De la “parusía” de los dioses a la “invasión “

Tercera parte
De la “invasión “ al “des-cubrimiento” del Otro

En esta Tercera Parte tomamos, decidida y metódicamente, la “otra”
perspectiva en la “interpretación” -es decir, es una hermenéutica desde
“el Otro”- de 1492. Dicha fecha deja de ser ahora un momento histórico y deviene un acontecer “mítico”, por ello profundamente racional pero revestido del doble sentido del símbolo, de la metáfora1.

1 Véase en Paul Ricoeur la rica significación de la “metáfora” en su obra La métaphore vive, Seuil, Paris, 1975.

“1492” deviene el comienzo de un “discurso”, aun de un “texto” (en el
caso de los mayas o aztecas), que queremos describir en su “sentido”.
Esto es lo que no se ha podido entender: el “descubrimiento” como
“invención” de la Europa Occidental acontece en el movimiento hegeliano Oriente-Occidente (Asia, Medio Oriente, Europa, Océano Atlántico hacia América) y como reconocimiento y control de un continente
situado en el Atlántico entre Europa y el Asia.

En nada queremos disminuir la importancia de este hecho, y le hemos dedicado la Primera Parte de estas Conferencias. Pero lo que no se quiere ver es que en el movimiento Occidente-Oriente (Medio Oriente, Asia, Océano Pacífico hacia América), que es el de nuestros indígenas, “1492” deviene un acontecer mítico, metafórico, el de la “Parusía” de dioses desconocidos (primera figura, Gestalt), que descubiertos después como humanos se transforman en bestiales “invasores” (segunda figura, y con ella se suplanta el mito sacrificial azteca, por ejemplo, por el mito sacrificial de la Modernidad).

Desde el “mundo” indígena se comprenderá que se ha consumado el “fin del mundo” (tercera figura). Todo el “sentido” de “1492” desde el mundo indígena (que será diacrónico, porque comenzando en 1492 en las islas caribeñas del Atlántico no se ha cumplido aún en algunas tribus y clanes del Amazonas en 1992; por lo tanto, éstos están hoy antes del 1492 mítico) tiene, es evidente, un “sentido humano”, que puede ser descrito racional y hermenéuticamente.

Esa” otra” interpretación es real y debe ser objeto de estudio. Que no
sea el “descubrimiento” de un continente, globalmente, como para la
mirada moderno-europea: ¡es evidente! Pero que sea una interpretación
humana y de extrema importancia hasta nuestros días, porque nos revela la vigencia sacrificial del “mito de la Modernidad” en la periferia, es lo que se les ha escapado a muchos, desde un eurocentrismo dominante -en Europa, en Estados Unidos, en América Latina y otras partes del Mundo Periférico.

Conferencia 7
De la “parusía” de los dioses a la “invasión “

“In teteu inan in tetu ita, in Huehuetéutl [Madre de los dioses, Padre de los dioses, el Dios viejo]1, yaciendo2 en el ombligo de la Tierra, metido en un encierro3 de turquesas. El que está en las aguas color de pájaro azul4, el que está encerrado en nubes5, el Dios viejo, el que habita en las sombras de la región de los muertos6, el señor del fuego y del año”.
(Canto a Ometéotl, el ser originario de los tlamaltinime aztecas)7.

1 El “Dios viejo” es Omotéotl, principio originario dual: Madre-Padre, como el “Alom-Qaholom” (Madre-Padre originario) de los mayas. Véase Popol-Vuh (FCE, México, 1990, pp. 23 y 164). Es la “divina dualidad” originaria (que nos recuerda los “gemelos” de todas las otras culturas americanas, desde las praderas norteamericanas, hasta el Caribe, el Amazonas y hasta la Tierra del Fuego). El principio dual en Heráclito indicaba lo mismo.
2 Este “estar tendido”, “descansando”, “yaciendo”, da la idea de estar debajo, fundamentar, ser la última referencia, en el sentido del Absoluto como fundamento (als Grund, para el Hegel de la Lógica Mayor y Menor). “Estar yaciendo (ónoc)” como fundamento del universo es darle su “verdad”.
3 Sería el concepto del “en sí (in sich)”.
4 El Océano, los mares del Norte y del Sur del imperio azteca.
5 El cielo “de arriba”, ya que las mismas aguas “de abajo”, de los Océanos, se continúan en el cielo, como las aguas de arriba.
6 “El abajo”, el reino que cierra la trilogía: Cielo-Tierra-Hades, como en los cultos de la Mesopotamia. Ese abajo (topan mictlan) era la “región de los muertos”, que debe distinguirse de Tllocan o el paraíso de los justos.
7 Citado de Miguel León Portilla, La filosofía náhuatl, UNAM, México, 1979, p.93.

Deseamos exponer el “sentido de 1492” -que no es otro sino “la
primera experiencia de los europeos modernos”- desde el “mundo” de
los aztecas, ya que la conquista propiamente dicha comenzó en México.
Nos referiremos a otras culturas en algunos casos para sugerir otras exposiciones, sabiendo que son sólo pocos ejemplos entre los muchos posibles y sólo valen a manera de mera “indicación” de la problemática. Además, y en vista de continuar un diálogo intercultural iniciado en 1989 en Freiburg8, me referiré en primer lugar a la existencia del pensamiento reflexivo abstracto en nuestro continente.

8 Con Karl-Otto Apel hemos dialogado en México en 1991 sobre la existencia o no de la filosofía en la protohistoria americana anterior a la llegada de los europeos, y sobre la posibilidad o no de una Aufklärung (Ilustración), al menos en el sentido jasperiano de la “Edad eje (Achsenzeit)”.

7.1. El “tlamatini”

Entre las culturas nómadas (primer grado) o de plantadores aldeanos
(como la de los guaraníes) no había diferenciación social suficiente
para que se distinguiera una función tal como la del “filósofo“9.

9 Aquí en el sentido griego originario, de “amante de la sabiduría” y por lo tanto filósofo-teólogo actual, antes de la secularización, producto del cristianismo (que transforma desde el siglo III d. C., al filósofo en un noteólogo cristiano).

Mientras que en las culturas urbanas se perfila claramente esa figura
social. Leemos en los Comentarios reales de los incas de Garcilaso
de la Vega:
“Demás de adorar al Sol por dios visible, a quien ofrecieron sacrificios
e hicieron grandes fiestas […], los Reyes Incas y sus amautas, que
eran como filósofos [comenta Garcilaso de la Vega], rastrearon con
lumbre natural al verdadero sumo Dios y Señor Nuestro, que crió el
cielo y la tierra […] al cual llamaron Pachacámac: es nombre compuesto
de Pacha, que es mundo universo, y de Cámac, participio presente
del verbo cama, que es animar, el cual verbo se deduce del nombre
cama, que es alma. Pachacámac quiere decir el que da ánima al mundo
universo, y en toda su propia y entera significación quiere decir el
que hace con el universo lo que el ánima con el cuerpo […] Tuvieron
al Pachacámac en mayor veneración interior que al Sol, que, como he
dicho, no osaban tomar su nombre en la boca […] y por esto no le
hacían templos ni le ofrecían sacrificios, más que lo adoraban en su
corazón (esto es, mentalmente) y le tenían por Dios no conocido“10.

10 Libro II, cap. 2; Editorial Universo, Lima, t. I, 1967, p. 74. El Inca Garcilaso
agrega poco después: “El cual, en decir que el Dios de los cristianos y el
Pachacámac era todo uno” (Ibíd., p. 75). Critica la interpretación de Pedro
de Cieza, que “por ser español no sabía la lengua tan bien como yo, que soy
indio Inca” (Ibid., p. 74).

Los “amautas” tenían funciones propias en el Imperio, y proponían
a Pachacámac (de la costa del Perú) o Illa-Ticsi Huiracocha Pachayachic
(Esplendor originario, Señor, Maestro del Mundo) como el principio
primero del universo. Entre los aztecas tenemos más testimonios:
el “tlamatini”11 tiene una definición social mucho más
clara.

11 Viene de “mati”: él sabe, él conoce; “tla”: cosa o algo; “ni”, que da carácter
sustantivado: el que sabe. “Tlamatini”: el que sabe algo.

Bernardino de Sahagún, en su Historia general de las cosas de
Nueva España, en el libro X, cuando habla de los oficios, después de
describir al carpintero, cantero, albañil, pintor y cantor, se refiere al
tlamatini12.
12 Cap. VII; Ed. Porrúa, México, 1975, p. 555. Cabe destacarse que el “pintor” es un oficio principal, ya que también pintaba los códices sagrados; lo mismo el cantor, que deberá entonar el “canto” -en el sentido que hemos visto entre los guaraníes, pero ahora ritualizado con un esplendor sin medida mayor que en los sencillos y pobres pueblos de las selvas tropicales.

De manera que había clases, funciones y oficios perfectamente definidos. Los gobernantes, los jueces, los guerreros, los sacerdotes, y, específicamente delimitado, los “sabios” Sahagún escribe al margen del manuscrito: “filósofos”, de los cuales Fernando de Alva Ixtlizóchitl nos dice:

“Los filósofos o sabios que tenían entre ellos (los aztecas) a su cargo pintar todas las ciencias que sabían y alcanzaban y enseñar de memoria todos los cantos que conservaban sus ciencias e historias” (13).

13 Obras históricas, México, t. II, 1892, p. 18. En Colloquios y Doctrina Christiana (Sterbende Götter und Christliche Heilsbotschaft, editada por W. Lehmann, Stuttgart, 1949, pp. 96-97), leemos, después de describir la función de los que gobiernan, de los sacerdotes y los astrónomos, una quinta función social: “Los que están mirando, los que cuentan, los que vuelven ruidosamente las hojas de los códices, los que tienen en su poder la tinta negra
y roja y lo pintado; ellos nos llevan, nos guían, nos dicen el camino”. Es el tlamatini.

Del “tlamatini”, que eran educados en el Calmécac (escuela de sabios
escrupulosamente reglamentada)14, tenemos una espléndida
definición.
14 Argumento éste fuerte para mostrar la existencia de una filosofía azteca.

León Portilla va indicando el profundo sentido de cada palabra en náhuatl; nosotros nos referiremos a alguna de ellas solamente:
“El tlamatini, una luz, una tea, una gruesa tea que no ahuma15.
15 Al no ahumar es clara, transparente, lúcida.

Espejo horadado, un espejo agujereado de ambos lados16.
16 Los dioses miraban a través de un agujero a la tierra; pero también miraban los cielos los astrónomos por un objeto horadado. “ Agujereado de ambos lados” significa descubrir el sentido de lo humano desde los dioses y de los dioses desde lo humano.

Suya es la tinta negra y roja […]. El mismo es escritura y sabiduría. Es camino y guía veraz para otros […] El sabio verdadero es cuidadoso y guarda la tradición. Suya es la sabiduría trasmitida, él es quien la enseña, sigue
la verdad17.

17 Verdad: “Neltiliztli”, de la raíz “nelhuáyotl: cimiento, fundamento (como el
“fundamento de la palabra” guaraní); y también de “tla-nél-huatl”: raíz. “Podemos
concluir que la preocupación náhuatl al inquirir si algo era verdad o estaba de pie [como entre los guaraníes], se dirigía a querer saber si había algo fijo, bien cimentado, que escapara al sólo un poco aquí, a la vanidad de las cosas que están sobre la tierra (tlaltícpac), que parecen un sueño” (León Portilla, Op. cit., p. 61). Es toda la cuestión de la “fundamentación”: “¿acaso son verdad los hombres? Por tanto ya no es verdad nuestro canto. ¿Qué por ventura está en pie?” (Ms. Cantares mexicanos, folio 10, v.; León
Portilla, Ibíd., p. 327).

Maestro de la verdad, no deja de amonestar. Hace sabios los rostros de los otros18, hace a los otros tomar un rostro, los hace desarrollarlo […] Pone un espejo delante de los otros19 […] Hace que aparezca su propio rostro […] Aplica su luz sobre el mundo20 […] Gracias a él la gente humaniza su querer21 y recibe una disciplinada enseñanza” (22, pág. 113).

18 “Teixtlamachtiani”: el que hace rico o comunica algo a otro. “Ix” (de “ixtli”): cara, rostro; “te”: el otro. El “rostro” o “cara” es el ser del otro. La expresión “teixicuitiani” es aún más poderosa en expresión: hace tomar
“rostro” propio a los otros (los personaliza, individualiza). Y, por último:
“teixtomani”, hace desarrollar el rostro del otro. Una persona “sin rostro”
significa que es ignorante, que va a la deriva, que no descubre sentido en
nada ni en sí mismo. “Tiene rostro” el educado, el que puede descubrir un
sentido crítico que trasciende el mero tlalticpac (“sobre la tierra”, lo
efímero, lo “fenoménico”, la “doxa” platónica): “como en sueños”. Toda la
sabiduría consiste en sobrepasar el tlaltipac (lo terrestre) para pasar a “1o
que nos sobrepasa” (topan mictlan), lo trascendente. Existe aquí una “Ilustración (Aufkärung)” explícita. Estamos, al menos, en el nivel de los poemas de Parménides y los oráculos de Heráclito. Es decir, en el “Achsenzeit” jasperiano, como entre los Presocráticos. León Portilla lo prueba abundante y profundamente, y sus argumentos podríamos desarrollarlos ampliamente, pero en razón del corto espacio de estas Conferencias no podemos hacerlo.
19 “Tetezcaviani”: de “tezcatl” y “tezcavia”, poner un espejo a los otros. El
“espejo” es explícitamente la reflexión crítica, lo “especulativo”, el poder
mirarse a sí mismo, el superar el sin-sentido. El “tlamatini “ pone entonces
un espejo ante el rostro del otro, para que se descubra, para que lo reconstruya,
para que lo desarrolle…
20 Mundo es un concepto fundamental: “cemanáhuac”: es el anillo completo
del agua; de “cem”: enteramente, todo; “a(tl)”: agua; “náhuac”: anillo. Es todo el “mundo”, México, desde el Mar del Norte (el Caribe, Atlántico) hasta el Mar del Sur (Pacífico). El Océano (“teóatl”) es el agua divina, que se junta con el cielo (“ilhuicaatl”), también agua divina, porque ambas son idénticas. (Véase Eduard Seler, Gesammelte Abhandlungen zur Amerikanischen Sprach undAltertumskunde, Ascher und Behrend, Berlín, t. IV, 1923, p. 3). “ Aplica su luz sobre el mundo” significa entonces: observa y descubre con su luz, su inteligencia, el misterio o el aspecto del mundo. “Tla-iximantini”: que por su rostro-aspecto conoce a las cosas.
21 “Itech netlacaneco”. De “ne-tlaca-neco”: “-neco” (él es querido), “tlácatl”
(ser humano), “ne-” (prefijo impersonal). Es decir, “es querida humanamente
la gente” gracias a él (“itech”). De otra manera, humaniza, hace civilizada, educada, hace moralmente sostenible el querer, el amor. Se trata de
la delicadeza de la subjetividad, del trato paciente, humilde, profundo, solidario.
22 León Portilla, La filosofía náhuatl, pp. 65-74.

Tan importante como la descripción positiva del sabio es la negativa, la del “falso sabio“23, lo que nos confirma en la opinión de que había un pensar no meramente “mítico”, sino estrictamente “conceptual” aunque en base a metáforas (metáforas conceptuales24 y no meramente símbolos míticos).
23 Entre otras facetas: “Hechicero que hace volver el rostro del otro (teixcuepani)”;
es decir, en vez de mostrarle al otro su rostro para que lo pueda realizar,
le muestra la nuca, no puede ver su rostro. Podríamos decir que los
europeos en el “descubrimiento” de América sólo vieron “un rostro vuelto
hacia atrás” (en-cubierto). O “hace perder su rostro a los otros (teixpoloa)”
(León Portilla, Op. cit., p. 73).
24 “Todos los cantares de éstos son compuestos por unas metáforas tan oscuras que apenas hay quien las entienda, si muy de propósito no se estudian y platican para entender el sentido de ellas. Yo me he puesto de propósito a escuchar con mucha atención lo que cantan y entre las palabras y términos de la metáfora, y paréceme disparate y, después, platicando y conferido, son admirables sentencias, así en lo divino que agora componen, como en los cantares humanos que componen” (Diego Durán, Historia de las Indias
de Nueva España e islas de Tierra Firme, Porrúa, México, t. I,1967, p. 21).
Un elemento a tenerse igualmente en cuenta es la existencia de una
institución social: el Calmécac, escuela de momachtique (estudiantes).
Allí los jóvenes, que dejaban sus familias desde los seis a nueve años
para integrarse a la “comunidad” (lcniuhyotl), tenían una vida absolutamente
reglamentada25, cuyo centro consistía en los “diálogos” o las “conversaciones” entre los sabios (Huehuetlatolli)26.
25 “Limpiaban la casa todos a las cuatro de la mañana […] La comida que
hacían la guisaban en la casa de Calmécac […] Cada media noche todos se
levantaban a hacer oración, y al que no se levantaba y despertaba, castigábanle
punzándole las orejas, el pecho, muslos y piernas” (B. de Sahagún,
Historia general de las cosas de Nueva España, México, 1829, t. I,
p. 327).
26 En náhuatl un “tratado filosófico” debería traducirse por “diálogo” o “conversación”
como los Diálogos platónicos, que, esencialmente, eran
“Teutlatolli”: “discursos acerca de la divinidad”. Tenían sus reglas del discurso,
su método argumentativo, su articulación necesaria.

El fruto de la enseñanza era el conocer “la sabiduría ya sabida” (momachtique), para con ella poder articular una “palabra adecuada” (in qualli tlatolli), con disciplina retórica (como en la Academia o el Liceo), que se articulaba en la obra mayor del Calmécac: la “flor y canto” (in xóchitl in
cuícatl)27, que proferida de viva voz o por escrito en los códices(amates), eran recitados o cantados con o sin música, en ritmo y aun en danza; era el “lugar” por excelencia de comunicación de “lo terrestre” (tlaltípac) con lo divino, para lo que también servía el interpretar los sueños28.

27 Era mucho más que una obra poética; era la expresión de la sabiduría, una
pieza donde lo humano se comunica con lo divino y viceversa, la culminación de toda la cultura náhuatl. Como la “palabra” sagrada de los guaraníes, pero mucho más elaborada.
28 “Se les enseñaba el tonalphualli, el libro de los sueños (temicámatl) y el libro
de los años (xiuhámatl)” (Códice florentino, libro III, p. 65; en León Portilla, Op. cit., p. 228). Como entre los guaraníes y en el resto de todos los pueblos amerindios el sueño era el lugar privilegiado de la manifestación verdadera.

Opinamos que entre los aztecas en el siglo XV había una gran tensión
entre lo que pudiéramos llamar el “mito sacrificial “ de Tlacaelel
(que será reemplazado por el “mito de la Modernidad”), de dominación
y militarista, y la “protofilosofía” de los tlamantinime, -que no será tenida en cuenta por el movimiento emancipador de la Ilustración (Aufklärung), en Europa o América Latina-29.
29 Aunque un Clavigero en el siglo XVIII en México, recuperó estas tradiciones
y las juzgó explícitamente como “filosofía”, reaccionando ante la Ilustración española (Véase Bernabé Navarro, La introducción de la filosofía moderna en México, El Colegio de México, México, 1948; lean Sarrailh, La España ilustrada de la segunda mitad del siglo XVIII, FCE, México, 1974).

Esto explica el titubeo de Moctezuma que era más un tlamatini que un militar. A la admiración del “descubrimiento” por parte de los navegantes y
científicos cartógrafos europeos, le será correlativa el desconcierto interpretativo de los tlamantinime, que aceptan en un primer momento
una “parusía” de los dioses. A la violencia sacrificial de la “conquista”,
le será correlativa la aceptación inevitable por parte de los vencidos de la experiencia brutal de la “invasión”; a la “colonización” le será correlativa el “Sexto Sol” o la época de la servidumbre; a la “conquista espiritual”, la “muerte de los dioses…”.

7.2. La “parusía” de los dioses

Buena parte de las creencias de los tlamantinime coincidían con las
populares y las de las clases dominantes política, guerrera y comercial
como, por ejemplo, la existencia de los “Cinco Soles“30, pero otras eran producto de una racionalización altamente conceptualizada y abstracta que desarrollaron los tlamantinime en el Calmécac, y que resumiremos apretadamente sólo para poder comprender el “cómo” interpretaron la llegada de los recién venidos por el Oriente, donde nace cada amanecer el Sol (Huitzilopochtli).

Más allá de todo mito, la razón azteca afirmaba, como el origen absoluto
y eterno de todo, no al “Uno“31, sino al “Dos” (Ome). En el origen, en el cielo trece32, estaba el “lugar de la Dualidad” (Omeyocan) donde residía la “Divina-Dualidad” (Ometeótl) o simplemente la “Dualidad” (Oméyotl). No era como para Hegel, primero el Ser y la Nada, y, en segundo lugar, por el devenir o movimiento, el Ente (Dasein).

31 Como en el caso de Platón (en el Parménides) o Plotino (en la Enéada), en
el pensamiento hindú o taoísta chino. En todos ellos el problema era cómo
se determinaba el “Uno” para llegar a la “pluralidad”; es decir, la cuestión
de la “materia”.
32 Para los aztecas (recuérdese que para Aristóteles había hasta 60 cielos o esferas
) había trece cielos. El primero de la luna, el segundo de las estrellas
(para los griegos era la última esfera, la de los “fijos”), el tercero del Sol, etcétera.
Ometeótl habitaba en el último cielo, el trece.

Para los tlamatinime el origen es ya codeterminado (i-námic33 significa “comparte”), a la manera metafórica34 de una “mujervarón” 35, pero recibía determinaciones de un altísimo grado de abstracción conceptual:
“Y también le decían [1] Moyucayatzin [2] ayac oquiyocux, [3] ayac oquipic, que quiere decir que nadie lo creó o formó“36.

33 “Allá vive el dios fundado y su coprincipio” (León Portilla, Op. cit., p.
151). El “Dios viejo” siempre tiene su auto-coprincipio.
34 Pero adviértase que la “metáfora” no es ya mítica simplemente, sino “conceptualmente”
metafórica.
35 Esto se decía de muchas maneras: Omecíhuatl (Señora dual), Ometecuhtli
(Señor dual); Tonacacíhuatl (Señora de nuestra carne); Tonacatecuhtli
(Señor de nuestra carne:); in teteu inan (Madre de los dioses); in teteu ita
(Padre de los dioses).
36 Gerónimo de Mendieta, Historia eclesiástica indiana, México, 1945, t. I, p. 95.

Mendieta no podía imaginar el grado de precisión ontológica, claramente
habiéndose superado una razón mítica estricta razón filosófica entonces, de estos términos: el primero de ellos [1], significa “Señor que se inventa a sí mismo“37; la segunda determinación [2], indica “nadie lo hizo a él”; la tercera [3], “nadie le dio su forma”. Sólo la “flor y canto” del tlamantini llega a proferir alguna expresión aproximadamente comprensible sobre Ometeótl: “noche-viento” (Yohualli-Ehecátl)38, “el que está próximo y nos rodea” (in Tloque in Nahuaque) 39, “el que nos da la vida” (Ipalnemohuani).

37 Sería el caso de una auto-poiésis absoluta. Pero lo más relevante es que ese
“auto-producirse” es por el “pensamiento” (yucoya es producir por el pensamiento).
38 En la “noche” originaria todo es invisible, misterioso; en el “viento” originario
todo es impalpable, imperceptible, no objeto de los sentidos: trascendencia absoluta.
39 Este es quizá el más extraordinario de los atributos de Ometéotl (Dualidaddivina).
Tloc: cerca; náhuac: circunda, rodea como el anillo; la terminación “-e” indica el abstracto (como “-dad “en castellano o “-heit “en alemán): “cercanía-circundante”. La “divina dualidad” originaria, Ometeótl, es el absoluto en el que vivimos, está cerca, nos rodea, junto al cual el tlamatini tiene la experiencia místico-ontológica de los grandes contemplativos de las grandes civilizaciones en su “Tiempo eje (Achsenzeit)”. Es semejante a la expresión de Agustín: “En él vivimos y somos”.

¿Cómo explicaban los tlamatinime la relación entre la “Divinadualidad”
(principio ontológico absoluto) con la realidad “fenoménica”, “temporal”, “terrestre” (tlaltípac), donde vivimos como “en sueños”? La “Dualidad-divina” auto-poiética se despliega ahora, ejerce una Diremtion40 o Explicatio (a la manera del Pseudo-Dionisio Aeropagita o de Scoto Erígena): “Este dios-diosa engendraron cuatro hijos…“41, cada uno de ellos se llamaba Tezcatlipoca42. Son los principios concretos originarios del universo. Dispuesto en los “cuatro puntos cardinales” como en la ontología china, las tradiciones polinésicas y en las culturas americanas, desde los esquimales hasta los incas o araucanos: el del Oriente, rojo; el del Norte, negro, región de los muertos; el del Occidente, Quetzalcóatl blanco, fecundidad y vida;
el del Sur, Huitzilopochtli de los aztecas, azul. Como entre los presocráticos,
entonces reinan los cuatro principios: tierra, aire, agua y fuego.

40 No se podría con Hegel llamarle “Entzweiung” (el tomarse “dos”) porque
ya originariamente son “Dos”; sería más bien una “Entveirung” (un hacerse
cuatro). Hegel escribía: “El absoluto es la noche (!) y la luz (!) anterior a ella, la diferencia entre ambas” (Differenz des Ficht’schen und Schelling’schen
Systems der Philosophie, ed. Lasson, Hamburg, 1962, p. 65; véase mi Método para una filosofía de la liberación, Sígueme, Salamanca,
1974, pp. 89 ss.). Obsérvese que las metáforas son idénticas (“noche”, “luz”). Esperamos poder profundizar en el futuro todos estos elementos de la reflexión ontológica de la cultura náhuatl, para probar ante los escépticos
más contundentemente un inicio formal explícito de la filosofia en la protohistoria latinoamericana anterior al 1492.
41 Historia de los mexicanos por sus pinturas, en I. García Icazbalceta, Nueva
colección de documentos para la historia de México, México, t. III, 1890, pp. 228 ss.
42 “Espejo ahumado”, que no refleja, que no deja ver por ser de noche. Lo
contrario es Tezcatlanextia: “espejo que hace aparecer las cosas” (determinación del mismo Ometeótl, que produce las cosas como su reflejo). El “espejo” cumple la función de “reflexión”, del “volverse” sobre sí de la divinidad, o de la subjetividad filosófica del tlamatini: “el que está dialogando con su propio corazón” (Mayolnonotzani).

Pero, además, cada uno de ellos dominaba una “época” del mundo. Habían acontecido cinco épocas, “Cinco Soles”; la presente edad era la del “Sol en movimiento”, la edad de Huitzilopochtli, el dios guerrero de los aztecas:
“Este Sol, su nombre 4 movimiento, éste es nuestro Sol, en el que vivimos
ahora […] El quinto Sol […] se llama Sol de movimiento porque se mueve, sigue su camino“43. 43 Cita de León Portilla, Op. cit., pp. 103 y 333.

“Movimiento” (Y-olli) tiene que ver con “corazón” (Y-ollo-tl) y con
“vida” (Yoliliztli)44. Ometeótl es por quien “todos viven” (Ipalnemohuani),
pero mediante el Sol (uno de los rostros de Tezcatlipoca).

44 En realidad “vida” significa “movilidad (Bewegenheit)” como Marcuse probaba en su tesis sobre el sentido del Ser para Hegel. Vida, para los aztecas, era “movilidad”; el corazón era el órgano que “movía”. El Sol se movía en el cielo siguiendo su “camino” (Iohtlatoquiliz), y “moviendo” o vitalizando todos los seres vivos (los que se mueven por sí). Estos debían dar su vida en sacrificio para que el Sol viviera. Era un círculo vital-sacrificial (como en las metáforas con respecto al capital en la interpretación de Marx).

Además estos cuatro “principios” están en continua “lucha”. La vida
de los humanos, los macehuales45, entran en dicha lucha para conservar
lo que más se pueda la existencia del “Quinto Sol” dentro del cual viven; se tornan solidarios y cómplices del Sol reinante. De todas maneras, siempre, la existencia humana está regulada, reglada necesariamente por el ritmo del tiempo, “de los años”. Los aztecas tuvieron una visión “trágica “ de la existencia, ya que ninguna libertad cabía en el acontecer humano y todo estaba predeterminado de antemano, en la “vieja regla de vida” (Huehuetlamanitiliztli).

45 “Los que fueron merecidos”, porque Quetzalcóatl los resucitó al “sangrar su miembro” (Manuscrito de 1558; León Portilla, Op. cit., p. 184). Mazehualtin significa así aquellos que el dios mereció por su autosacrificio sangriento. Toda la humanidad nace así con una deuda de sangre con Quetzalcóatl (que es como un Prometeo, pero divino y no encadenado, como un Cristo ensangrentado).

En efecto, “en la tierra” (tlaltípac) todo está regulado por el querer de Ometéotl:
“Nuestro Señor, el Señor que está cerca y nos rodea (in Tloque in Nahuaque),
determina46 lo que quiere, lo planifica, se divierte. Como él quiere, así querrá. En el centro de la palma de su mano nos tiene colocados, nos está moviendo a su antojo“47. En los cielos, arriba, los astros siguen su necesario “camino“48,
así también los humanos. Por ello la obsesión de encontrar el “fundamento”
49 de las cosas, en el que consistía la “verdad”: “ ¿Acaso son verdad50 los hombres? ¿Por tanto ya no es verdad nuestro canto? ¿Qué está de pie51 por ventura?“52.

46 Moyocoia indica que los “planes” de la divinidad producen lo que ella
quiere; muy análogo al concepto de “providencia”.
47 Códice florentino, libro VI, fol. 43 v; León Portilla, Op. cit., pp. 199-200 y 349.
48 Iohtlatoquiliz significa “el avance por los caminos del cielo”. El “camino”
(ohtli) es necesario, y en cierta manera cada persona sigue igualmente “su
camino”, desde el día de su nacimiento, su “nombre” ha sido elegido astrológicamente
según los “signos” del día, y toda su vida está ya “marcada”
de antemano.
49 El Anáhuac (la tierra rodeada por el Océano: Teoatl), la tierra como el mundo
conocido (Cemanáhuac) estaba “fundado”, puesto sobre el “ombligo de
la tierra (Tlalxicco)” que reposaba sobre Ometeótl que “yacía (ónoc)” debajo.
50 Nelli (verdad) tiene un sentido particular en náhuatl: es la “fundado”, la que
tiene permanencia, para siempre. La pregunta tiene el siguiente sentido:
¿Acaso poseen los hombres en su ser algo firme, bien enraizado? Sería,
para Hegel, la pregunta por la “esencia” (fundamento) en su sentido dialéctico-
ontológico (y no en su sentido óntico o metafísico tradicional).
51 Como entre los guaraníes “estar de pie” es estar “fundado” en Ometeótl, el
Absoluto.
52 Ms. Cantares mexicanos, fol. 10 v; León Portilla, Op. cit., p. 61.

Para el tlamatini, al final, sólo la “flor y canto” (el comunicarse con
la divinidad en la comunidad de los sabios) es “lo único verdadero en
la tierra (nelli in tlaltícpac)“53. Pero si el sabio puede vivir la experiencia
místico-filosófica del fundamentarse en la divinidad, el “mundo
de la vida (Lebenswelt)” habían otras maneras de lograr la ansiada
fundamentación. En primer lugar, por la calendarización divina del ritmo
de la vida. Por ello, los aztecas tenían un conocimiento exacto de
la medición del tiempo sagrado: tiempos del día, días, semanas (de 13
días), años: el año lunar, el año solar54 el año de Venus55.

53 Ibid., fol. 9 v; p. 142.
54 Había un ciclo, de 4 veces 13, 52 años, que era considerado por ellos como
un siglo, tiempo en el que se superponía a todos los templos existentes un nuevo piso, con el encendido del “fuego nuevo”.
55 De 65 años solares, coincidían cada 104 años solares, que era llamado “una
vejez (huehueliztli)”.

Cada día tenía una divinidad protectora: la tenían también cada semana,
cada mes, cada tipo de año y sus muy complejas combinaciones. Toda una “procesión”, una multitud jerarquizada de divinidades se “movía” por el “camino” del cielo cada día, desde el amanecer hasta la noche, y en la noche misma, y había que rendirle culto (cantos, ritos, sacrificios, etcétera), para hacerlos felices y calmar sus posibles maleficios.

De allí las fiestas o celebraciones56. Una vida enteramente “regulada”.
Además, y esto es fundamental, el “eterno retorno de lo Mismo” se complementaba con la astrología57, y con la “interpretación” (era una hermenéutica) de “signos” que daban sentido a los acontecimientos
“aparentemente” no “fundados” en “verdad“58. La “astrología” era una “regla” divina a priori que se aplicaba a todo acontecimiento en el tiempo (in tlatícpac); la hermenéutica de los “agüeros” era en cambio un partir a posteriori de un “signo” concreto, empírico, “aparentemente” nuevo, para aplicarle una regla a priori y poder así descubrir un sentido “contingente”. Los “agüeros” pronosticaban hechos futuros (pasados), pero siempre “necesarios” (“que no pueden ser de otra manera”, diría Aristóteles).

57 “De la astrología judiciaria y del arte de adivinar” (Ibid., libro IV, pp. 221 ss.). La “astrología” determinaba el contenido cada día del año, y los
períodos de años, para nacimientos o para consultas de hechos situados en
el tiempo, y por lo tanto válidos para siempre.
58 “Que trata de los agüeros y pronósticos, que estos naturales tomaban de algunas aves, animales y sabandijas para adivinar las cosas futuras” (Ibid., V; pp. 267 ss.). En cierta manera Sahagún es inexacto, ya que dichos agüeros y pronósticos eran para descubrir hechos presentes “como pasados”, no como “cosas futuras”. Es decir, en el ciclo del eterno retorno de lo Mismo, todo acontecimiento “futuro” era, para ellos, un hecho pasado de un presente futuro, pero “presente-futuro” que será idéntico al “presente-presente” ya todos los “presentes-pasados”). No hay sentido “histórico” de los acontecimientos, y ésta es la diferencia entre la conciencia trágica (prometeica) de Moctezuma, y la conciencia dramática (cristiano-moderna, recuérdese La simbólica del mal de Paul Ricouer, o mi El humanismo semita, ya citado) de Hernán Cortés.

De esta manera, la conciencia trágica azteca, desde el pueblo oprimido a las clases gobernantes o guerreras y los mismos tlamatinime, tenía “asegurada” la “fundamentación” de su existencia en la “verdad” de Ometeótl.

Ahora podemos intentar una cierta comprensión de lo que debió acontecerle a Moctezuma al conocer las “nuevas “ de la aparición de los recién llegados a las costas del Cemanáhuac (“toda la tierra”) desde el infinito Teoatl (Atlántico):
“Y cuando fueron vistos los que vinieron por el mar (teoatl), en barcas van viniendo […] Y cuando estuvieron cerca de los hombres de Castilla59, al momento frente a ellos hicieron ceremonia de tocar la tierra y los labios […] Tuvieron la opinión de que era Nuestro Señor Quetzalcóatl que había venido“60.

59 El Códice florentino (lib VI, cap. 2) pone nombres a los aztecas que subieron a los barcos: Píntol huasteco, Yoatzin de Ñuctlancuauhtla, el de Teuciniyocan, Cuitlapíltoc y Téntitl que eran guías. Una historia vista “del otro lado”: con nombre y personas “reales”.
60 Informantes indígenas de Sahagún, Códice florentino, lib. VI, cap. 2 (cit.
León Portilla, El reverso de la conquista, Joaquín Mortiz, México, 1978,
pp. 32-33).

Moctezuma opina -por una conclusión acertada de razón estratégica
como veremos, si la hermenéutica de los textos nos permite sacar esta
conclusión- que Cortés es Quetzalcóatl61 aún en el momento de recibirlo
en la ciudad de México. Las actitudes del Emperador han sido
consideradas titubeantes, contradictorias y escasamente comprensibles,
las razones dadas por T. Todorov62, N. Wachtel63, M. León
Portilla64, Octavio Paz65, J. Lafaye (66, pág. 121) y otros no explican suficientemente la “racionalidad” del comportamiento de Moctezuma.

61 Todo nuestro análisis que sigue a continuación se apoya sobre la “plausibilidad” de la tradición de que Moctezuma opinó que Cortés era Quetzalcóatl. James Lockhart (véase de este autor: Nahuas and Spaniards. Postconquest Central Mexican History and Philology), Stanford University Press, Stanford, 1991; otras obras del mismo autor en Ibid., pp. 301-302 y Susan Gillespie, The Aztec Kings. The Construction of Rullership in Mexica History, University of Arizona Press, Tucson, 1989), opinan que la creencia de que Cortés fuera Quetzalcóatl es incorporada por los cronistas, decenios después de los hechos. En los textos náhuatl nada aparece sobre el asunto, y
son posteriores a 1540. De todas maneras, con esto, no se prueba que la
identificación Cortés-Quetzalcóatl sea falsa, sino simplemente queda en el
estatuto de plausible y tardíamente narrada.
62 La conquista de América, ya citada, en “Moctezuma y los signos” (pp. 70
ss. ), se acerca a nuestra interpretación, pero lo atribuye a que tenían los aztecas
un tipo de “comunicación” diferente. No saca total provecho a su
hipótesis de que todo estaba reglado desde siempre. Tzvetan Todorov /
Georges Baudot han publicado una colección de Récits aztèques de la Conquête,
Seuil, Paris, 1983 (con excelente edición italiana Racconti aztechi
della Conquista, Einaudi, Torino, 1988) que incluyen el Códice florentino,
Anales históricos de Tlatelolco, Códice Aubín en náhuatl; y en español:
Códice Ramírez, historia de Tlaxcala de Diego Muñoz Camargo, y la Historia
de Diego Durán.
63 La visión des vaincus, edición citada: en p. 45 no sabe por qué Moctezuma
debe recibir a “les Blancs comme des dieux”.
64 El reverso de la conquista, edición ya citada, en p. 20 indica algunas de las
“posibilidades” que Moctezuma considera, pero no logra explicarla “racionalidad”
de sus decisiones.
65 El laberinto de la soledad, FCE, México, 1976, p. 85: “La llegada de los
españoles fue interpretada por Moctezuma al menos al principio no tanto
como un peligro exterior sino como el acosamiento interno de una era
cósmica”. En efecto, el “fin del mundo” era una tercera posibilidad, pero no fue la que enfrentó Moctezuma, “al menos al principio”. (En Posdata Siglo
XXI, México, 1970), trata más el asunto, (pp. 126-143), pero no distinguirá las “posibilidades” que analizaremos a continuación.
66 En Quetzalcóatl y Guadalupe, La formación de la conciencia nacional en
México, (FCE, México, 1977, pp. 219-224), no clarifica para nada la situación.

En efecto, se recibe a Cortés con estas palabras:
“Señor nuestro: te has fatigado, te has dado cansancio: ya a esta tierra
tú has llegado. Has arribado a tu ciudad: México. Aquí has venido a
sentarte en tu solio, en tu trono. Oh, por tiempo breve te lo reservaron,
te lo conservaron, los que ya se fueron, tus sustitutos. Los señores
reyes, Itzcaotzin, Motecuhzomatzin el viejo, Axayácac, Tízoc, Ahuítzotl.
Oh, qué breve tiempo tan sólo guardaron para ti, dominaron la
ciudad de México. […] No, no es que yo sueño, no me levanto del
sueño adormilado: no lo veo en sueños, no estoy soñando. ¡Es que ya
te he visto, es que ya te he puesto mis ojos en tu rostro! Ha cinco, ha
diez días yo estaba angustiado: tenía fija la mirada en la Región de los
Muertos (topan mictlan). Y tú has venido entre nubes, entre nieblas.
Como que esto era lo que nos habían dejado dicho los reyes, los que
rigieron, los que gobernaron tu ciudad: que habrías de instalarte en tu
asiento, en tu sitial […] Ven y descansa; toma posesión de tus casas
reales; da refrigerio a tu cuerpo“67.

67 León Portilla, Op. cit., pp. 38-39. Estos “tu” o “tus” pueden ser interpretados como fórmula retórica de educación náhuatl. Como cuando alguien invita a otro a su casa y le dice: “Esta es su casa”, tan frecuente en México.

¡Moctezuma ofrece al recién llegado su trono, el gobierno, el dominio
sobre los aztecas! ¿No es acaso eso justamente lo que deseaba
Cortés? pues no, Cortés no entiende el ofrecimiento y además no intenta
ocupar dicho trono. Esto producirá un nuevo desconcierto en Moctezuma -pero no es el primero ni el último, y por ello seguirá reaccionando ante cada “novedad”. ¿Son los comportamientos de Moctezuma, “racionales”? Eran racionales y lo más convenientes, si se toma en consideración el “mundo “ de Moctezuma y no se proyecta sobre él la perspectiva eurocéntrica.

Analicemos las diversas “posibilidades“68 que se abren desde los textos considerados; es decir, lo que le era “posible” desde su “mundo”
fácticamente emplazado, el de un emperador azteca, buen guerrero pero mejor tlamatini, de austera educación moral en la mejor tradición
de los sabios toltecas.

Para aquel emperador culto y refinado que era Moctezuma, se le presentaron ante sí, después de informarse con todos los recursos que su civilización le daba69 las siguientes “posibilidades”:

1. Que los recién llegados fueran un grupo de seres humanos, que era lo menos probable 70 desde la perspectiva hermenéutica náhuatl y que debería confirmarse con otros hechos no acontecidos hasta ese momento71, y, por ello, “razonablemente” se descartaba esta “posibilidad” por el momento terminará por ser el comienzo de una “invasión”, pero con nuevos datos que a priori Moctezuma no tenía ante sí en ese momento.

68 En el sentido de Heidegger (“Möglichkeit”; véase nuestra Para una ética de la liberación latinoamericana, Siglo XXI, Buenos Aires, 1973, t. I, pp. 65 ss.: “Las posibilidades ónticas”), o de N. Luhmann, Systemlehre, Suhrkamp, Frankfurt, 1987, en cuanto referido al sistema autorreferente y autopoiético.
69 Estos recursos, según los textos considerados (y dentro de su plausibilidad,
con respecto a las hipótesis críticas de James Lockhart) eran los siguientes:
1. Escuchar el juicio de los guerreros de la tradición de Tlacaélel (que entrarán
a actuar sólo en la segunda “figura”). 2. Pedir juicio a los tlamatinime,
los filósofos. 3. Escuchar el juicio de los astrólogos, que le indicaban
que Quetzalcóatl vendría por el Occidente un ce-acatl (fecha que coincidía
con la llegada de los españoles). 4. Tomar el parecer de los que descifraban
“agüeros” o presagios (que en número de ocho, incluyendo acontecimientos
referentes al fuego, tierra, aire y agua, los cuatro elementos fundamentales
tanto para los aztecas como para los presocráticos, indicaban funestos “futuros”
necesarios). Véanse los ocho “Presagios funestos” en León Portilla, El
reverso de la conquista, pp. 29 ss.
70 Lo “anormal” (como un defecto de nacimiento en un niño) o era eliminado
(como en el caso de los espartanos) o divinizado (como los defectuosos enfermos
colocados como dioses en Monte Albán, en la cultura zapoteca en
México). Que “aparecieran” humanos en el Gran Océano era lo “menos
probable”.
71 Por otra parte, era lo menos peligroso, porque su reducido número no podía
ser un peligro militar, aun con sus técnicas de guerra. Es necesario además
borrar por el momento la posibilidad, en el análisis de racionalidad estratégica
de Moctezuma, de una “invasión”. Esta no tenía todavía ningún sentido;
es decir, no era una “posibilidad” real dado los datos empíricos
recabados en su “mundo” concreto.

2. Quedaba racionalmente sólo una posibilidad: que fueran dioses. Si es así: ¿cuáles? Todo indicaba –tanto en el parecer de los astrólogos como en el de los tlamatinime- que debía ser Quetzalcóatl. Una posibilidad interna a la segunda consistía en que Quetzalcóatl volvía, después de haber sido expulsado de Tula por los toltecas u otros pueblos72.

72 Hemos dicho que los toltecas eran, respecto a los aztecas, un poco como los griegos respecto a los romanos. El pueblo antiguo culto, ejemplo en todo. La tradición azteca era, en realidad, la toltecayotl (toltequidad, como la romanitas para los romanos, o la christianitas para los cristianos, o el Deutschtum para los alemanes). Quetzalcóatl, como una figura histórica, era el sacerdote y sabio Ce Acatl Topilzin (siglo IX a. C. ?), “aquél que nació en un día 1-Caña, Nuestro Príncipe” (Véase Walter Lehmann, “Geschichte der
Königreiche von Colhuacan und Mexiko”, en Quellenwerke zur alten Geschichte Amerikas, Stuttgart, 1938). Siendo joven solitario cerca de Tulancingo fue buscado como rey de Tula. Fuerte pensador y formulador de la ontología de Ometeótl, se opuso por anticipado a la visión de Tlacaelel: “Se dice que cuando vivió allí Quetzalcóatl, muchas veces los hechiceros quisieron engañarlo, para que hiciera sacrificios humanos, para que sacrificara hombres. Pero él nunca quiso, porque amaba mucho a su pueblo, que eran los toltecas” (Anales de Cuauhtitlán, Códice Chimalpopoca, fol. 5; León Portilla, La filosofía náhuatl, pp. 307-308). Lo cierto es que lo expulsaron injustamente, pero prometió regresar. Tenían los aztecas, y particularmente Moctezuma, muchos motivos de temer: primero, porque los aztecas habían dominado sangrientamente al resto de los pueblos toltecas; segundo, porque el mito sacrificial de Huitzilopochtli era contrario al pensar de Quetzalcóatl; tercero, porque siendo un rey depuesto, podía intentar ocupar el lugar de Moctezuma (y veremos que ésta será la conclusión “racional” del emperador, como se puede considerar “explícitamente” en el texto de la recepción de Cortés en México). Es interesante que Cortés aconsejaba a Moctezuma “que no se sacrificasen hombres. Y otro día llamó (Moctezuma) a su principal sacerdote y le mandó que, por algunos días, disimulase con los castellanos en no sacrificar hombres” (1. de Torquemada, Monarquía indiana, IV, cap. 40; ed. cit., t. II, p. 173). Este era un signo indicativo de la relación entre Cortés y Quetzalcóatl, el sabio de Tula.

3. La tercera “posibilidad”, como otra alternativa de la segunda, que aunque retornaba Quetzalcóatl, el príncipe se confundía ahora con el principio divino, como uno de los rostros de Ometeótl, y esto era lo verdaderamente nefasto73-esto sería el “fin del Quinto Sol“74.

73 En efecto, acerca del “Quinto Sol” se lee: “Igualmente fue este Sol de nuestro príncipe, en Tula, o sea de Quetzalcóatl” (Documento de 1558; León Portilla, La filosofía náhuatl, p. 103). En este caso, los pronósticos de
“movimiento de tierra, habrá hambre y con esto perecemos” (Ibid.) indicarian
el fin del “Quinto Sol”. Esta fue la interpretación más generalizada.
74 Octavio Paz piensa que esta posibilidad fue la primera que enfrentó Moctezuma, op. cit., p. 85, pero no es así.

Ante estas “posibilidades” Moctezuma dudaba, pero iba tomando
resoluciones racionales. En primer lugar, sería bueno homenajearlos
con regalos y proponerles que volvieran a su lugar de origen (sea el que fuere). Por ello Moctezuma no quería enfrentarse a los recién llegados
“rostro-a-rostro”, porque en ese caso era su fin. Esto es lo que no se ha interpretado a veces correctamente:

“ Ahora bien, Moctezuma cavilaba en aquellas cosas, estaba preocupado;
lleno de terror, de miedo: cavilaba qué iba a acontecer con la ciudad“75.
75 Informantes de Sahagún, Ibíd., p. 35.

No era para menos. Para los enemigos del Imperio, los oprimidos (como los de Zempoala o Tlaxcala, y lo mismo le acontecerá a Atahualpa entre los incas), Cortés era un aliado (fuera un hombre, fuera un dios) para emanciparlos del dominio azteca76. Los guerreros fieles a Huitzilopochtli “lucharían” como colaboradores de su dios, pero debían actuar sólo en el caso que los de Cortés verdaderamente fueran seres humanos (posibilidad 1.), o que Quetzalcóatl intentara poner fin al “Quinto Sol” (posibilidad 3.).

76 Es verdad que nunca se jugaban del todo por Cortés, porque si éste era derrotado por los aztecas, tendrían dónde apoyarse para volver a reconocer su dominio.

El pueblo de México-Tenochtitlán nada perdía con que Quetzalcóatl retomara el poder en “su” imperio (posibilidad 2.). Todos entonces, juzgaban las posibilidades de distinta manera. Pero sólo Moctezuma enfrentaba una decisión límite77.
77 En realidad tenía una única posibilidad positiva: que los recién venidos fueran
seres humanos, y, en este caso, en un segundo momento, podría destruirlos con sus guerreros fieles a Huitzilopochtli, ya que eran los de Cortés unas pocas decenas de soldados. Esta posibilidad, por ser la más débil, debía ser dejada para el final, después de “probar” racionalmente el no cumplimiento de las otras que tenían mayor peso.

Para él había muy poco espacio de maniobra: si Quetzalcóatl quería retomar el poder del Imperio, él debía renunciar (posibilidad 2.); en todos los otros casos Moctezuma podía jugar su suerte con los guerreros (pero sólo después de saber que esa posibilidad 2., no era la real). Es por ello que “racionalmente”, con clara razón estratégica, Moctezuma, el gran tlamatini, toma la resolución de renunciar al Imperio78 y dejar en su lugar a Quetzalcóatl-Cortés:
“¡toma posesión de tus casas reales!” (leemos en el texto citado).
78 Moctezuma muestra el ethos del discípulo del Calmécac, temple de héroes
y de sabios. De allí lo que le expresa a Cortés (¡que no tenía ninguna posibilidad de “interpretar” la grandeza inmensa ética del hombre que tenía delante!; el mismo Cortés, siendo sólo un buen soldado y apto político, de ninguna manera tenía la estatura de Moctezuma): “…Ha cinco, ha diez días yo estaba angustiado: tenía fija la mirada en la Región del Misterio […] Pues ahora, se ha realizado: ya tú llegaste” (Texto citado supra). El tlamatini estuvo en contemplación en lo que está más allá que lo meramente “terreno”
(in tlaltícpac), en lo “trascendente” (Topan mictlan). y allí se resolvió, pensando como Quetzalcóatl, que “quería mucho a su pueblo”, y él mismo “cavilaba qué iba a acontecer con la ciudad”. Moctezuma, al renunciar, evitaba al menos en lo que estaba en su poder mayor sufrimiento a su pueblo. El se hacía a un lado, renunciaba… Como Quetzalcóatl lo había hecho en Tula. ¡Este argumento, Quetzalcóatl-Cortés debía entenderlo! Moctezuma era el nuevo Quetzalcóatl de su México y se inmolaba por él.

Por supuesto, una vez más, los recién llegados lo desconciertan.
Cuando los aztecas les ofrecieron comidas con sangre, estos dioses extraños
las desdeñaron. Más extraños eran aún cuando se alegraban del oro, que irracionalmente transformaban preciosas joyas en lingotes, destruyendo el inmenso trabajo de refinados orfebres que serían la admiración de Durero en Holanda; que absurdamente matan a los enemigos en las batallas en vez de tomarlos prisioneros para inmolarlos a los dioses. ¡Una vez más, Cortés no toma el poder en México!

Pero, al menos, Moctezuma saca una primera conclusión: no es el príncipe Quetzalcóatl que quiere recuperar el poder temporal (in tlaltícpac). Quedan las otras posibilidades, pero es necesario estudiar la situación con cuidado, porque Cortés podría actuar en nombre del dios y significar el fin del Quinto Sol -que era el peligro supremo, y por ello Moctezuma soportaba humillaciones sabiendo que, si eran humanos, en último caso su vida corría peligro, pero sólo sería su fin como monarca, y nada sufriría su ciudad de México79.

79 Todo esto podría ser desarrollado de otra manera, si las propuestas críticas
de James Lockhart llegaran a probar que nunca los náhuatl pensaron que
Cortés fuera Quetzalcóatl pero le será muy difícil probarlo. Lo que puede
probarse es lo extrañamente tardío de la descripción de los hechos en las
narraciones (de los cronistas), y la ignorancia del hecho en los textos
náhuatl más cercanos a la conquista de 1520.

7.3. La “invasión” del Imperio

Un nuevo hecho, a posteriori y por ello nunca Moctezuma pudo
considerarlo antes (y a causa de esto no podía antes ser una “posibilidad”
histórica o real)80, comenzó a inclinar la situación hacia un desarrollo
posterior de la “posibilidad 1” aunque la “posibilidad 3” quedaba flotando en el aire como un peligro supremo:

“No fue bien llegado con el armada [de Pánfilo Narváez contra Cortés
procedente de Cuba], cuando Motecuhzuma fue dello avisado a tiempo”.
Y el emperador llamando a Cortés le dijo: “Señor capitán, sabed
que son venidos navíos de vuestra tierra, en que podréis [part]ir, por
tanto aderezaos con brevedad que así conviene“81.
Ahora Moctezuma, sabiendo que son seres humanos82, tiene conciencia
por primera vez que hay otros iguales a Cortés, con numerosos
y nuevos soldados detrás de ellos. Si se vuelven a donde vinieron todo
terminaría bien (y quedarían a salvo el Imperio, las tradiciones, y los
dioses, el Quinto Sol y el mismo Moctezuma). Pero dos hechos nuevos
(y van tres), le hacen comprender un desarrollo inesperado de la “posibilidad
1” (y por ello se trata de una nueva “posibilidad 4 “ nunca antes
considerada): el primero, que Cortés no sólo no volvió hacia su lugar
de origen, sino que, venciendo a Narváez, reforzó su ejército (con el
que retornaba triunfante a México); el segundo, no menos importante,
la matanza que realizó Pedro de Alvarado contra la élite azteca. Estos dos hechos ”probaban” el error de Moctezuma83, e inclinaban la balanza
en favor de los guerreros inspirados por el mito sacrificial de Tlacaélel, que considerando a los españoles meramente como seres humanos, habían pensado desde el comienzo que era necesario luchar contra ellos. Moctezuma estaba terminado. Cortés, que nada había entendido del “mundo argumentativo” del Otro84, del mundo sumamente desarrollado de Moctezuma, intenta usarlo como antes, y pierde un tiempo vital para su propia causa85.

80 Aquí, usando la hipótesis tan fecunda de E. O’Gorman de que Colón “no
pudo descubrir América”, ahora podemos decir que Moctezuma “no pudo
descubrir una invasión” antes de la llegada de Pánfilo Narváez.
81 J. de Torquemada, Ibid., cap. 59, p. 184.
82 Han visto morir caballos y soldados españoles, han convivido largas semanas juntos en México, no han visto otras “señales” extraordinarias, etcétera.
83 Error, claro, a posteriori, y no a priori.
84 El hombre “moderno” nunca comprende las “razones del Otro” (véase mi
ponencia en el diálogo con Karl-Otto Apel en México, titulada: “La razón
del Otro. La Interpelación como acto-de-habla”).
85 Cortés debió haber salido de la ciudad de México de inmediato a su regreso
de la costa con los refuerzos que logró ganarse de las derrotadas fuerzas de
P. Narváez. En cambio, como no había comprendido las “razones” de Moctezuma,
creyó que podía seguir “usándolo” (mientras que en realidad Moctezuma
se había dejado aparentemente “usar” ya que debía ir “probando”
hasta el final cada una de las “posibilidades”, que no eran “posibilidades”
para Cortés). Lo mismo le aconteció a Alvarado, que creyó que podía fortalecerse
mostrando mucha agresividad, no comprendiendo que lo que los
había protegido en México no era su valentía sino la “visión del mundo
(Weltanschauung)” de los tlamatinime, desaparecida la cual debía comenzar
la lógica de la guerra y con su acción inclinaba la balanza en su contra.

Ahora es tarde, todos los aztecas han descubierto, claramente y por primera vez, que Cortés y los suyos sólo son un grupo de humanos guerreros; son la avanzada de una “invasión”: la “invasión del Cemanáhuac”, de todo el “mundo conocido” por los aztecas.

La sabiduría de los tlamatinime había sido negada, destruida; toda su “visión del mundo (Weltanschauung)”, ahora se había probado, era inadecuada y no daba cuenta de la realidad. Moctezuma, como tlamatini que era, había muerto. Su muerte física era cuestión de horas. Así terminaba la “Parusía de los dioses”, Pánfilo Narváez y no Cortés (como había sido Amerigo Vespucci y no Colón el que descubre América) probaba que los acontecimientos eran parte de una “invasión” y no antes.

Tlacaélel, el Rómulo y Remo86 de los aztecas, que venciera a los
tepanecas de Azcapotzalco, la Albalonga de México- Tenochtitlan, en
el año 1-Pedemal (1428), había nacido en el año 10-Conejo (1398), y
fue llamado “el Conquistador del Mundo” (in Cemanáhuac Tepehuan)87, a él se deben las “reformas” que dieron al Imperio su gran visión cosmopolita, la interpretación desde un paradigma sacrificial del poder dominador de México:
“Este es el oficio de Huitzilopochtli, nuestro dios, a esto fue venido a reunir y trae así a su servicio a todas las naciones, con la fortaleza de su pecho y de su cabeza“88.

86 Teóricamente era un poco Hegel, el de la Filosofía del derecho, más un
teórico de la guerra como Clausewitz y un político como Bismarck del imperio alemán. Nunca quiso ser el rey del imperio azteca, aunque cuatro reyes fueron sus protegidos.
87 Fernando Alvarado Tezozómoc, Crónica Mexicáyotl, UNAM, México,
1949, p. 121. Sobre Tlacáelel véase Miguel León Portilla, La filosofía
náhuatl, pp. 249 ss.; y del mismo autor Los antiguos mexicanos, FCE, México, 1990, pp. 46 ss.; pp. 92 ss.
88 D. Durán, Historia de las Indias de Nueva España, México, t. I, 1867, p. 95.

Ometeótl se manifiesta por los Tezcatlipocas, el del “Quinto Sol”, el de Quetzalcóatl, fue reinterpretado por los aztecas en un paradigma sacrificial:
“Y aquí está su señal, cómo cayó en el fuego el Sol, en el fogón divino,
allá en Teotihuacán” 89.

89 Documento de 1558, ya citado (León Portilla, La filosofía náhuatl, pp. 103-
109). 90 Ms. Cantares mexicanos, fol. 20 v (León Portilla, La filosofía náhuatl, p.

En efecto, el pequeño dios colibrí, Nanahuatzin, ofreció su vida en sacrificio, se inmoló por todos, y quemado en el fogón divino apareció, después de larga noche, como el Sol naciente, que los aztecas interpretaron
como su dios tribal: Huitzilopochtli. Ese dios secundario guerrero, será, por la “Reforma de Tlacaélel”, el dios principal de todo el Anáhuac. Tlacaélel quemará todos los códices sagrados de los pueblos dominados, y los escribirá de nuevo. Una verdadera dominación de las teogonías. El Imperio quedaba ahora “fundado” como el servidor de la existencia y la vida del Sol.

Por ello el “movimiento” (del Sol y de toda la realidad), la “vida” y el “corazón” tienen relación con la “sangre” (chalchihuitl): la vida del Sol-Huitzilopochtli depende de los sacrificios humanos. Las víctimas son conseguidas en las “guerras floridas” y ello justifica la existencia del Imperio:
“Allí donde se tiñen los dardos, donde se tiñen los escudos, están las blancas flores perfumadas, las flores del corazón: abren sus corolas las flores del que da la vida, cuyo perfume aspiran en el mundo los príncipes:
es Tenochtitlan” 90.
90 Ms. Cantares mexicanos, fol. 20 v (León Portilla, La filosofía náhuatl, p. 128-257). Sólo Karl Marx, en sus “metáforas teológicas” (véase mi obra Las metáforas teológicas de Marx), inspiradas en el pensamiento semita-bíblico judeo-cristiano, mostrará cómo el “capital”, el nuevo Moloch, vive de la vida de los oprimidos y chupa su sangre: la circulación del valor es Blutzirkulation (circulación de sangre).

Tlacaélel logra así, por el mito de la necesidad de los sacrificios humanos
del Templo Mayor de Huitzilopochtli, hacer del Imperio un colaborador de la subsistencia del universo y de prolongar la vida del “Quinto Sol”. Era, con la llegada de Cortés ahora descubierto como no-Quetzalcóatl, el momento en que los guerreros intentarán prolongar el “Quinto Sol” venciendo a los intrusos:
“En consecuencia luego salieron de noche. En la fiesta de Techílhuitl
salieron; fue cuando murieron en el Canal de los Toltecas. Allí furiosamente
los atacamos“91.

91 Ms. Anónimo de Tlatelolco (1528) (véase León Portilla, El reverso de la conquista, p. 43).

De poco les valió a los guerreros aztecas expulsar de la ciudad a Cortés en la “Noche Triste” (triste para los españoles, es evidente)92.

92 Los españoles atribuirán a la Virgen de los Remedios el haberlos salvado. Por ello, en 1810, Hidalgo enarbolará, como veremos, la Virgen de Guadalupe como bandera de los americanos, y los españoles (“gachupines”) la de los Remedios: ¡Lucha de vírgenes, lucha de dioses, lucha de clases! Véase mi artículo “Christliche Kunst des Unterdrückten in Lateinamerika. Eine Hypothese zur Kennzeichung einer Aesthetik”, en Concilium 152 (1980), pp. 106-114.

Para males de México se desata la peste, que es interpretada como un augurio nefasto contra el Imperio. Desde Tlaxcala los invasores reorganizaron sus fuerzas; como los reyes católicos Cortés comenzó a “debilitar” a México, así como aquellos habíanlo hecho con Granada. El asedio de Tenochtitlan se extiende durante meses. Al final expulsan a los aztecas de la ciudad, los acorralan en Tlatelolco. Son vencidos:
“En los caminos yacen dardos rotos; los cabellos están esparcidos.
Destechadas están las casas, enrojecidos tienen sus muros. Gusanos
pululan por calles y plazas y están las paredes manchadas de sesos. Rojas están las aguas, cual si las hubieran teñido, y si las bebíamos, eran agua de salitre“93.

93 Ms. Anónimo de Tlatelolco, cit., p. 53.

“El llanto se extiende, las lágrimas gotean allí en Tlatelolco. Por agua se fueron ya los mexicanos; semejan mujeres; la huida es general. ¿Adónde vamos? ¡oh amigos! Luego ¿fue verdad? 94. Ya abandonan la ciudad de México: el humo se está levando, la niebla se está extendiendo […] Esto es lo que ha hecho el Dador-de-la- Vida en Tlatelolco“95.

94 Esta pregunta es esencial: ¿fue verdad que los dioses nos abandonaron, que el Imperio sería destruido? Extraña y profunda pregunta que muestra lo
trágico del momento. El “Quinto Sol” ha terminado.
95 Cantares mexicanos (León Portilla, op. cit., p. 62).

La “invasión” ha terminado. Los guerreros han sido derrotados. Lo mismo acontecerá con los mayas, con los incas de Atahualpa… hasta
los confines de Tierra del Fuego por el Sur, o hasta Alaska por el
Norte, en el correr de los años96.

96 No se piense que la resistencia a la invasión fue poca, por el contrario fue
heroica e ininterrumpida.
La Modernidad se ha hecho presente… ha emancipado a los oprimidos de los aztecas de ser víctimas de sus dioses sanguinarios… y como un “Sexto Sol” que amanece en el horizonte de la humanidad, un nuevo dios (el capital) inaugura un nuevo “mito sacrificial”, el “mito” de Tlacaélel deja lugar al “mito” no menos sacrificial de la “mano de Dios” providente que regula armónicamente el mercado de Adam Smith, y de competencia perfecta (que hay que garantizar destruyendo el “monopolio” del trabajo de los sindicatos obreros) de F. Hayek.

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