Deriva de la izquierda

DERIVA DE LA IZQUIERDA

Jorge Gómez Barata

MONCADA

Después de más de cuarenta años, los estados socialistas de Europa Oriental, instalados a partir de la orientación soviética, con graves problemas estructurales y carentes de apoyo popular, sucumbieron. La crisis alcanzó a la propia Unión Soviética, donde ocurrió exactamente lo mismo sin que los pueblos y las poderosas fuerzas políticas que había generado, en especial un partido de veinte millones de militantes y un movimiento sindical con 100 millones de afiliados, la defendieran.

Ante tales evidencias que desmintieron rotundamente el dogma de que el socialismo era “irreversible”, Fidel Castro llamó a los militantes cubanos a estar alerta porque los errores y las inconsecuencias podían destruir desde dentro a la Revolución y advirtió que el modelo instaurado no funcionaba. Poco después, bajo la presidencia de Raúl Castro se iniciaron las reformas que han comenzado por la economía.

Aunque separadas por el tiempo y la distancia, algo parecido ha ocurrido en América Latina donde, después de un desempeño exitoso, los gobiernos de izquierda caen uno tras otros, en este caso por el voto negativo de aquellos a quienes habían beneficiado. ¿Habrá algo en común? ¿Existirá algún elemento intrínseco que impide la consolidación del socialismo o de los enfoques de izquierda o simplemente progresistas?

Aunque se han acumulado varios ejemplos, el más relevante es el de Brasil donde los representantes del Partido del Trabajo, la principal fuerza política de la izquierda latinoamericana, Luis Ignacio Lula y Dilma Rousseff gobernaron durante 13 años, en los cuales tuvieron tiempo y condiciones para conducir una vasta obra social y acumular un enorme capital político.

Algo parecido ocurrió en Argentina donde Néstor y Cristina Kirchner gobernaron por 12 años, al cabo de los cuales el candidato que debía dar continuidad a su obra, fue derrotado convincentemente. En El Salvador la izquierda parece abocada a una catástrofe electoral.

Al dejar la presidencia Lula era más popular que al asumirla y el electorado respaldó a su candidata Dilma Rousseff que realizó una gestión de continuidad hasta que su popularidad comenzó a ser socavada por manifestaciones populares, en parte asociada a la Copa Mundial de futbol, hasta que finalmente, en 2016 fue destituida por el parlamento sin que ello provocara mayores reacciones. Tampoco la defensa de Lula, que es víctima de una injustificada persecución judicial, es respaldada por una vigorosa reacción del pueblo y las fuerzas políticas progresistas.

Ante el drama que vive el que fuera el más popular de los políticos latinoamericanos, amenazado con pasar sus últimos días en la cárcel, uno se pregunta: ¿Dónde están los partidos comunistas y las fuerzas progresistas brasileñas? ¿Dónde los poderosos sindicatos de Sao Paulo? ¿Acaso es muda la intelectualidad y la academia brasileña? ¿Se acabó en Brasil la prensa progresista y honesta? ¿No hay en ese país jóvenes y estudiantes universitarios combativos?

En Nicaragua y Uruguay donde ha prevalecido un enfoque que ha privilegiado la búsqueda de consenso nacional, las cosas han marchado mejor

La falta de respuesta a esta y otras problemáticas que afectan a la izquierda, puede estar asociada al modo como se gestionó el socialismo a lo largo de los setenta años de vigencia de un esquema plagado de dogmas e imposiciones, que impidieron a los científicos sociales y a la intelectualidad de los países socialistas y del propio país soviético, investigar, experimentar actualizar y colocar en contexto los preceptos del marxismo e incluso del leninismo.

Obviamente, es preciso realizar indagaciones serias para descubrir las razones de que, aun en ambientes favorables, la izquierda no logre consolidar sus resultados, lo cual es particularmente importante para las experiencias en curso. Se trata de una tarea urgente. Allá nos vemos.

La Habana, 14 de marzo de 2018

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