Europa: historia, mito, realidad

Europa: historia, mito, realidad
Eric Hobsbawm · · · · ·

19/10/08

Contenido de la conferencia impartida por Eric Hobsbawn en París el pasado 22 de septiembre

“A pesar de ese proceso de homogeneización, los europeos no se identifican con su continente. Aun aquellos que llevan una vida realmente transnacional, la identificación primaria sigue siendo nacional.”

Como el Dios de la Biblia en el momento de la creación, la cartografía está obligada a poner un nombre a las cosas que describe: la toponimia, construcción humana, está en consecuencia cargada de motivaciones humanas. ¿Por qué clasificar como “continente” al conjunto de penínsulas, de montañas y de planicies situadas en el extremo occidental del gran continente euroasiático? En el siglo XVIII, un historiador y geógrafo ruso, V.N.Taichtchev, trazó la línea divisoria de Europa-Asia que todos nosotros conocemos: desde los Urales al mar Caspio y al Cáucaso. Para erradicar el estereotipo de una Rusia “asiática”, por lo tanto atrasada, hacía falta subrayar la pertenencia de Rusia a Europa. Los continentes son tanto – ¿o más? – construcciones históricas que entidades geográficas.

La Europa cartográfica es una construcción moderna. Ella no sale del limbo hasta el siglo XVII. La idea actual de una Unión Europea (UE) es más joven todavía y los proyectos prácticos para su unificación nacieron recién en el siglo XX, hijos de las Guerras Mundiales. Países antes hostiles se unieron para formar una zona de paz, garante del interés común. El éxito de nuestra Unión Europea es incuestionable, aunque por debajo de las expectativas de ciertos pioneros y pese a que la evolución hacia la unidad del continente fue complicada, desviada incluso, en particular por las exigencias de la política norteamericana.

Se trata, así, de una Europa históricamente joven. La Europa ideológica es, sin embargo, mucho más vieja. Es la Europa tierra de civilización contra la no-Europa de los Bárbaros. La Europa como metáfora de exclusión existe desde Herodoto. Existió siempre. Es una región de dimensiones variables, definida por la frontera (étnica, social, cultural tanto como geográfica) con las regiones del “Otro”, situadas a menudo en “Asia”, a veces en “África”. La etiqueta “Asia” como sinónimo de un “Otro”, que combina la amenaza y la inferioridad, ha colgado todo el tiempo sobre la espalda de Rusia. Recuerdan las palabras de Metternich “Asien beginnt an der Landstrasse”, es decir, Asia comienza en la carretera nacional (de Viena).

De la política a los mitos no hay más que un paso. El mito europeo por excelencia es el de la identidad primordial. Lo que tenemos en común es esencial, lo que nos diferencia, insignificante o secundario. Ahora bien, para Europa la presunción de unidad es tanto más absurda cuanto que lo que ha caracterizado a su historia es, precisamente, la división.

Una historia de Europa es impensable antes del fin del Imperio romano occidental y, asimismo, antes de la ruptura permanente entre las dos orillas del Mediterráneo, luego de la conquista musulmana de África del Norte. Los griegos de la antigüedad se sitúan en una civilización tricontinental, que engloba el Medio Oriente, Egipto y un modesto sector de la Europa del Mediterráneo oriental. Durante los siglos IV y III antes de J.C., la iniciativa militar y política pasa a los márgenes del sector europeo de este espacio. Alejandro el Grande creó un imperio efímero que llegaba a Egipto y Afganistán. La República romana construyó uno más durable entre Siria y el estrecho de Gibraltar.

Al fin de cuentas, el Imperio romano no logró jamás establecerse sólidamente más allá del Rhin y del Danubio; Roma fue un Imperio pan-mediterráneo, antes que europeo y lo que cuenta para el destino de Europa no es el imperio que triunfa sino aquel que desaparece. La historia de la Europa post-romana, es la de un continente fragmentado. Aquí reside la razón de las divergencias entre Europa y las otras civilizaciones del Viejo Mundo. Entre el mar de la China y el Magreb, y hasta el siglo XIX, el dominio terrestre multiétnico no sale de lo habitual para los grandes espacios geográficos. Siempre bajo la amenaza, de tiempo en tiempo vencidos, desmembrados o conquistados por guerreros venidos de los desiertos del Sur, de las montañas o de las grandes planicies del Norte, ellos siempre se recuperan. Ellos absorben o asimilan a los conquistadores, como la India asimiló a los Mogol y China a los Mongoles. Nada semejante en Occidente después de la caída de Roma, nadie reemplazó al Imperio romano, aunque la Iglesia conserva la lengua y la estructura administrativa.

Fragmentada durante por lo menos diez siglos, Europa fue constantemente presa de invasores. Los Unos, los Ávaros, los Magiares, los Tártaros, los Mongoles y las tribus turcas, llegan del este, los Vikingos del norte, los conquistadores musulmanes del sur. Esta época no finaliza totalmente hasta 1683, cuando los turcos son derrotados en las puertas de Viena.

Se ha sostenido que, durante esa lucha milenaria, Europa descubrió su identidad. Esto es un anacronismo. Ninguna resistencia colectiva o coordinada, incluso en nombre del cristianismo, consolida el continente y la unidad cristiana desaparece en medio de las invasiones. Hubo en lo sucesivo una Europa católica y otra, ortodoxa. Las cruzadas, que el papado lanza algunos años después de esta escisión, no fueron iniciativas de defensa sino operaciones ofensivas tendientes a establecer la supremacía del Papa en el mundo cristiano.

Entre la caída de Bizancio, en 1453, y el sitio de Viena de 1683, los últimos conquistadores venidos del Oriente, los turcos otomanos, ocupan toda la Europa del Sur-Este.

Pero otra parte de Europa había comenzado ya una carrera de conquista. Los últimos años de la Reconquista coinciden con el comienzo de la era de los conquistadores. Ellos descubren no solamente las Américas sino Europa, porque es frente a los pueblos indígenas del Nuevo Mundo que los españoles, los portugueses, los ingleses, los holandeses, los franceses, los italianos, que se precipitan sobre las Américas, reconocen su europeidad. Ellos tienen la piel blanca, imposible de confundir con los “Indios”. Una diferenciación racial sale a luz que, en los siglos XIX y XX, devendrá en la certeza de que los blancos poseen el monopolio de la civilización.

El término “Europa” todavía no forma parte sin embargo del discurso político. Para eso habrá que esperar al siglo XVII, con el avance de Austria en los Balcanes, después de 1683, y la llegada al escenario internacional de Rusia, sedienta de modernidad occidental. Desde entonces hay coincidencia entre la geografía y la historia. Europa forma parte de aquí en más del discurso público, ella nace paradójicamente de las rivalidades continentales.

El nombre remite al juego militar y político, un juego dominado por Francia, Gran Bretaña, el Imperio de los Habsburgo y Rusia, a los cuales se agrega más tarde una quinta “gran potencia”, Prusia, transformada en Alemania unida. Pero también fueron las transformaciones del paisaje político las que, en el siglo XVII, hicieron posible el nacimiento de esta Europa consciente de sí misma. La Paz de Westfalia, que puso fin a la guerra de los Treinta Años, trajo dos innovaciones políticas.

En lo sucesivo, hubo tantos Estados territoriales como soberanos y esos Estados no reconocieron ninguna obligación por encima de sus intereses, definidos según los criterios de la “razón de Estado” -una racionalidad puramente política y laica. Es el universo político en el que aún vivimos.

La Europa colectiva, que aparece entre los siglos XVII y XIX, asume, pues, dos primeras formas: la Europa que sale del reencuentro de un pueblo multinacional, pero exclusivamente europeo, con un “Otro” insólito, los indígenas del Nuevo Mundo, y la Europa conjunto de relaciones de Estados “westphalianos” situados entre los Urales y Gibraltar.

Ambas Europas se afirman. Es el principio de la República de las letras que toma cuerpo a partir del siglo XVII. Para quienes forman esta República _es decir unos pocos cientos, es probable que algunos miles de personas, en el siglo XVIII, se comunicarán en latín y después en francés- Europa existe. En cuanto a la última Europa, se trata de la comunidad cosmopolita de los valores universales de la cultura del siglo XVIII, que se amplía después de la Revolución Francesa.

En el curso del siglo XIX, Europa deviene la cantera de un conjunto de instituciones educativas y culturales y de todas las ideologías del mundo contemporáneo. El mapa de distribución mundial, antes de 1914, de las óperas, las salas de concierto, los museos y las bibliotecas abiertas al público, habla por sí mismo.

Este vistazo de la historia de la identidad europea nos permite apuntar con el dedo el anacronismo cometido cuando buscamos un conjunto coherente de pretendidos “valores europeos”. Es ilegítimo suponer que los “valores” en los que se inspiran la democracia liberal y la Unión Europea actualmente, hayan sido una corriente subyacente en la historia de nuestro continente. Los valores que fundaron los Estados modernos antes de la era de las revoluciones fueron aquellos de las monarquías absolutas y monoideológicas. Los valores que dominaron la historia de Europa en el siglo XX – nacionalismos, fascismos, marxismo leninismos -son de matriz tan puramente europea como el liberalismo y el laissez-faire. A la inversa, otras civilizaciones han practicado algunos de los valores llamados “europeos” antes que en Europa: los imperios chino y otomano practicaron la tolerancia religiosa – por suerte para los judíos expulsados de España. Recién a fines del siglo XX las instituciones y los valores en cuestión se difundieron, al menos teóricamente, a través de toda Europa. Los “valores europeos” son una consigna de la segunda mitad del siglo XX.

Desde 1492 a 1914, Europa fue el corazón de la historia del mundo. En primer lugar por su conquista del hemisferio occidental del globo y, mucho más, a partir de 1750, por su superioridad militar, marítima, económica y tecnológica. Verdadera supremacía mundial, que se extiende desde el siglo XVIII hasta el apogeo del colonialismo europeo, entre 1918 y 1945. El “momento” europeo de la historia mundial se acaba con la segunda guerra mundial, si bien que continuamos aprovechándonos de la rica herencia económica y, en menor medida, intelectual y cultural, de esa supremacía perdida.

La hegemonía de esta región provoca los problemas que continúan dividiendo a los historiadores. Señalamos solamente que, luego de la caída de Roma, Europa no tiene ningún cuadro común de autoridad ni ningún centro de gravedad permanente. La transformación de Europa y su dominación nacen de la fragmentación y la heterogeneidad de un continente desgarrado, durante quince siglos, por las guerras – exteriores e interiores. Se trata de una pluralidad contradictoria. De una parte, las fronteras de los Estados tienen sólo poco que ver con respecto a las actividades económicas que forman un sistema transnacional compuesto de una red de unidades locales dispersas. De otra parte, la base de la revolución económica europea fue la consolidación de un puñado de poderosos Estados militares y administrativos y la eficacia de sus políticas de expansión imperial y económica.

Una Europa mosaico de modestos principados no habría podido emerger como fuerza transformadora del mundo. La unidad de Europa es hija del acuerdo entre estos Estados; en última instancia la Europa de las patrias tan cara al general de Gaulle.

Pero esta heterogeneidad del continente esconde una división de funciones entre dos centros dinámicos sucesivos y sus periferias. El primer centro fue el Mediterráneo occidental, lugar de contacto con las civilizaciones de Oriente, próximo y lejano, lugar de la civilización de las villas y de la sobrevivencia de la herencia romana. Entre los años 1000 y 1300, una zona de más en más orientada hacia el Atlántico toma el puesto como un eje central de la evolución urbana, comercial y cultural del continente.

Es una franja de territorios que se extiende desde el comienzo de Italia del Norte a los Países Bajos, vía los Alpes occidentales, Francia del Este y la baja Renania. Un franja que se prolongó luego más allá del canal de la Mancha y, por los mares el norte y del Báltico, a los territorios de las ciudades hanseáticas; después, al comenzar el siglo XVI, a la Alemania central. Este eje no desapareció: en 2005 podemos encontrar allí nueve de las diez regiones donde la renta por habitante es de las más elevadas. La comunidad original del Tratado de Roma coincide con este espacio.

Alrededor de este eje, se articulan cuatro regiones periféricas: el Norte (Escandinavia y las partes norte y oeste de las islas Británicas), el Sur-Este – entre el Adriático, el Egeo y el mar Negro – y el Este, eslavo, de grandes planicies. Periféricas también las partes del mundo mediterráneo e ibérico, marginadas por el ascenso del nuevo centro, aunque su papel en el redescubrimiento de la Antigüedad clásica les permitió ofrecer una contribución capital a la cultura europea.

Esquematizando, la aproximación del Norte (Irlanda exceptuada) con el centro se opera gracias a la penetración de los Vikingos, gracias a los lazos comerciales con los mercaderes de la Liga Hanseática y, a partir del siglo XVI, gracias a la conversión de sus pueblos al protestantismo – que acelera la alfabetización. Este Norte es la sola periferia que habría logrado integrar Europa económicamente avanzada.

Aunque las conquistas de los cruzados en el Báltico, los intercambios y la colonización campesina alemana hubieran empujado la influencia del centro hacia el este, esta inmensa región agraria quedó ampliamente fuera del desarrollo occidental. Antes del siglo XX, salvo en Rusia, dónde Pedro el Grande inicia la modernización a la occidental, encontramos allí sólo elementos débiles de dinamismo económico autóctono. Finalmente, hasta el siglo XIX, evidentemente no hay más que una débil penetración económica y cultural del centro en las regiones sometidas al imperio Otomano.

El auge de Europa habría sido difícil sin el concurso de “periferias” exportadoras de materias primas. La diferencia entre estas zonas, cuyas estructuras sociales divergen en función de esta división de trabajo y de sus experiencias históricas, fue profunda.

Somos todavía conscientes de la línea de fractura que existe, aunque aminorada, entre las dos Europas: Italia del Norte e Italia del Sur, Cataluña y Castilla. Fue ineludible durante mucho tiempo hacia el este y el sudeste. La línea Hamburgo-Trieste separa Europa de la libertad legal de los campesinos de la Europa de la servidumbre. Antes de 1914, esta línea tenía poca importancia política, gracias a la presencia, al este, de los Habsburgos y los Hohenzollern, esta línea se transformó en “telón de hierro”.

En el siglo XIX, una élite limitada consigue remontar estas divisiones mientras que la masa de los europeos continuaba en el universo oral de los dialectos. El progreso de las lenguas de Estado perpetuó esta pluralidad territorial que evidentemente perduró con la llegada de los Estados nacionales: el ciudadano se identificaba desde entonces con una “patria” contra los otros y, en 1914, ni los campesinos, ni los obreros, ni el grueso de las élites cultivadas resistieron al llamado de la bandera. La Europa de las naciones se tornó el continente de las guerras. Si Europa no salió totalmente de esta configuración, los cincuenta años pasados fueron, sin embargo, una época de convergencias impresionantes: lo atestiguan la armonización institucional y jurídica o la disminución de las desigualdades internacionales – económicas y sociales-, gracias a los notables “saltos adelante” de países como España, Irlanda o Finlandia.

Las revoluciones de los transportes y las comunicaciones facilitaron la homogeneización cultural, que progresa con la explosión de la educación secundaria y universitaria, así como la difusión, entre los jóvenes particularmente, de un modo de vida y de consumo de origen transatlántico. En el mundo de la cultura, en las clases instruidas y pudientes, es la herencia europea que se globalizó.

Desde la desaparición de los regímenes autoritarios y el fin de los regímenes comunistas, las divisiones político-ideológicas de Europa desaparecieron, pese a que los remanentes de la guerra fría siguen abriendo fosas entre Rusia y sus vecinos. No se trata de negar que subsisten profundas diferencias entre los países -que tornaron mucho más desequilibrada de lo previsto la evolución de la UE– sin embargo, en un marco globalizador, la Unión desempeñó un papel mayor en el proceso de convergencia global en marcha desde hace décadas.

Surge aquí una paradoja: a pesar de ese proceso de homogeneización, los europeos no se identifican con su continente. Aun aquellos que llevan una vida realmente transnacional, la identificación primaria sigue siendo nacional. Europa está más presente en la vida práctica de los europeos que en su vida afectiva. Ha logrado, pese a todo, encontrar un lugar permanente en el mundo en tanto colectividad. Permanente aunque incompleta, hasta tanto Rusia no encuentre su lugar en ella.

Eric Hobsbawm es el decano de la historiografía marxista británica. Uno de sus últimos libros es un volumen de memorias autobiográficas: Años interesantes, Barcelona, Critica, 2003.

Quiebre teórico neoliberal

Quiebre teórico neoliberal

Dagoberto Gutiérrez

La globalización neoliberal ha terminado en descalabro, quiebra de gigantescos bancos, financistas desacreditados y la casa blanca de Washington arrinconada.

Estos quiebres no son, sin embargo, lo más importante, aunque sea lo mas visible porque, desde luego, son el escaparate que vuelve visible el desenfreno financista y, sin embargo, el quiebre más importante es el de la teoría que sustenta al capitalismo neoliberal y es este el que está mostrando hoy sus vísceras descarnadas y dejando a sus seguidores en la mayor orfandad políticas e ideológica.

La retirada del estado es el estandarte teórico que ha terminado con los estados capitalistas más representativos, nacionalizando los capi- tales de las empresas quebradas y así, aquellos que abjuraron de ese estado interventor, hoy intervienen en sus economías para salvar las economías dominantes de esos países dominantes.

Las economías y las exportaciones se convirtieron en una misma cosa por que se trataba de producir para exportar y de exportar para producir; pero he aquí que el país estadounidense, estandarte de esta verdad neoliberal se convirtió en el mercado de todo, pero sin poder vender más de lo que compraba.

El más peligroso de los quiebres es el teórico porque al perder ese sustento se oscurece también la estrategia y el rumbo. Y es más, a diferencia de la crisis general de los años 30 del siglo pasado, hoy aparece claro que esta crisis sirve para el reacomodo histórico que la realidad económica planetaria viene demandando y así, el imperio estadounidense sin que se derrumbe en esta coyuntura, saldrá de ella con hegemonía perdida y sin ser el número uno del mundo capitalista y, una nueva distribución de poder, más ajustada a la realidad real del planeta se cocina en los corredores de la crisis actual.

El imperio aparece desolado y sometido a la crítica de sus aliados y sus enemigos y perdiendo terreno, aparentemente irrecuperable, a manos de China, Rusia y hasta de la Unión Europea.

El quiebre no parece afectar a las potencias actuales de la misma manera y Estados Unidos no aparece ni parece ser el timonel en la actual tempestad, por eso es viable pensar que saldrá de esta escaramuza encendida con menos hegemonía, en la ruta que establece que el dólar llegue a ser moneda nacional y deje de ser, artificialmente como lo es ahora, moneda universal. En nuestro país este quiebre deja sin discurso y sin propuesta a la derecha en general y al partido ARENA en particular porque el actual gobierno es el más entregado y manso ante Washington de toda América Latina y los dolores de la metró- poli son siempre ataques fuertes en sus colonias.

El candidato de ARENA ha dado pasos importantes en la línea de evitar que ARENA dirija un eventual gobierno de derechas, ha planteado el gobierno ciudadano, ha presentado este partido como de centro y probablemente, está pendiente una denomi- nación social demócrata. Todos son esfuerzos, audaces e inevitables, para nutrir un planteamiento de derecha que por ahora está derrotado por la vida y aniquilado por la realidad del país: oscura, empobrecida, desolada y vulnerable y siendo todo esto responsabilidad de las derechas es fácil entender la atribulada situación electoral de ARENA.

La candidatura de Arturo Zablah intentará establecer el predominio de la derecha sobre ARENA. Reconstruir el discurso político, hilvanar a la derecha no arenera y disputar el océano indeciso que oscila entre dos bloques de votos duros.

Es un paso audaz y costoso, sin duda bastante pensado por Arturo el que se sentirá, probablemente, incómodo presentándose como arenero, pero no como un cuadro teórico y político de las derechas.

Carta Para Mauricio Funes

Dagoberto Gutierrez

Querido Mauricio:
Vos sabes que lo electoral es hijo e hija de lo político y de la política, al grado que depende de sus padres pero puede influirlos aunque no determinarlos.

De la misma manera lo internacional influye en lo nacional pero no lo determina y en estos momentos el entorno planetario es plenamente favorable para tu campaña electoral. Lo más sonoro es el derrumbe de la banca gringa y sus réplicas internacionales; pero lo más rotundo es el derrumbe del edificio teórico del mercado capitalista globalizado, la nacionalización de los bancos gringos en ruinas es el uso del instrumento estatal del cual el imperio ha abjurado una y otra vez.

Al mismo tiempo las derechas salvadoreñas, oligárquicas y burguesas, están con sus principios teóricos en cuidados intensivos, esto es una derrota planetaria ante una realidad tenaz y una lucha popular planetaria creciente e invencible.

Las encuestas van y vienen pero siempre es afortunada aquella idea que descubre el camino para llegar al corazón del pueblo y siendo la votación, como lo sabemos vos y yo, un ejercicio cuantitativo, se necesita sumar y sumar la mayor cantidad de fuerza política, ideológica y social; para eso sin duda que es irrenunciable el crecimiento del trabajo partidario y del trabajo del Movimiento Amig@s de Mauricio.

Ni necesitan ni deben tener identidad ideológica porque ésta, siendo la sangre de la sangre y carne de la carne dicta quién es quién, en cambio la sangre política determina los intereses materiales y políticos que guían la conducta política de los que siendo diferentes, y esto es lo mas importante, se concitan en objetivos políticos comunes. El mismo FMLN que nunca fue partido fue, sin embargo, una típica alianza de diferentes.

En realidad, el necesario ensanchamiento siempre menguará la profundidad pero esta dependerá, en definitiva, de la correlación de fuerzas que se construya y en ningún momento de los deseos por nobles que estos sean, sin embargo, y pese a que ningún gobierno gobierna para todos, si necesita hacerlo con todos y hablar, en el estilo jurídico mas rancio, en nombre de todos o de la nación. Lo cierto es, o parece ser, que la llamada polarización no funciona en el mundo de los partidos políticos, sino mas bien entre la riqueza y la pobreza y en la creciente distancia entre una y otra; pero el capitalismo salvaje contemporáneo depende de su capacidad para producir pobreza y fagocitarla y como vos sabés no se abordará sabiamente la lucha contra la pobreza sin quebrantar la lógica fáustica de la riqueza.

Tu discurso en ENADE, del que conozco los conceptos mas salientes contiene un conocimiento importante de lo que te estoy platicando, porque es siempre correcto cerrar filas y unirnos alrededor del interés nacional, porque dentro de ese interés danzan el interés de la minoría y de la mayoría y ni la mayoría puede ignorar a la minoría y mucho menos la minoría, por poderosa e influyente que sea, podrá sobreponerse al interés mayoritario sin conflagración. Sino hubiere unidad, que es un acuerdo político con cemento ideológico, debemos construir, eso sí, las alianzas necesarias que es un acuerdo político con cemento político.

También son sabios los términos de relación entre mercado y estado porque uno y otro son invento de la humanidad y no de los capitalistas; pero es el Estado, que siendo instrumento al igual que el mercado, resulta ser el instrumento llamado a intervenir para que el mercado no se devore así mismo ni a la sociedad, ni al Estado, este se extinguirá pero todavía no.

La conducción del estado, como muy bien lo dices, requiere firmeza austeridad y sobre todo honestidad. Esta ultima ha de ser, junto con la eficacia y la sensibilidad ante los mas débiles, una médula que haga saber, desde antes de asumir la conducción, que se trata de un gobierno diferente.

Las esperanzas actuales serán expectativas desde el primer día y estas han de ser resueltas en los términos rigurosos presentados en la campaña, en todo caso, ser diferente es en estos vientos, ser de un bando diferente.

Finances and the current crisis: How did we get here and what is the way out? Part 2

Finances and the current crisis: How did we get here and what is the way out? Part 2

Author: Sam Webb

The turmoil in financial markets and the bailout to the tune of $700 billion has turned the public eye and wrath on Wall Street and Washington. While millions are aware of the triggering causes, ranging from predatory lending to deregulation to insatiable greed, what isn’t so obvious is the longer-term process that brought our financial system and economy to the edge of the abyss.

I call this process financialization. According to economist Gerald Epstein, financialization is a process in which “financial motives, financial markets, financial actors, and financial institutions come to play an increasing role in the operation of domestic and international economies.” (“Financialization and the World Economy,” 2005, introduction)

It started in the 1970s

In its present form, financialization goes back to the mid-1970s. At that time U.S. capitalism was beset by seemingly intractable and contradictory problems — high inflation and unemployment, declining confidence in the dollar, faltering competitiveness, slow growth, and a falling profit rate.

Faced with this unraveling of the economy and weakening of the position of U.S. imperialism on a global level, then-chairman of the Federal Reserve Paul Volcker stepped into the breech and pushed up interest rates to record levels. This wrung inflation out of the economy, but it also sent unemployment rates to the highest level since the Great Depression, forced the closing of scores of manufacturing plants and many more family farms, brought incredible hardship to the working class and especially the African American, Latino and other communities, and negatively impacted the global economy, particularly the developing countries in Asia, Africa and Latin America.

At the same time, the spike in interest rates to record levels redirected domestic and foreign capital abruptly and massively into financial channels where returns to capital were now extremely high. Volcker, as an experienced banker, knew that the capitalists’ problem wasn’t too little money capital, but rather too few opportunities to profitably invest a surplus of capital — a crisis of over-accumulation of capital.

Moreover, once in financial channels, money capital remained there, but not idly. Driven by its own nature to constantly expand and reinforced by competitive pressures of competing capitals (grow or die) in a permissive regulatory environment, the financial agents of capital (banks, investment houses, hedge funds, private equity firms and so on) raced at breakneck speed into a massive buying and selling and borrowing and spending spree for the next three decades — all of which led to an explosion of the financial sector in terms of employment, transactions, instruments, players and profits. In other words, financialization proceeded at a feverish pace and with a broad sweep.

Capital that produces little, destroys much

Unlike productive capital that reproduces and expands itself by extracting surplus value and profits from labor power in the production process, money capital is much more footloose and impatient. Its time frame is short term. It travels the globe in an instant thanks to computerization and the web. Sinking itself into longer-term investments in plants, equipment and new technologies that create jobs and grow the economy is something that financial capital does, but this is not its favorite cup of tea, especially in recent years. In fact, money capital is as likely to destroy plants and equipment as invest in them — witness our Rust Belt and the structural adjustment policies imposed on developing and former socialist countries.

Where possible, money capital hides in the shadows beyond the eyes of weakened regulatory authorities. Like a good entrepreneur, it invents new “products” (options, swaps, futures, derivatives), but highly risky ones, and then sells, buys and profits from them. When turmoil seizes the financial markets as is happening now, money capital cashes out and runs to safety until the storm blows over. In the event that it doesn’t reach a safe haven and absorbs huge losses, it is relieved in the knowledge that the federal government and Federal Reserve stand ready to bail out massive failures of big financial institutions, as we are seeing.

The lubricant of financialization is the production and reproduction of staggering amounts of debt — corporate, consumer and government. Debt is as old as capitalism, but what is different in this era of financialization is that the production of debt, speculative excesses and bubbles are now essential to the functioning of U.S. capitalism.

A two-edged sword

As it gained strength and scope in the late 1980s and ’90s, financialization grew to the point where it became the main determinant shaping the contours, structure, interrelations and evolution of the national and world economy. While financialization was an outgrowth of the systemic weaknesses and contradictions of U.S. capitalism, it was also the leading edge of a neoliberal model of capital accumulation and governance, designed to restore U.S. capitalism’s momentum, profitability and dominant position in domestic and world affairs.

But as we are painfully learning, financialization is a two-edged sword, not all peaches and cream. Indeed, its very successes opened up new fault lines in the U.S. and global economy, making it, as we so graphically see, unsustainable.

While it stimulated the domestic and global economy, it also left our nation with an astronomical pileup of household, government and corporate debt which can’t be unwound overnight.

While it gave an impulse to economic growth, it also introduced enormous instability into the arteries of the U.S. and world economy, evidenced by the frequent financial contagions at home and globally over the past two decades.

While it prolonged the upward cyclical movements of capitalism, it has also set the stage for a hard economic landing and a much deeper crisis eventually, which is what we are experiencing now.

While it created wealth on a substantial scale, it also successfully engineered the biggest transfer of wealth in our nation’s history from wealth creators — the world’s working people — to wealth appropriators, the upper crust of U.S. finance capital.

While attracting mobile capital to our financial markets, it also has made us dependent on the willingness of foreign investors to absorb massive amounts of debt, something that they are increasingly less inclined to do, as the dollar drops in value on international currency markets and our markets collapse.

While the debt-driven purchasing power of American consumers bolstered global demand, it also tied the world’s economy to our heavily financialized, indebted, and unstable economy.

New model of economic governance needed

And yet, despite this incredible wreckage, this almost incomprehensible corruption, this reckless speculation, these merchants of plunder, debt and hardship are still attempting to resolve this financial crisis in a way that continues to leave them in charge of the main levers of power and their wealth intact.

This is not “socialism,” as we hear from the extreme right. It is parasitic state monopoly-finance capitalism. Or, in more colorful language, out-of-control cowboy/casino capitalism.

The American people and their friends in Congress are faced with a first-class challenge. In the near term, some immediate measures must be taken to restore the orderly functioning of financial markets, to recharge the economy, and, above all, to improve living conditions for the American people.

In the longer term, what is required is a new model of economic governance at the state and corporate level. By that I mean a reconfiguring of the role and functions of government and corporations so that they favor working people, the racially and nationally oppressed, women, youth and other social groupings. This will not only require the election of Democratic Party nominee Barack Obama, but also a sustained struggle by a labor-led people’s coalition in concert with its allies in the nation’s capital on what will be new political terrain.

Recent events have undermined the legitimacy of the neoliberal model of governance and accumulation so eagerly embraced by the Bush administration and Republicans in Congress. (No wonder they say they don’t want to play the “blame game.”)

But a substitute is not in place. Instead, we have a political vacuum into which various contending forces will try to impose their model of governance as we go forward.

In my view, such a model should draw from the New Deal experience, but in the end it has to be shaped in the first place by today’s conditions and requirements for political and economic advance for our nation’s working people and oppressed people, broadly defined. It won’t be socialist, but it would challenge the power and practices of the agents of capitalism, insist on peace and equality, consider public takeover of our energy and financial complex, and de-militarize and green our economy and society.

Depression conditions prompted Franklin Delano Roosevelt and his advisers — albeit with a mighty assist from a powerful all-people’s coalition led by the industrial unions and the multiracial working class — to reconfigure the role and functions of the state to the advantage of the ordinary people. We should draw inspiration and energy from this and set a similar course.

Sam Webb (swebb @ cpusa.org) is chairperson of the Communist Party USA.

Una visión que cuestiona: Gabriela lésbica Patriarcal

DEBATE / septiembre 2008
Una visión que cuestiona
Gabriela lésbica Patriarcal

Por Andrea Franulic *

He estado leyendo unos artículos de Gabriela Mistral del año 27 donde la poeta se refiere al feminismo. Alejada yo de llevar a cabo un análisis literario de la obra de la autora, me ha interesado, no obstante, su mirada ideológica respecto de las mujeres. Y este interés, aún precario, surge a partir de la constatación de que al lesbianismo activista en este país se le ha dado por recuperar a “nuestro premio Nobel”, cuando los amores de Mistral con otras mujeres han abandonado el territorio de la sospecha para entrar campantes al de los hechos.

Sin duda alguna, la construcción de una historia propia es acción política necesaria, pero no puede ir sino acompañada de un concierto de preguntas: qué historia queremos construir, desde qué visión ideológica lo haremos, a qué mujeres nos interesa recuperar, cómo las vamos a socializar, en qué espacios, con qué lenguaje, etc., etc. Sin desmerecer el entusiasmo de las compañeras que han querido arrebatarle al patriarcado la figura de Gabriela, sospecho que este gesto carece de profundidad política y la Mistral es otra vez un ícono ahora lésbico ¿o gay? al más duro estilo patriarcal.

Sabemos, a estas alturas, que los íconos y los eslogans ni siquiera rasguñan el sistema vigente y que nuestras políticas requieren urgentemente de profundidad, reflexión y consistencia. En este contexto, quiero aportar algunas pistas –todavía mínimas- para socializar –desde el presente- a Gabriela Mistral. Con otras palabras, darle contenido ideológico a su lesbianismo, pues también sabemos, a estas alturas, que ser lesbiana no es un gesto subversivo en sí mismo o, al menos, no es suficiente. Ahora bien, si se piensa que la Mistral es recuperable por el sólo hecho de ser lesbiana, me parece que estaríamos cayendo en un esencialismo peligroso.

De acuerdo a mi lectura e interpretación de estos textitos de la poeta, me atrevo a afirmar que Mistral es una lesbiana masculinista, incluso, misógina. Quién sabe esta figura sea completamente acorde a las actuales políticas gay-lésbicas de lo raro, lo queer: un cuerpo de mujer con mente de hombre… quién sabe. Para mí, desde el lugar ideológico donde me sitúo, lo importante es descubrir en las mujeres sus gestos y pensamientos insolentes. Me interesa sobre todo averiguar cómo piensan, cuáles son sus ideas y si estas nos entregan datos que nos sirvan de referente para una política subversivamente civilizatoria.

Mistral está alejada de aquello. No obstante, coincidimos –ella y yo- en que el feminismo de la igualdad no nos abre a las mujeres el camino de la libertad: “Yo no creo en el parlamento de las mujeres, porque tampoco creo en el de los hombres” (p.59), afirma acertadamente la poeta. Idea a la cual me adscribo y que hoy tiene la misma vigencia. La autora no cree en los cambios a partir de las leyes, sino a través de las costumbres. En este terreno, ella apuesta por una reorganización de la división del trabajo, tomando como punto de partida la diferencia entre los sexos. Y elabora una propuesta política concreta y contingente, porque en ese momento la discusión feminista versaba, entre otros aspectos, sobre los nuevos espacios laborales que las mujeres estaban conquistando.

Con las herramientas que hoy manejamos, aportadas por la segunda ola feminista en el mundo (occidental), me permito afirmar que la autora cuestiona críticamente el feminismo de la igualdad desde la diferencia sexual, categoría analítica, esta última, subversiva, dependiendo desde donde se la socialice. En el caso de la poeta, se trata de la más elemental y masculina de las reflexiones. Ella usa un concepto heterosexual de la diferencia y no una idea radical de la misma. Es decir, coincidimos, ella y yo, guardando las proporciones y las décadas que nos separan, en la crítica contra la igualdad desde la diferencia, pero hay una brecha inconmensurable: mi cuestionamiento surge a partir de lo que yo llamaría el feminismo radical de la diferencia, mientras el de ella se sostiene en la heterosexualidad más acérrima.

El concepto heterosexual de la diferencia se define de la siguiente manera: “Para algunas (y algunos) la diferencia significa subrayar que las mujeres son una cosa distinta de los hombres (más éticas, menos violentas, etc.), que se diferencian, pues, en contenidos de los hombres, los cuales quedan por necesidad como punto de referencia” (p.183) . Para Mistral, sin duda alguna, los hombres son el punto de referencia y desde ahí despliega su “programa” que se sostiene en la indiferenciación sexo/género, es decir, no da el paso de ruptura entre la diferencia y la desigualdad, retorna (o nunca despega) al esencialismo/naturalización de los géneros. De esta manera, su propuesta de reorganización del trabajo no abandona ninguno de los pilares patriarcales que históricamente han sustentado la división sexual del mismo. Moderada y conservadora, como un honorable varón, la poeta propone para las mujeres aquellos oficios ligados al cuidado de la infancia, porque allí radica el espacio natural de nuestro sexo.

Dejémosla hablar a ella: “La entrada de la mujer en el trabajo, este suceso contemporáneo tan grave, debió traer una nueva organización del trabajo en el mundo. Esto no ocurrió y se creó con ello un estado de verdadera barbarie sobre el que yo quiero decir algo. Con lo cual empezaré a entregar mi punto de vista sobre el feminismo, para aliviarme de un peso” (p.44).

“Yo no deseo a la mujer como presidenta de Corte de Justicia, aunque me parece que está muy bien en un Tribunal de Niños. El problema de la justicia superior es el más completo de aquí abajo; pide una madurez absoluta de la conciencia, una visión panorámica de la pasión humana, que la mujer casi nunca tiene. (Yo diría que jamás tiene)” (p.46).

“Y este regreso empieza a ser urgente” (p.51). (Solo en esta ocasión, las cursivas son mías). Se me podrá alegar que Mistral habla en las primeras décadas del siglo XX, mientras mi análisis cuenta con herramientas teóricas brindadas por el feminismo de los setenta en adelante. Es cierto. Pero justamente de eso se trata. Una cosa es situar a la poeta en su contexto y otra, socializarla desde nuestro presente, interpretándola según nuestras necesidades políticas actuales. Y como dije al principio de este texto, mi crítica directa es hacia el actual lesbianismo activista que levanta íconos sin darles un contenido ideológico más acabado.

Ahora bien, si situamos a Mistral en su contexto, es decir, 1927, en Francia, porque allí escribe estos artículos, descubrimos que las ideas del feminismo, de ese feminismo sufragista, impregnan la discusión política de su tiempo. Justamente, lo que hace la autora es dialogar, responder a las acusaciones que se le han hecho sobre su antifeminismo. Es decir, sus ideas acerca del tema son totalmente contingentes. Pero la poeta no es cordial con sus contemporáneas rebeldes, quienes, a veces, según afirma, le dan “más piedad que irritación” u observa “mirando las luchas femeninas, que la mujer es el peor enemigo de la mujer” y “cuando la mayoría de nuestras feministas hable esta lengua de senado de mujeres, cargado de respeto, yo creeré en que son capaces de suceder al hombre en la política y estaré incondicionalmente con ellas” (p.53).

Efectivamente, cuando Mistral escribe estos textos, ya se había formado en 1913 el Centro Belén de Zárraga en cuyo ideario se cuestionaba insolentemente la institución del matrimonio y esto ocurría en Iquique, o en 1922, también en nuestro país, se había armado el Partido Cívico Femenino que apostaba por la autonomía política de las organizaciones de mujeres . Es decir, comparto el cuestionamiento contra el proyecto de la igualdad, pero no desde la mirada misógina de Mistral, puesto que, más allá del fracaso de dicho proyecto, esas mujeres demostraron seriedad en sus luchas, fueron radicalmente igualitaristas y significó, para muchas, costos de silenciamientos y persecuciones , como las de la revolución francesa o el movimiento preciosista. Aunque hayan pretendido, equivocadamente algunas, igualarse a los hombres y su sistema cultural, la radicalidad de la lucha de estas feministas de las primeras décadas del siglo XX y también de los siglos precedentes, se fundamentaba en una visionaria ruptura del género: salirse de las tareas tradicionalmente asignadas a la feminidad, por lo tanto, combatir la naturalización y el esencialismo de la desigualdad entre los sexos. Teóricamente, entonces, anteceden la segunda ola feminista que, en los setenta, usará dicha categoría de estudio para argumentar que la feminidad es una construcción sociocultural del patriarcado. En definitiva, en su contexto y en el nuestro hoy, Mistral es, en cuanto a su posición respecto del feminismo, las mujeres y –por qué no- del lesbianismo, ideológicamente conservadora y heterosexual.

  • La autora es integrante del Movimiento Rebelde del Afuera, cuya fundadora es la teórica feminista Margarita Pisano

Finances and the current crisis: How did we get here and what is the way out? Part 1

Finances and the current crisis: How did we get here and what is the way out? Part 1

Author: Sam Webb

In a vote that was heard around the world, reactionary Republicans along with some progressive Democrats in the House torpedoed a bill to stabilize financial markets. The compromise deal was better than what was initially proposed by Bush and Paulson, but did little to stimulate the economy or attend to the crisis of everyday living experienced by millions of ordinary Americans — who, it should be said, played by the rules. In fact, the plan goes in the opposite direction — it asks the American people to pony up to the tune of $700,000,000,000 even though they had no hand in causing this crisis.

As this point it is unclear whether some form of the existing deal will manage to finally squeak through. One thing is clear though — the American people are furious at Wall Street, the Bush administration and congressional leaders of both parties.

We should see this struggle over the bailout package as a skirmish, an eventful and seismic one, but a skirmish nonetheless, in a protracted struggle that labor and its allies can win.

One immediate line of action is to fight for a moratorium on foreclosures, debt forgiveness, and renegotiation of mortgage terms going forward. As long as the housing slump continues, the overall economy will slide downward and markets will churn.

Another is to demand the passage of a stimulus bill of a half trillion dollars, paid for by repealing the Bush tax cuts and by a special tax on financial transactions and institutions.

Still another is to impose a new regulatory environment on financial markets.

A fourth is to rapidly end the Iraq war and initiate a peace process in Afghanistan that helps the people of that country.

Finally, a debate over the merits of public takeover of our financial and energy complex is in order. Can our country, given the challenges we face now and through this century, afford to allow these industries to remain in the hands of profiteers?

Defeat for U.S. capitalism

The prevailing ideologies and practices that have driven U.S. capitalism for the past three decades have run up against their own contradictions and conjured up new and old oppositional forces both domestically and internationally. Notwithstanding the agreement on a bailout package, what we are seeing is a massive defeat for U.S. capitalism.

Financialization, financial-led globalization and neoliberalism are not yet corpses. But their future is very problematic, although I would add that history tells us that discredited ideologies and practices never exit from the stage voluntarily. They have to be pushed, and pushed by a new political coalition that commands broad-based support, is united in action and possesses the skills to construct a people’s alternative. But isn’t such a coalition, of which we are a part, forming before our very eyes?

Moreover, this coalition is ready to strike the first and absolutely necessary blow in a few weeks, that is, to elect Barack Obama and bigger majorities in the House and Senate by a landslide.

If people haven’t enough reasons to join this effort, the current implosion on Wall Street and the new constraints it will place on the federal budget should give them reason to roll up their sleeves and get the job done on Election Day.

From another angle, the implosion of U.S. financial markets has delivered a debilitating body blow to the hopes of U.S. imperialism for unrivaled hegemony in the 21st century. When combined with the Iraq disaster, the worldwide anger over global neoliberalism and structural adjustment policies, and the emergence of new global powers in nearly every region of the world — China in the first place, it signals a new stage in the hegemonic crisis of U.S. imperialism and the final chapter of a unipolar world. Giovanni Arrighi, a world systems theorist, says that at the end of what he calls a systemic cycle of capitalist accumulation, leading hegemonic states invariably pursue a path of financial expansion, and its aim is to re-inflate its declining powers. The Dutch pursued this path in the 17th century, followed by the British in the 19th and early 20th century — successfully for a while, but in the end to no avail. Both eventually lost their leading position in the world capitalist economy and were replaced by another hegemonic state that established the rules, conditions and institutional framework for capital accumulation and system-wide governance.

Much the same fate, according to Arrighi, now awaits U.S. imperialism. The only question that Arrighi doesn’t answer is: will U.S. imperialism adapt peacefully to new world realities or will it engage in, to use his words, a policy of “exploitative domination” to maintain its standing in the world? Bush tried the latter, but failed and will leave the White House in January completely discredited.

Longer-term processes

While the present turbulence was triggered by mountains of borrowing on thin capital reserves, predatory lending, risky financial instruments, deregulation and bubble economics, it is also the outgrowth of longer-term processes that go back to the mid-’70s.

At that time, the U.S. economy was stumbling along, battered by the combination of inflation, high unemployment, slow economic growth and a declining rate of profit across U.S. industries. The confluence of these conditions prompted Paul Volcker, then chairman of the Federal Reserve Bank, to drive up interest rates to nearly 20 percent. Not surprisingly, this spike in interest rates reined in inflation, restored confidence in the dollar, and attracted mobile capital around the globe to U.S. financial and real estate markets.

It also generated an unprecedented shift of wealth in favor of the very wealthiest families and financial institutions, and set off an explosion in the financial sector in terms of its size, scope of activities, debt obligations and players.

At the same time, rising interest rates slowed down the economy, big swathes of industry shut their doors, union jobs were lost, wages stagnated, the social safety net was hollowed out, entire communities nearly collapsed and the labor movement was thrown on the defensive. Not since the Great Depression has productive capital been destroyed, living standards driven down and the relative strengths of competing financial and non-financial corporations reshuffled so fast and so broadly.

Much the same was occurring in the global South. In these countries finance-led globalization was responsible for massive drops in living standards, astronomical indebtedness to U.S. banks, privatization of industries and services, currency devaluations and unconscionable poverty. It was the convergence of these conditions that set into motion the eruption of political movements in Latin America that are either winning or contesting for state power.

Of course, it took more than shock therapy in the form of high interests rates to effect changes of this magnitude. If Volcker struck the first blow, it was the Reagan administration entering the White House less than a year later that was the main political agent of this upheaval.

The Reagan counterrevolution

At the ideological level, the Reaganites said that government is best that governs least; that markets are self-correcting; that income inequality is a good thing; that deregulation and privatization are the best fix for what ails the economy; that we live in a post-civil-rights era where affirmative action has no place; and that tax cuts for the rich trickle down to working people, thereby lifting all boats.

At the political level, the Reaganites framed the agenda of struggle and employed state power in its varied forms with a ruthlessness seldom seen. Remember PATCO.

Finally, at the economic level, the Reaganites dismantled much of the old Keynesian model of economic governance at the state and corporate level — a model that had its origins in the New Deal and was expanded by successive administrations in the next three decades. It rested on a measure of class compromise, societal obligations, formal equality and expansive macro-economic policies that favored broadly shared prosperity.

In its place, they constructed a new model of economic governance, popularly called neoliberalism. Its main features included flexible production networks on a global scale, union-busting, deregulation, low-wage labor, low inflation, free flow of goods, services and capital, shrinkage of the public sector, re-embedding of racist and sexist practices into political, economic and social life, restructuring of the state’s role and functions, and reassertion of finance.

La hegemonía del dólar y el capitalismo estadounidense llegaron a su fin

La hegemonía del dólar y el capitalismo estadounidense llegaron a su fin
Michael R. Krätke · · · · ·

28/09/08

“¿Qué queda entonces de la superpotencia EEUU? Su poder estaba construido sobre barro financiero. Con el desplome de la hegemonía del dólar, llegó a su fin; el sistema financiero estadounidense ha quedado desacreditado por años. Esto es el fin del capitalismo estadounidense, del ejemplo que por décadas se nos ensalzó como modelo a seguir. Y no es poco, aunque no sea, ni por mucho, el fin del capitalismo como sistema mundial.”

Los bancos norteamericanos ganan tiempo con el plan de rescate. Pero la hegemonía del dólar y el capitalismo estadounidense llegaron a su fin.

Hay tradición. Los bancos y los financieros serán salvados con miles de millones de dineros del contribuyente. “Para bien de todos”. Suecia lo hizo. Y Japón. Y Gran Bretaña. Y, de nuevo, los EEUU. Hasta ahora, todos los gobiernos estadounidenses habían intervenido con “rescates” en cualquier crisis financiera. Tras las mayores estatalizaciones de todos los tiempos viene ahora el mayor de los rescates.

El secretario estadounidense del Tesoro, Henry Paulson, exjefe del banco Goldman Sachs, el número 1 de los bancos de inversión, se ha sacado de la chistera la “madre de todos los rescates. De consuno con la Reserva Federal, ha diseñado un paquete para ayudar a los bancos a salir de aprietos. Y eso sólo es posible, si se les quita de las manos la patata caliente de unas hipotecas y de unos derivados hipotecarios desvalorizados que, considerados hasta hace muy poco la joya del arte financiero, andan ahora estigmatizados como “basura tóxica”. Puesto que el mercado para tales papeles se ha desplomado, nadie sabe desde hace meses qué valor puedan tener.

Ahora viene el Estado como salvador. Un rescate de prestado, con miles de millones que el gobierno Bush no tiene. El Estado norteamericano todavía tiene crédito, y de ello depende ahora todo el sistema financiero estadounidense, y con él, el internacional. El volumen de los fondos de urgencia queda en principio limitado a 700 mil millones de dólares; más no permite la actual ley presupuestaria, y habría que modificarla para aumentar esos fondos. No bastará. Serán necesarios entre 1 y 2 billones –en el peor de los casos, hasta 5— para enjugar todos los créditos y todos los títulos de derivados tóxicos. Están en circulación préstamos hipotecariamente respaldados por valor, al menos, de 1,1 billones de dólares, y a eso hay que añadir más de 2 billones en forma de hipotecas a propietarias y propietarios de vivienda privados y 1,6 billones en hipotecas a empresas que operan en el mercado. Si las cosas discurren como quieren Paulson y Bush, acabarán teniendo entre manos un fondo estatal billonario más bien parecido a una empresa de propiedad popular como lo fue en su día la “Ramsch und Schund” en la antigua República Democrática de Alemania. Es vana esperanza la suya, creer que podrán vender luego los papelitos adquiridos ahora a los bancos. Al final, el Estado se quedará sólo con las pérdidas, y el contribuyente tendrá que cargar con la deuda pública.

El gobierno saliente presiona para sacar adelante su plan de salvación. Paulson pretende, en efecto, que el Congreso la firme un cheque en blanco. Nunca un secretario del Tesoro tuvo nunca tanto poder en los EEUU. La crisis financiera llama a gritos a un dictador: así ven las cosas los neoconservadores en el gobierno.

Sólo que el Comité bancario del Congreso regatea. Los senadores se agarran a cualquier pretexto, los bolsistas temen la cólera de los electores. Esto es “socialismo financiero y es antiamericano”, truenan los republicanos. Los demócratas tienen un contraplan. Quieren ayuda para los propietarios de vivienda, no para los bancos. Quieren una participación del estado en las empresas rescatadas, quieren una clara limitación de los salarios y las remuneraciones de los altos ejecutivos. Es decir, intromisión directa del Estado en la política de las empresas. En Europa, eso sólo lo exige la izquierda.

Nadie podrá negar que el contribuyente norteamericano es el tonto de esta historia: nadie está en condiciones de garantizar que la salvación de los bancos el servirá para algo al propietario o a la propietaria de vivienda. Pues lo precios inmobiliarios siguen cayendo, y se contarán por millones los que verán aumentadas sus deudas al tiempo que cae el valor de mercado de sus casas. Por consiguiente, en cada refinanciación, los bancos exigirán mayores intereses, lo que traerá consigo un incremento drástico de los embargos y las ejecuciones hipotecarias. Puesto que éstas últimas yo no aportan nada, más bancos irán a la bancarrota. No es por casualidad que los dos últimos grandes bancos de inversión, Goldman Sachs y Morgan Stanley, acaben de ser transformados en bancos comerciales normales y corrientes. Caen así bajo la inspección bancaria pública, a trueque de poder acceder a los fondos públicos de urgencia. Los necesitarán. Los bancos extranjero filiales de empresas estadounidenses podrán beneficiarse igualmente de esos dineros públicos. Si se les excluyera de la bendición crematística, la plaza financiera de Londres sería la siguiente en partirse de risa. Por eso la negativa de los restantes miembros del G-7 a aprobar planes de rescate parecidos carece de sentido, y no podrá mantenerse. En cualquier caso, los británicos seguirán tomando medidas de ayuda, y los alemanes ya han socializado las pérdidas de sus bancos (semi)públicos.

El Plan saldrá adelante y ayudará a algunos bancos a ganar tiempo. Pero no resolverá la crisis financiera. El déficit de los EEUU crecerá todavía más. El umbral de máximo endeudamiento ha crecido con las últimas estatalizaciones otros 10,6 billones de dólares: está, pues, ahora en los 11,3 billones. Sin aumentar los impuestos, lo único que pueden hacer los EEUU es emitir y lanzar al mercado más deuda pública. Ya hoy, las importaciones estadounidenses de capital precisan de 4 mil millones diarios. Eso no puede sentarle bien al dólar. Ya se acabó otra vez su efímero vuelo, y volverá a caer.

¿Qué queda entonces de la superpotencia EEUU? Su poder estaba construido sobre barro financiero. Con el desplome de la hegemonía del dólar, llegó a su fin; el sistema financiero estadounidense ha quedado desacreditado por años. Esto es el fin del capitalismo estadounidense, del ejemplo que por décadas se nos ensalzó como modelo a seguir. Y no es poco, aunque no sea, ni por mucho, el fin del capitalismo como sistema mundial.

Michael Krätke, miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO, es profesor de política económica y derecho fiscal en la Universidad de Ámsterdam e investigador asociado al Instituto Internacional de Historia Social de esa misma ciudad.

Muerte y Resurrección de Ernesto Cardenal Martinez

Muerte y Resurrección de Ernesto Cardenal Martinez

Por: Carlos Escorcia Polanco

Ernesto Cardenal Martinez, la gloria literaria de la Revolución Popular Sandinista, el poeta por excelencia, el mas importante poeta despues de Ruben Darío, el literato nicaragüense mas destacado de la segunda mitad del siglo veinte, el mas famoso poeta de la edad contemporanea, quien sublimizó e inmortalizó los valores humanos, culturales y espirituales de la Revolución, quien ascendió al estrellato tomado de la mano del pueblo nicaragüense en la epopeya de la insurrección, dejó de existir como panida y lleva mas de dos décadas de no producir esas poesías que impactaron en la conciencia del mundo que asombrado rendía tributo a ese sufrido y heroico pueblo de poetas, cantantes, escritores y artistas.

Ernesto Cardenal Martinez, el autor de los legendarios ³Salmos² que casi parecian una reedición de los Salmos del rey David de la Biblia, ha dejado de producir poesía de calidad desde que traicionando al Dios de la historia, el Dios que escuchó el clamor de su pueblo esclavo en Egipto y que descendió a liberarlos, decidió unirse a la rebelión de Coré, Datán y Abirán. Desde que Cardenal abandonó las filas del FSLN, renunciando a la mas gloriosa experiencia histórica del pueblo nicaragüense solo ha producido negatividad.

Su poesía cesó, aunque su prosa siguió produciendo libros como ³La Revolución Perdida², técnicamente muy bien escrita, pero despreciada por la Oligarquía y resentida por el pueblo. En 1999 escribe su autobiografia, irónica y reveladoramente titulada ³Vida Perdida.²

Todavía recuerdo con la nostalgia de mi adolescencia, cuando a mediados de los 70s leí por primera vez el Salmo 1 y el poemario ³Vida en el Amor² de Ernesto Cardenal. Quedé deslumbrado ante la calidad poética y romantica del ilustre escritor nicaragüense. Me impresionó igualmente su libro ³En Cuba² sobre la revolución cubana y sus encuentros con Fidel Castro.

Recuerdo un titular a ocho columnas del diario La Prensa, cuando era la verdadera ³República de papel² de Pedro Joaquín Chamorro, ³Cubanos retan a Cardenal² donde un grupo de exiliados gusanos batistianos, protegidos de Anastasio Somoza Debayle pretendieron negar las conquistas del socialismo y el heroismo del pueblo cubano, narrados magistralmente por Cardenal.

Durante esos años de juventud, cite mas de una vez el poema de amor ³A Claudia² de Ernesto. Consideré un privilegio cuando las circunstancias me permitieron visitarlo en la isla Mancarron en el paradisíaco archipiélago de Solentiname. Aun recuerdo las recriminaciones de un viejo pastor evangélico que me echó en cara que fuí a visitar a un comunista.

El día que el papa visitó Nicaragua en Febrero de 1982 y con su dedo acusador vilipendió a Cardenal, me encontraba en Boston, Massachussetts, invitado por organismos de solidaridad, defendiendo la Revolución Popular Sandinista. Ví con profunda desilusión como el mundo entero se venía encima contra mi poeta predilecto despues de Ruben Dario.

La feroz campaña mediática estadounidense era tan implacable como pulverizante contra el monje trapense. Las imágenes de un sacerdote de rodillas, humillado ante el autoritario papa que destrozó el corazón de las madres que irreverentes pedían una oración por sus hijos asesinados por la contrarevolución somocista, hicieron romper en llanto a la Normita Galo, de las comunidades eclesiales de base de la colonia Nicarao quien me acompañaba.

Durante los 80s, el diario de la infamia, no le reconocía a Cardenal su calidad literaria de renombre mundial y se burlaba de los esfuerzos del Ministerio de Cultura, por masificar la pintura y la poesía entre la juventud nicaragüense. La Prensa se burlaba de los talleres de poesía y de los sonetos de la policía. ³Quieren producir cardenalitos² se mofaba el diario de la Oligarquía, calificando de fracaso los talleres literarios promovidos por Cardenal.

³La luna no dará su resplandor y las estrellas caerán del cielo² nos advierten las Sagradas Escrituras en Mateo 24:19 en clara alusión al viraje de la historia anunciando los tiempos del fin. Si, esa misma luna de la que nos habla Luis Enrique Mejía Godoy en su diálogo de pocoyos y cocorocas en la isla Mancarron. Las estrellas de la Revolución Popular Sandinista continuan cayendo y hundiendose en el pantano de la ignominia. El elogio y el aplauso a rabiar para estas estrellas apagadas proviene de las Ocas del Cenegal, de la Oligarquia blancoide y de ancianos ex-torturadores de la tiranía somocista.

La poesía de Cardenal hizo historia en Nicaragua dándole la vuelta al mundo. Pero desde que el poeta de la Revolución le dió la espalda a la Revolución, la cual calificó de ³perdida², convirtiendose con una nueva reencarnación, en caja de resonancia de una carambola mediática transcontinental, el gran panida no volvió a producir la magia de una ³Misa Ecuménica en Dusseldorf².

Hoy los enemigos de siempre, las transnacionales de la desinformación y sus acólitos locales, trompetean jubilosos la venganza de Anastasio Somoza desde Asunción, Paraguay, dirigida por una dudosa y anti-fotogénica ³feminista² y orquestada por un violinista desde su tejado novelístico de Lima, relanzando refritos arrojados desde la madre patria y manipulando una querella judicial iniciada hace mas de una década entre Cardenal y un particular, antojadizamente acusando al presidente de Nicaragua de ³ladrón² y de estar detrás de la demanda.

El poeta que voló en las alas de la Teología de la Liberación a la par de gigantes como Gustavo Gutierrez, Don Helder Cámera, Monseñor Oscar Arnulfo Romero y Martín Luther King, guardó su pluma, enalbardó su asno y se perdió en la noche, echando fuego por la boca. Las cocorocas de Waslala que cantan para las primeras lluvias se silenciaron para no volver a cantar jamás. En eso terminó el gran poeta, luego de producir las mas sublime de las poesías, resucitó vomitando el mas amargo de los odios. Asi cambió su gloria por la imagen de un buey que come hierba. (Salmos 106:20)

Mujeres en la Independencia

Mujeres en el período de la Independencia
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Las mujeres salvadoreñas siempre han tenido participación en los procesos sociales y políticos de los países, sin embargo sus aportes han sido invisibilizados a favor del protagonismo masculino. Así tenemos entonces, que los principales gestores de la Independencia de El Salvador y Centroamérica, siempre han sido los hombres. Pero, en todos los procesos sociales y políticos, hombres y mujeres han participado desde los distintos espacios que se les asignaban. Así el papel de las mujeres en la Independencia ha sido como: mensajeras, defensoras, organizadoras.

Durante la época colonial las mujeres desarrollaban funciones y labores exclusivamente del hogar. Sus vidas se repartían entre la familia, la iglesia, el hospital y el campo de labranza, pues el aprendizaje de las letras y los números estaba reservado para los hombres y para aquellas que ingresaban a los conventos de monjas. Este era el panorama que vivían las mujeres en la primera década del siglo XIX, período en el cual dieron inicio los movimientos de independencia. A continuación se presenta la historia de la participación de algunas mujeres en la independencia:
Hermanas Miranda
María Feliciana de los Ángeles Miranda y su hermana Manuela Miranda, oriunda de Sensuntepeque, propagaron en esta misma campiña noticias independentistas. Esta zona se alzó en insurrección el 29 de diciembre de 1811, en el punto conocido como la Piedra Bruja.
Por estos actos fueron capturadas por las autoridades españolas, y recluidas como castigo en un convento de la localidad de San Vicente de Austria y Lorenzana, como parte de la servidumbre del cura párroco del convento. Antes fueron condenadas a recibir cien latigazos en la plaza central de San Vicente.
María Feliciana de los Ángeles murió al recibir la septuagésima descarga del látigo (1812). Al momento de su muerto su edad rondaba los 22 años.
María Feliciana de los Ángeles Miranda fue declarada Heroína de la Patria mediante decreto legislativo No. 101 de fecha 30 de septiembre de 1976.
Manuela Antonia Arce de Lara
Manuela Antonia Arce y Fagoaga nació el 23 de junio de 1783 en la ciudad de San Salvador, hermana del prócer Manuel José Arce. Contrae matrimonio con Domingo Antonio de Lara el 4 de mayo de 1811.
Se resalta el papel de Manuela Antonia Arce como “abogada defensora”, quien haciendo uso de sus limitados conocimientos de letras y leyes, denuncia a través de una carta enviada a las autoridades españolas, el maltrato que sufren en la cárcel su hermano y su esposo.
Gracias a estas gestiones su esposo fue indultado y excarcelado en 1819, pudiendo continuar activo en la lucha por la emancipación de Centroamérica.
María Felipa Aranzamendi
Esposa de Manuel José Arce, con quien procreó once hijos. Durante el período de cárcel de su esposo, tuvo que administrar los bienes familiares y cuidar de sus hijos e hijas. Además se hizo cargo de la defensa judicial de su cónyuge.
María Felipa acompañó a su esposo durante toda la gesta independentista, en la guerra para impedir la anexión a México, como Primer Presidente Federal de C.A. y en su exilio en México.
Otras mujeres que participaron en la gesta independentista y de la cual la historia recoge sus nombres son: Juana de Dios Arriaga, María Madrid, Francisca de la Cruz López, María Bedoya de Molina (guatemalteca), etc.
Otras gestas libertarias.
En El Salvador se han dado otras gestas libertarias en las cuales las mujeres han tenido una participación relevante. Podemos mencionar la “Gesta de los 44” desarrollada el 29 de abril de 1894 en la ciudad de Santa Ana, para derrocar a los hermanos Ezeta, tiranos apoderados por la fuerza en el gobierno desde el 22 de junio de 1890.
En este proceso histórico se destacó Doña Carmen González, encargada de llevar los mensajes a los hombres desterrados por el gobierno de los Ezeta, quienes se escondían en pueblos fronterizos de Guatemala. Esos mensajes eran verbales, pues si eran escritos podían caer en manos de los militares fieles a los Ezeta, demás esta decir lo peligrosa que esta misión significaba para una mujer.
Doña Agustina Linares, fue otra mensajera de absoluta confianza, quien además fue la encargada de detonar 3 cohetes de vara para dar la señal de asalto la noche del 28 de abril de 1894, en la cual hicieron su entrada los exiliados.
Doña Agustina también contribuyó con dinero, producto de la venta de su cosecha de café, para el servicio de la gesta.
Otra mujer, Doña Aurelia Portillo, esposa del Gral. Lisandro Arévalo disidente y enemigo de los Ezeta, fue llevada a la cárcel al no tener como pagar los 10,000.00 pesos que le exigía el tirano gobierno. En 1892, fue llevada presa a una cárcel de mujeres bajo condiciones infrahumanas y mientras permanecía en la cárcel, sus propiedades fueron saqueadas.
La “Gesta de los 44” no reconoce la participación de éstas y otras mujeres que permanecieron anónimas, resaltándose solamente, el heroísmo de los hombres.
Mujeres en la Independencia. Fascículo de El Diario de Hoy. Septiembre 2004

IMPEDIR LA GUERRA IMPERIALISTA EN AMÉRICA LATINA

IMPEDIR LA GUERRA IMPERIALISTA EN AMÉRICA LATINA

(Ivan Pinheiro*)

Desde el inverosímil “ataque terrorista” a las torres gemelas de Nueva York, atribuido a los fundamentalistas islámicos, el imperialismo estadounidense trató de promocionar la demonización de Saddam Hussein y de los Talibanes, para poder invadir Iraque y Afeganistán, dos países estratégicos en la disputa por el petróleo, el gas y el agua, algunas de las principales riquezas naturales que decidirán la hegemonía mundial. Contra Saddam, inventaron la mentira de las armas de destrucción en masa, cuya existencia ya fue desmentida hasta por los organismos de la ONU. Contra los Talibanes, la farsa que estos eran narcotraficantes. Tras años de destrucción y exterminio, no hay perspectiva de que los yanquis salgan militarmente victoriosos de esos países, pues sus pueblos, así como el vietnamita, han resuelto enfrentar los verdaderos terroristas.

Pero la crisis económica por la que pasan los EEUU y las necesidades cada vez mayores de reproducción del capital – en medio de crisis cíclicas, disputas de mercados, escasez de fuentes energéticas y recursos naturales, elevación del precio del petróleo y de los alimentos – impulsan el imperialismo para nuevas aventuras militares. En la “división de tareas” del capital internacional, a los Estados Unidos les queda el papel de gendarme principal de sus intereses en el mundo, principalmente en América Latina.

Hay que señalar que, al mencionar la palabra imperialismo, no estamos hablando sólo de su eje hegemónico (los Estados Unidos), sino de todo el sistema capitalista mundial. Hasta porque, aunque la América Latina sea considerada hace décadas como el “patio trasero de EEUU”, en esa región hay muchos monopolios de capitales, la mayoría de ellos originarios de otros países, sobretodo de Europa.

Esto es necesario que sea comprendido por la izquierda, para alejarnos de ilusiones de alianzas con la burguesía europea o mismo con la dependiente burguesía latinoamericana, principalmente la brasileña y la mejicana. Las economías de eses países participan del sistema capitalista internacional. Lo que hay son contradicciones interburguesas e interimperialistas que pueden, en determinadas circunstancias, favorecernos a corto plazo en algunas cuestiones, como en el caso de la política externa brasileña, aparentemente contradictoria, en su relación con EEUU. Acepta liderar las tropas de la ONU que ocupan Haití a pedido de Washington, y al mismo tiempo, ayuda a desmontar la posibilidad de Uribe lograr una guerra contra sus vecinos.

Como intentaremos exponer aquí, los Estados Unidos necesitan de una guerra en América Latina, para recuperar, a través de las armas, su espacio perdido. Al contrario, al Brasil no le interesa esa guerra. Con su eficiente diplomacia, sigue ganando mercados, al paso que Lula presentase como una alternativa moderada al “radicalismo” de Chávez y Evo Morales. Cada vez que nuestro Presidente llega a una capital latinoamericana, lleva consigo, además del “aerolula”, dos o tres aviones llenos de empresarios brasileños para cobrar el precio de la solidaridad: el aprovechamiento de oportunidades en busca de mercados.

El pasado 28 de mayo, Lula visitó Haití por la segunda vez. En la primera, antes de la ocupación, llegó con la selección brasileña de futbol y, enseguida, envió nuestras tropas. Ahora, cuatro años después, fue buscar los resultados. Desembarcó en Puerto Príncipe con decenas de empresarios brasileños, donde se destacaban los ejecutivos de las empresas Odebrecht, Andrade Gutierrez y Camargo Correa, las mismas empresas que han transformado Venezuela en una grande construcción, como retribución por algunas actitudes brasileñas simpáticas a la revolución bolivariana. Recientemente, Lula ha anunciado que Brasil pretende ser el principal socio comercial de Cuba, y apuesta en una improbable restauración capitalista en la isla socialista.

En el fin de semana (18 a 20 de julio), Lula, acompañado de empresarios brasileños, radicalizó su diversificada agenda, destinada a dejarle arriba de las divergencias regionales. Se encontró en Bolívia con Evo Morales y Hugo Chávez, y luego en Colombia, con Álvaro Uribe y Allan Garcia, otro aliado estadunidense. Lula merecía una mención en el famoso libro de los récords, en la categoría malabarismo político.

La fecha del pasaje de Lula y Allan Garcia por Colombia no fue por casualidad. Ellos fueron los dos únicos invitados especiales de Uribe en su tribuna política para un desfile militar en la ciudad de Letícia, en la triple frontera entre Brasil, Colombia y Peru, donde los tres firmaran acuerdos militares (cuyo tenor aún es desconocido). El día elegido fue lo de la independencia de Colombia (20 de julio), por lo que Uribe aprovechóse para convocar mobilizaciones en todo el país y exigir la liberación unilateral de los rehenes en las manos de la guerrila (olvidandose de los presos políticos), como forma de marcar el evento como manifestación contra las FARC. Los periódicos brasileños nos informan que Brasil ha firmado acuerdos de cooperación con Colombia para la localización de “bandos armados”. Periódicos colombianos nos informan que Lula ha ido vender más armas al gobierno colombiano, además de los Super Tucanos, aviones militares de fabricación brasileña, que fueron usados en el ataque al campamento de Raul Reyes, en Ecuador. En la comitiva brasileña, destacabanse los empresarios de la indústria bélica.

Cuando el gobierno brasileño ayuda a hacer inviable el ALCA o lidera la construcción de la UNASUL (Unión de las Naciones Sudamericanas) y del Consejo Sudamericano de Defensa Regional debemos saludarlo, pues esto objetivamente contraría los intereses de EEUU. Pero no podemos olvidarnos del otro lado de la cuestión: Brasil es un contrapunto capitalista al movimiento de la integración antiimperialista de la región, representado por el ALBA y por otras iniciativas de integración solidaria y complementar, lideradas por Hugo Chávez. El capitalismo brasileño es una formación social y económica dependiente y asociada al imperialismo, con sus contradicciones.

A pesar de la gran diferencia de los discursos y prácticas políticas, Uribe y Lula son, de hecho, las dos alternativas del capital para América Latina. Sin embargo, es evidente que no podemos meterlos en el mismo saco. Uribe es, sin dudas, el enemigo principal, a corto plazo. Si no le derrotamos, una onda de retroceso y represión puede desplegarse sobre nuestro continente. Todavía la izquierda no puede hacer conciliaciones y dejar de señalar sus diferencias con Lula, que gobierna fundamentalmente para el capital, tanto en la política externa cuanto en la interna. Su principal tarea es “destrabar” el capitalismo, cueste lo que cueste, incluso el medio ambiente, los derechos laborales, la soberanía nacional.

Tras sufrir derrotas en América del Sur, como en el caso del fracasado golpe contra Chávez, en 2002, y de tener que concentrar esfuerzos inesperados para enfrentar la sorprendente fuerza de la resistencia iraquí, el imperialismo retoma con intensidad la presión sobre la región, en un momento donde sigue creciendo el proceso de cambios. Y es ahí donde queda el peligro! Hoy, los ojos, los oídos y los cañones estadounidenses se vuelven para América del Sur, sobretodo para la región andina. Se trata de intentar, en el plano táctico, frenar el proceso de cambios y, en el estratégico, consolidar y expandir su control sobre las riquezas naturales del continente, que son inmensas. Además del petróleo y del gas, América del Sur tiene las mayores reservas de agua potable del planeta. Al norte, la Amazonia; al sur, un conjunto de grandes ríos que se juntan, el Acuífero Guaraní.

El imperialismo, por muchas razones, ya identificó sus enemigos principales en América del Sur: la revolución bolivariana de Venezuela y la revolución democrática y cultural de Bolivia.

El gobierno venezolano es un enemigo importante, por su ejemplo que inspira procesos semejantes en otros países, por los que presta efectiva solidaridad política y material; por la defensa de Cuba Socialista y por su alineamiento ; por la contribución para hacer inviable el ALCA, con la implantación del ALBA; por haber avanzado más en cambios institucionales y estructurales; por haber resistido a múltiplos golpes (el golpe de Estado, el lockout petrolero); y por tener la economía y las reservas minerales más importantes de la región andina.

Entre los recientes hechos más significativos de la revolución en Venezuela están las nacionalizaciones y estatizaciones de empresas estratégicas de energía eléctrica, comunicación, alimentos, petroleras, cementeras, siderúrgicas. El ejemplo más emblemático ha sido la re estatización de la SIDOR (Siderúrgica de Orinoco), que había sido privatizada por un precio muy bajo en el gobierno anterior. Es como si Brasil re estatizara la Vale Rio Doce!

El diferencial en este caso fue el protagonismo de la clase obrera. Había empezado una huelga que buscaba el fin de la tercerización de la mano de obra y la renovación del contracto colectivo de trabajo, y ella terminó debido la fuerza del movimiento, al añadir la consigna victoriosa de la re estatización de la multinacional. Esta victoria se debe a la lucha de los trabajadores y a la dirección consecuente de las fuerzas de izquierda, principalmente el PCV (Partido Comunista de Venezuela), que impulsó el cambio del objetivo principal del movimiento y el enfrentamiento de la traición del entonces Ministro de Trabajo, que había, incluso, puesto fuerzas policiales para reprimir el movimiento. Fue decisivo también el papel de Chávez, que dimitió el Ministro de Trabajo, acabó con la tercerización y decretó, simbólicamente en el primero de mayo, la re estatización de la empresa.

En Bolivia, hemos acompañado la firmeza del gobierno Evo Morales al enfrentar, con el apoyo del movimiento de masas, el separatismo intentado por la derecha, que tiene la ayuda política y material de la embajada estadounidense. Al revés de curvarse ante la presión de la oligarquía local, el gobierno de Bolivia avanza para la nacionalización de las empresas estratégicas. El proprio Presidente – que declaró recientemente que el capitalismo es lo mayor enemigo de la humanidad – desafía la oposición de derecha a una nueva disputa política decisiva, el próximo 10 de agosto, al convocar un referendo revocatorio de su propio mandato y de sus nueve gobernadores, de los que cinco le hacen oposición, todos estos de la región conocida como “Media Luna”. Después de haber vencido esta etapa importante, ya anunciase un nuevo plebiscito, ahora para legitimar el trabajo de la Asamblea Nacional Constituyente, que ha sido boicoteada por la derecha.

EL VERDADERO EJE DEL MAL:

Hoy hay claros señales de que el imperialismo estadounidense prepara el terreno para provocar guerras regionales en América Latina y juega, en este momento, con dos posibilidades: una guerra civil en Bolivia y, lo que parece más potencialmente explosivo, que es el agravamiento de la tensión de las relaciones entre Colombia, de un lado, y Venezuela y Ecuador, del otro.

Así como en Caracas, en La Paz el embajador estadounidense también es el jefe golpista. La derecha ha organizado milicias paramilitares, los denominados “Comités Cívicos” y “Uniones Juveniles”. Estos grupos ya buscan impedir, incluso, la circulación de Evo Morales en las ciudades de la llamada “Media Luna”, como hicieron recientemente en Sucre, donde torturaron seguidores indígenas del Presidente en plaza pública. Intentarán impedir, a través de la fuerza, la realización del referendo revocatorio.

En la región de Gran Colombia, la ascensión belicista tuvo su ápice con la suspensión, en diciembre del año pasado, de los esfuerzos de Hugo Chávez, de la Senadora colombiana Piedad Córdoba y de las FARC en su busca para retomar el canje humanitario de prisioneros y rehenes en Colombia, proceso que podría crear un clima de dispersión, en un conflicto que ya dura más de 60 años (antes mismo del asesinato del líder popular Jorge Eliécer Gaitán, en 1948, por lo que se siguió el “Bogotazo”, con la muerte de más de 300 mil personas), en un país donde la violencia política es la marca del Estado burgués.

El canje humanitario sigue suspenso desde 2002, exactamente debido al clima que el imperialismo creó en el mundo con el derrumbe de las Torres Gemelas. Las negociaciones de paz entre el gobierno colombiano y las FARC, hasta entonces, ya duraban tres años, en una zona desmilitarizada, que caminaba para una solución política negociada. Con el comienzo de la “cruzada contra el terrorismo”, los EEUU incluyen las FARC en el “eje del mal”, la lista de organizaciones y Estados “terroristas”, hecho que sirvió para la derecha colombiana aprovecharse y poner fin a las negociaciones y al canje humanitario. A partir de entonces, llegaron más centenas de miles de “asesores militares” y millones de dólares estadounidenses, de acuerdo con el conocido “Plan Colombia”.

En noviembre de 2007, la orden para acabar con la mediación del presidente venezolano y la posibilidad de una negociación entre la guerrilla y el gobierno partió del jefe de Álvaro Uribe, el mega terrorista George Bush, que decidió hacer con que Colombia ejerza, en América Latina, un papel similar al que Israel representa en el Oriente Medio: un brazo del imperialismo. Uribe es agente estadounidense desde que fue identificado por el FBI como uno de los operadores políticos del narcotráfico en Colombia, asociado al legendario Pablo Escobar, el jefe del cartel de drogas de Medellín en esta época.

El segundo punto de la ascensión agresiva fue muy audaz. En marzo de este año, para dar un golpe más profundo en las negociaciones que avanzaban para la posibilidad concreta de liberación de la franco-colombiana Ingrid Betancourt, la siniestra unión Bush-Uribe asesina el proprio negociador, el Comandante Raul Reyes, en un ataque terrorista al territorio del Ecuador, cuyo Presidente no se acobardó y defendió la soberanía de su país. La deplorable acción militar, mientras las víctimas dormían, casi generó una guerra en la región, si no fuese la firme posición unánime de los demás países de América Latina de condenar la agresión al Ecuador.

El tercero avanzo belicista del imperialismo fue la trampa del ordenador personal de Raul Reyes. Con el apoyo del terrorismo mediático, han sido creadas las mentiras que podrán justificar una nueva guerra, así como se pasó en Afganistán y en Irak.

Cualquier persona un poco más atenta debe desconfiar de como puede quedarse intacto un frágil ordenador portátil sometido a un ataque aéreo con mísiles que fueron capaces de destruir todo el campamento, matando más de veinte personas. Todo que estaba cerca fue destrozado, excepto el ordenador. Los más informados deben desconfiar como un cuadro político experimentado como Raul Reyes, una de las personas más buscadas del mundo, sería tan irresponsable al punto de registrar informaciones extremamente secretas, caso fuesen verdaderas, como supuestas contribuciones financieras para la campaña de Rafael Correa o pagamientos de Hugo Chávez.

A partir de la farsa de la “autenticidad” del ordenador, el imperialismo puede inventar las historias que desear, es decir, las que necesitar. Los ordenadores van seguir hablando mucho, mismo después de un manifiesto (rechazado por los medios de comunicación), firmado por nombrados intelectuales y científicos estadounidenses, que cuestionan la autenticidad del informe de la Interpol, y le acusan de frágil y inconsistente. Esta es una fuente inagotable de provocaciones, que intentan incriminar a algunos y intimidar a otros, independiente de sus nacionalidades.

La más reciente provocación ha sido el listo golpe mediático de Uribe, donde ha intentado transformar en un “rescate” lo que ha sido una liberación unilateral de Ingrid y de otros presos por las FARC. El gobierno colombiano fue el centro de las atenciones, al intentar plantear la imagen de su eficiencia militar, que se oponía a la “infiltración” y “debilidad” de las FARC. En una actitud sucia, no hesitó siquiera en utilizarse del símbolo hasta entonces inmaculado de la Cruz Roja Internacional, practicando un delito político contra la humanidad.

Lo que preocupa es la prisa con que los hechos están pasando. Es evidente que esa prisa tiene que ver con las perspectivas oscuras del imperialismo, al mirar la América Latina. Todo conspira contra sus intereses:

1 La tomada de posesión de Lugo, en Paraguay, el 15 de agosto, que puede contribuir para fortalecer el proceso de cambios progresistas y reforzar la integración soberana y solidaria de América Latina y, quizá, puede representar el fin de la base estadounidense de espionaje para el Cono Sur, instalada en un aeropuerto paralelo al de Asunción.

2 El conteo regresivo para la salida de la base militar estadunidense de Manta, Ecuador, en noviembre de este año, pues Rafael Correa ya ha comunicado oficialmente que no renovará la concesión, dada por el gobierno anterior.

3 La posible victoria de Evo Morales en el referendo revocatorio del 10 de agosto, que puede consolidar la importante revolución democrática y cultural por la que está pasando el país, y con eso, surgen posibilidades más avanzadas.

4 La previsible victoria de la izquierda en las próximas elecciones de Méjico y de Perú (cerrando el círculo de aislamiento de Uribe), si la derecha no conseguir de nuevo cometer fraudes en estos países.

5 Para completar, la esperada victoria de la izquierda en las elecciones de noviembre, en Venezuela, de acuerdo con todas las encuestas recientes que muestran la recuperación del prestigio de Chávez, al volver al nivel histórico de dos tercios de aprobación y intención de voto.

Pero este panorama podrá quedarse más dramático si los cálculos de Baby Bush tuvieren que ver con los intentos de reverter la posible derrota de los republicanos en las elecciones estadounidenses de este año. Por increíble que parezca, para algunas personas civilizadas, puede estar en los cálculos de los republicanos reverter la tendencia electoral desfavorable a través de algún tipo de agresión militar hacia la Venezuela. Una actitud como esta podría contar, incluso, con el apoyo de los demócratas, pues en la política externa, los dos partidos són como hermanos siameses. Barak Obama ha declarado recientemente: “apoyaremos que Colombia ejerza su derecho de atacar terroristas que buscan abrigo cruzando sus fronteras”.

¿Por que dudar de la insensatez del imperialismo estadounidense? Si Chávez ha sido tan satanizado en la opinión pública brasileña (con la manipulación de la Rede Globo y de los demás medios burgueses), ¿imaginen en la estadounidense? Metido en una de las mayores reservas de petróleo del mundo, en el viejo patio trasero donde siempre ha disfrutado el Tío Sam, Hugo Chávez, además de ser presentado al público como un dictador peligroso, “aliado del narcoterrorismo”, aún pone en riesgo la gasolina que llena los hambrientos tanques de los poderosos coches estadounidenses.

Sin dudas, al imperialismo no le basta sólo querer empezar una guerra. Resulta necesario que la relación “costo-beneficio” le sea favorable. Tal vez no emprenda agredir a Venezuela o Irán, debido a una inevitable elevación del precio del petróleo, que puede crecer demasiado, además de otros factores políticos. Pero no podemos depreciar esas hipótesis que, además, no son las únicas. Los Estados Unidos necesitan de guerras. Por eso, en la América Latina, “continentalizan” y diversifican sus provocaciones. Para ellos donde empezar el fuego, queda bien! No es coincidencia que la Cuarta Flota de la Marina de Guerra de EEUU haya vuelto a actuar en nuestro continente, después de más de 60 años de inactividad. No son casuales las recientes incursiones de tropas colombianas en Venezuela, tampoco la violación del espacio aéreo de este país por aviones de guerra estadounidenses. Recientemente fueron presos, en Ecuador, paramilitares colombianos que planeaban el asesinato del Presidente Rafael Correa.

Tampoco es coincidencia que Uribe haya anunciado que la base de Manta (hoy en Ecuador) irá cambiarse hasta el territorio colombiano, exactamente en la frontera con la Venezuela. Además, allí ya se ha empezado la construcción de pistas de aterrizaje y instalaciones que van acoger a un escuadrón de helicópteros y aviones espiones de EEUU, para reforzar el acoso a Chávez, y incluso ya existe una base aeronaval en Curazao, al lado de la cuesta venezolana, a 30 minutos de vuelo desde Caracas!

En Perú, se ha instalado una base yanqui en Ayacucho (donde hay remanentes de la guerrilla del Sendero Luminoso), con el pretexto de prestar “ayuda humanitaria”. Hay indicios, sin embargo, que se trata de un campo de entrenamiento de paramilitares, dirigido por el servicio secreto israelí Mosad, que es destinado a la formación de comandos especiales de mercenarios venezolanos y colombianos, para un posible asalto a Miraflores, el palacio presidencial ocupado, hoy, por Hugo Chávez.

El imperialismo tiene tres planes, que pueden combinarse, para intentar derribar el gobierno venezolano, por el orden: I – victoria electoral en las elecciones de 23 de noviembre, seguida de agitación y campaña por el referendo revocatorio del mandato presidencial; II – magnicidio, es decir, el asesinato del Presidente; III – acción de comandos que quite físicamente a Chávez, a través del secuestro, con la repetición del golpe de 2002. Para cualquier de esas hipótesis, las tácticas son las mismas:

– campaña mediática, con la satanización de Chávez y su vinculación al narcotráfico y al terrorismo;

– boicoteo desde fuera del gobierno (desabastecimiento, guerra mediática, agentes provocadores, violencia urbana, especulación) y desde el gobierno, por medio de la quinta columna contra-revolucionaria que allí aún queda (corrupción, traición, ineficiencia, impunidad).

Muchos de los planes en los que actúa el gobierno estadunidense en el continente son financiados por la USAID, que posee el agradable nombre de Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional. Desde la famosa Alianza para el Progreso, el EEUU no había metido tantos dólares en América Latina. Ahora, en 14 de mayo, la USAID reunió, en Washington, diversas ONGs mercenarias y les entregó 45 millones de dólares, destinados a intentar la ruptura del proceso revolucionario cubano. En toda América Latina, llueven dólares para ONGs y organizaciones políticas y sociales, incluso en Brasil, principalmente en Amazonia.

Además del financiamiento de la derecha continental, una de las importantes líneas de acción de la USAID es destinada a financiar organizaciones políticas y sociales que tengan un discurso de izquierda, sea para oponerse a los gobiernos antiimperialistas – para confundir las masas y intentar presionar eses gobiernos entre dos oposiciones, una de derecha y otra aparentemente de “izquierda”, y con eso, simular su aislamiento político – sea, en algunos casos, para crear alternativas no revolucionarias debido a la creciente de los partidos comunistas.

Pero, actualmente, el financiamiento más importante de la USAID va para el separatismo, los intentos de “balcanización” de América del Sur. Aunque prácticamente todos los países tengan problemas históricos de separatismo – debido a las guerras coloniales y imperialistas, el exterminio de los pueblos y naciones, la anexión de territorios, los regionalismos, los prejuicios – la actuación del imperio en nuestro continente se resume a los tres países donde más avanza la lucha de clases: Bolivia (separatismo desde Santa Cruz y la “Media Luna”), Ecuador (desde Guayaquil) y Venezuela (desde Zulia).

Las embajadas estadounidenses en eses países dirigen políticamente las oligarquías locales, organizan y financian sus campañas, y enfatizan el separatismo. Especialistas fueron destacados para las misiones “diplomáticas” en eses países. El embajador estadounidense en Bolivia fue el principal articulador de la división en los Balcanes y el creador del Estado fantoche de Kosovo. En Zulia, el gobernador es la mayor expresión de la derecha venezolana, ex candidato a Presidente derrotado por Chávez, y ya lanzó una campaña separatista, con el sugestivo lema “Rumbo Proprio – Zulia para Nosotros”. El legislativo estadual, dominado por la derecha, ya empezó a redactar el “estatuto autonomista”, que sigue el modelo de la derecha boliviana. Lo más grave: cientos de miles de paramilitares han sido entrenados o importados de Colombia para garantizar el separatismo por las armas, además de posiblemente intentar atacar las FARC, desde el proprio territorio venezolano, ya que parte de Zulia queda frontera con parte del territorio sublevado.

DERROTAR URIBE, PARA PODER SEGUIR ADELANTE:

Ante este panorama, la lucha para denunciar y derrotar el gobierno títere de Uribe está puesta a la orden del día de los internacionalistas, humanistas, demócratas y pacifistas de todo el mundo. Las simultáneas manifestaciones ocurridas el día 6 de marzo de este año en varios países deben repetirse y ampliarse. La nuestra acción debe ejercer una grande presión internacional que obligue Uribe a retomar el canje humanitario, premisa para abrir cualquier posibilidad de diálogo político. La liberación unilateral de rehenes, que ha sido practicada por las FARC, genera condiciones para que exijamos también la liberación de las centenas de revolucionarios colombianos presos.

La izquierda necesita comprender que no existe solución política para Colombia sin que haya el protagonismo de las FARC, que están arraigadas entre los trabajadores, sobretodo los campesinos. Al contrario, no seguiría sobreviviendo hace décadas en esta forma de lucha, con la firme ocupación de más de un tercio del territorio nacional, donde funciona como un Estado, con leyes y tributos propios. No se trata de hacer esta forma de lucha como un modelo para exportación, pues a ella cabe la particular realidad de su país. Sino de respetarla.

Las FARC fueron creadas como organización de autodefensa, frente al terrorismo estatal que marca la historia de la dictadura de clase de la burguesía colombiana. Antes del “Bogotazo”, ya habían bandos militares al servicio de las oligarquías. Las FARC no pueden siquiera pensar en desmilitarizarse, pues ya pasaron dramáticamente por una experiencia como esa. Y eso se pasó bajo un gobierno socialdemócrata y no fascista, como es lo de Uribe. En los años 80, la guerrilla se desmilitarizó parcialmente debido a algunos acuerdos y, juntamente al Partido Comunista Colombiano y otras fuerzas antiimperialistas, creó la Unión Patriótica, para participar del juego institucional. El resultado fue que dos candidatos a Presidente de la República, decenas de parlamentares y alcaldes y cerca de 5 mil militantes de la UP fueron asesinados por los paramilitares y por la represión estatal.

Bajo el gobierno Uribe, esta violencia estatal, conocida en el país como parapolítica, solo hay aumentado. Desde 2002, ya fueron asesinados 15 mil militantes políticos y sociales; más de 500 presos políticos son maltratados en los cárceles; centenas de miles de campesinos han sido expulsos de sus tierras, que les són(son) tomadas por los paramilitares. La política de expulsión y exterminio de campesinos es constituida en las regiones limítrofes al territorio dominado por la guerrilla, para intentar alejarla del pueblo. Allí las tierras son pulverizadas intensamente por productos herbicidas tóxicos, para también sacar de la guerrilla sus fuentes de alimentación.

Más de quinientos mil colombianos siguen exiliados, principalmente en Venezuela y Ecuador. Un informe de la ONU, divulgado el 18 de junio, revela que Colombia queda en primero lugar en cuantidad de refugiados internos, con más de 3 millones de personas en esta condición. Recientemente, han asesinado seis miembros de la comisión organizadora de una manifestación por el canje humanitario, por la negociación y por la paz, que llevó 200 mil personas a las calles de Bogotá, para protestar contra el gobierno. Colombia, después de Israel, es el principal país receptor de ayuda militar estadounidense. Sus Fuerzas Armadas tienen 380 mil efectivos, muy bien entrenados, al paso que Venezuela tiene 70 mil y Ecuador 50 mil, sin experiencia.

Este es el mejor momento para acosar Uribe, cuyo gobierno pasa por el infierno astral de la parapolítica. Un tercio de los parlamentares han sido procesados por la justicia, por corrupción y envolvimiento con el narcotráfico. Cerca de sesenta de ellos ya están presos, incluso un primo de Uribe. Gaña fuerza un movimiento por la anticipación de las elecciones generales, por la renuncia inmediata de Uribe y por la convocación de una Asamblea Nacional Constituyente. Uribe se esfuerza, hace de todo para encubrir el escándalo, y llega al punto de, al atropellar el judiciario, “extraditar” por decreto catorce jefes paramilitares a los Estados Unidos, sin la autorización judicial, durante una madrugada, pues sus deposiciones, que ya habían sido marcadas en la justicia colombiana, podrían revelar la putrefacción de la narco parapolítica colombiana.

Debemos todos juntarnos a una campaña mundial contra el gobierno fascista y el estado terrorista colombiano, y levantar las principales propuestas presentadas por todas las fuerzas progresistas colombianas, como condiciones mínimas para el comienzo de un proceso de negociaciones políticas, bajo la supervisión de los países de la América del Sur:

1 reconocimiento de las FARC como fuerza política beligerante;

2 retomada del proceso de canje humanitario;

3 liberación de los presos políticos.

En Brasil, necesitamos crear un amplio y representativo movimiento de solidaidad a la lucha del pueblo colombiano, que denuncie el terrorismo de Estado en aquel país, que sea un contrapunto a manipulación mediática y que ayude en la presión internacional para la retomada de las negociaciones políticas, incluso exigiendo que el gobierno brasileño ejerza un papel importante para que sean viabilizadas.

No tengamos ilusiones. El imperialismo sabe mejor que muchos de nosotros: no hay solución para Colombia y, quizá, para América Latina, que no pase por el reconocimiento del carácter beligerante y político de las FARC. La solución no podrá ser estrictamente militar, pues el conflicto colombiano es, antes de todo, político, económico y social. Por eso, la negociación no puede resumirse a desmilitarización, sino considerar las razones que originaron el conflicto (y todavía aún le hacen actual), arraigadas en las injusticias sociales, en el terrorismo estatal contra los oprimidos, en la falta de libertad de organización y de una verdadera democracia.

No se puede exigir de un ejército popular que deje en las montañas, además de sus armas, todas las banderas políticas que ha levantado hace décadas. No es justo exigirles que acepten la paz de los cementerios.

Entonces, aunque respetemos las opiniones de algunos sectores y liderazgos expresivos de la izquierda latinoamericana que, por ilusión o razones de Estado, presionan las FARC para que se desmilitarizaren unilateralmente, condenamos estrictamente esas presiones. No solamente por el espíritu humanitario, debido al inexorable asesinato en masa de eses militantes revolucionarios, pero si sacar las armas y bajar las montañas.

Resulta ilusorio creer que la guerrilla es el “pretexto” para la agresividad del imperialismo en América Latina. Él no necesita de pretextos; y cuando los necesita, los cría! Esa rendición (y no existe otra palabra para definir esta propuesta) no satisfará el imperialismo, que cobrará más concesiones. Solamente lo “tranquilizaremos” si dejamos de luchar contra el capital. Esa “teoría del pretexto” es como exigir que los palestinos cambien sus arcaicas armas por flores, para no dar pretexto a la agresividad del Estado de Israel en Oriente Medio.

Además de eso, si no queremos conciliar ni retroceder en la lucha por cambios revolucionarios y por la defensa del patrimonio natural del continente, la insurgencia popular puede venir a ser una necesidad en muchos países de la región, y no sólo en Colombia. Resulta necesario recordar que tanto en Iraq cuanto en Afganistán, la resistencia hacia la agresión militar imperialista es ejercida exclusivamente por fuerzas insurgentes populares, y no por las antiguas fuerzas armadas tradicionales nacionales, siempre inferiorizadas en conflictos contra la máquina de guerra del imperio del capital. No cuesta recordar el ejemplo heroico de los vietcongs, que, a través de la guerrilla y de la guerra popular, lograron derrotar el más grande contingente militar que hay informaciones en toda la historia de la humanidad.

Las FARC son un punto de resistencia a la ocupación imperialista de Colombia y, se puede decir también, de Amazonia. El exterminio de las FARC seria hoy una grande victoria del imperialismo: no es casual que esto se ha tornado en su prioridad.

Y aún más: para prestar solidaridad a los pueblos venezolano, boliviano, ecuatoriano; para luchar para que avancen los cambios y la lucha de clases en la América Latina, mismo en procesos más mediados y contradictorios como Argentina, Brasil, Chile, Uruguay y, posiblemente, Paraguay; para evitar que haya guerra y retroceso en nuestro continente; para todo esto, hay una premisa: derrotar el verdadero eje del mal, los brazos terroristas del imperialismo estadounidense en nuestro continente: el gobierno fascista y el estado terrorista de Colombia!

Finalmente, queda una propuesta para todas las fuerzas antiimperialistas brasileñas y latinoamericanas. Ahora, en este mes de julio, 60 años después de haber sido desactivada, la famosa Cuarta Flota estadounidense ha vuelto a amenazarnos, al costear nuestros mares, manchándoles con su tenebrosa historia. Esta vez con más poder destructivo, con más tecnología, incluso nuclear. Tratase de la mayor provocación ya sido hecha hacia la América Latina. Es este el verdadero terrorismo.

Resulta necesario articular todas las organizaciones y fuerzas políticas y sociales antiimperialistas de América Latina para la construcción de un fuerte y unitario movimiento por la expulsión de eses piratas terroristas de nuestros mares, donde, al apuntarnos con sus instrumentos de espionaje y sus armas de destrucción en masa, buscan nuestras riquezas naturales y esperan el mejor momento para aniquilar nuestros sueños de libertad y justicia.

Es la hora de elegir una fecha, este año aún, para promover manifestaciones simultáneas en las puertas de todas las misiones diplomáticas y de todos los símbolos de EEUU en toda América Latina, y gritar como un solo pueblo:

FUERA LA CUARTA FLOTA TERRORISTA!

(*) Ivan Pinheiro es Secretario General del PCB (Partido Comunista Brasileiro)

Rio de Janeiro, julio de 2008