“El FMLN únicamente puede sobrevivir a este naufragio, aferrándose -rápida y autocríticamente- al trozo de madera del debate y a la organización y lucha popular”
Los resultados electorales del 28 de febrero recién pasado han provocado que el FMLN toque fondo en la crisis que acumula desde hace ya años, pero que por las victorias electorales del momento no se mostraban con toda su voracidad. Es preciso enfatizar que, como ya lo han mencionado variadas voces desde la izquierda salvadoreña, la crisis que enfrenta el partido es multicausal agravada por la indecisión de escuchar las críticas de la militancia aglutinada tanto dentro como fuera del mismo partido y por la censura al debate que primó en años anteriores.
Estas múltiples causas de la crisis política del partido son tanto de carácter externo como interno, sin embargo, son estas últimas las que dependen de la acción del mismo y que condicionan la actuación del FMLN en el plano externo. Por ejemplo, desde 1992 la absolutización de la lucha electoral ha provocado la desconexión de los objetivos estratégicos del partido con el sentir y pensar de la población al reducir toda la actividad política a la mera acción de pedir votos para conquistar espacios de poder público, y no para la generación de consciencia y organización contra el capitalismo, como Schafik advertía que era la tarea del partido revolucionario durante las campañas electorales.
A la larga, el sistema se blinda e impide que las fuerzas de oposición hagan cambios estructurales a través de diferentes métodos de cooptación de los dirigentes políticos y candidatos a función pública. Pero que el sistema haga esto no es el problema, sino que la izquierda no se percate que están siendo absorbida y no se blinde ética y políticamente; eso sí es el problema. Y cabe señalar que esta ha sido una de las causas que está a la base de la crisis partidaria, en la que se combina la estrategia del enemigo (externo) y la debilidad ideológica y ética de sus dirigentes (interna).
Siguiendo este mismo ejemplo podemos encontrar muchos otros que evidencian la multicausalidad del fenómeno que afronta el FMLN y rebaten la tesis peregrina de exigir renuncias, o como el folclor salvadoreño refiere “volar cabezas”, de la actual dirección del partido como si con esto se resuelven los hondos problemas del partido. Esta tesis primitiva no resuelve ningún problema real y urgente del FMLN, sino todo lo contrario, agrava más la crisis del partido.
Otra causa de esta crisis es la fragmentación interna que adolece el partido que a su base tiene la atomización y dispersión ideológica y política, como rezago de los sectarismos y dogmatismos de las organizaciones originarias que fundaron al FMLN y que aún hoy, 40 años después, sigue reproduciéndose en las nuevas generaciones de militantes que se incorporaron al partido y que no tienen ninguna vinculación con aquellas cinco fuerzas políticas y militares de los 80s. Sin embargo, entre las estrategias de las fuerzas enemigas encontraremos siempre una línea de acción dedicadas a la división y generación de intrigas en las filas partidarias, siendo el sectarismo proclive a ser aprovechado para la desunión entre la militancia revolucionaria. Así que nuevamente en este ejemplo se evidencia la doble condición de estas causas: tanto interna como externa.
Y por supuesto, valga la pena reafirmar, “volar cabezas” no librará al FMLN del sectarismo y del dogmatismo, sino por el contrario, como en otros capítulos históricos de la izquierda salvadoreña señalan, únicamente será una solución que a la postre lleve a desencadenar aberrantes acciones como las que cobraron la vida del poeta Roque Dalton y la dirigente Ana María.
Entonces, ¿cuáles son las opciones a corto plazo para la izquierda aglutinada en el FMLN? En primer lugar, emprender un profundo debate a todo nivel, desde la base y las organizaciones populares afines hasta la dirección del partido, acerca del rumbo estratégico y la plataforma programática de la revolución en el país, así como otros temas centrales que le devuelvan su papel histórico como instrumento de lucha del pueblo salvadoreño. Junto a esto, desarrollar una efectiva estrategia de organización y lucha popular a partir del trabajo social de cada militante a tono de la estrategia política partidaria, que construya la correlación de fuerzas popular necesaria para el enfrentamiento con el sistema capitalista neoliberal y el régimen de corte fascistoide de Bukele.
Esta es la única alternativa de recuperar al FMLN revolucionario, tal como lo afirma el escritor y luchador social, Roberto Pineda, quien en su último artículo muy bien señala que el FMLN “[…]únicamente puede sobrevivir a este naufragio, aferrándose -rápida y autocríticamente- al trozo de madera del debate y la organización y lucha popular.” Y más adelante apunta incisivamente que si “[…]solo hace debate sin lucha popular, terminará aislándose mientras que si solo hace lucha popular sin definir rumbo, terminará en el reformismo.”
Efectivamente, esos son los riesgos que corre el partido si únicamente hace una de las partes de esta fórmula. El debate debe ser profundo y eficaz, sin tapujos ni censuras, pero muy bien organizado en el cual la militancia tenga la oportunidad de hablar y decidir, alejada de posiciones sectarias y divisionistas, yendo a la raíz de los problemas que aquejan al FMLN y con el compromiso insoslayable de recuperar su rumbo revolucionario.
Por su lado, la lucha popular debe basarse en un proyecto político cuyo objetivo sea la organización de un bloque popular para subvertir las estructuras capitalistas, neoliberales, decoloniales y patriarcales de la sociedad. Quien crea utilizar esto como táctica mientras llegan las próximas elecciones no tiene comprensión real del fenómeno que adolece el FMLN; peor aún quienes creen que la solución es buscar asequibles candidatos.
Por supuesto que hay resistencia a que la base histórica y militancia de izquierda debata y decida sobre el rumbo del partido, que esta sea protagonista y motor de las transformaciones que este necesita; estas resistencias vienen de quienes ponderan la imposición de arriba hacia abajo, acostumbrados a creer que la base no debe emitir opinión y que únicamente debe obedecer las “líneas” definidas desde arriba. Son prácticas obsoletas que no tienen asidero en la realidad política actual de la izquierda salvadoreña y que al no abrir participación directa de la militancia golpeó fulminantemente en el imaginario emancipador revolucionario.
Quizás por eso algunos ven contra reloj el debate y la lucha popular, como una pérdida de tiempo, porque este les come los sueños de seguir viendo al FMLN como el medio para seguir en la función pública. Pero si el compromiso es recuperar la esencia revolucionaria del partido para que este acometa la misión de transformar el sistema, la única alternativa inmediata del FMLN es debate y lucha popular.