difíciles de enfrentar. Los hitos de la vida de las contemporáneas contienen paradojas.

La mayoría de las mujeres del siglo XX ha experimentado la doble y la triple jornada de trabajo. Muchas han vivido la modernización impuesta, otras, voluntaria, elegida, como acto de libertad. Sin embargo, lo han hecho en las condiciones impuestas por el sistema modificado por la movilización de las mujeres, por presiones del mercado y del desarrollo.
La vertiente liberal responsabiliza a las mujeres a enfrentar esas contradicciones.
Si quieren ser modernas deben resolver la sobrecarga y el sobre esfuerzo vital que conlleva sumar jornadas y hacerlo las más de las veces, sin apoyo comunitario o estatal. Muchas mujeres se modernizaron al incursionar de pequeñas en la vida escolarizada y luego en la vida laboral y en otras actividades públicas.
Pero la experiencia no ha sido homogénea en dichas esferas: va de más a menos.
Más mujeres escolarizadas, menos mujeres en la esfera laboral y mucho menos en la esfera política civil o gubernamental. Más mujeres trabajadores, menos mujeres con poder en la economía, más mujeres acudiendo a elecciones, menos mujeres gobernando sus comunidades, sus países o las instituciones de la globalización en que trabajan. Con todo, el modelo estereotipado de mujeres que ha producido el siglo XX es el de todo al mismo tiempo y sus contenidos mezclados.

Sincréticas sobremodernas

Las mujeres sincréticas son sobremodernas por el sobre uso del tiempo , la
simultaneidad de actividades (estudio, trabajo, cuidado, participación política al mismo tiempo) o la simultaneidad de actividades prácticas (diseñar, hablar por teléfono, contestar, mails, atender a alguien, cuidar a alguna persona y manejar al mismo tiempo); la extensión de la jornadas o costa del descanso; la unificación de espacios público privado con el trabajo de oficina desde la casa; la supervisión doméstica desde el espacio público; el aumento de la movilidad espacial y el trabajo migrante con desplazamientos de pueblos y barrios a ciudades, de país a país, lo que, para millones de mujeres implica vivir y trabajar en sitios de cultura e idioma distintos y muchas veces desconocidos; el trabajo flexible para armonizar vida familiar y vida laboral ¿Qué significa eso?; trabajo voluntario a raudales por todas las causas posibles y trabajo extra para mantener el puesto.

El sobre uso del tiempo implica la extensión del tiempo, y conduce a una sobrevivencia del tiempo, una vivencia extensiva y excesiva del tiempo. Así, un año de vida de una mujer es mucho más que un año de vida de los hombres de su entorno, por la cantidad y la calidad de experiencias y acciones, actividades realizadas aparentemente en el mismo tiempo, por el esfuerzo vital realizado.
Esta sobrevivencia del tiempo sólo es comparable con la extensión del tiempo lograda en situaciones de esclavitud. Las mujeres normales sólo pueden ser comparadas con los esclavos.

Las nuevas tecnologías permiten la colocación de lo público en lo privado, el Internet, los celulares, permiten contactar a las mujeres a cualquier hora, en cualquier sitio, implican facilidades y ahorro de tiempo, a la vez que pérdida de libertad y de intimidad. Exigen una sobreatención de los otros próximos o ajenos, superpuesta a las actividades que la mujer esté llevando a cabo. Las nuevas tecnologías se suman y refuerzan los cuidados y los servicios tradicionales.
La variante en los países desarrollados o en las capas altas de sociedades en desarrollo es que guardan la individuación, el tiempo propio, ciertos trabajos y formas de participación para las mujeres de clases o grupos con poder. Se da así, un desdoblamiento de género: las mujeres con derechos o con poderes sociales pueden acceder a la condición moderna de género y mujeres de otras
nacionalidades, condición étnica y socioeconómica, reproducen la condición tradicional cuidadora y reproductora de género, sólo que enmarcadas en el mercado global.

Con ello se crean nuevos estamentos de género, para los cuidados y los servicios de todo tipo que actualizan formas de selección de género basadas en la raza, la nacionalidad, la etnia, la clase, la procedencia, el estado civil, las responsabilidades familiares y la movilidad. La necesidad y la pobreza se ensamblan.
Así, se renuevan formas de discriminación racial, étnica, nacional y de clase y se crean nuevos estamentos basados en el género. La modernidad es para unas un territorio propio aunque sean tradicionales, y la condición tradicional-moderna es para las-otras.

Tiempo hito

Quiero hablar del tiempo hito , en el sentido que le da Teresa del Valle, en este caso ligado a hechos lacerantes en la vida de las mujeres. El instante en que el orden social, la cultura, el espacio y el tiempo culminan, se sintetizan en situaciones de riesgo vital para las mujeres. Es el momento que aúna tiempo secular y tiempo biográfico. Mujeres modernas del siglo XXI siguen expuestas a embarazos no deseados, a adquirir enfermedades de transmisión sexual, a la violencia de género tradicional y a nuevas formas de violencia exacerbada emergentes.
Para millones de niñas y jóvenes modernas, el sincretismo de género implica contenidos sexuales tradicionales (ignorancia, creencias fantásticas, idealización y subordinación a otras personas, y, de manera acendrada a hombres.
Esa base de género potenciada con la cosificación sexual global de las mujeres, su exhibición, uso y consumo, idealizada como libertad sexual y modernidad, aumenta su riesgo personal a sufrir daños y mantiene altos niveles de opresión de género de todas las mujeres.
La ausencia de cambios modernizadores de la condición genérica de hombres contemporáneos es notable. Se expresa en su aprovechamiento y reproducción de relaciones desiguales, en su supremacismo, en su ejercicio de una sexualidad opresiva y, desde luego, de formas violentas de control y dominio que ponen en riesgo la seguridad y la vida de las mujeres.
Un tiempo hito, es el de millones de mujeres y niñas, quienes en un instante que conjuga un sinfín de determinantes, son víctimas de una agresión, de una violencia por ser mujeres y, en un continuum perverso, de una muerte violenta, muerte de género, son víctimas, del feminicidio .
No sólo nosotras somos sincréticas, el mundo es sincrético y el mundo occidental lo es más aún. En él coexisten instituciones tradicionales fundamentalistas encargadas de normar y estructurar la sexualidad y, por ende, la subalternidad jerárquica de género de las mujeres, con instituciones, que impulsan cambios en las condiciones de género, las prácticas y la organización social, particularmente en las relaciones entre mujeres y hombres basadas en la igualdad.
En el siglo XXI se reitera la confrontación institucional y social entre quienes sostienen estructuras patriarcales y actualizan la dominación de las mujeres y quienes cincelan en el entramado social, en el Estado, en los organismos internacionales relaciones igualitarias, procesos emancipatorios y de empoderamiento de las mujeres, y cambios democráticos en la condición de género de los hombres.
El siglo XX ha sido tiempo del feminismo, como plantea Celia Amorós , marcado por la insubordinación de las mujeres y la apuesta por cambiar ya no sólo desde lo local sino desde lo global. A esa dimensión corresponden la Declaración de los Derechos Humanos de 1948 que reconoce a las mujeres, la Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, CEDAW, de 1979, que contiene una política obligatoria para los Estados, y es considerada la carta de los derechos de las mujeres. La última década del siglo XX ha sido un tiempo hito en la historia secular de las mujeres por los enormes avances de los derechos de las mujeres hilvanados declaraciones, tratados, plataformas y campañas, creado conferencia tras conferencia, foro tras foro, convención tras convención.
Virginia Maquieira considera que “La identificación de los derechos de las mujeres como derechos humanos representa uno de los logros más significativos de la historia contemporánea que se produjo de manera explícita en los acuerdos internacionales al inicio de los años noventa del siglo XX” .
La Declaración de Viena, El Tribunal Internacional sobre la Violencia contra las Mujeres, la Conferencia del Cairo que reconoce los derechos sexuales como derecho a la salud, la Conferencia de Beijing y su Plataforma de Acción que han dado para Beijing + 5 y +10, y todas las anteriores, empezando con la de México en 1976. La creación de organismos como la Oficina de la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos de las Mujeres, Belén Do Pará que sienta las bases para la política de Estado para Prevenir, Atender, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres . Todos son hitos feministas.

Y, desde luego, como trasfondo o soporte y resultado de esos hitos del mundo global en diversos países, sobre todo, los que se definen como democráticos, se hacen cada vez más conocidas y mejor aplicadas un buen número de reformas constitucionales, decretos y leyes que garantizan para las mujeres y las niñas, un ramito de principios jurídicos: la dignidad, la igualdad y la equidad, la libertad y la seguridad.

Son sobre todo leyes sobre la igualdad entre mujeres y hombres, contra la violencia de género y contra la trata de personas, la explotación sexual y cualquier forma de discriminación. Alguna ley por ahí, se propone garantizar el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia .
Tiempo hito del ser-para-sí
El tiempo para-sí como experiencia individual, construida para el género surge cuando cada mujer integra en su subjetividad su derecho a tener derechos en términos de Hanna Arendt . Y cuando colectivos de mujeres lo contienen en sus mentalidades, Así, la condición de sujeto como cima del empoderamiento individual y colectivo se va instalando en prácticas y modos de vida, y en la forma de ser de las mujeres. El derecho concreto y la condición de sujeto se convierten en una parte de sí y configuran el ser-para-sí. Colectivamente, el género se empodera cuando se extiende la conciencia y la práctica social del derecho y se torna parte del bagaje cultural de las mujeres.
La historia secular puede leerse en un instante, sin embargo, en realidad es un acumulado histórico de décadas y de siglos. La ola del feminismo de la última década del siglo XX fue una condensación política del tiempo histórico.
Al llegar a su cima, vino la reacción de fuerzas conservadoras amparadas por partidos políticos, organizaciones civiles e instituciones religiosas patriarcales de diversas religiones, que se han propuesto regresar el tiempo, conculcar derechos y no sólo la ciudadanía de las mujeres, sino la condición humana de las mujeres que ha sido proclamada en diversos hitos y sólo parcialmente construida en algunos lugares.
Por eso el tiempo presente, el Siglo XXI debe ser el tiempo de los derechos humanos de las mujeres: intransferibles, indivisibles, irrenunciables. Es decir, de la construcción social del cimiento de la condición de las mujeres contemporáneas: nuestra condición humana.

Ni tiempo tradicional, ni sobreuso del tiempo, ni desagregación de derechos separados y mutilados, ni los principios excluyentes, sino organizados en sinergia: dignidad, igualdad, libertad, seguridad y paz.
Es el tiempo de recoger el paradigma paso a paso construido, de cada movimiento y cada agenda, es el tiempo de articularlos y potenciarlos en nuestras vidas, en nuestros cuerpos, en nuestros mundo como un todo para que el siglo XXI, por fin, sea el tiempo de la humanidad de las mujeres.
La mayoría de las mujeres tocadas por la modernidad, unas más tradicionales que otras, pero todas sincréticas en la experiencia de ser mujeres en el mundo, evidenciamos la separación de espacios vitales, de actividades diversas, de jornadas.
Hoy, empieza a reconocerse la necesidad de la conciliación del mundo laboral y el mundo familiar cuya puesta en práctica conllevará una profunda revolución de la vida cotidiana porque implica asumir que el tiempo y las responsabilidades familiares, domésticas y del cuidado dejen de ser parte de la condición de género de las mujeres y sean distribuidas de forma equilibrada y potenciadora.

Aspiramos a recuperar el tiempo cotidiano para las mujeres, un tiempo para sí colmado de derechos.

En el 30 aniversario de la CEDAW quiero pensar secularmente y mirar que en sólo tres décadas, la CEDAW se ha convertido en el referente de millones de mujeres movilizadas en el mundo en pos de sus derechos; en norma para la gobernabilidad democrática; en conjunto de indicadores para evaluar el adelanto moderno de las mujeres, de los países y de todas las configuraciones de la globalidad; que se configuran como unidades de intercambio económico o comunidad de visiones sobre la democracia, el desarrollo y la paz; y en pilares de la tercera dimensión del mundo conformada por el derecho internacional de los derechos humanos al amparo de la ONU.

Two Muslim Women Are Headed to Congress. Will They Be Heard?

Two Muslim Women Are Headed to Congress. Will They Be Heard?
Ilhan Omar and Rashida Tlaib have won, but the battle for a new brand of feminism in the Democratic Party and within Muslim communities has just begun.
By Rafia Zakaria
November 12, 2018, 1:21 PM

The first time a veil was worn on the floor of the U.S. House of Representatives, the wearer was not, as one would expect, a Muslim woman. Instead, it was a woman named Carolyn Maloney, a Democratic representative from New York. In October 2001, as the ruins of the Twin Towers were still smoldering, Maloney put on a blue burqa, the kind worn by women in Afghanistan, as part of a theatrical appeal to get representatives to vote for a war against the Taliban. “The veil is so thick, it is difficult to breathe,” Maloney declared as part of her plea for war against the Taliban whom she—incorrectly—blamed for the 9/11 attacks.

In January 2019, Ilhan Omar, the congresswoman-elect from Minnesota’s 5th District—who wears a headscarf—will become the first veiled woman to serve in Congress. Much has changed in the past 17 years. The myth of saving Afghan women by bombing their country into oblivion has shown itself to be a devastating proposition. The Taliban are still around, and there is talk of making peace with them as the United States wearies of trying and failing to produce some sort of victory.
Maloney is also around, winning her 14th term in last week’s midterm elections, even as Omar won her first. Nor will Omar be the lone Muslim: Joining her will be Rashida Tlaib, a longtime activist of Palestinian descent, who was elected in Michigan’s 13th District.
Maloney, Omar, and Tlaib represent divergent views of feminism. Maloney’s brand is American feminist exceptionalism, in which American women—intrepid and veil-free—are beacons of freedom with a duty to evangelize their particular brand of empowerment, even if it means using bombs.
If Maloney’s is the feminism from above, bestowed on black and brown women by white ones, the progressivism of Omar and Tlaib represents feminism from below. For both, their experience as community organizers reflects a faith in grassroots work. Theirs is a feminism of choice rather than one erected on glib pronunciations on who is or isn’t free or paternalistic exhortations of what poor immigrants or struggling blue-collar women must do to join the ranks of the elite white feminists who normally dictate U.S. feminist discourse.
And because their backgrounds—Somali and Palestinian—have been shaped by long histories of failed foreign interventions, Omar and Tlaib are unlikely to ever to see the liberation of women, Afghan or otherwise, as an argument for war. Yet all three are Democrats—a fact that raises the question of which brand of feminism will ultimately define the future of the Democratic Party.
In the wider world, the elections of Omar and Tlaib have led to much gushing and rejoicing. Compared to President Donald Trump’s rage-fueled rallies, the stories of Omar, who lived in a refugee camp and knew no English when she arrived on U.S. shores at 12, and Tlaib, who grew up partly on welfare as one of 14 siblings, provided some solace. Even if the United States has a president whose cultish following relishes his denunciations of all Muslims as terrorists—in a speech hours before the 2016 presidential election, Trump insisted that Somali refugees were a disaster for Minnesota and that many were joining the Islamic State—here, it seemed, was evidence that the country was not so bad after all. If women like Omar and Tlaib can succeed, then perhaps the United States could be saved.
Beyond the haze of victory lie tremendous challenges. A Pew survey found that attacks against Muslims in 2016 surpassed the previous high in 2001. Half of U.S. Muslims said they felt that it has become more difficult to be Muslim in America than it used to be; three out of four said there was a lot of discrimination against Muslims in the United States, a view that was reiterated by nearly 70 percent of the general public. It wasn’t just discrimination: Many American Muslims reported that they had faced intimidation and threats of bodily harm and seen mosques and other properties vandalized.
The election of two Muslim women won’t necessarily make things better for them. One of the most recent attacks against a veiled Muslim woman took place in Dearborn, Michigan, which is Tlaib’s constituency. The incident, caught on a closed-circuit camera, shows a woman in a headscarf and a long black robe approach the desk at a hospital’s emergency room. Within five seconds, a man approaches from behind her and repeatedly strikes her head with his fist.
The attack is just one of many perpetrated by white men, which add to the general fear that pervades the very Muslim-American communities that the two women will represent. It will be difficult to highlight such crimes and protect these communities within a political milieu where Islamophobia has become a fixture in public discourse.
Defending Muslim-Americans from a perch on Capitol Hill will be a challenge—but reforming the community from the inside, particularly where the rights of Muslim women are concerned, will be just as hard. Communities that feel besieged tend to turn inward, so much so that they become uninterested in internal reform.
Since 2005, when the Muslim scholar Amina Wadud led a mixed-gender congregation in prayer, an act that initiated a campaign for equal rights within worship and mosque spaces, Muslim feminists have worked hard to push for greater rights. Twitter hashtags and online discussion forums have emerged to advocate for women to be admitted in the central worship spaces of mosques instead of being relegated to side entrances. Young Muslim feminists are eager to use the victories of Tlaib and Omar to push equality within the faith. But progress may be slow, and managing their expectations will likely be difficult.
Then there is the matter of what these victories, particularly that of the headscarf-wearing Omar, will mean beyond U.S. borders. In May, while Omar was fighting a competitive primary election, France’s equality minister denounced the decision of a French student leader to appear in a documentary wearing a hijab as “promotion of political Islam.” The headscarf is banned in French schools and official government buildings, but university students such as the one in question are permitted to wear it. Similarly, in the United Kingdom, there are many Muslim members of parliament, but none who wear the hijab.
While Britain may be miles ahead of France in accepting public displays of religious affiliation—from veiled baggage screeners to turban-wearing cops—the wardrobes of Muslim women still stir controversy. Weeks before Omar and Tlaib won, a public debate broke out over the sale of hijabs for schoolgirls in a store’s school uniform section. While British Prime Minister Theresa May has voiced her support for the right to wear a headscarf, others in the Conservative Party seem more reluctant.
For the moment, the divergent visions of feminism espoused by the 14-term Maloney and her new veil-wearing and pro-Palestinian party colleagues will all coexist uneasily in the House of Representatives in January.
After all, it is one thing to use the victories of Muslim-American women as a salve on the gaping wounds of division and derision that have driven the country; it is quite another to allow them to dictate the contours of American feminism or U.S. policy abroad.
The Islamophobia of the American left may pale before the loud and flagrant hatred of the Republican Party under Trump, but it still exists.
It is often manifested in the pointed but pernicious sidelining of Muslim women, who are refused anything more than the few moments allotted to duplicitous salutes to diversity.
Reducing Omar and Tlaib to tokens of America’s enduring diversity would be a waste of both their talents and their ability to do the actual work of political and feminist transformation.

Murder, racism, demonization, and the “Court Jew” in Trump’s America

Murder, racism, demonization, and the “Court Jew” in Trump’s America
November 1, 2018 10:00 AM CST By Eric A. Gordon

Next to the seat of power: Trump’s Jewish son-in-law, Jared Kushner, has parlayed his relationship to the president into major policy influence as well as multi-million-dollar loans, from the Saudis among others. | AP

President Trump has recently “come out” as a “nationalist.” Some observers might see this declaration as a last-minute, desperate appeal to his xenophobic base to turn out in the November 6 midterm election, but the fact is that he has only finally and openly sworn his fealty to the racist ethos he grew up with: His father had an arrest record for marching with the Ku Klux Klan in New York City and was famous for discriminating against Black applicants for tenancy in his apartments. It’s a family tradition. The word Trump didn’t speak, but which everyone heard—his supporters as well as his foes—was “white” nationalist. It’s obvious that’s what he intended to convey.

Just days after the president’s announcement at one of his populist rallies, a white supremacist ideologue named Robert Bowers entered the Tree of Life synagogue in Pittsburgh with an automatic weapon and fired upon worshipers there, killing 11 and wounding several more. He claimed that Jews were responsible for the “invasion” of migrants from Central America—one of the themes Trump has been harping on since he began campaigning for the presidency—and in fact that the president had not gone far enough in identifying the true source of the problem. “I’m going in,” Bowers wrote to his internet friends moments before his attack.

Bowers could not have been unconscious of his timing, just two weeks before the 80th anniversary of Kristallnacht, when the Nazi regime declared open war on the German Jewish community by setting torches to synagogues and breaking windows of Jewish-owned businesses across the country. By his action, Bowers was unequivocally reminding Jews in America that they were not always considered acceptably “white.”

In alt-right speak, “nationalist” stands in opposition to “globalist,” another word for “cosmopolitan,” which was the more commonly used term in past years. Each of these is code for Jewish. The insinuation is that Jews, owing to their family and business ties reaching across continents, are uniquely positioned to subvert the legitimate, wholesome national aspirations of decent, innocent, pious Christians. Thus, to Bowers, HIAS (formerly known as the Hebrew Immigrant Aid Society) was responsible, with its pro-immigrant history and adherents, for dragging America into the gutter with unassimilable, brown-skinned newcomers.

It’s easy to trace modern anti-Semitism to a late Czarist-era forgery called “The Protocols of the Elders of Zion,” a purported scheme for the Jews to take power all over the world. That “fake news” of more than a century ago was often cited—and still is in certain circles—as a goad for discrimination, exclusion, pogroms, and death camps.

Anti-Semitism of course goes back much farther than that. Already in the 18th century, just to mention the name “Rothschild” was to summon up visions of Jewish masterminds whispering in the king’s ear and perverting royal destiny. And we must go back much further, too, to the Protestant Reformation, the Inquisition, the Crusades, and to the early Church teaching that Jews were the despised “Christ-killers.” Theologically, that doctrine did not get erased from Catholic doctrine until the 1960s, though not everyone has deleted the sentiment.

To be honest, even socialist systems were not immune from anti-Semitism, particularly during the Stalin years, when “internationalist” Jews were accused of colluding with Western Zionists. In some places, the virus cropped up long after Stalin was dead. The German socialist leader August Bebel referred to anti-Semitism as “the socialism of fools,” a false ideology designed to rally public opinion against a perceived common enemy—in some places and times, the “enemy of the people”—while diverting attention from the true despoilers of the earth.

If Jews did not believe in the divinity of Jesus Christ, then how could they be loyal to crown or state? Their participation in public life, whether as subjects or citizens, was always suspect. Jews were classically accused of “dual loyalty,” one visible part to the current regime, and another invisible part to the sinister global Jewish entity. In modern times, the rise of the State of Israel has often exacerbated this tension in the public mind.

How about class?

What’s missing from this story so far is a look at the factor of class and privilege. For most of history, since the emergence of an identifiable Hebrew or “Jewish” people, most Jews have been workers either on the land as herders and farmers or in small artisanal professions. In the European diaspora, Jews were not allowed to live in big cities, and were also forbidden to own land. Thus, many turned to professions such as tax collector or money lenders. Although they were agents of the local landowners, because they handled money they were thought to be rich and powerful—exactly what the landowners wanted the peasants to believe of them.

Even in Biblical accounts we learn of Jews who became wealthy and influential, although injunctions concerning labor rights and just treatment of others (including animals) constitute lengthy portions of sacred text rarely cited by today’s Biblical literalists. The story of Joseph, who became a trusted counselor to the Egyptian Pharaoh, is emblematic of the potential for a Jew to rise to a seat, if not of power, then at least next to the seat of power. But we also see how with the change of rulers, such trust can easily be lost.

The “Court Jew,” beginning with Joseph, is a familiar trope in Jewish history. Some indeed became highly influential, such as the Rothschilds, whose banking branches in many countries enabled the extended family to become wealthy financing rulers on both sides of international wars.
U.S. Secretary of State Henry Kissinger, left, and President Richard M. Nixon in 1973. | AP

But throughout the millennia, Jewish tradition warns against the Court Jew temptation: The holiday of Purim, based on the Book of Esther (this year on March 20, 2019), reminds Jews to be faithful to their values and ideals and not to be swayed by the lure of power—even to be queen of the realm seated next to the mighty Persian King Ahasuerus (presumed to be the historical Xerxes).

Who, until now, exemplified the Court Jew better than German refugee and Harvard professor Henry Kissinger? Practitioner of Realpolitik, he became Secretary of State under Richard Nixon and then Gerald Ford. He was the principal architect of the destabilization campaign that brought down Salvador Allende’s socialist government and brought in Gen. Pinochet, he gave the “green light” to the Argentine military’s dirty war (which among its features rounded up many Jewish intellectuals and professionals for imprisonment or liquidation), and rubber-stamped the Indonesian invasion of East Timor. Preposterously, he shared the Nobel Peace Prize for helping to end the Vietnam War—which the Vietnamese had won themselves. Master of the quotable quip, he is famous for saying, “Power is the great aphrodisiac.” Did he know at the time—as later revealed by the Nixon White House tapes—how much anti-Semitism infected his boss’s presidency, and how much he was personally ridiculed? In her campaign for the presidency, Hillary Clinton raised eyebrows by citing Kissinger as a good friend and mentor, signaling, to the distress of many of her supporters, just what kind of foreign policy she might pursue.

Today’s all-powerful Jews include the often demonized Hungarian refugee George Soros, whom the ultra-right accuses of bankrolling the Honduran asylum seekers in order to destroy America. And in Trumpworld, especially during his campaign, they included the “globalist” Wall Street bankers who backed Hillary Clinton. Trump reposted one notorious image of Clinton from a neo-Nazi internet site that depicted her against a background of stacks of money, a big red six-pointed (Jewish) star and the label of corruption. That’s the magic of anti-Semitism: The Jews are responsible for all the sins of the world, whether they’re on the liberal-to-Communist end of the spectrum or the international finance capital side.

The Trump administration is studded with several prominent Court Jews. Some, like the president himself, may once have identified themselves as Democrats, but saw in the Trump phenomenon, and in the larger neoliberal austerity project, an opportunity for rapid enrichment and access to power by aligning themselves with him.

Of course, there’s his son-in-law, Jared Kushner, married to daughter Ivanka. Kushner is, like Trump, a player in the higher echelons of the New York real estate market—and equally indebted. Trump’s own grandchildren, by Jared and Ivanka, are Jewish. Kushner has successfully parlayed his relationship to the president of the United States into multi-million-dollar loans, from the Saudis among others. The saying “the personal is political” has never assumed such consequential proportions as now in public policy.

There are several other prominent Jews in the administration. In his business Trump relied on Jewish lawyers, such as Michael Cohen, who were intimately connected to the mogul’s private affairs. Early on in his career, Trump had Roy Cohn of McCarthy fame as a mentor. Another such lawyer would be Trump’s bankruptcy lawyer, David M. Friedman, whom Trump appointed as ambassador to Israel in 2017. Trump, with Kushner and Friedman, both of whom have generously funded right-wing nationalist Jewish settlements in the occupied West Bank, has reset the terms of the U.S.-Israel relationship to align with Prime Minister Benjamin Netanyahu’s vision of a Greater Israel that tosses aside both its own historic acceptance of a two-state solution for the Palestinian issue, and the official U.S. position on that as well.

Right now, the Evangelical right-wing in the U.S., and even the neo-Nazi fascists, are enamored with the powerful Israeli state that in its raw exercise of authority over the Palestinians has shown what a “white” settler regime can and should be doing to its darker, indigenous population. It has replicated many of the apartheid-like principles that were long known in America, under different circumstances and in different times, as Jim Crow. The right-wing applauds Jewish “nationalism,” seeing how Netanyahu flirts openly with Nazi-like leaders in places such as Ukraine and Hungary, and authoritarians such as Russia’s Putin and the U.S. Republican Party leadership.

But public opinion shifts over time. The day may come—and there are those who openly speculate about it even now—when it will become legitimate again to question the “dual loyalty” of such Jews in America: Are they more on our side or Israel’s?

At least the Evangelicals have a good excuse, though a fundamentally demented one: They support Israel wholeheartedly in their belief that the Messiah will come again when all the Jews have re-gathered in their historic homeland of Zion and the Rapture will signal the End of Days. Those Jews who have accepted Jesus as the Christ will be saved and enter Heaven; as for the rest, too bad. The Israeli leadership, including the country’s head rabbis, have warmly welcomed Evangelical support, obviously not buying into such Millenarian fantasies, but appreciating the church-sponsored tourism, the political allegiance on the world stage, and the emotional goodwill.

Another prominent figure who has heavily invested in Republican politicians is the Las Vegas gambling and hotel magnate Sheldon Adelson, also known for his extreme pro-Netanyahu views. He benefited hugely from the Republicans’ “tax reform.” Trump’s Secretary of the Treasury, Steven Mnuchin, former investment banker, film producer, and hedge-fund manager, is Jewish. He was photographed awhile back beaming with a sheet of freshly minted dollar bills hot off the press, proudly displaying his signature. It was almost a parody of the ancient “Jews and money” association.
Unintentional parody: Treasury Secretary Steven Mnuchin, right, with his wife Louise Linton, showing off a sheet of new $1 bills, the first currency notes bearing his signature at the Bureau of Engraving and Printing (BEP) in Washington. | Jacquelyn Martin / AP

And who can forget about Trump’s whiz kid (b. 1985) senior advisor for policy, the brilliant Stephen Miller? He was the communications director for Senator (now Attorney General) Jefferson Beauregard Sessions, and press secretary for the unhinged Evangelical Republican Rep. Michele Bachmann. Miller helped Trump with his inaugural address, and crafted the Muslim travel ban, the administration’s refugee policy, and the horror of separating children from their parents at the border. He has challenged the courts’ authority to limit the president’s rule on immigration policy.

The Court Jews have not spoken out against any of the president’s atrocities, nor his open acceptance of support from David Duke and other Nazis, whether of the alt-right, neo-, nationalist, or other varieties. They did not object to Trump’s pathetic waffling over the Charlottesville riot, where right-wing marchers chanted, “Jews will not replace us” (where? On dollar bills, as advisors in the White House, as media leaders and captains of industry?)

A breach in social cohesion

In the rush to deepen the hate against traditionally “despised” groups, such as African Americans, immigrants, LGBTQ people, women, foreigners who are either from “shithole” countries or stealing our jobs, the Trump presidency has created new and possibly irreparable breaches in social cohesion. Hate crimes have risen precipitously, often egged on by the president’s own provocatively repulsive speech. The Anti-Defamation League cites a 57 percent increase in anti-Semitic vandalism, threats, and harassment over the last year.

Jewish journalists, a favorite target of the president, have been attacked verbally and physically, often irrespective of their politics. The conservative columnist Jonah Goldberg, who once regularly justified Trump’s policies, revealed in a recent article that “when the alt-right first rallied around Trump, starting in 2015, I was one of their targets. I was besieged with anti-Semitic filth. I ranked sixth on the Anti-Defamation League’s list of targeted Jewish journalists. Once, when I mentioned that my brother had died, I was pelted with ‘jokes’ asking if he’d been turned into soap or a lampshade.”

On the president’s unwanted, unwelcome visit to Pittsburgh in the wake of the Tree of Life murders, he sounded off again on the impending “invasion” of the Central American hordes—the very issue for which the 11 victims were shot to death. Trump was not merely “insensitive” or “tone deaf.” He was openly condemning the gunshot victims for their own death, in almost the same language the killer Bowers had used.

In recent days, Trump has rhetorically proposed that by executive order he will cancel the American birthright of some people born in this country (as he tried to do for years to attack Hawaii-born Barack Obama). The birthright issue also has echoes in Nazi Germany: In the mid-1930s, German Jews were legally declared not German citizens like their Aryan fellow nationals.

Most Jews oppose Trump, which he certainly knows and which has made Jews—with the notable exception of his supporters among them—a particular object of his disdain.

The country has seen, far more quickly and radically than it ever imagined, how corrosive speech leads to criminal actions. We have witnessed the results.

In the early days, there were Jews who supported Hitler. Either they believed he could restore order to a chaotic economy and create employment. Or they were able to dismiss his anti-Semitic rantings as lunacy, while focusing on his encouragement for big business. Or they thought they were too important for him to touch. Or they figured they could bargain for release of Jews to go to Palestine and help build the Zionist home there.

All who continue to seek the king’s favor should remember Pastor Martin Niemoeller’s prophetic warning, “First they came for the socialists, and I did not speak out because I was not a socialist…then they came for trade unionists…then they came for the Jews…then they came for me—and there was no one left to speak for me.”

The Court Jews will not be saved. No one will be saved.

There will be plenty more to do after November 6. Right now the focus is on the critical midterm election. Be sure you and your family and friends vote. It’s the first step toward ending the insanity.

RECORDANDO A RAÚL CASTELLANOS FIGUEROA

RECORDANDO A RAÚL CASTELLANOS FIGUEROA
Por Domingo Santacruz Castro
29 de octubre de 2018

Hace 48 años la familia Castellanos Figueroa y también la familia Braña, pierden al hijo, al padre, al esposo muy querido. El Partido Comunista de El Salvador y el movimiento popular pierden a uno de sus más grandes cuadros dirigentes, si no el más grande en esa época.

Con seis años mayor que Schafik, Raúl fue uno de los dirigentes que influyó mucho en la conducta revolucionaria de la generación de cuadros y militantes de los años 50 y 60, y de no haber fallecido a temprana edad, con apenas 45 años su influencia hubiera llegado mucho más lejos.

Raúl fue hijo de Jacinto Castellanos Rivas, con un historial sumamente interesante. Jacinto fue un intelectual, periodista, amigo de muchos intelectuales de los años 30, como Salarrué, Masferrer. Como alumno de la Escuela de Cabos y Sargentos, la Escuela Militar de entonces, Jacinto recibió clases del General Maximiliano Hernández Martínez, antes de ser el dictador, juntamente con otros oficiales como Joaquín Hernández Callejas, otro intelectual conocido como “Quino Caso”. Ya siendo Oficial del Ejército, Jacinto fue atraído por las ideas filosóficas impartidas por el General Hernández Martínez, con quien trabó cierta amistad y hasta dio colaboración en la formación de un movimiento político que lo postuló en las elecciones de 1930. Junto con su amigo y colega Quino Caso, Jacinto participa en los círculos intelectuales de la época, lo cual junto con éste figuraban en el grupo de amigos de don Alberto Masferrer y por lo tanto, en colaboradores del periódico PATRIA. En esta actividad conoció y trabó amistad con Farabundo Martí y con otros profesionales progresistas de esos años.
Jacinto acompañó al General Martínez en el giro político para una alianza con el Ingeniero Arturo Araujo en donde participa como parte de la fórmula presidencial para la disputar la Vicepresidencia en las elecciones de 1931. Las actividades periodísticas junto a Don Alberto Masferrer, le dieron a Jacinto cierta notoriedad en los círculos políticos progresistas. Durante el período electoral que culminó con la victoria de la alianza Araujo Martínez, Jacinto y Quino Caso fortalecieron su relación con el General Maximiliano Hernández Martínez y su círculo de militares amigos. Esa relación explica su involucramiento en la formación del Comité Militar que derrocara al Presidente Araujo el 02 de Diciembre de 1931, en el Quino Caso fue uno de los integrantes y Jacinto fue escogido como Secretario Privado del General Martínez en la Presidencia de la República, al menos por un tiempo.
Después de las masacres de indígenas y campesinos de 1932, y del fusilamiento de su amigo Farabundo Martí, el 01 de Febrero de 1932, que para él fue un vil asesinato, Jacinto se apartó del General y de inmediato se transformó en un fuerte crítico y opositor de Martínez y su dictadura militar. Con el tiempo, siendo un luchador social perseguido, Jacinto emigra a México, ingresa al Partido Comunista Mexicano, junto con su hijo Raúl y tiempo después regresa al país e ingresa al PCS y se convierte en uno de sus dirigentes en los años 50. Por testimonio de Jacinto conocimos detalles sobre el fusilamiento de Farabundo y sus camaradas Alfonso Luna y Mario Zapata, así como de su digno comportamiento durante el ilegal juicio militar para quitarlos del camino. Por él nos enteramos de las últimas palabras pronunciadas por Farabundo antes de morir frente al pelotón de fusilamiento.

RAÚL CASTELLANOS F. INTEGRANTE DEL COMITÉ DE HUELGA DE BRAZOS CAÍDOS DE ABRIL Y MAYO 1944

Raúl Castellanos Figueroa desarrolla su juventud en medio de intensas luchas sociales de la época que fueron creciendo en contra de la dictadura militar. Desde muy joven, contagiado por las ideas de su padre y estimulado por la profunda crisis política de la dictadura y del país, fue uno de los estudiantes universitarios integrantes del Comité Estudiantil Universitario que organiza y llama al pueblo a la Huelga General de Brazos Caídos. Raúl fue elegido para representar a los estudiantes de Ingeniería. Otros de sus compañeros en dicho Comité de Huelga fueron los Estudiantes Jorge Bustamante, Fabio Castillo Figueroa, Julio Oliva y otros;
Ya desde antes de los acontecimientos de abril y mayo, Raúl ya colaboraba como redactor del periódico Opinión Estudiantil, desde cuyas páginas atacaba duramente a la Dictadura Militar de Martínez. Otros compañeros en la plana de redacción del periódico, fueron Jorge Arias Gómez, Juan José Vides, Gabriel Gallegos Valdez e Italo López Vallecillos;

Hay que decir que Raúl Castellanos, por muchos años, fue objeto de una sistemática persecución policial por la dictadura militar que prevaleció en nuestro país por muchos años; desde los acontecimientos de abril y mayo y meses posteriores Raúl fue acosado por el sanguinario Coronel Osmín Aguirre y Salinas, Director de la Policía Nacional en los meses que siguieron al golpe militar del 21 de Octubre de 1944 y los meses posteriores mientras ocupó la presidencia de la Repúbica.

Raúl emigró a la ciudad de México en donde vivió por varios años junto con su padre. En México, como hemos dicho, además de estudiar la carrera de Economía Política en la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, participó activamente en actividades políticas con el movimiento estudiantil revolucionario de México de aquellos años.

DIRIGENTE DESTACADO DEL PCS
Lo conocí como uno de los dirigentes más destacados de la Dirección del PCS. Miembro de la CP, del Secretariado y del CC desde finales de los años cincuenta, a Raúl casi siempre lo encontrábamos en reuniones clandestinas, en alguna charla en la Universidad Nacional, escasamente en un mitin del FNOC o del FUAR y desde luego, en el PRAM. Muchos documentos, manifiestos o pronunciamientos del PRAM y del CC del PCS eran elaborados por Raúl. Con el tiempo pude apreciar el respeto que la Dirección tenía en Raúl. Casi siempre otros compañeros ponían en sus manos para revisión trabajos preparados para acontecimientos importantes, incluso los de Schafik, a pedido de éste. Durante varios años publicó artículos de orientación y educación política en el periódico LA VERDAD, órgano del CC del PCS y en otras publicaciones como “Abril y Mayo”, órgano del PRAM, en “VOZ OBRERA”, en revistas y en diversas publicaciones de las organizaciones dirigidas por el PCS o vinculadas a él.
Colaboraba con Periódicos como La Tribuna, “El Independiente, El Latino, La Crónica, Primera Plana, este último de la Escuela de Periodismo. Todos ellos, especialmente Opinión Estudiantil, le abrieron las páginas a sus artículos. También publicó muchos artículos en los periódicos de derecha, como La Prensa Gráfica y el Diario de Hoy, utilizando nombres falsos.

ORGANIZADOR DEL PARTIDO REVOLUCIONARIO ABRIL Y MAYO, (PRAM) Y DEL FRENTE NACIONAL DE ORIENTACIÓN CÍVICA, FNOC.

Por decisión de la Dirección del PCS, Raúl fue designado como responsable de la organización y dirección política del Partido Revolucionario Abril y Mayo, PRAM, que inició actividades como Movimiento Abril y Mayo a principios de 1959. Fue una tarea política necesaria, encaminada a organizar un instrumento político abierto capaz de atraer a la intelectualidad y personalidades progresistas, a las masas populares, de las y los trabajadores y luchadores sociales para hacer trabajo político abierto y de ser posible, legal, sin aferrarse. El escenario socio político era propicio, creado con el triunfo de la Revolución Cubana, el cual iba en aumento. Pero también se necesitaba crear un instrumento político no tan rojo para aglutinar y atraer a otras fuerzas sociales y políticas a un frente democrático que facilitara atraer las distintas fuerzas en contra de la dictadura militar.

Raúl dudó un poco en sus capacidades para asumir la tarea. Sin embargo, pronto se dio cuenta que no estaría solo. Una buena cantidad de cuadros con mucho entusiasmo le fueron asignados y otros que llegaron por su cuenta. Me refiero a Tirso Canales, Roberto Armijo, Raúl Padilla Vela, Gabriel Gallegos Valdez, Mario Salazar Valiente, Pedro Mancía Cerritos, Rafael Aguiñada Carranza, Pepe Rodríguez Ruiz, Miguel Parada, y Muchas y muchos cuadros de jóvenes que saliendo de las organizaciones juveniles pasaron a integrarse al PRAM. Muchas brigadas de voluntarios fueron creadas en el PRAM para reunir las firmas exigidas por el CCE para intentar su legalización, que fue rechazada.

Pero también fueron miles de obreros, campesinos, empleados y otros sectores que buscaron y se afiliaron a este partido político de izquierda, porque sentían la necesidad de realizar trabajo político en amplios sectores y territorios del país. Con toda esa gente y con mucho entusiasmo, no fue difícil para el PRAM, para Raúl y otros compañeros darle forma al partido y dar los primeros pasos para la creación del Frente Nacional de Orientación Civica, FNOC, al cual se unieron: La Asociación General de Estudiantes Universitarios, AGEUS; la Confederación General de Trabajadores Salvadoreños, CGTS; el Partido Acción Renovadora, PAR: el Partido Radical Democrático, PRD. Varias otras organizaciones juveniles, sindicales, gremiales y otras en formación se unieron al esfuerzo para darle vida al FNOC, cuya misión era derrocar a la dictadura militar del coronel José María Lemus y sustituirla por un gobierno democrático. La tarea de derrocar a Lemus fue lograda el 26 de octubre de 1960, de donde surge el gobierno democrático con la Junta de Gobierno.

LA JUNTAVICO MILITAR Y EL DIRECTORIO MILITAR
Con el derrocamiento de Lemus y la llegada de la Junta Cívico Militar, se produce una apertura democrática que apenas duró tres meses. No fue posible aprovechar ese corto tiempo para impulsar ni siquiera un plan mínimo de acción y menos de cambios estructurales.
Vino el contragolpe del Directorio Cívico Militar del 25 de enero de 1961 y con él la reinstalación de la dictadura militar. La represión fue general contra todas las organizaciones sociales, culturales, y políticas. Algunos de los cuadros políticos conocidos afiliados y dirigentes del PRAM pasaron a la clandestinidad.
Con gente menos conocida, menos quemada, como decimos, se procede a la reestructurar la Directiva Nacional del PRAM, eligiendo como coordinador al abogado Roberto Carías Delgado. Otros compañeros y compañeras se mantuvieron al frente del Partido realizando actividades combinadas, abiertas y secretas. Raúl pasó a ocupar otro cargo sin dejar de ser el cuadro político ideológico y de conducción del PCS, esperando decisiones del la CP del PCS.
Por varios años se mantuvo el esfuerzo del PRAM como una organización política generadora de organización, orientación, denuncia y lucha política abierta.

CAPTURA Y SECUESTRO DE RAUL JUNTO CON ANTONIO VELASCO IGLESIAS
Raúl era uno de los cuadros dirigentes del PCS permanentemente perseguido por los cuerpos de seguridad. Muchas veces fue capturado y expulsado del país. En Octubre de 1962, Raúl Castellanos y el dirigente obrero Antonio Velasco Iglesias, fueron capturados y secuestrados en un descuido del comando operativo responsable de su seguridad. Los dos compañeros fueron capturados violentamente, como era la costumbre de los esbirros policiales. Ya en sus manos, los compañeros fueron objeto todo tipo de violaciones a sus derechos incluyendo la aplicación de torturas. La campaña por su liberación adquirió volumen fuerte. La dictadura los acusaba de ser agentes al servicio de la Revolución Cubana, sólo por haber participado en actos de solidaridad con Cuba durante la crisis del Caribe, conocida como la crisis de los misiles.

No era la primera captura y secuestro ni de Raúl Castellanos, ni de del dirigente obrero Velasco Iglesias. Todo revolucionario sabía en esos momentos el grave riesgo que corría su vida y la de su familia; la Dirección del PCS era perseguida con mucha minuciosidad. Raúl Castellanos sabía muy bien ese ambiente, pero siempre desafiaba y se las arreglaba para evadir los chequeos visuales de la inteligencia enemiga. Por ello teníamos que organizar todo un plan de entrada y salida de los oradores a la plaza Libertad durante las concentraciones públicas.

A Raúl y demás cuadros dirigentes y militantes del PCS estaban conscientes que mantener en alto la bandera del PRAM en los meses de lucha del Frente Nacional de Orientación Cívica, 1959-60, como en los años del Directorio Militar hasta 1962 constituía todo un desafío. Raúl Castellanos recibió la decisión de asumir la Secretaría General de este partido abierto en los momentos en que el movimiento popular había entrado en un difícil reflujo revolucionario. El régimen había aprobado una nueva Constitución Política, con una reforma constitucional que facilitaba por primera vez la representación proporcional en la Asamblea Legislativa. El FUAR regateaba la disolución por orientación de Salvador Cayetano Carpio, a nombre supuestamente, de la Dirección del PCS. No pudimos entender por varios años, la verdadera razón esgrimida por Carpio para disolver el FUAR. A los cuadros con responsabilidad nacional en las Columnas se nos creó una situación difícil para explicar y convencer a la militancia revolucionaria que aceptara la nueva orientación de dejar sin efecto la estructura y el funcionamiento del FUAR. Schafik y Raúl Castellanos no pudieron incidir en la votación de la CP y CC. Con el tiempo supimos que la destitución de Schafik del FUAR y la disolución de éste, eran parte de los planes de Carpio para deshacerse de los intelectuales pequeño burgueses de la Dirección del PCS. Logró sus propósitos ganando a la mayoría de los organismos de dirección. De esa manera el PCS perdió, a mi juicio, una buena oportunidad para construir y desarrollar una experiencia de lucha político militar con importante apoyo popular.
El vacío de abandonar la lucha política combativa, fue llenado parcialmente con la presencia del PRAM y los fogosos discursos de Raúl Castellanos Figueroa, pronunciados en las tribunas públicas.
Pero también el PRAM fue sometido a revisión. Las difíciles condiciones de la clandestinidad no permitieron ampliar y desarrollar un movimiento político abierto, como lo era el PRAM, así como tampoco fue posible que el FUAR se desarrollara como organización político militar; pero indudablemente, esas dos tribunas permitieron que numerosos cuadros desarrollaran sus cualidades de organización, agitación y lucha popular con primeros pasos de autodefensa y educación política en las bases populares.

Raúl, Schafik y Roberto Castellanos eran inseparables, aunque con edades diferentes. Raúl nació en 1926, Schafik en 1930 y Roberto en 1923. Había otros compañeros en ese tiempo que compartían una generación de luchadores formados dentro del PCS. Sin embargo, hay que decirlo, aunque Schafik era el de edad menor, siempre fue respetado y querido por todos ellos. Raúl respetaba mucho a Schafik por su seriedad, por su conducta y reputación intachables. Lo mismo se apreciaba en Schafik sobre Raúl. Ambos se estimaban por su abnegada y sacrificada labor como cuadros dirigentes revolucionarios. Ambos desarrollaron una relación de trabajo político con funciones diferentes con otros camaradas de la Dirección del PCS, como fueron los casos de Roberto Castellanos Calvo, de Jorge Arias Gómez, y otros cuadros.
Para Raúl, sin descuidar responsabilidades como docente universitario de la UES, su trinchera de combate por encargo del PCS fue el PRAM, era su frente de lucha abierta, pero también tenía las tareas internas en la Comisión Política y el Secretariado del Comité Central, que nunca descuidó y atendió con mucha diligencia y disciplina.
Raúl construyó un sólido equipo de trabajo colectivo, con varios de los cuales se apoyó para realizar una labor de organización, orientación y agitación política en todo el territorio nacional. Las figuras más conocidas eran Tirso Canales, Raúl Padilla Vela, Mario Salazar Valiente, Rafael Aguiñada Carranza y otros dirigentes obreros en la Junta Directiva, también José Domingo Mira, Hildebrando Juárez, y varios intelectuales y profesionales.

Con el apoyo de varios otros compañeros, entre los cuales siempre figuraba Víctor Manuel Sánchez, “El Niño”, Ricardo Rivera, “Marino”, Los hermanos De León (René y Armando), Alejandro Montano, “Chiricuto”, El Ronco Carrillo, Pedro Santacruz y varios otros, con ellos se preparaban los vehículos para penetrar romper el cerco policial y la salida de los oradores de la plaza pública después del mitin. Nadie debía saber el destino final hacia donde se dirigía en cada actividad. Esa era responsabilidad del propio Cuadro Dirigente. Claro, siempre había una forma de verificar el éxito de la operación. A mediados de 1962 el PCS había sufrido la penetración de la inteligencia enemiga en las estructuras intermedias. En ese año varias estructuras del PCS, incluidas las de impresión y distribución de propaganda interna fueron golpeadas. Varios Centros fueron asaltados y capturados los cuadros responsables.
Tiempo después supimos de los planes del enemigo para caerle a la Dirección, especialmente a los tres cuadros dirigentes más conocidos, Raúl, Schafik y Roberto Castellanos Calvo. Cada quien se movía y funcionaba de manera conspirativa; los tres planificaban a su manera la forma de funcionar. Los tres se diferenciaban entre si, tanto en su personalidad, como en la forma de operar. Eran diferentes pero con un rasgo común: su lealtad, firmeza ideológica a toda prueba.
Raúl era el cuadro culto, educado, elegante, sencillo, humano, de palabra suelta, penetrante en sus análisis y observaciones, amigo, capaz de ganar el respeto y el cariño de sus camaradas;

Habiéndolo tratado regularmente desde 1962, tanto en reuniones y charlas en el PRAM como en el FUAR y en diferentes escenarios del PCS, siempre recibí algo positivo de Raúl Castellanos: como la capacidad de síntesis de su experiencia, de su modo de ser, su don de gente, como lo decía Schafik. Nos preocupó mucho su desaparición producto de la captura de Octubre de 1962. El PCS, el PRAM y el movimiento popular realizaron una campaña nacional muy combativa exigiendo la liberación de los dos compañeros. A finales de ese año, Raúl y Velasco Iglesias aparecieron en territorio del estado de Tapachula, México. La dictadura militar salvadoreña y con el apoyo de la similar dictadura guatemalteca, que eran ratas del mismo piñal, a los dos camaradas los dejaron en ese lugar sin dinero, sin papeles, sin alimentos. Era la modalidad común aplicada por las dictaduras y tiranías de Centro América en ese tiempo.

Después de los problemas internos que culminaron con la renuncia de Salvador Cayetano Carpio de la militancia y cargos dentro del PCS, pese a que Carpio en muchas ocasiones se refirió a Raúl como el pequeño burgués, jamás escuché un reproche o una injuria o frase hiriente en contra de Carpio.

El VI Congreso del PCS, celebrado el 30 de Agosto de 1970, ratificó a Raúl Castellanos Figueroa como miembro del Comité Central y de la Comisión Política. Nadie puso en duda su integridad moral y ética revolucionaria, menos su capacidad teórica y política como para apartarlo, al contrario, cuando su nombre fue pronunciado como candidato a los cargos mencionados, fue elegido por aclamación.

Raúl fue fundador del Departamento de Periodismo de la Universidad de El Salvador, el cual se convirtió en la Escuela de Periodismo. La muerte sorprendió a Raúl cuando apenas cumplía los 46 años. La C. P. decidió enviarlo junto con Rafael Aguiñada Carranza a representar al PCS a una Comisión de apoyo de los Partidos Comunistas y Obreros, que se reuniría en Budapest a principios de Octubre de 1970, después de la Conferencia Mundial de los Partidos Comunistas celebrada en Moscú en 1969.
No logró cumplir con la tarea encomendada. Desde que salió de El Salvador había mostrado síntomas de problemas de salud. Fue su última misión. De Budapest fue trasladado a Moscú, en donde le fue practicada de urgente una intervención quirúrgica por especialistas soviéticos, ya era demasiado tarde, la amibiasis había invadido gravemente el hígado y otros órganos vitales. falleció el 29 de Octubre de 1970.
Su esposa y compañera Rosa Brañas, hija Florencia y su hijo Roberto fueron enviados a Moscú a repatriar los restos de

nuestro camarada Raúl Castellanos.

Los restos de Raúl llegaron al Aeropuerto Internacional de Ilopango. La Dirección del PCS decidió recibirlos con la bandera del PCS que fue colocada en el féretro donde los restos fueron colocados. Desde Ilopango hasta la Universidad de El Salvador ondearon las banderas rojas del PCS por primera vez desde 1931, cuando era un partido legal.
Durante varios días se le rindieron homenajes en varios locales del movimiento social popular y en cada uno los respectivos homenajes de las y los camaradas y pueblo en general.
Hay un discurso de despedida de Schafik que conmovió a la militancia y a quienes acompañamos los restos de Raúl Castellanos Figueroa en el Cementerio General.
El PCS y el Movimiento Popular de nuestro país perdieron físicamente a uno de sus mejores hijos.

¡GLORIA ETERNA A RAÚL CASTELLANOS FIGUEROA!

De dónde surgió el Bolsonaro?

De dónde surgió el Bolsonaro?
Gustavo Bertoche Guimarães (profesor de filosofía, facebook, 13 de octubre de 2018)
Lo siento, amigos, pero no es de un “machismo”, de una “homofobia” o de un “racismo” del brasileño. La inmensa mayoría de los votantes del candidato del PSL no es machista, racista, homofóbica ni defiende la tortura. La mayoría de ellos ni siquiera son bolsonaristas.

Bolsonaro surgió de aquí mismo, del campo de las izquierdas. Surgió de nuestra incapacidad para hacer la necesaria autocrítica. Surgió de la negativa a conversar con el otro lado. Surgió de la insistencia en la acción estratégica en detrimento de la acción comunicativa, lo que nos llevó a demonizar, sin intentar comprender, a los que piensan y sienten de modo diferente

Es, incluso, lo que estamos haciendo ahora. Mi Facebook y mi WhatsApp están llenos de ataques a los “fascistas”, a aquellos que tienen “manos llenas de sangre”, que son “machistas”, “homofóbicos”, “racistas”. Sólo que el elector medio de Bolsonaro no es nada de eso ni se identifica con esos defectos. Las mujeres votaron más a Bolsonaro que a Haddad. Los negros votaron más a Bolsonaro que a Haddad. Una cantidad enorme de gays votó a Bolsonaro.

Amigos, estamos equivocando el blanco. El problema no es el elector de Bolsonaro. Somos nosotros, del gran campo de las izquierdas. El elector no votó a Bolsonaro porque él dijo cosas detestables. Él votó a Bolsonaro A PESAR de eso.
El voto a Bolsonaro, no nos engañamos, no fue el voto a la derecha: fue el voto antiizquierda, fue el voto antisistema, fue el voto anticorrupción. En la cabeza de mucha gente (aquí y en los Estados Unidos, en las últimas elecciones), el sistema, la corrupción y la izquierda están ligados. El voto de ellos aquí fue el mismo voto que eligió a Trump allá. Y los pecados de la izquierda de allí son los pecados de la izquierda de aquí.
Bolsonaro tuvo los votos que tuvo porque evitamos, a toda costa, mirar nuestros errores y cambiar la forma de hacer política. Nos quedamos atrapados en nombres intocables, incluso cuando demostraron su falibilidad. Adoptamos el método más podrido de conquistar mayoría en el congreso y en las asambleas legislativas, por haber preferido el poder a la virtud. Corrompimos los medios con anuncios de empresas estatales hasta el punto en que los medios pasaron a depender del Estado. Y expulsamos, o llevamos al ostracismo, todas las voces críticas dentro de la izquierda.
¿Qué hemos hecho con Cristóvão Buarque? ¿Qué hemos hecho con Gabeira? ¿Qué hicimos con Marina? ¿Qué hemos hecho con el Hélio Bicudo? ¿Qué hemos hecho con tantos otros menores que ellos?
Los que no concordaban con nuestra vaca sagrada, los que criticaban los métodos de las cúpulas partidistas, fueron callados o tuvieron que abandonar la izquierda para continuar teniendo voz.
Mientras tanto, nos engañábamos con los éxitos electorales, y nos convertimos en un movimiento de la élite política. Perdimos la capacidad de comunicarnos con el pueblo, con las clases medias, con el ciudadano que trabaja 10 horas al día, y pasamos a engañarnos con la creencia en la idea de que toda movilización popular debe ser estructurada de arriba hacia abajo.
La propia decisión de lanzar a Lula y a Haddad como candidatos muestra que no aprendemos nada de nuestros errores -o, lo que es peor, que ni percibimos que estamos equivocando, y ponemos la culpa en los demás. ¿Dónde están las convenciones partidarias lindas de los años 80? ¿Dónde están las corrientes y tendencias lanzando contra-pre-candidatos? ¿Dónde están los debates internos? ¿Cuándo fue que el partido pasó a tener un dueño?
En suma: las izquierdas envejecieron, enriquecieron y se olvidaron de sus orígenes. Lo que nos quedaba fue la creación de slogans que repetimos y repetimos hasta que pasamos a creer en ellos. Sólo que esos eslóganes no prenden en el pueblo, porque no corresponden a lo que el pueblo vive. No basta con llamar al elector de Bolsonaro “racista”, cuando ese elector es negro y decidió que no vota nunca más al PT. No basta con decir que la mujer no vota a Bolsonaro para la mujer que decidió no votar al PT de ninguna manera.

No, amigos, Brasil no tiene 47% de machistas, homofóbicos y racistas. Calificar a los votantes de Bolsonaro de todo eso no va a resolver nada, porque el engaño no va a prender. El elector medio del tipo no es nada de eso. Él sólo no quiere que el país sea gobernado por un partido que tiene un dueño.
Y no, no está habiendo una disputa entre barbarie y civilización. El bárbaro no disputa elecciones. (Ah Hitler disputó, etc. ¿Usted ha leído Mein Kampf? Yo sí. Está todo allí, ya en 1925. Lo siento, amigo, pero chistes y frases imbéciles NO SON Mein Kampf. ¿Dónde está su capacidad hermenéutica?).
Hay una ola Bolsonaro, pero podría ser una ola de cualquier otro candidato anti-PT. Yo sospecho que Bolsonaro surfea en esa ola solo porque es el más antipetista de todos. Y la culpa del surgimiento de esa ola es nuestra, exclusivamente nuestra. No sólo es nuestra, como continuará siendo hasta que consigamos hacer una verdadera autocrítica y traer de vuelta a nuestro campo (y para nuestros partidos) una práctica verdaderamente democrática, que es algo que perdimos hace más de veinte años.
Hablamos tanto en defensa de la democracia, pero no practicamos la democracia en nuestra propia casa. ¿Es que olvidamos su significado y transformamos también la democracia en un mero lema político, en que lo que es nuestro es automáticamente democrático y lo que es del otro es automáticamente fascista? Es hora de utilizar menos las vísceras y más el cerebro, amigos. Y los slogans hablan a la bilis, no a la razón.

Luego de los Acuerdos de Paz de 1992… Entrevista con Rolando Orellana (V)

Luego de los Acuerdos de Paz de 1992…Entrevista con Rolando Orellana (V)

SAN SALVADOR, Junio 30 de 2017 (SIEP). “En este periodo, me correspondió trabajar sobre la reinserción del FMLN a la vida política del país, y el proceso previo de ubicación en campamentos y desarme junto con ONUSAL. El desafío era lograr que luego de doce años de guerra nuestros combatientes lograran reinsertarse a la vida civil” explica Rolando Orellana, destacado revolucionario salvadoreño, dirigente del Partido Comunista de El Salvador, PCS.

Luego de los Acuerdos de Paz de 1992

Añade que “luego de los Acuerdos de Paz de 1992, regresé en enero a El Salvador, a tener vida pública y realizar actividades políticas abiertamente. Uno de los primos de mi esposa, Roberto, me alojo en su casa; él vivía con su familia en la Colonia América, caminando del cuartel El Zapote hacia San Marcos. Aunque se había firmado la paz, las cosas no estaban sencillas, el aparato clandestino represivo de la dictadura se mantenía intacto y yo tuve que tomar medidas para no poner en riesgo a la familia que me acogía.”

“Por ejemplo, para comunicarme con las estructuras del FMLN que se iban instalando abiertamente, utilizaba los teléfonos públicos, pues el aparato de inteligencia de la dictadura mantenía el control del sistema telefónico y escuchaba nuestras conversaciones. Ese aparato de la dictadura se mantenía al acecho y en otro entorno familiar muy cercano a mí, llamaron por teléfono más de una vez para amenazarme de muerte.”

Mantuve el trabajo por los derechos humanos más orientado a coordinar acciones con las instituciones que surgieron de los Acuerdos de Paz. A finales de enero se creó la Comisión Nacional para la Consolidación de la Paz COPAZ, institución que surgió del compromiso adoptado en Nueva York el 31 de diciembre, ante el Secretario General de las Naciones Unidas Javier Pérez de Cuellar, destinada a supervisar el cumplimiento de los Acuerdos de Paz.

En esa comisión estuvieron representados el FMLN, el gobierno y todos los partidos políticos activos en ese entonces. Yo pase a formar parte de la Sub-Comisión de Derechos Humanos de COPAZ. Además me correspondió ser el enlace por parte del FMLN con la Comisión de Observadores de las Naciones Unidas ONUSAL, y con la División de Derechos Humanos encargada de verificar el cumplimiento de los Acuerdos de Paz en el tema de los derechos humanos.

Participé también en la reinserción de los combatientes desmovilizados del FMLN a la sociedad salvadoreña, dando charlas sobre la nueva situación política del país y promocionando entre ellos los derechos humanos. En 1992 la Corte Suprema de Justicia estaba presidida por el Dr. Mauricio Gutiérrez Castro, hombre de derecha. Me di cuenta que en la Corte se había publicado una edición popular de la Constitución de la República, un libro pequeño de bolsillo, que me pareció que podría servir para que los desmovilizados del FMLN comprendieran el pase que estábamos dando del conflicto armado a la convivencia pacífica y política.

Y en un evento organizado por ONUSAL, que se celebró en un hotel de San Salvador, al cual fui invitado, asistió el Doctor Gutiérrez Castro. Hubo un receso y en esos minutos lo busque y lo encontré en uno de los pasillos del salón donde se desarrollaba el evento; le abordé y le dije: “Doctor soy Rolando Orellana del FMLN, me permite hablar unos minutos con usted”. Él muy extrañado me pregunto: “¿Tiene tarjeta de presentación del FMLN?” Tome una de las que andaba en la bolsa de mi camisa y se la entregue. Al verla, él me dijo: “vengase, vamos a hablar a otro lado”.

Mi intención era conseguir ejemplares de la edición de la Constitución y le dije durante la conversación: “quiero que nuestros desmovilizados conozcan la Constitución de la República, le pido que me regale copias para repartirlas entre ellos y que la estudien”. ¿Cuántas quiere? me preguntó, cinco mil le dije. Al final solo me mandó la mitad, pero fueron muy útiles, las distribuí por todos los campamentos donde están los excombatientes desmovilizados. Y con ese librito hicimos un esfuerzo educativo con nuestros excombatientes, dándoles a conocer sus derechos constitucionales y los fundamentos de la legalidad a la que nos íbamos a insertar. A la vez dábamos capacitaciones sobre los Derechos Humanos y explicábamos los objetivos y características de los Acuerdos de Paz.

La creación de la PNC y de la PDDH

Habían grandes desafíos como el de crear la Policía Nacional Civil, con una nueva filosofía civilista. Se fueron organizando grupos de personas procedentes tanto del FMLN como de la Fuerza Armada, para integrar los mandos ejecutivos de la nueva policía y nos correspondió capacitarlos. Un día me busca Carlos Ascensio, que después fue director de la PNC, para que capacitará en derechos humanos a un grupo de miembros del FMLN aspirantes a ingresar a la PNC. Fue una experiencia bonita, formar de esa manera los excombatientes, hoy ellos son Comisionados o Sub-Comisionados de la PNC.

En la Subcomisión de Derechos Humanos de COPAZ, participó también el camarada Pedro Guardado (Claudio). Realizamos en esta Subcomisión un buen trabajo. Desde ahí supervisamos la formación de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos; acompañamos al Doctor Carlos Molina Fonseca, primer Procurador de Derechos Humanos, en sus actividades de fundación de esa institución.

Pero en esa Sub-Comisión conocí en toda su magnitud lo que era la corrupción del sistema. Resulta que en la Sub-Comisión había representantes de todos los partidos políticos y acordamos realizar una campaña nacional de divulgación de los Derechos Humanos, utilizando todos los medios de prensa, radial, escrita y televisiva. Uno de los integrantes de la Sub-Comisión miembro del PCN, se autopropuso para presentar una propuesta de difusión de los derechos humanos a nivel radial por todo el país.
Presentó el proyecto y nos pareció al resto de miembros de la Sub-Comisión y cuando entramos a discutir los costos, él presento una suma muy alta en miles de miles de colones y nos dijo que había fondos para financiar la campaña radial, que no nos preocupáramos por eso. Él se había contactado con una agencia publicitaria que le había elaborado el proyecto.

Nos explicó que solo necesitábamos autorizarlo, que él lo llevaría a COPAZ para que se aprobara y que al tener los fondos cada uno de nosotros recibiría de comisión 15, 000 colones. A mí me sorprendió el ofrecimiento y me hice aún lado y el proyecto no prosperó. Te imaginas, apenas teníamos los primeros intercambios con las personas que participaban del poder y ya recibíamos ofertas de esa índole.

Un hecho que me tocó vivir fue el de la intolerancia. Los Acuerdos de Paz en esencia plantearon la reconciliación y el reconocimiento y respeto de las diferencias. Yo entendí que con los Acuerdos de Paz teníamos los salvadoreños la oportunidad de entendernos por el bien del país, a pesar de las diferencias políticas y de pensamiento. Pretendimos con esos Acuerdos, vivir en paz a pesar de nuestras diferencias. Pero eso no fue percibido así por individuos que habían participado de la hegemonía de la dictadura militar; y sus remanentes, que se mantienen aún hoy a más de 25 años de la firma de la paz, y no permiten que vivamos una democracia plena.

Pues bien, en 1994 se realizaron las primeras elecciones con participación del FMLN, de las cuales salió favorecido con el voto popular obteniendo una importante cuota de poder político al lograr un buen número de diputados y alcaldes. El trabajo en la Asamblea Legislativa es acompañado por asesores de los diputados. Nidia Díaz fue electa Presidenta de la Comisión de Justicia y Derechos Humanos y asumí la responsabilidad de ser su asesor, y como tal la acompañaba a todas las sesiones de esa Comisión.

Elaboraba propuestas y borradores de documentos de trabajo sobre los derechos humanos que pasaban a la discusión de la Comisión. Fue ahí donde soporte en carne propia la intolerancia política por parte de los diputados de derecha. Yo no participaba en las discusiones y votaciones de la Comisión, pero estaba atento en los debates para hacerle comentarios y sugerencias a Nidia.

Se daban discusiones fuertes con los diputados de ARENA, dos de ellos eran viscerales; se presentaron momentos en que estos diputados pasaban a los ataques verbales personales y en más de una oportunidad recibí también esos ataques por ser el asesor de Nidia. Quien se pasó de la raya en esos ataques fue un representante del PCN, Marcos Valladares, este fue años después Procurador de los Derechos Humanos; se refería a mi persona con insultos y palabras soeces. No se percibía ningún esfuerzo por tolerar y respetar las diferentes formas de pensamiento y de propuesta política.

Esa actitud de los diputados de derecha se insertaba en un ambiente en que nos veían, a los del FMLN, como enemigos, no nos aceptaban. En esa atmosfera asesinan a Darold Velis, dirigente del FMLN, cuando iba a dejar a su hija al colegio, y asesinaron también a otros compañeros.

La vida familiar y personal luego de los Acuerdos de Paz

Mi participación como asesor en la Asamblea Legislativa fue ad honorem. Y se me planteo luego de los Acuerdos de Paz la necesidad de restablecer mi vida familiar y este fue un proceso muy complejo y difícil. Necesitaba un balance entre mi vida pública, mi participación política en la legalidad y el restablecimiento de los lazos familiares, de mis antiguas amistades, algunas de las cuales se alejaron al conocer mi militancia en el FMLN, ya que anteriormente esta militancia había sido clandestina. Lo más difícil fue mi reinserción profesional a partir de una carrera de derecho estudiada en la Unión Soviética.

Había regresado a El Salvador con mi esposa y dos hijos pequeños, sin ningún tipo de recursos. Por suerte tenía casa porque desde 1977 la saque con el INPEP cuando trabajaba en la UES y durante todo el conflicto se estuvo pagando, habíamos logrado alquilarla y la recuperamos. Teníamos casa pero no teníamos dinero, no tenía trabajo remunerable y había que empezar de cero. Comenzamos resolviendo nuestros problemas económicos de prestado, acudíamos mi esposa y yo con los familiares a que nos prestaran dinero y siempre nos dieron la mano. Matricule a mis dos hijos en una escuela pública cerca de la casa y comencé a buscar trabajo pero no encontraba.

Un día mi esposa al verme preocupado por la situación económica, me dice: no te preocupes voy a vender comida mexicana. Y los fines de semana en la acera de la casa puso una mesita con bancas y ofrecía tacos y tortas mexicanas. Nos fue tan bien que decidimos instalar un negocio móvil en las calles aledañas al Mercado Central. Llegábamos bien de mañana y nos instalábamos con una cocina portátil. Vendíamos tortas y tacos.

Y por la tarde vendíamos en las afueras del mercado de Mejicanos, pan dulce que nos daba una señora amiga de la familia en consignación; no nos íbamos del mercado hasta que no vendíamos el último pan. Y colaboraba siempre en la Asamblea Legislativa, en la lucha parlamentaria. Dejaba a mi esposa vendiendo la comida mexicana y luego me iba para la Asamblea Legislativa. Ahí permanecía en las mañanas y al mediodía pasaba por mi esposa y salíamos a traer a nuestros hijos a la escuela.

Por mi parte, en la rebusca, logre recuperar los libros de mi biblioteca personal, que eran bastante porque a mí siempre me ha gustado leer, libros que había adquirido por varios años antes del conflicto, pues bien, periódicamente visitaba un local de venta y compra de libros usados, que quedaba por la alcaldía de San Salvador, sobre la segunda avenida norte, ahí vendía mis libros, me quede sin biblioteca pero así conseguía algún dinero.

Además fíjate que en la casa donde vivía creció un palo de limones, y daba una gran cosecha. Así que también llenábamos costales de limones para irlos a vender al Mercado Central. Mi hijo Carlos Adrián se ponía a gritar: ¡limones, limones, baratos! Así pasamos unos días vendiendo también limones en la calle, hasta que de una cantina que estaba cerca de donde mi esposa vendía la comida mexicana, llegaron y nos dijeron ya no vendan los limones, nosotros se los vamos a comprar todos.

Me recuerdo que en los días difíciles, apareció una prima de mi esposa, Lupita, quien trabajaba en los restaurantes del Pollo Campero, y nos regaló varias cajas de pollo, con pan; creo que fueron los mejores pollos camperos que hemos comido. También llegaba Roberto, el primo que me alojó en su casa cuando regresé al país, nos dejaba bolsas con frijoles y arroz y aceite para cocinar. Dios nunca nos desamparó, a través de la familia nos proveyó.

Había nacido nuestra tercera hija y las necesidades eran mayores, entonces decidí regresar a la docencia universitaria. Pero lamentablemente no logre una plaza a tiempo completo sino horas clase. Y trabaje en varias universidades, primero en la Universidad Nacional, en la Facultad de Derecho, ahí me dieron un ciclo, luego en la Universidad Luterana, después en la Universidad Monseñor Romero, que está en Chalatenango, viajaba todos los sábados y domingos a dar clases, en la Universidad Modular Abierta y en la Universidad Francisco Gavidia daba clases en la noche. Me rebuscaba.

La toma de la Asamblea Legislativa

Y mantenía mi “trabajo” en la Asamblea Legislativa. Un día del mes de enero del año 1995, los veteranos de guerra de la fuerza armada en un afán de conseguir beneficios, se tomaron la Asamblea Legislativa y quedamos adentro de rehenes. El día que llegaron los desmovilizados de la Fuerza Armada había una reunión entre los diputados y el Doctor José María Méndez, quien era Magistrado de la Corte Suprema de Justicia para discutir proyectos de nuevas leyes penales. Don Chemita, así le decían cariñosamente, quedo también atrapado en la toma de la Asamblea Legislativa.

Se suspendió la reunión en la que estaba el Doctor Chema Méndez y él decidió salir del edificio, yo le dije lo voy a acompañar Don Chemita, pero al llegar a la puerta los desmovilizados se negaron a dejarlo salir, les explique que él no era diputado, que era Magistrado de la Corte, que tenía limitaciones para caminar, lo cual era cierto, y que él no tenía nada que ver con las demandas de los desmovilizados.

Continuaron negando la salida, insistí en hablar con uno de sus dirigentes, accedieron y apareció uno de ellos; le hable y le explique que quien era el Doctor Chema Méndez, esta persona luego de escucharme se dirigió a los que estaban en la puerta y les dijo déjenlo salir, el Doctor es el papá de nuestro abogado; resultó, que el hijo de Don Chemita, que llevaba su mismo nombre estaba representando a los desmovilizados en unas demandas. Abrieron las puertas para dejar salir al Don Chemita, pero yo me le pegue y les dije que él no podía caminar bien y que necesitaba ayuda y que yo lo iba acompañar, aceptaron y me dejaron salir.

Hice una buena negociación para salir y es que tenía una gran preocupación, después de estar en la Asamblea yo salía al mediodía al Mercado Central a traer a mi esposa y luego pasar por mis hijos a la escuela, si no salía de la Asamblea qué pasaría con mi esposa, yo no tenía manera de avisarle que estaba de rehén, me angustie y por eso hable mucho con los desmovilizados para que me dejarán salir acompañando a Don Chemita. La toma de la Asamblea Legislativa duro dos días.

Un año después, me entere que había una plaza para un jurídico en una dependencia de la Corte Suprema de Justicia. Y me decidí a ir a hablar con Don Chemita, fui a su casa allá en la colonia Flor Blanca. Al llegar, me recibió y le conté la razón de la visita. Me dijo: anóteme su nombre completo en esta libreta. Me fui agradeciéndole que me hubiera recibido. A los dos días recibí una llamada en la que me comunicaron que me presentara a trabajar. Fui contratado. Estoy trabajando en la Corte Suprema de Justicia, desde febrero de 1996.