Cuesta abajo
Jorge Gómez Barata
MONCADA
Sin quererlo ni buscarlo, José “Pepe” Mujica, el carismático ex presidente de Uruguay, anotará “medio gol” en puerta propia cuando su mujer, la senadora Lucía Topolansky asuma la vicepresidencia del país en sustitución de Raúl Sendic, quien renunció al cargo en el más reciente golpe que la izquierda latinoamericana se autoinfringe.
En esencia se trata de una curiosidad constitucional generada por la disposición de que, en caso de ausencia definitiva del vicepresidente, este cargo sea cubierto por el senador que más votos hubiera alcanzado en la elección precedente, condición ostentada por el expresidente Mujica.
Ocurre que tal sustitución reglamentaria no puede efectuarse debido a que el vicepresidente es sustituto del presidente, cargo en el cual Mujica no podría ser investido porque eventualmente podría convertirse en presidente de la República, función que en Uruguay no puede ser ejercida por la misma persona en períodos sucesivos.
Lucía Topolansky de 72 años, como su marido, ex integrante del movimiento de liberación Tupamaro y una figura emblemática de la política local, asume el puesto en lugar de Mujica por ser la segunda senadora más votada. En esta ocasión, aunque por persona interpuesta, el simpático y eficaz Mujica regresará al Ejecutivo nacional, ahora como vicepresidente consorte.
Curiosidades aparte, el hecho involucra al Frente Amplio, una de las formaciones políticas progresistas mejor ubicadas en los ambientes políticos regionales, asociándolo con actos de corrupción, cosa que en América Latina se reitera y se reproduce como si fuera un virus. Para variar, esta vez se trata de hechos cometidos en uno de los países donde la corrupción tiene menos presencia.
Resulta que entre 2010 y 2013, años en que presidió la Administración Nacional de Combustibles, Alcohol y Portland (ANCAP) una mega empresa pública, Sendic utilizó una tarjeta de crédito corporativa para realizar compras tan frívolas como joyas, artículos electrónicos, souvenirs y muebles y otros cachivaches.
Aunque ridícula y de poca monta, la palabra corrupción se suma a los cuestionamientos por lo que parece ser una gestión empresarial deficiente y a confusiones en torno a un título universitario que apareció en su currículo y cuya verosimilitud no pudo probar. De ese modo lo que era una prometedora figura emergente de la izquierda uruguaya, obviamente presidenciable, cavó su propia tumba, ahorrándole trabajo al imperio.
Cuando parecía que era poco lo que se podía agregar al mal momento de la izquierda latinoamericana, algunas de cuyas figuras emblemáticas están enredadas en complejas manipulaciones políticas y judiciales, incluso asociadas con actos de corrupción, la defenestración de Raúl Sendic es una pésima noticia y un favor que se hace a la derecha.
Ojalá la tendencia pare y pueda realizarse un control de daños e iniciarse una reconstrucción general. Allá nos vemos.
La Habana, 13 de septiembre de 2017