Realizan charla en UES sobre lucha ideológica en El Salvador del siglo XIX

SAN SALVADOR, 24 de febrero de 2011 (SIEP) “Durante el siglo XIX en El Salvador, las ideas liberales fueron las ideas avanzadas de los sectores populares que se enfrentaban a un sistema ideológico colonial caracterizado por el oscurantismo y el atraso…” expresó esta tarde el Lic. Roberto Pineda, en el marco de la Cátedra sobre Filosofía Política que realiza la Unidad de Posgrados de la Universidad de El Salvador.

Agregó que la sociedad colonial “era una sociedad que giraba alrededor de la Corona Española, alrededor de la voluntad del Rey, con una economía basada en la producción y exportación del añil. Fueron trescientos años de dominación colonial. De 1524 a 1821. Era una sociedad que vivía bajo la sombra del miedo, de la represión.”

Subrayó que “los criollos junto con los mestizos, mulatos y negros y algunos indígenas fueron la fuerza social que impulsó el proceso de independencia y asumieron las ideas del liberalismo. Se enfrentaron a los españoles peninsulares. Se organizaron y aprovecharon las aperturas que daba la Corona para ir ganando espacios en las alcaldías.”

“La primera generación liberal, que tuvo como sus más altos exponentes a José Matías Delgado y Pedro Pablo Castillo fue la generación que por diez años, de 1811 a 1821 impulsó la lucha por la independencia. El hecho más destacado fue la insurrección popular del 5 de noviembre de 1811. Luego asumen la conducción del estado y se enfrentan en 1822 a la invasión del Imperio de Iturbide. Organizan la resistencia y derrotan a los invasores.”

Concluyó que “existe una profunda continuidad histórica entre las luchas que realizaron estas cuatro generaciones de combatientes liberales del siglo XIX con las luchas de los trabajadores del siglo XX; con las luchas de nuevas generaciones que ya bajo la bandera del marxismo se levantaron en armas en 1932; y desafiaron la dictadura martinista en abril y mayo de 1944, desplegaron la Guerra Popular Revolucionaria de 1980 a 1992, y hoy ya en el siglo XXI han derrotado a la derecha y continúan la lucha por la democracia y el socialismo.”

¿A quien beneficia la visita de Obama a El Salvador?

La visita de Barack Obama a El Salvador el próximo marzo es un acontecimiento político que exige para el movimiento social y popular salvadoreño una clara y definida posición. Y este posición debe evitar caer tanto en un irreflexivo y servil entusiasmo oportunista como en repetir formulas dogmaticas de situaciones del pasado conflicto. Asimismo hay que evitar ser presa de la derecha mediática que hábilmente pretende lanzarnos al pleito y a las calles.

Debemos de ubicarnos en la nueva realidad creada a partir del 15 de marzo de 2009. Y definir una nueva estrategia para un nuevo momento. La derecha ha sido derrotada mientras que la izquierda todavía no dispone de todo el gobierno. Es un gobierno de transición en el que el mando se comparte con sectores de centro-izquierda encabezados por el presidente Mauricio Funes. Esta dualidad de mando fortalece el proyecto por su amplitud, a la vez que lo debilita porque dificulta e incluso puede bloquear la posibilidad de profundizarlo.

Pero esta es la dura realidad. Y sobre esta base hay que pensar y actuar para garantizar que este gobierno, que derrotó a la derecha, avance y no se estanque. Las elecciones municipales y legislativas del 2012 definirán hacia donde se inclinara la balanza. Si la derecha política recupera fuerzas este proceso de cambios se estancara e incluso puede revertirse.

Pero la perspectiva actual es la de avanzar. Y la derecha lo sabe. Y los Estados Unidos lo saben. Y este avance tiene dos motores: el de la izquierda política y el de la izquierda social. El motor electoral esta ya encendido y seguramente va a acelerar la marcha en los próximos meses, pero el motor social continua apagado, no despega. Y esto beneficia a la derecha, que tiene a su motor social, representado por la ANEP bien aceitado y lanzado al ruedo político, mientras termina de reparar a su instrumento político, el partido ARENA.

La derecha salvadoreña, tradicionalmente anticomunista y proimperialista, va a presenciar la visita de un presidente estadounidense a un gobierno de izquierda, en el que participa significativamente el FMLN. Es un hecho inédito. La realidad supera siempre la fantasía. Cristiani vera con lagrimas en los ojos como Obama viene a darle un espaldarazo político al presidente Funes. Y no puede hacer nada al respecto más que tragar hondo y esperar que la visita termine. Es una visita que los perjudica.

La política de Obama hacia El Salvador

La política del gobierno estadounidense hacia el Gobierno Funes inteligentemente evade el tema ideológico de la presencia del FMLN y se fundamenta en abrirle las puertas de los organismos financieros internacionales para endeudar el país; vincularlo a sus organismos de inteligencia y seguridad regional, favorecer a sus empresas transnacionales y determinar el rumbo de su política exterior. No son casuales los viajes a Colombia e Israel. En particular, pretende alejarlo del ALBA, de Venezuela y de Cuba. Obama viene a fortalecer esta visión y relación política. Obama viene a legitimar al Gobierno Funes. Es una visita que beneficia al Gobierno Funes.

Nuestra posición

Históricamente ha existido un profundo conflicto entre el movimiento social y popular salvadoreño y las diversas administraciones estadounidenses. Durante sesenta años los Estados Unidos apoyaron a las dictaduras militares. Durante 12 años, de 1980 a 1992, en el marco de la Guerra Popular Revolucionaria, los sectores populares encabezados por el FMLN enfrentaron las políticas de contrainsurgencia emanadas de Washington. Durante 20 años, de 1989 a 2009, los Estados Unidos apoyaron a los gobiernos derechistas de ARENA que impusieron el modelo neoliberal.

Durante la campaña de Schafik Handal como candidato del FMLN para la presidencia en el 2004 los Estados Unidos intervinieron abiertamente a favor del candidato de ARENA, Antonio Saca. Durante la campaña de Mauricio Funes como candidato del FMLN para la presidencia en el 2009, la situación se modificó. Y en esto influyó la llegada a la Casa Blanca de Barack Obama, con una visión diferente en la defensa de los intereses imperiales.

Y la derecha salvadoreña derrotada tuvo que aceptar que los Estados Unidos reconocieran la victoria de Funes. Perdieron la elección, perdieron al aliado. Los Estados Unidos tienen intereses, no amistades. Y esta visita por lo tanto beneficia al Gobierno Funes. Lo coloca e identifica como un gobierno confiable para sus intereses globales y regionales.

Como movimiento social y popular debemos exigir al presidente Obama que se desmantele la Base Militar de Comalapa, el cierre de la ILEA, la modificación del TLC, la ampliación del TPS, el cese de las redadas contra nuestra Comunidad Salvadoreña en USA, así como solidarizarnos con las justas demandas de los trabajadores de Wisconsin y demandar que el gobierno estadounidense cese su apoyo a las dictaduras del Medio Oriente.

Roberto Pineda

San Salvador, 27 de febrero de 2011

Todo lo sólido se desvanece en la calle

Todo lo sólido se desvanece en la calle

ALAI AMLATINA, 15/02/2011.- Las revueltas del hambre que sacuden al mundo árabe pueden ser apenas las primeras oleadas del gran tsunami social que se está engendrando en las profundidades de los pueblos más pobres del planeta. El fenomenal aumento de los alimentos (58% el maíz, 62 % el trigo en un año) se está convirtiendo en la espoleta que dinamiza los estallidos pero el combustible lo aporta la brutal especulación financiera que se está focalizando, nuevamente, en las materias primas. Algunos precios ya superaron los picos de 2008, aunque el Banco Mundial y el FMI se muestran incapaces de frenar la especulación con los alimentos, con la vida.

Dos hechos llaman la atención en la revuelta árabe: la velocidad con que las revueltas de hambre se convirtieron en revueltas políticas y el temor de las elites dominantes que no atinaron, durante décadas, a otra cosa que no fuera resolver problemas políticos y sociales con seguridad interna y represión. La primera habla de una nueva politización de los pobres del Medio Oriente. La segunda, de las dificultades de los de arriba para convivir con esa politización. El sistema está mostrando sobradamente que puede convivir con cualquier autoridad estatal, aún la más “radical” o “antisistema”, pero no puede tolerar la gente en la calle, la revuelta, la rebelión permanente. Digamos que la gente en la calle es el palo en la rueda de la acumulación de capital, por eso una de las primeras “medidas” que tomaron los militares luego que Mubarak se retirara a descansar, fue exigir a la población que abandonara la calle y retornara al trabajo.

Si los de arriba no pueden convivir con la calle y las plazas ocupadas, los de abajo que hemos aprendido a derribar faraones no aprendimos aún cómo trabar los flujos, los movimientos del capital. Algo mucho más complejo que bloquear tanques o dispersar policías antimotines, porque a diferencia de los aparatos estatales el capital fluye desterritorializado, siendo imposible darle caza. Más aún: nos atraviesa, modela nuestros cuerpos y comportamientos, se mete en nuestra vida cotidiana y, como señaló Foucault, comparte nuestras camas y sueños. Aunque existe un afuera del Estado y sus instituciones, es difícil imaginar un afuera del capital. Para combatirlo no son suficientes ni las barricadas ni las revueltas.

Pese a estas limitaciones, las revueltas del hambre devenidas en revueltas antidictatoriales son cargas de profundidad en los equilibrios más importantes del sistema-mundo, que no podrá atravesar indemne la desestabilización que se vive en Medio Oriente. La prensa de izquierda israelí acertó en señalar que lo que menos necesita la región es algún tipo de estabilidad. En palabras de Gideon Levy, estabilidad es que millones de árabes, entre ellos dos millones y medio de palestinos, vivan sin derechos o bajo regímenes criminales y terroríficas tiranías (Haaretz, 10 de febrero de 2011).

Cuando millones ganan las calles, todo es posible. Como suele suceder en los terremotos, primero caen las estructuras más pesadas y peor construidas, o sea los regímenes más vetustos y menos legítimos. Sin embargo, una vez pasado el temblor inicial, comienzan a hacerse visibles las grietas, los muros cuarteados y las vigas que, sobreexigidas, ya no pueden soportar las estructuras. A los grandes sacudones suceden cambios graduales pero de mayor profundidad. Algo de eso vivimos en Sudamérica entre el Caracazo venezolano de 1989 y la segunda Guerra del Gas de 2005 en Bolivia. Con los años, las fuerzas que apuntalaron el modelo neoliberal fueron forzadas a abandonar los gobiernos para instalarse una nueva relación de fuerzas en la región.

Estamos ingresando en un período de incertidumbre y creciente desorden. En Sudamérica existe una potencia emergente como Brasil que ha sido capaz de ir armando una arquitectura alternativa a la que comenzó a colapsar. La UNASUR es buen ejemplo de ello. En Medio Oriente todo indica que las cosas serán mucho más complejas, por la enorme polarización política y social, por la fuerte y feroz competencia interestatal y porque tanto Estados Unidos como Israel creen jugarse su futuro en sostener realidades que ya no es posible seguir apuntalando.

Medio Oriente conjuga algunas de las más brutales contradicciones del mundo actual. Primero, el empeño en sostener un unilateralismo trasnochado. Segundo, es la región donde más visible resulta la principal tendencia del mundo actual: la brutal concentración de poder y de riqueza. Nunca antes en la historia de la humanidad un solo país (Estados Unidos) gastó tanto en armas como el resto del mundo junto. Y es en Medio Oriente donde ese poder armado viene ejerciendo toda su potencia para apuntalar el sistema-mundo. Más: un pequeñísimo Estado de apenas siete millones de habitantes tiene el doble de armas nucleares que China, la segunda potencia mundial.

Es posible que la revuelta árabe abra una grieta en la descomunal concentración de poder que exhibe esa región desde el fin de la segunda guerra mundial. Sólo el tiempo dirá si se está cocinando un tsunami tan potente que ni el Pentágono será capaz de surfear sobre sus olas. No debemos olvidar, empero, que los tsunamis no hacen distinciones: arrastran derechas e izquierdas, justos y pecadores, rebeldes y conservadores. Es, no obstante, lo más parecido a una revolución: no deja nada en su lugar y provoca enormes sufrimientos antes de que las cosas vuelvan a algún tipo de normalidad que puede ser mejor o menos mala.

– Raúl Zibechi, periodista uruguayo, es docente e investigador en la Multiversidad Franciscana de América Latina, y asesor de varios colectivos sociales.

La revolución egipcia y los apuros del imperio

La revolución egipcia y los apuros del imperio

Dagoberto Gutiérrez
I Parte
En 18 días, del 25 de enero al 11 de febrero, el pueblo egipcio realizó una fulgurante revolución política que acabó con el gobierno que los Estados Unidos montaron, financiaron, sostuvieron, en contra del pueblo egipcio durante más de 30 años. Hosni Mubarak, el hombre de Washington, administró ese poder anti popular.

Desde el Acuerdo de Camp David, Egipto e Israel, bajo la égida estadounidense, se convirtieron en las dos piezas fundamentales de la política estadounidense en la región, y Mubarak en el beneficiario de millones en dinero y en armas. El ejército egipcio, poderosamente armado, no apuntó nunca sus armas hacia Israel sino hacia su propio pueblo y hacia los pueblos vecinos, sobre todo para asegurar el control sobre las aguas del Río Nilo.

Egipto fue un país totalmente controlado por Washington, que vivió siempre bajo el estado de sitio, con elecciones amañadas y parlamentos controlados, sin libertad de expresión y sin fuerzas políticas opositoras. Toda resistencia fue aplastada, mientras la corrupción invadió todas las esquinas del poder, y Mubarak, su familia y sus allegados, se enriquecían con los dineros del pueblo.

Esta revolución ocurre un poco más de 30 años después de la revolución iraní, cuando termina el otro régimen, el del Scha, creado a imagen y semejanza de Washington, como el de Mubarak. En el caso iraní, el líder, la voz y el rostro de la revolución popular fue el Ayatolla Khomeine y los líderes religiosos; en Egipto, el sujeto indiscutible de la revuelta ha sido el pueblo, y sobre todo, la clase media que, integrada por estudiantes, profesionales e intelectuales, fueron acumulando por décadas, un malestar, una oposición y una resistencia que, luego de los acontecimientos de Túnez, fueron capaces de hilvanar, en todo el país, el odio popular hacia el régimen.

Desde los primeros días, a fines de enero, apareció claramente la superación del miedo que largamente impuesto por la dictadura, se quebró en pedazos ante el ejemplo de la revolución tunecina.

El régimen, con Mubarak a la cabeza, resultó sorprendido y superado por la reacción del pueblo, y se inicia un proceso en el cual 4 días después de estallada la protesta, Mubarak toma una decisión insólita: nombra un vicepresidente, cargo que no existe en el régimen egipcio, pero no dimite como lo pide el pueblo. El vicepresidente nombrado resulta ser el menos indicado para calmar la rebelión, Omar Suleiman, odiado, jefe de la inteligencia y de la total confianza de Mubarak, enciende aun más los ánimos del pueblo que pide la cabeza del tirano.

En un segundo momento, el primero de febrero, un millón de personas se concentran en la Plaza Tahrir, en el centro del Cairo, para exigir la cabeza de Mubarak. Luego de esta demostración de fuerza, el hijo de Mubarak, Gamal, es retirado de toda posibilidad de suceder a su padre y de toda función política.

A estas alturas, los Estados Unidos han entendido que lo importante era salvar su régimen y no a Mubarak. Conviene no olvidar que si bien el dictador era el jefe del ejército egipcio, esta institución es controlada por la Casa Blanca de una manera total. Y, con mucha inteligencia, Washington dispone que el ejército no participe en actos abiertos de represión al pueblo. Y este trabajo sucio queda a cargo de la policía y otras bandas represivas. El ejercito aparece, aparentemente, al margen, custodiando las plazas y las calles, y hasta confraternizando con el pueblo en rebelión.
El mando del ejército se debate en dos grandes líneas: los que sostienen a Mubarak y los que sostienen al régimen, aun a costa de Mubarak. Y los acontecimientos anuncian que se puede estar a las puertas de una guerra civil y siendo intolerable esta posibilidad para la Casa Blanca, ésta presiona para que Mubarak se vaya del poder y del país.

Arribamos al tercer momento, cuando el 10 de febrero, estando comprometido Mubarak a renunciar y siendo esta la decisión de la Casa Blanca y del ejército, el dictador no solo no renuncia sino que transfiere el poder a Suleiman, su hombre de confianza, conserva el cargo, anuncia la organización de elecciones para septiembre, fecha en que terminará su periodo. Con este anuncio, Mubarak intentó desobedecer a la Casa Blanca, inyectó odio a la rebelión popular y preparó las condiciones para que el ejército pasara a enfrentarse con el pueblo en rebelión. Lo que vino a continuación fue un simple golpe de Estado en donde el ejército lo hace a un lado y toma el control de la situación.

Ahora bien, el poder real está en manos de Mohamed Tantawi, el General de absoluta confianza de Mubarak pero también de la Casa Blanca, en tanto que Suleiman que aparecía como sucesor del dictador, queda ocupando un cargo creado en ocasión de los acontecimientos y sin que se sepa cuáles son las funciones y poderes de un vicepresidente, que nunca ha existido en Egipto.

El fin de este gobierno rompe totalmente el equilibrio de fuerzas en la región y deja a Israel en la situación más comprometida que alguien pueda imaginarse porque ambos, Israel y Egipto, han sido, hasta ahora, y después de 30 años, los guardianes de la política estadounidense en la región, y cuando el pueblo acaba con uno de ellos, la casa queda con las ventanas rotas y las puertas abiertas.

Los aliados estadounidenses son dictaduras sangrientas y dictadores inclementes, y la derrota de Mubarak inicia el camino para el crecimiento de la resistencia en Jordania, Yemen, Argelia y Marruecos y Arabia Saudita.
Y aunque no ocurriera una revolución como la egipcia, resulta evidente que el mapa político de la región tiene que componerse de una manera diferente a la actual.

Examinaremos los probables cursos que los acontecimientos pueden tomar.

¿Es posible en El Salvador sellar una alianza estratégica con el imperialismo?

¡Que suave honor el andar del brazo,

brazo con brazo, del tío Sam!

Nicolás Guillen

Durante esta semana el canciller de la republica ha sostenido reuniones en Washington para preparar la vista del presidente Barack Obama a nuestro país, así como fortalecer lo que él califica en sus declaraciones como sellar una “alianza estratégica” con los Estados Unidos, en las áreas de seguridad regional, combate a la pobreza, comercio, migración y energía.

Frente a tales declaraciones y su múltiples significados una reflexión inicial sería la de clarificar la naturaleza de la relación A nivel internacional, hay relaciones entre aliados, pero hay también relaciones entre mandatorios y súbditos. El súbdito obedece instrucciones del superior, mientras que el aliado busca acuerdos con base a intereses comunes. ¿Qué somos nosotros?

Las lecciones de la historia

Históricamente, hemos sido y seguimos siendo un país dependiente, colonial. Desde tiempos inmemoriales nuestro destino como país ha estado sujeto a la voluntad de la potencia invasora o dominante. Tribus aztecas sometiendo y desplazando a los mayas y lencas; arcabuceros españoles masacrando a indígenas pipiles; filibusteros mexicanos de Iturbide, corsarios ingleses invadiendo nuestras costas, luego asesores militares estadounidenses garantizando el TLC, la ILEA y la Base Militar de Comalapa. Nos impusieron el idioma, la religión, la economía y el sistema político.

En relación con los Estados Unidos, en 1824 nuestros próceres intentaron anexarnos al “Norte revuelto y brutal.” (Martí). Luego ante el golpe del General Martínez de diciembre de 1931, optaron inicialmente por negarle el reconocimiento, y a partir del estallido de la Guerra Mundial en 1941, los Estados Unidos se establecieron como la potencia dominante. Han sido setenta años de dominación imperial aún vigente. Desde entonces, los Estados Unidos han respaldado a los diversos dictadores militares que han ensangrentado nuestra patria, desde Martínez hasta Romero en 1979.

Posteriormente ante el surgimiento de una poderosa insurgencia armada unificada en el FMLN, los Estados Unidos proporcionaron una colosal ayuda militar de contrainsurgencia para evitar el descalabro de regímenes títeres como lo fueron los de Magaña y Duarte, en los años ochenta del siglo pasado, e incluso estuvieron a punto de intervenir militarmente alegando el presidente Reagan que este era su “patio trasero.” Duarte llegó al colmo hasta de besar la bandera estadounidense, en un triste gesto de sumisión colonial.

Luego de doce años de guerra, los Estados Unidos se vieron obligados a permitir la firma de un acuerdo de paz, que modificó el sistema político pero a la vez fortaleció a la elite económica y le permitió transformarse en elite financiera. Y de nuevo, durante veinte años, de 1989 al 2009, los Estados Unidos dieron su respaldo a cuatro gobiernos de ARENA, que obedientemente impusieron un modelo neoliberal que ha hundido al país en su más grave crisis, porque desmontó diversos mecanismos históricos de compensación social y destruyó el eje agrícola, propiciando así una nueva fase de acumulación basada en la exportación esta vez de “mano de obra barata” hacia Estados Unidos. Hoy una tercera parte de nuestra población vive en el Norte y esto es un factor importantísimo y quizás determinante de nuestra realidad.

Hubo un presidente de ARENA que incluso para complacer a su “amigo en la Casa Blanca”, envió tropas a Irak.

Los contenidos de la “alianza”

El canciller ha mencionado cinco temas que atraviesan las relaciones con el vecino del Norte. El primero es el de la seguridad regional. Y efectivamente existe una clara amenaza desde la delincuencia y el crimen organizado. Pero también existe una estrategia orientada por una parte, a domesticar a los movimientos sociales y por la otra, a criminalizarlos y reprimirlos. La política represiva del régimen hondureño hacia el FNRP es ilustrativa de este esfuerzo imperial o imperialista. Otra es Haití. ¿Enviaremos tropas? Otra es México ¿es un estado fallido?

Otro tema es el vinculado a combatir la pobreza. Y muchos pensaran que deberíamos estar agradecidos por la ayuda que se recibe del MCC, o Corporación de la Cuenta del Milenio. Y hasta deberíamos ya estar pensando en preparar la solicitud para un segundo desembolso en el 2012. La historia nos enseña que este tipo de ayuda, similar a la de la Alianza para el Progreso de los años sesenta, únicamente sirve para perpetuar los sistemas de dominación. Únicamente avanzaremos mediante un cambio estructural que nos haga más productivos y menos dependientes.

También esta el tema del comercio. Es el tema central. Los Estados Unidos necesitan garantizar la continuidad del modelo neoliberal y del sistema capitalista. Esta es la esencia del asunto: ganancias para sus empresas. Y si no veamos Irak. Y para esto es que impusieron el TLC, la ILEA, la Base Militar de Comalapa, la dolarización, la construcción de carreteras en el norte del país, la ampliación del aeropuerto, etc. Somos un país que gira en la orbita comercial del Norte. Y nos aconsejan que cuidado con vincularse al ALBA, aunque este ofrezca mejores condiciones de intercambio comercial.

Esta el tema de la migración. La elite económica expulsó a una tercera parte de nuestra población para obtener remesas y enriquecerse aún más y los Estados Unidos lo permitieron. Mientras no se modifique el modelo neoliberal la gente seguirá yéndose a buscar empleo al Norte.

Y el último tema es el vinculado a energía renovable. Y esta vinculado a la crisis energética que atraviesan los países del mundo, dependientes de los hidrocarburos. Los Estados Unidos están impulsando estrategias orientadas a la producción de etanol, de caña de azúcar, como fuente alternativa. Y esto de nuevo nos conducirá a abandonar la producción de alimentos. Uno propone, pero el imperio dispone…

Una nueva realidad salvadoreña

A partir de la victorial electoral del FMLN de marzo de 2009 se modifica la realidad salvadoreña. Hay un nuevo escenario y nuevos actores. Y entiendo que se va tratar de cambiar el guión de la película. Es significativo que los Estados Unidos que ven esta película con sus sofisticados satélites, desde la poderosa embajada de Santa Elena, fueron muy beligerantes y acompañaron a Saca en contra de Handal en las elecciones presidenciales de l 2004, pero cambiaron discurso y actitudes frente a Ávila y Funes. Se volvieron de la noche a la mañana, “neutrales” y respetuosos de la “voluntad popular,” guardaron sus espadas y adoptaron la sabia política de “wait and see.”

Y no se equivocaron. A 18 meses de este gobierno democrático, diferente, electo con el respaldo de la mayoría ciudadana y comprometido con la realización de cambios, es claro a todas luces que –y esto lo reafirman las declaraciones del canciller- existe una continuidad en la política exterior así como existe una continuidad en la política económica de signo neoliberal. Y esta continuidad es del agrado del país del Norte, que le teme al ALBA. Y por eso la califican de “seria” y “responsable.” Es una política exterior que ve hacia el norte, un poco hacia el oeste pero evita ver hacia el sur, o hacia el oriente. Y puede ya registrar en su corta historia diplomática, el papel jugado para insertar a un régimen golpista como el de Lobo en los foros internacionales.

La visita de Obama

El representante principal de la primera potencia mundial visita nuestras tierras, luego de ir a Brasil y a Chile. Es además el presidente de una nación donde vive la tercera parte de nuestra población. Para algunos es la visita del siglo y ya preparan las carrozas y los disfraces. Para otros es una visita funesta. Es la visita del gobernante que mantiene el bloqueo sobre Cuba, agrede a Venezuela y ha sembrado de bases militares al continente, afectando incluso a la “pacifica” Costa Rica.

¿Quien es Obama? La elección de Obama fue el resultado de la derrota de sectores neo conservadores, republicanos, guerreristas, que hoy se aglutinan en el Partido del Te. Asimismo fue producto de una amplia coalición de fuerzas populares, en especial de sindicatos, mujeres y minorías étnicas. No fue fácil derrotar a la derecha que durante casi treinta años había desmontado importantes conquistas sociales. Pero se logró. El mismo hecho de su origen étnico afroamericano fue un histórico avance.

Esto explica el despiadado y permanente ataque hacia Obama desde la poderosa derecha mediática. Y la derecha se ha reagrupado y logró importantes éxitos en las elecciones de noviembre pasado así como ha logrado derrotar iniciativas legislativas vinculadas a temáticas de la salud y los derechos de las minorías étnicas. En este sentido Obama es diferente. El enfoque, el estilo, es diferente, y esto en política cuenta y en política del imperio, pesa mucho más.

Pero a la vez no podemos ser ingenuos. Obama forma parte de la maquinaria política del establishment imperial y responde ante estos intereses globales, estratégicos. Y su visión es la de reconstruir la deteriorada imagen internacional del imperio, afectada por sus posiciones guerreristas. Obama es el representante de un imperio en crisis. Y su política internacional responde a la defensa de sus intereses estratégicos. Obama esta debilitado políticamente. La derecha ha bloqueado su proyecto de reformas. Incluso su segundo mandato no esta asegurado. Hay que saber quien es el que nos visita.

Otro punto importante es la Comunidad Salvadoreña en el Exterior, nuestra diáspora. El núcleo principal de esta comunidad forma parte ya de la clase obrera multirracial y multinacional estadounidense, de sus sectores organizados, y también indocumentados. A nuestra comunidad le corresponde convertirse en una importante fuerza democrática dentro de los Estados Unidos que luche por sus propias reivindicaciones y además acompañe desde allá la lucha de nuestro pueblo por la democracia y el socialismo. Esto ya esta sucediendo. Somos una misma Patria en territorios diferentes.

Y finalmente unas palabras sobre la izquierda salvadoreña, que desde su nacimiento a mediados de los años veinte del siglo pasado se ha caracterizado por un alto nivel de firmeza en los principios acompañada de flexibilidad táctica. Esto es lo que permitido ir avanzando hasta derrotar las estrategias de los sectores dominantes y estar hoy en el gobierno.

Es una izquierda con una larga tradición de apoyo a las luchas reivindicativas de los trabajadores, a las luchas por la democracia y el socialismo, y a la solidaridad con los pueblos que luchan contra el imperialismo. Farabundo Martí estuvo en Las Segovias nicaragüenses combatiendo al lado de Sandino contra las tropas intervencionistas del gobierno USA. Hoy es otro momento. Estamos en el gobierno.

¿Recibiremos a Obama con los puños en alto como recibimos en 2002 a Bush hijo? ¿Somos súbditos o socios? ¿Protestamos o aplaudimos?

Roberto Pineda

San Salvador, 6 de febrero de 2011

Orgullosos de nuestra historia revolucionaria…Síntesis de Ponencia de Roberto Cañas en Foro sobre el 32

SAN SALVADOR, 25 de enero de 2011 (SIEP) “La primera mitad del siglo XX en El Salvador estuvo marca por los sucesos de la insurrección de 1932 de los pueblos originarios… Sucedió en enero, un mes para los salvadoreños de una densidad histórica muy profunda…” dijo esta tarde Roberto Cañas, firmante de los Acuerdos de Paz, en Foro sobre 1932 organizado por COFEVI.

Agrego que “voy a mencionar algunas de estas fechas trascendentales: 10 de enero de 1980, acto publico anunciando la unidad de la izquierda luego de diez años de lucha armada, 22 de enero de 1980, manifestación gigantesca para celebrar la unidad, desde entonces n o he tenido otro baño de pueblo como ese; 16 de enero de 1992, la firma de los Acuerdos de Paz entre el FMLN y el GOES; y 22 de enero de 1932, el levantamiento indígena.”

“Estos acontecimientos forman parte de nuestra memoria histórica, nos ayudan en la construcción de nuestra identidad nacional, ya que el conocimiento de la historia forma parte del patrimonio de las nuevas generaciones, es lo que nos han heredado los que dieron su vida por este pueblo, es lo que le da sentido a nuestras vidas…”

“El FMLN lleva ese nombre porque enlaza las tradiciones de lucha de Farabundo Martí, Feliciano Ama, Francisco Sánchez con la lucha de la segunda mitad del siglo XX, de una nueva generación de revolucionarios…que confluyen en la lucha popular guerrillera que va de 1970 a 1992.”

¿Cómo se fue larvando el malestar social que generó el levantamiento de 1932? En el último cuarto del siglo XIX se realizó un despojo a los pueblos originarios de sus tierras. Irrumpe el desarrollo del cultivo del café que necesita de grandes extensiones de tierra. El gobierno de Zaldívar aprobó leyes orientadas a la desaparición de las comunidades indígenas y de los ejidos, así como leyes contra la vagancia para fundamentar jurídicamente el despojo a los pueblos originarios. Aquí se va creando un estado patrimonial de productores de café que luego se apoderan del estado. Las comunidades son despojadas de sus tierras…

Esto esta a la base de 1932, es una de las causas por las que se origina la insurrección. Y 1932 marca también la inserción de nuestra economía al mercado internacional.1932 es también cuando se inaugura la dictadura militar de Maximiliano Hernández Martínez, que comienza con la insurrección, con esa explosión social. Hay un antecedente importante en 1929 con la crisis mundial, la cual provoca situaciones de extrema miseria con fuerza extraordinaria.

La insurrección de enero de 1932 es una de las más importantes de América Latina ya que incluso se crearon soviets (concejos) en El Salvador. Debemos estar claros que no
podemos entender el presente sin estudiar el pasado. Así como que debemos recobrar ese sentido de la historia, en especial los jóvenes deben sentirse orgullosos que somos un pueblo con una extraordinaria tradición de lucha popular. Debemos sentirnos orgullosos de los acontecimientos del 32, somos hijos de Farabundo Martí…

Tensiones entre extractivismo y redistribución en los procesos de cambio de América Latina

Falta de debate sobre el modelo
Tensiones entre extractivismo y redistribución en los procesos de
cambio de América Latina

Raúl Zibechi
ALDEAH

Voy a tocar cuatro aspectos en relación al tema del vínculo que existe
entre el extractivismo y la redistribución de la riqueza, entendiendo
que este vínculo implica relaciones de poder.
Falta de debate sobre el modelo

Una primera tensión es la falta de debate que tenemos sobre el modelo.
En general, se ha aceptado, se ha asumido, por parte de los gobiernos,
de que éste es el modelo viable y posible; de que éste es el modelo
necesario para seguir adelante. Y no hay debate. Las izquierdas, nos
hemos fortalecido, los movimientos nos hemos fortalecido, en la
trayectoria, discutiendo, debatiendo, interpelando, confrontando. No
es necesario rebajar el nivel del debate, rehuir el debate para seguir
siendo de izquierda o para tener un cierto nivel de apoyo a los
gobiernos.

Si no discutimos, si no elevamos la temperatura de los debates, se va
a seguir haciendo lo mismo, se va a seguir continuando con un modelo
que ya tiene un camino hecho. Podría aceptar si los gobiernos
progresistas y de izquierda argumentaran “a fin de mes, el Estado
tiene que pagar a los funcionarios, a los maestros, a los médicos, a
las enfermeras, a los militares; pagar las obligaciones que tiene todo
Estado, pagar los salarios, como mínimo. Y para eso necesitamos
ingresos”. Pero no se argumenta así, se nos dice que éste es el modelo
bueno, cuando hay una mínima interpelación. Si aceptáramos ese debate,
entonces estaríamos en ese otro lugar para decir “hoy esto es lo que
hay, pero veamos de qué manera se puede intentar salir de este
modelo”. Hay un mínimo avance en ese sentido en el caso del proyecto
ITT. Es un espacio interesante pero absolutamente insuficiente. Lo que
predomina es la continuidad: la continuidad, sin debate. ¿Cómo vamos a
fortalecer alternativas al extractivismo? ¿Diciendo que el
extractivismo es bueno, que hay que hacer represas hidroeléctricas
gigantes, que hay que continuar con la minería, que hay que continuar
con la soja, que hay que continuar con la caña de azúcar para hacer
biocombustibles, con la forestación, etc.? Es necesario abrir un
debate profundo en los movimientos y entre los movimientos y los
gobiernos. Abriendo un debate, ya estaríamos en otro lugar, en otra
situación.

Difícil construcción de nuevos actores sociales

El secundo problema que veo, es que aún no hay actores sociales
suficientemente consolidados para combatir el modelo extractivista.
Voy a dar un ejemplo: durante la fase de privatizaciones del modelo
neoliberal, existían actores, por lo menos en el cono sur, en torno al
movimiento sindical. Lo que se privatizaba eran empresas estatales.
Entonces, los sindicatos y buena parte de los trabajadores del Estado
y de otros sectores – aunque no fueran del Estado – ya tenían una
clara consciencia de que esas empresas, si se privatizaban, iban a
implicar una perdida para los trabajadores y para el país. Y había una
consciencia de derechos que giraba en torno a esta propiedad estatal;
de las empresas de telecomunicaciones, de petróleo, de gas, de
electricidad, de correos y otras. Hoy en día es más complejo: los
emprendimientos extractivistas están lejos de la grandes ciudades, en
la cordillera andina, o en la Pampa, o en situaciones que no afectan,
o solo indirectamente, al grueso de la población; las poblaciones de
las grandes capitales (y hoy tenemos una población mayoritariamente
urbana en América Latina), no están inmediatamente afectadas por una
concesión minera a quinientos, a mil kilómetros de la cuidad, o porque
se abren campos para la soja o para la forestación. Y muchas de esas
áreas son territorios poco poblados. El año pasado, estaba en Ecuador.
Solamente yendo a las comunidades más afectadas por la contaminación
de las nacientes de los ríos, uno puede comprender esa dificultad para
que aquella comunidad, que está cerca de cuenca, le transmita a la
gente de la cuidad: “a nosotros ya nos llega el agua contaminada,
dentro de un tiempo Uds. van a tener un problema gravísimo”. Hay una
dificultad enorme que está trancando, trabando, enlenteciendo la
constitución de actores sociales.

Entonces es natural que la construcción de actores sociales para
enfrentar el extractivismo sea una tarea más compleja, más larga, más
dificultosas; porque salvo en el caso de unas cuantas comunidades
quienes combaten los efectos inmediatos del extractivismo, estos
efectos no son claramente perceptibles para el grueso de la población.
Y en este periodo, es imprescindible abrir un debate necesario para la
constitución de actores sociales. Los actores sociales no se
constituyen sino en conflicto. Y el papel del debate, de la
clarificación de ideas, es fundamental. Debate y conflicto van de la
mano.

Efecto domesticador de las políticas sociales

La tercera tensión que observo, por lo menos desde el cono Sur, es la
cuestión de las políticas sociales. Por un lado, las políticas
sociales alivian la pobreza. Han conseguido disminuir la población
bajo la línea de pobreza. Han conseguido que las personas tengan más
alimentación, más salud, etc. No han sido suficientes para disminuir
la desigualdad (en mi país, Uruguay, la desigualdad sigue creciendo,
aunque la pobreza bajó de la mitad), lo que es un indicador de que el
patrón de acumulación sigue siendo polarizador. Y lo mismo sucede en
Argentina, en Brasil y por supuesto en Chile.

Pero además, esas políticas sociales tienen otro problema, y ahí está
la tensión y la contradicción. Tienden, y lo voy a decir con todas las
letras, a domesticar a los actores sociales, a dificultar el
relanzamiento de los conflictos. Tienden a dividir, a cortar, a
fragmentar; ya no a dirigentes puntuales sino a organizaciones
enteras. Y a los que no se someten a esa domesticación, se los
criminaliza.

Entonces tenemos una necesidad de discutir las políticas sociales, que
por ahora no están en el debate. Se acepta que ayudan a mejorar la
situación de pobreza, pero no se ven los problemas que crean en el
debilitamiento de los movimientos. Las políticas del combate a la
pobreza no son nuevas; las inventó, a raíz de la derrota del Vietnam,
un señor que se llamaba Robert McNamara, que fue presidente de la Ford
y después fue ministro de defensa. Después de la guerra del Vietnam,
fue durante años presidente del Banco Mundial e inventó el combate a
la pobreza, diciendo: “si no combatimos ciertos niveles extremos de
pobreza, nunca ganaremos”. Pensaba como un militar.

Entonces, el Banco Mundial fue el pensamiento duro de las políticas
sociales; y los gobiernos de nuestra región, pienso sobre todo en el
cono Sur, han asumido el combate a la pobreza con algunos cambios. Las
políticas sociales siguen siendo políticas compensatorias y facilitan
la acumulación del extractivismo, acumulación por despojo, por robo de
los bienes comunes.

¿Hasta qué punto y de qué modo las políticas sociales desarticulan
movimientos? Conozco – porque he trabajado con ellos y mantenemos un
dialogo desde hace años – el caso del Cauca, de los Nasa, de Colombia.
Están siendo atenazados por un lado, por la guerra, feroz, terrible – todo los meses dirigentes indígenas muertos, asesinados – y por el
otro lado por políticas sociales. En algunos casos se trata
simplemente de repartir dineros y, en otros casos, crear
organizaciones sociales que se llaman indígenas que hablan de la
“pluri” y de la “multi”, pero que son creadas desde el Ministerio del
interior, y eso es política antisubversiva.

Entonces creo que aquí tenemos una contradicción, porque las políticas
sociales son duales: mejoran indicadores de pobreza pero domestican.
Tenemos un trabajo importantísimo por hacer con algunos de los
conductores de esas políticas que son o bien trabajadores y
trabajadoras sociales, o bien sociólogos y sociólogas, o bien
dirigentes sindicales o dirigentes sociales, ex piqueteros, ex
asambleístas o aún piqueteros que son incrustados en los movimientos y
que conducen las políticas sociales en el territorio.

En el cono Sur, las políticas sociales de última generación, que se
pretenden no compensatorias, son políticas territoriales. Y la usina
de pensamiento ya no es el Banco Mundial, sino la FLACSO (Facultad
Latinoamericana de Ciencias Sociales). Entonces cuando estamos
discutiendo de eso, estamos discutiendo para pelear, en parte, contra
nosotros mismos, porque esas políticas nos atraviesan y muchos y
muchas estamos implicados en esas políticas. Y creo que hay que tratar
de discutir para ver cómo hacemos para que esos flujos faciliten la
organización y el conflicto, sirvan para fortalecer a los movimientos,
no para debilitarlos. Es una batalla que algunos movimientos ya están
desarrollando, en la Argentina y en varios países más. Aquí hay un
escenario abierto, una tensión muy fuerte que no sabemos aún cómo
manejarla y que muchas veces nos maneja a nosotros.

Nueva élite en el poder

La cuarta y la última tensión es la más complicada de formular.
Sospecho que está surgiendo una nueva elite en el poder, que tal vez
sea una nueva clase, una nueva nomenclatura, integrada por algunos
sindicalistas (sobre todo los vinculados a los fondos de pensión, los
que han trabajado en la banca), por cuadros políticos de izquierda
(los que han hecho carrera en municipios, en ministerios, que están
allí dirigiendo políticas, dirigiendo empresas públicas, estatizadas
en el caso de que han sido privatizadas), y también por viejos
funcionarios del Estado, funcionarios de carrera del Estado, cómo
Samuel Pinheiro Guimarães que diseña estrategias en Brasil. En algunos
países también hay militares en esa nueva elite.

Entonces ahí está formándose algo, que como dice un pensador
brasileño, Chico da Ribeira, las categorías que teníamos antes –
cooptación, traición, clase dominante, burguesía – tal vez ya no son
tan útiles para pensar la nueva realidad que estamos viviendo. Pero
miremos la realidad de frente, y muchas veces nos vamos a encontrar
con partes nuestras en esa nueva elite. Quizá no nosotros
directamente, pero amigos, vecinos, familiares, y nosotros incluso
colaborando para eso.

Está surgiendo una elite dominante que maneja nuestro discurso, que
maneja nuestras palabras: derechos humanos, etc. Entonces, el
continente está transformándose. Radicalmente. En esa transformación,
los movimientos están debilitados, surge un nuevo sector dominante que
nos conoce muy bien porque viene de nosotros, de nuestros movimientos,
que sabe cómo manejarnos y cómo manejar los vínculos.

Hay un conjunto de tensiones que están fortaleciendo un modelo que en
sí mismo jamás podrá distribuir, y que en su costado más perverso
implica brutales niveles de acumulación. Nuestros países son
exportadores de oro, de plata, de materiales que son fundamentales
para la acumulación de riqueza. Y en el otro extremo del mismo modelo,
políticas sociales que nos debilitan, que hacen que para mucha gente
sea más interesante anotarse a un movimiento, ya no para combatir,
sino para hacer trámites en un ministerio y entrar en una rosca que
finalmente no aporta nada al conflicto social. El conflicto social, el
debate social, es lo único que nos puede sacar de este modelo
extractivista y abrir las puertas para que – quizá – haya en el futuro
un modelo que aún no tenemos claro, pero que sea más justo, más
horizontal, más redistribuidor.

Transcripción por Donatien Costa

Intervención de Raúl Zibechi, periodista e investigador uruguayo, en
el taller “Tensiones entre extractivismo y redistribución en los
procesos de cambio de América Latina”, Foro Social de las Américas,
Asunción, Paraguay, agosto 2010.

Los escenarios del enfrentamiento social en El Salvador

Este año 2011, el Año del Bicentenario de nuestra lucha por la independencia, será un año de un agudo enfrentamiento social en El Salvador. Este enfrentamiento se realizara en cuatro escenarios principales, cada uno de los cuales tratará de ocupar el lugar predominante, con sus actores, dinámicas, papeles, intereses y discursos en la vida del país. Es un nuevo momento de readecuaciones, desplazamientos y definiciones.

Entre estos escenarios se encuentran el de la disputa partidaria electoral con vistas al 2012 y al 2014; el de la ejecutoria gubernamental del Gobierno Funes; el de la campaña de la empresa privada nacional e internacional por posicionarse ventajosamente en nuestra economía y el de la lucha reivindicativa de los sectores populares.

Durante este mes de enero el escenario de la lucha social pasa a ocupar el primer plano desplazando a los otros, particularmente a partir del estallido del conflicto entre trabajadores judiciales y Magistrados, y de las justas demandas del magisterio nacional para ser incluidos en el reciente aumento otorgado por el Gobierno Funes a los empleados públicos.

El escenario de la lucha social
Hay un nuevo momento. La reactivación de la lucha social y sindical es la respuesta de los sectores populares ante el agravamiento de la crisis socioeconómica, provocado por el sostenimiento del modelo neoliberal que logró sobrevivir y adaptarse a un gobierno de izquierda. Los cambios esperados en el plano económico como son los de una reforma fiscal profunda, la desdolarización, el ingreso al ALBA y la eliminación o reducción el IVA no se ha realizado y quizás no se realicen en este gobierno.

Y lo que este gobierno ha hecho es seguir endeudando al país con préstamos de organismos internacionales, porque no se ha atrevido a enfrentar a los grandes empresarios y establecer que las empresas que más ganan paguen más.

Es interesante que no sean precisamente sectores de izquierda los que inician y encabezan este movimiento huelguístico, que surge de un sector – los empleados judiciales- que por medio de anteriores luchas ha logrado colocarse entre los mejor pagados. Pero este hecho no niega que la crisis también golpea a estos trabajadores.

Y es precisamente el hecho que están organizados lo que les permite resistir y luchar por más. La tesis que porque están bien pagados no deben ya luchar es una idea de derecha, responde a un pensamiento conservador que plantea que porque existe un gobierno democrático ya no debemos de luchar. Al contrario, hoy hay que luchar más.

Y no es casual que los que diariamente esta semana han envenenado las mentes de los sectores políticamente más atrasados de la población, esgrimiendo este burdo argumento, han sido las matrices mediáticas de la derecha, TCS, LPG, EDH, etc. Repetir este argumento es colocarse en el lado equivocado de la barricada de la lucha de clases, en compañía de la ANEP y de FUSADES.

La huelga de los empleados del órgano judicial, el llamado a paro de los maestros, la lucha de los trabajadores del Ministerio de Salud, de los trabajadores de la empresa Calvo, está justificado. Forman parte del esfuerzo de miles de trabajadores para conquistar en las calles la comida de sus hijas e hijas.

Es una lucha de carácter económica, legitima. Es una lucha donde miles de trabajadores hacen su experiencia y descubren que en este país solo se avanza luchando. Es una gran escuela. Es un desarrollo positivo. El conflicto trabajadores-estado pasa a ser el conflicto principal y desplaza al conflicto empresarios-gobierno.

Una victoria de los trabajadores fortalecerá el proceso de reactivación del movimiento popular y social y la ampliación de su agenda hacia temas de mediano plazo y de las reformas sociales que se necesitan mientras que una derrota puede conducir a un reflujo del movimiento social y a que lo electoral partidario pase a ocupar el primer plano de la agenda nacional.

El escenario de la lucha empresarial
Los capitalistas salvadoreños han logrado ya establecer que este gobierno no va tocar sus intereses. Es más, algunos saben que incluso pueden aumentar sus ganancias ya que los niveles de “gobernabilidad” son mayores. Otros están adivinando como insertarse para obtener ganancias y únicamente aquellos vinculados en el pasado directamente al control del gobierno se encuentran afectados.

No obstante esto, la gran empresa nacional continúa empeñada en arrinconar políticamente a este gobierno para evitar que se realice el más mínimo cambio de política económica. Y la ANEP encabeza este combate. Y pueden llevarlos a Brasil e incluso a Cuba pero ellos están claros que Mauricio Funes “no es de su equipo.” Y lo van a aislar y a desprestigiar.
Y su preocupación actual es evitar la emergencia de un movimiento social que obligue a los capitalistas a hacer concesiones salariales a sus trabajadores y disminuir así sus márgenes de ganancia. Por eso es que exigen mano dura contra esos sindicalistas “revoltosos”, “gangueros” “oportunistas.”

ANEP esta a la expectativa del desenlace del movimiento huelguístico de los empleados judiciales y maestros. Asimismo están presionando para que el Gobierno Funes inicie la focalización del subsidio al gas licuado este 1 de febrero. Con esto lograran además de aumentar ganancias, desgastar políticamente al régimen.

El escenario de la estabilidad y consolidación del Gobierno Funes.
La estrategia principal del Gobierno Funes en el plano político para garantizar su estabilidad y gobernabilidad es construir una gran alianza que vaya desde la izquierda hasta la derecha, desde el FMLN, pasando por el CD, Amigos de Mauricio y concluya en GANA. Es una estrategia audaz y políticamente correcta en el marco de aislar, neutralizar y derrotar al enemigo principal que es la derecha oligárquica representada en ARENA. Pero es una estrategia a construir, una apuesta política y su ejecución es sumamente difícil. Es claro en la actual correlación de fuerzas que quien atraiga a GANA gana. Pero esto no esta asegurado.

Mauricio Funes sabe que para gobernar se necesita nos solamente encuestas de opinión favorables, sino también plata y aliados. Ha conseguido plata mediante préstamos pero necesita una correlación de fuerzas favorable en la asamblea legislativa que le permita echar adelante sus proyectos. Mientras no exista un movimiento social que desde la calle exija el cumplimiento de las promesas electorales, Mauricio Funes seguirá ejercitando sus dotes equilibristas en la cuerda floja de favorecer a los empresarios y deleitar el oído de los sectores populares.

El FMLN es el pilar básico que sostiene el edificio del Gobierno Funes. Y debido a esto en algunos sectores de izquierda todo lo que se hace desde el Gobierno Funes es positivo. Y hablan hasta de “mi presiente.” Y todo lo que se hace en las alcaldías del FMLN es positivo. Y justifican el desalojo de vendedoras. Y se debe evitar criticar porque esto equivale a hacerle el juego a ARENA. Esta es una posición de derecha.

Y por otro lado, otro sector esgrime que todo lo que hace el Gobierno Funes es negativo, que nada ha cambiado. Que Funes es de derecha. Esta es una posición infantil de izquierda. Nosotros sostenemos que debemos de apoyar lo positivo y criticar lo negativo, apoyar los avances y denunciar los retrocesos e incumplimientos. Y que lo determinante es la lucha social para avanzar. El corazón de la esperanza esta en la lucha social para construir poder popular.

El escenario de la lucha político partidaria.
Es un año preelectoral y ya las maquinarias de los partidos están sumergidas en el laborioso y muchas veces desgastante ejercicio de la definición de candidaturas para alcaldes y diputados. El FMLN enfrentara por vez primera unas elecciones como partido de gobierno.

El FMLN ha logrado acumular a lo largo de 30 años un significativo capital político social. La llegada al gobierno lo ha fortalecido al asumir el gabinete social; ha acumulado una vasta experiencia legislativa y municipal, ha construido un poderoso andamiaje orgánico y cuenta con una vasta experiencia electoral. Es el referente principal del proyecto histórico de cambio. Tratara de evitar que la gente le pase la factura por las políticas económicas del Gobierno Funes.

ARENA por su parte, es un ente político que no se recupera del golpe sufrido en marzo del 2009. Y aunque cuenta con una base política amplia, y con el respaldo de un núcleo sólido de la oligarquía, su cabeza sigue aturdida, sin ver un horizonte claro y el proceso que inicia de definición de candidaturas lo va lastimar aun más.

GANA por otro lado, desarrolla un interesante trabajo territorial orientado a arrebatarle a ARENA su base de apoyo. El PCN y el PDC se debaten entre sus lealtades históricas a la oligarquía y las necesidades de insertarse en la realidad de un país con un gobierno que no es de derecha. El CD tratará de evitar la muerte súbita. El MDP nace con un discurso conciliatorio hacia el FMLN.

El presente es de lucha, el futuro es nuestro

Roberto Pineda
San Salvador, 23 de enero de 2011

Which way forward for the left?

There is a lively discussion in left progressive circles about the response to the tax (and unemployment insurance) extension compromise, and where to go after the midterm election set back. Left and progressive activists and voters have played a very important role in the fight against the extreme right-wing. I think most left people understand that the main danger to democracy and progress is coming from the extreme right, GOP/tea party and their powerful corporate backers.

The Communist Party will not agree with our liberal allies at every turn, but we keep pushing for unity, we keep working to find the tactics that keep a broad labor and people’s coalition, that keeps the movement for change going.

In my view, too many people are arguing that the compromise tax bill “is the last straw” and “I’m through with Obama.” This view singles out the tax breaks for the rich and largely ignores the concessions the GOP had to make to the working class. The fact is if the bill had been dumped it would have meant several million workers would go from low income to no income. Taxes would have gone up for working people.

And Republicans would still do their thing in the next Congress only with new powers.

I completely agree that it is wrong to continue tax breaks for billionaires. It’s like rewarding the crooks for their crimes. But that is not the whole picture.

In my opinion, a winning strategy has to be based on the real world; on the facts, not on subjective feelings that we all understandably have at this point. Serious change makers should not let those feelings be the sole guide as to how to move forward. If we want to win more economic and democratic rights for working people, minorities, women, young people, etc., it is self defeating to use this tax compromise difference to “break” with Obama. (I have to add that there are some voices who advocate a “break” that were never “with” the coalition to elect Obama in the first place.)

The stakes for our country and world are too high for any break — or left/progressive go it alone — tactics. Theories that promote “the worst things get, the better the opportunity for progressive change” are too simplistic and one dimensional. The problem is more complicated then that.

The economic crisis is deep, and millions of working people are suffering. The facts are that the Republicans policies deepened the crisis yet, they made the greatest gains in the last election.

The times we live in call for a strategy and tactics that will bring victories; victories that can be built on. Victories that will better conditions of life not create more suffering. Working and racially oppressed people have suffered enough.

Everybody understands that running an election and running a country are different. It is my view that the Obama administration policies and legislative victories have helped tens of millions of working families — perhaps more then any president in living memory — considering the short time and the challenges he faced in office. Much more needs to be done but this struggle is a marathon not a sprint.

Communists say that even though we are not in agreement with the president on many basic issues, he implemented many of his campaign promises. Progressive researchers who track that sort of thing give him pretty good marks.

A significant problem that the president and others had to grapple with was while the Democrats had a majority in both houses of Congress, they did not have a big enough majority in the Senate to stop the filibuster. And on many questions Democratic members of Congress were not united enough to win. It was a fragile coalition to say the least.

The first woman speaker of the House, Nancy Pelosi, and the progressive Democratic leadership did a heroic job from 2006-2010. They passed 290 pieces of legislation in the House that the U.S. Senate never acted on, everything from a clean energy bill to the DREAM Act.
The right-wing opposition to these bills and Obama policies have been unrelenting, unprincipled, well financed and well organized.

In my time, I have never seen a sitting president subjected to such an unrelenting, personal attacks. The level of racism and red-baiting, including violent threats, has been unprecedented.

What does it achieve when some on the left join in with the right wing, proclaiming Obama a liar who had deceived the voters; and worst of all that he was no different than Bush.

Tell that to all those workers who were able to put food on the table and keep their jobs and homes because of legislation proposed and passed by Obama and the Democrats in the Congress.

If it were the case — i.e. Obama is Bush, etc. — how do we explain those right-wing billionaires who finance so-called tea party and other anti-Obama movements. To these Bush supporters, Obama was the devil incarnate.

Some on the left saw any compromise with the right as “being too soft” rather then what was often a reflection of the real balance of power between the more lock step Republicans and divided Democrats.

I think Obama could have fought harder on many instances, but I also think when the racism was pouring down like acid rain polluting the atmosphere, and staining the political and moral fabric of the nation, the left was amazingly unresponsive. Too many times I heard people say it was Obama’s fault for not fighting back. But the movement could have fought back. Blaming Obama makes it seem that the attacks are acceptable. Is that a principled position? For me, it’s a form of capitulation to the extreme right and racism.

It’s important to note, if the results had been more positive on November 2, the movement would be discussing taking the political offensive to help working people survive this horrible crisis by creating new, green jobs, ending the wars and attacks on immigrants.

The right-wing racist attack did more than mobilize their base, it also demoralized and demobilized Democratic voters. Some Democratic and progressive voters went from a messianic view of Obama to demonizing him. Neither are the right assessments to make.

For progressives, adopting an anti-Obama strategy is totally self-defeating. How do we distinguish ourselves from Sen. Mitch McConnell’s and the Republicans’ main goal of bringing down Obama?

2012 has to be part of any strategic and tactical thinking after these midterm elections. The next president will either be Obama or some right wing Republican. That’s the reality for now. If the Republicans take control of all three branches of government — again — that will put the great majority of people on the defensive in the fight for economic and democratic rights. To not see that is a gross miscalculation of the right danger.
I think the most explosive issue is jobs and related economic crises — like evictions — facing working people. This will not be a easy time for the broad left/center coalition that brought the victory in 2006 and 2008.

One thing is clear to me, this fight cannot be won by making Obama the enemy. Those who are looking for a third party candidate on the left certainly have a right to do that, but it’s not the path to victory at this stage.

The path to victory is in the critical fight for jobs and related issues. It’s clear that the crisis of massive joblessness is not going to be solved in the halls of Congress and the White House alone. We need a united visible movement of the jobless to make it happen.

There needs to be a two year offensive for jobs through public works. In every city, state and town across the country we need to raise the demand.

Martin Luther King holiday weekend is an ideal occasion to kick off what should be a two year campaign all across the country.

King struggled for peace, jobs and freedom. The issue of jobs is not just an economic issue but a moral one, too. It can be linked to other issues including child welfare, poverty, immigrant rights, education, racial and gender equality, military spending and housing crisis.

Such a broad, grassroots movement will give real momentum to and build multi-racial unity for the 2012 elections. Franklin Roosevelt needed social movements to deliver the New Deal, and today, so does Obama.

Networks of Empire and Realignments of World Power

Imperial states build networks which link economic, military and political activities into a coherent mutually reinforcing system. This task is largely performed by the various institutions of the imperial state. Thus imperial action is not always directly economic, as military action in one country or region is necessary to open or protect economic zones. Nor are all military actions decided by economic interests if the leading sector of the imperial state is decidedly militarist.

Moreover, the sequence of imperial action may vary according to the particular conditions necessary for empire building. Thus state aid may buy collaborators; military intervention may secure client regimes followed later by private investors. In other circumstances, the entry of private corporations may precede state intervention.

In either private or state economic and/or military led penetration, in furtherance of empire-building, the strategic purpose is to exploit the special economic and geopolitical features of the targeted country to create empire-centered networks.

In the post Euro-centric colonial world, the privileged position of the US in its empire-centered policies, treaties, trade and military agreements is disguised and justified by an ideological gloss, which varies with time and circumstances. In the war to break-up Yugoslavia and establish client regimes, as in Kosovo, imperial ideology utilized humanitarian rhetoric. In the genocidal wars in the Middle East, anti-terrorism and anti-Islamic ideology is central.
Against China, democratic and human rights rhetoric predominates. In Latin America, receding imperial power relies on democratic and anti-authoritarian rhetoric aimed at the democratically elected Chavez government.

The effectiveness of imperial ideology is in direct relation to the capacity of empire to promote viable and dynamic development alternatives to their targeted countries. By that criteria imperial ideology has had little persuasive power among target populations.
The Islamic phobic and anti-terrorist rhetoric has made no impact on the people of the Middle East and alienated the Islamic world. Latin America’s lucrative trade relations with the Chavist government and the decline of the US economy has undermined Washington’s ideological campaign to isolate Venezuela.The US human rights campaign against China has been totally ignored throughout the EU, Africa, Latin America, Oceana and by the 500 biggest US MNC (and even by the US Treasury busy selling treasury bonds to China to finance the ballooning US budget deficit).

The weakening influence of imperial propaganda and the declining economic leverage of Washington, means that the US imperial networks built over the past half century are being eroded or at least subject to centrifugal forces. Former fully integrated networks in Asia are now merely military bases as the economies secure greater autonomy and orient toward China and beyond. In other words the imperial networks are now being transformed into limited operations’ outposts, rather than centers for imperial economic plunder.

Imperial Networks: The Central Role of Collaborators

Empire-building is essentially a process of penetrating a country or region, establishing a privileged position and retaining control in order to secure (1) lucrative resources, markets and cheap labor (2) establish a military platform to expand into adjoining countries and regions (3) military bases to establish a chock-hold over strategic road or waterways to deny or limit access of competitors or adversaries (4) intelligence and clandestine operations against adversaries and competitors.

History has demonstrated that the lowest cost in sustaining long term, long scale imperial domination is by developing local collaborators, whether in the form of political, economic and/or military leaders operating from client regimes. Overt politico-military imperial rule results in costly wars and disruption, especially among a broad array of classes adversely affected by the imperial presence.

Formation of collaborator rulers and classes results from diverse short and long term imperial policies ranging from direct military, electoral and extra-parliamentary activities to middle to long term recruitment, training and orientation of promising young leaders via propaganda and educational programs, cultural-financial inducements, promises of political and economic backing on assuming political office and through substantial clandestine financial backing.

The most basic appeal by imperial policy-makers to the “new ruling class” in emerging client state is the opportunity to participate in an economic system tied to the imperial centers, in which local elites share economic wealth with their imperial benefactors. To secure mass support, the collaborator classes obfuscate the new forms of imperial subservience and economic exploitation by emphasizing political independence, personal freedom, economic opportunity and private consumerism.

The mechanisms for the transfer of power to an emerging client state combine imperial propaganda, financing of mass organizations and electoral parties, as well as violent coups or ‘popular uprisings’. Authoritarian bureaucratically ossified regimes relying on police controls to limit or oppose imperial expansion are “soft targets”. Selective human rights campaigns become the most effective organizational weapon to recruit activists and promote leaders for the imperial-centered new political order. Once the power transfer takes place, the former members of the political, economic and cultural elite are banned, repressed, arrested and jailed. A new homogenous political culture of competing parties embracing the imperial centered world order emerges.

The first order of business beyond the political purge is the privatization and handover of the commanding heights of the economy to imperial enterprises. The client regimes proceed to provide soldiers to engage as paid mercenaries in imperial wars and to transfer military bases to imperial forces as platforms of intervention. The entire “independence charade” is accompanied by the massive dismantling of public social welfare programs (pensions, free health and education), labor codes and full employment policies. Promotion of a highly polarized class structure is the ultimate consequence of client rule. The imperial-centered economies of the client regimes, as a replica of any commonplace satrap state, is justified (or legitimated) in the name of an electoral system dubbed democratic – in fact a political system dominated by new capitalist elites and their heavily funded mass media.

Imperial centered regimes run by collaborating elites spanning the Baltic States, Central and Eastern Europe to the Balkans is the most striking example of imperial expansion in the 20th century. The break-up and take-over of the Soviet Union and the Eastern bloc and its incorporation into the US led NATO alliance and the European Union resulted in imperial hubris. Washington made premature declarations of a unipolar world while Western Europe proceeded to plunder public resources, ranging from factories to real estate, exploiting cheap labor, overseas and via immigration, drawing on a formidable ‘reserve army’ to undermine living standards of unionized labor in the West.

The unity of purpose of European and US imperial regimes allowed for the peaceful joint takeover of the wealth of the new regions by private monopolies. The imperial states initially subsidized the new client regimes with large scale transfers and loans on condition that they allowed imperial firms to seize resources, real estate, land, factories, service sectors, media outlets etc. Heavily indebted states went from a sharp crises in the initial period to ‘spectacular’ growth to profound and chronic social crises with double digit unemployment in the 20 year period of client building. While worker protests emerged as wages deteriorated, unemployment soared and welfare provisions were cut, destitution spread. However the ‘new middle class’ embedded in the political and media apparatuses and in joint economic ventures are sufficiently funded by imperial financial institutions to protect their dominance.

The dynamic of imperial expansion in East, Central and Southern Europe however did not provide the impetus for strategic advance, because of the ascendancy of highly volatile financial capital and a powerful militarist caste in the Euro-American political centers. In important respects military and political expansion was no longer harnessed to economic conquest. The reverse was true: economic plunder and political dominance served as instruments for projecting military power.

Imperial Sequences: From War for Exploitation to Exploitation for War

The relations between imperial military policies and economic interests are complex and changing over time and historical context. In some circumstances, an imperial regime will invest heavily in military personnel and augment monetary expenditures to overthrow an anti-imperialist ruler and establish a client regime far beyond any state or private economic return. For example, US wars in Iraq and Afghanistan, proxy wars in Somalia and Yemen have not resulted in greater profits for US multinational corporations’ nor has it enhanced private exploitation of raw materials, labor or markets.
At best, imperial wars have provided profits for mercenary contractors, construction companies and related ‘war industries’ profiting through transfers from the US treasury and the exploitation of US taxpayers, mostly wage and salary earners.

In many cases, especially after the Second World War, the emerging US imperial state lavished a multi-billion dollar loan and aid program for Western Europe. The Marshall Plan forestalled anti-capitalist social upheavals and restored capitalist political dominance. This allowed for the emergence of NATO (a military alliance led and dominated by the US). Subsequently, US multi-national corporations invested in and traded with Western Europe reaping lucrative profits, once the imperial state created favorable political and economic conditions. In other words imperial state politico-military intervention preceded the rise and expansion of US multi-national capital. A myopic short term analysis of the initial post-war activity would downplay the importance of private US economic interests as the driving force of US policy. Extending the time period to the following two decades, the interplay between initial high cost state military and economic expenditures with later private high return gains provides a perfect example of how the process of imperial power operates.

The role of the imperial state as an instrument for opening, protecting and expanding private market, labor and resource exploitation corresponds to a time in which both the state and the dominant classes were primarily motivated by industrial empire building.

US directed military intervention and coups in Iran (1953), Guatemala (1954), Chile (1973), the Dominican Republic (1965) were linked to specific imperial economic interests and corporations. For example, US and English oil corporations sought to reverse the nationalization of oil in Iran. The US, United Fruit Company opposed the agrarian reform policies in Guatemala. The major US copper and telecommunication companies supported and called for the US backed coup in Chile.

In contrast, current US military interventions and wars in the Middle East, South Asia and the Horn of Africa are not promoted by US multi-nationals. The imperial policies are promoted by militarists and Zionists embedded in the state, mass media and powerful ‘civil’ organizations. The same imperial methods (coups and wars) serve different imperial rulers and interests.

Clients, Allies and Puppet Regimes

Imperial networks involve securing a variety of complementary economic, military and political ‘resource bases’ which are both part of the imperial system and retain varying degrees of political and economic autonomy.

In the dynamic earlier stages of US Empire building, from roughly the 1950’s – 1970’s, US multi-national corporations and the economy as a whole dominated the world economy. Its allies in Europe and Asia were highly dependent on US markets, financing and development. US military hegemony was reflected in a series of regional military pacts which secured almost instant support for US regional wars, military coups and the construction of military bases and naval ports on their territory. Countries were divided into ‘specializations’ which served the particular interests of the US Empire. Western Europe was a military outpost, industrial partner and ideological collaborator. Asia, primarily Japan and South Korea served as ‘frontline military outposts’, as well as industrial partners. Indonesia, Malaysia, the Philippines were essentially client regimes which provided raw materials as well as military bases. Singapore and Hong Kong were financial and commercial entrepots. Pakistan was a client military regime serving as a frontline pressure on China.
Saudi Arabia, Iran and the Gulf mini-states, ruled by client authoritarian regimes, provided oil and military bases. Egypt and Jordan and Israel anchored imperial interests in the Middle East. Beirut served as the financial center for US, European and Middle East bankers.

Africa and Latin America including client and nationalist-populist regimes were a source of raw materials as well as markets for finished goods and cheap labor.

The prolonged US-Vietnam war and Washington’s subsequent defeat eroded the power of the empire. Western Europe, Japan and South Korea’s industrial expansion challenged US industrial primacy. Latin America’s pursuit of nationalist, import – substitution policies forced US investment toward overseas manufacturing. In the Middle East nationalist movements toppled US clients in Iran and Iraq and undermined military outposts. Revolutions in Angola, Namibia, Mozambique, Algeria, Nicaragua and elsewhere curtailed Euro-American ‘open ended’ access to raw materials, at least temporarily.

The decline of the US Empire was temporarily arrested by the collapse of Communism in the Soviet Union and Eastern Europe and the establishment of client regimes throughout the region. Likewise the upsurge of imperial-centered client regimes in Latin America between the mid 1970’s to the end of the 1990’s gave the appearance of an imperialist recovery. The 1990’s however was not the beginning of a repeat of the early 1950’s imperial take off: it was the “last hurrah” before a long term irreversible decline.

The entire imperial political apparatus, so successful in its clandestine operations in subverting the Soviet and Eastern European regimes, played a marginal role when it came to capitalizing on the economic opportunities which ensued. Germany and other EU countries led the way in the takeover of lucrative privatized enterprises. Russian- Israeli oligarchs(seven of the top eight) seized and pillaged privatized strategic industries, banks and natural resources. The principal US beneficiaries were the banks and Wall Street firms which laundered billions of illicit earnings and collected lucrative fees from mergers, acquisitions, stock listings and other less than transparent activities. In other words, the collapse of Soviet collectivism strengthened the parasitical financial sector of the US Empire. Worse still, the assumption of a ‘unipolar world’ fostered by US ideologues, played into the hands of the militarists, who now assumed that former constraints on US military assaults on nationalists and Soviet allies had disappeared. As a result military intervention became the principle driving force in US empire building, leading to the first Iraq war, the Yugoslav and Somali invasion and the expansion of US military bases throughout the former Soviet bloc and Eastern Europe.

At the very pinnacle of US global-political and military power during the 1990’s, with all the major Latin American regimes enveloped in the empire-centered neo-liberal warp, the seeds of decay and decline set in.

The economic crises of the late 1990’s, led to major uprisings and electoral defeats of practically all US clients in Latin America, spelling the decline of US imperial domination. China’s extraordinary dynamic and cumulative growth displaced US manufacturing capital and weakened US leverage over rulers in Asia, Africa and Latin America. The vast transfer of US state resources to overseas imperial adventures, military bases and the shoring up of clients and allies led to domestic decline.

The US empire, passively facing economic competitors displacing the US in vital markets and engaged in prolonged and unending wars which drained the treasury, attracted a cohort of mediocre policymakers who lacked a coherent strategy for rectifying policies and reconstructing the state to serve productive activity capable of ‘retaking markets’. Instead the policies of open-ended and unsustainable wars played into the hands of a special sub-group (sui generis) of militarists, American Zionists. They capitalized on their infiltration of strategic positions in the state, enhanced their influence in the mass media and a vast network of organized “pressure groups” to reinforce US subordination to Israel’s drive for Middle East supremacy.

The result was the total “unbalancing” of the US imperial apparatus: military action was unhinged from economic empire building. A highly influential upper caste of Zionist-militarists harnessed US military power to an economically marginal state (Israel), in perpetual hostility toward the 1.5 billion Muslim world. Equally damaging, American Zionist ideologues and policymakers promoted repressive institutions and legislation and Islamophobic ideological propaganda designed to terrorize the US population. Equally important islamophobic ideology served to justify permanent war in South Asia and the Middle East and the exorbitant military budgets, at a time of sharply deteriorating domestic socio-economic conditions. Hundreds of billions of dollars were spent unproductively as “Homeland Security” which strived in every way to recruit, train, frame and arrest Afro-American Muslim men as “terrorists”.
Thousands of secret agencies with hundreds of thousands of national, state and local officials spied on US citizens who at some point may have sought to speak or act to rectify or reform the militarist-financial-Zionist centered imperialist policies.

By the end of the first decade of the 21st century, the US empire could only destroy adversaries (Iraq, Pakistan, and Afghanistan) provoke military tensions (Korean peninsula, China Sea) and undermine relations with potentially lucrative trading partners (Iran, Venezuela). Galloping authoritarianism fused with fifth column Zionist militarism to foment islamophobic ideology. The convergence of authoritarian mediocrities, upwardly mobile knaves and fifth column tribal loyalists in the Obama regime precluded any foreseeable reversal of imperial decay.

China’s growing global economic network and dynamic advance in cutting edge applied technology in everything from alternative energy to high speed trains, stands in contrast to the Zionist-militarist infested empire of the US.
The US demands on client Pakistan rulers to empty their treasury in support of US Islamic wars in Afghanistan and Pakistan, stands in contrast to the $30 billion dollar Chinese investments in infrastructure, energy and electrical power and multi-billion dollar increases in trade.

US $3 billion dollar military subsidies to Israel stand in contrast to China’s multi-billion dollar investments in Iranian oil and trade agreements. US funding of wars against Islamic countries in Central and South Asia stands in contrast to Turkey’s expanding economic trade and investment agreements in the same region. China has replaced the US as the key trading partner in leading South American countries, while the US unequal “free trade” agreement(NAFTA) impoverishes Mexico. Trade between the European Union and China exceeds that with the US.
In Africa, the US subsidizes wars in Somalia and the Horn of Africa, while China signs on to multi-billion dollar investment and trade agreements, building up African infrastructure in exchange for access to raw materials. There is no question that the economic future of Africa is increasingly linked to China.

The US Empire, in contrast, is in a deadly embrace with an insignificant colonial militarist state (Israel), failed states in Yemen and Somalia, corrupt stagnant client regimes in Jordan and Egypt and the decadent rent collecting absolutist petrol-states of Saudi Arabia and the Gulf. All form part of an unproductive atavistic coalition bent on retaining power via military supremacy. Yet Empires of the 21st century are built on the bases of productive economies with global networks linked to dynamic trading partners.

Recognizing the economic primacy and market opportunities linked to becoming part of the Chinese global network, former or existing US clients and even puppet rulers have begun to edge away from submission to US mandates. Fundamental shifts in economic relations and political alignments have occurred throughout Latin America. Brazil, Venezuela, Bolivia and other countries support Iran’s non-military nuclear program in defiance of Zionist led Washington aggression. Several countries have defied Israel-US policymakers by recognizing Palestine as a state.
Trade with China surpasses trade with the US in the biggest countries in the region.

Puppet regimes in Iraq, Afghanistan and Pakistan have signed major economic agreements with China, Iran and Turkey even while the US pours billions to bolster its military position. Turkey an erstwhile military client of the US-NATO command broadens its own quest for capitalist hegemony by expanding economic ties with Iran, Central Asia and the Arab-Muslim world, challenging US-Israeli military hegemony.

The US Empire still retains major clients and nearly a thousand military bases around the world. As client and puppet regimes decline, Washington increases the role and scope of extra-territorial death squad operations from 50 to 80 countries. The growing independence of regimes in the developing world is especially fueled by an economic calculus: China offers greater economic returns and less political-military interference than the US.
Washington’s imperial network is increasingly based on military ties with allies: Australia, Japan, South Korea, Taiwan in the Far East and Oceana; the European Union in the West; and a smattering of Central and South American states in the South. Even here, the military allies are no longer economic dependencies: Australia and New Zealand’s principle export markets are in Asia (China). EU-China trade is growing exponentially. Japan, South Korea and Taiwan are increasingly tied by trade and investment with China … as is Pakistan and India.

Equally important new regional networks which exclude the US are growing in Latin America and Asia, creating the potential for new economic blocs.

In other words the US imperial economic network constructed after World War II and amplified by the collapse of the USSR is in the process of decay, even as the military bases and treaties remain as a formidable ‘platform’ for new military interventions.

What is clear is that the military, political and ideological gains in network-building by the US around the world with the collapse of the USSR and the post-Soviet wars are not sustainable. On the contrary the overdevelopment of the ideological-military-security apparatus raised economic expectations and depleted economic resources resulting in the incapacity to exploit economic opportunities or consolidate economic networks. US funded “popular uprisings” in the Ukraine led to client regimes incapable of promoting growth. In the case of Georgia, the regime engaged in an adventurous war with Russia resulting in trade and territorial losses. It is a matter of time before existing client regimes in Egypt, Jordan, Saudi Arabia, the Philippines and Mexico will face major upheavals, due to the precarious bases of rule by corrupt, stagnant and repressive rulers.

The process of decay of the US Empire is both cause and consequence of the challenge by rising economic powers establishing alternative centers of growth and development. Changes within countries at the periphery of the empire and growing indebtedness and trade deficits at the ‘center’ of the empire are eroding the empire. The existing US governing class, in both its financial and militarist variants show neither will nor interest in confronting the causes of decay. Instead each mutually supports the other: the financial sector lowers taxes deepening the public debt and plunders the treasury. The military caste drains the treasury in pursuit of wars and military outposts and increases the trade deficit by undermining commercial and investment undertakings.